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GIRALA YAMPEY (+)

  COSMOVISIÓN GUARANÍ - EL MITO SOLAR (Obra de GIRALA YAMPEY)


COSMOVISIÓN GUARANÍ - EL MITO SOLAR (Obra de GIRALA YAMPEY)

COSMOVISIÓN GUARANÍ

EL MITO SOLAR

Obra de GIRALA YAMPEY

 

EL MITO SOLAR

Como otros grupos aborígenes, los guaraníes profesaban un singular culto al Sol. Es por eso que los rituales relacionados con tal devoción, difieren de los demás. No construyeron templos ni altares ni monumentos de adoración o de ceremonias de sacrificios humanos o de otra índole, tampoco representaron al Sol ni le rendían esos bárbaros tributos que le ofrendaban las otras naciones. Para los guaraníes, ÑANDERYKE`Y, se transformó en ÑANDERU KUARAHY  (Nuestro Padre Sol) , por lo que es venerado como tal e invocado como verdadero Padre, hacedor de beneficios, que mira por los AVA (hombres) y los cuida durante la vida terrenal. Por su parte. TYVYRA`I se convirtió en ÑANDERU JASY (Nuestro Padre Luna) El primero es Dueño de alborear de los días y Señor de la vida. El segundo, vela los sueños del hombre. No adoraban a Sol ni a Luna; sí, admiraban sus valores útiles y sus bellezas; respetaban sus Poderes de vida y muerte, demostrado en la energía del fuego y el silencio de la noche.

ÑANDERU KUARAHY, es reverenciado como Padre, imagen del esplendoroso corazón de ÑANDERUGUASU, el Gran Padre Primero. En la cosmovisión guaraní, Sol y Luna, pasan sobre la tierra cuidando de sus hijos, beneficiando sus cultivos dando fervor a sus corazones y brindando serenidad y riqueza espiritual.

La devoción al Sol, se relaciona con el culto a la vida. En toda la actividad guaraní, está presente, desde el amanecer hasta el ocaso, cuando es reemplazado por Padre Luna. Por eso, en los rituales tiene mucha importancia, es trascendental, el hecho de ponerse de frente al Oriente, donde aparecerá el Sol. Todos miran al Este, esperando al Padre. Hasta las aberturas de las casas se abren hacia el horizonte del lado Este, desde donde viene diariamente la fuerza de la vida. Cuando llega la hora de morir, el AVA pone su rostro fijándolo al Oriente. En la avanzada noche, durante las danzas, esperan ansiosos y emocionados el momento de la salida el mítico astro, especialmente en las ceremonias de los bautismos o en las de iniciación de las cosechas. Durante el transcurso de las mismas, se baila en su honor y se espera su aparición con singular expectativa. En esos casos, a la hora en que el Paje recibe el nombre que corresponde a los recién nacidos, la aparición del Sol es aguardada con tanta sensibilidad que, al apuntar el alba, se produce un llanto generalizado. Explota emocionada la más vehemente expresión colectiva con deseos de paz y armonía. Saludando al día que llega, festejando la nueva vida.

El Culto a ÑANDERU KUARAHY, se advierte en el fervor con que miran los guaraníes al mágico resplandor del fuego y el danzar de sus llamas en las fogatas. Quedan hechizados, se encandilan sus ojos en el encanto especial que producen los temblores de la consumición de los leños, que convocan sus sentimientos y encienden sus corazones. Se enardece la sangre, se iluminan los pensamientos porque fuego y llamas, simbolizan los resplandores de Padre Sol, se relacionan con lo sagrado.

Si observáramos con serenidad una fogata, más aún en la noche, quedaríamos embelesados en el crepitar de los leños. Parecería que las lenguas de sus llamas están trasmitiéndonos una fuerza recóndita que produce un inexplicable goce de plena gratificación. Sentados frente a la lumbre, nos sugerirían mil ideas que se transfigura-rían en las columnas del fuego y se entretejerían, jugando con el suave soplido de los vientos, con chisporroteos y crujidos. Abajo, ardientes brasas darían vida y calor a las vibrantes llamas para simbolizar nuestras vidas. Arriba, humo y cenizas elevados al infinito para decirnos la brevedad del tránsito. Así surge en el guaraní la veneración del fuego.

Las llamas hablan de historias milenarias, porque contienen los áureos destellos del Sol. Sus lenguas lamen la roja sangre y arde en la piel. Penetra hasta las venas y dibujan los perfiles del corazón del Padre ÑANDERYKE'Y, convertido en ÑANDERU KUARAHY. Habla de Himnos y de reliquias, de remotas historias rebrotadas. Son ígneas bur-bujas de misteriosas historias. Espejo que reverbera ilusiones con la intensidad de nuestros impulsos. Ventana de ensueños mágicos. Caminos que ganan las miradas y los pensamientos. Y acaso limpie de pecados el alma.

Cuando un grupo guaraní se pone en marcha hacia otros lugares, yendo lejos de su TÁVA (pueblo), al acampar, tendiéndose sobre el suelo para dormir, prenden una fogata y se acuestan formando un círculo, las plantas de los pies puestas cerca del fuego. Ubicados así, reciben los beneficios del calor por los pies, como el árbol recibe los alimentos por las raíces, y renuevan sus fuerzas para la siguiente jornada. Entonces, forman la figura de una gigantesca flor. Tizones y llamas, hacen de Centro, y los hombres de pétalos. Son: antera y estigma, polen y ovario, estambre y pistilo que aguardan anhelantes la llegada de los rayos benefactores del Sol que los despertará con el rocío vivificador de la madrugada. Por algo las fogatas se convierten en Centros de reunión.

El Sol, y por extensión, su reflejo viviente en la tierra, el fuego, ocupan un lugar substancial en el pensamiento guaraní. Es purificación de sus alimentos, calor y efluvio espiritual del hogar y la naturaleza, centro de las miradas donde bullen las meditaciones al resplandor de las llamas. El Sol inicia el despertar de toda la naturaleza. Es el ÑANDERU protector y benefactor que trasmite la fuerza, la energía y la vida misma, sin exigir los bárbaros sacrificios como se acostumbraba en otras Naciones. ÑANDERU KUARAHY, es el Padre que da esplendor y fervor a los sentimientos y cuida la vida del AVA, desde el firmamento.

Aunque los guaraníes no profesen específicamente una religión solar, al modo de otras civilizaciones, la virtual adoración al Sol, está dada, indudablemente, por sus condiciones de germinador de la vida, su relación con la vida y la muerte, y por ser la conductora y edificadora de fa Perfección. La gigantesca bola ígnea controla el pulso terráqueo. El Astro Rey es dueño y señor de su propio Sistema.

Regula las venas de la naturaleza. Diariamente se alza en el Oriente para que los hombres puedan erguirse con su energía, su luz y su calor. El Padre Sol de los guaraníes no es cruel. No exige sacrificios humanos. Propicia más bien la hermandad y la vitalidad.

 

Fuente:

MITOS Y LEYENDAS GUARANÍES

por GIRALA YAMPEY.

Editorial Manuel Ortiz Guerrero,

Patronato de Leprosos del Paraguay.

Tapa: Búho, fotografía de una cerámica indígena

Asunción - Paraguay, 2003. 177 páginas.

 

 

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