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HARRIS GAYLORD WARREN

  POLÍTICA Y DIPLOMACIA, 1869-1870 (Obra de HARRIS GAYLORD WARREN)


POLÍTICA Y DIPLOMACIA, 1869-1870 (Obra de HARRIS GAYLORD WARREN)

POLÍTICO Y DIPLOMACIA, 1869 - 1870

Obra de HARRIS GAYLORD WARREN

PARAGUAY Y LA TRIPLE ALIANZA

Obra de HARRIS GAYLORD WARREN

 

Los exiliados paraguayos, especialmente los de Buenos Aires, soñaron año tras año con el día en que pudieran volver a Asunción como hombres libres para construir una república democrática. Regresaron para encontrarse con una tarea abrumadora. La ruina económica, la destrucción de las instituciones, la disminución de la población y la ocupación aliada eran un obstáculo tan formidable como para desanimar a los mismos dioses del Olimpo, en caso de que ellos decidieran visitar el Paraguay. Los exiliados que regresaron (civiles o soldados de la Legión Paraguaya) y los desdichados refugiados que poblaban el caos que era Asunción entonces no fueron seres del Olimpo, pero efectuaron heroicos esfuerzos para echar los cimientos de un nuevo Paraguay, aun cuando a veces sus rencillas fueran tan mezquinas que causaban pena al observador imparcial.

Entre todos los grupos en formación y que querían ganar influencia en la conformación de un gobierno provisorio, los oficiales y soldados de la Legión Paraguaya (organizada por exiliados en Buenos Aires) eran el grupo más fuerte. Los ex prisioneros de guerra, los funcionarios de López que regresaban de misiones en el extranjero y los expatriados de diversa formación aspiraban a desempeñar un rol político y necesitaban una fuerza aglutinante capaz de unirlos. Líderes rivales debieron surgir, para formar alianzas y encarar las necesidades más urgentes que, provocadas por diversos factores, exigían una solución. En todo aquel proceso, obviamente, debían salir gananciosos los políticos que consiguieran el apoyo de los comandantes y diplomáticos brasileros. Aquella fue una obviedad perfectamente percibida por quienes dirigieron una coalición de legionarios y lopistas, que desconfiaba de los intelectuales y de su liberalismo, y creía que la política era el arte de lo militarmente posible. Los aliados debían crear un gobierno con el cual firmar tratados; lo hicieron, pero con demasiada frecuencia surgieron rivalidades enconadas entre la Argentina y el Brasil, las que llevaron al fracaso a todo intento de firmar un tratado general. (O SEA ENTRE LOS ALIADOS, POR UNA PARTE, Y EL PARAGUAY, POR LA OTRA, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO EN EL TRATADO DE LA TRIPLE ALIANZA. FINALMENTE, LA ARGENTINA Y EL BRASIL FIRMARON TRATADOS CON EL PARAGUAY POR SEPARADO. (N. DEL T.))

Uno puede preguntarse cómo pudieron sobrevivir los exiliados en la Argentina. Algunos tenían parientes y vivían con ellos, otros consiguieron diversos tipos de trabajo. Muchos paraguayos salidos del país para buscar empleo en la vecina Corrientes y otras provincias argentinas, obviamente, pertenecían a un grupo muy distinto del de aquellos que huyeron para escapar de la saña de los dictadores, o de los representantes de las casas comerciales que vendían en la Argentina los productos semiprocesados de los campos y bosques del Paraguay. El solo hecho de que ciertos paraguayos fueran exiliados o fueran sorprendidos por la guerra estando en el extranjero, no significaba de ninguna manera que estuvieran dispuestos a trabajar juntos para el mismo propósito. Tampoco los paraguayos en el extranjero tenían todos las mismas ideas políticas ni las mismas posibilidades económicas; muchos tuvieron desavenencias en las ciudades argentinas, y sobre todo en Buenos Aires. En otro asunto estaban más de acuerdo: en la antipatía -e incluso odio- al Brasil. Aunque firmes en la resistencia contra cualquier tentativa argentina para reincorporar al Paraguay a la Argentina, las viejas disputas territoriales con el Brasil y los lazos culturales más estrechos con la Argentina hacían que ésta tuviera una ventaja inicial en su disputa con el Brasil por el control del Paraguay de posguerra. Los dirigentes argentinos, por incapaces de usar aquellas ventajas naturales e históricas, perdieron la oportunidad. Cuando los aliados trataron de firmar la paz con el Paraguay, debieron utilizar a los exiliados paraguayos que habían luchado de su lado en la guerra, a sus prisioneros de guerra liberados para ese fin y a jóvenes que regresaban de sus estudios en el extranjero. Muy pronto los aliados descubrieron que los paraguayos podían aprovechar los desacuerdos entre sus vencedores y que, mientras continuaran esas disputas, les resultaba muy conveniente apoyar a más de una de las varias facciones paraguayas, para utilizarlas oportunamente.

 

LEGIONARIOS Y LOPISTAS

  

La Legión debía ser el brazo armado de la Asociación Paraguaya, surgida entre los exiliados que se habían encontrado en Buenos Aires. Todos ellos eran enemigos de López, aunque el grado de enemistad variara grandemente. Unos pocos eran sobrevivientes del régimen de Francia; algunos habían sufrido tremendamente a manos de los López; otros habían huido para evitar un merecido castigo; también había jóvenes cuya educación extranjera incluía una considerable dosis de liberalismo francés. No todos ellos eran verdaderos patriotas: en septiembre de 1851, un pequeño grupo de exiliados apoyó la incorporación del Paraguay, a la Confederación Argentina. Algunos de ellos firmaron el manifiesto de 1858, que llamaba al derrocamiento de Carlos Antonio López, y el 2 de agosto de 1858, organizaron la Sociedad Libertadora de la República del Paraguay. Entre los editores del periódico propagandístico de corta vida, El Grito Paraguayo, estaba el enfant terrible chileno Francisco Bilbao. A la mayoría de los fundadores de ese "frente de liberación" pertenecían quienes organizaron la Asociación Paraguaya en noviembre de 1864. (1) Los miembros de la Asociación, así como los enrolados en la Legión posteriormente, tranquilizaban su conciencia por combatir del lado de los enemigos del Paraguay diciendo que su único objetivo era derrocar a la tiranía de López. Para evitar la acusación de traición, trataron desesperadamente de organizar una Legión Paraguaya que, enarbolando la bandera paraguaya, pudiera luchar en el campo aliado como una unidad separada. Los exiliados esperaban que la resistencia militar paraguaya cediera prontamente, después de lo cual se encontrarían en posición de controlar el gobierno de la posguerra.

La Asociación como tal tuvo corta vida. Las luchas internas impidieron la adopción de unos estatutos, aunque su comisión directiva tuvo alguna influencia para convencer a los argentinos de que presentaran la guerra como una lucha contra López y no como una guerra de conquista contra el Paraguay.(2) Al informar a los gobiernos brasilero y argentino de su existencia, la Asociación propuso reunir un ejército de 2.000 paraguayos para luchar al lado de los aliados; la cifra da una idea aproximada del número de los exiliados. Al formarse, la Asociación quiso ser reconocida como el gobierno legítimo del Paraguay y firmar un tratado de alianza con el Brasil. El ministro brasilero en Buenos Aires, Felipe José Pereira Leal, barón de Maracaju, alentó a los paraguayos, quienes nombraron comandante de la proyectada Legión a Fernando Iturburu, con Juan Francisco Decoud como lugarteniente. En busca de fondos y de

reconocimiento, la comisión directiva envió a sus representantes a Río de Janeiro, donde solamente cosecharon un completo fracaso. El Imperio estaba dispuesto a aceptar voluntarios paraguayos en su ejército, pero no quería que ninguna Legión Paraguaya le complicase las cosas durante la guerra y después de ella. (3)

Rechazada por el Brasil, la Asociación recurrió a la Argentina, que mantuvo la neutralidad hasta abril de 1865. Cuando López comenzó su invasión de la Argentina, la Asociación ofreció inmediatamente "reunir una legión de paraguayos que, enarbolando su propia bandera, pedirán al General en Jefe del Ejército que se les permita encabezar el ataque". El presidente Bartolomé Mitre y su ministro de Guerra, Juan A. Gelly y Obes, aceptaron gustosos la proposición paraguaya y autorizaron a la Asociación a organizar una legión para luchar al lado del ejército argentino. (4) Pronto se dio una división irreparable entre los líderes paraguayos. El teniente coronel Juan Francisco Decoud se negó a recibir órdenes de Iturburu y renunció en julio de 1865; sus hijos José Segundo y Juan José, con varios más, siguieron el ejemplo en octubre. Esa división de los exiliados tuvo un profundo efecto en la política de la reconstrucción y significó la formación de la facción decoudista. Los miembros de este grupo ayudaron a convencer al teniente coronel Antonio Estigarribia de que se rindiera en Uruguayana en septiembre de 1865. (5) La pérdida del ejército de Estigarribia fue un duro golpe para López.

A pesar de la insistencia de Iturburu, Mitre demoraba el reconocimiento formal de la Legión, aunque muchos prisioneros paraguayos fueran obligados a incorporarse a las filas aliadas. El fastidio de los brasileros por la lucha entre Decoud e Iturburu dio a Mitre una excelente ocasión para dar largas, pero Iturburu logró crear una reducida Legión enrolando prisioneros paraguayos, (6) y luego esperó larga e impacientemente el reconocimiento de la Legión como unidad separada. Solo el 20 de marzo de 1869, los aliados decidieron darle a la Legión el uso de la bandera paraguaya y el 25 de mayo el general Emilio Mitre entregó formalmente a la Legión la bandera, acompañada de una florida y apasionada proclamación. A partir de entonces, la Legión simbolizó el nuevo Paraguay que continuaba su lucha contra López. (7) La Legión Paraguaya, o la persistencia de su influencia, fue un factor de división en la política paraguaya por cerca de un siglo. Los lopistas, naturalmente, consideraban traidores a los legionarios; sin embargo, las divisiones del grupo lopista hicieron que se aceptaran legionarios en gobiernos dominados por lopistas. Por lo general, los brasileros desconfiaban de la Legión porque la misma se había formado en la Argentina y sus miembros más fervientes eran fuertemente nacionalistas. La hostilidad brasilera dio a los legionarios liberales poca oportunidad para afirmarse en el gobierno; los pocos que accedieron al poder, como José Segundo Decoud, debieron pasarse a las filas de sus adversarios políticos.

Los legionarios asumieron la dirección de numerosas maniobras preliminares para la formación de un gobierno provisorio; no podían ver nada malo en la cooperación con los enemigos del Paraguay porque ellos, como los aliados, sostenían el insostenible sofisma de que habían luchado contra López y no contra el pueblo paraguayo. (8) Serapio Machaín, miembro del viejo Comité Revolucionario, redactó la propuesta para la formación de un gobierno provisional que fue estudiada en la reunión de treinta y dos hombres celebrada en la casa de Felipe Recalde el 24 y 25 de enero de 1869. Pronto aparecieron los desacuerdos. Algunos querían organizar un cuerpo de voluntarios para continuar la persecución de los pobres restos del ejercito de López; otros se opusieron a que se sometiera a más sacrificios a un pueblo agotado por la terrible guerra. Prominente entre estos últimos fue José Segundo Decoud, quien, a pesar de tener sólo veinte y un años, fue un miembro destacado de la facción decoudista, formada alrededor de Juan Francisco Decoud, y con la cual los Machaín estaban estrechamente asociados. Los Decoud insistieron en que el gobierno debía surgir como resultado de una elección libre por el pueblo, una propuesta poco realista, porque la llegada de más refugiados y el regreso de más exiliados crearon una situación muy inestable. (9)

En la reunión de enero fue notable la ausencia del coronel Fernando Iturburu, comandante de la Legión, cuyas tropas establecieron su cuartel en el Palacio de Gobierno. Deseoso de promocionarse, Itruburu se había hecho de muchos enemigos y se hizo de varios más al proponer que el general Juan Andrés Gelly y Obes (comandante argentino de padre paraguayo) fuera gobernador provisorio de Asunción. Iturburu se convirtió en el centro del grupo opuesto al grupo decoudista, cuyos principales miembros eran los Decoud, Machaín, Recalde, Haedo, Benigno Ferreira y Jaime Sosa Escalada, liberales y simpatizantes de la Argentina.

En febrero de 1869 llegó de Europa Cándido Bareiro. (CÁNDIDO BAREIRO (1834-1880) fue uno de los jóvenes becados enviados a Europa por Carlos A. López en 1858. Posteriormente fue nombrado representante diplomático del Paraguay en Europa. Regresó en 1868, haciendo escala en Buenos Aires, de donde llegó a Asunción con apoyo del ejército argentino. Presidente en 1878, murió en 1880 de una enfermedad súbita. (N. del T.))

Ese ambicioso ex agente de López [en Europa] era capaz, cortés, experimentado y también un político despiadado y cínico, acusado por sus enemigos de carecer de escrúpulos. En poco tiempo se convirtió en el centro de un grupo lopista que llegó a incorporar al general Bernardino Caballero y al coronel Patricio Escobar, ambos grandes héroes de la guerra. ( BERNARDINO CABALLERO (1839-1912), ingresó al ejército en 1864 y llegó a general en 1868. Prisionero del Brasil en 1870, regresó al Paraguay para unirse al grupo bareirista. En 1880, a la muerte del presidente Cándido Bareiro, asumió la presidencia de la República, cargo que ejerció hasta 1886. Fundó el Partido Colorado en 1887. Patricio Escobar (1845-1912) fue amigo personal de Caballero desde los años de la Guerra de la Triple Alianza. Durante su mandato presidencial (1886-1890) se fundó la Universidad Nacional y se fundaron los partidos Liberal y Colorado. (N. del T.))

Los lopistas, demasiado pocos para dominar la situación, se aliaron con la facción de Iturburu y con los intelectuales Cayo y Fulgencio Miltos y Juan Bautista Gill, hombres que no se cuidaban de ocultar sus celos de José Segundo Decoud. Los grupos de Bareiro e Iturburu formaron una coalición que pronto incorporó a los [hermanos Antonio y Rufino] Taboada. Rufino Taboada, de gran aceptación entre las damas, era un mozo delgado, libertino y apuesto, cuya carrera política ciertamente hubiera sido interesante e intensa si no hubiera muerto joven. 10

Bareiro fue la pesadilla de los liberales hasta su muerte acaecida el 4 de septiembre de 1880, a mitad de su periodo presidencial. Fue también el gestor de varias alianzas cambiantes. Un político igualmente hábil como Juan Bautista Gill pudo suplantarlo en el poder por un tiempo. Por varias razones, los brasileros nunca confiaron en Bareiro ni en sus fieles seguidores Caballero y Escobar; al fin y al cabo, los principales enemigos de Bareiro tuvieron una muerte violenta: Juan B. Gill, Cirilo Rivarola y Facundo Machain fueron abatidos por asesinos. (El Presidente Juan Bautista Gill fue asesinado el 12 de abril de 1877. Facundo Machaín asumió la defensa en el juicio seguido contra los imputados en el asesinato de Gill y por eso fue preso. Murió, junto con los imputados, en la matanza de la cárcel pública del 29 de octubre de 1877. Cirilo Antonio Rivarola, miembro del Gobierno Provisorio y luego Presidente del Paraguay, fue asesinado en el centro de Asunción el 31 de diciembre de 1878. (N. del T.))

Sin embargo, es poco probable la participación de Bareiro en la muerte de Gill, y hay buenas razones para dudar de que é1 hubiera dado la orden de perpetrar los brutales asesinatos de Machaín, Rivarola y otros inoportunos. Aunque el general Caballero sea hoy reconocido e incluso venerado como fundador del Partido Colorado, si algún político merece ese honor es Cándido Bareiro, aunque el partido republicano no se hubiera fundado legalmente durante su vida.

(1). Los nombres de los firmantes del acuerdo del 19 de diciembre de 1864, que formalizaron la Asociación, están en Juan Bautista Gill Aguínaga, La Asociación Paraguaya en la guerra de la Triple Alianza, p. 28; Freire Esteves, "Historia contemporánea", p. 1; Higinio Arbo, Política paraguaya, pp. 4-6.

(2) Gill Aguínaga, Asociación Paraguaya, p. 31.

(3). Del visconde de Mamamu a Manoel Luis Osorio, Río de Janeiro, 22 de abril de 1865; ibídem, p. 125.

(4). De Carlos Loizaga a Bartolomé Mitre, Buenos Aires, 21 de abril de 1865, ibíd., p. 123; Juan A. Gelly y Obes a Loizaga, Buenos Aires, 22 de abril de 1865, ibíd., p. 124.

(5). Juan Francisco Decoud, su hijo José Segundo, Benigno Ferreira y Jaime Sosa Escalada conferenciaron con Estigarribia el 8 de septiembre y le instaron a rendirse (Cardozo, Hace cien años, 11, 209-228; Rafael Calzada, Rasgos biográficos de José Segundo Decoud, pp. 15-16).

(6). Iturburu, bastante optimista, dio la cifra de 795 hombres (de Iturburu al presidente de la Comisión Directiva, Paso de los Libres, 28 de septiembre de 1865, en Gill Aguínaga, Asociación Paraguaya, pp. 149-150). Para octubre de 1865, había 144 hombres en sus filas; seis meses después, eran 225 (ibíd., p. 59).

(7). Documentos oficiales relativos al abuso de la bandera nacional paraguaya por los jefes aliados (Piribebui, [1869]), 10, AN-A; Fragoso, Historia, IV, 171-173.

(8). Decoud, Convención Nacional, p. 42.

(9). Freire Esteves, "Historia contemporánea", p. 2; Arbo, Política paraguaya, p. 7; Godoi, "El gobierno provisorio", El barón de Río Branco, p. 229.

(10). Enrique D. Parodi llamó a Bareiro “vano y presuntuoso" y dijo que pasaba por sabio porque mantenía silencio sobre los problemas delicados ("La Prensa", Revista del Paraguay, N° 9, septiembre de 1891, p. 390); José Sienra Carranza, “Retrospecto del Paraguay”, Revista Histórica 1, N° 1 (marzo de 1899): 8, Godoi, "El gobierno provisorio", El barón de Río Branco, pp. 230-231.

 

 FORMACIÓN DEL GOBIERNO PROVISORIO

Los aliados no dejaban que los acontecimientos se sucedieran libremente mientras los políticos paraguayos reñían entre sí para apoderarse de la materia incierta del poder. Don Pedro II envió a su diplomático más hábil, al ministro de Asuntos Extranjeros, José María da Silva Paranhos, para negociar con el Uruguay y la Argentina. Silva Paranhos llegó a Buenos Aires el 10 de febrero de 1869 y, después de una reunión con el presidente Sarmiento, viajó a Asunción, adonde llegó el 20 de febrero en medio de las disputas de los bareiristas y decoudistas. Los aliados (en particular el Brasil) debían tomar en cuenta a esos grupos rivales porque necesitaban un gobierno provisorio para gobernar a través de él, siempre y cuando éste se mostrara receptivo a las exigencias aliadas. Los cinco o seis mil paraguayos residentes en Asunción (señaló el ministro de Su Majestad en Buenos Aires) eran "en su totalidad refugiados, emigrantes y prisioneros". Las rivalidades y recelos impedían la formación de un gobierno nacional, aunque Silva Paranhos, ya llamado entonces 'Virrey del Paraguay', logró que se reconciliaran momentáneamente. (11) En Asunción, muchos creían que la demora en formar un gobierno provisorio se debía a las intrigas de los agentes de López, quienes fomentaban la discordia y manipulaban el miedo de que los aliados intentaran "abolir la República del Paraguay y esclavizar a su pueblo”. (12)

De todos modos, la reconciliación momentánea de las facciones rivales permitió la realización de un mitin popular el 31 de marzo, en el cual 335 ciudadanos firmaron una petición para solicitar la formación un gobierno provisorio y eligieron cuatro delegados para llevar la petición a Buenos Aires. (13)

Acompañados por Silva Paranhos, los emisarios partieron para Buenos Aires a finales de abril, para entrevistarse con el doctor Mariano Varela, ministro de Relaciones Exteriores argentino, quien a su vez consultó con los uruguayos. Necesariamente surgió la cuestión de la interpretación del Tratado de la Triple Alianza del 1 de mayo de 1865. Los brasileros sabían bien cuáles eran sus pretensiones territoriales; los argentinos, sin tener bien claros sus propios objetivos, se volvieron recelosos del Imperio, y durante cerca de una década esos recelos amenazaron con provocar una guerra. Silva Paranhos quería que el Gobierno Provisorio aceptara el tratado "secreto" [de la Triple Alianza] como base para la paz. Sin embargo, Varela en su notable memorándum del 8 de mayo, afirmó que, puesto que los aliados se habían comprometido a respetar la soberanía paraguaya y a conceder a los paraguayos la libertad necesaria para organizar su propio gobierno, el Gobierno Provisorio no debía ser forzado a comprometerse en las cuestiones mayores. (14) Cuando Silva Paranhos se ratificó en su posición, Varela y el representante uruguayo, el doctor Adolfo Rodríguez, se mantuvieron firmes. El brasilero pareció concordar con la categórica afirmación de Varela de que “la victoria no daba a las naciones aliadas el derecho a considerar como suyos los limites consignados en el tratado”. (15)

Los representantes aliados se reunieron el 2 de junio y, haciendo de lado las cuestiones controvertidas, redactaron los protocolos que tendrían como consecuencia la formación del Gobierno Provisorio del Paraguay. Los paraguayos los firmaron el 11 de junio prometiendo "proceder en entero acuerdo con los aliados hasta la terminación de la guerra, sin dejar de tener plena libertad en el ejercicio de la soberanía nacional". El Gobierno Provisorio no tendría control sobre los aliados, sus tropas, barcos o suministros. Una junta de tres miembros, con uno de ellos como presidente, ejercería el poder ejecutivo. Y así el Gobierno Provisorio fue un triunvirato; por su parte, los aliados le prometieron ayuda moral y material. Una disposición de los protocolos firmados abría el camino al contrabando en gran escala: "Todos los individuos, barcos, provisiones, forraje y demás material de cualquier especie que pertenezca a los ejércitos aliados o a sus contratistas tendrá entrada o salida de la República, libre de todo y cualquier gravamen o registro, como se garantiza a los generales y representantes diplomáticos de los Gobiernos Aliados". (16) Los delegados regresaron a Asunción con los protocolos, y con ellos iban Silva Paranhos y José Roque Pérez en representación de los principales aliados, dispuestos a tener bien controlados a los paraguayos. (17) Aquellas medidas para establecer un gobierno paraguayo fueron consideradas una farsa por el general McMahon, quien se encontraba en Buenos Aires, donde debía embarcarse para Londres:

[Los aliados] tratan de reunir, en todos los rincones del país, a todos los infortunados a quienes el hambre y el sufrimiento obligan a abandonar la causa nacional, con el propósito de conseguirle un público al supuesto gobierno. Esa gente, en su mayoría niños y mujeres, a menudo se reúne mediante la amenaza y la violencia [...] se la envía para Asunción [...] y se la exhibe sin ninguna consideración en las calles durante días, desnuda y descalza, para mostrarse al ejército de mercaderes, proveedores y vivanderas que llenan la ciudad y ocupan los hogares de los pobres desgraciados puestos en exhibición de esa manera [...]. Todo eso se hace para demostrar que el presidente López es un monstruo de crueldad y que los aliados son los humanitarios regeneradores del país. Cuando terminan esas exhibiciones, las infortunadas víctimas son abandonadas para vivir, mejor dicho para morir como pueden, sometidas a los brutales caprichos de una soldadesca depravada y casi totalmente fuera del control de la menor disciplina. (18)

En Buenos Aires, otros observadores --en especial los diplomáticos británicos y franceses-también se mostraban escépticos con relación al acuerdo. El ministro británico pensaba que las negociaciones y protocolos eran pura formalidad, porque el Gobierno Provisorio no podía tener ningún poder y debía ser `una simple apariencia para que los gobiernos aliados pudieran eludir algunas de sus más serias y comprometedoras responsabilidades, sin despojarse por eso de ningún poder'. El ministro francés pensaba retirar su cónsul de Asunción, pero el ministro italiano decidió esperar para ver qué pasaba. El ministro británico finalmente llegó a la conclusión de que los aliados habían firmado un protocolo secreto que los comprometía a no firmar ningún tratado con el gobierno títere; que los paraguayos no querían para nada a ese Gobierno [Provisorio], y que Roque Pérez veía la situación de una manera muy distinta de la de Silva Paranhos. (19)

Con tono quejumbroso, Gregorio Benites, representante de López en París, advirtió a Estados Unidos y Gran Bretaña que los aliados amenazaban la integridad del Paraguay como los franceses habían amenazado México. El Paraguay no fue conquistado y el Brasil no quería aumentar su imperio. Clarendon replicó que los británicos no habían reconocido al Gobierno Provisorio. Desde su distante puesto en Río de Janeiro, el ministro de Su Majestad Británica se preguntó si ese no reconocimiento no alentaba a López a continuar con su inútil resistencia. (20)

Con un gobierno a punto de organizarse, los paraguayos con ambiciones políticas intensificaron la actividad comenzada en 1869 y formaron los primeros clubes políticos. El 26 de junio, los decoudistas organizaron el Club del Pueblo, con Facundo Machaín como presidente, y que tenía en su directiva jóvenes imbuidos de las centenarias ideas de la Revolución Francesa. Este grupo, que cambió su nombre por el de Gran Club del Pueblo en marzo de 1870, publicaba La Regeneración, cuyo primer número apareció el 1 de octubre de 1869. Sus adversarios, los bareiristas o lopistas, formaron el Club Unión, a veces llamado Partido Popular, con Cayo Miltos como presidente. Así tuvieron sus inicios los dos principales partidos políticos paraguayos, el Liberal y el Colorado, aunque la situación era entonces tan cambiante como para que los nombres pudieran aplicarse en forma definitiva a cualquiera de los dos grupos. El Club del Pueblo apoyaba la candidatura del ex sargento Cirilo Antonio Rivarola a la presidencia del Triunvirato. Rivarola, hijo de un diputado que se había opuesto al golpe legal de Carlos Antonio López en 1844, había sido torturado en Cerro León. El Club Unión apoyaba la candidatura de Félix Egusquiza, ex cónsul de López en Buenos Aires. Esa división irritó a los ministros aliados, que deploraban la incapacidad de los paraguayos para ponerse de acuerdo en un candidato único. (21)

Hasta entonces, Silva Paranhos y los decoudistas parecían apoyar a la misma persona. En realidad, José Segundo Decoud tenía más apoyo del Club del Pueblo que Rivarola, porque los decoudistas resentían seriamente la influencia brasilera. Contra viento y marea, Silva Paranhos estaba dispuesto a promocionar a Rivarola y realizó todas las maniobras necesarias para conseguirlo. Roque Pérez y Silva Paranhos convocaron una gran asamblea en el Teatro Nacional el 22 de julio, pero ambos se reunieron el día anterior para ponerse de acuerdo sobre la manera de manejar la asamblea. Obedientemente, 129 ciudadanos se reunieron bajo la presidencia nominal de Roque Pérez y el control del ministro brasilero. La asamblea eligió primeramente a sus autoridades, y luego a una Junta Nacional de veintiún miembros. La junta, presidida por Rivarola y con Benigno Ferreira como secretario, a su vez, seleccionó cinco de sus miembros para integrar el comité electoral que nombraría a los tres triunviros. El 5 de agosto, el comité electoral desagradó a Silva Paranhos porque nombró [miembros del Triunvirato] a Carlos Loizaga, Juan Francisco Decoud y José Díaz de Bedoya. Los agentes aliados se negaron a aceptar a Decoud porque uno de sus hijos, Juan José, escribía artículos cáusticos en un periódico de Corrientes. En lugar de Decoud pusieron a Rivarola, llevando así a un hombre mediocre a la carrera política que habría de destruirlo. Así como quedó integrado, el Triunvirato pareció complacer al pueblo, pues el "populacho" realizó una manifestación frente a las casas de los ministros aliados en la noche del 6 de agosto. (22)

Para darle cierta formalidad al asunto, los aliados decidieron que el 15 de agosto, el día de Nuestra Señora de la Asunción, fuera el de la toma de posesión del Triunvirato. Los ociosos y curiosos, nacionales y extranjeros, se reunieron en la plaza 14 de Mayo, frente a la Catedral, para escuchar las proclamaciones. Posteriormente, el pueblo se dirigió a la Catedral, donde los hombres en la nave central y las mujeres en las naves laterales aclamaron a Silva Paranhos y Roque Pérez, cuya entrada se anunció con un toque de trompetas. Un nuevo toque de trompetas saludó a los triunviros, quienes avanzaron hasta el altar mayor, donde el capellán mayor del ejército argentino les tomó juramento. Después del Te Deum, los notables almorzaron en el Palacio de Gobierno, donde los ministros aliados expresaron sus buenas intenciones y Rivarola les prometió una plena cooperación. (23)

Cirilo Antonio Rivarola, presidente del Gobierno Provisorio, daba poco lustre a su distinguida familia. Un contemporáneo que obviamente no lo quería, lo definió con un "espíritu melancólico, devoto de las formas legales y con tendencias arbitrarias y despóticas, una mezcla de lo bueno y lo malo, de la verdad y la falsedad. Él mismo no sabía qué quería y qué no quería [...] era, en resumen, un hombre sin carácter". (24) Rivarola había pasado por abogado antes de la guerra y cayó en desgracia con Solano López por atreverse a postular ideas liberales y gobierno democrático. Aunque muchos fueron ejecutados por faltas menores, para Rivarola bastó con la prisión y el servicio militar forzado. Capturado por los aliados el 25 de mayo de 1.869, el descalzo sargento Rivarola fue llevado a la presencia del conde d'Eu, quién le dio ropa y lo envió a Asunción con una nota de recomendación para el ministro brasilero, quien vio en Rivarola un hombre en quien podía confiar. Altanero, tosco y pretencioso, Rivarola era un genio para contrariar a quienes trabajaban con él por el bien del país. Carlos Loizaga y José Díaz de Bedoya, ex miembros de la Asociación Paraguaya, eran mediocres desprovistos de cualquier talento. (25) Loizaga era un intelectual envejecido y desgastado por la lucha para sobrevivir en el extranjero; cansado de las dificultades, había decidido optar siempre por la solución más fácil. Bedoya era un comerciante grosero y sin cultura, cuyo hermano mayor Saturnino había servido a López como ministro de Hacienda. (26)

Rivarola, más digno de lástima que de crítica, hizo un serio esfuerzo para darle entidad a la incierta posición en que se encontraba. Descendiente de un prócer de la Independencia, sus antecedentes eran impecables, pero insuficientes para la tarea. Apoyado inicialmente por los brasileros, quienes esperaban convertirlo en su dócil instrumento, se ganó su animadversión demostrando independencia. (27) Mientras Rivarola era generalmente considerado un títere brasilero y líder de la facción brasilera, su principal rival lopista, Cándido Bareiro, dirigía el grupo pro argentino.

Bareiro, diplomático experimentado, era considerado por sus amigos un hombre talentoso, refinado, de aspecto sencillo y digno, discreto en el hablar y fiel al Paraguay. Un contemporáneo que conoció a los dos hombres comparó a Rivarola con Francia. Rivarola cabalgaba en dirección a un grupo, desmontaba, entregaba las riendas de su caballo al funcionario de mayor rango, "pedía una jarra de agua y, remangándose cuidadosamente la levita negra, se lavaba las manos en medio de la reunión; Bareiro, con una chaqueta brillante y pegada al cuerpo a causa del sudor, fraternizaba con el campesino más rústico que lo quería ver en la dirección de la primera magistratura de la nación". (28) Esta comparación no se ajusta al carácter de los dos hombres. Un argentino de mirada crítica consideró a Rivarola el único candidato asunceno con popularidad. (29) Para aumentar su popularidad, Rivarola realizó varios viajes a la campaña. En una de esas excursiones a Pirayú, llevó "una escolta numerosa y una banda de música". (30)

En Asunción, los argentinos resentían la influencia brasilera en el Gobierno Provisorio. El Triunvirato, escribió un comentarista sarcástico, sabía tanto de gobierno como de lengua griega. El verdadero regente era Silva Paranhos, y las cosas no hubieran ido mal si Rivarola y Bedoya hubieran hecho lo que él les decía. Pero, aunque los triunviros querían reformarlo todo, pasaban el tiempo dedicados a frivolidades. La esperanza de la Argentina era el grupo de jóvenes educados en la Argentina e intransigentes en su oposición al Brasil. Sospechando que los brasileros también controlaban La Regeneración, el doctor Miguel Gallegos, médico militar del ejército argentino con rango de coronel, pensó crear un periódico rival. (Ese periódico fue La voz del Pueblo, mencionado más adelante. (N. del T.))

Para Gallegos, La Regeneración atacaba a los extranjeros, y a Rivarola debía enseñársele que no podía gobernar como López. En realidad, La Regeneración era independiente y tan crítica del Gobierno Provisorio, que los observadores de Asunción esperaban que Rivarola tomara medidas drásticas contra el periódico si éste no morigeraba sus ataques. (31)

(11). Sarmiento aún no había enviado un representante para contrarrestar la influencia de Silva Paranhos (de W.G. Stuart a Clarendon, Nº 19, Buenos Aires, 12 de febrero de 1869, PRO-FO 6/282); De Stuart a Mathew, Buenos Aires, 10 de abril de 1869, ibíd..; Ernesto Quesada, Historia diplomática nacional: La Política argentino-paraguaya, p. 31.

(12). De Mathew a Clarendon, Nº 54, Río de Janeiro, 24 de agosto de 1869, PRO-FO 13/ 462.

(13). Los decoudistas aborrecían a Egusquíza.sabiendo que el hombre era instrumento de los aliados y, al mismo tiempo, bareirista (Eduardo Amarilla Fretes, La liquidación de la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, pp, 33-34). Edward Augustus Hopkins afirmó que él mismo "escribió la petición que solicitaba aquello [el Gobierno Provisorio] a los aliados” (Hopkins, “My life-Record [..]". en Pablo Max Ynsfrán, La expedición norteamericana contra el Paraguay, 1858-1859, I,.254).

(14). Los memorandos intercambiados entre Silva Paranhos, Varela y el doctor Adolfo Rodríguez están en La República (Buenos Aires).7 y 8 de julio de 1869 y Fragoso, Historia, V, 260-202.

(15). Amarilla Fretes, Liquidación de la guerra, pp. 34-35; Godoi, “El gobierno provisorio", El barón de Rio Branco, pp. 231-232.

(16). "Establishment of a Provisional Government in Paraguay", adjunto a nota de Mathew a Clarendon, N° 143, Río de Janeiro, 4 de julio de 1869, PRO-FO 13/462; de R. C. Kirk a Fish, N° 3, Buenos Aires, 21 de julio de 1869, DA-NAUS 69/18; "Acuerdo entre la República Argentina, el Brasil y el Uruguay con relación al Establecimiento de un Gobierno Provisorio en el Paraguay. Buenos Ayres, 2 de junio de 1869", State Papers, Londres, volumen 63, p. 627); Fragoso, História, V, 279-302; Fragoso, A paz com o Paragúai depois da guerra da Triplice Alianpa, pp. 47-48.

(17). Freire Esteves, "Historia contemporánea", p. 6. García Mellid afirma que Roque Pérez era un masón de rango superior (Proceso, 11, 412).

(18). De McMahon a Fish, N° 23, Buenos Aires, 19 de julio de 1869, DPU-NAUS 128/3.

(19). De W. C. Stuart a Clarendon, Buenos Aires, 23 de junio de 1869, PRO-FO 6/283; del mismo al mismo, N° 76 Conf. Buenos Aires, 23 de junio de 1869; ibíd.; del mismo al mismo, N° 87 Conf., Buenos Aires, 20 de julio de 1869, ibíd.

(20). De Benites a Clarendon, París, 17 de septiembre de 1869, PRO-FO 59/29; de Clarendon a Benites, Londres, 25 de septiembre de 1869, ibíd.; de Benites al Secretario de Estado, París, 17 de septiembre de 1869, NPL-NAUS 350/1; de Mathew a Clarendon, Río de Janeiro, 22 de noviembre de 1869, PRO-FO 13/462.

(21). Quesada, Historia diplomática, p. 33; Antonio Salum Flecha, Historia diplomática

del Paraguay de 1869 a 1938, pp. 10-11; del capitán Henry Fawkes al capitán Richard Purvis, Asunción, 31 de julio de 1869, PRO-FO 59129.

(22). Wilfredo Valdez [Jaime Sosa Escalada], "La guerra futura. La guerra de Chile y Brasil con la República Argentina. Alianza la causa común-. Estudio de los hombres del Paraguay -el Triunvirato-.", Revista del Paraguay 2, números 3-9 (1892): 198 (en adelante Valdez, "Estudio"); Registro oficial, 1869-1875, p. 4; Fragoso, História, V, 279-302; Justo Pastor Benítez, La convención constituyente de 1870, p. 2; recorte en nota de R. C. Kirk a Fish, N° 12, Buenos Aires, 12 de agosto de 1869, DA-NAUS 69/18.

(23). Registro oficial, 1869-1875, pp. 3-4; Fragoso, História, V, 267; de Kirk a Fish, N° 5, Buenos Aires, 22 de agosto de 1869, DA-NAUS 69118; Godoi, "El gobierno provisorio", El barón de Río Branco, pp. 244-249.

(24). Valdez, "Estudio", pp. 257-260.

(25). Godoi, "El gobierno provisorio", El barón de Río Branco, pp. 237-238; Benítez, La convención constituyente de 1870, p. 65.

(26). Godoi, "El gobierno provisorio", El barón de Río Branco, pp. 241-242.

(27). Cecilio Báez, Cuadros históricos y descriptivos, pp. 227-231.

(28). Sienra Carranza, "Retrospecto del Paraguay', Revista Histórica 1, N° 1, p. 8. Este es un extracto de la obra de Sienra Retrospecto del Paraguay: Notas sobre el último decenio (Montevideo, 1880).

(29). Carta de "M. G.", La Nación (Buenos Aires), 29 de enero de 1870.

(30). La Regeneración, 13 de febrero de 1870.

(31). Carta, Asunción 9 de enero de 1870, La República, Buenos Aires, 15 de enero de 1870. Algunas de las cartas no firmadas publicadas en la prensa porteña probablemente eran de Félix Amadeo Benites, el cónsul general argentino en Asunción, cuyo exequátur se emitió el 24 de noviembre de 1869 (Godoi, "El gobierno provisorio", El barón de Río Branco, p. 274).

 

 EL TRATADO PRELIMINAR DEL 20 DE JUNIO DE 1870

Mucho antes de que la guerra hubiera terminado, el Consejo de Estado del Brasil estudió las condiciones de la paz. En sus primeras deliberaciones, el Consejo se ocupó básicamente de cinco puntos: el destino de López, su familia y seguidores; los acuerdos territoriales; la formación de un gobierno provisorio; la influencia brasilera en la posguerra y las reclamaciones de Bolivia sobre el Chaco. Una cuestión primordial era la interpretación del Tratado de la Triple Alianza del 1 de mayo de 1865. Ya en mayo de 1867, Caxias fue autorizado a firmar un tratado provisorio con un gobierno paraguayo amigo del Brasil. Las principales provisiones eran la expulsión de López y el reconocimiento del derecho de Bolivia a disputar la posesión del Chaco Boreal al Paraguay y la Argentina. (De Antonio Coelho de Sá e Albuquerque al Marques de Caxias, Río de Janeiro, 6 de mayo de 1867, copia en Actas do Conselho de Estado (acta del 2 de septiembre de 1867), V,1, AN-RJ. Albuquerque fue ministro de Relaciones Exteriores del 27 de julio al 9 de diciembre de 1867.) Ofreciéndole algún apoyo en la reclamación del Chaco, el Brasil esperaba que Bolivia se volviera menos intransigente en su cuestión de límites con el Brasil.

En las deliberaciones del Consejo realizadas a fines de septiembre de 1867 se llegó a conclusiones que casi no iban a modificarse en los años siguientes. La sesión del 30 de septiembre analizó el borrador de tratado presentado por Argentina, que seguía de cerca las provisiones del tratado de la Triple Alianza. Los argentinos proponían la proscripción de toda la familia de López; el vizconde y marqués de Olinda, Pedro de Araujo Lima, propuso que se excluyera a todos los parientes del dictador, pero se permitiera al Paraguay valerse de los servicios de los lopistas que no resultaran odiosos al Brasil. El vizconde de San Vicente, José Antonio Pimenta Bueno, (José Antonio Pimenta Bueno fue el primer representante diplomático extranjero residente en el Paraguay en forma regular (la misión de José Antonio Correia da Camara, en la década de 1820, no tuvo consecuencias duraderas). En septiembre de 1844, Pimenta Bueno reconoció la independencia del Paraguay y, al mes siguiente, firmó un tratado de alianza, comercio, navegación, extradición y limites con don Carlos Antonio López. (N. del T.)) se opuso a todo trato con los representantes de la familia López, y el consejero Francisco de Salles Torres Homem definió claramente la posición del Consejo; "El gobierno de López debe desaparecer; a ninguno de sus miembros debe permitírsele que permanezca en la República para no convertir en farsa la victoria aliada, visto el modo en que el dictador ha martirizado a sus compatriotas". Sin embargo, un exilio de diez años, en vez de un destierro perpetuo, sería suficiente castigo. A Benigno y Venancio no debía permitírseles que restablecieran la influencia de Francisco; aunque Benigno siempre había sido partidario del Brasil, debía ser desterrado al menos por cinco años. Esa preocupación con los hermanos y cuñados de López fue disipada por el mismo López, quien los ejecutó a todos antes de morir. El deseo argentino de la pronta formación de un gobierno provisorio en el Paraguay recibió una acogida muy poco entusiasta en el Consejo. San Vicente afirmó que sólo cuando la mayor parte del Paraguay estuviera bajo el control aliado (entiéndase brasilero) podía formarse un gobierno y, después de que el Brasil ocupara la capital, debían realizarse grandes esfuerzos para establecer la influencia brasilera. (33) El Consejo no se opuso a su parecer.

Los arreglos territoriales pronto mostraron ser el problema más difícil. Las disputas de fronteras anteriores a la guerra del Paraguay con la Argentina se referían a la posesión de Misiones y el Chaco Central (el comprendido) entre los ríos Bermejo y Pilcomayo. Francia tuvo bajo su poder Misiones, pero Carlos Antonio López permitió a la Argentina la posesión de algunos puntos del área antes de 1865, (Un tratado de 1852 cedió a la Argentina Misiones a cambio de la posesión paraguaya del Chaco Central. El tratado no fue ratificado por la Argentina, y un nuevo tratado de 1856 dejó en suspenso por seis años la fijación de las fronteras entre el Paraguay y la Argentina. En 1865, el Paraguay ocupaba una parte de la actual provincia argentina de Misiones. (N. del T.)) y el Paraguay no contestó la posesión argentina del territorio después de la guerra. El Chaco Boreal, al norte del Pilcomayo y más allá del insignificante puerto de Bahía Negra, era un área solo parcialmente explorada por el Paraguay y por Bolivia, y tenía algunos asentamientos a lo largo del río Paraguay. Bolivia tenía buenos derechos para reclamar al menos una parte de aquella región poblada por los indígenas, pero Argentina no los tenía. La posesión de las islas mayores también se disputaba. En la confluencia de los ríos Paraguay y Paraná existía una gran isla pantanosa separada de la margen occidental del río Paraguay por un canal poco profundo; se la llamaba Atajo o Cerrito. Argentina la reclamaba, pero el Brasil había establecido un puesto naval en ella durante la guerra.

En el río Paraná, a cierta distancia de Encarnación y Posadas río abajo, estaban las grandes islas de Yacyretá y Apipé; la Argentina reclamaba la segunda. El artículo 16 del Tratado de la Triple Alianza estipulaba que el Chaco y Misiones -no las islas- fueran argentinas. La disputa fronteriza del Brasil con el Paraguay se daba por un territorio mucho menor. Al norte, un área rica en yerbales se extendía entre los ríos Apa y Blanco (o Branco) hacia las sierras bajas del este. La sierra de Mbaracayú se extiende desde el río Paraná hacia el oeste; luego gira hacia el norte y toma el nombre de sierra de Amambay. El Paraguay consideraba suya el área situada al norte de Mbaracayú y al este de Amambay, aunque el Brasil la hubiera ocupado por muchos años. El artículo 16 del tratado de la Alianza adjudicaba esos territorios al Brasil y el Chaco Boreal a la Argentina:

A fin de evitar las discusiones y guerras que las cuestiones de límites envuelven, queda establecido que los aliados exigirán del Gobierno del Paraguay que celebre tratados definitivos de límites con los respectivos Gobiernos bajo las siguientes bases:

La República Argentina quedará dividida de la República del Paraguay por los ríos Paraná y Paraguay, hasta encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo éstos en la ribera derecha del Río Paraguay, la Bahía Negra.

El Imperio del Brasil quedará dividido de la República del Paraguay, en la parte del Paraná, por el primer río después del Salto de las Siete Caídas, que, según el reciente mapa de Mouchez, es el Igurey, y desde la boca del Igurey y su curso superior hasta llegar a su nacimiento. (34)

Estas disposiciones pueden parecer muy claras, pero los aliados tuvieron serias disputas acerca del significado de la primera frase en las tediosas negociaciones de un tratado de paz definitivo. La Argentina sostenía que el artículo 16 establecía los límites; el Brasil, que la frase "bajo las siguientes bases" significaba solamente que las reclamaciones de límites eran la base o punto de partida para la negociación. Un protocolo llamado secreto dispuso que la fortaleza de Humaitá fuera demolida, no se permitiera la erección de fortificaciones sobre el río y que todas las armas, efectos de guerra y botín capturado por los aliados fueran repartidos en partes iguales.

Aunque no por unanimidad, el Consejo de Estado brasilero, coherente con sus deliberaciones de 1867, decidió detener a la Argentina en el Pilcomayo y prestar oído a las reclamaciones bolivianas sobre el Chaco. El vizconde de Abaete, Antonio Paulino Limpo de Abreu, insistió en que la fijación de las fronteras entre la Argentina y el Paraguay "influiría en el destino futuro del Imperio". El artículo 16 del tratado de la Alianza establecía claramente que a la Argentina correspondían Misiones y el Chaco hasta Bahía Negra. Abaete aceptaba que la Argentina se quedase con las islas de Apipé y Atajo, y anticipó un futuro agudamente: "Temo que esta fijación de límites entre la Confederación Argentina y el Paraguay facilite la absorción del Paraguay por la Confederación Argentina, y fortalezca a esta última mediante una expansión muy peligrosa para todos los estados vecinos y fatal para el Brasil". Por lo tanto, al Paraguay debía dársele una posibilidad de defender sus propios intereses. Abaete afirmaba también que la reclamación boliviana sobre el Chaco debía tomarse en cuenta. San Vicente estaba dispuesto a modificar las reclamaciones del Brasil sobre la línea del Paraná y cerca de las Siete Caídas, esperando con ello persuadir a la Argentina a renunciar a sus exageradas reclamaciones sobre el Chaco, que eran perjudiciales al Brasil: "Ellas implican el desequilibrio [!], la preponderancia de la Argentina, un enemigo más fuerte en la frontera del Brasil y nuestra propia subordinación en los ríos Paraguay y Paraná, con la consecuente pérdida de importancia de nuestra flota fluvial". El Paraguay se volvería completamente dependiente de la Argentina, y la guerra entre la Argentina y el Brasil sería inevitable. El Chaco debía dividirse: la Argentina debía llegar hasta el Pilcomayo; el Paraguay debía extenderse desde el Pilcomayo hacia el norte, en un punto opuesto al río Apa; (Entiéndase un punto que, partiendo de la desembocadura del río Apa, dividiera el Chaco en dos partes, quedando la situada al sur al Paraguay y la situada al norte a Bolivia. Este fue el acuerdo del tratado Decoud-Quijarro, firmado en 1879. (N. del T.) ) Bolivia debía quedarse con el territorio desde ese punto hasta Bahía Negra. El consejero José Tomás Nabuco de Araujo resumió lo que se convertiría en la postura del Imperio: las disputas territoriales provocaron la guerra, pero la distribución del territorio no fue una condición de la alianza. Los límites fijados en el Tratado de la Triple Alianza fueron simples bases para la negociación, y tanto Bolivia como el Paraguay deben participar en la firma de los tratados de límites. (35) En las consideraciones del Consejo se manifestaba una fuerte desconfianza de la Argentina y una determinación de limitar su expansión territorial incluso al precio de una guerra.

El Consejo siguió estudiando la cuestión del tratado de tiempo en tiempo, y antes de la formación del Gobierno Provisorio redactó las disposiciones que quería incorporar a un tratado general; sus instrucciones a Silva Paranhos para la negociación de un tratado preliminar debían servir de marco para el tratado general. Las principales disposiciones debían ser la declaración de paz entre la Triple Alianza y el Paraguay; la exigencia de que el Gobierno Provisorio aceptara las condiciones de paz establecidas en el Tratado de la Alianza; la libertad de navegación de las aguas territoriales del Paraguay y la prohibición de levantar fortificaciones sobre los ríos; el compromiso de los aliados de no interferir de ningún modo en la libre elección de un gobierno permanente; la provisión de ayuda moral y material para mantener el orden público y apoyar al gobierno legal del Paraguay mientras que las tropas aliadas permanecieran en el país, y la estipulación de que algunos de los principales funcionarios lopistas debían considerarse peligrosos para la paz interna del Paraguay y para los aliados. El Consejo agregó que los aliados debían conservar la libertad de acción en el asunto de la ayuda, la garantía de la independencia del Paraguay debía quedar para el tratado definitivo y no se debía fijar un plazo determinado para la retirada de los aliados. No debía haber negociaciones por separado con el Gobierno Provisorio, salvo que los aliados se negaran por completo a llegar a un acuerdo razonable, en cuyo caso el Gobierno Imperial se reservaba la libertad de acción. Era natural suponer que dichas provisiones no eran objetables. (36)

Silva Paranhos asumió la dirección en las negociaciones y logró que la Argentina y el Uruguay enviaran a sus representantes a Asunción a principios de abril de 1870. No había desacuerdo entre el representante uruguayo Adolfo Rodríguez y Silva Paranhos, pero el argentino Mariano Varela no aceptó el borrador propuesto: afirmando que el Gobierno Provisorio, por ser creación de los aliados, carecía de autoridad para firmar un tratado preliminar, Varela regresó a Buenos Aires el 13 de abril. (37)

El proceder de Varela hizo que el Consejo de Estado brasilero se plantease ciertas cuestiones de peso. Si la Argentina se negaba a negociar, ¿debía el Brasil firmar un tratado y debía considerarse disuelta la alianza? Abaete sostenía que no se podía firmar un tratado definitivo con el Gobierno Provisorio, y que la negativa argentina a firmar un tratado preliminar no podía considerarse como disolución de la alianza. San Vicente aconsejaba paciencia y la adopción de una línea que permitiera al Brasil consolidar su influencia en el Paraguay; el Brasil enfrentaría el problema de contener la influencia argentina con un tratado preliminar o sin él, y por eso nada ganaría negociando por separado con el Paraguay. El Brasil podía esperar; una paz definitiva, y no simplemente el final de las hostilidades, debía ser su objetivo, y siempre podría mantener fuerzas considerables en Mato Grosso. Pero si la Argentina se negaba a adoptar una postura razonable, el Brasil debía proceder a negociar, solo o juntamente con el Uruguay. Mientras tanto, el Brasil podía mantener en el Paraguay las tropas que juzgara necesarias "para dar ayuda moral o material al Gobierno paraguayo". (38)  En el Consejo existía el consenso de que el Brasil tenía el derecho de negociar un tratado con el Gobierno Provisorio y debía hacerlo.

Afortunadamente, los argentinos reconsideraron su postura y autorizaron al general Julio de Vedia a proseguir las negociaciones. En vista de la confusión política imperante en Asunción, uno puede preguntarse con buenos motivos si era posible firmar algún tipo de tratado en 1870. De cualquier modo, Silva Paranhos, Vedia, Loizaga y Rivarola firmaron un tratado el 20 de julio que declaraba terminada la guerra, garantizaba la libertad de navegación de los ríos, reservaba al Paraguay el derecho de proponer modificaciones al Tratado de la Triple Alianza, prometía la no intervención en la política paraguaya y disponía la celebración de elecciones en el plazo de tres meses. La Argentina prometió evacuar la Villa Occidental, una promesa no cumplida hasta el final de la década. (39)

Es difícil no dudar de los elevados sentimientos expresados en el tratado, cuyo preámbulo decía: "Considerando que la terminación de facto de la guerra impone a los Poderes Aliados el deber de conceder entera libertad de acción en la organización política de la República del Paraguay, como también en la elección de sus autoridades permanentes". (40)  Detrás de esta benévola afirmación se podría ver una hábil maniobra de Rivarola, quien "era brasilero con Paranhos y argentino con Varela", según dijo un contemporáneo. (41)

El Tratado Preliminar del 20 de junio de 1870 contó con la decidida aprobación de los enemigos de Bartolomé Mitre en Buenos Aires. La República quedó complacida de que las discusiones territoriales fueran dejadas para un momento, posterior y consideró el tratado un triunfo frente al Brasil: "En ese tratado se ha salvado la independencia paraguaya; el derecho de conquista ha desaparecido". Por eso dependía exclusivamente del Paraguay utilizar de la mejor manera la prueba documental para defender sus reclamos territoriales. (42)  La Nación, el periódico de Mitre, no tenía nada bueno que decir sobre el tratado; los vencedores no ganaron nada, aunque hubieran sido vindicados por la espada: "La guerra no se hizo sólo para rechazar la invasión de López. El Paraguay había usurpado nuestros territorios del Chaco y del Paraná". (43)  Silva Paranhos, al defender el tratado en el Senado brasilero el 6 de septiembre de 1870, declaró que no se trataba de una tentativa de romper la Triple Alianza y que el Gobierno Provisorio tenía suficiente competencia para hacer la paz. Además, puesto que el Tratado de Alianza había reconocido como territorio argentino la margen derecha del río Paraguay hasta Bahía Negra, él no podía oponerse a la ocupación de Villa Occidental. (44) Ni la Argentina ni el Brasil deseaban correr el riesgo de un rompimiento en aquel momento.

(33). Fragoso, História, V, 2-7.

(35). Actas do Conselho de Estado (Acta del 2 de septiembre de 1867), V, 1-6, AN-RJ.

(36). Ibíd. (Acta del 26 de abril de 1870), VI, 44.

(37). De Sarmiento al Congreso, 14 de julio de 1871, Memoria del ministerio de relaciones exteriores presentada al congreso nacional en 1872, p. 12; de Kirk a Fish, Nº 48, Buenos Aires, 13 de abril de 1870, DA-NAUS, 69/18; Actas do Conselho de Estado (Acta del 26 de abril de 1870), VI, 44, AN-RJ.

(38). Ibíd., VI, 45-46a, 50a; Fragoso, A paz com o Paraguai, pp. 73-75.

(39). De MacDonnell a Clarendon, N° 90; Buenos Aires, 12 de julio de 1870, PRO-FO 6/292;

de Sarmiento al Congreso, The Standard, 6 de julio de 1870. Varela renunció en el curso de las negociaciones, y Sarmiento nombró al general Julio de Vedia para representar a la Argentina. Silva Paranhos, aparentemente, había regresado a Asunción el 11 de mayo con un borrador ya firmado por Varela y Rodríguez (de MacDonell a Clarendon, N° 61, Buenos Aires, 14 de mayo de 1870, PRO-FO 6/291).

(40). "Preliminary Agreement of Peace between the Argentine Republic and Brazil and Paraguay[ ...] June 20, 1870", State Papers, 63 (Londres, 1873-1873), 32.

(41). Sienra Carranza, "Retrospecto del Paraguay", Revista Histórica 1, N° 1, p. 7. 42. Número del 5 de julio de 1870.

(43). Número del 6 de julio de 1870.

(44). La Nación, 27 de septiembre de 1870. Sobre los cambios en el gabinete brasilero, ver Max Fleuiss, História administrativa do Brasil, pp. 300, 303.

 

Fuente: PARAGUAY Y LA TRIPLE ALIANZA

LA DÉCADA DE POSGUERRA: 1869-1878

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 Asunción - Paraguay 2009 (447 páginas)






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