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BRANISLAVA SUSNIK (+)

  LA INDEPENDENCIA Y EL INDÍGENA - Ensayos de BRANISLAVA SUSNIK - Año 2010


LA INDEPENDENCIA Y EL INDÍGENA - Ensayos de BRANISLAVA SUSNIK - Año 2010

LA INDEPENDENCIA Y EL INDÍGENA

Ensayos de BRANISLAVA SUSNIK

Colección: INDEPENDENCIA NACIONAL

INTERCONTINENTAL EDITORA

Asunción – Paraguay

2010 (126 páginas)

 

Este libro se ha publicado con la debida autorización de la FUNDACIÓN LA PIEDAD. La edición original, de la cual ésta contiene tres capítulos, llevaba el título de EL ROL DE LOS INDÍGENAS EN LA FORMACIÓN Y EN LA VIVENCIA DEL PARAGUAY.

 

2010

© BRANISLAVA SUSNIK

 © INTERCONTINENTAL EDITORA S: A.

Caballero 270; teléfs.: 496 991 - 449 738

Fax: (595-21) 448 721

Pág. web: www.libreriaintercontinental.com.py

E-mail: agatti@libreriaintercontinental.com.py

Diagramación: Gilberto Riveros Arce

Hecho el depósito que marca la Ley N° 1328/98.

ISBN: 978-99953-73-69-6

 

ASOCIACIÓN CULTURAL COMUNEROS

MARÍA ESTELA GONZÁLEZ DE RASMUSSEN - PRESIDENTA

BELINDA CASTILLO - VICEPRESIDENTA

TERESA MARÍA GROSS BROWN DE ROMERO PEREIRA LUÍS

FERNANDO MEYER// RUBÉN JACKS

 

ÍNDICE

 

PRÓLOGO

CAPÍTULO I: LOS PRIMEROS CONTACTOS HISPANO-CRISTIANOS CON LOS INDÍGENAS

1. EL CONCEPTO HISTÓRICO-ANTROPOLÓGICO DE "CONQUISTA"

A)        LA CONQUISTA INCAICA

B)        LA CONQUISTA AZTECA

C)        LA CONQUISTA MAYA

2. ASPECTOS PSICO-MENTALES DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA

3. LOS PRIMEROS CONTACTOS HISPANO-GUARANÍES  

4. LAS PRIMERAS RELACIONES INTER-CULTURALES; LOS PRIMEROS ELEMENTALES CULTURALES DEL IMPACTO ÍNTER-ÉTNICO

5. LA SEGUNDA FASE DEL CONTACTO HISPANO-GUARANÍ: LOS TAPI.'I

6. TERCERA FASE DEL CONTACTO: LAS "RANCHEADAS"  

 

CAPÍTULO II: LAS ENCOMIENDAS EN EL PARAGUAY

1. BREVE CONCEPTUALIZACIÓN DE ENCOMIENDA

2. LA ENCOMIENDA DE MITAYOS

3. LA ENCOMIENDA DE YANACONAS

 

CAPÍTULO III: LOS TÁVA GUARANÍES

ALTOS  // ITÁ  // YAGUARÓN// TOBATÍ// ATYRÁ (SAN BENITO DE YOIS)

 

PRÓLOGO

BRANISLAVA SUSNIK (1920-1996), nació en Medvode, un pueblo que entonces pertenecía a Yugoslavia, y hoy pertenece a la República de Eslovenia. A fines de la Segunda Guerra Mundial, ella abandonó Yugoslavia para evitar (según sus propias palabras) los campos de concentración. Las persecuciones no le impidieron adquirir una sólida formación universitaria en su país y otros países europeos. Sus estudios abarcaban la arqueología, la historia, la etnografía y la lingüística. En 1951 llegó al Paraguay, donde permaneció hasta su muerte. Su gran conocimiento de los idiomas comprendía el de diecinueve idiomas indígenas. Eso le daba suficiente solvencia para comprender a los indígenas del Paraguay.

Este libro reúne tres capítulos de una obra más extensa titulada El rol de los indígenas en la formación y en la vivencia del Paraguay, publicada en dos tomos en 1982 y 1983. El rol de los indígenas es la trascripción de un curso dictado por la doctora Susnik en el Instituto Paraguayo de Estudios Nacionales (IPEN) en 19$2. Esta publicación parcial abreviada del texto integral se realiza con la debida autorización de la Fundación La Piedad, a la que manifestamos nuestro agradecimiento. Los capítulos incluidos se refieren casi exclusivamente al indígena guaraní. Esta limitación se debe al propósito de que la publicación sea breve y al mismo tiempo pueda tener sentido en sí misma, como corresponde a una obra de divulgación y en el marco del Bicentenario. Resumiendo, el contenido de este libro puede presentarse así: ¿cuál era la influencia de la cultura guaraní en el Paraguay del tiempo de la independencia?

Es una verdad muy repetida que el factor guaraní ha tenido una gran influencia en la mentalidad del paraguayo pero, ¿hasta dónde llega esa influencia? Algunos autores ignoran el mestizaje, que ha sido una mezcla de sangres y de mentalidades, como también causa y efecto del surgimiento de actitudes, creencias e instituciones propias de la historia del Paraguay. Esos autores ven en el paraguayo del siglo XXI ideas y comportamientos propios del guaraní del siglo XV Branislava Susnik demuestra que no es así. ¿Cómo lo demuestra? Recurriendo a la historia. Y así, por ejemplo, nos presenta el siguiente acontecimiento significativo.

A fines del siglo XVI, apareció en la provincia del Paraguay un payé o chamán llamado Overá, quien pertenecía a la antigua tradición de los payé, hombres dotados de poderes suficiente para controlar a las fuerzas sobrenaturales. Para entonces, los gobernadores paraguayos no controlaban el Chaco, ni tampoco la totalidad de la Región Oriental. Además de los guaraníes que vivían en las localidades controladas por los gobernadores, existían guaraníes "monteses", como llamaban a quienes vivían al margen del sistema colonial. Overá era uno de esos monteses, y proponía volver a las antiguas costumbres guaraníes, amenazadas por el sistema colonial. Para incitar a sus hermanos a la rebelión, Overá se declaró protegido por Jesucristo. Jesucristo, tal como se lo representaba Overá, era una combinación de un dios guaraní con el cristiano. De todos modos, ni siquiera los guaraníes que se mantenían apartados del sistema colonial podían evitar la mezcla de las culturas.

Este ejemplo muestra cómo desarrolla su exposición Branislava Susnik. Ella no pertenece al grupo de los investigadores que quieren imponer sus propias ideas a la interpretación de la historia. Por lo contrario, ella deja que sus ideas surjan de la misma historia; no las impone, sino que las descubre. Para descubrirlas, demuestra una capacidad de detective: descubre en los rastros lo que ha pasado desapercibido a sus colegas.

Para la doctora Susnik, la conquista no fue el resultado de una alianza armoniosa entre el español y el indígena. Tampoco la conquista espiritual (como se llamó a la evangelización) progresó porque hubiera una afinidad natural entre la religión guaraní y la cristiana, dos religiones radicalmente opuestas. Los guaraníes no creían en un solo dios, sino en varios. No tenían la idea de un dios justo y racional que, como el cristiano, premia a los buenos y castiga a los malos. Para el cristiano el fin del mundo, con el Juicio Final, será el triunfo del bien sobre el mal. Para el guaraní, el fin del mundo puede ocurrir casualmente: el universo está lleno de seres destructivos, como el tigre azul que puede devorar la luz y, con eso, acabar con todo ser viviente. El dios Ñanderuvusú sujeta al tigre azul y los demás poderes destructivos; si los soltara, si ellos se soltaran, todo se perdería.

Esta incompatibilidad entre las dos religiones no facilitó la evangelización que, por otra parte, contó con estímulos materiales. Uno de los recursos de los misioneros para atraer a los guaraníes era ofrecerles hachas de metal, una gran innovación tecnológica. Para hacer sus rozados, los guaraníes debían derriban árboles dé 50 metros con hachas de piedra, que no cortaban, sino astillaban la madera. Las hachas de metal simplificaban la tarea enormemente, y al metal deben agregarse los animales domésticos traídos por los españoles. Con esas innovaciones, los indios de las misiones vivían mejor que los campesinos europeos de la época (según me dijo en una conversación personal la doctora Susnik).

Pero la relación entre las dos culturas no fue de puras ventajas para la nativa. Por cierto, en el primer encuentro se estableció una alianza entre los soldados españoles y los guaraníes, quienes busca ron en los recién llegados un apoyo contra los grupos nómades del Chaco; en especial contra los payaguaes y guaicurúes. La alianza se selló con la entrega de mujeres a los recién llegados, de acuerdo con la tradición del tovayá o cuñado.

Pero al poco tiempo se vio que el parentesco no establecía una relación de igualdad sino de dependencia: de tovayá, los nativos pasaban a ser simples tembiguay o sirvientes. Hubo varias insurrecciones a partir de 1539; todas fueron reprimidas.

Considerando que los españoles llegados en 1539 eran unos pocos centenares, ¿cómo pudieron someter a tantos millares? Según el censo de 1555, cuando no había 400 españoles en Asunción, había 27.000 familias guaraníes sometidas a la encomienda. (Es difícil calcular exactamente el promedio de personas por familia, pero el número total no puede ser inferior a 100.000.) Varios factores explican el triunfo de la conquista, incluyendo el uso del caballo, el hierro y la pólvora por los conquistadores, que no basta como explicación. El factor principal fue que los guaraníes (muchísimos con relación a los españoles) no formaban un país con un gobierno nacional. Vivían divididos en grupos reducidos bajo el mando de caciques, quienes no heredaban el liderazgo sino que lo ganaban a causa de su carisma. Entre esos grupos había desacuerdos, y en algunos casos guerra abierta. Agréguese a lo anterior la tradicional hostilidad con los grupos del Chaco, y se comprenderá que los nativos no podían formar un frente unido contra el conquistador (si bien hubo alianzas entre varios grupos). También es cierto que, dentro de la cultura guaraní, dar significaba el derecho de recibir algo de valor equivalente. Ofreciendo apoyo a los forasteros, ellos esperaban una retribución justa; se engañaban y, cuando advirtieron su error, era demasiado tarde. Para entonces, había en el Paraguay un número considerable de mestizos, que ya no se consideraban indios y colaboraban con el sistema colonial.

El mestizaje tuvo como consecuencia una rápida pérdida de lo que hoy llamaríamos la identidad cultural de miles de mestizos y de indios. También produjo un descenso de la natalidad, según muestra este libro. Como paliativo, se creó la institución de la encomienda, o trabajo forzado del indígena, en sus dos modalidades: la mita y la yanacona. Los sometidos a la mita vivían en sus comunidades y servían al español durante dos o tres meses al año (podían ser más). Las yanaconas eran auténticos esclavos, porque trabajaban todo el año y no tenían comunidad ni familia. En sus dos formas, la encomienda dio lugar a grandes abusos, comentados en el informe del gobernador español Agustín de Pinedo, citado por Susnik y publicado como apéndice del libro de Fulgencio R. Moreno, Causas de la

Independencia del Paraguay, como parte de la Colección Independencia Nacional. A pesar de las quejas, la encomienda subsistió hasta 1803.

En el capítulo final de este libro, la doctora Susnik se refiere a los pueblos de indios, un nombre que puede entenderse mal. En aquellos pueblos, por cierto, sólo podían vivir indígenas; no podían asentarse en ellos los españoles, ni los criollos ni los mestizos. Eso no significa que en aquellos pueblos se conservara la antigua tradición. Dice la autora: "hacia finales del siglo XVI los guaraníes del Paraguay oriental, los que tenían contacto con la nueva cultura hispano-cristiana, abandonaron sus tierras [...] se dispersaron las aldeas originales de pobladores guaraníes, produciéndose su aglomeración en estos pueblos o távas. Con eso prácticamente no quedaba nada de los antiguos asentamientos de aquellos guaraníes". De aquellos pueblos, los más conocidos son los de las de los franciscanos y los jesuitas. A esas órdenes debe reconocérseles el mérito de haber protegido a los guaraníes de los abusos de los encomenderos del Paraguay y los cazadores de esclavos del Brasil. Al tiempo de la Independencia ya no estaban los jesuitas, cuya orden se había disuelto por decisión real. Algunos de los pueblos de origen jesuítico subsistían; ellos y los demás pueblos de indios fueron abolidos por decreto de Carlos A. López de octubre de 1848. Aunque la disolución concedió a los indígenas el título de ciudadanos, también se les confiscaron todos sus bienes, que pasaron al Estado o a personas muy vinculadas con el Estado. Como consecuencia de la confiscación, unos 25.000 indígenas jóvenes se vieron obligados a buscar trabajo; en gran medida, en empresas del Estado. (Ver el libro de Thomas Whigham, La economía de la independencia, publicado en esta colección.)

Lo anterior nos hace pensar que ni los españoles ni los paraguayos han sido justos en su trato con los indígenas del Paraguay. La recordación de la independencia, comenzada como un movimiento libertario, debe ser ocasión de reflexionar sobre lo que falta por hacer para que la libertad sea un beneficio de todos los habitantes del país.

GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

 

CAPÍTULO I

LOS PRIMEROS CONTACTOS HISPANO-CRISTIANOS CON LOS INDÍGENAS

 

1.- EL CONCEPTO HISTÓRICO-ANTROPOLÓGICO DE "CONQUISTA"

Analizaremos ahora el tema del contacto de la conquista o de los conquistadores hispanos con los guaraníes. Pero antes tendremos que definir el concepto de la "conquista".

Siempre se habla solamente de la conquista hispana y no se habla, por ejemplo, de la conquista anglosajona de Norteamérica o de otras conquistas, de modo que quedó en la historia el concepto de la conquista hispana mientras que en otros países se habla de "colonización", de "poblamiento" y, en el caso de los españoles en Sudamérica -solamente y siempre en sentido peyorativo-, se habla de conquista.

La conquista es un fenómeno humano que, en el campo de la antropología histórica, podemos decir que representa el primer paso en la formación de todas las civilizaciones antiguas, lo que significa el cambio sociocultural y el cambio sociopolítico.

Desde la conquista de los caldeos, siguiendo después por las de los asirios, egipcios, griegos, romanos y todos los posteriores procesos de conquista, siempre el inicio de cualquier nueva fase de la civilización si bajo este concepto se entiende una pauta definida sociopolítica, sociocultural y, por ende, los consiguientes cambios-, siempre aquélla comienza con el acto de la conquista, conquista por las armas o por la religión.

Desde el punto de vista de la antropología histórica, no podemos enjuiciar ninguna conquista, por ser un fenómeno hasta ahora coaligado con la historia de la humanidad; por tanto, tampoco podemos pronunciarnos en pro o en contra de la conquista hispana como tal.

La conquista, como primer paso hacia un cambio cultural, hacia un cambio sociopolítico, puede observarse en las propias tierras sudamericanas aún antes de la llegada de los españoles. No fueron solamente los conquistadores españoles que llegaron los que influyeron y cambiaron las relaciones interétnicas, los que cambiaron la cultura étnica y toda la estructura sociocultural de la América india. Ya antes de su llegada, tenemos conquistas: la conquista incaica, la conquista azteca y la conquista maya. Analizaremos cada una de ellas.

 

a)         LA CONQUISTA INCAICA

Su verdadero comienzo ocurre en la época de 1430 d. C., con el Pachacuti y, posteriormente, Tupac Inca Yupanqui, cuando se formó un imperio [extendido] desde el río Ankasmayo (actual límite entre Ecuador y Colombia), que abarcaba toda la zona cordillerana hasta la región chilena, donde limitaba con los elementos étnicos araucanos.

La formación de este imperio fue sobre la base de la conquista; conquista con armas, con la imposición violenta. Innumerables tribus y pueblos que tenían cultura neolítica superior fueron sojuzga dos violentamente para formar una unidad, tanto la unidad política del imperio como la unidad cultural. Todo ello fue impuesto en el Imperio incaico, usándose todos los métodos posibles, todo aquello que implica una conquista. Así, por ejemplo, grandes grupos humanos tribus enteras, eran trasladados a veces desde el [actual] Ecuador hacia Bolivia. Era el traslado del gentío para así mantenerlo sometido en la nueva zona, obligado a aceptar un solo idioma, una lengua, que era la quichua; [los trasladados] tenían que reconocer a un solo dios, que era el dios Sol; debían aceptar y reconocer un solo orden administrativo, impuesto por la nobleza o élite gobernante incaica.

En el imperio incaico sólo servían el trabajo y la obediencia; no existía otra cosa, otra posibilidad. El hombre nacía para obedecer y para trabajar y todo lo que se le daba a la masa -a la masa del pueblo- era exclusivamente lo que necesitaba para su subsistencia. Si una familia tenía, por ejemplo, seis hijos, le daban exactamente el lote de límite preciso para producir lo necesario para el número de esa familia. La propiedad no existía, de modo que le daban ese lote para que sembrara la quinoa, maíz (llamado sara en el imperio incaico) y otros frutos; los indispensables para asegurar su sostén y nada más. Y si alguien moría en esa familia, se le sacaba una parte del lote; se le reducía el lote de acuerdo con la nueva situación, porque se consideraba que ya no necesitaba más, puesto que tenía una boca menos que alimentar, y carecía del derecho de usar más tierra.

Estas imposiciones caracterizaban a todo el imperio incaico. La que solamente dominaba, la que verdaderamente pensaba, administraba, regulaba hasta el sentido del templo y de la religión del dios indio (del dios Sol), era exclusivamente la clase de élite, la clase gobernante; el resto de los hombres nacía para obedecer.

El profundo impacto que tuvo esto en la misma estructura psico-mental del pueblo se sentía también después en la época colonial y se siente hasta hoy, en el pueblo totalmente despersonalizado, y que vive sólo para trabajar.

Un ejemplo claro de este sojuzgamiento nos brinda el sistema de encomiendas, el que después introdujeron los españoles en el Paraguay como una forma de organización del trabajo de los indios y que tuvo vigencia realmente americana. Los nombres que se emplean en el contexto de este sistema de la encomienda son nombres que provienen de la lengua quichua y que están sacados del propio sistema social incaico, precolombino, cuando aún ningún blanco había pisado el suelo americano.

Así, por ejemplo, los indios tenían que prestar el servicio de mita, los que eran encomendados al español se llamaban mitayos. Y esta palabra mita y su españolización mitayo reconocen un origen quichua, la palabra mita es quichua y bajo ella se denominaba a la masa que, en el imperio incaico, tenía que prestar servicios sobre la base de trabajos públicos: trabajando en la construcción de rutas, en las minas, como chasques (Mensajeros que transmitían órdenes y noticias. (Nota del Editor.)) ; vale decir, [era] solamente la obligación del trabajo y no de ningún tipo de tributo. Quiere decir entonces que, al adoptar los españoles el sistema encomendero y al incorporarlo al propio derecho indiano, ellos estaban tácitamente adoptando algunas de las normas propias del sistema y de la conquista incaica. Y en el imperio incaico, en su sistema de organización, en sus métodos de imposición e incluso -si se quiere- en su forma de explotación de la masa por la élite india-gobernante, se trata de relaciones puramente entre indios, pues allí nada tenía que ver el blanco, sino por el contrario, es el blanco el que adopta una norma propia del imperio incaico.

 

b)        LA CONQUISTA AZTECA

Los aztecas pertenecen a la familia lingüística uto-azteca y constituyeron un pueblo nómada, paleolítico, originario del territorio que hoy pertenece a Norteamérica, y que se acercó al valle de México, el valle de Tenochtitlán.

Comenzaron a imponerse con lo que, aun los propios investigadores, reconocen como una verdadera piratería cultural, adaptándose a todo lo que ya encontraron en el valle de México; posteriormente se impusieron también a otras provincias, conquistándolas por la fuerza.

Sin embargo, a ellos no les interesaba la tierra ni tampoco, por ende, el brazo para el trabajo-como hemos visto que era el caso de los incas, el trabajo de la masa para la élite gobernante-; a los aztecas les interesaba fundamentalmente el tributo, el tributo en especie. En toda la extensión del imperio azteca, como resultado de las conquistas en las diferentes provincias, hallamos las marcas en ciertos puntos estratégicos: en los cruces de rutas, que es donde asentaban las guarniciones militares que, a la vez, eran las encargadas de recoger ese tributo.

Tanto en los cruces de las grandes rutas o carreteras que ya construían los aztecas, así como también en algunos puntos claves de conexión de las vías fluviales, encontramos estos puntos para el asiento de las guarniciones militares encargadas del cobro del tributo en especie como el máximo método de la explotación de la gente sometida, ya fuera ésta del mismo carácter étnico o ya de otro origen étnico.

A tal punto llegaba esta verdadera piratería que, como ya ellos tenían un sistema de escritura pictográfica, se prescribía, a través de esta escritura, todo tipo de tributo que había que entregar cada 80 días: desde las simples fibras de maguey que servían para el papel, hasta lo más sencillo, que podía ser nada más que leña. Pero siempre algún tributo en especie debía ser pagado como precio de la conquista y si no se lo hacía venían la penalización, el castigo y a veces el exterminio de toda una aldea y de toda una tribu.

También en este caso, como vemos, era una imposición violenta del indio sobre el indio, con innumerables víctimas. E iba incluso más allá, pues los aztecas sacaban de entre las diferentes tribus sometidas a su dominio, de todos los pueblos que pertenecían al imperio, a miles y miles de individuos que debían ser sacrificados como una ofrenda, como verdadero alimento de su culto al Sol. Tal era la ideología religiosa que consideraba que el Sol, para que siguiera siendo sol, para que siguiera alumbrando y calentando, para que siguiera como verdadero factor máximo de la vida, necesitaba alimentarse y sólo podía hacerlo con la sangre humana-con los corazones y la sangre humana de las víctimas que eran sacrificadas-.

Con este concepto psico-mental y psico-religioso de los aztecas se celebraban las fiestas del dios Sol, o aun de otros dioses: dioses de la naturaleza, de la primavera, de la renovación de la vegetación; el dios del comercio o lo que fuera. Todo ello debía ser sostenido con la sangre humana solamente y para este fin se sacaban millares de individuos sometidos al dominio azteca, pueblos también indios, que eran sacrificados en esos rituales religiosos.

Cuando Hernán Cortés llegó con los primeros españoles y entró a Tenochtitlán, bajo el imperio de Moctezuma, su mayor sorpresa fue que frente al principal templo, dedicado al dios Sol, había un paredón prácticamente cubierto de calaveras, que eran los restos de todas las innumerables víctimas que habían sido sacrificadas en homenaje a ese dios.

Cuando en el imperio azteca nacía un niño, en lugar de festejar el nacimiento se practicaba el rito de la lamentación por el nacido, porque en este imperio sólo se nacía para servir al dios y a su representante, el jefe azteca. Y en este caso también tenemos un caso típico de dominio por conquista; también es explotación del indio por el indio. Se creó un formidable imperio, una admirable civilización azteca, cuyos restos monumentales hasta hoy podemos admirar. Pero todo lo que fue construido, todo lo que fue hecho en este imperio, lo fue sobre la base de esta forma de explotación y de dominio que comenzó con la conquista de un pueblo indio sobre otros pueblos indios, tal como había sucedido también en el imperio incaico.

 

c)         LA CONQUISTA MAYA

El sistema en el imperio maya fue una imposición y violencia esencialmente burocrática, sacerdotal. El poder estaba en manos de los sacerdotes; ellos construyeron las innumerables pirámides; ellos inventaron la famosa escritura jeroglífica de los mayas que hasta hoy queda como un enigma. (Esto dijo la doctora Susnik en 1982. Posteriormente, hubo grandes avances en el desciframiento de la escritura maya. (N. del E.))

Y también en este caso todo fue construcción y esplendor para los dioses, pues el sistema era esencialmente teocrático, sin importar quién era el que trabajaba, fuera éste maya de origen o fuera indio originario de otro grupo étnico; todos ellos sólo servían para trabajar. Siendo en todos estos imperios la tecnología mínima, la base y el fundamento de todas estas obras era el trabajo humano, la fuerza humana; esto fue similar en el imperio inca, en el maya y en el azteca.

Cuando se debían trasladar las enormes piezas de piedra, de toneladas y toneladas de peso, desde las canteras hasta el lugar de la construcción de las pirámides y de los templos a los dioses, sólo la fuerza humana servía para ello, con el mínimo posible de tecnología. Tan era así el grado de explotación de la masa, que en el imperio maya conocemos al menos dos grandes revoluciones del campesinado, del simple cultivador que surgió de esta masa neolítica y que sólo aspiraba al cultivo de sus campos y a su subsistencia y que se rebeló contra esta élite teocrática-sacerdotal.

Y también por esta situación de dominio y conquista, hasta el ocaso del primer imperio maya asentado en Guatemala, todo fue un permanente proceso de emigración hacia la península de Yucatán, en México.

Estas fueron las tres civilizaciones indias de América prehispánica que comenzaron con la conquista; con lo que antropológicamente podemos considerar y denominar conquista, para terminar en una pauta de imperio social, cultural y político. Y vemos que, en todas ellas, el sistema de dominio, de sujeción, de absoluta sujeción, se daba exclusivamente entre indios, con la pauta del dominio y del sometimiento al dominador en forma absoluta.

Estas características, que hemos señalado resumidamente, nos señalan además cómo fue posible que, a la llegada de los españoles, esos sistemas imperiales se derrumbaran tan rápida y fácilmente. Así como crecieron verticalmente, esos imperios se derrumbaron también verticalmente. Y esto, que parece no tener explicación si consideramos que en Tenochtitlán, por ejemplo, Cortés entró con apenas un grupo de 600 u 800 hombres (así como también eran pequeños grupos de pocos centenares de españoles los que llegaron al imperio de los mayas o al centro imperial de Cuzco, entre los incas), se explica claramente si consideramos que con esos conquistadores españoles, detrás de ellos y acompañándoles, venían innumerables grupos étnicos, indios de diferentes tribus, que venían ansiosos de venganza contra esas élites que los

Habían sojuzgado por tanto tiempo: contra la élite incaica, contra la élite maya y contra la élite azteca. Sólo así es posible comprender el fenómeno de la rápida y total destrucción de estos imperios.

Con estas pocas y rápidas referencias hemos tratado de indicar que la conquista hispana no fue precisamente la primera que se experimentó en el suelo sudamericano; que antes de ella hubo otras conquistas y que en ellas el sistema de las relaciones ínter-étnicas no era fundamental diferente; que el sojuzgamiento de los pueblos por los imperios autóctonos no difería en mucho del que luego impuso la civilización del hombre blanco entre los indios. Estos son fenómenos propios de la antropología histórica y, si bien la historia puede enjuiciarlos, la antropología histórica, desde su enfoque, no lo puede hacer; no puede enjuiciar ningún movimiento, ni de conquista ni del posterior desarrollo, como tal, de las primeras pautas de la civilización, porque éstas son siempre impositivas y, por ende, implican siempre un determinado grado de violencia. Cuando hay choque de dos estructuras sociales diferentes, de dos culturas diferentes, la violencia y la imposición siempre se presentan en cualquier fase de la civilización o protocivilización en cualquier continente y en cualquier parte del mundo; es un fenómeno de relaciones ínter-étnicas, es un fenómeno de pautas y de contactos sociales y culturales.

 

2. ASPECTOS PSICO-MENTALES DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA

Los españoles llegaron a América con una ideología que se podría definir como la de "los hombres de la Edad Media y los niños del Renacimiento", como resultado de un gran cambio que se operaba también en Europa, en la mentalidad europea. Por un lado, [el español representaba] el así llamado caballero de honra, de la Edad Media, rígido en su estructura; por otra parte, amplio y dado al libertinaje, a una vida práctica y a la temeridad como parte ya del espíritu renacentista.

De esta estructura psico-mental venían los españoles, traduciéndose todo esto en una expresión, en una pauta, que podríamos llamar de la civilización cristiana. El término civilidad se encuentra en todos los documentos del siglo XVI.

Por su parte, los jesuitas, cuando comenzaron a conquistar a los pueblos indígenas, hablaban de "conquista espiritual". La expresión es recogida por el propio padre Ruiz de Montoya, quien, justamente, llama a su libro Conquista espiritual de los indios. Se trataba también de una conquista, pero conquista espiritual, orientada a arraigar en cualquier pueblo indígena las pautas culturales y religiosas del cristianismo, suprimiendo absolutamente todo lo que fueran pautas culturales, sociales y religiosas de esos pueblos. De ahí que, en el Paraguay, la conquista espiritual que dio nombre al libro de Montoya, en 1630, y que se refiere específicamente a los guaraníes, esclarece esa mentalidad que, en los españoles de la época, encontró su expresión en la así llamada "conquista por la espada y por la cruz".

No eran simples términos que hubieran sido empleados por algunos cronistas: era la propia vivencia, la ideología de esa gente. Por esa ideología llegaban a cometer violencia, desmanes; era la ideología de la temeridad, de la rapacidad pero mezclada con el ethos (Rasgo distintivo de un grupo en una determinada época, y que se expresa en actitudes, hábitos y creencias. (N. del T.))  del espíritu religioso, cristiano.

Es lo que hemos tratado de explicar hasta ahora: todo proceso de conquista, en cualquier parte y en cualquier época que sea, siempre tiene una base ideológica que en verdad lo guía, lo empuja hacia este tipo de acciones, hacia esta práctica; es la única forma en que los hombres que llegan a continentes, a lugares desconocidos, pueden realmente realizar el proceso de su adaptación.

Solamente mirando desde este punto de vista, mirando la conquista como un fenómeno humano, podremos comprender los procesos que se llevaron a cabo en el Paraguay cuando llegaron los españoles y tomaron sus primeros contactos con los guaraníes.

 

3. LOS PRIMEROS CONTACTOS HISPANO-GUARANÍES

Los guaraníes se encontraban viviendo en un estado de efervescencia migratoria por causa del mito del Candiré, por la búsqueda de la tierra del metal y del bien; siendo esta la noción que ellos tenían del imperio incaico, de la zona andina, del Candiré andino.

Estas eran las noticias que ellos tenían [del imperio incaico) y que, según las primeras fuentes, transmitieron a los primeros conquistadores. Esta efervescencia, hemos dicho, existía entre los guaraníes, principalmente entre los carios, [en] las tierras donde primero se asentaron los españoles, entre el río Manduvirá y el río Tebicuary.

Existía además una permanente inseguridad y amenaza, presionados como estaban por los payaguaes en el río Paraguay y por los guaicurúes, río de por medio. Y en sus relaciones endo-étnicas existían las tensiones internas, las luchas entre los propios guaraníes, la rivalidad entre los jefes-Mburuvicha o avá-etes, que se imponían por el poder-prestigio, contra los pequeños jefes te'i-rú de los pequeños nucleamientos comunales y tey'i éstos exclusivos con su oréva y expansivos los anteriores con su mentalidad de ñandéva-.

Llegan los españoles en estas circunstancias y se produce un choque de culturas; lo que podríamos denominar el choque de la cultura del hierro con la cultura del maíz. Después veremos con más detalle la extraordinaria importancia del hierro, y en general del metal, para los guaraníes.

Según un censo realizado por bala, antes de la llegada de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, los españoles que llegan no son más de 400 y todos ellos hombres, sin ninguna mujer. Y así es, entonces, como el guaraní ve la llegada de estos 400 españoles sin mujeres; ven los, jinetes, los arcabuces, el metal y todo eso es para ellos algo absolutamente novedoso, algo mágico, algo que ellos aceptaron no sólo por lo novedoso sino también porque detrás de eso veían los poderes de la magia.

Esta concepción mágica de la aparición de los españoles es importante y explica por qué los guaraníes de inmediato dieron a los primeros españoles el nombre de karai, tomando en cuenta que con el nombre de karaíva llamaban los guaraníes antiguos a sus shamanes andantes. Además de tener sus ñanderú, los guaraníes tenían a sus shamanes andantes, recorriendo los diferentes guáras, yendo de una región a otra, de una parcialidad guaraní a otra, siempre organizando grandes festivales y ceremoniales shamánicos, siempre manifestando algunos poderes verdaderamente mágicos.

Hay que tener presente que, para la mentalidad guaraní, lo que tiene valor es mágico; fuera de la magia no tiene ningún valor. La prueba de ello lo tenemos hasta hoy día en la mitología guaraní de los pueblos actuales, por lo menos de los chiripá y de los paí tavytéra, donde encontramos al héroe cultural, Ñanderuvusú, quien está siempre acompañado por otro héroe llamado Mba'ekuaa (el que sabe, el conocedor). Y la concepción psico-mental del mito es que toda la fe está puesta-por el guaraní-en este Ñanderuvusú y no en Mba'ekuaa, porque todo lo que Ñanderuvusú hacía, el primer yeroky, la primera danza que enseñaba, el primer plantío; todo lo que hacía, en fin, lo hacía por medio de sus poderes mágicos, sin intervención del conocimiento, ni de la experiencia. Todo era sacar algo o crear algo mágicamente, mientras en Mba'ekuaa todo se limitaba absoluta y exclusivamente a un conocimiento, a un proceder propio de cada hombre que tiene conocimiento y tiene experiencia.

Así, por ejemplo, la llamada ÑANDE SY, conocida antiguamente como HAÍ, representante de la madre procreadora (término sociocultural entre los antiguos guaraníes), mantiene relación con Ñanderuvusú y con Mba'ekuaa; de esta unión nacen, Haí procrea a la luna y al sol. En la mitología guaraní, ese nacimiento es resultado del poder mágico de Ñanderuvusú. Vale decir, en la acción procreadora de Ñanderuvusú actúa pura y simplemente la magia, el poder de la magia, mientras que Mba'ekuaa procede naturalmente, es decir, por el verdadero acto del coito humano.

Así es como a través de la mitología vemos ya como el guaraní cree y creía ya entonces en el poder de la magia como la base del máximo poder; la magia y no el conocimiento, no el saber. Para el guaraní el saber es relativo, cualquiera puede adquirirlo, cualquiera lo puede tener; lo que vale realmente es el poder mágico.

Y los karaíva, los shamanes andantes que en la época prehistórica iban y venían entre las diferentes parcialidades guaraníes, eran los auténticos representantes de este poder mágico que nadie igualaba. De ahí que, cuando llegaron los españoles, los caballos, los jinetes, las botas, las corazas, el metal, los arcabuces, las armas, las lanzas; todo eso aparece ante los ojos de los guaraníes como algo mágico y es entonces cuando de la antigua lengua guaraní -y aun de todas las tribus tupí guaraníes anteriores a la conquista- surge el término con que los guaraníes denominarán a los españoles: los karai.

Los guaraníes del área norte del río Paraná sabían ya de la llegada de los españoles y era debido a que los chandules, los indios guaraníes de las islas del río Paraná, que se encontraban desde el delta del Paraná hasta las islas más norteñas, daban aviso a los demás grupos y habían dado aviso ya a los propios carios de la venida de estos karai. Así fue como el cacique Arambaré (hoy conocido con el nombre de Lambaré) y otros caciques más de esta comarca trataron inicialmente de cerrarles el paso.

Sin embargo, esta acción del cierre del paso a los españoles tenía más bien un valor puramente simbólico. En realidad, sabiendo de la llegada de estos expedicionarios, de la llegada de Ayolas como adelantado de las expediciones, habían realizado ya los guaraníes una convocatoria guerrera y se habían reunido los grupos y tropillas de las diversas parcialidades de carios, de donde el cierre del paso por el cacique Arambaré o Lambaré era más bien un acto simbólico destinado realmente a esperarlos y a ver qué tipo de relaciones se tomaría con los nuevos karai que llegaban.

Después de una pequeña e insignificante escaramuza con los españoles, los propios caciques guaraníes entraron en contacto con Ayolas, estableciéndose de inmediato lo que podríamos llamar un pacto de intereses. Los españoles necesitaban de los guaraníes, habían llegado luego de tres meses de navegación desde Buenos Aires hasta Asunción, pasando por riberas pobladas solamente por cazadores nómadas, sin cultivos de ninguna clase y padeciendo todo tipo de penurias; habían llegado, decimos, a una región donde se encontraron con cultivadores y productos de cultivo. Los españoles de inmediato comprendieron la importancia de estos cultivos, cultivos realmente incipientes que no podemos llamar aún agricultura-como la conocemos hoy día-, pero de un extraordinario valor para ellos como segura provisión de abastecimientos. Y si bien los españoles no venían para fundar Asunción, sino que venían para fundar un puesto desde donde pudieran seguir su viaje en busca de EL DORADO (País imaginario donde abundaban el oro y la plata. (N. del t.)), inmediatamente comprendieron la importancia de asentarse en el lugar, teniendo pueblos de cultivadores que para ellos satisfacían una profunda necesidad.

Por otra parte, los caciques les ofrecían sus jóvenes guerreros como acompañantes para la expedición, puesto que ellos tenían noticias ya del Candiré [El Dorado]. De modo que este también era un interés para el español, la posibilidad de contar con el acompañamiento de dos o tres mil guaraníes guerreros. Así pues, tienen maíz, tienen alimentos, tienen guerreros que les acompañen, tienen noticias que les dan los guaraníes de por donde ya anteriormente otros guaraníes habían cruzado parte del Chaco y la Provincia de Chiquitos para ir hacia el Perú en busca de El Dorado, y todo eso constituye el interés básico de parte de los españoles para formalizar un pacto.

Por su lado, a los guaraníes también les interesaba este pacto. El primer pedido de los guaraníes a los españoles, cuando aún estaban en los primeros contactos con el cacique Arambaré, fue el de hacer la expedición de exterminio contra los payaguaes, los llamados agates payaguaes, asentados en la otra orilla del río, frente a los carios, quienes exigían de Ayolas como prueba de la amistad que se realizara esta expedición, apenas fundados los primeros ranchos por los españoles en la costa de la actual Asunción. Y antes de partir en su expedición por el río Paraguay hacia el norte, Ayolas tuvo que tomar algunos de sus soldados españoles y atacar las tolderías de los payaguaes y hundirles sus canoas, cumpliendo con las exigencias guaraníes que requerían de esta verdadera prueba de amistad y alianza.

 

4. LAS PRIMERAS RELACIONES ÍNTER-CULTURALES; LOS PRIMEROS ELEMENTOS CULTURALES DEL IMPACTO ÍNTER-ÉTNICO

Cuando los guaraníes vieron que los españoles poseían hachas de metal -hachas de mano pero de metal-, se manifestaron aún más interesados en la relación con los españoles.

Es notable el valor que los guaraníes daban a las hachas de metal. Si pensamos que en esta región oriental del Paraguay, de selva subtropical, de vegetación exuberante, para hacer la roza para el cultivo debían talarse árboles de 50 ó 60 metros de altura, contando para ello los guaraníes apenas con sus simples hachas de mano de piedra, que prácticamente no cortaban sino simplemente astillaban la madera, será quizás más fácil comprender cuál era el verdadero valor que los guaraníes atribuyeron desde el comienzo a las hachas de metal de los españoles.

Con las hachas de piedra, se requería toda una tecnología especial de trabajo (tratando incluso de que un árbol, al caer, cayera sobre otro para así simplificar el esfuerzo de la tala) y también un sistema cooperativo especial donde no sólo un pequeño tey'i bastaba para realizarlo, sino grandes grupos de hombres trabajando en forma mancomunada, cooperativa, para talar los árboles y para preparar las rozas.

Con un hacha de metal, un pequeño grupo familiar podía realizar con toda suficiencia su pequeño cultivo de roza. Y la prueba del notable impacto de este elemento cultural la tenemos en las cartas que los jesuitas comenzaron a escribir a sus superiores en Roma, luego que comenzaron desde 1609 su trabajo de reducción a los guaraníes. Allí decían, más o menos, que habían conseguido que en sus reducciones se acoplaran cinco o seis cacicazgos, porque con un hacha de metal "conseguimos sacar del montea un cacique con por lo menos 50 hombres". En efecto, también los jesuitas comprendieron lo fácil que era llegar y atraerse a los grupos guaraníes con el hacha de metal, en aquel entonces llamada también "cuña de hierro". Por esto es que siempre que era necesaria la utilización de algún medio de trueque, siempre se prefirió, por parte de los guaraníes, lo que fuera un objeto de metal, una "cuña de hierro" especialmente. Ni qué hablar de otros bienes que traían consigo los españoles y que más bien atrajeron el interés de los guaraníes como elementos de prestigio social, por su novedad.

Asentados ya los españoles en Asunción, los caciques Cupirati, Moquirací, Mayrarú, Yvy-yocá, por mencionar sólo a los principales, los que tenían su asiento donde está actualmente Asunción, vinieron ante los españoles con el deseo de formalizar el pacto de amistad. Ellos se hallaban dispuestos a aceptar a ese grupo de 400 hombres españoles, sin mujeres, porque la integración -según la mentalidad guaraní y según la de otros indígenas también- era que tratándose de un grupo de hombres solos, podían asimilarse efectivamente a su propio grupo étnico. Los guaraníes, sin conocer en absoluto la estructura sociopolítica ni sociocultural de los recién llegados, se limitaban a juzgar la situación por su apariencia externa, inmediata, y viendo que los españoles carecían de mujeres, pretendían formalizar el pacto de amistad con el ofrecimiento de sus propias mujeres. Así venían todos los caciques, los tey'i rú, cada uno con sus hijas y sobrinas, ofreciéndolas a los españoles, en la seguridad de que este vínculo político sería el verdadero lazo de amistad y formalización del pacto.

Los libros de historia suelen hacer referencia al hecho de que Asunción se había convertido en un harén y los propios documentos y cartas escritas a España señalan que cada español tenía por lo menos 30 a 40 mujeres y que si eran menos era considerado realmente un mal conquistador.

Sin embargo, no se trataba de una mera pauta psicosocial sino de una verdadera forma de interrelación basada en el sistema guaraní del parentesco político. Esto lo sabían tanto los españoles como los guaraníes, quienes ofrecían sus mujeres para formalizar el pacto porque de esta manera se emparentaban con los karai y solamente por medio del parentesco político era concebible para una sociedad neolítica, como la guaraní, fundamentar una verdadera amistad interétnica. Solamente por medio del parentesco, además, podía esperarse que se cumpliera la norma de la reciprocidad, pues para los guaraníes --como para todos los neolíticos en general- dar es recibir; hacer un favor implica tácitamente la seguridad de recibir el contra favor. Tal era la regla de la reciprocidad que ellos mismos practicaban dentro de su sociedad.

Por ende, ofreciendo sus mujeres a los españoles, todos los parientes hombres de estas mujeres esperaban la reciprocidad. Ellos trabajaban en las rozas para los españoles pero también esperaban y exigían similar reciprocidad en la forma de obsequios de cuñas de hierro y en la forma de toda otra clase de favores que ellos exigían. Esta era la norma y, como ya mencionamos, así funcionaba el sistema de la poligamia entre los guaraníes, en el cual no se trataba de tener cinco, diez o a veces hasta veinte mujeres, sino que se trataba de que cada mujer era un lote más y por cada mujer con un hijo el marido recibía un lote, y eran tantos los lotes para el cultivo y la roza, como número de mujeres tuviera.

Estas relaciones de la primera época del contacto hispano-guaraní, basadas en los intercambios socioculturales que hemos mencionado, indudablemente se vieron teñidas muchas veces de violencia y libertinaje, como ocurre siempre en esos casos de conquista. Más aún considerando que los individuos asentados en la comarca, inicialmente, eran simplemente la masa de la soldadesca. Sin embargo, la base de la relación era sin duda esa: el punto de vista de los guaraníes era el de formalizar un pacto por medio del parentesco político y, por su parte, tanto Ayolas como Irala también comprendieron claramente el valor de este pacto, sabiendo que necesitaban contar con el respaldo de estos grupos cultivadores, con ese asiento fijo como retaguardia y como base de operaciones para sus ensayos expedicionarios hacia El Dorado, y que para ello era necesario también poblar el lugar estableciendo relaciones duraderas y estables.

Por ese motivo puede hablarse de una primera fase en el proceso de los contactos inter-étnicos hispano-guaraníes, caracterizada fundamentalmente por las relaciones de amistad entre ambos grupos. Todos los documentos y cartas escritos a España en esta primera fase siempre hablan de esta situación refiriéndose a que "tenemos servicio de amistad y parentesco" los españoles con los guaraníes.

Gracias a esta relación de amistad y parentesco, en esta primera fase Ayolas pudo organizar, sin ningún problema, un ejército con 1.500 guerreros guaraníes dispuestos a acompañarle, remontando el río Paraguay, con destino al Perú en la primera gran entrada chaqueña.

En este punto, y para comprender mejor este proceso de amistad y de provisión por parte de los guaraníes de tan importante contingente de guerreros, conviene hacer una breve digresión relacionada con algunas prácticas guaraníes referidas a este aspecto.

Los chiriguano-guaraníes conocen y adiestran una verdadera clase de jóvenes guerreros, jóvenes que desde los 14 años se inician y entrenan nada más que en una práctica y, podría decirse un verdadero oficio de guerreros, el oficio de la guerra. Para ellos, los chiriguanos tenían un nombre especial que hasta hoy se conserva: los kerémba; los guarayos, también guaraníes, con la misma práctica conocen a estos jóvenes guerreros con el nombre de guyraca; varias otras tribus de los tupí-nambáes, de los tupíes del Brasil, tienen términos parecidos.

Los chiriguanos, como hemos mencionado ya, eran grupos de guaraníes emigrantes del Paraguay oriental, lo que nos hace suponer válidamente que era éste un status, el de guerrero, conocido entre los antiguos guaraníes, aunque hoy el término y la propia función para el caso se hayan perdido.

Los propios chiriguanos explican el sentido, el significado, de este término: se trataría de keré y ymbá, lo que en castellano significaría encorvado. La explicación de este hecho está en que, durante los ritos de iniciación guerrera, a estos jóvenes se les enseñaba a andar y correr siempre encorvados, buscando con esto evitar las flechas; de modo que se trataría de una verdadera táctica de guerra y de defensa, una postura del cuerpo específicamente creada para este fin y para el status de estos jóvenes guerreros, que de ahí recibieron la denominación de kerémbas.

Lo que deseábamos señalar es que, si existía este verdadero status del guerrero, con jóvenes especialmente destinados a este fin, con todo un rito de iniciación y un proceso de entrenamiento especializado, no es en absoluto extraño que ya a Ayolas los caciques carios de la región asuncena le pusieran a su disposición 1.500 guerreros, máxime cuando se trataba de una expedición hacia el Candiré, lo que los españoles llamaban El Dorado, también ya conocido por los guaraníes interesados en llegar hasta allí. Son las propias fuentes de la época las que nos dan el dato de estos 1.500 guerreros y si bien es cierto que éstas eran por lo general un poco exageradas, no cabe duda de que, en todo caso, existía un nutrido núcleo de guaraníes kerémbas, guerreros, y que gran parte de ellos acompañaron a Ayolas. Esto se vuelve todavía más verosímil si recordamos que Ayolas había llegado con apenas 400 españoles y, considerando que algunos debían quedar en Asunción, para resguardarla y defenderla de posibles ataques enemigos, es lógico suponer que no contara con más de 200 españoles para salir de Asunción en su expedición transchaqueña.

Como es bien sabido, la expedición de Ayolas, si bien tuvo éxito en tanto que llegó por lo menos hasta Potosí según algunos, terminó trágicamente con la muerte de aquél a manos de los payaguaes, quedando el puerto de Candelaria, así llamado por los españoles, en el punto donde Ayolas cruzó el río Paraguay para realizar su entrada al Chaco, un punto desde el cual en varias otras ocasiones Irala tentaría igual suerte.

 

5. LA SEGUNDA FASE DEL CONTACTO HISPANO-GUARANÍ: LOS TAPI.’I

Así como hemos relatado, se estableció la relación del karai con su tovayá; todavía en un sentido más amplio del que actualmente se asigna a este vocablo, como el simple cuñado; el tovayá antiguo era un concepto socio-lingüístico mucho más amplio, que englobaba a toda la parentela política. Y hasta 1539 la relación del guaraní con el español fue verdaderamente de alianza y de parentesco, de trato pacífico del karai con el tovayá.

Sin embargo, después se produce un gran cambio en el sistema de relaciones. En 1539 surge el gran motín de los guaraníes asuncenos. Aprovechando la preparación para la fiesta del Corpus Christi de ese año, numerosos caciques de diversas parcialidades vinieron hasta Asunción con el pretexto de que deseaban participar de dicha fiesta religiosa y aún más, aduciendo que deseaban aprovecharla para formalizar algunos casamientos de mujeres guaraníes con españoles.

La pauta del matrimonio religioso constituía ya entonces una manifestación más del sistema de relaciones entre guaraníes y españoles, distinguiéndose ya la simple cuñá (mujer) de la verdadera tembirekó (esposa), entendiéndose por esto último el status de la mujer guaraní que ya había sido bautizada en el cristianismo y entonces estaba en condiciones de contraer matrimonio religioso, también con el debido permiso de la Real Corona.

Esta circunstancia fue aprovechada por todos estos caciques de diferentes parcialidades guaraníes, conservándose incluso los nombres de los mismos porque los documentos los consignan, para pre parar el gran motín contra los españoles. Los caciques de Acahay, Quiindy, Quyquyó, Caazapá (la antigua, asentada sobre el río Tebicuary) y otros, se hallaban dispuestos a llevar adelante esta rebelión, que fracasó porque una india guaraní, sirvienta de Salazar, traicionó a su propia gente delatando lo que se tramaba.

Lo importante de señalar es el motivo que impulsaba a estos caciques guaraníes a desencadenar ese motín, que lógicamente terminó en la matanza general de los rebeldes, cuando su objetivo era precisamente la matanza de los karai. La razón fundamental de esa actitud de los guaraníes era su disgusto porque los españoles no los trataban realmente como parientes, sino simplemente como tapi.’i. La táctica de los guaraníes prehistóricos era, a todos los que no hablaban guaraní y no eran racialmente y étnicamente guaraníes, se los consideraba simplemente como un tapi.’i, un esclavo, un ser menor. Era el sentimiento etnocentrista llegando a extremos realmente límites por parte de los propios guaraníes.

Y al hacer el pacto con los españoles, estableciendo relaciones pacíficas de tovayá, los avá deseaban ser tratados por los karai como verdaderos avá, vale decir como hombres y como tovayá, vale decir como verdaderos parientes. En cambio comenzaban a manifestarse ya los malos tratos y la violencia por parte de los españoles contra los guaraníes, lo que creaba en éstos un sentimiento de inferioridad, sintiéndose tratados como seres inferiores, como tapi.’i, como gente menor.

Tal era el básico motivo del mofan preparado por los caciques, una verdadera lucha del avá en defensa de su condición y de las bases del pacto establecido con los karai españoles; era una real expresión de lo que podríamos denominar la `avá-idad´. En ella se destacó fundamentalmente el cacique Mayrar'y, de un gran teko'á en cercanías del lago Ypacaraí, así como el cacique Yvy-yocá, de Quiindy.

El motivo del fracaso de este motín fue, desde luego, básicamente la traición de la india que reveló el plan de la sublevación pero, además, el éxito de la represión de este motín se debió en gran parte a una treta utilizada por Irala, ya que realmente el grupo de los españoles en Asunción era pequeño mientras los guaraníes en esta zona fácilmente podían ascender a unas 100.000 almas, los que, movilizados por sus caciques en diferentes partidas, fácilmente podían haberlos vencido, pues no hubieran bastado los pocos caballos y arcabuces de que los españoles disponían. En cambio Irala sólo recurrió al ardid de hacer tocar el clarinete, que era la señal convenida entre ellos de que venían en ataque los guaicurúes chaqueños, y eso bastó para que se produjese el desbande general, tal era el verdadero terror de los guaraníes frente a los belicosos guaicurúes nómades, con el ethos de destrucción que les caracterizaba.

Cuando los guaraníes, engañados por esa treta, intentaron salir de Asunción ya olvidados de su motín, Irala tomó presos a los cabecillas y ahorcó alrededor de 10 amotinados.

A partir de este momento, las relaciones ínter-étnicas entre los guaraní avá y los españoles karai comenzaron a cambiar sustancialmente. Estamos todavía en la época anterior a la llegada de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y tenemos la carta del conquistador Rivadaneira que escribe al Consejo de Indias, en Sevilla, como la máxima autoridad de la conquista, informándoles de que "llegamos así a que los carios nos llamen ladrones, adúlteros y sinvergüenzas", según las textuales palabras de este cronista, quien agrega pero "ellos qué son, son simplemente hechiceros y holgazanes".

A través de las expresiones contenidas en estas cartas, escritas por gente simple, como eran los conquistadores de la época, se traslucen ya las nuevas características de las relaciones hispano-guaraníes, y se proyectan las diferentes pautas psicomentales que marcaron para siempre el concepto del karai ladrón, adúltero, respecto del avá hechicero, holgazán.

Así, a partir de 1539, después de este motín, comenzó a abrirse la primera gran brecha para una posible intercomunicación social y cultural entre el karai y el avá. Y en este nuevo contexto de las relaciones hispano-guaraníes, en 1541, Irala escribía una carta al rey informándole de que en la región de Asunción se disponía de 700 mujeres, con las cuales había que contar a toda su parentela masculina, que desde luego tendría que trabajar no sólo por los motivos del parentesco, sino también por la fuerza misma y plantea Irala que podrían venir alrededor de 2.000 españoles desde España, ya con intenciones de poblar-vale decir, no sólo se piensa ya en la conquista sino en la verdadera población de la región-. Posteriormente el mismo Irala cambiaría este proyecto pero siempre pensando en un plan de población verdadera de lo que podríamos denominar la primera formación de la Provincia del Paraguay, sobre la base de conquistar toda la región situada entre el Monday, el Manduvirá y el Tebicuary. Cuando llegó al Paraguay Alear Núñez Cabeza de Vaca, la política indigenista no cambió esencialmente. Solamente que éste, representante del poder central español frente a Irala, un exponente de los llamados "comuneros" en España, exigió una reglamentación con respecto a las relaciones con el indio. Alear Núñez fue, entonces, el primero que levantó la voz frente al desorden que, de hecho, se producía en el sistema ya debilitado del servicio por amistad y parentesco un sistema que carecía de todo tipo de reglamentación y donde cada español, cada karai, se sentía libre de establecer sus propias relaciones con sus cuñá, o con su tembirekó y con sus tovayá-.

Alvar Núñez quiso imponer, como representante legítimo del poder central, una reglamentación a ese sistema que se escudaba en lo que las cartas y documentos de la época llamaban la "libertad a civilizar".

Al producirse su llegada a Asunción, Alear Núñez fue visitado por el cacique Moquiracé, quien tenía todavía una gran aldea, un teko'á, en las cercanías de la actual Limpio o Piquetecué, con una gran extensión de su rozado tierra adentro, siempre sobre la orilla oriental del río Paraguay. Este cacique se quejó de que los guaicurúes habían atacado su teko'á, quemando sus casas comunales, cautivando mucha gente y pidió a Cabeza de Vaca una expedición punitiva, de castigo, y -como en ese tiempo se llamaba- de fuego y muerte a los guaicurúes.

Alvar Núñez, que se estaba preparando para su gran expedición al Chaco en busca de El Dorado (la expedición que lo habría de llevar hasta el Puerto de los Reyes, actual Corumbá), queriendo asegurarse la ayuda de los guaraníes, que habían prometido entregarles sus jóvenes guerreros como acompañantes, accedió a la petición de Moquiracé y por primera vez los españoles cruzaron el río Paraguay para penetrar en el Chaco frente a Asunción, en cercanías de la actual Villa Hayes. Los guaraníes entregaron simbólicamente a Cabeza de Vaca un arco y flechas completamente emplumados, como la máxima expresión guaraní de reconocimiento a alguien que es el jefe guerrero de una hazaña y cruzaron con él el río, aunque manteniéndose siempre a prudencial distancia en retaguardia, por su permanente temor hacia el guaicurú chaqueño y porque deseaban que primero actuasen los caballos y los arcabuces, como seguridad del éxito de la expedición, para avanzar ellos recién después -todo esto, tal como lo describe el propio Alear Núñez en sus Comentarios o bien en otras fuentes-. Con esa expedición llegaron a cautivar a algunos guaicurúes, la mitad de los cuales se los llevó Alear Núñez y quedaron entre los karai; la otra mitad fueron entregados a los guaraníes.

Esos guaicurúes, lógicamente, fueron sometidos por los guaraníes al rito de antropofagia, puesto que durante la época de Alear Núñez y todavía unos 10 años después de éste, aquellos seguían practicando en esta comarca sus ceremoniales, sus ritos antropofágicos, sus borracheras (convites sociales), sus reuniones del gentío de los diferentes tey'i dispersos, como vínculo social y a veces hasta socio-político.

Cumpliendo el compromiso de la reciprocidad, los guaraníes acompañaron a Cabeza de Vaca en su famosa expedición al Chaco y en su llegada a lo que la historia menciona como la Isla del Paraíso, en el Alto Paraguay, en realidad el gran pantanal mattogrossense; ya que ellos llegaban en una buena época, sin crecidas ni sequías, las consideraron realmente unas buenas tierras y les merecieron el nombre de Isla del Paraíso. En esa expedición, los guaraníes servían de vanguardia, atacando siempre ellos primeramente a las otras tribus, llegándose a traer de esta expedición unas 400 mujeres cautivas de diversas tribus (xarayes, etc.); cautivas que fueron llevadas por los guaraníes a sus toldarías, lo que nuevamente provocó un enfrentamiento abierto con los españoles que las reclamaban ya entonces bajo el apelativo directo de "piezas".

Quiere decir que tenemos ya una nueva concepción de la mujer. La mujer que primero fue cuñá, después tembirekó, ahora pasa simplemente a constituirse en pieza, objeto que se puede trocar como cualquier otra cosa entre los españoles.

Por otra parte, mientras tanto, todo el sistema de relaciones ya se encontraba en estado de cambio. Los españoles ya no limitaban sus contactos solamente con los carios -vale decir, con los guaraníes de entre los ríos Manduvirá y Tebicuary-, pues a medida que iban explorando el Alto Paraguay para buscar la ansiada ruta hacia El Dorado, hacia el Perú, iban tomando contacto con las otras parcialidades guaraníes, como por ejemplo con los guarambarenses. Y esas expediciones que avanzaban por el río Paraguay arriba, con 200 ó 300 españoles y sus acompañantes carios en número de 1.500 ó 2.000 hombres, lógicamente se veían necesitadas de provisiones en víveres, así que pronto fueron también intensificándose las relaciones con estos otros guaraníes a medida que los españoles buscaban en su camino otros posibles contactos con pueblos cultivadores capaces de abastecerles.

Así se daba inicio a estos nuevos contactos con los famosos guarambarenses, entre los ríos Jejuí, Apa y Blanco. Cuando bala, por encargo de Alvar Núñez, buscaba todavía un camino, desde el río Paraguay, pasando por la Provincia de Chiquitos, para penetrar hacia el Perú, llegaba ya hasta estos guarambarenses exigiéndoles provisión de todos los abastecimientos necesarios y pretendiendo incluso obligar al cacique guarambarense Aracaré a que organizara él mismo una tropilla de sus guerreros para penetrar en el Chaco con el fin de buscar ese camino, aproximadamente a la altura de lo que es hoy el Fuerte Olimpo.

Los guarambarenses se negaron a esa pretensión y se rebelaron, ordenando Alvar Núñez a bala que castigara esa sublevación, con lo que bala debió ordenar el ahorcamiento del cacique Aracaré.

Sin embargo, dado el sistema de unión y vínculo social de los guaraníes, ocurrió que muchos de los caciques se encontraban emparentados entre sí por lazos políticos y esto, ya sabemos, significaba el compromiso de reciprocidad. Por tanto, al ser ahorcado Aracaré, sus parientes se hallaban prácticamente obligados, por los lazos de reciprocidad, a vengar esta acción de los españoles y así fue cómo surgió el gran levantamiento, realmente una de las primeras grandes revueltas de los guaraníes bajo el mando del cacique Tavaré, comprendiendo a todos los teko'á y los tey'i diseminados por el río Ypané. Los guaraníes se negaban a entregar más víveres; se negaban a entregar acompañantes guerreros y se negaban a seguir acompañando a los españoles en sus entradas chaqueñas. En esta actitud estaba también implícito el temor de los guaraníes de que los guerreros que partían con los españoles hacia los Andes ya no regresaran a sus propios teko'á, provocando así su despoblamiento y el lógico debilitamiento por falta de brazos.

Era, en efecto, un hecho común que gran parte de los guerreros acompañantes de los españoles, se sintieran atraídos por los chiriguanos que poblaban la zona Santa Cruz de la Sierra-Tarija, de tal forma que, muchas veces, el acompañamiento a los españoles era un simple pretexto para abandonar sus teko'á originales, siendo su verdadera intención acoplarse a los chiriguanos en el área cordillerana.

La gran revuelta dirigida por Tavaré, en definitiva, velaba por todos estos intereses. La expedición enviada desde Asunción para enfrentar esta revuelta no tuvo una misión tan fácil, pues los guarambarenses llegaron a fortificar sus teko'á cavando fosos en torno a sus poblados. Éstas se caracterizaban por componerse de cuatro grandes casas comunales con capacidad cada una para al menos 80 familias, más -en el centro- una plaza ceremonial. Aquellas fueron rodeadas de fosos y en ellos clavadas las lanzas; todo recubierto con ramaje como verdaderas trampas para impedir el avance español. Por si eso fuera poco, levantaron además, en torno a su aldea, tres líneas circulares, concéntricas de empalizadas, verdaderas paredes de troncos, de modo que todo este sistema defensivo les permitiera disparar sus flechas y repeler al ataque hispano.

Sin embargo, el poder de las armas de fuego fue superior y la mayor parte de los guaraníes huyeron a los montes y el propio Tavaré solicitó la paz a los españoles. En este pedido de paz, básicamente, se traslucía el temor de Tavaré de que los españoles tomaran las mujeres y las trasladaran a Asunción, pues este hecho hubiera constituido aún más un factor de debilitamiento demográfico de estos grupos, una verdadera crisis socio-demográfica. De modo que esta revuelta, finalmente, fue sofocada fácilmente.

Entre tanto, los propios españoles sostenían sus rencillas internas. Alear Núñez Cabeza de Vaca fue hecho prisionero y enviado, encadenado, a España como reo. Por primera vez corrió en Asunción el grito de "libertad"; se conservan como ocho cartas de la época y en todas ellas se revela el estado de ánimo, el grito de libertad y no sólo la instigación de Irala y sus partidarios, sino una verdadera mentalidad auto titulada "comunera" que afloraba.

En realidad, la rebelión se oponía básicamente a los intentos de Alear Núñez de imponer cualquier tipo de reglamentación en la Provincia sobre el trato a los indios. El grito de libertad al común se refería, en realidad, a la libertad del individuo; libertad de cada conquistador de "ir por su manera y con su manera a civilizar a los indios", como se dice en los propios documentos.

Y con esto realmente se termina esta primera gran etapa del sistema de relaciones entre el español y el guaraní; esa etapa del parentesco por tovayá y de lo que denominamos "servicio por amistad".

 

6. TERCERA FASE DEL CONTACTO: LAS "RANCHEADAS"

Con el segundo gobierno de Irala, en los primeros años de este gobierno, se da inicio a un nuevo período en el sistema de relaciones hispano-guaraníes: comienza el período de las tremendas y violentas rancheadas. Según los documentos, el término rancheada significaba que cada conquistador tenía el derecho, según sus necesidades, de brazos para el trabajo o de mujeres, de ir en cualquier aldeamiento guaraní, sea hacia el Manduvirá, sea hacia Acahay, Guarambaré o al Monday, podía ir con el pleno derecho y por las buenas, con sistema de trueque, o directamente por la violencia, traer a los indios en los nuevos asientos que aquéllos hubieran dispuesto.

Lógicamente las rancheadas significaban fundamentalmente una extracción violenta, una desmesurada violencia durante casi cinco años, en la que cada uno de los conquistadores, en nombre de la libertad al común que tanto habían defendido en la disposición de Alear Núñez Cabeza de Vaca, realmente afianzaban su libertad a disponer del indio libremente; era la libertad para la violencia y las rancheadas.

Irala nada pudo hacer por prevenir o por frenar estos abusos. Era la situación política imperante y de la que él mismo dependía, la que había impuesto esta nueva modalidad, no quedándole otra alternativa que permitir a esos conquistadores, a esos comuneros, la práctica de esta violencia, de las rancheadas y de los excesos.

La reacción guaraní surgió en la forma de una gran revuelta, una revuelta generalizada a mayor número de parcialidades y más organizada que las anteriores, una revuelta que podríamos denominar realmente pan-guaraní.

Se produjo en 1546 y a través de diferentes documentos podemos analizarla desde sus mismas causas. Ocurría que ya para este año la mayor parte de los hijos nacidos eran mestizos; se producían pocos nacimientos de hijos propiamente guaraníes; a través de la relación español-mujer guaraní, la mayor parte de la prole era ya mestiza y este fenómeno provocaba un debilitamiento cada vez mayor en los teko'á, donde menudeaban los nacimientos propiamente indios. Los mismos documentos confirman que las mujeres guaraníes preferían ser simples cuñá o simples piezas de un karai, antes que quedar en su propia toldería como mujer del avá.

Así, mientras por un lado comenzó la plasmación socio-biológica del español con el guaraní, dando nacimiento y crecimiento a la población de hijos mestizos, formando los primeros niños "mancebos de la tierra"; por otra parte, socio-biológicamente, se estaba prácticamente exterminando a la comunidad guaraní porque ahí ya no crecían hijos.

Al faltar hijos en las aldeas y en los antiguos teko'á propiamente guaraníes, ya no se podía pensar en la cooperación del trabajo, el sistema social se debilitaba y los propios fundamentos del sistema de relaciones; también económicamente la comunidad se vio enormemente disminuida.

Otra queja de los guaraníes era la falta total de relaciones con los sobrinos mestizos; para ellos, con la mentalidad fuertemente arraigada del parentesco, era completamente inconcebible el hecho de que los sobrinos mestizos no vinieran a vivir en la comunidad guaraní a la que pertenecía la madre.

Así se inició este proceso básico y de fundamental importancia para comprender el posterior desarrollo de los mestizos paraguayos. Esos hijos mestizos preferían siempre quedar alrededor de la "caso na", como la llamaban en el siglo XVI a la casa del español conquistador-siendo esta la casona paterna y la sede del nuevo núcleo familiar-. Esa resistencia del mestizo a volver a su comunidad de origen materno es un fenómeno que posteriormente surge como una constante en todas las demás rebeliones guaraníes. El mestizo ambiciona ser español y éste no es un fenómeno que se dé sólo entre estos mestizos hispano-guaraníes; es un fenómeno que se ha dado también en otras razas, llegándose incluso al odio hacia el origen materno. Es lo que ocurre con el mulato, siempre interesado en acercarse al padre porque considera que esto constituye también su incorporación a un status social superior; comienza entonces un verdadero odio al estrato más bajo, lo que ocurría en los mestizos de guaraníes que, desde niños, preferían siempre acercarse y mantenerse alrededor del padre español y rechazar toda relación con la comunidad originaria de su propia madre.

En estos dos factores básicos hay que hallar el origen de la siguiente revuelta: un escaso índice demográfico, una notable baja de la natalidad guaraní pura y una resistencia marcada de los mes tizos a engrosar las comunidades guaraníes y, consiguientemente, el debilitamiento constante y creciente de estas comunidades. Acrecentaba esto la actitud ya comentada de la propia mujer guaraní, cuya notable importancia como elemento procreador entre los guaraníes ya hemos señalado, al mostrar una marcada preferencia a convivir con el español. Debe recordarse que la mujer constituía la base sociobiológica de una comunidad guaraní, con su status de Haí, de madre procreadora, base de la sobrevivencia biológica comunitaria.

Esta carencia de las Haí significó quizás el impacto más grande que se puede mencionar en estos primeros contactos entre guaraníes y españoles, provocando un verdadero ocaso socio-biológico de los primeros y planteándose, desde luego, ya como una situación verdaderamente irreversible. Este era, también, el motivo por el cual los acompañantes guaraníes-guerreros, los jóvenes acompañantes que iban con los españoles en sus expediciones, traían tantas mujeres cautivas como una forma de buscar un equilibrio, una compensación, ante esa masiva ausencia de la mujer guaraní en sus comunidades.

Y el fenómeno de la mujer guaraní era también algo particular: como unos diez años después de la revuelta de 1546, las cartas que aún se conservan de la época comentan que las innumerables mujeres guaraníes que iban asentándose definitivamente en los alrededores de las casonas españolas no querían ya volver a sus comunidades -incluso pasaban hambre, tal era ya el número de estas mujeres que ya ni los propios españoles se ocupaban de ellas-.

Un caso similar se habría de plantear también después, cuando los españoles comenzaron a fundar los táva guaraníes con otros pueblos de cultura neolítica, como hemos de ver más adelante.

Otro problema que se planteó en esta fase de los contactos hispano-guaraníes fue el de los acompañantes guaraníes, jóvenes adolescentes u hombres ya maduros, que iban con los españoles en sus expediciones hacia el Perú, y generalmente ya no regresaban a sus comunidades de origen. A ellos se refieren los documentos como los verdaderos "indios amigos" de los españoles; se trataba de un caso de real endoculturación, cuando ya estos indios no deseaban por ningún concepto reintegrarse a su sistema sociocultural, a sus teko'á. En última instancia prefirieron siempre seguir al servicio de los españoles o, posteriormente, seguir con los propios asuncenos cuando éstos comenzaron a fundar ciudades (Corrientes, Santa Fe, etc.).

Se trataba de un elemento masculino esencial también restado a sus antiguas comunidades, así que el impacto negativo sobre los guaraníes fue evidente. Así que, en general, no se puede decir que se tratara de acciones de verdadera violencia de los españoles, de matanzas; eran más bien eran estas razones de tipo sociocultural más amplias y profundas las que provocaban el progresivo debilitamiento de las comunidades guaraníes y las que, como consecuencia, dieron lugar a ese tipo de reacciones de su parte.

Y podemos decir que se trataba de una falsa reacción, o de una reacción inocua, por cuanto se trataba de una cultura que no tenía un verdadero sistema sociopolítico ni una institución social realmente estructurada, con suficientes vínculos cohesivos, sino más bien era un conjunto de pequeñas comunidades que, frente a los españoles -como frente a cualquier poder organizado- se hallaban completamente a su merced, sin casi ninguna resistencia social para estos casos.

Como resultado de estas violentas rancheadas de las que hemos hablado, como consecuencia de esta imposición violenta del español karai sobre el guaraní avá, se produjo un cambio radical en el sistema de las relaciones, cambiándose totalmente el sistema del karai y tovayá por parentesco, y quedando ahora solamente el tipo de relación yára (dueño) y tembiguái (criado o siervo).

Al producirse este tremendo vuelco en el tipo de relaciones, los guaraníes comenzaron de inmediato a percibirlo. Terminaron los pequeños trueques e intercambios de obsequios, ya no había visitas de los caciques de Acahay, o de Monday o de Ypané para saludar a sus parientes españoles y esperar un obsequio de éstos por la clásica reciprocidad. Ya eran todos tembiguái y como a tales se les trataba, y esto los guaraníes lo sentían claramente, de ahí que sea comprensible que surgiera esa gran revuelta a la que hemos hecho alusión más arriba.

Esa revuelta surgió especialmente entre los caciques de la zona que va desde Paraguarí hasta Tebicuary, que fue la más rebelde y la que con más fuerza quiso resistirse de los españoles. Allí los caciques realizaban verdaderas convocatorias para reunir y organizar al gentío en los puntos de combate.

Y como los guaraníes no realizaban ninguna expedición guerrera sin el acompañamiento del shamán, sin el yeroky ceremonial, sin la danza sagrada del guerrero (como decían los antiguos guaraníes), no faltaba tampoco la presencia del shamán incitando a la rebelión general. No era concebida la posibilidad de la victoria sin una danza y sin la guía del Ñanderú shamán pues no se concibe el ataque sin una expectativa de buen éxito en la campaña, la necesidad de la protección mágico- shamánica.

Así, tras estas grandes convocatorias, se inició la revuelta en Areguá; como primer paso el cacique Mayrarú organizó la primera defensa contra la arremetida de los españoles, a base de sus seguidores, también llamados mboyá.

El término mboyá, antiguamente entre los guaraníes, significaba seguidor; los avá eté llamaban mboyá a los jóvenes que se les acercaban, provenientes de los tey'i o teko'á y que quedaban como arrimados y seguidores del mismo. Los españoles, al llegar a Asunción, proclamaron a los guaraníes vasallos libres del rey y utilizaron para ellos el término de mboyá (arrimados). Por su parte los jesuitas, cuando querían expresar que el guaraní era vasallo de Dios, les llamaban los Tupá mboyá; de modo pues que este término fue después ampliamente utilizado por los propios conquistadores, pero su verdadera connotación original era la de seguidor guerrero, arrimado y bajo las órdenes de un cacique guaraní.

Mayrarú llegó a reunir su tropilla de mboyá y, viendo bala esa gran efervescencia de los guaraníes, temió iniciar la campaña defensiva contra esta revuelta contando sólo con sus guerreros acompañantes, "indios amigos" de las travesías chaqueños, porque no confiaba totalmente en la lealtad de éstos. Con el fin de asegurarse la victoria y sujetar definitivamente a los guaraníes, nuevamente bala se valió de una treta: hizo las paces con los guaicurúes chaqueños y con la tribu de los yaperúes, también chaqueños, y los adoptó a su expedición punitiva. Los yaperúes y guaicurúes vinieron a Asunción, en ayuda de esta expedición, con mucho interés en busca de los apreciados scalps (cabelleras de los guaraníes como trofeos de guerra).

Al ver Mayrarú que se acercaban a Areguá no sólo los españoles, sino además los temidos enemigos chaqueños, iniciaron ya una retirada dirigiéndose hacia Acahay y Quiindy, donde prácticamente se atrincheraron en un lugar sobre el río Mbuyapey, levantando empalizadas y hallándose realmente seguros, rodeados de montes casi impenetrables. En su avance, sin embargo, bala halló a su paso un pequeño tey'i guaraní, de fuerte sentido exclusivista y, habiendo querido hacer venganza con ellos, tomó cautivos y llevó prisionero al propio cacique con su reducido núcleo de pobladores, quienes se mostraron inclinados a traicionar a los propios guaraníes en vez de ver sometido su cerrado grupo de oréva. El propio cacique guió a los españoles hasta el escondite de los amotinados guaraníes. Una vez producido el encuentro, lo que no hicieron los españoles lo hicieron los guaicurúes que hallaron allí una excelente oportunidad de practicar una generalizada matanza.

Gran parte de los rebeldes que lograron huir penetraron al monte, llegaron al río Monday y, moviéndose por éste y luego por el Acaray, llegaron a las sierras de Caaguazú, penetrando luego, al norte del río Ypané, en la región de los guarambarenses.

Irala, decidido ya a realizar un verdadero escarmiento y una acción de sofocación total de esas revueltas, de esas convocatorias generalizadas, regresó a Asunción y emprendió viaje río Paraguay arriba para penetrar, desde la desembocadura del Ypané, territorio adentro en el guára de los guarambarenses, librando una serie de luchas de represión contra los amotinados.

Llegó también al puerto de leruquizava, en la región de los tobatines, entre el Manduvirá y el Jejuí, informándose allí de los diversos lugares donde se encontraban los avá rebeldes. Prosiguió su campaña de represalia y represión llegando al antiguo emplazamiento de Atyrá, en las cercanías de lo que es hoy el pueblo de Lima, algo al norte de Tacuara, y allí se libró una cruenta lucha contra los rebeldes. El propio Irala informaría después en carta al rey sobre esta lucha destacando que, de entre los mismos españoles, había algunos muertos y muchos heridos.

De todos modos, finalmente las guaraníes fueron vencidos y nuevamente se produjo la fuga de gran parte de los rebeldes por los montes hacia el Amambay. Un nuevo impacto de consideración significó, de nuevo, al final de esta rebelión, la gran cantidad de cautivos y cautivas traídas después de estas luchas hacia Asunción, deslocalizándoselos de sus originales asentamientos a estos guaraníes.

Con este fanal puede decirse que se llegó prácticamente al punto en que la servidumbre personal del indio quedó establecida, impuesta. El mismo Irala, después de estas luchas, pudo imponer la servidumbre personal del avá guaraní al español.

Los resultados de este proceso se percibían ya en 1550: en su carta al rey de esta fecha, bala informaba que había entonces ya 3.000 hijos mestizos en Asunción, lo que revela el verdadero grado de ocaso sociobiológico de las comunidades guaraníes. Y así estaba constituido el primer brote de la posterior población más expansiva de toda esta región.

De manera, entonces, que en 1500 empieza verdaderamente el ocaso biológico, la disminución real de la población india, y su reemplazo paulatino por esta masa de población mestiza. La juventud y la niñez mestiza se constituyen en servicio de los españoles, en nuevos brazos de servicio para ellos, ante la huida cada vez mayor de los guaraníes hacia las serranías, hacia la cuenca del Paraná, donde los españoles no llegaban a tener acceso realmente.

La situación se había tornado realmente difícil, tanto para españoles como para guaraníes. Irala, contra las leyes y la imposición de España, se resistía a reglamentar las relaciones inter-étnicas hispano-guaraníes y se resistía a reglamentar el servicio de los indios.

Sin embargo, los oficiales reales asentados en Asunción, entre ellos el famoso Pedro de Orantes, plantean oficialmente, presionan a bala sobre la necesidad de conservar al indio y de asegurar el servicio del mismo al español por medio de la encomienda.

En el Paraguay, el sistema de encomiendas comienza sólo después del año 1551. Con anterioridad, sólo teníamos el sistema que hemos visto y denominado de servicio de amistad y por tovayá o por parentesco político, que duró unos pocos años, durante los primeros contactos, cuando aún había intereses mutuos de españoles y guaraníes. Luego se llegó al período de las violentas rancheadas, en donde sólo valía el principio del yára y del tembiguái; luego, al proceso de las grandes revueltas, verdaderas revueltas pan-guaraníes como podríamos denominarlas, donde el intento de los guaraníes era realmente el de aniquilar al español, el de sacarlos de estas tierras y, finalmente, el período de ocaso biológico, de creciente mestizaje.

En este momento surge y comienza a regir el sistema de encomiendas en el Paraguay y se plantea seriamente la necesidad de la fundación y creación de los pueblos netamente guaraníes, netamente indios, los así llamados táva. De todo esto hablaremos en el siguiente capítulo.

 

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2010 (155 páginas)





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