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IDALIA FLORES G. DE ZARZA

  LA MUJER EN LA EPOPEYA NACIONAL (IDALIA FLORES G. DE ZARZA)


LA MUJER EN LA EPOPEYA NACIONAL (IDALIA FLORES G. DE ZARZA)

LA MUJER EN LA EPOPEYA NACIONAL

IDALIA FLORES G. DE ZARZA

 

         En la Guerra contra la Triple Alianza, (1864/70) la mujer paraguaya desempeñó papel preponderante, que no tiene parangón en la historia universal.

         Es imposible medir sus esfuerzos y sacrificios en los cruciales años de la gran tragedia. Nada ni nadie la detuvieron en el camino de la gloria que ella abrió con sus propias manos. Fue gigantesca su actuación en la magna tarea de reorganizar la Patria, que la hicieron revivir como el Fénix de entre las cenizas de la guerra.

         Al evocar aquella heroica gesta, justo es rendir nuestro homenaje de veneración a este pueblo que defendió palmo a palmo su territorio y su soberanía avasallada.

         Es emocionante rememorar el tributo que rindió a la patria la mujer paraguaya en la encrucijada del 64-70, hablar de su contribución material, espiritual, moral y heroica, es tema que cautiva y merece un capítulo aparte.

         Bosquejar en apretada síntesis la grandiosa contribución de la mujer en el gran duelo, es tarea compleja y apasionante.

         Nuestro primordial objetivo es hacer conocer a la ciudadanía toda, la ciclópea y patriótica labor que la mujer paraguaya cumplió, siquiera sea mencionando aspectos fragmentarios de los capítulos más sobresalientes de su actuación en nuestra epopeya como fruto de una paciente investigación en archivos y bibliotecas nacionales y extranjeras, como también particulares, para el desarrollo de tan delicado y arduo trabajo.

         Compete a la historia y a las generaciones presentes y venideras escribir y revelar hechos aún olvidados e inéditos de nuestra rica historia, así como aclarar los puntos aún controvertidos, trabajo que requiere paciente investigación y noble espíritu de comprensión.

         La mujer paraguaya se mostró grande y majestuosa; la patria contempló con admiración su patriotismo y abnegación sin límites, en una lucha desigual sin paralelo en la historia moderna, que dio al Paraguay perenne fama y despertó general ponderación dentro del país y fuera de él.

         Esa mujer, que desde los albores de nuestra existencia infundió su savia vital para darla en las horas aurorales de nuestra existencia, es digna del respeto y la admiración de sus conciudadanos.

         Esa mujer, fue la que desde los iniciales días de la gran epopeya desarrolló una intensa labor en todos los órdenes, para suplir al hombre ausente.

         Esa mujer convertida en férrea Cornelia durante la guerra, ahogó resignada su maternal cariño para entregar su hijo a otra madre llamada Patria.

         Esa mujer estuvo al lado del hombre en los combates; alentó al guerrero; asistió a los heridas en los hospitales, curándoles sus heridas; tomó el arado y labró la tierra; tejió y fabricó el uniforme de nuestro ejército; organizó comisiones encargadas de recaudar fondos para la guerra; se convirtió en obrera de todos los talleres, y en gesto heroico se despojó de sus joyas y alhajas para ofrecerlas en aras de la patria.

         Esa mujer que no reparó en sacrificios recibió el reconocimiento emocionado del pueblo y la gratitud de sus conciudadanos. Encontró así el camino que la condujo al pináculo de la gloria labrado con sus propias manos taumaturgas.

         Esa mujer es digna del bronce que perpetúe su memoria. A los cien años del sacrificio de todo su pueblo, creemos justo reconocimiento que la patria agradecida erija un monumento qué inmortalice su nombre, simbolice la imagen de la mujer en la Historia del Paraguay.

         En "El Semanario" del 19 de enero de 1867, Nº 665, se lee: "La grata satisfacción y el feliz eco que toma, tanto en la Capital como en la campaña, el movimiento y las iniciativas que van tomando las hijas de la patria en las horas sublimes  que las necesita y que ellas están dispuestas a volcarse en el campo de la guerra y empuñar las armas si necesario fuere, para estar al lado de sus seres queridos. Su generoso sentimiento que las anima en favor de la causa nacional".

         Esa mujer ha dignificado siempre al Paraguay con sus nobles inspiraciones y su convicción propia de que la salvación de la Patria es el interés primordial de todos los buenos hijos de esta querida tierra guaraní, que "han preferido siempre mil veces una muerte gloriosa, que ser objeto de las satánicas pasiones de los bárbaros enemigos que pretendieron el saqueo, las violaciones, la matanza y la expoliación de todo este pueblo".

         Cuando un pueblo está animado del más acrisolado civismo; cuando siente correr por sus venas la sangre inflamada por el patriotismo; cuando movido por ese

fuego sagrado cruza los campos de batalla entre el humo de los combates y el estruendo de los cañones con desdeñoso desprecio de los fuegos enemigos, para entregarse impasible a la defensa indeclinable de su independencia; ¡ese pueblo jamás puede ser vencido! porque la muerte y el sacrificio son para él timbres de gloria en defensa de su soberanía y libertad.

         "El Semanario" del 2 de febrero de 1867, publicó el reconocimiento especial de parte del gobierno de la República a las mujeres que se alistaron para asistir a los heridos en los hospitales de sangre, que con patriotismo y sentimiento humanitario curaban las heridas de los defensores de la Patria.

         Estas citas son testimonio elocuente del carácter de la mujer paraguaya y sus elevados sentimientos. El reconocimiento va fechado el mismo 2 de febrero de 1867. Reza así:

         "Recibid nobles hijas de la patria el reconocimiento y gratitud del gobierno y del pueblo paraguayo. Mediante vuestro esmero esos valientes guerreros forman otra vez en las filas del ejército nacional".

         "Habéis cumplido con dignidad y altura vuestra santa misión de llevar el alivio y el consuelo a los beneméritos de la patria que en su heroica defensa han recibido esas preciosas heridas que vosotros habéis curado con tanta voluntad y constancia".

         DIOS Y GOBIERNO OS AGRADECEN. FRANCISCO SOLANO LOPEZ, MARISCAL PRESIDENTE.

 

         Esta misma honrosa y, patriótica determinación cumplieron nuestras abnegadas enfermeras en nuestra segunda epopeya, la gloriosa gesta chaqueña del 32 al 35.

         La prensa, cuya misión preferente es poner de relieve las acciones distinguidas, y aplaudirlas con sincero y noble entusiasmo, cumplió ese grato deber, felicitando a las hijas de la Asunción por su ejemplar conducta, que las ha elevado a las alturas de las mujeres más célebres de la historia.

         Se lee en el N° 664 de "El Semanario", un artículo firmado por J. V., uno de cuyos párrafos dice:

         "Virtud sacrosanta vos oís, la que inspiráis de día y de noche sobre la cuna de vuestro hijo, la que anima el corazón del soldado y le conduce a la muerte en defensa de la patria, la que da fortaleza al mártir contra las amenazas de los tiranos y le hace que se acueste gozoso sobre el lecho de los suplicios, como el lecho nupcial de la verdad.

         Recibid, señoras, estas palabras que os dirijo, como el humilde homenaje de mi piedad y admiración a tanto modelo de patriotismo y virtudes cívicas.

         "Es de dominio público que las señoras han tomado una parte distinguida en la guerra que sostiene la República heroicamente contra los ejércitos de imperio del Brasil, de la Confederación Argentina y del Estado Oriental.

         "Benditas sean las paraguayas, virtuosas hijas de la patria. Vuestras inspiraciones son celestiales. Recibid los parabienes de la prensa nacional".

         Ya en los albores del gran duelo en que se halló empeñada la nación, la mujer se ganó un papel destacado en su historia. Desde la publicación de la memorable protesta del 30 de agosto de 1864, ofreció al gobierno sus intereses y cuanto podía hacer en bien de la causa nacional impulsada por el ardiente deseo de contribuir de algún modo en el servicio de la patria     en horas supremas de pruebas.

         Por su valiosa contribución en la defensa de la patria, una distinguida dama, doña Escolástica Barrios de Gill recibió del gobierno una distinción fechada el 16 de febrero de 1865.

         "Por su generosa, patriótica y penosa visita a los hospitales de Corumbá, adonde había ido con sus dos hijas solteras, María Emerenciana y Carolina que ascendieron a Teniente y Capitán, respectivamente; por sus relevantes méritos en la defensa nacional, a llevar a su costa, alimentos, limosnas y consuelo a los heridos, paraguayos". Esta matrona figuró en segundo término, después de Alicia Elisa Lynch, en donar la mayor cantidad de sus joyas y alhajas, y figuró entre las pocas damas condecoradas con la Banda de la Orden Nacional del Mérito.

         Pertenece tan ilustre dama a una de las familias de nuestra sociedad, la conocida familia Gill Aguinaga. En el copioso Archivo de don Juan Bautista Gill Aguinaga, hemos hallado y cotejado valiosísimos documentos originales, que en la medida que nos permita el tiempo iremos transcribiendo.

         El documento original trata de la "BANDA DE LA ORDEN NACIONAL DEL MERITO. EXCMO. MARISCAL  DON FRANCISCO SOLANO LÓPEZ PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY Y GENERAL EN JEFE DE SUS EJERCITOS "GRAN CRUZ DE LA ORDEN NACIONAL DEL MERITO", ha firmado el presente Decreto:

         El Ciudadano Francisco Solano López, Mariscal Presidente y General en Jefe de sus ejércitos, teniendo en consideración que Doña Rafaela López de Bedoya, Doña Tomasa Bedoya de Fernández, Doña Escolástica Barrios de Gill, Doña Cristina Alarcón Talavera, Doña Carmen Palacios, Doña Constancia Haedo de Benítez, Doña Concepción Abella de Riveros, Doña Pilar Ríos de Bruguez, Doña Clara Escato de Goiburú, Doña Pilar Vázquez de Ocáriz, Doña Genoveva Milaesi de Valiente, Doña Dionisia Rojas de Rojas, Doña Celedonia Barbosa de Ortellado, Doña Angela Franco de Pereira, Doña Ramona Insfrán de Codas, Doña Rufina Díaz de González; Doña De Jesús Colmán de Frutos, Doña Teresa Cuquejo de Amarilla, Doña Isidora Jiménez de Rosa, Doña Micaela Pintos de Bogarín, Doña Belén Somellera de Burgos y Doña Susana Céspedes de Céspedes, han merecido la diputación de sus conciudadanos por el ofrecimiento de sus joyas y alhajas y queriendo darles un testimonio público de estimación he venido en acordarles, como por el presente les acuerdo,  LA BANDA DE LA ORDEN NACIONAL DEL MERITO", con facultad de llevar el distintivo correspondiente, debiendo registrarse el presente Decreto en el Protocolo de la Orden".

         GRAN CUARTEL GENERAL DE PASO PUCU, 14 de setiembre de 1867

         F. S. LOPEZ.

 

         El Mariscal distinguió a las mujeres, por sus virtudes y méritos singulares.

         Se lee en las crónicas de la época:

         "Nuestras mujeres, en el siglo de la filosofía y de la libertad, de la razón y de la justicia, forman un comicio y en él preparan una gran asamblea de ciudadanas, donde confundidas todas las clases sociales, iniciaron "el recomendable pensamiento de presentar sus joyas y alhajas para la defensa de la Patria, y adornarse con el hermoso emblema del orgullo y majestad nacional".

         Estas valientes compatriotas no sólo ofrecieron sus adornos y joyas, sino también sus brazos, para empuñar las armas si necesario fuere.

         "El Semanario" del 26 de enero de 1867, S.H. N° 666, difundió un manifiesto del gobierno, que dice:

         "Dignas conciudadanas de la Capital y de la campaña; vuestros méritos singulares, vuestras virtudes sublimes, y vuestra abnegación sin par en los días de suprema prueba de patriotismo, están escritos con caracteres de oro en el gran libro de la Patria. Nosotros os congratulamos con toda la efusión de nuestra alma y hacemos sinceros votos por que el cielo os conceda un premio condigno a vuestras altas virtudes".

         “Vosotras sois dignas hijas de la Patria; vuestros hechos son heroicos en los momentos supremos de la nación, sois dignas de llevar el nombre de esposas, hermanas, hijas, madres, parientes y compatriotas de aquellos virtuosos ciudadanos que se sacrifican en la defensa de la Patria sin reservar ningún sacrificio, ofreciendo ante el mundo ejemplos palpitantes de acrisolado patriotismo, y de valor, abnegación y heroísmo que asombran a los mismos enemigos”.

         "Por nuestra parte felicitamos muy cordialmente a todas las hijas de la Patria por tan próspero suceso, por este rasgo de buen criterio, de ilustrado juicio del bello sexo nacional, y qué coloca a la altura y dignidad que corresponde a la otra mitad del muy ilustre y heroico pueblo paraguayo"

         "Cuál será el paraguayo que en el gran suelo patrio o en el extranjero, no se enorgullezca al presenciar o saber que sus compatriotas se elevan ventajosamente al rango de las mujeres célebres de la antigüedad con hechos tan sobresalientes?.

         "Adelante, conciudadanas, ha sonado la hora de estar de pie para salvar la patria definitivamente, o perecer juntos al pie del glorioso pabellón de la República, que tantas veces ha humillado ya a los negros pendones de la Triple Alianza".

         "Adelante, nobles patricias, el templo de la inmortalidad está edificándose en la Gran República del Paraguay. Venid, corred, votad inscribiéndolos como infalibles obreras de ese gran edificio; que sólo se levanta con sangre y sacrificio. Vosotras sois las infatigables compañeras del hombre. Seréis también nuestro orgullo".

         "Vivas a todas las hijas de la patria, marchad firmes por el buen sendero, inspiradas por los saludables principios del patriotismo. Vuestras acciones, vuestro interés por la causa nacional no serán empeñados".

         En "El Semanario" del 16 de febrero de 1867, fue inserta una crónica según la cual en la noche del 10 de enero de 1867 se reunieron en casa de Doña Escolástica Barrios de Gill, donde tuvo lugar una escena sublime de abnegación; allí, con el fuego inspirado por la más exquisita sensibilidad se pronunciaron discursos, y, a una sola voz dijeron:

         “Nos hemos reunido aquí con el objeto que acordemos la manera como debemos ofrecer al digno Presidente nuestras joyas y alhajas, y si estas prendas nos son estimables y forman el adorno de nuestros pechos, más estimables son la dulce libertad y el valeroso guerrero que la defiende; nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros esposos, nuestros hijos y nuestros deudos que han puesto en ara de la patria sus vidas y su sangre. Si esta patria perdiese podríamos sobrevivir a la afrenta de vernos esclavizadas y dejar al invasor por trofeo nuestras joyas?. No lo permitiremos; y la afrenta de ellos es pequeña para los gloriosos sacrificios que demandan el deber, en las solemnes circunstancias que atraviesa la nación. Sirvan pues, para aumentar los elementos de guerra. La salud de la patria, la salvación de la República, son la ley suprema". La prensa se hizo eco de la viva satisfacción que despertó el gesto iniciado por las hijas de la República para ofrecer sus joyas y alhajas con el fin sagrado de tomar parte en la salvación de la independencia y soberanía nacionales.

         Dice un párrafo del artículo aparecido en el "Semanario":

         "Adelante conciudadanas, ha sonado la hora de estar todos juntos para salvar la patria definitivamente; o perecer juntos al pie del glorioso pabellón de la República, que tantas veces ha humillado ya a los negros pendones de la Triple Alanza.

         "La mujer paraguaya se despojó de sus adornos         y alhajas para ofrecerlos en aras de la independencia, y busca al pie del pabellón la sombra de sus gloriosos calores para enardecer su pecho y armar su diestra con la vigorosa lanza que en otro tiempo postró al orgulloso pabellón de Castilla".

         "El Semanario" del 2 de marzo de 1867, Nº 671, publica lo siguiente:

 

         LA GRAN ASAMBLEA DE LAS HIJAS DE LA ASUNCION.

 

         Según las crónicas de la época, grandioso ha sido el cuadro presentado por las distinguidas compatriotas en aquella noche memorable del 24 de febrero a las ocho de la noche, en la plaza 14 de Mayo, donde la mujer se mostró bella y majestuosa. Reunidas todas las clases sociales, fue la primera vez que se realizaba un acto de esta naturaleza, en que bajo el resplandor de una hermosa iluminación, flameaba el glorioso estandarte nacional. Esa noche la mujer paraguaya ha ofrecido el rasgo más elocuente de su amor a la patria, su alma noble y grande ha entrado en la plenitud de sus derechos y fueron las forjadoras de la PRIMERA ASAMBLEA AMERICANA, según comenta la prensa.

         Antes de iniciar el acto, se oyeron frases, como:

         ¡Viva la República del Paraguay!.

         ¡Viva la Independencia del Paraguay!

         ¡Viva, la Independencia Nacional!

         ¡Viva el ilustre Mariscal López, valeroso defensor de nuestros derechos!

         ¡Vivan los invencibles ejércitos de la República!

         ¡Gloria a la mujer paraguaya!

         ¡Atrás el invasor Imperio y sus cobardes aliados!

 

         En aquella, solemne asamblea, usó de la palabra la más anciana de las damas presentes, Doña Del Carmen         Speratti de Martínez, quien pronunció estas elocuentes palabras:

         "Nos hemos reunido, amables conciudadanas, esta noche con el objeto de hacer una ofrenda patriótica en las solemnes circunstancias en que se encuentra la nación. La mujer no debe quedarse atrás, pues hijos, hermanos y deudos están luchando con valor con sus lanzas, por mantener incólume el sagrado testamento que nos dejaron nuestros abuelos.

         Veo, honorables matronas, en vuestros semblantes la llama del patriotismo que os agita, y quisiera que escuchasteis a una de las más ancianas de esta Honorable Asamblea cuya edad proyecta, le da el derecho de la iniciativa.

         La vejez es un respetable sacerdocio, un verdadero patriarcado, con cuyo título me permito someter a vuestra consideración el siguiente proyecto:

         Las hijas del pueblo de la Asunción han acordado espontáneamente en varias reuniones que han tenido:

         1°: Ofrecer todas las joyas que poseen y   con que adornan sus personas, al Jefe supremo de la nación, para contribuir en parte a los gastos de la guerra.

         2° Solicitar el beneplácito de S.E. para el uso de los colores nacionales en lugar de las joyas que ofrecen en aras de la Patria.

         3°. Que reunida la Asamblea General de señoras se nombre una Comisión que entienda en la realización de éste grande pensamiento.

         4º. Esta Comisión se entenderá también con las Comisiones de campaña, para recibir sus ofertas.

         5°. La Comisión mandará hacer un libro elegante para consignar en él, el documento de ofrenda del bello sexo nacional, en términos convenientes, y que firmarán 200 señoras.    

         6°. En el mismo libro se consignarán las copias de las actas relativas tanto a la reunión de la Capital como de campaña.     

         7º. La misma Comisión llevará un libro en que asentará los nombres y las alhajas, que cada ciudadana manifiesta al fin expresado.

         8°. Cuando ya esté realizado todo éste pensamiento, se reunirá otra vez en esta Capital, la Asamblea General, para nombrar una Comisión de ciudadanas que deba encargarse de representar personalmente a S.E. el Señor Presidente de la República el libro mencionado, y solicitar la aceptación de los donativos, y él uso de los colores nacionales"

         ESTE FUE EL LIBRO DE ORO, que las mujeres paraguayas ofrecieron al gobierno, desprendiéndose de sus adornos más estimables. A los cien años de aquella epopeya que sacrificó todo un pueblo, creemos y queremos que esta valiosa reliquia que se encuentra actualmente en el Museo Histórico Nacional de Río de Janeiro, vuelva a nuestra Patria.

         Para completar la realización de nuestros anhelos y cicatrizar las heridas dolorosas que sentimos todos los paraguayos al rememorar aquél pasado, levantemos el corazón y demos ejemplos palpitantes de nuestras bellas tradiciones, recordando que tenemos un pasado lleno  de glorias inmarcesibles.

         Seamos nosotras las mujeres las gestoras de este movimiento patriótico.

         Para ello no escatimamos esfuerzos, unamos nuestras fuerzas todas juntas abrazadas bajó la tricolor bandera y entonemos las marciales estrofas del himno Nacional, imbuidas del santo propósito de labrar el porvenir venturoso de nuestra querida patria.

         Si en la guerra fue posible nuestra unión para dar a nuestra patria la aureola de tanta gloria, cómo no sería ella posible en la paz, para labrar su grandeza?

 

 

 

LA MUJER PARAGUAYA por MANUEL DOMÍNGUEZ

 

         Generoso extranjero, te sentiste conmovido por lo que sufrieron nuestras madres. ¡Cómo no! Ni el dolor ni el heroísmo tienen patria; lo dijo un compatriota suyo.

         En el orden moral como en el estético no existen banderas.

         El corazón no es argentino, ni paraguayo; es humano.

         No sabemos quien dijo que el alma de las creaciones literarias es la sinceridad. Los grandes escritores son los que no saben mentir. La emoción estética, como el pudor, no se finge. Y solo la expresa y la despierta quien la siente.

         El autor de ¡Salve María! es un escritor sincero. Se sintió conmovido ante el sacrificio de la espartana americana y conmueve a su vez.

         Allá en su imaginación de artista se representó el dolor de nuestro pueblo, y lo encarnó en esa alma lacerada.

         Y esa mujer que tanto ha sufrido, tenía corazón.

         Es hermosa, apasionada y buena.

         No merecía tan triste destino.

         Nació para embellecer la vida.

 

         Había nacido en este suelo de las grandes armonías, para realizar sueños, realidad y felicidad. Pero vino la tormenta, vino la guerra y en su furia TODO lo arrastro, llevo a sus padres, llevo al amante y al hermano.

         El ángel del hogar, melancólico como el destino dé la raza guaraní, se envolvió con la bandera amada y se batió al lado del padre, del esposo y del amante.

         Y en el bosque altivo, donde gime el viento y llora el urutaú solitario, lloró ella también! Lloró su inmensa desventura.

         Canta poeta, canta a esa pobre mujer que no ha escrito libros, pero ha fundado una nación. No es paraguaya, es la heroína de la humanidad.

         El dolor que soportó la mujer, inspiró a poetas e historiadores.

 

CONTRIBUCIÓN MATERIAL DE LA MUJER PARAGUAYA

PRIMERA ASAMBLEA AMERICANA DE MUJERES

Y LA HISTORIA DEL LIBRO DE ORO.

 

         En las solemnes conmemoraciones de los pueblos se suelen evocar acontecimientos trascendentes que gravitaron en el desarrollo cultural de esos mismos pueblos y de otros, y que a pesar de su importancia han quedado olvidados en los archivos, sin darles jamás la debida resonancia. Por ello creemos que la asamblea citada merece especial mención en la conmemoración de la Epopeya, por tratarse de un gesto heroico de las mujeres paraguayas, que lo dieron todo de sí, hasta lo más sagrado, para sostener con hidalguía la libertad, la independencia de la República y el respeto a nuestra soberanía.

         Grata satisfacción despertó en la Capital y en el campo, el patriótico pensamiento de las señoras y señoritas para realizar en este corazón de la América del Sur, LA PRIMERA ASAMBLEA AMERICANA DE MUJERES, que tuvo trascendencia continental.

         El generoso ofrecimiento de sus joyas y alhajas para la defensa de la patria, sólo ocurrió también en otro rincón sudamericano, cuando las mujeres mendocinas se despojaron de sus joyas para equipar y mantener al ejército libertador, a ese ejército glorioso de San Martín, de aquel Capitán que como Bolívar fue uno de los grandes libertadores de América.

         "El Semanario" del 26 de enero de, 1867, S.H. N° 66, publicó estas líneas:

         "En el pábulo de las conversaciones de las familias entre sí, y en general se manifiesta ansiedad por la más pronta realización de aquel noble propósito".

         "Hacéis bien, dignas compatriotas; pensando como mujeres qué aman verdaderamente la patria en sus momentos solemnes, todos los hijos de este suelo debemos uniformar nuestros pensamientos y nuestros deseos: LA SALVACION DE LA PATRIA ES NUESTRO COMÚN INTERES".         

         La prensa se enorgullece de mencionar actos tan recomendable y dignos de las madres, esposas, hermanas, hijas y parientas de los bravos defensores de la patria, que vierten su sangre generosa en los campos de batalla, sostenido con hidalguía esas caras prendas de sus afecciones, y todos sus altos intereses".

         El cronista de la época da énfasis a tales reuniones y acuerdos, cuyas finalidades son:

         1º. El más decidido entusiasmo por la causa nacional.

         2º. La formal decisión de entregar sus joyas, alhajas en aras de la patria para contribuir a la defensa de la causa nacional.

         3º. Que todas quieren volar al campo de honor a donde está el Señor Presidente Mariscal López, para ofrecer a su excelencia sus alhajas y hasta sus brazos para combatir a los negros del Brasil y sus aliados.

         4º. Que hasta las señoras más ancianas presentan un rostro marcial al tratar sobre cosas que se relacionan con la guerra".

         Esta explosión de entusiasmo se propagó por todo el interior de la República.

Figura una lista de activas compatriotas que se han distinguido en la Capital en los distritos de la Encarnación, de la Catedral y de San Roque. Ellas son:

         Lorenza Ortiz, Catalina Aquino, Asunción y Encarnación Vergara, Andrea Insfrán, Trinidad Colunga de Espín, Del Carmen Rejalaga, Antolina Espínola, Saturnina Burgos, Del Pilar Brizuela, María del Rosario Brizuela, Encarnación Franco de Manzano. Estas señoras y señoritas infundieron fervor y entusiasmo, con palabras sencillas, pero elocuentes y también con discursos patrióticos algunas de ellas.

         Sigue comentando el mismo número, del Semanario:

         "Nosotros damos también un ¡Viva! a todas las hijas de la patria que con motivo de reunirse para ofrecer sus alhajas al Supremo Gobierno, para tomar parte de la defensa nacional, han manifestado también con franqueza y sinceridad que prontas estaban para todos los servicios públicos, y aún para tomar la lanza, el hacha, o sea el asador para clavarlo en el corazón del perverso enemigo que pretende conquistar nuestra patria". ¡Salve, MUJER PARAGUAYA!. Se ha hecho célebre en la tribuna. La prensa os saluda, porque la grandiosa Asamblea de los últimos días de febrero, es una página en la brillante historia de la heroica patria que sostienen los esforzadas hijos de la República".

         He aquí el Acta respectiva de aquella Asamblea, realizada en la Plaza 14 de Mayo, a las 8 de la noche, el 24 de febrero de 1867:   

         Fue presentada a la consideración general el acta cuyo tenor es el siguiente:

         "En la Ciudad de la Asunción, Capital de la República del Paraguay, a los veinticuatro días del mes de febrero de mil ochocientos sesenta y siete, hallándose reunidas las hijas de la Asunción en la Plaza de 14 de Mayo con el digno propósito de concertar los medios de llevar a debido efecto el patriótico sentimiento que ha nacido en su seno, y del que ya han ocupado ya en anteriores reuniones particulares, en que todas las ciudadanas han manifestado con noble espontaneidad y generoso desprendimiento los sentimientos de abnegación y patriotismo de que se hallan animadas, para concurrir al sostenimiento y defensa de la Independencia Nacional amenazada con todos sus intereses, y habiéndose ocupado con la debida detención de tan alto objeto, y ofreciendo todas las alhajas que harán el adorno personal de la ciudadana Paraguaya en los días de la paz pública, no podían tener en los de prueba destino tan honroso, ni colocación más conveniente que formando la ofrenda de las hijas de la Patria para contribuir a la defensa y afianzamiento de la soberanía nacional, la más preciosa joya cuya conservación pertenece a todos y por la que se sacrifican gloriosamente las vidas de los ciudadanos incomparablemente más caros que las que ellas ofrecen a la patria en las especialísimas circunstancias por que pasa, en cuyo mérito preferían únicamente ostentar en lugar de sus alhajas el adorno de los colores nacionales que flamean en los campos de batalla, como el signo de las victorias y las glorias de la República. Aclamaron todas y espontáneamente, y con las más altas pruebas de entusiasmo, ofrecen para los gastos de la guerra que tan heroicamente sostiene la nación, las alhajas y las joyas que poseen, y que al mismo tiempo de solicitar del Excmo. Señor Presidente de la República, la aceptación de su ofrenda, quisieran obtener de su beneplácito el propósito que hacen de adornarse durante la guerra con el glorioso atavío de los colores del triunfante pabellón nacional, en que, manifiestan habrán de envolverse para la salvación y servirá de mortaja a todas las mujeres del Paraguay, resueltas a imitar el noble gesto de los heroicos defensores de la Patria, y que después de haber considerado los medios de realizar el pensamiento, han resuelto de común acuerdo lo siguiente:

         1°. Queda nombrada del seno de esta Asamblea una Comisión en número de doce personas, compuesta de las siguientes señoras: doña Josefa Antonia Carrillo de Escalada, doña Escolástica Barrios de Gill, doña Josefa Mora de Haedo, doña Carmen Palacios, doña Antonia Alarcón de Talavera, doña Tomasa Bedoya de Fernández, doña Rosalía Mazó de Chirife, dolía Clara Escato de Goiburú, doña Felipa Molinas, doña Rosa Aquino, doña Trinidad Colunga de Espínola, doña Mercedes Ibarra.

         2º. Son atribuciones de la Comisión: 1°) Representar al bello sexo de la Asunción, en todo lo que sea concerniente al laudable objetó de ésta reunión general.

         3º. Emplear todas los medios a su alcance para la pronta y eficaz realización del patriótico pensamiento; aceptar la adhesión y asociación de las compatriotas de los pueblos de campaña que participan del mismo pensamiento, poniéndose de acuerdo con sus comisiones para el más exacto y esmerado cumplimiento de su cometido.

         4°. La Comisión Directiva mandará hacer un libro con la elegancia posible en las circunstancias actuales y consultando la brevedad posible del tiempo; y en él será consignado el documento de ofrenda del bello sexo nacional, en los términos más propios y convenientes, debiendo ser firmado por doscientas señoras de la Capital y de la campaña.

         5°. En dicho libro serán igualmente consignadas todas las copias de las Actas relativas tanto de las reuniones de la Capital como de la campaña.

         6º. La Comisión de señoras abrirá un libró en que se llevará razón de los nombres de las alhajas que cada ciudadana manifestase para el fin esperado.

         7º. Constando la adhesión en forma de las Villas y Partidos de campaña una Asamblea General nombrará la Comisión de ciudadanas que debe encargarse de presentar personalmente a S.E. el Señor Presidente de la República, el libro mencionado, y solicitar la aceptación de los donativos y el uso de los colores nacionales, expresando a su vez la voluntad unánime y decidida del bello sexo nacional y poner todos los medios a su alcance para contribuir a la salvación de la Patria, que aquel gran soldado y digno Magistrado de la Nación sostiene con honor y gloria a la cabeza de sus denodadas legiones.

         8°. Que las presentes deliberaciones quedan consignadas en esta Acta que se conservará para perpetuar memoria, debiendo ella ser autorizada con la firma de cincuenta señoras de esta Asamblea.

         Con lo cual se dio por terminado este acto, y se procedió a la firma de la manera siguiente:

         Josefa Antonia Carrillo de Escalada; Escolástica Barrios de Gill, Ana Josefa Mora de Haedo, Juana Inocencia López de Barrios, Carmen Palacios, Antonia Alarcón

de Talavera, Tomasa Bedoya de Fernández, Rosalía Mazó de Chirife, Clara Escato de Goiburú, Felipa Molinas, Rosa Isabel Aquino, Trinidad Colunga de Espínola, Mercedes Ibarra, Manuela Bedoya de Barrios, Del Carmen Speratti de Martínez, Cesárea Carísimo de Urdapilleta, Del Pilar Ríos de Bruguez, Rafaela López de Bedoya, Ignacia Peralta de Mazó, Josefa A. Cohene de Mora, Natividad Perina de Gorostiaga, Luisa Bedoya de Legal, Mercedes Aguilera de Bedoya, Inocencia Acosta de Legal, Constancia Haedo de Benítez, Manuela Gill de Milleres, Juana P. Fleitas de Carreras, Dolores Gill de Dentella, Aurelia Gómez de Urbieta, Bárbara Machaín de Haedo, María Antonia Quevedo de Egusquiza,  Venancia Triay de Stewart, Dolores Resquín, Adelaida Rojas, Concepción Obella de Riveros, Ramona Egusquiza, Irene Ocáriz de Pereira, Dolores Escauriza de Espora, Francisca Cordero de Pereira, Pilar Vázquez de Ocáriz, Nicolasa Jiménez de Larrosa, Isabel Aldas de Espínola, Sebastiana Pérez, De los Ángeles Román, Ignacia Peña de Escato, Andrea Insfrán, Inocencia Quiroga, Susana Marín, Zoila Moreno, Josefa Pereira y Brigida Riquelme".

         Leída esta Acta oportunamente, fue aprobada por la Asamblea:

         Con entusiastas aclamaciones, se procedió a la firma en sus más brillantes páginas, y Dios premiará tan noble al pie del Acta que precede.

         Su Excelencia el señor Vice-Presidente de la República, don Francisco Sánchez estuvo presente con los altos funcionarios y las corporaciones del Estado en los momentos más entusiastas de la Asamblea.

         Al terminar la sesión tomó la palabra el Vice-Presidente Sánchez, y dijo que con sumo placer había presenciado aquel cuadro sublime de patriotismo en que la voz angelical de la mujer se alzaba en el espacio, entonando las glorias de la patria y las hazañas de los héroes de la República, a quien las nobles hijas de la Patria ofrecían el justo tributo de su admiración y gratitud para coadyuvar en la defensa heroica de la libertad, la honra y la soberanía de la Nación, que sostiene con tanta gloria a la cabeza del valeroso e invencible ejército nacional, el Excmo. Mariscal-Presidente Dn. Francisco Solano López.

         Siguió en el uso de la palabra, S.E. el Señor Ministro de Relaciones Exteriores, don José Berges, quien pronunció un elocuente discurso: "El patriotismo y decisión de las nobles hijas de la República, que después de haber recibido en sus brazos a los dolientes de la patria, llevándoles al lecho del dolor el consuelo y la alegría, colmando sus sufrimientos y cicatrizando sus heridas gloriosas, venían a ofrecer en aras de la Patria sus joyas y alhajas para ayudar al sostén de la sagrada causa de la libertad, que el jefe supremo de la República defiende gloriosamente contra la Triple Alianza". Terminó con estas palabras: "La Patria os queda agradecida, la historia os reserva un gran renglón que será consignado en sus más brillantes páginas, y Dios premiará tan noble abnegación, dándoos felicidades en el hogar doméstico".

         Ardorosos discursos continuaron en el orden siguiente: Deán Eugenio Bogado, don Vicente Urdapilleta, el Capitán Bareiro, don Saturnino Bedoya, doña Antonia

Alarcón de Talavera, doña Manuela Gill de Milleres, doña Andrea Insfrán.

         El mismo "Semanario" del 2 de marzo de 1867 comenta las Asambleas que se llevaron am cabo en las ciudades de Luque, Itá, Itauguá. Firmaron por Luque:    doña María Dolores Pereira de Palacios y doña Carmen Espínola.

         Por Itá: doña Encarnación Marín, doña Apolinaria Mereles, doña Fortunata Sosa, doña Teresa Aponte, doña Felicia González, doña Magdalena Pereira, doña Lucía Ramírez, doña Dolores Fleitas.

         Por Itauguá: doña Felicidad Figueredo de Báez, doña Pascuala Rivas, doña Rosario Centurión de Bazán, doña Flora Almada de Manrique; doña Ursula Moreno de Yegros, doña Antonia Cardozo de Candia, doña Lina Valdés de Rodríguez, doña Prudencia Argüello de Vera, doña Francisca Vera de Urdapilleta, doña Isabel Filártiga de Ortellado.

         El 14 de marzo de 1867 se reunió la Asamblea en Villeta, con el mismo fin. Hablaron en la ocasión, doña Teresa Dejesus Cuquejo de Amarilla, doña Blasia Falcón de Haedo, doña Dolores Idoyaga.

         En el archivo particular del señor Juan Bautista Gill Aguinaga se guardan las setenta y una Actas de las poblaciones, en las cuales las damas de ellas ofrecen sus joyas y alhajas al gobierno nacional, para contribuir al sostén de la guerra contra la Triple Alianza.

         En tales magnas Asambleas se escucharon discursos elocuentes, qué demuestran la refinada cultura que tenían nuestras mujeres.

         A continuación transcribiré algunos discursos, que constituyen motivo de legítimo orgullo para nosotras, que somos sus herederas:

         La exposición de doña Escolástica Barrios de Gill es elocuentísima.       Dice así:

         "Conciudadanas: Es indecible la satisfacción que tengo al tomar la palabra, contemplando, que la sociedad de nuestro Sexo, que hoy se encuentra en esta Honorable Asamblea popular, la veo íntimamente animada de los más vivos sentimientos patrióticos, que inflaman los corazones de todas las hijas de la Asunción por manifestar su entusiasta decisión, el laudable pensamiento nacido en su seno de ofrecer en aras de la Patria todas las joyas y alhajas que poseemos, y que sirven de ornato a nuestras personas. Podemos congratularnos hoy por haber llegado el momento de manifestar a la Patria nuestra ofrenda, para coadyuvar a los gastos de la gloriosa defensa de la causa nacional.

         Hoy que nos hallamos reunidos con el laudable propósito de tratar y llevar a efecto, tan grandioso pensamiento, hemos acordado los medios más eficaces de su realización para ofrecer en todo espontáneamente y en debida forma al jefe supremo de la Nación, el pequeño contingente de nuestras alhajas, con que deseamos tomar parte en la salvación de nuestra patria.

         Este pensamiento que altamente honra a nuestro sexo, y la unión y fraternidad que siempre ha reinado entre nosotras, me hace concebir la más lisonjera esperanza de que nuestra resolución será cómo siempre unánime, decidida y sin ejemplo. Porque qué valor pueden tener las alhajas de que hoy intentamos despojarnos, para ofrecerlas a la Patria, cuando la sangre que corre por nuestras venas, es la que se está sacrificando en holocausto de la libertad de nuestra Patria?.   Y qué sacrificio, por grande que sea, podremos hacer para igualar al que están haciendo en el campo del honor, nuestros ilustres conciudadanos ¡Ninguno!, señoras, ninguno!.

         "Se dilata mi corazón por encontrar un sacrificio más condigno que ofrecer a la Patria, en circunstancias de la guerra en que nos hallamos, y no pudiendo encontrar uno que se asimilé siquiera a la heroicidad y bravura con que defienden nuestros guerreros los sacrosantos derechos de la Patria, nos limitaremos a ofrecer también los débiles servicios de nuestro sexo, para aliviar si es posible, con el bálsamo purísimo de nuestra tierna afección y viva solicitud por las dolencias de los mártires de la Patria, y prodigándoles el consuelo y cuidado de lavar sus gloriosas heridas por nuestras propias manos.

         "Mostremos también al mundo, señoras, que no somos indiferentes al sacrificio heroico de nuestros hermanos, y a la defensa de la libertad, que se trata de arrancarnos ignominiosamente por nuestros crueles e infames enemigos; que somos capaces hasta de empuñar las armas y entrar en las filas de los bravos de la Patria, para acompañarlos en el sacrificio y en sus heroicidades; que nuestra adhesión íntima al Magistrado Supremo de la Nación, la unión y decisión por la causa sagrada que sostenemos, es inextinguible en nuestros corazones, y que la nacionalidad paraguaya se honrará de la memoria del mundo, sólo cuando se hubiese agotado ya la sangre de todos sus hijos en general.

         Tal es mi fe y la convicción que abrigo, en vista de la decisión creciente e inalterable de todos los hijos de esta Patria".

         Digamos pues, dignas conciudadanas:

         ¡Viva la libertad de la República!

         ¡Viva el ilustre Mariscal López!

         ¡Viva el bravo e invencible ejército nacional!

 

         Doña Teresa S. de Lamas dijo: "He perdido a mi esposo en esta guerra cruel que nos hacen tres naciones; he perdido también otros seres queridos, y sólo me quedan en el desastre mis hijos y mis alhajas.Demasiado pequeños los primeros para ofrecerlos, hoy vengo a depositar en el altar de la patria todas mis joyas para que ellas contribuyan a sostener la defensa de nuestra bandera".

         Doña Carmen Speratti de Martínez se expresó así: "Nos hemos reunidos amables ciudadanas, esta noche con el objeto de hacer una ofrenda patriótica en las solemnes circunstancias en que se encuentra la nación. La mujer no debe quedarse atrás en el glorioso camino del sacrificio, que nuestros padres, esposos, hijos, hermanos y deudos están abrazando con el valor de sus lanzas, por mantener incólume el sagrado testamento que nos dejaron nuestros abuelos.

         Veo, honorables matronas, en vuestros semblantes la llama del patriotismo que os agita, y quisiera que escuchaseis a una de las más ancianas de esta Honorable Asamblea, cuya edad proyecta le da el derecho de la iniciativa. La vejez es un respetable sacerdocio, un verdadero patriarcado, con cuyo título me permito someter a vuestra consideración el siguiente proyecto":

         Los artículos tratan del ofrecimiento de sus joyas y alhajas, al gobierno.

         Doña Esperanza Peralta de Mazó dijo:

         "El proyecto presentado por la respetable matrona doña Del Carmen Speratti de Martínez, ha merecido la más amplia aprobación de esta asamblea, y al adherirme a él con el mayor entusiasmo y satisfacción, me permito ofreceros una nómina de señoras, para la realización del artículo 31 del proyecto aprobado ya. Las señoras que en mi concepto pueden ser nombradas para la Comisión encargada de realizar el gran pensamiento son:

         Doña Josefa Carrillo de Escalada.

         Doña Escolástica Barrios de Gill.

         Doña Ana Josefa Barrios de Haedo.

         Doña Carmen Palacios.

         Doña Antonia Alarcón de Talavera.

         Doña Tomasa Bedoya de Fernández.

         Doña Rosalía Mazó de Chirife.

         Doña Clara Escato de Goiburú".

 

         Esta lista fue aceptada por unanimidad.

 

 

 

 

MENSAJE DE LAS MUJERES AL MARISCAL LÓPEZ

 

         El 15 de agosto de 1866 don José Falcón fue designado para presidir la delegación especial encargada de hacer entrega al Mariscal López del Álbum, la bandera y la banda con que el pueblo paraguayo le obsequiaban en su aniversario, el 24 de julio.       

         El álbum llevaba escrito un mensaje al Mariscal López, cuyo texto es el siguiente: "El pueblo paraguayo, animado por el supremo sentimiento de gratitud a los inefables bienes que ha reportado de la mano sabia y protectora de V.E., de las clásicas virtudes que le adornan, de sus esclarecidos patriotismo, y de su talento singular; publicado en su honor, su grandeza y su gloria, siente la más viva satisfacción de consignar en este documento que, en la lucha gigantesca que actualmente sostiene la República en defensa de su independencia y soberanía. V.E. es el áncora salvadora de la Nación... Todos y cada uno de los hijos de la gran familia paraguaya ofrecen nuevamente sus vidas y fortunas, para triunfar definitivamente de los gratuitos enemigos del Paraguay que, por su inicuo tratado de alianza del 19 de mayo de 1865, han decretado la esclavitud y la muerte de la República, pues la resolución de todos y cada uno es "Vencer o Morir" en el empeño, prefiriendo sepultarse más bien en las ruinas de la Patria, que arrastrar envilecidos las cadenas del conquistador"

         ... Los eminentes servicios de Vuestra Excelencia a la Nación nos han impulsado en estos momentos solemnes a presentar a V.E. el débil obsequió del presente Album, construido no con la magnificencia que corresponde a la augusta persona de su dedicatoria, sino conformé a los escasos elementos que proporcionan las actuales circunstancias, consignando en él, por este documento, la sincera expresión de nuestra admiración y gratitud a los esclarecidos servicios de V.E., realizados por los que presentemente consagra con heroísmo en aras de la Patria".

         Firman por los hombres: Francisco Sánchez, José Berges, Francisco Bareiro, Gumersindo Benítez, Saturnino Bedoya, José Falcón, Pablo A. González, Felipe Milleres, Benjamín Urbieta, Eugenio Bogado (Deán), Juan Evangelista Barrios, Arcediano, J. Gaspar Téllez, Gerónimo Becchi, José Vicente Urdapilleta, José M. Escalada.

         Las damas hicieron, su presentación por separado.

         La bandera y la banda obsequiadas por las mujeres llevaban también una presentación escrita, en la cual se decía: "Las hijas de la Patria        que participan de los mismos sentimientos nacionales de los ciudadanos que han armado sus brazos para combatir a las órdenes de V.E. bajo el estandarte de Paz y Justicia, tienen la honrosa satisfacción de levantar su vista hacia V.E. y de mezclar, su débil voz a las entusiastas felicitaciones que todos los patriotas, y aún los extraños de ambos sexos, tributan a V.E. con la más viva emoción. Es a V.E:; Excmo. Señor, a quien aclaman con justicia como el Héroe de la República; el Defensor de la Libertad e Independencia nacional, el Padre de la Patria. Y es decir la verdad, Excmo. Señor, cuando se expone que la gratitud nacional hacia V.E. es inexplicable, porque dónde encontrar palabras capaces de expresar debidamente este noble sentimiento?.

         La generación presente y más aun la posteridad bendecirá el nombre inmortal de V.E., cuya ilustrada Administración, es la época feliz de las glorias de la Nación, que bien pronto hará brotar una paz secular y con ella los goces del progreso y de la civilización. En los anales de la historia brillarán los gloriosos episodios de la presente guerra de la República en sostén de principios tan elevados, y la noble figura de V.E. ocupará un lugar distinguido entre los grandes Capitanes que han sabido colocar sus nombres ilustres en el templo de la inmortalidad".

         Firman el mensaje: Ana Josefa Mora de Haedo, Tomasa Bedoya de Fernández, Escolástica Barrios de Gill; Juana Riera de Caminos, Jovita M. de Ramírez, Dolores

Sion de Pereira, Nicolasa Jiménez de Larrosa, Mercedes Mazó de Garcete, Juana V. Céspedes, B. Luisa Bedoya de Legal, Fortunata Núñez de Urbieta, Bernarda García

Barrios; Dolores Gill de Dantella, Asunción Pesoa de L., María Dolores Jovellanos de Soler, Antonia Benita Alarcón de Talavera, Catalina R. de Rivarola, Josefa A. Cohene de Mora, Manuela Otazú.

         Las damas de la Asunción, cuando se enteraron del    Tratado Secreto de la Triple Alianza, se unieron para emitir su voz de protesta y ofrecieron sus brazos generosos para empuñar las armas si necesario fuere, para salvar la República.

         La mujer paraguaya no sólo donó sus joyas y alhajas, sino que ofreció sus servicios en los hospitales de sangre, en las tareas agrícolas, en las pequeñas industrias caseras, en los campos, en los empleos dejados por los hombres, en la enseñanza, y hasta en las campañas guerreras, demostrando valor inigualable y patriotismo singular en las epopéyicas acciones.

         La indignación que produjo en el pueblo paraguayo el texto del Tratado Secreto de la Triple Alianza, afectó también al sexo femenino. Enterado del inicuo Tratado, se reunieron en la Asunción y dieron a conocer su parecer al Vice-Presidente Sánchez, su protesta y su ofrecimiento para empuñar las armas en defensa de la Patria. Hicieron uso de la palabra las señoras, Eleida Peña de Molinas y Escolástica Barrios de Gill: "La mujer paraguaya", dice la primera, "tiene ya hecha su resolución indeclinable al pie de los altares de la Patria: o morir con ella antes que sea vilipendiada por el desnaturalizado enemigo que pretende despojarnos de nuestras virtudes, de nuestro honor y de nuestra Patria".

         Natalicio de María Talavera comenta en "Él Semanario" que las mujeres se acercaron "con frenesí" al Vice-Presidente Sánchez y ofrecieron sus brazos para empuñar las armas y derramar hasta la última gota de sangre en defensa de los derechos e instituciones y en sostén del beneficio del gobierno del Mariscal López". Decían que sólo esperaban una orden "para ponerse en caminó al lugar del combate". El Vice-Presidente Sánchez agradeció emocionado la actitud de las mujeres y prometió dar traslado del ofrecimiento al Presidente de la República.

 

 

RASGOS Y HEROICOS DE LA MUJER

 

         Así como la mujer de la epopeya demostró rasgos de sublimidad moral, así también sobresalió por su heroísmo insuperado.

         Tengo en mi poder la fotocopia de un importantísimo documento de la proclama de las mujeres de Pirayú, que enaltece nuestro espíritu y compromete nuestra gratitud. Este pronunciamiento es del 5 de enero de 1868, y la fotocopia aludida es colaboración del historiador nacional Prof. R. Antonio Ramos, quien hurgando en Archivos del Brasil encontró este valioso documento cuyo original se encuentra en el Archivo del Museo Histórico y Geográfico de Río de Janeiro.

         Las mujeres de Pirayú, reunidas en Asamblea, resolvieron dirigirse al gobierno de la República, ofreciéndose a marchar al frente de operaciones para secundar “con sus brazos y sus pechos, los generosos       y decididos esfuerzos de sus dignos conciudadanos", para lo cual pidieron se las instruyese en el manejo del fusil y de la lanza, en la seguridad de que su entusiasmo no desmerecería el valor de sus padres hasta "vencer o morir".

         Se constituyó una Comisión integrada por: Susana Caballero de Báez, María Brito de Aquino, Dominga Simbrón de Méndez y Pilar Caballero de Maldonado, para comunicar su heroica determinación.

         El Jefe de Milicias de Pirayú,- Blas Espínola, comunicó al Vice-Presidente Sánchez la valerosa petición de las damas de dicho pueblo, manifestando que todas las vecinas se proponen tomar las armas y arrojarse con intrepidez y decisión en la palestra de la guerra que, con brillo y denuedo, sostiene nuestro esclarecido campeón, el Mariscal-Presidente de la República, con sus valerosas legiones contra la negra e infernal maquinación de la expirante Triple Alianza''.

         El Vice-Presidente Sánchez dijo al Jefe de Milicias de Pirayú, que comunicase a las vecinas que "el memorial prueba un acendrado patriotismo",        y qué el citado memorial "llegará en primera oportunidad al conocimiento del Excmo. Pte. de la República, y que será de su aprobación, y es de mi mayor agradecimiento".

         El ejemplo de las mujeres de Pirayú se repitió en varias oportunidades. Consecuentes en sus ofrecimientos e impulsadas por el ardiente deseo de contribuir de algún modo al servicio de la patria en las horas difíciles, dieron ejemplos palpitantes de grandeza, decididas a no economizar esfuerzos ni sacrificios en defensa dé la causa nacional; prefirieron morir al lado de sus héroes antes que caer en manos de los odiosos enemigos.

         La prensa de la época comenta un gesto heroico de las mujeres en protesta por el Tratado Secreto de la Triple Alianza.       

         Esa mujer decía: llegará el momento en que el deber habrá de llamar a nuestra puerta. Entonces, aquella tierna mujer de nuestra primera aurora, convertida en Cornelia, reaparecerá a nuestro lado, y ahogando su maternal cariño, en rígida prevención, nos recordará el mandato de la patricia romana, puesto en pentagrama por Enrique Parodia

         ¡Adiós, hijo querido!

         A los combates marchas,

         pues, que la patria te reclama

         Más no vuelvas a mí si es que tu frente

         Ha quedado en la lucha mancillada!".

 

         Analizando los antecedentes de la mujer paraguaya, no se encontrarán sino destellos chispeantes de sus ínclitas virtudes, que la hacen digna compañera del hombre de su tierra, cuyos esfuerzos secunda con entusiasmo y hasta con estoicismo, en todas las empresas e inquietudes de la vida, sin excluir a aquellas de carácter patriótico, como la magnífica Juana de Lara, la arrogante guaireña que infundía ánimo a los próceres de Mayo y vibraba de entusiasmo.

         No podrá verse, ni por asomo, en esa mujer, los rasgos de aquella otra que nos presentó el cantor de Nenia en sus estrofas lastimeras.

         Todo lo soportó sin protestar; prosiguió la tarea de forjar héroes; preparó a sus hijos para todas las vicisitudes y contingencias, para la alegría y para la gloría.

         En holocausto del amor a la Patria sacrificó el fruto de sus amores, vio partir al padre, al hermano, al novio; dio sus joyas y abandonó su hogar, se transformo en obrero de todos los talleres; asistió a los heridos en los hospitales de sangre.

         "Duras en el sacrificio, sólo lloraban, pudorosas, en las horas en que cristianas de fe inconmovible ofrecieron a Dios sus oraciones, cinco años vivieron así bebiendo sorbo a sorbo, infinitas amarguras". Levantaron piedra sobre piedra, ni una actitud de rebeldía, ni una queja contra la suerte adversa.

         La historia pudo verla al pie de la enseña nacional, en brava guardia de las virtudes esenciales de la estirpe, bella, en su actitud airada y siempre digna de sus nobles tradiciones.

         "El Semanario" del 21 de diciembre de 1868, publicó un acontecimiento glorioso de una joven muchacha, humilde en su persona y magnánima en su heroísmo. Se refiere a la heroína de Ita Ybaté RAMONA MARTINEZ.

         El comentario dice así:

         "Se inició la Gran batalla de Itá Ybaté de la campaña de Pykysiry, en la que el ejército paraguayo, después de llevar a cabo encarnizada lucha frente a un enemigo diez veces superior, vestido de gala que atacó nuestras posiciones. Nuestra escuadra estaba dirigida por nuestros Jefes más encumbrados, así como el Ejército Imperial sus más grandes generales, comandado por el Marqués de Caxías, el Barón de Tamandaré. El nuestro por el mismo Mariscal y el Gral. Caballero. Nuestro ejército sorprendió al enemigo en una lucha titánica, y en el campo quedó el Coronel paraguayo Florencio

Romero, después de luchar como un león.         Pero lo más grande de esta jornada épica, fue un episodio inaudito, sólo comparable con las hazañas más gloriosas de la historia universal, donde su principal protagonista fue una doncella de 15 años, la JUANA DE ARCO AMERICANA, la humilde niña campesina RAMONA MARTINEZ, que defendió su heredad y su honor con un valor inmarcesible.

         En el fragor de la lucha, rodeada totalmente del ejército aliado, realizó, en un instante actos de sublimidad y heroísmo. Trató de encontrarse con el Mariscal;  infructuosos fueron sus esfuerzos para alcanzarlo; decidida tomó la espada, y arengó al resto de nuestro ejército, ya diezmado y en retirada, infundiendo valor en la lucha diciendo que era preferible morir en la lucha antes que entregarse al enemigo y así acompañó al doloroso contingente de la Resistencia.

         Continuó el peregrinaje hasta Cerro Corá, y cuando López arengó a sus últimos soldados la noche antes de Cerro Corá, Ramona Martínez estuvo ausente. Esta auténtica heroína falleció en la Asunción, a los 92 años anciana y ciega. En el Centenario de su epopeya, creemos justo erigir un monumento a su memoria y que una de las calles inmortalice su nombre.

         Entre otras muchas paraguayas de valor sin par esta la heroína olvidada de Isla Poí: Encarnación Alviso.

         Encarnación era esposa del Tte. Alviso, héroe de la Guarnición de la Fortaleza de Humaitá, a las órdenes del Coronel Francisco Martínez, principal protagonista de la heroica jornada - Siguiendo el relato:

         El matrimonio Alviso quedó en Isla Poí; morirían juntos por la patria.

         Encarnación vio morir a su esforzado compañero, y con el tremendo dolor, arrebató la espada, ya bañada en sangre, y luchó ella también con valentía.

         El Coronel Martínez, quiso detenerla, pero ella impávida ante el llamado continuó luchando frenética hasta caer muerta en el mismo campo de batalla donde había sucumbido el compañero de su vida.  "Sobre la tumba de ésta heroína debieron grabarse los versos del poeta".

         "Es igual que con su esposo compartiera el tálamo nupcial en la morada.

         ¡Con su esposo cayó, fiel compañera, en el lecho nupcial de la jornada"!

         Cuenta Juan Crisóstomo Centurión en sus "Memorias", que las mujeres, en medio del entrevero, imbuidas de un valor inigualable, rasgaban sus vestidos para vendar a los heridos, a fin de que éstos pudieran volver al combate.

         Es indescriptible el heroísmo demostrado por la mujer paraguaya en los campos de batalla, donde combatió al lado de sus hermanos. Cuando volvieron tristes, abatidas, derrotadas a sus hogares, después de un lustro de la guerra; encontraron sus casas ocupadas, destruidas, desmanteladas. Ya todo se lo habían llevado como aves de rapiña, las tropas de ocupación, pero ellas resignadas a su suerte, se irguieron decididas a reconstruir la patria y así levantaron piedra sobre piedra; se convirtieron en agricultoras, en industriales, para alimentar a sus hijos desnutridos y hambrientos; curar a los heridos y mutilados que restaban sobre el que otrora había sido el Gigante de las Indias y del cual ya no quedaba más que el recuerdo. De la gran potencia política y económica de don Carlos Antonio López no restaban sino ruinas humeantes.

Los campos arrasados, sin cultivos. El Paraguay se encontraba más aislado, más lejos del mar, su economía quebrantada, su población exterminada, su soberanía económica quedaría a merced de sus vecinos. Los conflictos territoriales estaban pendientes y ¡Vendría otra guerra!, la 2da. epopeya, la victoriosa del Chaco, del 32 al 35, que daría fama universal al Paraguay, pero esta vez fama victoriosa, triunfantes sus legiones en brillantes batallas, reconstruido y floreciente, se autoabastecía con su economía bien dirigida y administrada.

         De manera gradual, pero sostenida, el Paraguay se fue reconstruyendo, repoblando y adaptándose a las nuevas condiciones políticas, sociales, económicas y culturales, y en él la mujer tuvo siempre papel preponderante.

 

 

PATRIOTISMO DE LA MUJER PARAGUAYA

 

         Las virtuosas hijas de la Patria demostraron sentimientos de patriotismo, solidaridad, abnegación sin límites y valor insuperado durante y después de la terrible lucha del 64 al 70. Vimos ejemplos palpitantes de su acrisolado patriotismo en la lucha que sostuvo la República.

         La Prensa nacional y la extranjera se asombraron del heroísmo que demostró la mujer paraguaya, a quien jamás el día la sorprendió fuera de su puesto de trabajo.

         Miradla actuar en todas partes, cuando entre los límites de la Patria no hubo sino niños y ancianos, ella enjugó sus lágrimas y encorvó su cuerpo en la práctica de rudas tareas; cultivó la tierra, hiló las fibras para tejer telas; fue a un tiempo comerciante, industrial, labradora y MADRE.

         Esa mujer paraguaya, grande en la plenitud de sus amores, y dura en su espartana resignación, nada pido. ¡Basta! ya de sacrificios.        Detente. Guarda de una vez tu gracia, tu dulzura, tus encantos, para aquel que debe aprender de ti,   cómo se engrandecen los pueblos. Esa es la sublime mujer paraguaya!

         Tras la luctuosa hecatombe  de un lustro, su rostro quedó obscurecido por la interposición de una niebla vaporosa de un olvido pasajero. Después de una desesperante y homérica lucha sostenida contra el hambre y las inclemencias de la naturaleza, su nombre fue olvidado por mucho tiempo, para aprender hoy a las cien años, de aquella gloriosa epopeya, con caracteres radiantes y esplendorosos, en las doradas páginas del libro justiciero de la Historia.

         La mujer de nuestra historia, esa heroína del martirio, esa misma esclava del sufrimiento, vio aparecer por fin, su nombre cual estrella de fulgentes y vívidos resplandores, en el sereno y apacible cielo de nuestra reorganización primera.

         Esa abnegada mujer que acompañó al esposo, al padre y al hermano, en las horas cruentas de un sufrimiento indescriptible, hasta las desiertas soledades de Cerro Corá, es la misma que con ternura había endulzado esas mismas vidas, en su humilde cabaña, durante los días de las pacificas luchas por la existencia, en las duras y solitarias horas de labor cotidiana.

         Es esa misma con alma de patriota, cuyo recuerdo hasta hace poco yacía sepultado en los ignorados rincones de un olvido que no se justifica.

         Es la nueva generación la que con entera conciencia de sus actos, depositara su corona de laureles, ante el excelso recuerdo de las heroínas del suelo paraguayo, corona tejida con las flores más puras y delicadas de su admiración, flores cultivadas en el más delicado de los jardines, el siempre fecundo jardín del corazón.

         Por fin ese inapreciable recuerdo, recuerdo lleno de gloriosas proezas, que dormía el sueño tranquilo de los muertos, en el sarcófago guardador de los restos funerarios de aquellas abnegadas patricias, hoy está latente en el pecho de los nuevos, si así pudiera apellidarse a la generación que se levanta, ávida de colocar al Paraguay intelectual a la altura a que tiene justo derecho.

         Ésa mujer, sublime de la epopeya nacional, es la que hambrienta y sin abrigo, efectuó la cruzada redentora del uno al otro confín del patrio suelo, guiada por el febril anhelo de ejercer la piadosa caridad, allí donde el hermano herido por el plomo enemigo caía necesitando de un alivio a su dolor.

         La desolación cundía, las víctimas caídas en aras de la patria se multiplicaron, pero la mujer de la epopeya, esa bendita mujer de que os hablo, multiplicó también sus desvelos, no se dio punto de reposo y aparecía en todas partes en medio de la lluvia de las balas y el furor de los cañones, llevando en sus palabras de ángel, el consuelo suavísimo que sirve de bálsamo a los dolores agudísimos; sus manecitas blancas en un principio y tostadas después por el sol tropical, son la medicina sagrada que aplica sobre la mortal herida, con paciencia inimitable las burdas vendas y escasos medicamentos amortiguando de ese modo, un tanto, la dolencia del cuerpo y los sufrimientos del alma.

         La heroicidad alcanza su punto más alto, cuando impertérrita se dispone a reemplazar al padre, al esposo y al hermano caídos en la refriega; soporta con singular estoicismo el arma del combate y jura vengar a sus seres queridos, cuya muerte ha dejado tan tristemente lacerado su corazón de hija, esposa o hermana.

         Mas todo sacrificio resulta estéril; la patria desfallecida por martirios sin cuento, cae exánime, postrada por cierto tiempo.

         ¡Todo ha terminado! Las desiertas soledades de Cerro Corá constituyen el monte calvario donde fue a terminar el Vía Crucis que duró un lustro sangriento. Doquier se tienda la vista, sólo se observa devastación, hogares abandonados, con ruinas. El cuadro es tétrico y sombrío.

         Ese es el epílogo de la tragedia de una guerra desigual y sangrienta.

         He aquí unas estrofas de VICTORIANO ABENTE, tituladas

 

         "LA SIBILA PARAGUAYA"

 

         En solitaria ruina

         donde el recuerdo se encierra

         de aquella cruenta guerra,

         que tanto dolor inclina,

         se oyó una voz peregrina

         que con dulcísimo acento,

         mezcla de triste lamento

         y de profético canto,

         gozo infundía y quebranto

         en un mismo sentimiento;      

         "No llores más; Patria mía;

         levanta la noble frente

         y mira el sol refulgente,

         de un nuevo y hermoso día.

         La densa nube sombría

         que un tiempo extendió su velo

         de muerte sobre tu suelo,

         se fue fugaz disipando

         espacio libre dejando

         al resplandor de tu cielo".

 

 

 

FUENTES DOCUMENTALES

 

A.N.A.       Vol. N° 344, Año 1866

Á.N.A.       Vol. N° 345, Año 1866

A.N.A.       Vol. N° 738, Año 1866

A.N.A.       Vol. N° 741, Año 1866

A.N:A.       Vol. N° 2.035, Año 1867

A.N.A.       Vol. Nº 352, Año 1868.

A.N.A.       Vol. N° 355, Año 1868

 

BIBLIOGRAFÍA

 

EL SEMANARIO - N° 653. Asunción 27-X-1866.

                                      660. 15-XII-1866.

                                      663. 6-I-1867

                                      665. 19-I-1867.

                                      666. 26-I-1867.

                                      667. 2-II-1867.

                                      668. 9-II-1867.

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                                      671. 2-III-1867.

                                      672. 17-III-1967.

                                      681. 11-IV-1867.         

                                      682. 18-V-1867.

                                      684. 19-IV-1967.

                                      690. 13-VII-1867.

                                      692. 27-VII-1867.

                                      693. 3-VIII-1867.

                                      699. 13-IX-1867.

 

CARDOZO, EFRAIM: "Hace cien años", Tomos I-II-III - Talleres Gráficos EDITORIAL EMASA - Asunción - 1966, 1967.

CENTURION, JUAN CRISOSTOMO: "Memorias" IV - 1944, Asunción.

CENTURION CARLOS R. : "Historia de las Letras, Paraguayas", T. II, - Editorial Ortiz  Guerrero, 1965.  

FRANCO, VICTOR, I.: "La Heroína olvidada de Isla Poi' Encarnación Alviso". - Suplemento dominical de "La Tribunal del 16-III-1969.

GILL AGUINAGA, JUAN BAUTISTA: Archivo particular. Actas de las 71 poblaciones para la entrega de sus joyas, además de los originales de la Orden la Banda Nacional del Mérito a las mujeres y la distinción a las enfermeras".

RODRIGUEZ ALCALÁ, TERESA L. DE: "Tradiciones del Hogar" - IMPRENTA Y LIBRERIA LA MUNDIAL , 2º Serie. Asunción, 1928.

URBIETA ROJAS, PASTOR: LA MUJER PARAGUAYA: SU HISTORIA; "Páginas evocativas", Buenos Aires, 1970.

VELILLA, BENJAMIN: SU ARCHIVO particular.

O'LEARY, JUAN: Páginas Históricas, en su Libro de los Héroes.

RAMOS, R. ANTONIO: SU ARCHIVO Y BIBLIOTECA PARTICULAR.

 

OTRAS FUENTES

 

ARCHIVO GENERAL DE LA NACION'ARGENTINA: A. G. N:

MUSEO HISTORICO NACIONAL DE RIO DE JANEIRO.

DOCUMENTOS PROPORCIONADOS POR EL PROF. DR. Antonio Ramos - Fotocopias del pronunciamiento de las Mujeres de Pirayú.

RECORTES: de "La Tribuna y A.B.C. COLOR".

 

 

 

FUENTE - ENLACE INTERNO:

 

ANUARIO DEL

 

INSTITUTO FEMENINO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS

VOLUMEN Nº 1

ASUNCIÓN – PARAGUAY

1970 – 1971 (175 páginas)

 

 

 






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