No hay ciudad, pueblo, barrio, compañía o paraje del Paraguay que no tenga la cédula de identidad de una canción a su nombre. Ello significa que cada rincón de la patria tiene su poeta y su compositor -a veces sintetizados en una sola persona-, capaces de poner en letra y música los sentimientos de una comunidad hacia su tierra.
Ocurre también a veces que hay valles que tienen su carta de presentación musical a través de creadores extraños. Que no son del lugar, pero que reúnen los datos necesarios para escribir y componer como si lo fuesen. El caso más singular y relevante es el de SIXTO CANO, aquel chofer de Buenos Aires, oriundo de Quyquhyó, que le pidió en la década de 1930 -ya que la primera grabación data ya de 1938 según datos recogidos por el investigador VÍCTOR BARRIOS-, al maestro asunceno ANTONIO ORTIZ MAYANS un poema para su querencia y la música al iteño FRANCISCO ALVARENGA.
Otros episodios de terceros que intervinieron para que el nombre de un terruño volara por encima del tiempo existen. MAURICIO CARDOZO OCAMPO, siendo de Ybycuí, le cantó a Itacurubí de la Cordillera. El concepcionero HILARIÓN CORREA compuso la bella melodía -durante mucho tiempo sin letra, hasta que llegó FRUCTUOSO AGUIAR, autor de la poesía-, de CANCIÓN A VILLA FLORIDA. El guaireño DIOSNEL CHASE escribió CONCEPCIÓN, SALUD. Hasta aquí, para no alargar, esta improvisada lista.
SILVERIO ROJAS VARGAS -nacido en la compañía Alonso Kue de la jurisdicción de Tebicuarymi, del departamento del Guairá-, autor de MOKÓĨ KOGOE, es protagonista de una obra dedicada al pueblo de CECILIO BÁEZ -ubicado en el departamento de Caaguazú- a pedido de un hijo de esta población llamada antiguamente YVAHÁI, LEONARDO BENÍTEZ ORQUIOLA. Éste había nacido allí el 6 de octubre de 1960 y a los 12 años había recalado en la capital del Alto Paraná, como tantos otros, en busca de trabajo y fortuna.
"Conozco bien lo ocurrido porque a inicios de la década de 1980, con BENÍTEZ ORQUIOLA, yo vendía discos y casettes en diversos puntos del Alto Paraná y el Itapúa", dice GABRIEL CHAPARRO VEGA, locutor y periodista residente en Ciudad del Este.
"En ese entonces no existía la ruta Sexta que une Encarnación con Ciudad del Este. Atravesábamos, con un viejo y destartalado Opala, los caminos originales de los yerbales, las desiertas picadas. Llevábamos con nosotros a los DÚOS MÉNDEZ-LÓPEZ, OCAMPOS-VERA, MORA-VILLALBA y a SILVERIO ROJAS VARGAS. Nuestro itinerario incluía Puerto Paranambú, Pirapytã, Ñacunday, 7 de Agosto, Puerto López, Otaño, San Rafael, Capitán Meza, Caicisa, Hohenau, Obligado, Edelira 28 hasta llegar a la capital del Itapúa en una verdadera odisea", recuerda Gabriel.
-Ajapoukaséngo che peteĩ purahéi che vállepe che mandu'ami haguã che kakuaa irũnguére ha umi personaje oĩva upépere (Quiero mandar hacerle una canción a mi pueblo para recordar a mis compañeros de infancia y a los personajes de esa tierra)-, le confesó un día andando por esos caminos casi abandonados por Dios Benítez Orquiola -hoy próspero comerciante-, a Chaparro Vega.
Conversaron con SILVERIO ROJAS VARGAS, quien tomó un rápido apunte de lo que el interesado le contaba. En el relato fueron apareciendo lugares como Kira'y, Costa Villalba, Tõrõrõ, Paso Itá, Loma Cañada, Oculto y Arroyo Porã que luego pasarían a habitar la letra de CHE PUEBLO CECILIO BÁEZ, compuesta en 1998.
"Poco tiempo después el DÚO BENÍTEZ-ORQUIOLA (éste es un primo de LEONARDO BENÍTEZ ORQUIOLA), del mismo pueblo de CECILIO BÁEZ, grabó la obra junto a JUAN CANCIO BARRETO en el requinto, RUBÉN
CHÁVEZ en el arpa y el ya desaparecido JUSTO PASTOR BARRERA en el acordeón", termina de contar GABRIEL CHAPARRO VEGA.