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JULIA VELILLA LACONICH

  ELIGIO AYALA. EL ESTADISTA, 1978 - Conferencia de la Dra. JULIA VELILLA DE ARRÉLLAGA


ELIGIO AYALA. EL ESTADISTA, 1978 - Conferencia de la Dra. JULIA VELILLA DE ARRÉLLAGA

ELIGIO AYALA. EL ESTADISTA

 

(Conferencia de la Dra. JULIA VELILLA DE ARRÉLLAGA,

en el acto solemne de su incorporación

como Académica de Número, el 28 de julio de 1978).

 

Separata del Anuario de la

Academia Paraguaya de la Historia 

 

Cuando la Academia Paraguaya de la Historia, me abrió sus puertas con extrema benevolencia, para formar parte de ella, vacilé en la elección del tema que debía desarrollar. Traginando por la historia de nuestra América, advertimos que en nuestros países, han abundado los caudillos, bárbaros y letrados, retóricos y políticos, tanto como han escaseado los estadistas. Por eso, decidí hablar del Estadista Eligio Ayala y de la influencia que su vida y su obra, tuvieron en el destino nacional.

 

Muchas veces me he preguntado qué habría sido de este país, sin la presencia providencial, en su hora, de este ciudadano ejemplar. Adivinar el curso de la Historia, que no ha sido, es empresa aventurada. Pero, si bien el futuro “no es obra exclusiva de un hombre, como no lo ha sido ningún proceso histórico de consecuencias durables”, no se puede negar que Eligio Ayala, es una de las claves para un destino óptimo del Paraguay.

 

Y decimos clave, porque él, puso los cimientos de una obra que había de sobrevivirle... y sin cimientos, nada puede edificarse. Su vida parece una oblación consagrada al bien público. Sólo el Dr. Francia, otro gran solitario de nuestra historia, aunque con muchas diferencias, tiene perfiles parecidos.

 

Eligio Ayala, es un hombre que intuye un destino para el que se preparó como lo haría un principe heredero que sabe que debe regir los destinos de su pueblo. Adquiere en diez años de estudios en Europa, una sólida preparación que lo habilitan para ser lo que fué: un estadista excepcional, que sin desmedro hubiera podido gobernar cualquier país de América.

 

Su única pasión fue servir a su patria, que crucificada en su historia, arrastraba un destino penoso e incierto. Guerras civiles, pasiones pequeñas, laceraban su economía y comprometian su futuro. Eligio Ayala, exiliado voluntariamente diez años en el viejo mundo, se preparó para devolverla a un destino de grandeza que estaba cabalmente probado.

 

Pero el drama de este hombre es que, habiéndose habilitado para ello, tuvo que enfrentarse a una otra realidad, a una de las encrucijadas más dramáticas de nuestra historia, como lo fué la guerra del Chaco.

 

Eligio Ayala, avizoró, como pocos, desde esa altura vital que había adquirido, la sombra de la tragedia que se avecinaba. Y, postergando proyectos que había acariciado toda su vida, se consagró con pasión casi mística a preparar a su patria para enfrentar ese destino.

 

Si tenemos en cuenta las difíciles condiciones del país, cuando le tocó al Dr. Ayala, hacerse cargo de los destinos nacionales, no puede menos que causar asombro, todo lo que pudo hacer con tan precarios medios y menguados recursos para asegurar la defensa nacional.

 

Ayala, no sólo tuvo que hacer prodigios de administración, autoridad y energía, en diez años de labor, tesonera, silenciosa y efectiva, debió también enfrentar la incompresión, la envidia, los egoismos y hasta la ceguera de sus propios compatriotas. Vivió sufriendo y muriendo como un Prometeo encadenado.

 

No podemos utilizar en un trabajo tan breve, toda la extraordinaria documentación que hemos acumulado, en largos años, sobre su vida y su obra y pedimos disculpas por abusar de la cita de los mismos, porque cuando se resume la historia, es preferible que los documentos hablen. Ellos, nos darán una idea de la vida y pasión, de este paradigma de estadista.

 

Los pueblos no deben olvidar a su benefactores y menos en los momentos felices de su historia. A cien años del nacimiento del Dr. Eligio Ayala, con entera prescindencia de toda o cualquier tendencia o apreciación política, deseamos rendir, con este trabajo, un homenaje a esa figura prócer, que debe ser mirada por encima de intereses subalternos, por que, como todos los que sirvieron a la Nación con espíritu de patria, pertenecen a la patria misma. Los nombres que iluminan nuestro camino, no pueden quedar como exiliados de nuestra propia historia.

 

El hermano gemelo de Eligio Ayala entregó al Dr. Carlos Pastore un memorial con los antecedentes de su familia. Refiriéndose al éxodo, cuando la capital fue ocupada por las tropas de la Triple Alianza, dice: “mi madre y su familia, tuvieron que residentar hasta Rojas Potrero, donde se hallaba la propiedad de sus padres, Ramirez Cué”.

Manuela de Jesús Ayala, madre de Emilio y de Eligio, fue en una familia de 8 hermanos, la única hija. Uno de sus hermanos, José de la Cruz Ayala Bareiro, fué un notable periodista, magnífico escritor, destacado luchador político e hizo famoso su pseudónimo: ALON. Los padres de Manuela de Jesus, fueron Juan de la Cruz Ayala y Escolástica Bareiro, hermana de Cándido Bareiro, Ministro de Relaciones Exteriores y Mandatario; el otro hermano de Escolástica, Doroteo Bareiro, fue Director de los Archivos nacionales y representante del Paraguay en varias misiones diplomáticas.

 

En esos días en los que las heridas de la guerra aún dolían, nace Eligio Ayala en el pueblo de Mbuyapey. Su madre, padeció el drama que en esa época, vivieron muchas mujeres paraguayas. Estos recuerdos y su infancia, marcaron como con fuego su espíritu. Nuestra vida, es la sombra de nuestra niñez, y . . nadie puede escapar a su propia sombra!

 

Sin hacer escuela del determinismo, no podemos negar el poder catalizador del paisaje y de la tierra. Y cuando una familia, como la de Ayala, hunde sus raíces casi 400 años en estas tierras, esa influencia se torna en apasionada devoción. En Ayala, la influencia telúrica es tan intensa, que cuando tuvo que exiliarse de la patria, vivió muriendo en una férvida añoranza, con una devoción turbadora que lo tortura hasta la congoja.

 

De su madre, aprendió las primeras letras. Asistió a la escuela de su pueblito, después de cumplir los ocho años, Su hermano decía: “Eligio desde niño fue muy contraído al estudio, jugaba muy poco, poseía una extraordinaria memoria, su mayor pasión era montar a caballo y enlazar”.

 

José del Rosario Ayala, Director del Colegio Nacional de Encarnación, hermano de su madre, impresionado por la precoz madurez y la inteligencia de Eligio, decidió llevarlo consigo para proporcionarle mejor educación. Esta separación de los dos hermanos gemelos, marcó también dos destinos. El uno, permanecerá toda su vida un humilde y digno campesino, dedicado a la enseñanza en el colegio de su pueblo; y el otro tiene reservado un papel muy importante en la historia del Paraguay.

 

Eligio Ayala, más tarde dictó cátedra en el Colegio Nacional de la Asunción, donde había culminado sus estudios de bachiller; trabajó en el Archivo Nacional y terminó sus estudios de abogacía, con las más altas calificaciones que la Universidad otorga. Es Juez en lo Civil y ocupa una banca en la Cámara de Diputados.

 

Interesado desde jóven en la política, padeció las consecuencias de la lucha cainista, esa rotación de víctimas y verdugos, en la que se debatía la política doméstica del Paraguay.

 

Ayala, participó activamente en la revolución contra Albino Jara y derrotada su facción tuvo que exiliarse. Desde Corrientes, escribió a su madre anunciándole su decisión de viajar a Buenos Aires, para proseguir a Europa.

 

Según sus propias palabras, ya en el Viejo Mundo, “descubre, como el filósofo, que no sabe nada”. En sus notas personales publicadas por Francisco Bazán en su libro sobre Eligio Ayala dice: “apenas diez años he vivido en Europa, no he sido feliz en ella, pero en ella se ha delineado el contorno propio de mi personalidad. Mucho he tenido que desaprender, mucho que olvidar, tuve que olvidar los prejuicios políticos, las pasioncillas pequeñas que enturbiaban la serenidad de mi alma y empañaban la claridad de mi juicio”. En Europa padecía de pobreza, pero vivía con heroísmo económico, áspera y señorialmente, sin hacer concesiones a la necesidad. Su vida fue un diálogo permanente con el infortunio. Pero sus limitaciones económicas no le privaron del tiempo preciso para consagrarse, también, a las empresas del espíritu. Estudia sin descanso, obsesionado por el destino de su patria y vive alumbrando ideas.

 

Es nombrado inspector de consulados. Se ayuda escribiendo para diarios y revistas. Domina 4 idiomas. En su pobreza es un hombre rico, porque sus necesidades son limitadas, sabe ordenarlas, su vida es recoleta. Durante su permanencia en Europa, escribe 13 libros, sobre los temas más variados.

 

En Alemania estudia las doctrinas de los grandes filósofos y economistas, en ella también vive el preludio de la gran conflagración y desde Suiza observa el ocaso de ese Imperio. Abrumado por la tragedia de la guerra, esa espantosa carrera de sufrimientos inflingidos y padecidos, reafirma su vocación pacifista y sus convicciones.

 

Desde una pequeña aldea Suiza, escribe, impresionado ante el espectáculo de un grupo de prisioneros, y termina profundamente conmovido: “la compasión comprime y agita mi corazón como un puño de hierro y arroja gotas de lágrimas a mis ojos”.

En sus “Principios Capitales”, que son un resumen de sus convicciones, apunta. “Soy pacifista. A mi juicio la guerra es abolible. No es un hecho fatal, indeclinable, una ley biológica, una resultante de la naturaleza humana”, y agrega con su más íntima convicción: “en la guerra se termina la parte más robusta y sana de la población. Se destruye la cultura elaborada durante siglos”.

 

En Suiza sigue trabajando y estudiando. Siente marcado interés y predilección por los estudios económicos y sociales. Lo apasiona la política, tanto como le repugnan las construcciones ideológicas, religiosas o morales que suelen acompañar al mal uso del poder público. Con él intento de justificar estos supuestos, Maquiavelo desató el escándalo. Es de admirar sin embargo, en este Galileo de la política, su método de investigación, para aislar esta ciencia como objeto de estudio y encontrar las leyes de su dinámica. Después de la política de Aristóteles, no se había producido otra obra semejante. Maquiavelo es el primero en romper la tradición metafísica del poder y la subordinación de la política a la teología, de tanta raigambre medieval y escolástica. Con el Florentino, Eligio Ayala reconoce que una cosa es lo que el político debe hacer y otra lo que realmente hace, sobre todo en estas tierras calientes de América.

 

Ayala, tenía sobradas razones para conocer a nuestros políticos criollos, sumos sacerdotes de un rito del que sólo quedaba la liturgia. Para muchos, los partidos eran sólo formas sin contenido. El, desea redimir a su Patria de esas desventuras, y se prepara para la gran tarea.

 

Eligio Ayala, vive atormentado por la nostalgia. Pero debe permanecer en Europa, para completar su formación. La tarea que se ha impuesto sólo podrá realizarla, con una mente bien organizada y con férrea voluntad.

        

Desde una pequeña aldea suiza, escribe el 12 de Agosto de 1917: “Me acuerdo de mi pueblo natal, de mi madre, de mi patria”. Su pueblo, su madre, su patria, ésta es la Santísima Trinidad de este trapense de la política, que había hecho de esta trilogía su Dios. Sigamos a Eligio Ayala en esta conmovedora nota personal: “Tan lejos de ellos, sólo, sumergido en la soledad, ignorado. Las primeras ilusiones de mi juventud me acarician dulces y vagas, mis desengaños se destilan en mí como gotas amargas. Siento una nostalgia intensa por mi patria”.

 

Los padecimientos de este eterno peregrino, son el precio que tiene que pagar para alcanzar la finalidad que se ha propuesto, por eso los soporta con estoicismo. Tiene fé en su destino.

 

Los comentarios de los pocos paraguayos que viajan a Europa, destacan la personalidad y la capacidad de Eligio Ayala. El Dr. Manuel Franco, Presidente de la República, lo invita para ocupar la Cartera de Hacienda, pero declina ese honor porque aun tiene que terminar sus estudios, capacitarse para esperar la hora de “su verdad”.

 

Diez años en Europa, lo han transformado. Agudísimo, observador, pensador de singular talento, calificado economista, es un hombre que se impone por su autoridad. Su infancia y nuestra realidad lo habían marcado tanto, que no podía librarse fácilmente del uso de la ironía, de la crítica.

 

Sus ojos relampagueaban y a sus labios afluía fácilmente la frase mordaz, impiadosa. Daba la impresión de ser un hombre impasible y frío, pero en el fondo se escondía un ser romántico y sensible, amante de las buenas letras, del arte y la música. Un hombre que amaba y admiraba la belleza, de cultura exquisita y refinada. Pero todos los deleites de la vida, permanecieron como engrillados en su espíritu, subordinados a su razón de patria.

 

En 1919, atento al llamado de Manuel Gondra, regresa a la patria, para asumir el Ministerio de Hacienda. Entonces, escribe: “Ahora vuelvo a mi Patria. Al salir de Europa, me parece contemplar en el horizonte el gran crepúsculo bermejo de la sangrienta guerra que se extingue. . .”

 

“Tengo mi juicio formado sobre los grandes problemas de la vida. Estos juicios no son mero conocimientos, Ellos son emanaciones de mi mismo, floraciones de mi propia complexión psicológica. Comprendo que mis convicciones son sustancias de mi propio espíritu. Ahora, regreso a mi patria, sin un céntimo, pero con la conciencia bien neta de mis actividades, de mis fuerzas, con un caudal de convicciones espontáneamente brotadas y sazonadas en mi persona, es el único patrimonio que poseo a mi regreso”.

 

Está preparado para asumir su papel en la Historia. El hombre de conciencia, vuelve con plétora de ciencia. El nuevo Ministro se impone objetivos esenciales, y en pos de ellos trabaja sin importarle las opiniones y reacciones que provoca. Ayala tiene una idea clara de lo que debe ser un Estado moderno e inicia la tarea de poner órden, en un país donde casi todo estaba desorganizado.

 

Después de tantos años de ausencia, es penoso para Ayala comprobar que la política criolla seguía absorbiendo las mejores energías de los valores nacionales. Aún la juventud mostraba poco o ningún interés por abocarse al estudio de las ciencias sociales y económicas. En carta, autógrafa, se quejaba: “En nuestro país, cabe decir, que ni se han iniciado estos estudios”; y agrega, que no había “ni sombra de preocupación por los factores que influyen en la vida de una nación”.

 

“En la clase dirigente misma, hasta entre los Ministros, hay muchos que no saben ni lo que es una moneda”.

 

“Todos quieren dinero, pero nadie presume siquiera lo que es, sus leyes, su origen, sus consecuencias, su régimen”. A manera de paliar su crítica tan veraz, afirma: “Pero esto, al fin y al cabo, qué importa dirán todos. Así como para devorar una buena ensalada no es preciso ser botánico, para adquirir dinero o gastar el ajeno no es menester ser economista. Y la verdad que nada puede ser más evidente”.

 

En el fondo, el nuevo Ministro subleva, porque trae una nueva interpretación de los fenómenos económicos, de los hechos políticos, un nuevo sistema de valores. Eligio Ayala, desde el Ministerio de Hacienda, procura tecnificar, moralizar la administración pública, contrariando algunos intereses nacionales y extranjeros que se benefician con esas anormalidades. Se propone limitar los gastos que cree innecesarios y choca con los militares acostumbrados a disponer del presupuesto nacional. Ilustrativa es aquella anécdota de un jefe que exigía demasiado dinero para alimentar la caballada de su regimiento; y recibe al pie de su requerimiento, por toda respuesta, aquella apreciación: “Quién fuera caballo!”

 

Algún tiempo después, siendo ya Presidente de la República, relatando una conversación con su Ministro de Hacienda, Eligio Ayala escribía: “Debe Ud. considerarse feliz señor Ministro en el desempeño de su cargo. Ha actuado Ud. en condiciones muy diferentes de las que me rodeaban a mí en este mismo puesto. Se sucedía en mi despacho, jefes y oficiales cuyos apetitos desaforados me producían rubor, cuyas insolencias no me dejaban trabajar. En el Congreso, una prepotencia militar, entorpecía mis esfuerzos de saneamiento financiero. Ud., señor Ministro, no ha visto un sólo militar en su camino. . .”

 

Su rígida política económica, científica y honrada perjudicó a algunos caudillos políticos y militares, y es una de las causas de la revolución de 1922/23.

 

En un folleto, titulado  “Jornadas Democráticas” y escrito por José P Guggiari y Justo Pastor Benítez, en 1925, leemos: “la tranquilidad política es la verdadera garantía de la prosperidad de los negocios y del desenvolvimiento económico. Ambos propósitos fueron realizándose, honesta y seguramente, bajo la dirección del Dr. Eligio Ayala, cuya enérgica política de saneamiento es indisputablemente una de las causas del golpe de estado, al cerrar al caudillismo licencioso las puertas de las oficinas recaudadoras y el camino de los negocios fáciles, hechos a la sombra del poder”

 

El Senador Schaerer y el Cnel. Chirife, encabezan el golpe de estado del 29 de octubre de 1921. Renuncia el Presidente Gondra y por acuerdo de las facciones en lucha asume la Presidencia Provisional Eusebio Ayala (5-Nov.21). Eligio Ayala, continua ordenando económica y financieramente al país. Un veto presidencial provoca el pronunciamiento armado del 27 de mayo de 1922 que volvió a sumir al país en una larga guerra civil. En abril de 1923 renuncia a la Presidencia Eusebio Ayala.

 

Una comisión de su partido, integrada entre otros por los Dres. Eladio Velázquez y Lisandro Díaz León, fue a visitar a Eligio Ayala para ofrecerle la Presidencia. Y se produce este hecho singular: Era la hora de la siesta, Ayala descansaba como se acostumbra en nuestras tórridas tierras. Recibe a la Comisión que le informa de su intención de ofrecerle la Presidencia de la República. Ayala se incorpora, no ensaya un gesto de falsa modestia, tiene demasiada conciencia de sí mismo, no agradece que se le dispense ese honor. Simplemente considera que llegó la hora para cumplir la misión, para la que en toda su vida se había preparado. Se viste, y por toda respuesta, les dice a los personeros de esa Comisión: “Vamos”. El voto del Congreso lo confirma Presidente Provisional.

 

Con mano firme asume el timón del gobierno, un ataque infructuoso a la capital (9 de julio) pone término a la subversión. “El país empobrecido y arruinado espera su resurgimiento de la pacífica labor de sus buenos hijos”.

 

Ayala es el vencedor de la guerra civil y por primera vez en nuestra atormentada historia la vendetta no es un recurso político. Cree que los paraguayos, equivocados o acertados, del gobierno o de la oposición, son paraguayos, a los que nada ni nadie puede negarles el derecho a la Patria, el supremo de los derechos.

En su mensaje al Congreso (1925) más adelante diría:

“Sin alardes hemos restablecido la calma y el órden, hemos abierto sendas legales para que los desterrados puedan reincorporar sus energías a la actividad productora del país, hemos procurado serenar las pasiones airadas y rencorosas, y disminuir el fanatismo y la intolerancia en política, hemos desusado el lenguaje de la exaltación y la injuria permanente, y la inteligencia, antes que a los mórbidos instintos del pueblo. Hemos asegurado la libertad del sufragio y la verdad del escrutinio”.

 

Las olas de la incompresión y del odio, golpean contra los graníticos acantilados de su patriotismo y de su inmaculada honradez. Aun sabiendo que esas marejadas de saña desapareceran ante el juicio de la posteridad, no puede permanecer inmune al dolor que la incomprensión le causa.

 

Los gestos de civismo y honradez lo conmueven y alientan. Proporcionada por el Académico Dr. Carlos Pastore, no resisto a la tentación de leer una carta manuscrita, dirigida a un joven Canciller del Consulado del Paraguay en Montevideo, quien sugiere al Ministro se suprima su puesto, para ahorrar dinero al país.

 

La carta dirigida a Marco Antonio Laconich, por el Presidente de la República, dice así:

 

Presidencia de la República Correspondencia Privada

Asunción, Abril 23 de 1928

Estimado Señor Laconich:

He leído inesperadamente su interesantísima carta. Me ha asombrado sobremanera el hombre que he encontrado en ella - Un hombre, el “todo un hombre” que es desde luego extraordinariamente raro en el Paraguay. Y más aún, uno que pide se suprima el empleo que desempeña.

 

Nosotros acá, en este Estero Patiño de la depravación política, estabamos acostumbrados á un bodrio muy diferente. En vez de buscar un hombre para el empleo, se crean los empleos para los vividores, que es casi como decir, para la escuálida y corrompida camarilla del Guggiarismo.

 

Le agradezco muy cordialmente el hermoso concepto que me brinda - algún valor he de tener, puesto que proviene de un hombre que pide se le suprima su empleo, y se dirije a otro que tal vez merecidamente, se ha sumergido en el ocaso.

Saludos muy cordiales

Eligio Ayala

 

 

El pueblo confiaba plenamente en su honradez y en su capacidad, y la Convención de su partido lo proclama candidato a la Presidencia de la República. (1924)

 

En gesto de profunda convicción democrática, renuncia a la Presidencia Provisional, para iniciar su campaña proselitista. No engaña a nadie con poses demagógicos ni hace promesas imposibles. En su mensaje de 1925, resumiendo su campaña política, decía: “En ningún momento hemos desplegado ante el pueblo la visión de grandezas originales” y agrega: “providencialismo candoroso, cuyo monopolio dejamos a los arbitristas y redentores”.

 

El sufragio y la masiva expresión de la voluntad ciudadana le permiten gobernar sin un solo dia de estado de sitio y sin que nadie hubiese sido perseguido por sus ideas. Ayala es el Presidente de los paraguayos, y los paraguayos por primera vez en muchos años, permiten a un gobernante terminar su mandato.

 

Cuando Eligio Ayala asume la Presidencia de la República, se entrega con fervor cívico a cumplir el programa que había enunciado en su Mensaje al Congreso, el 15 de Agosto de 1924. Rehuye toda actividad política y aún social. Piensa que este tiempo puede emplearlo en trabajar, y dice: “un régimen genuinamente republicano, excluye las actitudes de vana ostentación, y los alardes de falso valer que tanto recrean a ciertos espíritus” y agrega: “Los problemas de gobierno son tan graves, tan múltiples, tan complejos y difíciles en nuestros días, que es preciso estudiarlos honradamente y con calma. Y no se puede meditar, reflexionar en ellos. . . si se anda a la disparada de una reunión pública a otra y si se pierde el tiempo en hacer en ellas contorsiones y promesas hipócritas. . .”

 

Según Ayala, el tiempo conspiraba en su contra; y esta vez, lastimosamente también contra nuestro objetivo de analizar exaustiva y documentadamente, la labor de este Estadista: tendremos que limitarnos a la enumeración de algunos aspectos de ese importante maciso de obras que, en conjunto, componen la gestión de gobierno de Eligio Ayala.

Bajo la dirección de Ramón I. Cardozo, realiza la reforma de la instrucción primaria. Sus fundamentos se detallan en la “Pedagogía de la Escuela Activa”.

Ayala, con la participación de profesores que contrató en Europa, convirtió a la Facultad de Medicina en un verdadero centro de investigación y difusión científica. Entre los destacados profesionales que prepararon los jóvenes universitarios de la época, podemos citar a Gabriel Delamare, Profesor de Clínica Médica, con quien se formaron Profesores como Gatti y Giménez Gaona. El Profesor Charles A Py, de Clínica Quirúrgica, fue maestro de Profesores como Manuel Giagni, Riveros y Molas, todos eminentes cirujanos. El Profesor de Histología y Anatomía Patológica, Dr. Gery, formó al sabio Profesor Dr. Juan Boggino. El notable Profesor Roger, Decano de la Universidad de Paris, permanenció varios meses en la Asunción, invitado por el Gobierno, para dictar cursos y conferencias sobre materias de su especialidad.

 

Para preparar los técnicos que debían colaborar en el desarrollo del país, fundó la Facultad de Ingeniería. Con ironía, decía en uno de esos “dardos diarios” que era tan afecto de escribir a sus amigos y colaboradores, que “los Ingenieros del país, confundían electricidad con espiritismo”. Varios profesores rusos blancos, integraron el plantel de profesores y también ayudaron, con singular eficiencia, en la reorganización del Departamento de Obras Públicas.

 

La reorganización de la función pública en pos de la ciencia administrativa, fue otra de sus obras importantes. “La carencia de coordinación de las reparticiones públicas, decía Ayala, se debe a la falta de formación y a la falta de una conciencia colectiva”.

 

Como medidas necesarias a la salud económica, se propuso detener la espiral inflacionaria y asegurar la estabilidad económica, buscando que el flujo de los medios de pago no supere al de los bienes; evitando préstamos, ordenando los créditos y manteniendo el justo nivel de los salarios mediante la defensa de su poder adquisitivo. Su tesis era esta: “lo que más importa no es tener mucho dinero con el que pueda comprar poco, sino poder comprar mucho con poco dinero”.

 

Según su propio análisis, durante la guerra europea, el Paraguay había disfrutado de una prosperidad económica excepcional, pues los productos que podía exportar se habían valorizado, pero, decía “pocos años después todo se abismó en un pavoroso desastre económico”, alucinados por la favorable balanza comercial se descuido la balanza de pagos. La Oficina de Cambios que era el organismo que controlaba la circulación monetaria, “fue - según Ayala - arrastrada por la corriente”. Por ello propuso la creación de un Banco Central como “órgano poderoso de una política económica reflexiva”. Pero la oposición parlamentaria no le permitió concretar su proyecto.

 

La modificación del sistema impositivo, dió extraordinario desarrollo al país. En 1927, anunciaba al Parlamento: “Desde la estabilización del cambio monetario, se han producido grandes transformaciones en los componentes de la riqueza pública. Los impuestos estaban mal repartidos. Podíamos aumentarlos sin estorbar el progreso económico y desalentar el ahorro”.

 

Considera a las Aduanas como uno de los instrumentos más eficaces para el desenvolvimiento económico de un país. Para completar sus funciones y delimitarlas “dicta la histórica Ley No. 667 de Tarifas y Avalúos” conocida como Ley Vorfeld, nombre del técnico norteamericano que la elaboró bajo la supervisión directa del Dr. Ayala. Los mismos beneficios había producido esta política aduanera durante la época del Dr. Francia. “Al reducir los impuestos a un mínimo, recibía su mayor ingreso de la venta de artículos importados” comenta Richard Allan White en su libro sobre el Supremo. El Dr. Ayala, con el uso inteligente y honesto del régimen aduanero, financió, en parte, las necesidades de la defensa nacional.

 

“Las dos funciones más importantes del Poder Ejecutivo, afirmaba, son las de coordinar y fiscalizar la administración en general. . . por ese motivo nos hemos preocupado de crear el control efectivo y preventivo de todos los actos administrativos”. Dictó la Ley de Organización financiera para robustecer ese control.

Deseo introducir reformas fundamentales para encarar la política agraria. Explica a los Diputados, como un padre enseña a sus hijos las primeras letras, lo que son las leyes de reforma agraria, la historia de su aplicación en nuestro país. Hay claridad en lo que dice, su pensamiento es una lección de técnica económica, de derecho administrativo y de buen gobierno.

 

Para Ayala, en síntesis, el problema fundamental no era solamente el traslado de dominio en la tenencia de la tierra, lo que importaba era darle al campesino, también, asistencia técnica, seguridad de precios remunerativos, educación, atención sanitaria. Rechaza por inconvenientes las expropiaciones. Tanto como al latifundio, teme al minifundio.

La estabilidad de su Gobierno, la paz interna, su administración de orden y honradez, produjeron confianza, que debía completarse con la recuperación del crédito público. Los adversarios de Ayala, sostenían que habiendo necesidades urgentes, era innecesario e inconveniente el pago de la deuda externa. El, piensa que era necesario oxigenar, sanear el prestigio económico del Paraguay, y dice: “justamente el mejor medio de satisfacer los reclamos financieros, de aumentar los recursos, es la confianza general. Y nadie confiará nunca en un Estado que apele a la insolvencia, la mala fé, la morosidad maliciosa contra sus acreedores”. “Pedir préstamos después, equivaldría a la humillación de implorar caridad, o de resignarse a las condiciones más usuarias y perdemos la libertad de negociar un empréstito”. Ayala, explica: “Si nosotros mismos aniquilamos el crédito público, no podremos emplearlo cuando lo necesitamos”. Ayala, pagó las deudas del Paraguay, aún aquellos emprestitos contratados en días aciagos para la República y que no habían beneficiado al país, y puede decir: “No estamos arrepentidos del arreglo. Preferimos hasta ahora, un acuerdo leal, franco, caballeresco, a las malas artes y matrerias de los especuladores. Afortunadamente no han quedado en vilo las esperanzas depositadas en el. El crédito del Paraguay ha renacido en la consideración pública. Ratifican esta aserción los préstamos obtenidos hace pocos meses, en condiciones que no han sido aventajadas en el pasado”.

 

Con su preocupación absorbentes en las necesidades de la defensa nacional, se opuso, aun al precio de su popularidad, a la ejecución de obras que el mismo había soñado, como dotar a la Asunción de aguas corrientes y servicios sanitarios. De que servirían, si perdíamos la República, era la alternativa que pesaba en su alma, en esas épocas grávidas de incertidumbre y peligros.

 

LA DEFENSA NACIONAL

Eligio Ayala, se debatía en un drama “que quema su alma hasta volverla incandescente”. Deseaba definir las diferencias con Bolivia mediante un acuerdo. La imposibilidad de lograrlo, lo arroja como de bruces ante un muro cerrado: el pacifista convencido, es el estadista que, posponiendo sueños de grandeza para su país y para América, tiene que ser el hombre que prepare a su Patria, para la guerra.

 

Escuchamos al propio Ayala, plantear el problema: “El Paraguay y Bolivia son pueblos de análoga fisonomía histórica. Ambos son países mediterraneos, ambos fueron víctimas de grandes desgracias. Y lo más trágico de sus destinos es que a pesar de sus sacrificios pasados, no tienen hasta ahora la básica determinación de sus territorios”.

 

“Puesto que ambos pueblos fueron gemelos en el infortunio, y tienen los mismos destinos, espero llegaremos alguna vez a borrarla de nuestras relaciones internacionales, por un acto de voluntad viril en que se sacrifiquen los intereses transitorios y los prejuicios del momento, en bien de los grandes destinos futuros” (Mensaje de 1926).

 

Era y es remunerativo, en dividendos demagógicos, hablar de la guerra, es fácil regodearse propalando rumores, pero asegurar la paz, aun sacrificando su prestigio, esa es obra de Estadistas. Ayala, invitaba a los gobernantes bolivianos a ese “acto de voluntad viril” que al margen de los intereses transitorios, de las ventajas circunstanciales, asegurara el destino de estos dos pueblos. Lamentablemente, en Bolivia, Salamanca desde la oposición y Saavedra desde el Gobierno, envenenaban el alma de su pueblo, haciéndole respirar frases como si fueran balones de oxígeno.

 

Antes de continuar, permitidme repetir una aclaración que hace muy poco tiempo la hacía en Bolivia: Pocos en el Paraguay y nadie en Bolivia, han escrito y dicho, tanto y tan frecuentemente, en estos últimos diez años, sosteniendo la necesidad de la integración y la complementación entre el Uruguay, Paraguay y Bolivia. De modo que en mí no hay odio, aversión o sentimientos peyorativos. Cicerón decía: “Historiador es el que no se atreve a faltar a la verdad, ni teme decirla”.

 

Eligio Ayala veía el peligro que entrañaba esa propaganda ciega y contraproducente que contagia a nuestro pueblo y nos empuja al abismo. El estadista pretende enmendar errores, y en su Mensaje al Congreso (1926), decía: “Los problemas internacionales se plantean y se agravan, por extraviadas informaciones, que los países tienen uno del otro; respecto del temperamento, la mentalidad y la política nacional.

 

“Nada contribuye tanto a perjudicar las relaciones internacionales, como la incomprensión, la suspicacia puesta en las deliberaciones sobre los intereses encontrados, los prejuicios, los recelos injustos, a veces artificialmente desatados entre las naciones.

“Nosotros queremos ser una Nación leal, que modela su conducta sobre la de un hombre recto y justo. Queremos hacer una política exterior franca, serena y amistosa. Quisieramos que se difundiesen más las razones que hay para comprendernos y hasta para querernos.

“Es preciso suscitar la buena voluntad y el sentimiento de recíproca confianza, sin los cuales toda cooperación es imposible y todo acuerdo es infructuoso.

“A fín de crear este ambiente de mejor comprensión recíproca informaba en 1925 “se convirtió en Legación permanente la del Paraguay en Bolivia. . .” “Espero llegaremos a un acuerdo si algún espiritu de justicia puede prevalecer entre las Naciones. Pues nosotros no pretendemos apandar lo ajeno. Nuestra aspiración no es poseer más, sino poseer justamente lo que es nuestro”.

 

El Pte. Ayala envía como representante del Paraguay en Bolivia a un historiador, a un militar profesional, adiestrado en el servicio de informaciones, un hombre de su total y absoluta confianza. Misión tan importante es confiada a Benjamín Velilla.

 

En Asunción todos creían que había que responder a las provocaciones bolivianas inmediatamente, pero la prudencia imponía otra cosa. Lastimosamente, nada permite abrigar la esperanza de llegar a un acuerdo justo con Bolivia. Las noticias enviadas por Velilla sobre los preparativos bélicos, son alarmantes.

 

En una esquela enviada al Gral. Schenoni, Ayala le dice: “Le remito párrafos de una nota confidencial de nuestro Ministro en la Paz, sobre la cuestión paraguayo – boliviana”.

 

“Nada más que para ver el contraste entre este juicio y el de nuestros redentores caseros”. En ese informe Velilla aconsejaba: “Y pues que no contamos con la fuerza para apelar a ella, apelemos a la astucia y ganemos tiempo”.

 

Para Ayala, el pacifista convencido, y el que había vivido el período aciago y trágico de la preguerra y la postguerra europea, la alternativa - como lo diría Eusebio Ayala - era de hierro: “O el Paraguay tenía el Chaco o desaparecía como Nación”. . .

 

Y sin ser militarista, había llegado al convencimiento que le imponía la realidad, de que en estas latitudes también se aplicaba el adagio latino: “si vis paz, para bellum”. Y porque quería la paz, tuvo que preparar a su patria para la guerra. Esta contradicción en su espíritu, repito, se convierte en un drama.

 

Para comprender la política de Eligio Ayala respecto de la defensa nacional, tenemos que situarnos en la época. Para Ayala, era fundamental, mantener el sigilo, la reserva de todo lo que se hacía. La sorpresa era el factor esencial con el que quería actuar. El secreto del éxito, para nosotros, radicaba fundamentalmente, en la necesidad de que el adversario ocasional que tanto nos subestimaba no midiese las posibilidades que el Paraguay había adquirido gracias a la política financiera y económica desarrollada por Ayala, y las perspectivas que esas posibilidades le abrían al Paraguay.

 

El plan de Eligio Ayala, respecto de la Defensa Nacional, está claramente expuesto en un documento inédito, cuya primera copia fue hecha del original por el Dr. Carlos Pastore, según el mismo nos dijera, cuando ejercía la secretaría de la Presidencia del Dr. José P. Guggiari. Dicho documento se titula “Política del gobierno respecto de la Defensa Nacional de 1924 a 1928” y fué redactado para ser presentado a las Cámaras.

 

Al resurgimiento financiero del país, condición previa para cumplir cualquier política, el Dr. Ayala había dedicado todo su esfuerzo y capacidad, durante los dias en que las finanzas estuvieron en sus manos.

Paralelamente, y en la medida de las posibilidades, organizó gradual y metódicamente la defensa del Chaco. Su pensamiento, como él mismo lo afirma, era “Claro, definido y categórico- y su acción fue “Metódica, continua y prudente”

 

Al leer algunos de sus documentos, parecería que Eligio Ayala actuase como opositor a su mismo partido: tan severa y sin piedad era su crítica! Porque cuando juzga la realidad del país, Ayala no limita sus expresiones. En su mensaje de 1927 decía: “A nuestro pueblo casi nunca se le ha dicho la verdad. Siempre se han imputado sus achaques morales y materiales al gobierno, a los partidos o al Ejército. Y creo que es oportuno recordarle que la salud no depende tanto del médico como de sí mismo”

 

Ayala, se parece al médico honesto que no quiere guardarse el diagnóstico. Señala las dolencias, para encarar abiertamente, la terapéutica. Es una gloria para nuestro pueblo, haber producido un hombre con tanta verticalidad y valentía moral!.7

 

Analizando la situación económico social que condicionaban los esfuerzos para preparar la defensa nacional decía: “Es verdad que las condiciones de la defensa nacional hubieran estado en situación menos precaria, si nuestros errores del pasado, no hubiesen concurrido a trastornarlas, con tanta inconciencia de la responsabilidad.

“Recién ahora, como despertados de una pesadilla aterradora, percibimos los efectos, la depresión y la ruina, que nos han legado cincuenta años de anarquía político militar. A todos nos duelen los extravíos de ayer, todos los deploramos.

Y los deploramos tanto más amargamente, por saber que habiendo sido cometidos por unos, sus consecuencias recaen sobre todos, y se proyectan hasta las generaciones más lejanas e inocentes”.

 

Y sigue Ayala: “Los pueblos como los individuos pagan sus faltas, tarde o temprano, pues el tiempo no prevarica. Y en éstos como en aquellos, es frecuente que los inocentes paguen por los pecadores. Pero creemos que sería estéril la tarea de discernir responsabilidades, y al contrario, preferible, aunar los más abnegados esfuerzos, para reparar nuestras desventuras.

 

“Debemos tener la altivez de reconocer los errores de nuestro pasado, que son comunes a todos, porque son productos del temperamento nacional mismo. No pretendemos erigirnos en fiscales ante la conducta de los que actuaron en circunstancias constituidas de infinitas y poderosas dificultades. Pero es útil destacar algunos hechos históricos, porque aleccionan ante el futuro”.

 

Finalmente Ayala, con grandeza y optimismo dice: “No hay que perder tiempo en inculpaciones de los predecesores, ni desesperar de la buena suerte de la Nación”. En efecto, el estadista no se recrea con los dolores o los errores del pasado, él quiere construir, mira hacia adelante. Es, como un historiador y el historiador es un profeta que mira hacia atrás.

 

No descartaba Ayala, la posibilidad de un acuerdo pacífico. Estaba dispuesto a colocar todo el peso de su enorme prestigio y autoridad para lograrlo. “Con ese objeto - dice - hemos reconstituido la Comisión de Límites y hacemos copiar y autenticar los títulos históricos de nuestros dominios. El Gobierno ha llamado a colaborar en su estudio y solución a los más eminentes especialistas en la materia, a las más altas y reconocidas autoridades en ella, de todos los partidos”

 

Pero “mientras descubríamos nuestras probanzas jurídicas -dice Eligio Ayala- y hacíamos lucidísimas disertaciones para acreditar el mejor derecho en la controversia, descuidábamos la organización de las fuerzas sociales y la ocupación real del territorio, cuya propiedad demostrabamos con tan acabada erudición”.

 

La ocupación del Chaco era, pues, de una urgencia impostergable. Los pocos fortines (5) existentes, después de la sedición de 1922, también habían sido abandonados. Mientras el Paraguay descuidaba sus fronteras, Bolivia fundaba nuevos fortines, progresando en su avance en nuestro territorio convertido en tierra de nadie.

 

Ayala encaró resueltamente al problema, tratando de resolverlo: “El estudio de la situación militar del Chaco -diría después- reveló una triste realidad”. “Nadie se había ocupado de ella. Aquellos de quienes debía esperarse siquiera alguna experiencia reflexivamente adquirida, dieron pruebas de encontrarse sorprendidos por un acontecimiento imprevisto. Las opiniones se multiplicaron en gran confusión -afirma Ayala- los proyectos más fantásticos y disparatados se entrecruzaron. Se percibía, bien desgraciadamente, qué todos improvisaban, con asombrosa incomprensión de las circunstancias”.

 

Y continua el Pte. : “Creían unos que los bolivianos nos temían, que convenía amedrantarlos, que bastaría enviar al fondo del Chaco 500 a 1000 hombres armados, para que abandonaran sus fortines y huyeran. Este juicio era compartido entonces, por muchas personalidades civiles y militares. Y sin embargo -afirma Ayala- era infantil e irresponsable”.

No teníamos un ejército que pudiese llevar el nombre de tal y no se podrá ser “tan cándido para suponer que los bolivianos lo ignorasen” dice Ayala. Pero aún en el caso de que existiera, era imposible transportarlo al fondo del Chaco sin “exponerlo a un trágico destino”. La ocupación del Chaco con fuerzas de algún volumen requiere complejas condiciones. “Que no se pueden crear mágicamente”, afirmaba. Además, “el efecto inmediato sería la acumulación de parte de Bolivia de más tropas sobre la frontera”.

 

El Gobierno de Eligio Ayala “optó por una decisión fundamental: ocupar el Chaco urgentemente y entre tanto formar el Ejército y adquirir el material indispensable para la de-fensa del territorio contra una eventual agresión”.

 

Entre 1924 y 28 se inició la progresiva ocupación de nuestro Chaco con la fundación de numerosos fortines. El Dr. Ayala dice: “No estaba constituída de fortalezas y grandes cuerpos de Ejército, porque no era posible. Las primeras posiciones por fuerza tenían que ser modestas”. Y contínua “Cualquiera de esos que nunca han hecho nada, que en 15 ó 20 años de antiguedad no fueron capaces de hacer siquiera eso, encontrarán en ellos deficiencias, desde el punto de vista de lo que debiera hacerse, conforme a las teorías y técnicas militares más vulgares.

 

“Pero el Gobierno desde luego no se propuso realizar una quimera. Antes de dictaminar sobre lo que sería mejor en el futuro hizo lo que se podía, como se podía, enseguida.

 

“Con la ardua tarea de la ocupación del Chaco, sincronizó la no menos urgente y difícil de reconstruir el Ejército que se había desbaratado en la última sedición"”.

 

La defensa nacional se convirtió para Eligio Ayala en una obsesión que lo llevaba a estudiar durante largas horas, todo lo referente a la organización de un Ejército. Numerosa correspondencia de Eligio Ayala atestigua estas apreciaciones. En varias cartas y a diferentes personas, encarece se le remita bibliografía sobre el tema de las Fuerzas Armadas y su organización. En fecha 18 de diciembre de 1925, le dice al Gral. Manlio Schenoni: “por lo visto la tarea de organizar un Ejército no es como soplar botellas. Sobre todo para un extraño a la profesión. Me explico ahora que mi Ministro no acuse muchas ganas de apechugarla y que el Jefe del Estado Mayor, más se incline hacia el “polo” que hacia ella.

 

“Desde hace casi una semana, todas las tardes, de dos a cinco, estoy transpirando sobre folletos y reglamentos, y todo cuanto he sacado hasta ahora, es el convencimiento de la pavorosa magnitud, complejidad y dificultad del asunto. Con todo, voy a seguir estudiándolo. Saludos amistosos, Eiigio Ayala”.

 

Después de tantos años de amargas experiencias, el objetivo del Presidente era la formación de un Ejército profesional, alejado de toda vinculación política.

 

En una magnífica arenga, enviada con motivo de una salutación de Año Nuevó, a los oficiales de la Escuela Militar, el Pte. Eligio Ayala les recordaba: “Si a los coimeros de la administración pública y a los políticos corrompidos, les bastara sublevar una zona militar o una guardia pretoriana para abrigar sus corrupciones, habría que desesperar del porvenir moral de nuestro país.

“La vida militar estricta, es la poesía del deber, de la abnegación y del sacrificio. La Institución Militar encarna los deberes más imperiosos y más grandes hacia la patria. Ella no es la defensora de gremios particulares de intereses, ni de los políticos, ni de los económicos, ni de los religiosos. Ella ampara el ejercicio de todos los derechos, a tal punto que del cumplimiento de su misión depende que podamos sentir hasta el orgullo de ser paraguayos.

“Casi audaz - decía- se debía ser para afirmar que en 1924 había un Ejército. Carecía de oficiales, de armas, de muni clones. No había recursos ni crédito para dotarle con la premura necesaria de sus elementos primordiales.

“No cabía pensar en la creación de recursos extraordinarios, pues con ella se ahogaría la convalecencia económica de que tanto necesitaba el país” y continua: “Se buscó algún crédito, para disimular la actitud de postulante insolvente y dentro y fuera del país se confirmaba con este motivo, el desprecio en que se había hundido el país. En el extranjero no se oían más que estas admoniciones: Paguen sus deudas, dejen de hacer motines”, como si uno fuera en busca de consejos”.

 

Ni siquiera la Banca Nacional quería cooperar lealmente en la defensa nacional. Ayala, con desilusión, dice: “El Banco de la Rca. se avino a prestar al Gobierno una mísera suma, que escasamente serviría para pagar los fletes del material que se necesitaba, en condiciones que repugnaban al patriotismo”. “Se rechazó el pequeño ofrecimiento con grande, sincera., y honda repulsión”.

 

“Desde esos instantes - afirma el Pte. Ayala- se condensó en los gobernantes, la penosa convicción de que el Paraguay, por varios años, hasta rectificar sus errores del pasado, tendría que tomar sus destinos en sus propias manos, y de que no podría contar más que con sus propios e ínfimos recursos.

 

“Al impulso de esta amarga persuación, se acreció la rigidez de la administración financiera con el objeto de obtener, a pesar de todos los infortunios, los medios que buscabamos”

 

Para preparar los cuadros del Ejército aumentó la dotación de la Escuela Militar, creó la Escuela de Pilotos y Aviadores militares, reorganizó el Dpto. de Marina, contrató una Misión Militar Francesa, presidida por el Tte. Cnel. Coulet. Para formar a los jefes y oficiales se envió a numerosos jefes al extranjero (Argentina, Chile y Europa) y valga solo como un ejemplo, la del Tte. Cnel. José Félix Estigarribia, destinado por Ayala a la Escuela de Guerra de Francia, y que fuera luego el conductor de nuestros ejércitos en el Chaco. El Pte. Ayala vigilaba personalmente la estructura del Ejército y visitaba periódicamente los cuarteles.

Rafael Franco solía contarme: “Eiigio Ayala llegaba hasta nuestras guarniciones y con frecuencia compartía nuestra mesa. Pero jamás nos habló de política ni nos dió oportuni-dad para hacerlo. Era el civil más respetado por el Ejército”.

 

Eligio Ayala trató de adquirir para ese ejército lo más moderno y avanzado en materia de armamentos. Indignado comenta el ofrecimiento de compra de armamento usado y dice: “después de la guerra europea, se dispersaron por todas partes agentes para colocar armas viejas, en los países necesitados. Aquí también llegaron esas ofertas de la trapería militar dejada por la guerra, las ametralladoras y fusiles descalabrados, modelos de hace 20 ó 30 años. Algunos pensaron que debían adquirirse estos artefactos deteriorados.

El Gobierno también rechazó con indigación categórica, absoluta y fielmente, esta peregrina proposición, con la misma repugnacia que el había producido el cambalache insinuado por el Banco de la República. . .”

 

“Afortunadamente, mientras se enterraban estos dislates - dice Eiigio Ayala- la reorganización financiera, la estabilización del cambio, sin empréstitos ni comisión Kemerer (alude a la Comisión americana que reorganizó las finanzas de Bolivia. . . para que ésta pague los empréstitos contraídos. . .) oscura y modestamente, con escasísimo costo, produjeron vigoroso renacimiento general. Las rentas fiscales aumentaron en proporciones tales que permitieron prescindir de la cooperación financiera de los usureros.

 

“En cuanto se produjo esta expansión, el Gobierno se ocupó de obtener el material de guerra más indespensable para el Ejército, se estudió y se adoptó un plan de adquisiciones y entró en la vía de las ejecuciones. Esto acontecía a principios del año 1925. Mientras todo el mundo se lamentaba de que no se hacía nada, el Gobierno, en un silencio angustiado y penoso, sin farolerías chinescas, se empeñaba en llenar los vicios abiertos en la organización militar por un pasado de ineptitudes. .”

 

El Dr. Eusebio Ayala, Ministro plenipotenciario en Washington, fue comisionado para firmar el contrato formulado y remitido a Paris. En carta escrita al Dr. Eusebio Ayala, el Pte. Eligio Ayala, en fecha 17 de agosto de 1925, expone los motivos y los antecedentes de la misión que le encomienda. En dicha carta le dice: “El período de transición, entre el estado de insolvencia bélica, y el de mediana preparación defensiva, es lo peligroso para nosotros”, y continúa “hemos querido adquirir el material más moderno, el que haya incorporado ya los últimos progresos de la guerra europea en la materia, deseamos que aunque poco sea de lo mejor”. Más adelante le informa: “El Gobierno argentino, tenía una misión técnica en Europa desde hacía muchos meses y pensamos que esa Comisión podría ayudarnos con los resultados de sus estudios. Así íbamos a ganar tiempo y mantener la reserva necesaria de las gestiones. Además, de ese modo estrecharíamos relaciones con la Argentina.

“Hemos creído conveniente aceptar esta forma le adquisión, persuadidos de servir mejor así los intereses del país y además apremiados por la necesidad de no perder rnás tiempo para la realización, de esta operación”.

Seguramente a aquellas personas que gustan de una historia ideal para celebraciones escolares, con los cromos conmovedores y la mitificación rápida de sus héroes, y por supuesto la inevitable condenación de sus monstruos, este tipo de verdad histórica no les satisface.

Pero la verdad puntual es que Eligio Ayala, dentro de nuestras modestas posibilidades, compró lo mejor que pudo comprarse para armar al país, y lo hizo sólo gracias a su administración inmaculada y férrea, sin deber un centavo a nadie, “arañando la tierra” como él mismo diría luego en una de sus cartas.

En 1926, viajó a Europa enviado por Ayala, para completar la adquisición de armas - bajo el asesoramiento de la Misión Militar Argentina, que nos cooperaba en dichas adquisiciones - el Gral., Manlio Schenoni. Mientras, en Italia, el Ingeniero Bozzano adquirió las cañoneras que tan invalorables servicios prestaron a la República.

 

“Claro está que la cantidad de material contratado -decía Eligio Ayala- ha debido subordinarse, por fuerza, a nuestras disponibilidades previsibles. Nada más que el descrédito sería el resultado de la imprevisión de contraer obligaciones sin probabilidades de pagarlas.

“El plan de gobierno fue principiar por la obtención del material más urgentemente necesario, con la mayor disimulación asequible: estimular la actividad económica del país, por la cooperación común y la consolidación del paz interna; recobrar el crédito público externo que se había perdido, y obtener más tarde un empréstito para impulsar más eficazmente la preparación de la seguridad exterior. Para encaminarse a la preparación de ese objeto, se trataba por todos los medios de inspirar confianza al país, se acallaba todo alarde de peligro externo, y se disimulaban, en lo posible, los aprestos militares. Nuestro efectivo de lineas del Ejército se mantenía en un número relativamente bajo, por esta razón, tambien y además para que aumentasen los sobrantes del presupuesto, destinados a la adquisición de armas”.

 

“Sobre todo esta actitud -prosigue el presidente Ayala- fue impuesta por la necesidad de ganar tiempo y de entrar en la posesión del material de guerra antes que se suscitase alguna crisis violenta en nuestra cuestión de límites con Bolivia”

 

El inesperado incidente que costó la muerte a Rojas Silva, y la cuestión presidencial después, según Eligio Ayala “anularon los acuerdos verbales a que se había llegado (para un crédito) y aumentaron los apremios financieras”, pues grandes capitales salieron del país, se redujeron los negocios y disminuyeron los ingresos fiscales en cantidad muy grande”.

 

“No fue el único resultado funesto de este incidente prosigue E. Ayala -, la opinión se excitó, se acusó al gobierno de apatía e indiferencia ante los intereses públicos, y éste para sincerarse ante tanta injusticia, fue dejando, en cada interpelación de las cámaras, parte de la reserva en que efectuaba los preparativos militares. Bolivia pudo así hacer inducciones sobre los planes de nuestra defensa militar y, como ella dispone de empréstitos, se apercibió también aceleradamente para una acción bélica en el Chaco”.

 

Las noticias que se recibían de Bolivia, alarmaban al presidente. Ayala se desespera. No puede permitir que los acontecimientos se precipiten y urge a su gestor el envio de las armas. Le escribe a Europa al Gral. Schenoni: “dominado por la impaciencia, le escribo para reiterarle lo que le había dicho antes de su partida.

 

“La actitud del gobierno boliviano es intranquilizadora, sabemos que ha adquirido armamento nuevo. Tiene su presupuesto de administración impago por más de cinco meses. Y sin embargo todos los recursos que obtiene, sea de empréstitos, concesiones, monopolios, atrasos de los pagos ordinarios, todos sus recursos los dedica a multiplicar su material de guerra.

“En las fronteras despliegan gran actividad. Exploran, fundan fortines. En suma hay razones muy poderosas para anhelar que las gestiones de Ud. se hagan con urgencia”.

 

En febrero de 1927, le reiteraba en una patética carta: “estoy desesperado, angustiado ante el porvenir de nuestro país. El enemigo amenaza, avanza, se insolenta, mientras nosotros estamos buscando un aeroplano que vaya kilómetros más o menos.

“Le escribo así, llevado, por la profunda angustia que me devora ante la suerte de nuestro país.

“La reserva de nuestras gestiones es ya imposible. Y por consiguiente hay que hacerlo todo de una vez, en cuanto se pueda.

“Mientras se podía trabajar en secreto cabía esperar lo mejor. Ahora no es posible, es imprudente, peligroso, esperar aún una perfección mayor.

“Reitero: lo mejor de ahora, pero ahora mismo.

“Hago votos por el éxito de su misión, por el éxito oportuno, porque el más brillante éxito después de la catástrofe no sería más que la brillantez de la catástrofe.

“En el arte de la guerra no hay después, sino antes, hay que llegar antes, no después de la derrota.

“Amistosamente suyo. Eligio Ayala”.

 

En Asunción, a cada provocación boliviana, las pasiones se desatan en forma irreflexiva e incontenible. Ayala prefiere arrastrar la incomprensión con tal de mantener la reserva con la que está adquiriendo lo estrictamente necesario para la defensa nacional. “Las grandes explosiones retóricas -decía en el Parlamento - en vez de ser exponentes de un sano y robusto patriotismo, exponen a veces a irreparables catástrofes y verguenzas nacionales”.

“No se corrigen las vicisitudes de la Historia, con exaltaciones apasionadas. Las iras en la adversidad son flaqueza femenil, que no ablanda la mala ventura. Ellas no sirven más que para desenfrenar intereses subalternos en detrimento del interés nacional”.

 

Para Ayala resulta inconcebible que se confunda la defensa nacional con el interés partidista. El chauvinismo le repugna tanto como ese patriotismo folklórico y bullanguero: “En interés propio, en el supremo interés de la propia existencia colectiva -dice- no debieramos convertir los grandes proble. mas en que estan envueltos los destinos nacionales, en presa destinada a saciar las pasiones huracanadas de las multitudes mal dirigidas y peor informadas”.

“Nosotros - asegura - preferimos el patriotismo, discreto, callado y laborioso. No creemos que debamos echarnos en el fuego por temor a quemarnos. Y a esto equivaldría el dejarnos arrebatar por los sobresaltos irreflexivos”.

 

 

Ayala no rehuye la explicación de sus actos públicos, pero se niega a colaborar al servicio de informaciones del adversario. Informar con detalle al pueblo y al Parlamento, sería ventilar públicamente secretos de la defensa nacional, informar de las sumas gastadas en armamentos, de los intermediarios de las compras, y de las cantidades de armas adquiridas. Los militares bolivianos podrían provocar la guerra, antes de que el Paraguay cumpla su plan de adquisiciones, de ocupación efectiva del Chaco y de reorganización de sus Fuerzas Armadas.

 

Como político debió interesarle que el pueblo paraguayo conozca la verdad, para ganar sus aplausos; como estadista, prefiere la censura colectiva y la gratitud de la Historia.

Acongojado por la incomprensión, sólo dice en su Mensaje: “No concebimos sea posible que sinceramente se dude de nuestro patriotismo. Nosotros también tenemos el orgullo de ser paraguayos. Por consiguiente, apenas es necesario de-ciros que, a la seguridad nacional, dedicamos también nuestros esfuerzos con toda lealtad”.

 

A la luz pública, Ayala aparece siempre como el hombre inconmovible, a quien no alcanzan ni el odio, ni las críticas despiadadas de quienes lo acusan de inoperante, de incapaz, hasta de antipatriota.

Sin embargo no es tan duro, le duele hasta quemarlo la injusticia de esos ataques. Escuchémoslo en esta carta, que lleva escrito de su puòo y letra, su voluntad de que se mantenga “Confidencial”:

“Me duele mucho, se me diga que no se hace nada. No puede Ud. imaginarse como sangra mi corazón cada vez que oigo esta injusta acusación contra el gobierno.

“Yo no busco ni la ostentación personal ni el lucro, yo quiero since-ramente servir a mi país y hago todos los esfuerzos posibles para ello. Hace cinco aòos que oscura, modesta y silenciosamente estoy trabajando, exclusivamente, únicamente, para hacer revivir financieramente a nuestro país.

 

“Después de once años de abandono y atraso, se ha reanudado el servicio de las deudas, se paga el presupuesto, se estabiliza el cambio, por primera vez en la vida del Paraguay; y tenemos recursos para algunas adquisiciones. Mis pobres esfuerzos han contribuído para este resultado. Y sin embargo... apenas dos años después de haber salido de una convulsión, que duró tres, se quiere que ya todo esté listo: todo en Todo!, y a pesar de saberse bien que contra lo imposible nadie es fuerte, se me acusa de inacción y esterilidad.

 

“No se figura Ud. mi estimado General, el intenso, hondo, sincero sufrimiento que eso me produce!!!.

 

“Sufro la injusticia, la sufro, realmente.

 

“Pero no tomo a mal a nadie. No tomaré a mal nunca ningún juicio, aunque injusto sobre mis actos públicos, los injustos avivarán mis esfuerzos para hacer más y mejor. El peor castigo del mal es hacer bien...

 

“Yo no he buscado el cargo ni me empeòo en conservarlo. No lo disfruto. Fuera de mi sueldo, nada saco de él, ni siquiera la parada, el bombo y las coimas.

 

“Sí se me estorba por todos lados, si se me hace imposible la realización de una parte siquiera de mis aspiraciones, sí mis esfuerzos van a estériles, me iré a mi oscuro y apartado retiro, tan sereno y limpio como salí de él, no para servirme, sino para procurar servir a mi Patria”.

 

“Y entonces se verá si entre los politicastros de ahora, arriba de 20 años de edad, esos que atronan los aires con sus alardes, hay quien haga, no digo tanto, sino quién sea capaz de conservar lo poco que se ha hecho...

“Sobre el cerco, humilde ciudadano veré, a los salvadores del país, en acción.

“Entonces se verá, que otra cosa es con guitarral Amistosamente suyo. E. Ayala”.

 

Hacia el final de su mandato, no sólo los incidentes de frontera entraban su acción de gobierno. También lo que él llama “la cuestión presidencial” encrespa los ánimos produciendo una paralización de las actividades económicas. “Esta cuestión suele tener la diabólica fuerza de acalorar a los temperamentos más serenos” decía en su Mensaje al Congreso. Pero. . la verdad es que tampoco él puede huir de su influencia. Consecuencia de su estado de ánimo, sin duda, es una carta corrosiva, escrita como siempre, más como un desahogo que como la expresión de su sentir. En ella decía en 7 de Mayo de 1927: “la administración general, la acción gubernativa, va siendo cada vez más electoral que patriótica y nacional. Cada uno procura “ver su pega”, si agrada, si cuenta con alguna chance. El interés público, se deja por ahi, como una estopa que se tira con los pies. Y hay más candidatos que raigones en el Confuso. Más por desgracia personalidades superiores e íntegras muy pocas o ninguna. Tanto como a unos les sobran ineptitudes, les faltan a otros merecimientos”.

 

Algunos militares, entre ellos el Gral. Schenoni, desean que continúe en el gobierno y hasta le insinúan la necesidad de hacerlo. Así leemos en una carta escrita desde Paris en 4 de abril de 1927 por Schenoni: “respecto de la cuestión presidencial, si en nuestro país existiera toda la clarividencia, el superior patriotismo y cultura cívica tan necesarias ahora más que nunca, ella sería sencilla, simple: una Gran Convención Nacional que prorrogue el mandato de Vuestra Excelencia por otros cuatro años. . .”

 

Pero Ayala rehusa, es un liberal confeso y convicto, y el respeto a la Constitución está por encima de cualquier necesidad. Si ha mantenido la estabilidad en su gobierno, obtenido en elecciones limpias, se debe al hecho de haber respetado la voluntad popular, los derechos y las garantías constitucionales. Su obra de eficiencia admirada, de honradez reconocida, le han ganado la confianza que le da autoridad. Vulnerar la voluntad democrática significaría perder autoridad.

 

Bajo su gobierno, se realizan las elecciones libres de acuerdo a una ley electoral dictada por el propio partido de oposición.

 

El 15 de agosto de 1928 entrega el gobierno a José P. Guggiari y después de una breve permanencia en el extranjero represa al Ministerio de Hacienda, para seguir siendo la figura más respetable del país. A pesar de sus amarguras, sabe que la patria, finalmente, recogerá sus desvelos. Ayala no temía el juicio de los hombres, temía a la historia. El pasaba y pisaba por encima de los adjetivos, buscaba la perdurabilidad de su obra: “Toda obra de renovación progresiva es lenta y laboriosa -decía en una de sus numerosas misivas- lo importante es no desfallecer y no perder la serenidad. Siempre recuerdo un pensamiento de Renan, cada vez que arrecian contra no-sotros las pasiones malevolentes, en turbión nauseabundo. Decía Renan en los “Recuerdos de Juventud”: Cada vez que era víctima de una injusticia y sufría una gran contrariedad, me ponía a trabajar desesperadamente”. Y pensaba con acierto, pues “lo único que ha de quedar como una luz, cuando la humareda de los enconos se extinga - decía en una carta- lo único que ha de quedar como metal cuando pase la catarata de las pasiones delirantes, serán las obras, lo que se ha hecho, lo que hemos hecho. Las obras no pueden ser suplidas por las declaraciones y menos por la diatriba injusta y mezquina”.

 

Mientras arrecian las críticas y la agitación política sigue intensa en el país, Ayala, con los puòos apretados, sigue escribiendo y trabajando sin desmayo.

Y llega Vanguardia. .. Los escritores bolivianos presentaron los incidentes de Vanguardia, como si estos hubiesen sido orginados en razones de política interna, por el mismo gobierno de la época. Pero el mismo Rafael Franco, el militar que en el conflicto del Chaco se convertiría con Estigarribia y Garay en uno de los símbolos de nuestras fuerzas armadas en campaòa, ha dicho la verdad: sin orden de nadie, sólo en cumplimiento de lo que él consideraba su deber, había expulsado a los invasores.

 

Además hay otro equívoco con relación al conflicto del año 28. Siempre se ha sostenido que el ultimatun de Chile evitó la guerra. La verdad es que nadie evitó la guerra. No se produjo porque Bolivia tampoco tenía todavía concluídos sus caminos de acceso a la zona de operaciones. Documentadamente lo desmuestra Sindulfo Barreto en su libro “Porqué no pasaron”....

El Gobierno no deseaba que se provoque la guerra. Aún necesitabamos tiempo para poner al país en pie, ordenar las finanzas, pertrechar al ejército. Numerosos armamentos contratados, aún no habían llegado, ni habían vuelto todos los jefes que en el extranjero recibían cursos de perfeccionamiento. Precipitar los acontecimientos que ya parecían inevitables equivaldría a un suicidio.

Tuvimos que devolver Vanguardia. Reconstruir el fortín, soportar la humillación, no porque no estuviésemos convencidos de que ese fortín se hallaba en territorio paraguayo, sino porque sencillamente aún no nos hallabamos debidamente preparados.

 

La prensa, la opinión pública se hallaban en febril estado de agitación. Jóvenes intelectuales, políticos del gobierno y de la oposición, protestaban contra la indefensión del Chaco, contra la humillación que significaba aparecer como agresores. A fuer de repetirse, ello se iba convirtiendo en dogma de fé. En el Parlamento se buscan peticiones de informe y se plantean recursos de interpelación. Con derecho de exigen explicaciones.

Ayala prefiere callar, aparecer hasta como un entreguista, pero evitar a toda costa un apresuramiento en las acciones que podría resultarnos fatal. Vive horas de intensa amargura. Prefiere inmolar su prestigio a comprometer su obra. Son años duros y difíciles, laboriosos y oscuros los de 1929 y 1930. La tensión nerviosa llega, a veces, a niveles insoportables. En una oportunidad, sólo la intervención de los amigos impide que se tome a balazos en el Parlamento.

 

Si como una roca parece inconmovible e incapaz de ser vencido por la flaqueza, también como Cristo, cuando pide a su Padre que le aleje el caliz, hay momentos en que no puede soportarlo más, se siente enfermo y prefiere dejarlo todo y retirarse. Cuando se reinician las labores parlamentarias en 1930, redacta su renuncia al Pte. Guggiari.

Su texto, que nos proporcionara el Dr. Pastore, hace muchos años, es dramático y dibuja a nuestro héroe sin sombras ni repliegues.

Dice así:

“Señor Presidente de la República

“Respetuosamente:

“Una penosa causa me ha obligado a tomar la resolución que voy a comunicar a V.

“Los trabajos diarios y ordinarios del Ministerio que ocupo han aumentado en proporciones abrumadoras. Cuestiones á cual más difíciles, que requieren una dedicación afanosa é ininterrumpida, serios estudios y complejas investigaciones, se multiplican cada día en este cargo.

“A estas labores muy árduas, que por sí solas pueden superar la mejor voluntad, se van á agregar las reclamadas por las actividad parlamentaria ordinaria.

“Los informes solicitados por las Cámaras y las interpelaciones recargaron las funciones del Ministerio, con nuevos y grandes esfuerzos. Después de los trabajos de indagación y de preparación, será obligatorio ir á las sesiones y participar de sus controversias durante tardes enteras.

“Las deliberaciones de las Comisiones sobre el Presupuesto reclamarán una cooperación en trabajos penosos y largos hasta muy altas horas de la noche, casi todas las noches.

“Mi salud está un poco abatida y por consiguiente mis fuerzas no pueden alcanzar un acrecentamiento tan grande de las tareas.

“A pesar de todo, si no existiera más que esta desproporción, podría todavía decidirme á proseguir en mis esfuerzos.

“Pero por desgracia mía, otros motivos me imposibilitan pensar en ello.

“Padezco de una grave afección al corazón. Mis médicos, por la radioscopia, han constatado en él una peligrosa dilatación inicial.

“Contra este mal me. cabe más que el consuelo de procurar contenerlo, de atajar su agravación progresiva.

“Y para esto no hay otro medio que evitar las emociones fuertes, los violentos choques cardiácos producidos por las excitaciones nerviosas.

“La recomendación médica insistente y reiterada es que lleve una vida sosegada y tranquila, sin disgustos y contrariedades.

“He procurado hacer esto. Los trabajos intelectuales por numerosos e intensos que sean, no me hacen daño, parece.

“Pero nunca he podido habituarme á ninguna actividad ante el público.

“Frente á una Cámara, en una sesión pública, como ante cualquier asamblea, siempre me domina una emoción honda, incontenible y me palpita el corazón con vehemencia dolorosa.

“Los debates parlamentarios son mortales para mi salud. Por ellos acrecerá mi enfermedad aceleradamente y temo caer, un día, por allí fulminado de un síncope.

“Por esta causa, me veo en, la necesidad indeclinable de retirarme del puesto que ocupo, y he resuelto presentar á V. mi renuncia al cargo de Ministro de Hacienda.

“Lamento sobremanera encontrarme en este trance de tener que sustraer de V., de los amigos, del partido, y del Gobierno, mi colaboración si bien muy modesta y pobre.

“Pero créame, señor Presidente, que no me ha movido otra causa. Me anima un espíritu cabalmente amistoso y me llena un sentimiento genuino de solidaridad hacia todos.

“La parte mejor de mi vida, toda mi capacidad intelectual, mis más grandes entusiasmos patrióticos, he puesto leal y honradamente al servicio del Gobierno de nuestro país. Me he acostumbrado un poco á él y me parece que al alejarme de él dejaré y perderé parte de mi alma, de mí mismo.

“Por esto, deploro hondamente tener que retirarme del cargo, tanto que estoy escribiendo con la más amarga de las tristezas.

“No digo lo que otros hubieran dicho, que mi renuncia ha sido determinada por el atractivo de las mayores ventajas pecuniarias qué pueden ser obtenidas de una dedicación profesional privada.

“Bién sé que no podré ganar en ella ni lo poco a que monta el sueldo del cargo.

“Y aunque fuese posible y previsible lo contrario, nunca daré preferencia al lucro personal sobre la honrosa satisfacción de servir a mi patria.

“No pido ningún otro cargo, no lo deseo ni lo intereso. Espero encontraré medios de un vivir modesto en mi apartado y silencioso retiro.

“Pero no negaré ningún servicio compatible con mí debilitada salud, al Gobierno y al país, ninguno, cuando se quiera, en cualquier parte.

“Presento á V. esta renuncia privadamente, para que resuelva la cuestión de llenar el cargo, serenamente y libre de influencias externas, como mejor le parezca.

“Agradeceré se sirva reemplazarme antes que arrecien las interpelaciones y los debates parlamentarios, para desvanecer la presunción posible de que huyo de ellos de miedo o de que deseo menoscabar el respeto debido al Parlamento.

“Me despido del señor Presidente, muy agradecido de haberme dispensado el honor de ser uno de los míembros de su Mínísterio.

E. Ayala

“As. Mayo 10/30”

 

Pero la renuncia no fue oficializada. Ante la presión de sus amigos y la petición del Presidente, se sobrepone y sigue trabajando. Su muerte lo sorprende en esa labor. “El día 24 de Octubre de 1930 marca el minuto sin retorno. Para todos, los que lo ayudaron y los que lo combatieron, los amigos y enemigos, pero sobre todo para el Paraguay, su muerte asume las proporciones de una catástrofe nacional y se alza un lamento lúgubre de pueblo que parecía quedar desamparado”.

Pero, el país quedó preparado y se redime. Su obra casi no se ve, son las Raíces de esas gloriosas posibilidades. Su labor era casi desconocida, más ahí estan los resultados de la guerra, que jamás hubieran sido los mismos, si silenciosamente, con fervor místico, este personaje que parece escapado de las páginas de Plutarco, no los hubiera preparado.

Hoy, para Eligio Ayala, se podrían repetir las palabras del Cura Choquehuanca al Libertador en las alturas deslumbrantes del Alto Perú “Tu nombre crecerá como las sombras cuando el sol declina”.

 

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