A veces el poeta se transforma en otro. Como puede mejorar su imaginación a la medida de sus deseos, se ubica en la posible experiencia de su semejante y, desde allí, a partir de algunos datos concretos, construye su obra. Esto es lo que sucedió con Pedro Sosa, cuyo nombre artístico es Carlos Sosa (nacido el 29 de abril de 1926 en el barrio Trinidad de la capital, y fallecido el 10 de junio de 1990 en Asunción) al escribir y componer "Mi retorno".
La madre de Luis Alberto del Paraná (Luis Osmer Meza, venido al mundo en Altos el 21 de junio de 1926 y muerto en Inglaterra el 15 de setiembre de 1974) que se llamaba doña Jacinta Meza, había fallecido en ausencia de su hijo, músico y viajero infatigable. El poeta, al enterarse de lo ocurrido y conociendo la historia de Paraná, describe, en primera persona, su retorno.
Los primeros versos ubican el espacio de la memoria feliz de la infancia. De a poco, emerge el recuerdo de la madre, a la que ya nunca podrá besar en sus regresos. Ancla, después, en la vida de andariego y expresa el anhelo de morir en su tierra "cantando guaranias".
A comienzos de 1966, cuando Paraná viene a Asunción, Carlos Sosa y su esposa doña Máxima Lugo –según la hija de ambos, Marlene Sosa Lugo- van a visitar a Paraná, hospedado en el Hotel Guaraní. Carlos le entrega la letra y la música diciéndole que las inscriba en su nombre, que con esa intención él hizo la obra. Era un regalo de su parte como gesto admiración y de reconocimiento.
-No chamígo, mba´éicha piko che añemomba´éta aipo ne mba´ere. De ninguna manera- le responde Luis Alberto-.Lo que te voy a pedir es que registres la obra y yo, con toda seguridad la voy a cantar.
El 29 de agosto de 1966 Carlos Sosa registra su inspiración en Autores Paraguayos Asociados, APA. Paraná, introduciendo algunos cambios en la letra –dice, por ejemplo: he vuelto mamá, en vez de: ajúma mamá; muy grandes y lujosas, en vez de Nueva York y Tokio, sin modificar la música, la canta según lo prometido. Desde entonces, la composición identifica plenamente a Luis Alberto del Paraná. Aunque no salió de sus manos y de su espíritu, la sensibilidad del poeta logró captar una parte esencial de la existencia del que fue embajador de la música paraguaya –desde la década del 50 hasta su fallecimiento- en el mundo.
Lo relatado revela también la categoría de su espíritu pudiendo perfectamente apoderarse de la obra que se le ofrecía en bandeja, con toda generosidad, él prefiere dejar las cosas en su lugar: que el autor no desaparezca y él sea sólo el intérprete de su poesía y de su música.