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EMILIA PIRIS GALEANO

  EL TEXTO CIFRADO - Cuentos de EMILIA PIRIS GALEANO - Año 2012


EL TEXTO CIFRADO - Cuentos de EMILIA PIRIS GALEANO - Año 2012

EL TEXTO CIFRADO, 2012

Cuentos de EMILIA PIRIS GALEANO

 

Editorial SERVILIBRO

ISBN: 978-99953-0-428-7

Edición al cuidado de la autora

Diseño editorial y Arte de cubierta:

NERY SANABRIA

Aunción - Paraguay

2012 (130 páginas)

 

 

 

 

EL TEXTO CIFRADO. EL TEXTO CREADO.

Crear literatura de la literatura es una afición de tiempos añejos. El mismo El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha contiene codo un tratado de crítica literaria y numerosas opiniones dispersas en su acción. ¿No es el escrutinio de los libros de caballerías enviados a la hoguera una valoración crítica? ¿Salvar el Tirant lo Blanc porque el héroe muere en la cama y hasta fornica como cualquier ser humano no es unadeclaración analítica de preferencias?

Estamos hablando de metaliteratura. En ocasiones, ha sido llevada a puntos extremos por Borges, Torrente Ballester, Roberto Bolaño, Ricardo Piglia o Enrique Vila Matas dentro de la literatura hispánica, o Umberto Eco en la italiana. En la narrativa actual incluso se asocia a procesos de intertextualidad para cerrar un macrocírculo acerca del mundo de la creación. El discurso crítico se viste de ficción en más ocasiones de lo que parece. Y así ha hecho también una escritora paraguaya como Emilia Piris Galeano, igual que antes lo hicieran Hugo Rodríguez-Alcalá, Augusto Roa Bastos o Esteban Cabañas.

La trayectoria de Emilia Piris Galeano nos descubre a una cuentista por naturaleza; a una narradora que disfruta y hace disfrutar del relato de corto recorrido espacial. Desde que en 2004 publicara con Marisol Palacios los CUENTOS A DOS VOCES siempre ha estado presente en las letras paraguayas. Se reveló como una poderosa narradoraen LA CASA DE SATÁN (2007) donde demostraba su sabiduría a lahora de introducir lo fantástico en la realidad con un buen alarde del manejo de distintosregistros y técnicas. A continuación publicó la novela juvenil histórica CAMPANADAS DE MAYO (2011), una de las obras destinadas a cubrir las celebraciones del bicentenario paraguayo, cuyos protagonistas eran las campanas de la catedral de Asunción rememorando la historia de estos episodios y sus protagonistas.

Ustedes tienen en sus manos ahora una nueva obra de cuentos titulada EL TEXTO CIFRADO. En principio, existe un nexo común argumental entre todos los relatos: la creación literaria. Por sus cuentos transcurren problemáticas como la invención, la inspiración la (auto)censura, el efecto social de la lectura, la elección de contenidos, el fervor por la creación, la difusión y la edición, y la recepción, la vida propia de los personajes, y la influencia de los escritores, clásicos o no. En el fondo, el libro es una recopilación de problemáticas intrínsecas de la literatura, con lo que nos adentramos en el universo del escritor por antonomasia por medio de la expresión de distintas situaciones pertenecientes a su ámbito. No escapan del ejercicio narrativo los premios literarios, sobre todo en el cuento "EL PREMIO", con la inquietud del protagonista desvelando todo lo que rodea a los concursos literarios y las sensaciones producidas, incluso el beneficio económico. Así, pues, estamos ante un conjunto completo de las fases de la vida de literaria.

De esta forma es como por medio de las inquietudes de los escritores y lectores Emilia Piris Galeano penetra en problemáticas humanas. La reinvención de la literatura va más allá porque es vida: en el fondo la obra sorprende porque indaga en las fuerzas humanas. En sus puntos fuertes y débiles. Los personajes permiten reflexionar sobre nuestra condición, nuestras filias y nuestras fobias. En el fondo, son personajes tipo, donde el nombre importa menos que su profesión o su dedicación literaria. Pero no representan ideas preconcebidas, sino instituciones o factores de la comunicación lectora. Por esta razón, adquieren personalidad en función de sus actitudes. La autora demuestra que sin grandes personajes es imposible la gran obra, incluso en el cuento breve.

De esta forma, nos encontramos con el escritor censurado por el ámbito eclesiástico y salvado por un Fausto como el de Goethe, o la admiradora de Rulfo que reelabora la historia de "Talpa", de El llano en llamas, con Fernando, marido de su íntima amiga Rita. El protagonista de "Vida de novela" transmite sus sensaciones hasta producirinquietud: su manuscrito perdido se convierte en una tragedia, aunque le espera una sorpresa final cuando se vaya a cruzar con Mónica, la editora. La presión tensora sobre el protagonista de "La elección" es un cántico a la libertad creativa. También encontrarnos la reflexión del antagonista, "el malo de la narración", poniendo su índice vital sobre su papel y la relación con los "buenos". Los "autores favoritos" y la devoción del lector hacia ellos, García Márquez y Borges como ejemplo, es el signo de "PASIONES IMPRESAS", cuento ganador del primer premio "Elena Ammatuna de cuentos cortos" en el año2008. Muy interesantes son las sensaciones de un autor provocadas por su éxito en "En olor de multitud", uno de los cuentos mejor estructurados por su dificultad para la composición del discurso. Así podemos ir desgranando aspectos de la producción literaria con distintos personajes representativos a lolargo de los dieciocho relatos del libro.

En otras ocasiones, Emilia Piris utiliza el sueñocomo salida narrativa. Es el caso de "Publicidad sur géneris", sobre la extrañamanera de publicitarse Cornell Woolrich por medio del sueño. En un ambiente gótico se sucede "El apóstata", cuya acción principal se ubica en un cementerio y en el centro del deseo de grandeza del escritor fallecido por parte de la protagonista, su esposa. Aunque en este cuento se habla de la apostasía del acto de escritura: el escritor como pequeñoDios creador. La esposa fue realmente la persona que facilitó la grandeza de su marido; el relato nos describe a la perfección su forma de trabajo nocturna, sus dificultades, la complicidad y el proceso compositivo y comercial. El papel deífico con la potestad de eliminar personajes despreciables, en "La ejecución", contrasta con la simbiosis entre un libro y un creador con el lector en la distancia temporal de "El abrazo". Ese hecho compositivo convertido en re-flexión en primera persona de "El hijo diferente", que nos revela los desvelos del escritor, posee su complemento en la posesión del personaje sobre el autor en el acto creativo en "Acecho y recaída". También Emilia Piris es capaz de vehicular sus historias en distintos subgéneros narrativos, destacando el empleo de la ciencia-ficción en "Letra vital" para desgranar la necesidad del libro incluso en un futuro ultratecnológico.

La implicación comercial del escritor es una preocupación en varios relatos. En "Emily Archer" fundamentalmente. ¿Es necesario el pseudónimo y el anonimato del escritor? ¿Es importante su personalidad en público más que su obra?. Curiosamente, el relato nos permite reflexionar sobre el concepto de autoría en la sociedad actual. Nos surgen preguntas porque el escritor, a juicio de la autora, debe suscitar la meditación: despertar el pensamiento del lector.

También existe espacio para la crítica literaria. En realidad el primer párrafo del cuento inicial, "Como en Talpa", es un ejercicio breve de opinión analítica: "Solo de Juan Rulfo leyósus obras completas. Por dos razones poderosas: la primera, la cautivante parquedad de Pedro Páramo tanto corno las repeticiones usadas con apariencia de descuido; y la otra, las pocas páginas en las que se resume toda una grandiosa narrativa". La narradora Mayraha encontrado en la obra rulfiana el espejo de las debilidades humanas. Esa metaliterariedad que también se aprecia en "Influencias literarias", situada en un marco de la relación de Ramiro y Angélica, con la novela Como agua para chocolate de Laura Esquivel de elemento conector entre los personajes, hasta el punto de incluirse algunos párrafos dentro del discurso, tampoco exento de observaciones sobre Ulises de Joyce o Los cuadernos de don Rigoberto de Mario Vargas Llosa. Aunque, en realidad, si un libro está más que presente a lo largo de la obra, ese es El Quijote. Más que un recurso argumental, es un modelo seguido por la autora.

Se preguntará con qué relato me guardo para mi baúl. Sinceramente, me impresiona "La Musa". Su universo literario desplegado es impactante y muy real, con cambios de registro muybien hilvanados en un poderoso discurso. La incapacidad del escritor para la difusión de la obra es su problemática principal:   el protagonista escribe y escribe, mientras necesita de uno de los tres amigos para que su obra tenga impacto en la sociedad. Aquí Emilia Piris está reclamando la función creativa por encima de la comercial, reivindicando el esfuerzo de la gestación de una obra. Sin embargo, esa incapacidad para su difusión innata en el protagonista tiene su complemento con esa suerte de agente literario que es su íntimo amigo. Para que ese esfuerzo creativo individual tenga premio social y económico es necesaria esa difusión universal. Todo tratado con ternura, con cariño. Pero también hallamos que el texto del título de la obra es un resumen de lo narrado, hasta el punto de que se rubrica con un original final. ¿O quizá es una advertencia hacia la falta de difusión internacional de la literatura paraguaya?

El texto cifrado es un gozo para quienes aman los procesos literarios. Abordar el proceso completo desde la inspiración hasta la recepción, incluyendo la difusión y comercialización, es un reto que ha sabido mostrarnos Emilia Piris Galeano. Sin duda, es un libro con unidad, pero bajo ese hilo de conexión se muestra su variedad estilística y su riqueza de contenidos. Y es que el libro es un amigo que nunca engaña, como decía Don Quijote, aunque, a la hora de la verdad hemos de tener cuidado no nos ocurra como a este ingenioso hidalgo con algunas obras que aparecen a la venta en los anaqueles de las librerías.

José Vicente Peiró Barco

Febrero 2012

 

 

 

COMO EN “TALPÁ”

 

Solo de Juan Rulfo leyó sus obras completas. Por dos razones poderosas: la primera, la cautivante parquedad de Pedro Páramo tanto como las repeticiones usadas con apariencia de descuido; y la otra, las pocas páginas en las que se resume toda una grandiosa narrativa.

Del conjunto de esas hojas, de tanto en tanto, releía la breve novela, para emocionarse todas las veces, sin poder evitarlo, ante el insensible cacique enamorado, Pedro -el del apellido evocador de territorios áridos-, ejecutor de una venganza de amor y víctima también del sistema de vida de la época en aquella región americana. Pero de los dieciséis cuentos de El llano en llamas había uno que -ella estaba convencida- era la obra maestra del narrador mexicano: "Talpa", un calvario de engaño confesado que dolía, al intuir y admitir la posibilidad, en algún milímetro cuadrado del cuerpo, de que una podía ser Natalia o el cuñado de esta, los traidores personajes del relato.

Mayra era, pues, una lectora hecha a la escritura rulfiana, que la había conquistado para siempre, pues encontraba en ella una suerte de espejo de las debilidades humanas, pero sobre todo de la infidelidad, tan asociada al crimen.

Su actual circunstancia-soltera y solitaria, a un escaso lustro de los cuarenta años- la empujó a leer una y otra vez, casi obsesivamente, el cuento de su preferencia, buscando indignarse un poco más cada vez ante la actitud cruel de los amantes egoístas durante la peregrinación a Talpa, emprendida para la supuesta cura milagrosa de la espantosa enfermedad de Tanilo, marido de Natalia y hermano del personaje que narra la historia creada por el escritor jalisciense.

La admiradora de Rulfo creía que con la asunción plena del peligro más el recuerdo constante de los patéticos resultados de la infidelidad lograría esquivar la caída que la acechaba.

Por qué sería, se preguntaba, que al trasponer los treinta años fuera imposible que una mujer encontrara un hombre maduro, decente y soltero para amarlo libremente, sin fantasmas, vergüenzas ni ocultamientos? Por ello, no se daba pausas en vigilarse, no fuera que en algún descuido se colara inocentemente la fascinación de una relación prohibida.

Observadora atenta como lectora asidua, ocupaba por lo menos una hora diaria a escudriñar la sección Policiales de los diarios para informarse acerca de crímenes referentes a traiciones conyugales. El reporte cotidiano de ellas probaba que ser desleal a la pareja resultaba, en demasiadas ocasiones, la última aventura de la vida, por lo menos casi siempre para uno de los involucrados; para el otro, conocer el lado oscuro de la existencia en alguna mugrosa cárcel, compartiendo el techo con feroces asesinos; y para el tercero, al menos varias noches de insomnio y una secuela traumática.

Aquel miércoles, su habitual alerta se elevó a la máxima potencia ante el titular del diario sensacionalista: otro desvergonzado episodio de adulterio. Dos amantes pillados in fraganti corrieron desnudos, seguidos por el marido engañado. A cualquiera pudiera caerle chistoso; a Mayra no. Releyó la información y estuvo analizándola un buen rato. Dos años pescando este tipo   de noticias eran escaso tiempo para tantos casos publicados.

La moraleja venía después de un rápido repaso de tanto escándalo: Mejor abstenerse de las mieles del amor oculto que morir a manos de alguna esposa engañada o quedar mutilada y, encima, ser blanco de la implacable prensa amarilla.

La rutina de la sensata mujer experimentó un cambio esa noche: Rita, su antigua amiga, casi hermana, a quien hacía tiempo no veía por hallarse trabajando en una ciudad alejada, estaba de vuelta y la invitaba por teléfono a un restorán céntrico, para el viernes, a la hora del té.

El día señalado, a las cinco menos diez de la tarde, Mayra se sentó en un rincón cercano al ventanal para ver llegar a su amiga. Se entretuvo un rato observando los detalles del coqueto salón y, luego, recorrió con la vista las otras mesas. Había varias de ellas ocupadas por gente distendida, conversando animadamente. Su mirada se detuvo en un solitario señor, muy apuesto, concentrado en comparar la hora que marcaba su reloj de pulsera con el hermoso aparato antiguo que mostraba, en una primorosa esfera de agujas doradas, que faltaban escasos minutos para las cinco. Por un mínimo segundo, las miradas se conectaron. Mayra no pudo desviar la suya. Aquel era el hombre más atractivo y seductor que hubiera visto jamás: quedó prendada de toda esa faz armónica de amplia frente, donde nacían unos cabellos castaños ensortijados, cejas bien delineadas y espesas, ojos tímidos protegidos por unos lentes pequeños, mejillas sonrosadas y mentón un tanto anguloso; se fijó en sus labios muy delgados y le pareció ver que sonreía; en este mismo momento se levantaba y, entonces, pudo medir su importante estatura. Dibujando casi una reverencia, recibió a la mujer que entraba, que no era otra que Rita. Esta descubrió a Mayra al tiempo que recibía el beso del príncipe.

Las presentaciones fueron hechas. Mayra, la amiga de la que te hablé; Fernando, mi prometido.

A Mayra hasta le pareció perceptible el sonido de su corazón roto, que tan rápidamente se había hecho la película de que el destino la había llevado la tarde de un viernes cualquiera a ese sitio para conocer al amor de su vida.

A pesar de la decepción, debía sonreír y escuchar a Rita. ¿El motivo de la cita? Su próxima boda. Y la amiga no paraba de hablar de lo feliz que estaba y que Mayra y solo Mayra debía ser su única dama. No puedes negarte de tu mejor amiga; nos lo hemos jurado, ¿recuerdas? Si primero tú, yo la dama; si primero yo, tú la dama.

Y ahí fue Mayra, envuelta en el torbellino de los preparativos porque la ceremonia se efectuó tres semanas después.

A continuación, la pareja amiga vino a vivir en la misma ciudad y las invitaciones a comer, cenar o ir juntos a ver alguna película se sucedieron. Mayra no faltó a ninguna. Más de un domingo que pasaban los tres juntos en la nueva casa del matrimonio, Rita pedía a Fernando acercar a su amiga hasta el departamento, porque ya era tarde, porque no es tan lejos, por lo que fuera. El marido de su amiga se mostraba muy correcto con Mayra, que lo trataba con mesurada cortesía, porque se sentía a punto de echar chispas de pasión y cualquier acercamiento le haría perder la cabeza.

Poco después de frecuentar a Rita y Fernando, como casi ya no tenía tiempo para lecturas, decidió cancelar la compra de periódicos e introducir el ejemplar de las obras completas de Juan Rulfo en un sobre especial; luego de cerrarlo con pegamento, lo colocó en una caja que ató cuidadosamente con cinta de embalar. Destinó este paquete a la parte más recóndita del armario más alejado de sus ocupaciones cotidianas.

Todo lo demás siguió igual, sin mayores inconveniencias, hasta que sus amigos le anunciaron una noche que irían a Suiza para un tratamiento médico de Rita. Le habían detectado una dolencia que ameritaba el viaje: le confiarían su casa durante el tiempo que permanecieran fuera. Mayra tuvo que confesarse que la verdadera causa de su consternación era la inminente ausencia de Fernando más que lo que pudiera sucederle a su amiga. Se había acostumbrado a verlo casi a diario, brillando hermoso al lado de Rita; él, que con su aureola de ángel bello la encandilaba, y cuya amabilidad increíble había terminado por subyugarla.

Y ahora se sentía a punto de sucumbir. Pensaba en mil inconcebibles y descabelladas formas de pedirle que se quedara con ella. Por ejemplo, esperar frente a su casa y gritarle que la tenía muerta de amor; esconderse en la cochera hasta que volviera a la noche y tirársele al cuello mientras lo besaba y le declaraba su ardiente amor. Él la quería, podía asegurarlo, y se repetía por lo bajo que Fernando cabalgaba en esta misma contenida pasión.

Ya cerca de la fecha de la partida, la invitaron a una reunión en la casa de la familia de Rita. Estarían sus padres y hermanos, y ella, como la más allegada a la enferma. Asistió temiendo que adelantaran el viaje. Todos trataron de mostrarse lo más optimistas que podían e hicieron sentir a Rita lo mucho que la amaban y confiaban en su total recuperación, considerando la calidad de la medicina que la generosidad de Fernando permitía alcanzar. Abrazaban con efusión tanto a este como a su esposa. Y Mayra sentía que sobraba entre quienes deseaban la sanación de su amiga.

Fue al concluir el encuentro cuando la madre dijo que agradecía a su bondadoso yerno que le cediera el lugar a fin de acompañar a su hija como se lo había pedido. Mayra se sintió renacer. Fernando se quedaría con ella. Podía jurarlo.

Pero su amiga aún se hallaba indecisa. La llamó a la noche siguiente para confiarle que todavía estaba a tiempo de suspender la ida a Suiza, con lo cual no estaba de acuerdo su marido: insistía en que allá su tratamiento daría mejores resultados. Tú qué piensas, Mayra. Por supuesto que debes ir, pues la atención será de primera y seguro no tardarás demasiado. Ya verás que sin darte cuenta estarás de vuelta y estaremos nuevamente los tres juntos, compartiendo las tertulias. Rita, es mejor que vayas; claro que no debes perder esta oportunidad que te da tu marido. No dejes de ir; que ya no se te crucen esas ideas por la cabeza. Completó el trabajo de persuasión empezado por Fernando: la convenció.

Cuando el avión despegó, los allegados se repartieron en diferentes automóviles para el regreso. Como en un acompañamiento funerario, en caravana, salieron los autos. Mayra venía en el último, conducido por Fernando, que la miraba a hurtadillas.

En una encrucijada, se desprendieron del grupo. Ninguno decía una sola palabra; ambos podían escucharse la respiración entrecortada y, entonces, se miraron de frente. Dos brasas ardían en los ojos de Mayra, tal como le había sucedido ante el hermano de Tanilo a aquella Natalia, en "Talpa", de Rulfo.

 

 

 

ACECHO Y RECAÍDA

 

 

Transcurridos varios meses desde la última vez, sin confesármelo, esperaba verlo. Y por entonces, una tarde, apareció. Se mantuvo alejado; lo percibía borrosamente entre las brumas crepusculares. La visibilidad se me dificulta poéticamente a esta hora del día, pensé, y traté de fijarme con mayor detenimiento, pero entre los parpadeos para lograrlo, vi acercarse el ómnibus con que debía regresar, me concentré en esto y desatendí lo anterior.

Al otro día no recordé el incidente hasta que estuve en el mismo lugar y el atardecer, con sus luces indecisas, me llevó a una dificultosa exploración visual de la esquina donde antes había creído verlo aparecer. No estaba ahí.

Considerando que el predecesor de este se me mostró una sola vez y nunca más, me dije que, tal vez, eso se repetiría. Pero me equivoqué: este estaba, solo que hoy, ya más cerca. Lo vi adoptar el papel de un pasajero más, deseoso de volver a su hogar después de una jornada de trabajo, entre un grupo numeroso de estudiantes que charlaban a gritos. No lo distinguía con claridad, pero no era extraño que esto me pasara al principio; reconocía muy bien este síntoma.

Lo miré largamente. El cuello del abrigo levantado, la gorra oscura ensombrecía su rostro; su estatura no lo destacaba del común de la gente y sus hombros estrechos hasta podían pertenecer a una mujer. No se movía, por lo que aún no me cabía formular deducciones sobre sus modales.

Únicamente yo sabía y nadie más acerca de su plan. Quién podía sospechar que ese personaje, aparentemente ordinario y olvidable, estaba tras mis pasos y que, cada vez que lo descuidaba para atender la llegada del bus, aprovechaba para estudiarme detalladamente, a fin de que sintiera el peso de sus ojos en mi perfil y mi espalda. Conocía esta estrategia, pues sus antecesores la habían aplicado con la seguridad que les daba ser expertos en el arte del asedio.

Sabía casi cronométricamente lo que iría a suceder en el proceso y, aunque me producía un comprensible temor, lo aguardaba y la tardanza me producía ansiedad.

Era una especie de coqueteo secreto, hecho de mensajes gestuales, apariciones, miradas huidizas, nunca cruzadas, que significaban "ya sabés que estoy aquí, que te sigo los pasos, cada vez más de cerca", a los cuales también yo respondía por lo bajo y con algunas señales mudas: "Sé que estás ahí; aún no vi tu cara, pero ya conozco tu aroma, ya casi sé que tu voz es baja, que hablás en susurros". Pero todavía faltaban algunas semanas para que el circuito se cerrara.

De ahora en más, subiría al mismo colectivo que me transportara, un poco antes o después que yo. Se sentaría al fondo y vigilaría mis movimientos; a veces, cuando me volteara a mirarlo, me impresionaría notar que había desaparecido, para repetir lo mismo en los siguientes días.

Entonces estaría próximo el momento. Sería cuando lo sintiera saltar del bus un segundo después de que yo hubiera descendido y lo escuchara caminar a pocos metros detrás. Ya a la puerta, suavemente, le franquearía el ingreso.

Con el ánimo predispuesto y mis elementos, iría al encuentro decisivo. Sería en el mismo sitio en que ocurrió con sus predecesores. Como a las nueve de la noche, en el cuarto silencioso, lo enfrentaría por fin.

Bajo la implacable luz de mi lámpara, descubriría los rasgos que aún no había podido imaginar, y su mirada, esquiva o directa, me daría la posibilidad de buscar en la comisura de sus labios, puros o lujuriosos, el gesto falso o el origen de una sonrisa espontánea para hallar el camino hacia el desenlace de esta historia, conforme comprendiera las verdaderas intenciones del nuevo personaje.

Y desde el día siguiente, todo empezará de vuelta. Estaré expectante y paradójicamente temerosa pero esperanzada. Tal vez se presente enseguida o me haga esperar. No importa cuándo lo hiciera, con tal de que aparezca otra vez, una vez más, algún día. Siempre es así. Temo el hostigamiento, porque desconozco el resultado. Pero caigo. Y a la recaída sigue un nuevo asedio al que opongo una vacilante resistencia. Lo demás ya se sabe: caigo, recaigo y cuando sucede, me regocijo en ello, ataco el papel, escribo, tacho y vuelvo a escribir contenta, como un niño bajando por un tobogán.

 

 

EL TEXTO CIFRADO (*)

 

Todo texto nacido de puño humano lleva ocultos mensajes de los dioses. Solo es cuestión de tiempo el que halle al poseedor de las claves que los descifren; aquel, a su vez, desconoce que estas le fueron concedidas: en su momento se producirá la debida revelación.

He ahí el motivo por el cual nadie debería pasar la vista por un escrito sin asumir cierta actitud de solemne expectativa. Tú, quienquiera que seas, lector erudito o de escasas letras; joven imberbe o respetable adulto; incrédulo o creyente; hombre o mujer: no quisiera que desestimases la advertencia precedente.

Aunque creyeras que nada tienes que perder si decides lo contrario, quizás fueras un afortunado como aceptes la recomendación.

Por si ayude, pondré un ejemplo; será solo como sacudir el polvo de un episodio que, seguro, conoces. Se trata de cierto hombre de la Península Ibérica que anduvo tras la gloria literaria, trabajando sin descanso en el pulimento y brillantez de las palabras; se empeñó en la escritura de relatos, versos y obras para las tablas; pero a pesar de los esfuerzos, corría el tiempo sin que su excelencia le fuera reconocida.

Sabemos por propias declaraciones puestas en papel de puño y letra del tal novelador, dramaturgo y poeta que, como él "era aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles", compró unos escritos cuyos signos arábigos reconoció, pero que, como desconocía la lengua, los hizo traducir; se trataba de la misma historia que él se encontraba componiendo por entonces, aunque afrontaba en esos días el temible bloqueo creador. Te diré que este hecho -que es tomado por algunos apenas como una pirueta magistral del escritor- fue un suceso verdadero; a partir de él continuó la obra, que terininó dándole a su autor el definitivo laurel, si bien no la riqueza que merecía. Pero a falta de dinero, buena es la fama, la que le procuró una vida rodeada del respeto de sus compatriotas y de gente diversa, hasta el día de hoy, en que vuelve -a pesar de los siglos- evocado y alabado por su genio a cada minuto alrededor del globo.

El tal episodio del que hablo era un mensaje que los dioses del universo cifraron desde siempre para un exclusivo destinatario: don Miguel, que les correspondió actuando de manera acertada. Él mismo sirvió también de escriba a los espíritus para materializar textos misteriosos dirigidos a otros tantos dueños de claves secretas.

Me preguntarás por qué, con tanto convencimiento y seriedad, digo que esto lo vivió el escritor en cuerpo lisiado y alma intacta. Y no tardo en responderte: me fue revelado. Ocurrió al leer el capítulo IX del Quijote; me fue entregado este hecho en su realidad primigenia. Y ahora, no preguntes cómo ni por qué fui el señalado para develarlo. Las deidades tienen sus propias leyes. Por eso, tampoco desdeñes lo que ha sido trazado por mi mano mortal; quizás, el secreto mensaje que las divinidades tienen la voluntad de cifrar en él a ti te sea manifestado.

Si de acumular pruebas se tra... (roto)

(*) Trascripción de un manuscrito hallado al costado de un camino

por un lector compulsivo, dado a leer hasta los papeles rotos de la calle.

 

 

ÍNDICE

El texto cifrado. El texto creado. Por José Vicente Peiró Barco

Como en "Talpa"

Publicidad sui géneris

"En olor de multitud"

La elección

El premio

Influencias literarias

La Musa

Letra vital

La ejecución

El hijo diferente

Vida de novela

Emily Archer

Discurso estéril

El apóstata

Pasiones impresas

El abrazo

Tentación y recaída

El texto cifrado

 

 

 

 

 

 

 

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