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NILA LÓPEZ (+)

  EL SECRETO DE LA GARZA, 2011 - Novela de NILA LÓPEZ


EL SECRETO DE LA GARZA, 2011 - Novela de NILA LÓPEZ

EL SECRETO DE LA GARZA

Novela de NILA LÓPEZ

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Asunción – Paraguay

Octubre, 2011 (263 páginas)

 

 

 

 

 

 

APENAS UN ANTES

 

Deprisa, muy deprisa, la mujer camina por la playa de la isla, el mar lamiéndole los pies y limpiando las ideas malas o pecaminosas que suelen asaltarla en momentos pacíficos. Es demasiado activa para soportar esta manera de no hacer nada, tan sólo caminar mirando el mar, seguida de las garzas que parecen pronunciar una letanía interminable con el leve batir de sus alas.

 

Su historia no es triste ni alegre. Es, sin embargo, una que hace cuesta arriba los mínimos detalles de la vida, los oídos siempre atentos, la mirada centrada en cualquier objetivo que se le ponga adelante, y las manos tocando, limpiando cuanto la rodea, escribiendo sin cesar tan rápido y tan ansiosamente como si la muerte la acechara sin pedir permiso. ¿Sin pedir permiso? Justamente a ella, que se hamaca entre la autoridad y el autoritarismo, pendiente de las reacciones de sus prójimos, ajena ya por escarmiento a los llamados de su corazón.

 

Y las garzas con sus pasitos cortos sugiriéndole que desacelere sus pasos, que las acompañe como los demás turistas, aceptando que ya están allí y en el mar hay que relajarse.

Qué lejos quedan las imágenes de otras playas, otros océanos, una ola grandiosa y abajo piedras robándole su anillo de desposada. Todo borroso, inalcanzable hasta para el recuerdo, como no vivido, como no sentido.

 

Se toca el dedo índice, no obstante, y allí, en ese trocito de carne, al agacharse para sujetar sus zapatillas, una garza apoya su largo pico, en este caso de tono rosáceo, como diciéndole con el tacto que hay algo oculto en el paisaje, algo intrigante a ser descifrado.

 

Sigue caminando cuando, de súbito, el aire se invade de tinieblas y ella no tiene tiempo de preguntarse qué fenómeno absurdo pudo oscurecerlo todo de esta forma. Se mira y ve que todas las garzas del lugar forman un gran círculo a su alrededor y danzan cadenciosamente, iluminadas por la única luz que queda, la del rielar de la luna.

 

Tiene un presentimiento común, anodino:

- Es posible que estas garzas realicen la misma ceremonia con todos los que caminan a esta hora por la playa.

 

Van llegando más y más garzas, cada vez más blancas, más altas, finas y elegantes. Ahora ya son dos círculos de ellas los que la rodean, y entonces sabe que hay algo irreal en estos movimientos acompasados, rituales, mágicos, acompañados de sus voces que parecen cánticos de ángeles, suavemente guturales desde sus largas gargantas.

 

Quiere pedir auxilio pues no la dejan salir del redondel que se va tornando dorado, luminoso, celestial, pero a ella los fenómenos de la naturaleza le causan miedo, y ahora más, porque está estrenando lentes de contacto y lo ve y siente todo sin los tradicionales espejuelos: el cielo oscuro, las olas espumosas, las garzas, sus acompañantes no llamadas y una corriente de frío agradable. Poco a poco las aves se van enfilando al romper el círculo y moviendo las alas y cabezas sugiriendo que las siga.

 

 

 

1

 

Ángela Linares, cuarenta años, escritora de éxito, tiene muchas ocupaciones. Y preocupaciones. En su casa la aguardan el profesor de Tai-Chi Chuan, el libro que está escribiendo, y el baño de inmersión largo e íntimo. Carga en el baúl del auto las compras del supermercado y conduce a una velocidad más rápida que la habitual.

 

Lo bueno es que sabe perfectamente con qué frase iniciará la novela, cuyo esbozo lo tiene bien determinado, pero aún no ha comenzado a escribir nada formalmente. La primera oración puede hacer que los lectores dejen de comprar un libro. A ver. Sí. Lo hará así.

Renato le confesará en una cartita su amor a Constanza:

 

Tu presencia junto a mí me protege, me arrulla y mi memoria vuela hacia ti plena de alegría, como refugio del enamorado. í Una sola palabra tuya me trae tu mundo, tu olor, tu sabor, tus profundidades de bosque, tu mirada de miel, todo!

Renato

 

Sí, hoy más que nunca, con los mensajes rápidos de los teléfonos celulares y las redes sociales, aunque sea mal y pronto, se lee y se escribe más que nunca en la historia del mundo. Lo hará así, epistolarmente.

 

Por otra parte, sigue planeando que puede comenzar contando las cosas como fueron, linealmente, con algunos aditamentos fantásticos para darle sabor a cada capítulo.

 

No. No. Su inicio tiene que marcar algo contundente, poco creíble. ¡Ya! ¡Cómo no se le había ocurrido antes! Con Renato, Constanza aprendió a ser absolutamente monógama. Anteriormente su personaje femenino era veleidoso y se especializaba en burlarse de los hombres, en llevarlos a un punto de locura total, y ahí, justito ahí, dejarlos plantados y a otra cosa mariposa.

 

El cambio sucedió desde el primer momento. No fue un proceso paulatino, sino algo como marcado en la ruta de su existencia. Él y él y sólo él, desde que entablaron una relación de amistad y cariño.

 

¿Y ese fortísimo amor a sí misma, que Constanza consideraba un arte, el cántico de su ser? También perdió estos dones con Renato, al tornarse fiel hacia él como una perrita faldera. Ángela se enoja y habla sola en voz alta. Es su costumbre cuando escribe. Así encuentra mejor las sonoridades precisas, el ritmo, las expresiones más adecuadas:

- Qué calamidad. Su libertad absoluta que era criticada por todo el mundo. Ése era su tesoro. ¡Y decide perderlo por un hombre que, es muy probable, no se comporte a la altura de las circunstancias!

 

A Ángela le da rabia la conducta de su personaje femenino. No le puede caber en la cabeza que un sujeto entre sin pedir permiso en la vida de una mujer plena de gracia e inteligencia y descalabre su conducta en pocos días. Y se cuestiona argumentando que después de todo ella es la única dueña del relato y los personajes no tienen por qué manejarla bajo ninguna circunstancia.

 

Desciende del automóvil y al llegar a la cocina de su departamento se le ocurre cómo será uno de los textos de Constanza para Renato. Recuerda una canción que niños japoneses le cantaron durante un encuentro escolar con ellos: Todos nosotros vivimos./ Por eso cantamos./ Todos nosotros vivimos./ Por eso algún día sentimos tristeza./ Al mirar el sol a través de la palma de la mano/ sabemos lo que está corriendo: ¡sangre, roja, roja!/ Gusanos, okeras (unos bichos), amebas./ ¡Todos, todos vivimos, somos amigos!/ Todos nosotros vivimos./ Por eso nos reímos./ Todos nosotros vivimos./ Por eso nos alegramos./ Al mirar el sol a través de la palma de la mano/ sabemos lo que está corriendo: sangre, ¡roja, roja!/ Libélulas, sapos, abejas.../ ¡Todos, todos vivimos, somos amigos!

 

Camina hacia su escritorio y se sienta cómodamente. Dispone sus manos sobre el teclado de la computadora y ofuscada, se dice, pensativamente: Es que desde el instante en que lo vio a Renato, la muy bobalicona se rindió por completo, se regaló sin un por qué. Este fue el hecho más inesperado, el que ningún futurólogo por más famoso que fuese, pudo predecir jamás, con una mujer dada a la risa y al canto, a crear confusiones que ponían en vilo al género masculino y a levantar la bandera de la feminidad como una causa de las más honrosas. !Y, miren lo que ella misma, una mujer que se creía una escritora consagrada por el éxito, le hace escribir a Ángela, a los pocos días de estar junto al hombre que la impresiona!

 

Renato de mi alma:

Hasta enfadarme contigo me encanta, y que sigas resistiéndote y proclames tanto el volor de tu albedrío, que además es hipócrita, porque estás sometido a un límite humano que te obliga a determinados sistemas de producción. Yo te ofrendo el mío, te lo doy todo entero y sin miedo. Soy libremente tuya hasta la última gota más secreta de mi sangre. Toma esta fuerza alta y pura: mi amor profundo, claro, total.

Constanza

 

Suena el timbre. Ángela apaga la computadora y se dirige a la puerta. La abre y recibe muy gentilmente a su instructor chino, que se llama Alfonso, pero al que Ángela nombra Chino, y si está afectuosa, Chinito. Lo normal es que le diga “Maestro”.

- Puedes hacer la práctica de hoy con el atuendo que llevas puesto, así ganamos tiempo, Ángela -sugiere el chino.

-Bien, empecemos-acepta ella-. Estoy descansada y de buen humor. ¿Cómo se llama el ejercicio de hoy?, pregunta mirándolo con aire insinuante.

El chino se hace el desentendido y le informa que la práctica se denomina Baihe Liangchi. En tu idioma se entiende como La Garza blanca extiende las alas. Ponte cómoda y segura ante mí.

- ¿Así?

- Muy bien. Ahora gira lentamente el torso hacia la izquierda bajando la mano del mismo costado y con la palma también hacia abajo.

- Qué coincidencia -interrumpe Ángela la sesión-. Precisamente hoy he vivido una experiencia muy original con unas garzas, que, como bien sabes, son un poco mi especialidad, ya que tanto las he observado durante mis frecuentes viajes por el mundo.

- Sigamos -contesta Alfonso, haciendo caso omiso al comentario-. Comienza de nuevo tal como te indiqué y al mismo tiempo adelanta la mano derecha en forma curvada.

- ¿Curvada o de curva?

- De curva. Mantente más concentrada. - ¡Lo estoy!

- El aprendiz no habla ni discute.

- Qué falta de democracia. Lo que ocurre es que estoy escribiendo, o voy a hacerlo, sobre...

- El siguiente movimiento: da un paso hacia adelante con el pie derecho, de tal manera que quede a la distancia de un hombro en línea recta, justo detrás de la pierna izquierda. Muy bien. Así mismo.

- ¿Y ahora?

- Carga el peso sobre el pie derecho empezando por los dedos hasta reposar toda la planta. Bien. Al mismo tiempo eleva la rodilla izquierda ligeramente mientras giras la palma derecha hacia arriba.

- Mucha sincronización, ¿eh?

- ¡Concéntrate!

- Perdona.

- Expira y despliega los brazos apoyando la punta de los pies, luego de extender la pierna izquierda.

-¡Ahhh!

- Eleva la palma derecha justo por delante del codo izquierdo, hasta que llegues a tener los brazos por encima de la cabeza y la palma derecha abierta al frente.

- ¡Muéstrame tú!

- Al mismo tiempo baja la mano izquierda y extiende los brazos y las palmas de las manos hacia abajo, exactamente al lado de la cadera izquierda.

- ¡Más despacio, por favor!

- Esto es así. No hay otra forma. Sincronización, levedad, profundidad, respiración acorde. ¡Ya te dije que te concentraras! ¡Equilíbrate en todos los sentidos!

- ¿Y qué sigue?

- Siempre impaciente. Nada más, hasta volver a repetirlo sola.

- ¿Completamente sola?

- Así es. Pero culmina. A ver. Tu extremidad que debe recibir todo el peso es la de la derecha. Insistamos. El conocimiento de esta secuencia permite el desarrollo de los principios básicos mediante una práctica breve que tú puedes realizara diario.

- Ni loca.

- ¡Si es un placer! La ejecución de los pasos se realiza con un ritmo lento y constante, sin detener la respiración y sin aplicar fuerza física. Los ejercicios se pueden practicar enteros o por secciones. Según el nivel se introduce la sincronización de la respiración con los movimientos. Es fascinante, te deja nuevita cuando estás cansada.

- Listo.

Cuando se despide del maestro, Ángela recuerda varios pasajes de la cultura china que se enquistaron en su memoria. Las dinastías, los usos y costumbres de aquellos seres humanos que nos precedieron en la Historia. Pero se cansa enseguida y busca afanosamente en un mueble de su dormitorio un pareo y una bikini diminuta para ir una vez más a la playa y permitirse andar desnuda dentro del agua, sola, lejos de todo y de todos. Con cada una de las marejadas se sentirá la sirena de los cuentos de su infancia. ¿Pero por qué viene su infancia a atormentarla a cada rato? ¿O no es tormento sino inquietud metafísica? Bobadas.

 

Camina dos cuadras que la separan del mar y luego de nadar durante quince minutos, siente que la temperatura de su cuerpo baja rápidamente y se asusta. Sale del agua, se seca y se viste. Sin perder un instante regresa a su departamento para continuar escribiendo la novela. ¿Dónde se había quedado? Busca las páginas. Y prosigue, ahora con tono meramente narrativo:

Es como si ambos se hubiesen conocido desde siglos atrás. Cuando regresan a la casa de él, toman una bebida. También hay nueces. Renato sostiene en sus manos una pequeña grabadora de música y se pone a bailar como tentándola a Constanza, con un atractivo que él maneja espléndida, rítmicamente. No se pueden describir en un papel sus movimientos. Es una danza muy varonil. Es el cisne, es el gato, es la serpiente, es el tigre, es el picaflor. Cada paso que da es exacto, agudo, resonante: una tentación ineludible. Es obvio que es una treta que se halla acostumbrado a usar. Se miran, se auscultan, se desean y a los pocos minutos ya están abrazados dándose besos en el sofá. Pero él le parece a ella muy bruto descargando todo el peso de su cuerpo sobre el suyo. ¿Nunca hubo previamente en su vida una maestra sagrada?

Entonces se dirigen al dormitorio. Ella se cubre con una toalla que parece muy usada y no es felpuda ni acariciante. Renato le hace escuchar la música de La Virgen de la Caridad del Cobre, cubana. Tanta armonía eleva a Constanza a una dimensión amorosa que trasciende todo lo usual.

Se miran con fervor, se tocan las cabezas, los pies, las piernas, sus espaldas. Ella tiene miedo. Él tiene un solo preservativo en el cajón de la mesita de luz. De pronto entra en Constanza y absolutamente deslumbrada, ella se separa violentamente. No puede ser que esté sintiendo lo que siente. ¿Quién es Renato y por qué apareció en su vida cuando todo parecía completamente normal y establecido?

 Dice que no, que no y que no y él acepta con suaves intentos de volver a acercarla a su cuerpo. Encajan como si hubieran sido hechos con el mismo molde, cada zona de sus anatomías acordes y perfectas.

Es la gloria y es el horror de saber que hay alguien que desordenará la ruta apacible en la que todo se apoya en firmes normas. Renato. Renato lo había calculado todo. Era una deuda pendiente, la intuición de que en ese encuentro se escondía una revelación. Y a él le encantan los desafíos. Probar. Buscar sin descanso. Más que la carne quiere juegos, música y palabras susurrantes y convertirse en un habitante de la selva, en un ser incontrolable que jamás pudo ser domesticado ni por sus padres ni por sus mujeres. Pero guarda la facha mientras le dice a Constanza sus palabras de amor:

- Me llevas a los cielos más altos que el cielo que conozco. Me enredas en el canto de todas las canciones. Tu cuerpo es tan hermoso que no puedo observarlo sin asombro. Besarte es encontrar la huella del alimento perdurable y cierto. Tocarte es llegar al paraíso. Acariciarte, ser dueño de todos los milagros que en la tierra existieron. Y juntarte así toda a mi cuerpo es la resurrección completa, es el incendio, la gloria de encontrar al fin tu par, ese encaje perfecto de cada rara zona de nuestros recipientes.

!Ay!, se dice Ángela mientras escribe. Esto es como para entontecer a cualquier mujer si además le hace sentir placer físico. ¿Cómo equipararlos si él parece llegar más ducho a esta experiencia? Sigue tecleando:

Y cuando vuelve a hacerle escuchar la música de La Virgen de la Caridad del Cobre, directamente, acariciándola mientras apoya los auriculares en sus oídos, Constanza se desmaya. No puede controlarse. Es ella y no es ella. Es la que nunca fue y es la que es y es la que será definitivamente detrás de este animal hecho varón.

Al ubicar el punto final del primer capítulo Ángela opina que las palabras anotadas son pobres al lado de lo que su imaginación le dicta. Relee. Sí. ¿Cuándo empezamos a sentir ilusión por alguien? Cuando es único, casi inaccesible, secreto, hasta que nos desilusionamos, a veces sin saber por qué, sin que existan causas externas. La escritora corre al cuarto de baño y enciende la estufa. Así, bien calentita. Este lugar es para Ángela su sitio preferido. Aquí puede cavilar a su antojo, escuchar música, leer desparramada en el agua, mimarse mientras se enjabona y frota cada parte de su anatomía, sabrosa, meticulosamente.

 

 

2

 

Al día siguiente, cuando Ángela llega a la playa, extrañamente no hay una sola garza. No está la que tanto la atrae, de figura señorial y con actitud de acechar a su presa. De súbito aparece una. ¿Quién sería? Da por sentado que toda garza es un ser supremo y que el misterio en torno a ella no es tan grave, puesto que tiene forma física, aunque la mayoría de las veces, impenetrable, por lo menos en sus intenciones y en el mensaje que ocultan sus alas. Se acerca con pasos gentiles pero la garza retrocede. ¿Dónde estarán ocultas las demás? ¿Será posible que tengan emociones y sentimientos y que la estén reprendiendo por su conducta de ayer? Qué lástima. Ansía repetir el círculo, y al verlas enfiladas, esta vez, sí, seguir su trayectoria misteriosa.

Intenta de nuevo acercarse a la garza y ella le dice: ¡Fraark!

 

Tiene en mente escribir otro libro cuando termine el actual, un ensayo con dos lecturas: la argumental, con la historia de la forma de estar en el mundo de estas aves, y la simbólica, con cuyas alegorías intentaría mostrar la lucha del creador por lograr la forma perfecta de la Garza. Se introduce en el mar y se deja llevar por las olas, flotando, tal como ha visto que hacen las garzas al tomar posesión del agua, con ademanes majestuosos. Según cuentan -ella no lo ha registrado-, en las noches alunadas se transforman en hermosas criaturas inaccesibles.

Mira hacia la playa y ve que en la garganta de la garza hay un pez agonizando, en ese nudo que se le ha formado y que ahora también siente ella, impresionada ante el ave alta y blanca, de largas patas de color gris oscuro. No. Ésta no tendría la sutileza del vuelo de las demás. Piensa en Renato, en las dimensiones paradojales con las que lo construye en su imaginación: altivo, humilde, caballeroso, un lord inglés y un patán a la vez.

Sale del agua y se tiende al sol como una ninfa de los mitos de antaño. Siente el placer de cada rayito en su piel. Mira directamente al astro rey y cuando cierra los ojos observa en su interior un concierto caleidoscópico, formas disímiles, sensaciones coloridas, mientras la garza se pasea en la orilla y a ratos se mantiene en equilibrio sobre una sola pata, con curiosa gracia, hasta que su sagacidad pilla al pez y su pico veloz entra en acción. Media hora después la garza se aleja. Ángela también decide retomar su marcha. Está ansiosa. Intrigada. Tiene un revoltijo de ideas en la mente.

 

Camina lentamente, casi sin pisar el suelo, tratando de imitar la andanza de sus aves. Y por supuesto que no le sale, aunque ensayando y repitiendo y repitiendo -piensa-, un día tendrá ese garbo. Y se contradice: ¿Para qué? Inevitablemente, cuando se entusiasma con una idea, con una actividad o una persona, la obsesión, su peor enemiga, comienza a funcionar como una topadora. Aunque cabe la posibilidad de que a todo el mundo le ocurra lo mismo, exactamente igual. También es probable que todos hayamos nacido con una célula perversa que nos conmina a fijar el recuerdo en lo que no queremos, y nos empuja a luchar contra ese impulso con el único objetivo de perturbarnos.

 

Cuando todo tiene la apariencia de que nada ocurrirá, las garzas aparecen en grupos en la playa e inician su danza coreográfica en torno a Ángela. Es una danza idéntica a la del día anterior. Primero forman un solo círculo y luego llegan más garzas. Forman dos círculos y baten suavemente las alas mientras giran hacia la misma dirección, sugiriendo con sus movimientos un mensaje importante, algo que va más allá de la razón, pero que pertenece a este mundo porque las garzas están aquí y son palpables, aunque también es posible que tengan algún tipo de poder de una dimensión desconocida.

Siempre uniformes, siguen dando giros lentos, casi marciales, hasta que llegan más garzas y forman tres círculos. En toda la ceremonia se repiten sistemáticamente los pasos de la que ayer ella fue protagonista y la llevaron a silenciarse, por el sobresalto que la embargó.

 

Posteriormente, enfiladas de idéntica manera a la del día anterior, se van alejando sin que ella se atreva a seguirlas. Cae la noche lentamente.

 

Al llegar al departamento entra en su cocina y como poseída por un dios apartado de todos los demás, busca papeles y una tijera. El ejercicio de origami siempre ha sido su fuerte. Toda actividad manual la tranquiliza, y desde luego, escribir no es sino una manualidad más, por eso, tal vez, tiene el oficio de escritora.

Antes de juntar sus elementos para el origami, la busca a Constanza, su personaje central de la novela que escribe, y que es en todo momento la guardiana de la relación, la que no deja que se suelte ese hilo invisible que alguna vez lo tuvo a Renato, literalmente, arrodillado a sus pies. Se sienta en el escritorio y redacta:

 

Mi adorado Renato:

Sólo cuando te hallas conmigo no sabes dónde estás ni cuántos segundos se van acumulando en la difusa malla de tu historia. Si la otra Historia no te mueve hacia mí, hoy sé que nada puede mi fuerza de voluntad. Todo lo que hice no ha bastado. He aquí que desfallezco frente al mar que ante ti no pudo sostenerme. No puede todavía, pero su diosa puede escuchar mis gritos y aquí puedo dejar alguna lágrima y una oración inmensa, esta vez ya no pidiendo que estemos juntos, poco ni mucho. Qué son al fin sino nada, un nunca, un siempre, en el constante alrededor de lo eterno.

Pienso en lo mínimo que los enamorados quieren: estar una en brazos del otro. Lo demás es sólo añadidura.

Constanza

 

Ángela decide entonces traerlo a Renato a un primer lugar, y hacerlo pasar unos días en que lo pone muy sentimental y lo hace escribir como en un diario íntimo, todos los días, lo que le ocurre, lo que siente, lo que piensa, como si fuera un hombre absolutamente dedicado al amor.

 

Constanza, mi adoración:

Te mando unos besos volados que espero lleguen directamente a tu párvula boca que me enseñó a pecar (y a ser buenito). Cariño mío: estoy desesperado porque no me escribiste hoy. ¿Estás cumpliendo la amenaza de castigarme con tu silencio?

La escritora eres tú y yo soy el devorador de tus palabras. A ti te corresponde escribirme y a mí leer tus textos. Ya pues, no seas malita con este amor adolescente que no busca más que tus palabras. Hay un gen en ti que te lleva a responder con el silencio a mi bullicioso amor, con estos latidos que me retumban en el corazón. Son palpitaciones que no puedo mantener en calma, que se alborotan al recordarte y todo se me eriza.

Pero igual yo te mando todo mi cariño. (Y todavía tengo más secretos de amor que te puedo mostrar la próxima vez).

Un beso en tu boquita de niña caprichosa. Miel de mi vida, con la que acaramelo mi cuerpo para trenzarme contigo, y luego limpiarte el pegote con mi lengua, dulcemente, emocionado, trémulo, ardoroso. Así todo tu cuerpo para mí es una espléndida boca jugosa, carnosa, pulposa, mamosa. Toda mi vida para ti, entregada a ti, ha sido y es como las travesías de Simbad. Tu historia, nuestra historia, me mantiene en vilo, con vida, atravesando siempre el espacio para llegar hasta ti. Eres mi destino. Mi puerto de atraque (¡y qué atracos!). Aunque algún domingo nublado y cerrado, me ausente de tu bola de cristal, luego reaparezco al menor rayo del sol, que alumbra mi camino para llegar a mi terroncito de azúcar, tú. ¡Simbad el marino es tu caballo!

Renato

 

Ángela se desespera. No puede comenzar una verdadera novela sólo con cartas empalagosas. Siente una violencia interna que la conmina a pensar en hechos sangrientos, que modelen su texto. No puede ser que el Amor sea un perpetuo estado dulzón en el que no haya disidencias. Un par de golpes bien dados, la intrusión de un tercero en disputa no le vendría mal. Pero Constanza no espera un segundo, para hacerle escribir a Ángela y meterse y escribir ella también, porque considera que a veces, como autora, toma partido por el personaje femenino, y eso no es bueno para una literatura que se precie de original.

 

Renato adorado:

Recuerdo nuestros labios danzando sobre el océano de nuestros cuerpos. Te recuerdo caminando cimbreante y entusiasmado hacia la ruta del sol, en una historia desprovista de trampas y de convenciones. Todo desde mi vientre añora tus ojos luminosos, tus voces diferentes según las circunstancias, amado mío, mi rey, añorado poeta de mi alma. Beso mi almohada donde tú permaneces, puro espíritu.

Te he dicho que las palabras sólo son palabras y sin embargo cuánto bien me harían unas cuántas tuyas, escritas por tus dedos que saben palparme y reconocen mi historia geográfica -hidrológica doncella, solías decirme, y era un apelativo muy apreciado por mí-.

Me sorprende tocar tu espíritu cada segundo de mi vida. Me encanta ser este meteoro sediento de tu saliva, amarte sin que me interesen el tiempo ni la distancia, saberme tuya, apenas una mujer enamorada, empapada de esta constancia en el reconocimiento de otro ser como parte esencial de mi existencia. Y brotan frases, citas, repasos de las calles que anduve contigo, entrando en los ecos de nuestros nombres, soñando, yendo y viniendo entre miles de ocupaciones fortuitas, roles, funciones que nos exige el día a día. Estás en mí, intacto como un pedazo de pan que cruje entre mis dientes, calentito y suave, porque siempre serás para mí la gran madre, mi alimento, mi risa, una fuente de la que bebo el néctar de todos los banquetes que han sido y que serán. Jamás podré esconder estas señales. Es mi sangre en tu sangre. Es tu sangre en mi sangre porque nada ni nadie podrán negarme ahora que hemos nacido el uno para la otra. Toma mi fragancia. Toma el brote de ciega pasión que dormirá contigo como todas las noches.

Son frases, nada más que frases, pero llevan la forma de un sentimiento que perdura y se acrecienta.

Constanza

 

Ángela comienza a sentirse un fracaso como narradora, pues sus personajes marchan por sí mismos, completamente autónomos, queriendo decirse tantas cosas, que se desbordan y le impiden tejer la trama con tranquilidad, como debe ser. Qué par de entrometidos. Lo normal sería que ambos no tuvieran noticia de su existencia, pero pareciera que de antemano quisieran establecer con ella una alianza, formar un círculo de tres, tener un lector central que al mismo tiempo es el que cuenta, como en los viejos tiempos de las novelas antiguas. Pero estas técnicas literarias están pasadas de moda. Ya ni hay fogón. Hay que hacerlo a las apuradas. La televisión te lo muestra todo en imágenes: vivimos en el reino del audiovisual. Las descripciones por lo tanto deben ser muy precisas, sólo si fuesen necesarias.

 

Y aquí está Renato de nuevo, siempre elegante. Sin poder contenerse, le cuenta a su amada:

 

Mí adorada Constanza:

Exactamente a las tres he notado tu milagrosa mano en el corazón. Primero sentí allí una tibieza, que poco a poco se expandía por mi cuerpo como caricia abrasadora, repasando mis partes más sensibles (y reservadas a tí), al punto que luego era como un cosquilleo con un poquito de dolor como para mejor sentir el placer. Descubrí que mi cuerpo estaba hecho para tus manos, que allí encuentran su destino y su mejor punto: el de caramelo. Sentí nítidamente que me chupabas con las manos, me lamías con los dedos, me mordías con las uñas, me aspirabas con tu piel. Tus manos de condesita se posesionaron de mi cuerpo y ahora me llevas en tus palmas, recorriendo tus interioridades por las venitas azules.

Esto ha ocurrido un 03-03-03 a las 3 de la tarde, instante luminoso en que desaparecí del mundo aspirado por tu cuerpo. Estoy en ti recorriéndote por el resto de la eternidad, incansablemente. Soy Tú.

Renato

 

Ángela está enfurecida: ¡Déjalo ya! ¡No te sirve para nada! ¡No existe! ¡Está en otro planeta! ¡Se burla de ti! ¡Sencillamente te responde porque tú lo amas demasiado y eso lo pone vanidoso! Pero Constanza ni la mira ni la escucha. Testaruda, vuelve a decirle a Renato:

 

Tu buenos días mañanero es un motor, es mi combustible, es mi consuelo, el pedacito de comida que me salva de la muerte por inanición, el reemplazante de tus besos, el aire que me lleva y me trae mientras aguardo que se cumpla tu frase: Un día llegará para nosotros...

Suave como una aurora todavía estrellada, así llegan tus letras a mi vida, en síntesis que todo lo colma y satisface.

Para estar a tu lado, contigo, en tus trajines y bajo tu sombra escurridiza, enciendo el fuego y te motivo para que lo avives. Para que acompañes al unísono su crepitar.

Dices nirvana y flor, dices brillante y apuntas Paraíso con mayúscula, y pasión por pasión en un trozo de placeres ganados por destino.

Un puro conocer te dio la vida. ¿Lo más frágil es lo que perdura?

Mientras, tú sueñas delicias y lo expresas. Me haces un mimo y todo es delicado. Y es potente y es firme porque el mundo se aroma con un lugar que tú defines y puede ser el factor equis del azar, un sitio, un amoroso ensueño cercano. Ni te imaginas cómo se inquietan mis sentidos. Es un escalofrío seguro, conocido.

Constanza

 

Ya. Por hoy basta con los apuntes para la novela. Parecería que hubiera cierta falsedad en este diálogo epistolar tan intenso. Nadie es capaz de sostenerse cuerdo leyendo, no en la pantalla de la computadora, sino en la propia piel, frases amorosas que son pura carnalidad. Por más impedimentos que tengan para unirse, ¿por qué son tan cobardes y timoratos? ¿Por qué se conforman con las palabras?

Retorna al origami. Cuando era pequeña hacía aviones, mesas, aves raras, bonetes, barcos. Pero este origami será diferente: será la Garza. No en vano había participado tanto en Francia -donde está de moda- en las clases de Chi Kung con sus trece formas básicas que incluyen trece años de práctica, cosa que ella no hará, por supuesto, sobre todo porque cree que acortando los métodos puede acercarse a otros y aumentar sus conocimientos de lo que ocurre en la Tierra.

Le pondrá plumas de adorno en las alas. !Ay! Las alas no pueden ser más largas de lo que ya son sin quedar desproporcionadas en el diseño. Aunque las patas y las alas tienen un largo suficiente como para achicarlas. De este modo quedarán acordes con la cabeza.

Piensa. Piensa mientras busca más papeles de todos los tamaños y texturas.

Se detiene acuciada por el deber de la novela. Constanza, como siempre, está muy sensibilizada por las tiernas palabras de amor de Renato. Ángela la detesta cuando se pone monotemática. Y melodramática. No conoció jamás a nadie con esta falta de orgullo. Ya no es su amiga. Que hable sola. No seguirá ayudándola. No le soplará frases creativas. Nada. Y en ese mismo momento se da un tropezón y cae de bruces. Luego debe ocupar dos horas en curarse la cara, justo la parte más delicada, que se golpeó fuerte, fuerte.

Se halla propensa a intuir que existe un raro proceso que la lleva a estar detenida en la escritura, que la agobia, que la cansa. Ángela sabe exactamente cuáles son los ingredientes que prefieren los lectores contemporáneos, pero apenas se acomoda frente a la computadora escribe cartas. ¡Cartas! ¡Y ella necesita acción! ¡Acción, que lo es todo en una novela!

 

Renato:

¿Quieres que te de el tiempo y el espacio que necesitas? Te lo vengo dando, te lo doy. Seguiré dándotelo.

Si te digo estas cosas es porque no quiero agregar una dificultad más a tu destino.

Mi persistencia en creer que soy correspondida en el amor que te tengo, es una de mis decisiones razonables.

No me mueve sólo el deseo ni la esperanza de un delirio fugaz. Ahora que ya soy una mujer busco una recapitulación.

¿Recuerdas cuando levantaba mi pañuelo blanco de seda para decirte adiós cuando me enojaba contigo por cualquier cosita? Estaba parada simbólicamente en el muelle de todos los puertos de los enamorados, con mi vestido rosa, encendida de tristeza y nostalgia anticipadas. Eras mi hombre y también querías defender honores, estar en una guerra muy larga donde combates todavía. Se te olvidó la promesa que me hiciste de mantenerte sano y salvo entre mis brazos. No me importa.

Te atraparon los fuegos de la lucha, otras cosas poblaron tu mente, tus manos, tu cuerpo entero.

Y uno es y está en el mundo según las provocaciones del destino. Muy distinto hubiera sido todo si Marito, esa otra parte de ti que te define, actuara con verdadera autonomía. Sin embargo, sé que estás vivo y esa es la causa que diariamente impulsa los gestos que hago. Doy gracias cada minuto porque estás vivo. Si puedo volver a verte una vez más, caeré de rodillas ante la Naturaleza para conversar con sus fuerzas supremas y reconfortarme con la idea de que me lo merezco porque he luchado y lucho. Porque no soy una pasajera del amor. Porque tengo la gracia de ser tocada por su rayo milagroso.

Si te suenan a palabras vacías, no me respondas. Pero si en ese ambiente de estampita postal y corridas y sueños te queda un breve sitio para mí, cuéntame lo que sientes, lo que piensas, de verdad. Mis ojos hace rato que se mojan con lágrimas cuando te recuerdo, y eso es muchas veces al día. Sí, así es. Yo también estoy cansada de este juego. Sí, como a ti, me roba mucha energía. Sí, si lo piensas así, será mejor como tú digas. Estoy de acuerdo. Tienes razón.

Constanza

 

¡Se le puso patético el personaje! Si Ángela pudiera otorgarle una mirada más práctica sobre la realidad y un grado de honorabilidad que logre el respeto de Renato, sería un paso adelante. Pero todo su quehacer diario se concentra en ese hombre que prácticamente carece de lugar y de corporalidad. ¿Cómo es posible que una mujer excelente como autodidacta, no logre controlar sus apetitos eróticos? ¿De qué manera puede ella, como novelista, reconducirla hacia un papel menos miserable? Miserable, sí, porque su comportamiento carece de todo sostén ético. Se traiciona a sí misma, despinta sus valores más preciados, no tiene en cuenta principios de lealtad con quien es ella, con la forma en que se ha construido, altiva, modesta con los modestos, rebelde, cuestionadora. ¿Por qué tuvo que caer en los más hondos precipicios de la degradación? ¿Es el amor un monstruo que destroza inclusive a las mujeres más fuertes? Ángela está enojada inclusive consigo misma porque anda sintiendo cosas raras hacia el chino, tal vez motivada por este tren de escritos cargado de motivos ignotos que quizás las personas comunes jamás terminaremos de explicarnos.

A otra cosa. !A otra cosa!

 

La Garza necesita un papel muy fino y resistente. ¡Ya! El papel de seda, con algún ingrediente líquido y algo pegajoso que le permita una secuencia de doblado programada, que coincida con la estructura del modelo: la Garza, liviana y elegante a la vista. Y debe ser posible que se sostenga por sí misma. Misión casi irrealizable para una novata.

Pasan varios días y Ángela no consigue su objetivo. La Garza es exigente. Cada doblado requiere precisión y maestría. Desecha cientos de veces su labor y tiene que salir a comprar más papel de seda cuando el piso de su cocina ya está lleno de pequeños trozos que le cuentan sobre sus afanes y lo caprichosa y tenaz que puede llegar a ser.

Lentamente avanza, cada vez más experta, con más eurekas, insistiendo en el acabado minucioso. Hasta que al quinto día consigue su propósito: ante sus ojos campea el origami de la Garza, con la posición exacta para mantenerse parada sobre una sola pata.

 

 

3

 

A ver, a organizarse. Cómo no sentirse solidaria con Constanza, pese a todo. El hombre llegó a su mundo, lo pobló de flores, y luego buscó la guerra. Qué importa qué guerra. Qué interesa lo que él debe o quiere defender frente a un amor que le hizo jurar y prometer eternidad. En fin, desde sus manos de autora cada día más presionada por el editor de la novela, Constanza sigue escribiendo, consternada y dolorida:

 

Amorcito:

Tengo tan firme y tan segura voluntad de amarte que ya ves, hallo tiempo en el tiempo para estar a tu lado y también para hacértelo saber por este medio. Cuando hablamos me dijiste que te entró miedo ante mi comentario del manchón en la memoria: una remota posibilidad de olvidarte con intervención ajena. Pero no puedo y no quiero ser manipulada. ¿Y tú? ¿El amor es tu presencia constante rozándome el cuello, aquí donde me duelo y donde todas las cargas del sufrimiento humano gritan su indignación porque hay muchos seres que no son libres o no son justos? No hablo de ti sino de la condición humana. No hablo de mí sino de mis semejantes.

Quiero planificar, organizarme, coordinar mis acciones y tener un mínimo control sobre los calendarios de mi existencia. Discúlpame si te cargoseo. ¿Quieres que espere callada un ademán tuyo, una señal de que no estás destrozando inútilmente a una mujer buena?

Constanza

 

 

Ahora sí, Ángela se da cuenta de que no podrá salir fácilmente de la dirección epistolar que le está confiriendo a su relato. Se levanta. Se sienta, camina, se sienta. Y de nuevo a la escritura, con la voz de Renato, que esta vez debe ser contundente y solidaria, tener en cuenta que fue él quien sembró en el mundo estos extraños sentimientos que perduran pese a no existir una retribución tangible, de las normales. Ángela ya está ofuscada y se ha adentrado en el tema de su novela de una forma personal intensa, porque se le hace imposible creer que en esta época de plásticos y urgencias, existan emociones radiantes. Al comenzar a escribir en ningún momento se le ocurrió competir con esos libritos de amoríos fatales tan de moda últimamente, pero le parece que se está poniendo en un sitial desconocido inclusive por ella, que se deja llevar como una autómata no sabe ya si a veces por Renato y las más, claro, por Constanza, porque se ha asociado con ella en una empresa que hasta el momento parece imposible: reconquistar a un duro de corazón que puede olvidar los grandes ciclones amorosos e intercambiarlos por el trabajo arduo, que es una buena forma de desplazar la libido, y una o tres aventurillas para aplacar el ánimo y no perder los hábitos, que hay que estar entrenado. El ejercicio es fundamental para él, porque desde pequeño fue atleta y conserva una disciplina fuera de serie.

 

Constanza, luz de mi vida:

Amarte es descubrir el cielo más difuso. Amarte es ver la luz en la más ciega oscuridad. Amarte es ser tan tuyo, permanecer en ti como desde mucho tiempo antes de haberte conocido. Ya estás incrustada en mi vida para siempre, y pase lo que pase, estaremos juntos.

Renato

 

Renato no se sorprende ante la brevedad del texto. Sabe perfectamente que Constanza tiene una sola exigencia, que es la estar a su lado. ¿Qué hará con ella? ¿De qué se ocupará? Las quejas de Constanza lo hieren porque es reiterativa y lo acusa como si fuera un criminal. ¿Y quién no hace promesas aun sabiendo que no las va a cumplir? Antes de buscarla planificó cuidadosamente el nuevo encuentro con ella, para agregar a su vida rutinaria un condimento peculiar. Acabados los ciclos, está acostumbrado a cerrarlos. Mas ahora le ocurre que él tampoco logra quedarse quieto. Él también la busca con palabras de amor.

 

Le dice:

 

Mi adorada Constanza:

Tu prosa depurada revela y encubre. Racionaliza una experiencia vital, la hace inteligible. A todos los misterios les llega el momento de la verdad y encuentran su lógica. Son los recuerdos maduros, dignos de ser evocados.

Abrigados por estos recuerdos, lejos, el pronóstico asegura que bajo mi diligente cuidado y lejana protección soplan vientos a favor de tus afanes, y corre agua muy clara sobre la que el sol reverbera. Por mi parte, te hago llegar la luz de mi cariño, mientras duermes. Pongo este resplandor, prestamente, a tu servicio, para cuando abras los bellos ojitos, curiosos y tiernos.

Renato

 

Nueva sección de práctica oriental que modera el cuerpo y alimenta el espíritu. Ángela recibe al chinito muy contenta, pues tiene ganas, muchas ganas, de repetir una y otra vez el ejercicio de la Garza blanca cuando extiende las alas. Entre sus personajes y la gran Garza que para ella esconde un secreto, siente la necesidad imperiosa de dar salida a sus emociones permitiendo que su cuerpo se exprese, acierte, dude, caiga y se levante, vuele aunque no pueda.

Cuando el chino se retira Ángela se da una ducha larga mimándose y posteriormente come unas tostadas con miel para recuperar energías y se sienta en el escritorio. Su editor le ha dado el plazo de dos meses para que entregue la nueva novela. Y no le encuentra el sentido al argumento, a las posibles variaciones de una historia que le contaron, pero sin detenerse en los detalles, que son los que debe inventar, con nuevos rumores que desplacen a los de ayer, cosas que fastidian, pero que no deben mortificar más de lo debido a su protagonista: Constanza. No deben mortificarla pese a la tortura que cada día se provoca a sí misma, como si el mismísimo demonio se hubiese aposentado en un sitio especial para desequilibrar la acción, para llevarla a Ángela como escritora a meditar sobre elementos tortuosos, sobre esa zona oscura del amor que no se cuenta y sin embargo, existe.

 

Constanza no debería tener nada de Cenicienta, sino de heroína. No obstante, y es una contradicción, en el diseño de la obra es un volcán que estalla y luego se entrega a la penitencia. Y la otra versión: para ella, su enamorado Renato, debe idear todos los jueguitos que existen en este planeta, y los que no existen, también. Y debe ser voluble, tener múltiples personalidades y encantar a cuanta mujer se le cruce en el camino, de puro seductor innato que es, hasta que Constanza aparezca en su vida y logre que él concentre en ella su admiración y su cariño.

 

Y aparece. Pero cuando desaparece forzosamente todo falta. Es la parte esencial de su texto que Ángela no sabe cómo llenar. Las apariciones y desapariciones entre ambos no pueden contarse sino como períodos, pues lo que van planteando con su unión sobrepasa el número de días, meses, años. Esta explicación es nada más que para el cuaderno de notas de Ángela, porque ella tampoco quiere dar más proyección que la que tiene al encuentro entre un hombre y una mujer. Para eso, ya se dijo todo en Antonio y Cleopatra, se plantea.

Más apuntes. Cartas que enviará Renato sin tregua, y siempre ya a punto de morir de amor, supuesta y bien supuestamente.

 

Señora mía:

Ahora me explico, Profesora Cervantes: eres el origen de mi desesperación, de mi falta de aire, de la necesidad de ese aliento que viene de tu boca a la mía. Ése es el aire que quiero. Hazme el favor de mandarme un poquito de tu aliento cósmico, ése que me nutre y me mantiene ardiente. No necesitas recursos macondianos o macumberos o mamberos para esto.

Me da la impresión de que estamos pasando a otra etapa, como inmersos en procesos que van más allá de nuestros apetitos inmediatos. ¿No te parece? Y tu voz poética, entretanto, se enriquece con otros matices, como que vas encarnando una mirada del mundo, una historia, una sensibilidad. En consecuencia, beso delicadamente lo fuente de tu escritura, de donde nace tu poética.

Renato

 

El varón debe asegurarle a la dama -resume Ángela- que con ella se puede inventar y crear todos los mundos amorosos. Debe prometerle:

Cariño mío, yo sólo soy un amanuense de tus fantasías, un humilde artesano de tu frondoso imaginario. Artesano como soy, todo lo hago con las manos, quiero decir con el cuerpo, de modo natural, respondiendo a lo que mandan tus encendidos deseos.

Renato

 

Mañanas luminosas y claras en las evocaciones de los enamorados. La autora continúa escribiendo. Cuesta. No tiene certezas en las que apoyarse ni pruebas basadas en sueños, que es donde aparecen adivinaciones que suelen guiarla. Por otra parte, su asesor de edición, Gualberto Miranda, al leer los primeros esquemas, le escribe por e-mail que ella se está perdiendo en un mero relato plagado de cartas aparatosas, que a su novela le faltan arrebatos, amenazas, desenfrenos, hechos contundentes, extremismo y violencia.

 

Como Ángela también se dedica a la pintura en sus ratos libres, le muestra sus obras terminadas a Gualberto Miranda, que suele exclamar: ¡Bien! Si un cuadro no le gusta simplemente se calla, pero esta vez está bien duro, sin concesiones.

 

Pese a esta situación incómoda y desmotivadora, Ángela reconoce que tiene algo muy valioso en lo que escribe: los sentimientos en el horizonte del éxtasis amoroso están bien articulados. Y el amor sigue existiendo de esta manera. A su favor, también resalta la parte formal, estética, bien sencilla, para que puedan leer el libro personas de todas las condiciones culturales. Incluye en los textos varios modos de conocer las cosas, pero su trama no es todavía concreta, pese a los dibujos que ha hecho sobre cada capítulo, hasta el final, para no perder la magia del relato entre exigencias de racionalidad y causas tan lejanas que para sus objetivos no le sirven, pues el editor le ha pedido una novela que conjugue el amor de una pareja con el misterio. ¿Y qué mayor misterio que la perdurabilidad del amor?

Aunque, desde otro ángulo, ¿qué misterio puede tener un amor o un amorío, salvo que ella consiga narrar que, herida por amar como ama, Constanza asesine a su pareja de una manera tal que nadie pueda descubrir la causa de la muerte? Ya sola, sin el torturante amor hacia Renato, reestructuraría un modo de vida dichoso y tranquilo.

 

No, muy simplista.

Contará la historia de un amor prohibido, de ésos que deben ser condenados. Y también tiene que introducir a los atacantes, pintarlos con sus frustraciones y sus maldades cotidianas, con sus envidias y sus creencias religiosas asentadas en el marco de la posesión de las personas. Si estos atacantes de la pareja prohibida tuvieran la ocasión de buscar y encontrar cada uno su propia dicha, ^renunciarían a hacerlo? No correrían el albur de probar algo nuevo. ¿O sí?

Para qué narrar las cosas desde el comienzo. Escribiría que Renato le contaría la verdad a Constanza. Él nunca le confirió a su vida el carácter de abandono de la mujer amada ni tuvo estómago para advertirle que quizás no habría ninguna esperanza de volver a estar juntos cada día.

Le escribiría así.

 

Muchachita de mi corazón:

 

He pasado este fin de semana muy nostálgico. Han empezado los signos del otoño y pareciera que fueran con fondo de Vivaldi y con una iconografía de hojas que caen, que pierden su verdor.

Pero el otoño no pasará, al menos no pasará por mi corazón, que se entibia apenas comienzo a pensar en ti, en tu calidez, en la tibieza de tu cuerpo y en el voltaje de nuestra pasión.

Esta mañana tuve la clara sensación, al amanecer, de que estábamos durmiendo juntos. Sentí tu fragancia y la tibieza de tu cuerpo, tu piel acariciante. Fue una experiencia plena, muy grata. En ningún momento pensé que estaba soñando. Muchachita mía, ya te he manifestado demasiado que me comporto contigo como un caníbal que te come a besos.

Con estos besos te doy los buenos días, reina de mi corazón, mi muchachita que tiene tanta familiaridad con el drama y la comedia. Constanza, eres mi adoración, y esto me sale del fondo del alma.

Beso tus pies de reina y tu boquita de condesita pícara.

 

Tu Barón (quiero decir tu varoncito).

 

Es indudable que Ángela se da cuenta de que los ingredientes del texto son atractivos para cualquier mujer, y no se le había ocurrido inventarlo a Renato como héroe ni villano, sino como un hombre corriente al que Constanza idealiza y transforma convirtiéndolo en un Adonis.

 

Mi bebé:

Si digo albricias es para que como un abracadabra y otras cosas mágicas se abran las puertas cerradas ante ti. Soy un fragmento del universo, oscuro y claro al mismo tiempo. Ay, pesado realismo absoluto. Sí, estoy rodeada de animalitos y otros enseres. Yo, animalita, qué rápido, empiezo a debatirme entre el recuerdo y la esperanza.

Constanza

 

La autora de la novela sigue indagando cómo dirigirá la vida de estos personajes, que, es evidente, no podrán modificar sus rutas de navegación. Es probable que se sigan amando así, intensamente, hasta que la costumbre los devore y los fluidos magnéticos que los envuelven se vayan disipando.

Será imposible que sigan viviendo con el trastorno de la remembranza permanente, que, como se sabe, no conduce a ninguna parte. Además, la Tierra está llena de otros, y hay tentaciones, y las leyes de la atracción entre hembra y macho son matemáticas.

Constanza sobrevive en ese hoyo que es Santiago de Chile, donde la polución ambiental la asfixia y además, no quiere ir a ninguna parte ni hacer nada. Basta mirarla de reojo para notar que ha adoptado el rol de viuda inconsolable que cree ciegamente que el amor es eterno. Ángela siente lástima hacia ella, pobrecita, por más vivaz que fuera. Le dará unas cuotitas de alegría con un poema de Renato. Es decir, de Marito, que solamente ambos personajes saben quién es. Y también está Florcita.

 

De Marito a Florcita:

Ella brilla más que el sol

(verdad por mí establecida).

Montada sobre el delfín

ella brilla mucho más que el sol.

 Las lejanas estrellas

alumbran tanto como el sol

(verdad establecida por los sabios).

Mas en el cielo reverberan millones de estrellas

(ninguna más bella, ninguna más nítida).

Ella brilla más que el sol.

 

 

A ver si se consuela con este poema tan sincero, se dice Ángela, y prepara mentalmente los atuendos de ambos personajes. A ella le gusta agregarle sombrero a un caballero cuando el día está frío y contar sus detalles y rematar la descripción con la corbata, la forma en que está dispuesta sobre la camisa de color azul pálido. Por su lado, Constanza se viste generalmente como una muñeca. Antes de salir rumbo a la playa, escribe, entonces, unos trocitos de su novela. Cada palabra es una convocatoria a la poesía, porque el amor es eso: poesía, pero cuando se yerguen tantas dificultades para ensayar la más antigua de las tradiciones humanas que es la pareja en unión perfecta, es más difícil sostener el vuelo del relato. Y la descripción, como ya lo ha anotado y trata de escaparse de ella, no hace falta. Se halla implícita en cada verbo pronunciado. Ángela está confundida y Constanza está atormentada, perdida la brújula de su vida. Su autora se siente cada vez más consustanciada con ella, no pudiendo evitar un estado de complicidad, tal vez por ser ambas mujeres, tal vez porque, como cualquier persona que sufre, le inspira piedad. Constanza le ruega a Renato:

 

 

Amor de mi alma:

Toma entre tus manos mi cabeza pequeña y apóyala en tu hombro de criatura segura y fuerte. Reconfórtame. Acaríciame aunque sea tal vez un poco tarde, o demasiado temprano. Qué importa. En esta soledad soy multitud por lo intenso que es mi amor.

Sin testigos, alzo la lámpara que me anima, mi entusiasmo sin límites, mi energía preciosa, mis ideas, mi risa, mi honor y mi impaciencia, mis rabietas de niña malcriada, e ilumino tu senda. Mi grito y mi canto de mujer es delicia, es arrullo como cuando entre tus brazos musitaba, jadeante, mis conjuros de sacerdotisa, mis signos de maga blanca siempre dispuesta a adorarte y a hacerte feliz.

Constanza, tu novia, tu negrita.

 

 

Apenas llega a su escritorio, Ángela ubica a Constanza en plan conciliatorio y de adulación a Renato, a sabiendas de que él es muy sensible a los halagos y se enfada terriblemente si lo maltratan. En vez de aplacar la furia que Constanza suele manifestar por la lejanía, Renato contesta con palabras airadas o guarda silencio hasta que Constanza debe empezar nuevamente a derribar sus muros poco a poco, con mucha astucia y delicadeza.

 

 

 

Inolvidable Renato:

Intacta, la flor de mi cariño hacia ti no se deshoja en las noches largas de la ausencia. Todavía paladeo tu último beso y gozo tus olores. Los reconozco según las zonas de tu cuerpo. Recuerdo tus dientes y tus ojos, tu profunda mirada de siestas inocentes, mis largos monólogos y tú escuchándome, tratando de entender mi femenina forma de ser tan dicharachera, tan coqueta. Y tú, invitándome a la fiesta de estar vivos, siempre dulce, novio nuevo como el primer amanecer sobre la tierra, dulce y gentil, conmovido, juguetón, sonriente, a veces lloroncito. Qué sed. Extraña extranjera a quien no le importa el tiempo. La distancia es sólo un agujero negro en este cosmos donde el deslumbramiento de la noche estrellada nos acerca.

Tú y yo somos nuestras obras, en taumatúrgica senda, prodigio, milagro de estar juntos y de hacernos a la par, con el afán idéntico de resucitar, de tachar las cicatrices, de ahuyentar a los fantasmas, de ofrendarnos, liberados, nuestros claros destinos.

Constanza

 

 

¡Constanza, no puedes ser tan cínica! -dice Ángela-. No podré seguir escribiendo lo que sientes y piensas si eres tan mentirosa e inventas sucesos inexistentes. ¡Estás alienada! ¡No se puede andar por el mundo con esta fantasía desbocada! Bueno, no lagrimees. Ahora mismo haré que te conteste Renato. No sé qué artilugios utilizará para alcanzar la misma elocuencia. Es probable que escriba primero un borrador, con un lápiz de papel o un bolígrafo. Él no es tan ágil ni inventivo como tú. Necesita tomarse su tiempo, hacer cálculos, ingeniarse para ser original. Te lo digo sinceramente. Tiene uno de los dedos, en el que apoya el lápiz, con un callo prominente, porque usa mucho primero la escritura a mano, y luego copia lo que escribió en la computadora. Y ni así le saldrá jamás un texto tan rápido como a ti, que tienes como cantos palabras en la boca, y hablas inclusive con el ceño fruncido o la sonrisa afable. A él no se le mueve un músculo.

 

Mi adoración:

Tu sabroso texto te pinta de cuerpo entera: tu estado de humor, tu ironía mordiente (como para sacar sangre), el balance lúcido, el repaso argumentado, la explotación de la paradoja, y la esperanza latiente, con ese gran denominador común de todas nuestras cartas -ejemplares en muchos aspectos- que es la motivación amorosa, el móvil sentimental y tierno que nos congrega.

Así nomás somos, ambos. A veces entrañables, viscerales, carnales en nuestras maneras, otras veces somos zen, pacientes, meditabundos, intensamente espirituales. También tenemos nuestro lado humorístico, chistoso, y muchas veces dejamos hablar al cuerpo, a sus furores y a su propia mística. Así mismo somos en nuestras correspondencias.

Todo esto es también una muestra de que somos profundamente confidentes y amigos, socios. Además, estoy en el mundo para confortarte, no para servirme de ti...

Renato

 

 

 

- ¡Ves, ves! -exclama Ángela-. Se arma con una descripción en las correspondencias cuando lo que tú necesitas es su presencia. Granuja. ¡Contéstale! ¡Dile que es un farsante!

- No, no. A mí me ha gustado su carta. Es dulce y hace un repaso de nuestra manera de estar en el mundo.

- Tontuela. Ahora mismo le hago escribirte otra carta. Responderá a ésa sobre distintos tipos de besos que me hiciste escribir en un estado de infantilismo crónico.

 

 

Reina de mi corazón:

Me he quedado asombrado ante tu dominio de los temas sobre besos y alrededores. No sabía que tanta sabiduría había en tu boca bendita (ésa que me enseñó a pecar), ni tanta curiosidad para hurgar en todas partes, ni que existieran tan benefactoras bacterias que son trasmisoras glandoeléctricas de nuestros requiebros.

¡Cómo amo a tus bacterias! Y no sabía que soy un millonario de tus encantadores microorganismos, que cultivo cuidadosamente en mi interior.

¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!

De modo que todo se resuelve con un beso. Que las terminaciones linguales y las glándulas salivales hacen el trabajo. Que nuestros labios y nuestras lenguas (lengua hay una sola) son los mejores órganos de los amantes. ¿Y que el resto queda de adorno?

No, si interpreto bien, los labios y la lengua busca, escarban, husmean, rastrean, reptan, huelen, chupan, muerden todo lo que encuentran a su paso. Son las abanderadas en la lucha contra las fronteras, el apartheid y las alambradas en la geografía de tu cuerpo. Todo es besable en ti: Florcita es todo tu cuerpo.

Gracias por tu amorosa lección de anatomía y de biología.

Marito

 

 

- ¿Te das cuenta de que es un tontón? Si tú le hablaste de besos y sus descripciones lo que él debería hacer es correr para venir a besarte. Y simplemente se deleita con palabras. Este señor es el rey del palabrerío.

Cuando era niña, Ángela vivía en una casona señorial donde había muchas aves. Ninguna estaba enjaulada. Ella les daba de comer choclitos y les colocaba agua en una taza de porcelana.

Indudablemente, su curiosidad hacia las aves iba creciendo con el correr del tiempo.

Una vez encontró en la calle, cuando regresaba de la misa y era muy jovencita, un pichoncito herido. Le sopló y sopló en el culito, que es lo que dicen hay que hacer para que reviva. Lo arrulló entre sus brazos y su blusa para darle calor. Pero cuando llegó a su casa ya no vivía. Poco a poco su pequeño cuerpo comenzó a enfriarse y de este modo brutal para su alma de niña, conoció lo que es la muerte.

 

Constanza sigue triste. Hará otro texto de este ridículo que también se hace llamar Marito.

- ¡Y basta por ahora, Constanza! ¡Pareces una loca detrás de una quimera! ¡Las cartas no sirven para nada! ¡Todo esto se irá diluyendo porque lo que importa es el cuerpo a cuerpo!

 

Constanza, con este reto, se queda calladita en un rincón del escritorio. Ella tiene sus ideas diferentes de tratar a Renato, su confianza puesta en una luz del destino que vuelva a reunirlos, al contrario que Ángela, a quien pintar los dramas con todos sus recovecos le resulta muy fácil y está acostumbrada a escribir finales contundentes en sus libros, donde los perdedores son perdedores si vienen al caso. A veces la atraen matanzas colectivas que sin que se le pare un pelo incluye en sus novelas del género negro. Ya verá este Gualberto Miranda que opina cuánta acción le falta a su obra, si las cartas de amor no son historia. Pero Historia, ¿eh? Aunque para Ángela, en realidad, según el análisis de su personaje Constanza, que ya la conocía al dedillo. Un día estabas bien y al día siguiente mal. Hasta ir ajustando las tuercas, todo mediante una labor paciente sobre uno mismo. Uno mismo -piensa Ángela-, que nunca termina de conocerse a sí mismo. Menos puede hacerlo con los demás. Y muchísimo menos saber qué determinaciones tomarán. Por eso ella insiste con Renato, pese a que no logra entablar con él ningún proceso de empatía.

 

Lo peor del caso es que Ángela sabe al dedillo lo que su personaje Constanza opina sobre ella. Deduce cotidianamente que le falta algo de conocimiento de la psicología humana, de comprensión de que todos tenemos varias facetas y lo bueno y lo malo incluidos naturalmente. Según qué sucesos aparezcan, se manifiestan también esos modismos del temperamento. En fin. Nadie es perfecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

NILA LÓPEZ DESCUBRE EL SECRETO DE LA GARZA

Por MARIBEL BARRETO

 

Nila simula que Ángela, una escritora, desea escribir una novela y que debe decidir cómo será el inicio de la misma. Resuelve comenzar el relato con una carta de amor que la protagonista de la novela, Constanza, envía a su enamorado Renato. Así pues, hay dos novelas dentro del libro, una que escribe Nila cuya protagonista es Ángela Linares, la escritora, y la otra que escribe Ángela, cuya protagonista es Constanza.

La treta a la que recurre Nila López es un recurso interesante, si bien la estrategia de la novela epistolar no es nueva; es difícil encontrar una técnica muy original en la novelística, ya que es un género muy curtido, aunque Nila nos demuestra su habilidad de alternar verso y prosa, de igual nivel literario; cuando escribe prosa, igual es poética sin ser versificada y la poesía es personal, rica en recursos poéticos que descubren su alma sensitiva y soñadora. La característica especial del lenguaje poético de Nila López es la plasticidad; ella posee una capacidad de vocación que sugiere un mundo creado fuera de la objetividad sensible de las cosas, lo cual abre la imaginación del lector para plasmar imágenes en el plano emocional.

Debido a la plasticidad, la visualización de las gaviotas genera la emoción; el mar y su oleaje son el otro elemento que confiere un carácter prodigioso que desciende del cielo y otorga a la descripción poética una significación estilística profunda.

La interrogación retórica y la imagen visionaria son dos recursos poéticos que Nila López utiliza con maestría para reforzar el interés en la lectura y suscitar el suspenso.

Novela de amor. No exenta de erotismo, erotismo fino que sublima el amor carnal para convertirlo en melodía y voces susurrantes. Constanza oye con embeleso palabras de amor que la deslumbran; es Renato quien las pronuncia: “Me llevas a los cielos más altos que el cielo que conozco. Me enredas en el canto de todas las canciones. Tu cuerpo es tan hermoso que no puedo observarlo sin asombro. Besarte es encontrar la huella del alimento perdurable y cierto. Tocarte es llegar al paraíso. Acariciarte, ser dueño de todos los milagros que en la tierra existieron. Y juntarte así toda a mi cuerpo es la resurrección completa, es el incendio, la gloria de encontrar al fin tu par, ese encaje perfecto de cada zona de nuestros recipientes”. (21)

Con el mar y las garzas se pueden ensayar dos lecturas: la argumental, la historia real de las aves, y la otra, la de la leyenda “cuentan que en las noches azuladas se transforman en hermosas criaturas inaccesibles”.

El personaje femenino queda subyugado ante las garzas; ella les atribuye un poder de una dimensión desconocida. Las garzas, al atardecer, cuando el sol declina, se reúnen en la playa, dan giros lentos, casi marciales formando tres círculos. Esta ceremonia se repite sistemáticamente. Ángela, la protagonista de Nila, es también escritora; nuestra novelista transfiere en ella toda su emoción, y hace que Constanza escriba como en un diario todo lo que ocurre, lo que siente, “su bullicioso amor, con estos latidos, que me retumban en el corazón”.

El intercambio de cartas marca el avance de la novela, los secretos de amor, las técnicas amatorias, la elevación espiritual hacia el amor total, la cúspide del placer. El amor de Constanza y Renato a veces es huracán; otras, frenesí, o ardores contenidos o despiertos. En la correspondencia de los amantes hay muchas definiciones del amor: “Es el Amor el que mueve la gran montaña del Tiempo Humano”. El texto avanza sobre el tema que convoca a vivir el amor en función de lo que musicalmente se suele dar en llamar cadencias unas veces, variaciones en otras. No hace falta ser experto en música para apreciar la musicalidad y cómo las frases de amor parecen modularse con diferentes sonoridades, ritmos simbólicos en que el yo romántico se expresa como en poemas en que la ilación temática y la discursiva tienen poco que ver con la ilación temporal; porque Nila supo crear la temporalidad ligada a la dimensión anecdótica; siempre imbricada a la poeticidad y su capacidad discursiva y argumentativa desembocan en un momento reflexivo, lo que hace que, por momentos, el texto pierda su pujanza, pero queda claro que existe un nudo psíquico. Constanza se resiste a entregarse a los fluidos magnéticos, a la atracción entre “hembra y macho”, aunque luego sucumbe ante el cerco de Renato. Un discurso compulsivo: ambos amantes expresan su amor con vehemencia y hallan la convergencia entre el amor espiritual y el físico.

Esta dinámica le permite al narrador ir desgranando todos los elementos temáticos, tanto a nivel racional como a nivel simbólico o metafórico. Al huir de la cronología de los acontecimientos externos, el relato del yo se constituye en un espacio temático en el que los acontecimientos desordenados solo tienen cabida en función de recuerdos, exaltaciones del espíritu, juegos de la memoria de ambos protagonistas, Renato y Constanza.

“Así nomás somos, ambos, a veces entrañables, viscerales, carnales en nuestras maneras, otras veces, somos Zen, pacientes, meditabundos, intensamente espirituales… dejamos hablar al cuerpo, a sus furores y a su propia mística. Así somos en nuestras correspondencias”. (53)

“Con mucha ternura, con mucho afecto, dices. Yo digo con pasión combatiente, mi voluntad sin claudicaciones. Pero para qué quiero tu dulzura de papel, si luego de tantos altibajos, siento la boca cargada de reproches que me agobian”. (66)

Distintas metáforas expresan el amor combatiente al ritmo de los aconteceres, “suave como una aurora, todavía estrellada, así ha llegado tu primer mensaje después de Mtanto tiempo”. (97)

Pasión y furor en Constanza: “…Testimoniales enteras, algunas mujeres modelamos esta arcilla nostálgica, con los ojos abiertos, arrojándonos desnudas en las tinieblas del amor”. (106)

“…Todo ha de ser transparente y virginal en mis actos. Nada debe alterar la luminosidad de mi inocencia. Me mantendré sereno en un estado místico para que mi carne y mi alma reposen de los efectos del ‘mundo’”. (107)

Las garzas, sus vuelos y rondas crean un aura misteriosa que los amantes desean interpretar; el vuelo, el aleteo y el deslizarse en bandadas sobre la arena de la playa, al aparearse, el roce de los picos en el juego amatorio hacen nacer pensamientos delicados. Cada evolución de las garzas se transforma en fuerza poderosa que configura el destino de Constanza, que desea descifrar el significado de los círculos que las garzas describen alrededor de ella; ve el vuelo con ondulaciones diversas; sueños y escenas reiterativas que desean interpretar el lenguaje de las garzas, con lo que la escritora desea convencer a sus lectores de la magia de las garzas, de su imagen blanca, de que su graznido forma parte de una fuerza cósmica y que ellas tienen un arcano en el universo. El graznido también es poesía, las aves se comunican con los humanos; Nila deja que Ángela, la escritora de su novela, apele a la teoría de los iniciados y que los practicantes del Chi Quong aclaren la alegoría encubierta, como un desafío a las bailarinas de ballet. Con ello Ángela consigue develar la incógnita suprema sobre las diversas formas del amor humano.

El relato se completa con la fusión del amor humano carnal-espiritual que refleja los secretos de la garza que Nila convierte en elemento altamente simbólico: la elegante garza blanca de cuello grácil, pico rosado, de movimientos rítmicos y complejos, es un modelo a imitar para lograr la plenitud amatoria.

Concluyo que la lectura de la novela puede hacerse en dos niveles; el de la fábula, la historia de amor dada mediante misivas, y la otra la lectura de los símbolos, cuya interpretación semiótica de cada figura que traza la autora hace referencia a una realidad humana, cual es el amor en sus distintas facetas y su relación con la imagen de la garza, símbolo del arte, del amor hecho poesía y del amor erótico como conjunción perfecta del hombre y la mujer.

 

Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL del diario
 
ABC COLOR del domingo, 10 de Marzo de 2013
 
Fuente digital: http://www.abc.com.py  


 

 

 

 

 

 

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