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LOURDES ESPÍNOLA

  VIAJE AL PARAÍSO, 2012 - Narrativa de LOURDES ESPÍNOLA


VIAJE AL PARAÍSO, 2012 - Narrativa de LOURDES ESPÍNOLA

VIAJE AL PARAÍSO

Narrativa de LOURDES ESPÍNOLA

Editorial SERVILIBRO

COLECCIÓN BIBLIOTECA PARA JÓVENES

Seleccionada y editada por: NILA LÓPEZ

Diagramación: MARÍA JOSÉ DEL PUERTO

Asunción, Agosto

2012 (89 páginas)

ISBN: 978-99953-0-449-2

Hecho el depósito que marca la ley N° 1328/98

 

 

 

Deliciosas, profundas, juguetonas, las páginas que siguen nos atraen con sus misteriosas combinaciones de palabras. Un libro actual también puede hacer frente a la pobreza y la desigualdad. Queremos mejorar la equidad de la comunicación humana, por eso contamos historias con toda la intensidad de nuestros recuerdos. Esta colección de Biblioteca para Jóvenes de SERVILIBRO, tiene un fuerte valor testimonial que con seguridad encariñará a los lectores: podrán conocer muchas cosas variadas del Paraguay y su gente, acercarse a los símbolos de una identidad que nos define. ¡Y con nosotros, los escritores, seguir persiguiendo sueños!

NILA LÓPEZ

 

 

 

PALABRAS PREVIAS

 

Como escritora mi vida está hilada por el tejido del lenguaje, por ello venero su instrumento que es la palabra, como cualquier artesano cuida su herramienta de trabajo, yo cuido la palabra escrita y oral tratando de buscar el vocablo preciso, claro y puro para que el ropaje en que envuelvo la idea sea tan noble como la idea que busco expresar.

La imaginación por la creación literaria que toma cuerpo, ritmo, contenido y movimiento en un poema, es ejercida por mí como una devoción.

Hay escritores que con mucha disciplina escriben todos los días, otros aguardan la inspiración.

En mi caso, practico la poesía con devoción, reser­vando los momentos de plenitud de pensamiento y espíritu, protegiendo el momento de la creación como un espacio consagrado.

Muchas veces la forma ocupa un segundo lugar en mi poesía, el artificio de la metáfora está al servicio de la sinceridad del pensamiento.

Anhelo una estética que no este vacía porque yo no tomo el don de la poesía a la ligera.

Soy consciente que cuando hablo del don de la poesía invoco un privilegio, pero también un compromiso y una responsabilidad ética.

Porque ¿de qué vale el talento que nos es dado si sólo va a cimentar la vanidad?

¿De qué vale el talento si no es para construir un universo un poco mejor?

Soy consciente que he recibido también un legado, una herencia que viene de las lecturas de los libros regalados por mi abuelo Wiezell, de la obra poética de mi madre Elsa Wiezell y del sentido de compromiso con mi patria en la enseñanza de mi padre Vicente Espínola.

Esto no lo tomo como un peso o una presión, sino como una ventaja, la ventaja de poder caminar en un sendero que fue limpiado y allanado antes.

Mis motores afectivos son mi hijo y mi familia y en este viaje vital, a pesar de las equivocaciones o las dudas, trato de guiarme por el principio expresado en la carta de Pablo a los "Corintios": "Seguid el amor y procurad los dones espirituales.

Fragmento del discurso de aceptación dado por la escritora Lourdes Espínola con ocasión de recibir la Orden de las Artes y las Letras en el Grado de Caballero otorgada por el Gobierno de la República de Francia y entregada por el Embajador Gilles Bienvenu, en junio de 2011.


CAPITULO UNO

MI PRIMO PABLO

 

Se podría decir que fue el primer hombre que vi en mi vida, exceptuando a mi padre y mi hermano, quienes habían estado antes. Al abrir los ojos mi primo Pablo estaba de la mano de su madre, con una sonrisa absolutamente solar.

Sentí la solemnidad del momento al punto que des­cubría que era bello, con su pelo lustroso y mojado, peinado escrupulosamente, su camisa clara y los pantalones cortos que dejaban ver unas rodillas con raspones. Sus ojos marro­nes eran dulces con una mirada entre triste y asustada.

Mi madre me acababa de dar a luz y él se presentaba a mi vida con sus dos inmensos años, para nunca más salir. Pablo iba ser mi compañerito de juegos a una edad donde las niñas juegan a ser adultas, porque extrañamente durante toda mi infancia nunca lo volvería a ver.


CAPITULO DOS

NACER CON LOS VIAJES

 

Mi nacimiento fue como un caramelo de limón, gozoso y ácido. Era una primera hija, pero inauguraba mi presencia con una dificultad médica. Sin duda era un nacimiento extraordinario, un vaticinio de como sería mi vida, todo menos vulgar, usual o aburrida.

Creo que simplemente fue una excusa que me inventé de bebé para viajar. Ese problema ocular fue el inicio de viajes de consultas por el mundo junto con mis padres que, como gitanos de la era espacial, se trasladaban, con una infinita parafernalia infantil. Será por eso que hasta hoy viajo cargada de maletas; lo aprendí desde chica y nunca pude dejar el hábito.

A veces tengo lástima de quienes no tuvieron la suerte de nacer en una familia sudamericana; el que la tiene sabe por qué. Desde el instante de nacer perteneces a una tribu, a un laberinto de tíos, tías, primas y primos donde nunca estarás sola y rara vez en silencio.

Esta bendición tenía para mí su condena porque a veces anhelo la soledad, pero los libros fueron un bálsamo... como un barco imaginario para escapar de tantas voces.

De esos viajes recuerdo uno a una ciudad del Río de la Plata. Allí estoy yo muy pequeña, con un sombrerito blanco en una plaza rodeada de palomas, luego en brazos de Papá con un oso de peluche marrón regalado por mis tías y también aquella mariposa de madera que andaba y batía las alas.

Esa ida tuvo una frustración muy grande. Recuerdo que estaba en la clínica en un quirófano, un escenario al que iba a estar extrañamente acostumbrada con los años. El médico me decía que me iba a dormir y cuando lo hiciera iba a ver un pajarito. Desperté con una venda en el ojo

derecho y sin haber visto ningún pajarito. Me puse a gritar con una furia que no me pasa hasta hoy y que retorna con toda su fuerza cada vez que recibo una mentira.


CAPITULO NUEVE

UNA VUELTA DE BAILE

 

Puedo decir que el conocer a quien sería mi esposo, enamorarme y casarme fue una vuelta de baile. Lo que no sabía era que la música dejaba de tocar y el baile se transformaría en una de máscaras. Si caían las máscaras era para dejar al descubierto la otra que se escondía debajo. El extraño y a veces insostenible pacto que hacen dos adultos semi-conscientes llamado matrimonio, es como un intercambio de muñequitas rusas con permiso para ver una hasta el tiempo de adentrarse en la otra... pero la última sólo la reserva el divorcio.

¿Como poner palabra a lo que nunca nombramos? Enunciada en el silencio la memoria se afianza en territorios callados que la nutren.

Pienso en el momento cuando él decía recordar a su madre, él, a quien siempre consideré como nacido del aire. Esa madre crecía cuando la narraba en las noches, cuando ponía la radio en la cocina londinense, de madera oscura y olores de invierno y me enseñaba a bailar a la luz de una lámpara.

Se iluminaba su rostro con esa memoria de hogar, de música y alimento. Creo que ahí fue su verdadero nacimiento, como lo fue el mio cuando cruzando el mar: me mudé.

Me buscaba y lo encontraba: era como bucear abajo del mar. Yo entendía a pesar de haber nacido sin mar.

Mi amigo Cristóbal, con su nombre de navegante, me explicaba cómo lo complicado era simple, cómo cada relación y cada persona era un universo secreto a descubrir.

Amar es bucear, me decía, las reglas de la tierra no valen allí. Estábamos sumergidos bajo agua como una iluminación. El amor era tan extraño: otro mundo otras criaturas, distinto orden de la naturaleza.

Éramos Sylvia Plath y Ted Hughs y me parecía maravilloso ese sentido de la utopía con algo de neurosis artística, yo tan inocente o tan valiente dispuesta a pagar el precio.


CAPITULO DIECIOCHO

EL ESPIRITU DE MIS ANCESTROS

 

Los sonidos de los pensamientos son urbanos y a veces rápidos, en cuanto a los del corazón, son como la naturaleza, se escuchan mejor en el amanecer y cerca de la noche.

El alma en cambio tiene color y ese color le da una temperatura. La mía se transforma en azul y se pone tibia cuando visito el Paraíso; aunque en la ciudad fuese naranja y fría.

Creo que el espíritu de mis ancestros me guía y en la casa del Paraíso me siento segura. Allí vive el alma del abuelo del norte y está la de mi padre: mis Caballeros y Guardianes.

Es conveniente siempre viajar escoltada, aunque sea a la Tierra Prometida. Esa protección invisible pero certera permite explorar y arriesgarse.

El Paraíso tiene sonidos, aromas, movimientos de hamacas y de olas, además de un puñado generoso de estre­llas colgadas ordenadamente que siempre han estado frente a la ventana donde escribo.

 

 

 

 

 

 

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