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OLGA BERTINAT DE PORTILLO

  DESDE LA VEREDA, 2012 - Cuento de OLGA LAURA BERTINAT


DESDE  LA VEREDA, 2012 - Cuento de OLGA LAURA BERTINAT

DESDE  LA VEREDA, 2012

Cuento de OLGA LAURA BERTINAT

 

V Concurso Narrativa del Yo

Posadas 2012

 

Siempre transito la misma vereda. Todos los días la misma rutina. Paso primero enfrente de lo de Pablo; luego por lo de Tita  y enseguida alcanzo el trayecto del paredón alto, el que encubre la casa abandonada; en ese espacio de vereda  los yuyos emergen retorcidos por entre las baldosas resquebrajadas y la tierra colorada aprovecha  y se desparrama por las roturas. La casa abandonada me perturba; siempre estuvo allí y siempre ha estado vacía, desde que nos vinimos para acá. La intendencia dijo que tomaría providencias, pero hasta ahora, nada. Sigue erguida pero enclenque. La miro a través del portón de hierro que sucede al paredón y siempre tengo el mismo pensamiento:-¡Cualquier día se viene abajo!

Después  del caserón viene la despensa de Juancho Alegre y en la esquina hay  una casilla donde venden frutas y hacen mini carga para teléfonos celulares. El que atiende es nuevo, hace poco que se mudó y no lo conozco bien; vino y alquiló la casilla de Eustaquio que desde que se enfermó dejó todo y se fue a vivir con la  hermana. La parada del ómnibus está a la vuelta de la esquina. Veinte años caminando la misma vereda, pasando siempre por la misma senda, de ida y de vuelta, es conocerla de memoria.

Hoy, al volver del trabajo veo algo distinto. Un cartelito blanco con letras negras prolijas dice: SE VENDE…y  más abajo un número de teléfono.  ¡Está colgado en el portón de la casa vacía! ¿Quién lo puso? Camino rápido y llego a casa. Mi madre me espera como siempre, sentada en el frente con el mate pronto. Al verme se levanta y me hace un gesto:

-¿Viste? La venden. ¡Quién compraría semejante cachivache! Se está por caer; es mejor que la demuelan, que vendan el terreno vacío, antes de que ocurra una desgracia.

-¿Quién lo puso?-indago con  curiosidad descontrolada.

-No sé, apareció colgado.  

Volví sobre mis pasos y fui a copiar el número de teléfono para llamar. Siento como si fuera una obligación saber algo, sólo saber…

 

-Ahora ya es tarde para llamar;  llamá mañana temprano- dice mamá.

 

Entramos a casa y ella comienza a hablarme de los gastos con el dentista, de la cita que tiene para mañana con el doctor y la oigo como si sus palabras salieran de un tubo largo, retumban, no puedo concentrarme en lo que me dice, sigo pensando en la casa vieja, en el cartel, y una indagación sin límites me irrumpe.

Me acuesto y no puedo dormir, doy vueltas en la cama, me retuerzo de curiosidad y por fin amanece. Son las seis. ¿Llamo ahora? No. Voy a esperar un rato más. Capaz que el número sea de una oficina, todavía estará cerrada.

Me preparo un  café con leche, mi madre duerme aún y yo sigo pendiente de la hora. Voy a esperar hasta las siete y llamo. Falta media hora todavía. Comienzo a dar vueltas en la cocina para que la hora pase más rápido; mamá se levanta y me pregunta: ¿Qué te pasa? ¡Te veo tan nerviosa!

-Es por la casa. ¡Tantos años hace que vivimos acá y nunca supimos nada relativo a ella! ¿Cómo es que ahora alguien aparece de la nada y cuelga un cartel?

Por fin es la hora de llamar; levanto el tubo del teléfono y disco el número. Del otro lado una voz femenina me responde, parece de alguien mayor:

-¿Sí? ¡Diga!

-Mi voz suena temblorosa cuando explico: estoy llamando  por la casa que está en venta.

-¿Quién habla?

-Soy Juana Arzamendia -respondo vacilante.

-Mire Juana, el precio es de oferta: 80.000 mil pesos. Le adelanto que se puede financiar; todo es cuestión de conversar y de llegar a un acuerdo.

-¿Usted es la dueña?

-Sí, soy yo…la casa perteneció a mis abuelos, luego a mis padres…he decidido venderla porque no puedo ocuparme de ella…los impuestos están caros ¿sabe?

-Me gustaría verla. ¿Podemos marcar una visita?

-Por supuesto. ¿Hoy a  las 2 de la tarde le queda bien?

-Sí, sí, está bien -contesto apresurada.

Cuando corté, mi madre estaba histérica. ¡Vos estás loca! ¡Esa casa vieja se te va a venir encima en cuanto abran la puerta!

Llamo al trabajo y  pido permiso: ¡Es un caso de fuerza mayor!

 

¡No tiene sentido! ¿Para qué querés verla?-me dice mamá. No podía contarle. Es que durante veinte años yo había tejido mil historias en torno a la casa; de hombres y mujeres desconocidos viviendo extrañas vidas; de fantasmas deambulando en sus corredores, de gente que había muerto colgada en los puntales, de anónimos que la habitaban y que salían por las noches a vagar en el patio…; historias inventadas que me acompañaban desde que mis ojos observaban sus contornos a través del portón de hierro hasta que llegaba a la parada del ómnibus y que al volver, volvían conmigo masticadas y repasadas luego de un día agotador.

 

Espero que sean las dos, me visto y salgo a la vereda.

Afuera la calle está desierta, camino por la vereda hasta llegar al paredón y espero. Al rato llega un taxi, se baja una señora mayor que trae un manojo de llaves en una de las manos. Me saluda, abre el candado del portón y entramos. El patio es amplio y la casa ocupa gran parte de él. Desde adentro la casa parece más habitable, no la veo tan enclenque ni estropeada como desde afuera. La mujer se aproxima a la puerta principal, toma la llave y abre la casa. ¡No se cae, sigue en pie! El olor a humedad y encierro me penetra en las narices. Caminamos por los cuartos, por la sala y la cocina, todo está vacío. No hay nada que se asemeje a mis recuerdos concebidos. No hay ningún baúl, ni ropero antiguo, ni espejos en las paredes, ni cuadros, ni cortinas, ni candelabros, ni mesas de mármol como yo me había imaginado. Es simplemente una casa vieja, desvencijada y vacía, que se quiere vender. Y yo la miro, la observo, la veo y es tan ajena a todos mis recuerdos creados, que contengo el impulso de salir corriendo.

 

-No me interesa-le digo.

 

Salgo a la vereda y comienzo a caminar deprisa, no sé ni  hacia dónde me dirijo, sólo sé que voy a  pasos largos, tratando de espantar de mi memoria a los fantasmas y a las reminiscencias de lo que nunca fue.

 

 

Registro facilitado por la autora

Octubre 2012


 

 

"Desde la vereda" fue publicado en una Antología y está disponible

en las bibliotecas municipales de Misiones, Argentina

 

 

 

 

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