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JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ PARDO

  LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY NO FUE PROCLAMADA EN MAYO DE 1811 - Por JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ PARDO


LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY NO FUE PROCLAMADA EN MAYO DE 1811 - Por JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ PARDO

LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY NO FUE PROCLAMADA

EN MAYO DE 1811

Por JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ PARDO

Editorial SERVILIBRO

Dirección Editorial: Vidalia Sánchez

Diseño de tapa: Carolina Falcone Roa

Diagramación: Mirta Roa Mascheroni

Asunción – Paraguay

Junio 2011 (177 páginas)

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

         El libro que aquí se presenta no constituye un ensayo de Historia positiva, sin perjuicio de las obras históricas que se incluyen en su elenco bibliográfico y en las que se pretende apoyar. Las tesis aquí sostenidas implican a su vez nuevas investigaciones positivas que profundicen en sus ideas principales. Vaya por delante todo el respeto posible a autores como Blas Garay, Efraím Cardozo, Justo Pastor Benítez, Julio César Chaves, o Alfredo Viola, que tantas y tan buenas páginas han dejado escritas sobre la Historia del Paraguay, y a quienes en la actualidad investigan sobre la Historia de este país, por más que haya divergencia en las tesis planteadas.

         Divergencia que podría incluso recibir el dudoso calificativo de "revisionista" por parte de quienes se consideran en presencia de "hechos" que no admiten controversia, y que se considerará que constituyen la memoria histórica de un pueblo. Sin embargo, el sintagma memoria histórica resulta contradictorio, pues la Historia no puede tratar de algo que es personal y subjetivo, como es la memoria, sino de documentos cronológicamente ordenados. No analiza "hechos del pasado", sino reliquias y relatos que han sobrevivido a la época en la que fueron elaborados. Heródoto lo explica perfectamente en su Historia: "Esta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el tiempo, los hechos humanos queden en el olvido y que las notables y singulares empresas realizadas, respectivamente, por griegos y bárbaros -y, en especial, el motivo de su mutuo enfrentamiento- queden sin realce"1.

         Reliquias y relatos que además vienen condicionados por las propias posiciones de quienes los elaboraron, a veces crónicas oficiales desde la perspectiva de distintas monarquías, o bien historias oficiales de partidos, iglesias o grupos, cuyos puntos de vista, a veces partidistas hasta el extremo, no pueden ser pasados por alto en nombre de una supuesta "objetividad histórica". Augusto Roa Bastos, al final de su Yo el Supremo2, expresa en su "Nota final del compilador" lo importante que es la diferencia de perspectiva en la Historia, contraponiendo así la Historia "oficialista", la escrita por el fiel de fechos, Policarpo Patiño al dictado del Supremo Dictador, a la Historia escrita por particulares, la Historia rectificada por el Compilador:

        

         "Ya habrá advertido el lector que, al revés de los textos usuales, éste ha sido leído primero y escrito después. En lugar de decir y escribir cosa nueva, no ha hecho más que copiar fielmente lo ya dicho y compuesto por otros. No hay pues en la compilación una sola página, una sola frase, una sola palabra, desde el título hasta esta nota final, que no haya sido escrita de esa manera. "Toda historia no contemporánea es sospechosa", le gustaba decir a El Supremo. "No es preciso saber cómo han nacido para ver que tales fabulosas historias no son del tiempo en que se escribieron. Harta diferencia hay entre un libro que hace un particular y lanza al pueblo, y un libro que hace un pueblo. No se puede dudar entonces que este libro es tan antiguo como el pueblo que lo dictó"3.

 

         Y esa diferencia de perspectiva es básica, pues supone desbordar lo que constituyen reliquias y relatos de hechos ya acontecidos y por lo tanto inmodificables, de lo que son distintos puntos de vista de acciones posibles. Como decía Aristóteles, "la poesía es más filosófica y elevada que la historia; pues la poesía dice más bien lo general, y la historia, lo particular"4.

         Ejemplo de reliquia histórica polémica es el documento en el que el Emperador Romano Constantino I dona al Papa Silvestre I el rango de soberano de Roma y todo el Imperio Romano de Occidente. Lorenzo Valla en el año 1440 descubrió que la Donación de Constantino era un documento falso, fechado entre los siglos VIII y IX, fruto de la alianza entre los reyes francos y el papado, por la cual Pipino el Breve y su hijo Carlomagno cedieron territorios para la formación del Estado Vaticano, y a su vez el Papa León III coronó emperador a Carlomagno en el año 800, según lo dictado en la Donación de Constantino. ¿Es un "hecho" o no para un historiador la Donación de Constantino? El examen historiográfico de Valla había refutado su autenticidad. Pero no por ello había que considerar falso un título cuya validez se mantuvo durante siglos.

         Se deduce que los mitos y las ideologías no son elementos que puedan segregarse de la historiografía en nombre de la "objetividad". Los historiadores que podríamos denominar "híper críticos", empeñados en descalificar el carácter heroico que se le atribuye a ciertos personajes históricos, parecen ignorar que tal carácter no es simplemente una apelación romántica al poder de determinadas personalidades -como fantaseaba Thomas Carlyle en Los héroes (1841)- sino que marca la importancia de determinados sujetos en la causalidad histórica, sujetos que son insustituibles en el desarrollo de la Historia.

         Quienes discuten acerca del Doctor Francia como fundador de la República del Paraguay, no argumentan sobre puros mitos sino acerca de la necesidad o contingencia de ese personaje en la Historia. Si Fulgencio R. Moreno afirma que el Doctor Francia encadenó al país "a la fúnebre inmovilidad de su larga dictadura"5, otros lo consideran la viva expresión de la independencia: "La Independencia del Paraguay es el doctor Francia"6, afirma José Antonio Vázquez. La supresión de unos mitos implica en resumen la asunción de otros, quién sabe si peores aún que los de referencia.

         Después de que Blas Garay iniciase la reivindicación del Doctor Francia, sobre quien advirtió que "ya no rigen sobre con él las reglas de la crítica: todo lo malo que se le achaque lo creemos a pie juntillas; lo bueno que de él quiera decirse ha menester de ir bien documentado, para que no lo neguemos sin examen"7, se produjo la polémica entre Cecilio Báez y Juan O’Leary a comienzos del siglo XX sobre la Historia del Paraguay. En ella encontramos otra muestra de cómo la historiografía se ve obligada a desbordar el ámbito puramente categoríal y tomar partido por una serie de cuestiones metahistóricas.

         Así, cuando Cecilio Báez afirmó que "el Paraguay fue el más atrasado de los pueblos de América -era cretino-, como lo es hoy. Por eso tuvo tres tiranos [el Doctor Francia y los López]"8, O’Leary respondió que "todos los pueblos de América, sin excepción, sufrieron ominosas tiranías. Claro que no son muchos los Francias en la historia, como no son muchos los pueblos que se encontraron en las condiciones excepcionales en que se encontrara el Paraguay, perdido entre los confines de América, bloqueado por sus vecinos y ahogado en su cuna de pueblo libre por la mano poderosa de un hombre extraordinario, que lo mismo pudo llenar de sangre las primeras páginas de la historia paraguaya, que las páginas del pueblo más culto de la tierra, transportado al medio en que actuó y en el momento en que surgió a la vida pública, por una serie de fatalidades"9. El Doctor Francia se convierte así en un personaje insustituible en el desarrollo histórico del Paraguay.

         Pero la Historia positiva, como decimos, en modo alguno puede mantenerse como una disciplina neutra y ajena a cualquier interpretación. Quienes hoy consideran, desde posiciones de filosofía o de teología de la liberación, la fecha del 12 de Octubre de 1492 como un hecho luctuoso para América, como una suerte de "invasión de América" a cargo de los "europeos", no es porque sean más objetivos que quienes suponen -como es mi caso- que la llegada de Cristóbal Colón a América no es un descubrimiento meramente manifestativo, de una realidad que estaba ahí a ojos de todo el mundo pero a la que no se podía llegar (como es el caso de la llegada del hombre a La Luna en 1969, que supuso simplemente llegar a un lugar cuya existencia era conocida miles de años atrás), sino que se trata de un descubrimiento constitutivo, un singular hallazgo que cambió la faz del ecumene de Eratóstenes y Ptolomeo y añadió a Europa, Asia y África un nuevo continente10.

         Este hecho, que constituye el comienzo de una relación efectiva entre España y América que aún hoy continúa en la inmigración de ida y vuelta, y que es el origen de la actual comunidad hispánica de naciones (lo que se conoce como Hispanidad), es sin embargo desdeñado por autores, tales como los filósofos de la liberación, como dato menor o incluso como pars pudenda. Pero no en nombre de una presunta objetividad histórica, sino porque sitúan el origen del "hecho" americano en una fecha muy anterior, en base a parámetros muy distintos: en este caso, porque suponen, desde unas peculiares coordenadas teológicas, que ya en los primeros años de la Era Cristiana América habría sido recorrida por Pa'i Tume (el Apóstol Santo Tomás) y evangelizada, de tal modo que los europeos llegados quince siglos después no habrían hecho más que mantener de modo postizo y opresivo un dominio meramente coyuntural del que los americanos habrían de "liberarse".

         Habremos de suponer que un "punto de vista neutro" en Historia es algo así como un "círculo cuadrado", porque sencillamente nadie puede mantener semejante punto de vista. Sin unas coordenadas previas es imposible decir una sola palabra. A lo sumo, un historiador afectado de neutralidad podrá enumerar de forma deslabazada una serie de testimonios, escritos por personajes contemporáneos al hecho a historiar, que desde luego nada suelen tener de neutro sino que están condicionados por los horizontes no sólo contemporáneos a ellos sino por el mundo heredado.

         En el caso que nos ocupa, la independencia y formación de las actuales repúblicas hispanoamericanas, que en los últimos años se está conmemorando en forma de bicentenarios, ofrece la posibilidad de analizar críticamente tales acontecimientos y comprobar el alcance de los estudios actuales, que desde luego dejan muchas lagunas respecto a lo que constituye la historiografía oficial.

         Tomemos el caso del bicentenario de Ecuador, el primero de la serie, celebrado en el año 2009. Si hemos de ser rigurosos, el 10 de agosto de 1809 se forma en Quito una Junta defensiva en nombre de Fernando VII11, similar a las que se estaban formando en España para combatir la invasión francesa y a las autoridades oficiales que se habían afrancesado, dentro del contexto de la Guerra de Independencia de España.

         Analicemos algunos bicentenarios ya celebrados en este año 2010 que termina, los de México, Venezuela, Colombia, Chile y Argentina. Aplicando idéntico rigor, el "Grito de Dolores" de Miguel Hidalgo en la Nueva España el 16 de septiembre de 1810 no proclamó la actual República Federal de México, sino al propio Hidalgo "capitán general de América"12. Ese mismo año 1810 se formaron sucesivas Juntas en nombre de Fernando VII en Caracas el 19 de abril, Cartagena el 22 de mayo, Buenos Aires el 25 de mayo, Santiago de Chile el 16 de julio, Bogotá el 20 de julio, preludio de repúblicas tales como las Provincias Unidas de Nueva Granada, inspiradas en el Virreinato de Nueva Granada existente desde el año 1717, o la República de Venezuela heredera de la jurisdicción de la Capitanía homónima13. Tras la muerte del Libertador Simón Bolívar, en 1830, se desgajarán del tronco de la Gran Colombia, Nueva Granada (después República de Colombia), Venezuela y Ecuador.

         En rigor, todos estos bicentenarios no deberían haberse celebrado ya. Nos encontramos en todos estos casos, con una confusión flagrante entre lo que son las categorías históricas de partida, que se identifican con la morfología política hispanoamericana actual, y el material historiográfico que para nada acepta semejante superposición.

         Un ejemplo de esta confusión entre las morfologías políticas actuales y el material historiográfico, que nos servirá para anticipar lo que sostenemos en el caso del bicentenario de Paraguay, lo encontramos en un reciente estudio, editado por el profesor Javier Fernández Sebastián, bajo el título de Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850. En concreto, el Tomo I, dedicado a lo que este grupo de investigación denomina como "Ibérconceptos"14. Extensa obra que excede las 1.400 páginas y recibe el auspicio de organismos gubernamentales del prestigio de la Fundación Carolina, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, todos ellos adscritos al Ministerio de Cultura del Gobierno de España.

         Un amplio elenco de investigadores ofrece su visión sobre distintos conceptos (América, Ciudadano, Constitución, Federalismo, Historia, Liberalismo, Nación, Opinión pública, Pueblo y República) desde la perspectiva de diversos países iberoamericanos: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, México, Perú, Portugal y Venezuela. En la enumeración no aparecen países como las repúblicas centroamericanas, que son subsumidas en México, o Bolivia (fundada, como señala su nombre, para integrarse en la Gran Colombia de Simón Bolívar). Argentina aparece nombrada como "Argentina-Río de la Plata", como si el virreinato fundado en el siglo XVIII fuera equivalente a la futura Argentina, incluyendo en Argentina a Paraguay y Uruguay, que precisamente surgieron como estados al negarse a formar parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, proclamadas en 1816 y herencia del anterior virreinato fundado en 1776.

         Queda así sobre aviso el lector sobre los presupuestos y el alcance del libro que tiene en sus manos.

 

         Gijón, 12 de Octubre de 2010.

 

 

 

         UNA REVOLUCIÓN EN NOMBRE DE FERNANDO VII

 

         En el centro histórico de la ciudad de Asunción se alza la denominada Casa de la Independencia. Edificada en 1772, era propiedad de los hermanos Pedro Pablo y Sebastián Antonio Martínez Sáenz. En 1943 fue adquirida por el gobierno de la República y declarada Monumento Histórico en 1961. Refaccionada al estilo de las viviendas de la época, fue inaugurada como Museo el 14 de mayo de 1965 y atesora piezas de incalculable valor histórico. En febrero de 2003, el empresario Nicolás Bo, con medios propios, restauró todo el acervo museográfico y posteriormente firma un acuerdo de protección y patrocinio, para la mejor conservación del patrimonio.

         La importancia histórica atribuida a esta residencia se encuentra en que los principales protagonistas de la independencia del Paraguay utilizaban esta casa como sede de las reuniones secretas que, según se afirma habitualmente, buscaban terminar con la injusta situación colonial.

         En la casa de los Martínez Sáenz se hospedaba el capitán Pedro Juan Caballero, sobrino de la dueña, doña Petrona Caballero de Martínez Sáenz. En esta casa y en la de Don Juan Francisco Recalde, muy cercanas una respecto a la otra, se reunía el propio Caballero junto a otros militares desmovilizados como el alférez Vicente Ignacio Iturbe, el capitán Juan Bautista Rivarola, los tenientes José Agustín Yegros, Juan Manuel Iturbe, Montiel y Carlos Argüello. También se encontraban entre los conjurados un grupo de civiles, como el sacerdote franciscano Fray Fernando Caballero, tío del prestigioso abogado José Gaspar Rodríguez de Francia, también presente. Las reuniones se hicieron habituales a lo largo del mes de abril de 181115.

         Así se urdiría una conspiración en la noche del 14 de Mayo de 1811, inspirada principalmente por el Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia y a cuya cabeza militar se encontraban los citados Pedro Juan Caballero, Iturbe y Rivarola, quienes asestaron el golpe revolucionario que independizó al Paraguay del dominio español. Un hecho natural y lógico, se dirá, una vez que la conciencia nacional paraguaya se hallaba fuertemente arraigada. Así, Alfredo du Graty señala en 1862 que "el sentimiento de independencia hacía grandes progresos en el Paraguay, y los partidarios de la emancipación comprendieron que para fundarla bastaría proclamarla. De este modo fue que una revolución pacífica, bajo la dirección de José Gaspar de Francia y sostenida por las tropas a las órdenes del Comandante Pedro Juan Caballero, puso fin, el 14 y 15 de Mayo de 1811, a la dominación española".16

         Sin embargo, pese a que la historiografía en general afirma que el 14 de mayo de 1811 se proclamó la independencia del Paraguay, lo cierto es que la manera en que recogen tal hecho resulta contradictoria con los propios relatos que lo documentan. No es necesario siquiera acudir a los documentos oficiales, que aparecen recogidos en obras de diversos tipos; basta señalar como punto de partida obras compendiosas sobre la Historia del Paraguay, como la que escribió Blas Garay:

 

         "Acordada la revolución sobre un plan dado por el Dr. Francia, se resolvió esperar para hacerla que volviera D. Fulgencio Yegros de Itapúa, con sus 200 soldados; pero noticioso Caballero en la mañana del 14 de Mayo de 1811 de que estaban sus planes descubiertos, se resolvió a arriesgar el todo por el todo; y aquella misma noche hizo dar la señal convenida, que era un intempestivo toque de campanas en la catedral, y acompañado de Iturbe se adelantó, con tres compañías de infantería y tres de artilleros, a tomar el cuartel, que no ofreció resistencia, pues su jefe, el oficial Mauricio José Troche, estaba con los conjurados. Intimaron en seguida al gobernador que resignase el mando hasta ver lo que sobre su régimen futuro disponía la provincia en Congreso general, y habiéndose negado a ello, se le propuso que admitiera dos adjuntos en el mando, en lo cual tampoco quiso convenir. Pero cuando al amanecer del 15 vio las piezas de artillería dirigidas contra el Palacio del Gobierno y a los revolucionarios dispuestos a resolver por la fuerza su oposición, accedió a que se le nombrasen dos consocios, que fueron el Dr. D. José Gaspar Rodríguez de Francia y D. Juan. Valeriano Zeballos, constituyéndose aquel mismo día losares en un gobierno provisorio mientras el Congreso se reunía para establecerlo definitivo.

         El 17 de Mayo se publicó un bando, que daba a conocer la instalación del nuevo gobierno y sus propósitos, que no eran los de entregar la provincia a ningún extraño poder y sí conservarla para D. Fernando VII"17.

 

         Incluso quienes defienden que el 14 de mayo de 1811 se produce la independencia del Paraguay, no omiten que el proceso de independencia incluye un período de gobierno en nombre de Fernando VII:

 

         "La abdicación del rey Fernando VII, su prisión y el establecimiento del Consejo de Regencia, el que a su vez fue obligado a abandonar la península, fue aprovechado en Hispanoamérica para la organización de Juntas locales de gobierno. Estas gobernaron inicialmente en nombre del rey cautivo y luego, con el correr de los años, se declararon independientes de todo dominio español"18.

 

         No cabe duda que el 14 de mayo de 1811 se produjo una revolución, pero contra unas autoridades sospechosas a las que se depuso para conservar la provincia del Paraguay bajo la soberanía de Fernando VII. Incluso parece deducirse, si proseguimos leyendo a Blas Garay, que la revolución del 14 de mayo no fue realizada sólo contra los españoles, sino también contra la junta que se había formado en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 tras deponer al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, también proclamada en nombre de Fernando VII y contra las autoridades virreinales del Río de la Plata, de quienes también en Buenos Aires sospechaban. Junta que quería hacerse reconocer como autoridad legítima en todo el virreinato19.

         El coronel José de Espínola y Peña fue el encargado de comunicar a la provincia del Paraguay las resoluciones de Buenos Aires. Pero éste, odiado en la provincia por sus arbitrariedades previas al servicio del gobernador Lázaro de Ribera, hubo de huir por el rechazo general20. Ante este hecho, el gobernador Bernardo de Velasco convocó Cabildo abierto, tal y como se había hecho siempre desde la fundación de la ciudad, para discutir sobre la situación de Buenos Aires. Se celebró tal congreso en Asunción el 24 de julio de 1810, con la presencia de doscientos de los más eminentes ciudadanos (los "patricios", como se les denominará habitualmente), y el Cabildo fijó como líneas de actuación el reconocimiento al Consejo de Regencia, depositario de la soberanía del Rey de España, Fernando VII, aún prisionero por Napoleón, y mantener amistad con la Junta de Buenos Aires, aun sin reconocer su autoridad mientras el soberano no lo ordenase21.

         Asimismo, Velasco reforzó todas las fronteras para repeler posibles agresiones, tanto de Portugal, amenaza constante para la provincia, como de Buenos Aires. Y así fue que el 24 de septiembre de 1810 la Junta Provisional de Buenos Aires "extendió al Paraguay los poderes que tenía concedidos a su vocal, el licenciado Don Manuel Belgrano, para operar en la Banda Oriental, con orden de iniciar inmediatamente su campaña en nuestro territorio"22, con el objeto de que fuera reconocida su soberanía por Paraguay. Belgrano, vocal de la Junta revolucionaria, había sido capitán de milicias urbanas durante la invasión inglesa de Buenos Aires (1806-1807) y pensó someter a la provincia con gran facilidad al mando de setecientos hombres. Sin embargo, un ejército de cinco mil paraguayos derrotó a Belgrano en Paraguarí, el 9 de enero de 1811.

         El gobernador Bernardo de Velasco, temeroso de Belgrano, huyó del frente con algunos hombres hasta la cordillera de los Naranjos, cuyo falso anuncio de derrota provocó a su vez la hui da de numerosas familias españolas de Asunción, mientras los criollos se armaban para la defensa23. Sin embargo, el teniente coronel Manuel Atanasio Cabañas, junto al coronel Pedro Gracia y otros mandos caracterizados como el comandante de escuadrón Juan Manuel Gamarra, derrotaron al ejército invasor24. Belgrano se vio obligado a huir, siendo hostigado y nuevamente derrotado en Tacuary, el 9 de marzo de ese mismo año, sufriendo gran número de bajas y ciento treinta prisioneros25. Cabañas firmó el armisticio con Belgrano, quien hubo de abandonar la provincia.

         Estas dos victorias militares fueron el preludio de la revolución del 14 de mayo de 1811, en la que, al igual que había sucedido en España en 1808 y estaba sucediendo en América, los "españoles americanos" habían de "reasumir la soberanía", en palabras de Efraím Cardozo26, que había sido secuestrada por Napoleón en la persona del Rey de España, Fernando VII.

 

         LA TRAICIÓN DE VELASCO ES ABORTADA A TIEMPO

 

         La revolución de Buenos Aires no sólo fue rechazada por Paraguay, sino también por Montevideo. El gobernador de la Banda Oriental, Joaquín de Soria, rechazó cualquier subordinación a Buenos Aires, el 2 de junio de 181027. Previamente, el 21 de septiembre de 1808, Francisco Javier de Elío, entonces gobernador de Montevideo, había convocado una Junta en nombre de Fernando VII. En 1809, y con la revolución de Buenos Aires fue nombrado virrey por el Consejo de Regencia, al tiempo que enviaba como nuevo gobernador a Gaspar Vigodet, quien tomó posesión de su cargo el 9 de octubre de 181028.

         Pese a sus reticencias contra los portugueses, Elío reconocía que sin la ayuda portuguesa nada podría hacerse contra su principal rival, Artigas29. La ocasión era demasiado propicia para que la Corte del Príncipe Regente Don Juan VI, entonces en Río de Janeiro al haber sido invadida la Península Ibérica, no la aprovechase la ocasión30. Afirma Cardozo: "La hábil diplomacia portuguesa, ora actuando sola, ora escudándose en la Princesa Carlota Joaquina, esposa de Juan VI de Portugal, que como hermana de Fernando VII argüía derechos a la vacante corona española, metió baza en el revuelto juego rioplatense"31. El plan de apropiarse de la Banda Oriental por Portugal, ya secular desde los tiempos de los bandeirantes paulistas32 y la Colonia de Sacramento, era suficiente razón para oponerse a cualquier manejo de ese tipo.

         Y en efecto, en un hecho poco historiado hasta que a mediados del siglo XX profundizaron en él autores como Julio César Chaves o Efraím Cardozo33, hay que concluir que fue sin duda la idea de una triple alianza entre Asunción, Montevideo y Río de Janeiro, sostenida en los círculos realistas del Paraguay, lo que provocó el movimiento del 14 de mayo de 1811 para deponer al gobernador Velasco. El Conde de Linhares, encargado de la diplomacia portuguesa, ofreció al Consejo de Regencia español, entonces la máxima autoridad en 1810 ante una España prácticamente sometida a los franceses, su deseo de socorrer a la Banda Oriental y el Paraguay, como pretexto para apoderarse de ellos34. Linhares trató de persuadir a Vigodet por medio del capitán general de Río Grande do Sul, Diego de Souza, cooperación que Elío autorizaría para someter a Buenos Aires, aunque sin sometimiento alguno a los planes de la corte portuguesa.

         No hay que olvidar que ya durante la revolución del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, Belgrano y Pueyrredón pensaron en ella "no para salvaguardar los derechos de Fernando VII, sino para fundar una monarquía de tipo constitucional, calcada del inglés, y con total independencia de España, y desde luego, de Portugal"35. La hermana de Fernando VII nada quería saber de esos manejos, pero fueron bien aprovechados por el Conde de Linhares, aunque el embajador inglés, Lord Strangford, no los viese con excesiva simpatía36. Los revolucionarios, aún recordando a los bandeirantes y el acoso portugués habitual, temieron que esa alianza realista supusiera entregar la provincia a la corona portuguesa, y se movilizaron ante la traición de Velasco en ciernes, pensando éste que no cabía otra opción, en medio de la confusión que se cernía sobre el virreinato37.

         El 1 de febrero de 1811 había regresado Velasco a Asunción, apropiándose de la victoria lograda por Cabañas y sin mencionar su cobarde huida. No obstante, la invasión de Belgrano le persuadió de la debilidad en que se encontraba la provincia, por lo que solicitó auxilio a Vigodet y sus tropas sobre el río Uruguay. Pero también a Diego de Souza, quien le solicitaba el reconocimiento de Carlota Joaquina como heredera de los dominios de Fernando VII38.

         Elío a su vez intentó auxiliar al Paraguay enviando un barco el 14 de febrero de 1811 desde Montevideo con una escuadrilla al mando del capitán Jacinto de Romarate, para así bloquear los puertos de la margen derecha del Río de la Plata y cortarle la retirada a Manuel Belgrano39. La victoria de Paraguay, atribuida a Velasco, sirvió de esta manera de acicate contra el avance de Artigas, que el 28 de febrero de 1811 inició el levantamiento de la campaña oriental, hostigando Montevideo40.

         Sin embargo, el objetivo de cortar la comunicación a Buenos Aires fue frenado por el teniente coronel porteño Juan Bautista Azopardo; el 2 de marzo de 1811 ambas escuadras se encontraron, pero Romarate salvó el grueso de sus fuerzas y capturó varias rivales. Regresó a Colonia y destacó varias embarcaciones ligeras hacia Santa Fe, con órdenes de seguir en dirección hacia Corrientes y auxiliar a Velasco. Una semana después se producía la victoria del 9 de marzo de 1811 de Cabañas sobre Belgrano41.

         Velasco, mientras tanto, recibía notas del virrey Elío que le anunciaban auxilios, lo que le instó junto al regidor de Asunción, Francisco Riera, a reconocerle como virrey legítimo el 28 de marzo de 1811. El Cabildo reconoció a su vez las Cortes instaladas en la Isla de León, en Cádiz, donde se elaboraría la primera Constitución de la Nación Española. También se dispuso a enviar una escuadrilla a Corrientes para recoger los auxilios enviados por Elío, lo que equivalía a romper el acuerdo de paz con Buenos Aires. El delegado de Ñeembucú, Jaime Ferrer, recogió la expedición el 17 de abril de 1811. El subdelegado de Corrientes, Elías Galván, aceptó reconocer a Elío como virrey y las cortes de la Isla de León, a cambio de defensa de la ciudad, retirándose tras ese reconocimiento42.

         Velasco se aprestaba así a recibir auxilios de Diego de Souza, ya apostado en la cercana Bagé, bajo la condición de que la Provincia del Paraguay cayese en manos de Carlota Joaquina. Señala con claridad Alfredo Viola que la huida de Velasco de Paraguarí, así como la de varios españoles hacia Montevideo, había desacreditado a los europeos. El rumor de que la provincia sería entregada a los portugueses desató la revolución43.

         Y en efecto, contamos con la correspondencia enviada por el teniente de dragones José de Abreu, emisario de Don Diego de Souza, ya instalado en Bagé, como testimonio de lo que sucedió en esos días a través de la relación redactada por Francisco das Chagas Santos, de San Borja (Brasil), sobre el ofrecimiento del gobernador de Asunción, Bernardo de Velasco, para poner a la Provincia del Paraguay en manos de Portugal, fechada el 7 de junio de 1811. Abreu afirma haber salido de San Borja el 10 de abril de 1811 para negociar con Velasco (presentarle "sus atentos cumplimientos"44) en nombre de Souza, no "el auxilio de Portugal al Paraguay para la lucha contra Buenos Aires, sino el auxilio del Paraguay a Portugal, aparentemente para desalojar a los insurgentes de las campiñas del Uruguay y liberar a Montevideo de su asedio, pero en realidad para secundarle en la satisfacción de sus viejos y conocidos apetitos"45.

         El 9 de mayo Abreu llega a Asunción y se encuentra con el teniente coronel José Manuel Gamarra. Después se encontró con Velasco en su residencia tras atravesar un tumulto de tres mil personas de ambos sexos, relatándole el gobernador la gran victoria obtenida sobre las tropas de Buenos Aires, tras lo cual "aseguró que todo su empeño era, ponerse a los pies de la Serenísima Señora doña Carlota, pues que no reconocía otro sucesor a la corona y dominio de España"46.

         Tras cenar y acordar al día siguiente con Abreu la llegada de un destacamento de 200 hombres para ocupar el otro lado del río Uruguay y frenar las comunicaciones de Belgrano, el día 11 de mayo Velasco convocó al Cabildo y al Obispo a las 4 de la tarde en la Sala de la Residencia. El teniente coronel Fulgencio Yegros tomaría el mando del destacamento y sería nombrado gobernador de Misiones, previa autorización de Diego de Souza. Pese a que Abreu no lo cita, al parecer la sesión del 11 de mayo se prolongó hasta las once de la noche y fue muy agitada, no aceptando el alcalde de Asunción, Antonio de Recalde, poner al Paraguay bajo el dominio portugués47. Los días 12, 13 y 14 fueron de muchos actos protocolarios para el teniente Abreu, en señal de alianza de Portugal con la provincia.48.

         Su objetivo era salir el día 15 de mayo por la mañana para transmitir sus comunicaciones a Souza. Pero el 14 de mayo a las ocho de la tarde, Abreu encontró a Gamarra, el mismo oficial que le había recibido, arreado con una carabina junto a otro soldado y un sirviente. A la pregunta de lo que sucedía, Gamarra respondió que en las calles gritaban: "alboroto en la plaza". Gamarra y Abreu volvieron junto a Velasco, quien preguntó al primero qué sucedía. Entonces un miembro del Cabildo llegó, diciendo que la guardia del gobernador, unos cien hombres, se habían parapetado en el cuartel y preparaban sus piezas de artillería49. La connivencia del oficial de guardia, Mauricio José Troche, con los revolucionarios había sido decisiva50.

         Velasco ordenó a Gamarra averiguar qué sucedía en el cuartel, y ante la negativa recibida para entrar, se decidió cercar el lugar. Un teniente fue recibido de un disparo y el mayor de plaza Cabrera, con un destacamento de ocho soldados que andaban de ronda, intentó abrir la puerta, con el resultado de ser golpeado e introducido en el fuerte por su mismo destacamento; ni siquiera el religioso fray Inocencio Cañete, español de origen y muy respetado y conocido, pudo lograr que los insurrectos depusieran su actitud51.

         A las once de la noche, salió del cuartel el alférez Iturbe, entregando al gobernador un papel firmado por el propio alférez, el joven capitán Pedro Juan Caballero, estrechamente vinculado al Doctor Francia52, y el capitán Vicente Iturbe, hermano del primero, donde se conminaba al gobernador a deponer su actitud servil y a impedir la salida de José de Abreu con las cartas rumbo al Brasil. Concretamente, notificaban al gobernador Velasco "que en la mañana del siguiente día 15 debían entregárseles las llaves del Cabildo de los Cofres Reales de la Secretaría y del Estanco de Tabaco; debiendo luego separarse de la compañía del gobernador a su asesor y sobrino don Benedicto (Benito Velasco) al ayudante de órdenes don José Teodoro y al fiscal don José Elizalde, y que el teniente portugués Abreu no saldría de la ciudad ni montaría a caballo hasta nueva orden"53. Velasco accedió, afirmando que jamás tuvo intención de entregar la provincia a los portugueses: "jamás cupo en mi imaginación entregar esta Provincia a dominio extranjero"54.

         Tras dar respuesta al alférez Iturbe, Velasco ordenó a Abreu quemar las cartas. Una breve refriega frente al fuerte puso en huida a las autoridades, refugiándose Velasco en su residencia, y al iniciarse el día 15 de mayo salieron del cuartel y tomaron posiciones en la plaza. Una nueva carta remitida por Iturbe al gobernador le conminó a cumplir las condiciones impuestas la noche anterior, para no ser arrasada su residencia y la propia ciudad55. El gobernador Velasco accedió a las ocho de la mañana a convocar el Cabildo y cumplir las condiciones impuestas, "después de lo cual izaron una bandera en la Plaza, con salva de 21 cañonazos gritando todos ¡viva la Unión!"56.

         Una hora más tarde se promulgó un bando para que las armas de los particulares fueran entregadas en dos horas, instando a no salir de casa pasadas las ocho de la tarde. El 16 de mayo llegaba desde su quinta de Ibiray el alma de la revolución, el Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia57, catedrático del Real Colegio de San Carlos desde 1789, abogado, alcalde de primer voto del Cabildo en 180858 y hombre de gran prestigio y sabiduría, "el más ilustrado de la provincia"59, así como primo del Teniente Coronel Fulgencio Yegros60, quien había sido designado gobernador61. De la inteligencia y prestigio de Francia da cuenta que fue seleccionado como uno de los tres diputados que representarían al Virreinato del Río de la Plata en las Cortes de Cádiz en 1809, aunque no llegaría a viajar a España62.

         Francia y el capitán español Juan Valeriano Ceballos serían nombrados miembros de la Junta por el propio gobernador Velasco63. El 18 de mayo fueron apresados el teniente coronel Gamarra y el capitán José Teodoro. Yegros llegaría el 21 de mayo, y tras reunirse en el cuartel con el capitán Pedro Juan Caballero y los hermanos Iturbe, el teniente Abreu sería autorizado al para viajar con una carta de contestación, tras despedirse de Gamarra y José Teodoro64.

         Sin embargo, Francia y Ceballos no destituyen propiamente a Velasco, sino que simplemente quedan como vigilantes o adjuntos para evitar que vuelva a traicionar a la provincia. Esto se deduce al leer que la carta entregada a José de Abreu con fecha 20 de mayo de 1811 para ser remitida a D. Diego de Souza, está firmada por el triunvirato constituido por Bernardo de Velasco, el Doctor Francia y el capitán español Juan Valeriano Ceballos, en la que se afirma que el comandante Belgrano no volverá a hostilizar la provincia del Paraguay, y que, para evitar una guerra civil, se ha adoptado un sistema de armonía con Buenos Aires para "defender la causa común sin subyugarse una a otra"65.

         Asimismo, reconociendo que el Paraguay necesita auxilios por la hostigación de los indígenas del Chaco, solicitan en la carta material militar para "esta parte de América, que siempre reconoce y aclama al Señor don Fernando Séptimo"66 y alaban a José de Abreu como leal servidor. El Capitán General Diego de Souza, por su parte, responde en carta fechada el 18 de junio de 1811, donde se excusa para socorrer a la provincia del Paraguay en tener que comunicarse primero al Príncipe Regente de Portugal, afirmando que si "en el entretanto VV. SS. dando manifiestas pruebas de su adhesión y obediencia al Señor Rey Don Fernando Séptimo y a los derechos de sus sucesores y de la señora princesa doña Carlota Joaquina de Borbón, quisieran restablecer el gobierno autorizado por este Monarca en la persona del honrado y benemérito señor don Bernardo de Velazco, [...] reconociendo y ratificando al mismo tiempo de una manera permanente los derechos eventuales de la misma Señora Princesa"67, pueden contar con tales auxilios.

         ¿Fue realmente el entendimiento con Portugal lo que provocó el alzamiento revolucionario? La conspiración revolucionaria se llevaba preparando con el objeto de hacerla estallar el 25 de mayo simultáneamente en Itapúa, en Corrientes y en Cordillera, desde donde Yegros y Cabañas marcharían sobre Asunción. En la capital se preveía que Gamarra y Gracia, héroes de Paraguarí y Tacuarí, se negarían a aceptarlo y habría una fuerte lucha.

         En cualquier caso, la noticia de que era aceptada la ayuda del emisario Abreu, ofrecida por el teniente asesor del Gobierno, el porteño Pedro Somellera, el 13 de mayo, precipitó la revolución. Afirma Cardozo: "sí puede sostenerse que la desesperada apelación al auxilio portugués precipitó violentamente y fuera de tiempo los acontecimientos ocasionantes de la emancipación paraguaya"68. "Si hubo quienes todavía vacilaban en las filas paraguayas sobre el partido a tomar, ya no dudaron cuando el 13 de mayo cundió la noticia de la actitud de la clase gobernante. La connivencia con Portugal, bajo el manto de la princesa Carlota Joaquina fue así la causa ocasionante de la revolución, que ya nada ni nadie pudo detener y que estalló el 14 de mayo de 1811"69.

 

         EL EXIMIO SUÁREZ FRENTE A ROUSSEAU

 

         Los revolucionarios no se detuvieron en la proclamación del triunvirato en la Junta gubernativa. En primer lugar, apresaron al asesor del Gobernador Velasco, Pedro Somellera, por sospechas de conspirar a favor de Buenos Aires70. Antiguo alumno de la Universidad de Córdoba, luchó contra la invasión de Buenos Aires en 1807 y el virrey Liniers le otorgó su cargo en Paraguay. Volvería a Buenos Aires con la misión de Belgrano y Echevarría71.

         El triunvirato convocó un congreso para el 28 de mayo de 1811 y el 9 de junio Velasco fue apartado por conspiración para entregar la provincia a los portugueses72. Una carta escrita por Carlos Genovés el 27 de marzo de 1811 en su camino hacia Montevideo con prisioneros de Paraguarí, que hablaba de reforzar los contactos con los portugueses, afirmando que "el Paraguay será el restaurador de la América del Sur", fue prueba más que suficiente de que Velasco sí quería entregar la provincia a los portugueses73.

         Posteriormente, se celebraría un congreso en Asunción del 17 al 21 de junio de 1811, en el que descollaron no sólo el Doctor Francia, sino también el abogado Mariano Antonio Molas, formado en el bufete de Juan José Castelli en Buenos Aires, y que llegado a Asunción poco antes de la revolución del 14 de mayo, fue uno de quienes sustentó la confederación con Buenos Aires y propuso al Doctor Francia como diputado al Congreso a celebrar en esa ciudad; mientras tanto, se mantendría suspendida la adhesión al Consejo de Regencia74. Finalmente, del Congreso saldría elegida una Junta superior gubernativa a cuya cabeza se situó al teniente coronel Fulgencio Yegros; completarían la nómina de cinco miembros el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, el capitán Pedro Juan Caballero, el presbítero Dr. Francisco Javier Bogarín y Fernando de la Mora, en calidad de vocales75.

         El mismo día 20 de junio de 1811, al terminar las sesiones del Congreso, "juraron los miembros de la Junta no reconocer otro soberano que Fernando VII y "sostener los derechos, libertad, defensa e indemnidad de esta Provincia"76. El nuevo Cabildo fue ocupado por Juan Valeriano de Zeballos y Juan José Montiel. De esta manera se apartaba a las autoridades tradicionales, que como en otros lugares del Imperio Español eran sospechosas de afrancesamiento o connivencia con Portugal. Para reforzar las decisiones adoptadas, llegó a Asunción el l de julio una comunicación del embajador español en Río de Janeiro, Marqués de Casa Irujo, donde se afirmaba que por orden del Consejo de Regencia no debía aceptarse la ayuda portuguesa.

         Sin embargo, comparando la Junta proclamada el 16 de mayo de 1811 con las declaraciones del Congreso de 17 de Junio, Alfredo Viola se pregunta retóricamente:

         "¿Era sincera o falsa la adhesión al soberano español?

         Estamos de acuerdo con Justo Pastor Benítez, quien calificó de hipócritas estas manifestaciones de fidelidad. Más bien se buscaba ganar tiempo para consolidar el movimiento revolucionario, pues era evidente contradicción que la "Provincia del Paraguay volviendo del letargo de la esclavitud", jure fidelidad al monarca español"77.

         También Justo Pastor Benítez, años antes que Viola, afirmó que la revolución fue obra de una minoría selecta, "imbuida de la filosofía moderna y contagiada por los ejemplos de las revoluciones francesa y norteamericana, propugnaba por la emancipación, siquiera usara en los primeros momentos la máscara del juramento de fidelidad a Fernando VII"78. Efraím Cardozo señala lo mismo a propósito del Congreso de 1813, en el que afirma fue proclamada la República del Paraguay: "Abandonada, desde tiempo atrás, la farsa de gobernar en nombre de Fernando VII, el Paraguay rompía, esta vez definitivamente, todo lazo de unión con España"79. Para Blas Garay, constituye "una anomalía rarísima, pues al mismo tiempo que se hacían públicas propuestas de adhesión a Fernando VII, se alejaba del gobierno a sus súbditos como peligrosos para la libertad de la provincia".80

         ¿Es contradicción la fidelidad al Rey de España con la declaración del Congreso de 17 de junio de 1811? Es lógico que si consideramos, como Alfredo Viola reconoce, que en las declaraciones de los revolucionarios se nota "la influencia de la filosofía política y social del iluminismo y de las ideas de Juan J. Rousseau"81, habríamos de concluir esta presunta "hipocresía" de los revolucionarios comandados por el Doctor Francia82. Tesis en la que insiste en sus "Conclusiones Generales":

         "La ideología de la ilustración imperante en los grupos progresistas de Europa se difundió en América y llegó a una minoría culta que trató de aplicarla.

         En ocasiones, especialmente en los primeros años de la revolución, el Dr. Francia se declaró admirador y seguidor de la corriente difundida por los intelectuales de la ilustración que culpaban a los monarcas absolutistas europeos de no haber evolucionado políticamente"83.

 

         Asimismo, señala que "La Iglesia Católica, identificada en ese tiempo con el absolutismo y el derecho divino de los monarcas españoles, sostenía el principio de que "toda autoridad viene de Dios". Esto constituía un peligro para la independencia de los pueblos hispanoamericanos que luchaban por su independencia84. Eso justificaría la posterior decisión del Doctor Francia de disolver el clero en 1824 para establecer otro fiel a su gobierno y a la revolución.

         No obstante, especular sobre la presunta hipocresía o sinceridad de los documentos históricos es realizar juicios de intenciones que no corresponden a la labor de un historiador. En todo caso, tales juicios sólo serán cristalinos para quien haya aceptado que el origen de la independencia de los virreinatos españoles era posible únicamente bajo la perspectiva de las ideas de la Revolución Francesa y la lucha contra el presunto "derecho divino" que defendía la Iglesia Católica, algo que aquí vamos a contradecir.

         El prestigioso hispanista John Lynch también afirma, no obstante, algo parecido, al señalar que invocar la autoridad de Fernando VII en este contexto era una "deferencia formal", mero instrumento y táctica temporal: "Asumiendo "la máscara de Fernando", los patriotas esperaban capitalizar los restos de los sentimientos realistas en el pueblo del Río de la Plata, impedir una contrarrevolución española y asegurarse el apoyo de Gran Bretaña, la poderosa aliada de España. Además, no suponía un gran compromiso, ningún sacrificio real, invocar la soberanía de un hombre que ya no era soberano, someterse a un gobernante que no gobernaba, hablar por una Corona que estaba en cautividad". La máscara de Fernando fue quitada rápidamente cuando, después de la derrota de Napoleón, aquél volvió al poder, de hecho al despotismo, en España"85.

         Sin embargo, historiadores como Otto Carlos Stoetzer, quien ha estudiado con gran amplitud el proceso de independencias hispanoamericanas, señala que no es posible interpretar como un acto de hipocresía la jura de todas las Juntas formadas en América, pues es imposible que una declaración tan unánime a favor de Fernando VII tuviera lugar en un proceso tan descoordinado como fue la independencia hispanoamericana. Afirma Carlos Stoetzer: "En términos generales, los historiadores han pasado por alto esta situación, puesto que pocos aceptaron las pretensiones de los revolucionarios españoles americanos que en 1809-10 instalaron juntas provisionales "para la defensa de los legítimos derechos de nuestro amado rey Fernando VII"; en vez, lo interpretaron como un hábil y cínico disfraz para enmascarar sus propios objetivos políticos -aprovechándose de la debilidad temporaria de España y de su dominación francesa, que consideraron final, con el objeto de obtener la independencia política"86.

         Pero no todos lo señalan así. Efraím Cardozo, en un trabajo publicado en fecha tan tardía como 1961 (en comparación con su Paraguay independiente de 1949, por ejemplo) y recientemente reeditado, afirma que Francia había estudiado en la Universidad de Córdoba al jesuita español Francisco Suárez (1548-1617). Este autor, conocido como "Doctor Eximio", en sus obras De legibus (1612) y Defensio fidei (1613)87, afirma que la soberanía popular es originaria -proviene de Dios-, no es enajenable y otorga derecho al pueblo a rebelarse contra la tiranía de un monarca ilegítimo88; doctrina clásica en España y mantenida sobre todo por la Compañía de Jesús. He ahí el sentido de la alusión del 17 de junio de 1811 a la ruptura de la esclavitud que tan extraña parece a Alfredo Viola, aparte de hacer referencia a la situación de postergación que la provincia había sufrido respecto a Buenos Aires, como veremos.

         Y tiránico era el nuevo soberano, José I, hermano de Napoleón Bonaparte, al no haber sido aceptado ni por los españoles europeos ni por los españoles americanos: era un tyrannus ab origine89. En consecuencia, una vez que el rey legítimo, Fernando VII, había sido secuestrado, el poder retornaba al pueblo según el pactum translationis enunciado por Suárez90. Pueblo representado no en abstracto sino en los Cabildos existentes en las distintas ciudades de España y América, base de la administración desde tiempos medievales en las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y posteriormente incorporados en las Leyes de Indias para América:

        

         "Con la abdicación e impedimento de Fernando VII, rey legítimo que contaba con el consentimiento de toda la nación americana para la cual la monarquía era el nexo de unión con la metrópoli, y la institución, por, acto unilateral de Napoleón, de una nueva dinastía, el poder supremo quedaba vacante. Los pueblos americanos no habían concurrido a la formación de la nueva dinastía, ilegítima, usurpadora, intrusa. La soberanía debía retornar al pueblo, y en el caso de América, tenía el mismo derecho que el de la península para reajustar las nuevas estructuras de su organización política e instituir las nuevas autoridades"91.

 

         Pese a criticar las tesis de John Lynch al respecto, Stoetzer da por bueno su punto de vista sobre la independencia del Paraguay; para ambos, la revolución del 14 de mayo de 1811 suponía "independencia tanto de Buenos Aires como de todas las potencias extranjeras"92, pero bien hemos visto que tal Junta fue constituida en nombre de Fernando VII y contra toda dinastía intrusa, incluyendo la portuguesa en el nombre de su hermana la princesa Carlota Joaquina. No obstante, pensamos que puede sostenerse su mismo punto de vista sobre las raíces escolásticas de la independencia hispanoamericana y razonar de otra forma acorde sin embargó con las tesis de Stoetzer.

         Efraím Cardozo señala al respecto la importancia que los jesuitas tuvieron en el Río de la Plata, gracias a la Universidad de Córdoba93, donde como es bien sabido estudiaría el Doctor Francia: "Francia se formó en la Universidad de Córdoba, donde Suárez fue su guía intelectual"94 El gobierno popular había sido una constante en América, y especialmente en la Provincia del Paraguay, pues desde "la famosa Real Cédula del 12 de septiembre de 1537, dictada cuando Asunción aún no tenía un mes de edad, el emperador Carlos V otorgó al Paraguay la facultad de designar, por el voto del pueblo, gobernantes en casos de vacancia"95. Ese impulso democrático popular se destacaría en varias ocasiones, pero especialmente durante la Revolución de los Comuneros (1717-1735), en protesta contra la anexión de las misiones jesuíticas de territorios que no les pertenecían96. Como bien dijo su líder, José de Antequera, "Los pueblos no abdican su soberanía":

 

         "Cuando los jesuitas, olvidada ya la necesidad de traducir en realidad social las doctrinas suarezianas, se empeñaron en ampliar hasta las porciones del territorio paraguayo aún no sometidas a su predominio comunitario y autoritario, las reglas del gobierno misionero, el Paraguay democrático se insurreccionó bravamente y se incendió en las llamaradas de la Revolución de los Comuneros, uno de los más trascendentales acontecimientos de la historia colonial hispánica"98.

        

         Los naturalistas suizos Rengger y Longchamp, que arribaron al Paraguay en 1819, permaneciendo en él hasta 1825, afirman que en la biblioteca del Doctor Francia se encontraban "entre los mejores autores españoles, las obras de Voltaire, Rousseau, Raynal, Rollin, Laplace, etc., que se había procurado desde que estalló la revolución"99. Entre "los mejores autores españoles" bien pudiera haber autores escolásticos, entre ellos el Eximio Suárez. Las ideas escolásticas situarían a Bernardo de Velasco, el último gobernador español del Paraguay, como el absolutista contra el que se habría hecho la revolución, pero también principalmente contra la expedición de Manuel Belgrano: "Los mismos fundamentos ideológicos de la insurrección del pueblo de Buenos Aires justificaban la insurrección del pueblo paraguayo contra toda dominación extraña. Y esos ideales eran los mismos profesados por el Paraguay desde la aurora de su historia"100.

         Sin embargo, afirma también Cardozo que el Doctor Francia "ya en el Paraguay, buscó nuevas luces en los enciclopedistas y sobre todo en Rousseau", quien "imprimió indeleblemente en la mente del futuro dictador paraguayo sus conclusiones sobre la todopoderosa superioridad de la "voluntad general" en que se diluyen hasta desaparecer todas las voluntades individuales"101. Así, serían todas las corrientes absolutistas foráneas que se habrían condensado en el futuro dictador Francia las que habrían echado a perder la revolución americana, pues "correspondían a la faz africana, germánica, chaqueña, andina de la formación cultural paraguaya, como una negación de su auténtica faz, la verdaderamente española, americana y nacional: la de la democracia y la libertad"102.

         Curiosamente, esa es la misma tesis que parece vislumbrarse en autores como el historiador norteamericano Paul Johnson. Según Johnson, la independencia hispanoamericana se había realizado desde bases tradicionales (las teorías del contrato de Francisco Suárez, añadimos), desvirtuadas por la teoría de la Voluntad General: "en su origen la revolución latinoamericana fue un movimiento conservador en el marco de una guerra civil. Pero pronto dos factores la envenenaron: la teoría política de Rousseau, difundida por la Revolución Francesa, y el aventurerismo militar. En cierto sentido, ambos factores eran la misma cosa, pues se utilizó el primero para legitimar al segundo, mediante el concepto totalitario de la Voluntad General"103.

         Esa voluntad general que no tolera las voluntades discrepantes habría sido la causa de la degeneración de la Revolución Francesa bajo el terror, y sería, a juicio de estos historiadores, la causa de la degeneración de la revolución hispanoamericana104. En esa voluntad general basan toda su interpretación no sólo Alfredo Viola y Justo Pastor Benítez, sino historiadores de toda condición, prueba de la curiosa popularidad cosechada por Rousseau105. Como colofón, John Parish Robertson, comerciante escocés que pasó un tiempo en Asunción, alabando la sabiduría del Doctor Francia, afirma que "había leído a Voltaire, a Constantin de Volney y a Rousseau: creía firmemente en la Voluntad General, ejercida por él mismo"106.

         Pero quienes han historiado la independencia hispanoamericana, pese a defender la influencia de Rousseau, señalan lo contradictorio respecto a la misma. Efraím Cardozo, quien nos ha ofrecido la clave interpretativa de la escolástica española, él mismo la negó precisamente por la influencia de Rousseau, que habría corrompido el espíritu de la revolución.

         Según el propio Cardozo, este fenómeno no sería más que la manifestación de un dualismo maniqueo (que consideramos carente de base), que contrapone el pueblo español en la Edad Media como "agente activo, con propia y acatada autonomía, consciente de sus derechos y celoso de su libertad, en la larga lucha contra los musulmanes, [...] haciendo primar, en todo momento, su voluntad, sus fueros, sus libertades, por intermedio de las cortes, municipios, comunidades y fraternidades"107, al elemento autoritario, de origen árabe, que se iría manifestando en el autoritarismo bajo la égida de los árabes y continuaría en los Austrias, a los que el pueblo se enfrentaría en la rebelión de los comuneros de 1517108. Dualismo que separa artificiosamente "el pueblo", del monarca, algo que precisamente contradice las doctrinas escolásticas, que nada tienen que ver con una religión tan ajena a España (y especialmente a América) en todos los sentidos como el Islam.

         Adriano Irala Burgos, que ha dedicado una obra en exclusiva a estudiar la ideología del Doctor Francia109, afirma, analizando diversos documentos emanados de la Junta Gubernativa e inspirados por el Doctor Francia, que los textos donde defiende que, abolido el poder supremo, la soberanía vuelve a la nación, que implican que "la soberanía nunca salió del pueblo, tesis que es mucho más rusoniana que de la escolástica española"110. ¿Por qué? A juicio de Irala Burgos, "no se menciona para nada la relación entre orden divino, natural y social que es tema central en Vitoria y Suárez: aquí se insiste sobre la capacidad absoluta e inalienable de los pueblos para erigir la sociedad política, a su libre arbitrio, lo que traerá como consecuencia compromisos que se expresarán en el pacto social". En conclusión, "la Soberanía nunca salió del pueblo ya que simplemente lo que caducó es la representación en América del Poder Supremo, y aun ésta, la representación, no puede alegar a su favor el haber nacido de la voluntad del Soberano: el rey ejercía, según la tesis francista, un poder usurpado"112.

         El problema básico, a nuestro juicio, de este contraste de interpretaciones, se basa en una lectura errónea de Rousseau, confundiendo lo que constituye el pacto primigenio del "contrato social" de todos los ciudadanos entre sí113, con el pacto indicado por Suárez entre la "sociedad civil" (en el fondo, la Iglesia católica, la congregación de fieles), que ha recibido el poder directamente de Dios, y el soberano que recibe ese poder del pueblo, pacto que es revocable si este último no se atiene a las normas básicas cristianas:

 

         "En primer lugar, la soberanía civil, mirada en sí misma, la dio Dios inmediatamente a los hombres reunidos en ciudad o comunidad política perfecta, no por una institución especial y -como quien dice- positiva, ni por una donación completamente distinta de la producción de tal naturaleza, sino por natural consecuencia en fuerza de su primera creación. Por consiguiente, en fuerza de tal donación, ese poder no reside en una persona ni en una determinada agrupación de muchas, sino en todo el pueblo perfecto o cuerpo de la comunidad"114.

         En consecuencia, el poder de los monarcas no proviene de Dios, sino de la aceptación popular, por lo que la relación en el contrato del monarca con el pueblo es de orden natural, no divino, al contrario de lo que señala Adriano Irala Burgos:

 

         "Pues lo mismo sucede en nuestro caso con la sujeción de toda una comunidad humana a un príncipe: inmediatamente procede de la voluntad de la comunidad, y por eso inmediatamente proviene del hombre y es de derecho humano, aunque tenga su origen en el poder natural que la comunidad recibió de su autor sobre sí misma [...].

         Ahora bien, el poder real tiene su origen, no en una institución divina positiva, sino sólo en la razón natural mediante la libre voluntad humana: por eso necesariamente proviene del hombre, que lo confiere inmediatamente y que no se reduce a designar la persona"115.

 

         De hecho, Rousseau rechaza que el pacto sea realizado entre los ciudadanos y el príncipe; uno de los capítulos de El Contrato Social se titula precisamente "La institución del gobierno no es un contrato":

 

         "Siendo todos los ciudadanos iguales por el contrato social, todos pueden prescribir lo que es deber de otros, pero ninguno tiene derecho a exigir a otro que haga lo que él no hace. Es éste, propiamente, el derecho indispensable para la vida y movimiento del cuerpo político, y que el soberano otorga al príncipe al instituir el gobierno.

         Muchos han pretendido que el acto de esta institución representa o constituye un contrato entre el pueblo y los jefes que admite, contrato, en el cual se estipulan, entre las dos partes, condiciones por medio de las cuales la una se obliga a mandar y la otra a obedecer.

         Debe admitirse, estoy seguro, que resulta una extraña manera de contratar. [...] No hay más que un contrato en el Estado, que es el de la asociación, y éste excluye todos los demás. No podría celebrarse ningún otro que no fuese una violación del primero"116.

 

         Por lo tanto, no puede interpretarse como una aplicación del contrato social roussoniano el proceso de la independencia hispanoamericana, y más particularmente el de la independencia paraguaya, cuando el propio Rousseau niega que la institución de gobierno sea un contrato de la sociedad con el príncipe. Al contrario, Rousseau afirma que el contrato social es realizado por los propios ciudadanos individuales entre sí, entre los iguales. Como sentencia el jesuita Guillermo Furlong a propósito del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires:

 

         "Existiendo, así en Suárez como en Rousseau la doctrina de un pacto social o político, pero siendo en el caso del filósofo español el pacto existente entre el pueblo y el soberano, y en el caso del filósofo ginebrino, el pacto de los ciudadanos entre sí, con expresa exclusión de todo pacto con gobernante alguno, y habiendo sido tan populares los escritos de aquel gran pensador, como escasamente conocidos, y sólo a fines del siglo XVIII o principios del XIX, los de Rousseau, creemos que, a priori, se puede dar por hecho histórico indubitable que fue el filósofo español, y con él la mayoría de los filósofos hispanos de idéntico sentir, y no el filósofo francés, quien dio a los hombres de 1810 la llave de oro que había de abrirles las puertas de la libertad, sin tortuosos rodeos de politiqueros de barrio, sin malear ni anochecer al vulgo, sin abroquelarse en las armas, como su única o principal fuerza, sin hacer coacción al derecho en vigor".117

         Las ideas escolásticas se mantienen muy explícitas en la propia configuración de la Junta gubernativa de Paraguay. El discurso que declamó el Doctor Francia ante el Congreso de la Provincia, el 17 de junio de 1811, una vez depuesto Velasco, es muy explícito al respecto y buena prueba de su sólida formación teológica, adquirida durante los años de estudio en la Universidad de Córdoba, la misma universidad en la que próceres de la época tan importantes en el proceso de independencia, como Gregorio Funes o Juan José Paso, se formarían118:

 

         "La naturaleza no ha criado a los hombres esencialmente sujetos al yugo perpetuo de ninguna autoridad civil, antes bien hizo a todos iguales y libres en pleno Derecho. Si cedieron su natural independencia, creando sus jefes y magistrados, y sometiéndose a ellos, para los fines de su propia felicidad y seguridad, esta autoridad debe considerarse devuelta, o más bien permanente en el Pueblo, siempre que esos mismos fines lo exijan. Lo contrario sería destructivo de la sociedad misma, y contra la intención general de los mismos que la habían establecido"119.

         Es más, el denominado Catecismo Político del Doctor Francia, elaborado en su época de Dictadura Perpetua, a la pregunta "¿Quiénes son los que declaman contra su sistema?", responde: "Los antiguos mandatarios, que propendían entregarnos a Bonaparte, y los ambiciosos de mando"120. Las referencias al rey ilegítimo seguían presentes.

         Por lo tanto, hay que concluir que la influencia de Rousseau en el proceso de independencia hispanoamericano es, en principio, nula, y sólo ha podido fundarse en la confusión de conceptos sembrada por diversos historiadores. Una vez negada la influencia de Rousseau, la revolución hispanoamericana no puede equipararse a la Revolución Francesa. Como afirma François Xavier Guerra, "si la Revolución Francesa se enfrentó con el rey y acabó por volverse contra él, la revolución hispánica se hizo en buena parte en su ausencia y combatiendo en su nombre"121. Asimismo, tampoco se parece a la revolución norteamericana de 1776, puesto que las Indias no habían recibido nunca la consideración de colonias.

         Tanto España como los virreinatos americanos se consideraban partes constituyentes de la monarquía; no se consideraba que América estuviese sometida a España122. Francisco de Vitoria había señalado, ya en el siglo XVI, que las Indias constituían ya repúblicas123 o provincias124 que, en todo caso, debían regenerarse, volverse cristianas, para poder mantener una vida independiente125. No por casualidad el Imperio Español asumió en América las morfologías previas de los antiguos "imperios" azteca e inca, en la forma de los virreinatos de Nueva España y Perú (con el añadido en el siglo XVIII de los de Nueva Granada y Río de la Plata).

         Como señala John Lynch: "Las divisiones administrativas españolas proporcionaron la estructura política de la nacionalidad. El imperio estaba dividido en unidades administrativas - virreinatos, capitanías generales, audiencias-, cada una de las cuales tenía una maquinaria burocrática y un jefe ejecutivo". Con las revoluciones, "fueron adaptadas como armazón territorial de los nuevos Estados, bajo el principio de uti possidetis, o, como exponía Bolívar, "la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales o presidencias"126.

         En España siempre se mantuvo el horizonte de que los virreinatos de la América Española habrían de independizarse en algún momento y formar así, como ya habían señalado Francisco de Vitoria y otros en el siglo XVI, una serie de repúblicas independientes. Así lo formuló el Ministro Aranda, una vez que España apoyó la independencia de Estados Unidos: "Tras la Guerra de Independencia norteamericana, Aranda había alegado ya que para conservar siquiera algo de su poder en Hispanoamérica España debía abandonar la vieja teoría del imperio y crear monarquías locales borbónicas independientes, o incluso desprenderse del Perú"127.

         Así, el historiador argentino Ricardo Levene afirma que las Indias no eran colonias128, pero también otros como Paul Johnson señalan que eran un conjunto de reinos unidos bajo el dominio del Rey de España. Por lo tanto, las guerras de emancipación hispanoamericana fueron ante todo guerras civiles que en cualquier caso no eliminaban el carácter hispánico de las partes resultantes de la disgregación. Como señala Paul Johnson, "Un reino o virreinato podía separarse, pero en cierto sentido continuaba siendo español. [...] Lo que sucedió fue, no tanto una guerra de liberación, como una guerra civil, y esa es una de las razones por las que se prolongó tanto y fue tan cruel"129.

         Si América no se independizó de España hasta el siglo XIX fue realmente porque no quiso, porque se aceptaba la soberanía del Rey de España. Las rebeliones sucedidas durante la etapa virreinal (no colonial), como la citada rebelión de los Comuneros en la Provincia del Paraguay de 1717 o la de Tupac Amaru en el Perú en 1780, eran protestas que "se dirigían contra funcionarios que habían abusado de su autoridad o en contra del gobierno en general, más bien que contra la Corona, y no deberían ser interpretadas como signos de deslealtad o de rebeldía hacia España"130. Para ello, adoptaban las formas tradicionales de los Comuneros castellanos ("el común" representado en los Cabildos) de 1517 o la descendencia del Inca Tupac Amaru el Marqués de Oropesa, José Gabriel Condorcanqui. Como decía la máxima habitual en estos casos: "Viva el Rey y muera el mal gobierno".

         ¿Por qué entonces "quiso" América independizarse al comenzar el siglo XIX? Básicamente, por influencia jesuítica previa, ya que la expulsión de 1767 a cargo de Carlos III se había considerado un acto absolutista contrario a la tradición española, acentuada en muchos casos durante la invasión de España por parte de Napoleón en 1808, a quien muchos clérigos y criollos consideraban el Anticristo131.

         Los propios jesuitas invocaron las doctrinas suarecianas, como fue el caso del abate Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1748-1798), natural de Arequipa, quien en 1791 escribió su Carta dirigida a los españoles americanos132. Originalmente vertida al francés, Francisco de Miranda, partícipe de la independencia norteamericana, la usará como propaganda y la publicará en 1799133, la traducirá al español en 1801 y posteriormente al inglés en 1808, citándola en su famosa "Proclamación a los Pueblos habitantes del Continente Américo-Colombiano" de 1806.

         Pero también en España la reacción ante el secuestro del soberano Fernando VII por Napoleón fue la misma, e inspiró a los hispanoamericanos a medida que se conocían las noticias que llegaban de España. Así, tras la rebelión popular del 2 de mayo de 1808 en Madrid y los fusilamientos posteriores a cargo de Joaquín Murat, sucesivas juntas de gobierno revolucionarias en nombre de Fernando VII fueron proclamadas por toda España, sustituyendo a las autoridades que habían manifestado su afrancesamiento: en Oviedo el 25 de mayo de 1808 una Junta Suprema de Asturias declaró la guerra a Napoleón, "reasumiendo la soberanía" en nombre de Fernando VII y entabló relaciones diplomáticas con Inglaterra, que se habían perdido a raíz de la alianza mantenida con Napoleón134. Nadie en su sano juicio diría que semejante constitución de una Junta soberana en nombre de Fernando VII era la declaración de independencia de la región de Asturias respecto a España.

         En septiembre de 1808, una Junta Central con sede en Aranjuez aglutinaría los esfuerzos de todas las juntas provinciales, trasladándose a Sevilla en 1809 debido al avance de Napoleón en la Guerra de la Independencia. En 1810 se constituiría en Consejo de Regencia, el cual exhortaría a las juntas americanas al envío de representantes para formar en la Isla de León las Córtes de Cádiz, de las que saldría la primera Constitución de la Nación Española en 1812, obra fundamental del partido liberal, abanderado de las teorías escolásticas de Suárez (en América representado por los criollos o "españoles americanos"), frente al partido servil (los "realistas" o "españoles europeos") partidario del absolutismo monárquico135, y también frente a los jacobinos franceses y sus cómplices españoles los afrancesados136. Esa constitución decretaría, además de la igualdad política de españoles europeos y americanos, la supresión de la inquisición, algo en lo que la Junta gubernativa de Paraguay se había anticipado137.

         Sería imposible culminar en este capítulo toda la explicación del desarrollo de independencia hispanoamericana, en el contexto de la independencia del Paraguay que aquí estamos analizando. Tendremos que fundamentar en el capítulo siguiente nuestra nueva tesis en torno a la emancipación americana y paraguaya en particular.

         No obstante, en lo sucesivo habremos de partir de una conclusión ya definitiva, que con la historiografía en la mano a nuestro juicio no admite controversia: la independencia del Paraguay no fue proclamada el 14 de mayo de 1811.

 

 

         EL DOCTOR FRANCIA PROCLAMA LA

         INDEPENDENCIA DEL CONTINENTE AMERICANO

 

         Volvamos ahora a la denominada Casa de la Independencia. En ella, junto a numerosos objetos de época, se exhiben algunos fragmentos de la Nota de 20 de julio de 1811, redactada por el vocal secretario de la Junta, Fernando de la Mora, pero claramente inspirada por el Doctor Francia, y dirigida desde la Junta Gubernativa de Paraguay a la Junta de Buenos Aires. En ella se afirma que Paraguay es libre e independiente208, declarando así "la total independencia del Paraguay"209.

         Sin embargo, la Nota 20 de julio de 1811 también comunica a la Junta de Buenos Aires su deseo de auto gobernarse y el propósito de defender la causa común del señor don Fernando VII, depuesto rey de España por el ejército de Napoleón Bonaparte. La Junta Grande de Buenos Aires respondió con otra nota del 28 de agosto de 1811 que aceptaba el autogobierno paraguayo, expresando que "si es la voluntad decidida de esa Provincia gobernarse por sí y con independencia del Gobierno provisional, no nos opondremos a ello [...]"210.

         Antes de recibir la comunicación del 20 de Julio, la Junta de Buenos Aires había efectuado movimientos ante la decisión del virrey Elío de aceptar la ayuda portuguesa. Así, decidió preparar una nueva misión en dirección a Asunción el 1 de agosto de 1811. Nuevamente Belgrano la integraba, pero su objetivo no era someter a la provincia por la fuerza, sino negociar unas ciertas condiciones de alianza frente a la amenaza realista de Montevideo. Para tal fin, Belgrano acudió acompañado del magistrado Dr. Vicente Echevarría211.

         La situación era favorable al acuerdo. De hecho, un "Bando de la Junta al Pueblo" fechado el 14 de septiembre de 1811 y firmado por el triunvirato compuesto por Fulgencio Yegros, el Doctor Francia y Pedro Juan Caballero, y el añadido del vocal secretario de la Junta, Fernando de la Mora -el sacerdote Francisco Javier Bogarín había quedado relegado el 2 de septiembre de 1811212-, figura como "Fecho en esta ciudad de la Asunción, capital de la Provincia del Paraguay"213. Una señal inequívoca de que los próceres pensaban aún en términos de mantener la confederación con los pueblos de "Nuestra América", y no en los términos de una república ya totalmente independiente y aislada del resto.

         El citado Bando se felicita de los acuerdos conseguidos por Asunción y Buenos Aires (en referencia a la capitulación de Manuel Belgrano en Tacuary), con resultados satisfactorios para ambas partes dentro del contexto de "la Confederación a las demás provincias de nuestro vasto continente". Las negociaciones con Buenos Aires no podían ser más satisfactorias para ambas partes, pero especialmente para el Paraguay: "De un solo golpe recobramos nuestro lugar entre las provincias de la nación de cuyo número se nos quería borrar"214.

         El acuerdo es celebrado con todo tipo de halagos para la Junta de Buenos Aires, "ese ilustrado tribunal, domicilio de la prudencia"215. De la expedición militar de Belgrano se dice que se limitó a "hacer conocer a los pueblos sus más preciosos derechos", y especialmente a defenderse de "los conatos de la tiranía y las pérfidas intenciones de los antiguos mandatarios que pretendían esclavizarnos, para perpetuarse en el goce una autoridad indebida, que naturalmente había caducado por precisa consecuencia de la extinción del poder supremo"216, esto es, del Rey de España. Asimismo, "nada ha distado tanto de las intenciones de aquella ciudad y de su Junta Provisional como la ambición de dominar a los demás pueblos; [...]"217.

         En conclusión, la Junta de Buenos Aires reconoce la soberanía de la Junta paraguaya sobre la provincia y el derecho a promulgar sus propios edictos: "De aquí mismo concluye que aunque deseaba firmemente que el diputado de esta ciudad de la Asunción fuese a tomar parte en el Gobierno provisorio, pero que no obstante, si era voluntad de la Provincia el gobernarse por sí misma, y con independencia de la Junta Provisional de Buenos Aires, no se opondría a ello con tal que estuviésemos unidos y obrásemos de conformidad para defendernos de cualquiera agresión exterior, y combinando nuestras fuerzas, según lo exija la necesidad, la conveniencia general"218. Y también se destaca en el Bando que la Junta de Buenos Aires "sin el concurso del diputado del Paraguay no puede mandar a esta Provincia; [...]"219.

         Dadas estas circunstancias favorables, y bajo la mediación del triunvirato impuesto en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1811 por Chiclana, Serratea y Paso, se firmó un acuerdo entre Belgrano y Echevarría con el triunvirato de Asunción220, el denominado Tratado de 12 de Octubre de 1811. En él se establecían, entre otras cláusulas, menores gravámenes al comercio del tabaco y, especialmente, un reconocimiento expreso del gobierno de Buenos Aires de la autonomía de la Provincia del Paraguay, al menos hasta la celebración de un Congreso General que decidiera la forma de gobierno.

         Pero este Tratado supone mucho más, pues en él está formulado lo que se había anticipado en la Nota del 20 de Julio de 1811 de la Junta del Paraguay a la de Buenos Aires. Ni más ni menos que la primera formulación del integracionismo americano, en la línea de lo que años después formularía, entre otros, el Libertador Simón Bolívar. La Nota del 20 de Julio de 1811 nos revela al Doctor Francia no como simple defensor de la independencia del Paraguay, sino como precursor del integracionismo americano. Así lo confirman varios historiadores al transcribir literalmente este fragmento de la nota:

 

         "La confederación de esta provincia con las demás de Nuestra América, y principalmente con las que comprehendía la demarcación del antiguo Virreinato, debía ser de un interés más inmediato, más asequible y por lo mismo más natural, como de pueblos no sólo de un mismo origen, sino que por el enlace de particulares y recíprocos intereses, parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos".221

         En esa nota por vez primera se habla de "Nuestra América" como unidad continental, no de la República del Paraguay frente a la República Argentina. Una "Nuestra América" que constituiría una integración de todos los pueblos de un mismo origen hispánico, comenzando, en virtud de la doctrina del uti possidetis, por el Virreinato del Río de la Plata. De ahí que el Doctor Francia, autor de esta nota, escogiese la fecha del 12 de Octubre de 1811, efeméride del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, para suscribir el Tratado.

         Este ambicioso proyecto de integración americana explicaría por qué contemporáneos de todo el mundo, como Thomas Carlyle o Edward Lucas White, retrataron al Doctor Francia como uno de los más grandes Hombres de la Humanidad, y que, como señala Justo Pastor Benítez, Augusto Comte lo incluyera en su Calendario Positivista: "Apreciador de la magnitud de su obra y las dificultades que tuvo que superar, Augusto Comte le señaló un lugar, en el 12° mes del calendario de grandes hombres, en la política moderna, al lado de Franklin, Washington, Bolívar y Cromwell"222.

         No pudo ser mayor el descontento de Francia ante el predominio en la Junta de su primo Yegros, famoso por ser favorable a Buenos Aires223, liderando el grupo de militares cuya colisión con el Cabildo provocó que el Doctor Francia se retirase hasta en dos ocasiones de la Junta a su chacra de Ibiray224. La primera, "un mes y diez días después"225 de su constitución, en Agosto de 1811, lo que provocó que su tío, Fray Fernando Caballero, le escribiese el 3 de agosto solicitando su vuelta226. También el Cabildo, representado por el español Juan Valeriano de Ceballos, le reclamó su vuelta el 2 de septiembre de 1811227. Entre tanto, fue removido Bogarín por una carta anónima donde se afirmaba que los cargos contra el gobernador Velasco eran falsos y la Junta carecía de legitimidad228.

         El Doctor Francia volvería a la Junta el 6 de septiembre y el 16 una conjura españolista al mando del comandante José Teodoro Fernández fue frenada a tiempo, al igual que otra que tuvo lugar el 29229. La primera medida del Doctor Francia fue suavizar la represión sobre los conjurados230. Tras la firma del Tratado del 12 de Octubre y ante la negativa de la Junta siquiera a consultar la deposición de Bogarín, Francia volvería a retirarse el 15 de diciembre231, pero no perdería la ocasión de aprovechar su influencia en el Cabildo para torpedear al triunvirato de Yegros, Caballero y De la Mora que mandaba en la Junta232. Estos a su vez responderían deponiendo al presidente del Cabildo, el español Juan Valeriano Ceballos, por una cuestión de forma, el 4 de noviembre de 1812233.

 

         LA OBSESIÓN PORTEÑA DEL DOCTOR FRANCIA

 

         En la famosa novela de Augusto Roa Bastos Yo el Supremo, una de las principales preocupaciones del Supremo (personaje arquetípico del poder absoluto ostentado por los gobernantes en el Paraguay, pero identificable fácilmente con el Doctor Francia) es que Buenos Aires se apropiase del Paraguay, reclamando, como ya expusimos, la primacía de la provincia en el integracionismo americano: "Yo dije que ningún porteño pondría más los pies en el Paraguay antes de que Buenos Aires reconociera plena y expresamente su independencia y soberanía. [...] Esta fue la primera vez que resonó en la historia americana la palabra Federación., tan famosa después en las guerras civiles, en sus congresos constituyentes y en sus destinos futuros. Esta célebre nota puede considerarse como la primer acta de Confederación levantada en el Río de la Plata"234. Representada por Roa Bastos la recepción a Belgrano en la sala de sesiones, sólo el Supremo se atreve a alzar la voz ante los proyectos de Buenos Aires de integrar a Paraguay en el Congreso General mediante un referéndum propuesto por Echevarría:

 

         "Puedo adelantarle, señor comisionado, que el congreso no celebrará ni aprobará este tratado ad referéndum. Nada podemos hacer a espaldas de la voluntad soberana del pueblo. Menos aún someterle una idea que nos someterá de nuevo a un poder extranjero. ¿Tiene usted presentes las instrucciones de puño y letra de Mariano Moreno? Claras y terminantes. No se anduvo con vueltas. La unión suponía para él poner al Paraguay en completo arreglo, remover el Cabildo y a las autoridades, colocar en su reemplazo a hombres de entera confianza, y expulsar del país a los vecinos sospechosos"235.

 

         Sin embargo, lejos de ser una mera obsesión enfermiza del Doctor Francia, la amenaza de anexión por asfixia de Buenos Aires era real: varias de las cláusulas del Tratado de 1811, especialmente las relativas a los gravámenes aduaneros del tabaco, no eran cumplidas por Buenos Aires. El Triunvirato entonces gobernante en Buenos Aires dio por inexistente el artículo adicional, desaparecido de los Archivos de Asunción236. La documentación anexa al Tratado habría sido extraviada por Fernando de la Mora, a quien se le había encargado, por sus vinculaciones comerciales y sociales con las familias patricias de Buenos Aires, la firma del tratado y la custodia del documento237.

         Sería muy posiblemente el asesor de De la Mora, el cordobés Gregorio de la Cerda, el encargado de sustraer el documento, en un plan para el acercamiento a Buenos Aires pactado por ambos238. A raíz de esta falta, el Doctor Francia suspendió a De la Mora de sus funciones de vocal de la Junta el 4 de junio de 1813. Incluso el 18 de septiembre de 1813, en vísperas del congreso que debía tratar la federación en los términos que imponía Buenos Aires, le acusó de vínculos con las autoridades porteñas y portuguesas. "Francia eliminaba, uno por uno, a sus adversarios"239.

         En base a esta desconfianza respecto a Buenos Aires, autores como Alfredo Viola dudan del integracionismo americano del Doctor Francia, pues

 

         "el gobierno del Paraguay buscaba la confederación de los pueblos del Río de la Plata pero sobre la base de la libertad de gobernarse. Este será el norte de su política.

         Primero, la libertad y después la confederación"240.

 

         Asimismo, se pregunta, nuevamente de forma retórica, Viola:

 

         "¿Hubo sinceridad en lo manifestado en esta nota en lo referente a la confederación del Paraguay con las Provincias del Plata?

         ¿El Dr. Francia y los otros próceres querían la confederación o sólo buscaban ganar tiempo?"241.

 

         En definitiva, para Alfredo Viola la confederación era interés de algunos patriotas paraguayos, pero las circunstancias la hicieron imposible:

 

         "La Confederación de la Provincia del Paraguay con las demás de América y principalmente con aquellas que habían formado el virreinato del Río de la Plata, debía realizarse porque primaba un interés común. Algunos patriotas quisieron esa unión, pero por diversas circunstancias no fue posible realizarla"242.

         Así, concluye que

         "el gobierno del Paraguay buscaba la confederación de los pueblos del Río de la Plata pero sobre la base de la libertad de gobernarse. Este será el norte de su política.

         Primero, la libertad y después la confederación"243.

 

         Y, nuevamente, se pregunta de forma retórica:

         "¿El Dr. Francia y los otros próceres querían la confederación o sólo buscaban ganar tiempo?"244.

 

         También desde la óptica de trabajos más generalistas se plantea la posibilidad de una adhesión insincera por parte del Paraguay a la propuesta federativa de Buenos Aires. Tal y como señala Nora Souto, "en el tratado que la junta de la provincia del Paraguay firmó con la de Buenos Aires en octubre de 1811, la voz confederación encubrió la decisión de una independencia absoluta respecto de la Junta porteña y de las demás provincias, ya que -pese a la invitación del Triunvirato, organismo que reemplazó a la junta en el gobierno de las provincias rioplatenses-, el Paraguay jamás envió representantes a la Asamblea Constituyente que se reunió en 1813, ni a los posteriores congresos de las Provincias Unidas"245.

         Como señala Juan Bautista Alberdi, reprochando los intentos de someter por la fuerza al Paraguay: "Con otra táctica, con menos ardor de dominación, se habría salvado tal vez esa provincia. El Paraguai empezó por ser independiente de Buenos Aires, y acabó por serlo de la República Argentina"246. Lo mismo sucedió con los diputados de la Banda Oriental, que ostentaban "la propuesta confederal de las instrucciones redactadas por el oriental José Gervasio Artigas, líder de la oposición a la organización centralista sustentada por el gobierno de Buenos Aires y por un número significativo de asambleístas"247. Artigas pretendía mantenerse en el entorno de las Provincias Unidas, pero bajo sistema federal, pues afirmaba "que no quería salir del poder de los Españoles para entrar en poder de los de Buenos Aires"248.

         Sin embargo, estas preguntas formuladas por Viola o por otros intérpretes no dejan de ser retóricas y presuponen nuevos juicios de intenciones, similares a los que ya refutamos a propósito del 14 de mayo de 1811. Todos los documentos, sin excepción, tanto la Nota de 20 de Julio de 1811 como el Tratado de 12 de Octubre de 1811, se realizan desde la perspectiva del continente americano. La historiografía más generalista del fenómeno de la América independiente también resalta los términos del íntegracionismo americano que habrían movido al Doctor Francia y a otros congresistas, como Molas, desde los primeros momentos de la revolución:

 

         "Mariano Antonio Molas, portavoz de los patriotas, propuso que la integración con Buenos Aires se aceptara sólo en términos de igualdad, como parte de una más amplia confederación americana; lo cual fue aprobado por una gran mayoría. Mientras tanto, el congreso afirmaba que "esta provincia se gobernará por sí misma", y se creaba una independiente junta superior gubernativa. Incluso más explícita fue la nota del 20 de julio de 1811 redactada por Francia y enviada por la junta a las autoridades de Buenos Aires; expresaba el apoyo a una confederación con tal de que ésta se basara en una completa igualdad de las partes. Y el 12 de octubre de 1811 Paraguay firmó un tratado con Buenos Aires que libró su comercio de los antiguos impedimentos y de labios afuera rindió homenaje a las ideas de federación"249.

 

         El no reconocimiento del fin del gravamen sobre el tabaco, además de la inestabilidad a la que se veía sometida Buenos Aires, sus reclamos para aportar tropas en la lucha contra España (pese a que el tratado de 1811 nada estipulaba al respecto), hacían dudar al Doctor Francia de los planes porteños y de la pertinencia de mantenerse en su entorno. "En estas circunstancias, ¿cómo concurrir a la asamblea general sin violar los mandatos del congreso de junio?"250.

         Así, con la segunda retirada de Francia de la Junta, se permaneció en Asunción en situación en espera, hasta que en Buenos Aires, resultado de la revolución de 8 de octubre de 1812, un nuevo Triunvirato, formado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte, pronto cursaría a la Junta del Paraguay una convocatoria a la Asamblea de 1813; el Doctor Francia volvió a la Junta gubernativa el 16 de Noviembre251. Ese mismo noviembre se cruzaría con la convocatoria de Buenos Aires un comunicado de Asunción protestando por los gravámenes aduaneros al tabaco que seguían existiendo, pese al acuerdo de 12 de Octubre de 1811252. Una ruptura formal con Buenos Aires se cursaría en las notas de 27 de diciembre de 1812 y 27 de enero de 1813253.

         La Asamblea General Constituyente comenzó sus sesiones el 31 de enero de 1813 en Buenos Aires254 y resolvió en comunicación del 20 de febrero a la Junta del Paraguay que los caudales de la provincia que habían sido apresados por Buenos Aires fueran devueltos al país, lo que alivió tiranteces entre ambas juntas, a cambio del envío de diputados al Congreso General. El 24 de febrero de 1813, ante la negativa a comerciar de Buenos Aires, la Junta de Asunción se negó oficialmente a seguir comunicándose con los porteños. El triunvirato imperante en Buenos Aires recibió como contrapartida felicitaciones por la reciente victoria de Belgrano en Salta; obviamente, a Francia, desde su perspectiva americanista, nunca le interesó la ruptura del Tratado de 12 de octubre de 1811255.

         Fruto de esta nueva concordia fue la misión diplomática del Dr. Nicolás de Herrera, de quien Buenos Aires comunicó a la Junta paraguaya su viaje a Asunción el 6 de marzo de 1813; el 20 de mayo de 1813 estará ya en Asunción, con el objeto de atraer a la provincia del Paraguay a las Provincias Unidas del Río de la Plata 256, objetivo que debía plasmarse en el envío de diputados paraguayos a la Asamblea de 1813, como se dejó bien claro en sus instrucciones. Como último recurso, Herrera debía concertar una alianza donde podría ofertar una rebaja de los derechos del tabaco, a cambio del envío de contingentes militares para auxiliar a Buenos Aires257.

         Sin embargo, el Doctor Francia, con el objeto de darle largas, decidió presentar toda una serie de requisitos tras los que, supuestamente, se daría una decisión favorable a los intereses de Buenos Aires. Según afirmaba Francia, la Junta de Asunción no podía establecer el tratado sin formar un nuevo Congreso, primero fijado para agosto y finalmente para el 30 de septiembre de 1813258. En ese Congreso, reunido en el templo de la Merced con más de mil diputados presentes y presidido por Yegros, se aprobaría una forma de gobierno bajo la autoridad de dos cónsules, el Doctor Francia y Fulgencio Yegros, nuevamente un 12 de Octubre de 1813, efeméride del descubrimiento de América259. Mariano Antonio Molas, partidario de Francia, fue quien propuso el 1 de Octubre el nombre de "República del Paraguay" en sustitución del de Provincia, y el denominado "rudimento de constitución"260 del que hablaremos más adelante.

         Esta situación se ratifica en el Informe del Dr. Nicolás de Herrera, enviado a la Junta de Buenos Aires, del 13 de octubre de 1813, justo al día siguiente del Congreso celebrado en el Cabildo de Asunción. El informe dice textualmente:

 

         "Hoy he tenido una larga sesión con el Dr. Francia y después de varias reflexiones y observaciones sobre nuestra situación política, me dijo:

         Que podía asegurar a Vuestra Excelencia y a todo el mundo que en mejor oportunidad se unirá esta Provincia al sistema general de las demás y que de todo modo y en cualesquiera circunstancia, sostendría la independencia proclamada a toda costa, sin entrar jamás y en ningún caso en conciliación ni convenio con los opresores de nuestra libertad, [los españoles].

         Le hice después patente la necesidad de un Tratado de Alianza y Comercio que asegurase, en modo público, nuestras relaciones amistosas y coadyuvase a sostener, en unión, la causa de la independencia.

         - Que lo consideraba excusado. Porque el Paraguay no necesitaba de Tratados para conservar la fraternidad y defender la libertad común.

         Sorprendido con estas respuestas, reproduje nuevas observaciones"261.

 

         Herrera, desolado, tuvo que escuchar del Consulado que el Paraguay no enviaría diputados a la Asamblea de Buenos Aires. Sólo conseguiría un acuerdo del Consulado para organizar la defensa común, el 25 de Octubre de 1813262. Como señala John Lynch:

 

         "Buscando apoyo político en otros grupos sociales, y demostrando dureza política hacia Buenos Aires, Francia manejó a los otros miembros de la junta antes y después del congreso de 1813. Esta asamblea eligió a Francia como uno de los dos cónsules de la República del Paraguay, quienes iban a compartir el poder ejecutivo. Y no ofreció nada a Buenos Aires, cuyo enviado se volvió con las manos vacías, "sin unión, sin alianza, sin tratado". Las comunicaciones enviadas posteriormente desde Buenos Aires fueron devueltas sin abrir"263.

 

         Como afirma Efraím Cardozo, el drama de Nicolás de Herrera consistió en que "Había ingresado al país como una Provincia. Lo había abandonado convertido en República"264

         Nicolás de Herrera, una vez que se marchó defraudado, escribió nuevas observaciones despectivas hacia la decisión tomada por el congreso y por el cónsul Francia, ya en Corrientes, el 7 de noviembre de 1813. Según señala, Francia habría acudido el 27 de octubre a su posada para conversar con él por última vez y suavizar de alguna manera la negativa recibida por la comisión porteña, para convencerle de que la independencia paraguaya era un bien para la causa americana: "Me aseguró que era imposible ejecutarlo [el auxilio a Buenos Aires] en las circunstancias actuales... [pero] que él haría lo posible para realizarlos, viviendo Vuestra Excelencia en la seguridad [de] que la Provincia,[del Paraguay] no abandonaría la causa de la libertad que ha proclamado, mientras él exista en el mando que se le ha conferido".

         Concretamente, afirma de Francia:

         "Yo creo no sin fundamento que las proposiciones de Francia no tienen otro objeto que ganar tiempo...

         Este hombre, que imbuido en las máximas de la República de Roma, intenta ridículamente organizar su Gobierno por aquel modelo, me ha dado muchas pruebas ... de su odio a Buenos Aires.

         El ha persuadido a los paraguayos:

         Que la Provincia [del Paraguay por sí] sola es un imperio sin igual.

         Que Buenos Aires la adula y lisonjea porque la necesita. Que con el pretexto de la Unión, [Buenos Aires] trata de esclavizar el continente [sudamericano].

         Que los pueblos [del Virreinato] han sido violentados para el envío de sus representantes [al Congreso de Buenos Aires].

         Que todas nuestras ventajas son supuestas.

         Y hasta en sus contestaciones manifiesta su rivalidad, pues jamás se me ha reconocido como Enviado del Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias del Río de la Plata, sino como a un Diputado del Gobierno de Buenos Aires, ni a Vuestra Excelencia se le atribuye otra autoridad.

         En el sobre del oficio que incluyo, se titula el Paraguay: La primera República del Sud, suponiéndose el único pueblo libre, con otras puerilidades que manifiestan el desorden de las cabezas que [aquí] mandan..."265.

 

         Una megalomanía que reproduce Augusto Roa Bastos en Yo el Supremo, a propósito de formular el integracionismo americano no desde Buenos Aires, sino desde Asunción:

 

         "Hablemos claro, señores. Si se ha de formar un centro de unidad, ese centro no puede ser otro que el Paraguay. Núcleo de la futura confederación de Estados libres e independientes. ¿Por qué Buenos Aires no ha de venir a incorporarse al Paraguay? Centro-modelo de los Estados que han de confederarse. Lo fue desde el comienzo de la colonización. Con más razón debe serlo desde el comienzo de la descolonización. [...] En el Paraguay se produjo el primer levantamiento contra el absolutismo feudal. Las jerarquías que producen los acontecimientos de la historia ponen por encima de Buenos Aires a Asunción: Madre de Pueblos y nodriza de ciudades, reza por ahí alguna cédula idiota de la corona, que no por idiota ha dejado de expresar a su modo una verdad. Cuando Buenos Aires se convirtió en flamantes ruinas, Asunción la refundó. Buenos Aires se avanza ahora a querer refundirnos. ¡Vean lo que puede significar el mal uso de una letra cuando la realidad de los hechos está viciada de errores!"266.

 

         Las afirmaciones que Roa Bastos atribuye al Supremo no están exentas de ironía: "la realidad de los hechos está viciada de errores", le hace afirmar ante la idea de que Buenos Aires subordinase a Paraguay. Sin embargo, ¿por qué no tomar sinceramente y sin juicios de intenciones las declaraciones del Doctor Francia? ¿Por qué no pensar que "la primera República del Sur", como denomina Francia a Paraguay, pretendía el integracionismo americano y podía lograrlo antes que las Provincias Unidas proclamadas tres años después?

         Paraguay, la antigua Provincia Gigante de las Indias, reclamaba su derecho a ser el corazón del movimiento emancipador. La historia es muchas veces sinuosa, llena de "cursos y recursos", según expresión de Juan Bautista Vico, como nos recuerda Justo Pastor Benítez267; lo que en 1617, con la partición realizada por el gobernador Hernandarias del Río de la Plata268 se le había arrebatado a Paraguay y a la "Madre de Ciudades", Asunción, bien podía devolvérsele en la descomposición del virreinato y la independencia americana, haciendo girar en torno a ella a sus "hijas" Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe, Concepción y Santa Cruz. De territorio de frontera que sufría ataques de indígenas y bandeirantes269, subordinado al dominio administrativo y económico de Buenos Aires, aún mayor al fundarse el Virreinato del Río de la Plata en 1776, podía pasar a ser auténtico "corazón de América". Como señala Efraím Cardozo:

 

         "La conciencia y el orgullo de haber sido la Provincia Gigante de Indias y de que el nombre paraguayo estampara su sello denominador y civilizador sobre las más vastas tierras del continente sudamericano, fue estímulo para sobrellevar infortunios para aspirar a grandezas de otro orden, que no fueran meramente materiales o geográficas"270.

         Derecho que, no obstante, reclamaba Buenos Aires, la capital virreinal, en función del uti possidetis. Por ello, siempre mantuvo el horizonte de incorporar a todas las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata, tales como el Paraguay o el Alto Perú, así como Chile, algo que se vislumbra "en el reemplazo de Provincias Unidas del Río de la Plata" -nombre usado desde 1811- por el más impreciso de "Provincias Unidas en América del Sud", empleado tanto en la Declaración de la Independencia de 1816 como en la Constitución de 1819 [...]. Desaparecido el gobierno central en 1820, la aspiración de integrar en un mismo Estado a las provincias del Alto Perú, al Paraguay y a la Banda Oriental permaneció como un horizonte de posibilidad, así como también la separación definitiva de algunas de las provincias rioplatenses conformando nuevos Estados"271.

         En este contexto, consideramos risible la afirmación de Herrera acerca del Doctor Francia como "imbuido en las máximas de la República de Roma". ¿Acaso la fórmula tan habitual en esta época del triunvirato, a imitación del formado en Roma por Julio César, Pompeyo y Craso el 61 a.c., que había enviado como emisario al propio Herrera no estaba "imbuida en las máximas de la República de Roma"?

         De hecho, José Antonio Vázquez señala en su recopilación sobre Herrera que "haciendo un poco de justicia para este hombre que espadín al cinto y peluca empolvada estrechó 5 años atrás la mano de Napoleón, es necesario señalar que no estaba en el plano diplomático ni político la solución de la antiquísima y arraigada antinomia Paraguay-Buenos Aires, que las respectivas revoluciones de mayo en vez de superar, agudizaron"272.

         Y en efecto, pese a que este detalle no ha sido habitualmente mencionado, Nicolás de Herrera era un afrancesado que en 1809 estuvo en las Cortes de Bayona para jurar monarca legítimo a José I Bonaparte, al rey ilegítimo. Si ya de por sí la situación de desconfianza y enemistad entre Paraguay y Buenos Aires era histórica, ¿cómo iba a existir la más mínima posibilidad de acuerdo enviando a tan poco creíble representante? Como señala Alfredo Viola, el "vía crucis del comercio y la navegación del Paraguay" se había iniciado en 1810 y no cesaría hasta la caída de Rosas en 1852. La obsesión porteña del Doctor Francia tenía una base muy real.

 

         EL SUPREMO DICTADOR ES ELEGIDO CÉSAR DEMOCRÁTICAMENTE

 

         En el Congreso de 1813, como destaca el Doctor Alfredo Viola, "Ya no se jura fidelidad a Fernando VII"274. Por lo tanto, se produce la formación de un Estado independiente. Señala asimismo que "El nombramiento de dos cónsules, siguiendo el ejemplo de la antigua Roma, la que al abolir la monarquía estableció la República, es aleccionador"275. Pero, a nuestro juicio, esta decisión de la asamblea legislativa no es aleccionadora de la contraposición entre monarquía y república, sino más bien de que, una vez descartada la monarquía tradicional y habiendo retornado, según la doctrina escolástica, el poder delegado en el príncipe al pueblo, los revolucionarios no disponían de otros ejemplos para el gobierno que no fueran los que le ofrecía la Historia de Roma276. ¿Cómo olvidar que, en el lenguaje corriente, se contraponía a los miembros de la Junta con el pueblo llano, "el común", bajo la forma de patricios y plebeyos, como en la Roma aristocrática previa a la República?

         Pero idéntica situación, como reconoce Viola, acontecía en Buenos Aires o en la Gran Colombia de Simón Bolívar: se establecieron triunviratos, dictaduras, El Libertador Simón Bolívar se proclamó César en 1826277, etc. No olvidemos que, etimológicamente, "república" siempre ha significado Estado desde Platón y su famoso diálogo La República. Su definición de forma de gobierno opuesta a la monarquía, que ha llegado a nuestros días, es precisamente producto de la caída definitiva del Antiguo Régimen durante el siglo XIX.

         Descartados de las funciones gubernativas los clérigos, alegando la incompatibilidad de funciones políticas y eclesiales278, podría decirse que muy pocos conocían las formas de gobierno a adoptar y nadie alcanzaba el nivel del Doctor Francia. El naturalista suizo Juan Rengger describe el Congreso de 1813 con tonos realmente ocres, producto en parte de sus prejuicios, en parte de la falta de organización y conocimientos existentes que estamos describiendo:

 

         "Como quiera que sea, en 1813 se reunió el nuevo congreso en la Ascensión [sic]. Jamás se ha reunido una asamblea encargada de sentar las bases de un gobierno y de dar jefes al estado, que estuviese más pésimamente organizada. Aunque había en el Paraguay hombres, sino instruidos, por lo menos dotados de un juicio sano, las más de las elecciones recayeron en lo que había de más inepto"279.

 

         Entre toda esa ineptitud, descollaba claramente un hombre de formación escolástica y clásica, el Doctor Francia, que sería nombrado cónsul junto a Yegros, por el período de un año: "El doctor Francia, en razón de sus conocimientos, fue más consultado que nadie, y de esta suerte se creó una gran clientela. Después de algunas sesiones, el congreso, que era una especie de caricatura digna del pincel de Stogarth, abolió el gobierno existente, y le substituyó dos cónsules, sólo por un año, que fueron el doctor Francia y don Fulgencio Yegros, los cuales reunieron todos los poderes"280.

         En cualquier caso, el proceso de elección de cónsules fue muy aleccionador de la gran inteligencia política del Doctor Francia, muy por encima de la de sus rivales políticos. De hecho, según atestiguan los propios Rengger y Longchamp, pocos había en la provincia del Paraguay que conociesen algo de la Historia de Roma, cuyos ecos les sugirieron la posibilidad de un gobierno consular y después de la dictadura, más allá de la Historia de Roma de Rollin que pocos habían podido consultar.

         Cuenta Rengger que, disuelta la Junta gubernativa, se proclama una república consular, al estilo romano. A partir de la cita de un capitán que definió la libertad como la fe, la esperanza y la caridad, señala: "Sin embargo, los jefes de la revolución, que no eran mucho más instruidos que aquel capitán, querían constituirse en república; pero ¿qué cosa era una república? ¿Cómo se gobernaba? No lo sabían. Oportunamente tenían un ejemplar de la historia romana de Rollin, que sería el primer libro bueno que había penetrado en el país, y resolvieron inmediatamente consultarle. La institución de cónsules como magistrados temporales, mereció su aprobación; pero el senado que era un cuerpo constituido, les disgustó; acaso no sabían en dónde encontrar los senadores"281.

         Cuando ambos cónsules tomaron posesión de sus cargos, también se sentaron en dos sillas curules dispuestas para la ocasión, una rotulada con el nombre "César" y la otra con el de "Pompeyo"; de manera premonitoria y plenamente consciente, Francia escogió la de César: "Los cónsules tomaron posesión de sus empleos, y el doctor Francia ya con aquella ocasión hizo presentir la suerte que reservaba a su colega. Se habían preparado dos sillas curules, es decir dos sillones cubiertos de cuero, rotulados el uno de César y el otro de Pompeyo: Francia se apoderó del primero, y dejó el segundo a Yegros, que no le cupo mejor suerte en la distribución del poder"282.

         Reducido su primo de presidente de la primera Junta Gubernativa en 1811 a cónsul, Francia lo dispuso todo de tal manera que sus ocho meses de mando se distribuyeran entre el principio y el final del período, con el fin de rendir cuentas favorablemente y disponer del poder para cambiar el congreso a su gusto. Yegros, prestigioso pero carente de la habilidad política que sobraba a su primo Francia283, se encontraba hastiado de los quehaceres políticos, por lo que el Cónsul "César" asumió sin problemas su último mandato el 18 de junio de 1814, para reformar el gobierno a su gusto284.

         Cumplido el año de mandato consular, fue convocado el congreso el 7 de septiembre de 1814 y fijado su día el 3 de octubre de 1814. Presidido por Francia y con el capitán Juan Bautista Rivarola de secretario285, entusiastas de "César" como José Tomás Isasi y Mariano Antonio Molas286 fueron gran ayuda para que Francia convenciese a la asamblea de su propuesta de reducir los dos cónsules a uno solo, al modo que sucedía en el resto de las provincias vecinas, donde mandaba un dictador o magistrado: "Propuso, pues, a imitación de los Romanos, la dictadura, como único medio de salvar la república, amenazada del exterior"287.

         Viendo que los votos eran favorables a Yegros, Francia aplazó el escrutinio hasta en tres ocasiones, logrando que por hastío, para poder volver a sus lugares de origen, votasen a favor suyo; también le ayudó la concentración de adictos suyos a las puertas de La Merced288. Además, muchos de los congresistas eran indígenas y gentes pobres infiltrados por el propio Francia para que le ratificasen como Dictador Supremo. Con esta asamblea moldeada a voluntad, "Siete octavos de los votos del país fueron para Francia y el congreso lo nombró "Dictador Supremo de la República" para un período de cinco años"289.

         De esta manera, el Doctor Francia, el cónsul denominado "César", fue elegido Dictador Temporal democráticamente290 el 12 de octubre de 1814291, otra vez en la efeméride del Descubrímiento de América, para no perder de vista la perspectiva continental. Como afirma Irala Burgos, Francia se "inclina hacia la solución de la dictadura, extraída de la historia de Roma"292.

         Sin embargo, debido a que el congreso que debía convocarse cada año dependía de la voluntad del propio Dictador Supremo, el Doctor Francia aprovechó la plena autoridad que él mismo se había otorgado de forma tan hábil que postergó la reunión anual de 1815 al 1 de junio de 1816293, momento en que fue proclamado Dictador Perpetuo; José Miguel Ibáñez, representante de Villa Concepción, que había leído el juramento de Francia como Dictador Supremo en 1814294, fue quien presentó la propuesta295:

 

         "No contento con la perspectiva de cinco años de dictadura, Francia presionó al congreso del 1 de junio de 1816 para que lo nombrara "Dictador perpetuo", y que decidiera que el congreso sólo pudiera reunirse "cuando el Dictador haya necesario"; y de este modo se disolvió, y no volvió a reunirse nunca más durante un cuarto de siglo"296.

 

         El Congreso no volvería a ser convocado hasta el año 1841. Bajo el título de "Su Excelencia el Supremo Dictador Perpetuo de la República del Paraguay"297, nacía la figura del Supremo, que tanta importancia habría de tener como modelo de líder político en la Historia del Paraguay. Pese a su gobierno populista, Francia nunca pretendió abolir la esclavitud, algo que no tendría efecto en Paraguay hasta el año 1842, y tampoco abolió el sistema de servidumbre indígena tan común en la región de Misiones. Sin duda, su política más acertada para acabar con la denominada "oligarquía española" fue "promulgar un decreto prohibiendo a los españoles casarse con personas de raza blanca, con lo que sus posibilidades de contraer matrimonio se veían restringidas a indios, mestizos y mulatos; fue una política de mestizaje forzoso"298. En decreto de 1 de marzo de 1814, el cónsul Francia pretendió diluir a la élite a la que había arrebatado el poder299.

         Uno de los inmediatos enemigos que hubo de afrontar el Supremo Dictador fue la amenaza de Artigas, quien como jefe de la Banda Oriental desde 1815 armó a los indígenas del Chaco, provocó a los brasileños y amenazó al Paraguay por no someterse a él y ser neutral en las luchas con Buenos Aires300. También intentó contactar con los militares Cabañas y Yegros, sin que se conozca si recibió respuesta301. Negándose Francia a cualquier comercio con Artigas, éste insurreccionó las misiones de Entre Ríos, que quedaron asoladas, y atacó el comercio fluvial que provenía de Asunción y de Buenos Aires. Pese a ello, Francia nunca pensó en atacar a Artigas, pues la inestabilidad que generaba mantenía ocupados a los porteños. Se limitó a encarcelar a todo extranjero sospechoso de militar o colaborar con el artiguismo302.

         Anteriormente, cuando Francia había abandonado la Junta, Paraguay intentó el entendimiento con Artigas. El capitán paraguayo Francisco Bartolomé Laguardia llegó al campamento en marzo de 1812 con instrucciones de 9 de enero de 1812 para tratar con Artigas, pero para entonces ya viajaba hacia el triunvirato paraguayo una nota de 7 de diciembre de 1811 para la unión de Paraguay y la Banda Oriental que no fructificó.303 El capitán general de Montevideo, Gaspar Vigodet, había reanudado las hostilidades con los portugueses, proclamando Artigas principios que rompían el tratado de 12 de octubre de 1811, que contemplaba trato de igual a igual304.

         Afirma Efraím Cardozo en su artículo "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811", publicado en Montevideo en 1963, que "porque Artigas no fue escuchado, Asunción perdió para siempre la oportunidad de ser nuevamente la cabeza de la Provincia Gigante de las Indias"305. Todo porque Francia "alucinó a los paraguayos" con el pretexto de "la defensa de la independencia nacional"306. Artigas ya se encontraba por entonces descontento por la traición porteña, pero el Protector siempre sembró desconfianza, aunque también admiración, en el Supremo.

         Al peligro artiguista se le sumaba el porteño. El bloqueo sufrido por el Paraguay de parte de Buenos Aires tuvo serias consecuencias, tanto en lo político como en lo económico, lo que forzó a la clase terrateniente a intentar deponer a Francia307. En 1818 llegó al Paraguay el coronel Baltasar Vargas, emisario del Director Pueyrredon308. Pese a ser detenido por resultar sospechoso, logró dirigir a un grupo de conjurados contra Francia, a quien ejecutarían y sustituirían por Fulgencio Yegros309.

         Tras dos años de preparativos, se decidieron a lanzarse al golpe contra Francia el viernes santo de 1820, pero entonces lo descubrió todo Juan Bogarín, uno de los conjurados que se había salvado de ser arrestado el martes santo de 1820, cuando fueron apresados Pedro Montiel, Jesús Acosta, Sergio Latorre y Justino Olavarría saliendo de una reunión310. Bogarín fue a confesarse con el padre recoleto Anastasio Gutiérrez, a quien le reveló en su confesión el plan para asesinar a Francia. El confesor le obligó a hacerla pública311.

         Todos los líderes fueron aprisionados y torturados, muchos de ellos ejecutados "públicamente, a un ritmo de ocho por día, con gran placer de los ciudadanos, y sobre todo de los indios guaraníes"312; a partir de mayo de 1821 fueron ejecutados José Montiel, Vicente Ignacio Iturbe y Fulgencio Yegros; sus propiedades fueron confiscadas. Los supervivientes, como Antonio Tomás Yegros, que murió en su retiro de Quioquió, vivieron aprisionados en el aislamiento del país313. Mariano Antonio Molas sería encarcelado en 1828 y sobreviviría a Francia; Pedro Juan Caballero se suicidó en prisión en 1821314. Fernando de la Mora, rival de Francia, viviría también los rigores de la prisión, falleciendo en 1835. Mauricio José Troche, alejado del gobierno y de la conjura, sería no obstante fusilado el 24 de marzo de 1840315. Juan Bautista Rivarola salvará la vida y aparecerá en el Congreso de 1841 tras muchos años alejado de la escena política.316

         La familia de Manuel Atanasio Cabañas, el héroe de Paraguarí y Tacuarí y fuerte caudillo de Cordillera, fallecido fuera de toda actividad política, sufriría especial castigo por su conjura con Artigas en 1815 y con Ramírez en 1819, siendo sus bienes confiscados por el Estado en 1833, varios años después de su muerte317. Francia no tuvo que usar más de la represión, dejando las cifras de ejecutados en no más de medio centenar, según las apreciaciones de la época318. Como dice Justo Pastor Benítez, en la vasta anarquía americana, "el Doctor Francia no fue el más cruel ni el más arbitrario"319.

         Un año después, en 1821, el naturalista francés Aimé Bonpland sería acusado de sedición por portar dos cartas del caudillo artiguista Ramírez, donde se relataban nuevos planes de invasión del Paraguay320 e intentaba contactar con Artigas, por entonces exiliado en el Paraguay, sin éxito, a cuyo fin Ramírez concentró sus tropas en 1825 en Corrientes. Ramírez contaba con la ayuda de Yegros en el interior del Paraguay, pero nuevamente la comunicación que iba para éste fue interceptada por Francia debido a la escasa destreza de su portador321.

         Otra de las preocupaciones del Supremo Dictador era el Brasil, tanto por su peligrosidad como enemigo como por su poder para romper el aislamiento forzado por Buenos Aires. En un principio, mantuvo buenas relaciones, pues el Brasil contrastaba por su estabilidad frente a la anarquía de los demás pueblos americanos322. Estableció comercio con los portugueses a través de Borbón (hoy Fuerte Olimpo), Villa Concepción e Itapúa. Pero la amenaza brasileña a la antigua provincia se remontaba a los bandeirantes del siglo XVII y en 1801 los portugueses habían arrebatado Coímbra y Alburquerque, que mantenían en su poder en virtud del uti possidetis323. El apoyo portugués desde 1820 a los mbyaes y sus correrías en territorio paraguayo terminó por restringir las relaciones.

         Conjurado todo el peligro interno, el peligro externo para Francia constituía el saqueo del comercio paraguayo en Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe. Para frenarlo, estableció desde 1822 el aislamiento total, impidiendo que nada saliese por Corrientes324. A partir de aquí se desarrolló la política autárquica, cuyas consecuencias y resultados analizaremos más adelante.

 

         EL INTEGRACIONISMO AMERICANO DEL DOCTOR FRANCIA NO CESA

 

         Como señala Alfredo Viola, el 12 de octubre de 1813 ya no se jura fidelidad a Fernando VII. Asimismo, Efraím Cardozo, en su trabajo "La proclamación de la República del Paraguay en 1813", publicado en Buenos Aires en 1964, no habla, como en 1949, de la farsa de gobernar en nombre de Fernando VII desde 1811, sino de que el 12 de octubre de 1813 se produce "la proclamación de la República hecha por un Congreso reunido en Asunción, la primera que aparecía en la América del Sur"325. En este sentido, no es tesis novedosa considerar la independencia del Paraguay como proclamada en 1813. Así lo señaló José Antonio Vázquez en 1961: la auténtica independencia del Paraguay fue un proceso culminado el 12 de octubre de 1813, hecho que fue obra exclusiva del ingenio del Doctor Francia desde la revolución del 14 de mayo de 1811:

 

         "El sesquicentenario que este año se celebra no es el de la Independencia, sino el de la Revolución. Si se desea hablar con propiedad el sesquicentenario de la Independencia deberá festejarse el 12 de octubre de 1963. Pero esta distinción adquiere sólo importancia relativa porque la libertad de un país no es nunca una fecha, sino un proceso.

         De todas maneras, la Historia dice que el 14 de mayo no es la Independencia del Paraguay.

         La Independencia del Paraguay es el doctor Francia"326.

 

         Sin embargo, ¿qué es lo que se proclama ese 12 de Octubre de 1813? Un "Reglamento de Gobierno", aprobado por Pedro Juan Caballero y el Doctor Francia, donde se establece el sistema consular, su duración de cuatro meses alternativos para cada cónsul, cuya finalidad principal es "la conservación, seguridad y defensa de la República"327. Se insiste en la total independencia del Paraguay respecto a Buenos Aires, con la importante novedad de no respetar la autoridad del Consejo de Regencia ni del Rey de España Fernando VII. Pero no se deroga el Tratado firmado con Buenos Aires el 12 de Octubre de 1811 que consagra la confederación. Afirma Luis Vittone:

 

         "Sí, como se pretende, la separación y el régimen absoluto del Paraguay datan de la sanción del "Nuevo plan de gobierno" presentado por el Dr. Francia, al Congreso que se reunió en la Asunción en Octubre de 1813; ¿cuáles son los artículos en que se trata de estas innovaciones? No solamente no hay ninguno, sino que, estando al contexto de este documento, debe más bien considerarse como el programa de una administración popular, fundada en los principios del sistema representativo. Se admitía y reconocía en él la división de los poderes, la convocación anual del pueblo para la reelección de sus representantes, la responsabilidad de los funcionarios públicos, incluso los cónsules, la revisión del Estatuto, etc., y lo que indica que todas las disposiciones eran transitorias, es que el primer cuidado de los Cónsules, (según se expresa el 3er. artículo del reglamento) debía ser "la conservación, seguridad y defensa de la república, con toda la vigilancia, esmero y actividad que exijen las presentes circunstancias".328

 

         Las palabras destacadas en negrita por Luis Vittone son a su juicio efecto de evitar la anarquía que el conflicto entre Buenos Aires y provincias vecinas estaba produciendo. Pero también apostilla, que pese a ser el mejor momento para formalizar una declaración oficial de independencia, "ni la más remota alusión se hizo a una violación tan escandalosa de un pacto existente. El Tratado del 12 de Octubre de 1811, en que fueron echadas las bases de la confraternidad y alianza perpetua de la provincia del Paraguay con las demás provincias del Río de la Plata, quedó en todo su vigor por lo mismo que no fue derogado"329.

         Es decir, que el Tratado de 12 de Octubre de 1811 no fue derogado con las resoluciones del 12 de Octubre de 1813. Es más, la proclamación de la República en 1813 no perdió nunca de vista la unidad del continente americano. De hecho, el 25 de octubre de 1813 Nicolás de Herrera fue recibido por los cónsules, y al ofrecimiento de aquél de consolidar la alianza entre Buenos Aires y el Paraguay mediante el auxilio en hombres y recursos los cónsules afirmaron que las razones para no ofrecer auxilio militar seguían vigentes. Pero no abandonaban la alianza formalizada en el Tratado de 12 de Octubre de 1811: "Paraguay no alegaba la caducidad de la alianza, sino su imposibilidad de presentarse con la dignidad que le correspondía"330.

         La República del Paraguay proclamada en 1813 sólo establece un gobierno provisorio de un año bajo el mandato de dos cónsules, provisionalidad que se mantendrá con la dictadura de 1814 y la dictadura perpetua de 1816 en la persona del Doctor Francia. Es una República similar a la República de Colombia proclamada por Simón Bolívar en 1819, esto es: un Estado que no renuncia sino que busca incorporar a las demás provincias de Nuestra América, en virtud del Tratado de 12 de Octubre de 1811. En ningún momento fue proclamada una constitución que establezca el ordenamiento de la naciente República, la "primera República del Sud"331, como señala Nicolás de Herrera332, que había adelantado tres años a las Provincias Unidas del Río de la Plata en su proclamación, y a la que los demás debían confederarse.

         Para más inri, señala Justo Pastor Benítez que, durante la dictadura del Doctor Francia, "Aparte de las leyes españolas coloniales, que continuaron vigentes, no se cuidó de dictar nuevas normas jurídicas. Del rudimento de Constitución de 1813 sólo se cuidó de cumplir el artículo que indicaba al gobierno como supremo deber la defensa de la independencia"333. El "rudimento de constitución -"constitución singularísima"334 a juicio de Blas Garay-, más las "leyes coloniales españolas" incluía los acuerdos de confederación de 1811. Extraña República independiente sin constitución y que lucía como símbolos una bandera tricolor inspirada "en los colores usados por el contingente paraguayo en la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires (1806 y 1807) y enarbolada en los primeros días de la revolución asunceña"335.

         En cualquier caso, la Dictadura Perpetua del Doctor Francia no derogará la legislación existente, salvando los casos contemplados en los Decretos Supremos. Nada indica que Pa raguay, en el sentido que hoy usamos para denominar a la República del Paraguay, se ha constituido como tal. Tan singular fue su "constitución" que en 1813 no se proclama ninguna constitución.

         Cuando en la tardía fecha del 16 de Octubre de 1849, Carlos Antonio López, entonces Presidente de la República del Paraguay, se dirige al dictador de Buenos Aires, Juan Manuel Rosas, lo hace no para refrendar la independencia proclamada en 1813, sino para proponer "nada menos que la renovación del Tratado de 12 de Octubre de 1811, con las adiciones necesarias para evitar la repetición de los hechos que causaron su rompimiento"336. Alfredo Du Graty publica en 1862 su obra La República del Paraguay, con el objeto de que los países de Europa conozcan el país y establezcan relaciones más fluidas. En sus Apéndices cita como primer documento el Tratado de 12 de Octubre de 1811337, para pasar a continuación a la Declaración de Independencia de 25 de noviembre de 1842338; nada aparece respecto a las resoluciones acordadas el 12 de Octubre de 1813.

         El Doctor Francia, pese a la situación de bloqueo a la que se veía sometido el Paraguay por Buenos Aires, con constantes ataques y denegaciones, nunca abandonó la perspectiva de una confederación americana. Numerosos testimonios, varios años después de asegurada la dictadura perpetua, así lo confirman. Alfredo Viola recoge un documento del Archivo Nacional de Asunción, una "Comunicación del Dictador al Comandante de Concepción", Fernando Acosta, fechada el 23 de Junio de 1818, donde el Dictador Supremo le dice al Comandante que "la causa común de los americanos es la libertad e independencia de nuestras naciones"339.

         A propósito del no reconocimiento de su independencia, Francia remite a la Corte de Portugal una nota del 23 de julio de 1818, donde afirma que "mientras yo no sepa el partido que toman sobre nuestra causa de América, [...] tampoco puedo al pronto fijar una regla general para lo sucesivo"340.

         De este integracionismo americano también nos ofrecen testimonio los ya citados naturalistas suizos Rengger y Longchamp, al entrevistarse en 1819 en Asunción con el Doctor Francia:

 

         "Hablando de la emancipación de la América española, manifestó con mucho fuego su firme resolución de defender esta causa contra cualquiera que intentase atacarla. Las ideas que tenía sobre el modo de gobernar aquellos nuevos estados, tan poco avanzados en la carrera de la civilización, me parecieron bastante juiciosas; pero desgraciadamente no aplicaba ninguna de ellas"341.

 

         Testimonio que nos confirma que el Supremo Dictador Francia seguía pensando en los términos del integracionismo americano, pese a la imposibilidad de aplicarlo en sus circunstancias. Proyecto que también se prueba en la acogida que dispensó a José Gervasio Artigas, reconocimiento de la labor como americano del "Protector de los Pueblos Libres". Derrotado en Tacuaremboy por su lugarteniente Ramírez, aliado con los portugueses, Artigas cruzó el río Paraná el 5 de septiembre de 1820 junto a algunos de sus soldados. En Asunción permaneció un tiempo en el Convento de la Merced, bien atendido y recibiendo ropas y cuidados, pese a que Francia nunca le recibió. En enero de 1821 pasó a San Isidro Labrador de Curuguaty, donde pasaría el resto de sus días, finalizados en 1850, dedicado a la agricultura y a ayudar a los pobres locales342.

         El integracionismo americano del Doctor Francia, paradójicamente, condujo a un aislamiento forzado por quienes fueron sus rivales cuando Paraguay era provincia del Virreinato del Río de la Plata. Como dirá acertadamente Justo Pastor Benítez del Doctor Francia:

 

         "Sería un error atribuirle en exclusividad la creación del Paraguay y pintarlo como a un santo, de impoluta memoria. Su obra está llena de sombras y de resplandores; su vida fue elevada y fría, con grandes defectos, sin asomo a la vulgaridad. Los factores que permitieron la creación de la nacionalidad ya existían latentes cuando apareció este político cuyo mérito fundamental consistió en comprender, desde el primer momento, el sentido de la Revolución Americana".

 

 

 

 

CARLOS ANTONIO LÓPEZ PROCLAMA LA INDEPENDENCIA

DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY

 

         El fallecimiento del Doctor Francia, al no dejar una línea política clara a seguir, provocó un vacío de poder momentáneo. Policarpo Patiño, el fiel de fechos, intentó sucederle, pero los militares le frenaron. El mismo día 20 de septiembre se formó, por indicación del médico personal de Francia, Estigarribia, una Junta provisoria presidida por el alcalde Manuel Antonio Ortiz y formada por los comandantes Agustín Cañete y Miguel Maldonado, entre otros miembros destacados. Patiño figuraba como primer secretario, pero poco después acabaría en prisión, donde se ahorcaría447. La Junta retrasó la noticia del fallecimiento del Doctor Francia en el interior e inmovilizó a los elementos peligrosos aún existentes, entre los que se encontraban Mariano Antonio Molas y Artigas; los franceses Pedro Saguier y Despuys, en un momento en que Francia bloqueaba Buenos Aires, también constituían un peligro448.

         El 22 de enero de 1841 una asonada militar de los sargentos Duré y Ocampos proclamó el triunvirato del alcalde Juan José Medina y los ciudadanos José Gabriel Benítez y José Domingo Campos. Pero su autoridad no fue reconocida por la fuerza armada de Asunción, quien apresó a todos ellos el 9 de febrero de 1841449. El Comandante General Mariano Roque Alonso asumió el mando para convocar un Congreso el 12 de marzo de 1841, que restableció el gobierno consular en las personas de Carlos Antonio López y el propio Roque Alonso; la propuesta de Juan Bautista Rivarola de formar una constitución no fue aceptada450. El nuevo gobierno se encargó de entablar relaciones internacionales efectivas: así, frente a la postura del Doctor Francia en contra de la Iglesia Católica, las primeras relaciones diplomáticas en ser restablecidas lo fueron con la Santa Sede451.

         Y aún más significativo es que el mismo día de apertura del Congreso General Extraordinario, sentenciase la independencia del Paraguay, en acta de 25 de Noviembre de 1842. Asimismo, ese mismo día el Congreso dictó la ley que estableció la actual bandera de la República con el escudo doble que indica "República del Paraguay"452. Evidentemente, esa declaración no añadía nada al hecho de más de treinta años de vida independiente, pero faltaba el reconocimiento formal del resto de países que permitiera entablar relaciones diplomáticas efectivas, algo que no se había producido en vida del Doctor Francia.

         Tras el 14 de marzo de 1844, una vez que había expirado el poder de los cónsules, Carlos Antonio López fue proclamado presidente de la República453, y tras su mandato efectivo comenzó a ser reconocido el Paraguay como estado independiente por los diversos países del mundo: "Muy pronto empezaron a recibirse las comunicaciones del reconocimiento de nuestra independencia por los países, a los cuales la ratificación del Congreso de 1842 fue notificada, y que la aceptaron con júbilo. El ministro inglés en Buenos Aires se apresuró a felicitar al gobierno paraguayo por tan fausta determinación antes que se la participasen, y la aceptaron Chile y Bolivia en Junio de 1843; el Brasil, a 14 de septiembre de 1844; el Uruguay, el 14 de junio de 1845; la Santa Sede, el Perú, Portugal y otros países. Justo es reconocer que el Paraguay contrajo en esta ocasión una deuda de gratitud con el Brasil por los buenos oficios que a pesar de la tenaz oposición de la República Argentina y de sus amenazas de guerra, ejercitó ante los gobiernos extranjeros para facilitar este reconocimiento"454.

         Y es que, pese a estos reconocimientos, a todos los efectos la Confederación Argentina se negaba a asumir como existente la soberanía del Paraguay. Desde Buenos Aires se seguía considerando que Paraguay pertenecía aún a las antiguas Provincias Unidas del Río de la Plata. De hecho, testimonios como el de Woodbine Parish, el cónsul inglés en Buenos Aires que había firmado el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con la Confederación Argentina en 1825, indican que el sentir general es que Paraguay tendría que haber vuelto a la Confederación a la muerte del Doctor Francia, y que sólo la elección de un nuevo "dictador", Carlos Antonio López, había retrasado ese hecho:

 

         "Suponíase que después de la muerte de Francia, el Paraguay se uniría de nuevo a la Confederación de las Provincias del Río de la Plata: pero hasta ahora se ha verificado esto: y parecería que existe allí un partido no solamente empeñado en mantenerse independiente de sus vecinos, sino lo que es aun más extraordinario, dispuesto a continuar un sistema de aislamiento y tiranía muy poco diferente del establecido por Francia.

         El actual Gobernador (Presidente) es D. Carlos Antonio López, que después de una lucha con algunos individuos que se habían apoderado del gobierno a la muerte de Francia, fue colocado por el ejército a la cabeza de los negocios en 1841, siendo tres años después nombrado Presidente de la República del Paraguay por diez años por un Congreso que procedió de una manera no muy diferente de la adoptada por el que eligió a Francia en 1813"455.

         Como medio de llamar la atención sobre este problema al mundo, Carlos Antonio López fundó El Paraguayo Independiente, primer periódico del país, en 1845456, en cuyas columnas fue publicando las partes de un libro sobre La soberanía del Paraguay457, cuyo contenido nos servirá de hilo conductor. Esta publicación nos llama poderosamente la atención por los argumentos planteados, muchos de ellos defendidos ya en esta obra. Pero más aún el hecho de hacerlos públicos en ese momento: si realmente la soberanía del Paraguay y la ratificación, tanto de hecho como de derecho, de la independencia nacional fueran de dominio público, hubiera sido desde luego una absurda redundancia que Carlos Antonio López las hiciera públicas. Si lo hizo es porque, en efecto, ni de hecho ni de derecho era reconocida la soberanía del Paraguay. Sin ese reconocimiento formal no era posible el establecimiento efectivo, material, de relaciones diplomáticas, que habían sido negadas durante la Dictadura Perpetua del Doctor Francia. En los hechos, el bloqueo de Buenos Aires no buscaba algo distinto a reducir al Paraguay al estatus de provincia de la Confederación Argentina.

         Y en efecto, Argentina aún consideraba como parte de su confederación a Paraguay, pues Juan Manuel Rosas, a quien se le comunicó el 28 de Diciembre de 1842 la ratificación de la independencia, contestó el 26 de Abril de 1843 negándose a reconocerla. Para él, el Paraguay era una provincia más de la confederación458. A raíz de que López lograse la firma de un tratado paraguayo-correntino tras varias fricciones con Corrientes, Rosas reaccionó "vituperando el Convenio con Corrientes y dejando sin efecto sus promesas de garantizar el comercio paraguayo"459. Se prohibió, así la introducción en la Confederación Argentina de productos paraguayos. Ni siquiera Mr. Brent, encargado de negocios de Estados Unidos en Buenos Aires, logró que la mediación entre Paraguay y Argentina fuera efectiva. De hecho, Rosas "sólo ofreció al mediador, en nota de 9 de marzo de 1846, una independencia interior para el Paraguay, que había de quedar en lo demás en condición de provincia, aunque privilegiada por ciertas concesiones"460.

 

         LÓPEZ APELA A LA REASUNCIÓN DE SOBERANÍA DE 1811

         PARA JUSTIFICAR LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY

 

         En su decidida defensa de la soberanía paraguaya, López señala que Paraguay es independiente no de Argentina sino de Buenos Aires, y que nunca formó parte de la confederación. De hecho, un decreto proveniente de Buenos Aires, fechado el 1 de Agosto de 1844, que autoriza a los buques argentinos el comercio con Paraguay, es encabezado con el lema "¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes unitarios!", y califica esa fecha como "Año 35 de la libertad, 29 de la independencia, y 15 de la Confederación Argentina"461. Es decir, que los propios "argentinos" contemporáneos a la independencia distinguen entre la "libertad" (1810), la "independencia" de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816) y la Confederación Argentina (1830), como partes de un proceso, sin que ninguna de las fechas pueda separarse entre sí.

         En la Cuarta Parte de su alegato, titulada "La independencia del Paraguay es una cuestión de hecho", Carlos Antonio López señala las siguientes pruebas de que Paraguay nunca perteneció a la Confederación. Así, desde la proclamación del Imperio del Brasil en 1823, "La independencia de nuestra Patria fue reconocida por su Majestad el Emperador del Brasil, desde que aquel Imperio proclamó su propia emancipación"462. Señala la presencia en agosto de 1824 de "un Agente diplomático para residir cerca del Gobierno del Dictador, hecho que por sí solo ya incluía un reconocimiento formal de la Soberanía paraguaya"463. El manifiesto de guerra contra las Provincias Unidas del Río de la Plata de 1825 tampoco incluyó a Paraguay, ni el manifiesto de paz en 1828, ratificado por Buenos Aires.

         También señala López que:

         "Su Majestad Británica ha reconocido también la Independencia paraguaya desde 1825, como se demuestra de los hechos siguientes.

         El Paraguay nunca quiso, ni tuvo el nombre de Provincia unida del Río de la Plata, nunca mandó Diputados al congreso alguno de tales Provincias. Su Majestad Británica tanto sabía y reconocía esto, y Buenos Aires también, que, cuando celebraron su tratado de comercio de 2 de Febrero de 1825, no hubo ni la más pequeña idea de incluir nuestra Patria, ni podía haber, pues, que, como un Estado independiente, no tenía por qué intervenir, y menos participar de un tratado ajustado y concluido entre otros Estados"464.

 

         A causa de ello, "el Gabinete británico por una inteligencia sancionada por 20 años, tanto reconoció nuestra existencia nacional distinta y separada, que ha procurado abrir relaciones especiales con nuestro Gobierno"465.

         Y así, después de pedirle a Rosas, a quien denomina "El Héroe del Desierto", que hable tanto con Gran Bretaña como con Francia, con quien a juicio de López existe una relación idéntica que con los súbditos de Su Majestad Británica, señala hechos más recientes: "La República de Bolivia por acto legislativo de su Convención nacional datado de Junio de 1843, reconoció solemnemente, y saludó la ratificación de nuestra Independencia política"466.

         Tal y como afirma López, también Estados Unidos habría reconocido de hecho la independencia del Paraguay:

 

         "El Gobierno de los Estados Unidos de la América del Norte mucho tiempo ha que reconoció al Paraguay como Estado independiente. Entre otras pruebas citaremos la nota confidencial de su Ministro acreditado cerca de la Corte de Madrid de 20 de Enero de 1826, nota que el periódico escrito en Buenos Aires, El Tiempo, publicó en Febrero de 1829. Allí dice aquel Ministro: De los seis Estados principales, que se han formado de los dominios Coloniales de Su Majestad, sin incluir al Paraguay, cuya situación interior es poco conocida para los extranjeros, cinco presentan hoy un aspecto tan tranquilo, como cualquiera otra parte de Europa, o del Mundo"467.

 

         El argumento del embajador norteamericano, que establece la diferencia entre Paraguay y otros cinco estados, era sin duda un reconocimiento de hecho de la independencia paraguaya, aun que de ahí no se dedujo un reconocimiento explícito, de derecho, de la soberanía del Paraguay, y menos aún un establecimiento formal de relaciones diplomáticas que suprimiera el bloqueo de Buenos Aires, éste sí muy efectivo en tiempos del Doctor Francia.

         Pero en la Quinta Parte, titulada "La independencia del Paraguay es una cuestión de derecho", Carlos Antonio López aborda los argumentos que Juan Manuel Rosas usó para no reconocer la independencia paraguaya en tiempos del Doctor Francia: "primero, porque la República del Paraguay, cuando era colonia de España, hacía parte del Virreinato, de que aquella ciudad era capital. Segundo, porque el Paraguay al tiempo de la independencia no manifestó querer constituir nacionalidad separada. Tercero, por derecho de fundación y uti possidetis"468.

         Estos argumentos, que López califica de "miserables", son refutados precisamente en virtud de las teorías escolásticas que analizamos al comienzo de este libro. Así, "La delegación de poderes sociales en personas determinadas, la obediencia y sujeción a sus mandatos es un principio de orden para el fin social, la seguridad y felicidad general"469. Sin embargo, "es siempre en virtud de un pacto más o menos expreso, que los hombres o pueblos se colocan bajo la dependencia de un Gobierno común"470.

         Y esto fue precisamente lo sucedido con el Monarca de España, que en virtud de las doctrinas escolásticas, una vez derribado el monarca el poder fue devuelto al pueblo para organizarse según su conveniencia y no obedecer a un monarca ilegítimo, tyrannus ab origine:

 

         "Fue justamente lo que aconteció con el Monarca de España. Diferentes pueblos le reconocieron por su Rey, y conservaron sobre su trono depositadas sus delegaciones políticas, para que cuidase de su felicidad. Invadida España, y dominada por los ejércitos franceses, derribado el Monarca de su solio, y robado el cetro por mano usurpadora, no había vínculos, delegación ni condiciones algunas de pacto o asociación política"471.

 

         Fue así que "Revertieron a los pueblos sus poderes soberanos, imprescriptibles e inalienables. Ellos tenían la necesidad y el derecho de ser felices, y por tanto el de cuidar de los me dios necesarios a ese fin. La elección era libre: prefirieron su independencia.

         Tal es el proceso que observaron y siguieron las provincias del Paraguay y de Buenos Aires"472.

         En consecuencia, una vez que Paraguay y Buenos Aires han decidido vivir del modo más conveniente a sus intereses, no existe nada del antiguo vínculo común establecido con la Corona de España; los virreyes designados por el monarca fueron sustituidos por gobernantes elegidos por los respectivos pueblos:

 

         "Entre el Paraguay y Buenos Aires no había pacto ninguno, ambos eran esclavos de España: esas divisiones territoriales, y las autoridades que en ellas imperaban, eran constituidas por actos del Soberano español y para ejecución del contrato social que preexistía: disuelto éste, disueltos y caducos estaban por derecho y necesidad tales actos o consecuencias. Surgieron nuevas divisiones territoriales, creadas en los pueblos: Gobernadores, Presidentes, o Dictadores sustituyeron a los antiguos Virreyes: ellos eran nombrados por acción popular, y no por la Corte de España"473.

 

         Mientras la Confederación Argentina reconocía finalmente la independencia paraguaya, en la República del Paraguay Carlos Antonio López proseguía su labor gubernativa. Establecida la primera Constitución de la República del Paraguay el 16 de marzo de 1844 bajo el título de "Ley que establece la Administración Política de la República del Paraguay" una de sus medidas más importantes para convertir al Paraguay en una nación moderna fue el decretar la abolición definitiva de las comunidades de indígenas, convirtiéndose en 1848 en ciudadanos de la república a todos los efectos y sin discriminación formal alguna. En 1849, Carlos Antonio López fue reelegido Presidente de la República y ordenó el envío de una misión al mando del coronel de origen húngaro Francisco Wisner de Morgenstern, con el objetivo de ocupar Misiones. Las tropas alcanzarían el río Uruguay, pero finalmente serían frenadas por fuerzas correntinas474.

         Pese a que prácticamente todos los Estados dignos de tal nombre habían reconocido al Paraguay como igual dentro de lo que hoy denominaríamos como "comunidad internacional", en Buenos Aires se negaban al reconocimiento efectivo de la República del Paraguay. Así, en 1850, el congreso autorizó a Rosas a invertir del tesoro nacional "sin limitación alguna todo el dinero necesario para someter al Paraguay a la obediencia de la Confederación"475. Sin embargo, los movimientos en los diversos pueblos de la Confederación Argentina en contra de Rosas eran cada vez más notables.

 

         DERROCAMIENTO DE ROSAS Y RECONOCIMIENTO

         FINAL POR BUENOS AIRES

 

         Así, el general D. Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, se coaligó con el general Viraroso, gobernador de Corrientes, y en lugar de invadir el Paraguay, como Rosas les había ordenado, se conjuraron contra el propio Rosas, avisando al Paraguay para el cese de hostilidades y la concertación de una alianza contra el enemigo común, bajo condición de ser reconocida la independencia paraguaya una vez derrocado el Héroe del Desierto; López no acabó de confiar en el acuerdo, que aceptaría más adelante en otras condiciones476. El 1 de mayo de 1851 despojaron a Rosas del poder de la confederación. Brasil también firmó un tratado ofensivo en el que se reconocía el derecho del Paraguay a su independencia477.

         Aún en la situación tan extrema en la que se encontraba Juan Manuel Rosas, Fernando Iturburu y Carlos Loizaga478, dos paraguayos exiliados que precisamente en 1870 formarán parte del gobierno títere del Paraguay tras la Guerra de la Triple Alianza, le proponen al gaucho invadir el Paraguay en una carta fechada a 18 de septiembre de 1851: "Se ha formado en nosotros y en una gran parte de nuestros compatriotas, la convicción de que un número escaso de fuerzas de la Confederación, reincorporarían la Provincia del Paraguay"479. Ellos mismos se ofrecen para "marchar en la expedición con cualquier carácter que Vuestra Excelencia nos diese, llevando en nuestra compañía otros paisanos que, como nosotros, no ven la felicidad para nuestra Provincia sino en su reincorporación a la Confederación Argentina bajo el paternal gobierno de Vuestra Excelencia"480.

         Sin embargo, una vez que fue derrotado definitivamente Rosas, el 3 de Febrero de 1852, Justo José de Urquiza asumió el poder de la Confederación. Una de sus primeras medidas fue precisamente el reconocimiento de la independencia de la República del Paraguay por Argentina, por mediación de Santiago Derqui. "El histórico acontecimiento tuvo efecto en Asunción el 17 de julio de 1852. Ese día Derqui, en solemne ceremonia y mientras las campanas se echaban al vuelo, firmó un documento que ponía fin a una lucha de cuarenta y un años y restablecía la amistad entre los pueblos argentino y paraguayo"481. Cumplida su misión, El Paraguayo Independiente desaparecía el 14 de septiembre de 1852482.

         El reconocimiento de Buenos Aires de la soberanía del Paraguay, tan ansiado por Carlos Antonio López, supuso el desbloqueo de la Aduana de Buenos Aires y el establecimiento de relaciones diplomáticas efectivas del Paraguay con el resto del mundo. Así, pese a las suspicacias iníciales de Carlos Antonio López, su hijo, el por entonces general Francisco Solano López, ejerció de plenipotenciario y firmó con las legaciones diplomáticas de países de la importancia de Francia, Inglaterra o Estados Unidos tratados en áreas de la importancia del comercio y la navegación:

 

         "el general Francisco Solano López, que deseaba hacer participar al Paraguay en la vida internacional, supo desarmar sus suspicacias, y hecho plenipotenciario, firmó el 4 de marzo de 1853 sendos tratados con los representantes de Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Cerdeña, por los cuales estas naciones reconocían la independencia nacional y el río Paraguay quedaba abierto a la navegación internacional [...]. El Paraguay entraba así a formar parte del concierto de las naciones civilizadas. Cesaba, al fin, su fabuloso aislamiento de tantos años"483.

         Ni siquiera la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), en la que el triunvirato formado por Brasil, Argentina y posteriormente Uruguay derrotó al solitario Paraguay, permitió algo más que la anécdota de declaración del 25 de mayo de 1870 proclamada por el triunvirato títere de los argentinos, ya señalada en el anterior capítulo. Paraguay no integraría jamás la Confederación Argentina. Su supervivencia como nación independiente ya no admitía vuelta atrás.

 

 

 

EPILOGO

 

UNA EPOPEYA GENUINAMENTE NACIONAL

 

         A lo largo de esta obra hemos cuestionado la presunta influencia de la Ilustración y de la Revolución Francesa en la constitución de las actuales repúblicas hispanoamericanas. Hemos probado que la independencia no condujo inmediatamente a las repúblicas actuales, sino que un movimiento no concertado de diferentes juntas de gobierno condujo a la desaparición del poder español en América y finalmente a la disgregación de los virreinatos existentes en distintas naciones. Como señala John Lynch:

 

         "El Estado borbónico en Hispanoamérica no fue sucedido inmediatamente por una serie de nuevos Estados nacionales. Hubo una etapa intermedia en la cual los ejércitos libertadores o las bandas de los caudillos desafiaron primero, y luego destruyeron, el poder político y militar de España. En algunos casos fue un proceso largo y llevó aparejada la creación de Estados rudimentarios durante la guerra, los cuales podían recaudar impuestos y reclutar tropas. Pero tales Estados no eran necesariamente naciones"484.

 

         No obstante, la experiencia compartida tras varias décadas de vida independiente, así como conflictos externos que asociaron nación, identidad, territorio e independencia, fue sedimentando en un concepto político de nación. Ejemplos de ello son invasiones como la de los Estados Unidos en México, o intervenciones extranjeras como la francesa e inglesa en el Río de la Plata. En el caso del Paraguay, la existencia de un enemigo común, ya fuera en la Guerra de la Triple Alianza, considerada como "Epopeya Nacional", o la Guerra del Chaco (1932-1935), fue lo que permitió sentenciar la existencia de una nación paraguaya y sus límites respecto a terceros países, como Bolivia en este segundo caso:

 

         "Incluso después de obtener la independencia, la creación de Estados nuevos precedió a la formación de naciones. Porque el crecimiento de la conciencia nacional fue lento y parcial, además de encontrar muchos impedimentos. Sin embargo, había factores nuevos que favorecían un concepto más positivo de la nación. La guerra revolucionaria fue en sí misma una causa noble, por la cual los ejércitos insurgentes libraron batallas gloriosas y el pueblo, aunque a regañadientes, hizo grandes sacrificios. Los hispanoamericanos tenían ahora su propio pasado heroico, su propio honor militar, sus propios mitos revolucionarios. [...] Se vieron obligados, además, a iniciar relaciones con otros Estados, en Europa y en América, proceso que los hizo más conscientes de su propia nacionalidad y más expuestos a las rivalidades nacionales. Algunos de los nuevos Estados -Uruguay y Bolivia- encontraron su verdadera identidad precisamente en los conflictos con sus vecinos americanos"485.

 

         Por otro lado, el concepto de nación, en su doble acepción política y étnica, inspiró los intentos de institucionalizar el poder. En el caso paraguayo, lo guaraní se convirtió en la "seña de identidad" de la República del Paraguay.

         Las generaciones nacidas tras la Guerra de la Triple Alianza, que incluyen nombres tan eminentes como los de Blas Garay, Justo Pastor Benítez o Efraím Cardozo, apremiadas por sacar un país de la ruina y definir su posición frente a terceros, habrían de reconstruir toda la historia desde la revolución de 14 de mayo de 1811 como surgimiento de la nacionalidad paraguaya y no como proyecto de unidad continental.

         Estas generaciones estarían también involucradas en cuestiones de suma importancia para la nación paraguaya, como la definición de los límites con Bolivia, situación polémica que desembocaría en la Guerra del Chaco. Por eso Justo Pastor Benítez señaló en 1937 la tarea del Doctor Francia como fundador de la nacionalidad: "Para la creación del Paraguay, preexistían factores territoriales, raciales, idiomáticos y la tradición cívica de los Comuneros. La tarea consistió en organizar con esos factores un Estado, y hacer que tal Estado fuera una república, democrática, igualitaria"486.

         Al contrario de naciones europeas como España, Francia, Italia o Alemania, donde siglos de experiencias comunes previas a las naciones modernas permitieron el paso prácticamente directo de una nación histórica a una nación política, las naciones americanas hubieron de nacer fruto de las experiencias fracasadas de unidad continental que Bolívar, San Martín o el Doctor Francia intentaron poner sobre el terreno. La descomposición de la Monarquía Hispánica y del Imperio Español, y con ella de muchos de los referentes que mantenían esa unidad, fueron causas inmediatas de ello.

         Sin embargo, la paradoja resultante es que, pese a la descomposición política y atomización del continente americano, la identidad común hispanoamericana se vio poderosamente reforzada, por encima de indigenismos y particularismos varios. El idioma común de Hispanoamérica, el español, se mantuvo como ese referente que permite la comunicación por encima de diferencias nacionales a veces muy enconadas. El Paraguay, por encima de consideraciones distintivas relativas a la etnia y el idioma guaraní, es un legítimo miembro de la comunidad hispánica de naciones, resultado de la influencia española de varios siglos que vincula al país con otros de su entorno.

         En un mundo en el que, en contra de Fukuyama, la Historia Universal ha comenzado efectivamente gracias a poderosas herramientas de comunicación global como internet o la televisión en directo, no es desdeñable la incidencia que puedan alcanzar plataformas tales como la actual comunidad hispánica de naciones, cuyo status quo es susceptible de transformación e incluso de jugar un papel histórico de importancia en un futuro no muy lejano.

 

 

NOTAS

 

1. Heródoto, Historia, Libro 1, Proemio.

2. Obra por cierto mal valorada por los historiadores positivos, como Marco Antonio Laconich, quien, tomándose los documentos históricos aparecidos en el relato como si fueran historiografía "pura", concluye que "no es ni historia ni es novela. [...] Tampoco podría incluirse a "Yo, El Supremo" entre las llamadas historias noveladas, pues no es tarea fácil saber cuándo está hablando el Dictador, cuándo el compilador, cuándo se hace historia y cuándo se teje simplemente novela". Laconich, Marco Antonio, El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Supremo Dictador de la República del Paraguay, s.n., 1976, p. 85.

3. Roa Bastos, Augusto, Yo el Supremo [1974]. 5º edición. Madrid, Cátedra, 2005, p. 608.

4. Aristóteles, Poética, 1451b.

5. Moreno, Fulgencio R., Estudio sobre la Independencia del Paraguay. Asunción, Carlos Schaumann Editor, 1976, p. 493. Citado en Laconich, Marco Antonio, op, cit., p. 57.

6. Vázquez, José Antonio, El Doctor Francia visto y oído por sus contemporáneos [1961]. Buenos Aires, Eudeba, 1975, p. 29.

7. Garay, Blas, "La Revolución de la Independencia del Paraguay" (1897), en La Revolución de la Independencia del Paraguay. La Junta Superior Gubernativa. El Primer Consulado. Servilibro, Asunción, 2009, pp. , 125-126.

8. Báez, Cecilio y O’Leary, Juan E., Polémica sobre la Historia del Paraguay. Asunción, Editorial Tiempo de Historia, 2008, p. 220.

9. Báez, Cecilio y O'Leary, Juan E., op. cit., pp. 220-221.

10. Bueno, Gustavo, "La Teoría de la Esfera y el Descubrimiento de América", El Basilisco (Oviedo), 2° época, n° 1 (1989), pp. 3-32.

11. Stoetzer, O. Carlos, Las raíces escolásticas de la emancipación, de la América Española [1979]. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982, p. 285.

12. Stoetzer, O. Carlos, op. cit., p. 333.

13. Stoetzer, O. Carlos, op. cit., pp. 361-363.

14. Fernández Sebastián, Javier (Editor), Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850. Tomo I: Iberconceptos. Madrid, -Fundación Carolina. Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009.

15. Chaves, Julio César, La revolución paraguaya de la independencia. Biografía de los Próceres [1961]. 2º edición. Asunción, Intercontinental Editora, 2010, p. 36.

16. Graty, Alfredo M. du, La República del Paraguay. Traducción de Carlos Calvo. Besanzon, Imprenta de José Jacquin, 1862, pp. 57-58.

17. Garay, Blas, Compendio elemental de Historia del Paraguay. Madrid, Librería y Casa Editora A. de Uribe y Cía., 1896, pp. 162-163.

18. Viola, Alfredo, El Dr. Francia defensor de la independencia del Paraguay [1992]. 2º edición. Asunción, Servilibro, 2009, p. 17.

19. Garay, Blas, "La Revolución de la independencia del Paraguay" (1897), en La Revolución de la Independencia del Paraguay. La Junta Superior Gubernativa. El Primer Consulado. Asunción, Servilibro, 2009, pp. 33-37.

20. Garay, Blas, "La Revolución de la Independencia del Paraguay", op. cit., pp. 40-41.

21. Garay, Blas, op. cit. pp. 43-44.

22. Garay, Blas, op. cit., p. 57.

23. Benítez, Justo Pastor, La vida solitaria del Dr. José Gaspar de Francia. Dictador del Paraguay [1937]. 2º edición. Asunción, Carlos Schaumann Editor, 1984, p. 40.

24. Garay, Blas, op. cit., pp. 73-77.

25. Garay, Blas, op. cit., p. 81.

26. "El Paraguay no había hecho sino reasumir la parte de su soberanía que había recaído en él al ser deshecho el Poder Supremo de la Nación". Cardozo, Efraím, Paraguay Independiente [1949]. Asunción, Servilibro, 2010, p. 44.

27. Cardozo, Efraím, "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811", en Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811. La Proclamación de la República del Paraguay en 1813. Tensiones en la ideología de la Revolución emancipadora. Asunción, Servilibro, 2009, p. 30.

28. Cardozo, Efraím, "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811 ", op. cit., p. 34.

29. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 58.

30. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 37.

31. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 38.

32. Cardozo, Efraím, Paraguay colonial. Las raíces de la nacionalidad [1959], pp. 213-218.

33. Particularmente, nos valdremos de dos trabajos de este último. El primero de ellos es el ya citado "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811" (Montevideo, 1963). El otro es "La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay", en Revista de Indias, Año XIV, N° 57-58. Madrid, Julio-Diciembre 1954, pp. 359-383.

34. Cardozo, Efraím, "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811", cp. cit., pp. 39-41.

35. Cardozo, Efraím, "La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay", en Revista de Indias, Año XIV, N° 57-58. Madrid, Julio-Diciembre 1954, p. 361.

36. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 359.

37. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 362-363.

38. Cardozo, Efraím, "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811", op. cit., pp. 43-44.

39. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 45.

40. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 46.

41. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 47.

42. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 48-49.

43. Viola, Alfredo, op. cit., p. 27.

44. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 54.

45. Cardozo, Efraím, "La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay", op. cit., p. 374.

46. "Informe de José de Abreu sobre el suceso del 14 de mayo", citado en Vittone, Coronel D. E. M. Luis, El Paraguay en la lucha por su independencia. Asunción, Imp. Militar, Dir. Public., 1960, p. 182.

47. Cardozo, Efraím, "La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay", op. cit., p. 376.

48. "Informe de José de Abreu sobre el suceso del 14 de mayo", en Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 182-183.

49. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 183-184.

50. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 42.

51. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 184-185.

52. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 46.

53. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., p. 185.

54. "Oficio dirigido al Capitán Pedro Juan Caballero por el gobernador intendente Dn. Bernardo de Velasco", Auto de 15 de mayo de 1811, en Autos de la Revolución del Paraguay del 15 de mayo de 1811. Copia facsimilar editada por la Academia Paraguaya de la Historia. Asunción, 1976, folio 3.

55. "Informe de José de Abreu sobre el suceso del 14 de mayo", en Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 186-187.

56. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., p. 187.

57. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente, p. 31.

58. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia [1942]. Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1946, p. 65.

59. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 45.

60. Benítez, Justo Pastor, op. cit., pp. 23-26.

61. "Informe de José de Abreu sobre el suceso del 14 de mayo", en Vittone, Coronel D, E. M. Luis, op. cit., pp. 188-190.

62. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, pp. 72-73. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 24.

63. "Nota dirigida al Capitán Pedro Juan Caballero por el gobernador intendente Dn. Bernardo de Velasco", Auto de 16 de mayo de 1811, en Autos de la Revolución del Paraguay, del 15 de mayo de 1811. Asunción, 1976, folio 2.

64. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., p. 191.

65. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., p. 194.

66. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., p. 195.

67. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 196-197.

68. Cardozo, Efraím, "La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay", op. cit., p. 378.

69. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 379.

70. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente. Servilibro, Asunción 2010, p. 34. Laconich, Marco Antonio, El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Supremo Dictador  de la República del Paraguay. Asunción, s. n., 1976, p. 30. Garay, Blas, "La Revolución de la Independencia del Paraguay', op. cit., p. 102.

71. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 111.

72. Cardozo, Efraím, "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811 ", op. cit., p. 68.

73. Cardozo, Efraím, "La princesa Carlota Joaquina y la independencia del Paraguay", op. cit., pp. 380-381.

74. Benítez, Justo Pastor, op. cit., pp. 61-62.

75. Garay, Blas, Compendio elemental de Historia del Paraguay (1896), p. 164.

76. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente, p. 43.

77. Viola, Alfredo, op. cit., p. 34.

78. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 37.

79. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente, p. 76.

80. Garay, Blas, "La Junta Superior Gubernativa" [1896], en La Revolución de la Independencia del Paraguay. La Junta Superior Gubernativa. El Primer Consulado. Asunción, Servilibro, 2009, p. 199.

81. Viola, Alfredo, op. cit., p. 33.

82. Incluso Justo Pastor Benítez le compara con Robespierre al señalar que ambos eran discípulos de Rousseau. Benítez, Justo Pastor, op. cit., pp. 73-77.

83. Viola, Alfredo, op. cit., p. 261.

84. Viola, Alfredo, op. cit., p. 263.

85. Lynch, John, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826 [1° edición en inglés 1973; 1º edición en español 1976]. Barcelona, Ariel, 2010. p.64.

86. Stoetzer, O. Carlos, Las raíces escolásticas de la emancipación de la América Española [1979]. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982, pp. 412-413.

87. Cardozo, Efraím, "Tensiones en la ideología de la Revolución emancipadora", en Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811... Asunción, Servilibro, 2009, p. 152.

88. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 154.

89. Stoetzer, O. Carlos, op. cit., p. 438.

90. Stoetzer, O. Carlos, op. cit., pp. 438-439.

91. Cardozo, Efraím, op, cit., p. 132.

92. Lynch, John, op. cit., p. 113. Stoetzer, O Carlos, op. cit., pp. 317-319.

93. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 159.

94. Cardozo, Efraím, op, cit, p. 175.

95. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 162.

96. Cardozo, Efraím, Paraguay colonial. Las raíces de la nacionalidad [1959]. Asunción, El Lector 1996, pp. 183-187.

97. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 190.

98. Cardozo, Efraím, "Tensiones en la ideología de la Revolución emancipadora", op. cit., p. 164.

99. Rengger, Juan Rodolfo y Longchamp, Marcelino, Ensayo histórico sobre la Revolución del Paraguay, y el gobierno dictatorio del Doctor Francia. [1827]. Traducción de J. C. Pagés. París, Imprenta de Moreau, 1828, p. 60. Justo Pastor Benítez afirma que eran las Leyes de Indias esos "libros españoles". La vida solitaria..., p. 231.

100. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 173-174.

101. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 175.

102. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 177.

103. Johnson, Paul, El nacimiento del mundo moderno. Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1992, p. 573.

104. "Frecuentemente surge una gran diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general: ésta sólo atiende al interés común, aquélla al interés privado, siendo en resumen una suma de las voluntades particulares; pero suprimid de esas mismas voluntades las más y las menos que se destruyen entre sí, y quedará la voluntad general como suma de las diferencias". Rousseau, Jean Jacqucs, El Contrato Social, Libro II, Capítulo III.

105. Hasta autores como el español Salvador de Madariaga se rinden al ginebrino como explicación de la revolución hispanoamericana: "Difícilmente sería hallar un conjunto de doctrinas más opuestas a las opiniones y a los intereses de los españoles de ambos mundos. Y, sin embargo, Rousseau conquistó rápidamente tanto a España como a las Indias". Madariaga, Salvador de, El auge y el ocaso del Imperio español en América, Volumen 11. Barcelona, Sarpe, 1985, p. 250.

106. Johnson, Paul, op. cit., p. 595.

107. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 137.

108. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 138 y ss.

109. Irala Burgos, Adriano, La ideología política del Doctor Francia [1975]. 2º edición. Asunción, Carlos Schaumann Editor, 1988.

110. Irala Burgos, Adriano, op. cit., p. 14.

111. Irala Burgos, Adriano, op. cit., p. 14.

112. Irala Burgos, Adriano, op. cit., p. 14. Sin embargo, en las Notas e indicaciones bibliográficas, señala que, pese a que considera que El Contrato Social de Rousseau tuvo influencia, ello no significa "destruir lo que hizo la Escolástica española, Vitoria y Suárez". Irala Burgos, Adriano, op. cit., p. 95. Además, señala que "la Escolástica española tuvo en América influencia muy importante en la fundamentación de la soberanía popular, y aún más en la preparación de la atmósfera que condujo a los años de la independencia". Irala Burgos, Adriano, op.cit., p. 98. Sin embargo, a juicio de Irala Burgos, faltaba "el elemento que rompiera radicalmente con el viejo esquema político y su trasfondo teológico filosófico. Para eso sirve lo que aporta el Iluminismo". Ibídem.

113. "Ahora bien, como los hombres no pueden engendrar nuevas fuerzas, sino unir y dirigir solamente las que existen, no tienen otro medio para conservarse que el de formar, por agregación, una suma de fuerzas capaz de superar la resistencia, ponerlas en juego con un solo fin y hacerles obrar de mutuo acuerdo", Rousseau, Jean Jacques, op. cit., Libro I, Capítulo VI.

114. Suárez, Francisco S. J., Defensio, fidei [1613], Volumen II, Libro 111, Capítulo II, 5.

115. Suárez, Francisco S. J., op. cit., Volumen, II, Libro III, Capítulo II, 17.

116. Rousseau, Jean Jacques, op. cit., Libro III, Capítulo XVI.

117. Furlong, Guillermo S. J., Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata 1536-1810. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft, 1952, p.607.

118. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 36.

119. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 201-202. Alfredo Viola lo cita como "Documento leído en el Congreso del 17 de junio de 1811", extraído del Archivo Nacional de Asunción, Sección Historia, Vol. 213. Viola, Alfredo, op. cit., p. 33, Nota 23.

120. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 152. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 175.

121. Guerra, François-Xavier, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas [1992]. Madrid, Encuentro, 2009, p. 54. 122      "Estaba también la peculiaridad de las actitudes constitucionales. La propia España era una reunión de reinos y coronas -León, Castilla, Cataluña, Navarra- y el imperio consistía, no tanto en colonias, como en virreinatos". Johnson, Paul, op. cit., p. 572.

123. "De ahí también el principio jurídico superior de que las Indias no eran colonias, sino provincias, dominios, reinos, repúblicas (en el sentido etimológico esta última denominación)". Levene, Ricardo, Las Indias no eran colonias [1951]. Madrid, Espasa Calpe, 1973, pp. 19-20.

124. Para Vitoria "es evidente que después que se han convertido allí muchos bárbaros, ni sería conveniente ni lícito que los príncipes abandonaran la administración de aquellas provincias". Vitoria, Francisco de O. P., Relecciones sobre los indios y el derecho de guerra [1539]. Madrid, Espasa Calpe, 1975, Relección Primera, Tercera parte, 18, p. 105.

125. Uno de los títulos legítimos enumeradas por Vitoria que la Corona Española domine América es "la tiranía de los señores de los bárbaros o en el carácter inhumano de leyes que entre ellos imperen en daño de los inocentes, como son las que ordenan sacrificios de hombres inocentes o permiten la matanza de hombres exentos de culpa para comer sus carnes". Vitoria, Francisco de O. P., op. cit., Relección Primera, Tercera parte, 15, p. 101.

126. Lynch, John, op. cit., p. 35.

127. Carr, Raymond, España 1808-1975. Barcelona, Ariel, 1999, p. 109.

128. "España fundó en América sociedades que llevaban en su seno el germen inevitable de la futura emancipación.

La Revolución de 1810 se genera en el proceso de la dominación española y se inspira en fuentes ideológicas hispánicas principalmente, es decir, nace y se sustenta en el curso de la dominación, pero va contra ella. España ha creado naciones para la independencia y la libertad". Levene, Ricardo, op. cit., p. 141.

129. Johnson, Paul, op. cit., p. 572.

130. Stoetzer, O. Carlos, op. cit., p. 260.

131. Johnson, Paul, op. cit., p. 572.

132. En ella se apela a las tradicionales libertades populares españolas frente al absolutismo monárquico, que habría sido la causa de la "pérdida de España" provocada por los godos. Así que "nuestros antepasados, cuando restablecieron el reino y su gobierno, pensaron en prevenirse contra el poder absoluto, a que siempre han aspirado nuestros reyes". Viscardo y Guzmán, Juan Pablo S. J., Carta dirigida a los españoles americanos, en Antonio Gutiérrez Escudero, "Juan Pablo Viscardo y su Carta dirigida a los españoles americanos", Araucaria, val. 9, número 17 (2007), Universidad de Sevilla, p. 335.

133. Johnson, Paul, op. cit., p. 571. De hecho, Miranda la publicó en 1799 en Londres con falso pie de imprenta, simulando que había sido impresa en Filadelfia, evocando la revolución norteamericana en el contexto inglés.

134. Stoetzer, O. Carlos, cp. cit., p. 270.

135. "No fue una rareza que en la España de las primeras décadas del XIX se lanzara, por primera vez, el término "liberal", en aplicación a la corriente ideológica y política de linaje democrático mucho antes de que Inglaterra lo universalizara. Y tampoco es raro que en el mismo tiempo, el partido opuesto, aquel que gritaba en las calles, al paso de Fernando VII, "viva las cadenas"', se titulara a sí mismo los "serviles". Cardozo, Efraím, "Tensiones en la ideología de la Revolución emancipadora", op. cit., p. 135.

136. Bueno, Gustavo, El mito de la izquierda. Barcelona, Ediciones B, 2003, pp. 175-179.

137. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 55.

208. ANASH Vol. 214. Nota de la Junta Sup. Cub. a la Junta de Buenos Aires. 20-VII-1811. Citado en Viola, Alfredo, El Dr. Francia defénsor de la independencia del Paraguay. Asunción, Servilibro, 2009, p. 39.

209. Garay, Blas, Compendio elemental de Historia del Paraguay (1896), p. 166.

210. Cardozo, Efraím, "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811", en Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811... Asunción, Servilibro, 2009, p. 77.

211. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 73-74.

212. No están claros los motivos de la destitución de Bogarín. Según Justo Pastor Benítez tuvo lugar por influencia de Francia, ya que sería el Cabildo el que, en connivencia con Antonio Tomás Yegros, pediría su separación ese 2 de Septiembre de 1811. Otros, como Blas Garay le acusan de sedición a través de un extraño documento supuestamente en su poder en el que se pedía la reposición del gobernador Velasco y se declaraba ilegítima la Junta. Benítez, Justo Pastor, La vida solitaria del Dr. José Gaspar de Francia. Asunción, Carlos Schaumann Editor, 1984, p. 80.

213. "Bando de la Junta al Pueblo", en Vittone, Coronel D. E. M. Luis, El Paraguay en la lucha por su independencia. Asunción, Imp. Militar, Dir. Public., 1960, p. 210.

214. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., p. 205.

215. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., p. 206.

216. Ibídem.

217. Ibídem.

218. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 206-207.

219. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 207-208.

220. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 78.

221. Cháves, Julio César, El Supremo Dictador. Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1946, p. 103. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente. Asunción, Servilibro, 2010, p. 45.

222. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 68. Y en efecto: en el Calendario Positivista, el Doceavo mes, "Federico", consagrado a la política moderna, incluye al Doctor Francia como día 27. Ver Comte, Augusto, Catecismo positivista o exposición resumida de la religión universal [1852]. Madrid, Editora Nacional, 1982, p. 271.

223. Garay, Blas, "La Revolución de la independencia del Paraguay", en La Revolución de la Independencia del Paraguay. La Junta Superior Gubernativa. El Primer Consulado. Asunción, Servilibro, 2009, p. 105.

224. Garay, Blas, "La Junta Superior Gubernativa", en La Revolución de la Independencia..., p. 159.

225. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 104.

226. Garay, Blas, op. cit, p. 160.

227. Tanto la carta como la respuesta de Francia, del 3 de septiembre de 1811, fueron publicadas en el libro de actas del Cabildo. Ver Benítez, Justo Pastor, op. cit., pp. 244-246.

228. Garay, Blas, op. cit., pp. 162-164.

229. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 111. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente, p. 49.

230. Garay, Blas, op. cit., pp. 165-166.

231. Garay, Blas, op, cit., p. 167.

232. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 59-60.

233. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 64.

234. Roa Bastos, Augusto, Yo el Supremo [1974]. Madrid, Cátedra, 2005, p.323.

235. Roa Bastos, Augusto, op. cit., p. 339.

236. Cardozo, Efraím, "La proclamación de la República del Paraguay en 1813", en Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811..., p. 108.

237. Viola, Alfredo, p. 51.

238. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 125. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente, p. 65.

239. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 70.

240. Viola, Alfredo, op. cit., p. 37.

241. Ibídem.

242. Ibídem.

243. Ibídem.

244. Ibídem.

245. Souto, Nora, "Federalismo. Argentina", en Fernández Sebastián (Editor), Javier, Diccionario político y social del mundo iberoamericano.

La era de las revoluciones, 1750-1850. Tomo 1: Iberconceptos. Madrid, Fundación Carolina. Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009, p. 453.

246. Alberdi, Juan Bautista, Organización de la Confederación Argentino, Tomo Segundo. Besanzon, Imprenta de José Jacquin, 1858, p. 776.

247. Souto, Nora, Ibídem.

248. Alberdi, Juan Bautista, op. cit., p. 777.

249. Lynch, John, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826. Barcelona, Ariel, 2010, p. 113.

250. Cardozo, Efraím, "La proclamación de la República del Paraguay en 1813", en Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811..., p. 109.

251. Garay, Blas, "La Junta Superior Gubernativa", op. cit., pp. 179-180.

252. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 108-109.

253. Garay, Blas, op. cit. p. 190.

254. Lynch, John, op. cit., p. 69.

255. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 110.

256. Viola, Alfredo, op. cit., p. 56.

257. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 111,

258. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 113 y ss.

259. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 117-120.

260. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 63.

261. Vázquez, José Antonio, El Doctor Francia visto y oído por sus contemporáneos. Buenos Aires, Eudeba, 1975, p. 98, Documento 77.

262. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 121.

263. Lynch, John, op. cit., p. 114.

264. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 122.

265. Vázquez, José Antonio, op. cit., p. 99, Documento 78.

266. Roa Bastos, Augusto, op. cit., p. 344.

267. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 148.

268. Graty, Alfredo M. du, La República del Paraguay, p. 23.

269. Cardozo, Efraím, El Paraguay colonial. Asunción, El Lector, 1996, pp. 213-218.

270. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 22.

271. Souto, Nora-Wasserman, Fabio, "Nación. Argentina", en Fernández Sebastián, Javier (Editor), op. cit., p. 873.

272. Vázquez, José Antonio, op. cit., p. 98.

273. Viola, Alfredo, op. cit., p. 115.

274. Viola, Alfredo, op. cit., p. 62.

275. Ibídem.

276. "Para elaborar su programa político se inspiraba en los ejemplos de la Roma clásica. De esa fuente procede el proyecto de creación del Consulado. Cuando vio peligrada la independencia por la amenaza absorbente de Buenos Aires y de los portugueses, peligro que se constata en la correspondencia de la Junta con José Artigas, y temió que la anarquía interna facilitara la conquista presunta, recurrió al arbitrio supremo del Lacio: LA DICTADURA". Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 160.

277. Viola, Alfredo, op. cit., pp. 82-83.

278. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 96.

279. Rengger, J. R. y Longchamp, M., Ensayo histórico sobre la Revolución del Paraguay, y el gobierno dictatorio del Doctor Francia [1827]. Traducción de J. C. Pagés. París, Imprenta de Moreau, 1828, p. 21.

280. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., pp. 21-22.

281. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., pp. 20-21.

282. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit, pp. 22-23.

283. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 79. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., p. 13.

284. Garay, Blas, "El Primer Consulado" [1899], en La Revolución de la Independencia del Paraguay. La Junta Superior Gubernativa. El Primer Consulado, Asunción, Servilibro, 2009, p. 229.

285. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 160.

286. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 64. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 157.

287. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., p. 27. También lo señala Viola, Alfredo, op. cit., pp. 80-81.

288. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., pp. 28-29.

289. Lynch, John, op. cit., p. 115.

290. Como señala acertadamente Justo Pastor Benítez, "No llegó al poder, como la generalidad de los caudillos hispanoamericanos, a raíz de una revolución victoriosa, ni arrastrando el instinto de las masas, ni por golpes de cuartel. Entró a formar parte del gobierno por elección". op. cit., pp. 98-99.

291. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 94.

292. Irala Burgos, Adriano, op. cit., p. 26,

293. Viola, Alfredo, op. cit., p. 81.

294. Vázquez, José Antonio, op. cit., p. 107, Documento 89.

295. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 97.

296. Lynch, John, op. cit., p. 115.

297. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 99.

298. Lynch, John, op. cit., p. 122.

299. Viola, Alfredo, op. cit, p. 65.

300. Viola, Alfredo, op. cit., p. 144.

301. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, pp. 201-203.

302. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., pp. 40 y ss.

303. Cardozo, Efraím, "Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811", op. cit., p. 87.

304. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 90.

305. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 99.

306. Ibídem.

307. Viola, Alfredo, op. cit., p. 263.

308. Como señala Julio César Chaves, la confusión sobre Valta Vargas es notable, pues la mayoría "lo considera enviado del caudillo entrerriano Francisco Ramírez y lo hace intervenir en la conjuración del año veinte, cuando sin duda sus trabajos fueron de época anterior, probablemente de 1818". El Supremo Dictador, p. 211. Esta confusión señalada por Chaves aparece en John Lynch, quien señala que la conspiración buscaba poner al Paraguay al servicio de Artigas, "que se dijo en colusión con Ramírez, el caudillo enemigo de Francia en Entre Ríos". Lynch, John, op. cit., p. 115.

309. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op, cit., pp. 84-85.

310. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 236.

311. Rengger explica a grandes rasgos de forma general cómo fue descubierta la conjura: "pero desgraciadamente uno de los conjurados confesándose en la cuaresma con el padre guardián de los recoletos, le descubrió la conspiración. El fraile mandó a su penitente que inmediatamente se constituyese a casa del dictador y le descubriese la trama: el otro obedeció, y Francia desde luego mandó prender a todos los que le había denunciado, entre ellos su antiguo colega don Fulgencio Yegros: al mismo tiempo hizo doblar las guardias de la capital, anduvo personalmente de patrulla por las calles varias noches seguidas, y dio orden a los comandantes del campo de que ejerciesen la más severa vigilancia" Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., pp. 86-87.

312. Johnson, Paul, El nacimiento del mundo moderno. Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1992, p. 594.

313. Lynch, John, op. cit., p. 115.

314. Benítez, Justo Pastor, op. cit., pp. 121-127.

315. Vázquez, Juan Antonio, op. cit., p. 336, Documento 373.

316. Los avatares sufridos por los próceres, especialmente los conspiradores contra el Doctor Francia, aparecen relatados en Chaves, Julio César, La revolución paraguaya de la independencia. Asunción, Intercontinental Editora, 2010, pp. 77 y ss.

317. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, pp. 381-382. Viola, Alfredo, op. cit., pp. 144-145.

318. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 183.

319. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 185.

320. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., pp. 120 y ss. Viola, Alfredo, pp. 100-103.

321. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., p. 95.

322. Así lo atestigua una nota enviada al Comandante de Villa Concepción, fechada el 31 de agosto de 1816, en la que Francia hace notar "la buena harmonía, y de la paz con que nos hallamos con aquella nación". Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 249.

323. Benítez, Justo Pastor, op. cit, p. 147.

324. Lynch, John, op. cit., p. 119.

325. Cardozo, Efraím, "La proclamación de la República del Paraguay en 1813", op. cit., p. 107.

326. Vázquez, José Antonio, op. cit., p. 29.

327. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 141.

328. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op. cit., pp. 213-214. Negritas del autor.

329. Vittone, Coronel D. E. M. Luis, op, cit., pp. 214-215.

330. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente, p. 77.

331. Garay, Blas, "El Primer Consulado", op. cit., p. 208.

332. Vázquez, José Antonio, op. cit., p. 99, Documento 78.

333. Benítez, Justo Pastor, op. cit., pp. 216-217. Algo que también confirma Alfredo Viola: "A los porteñistas y españolistas radicados en el país, que constituían la clase comercial exportadora e importadora, se sumaban las pretensiones de Buenos Aires que no cesaba en su intento de someter políticamente al Paraguay. Por ello, para defender su gobierno y la soberanía nacional, el Dictador tuvo que recurrir a las severas leyes españolas que seguían vigentes en su tiempo en la mayor parte de la América independizada y en la península". Viola, Alfredo, op. cit., p.262.

334. Garay, Blas, op. cit., p. 205.

335. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 60. Según Efraím Cardozo, la bandera tricolor había sido usada en 1806 y ondeó con los símbolos del rey en el Congreso de 17 de Junio de 1811, pero también un 15 de agosto de 1812. Paraguay independiente, p. 60.

336. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente, p. 156

337. Ver Graty, Alfredo M. du, op. cit., Apéndice, pp. 3-5.

338. Ver Graty, Alfredo M. du, op. cit., Apéndice, pp. 6-7.

339. Viola, Alfredo, op. cit., p. 167. Negritas en el original.

340. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, p. 221.

341. Rengger J. R., y Longchamp, M. op. cit., pp. 59-60.

342. Viola, Alfredo, op. cit., p. 197. Rengger, J. R. y Longchamp, M., op. cit., pp. 90-92.

343. Benítez, Justo Pastor, op. cit., pp. 234-235.

447. Cardozo, Efraím, Paraguay independiente [19491. Asunción, Servilibro, 2010, p. 117.

448. Chaves, Julio César, El Supremo Dictador, pp. 386-388. Garay, Blas, Compendio elemental de Historia del Paraguay (1896), p. 222.

449. Cardozo, Efraím, op, cit., pp. 117-118.

450. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 118-119.

451. Garay, Blas, op. cit., p. 236.

452. Garay, Blas, op. cit., p. 238. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 123-124.

453. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 131-132.

454. Garay, Blas, op. cit., pp. 243-244.

455. Parish, Woodbine, Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata desde su descubrimiento y conquista por los españoles, Tomo II. Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1853, p. 51.

456. Cardozo, Efraím, op. cit. p. 137.

457. López, Carlos Antonio, La soberanía del Paraguay [1845]. Asunción, Editorial El Lector, 1996.

458. Garay, Blas, op. cit., pp. 244-245.

459. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 134.

460. Garay, Blas, op. cit, p. 250.

461. López, Carlos Antonio, op. cit., p. 127.

462. López, Carlos Antonio, op. cit., p. 229.

463. Ibídem.

464. López, Carlos Antonio, op. cit., p. 230.

465. Ibídem.

466. López, Carlos Antonio, op. cit., p. 231.

467. López, Carlos Antonio, op. cit., pp. 231-232. Negritas del original. Por otro lado, contrasta cómo no sólo López habla de Buenos Aires y de Confederación Argentina, en lugar de Argentina en los términos actuales, sino además de Estados Unidos de Norte América, de América y nunca de Latinoamérica.

468. López, Carlos Antonio, op. cit., p. 235. Negritas del original.

469. López, Carlos Antonio, op. cit., pp. 235-236.

470. López, Carlos Antonio, op. cit., p. 236.

471. Ibídem.

472. Ibídem.

473. Ibídem.

474. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 152-154.

475. Garay, Blas, op. cit., pp. 254-255.

476. Cardozo, Efraím, op. cit., pp. 159-160.

477. Garay, Blas, op. cit., pp. 257-258.

478. Ramos Mejía elaboro su libro sobre las neurosis de hombres célebres a través de los testimonios tendenciosos de Loizaga y Gregorio Machaín, dos exiliados paraguayos. Laconich, Marco Antonio, El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Supremo Dictador de la República del Paraguay. Asunción, s.n., 1976, pp. 26 y 42.

479. Vázquez, José Antonio, op. cit., p. 379. Documento 429.

480. Vázquez, José Antonio, op. cit., pp. 379-380. Documento 429.

481. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 166.

482. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 168.

483. Cardozo, Efraím, op. cit., p. 172.

484. Lynch, John, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826. Barcelona, Ariel, 2010, p. 335.

485. Lynch, John, op. cit., p. 335.

486. Benítez, Justo Pastor, op. cit., p. 186.

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA CITADA

 

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- Vitoria, Francisco de O. P., Relecciones sobre los indios y el derecho de guerra [1539]. Madrid, Espasa Calpe, 1975.

 

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo

Una revolución en nombre de Fernando VII

"Los Españoles Americanos son nobles, fieles, valerosos"

El Doctor Francia proclama la independencia del continente americano

Los hijos de Pa'i Tume

El mito del aislamiento

Carlos Antonio López proclama la independencia de la República del Paraguay

Epílogo. Una epopeya genuinamente nacional

Apéndices

Bibliografía.

 

 

 

 

 

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