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ERASMO GONZÁLEZ

  JULIO CORREA - Por ERASMO GONZÁLEZ - Año 2013


JULIO CORREA - Por ERASMO GONZÁLEZ - Año 2013

JULIO CORREA

Por ERASMO GONZÁLEZ

Colección GENTE QUE HIZO HISTORIA N° 5

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia

Corrección: Rodolfo Insaurralde

I.S.B.N.: 978-99953-1-383-8

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares junio, 2013

 

 

CONTENIDO

 

Prólogo

Introducción

Capítulo I

La familia Correa-Myzkowsky

Las particularidades del niño

La semblanza de Correa

Los inicios del artista

Un paso fundamental

El artista del pueblo

Un bardo rebelde

Capítulo II

Cuerpo y Alma

El inicio de un estilo teatral

Correa y el idioma guaraní

El estilo literario de Julio Correa

La década del 30 y el auge del teatro popular

El teatro "correano"

Su elenco teatral

Los éxitos del teatro correano

Breve comentario de dos obras teatrales

Las aventuras del elenco de julio Correa

Capítulo III

Los avatares políticos en la vida de julio Correa

Sucesos del 23 de octubre de 1931

Fe en Franco y en Febrero

El asesinato del estudiante Agüero

Homenaje a Joel Estigarribia

Py’a pota

A los traidores

Revolución y persecución

Capítulo IV

El final: Ñande verso, umí ñande verso cuera mante opytá

Ecos de su partida

La anécdota de Pincho

Capítulo V

La proyección histórica de don Julio Correa

Academia Literaria julio Correa

Origen del Museo de julio Correa

El Museo remodelado y el proyecto de Teatro

Anexos

Anexo 1: Las horas últimas de Julio Correa.

Testimonio de

Anexo 2: Julio Correa en una canción

Anexo 3: Afecto de Aníbal Romero

Anexo 4: Discurso de Clotilde Pinho Insfrán por la desaparición de Julio Correa

Anexo V: Inédita epístola de don julio Correa enviada a don Ernesto Báez

Cronología de Julio Arístides Correa Myzkowsky

BIBLIOGRAFÍA

El autor

 

 

 

El viento de la añoranza

 

Me trajo los días ausentes

el viento de la añoranza.

y estoy viviendo el ayer

toda gozosa mi alma

soñando alegre que nunca

la vida ha sido tan mala.

Y en un feliz egoísmo,

sin pensar que esto me mancha,

mi corazón canta alegre

cuanto más llora la patria

acosada de cretinos

que la comen como llagas.

 

Luque, 19 de febrero de 1940.

Julio Correa.

 

 

PRÓLOGO

 

         Incluir en la COLECCIÓN GENTE QUE HIZO HISTORIA la biografía de don Julio Correa es algo que enaltece a la misma, sobre todo, porque recuerda a uno de los hombres que contribuyó con el teatro paraguayo y con el fortalecimiento del idioma guaraní en las tablas nacionales, en momentos en que dicha lengua comenzaba su reivindicación como característica de la identidad paraguaya.

         JULIO CORREA es una biografía escrita por el Dr. Erasmo González, joven historiador nacido en Luque, quien en forma breve nos describe y explica la vida del más importante dramaturgo paraguayo de comienzos del siglo XX y, sin duda, el gran impulsor del teatro en guaraní desde la década de 1930.

         Correa es ejemplo del escritor comprometido; escribió en la prensa y formó parte de la Generación de la REVISTA JUVENTUD. Se destacó también como poeta, y tanto en sus obras de teatro como en sus versos se observa el fuerte contenido social, la denuncia contra las injusticias y por sobre están representados en sus obras personajes populares paraguayos en situaciones cotidianas.

         Con su propio elenco presentó sus obras en distintos puntos de la República y en el extranjero. Llevó la Cultura a diferentes rincones de la República, en un tiempo en que no existían muchas formas de entretenimiento como hoy en día, por lo que una puesta en escena teatral era un evento inusual y atrayente, principalmente en aquellas poblaciones en las cuales la vida transcurría monótona y cadenciosa.

         Correa fue uno de los pocos literatos paraguayos que conoció la fama en aquella época, pero así mismo padeció los aspectos más duros de un régimen que fue estableciendo la represión y el odio como divisa.

         Por lo cual sufrió la cárcel y el saqueo de su casa en Luque durante la Guerra Civil de 1947, pues su simpatía por el febrerismo entonces conocido como "Franquismo" era sabida. Pero, por sobre todo, era su denuncia a las injusticias que padecían los más débiles y necesitados en una sociedad excluyente en la cual la injusticia social era la realidad del día a día en el Paraguay, lo que lo hizo indeseable para el régimen.

         Este libro es un justo homenaje pues el próximo 14 de julio de 2013 se conmemorarán 60 años de la partida a la inmortalidad de Don Julio Correa, un gran paraguayo y uno de los hijos más dilectos de la ciudad de Luque.


         Herib Caballero Campos

         junio de 2013

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         Realizar estudios biográficos sobre personalidades no vinculadas al poder político pareciera ser menos complicado para un investigador, pero tampoco es así. Es el caso de la literatura en el Paraguay, cuando el modo artístico generalmente se disfruta con el idioma guaraní, se genera una situación en donde para cierto tipo de público es sinónimo de rudimentaria cultura; prejuicio que lamentablemente hasta hoy día sigue presente en ciertas mentalidades retrogradas y obstinadas en desvirtuar todo lo relacionado con la cultura nacional. Tal es así que, analizando la historia de la cultura paraguaya, podemos percatarnos cómo en diferentes períodos, las obras de muchos paraguayos no siempre fue valorada por distintas generaciones, simplemente por tratar caracteres culturales autóctonos.

         El desconocimiento sobre la obra de nuestros cultores es una cuestión que ciertamente es tema de interés considerando las características del mundo globalizado en donde, obviamente, lo foráneo pesa más que lo autóctono, ocasionando así un desinterés que simplemente es producto del desconocimiento, o mejor dicho de la ignorancia.

         Desechar ese tipo de posturas es necesario si queremos erigirnos en un país fortalecido espiritualmente, con ciudadanos que conozcan los legados culturales dejados por otras generaciones de paraguayos y así apreciar la rica expresión de esta nación. Bajo este enfoque se hace necesario reivindicar a aquellos cultores paraguayos que han apostado a su talento para dejar su preciado arte a la sociedad paraguaya.

         Con este pensamiento nos introducimos en la vida del multifacético Julio Arístides Correa Myzkowsky, personaje que marcó un nuevo estilo en la literatura nacional, justamente por encajar aspectos tan paraguayos en círculos culturales a partir de la década del 20, una época en donde las expresiones artísticas que caracterizan a nuestra nación estaban ganando preeminencia en la sociedad paraguaya. De esa época datan los aportes realizados por distintos poetas, músicos y literatos en idioma guaraní.

         La fecunda labor de Julio Correa es verdaderamente revolucionaria, pues sus obras se caracterizan por demostrar la cruda realidad de los sectores más vulnerables de la sociedad, olvidadas por la clase dirigente del país quienes lo convierten en víctimas del sistema que los expone a diversos tipos de atropellos. Estos grupos son los desposeídos, que muchas veces no se atreven a reclamar porque temen a no ser escuchados. Ellos fueron la inspiración preferida en los escritos de Correa, ganándose con ello el respeto de los humildes y la persecución por el gobierno dictatorial.

         Con justiciero acierto Julio Correa fue descripto como el artista que vivió todos los estados de la pasión. "Esa pasión de su pueblo, cuyas miserias vio siempre con el corazón dolorido, y con su lira presta a entonarle canticos que mitigaran su tragedia de siglos".

         Recordar las facetas de este artista es hacer justicia a su memoria, por su lucha contra las arrogancias del poder, por su deslizamiento mordaz para hacer reír las desventuras de su pueblo, por la respetabilidad que tuvo como ciudadano para sobrellevar los momentos amargos de una vida dedicada al arte, una vida sin lujos pero con una admirable dignidad.

         Julio Correa, vivió en su quinta de la ciudad de Luque; convertida hoy en museo como homenaje al artista que vivió las mismas privaciones que el pueblo al que tanto valoró por su abnegada lucha por sobrevivir en medio de tantas indolencias sociales. Ese museo es el tributo al hombre que demostró que el arte teatral es universal y que nunca debe existir restricción idiomática ni condición social para disfrutarla. Este trabajo contó con la valiosa colaboración de distinguidos ciudadanos luqueños, el doctor Julio Correa Martínez (hijo del artista) quien incondicionalmente nos brindó imágenes de la familia; el doctor Gilberto Ruiz, quien amablemente nos recibió y nos ofreció informaciones; y el presidente de la Academia Julio Correa, el profesor Hugo Echeverry, quien generosamente nos otorgó su invalorable apoyo en llevar adelante este proyecto. A las tres personalidades, nuestros más sinceros agradecimientos.

 

 

CAPÍTULO I


LA FAMILIA CORREA-MYZKOWSKY

 

         Eleuterio Correa, nacido en 1847, fue un comerciante originario de Minas Gerais (Brasil). De acaudalada fortuna llegó al Paraguay durante la Guerra contra la Triple Alianza en carácter de funcionario civil adjunto del ejército brasileño; además se desempeñó como oficial honorario del ejército oriental. Al término de la guerra decidió radicarse en el Paraguay realizando diversas actividades productivas.

         El inmigrante de Minas Gerais llegó a ocupar importantes cargos en diferentes casas comerciales en el período de posguerra hasta inicios del siglo XX, pues se desempeñó como gerente de la casa TRAVASSOS Y CÍA.; gerente y accionista del Ferrocarril Central del Paraguay; gerente, accionista y fundador del BANCO DEL COMERCIO DEL PARAGUAY; fundador y accionista de la gran fábrica EL SOL. Además fue presidente de la Municipalidad de Asunción en varios periodos; también, gerente del BANCO NACIONAL DEL PARAGUAY; gerente de la BANCA DE CONVERSIÓN; recolector de Impuestos Internos; gerente de la CASA PATRI; Cónsul del Brasil, entre otras actividades.

         El 21 de diciembre de 1906, don Eleuterio Correa presentó una atenta nota al Cónsul General del Brasil en el Paraguay en donde le expresaba: "Naô me sendo possivel continuar a prestar servicios como auxiliar d'esse Consulado Geral. Apresento a V.S. a minha demissao desste emprego".

         Finalizada la contienda de la Triple Alianza, Eleuterio Correa contrajo matrimonio con la señorita Amalia Myzkowsky, quien fuera descendiente del ingeniero polaco don Leopoldo Myzkowsky, quien llegó a ser Coronel y prestó sus servicios al ejército paraguayo en la guerra de 1864 al 1870. El coronel mencionado fue uno de los pocos muertos de las tropas paraguayas en la memorable batalla de Curupayty; pues el mismo fue enviado al frente como soldado raso por orden del mariscal López como castigo por ser considerado espía de los aliados. El malogrado combatiente polaco de Curupayty contrajo matrimonio con doña Petrona de Argaña, dama de reconocida familia de la sociedad paraguaya desde tiempos de la Colonia.

         Se cree que de la unión matrimonial entre Eleuterio Correa y Amalia Myzkowsky, nacen seis hijos: Luis, Enrique, María, Teresa, Dina y el menor de los hermanos, Julio Arístides. Sin embargo, la versión que nos proporcionó el doctor Julio Correa hijo, afirma que entre la prole del mencionado matrimonio se encontraban realmente: Luis, María Teresa, Mario y Julio. Dicho testimonio está basado en el registro del panteón familiar. Dina, probablemente fue una de las primas de Julio y sus hermanos pues su nacimiento data de 1918, cinco años después de la muerte de Eleuterio Correa. Por su parte, Enrique fue hijo de uno de los hermanos de Julio.

         El menor de la familia Correa-Myzkowsky, llegó al mundo el 30 de agosto de 1890 en Asunción. Walter Wey afirma que Julio heredó de su padre su aspecto físico: "Tal vez los ojos, la piel clara y los trazos portugueses (...) De la madre, no hay duda, heredó el alma guaraní".

         La vida en la familia Correa Myzkowsky estuvo marcada por la opulencia y el lujo; pero tendrá un duro revés con la muerte de don Eleuterio ocurrida en París en setiembre de 1913. La familia, acostumbrada a las ostentosas fiestas de gente selecta, cambió radicalmente de aire con la muerte del padre, al punto que solo Julio decidió radicarse en Paraguay, su madre y sus hermanos emigraron a otro país. La fortuna de la familia se desmoronó y el más joven de los hijos decidió radicarse definitivamente en la quinta de Luque, "último resto de un pasado opulento". Su decisión de quedarse en su casona le valió ser considerado hijo de Luque, por adopción mutua. En ese poblado crecerá el artista crítico; en ese vergel se formará el niño que conocerá la realidad que dista del lujo heredado del padre; desde esa tierra se transformará el hombre que plasmará con su pluma una conciencia de lucha en contra de los usurpadores de la felicidad de ese pueblo al que conoció sutilmente.

 

         LAS PARTICULARIDADES DEL NIÑO

 

         El bautismo de Julio Arístides se realizó el 12 de octubre de 1890, a poco más de un mes de su nacimiento. Sus padrinos fueron don Ángel Crovato y doña Adela Myzkowsky. El entonces presbítero Juan Sinforiano Bogarín se encargó de sacramentar al menor de los hijos de don Eleuterio y de doña Amalia, en la catedral de Asunción. La niñez del artista pasó en medio de los lujos que la posición económica de su padre le brindaba. Sus estudios básicos los realizó en el Colegio de Concepción del Uruguay.

         Con un carácter ciertamente inquieto y rebelde, su conducta díscola le motivó a fugarse de su colegio y volver a Asunción. El artista, menor de los hermanos, no mostró simpatía por la disciplina, prefería muchas veces solucionar sus problemas por medio de los puños, característica de su persona que perfilaba al hombre que se constituiría en el escritor que fue adquiriendo un carácter nervioso y precipitado ante la injusticia que se consumaba en su alrededor.

         En el estudio no fue aplicado, pero ese déficit lo compensó con una inteligencia lúcida que le permitió llegar a alcanzar una suficiente ilustración, hecho que lo adquirió más gracias a su genio observador, que a su afán de encerrarse en la biblioteca del padre a devorar los libros.

         Arturo Alsina, describió la niñez de Correa:

         "Es el clásico niño terrible, campeón de juegos infantiles, maestro en remontar pandorgas, invencible en las artes del pido palo y las bolitas, capitán de guerrillas escolares diestro en el escondite y la sorpresa, a menudo hace valer con contundente eficacia la fuerza de los puños, manifiesta desde temprano la tendencia a evadirse del círculo social al que pertenece para incorporarse al grupo de niños humildes, pobres y desvalidos con quienes comparte el pan y el dulce de las meriendas. El suburbio surcado por un dédalo de senderos sombreados recorrido en las horas de rabona, no tiene secretos para el niño curioso e inquieto."

         La inclinación por los versos se manifestó en el joven Julio Arístides desde muy joven, dominando cabalmente uno de sus poemas preferidos, El romance de la niña de París.

 

         LA SEMBLANZA DE CORREA

 

         La personalidad del artista fue la del trabajador paraguayo que descuida su presencia de virtuoso y se ubica dentro del ciudadano común y corriente. De hecho su condición económica no le permitió tener un estilo aireado propio a la de un artista. Las

personas que conocieron a Julio Correa describen sus rasgos físicos como secuela de su dura vida; por lo que en las siguientes descripciones se comprenderán su semblanza.

         El memorable poeta Herib Campos Cervera recuerda al artista luqueño con una apariencia de naturaleza imperfecta como la de "un hombre cuyas facciones parecían hechas al apuro y a cuchilladas: irregular, disimétrico y hasta feo". Sin embargo Campos Cervera regula esta caricaturesca descripción valorando su temple "unos ojos vivaces y llenos de dulzura le alumbran la cara como un relámpago de bondad que en la escena se transfigura hasta provocar lágrimas o rugidos en el público". El propio Correa reconocía: "Mi cara, verdaderamente, no puede atraer las miradas de las mujeres".

         El carácter de don Julio Correa, dice Campos Cervera se caracterizó por ser "voluntarioso, impulsivo, orgulloso, manirroto, locuaz; de inteligencia activa y, cuando la vida no lo maltrataba, de humor fresco y risueño". "Para su arte, muy exigente, está lleno de ambiciones; un tanto bohemio, suele caer en ensueños líricos", agrega.

         Francisco Bazán recuerda la figura de don Julio y lo describe: "El rostro tosco y ancho, velado por un amargo resplandor. La sonrisa era un tajo rudo y manso a la vez, que distendía algún instante la densa gravedad de su transitada expresión. Figura gruesa, lenta, de 'sonámbulo ensimismado', tenía algo de agreste, de tallo macizo y desolado. Sus rasgos, opaco, irremediable. Impresionaba como hombre esencialmente bueno, pero sin alegría; perenne desventurado, más allá del severo dominio de sí mismo."

         La última descripción hecha al poeta luqueño fue en las postrimerías, lo detalla su amigo Facundo Recalde:

         "Con su cara aviejada ya de nacimiento, cavada por las inquietudes de poeta y la ansiedad del hombre pobre, con su accidentada frente de montaña, con su cutis quemado por la combustión interior, con sus ojos de acerado azul mojado en llanto inédito, con su boca amarga llena de dulzura acida, con su mentón mefistofélico, con su pelo en alboroto como un tumulto de ideas sin asir, con su desaliño olímpico, con su nariz de fauno fracasado, con su eterno trajecito viejo [...] la gente lo veía pasar a su lado como un burgués en decadencia o jubilado por la mala suerte, sin saber que era un arcángel de vacaciones en la tierra."

         El parecido del artista no fue la de un acomodado burgués que vivió del arte, Correa vivió para el arte. Su figura se contrastaba con la del hombre que en su niñez gozó de buena educación y estilo refinado. El artista fue un hombre de pueblo, que vivió con las mismas necesidades que su condición económica le imponía. Su aspecto físico sufrió el impacto de la vida dura dejando cicatrices de sufrimiento en su exterior.

 

         LOS INICIOS DEL ARTISTA

 

         La juventud de Julio Arístides transcurrió en medio de un despertar cultural; la influencia de los intelectuales de la generación de inicios del siglo, denominados novecentistas, impactó notablemente en la mente de muchos jóvenes. Entre la corriente moderna y posmoderna, Julio Correa desarrolló sus primeros pasos literarios, colaborando con la revista JUVENTUD, fundada en 1923 por Raúl Battilana, Heriberto Fernández, Pedro Herrero Céspedes y Carlos Zubizarreta. Del mismo círculo literario serán Vicente Lamas, José Concepción Ortiz y Hérib Campos Cervera. El de más edad entre los citados fue Julio Correa. En 1926 aparecía en la publicación un poema de autoría de Correa.

         Las investigaciones del extinto escritor adherido a estudios de la cultura nacional, Rudy Torga, dicen que "Julio Correa, fue amigo y animador en las tertulias culturales con José Asunción Flores, Emilio Bobadilla Cáceres, Diosnel Chase, Agustín Barboza, Félix Pérez Cardozo y Ortiz Guerrero, Félix Fernández, Máxima Lugo, Darío Gómez Serrato, Emiliano R. Fernández, Carlos Miguel Giménez, entre otros".

         Estas amistades, no son hechos aislados, pues como refiere Torga:

         "Estos paradigmáticos artistas, recogen las formas expresivas del pueblo paraguayo para crear un verdadero movimiento artístico humanista que cambiará en mucho, toda la producción musical, poética y teatral paraguaya, llevándola por nuevos cauces; desde aquel presente creativo hacia éste futuro que no llega a renacer en el horizonte del teatro paraguayo al tercer milenio."

         Uno de los lugares frecuentados por el virtuoso luqueño y los mencionados artistas, según comenta el doctor Correa, fue en la farmacia que le perteneció a Arturo Alsina, ubicada en la zona céntrica de Asunción; allí los nombrados artistas compartían sus tertulias en ese espacio físico que evidentemente no era adecuado para tales encuentros.

         Según Vicente Lamas, quien conoció a Correa en la estación de tren en Luque, fue en el año 1926 cuando un día Julio Arístides sacó un papel arrugado de su bolsillo, y tímido y receloso expresó: "Es un engendro de mi cosecha".

         La poesía de Correa cautivó a su interlocutor:

         "Como ignoraba su inclinación por la poesía, quedé deslumbrado ante aquel descubrimiento: era un bello y delicado soneto de corte clásico, de acabada factura, de musicalidad exquisita y fluente inspiración. Era que el viejo quebracho daba su primera flor. Al instante le pedimos autorización para publicarlo en EL DIARIO, pero se opuso en forma terminante alegando que ello daría lugar a las pullas de sus allegados que sólo veían en Correa a uno del montón, cuanto más a un ingenioso animador de sus reuniones y francachelas.

         - Pero eso es cobardía- le dije.

         - Y bueno - contestó en el acto. - Que lleve la firma Escobar Díaz..."

 

         Herib Campos Cervera recordó los inicios de Correa como autor teatral: "En 1931, era todavía un plácido poeta lugareño que alternaba tímidamente su labor burocrática con su tarea improductiva de escribir versos". Según Campos Cervera, fue el poeta Facundo Recalde, poeta y amigo de Julio, quien leyó su obra teatral denominada Sandía Yvyguy. De hecho la amistad entre Recalde y Correa ya fue más aguda ya que el luqueño llegó a escribir en el periódico del primero, en una sección a la que llamó Dialoguitos Callejeros, a instancias del poeta guaireño Manuel Ortiz Guerrero. Desde ese tiempo, también el otro amigo guaireño de Correa, Facundo Recalde lo estimuló a incursionar en escritos de obras teatrales, así surgió su primera obra, Sandía Yvyguy, estrenándose con el apoyo de una comisión de damas, que aprobó la representación de la mencionada obra con fines benéficos. A partir de ese momento "el gran empujón estaba dado; Correa vencía su timidez y se lanzó ardorosamente a la tarea de representar su obra", expresa Hérib Campos Cervera.

         Por lo tanto en la formación artística de Correa tuvo transcendencia la amistad que mantuvo con los guaireños Manuel Ortiz Guerrero y Facundo Recalde, el primero en la poesía mientras que el segundo comprobaría algunos años después el talento del escritor de Luque en guiones de obras teatrales. Estos tres artistas formaban parte de un grupo de virtuosos vinculados con la labor de tomar como bandera el desarrollo de la cultura nacional autóctona.

         La amistad entre los artistas se manifestó con diversos poemas dedicados, uno de ellos fue escrito por Correa al poeta guaireño Manuel Ortiz Guerrero, fallecido en 1933 a causa de contraer la enfermedad del mal de Hansen:

 

Caballero un Rey Mago en las nubes del Este,

llegó desde su patria vecina a la del sol,

y nos trajo los versos de su alma celeste,

pura como el más puro oro que ardió en crisol.

Este gran rey guerrero pasó la vida en lides

faz a faz, pecho a pecho, con toda adversidad.

Dime: ¿cuándo, Guerrero, cultivaste tus vides

para darnos el fresco vino de tu bondad?

Mi boca sitibunda a la copa aproximo

y bebo tu poesía, jugo del buen racimo

que exprimieron las hadas con sus manos de luz

en los privilegiados lagares de tu astro.

Tu vino simboliza la sangre del maestro

por todos los pecados derramada en la cruz.

 

         Aníbal Romero apunta que en la década del 40 los artistas tenían como centro de encuentro el Bar Felsina, ubicado en las actuales calles de Palma y 14 de mayo, zona céntrica de la capital paraguaya. En el mencionado lugar los cultores del arte "discutían como de costumbre sobre política y deportes". "En una de las mesas, Julio Correa comenzaba su tarea de quinielero, anotando en su libretita apuntes relativos", acota Romero.

 

         UN PASO FUNDAMENTAL

 

         En el año 1916 Julio Arístides Correa se volcó al amor fijando sus pretensiones en Georgina Martínez; dama a la que conoció desde muy joven pues la doncella fue criada con Inocencia Argaña, prima hermana de Amalia Miskowsky, madre de Julio Correa. La joven luqueña, llegó al mundo un 23 de abril de 1901, hija de Buenaventura Martínez y de María Pabla Martínez. Realizó sus estudios primarios en la escuela de la ciudad.

         Los 16 años de edad de Georgina no permitieron que los cumplidos del menor de los hijos de doña Amalia le fueran retribuidos. Partiendo el poeta a Córdoba, la distancia y añoranza por aquella joven motivó la inspiración de una poesía denominada Chiquilla Loca, en cuyas letras se refleja el sentimiento del poeta hacia la doncella; poesía cuya primera estrofa expresa:

 

Loca chiquilla, me tienes loco

con tus ojos azules risueños;

me hiciste tuyo poquito a poco

y hoy eres reina de mis ensueños.

 

         Tres años buscó la aceptación de Georgina, hasta que finalmente las pretensiones del joven poeta fueron formalizadas el 7 de julio de 1920, cuando el encargado del Registro del estado civil, Juan Bautista Almirón, certificó la unión matrimonial entre Georgina Martínez de 19 años y Julio Correa de 28. Georgina Martínez, no solo se convirtió en esposa de Correa, además formó parte de su elenco teatral debutando en escena en Villarrica en 1934, debido a la enfermedad una de las figuras de la obra, llamada Susana Mereles. La revista AMANECER, perteneciente a la Academia Julio Correa de la ciudad de Luque, recordó a la esposa del dramaturgo como una mujer que "daba su vida al teatro. Entregaba toda su alma a ese respetado público que asistía a esa misa mayor de la belleza artística".

         Las reliquias atrayentes conservadas en la casona de Julio Correa, hoy convertida en Museo, revelan el aprecio que los esposos Correa-Martínez tenían por el arte. En dicho lugar se encuentra pinturas de óleo donde aparece la pareja, fueron pintados Roberto Holden Jara en 1927 y otros cuadros retratados por el húngaro Wolf Bandurek. Además se aprecia un telón de paisaje típico del Paraguay como un fondo, obra de Ignacio Núñez Soler, cuyo hijo, Harmodio Soler Méndez estuvo en el elenco teatral de Correa.

         La presencia de Georgina en la vida de Correa fue significativa, pues la doncella luqueña fue una musa en la que se cimentó su legado. La admirable devoción de esa esposa es fiel ejemplo de nobleza de la mujer paraguaya, quien lucha palmo a palmo al lado del compañero en la ilusión de un futuro esperanzador.

         El poeta Facundo Recalde admiró la entrega de Georgina a la vida de Correa:

         "Tuvo, sin embargo, una felicidad Correa, una felicidad bastante rara, su mujer Jeorgina (sic), también actriz, cómica y dramática de vuelo, con quien la conjunción tuvo la unidad de electricidades positiva y negativa. Esposa de adhesión de sombra y eco, milagrosamente no autómatas, de fidelidad de labio para el otro labio, de lealtad de ala a su gemela, cuando el compañero volvía de la lucha, rechazado por la calle ingrata, empedrada de envidia y de odios, roto por la mezquindad del mundo, corrido por la estrechez económica, Jeorgina (sic) lo recibía con los brazos abiertos de su júbilo animoso, en el regazo de su hacendosa fortaleza, y hacía prodigios, nadie sabe cómo, para convertir en banquete la olla humilde, y el postre un tónico optimismo, y la almohada, al fin, un acumulador de paz."

        

         El artista luqueño reconoció la lucha conjunta que llevaba con su compañera, cuando estuvo en prisión a causa de persecuciones políticas, el dramaturgo escribió a su esposa desde la misma cárcel estos versos, en la poesía que denominó Para ti, Georgina.

 

Compañera, no llores al verme prisionero:

Por unos cuantos días

nuestra dicha se trunca;

Pero seguimos siendo los buenos compañeros

Que no se olvidan nunca

Ahora el dolor te embarga

...desecha toda pena;

Nuestra vida es más larga

Que esta injusta condena

Yo pienso jubiloso

En este calabozo

Cada hora que pasa

Me va acercando a casa

Y dentro del alma llevo

Para ella un beso nuevo.

 

         Doña Georgina Martínez de Correa asistió en su lecho de muerte a su compañero amado, después del deceso del artista mantuvo esa unión de por vida, lidiando sola con la esperanza de ver crecer a su pequeño hijo con la ilusión de días mejores.

         La muerte de Julio Arístides no mermó en ella su espíritu de lucha; sintió el deber de venerar el legado de su esposo, legado de la cual ella misma fue partícipe, y en medio de privaciones económicas se mantuvo altiva para colaborar con la fundación de la Academia Julio Correa en 1964 y convertir su propia vivienda en Museo de la ciudad, costeando ella misma los gastos que eso significaba.

         En una entrevista de Armando Almada a doña Georgina viuda de Correa, realizada poco antes del fallecimiento de la actriz; el entrevistador la notó visiblemente aquejada no solo por el paso de los años, sino también inquietada por las repetidas promesas incumplidas de las autoridades de turno en los proyectos de refaccionar la casona. En esa oportunidad la viuda relató como don Julio Correa requería de su opinión para aprobar sus obras:

         "Recuerdo que una vez rompió todo una obra que acababa de escribir. Su pieza Karu poká la convirtió en pedacitos y la tiró. No me gusta, dijo, y chis, chis, lo rompió. Y como él se iba todas las mañanas en tren a Asunción a trabajar, recogí los papeles y puse los trozos en el suelo y los fui armando, pegando, hasta recomponerlo totalmente.

         Él acostumbraba a leerme todo lo que escribía. Si no me gustaba, lo volvía a rehacer. Me hacía mucho caso. Yo era su crítica, digamos. Otras opiniones no le interesaban. Mi juicio era lo único que escuchaba. Siempre me leía sus trabajos. Ni bien nos acostábamos, me leía. Nos pasábamos horas y horas hablando y viendo de qué manera superar o enriquecer una obra. Y yo le decía, por ejemplo; '¡Qué lindo!, ¡me gusta!, ¡está bien!'. Eso bastaba. Una noche le dije. 'Te voy a leer una obra mía'. Y le saqué Karu poká, y dije: 'Vos lo rompiste, lo mataste. Puesto que yo lo hice revivir otra vez es mi obra'... Karu poká tuvo un gran éxito. Lo que dura y prospera y perdura es lo que nació humildemente y se fue nutriendo de su propia sustancia."

         Doña Georgina Martínez de Correa falleció en su ciudad natal, Luque, el 20 de mayo de 1981, a los 80 años de edad, dejando viva la memoria de su compañero a quien se consagró de por vida.

 

         EL ARTISTA DEL PUEBLO

 

         Las semblanzas hechas a Correa nos inducen a imaginar a un hombre cuya sencillez espiritual fue coherente con su forma de vida. Fue común en la primera mitad del siglo XX encontrarlo en medio del bullicio pueblerino tomando el tren en la estación de Luque, moviéndose entre la alborotada faena del comercio de la gente de pueblo, conviviendo con la dura experiencia de los necesitados, salir en las frías mañanas de la madrugada para otorgar una buena recompensa por sus productos agrícolas y en los meses calurosos del año arar la tierra para esperar pacientemente la época de ventas. Recuerda el doctor Julio Correa hijo, una de las curiosas facetas de la vida del artista. En su convivencia con sus vecinos, don Julio tuvo un espacio en su finca preparado para la carrera de caballos. El artista tenía su corcel, sin embargo su suerte en las apuestas siempre le resultaron infructuosas; aunque todo lo perdido en los juegos lo volvía a recuperar cuando desafiaba a sus contrincantes a una corrida entre ellos mismos, competencia de la cual el artista salía siempre airoso debido a su gran agilidad.

         Este testimonio demuestra cómo el artista no encontraba límites en amigarse con la gente del pueblo, este tipo de andanzas templaron su espíritu, incitando sus atracciones hacía los valores vivenciados por los humildes.

         Expresa el escritor brasileño Walter Wey:

         "¿Quién no conoce y admira a Julio Correa poeta, dramaturgo, empresario, rematador, negociante, contador de anécdotas y destilador número uno de venenos políticos y literarios? Tal vez las víctimas, hombres y mujeres, que no fueron respetadas por su talento de improvisador de versos satíricos, que nunca fueron publicados, pero que todos saben de memoria. Oír a Correa recitarlos en una rueda, en la esquina de la calle Palma o en su quinta de Luque, constituyó uno de los más bellos espectáculos de nuestra vida."

         En su faceta fuera del escenario Correa se llegó a dedicar a Inspector Municipal de Pesas y Medidas y rematador público. Una de las anécdotas del autor recordada por Herib Campos Cervera, refiere que "a veces lo encontraba atiborrando de octosílabos el dorso de sus papeletas de multas" lo que le acarreó serios problemas para cumplir con la ordenanza ante el infractor quien se negaba a aceptar como válidas esas boletas escritas al dorso con sus poemas.

         En medio de esa realidad vivió Julio Correa; observando detalladamente las injusticias que se acumulan como secuela de la pobreza, y apuntando con su inspirada pluma una antipatía hacía el privilegio de los estratos superiores. Sin embargo, conviviendo con la pobreza, no permitió ser víctima de las circunstancias en su estado de necesidad material; por el contrario siempre tuvo un estilo altivo y señorial reflejado en su mirada de observador y protagonista de las desventuras de su pueblo. Sintió la necesidad de expresar la experiencia de la gente común, su capacidad de "fotógrafo intuitivo" fue bien recompensada por ese pueblo que se creyó identificado con su arte, pues era su propia realidad llevada en escena teatral.

         Por ello Campos Cervera lo califica como "el primer poeta civil del Paraguay", ya que en muchas de sus obras se concebía toda su angustia por los sufrimientos de la gente que luchaba día a día sembrando vanamente anhelos, esperanzas utópicas de una vida mejor.

         Correa, como diría uno de sus biógrafos, describió en su obra a "la voz del campesino, la voz de la mujer descalza, la desnuda voz del mita’i, la voz del proletariado, la sazonada voz de los ancianos, hecha hamaca de quejumbre o crispar de puños de protesta, junto con el mensaje de esperanza de la raza, y la urgente interrogante del presente, y los grávidos puntos suspensivos del futuro".

         Con respecto a su temperamento fue calificado como "voluntarioso, impulsivo, orgulloso, manirroto, locuaz; de inteligencia activa y, cuando la vida no lo maltrataba, de humor fresco y risueño (...) Para su arte, muy exigente, está lleno de ambiciones; un tanto bohemio, suele caer en ensueños líricos". Una de las realidades sociales que captó Correa fue la vida olvidada de los excombatientes de la guerra del 70, hecho que lo inspiró a escribir un poema denominado La Pregunta:

 

 

Viejecitos descalzos

que vagan por las calles

alegres de la urbe

como un pregón del hambre,

con las manos tendidas

en un gesto implorante:

nadie piensa al mirarlos

en que fueron titanes

que asombraron al mundo

cuando la guerra grande.

Yo pregunto a la Patria

si los héroes de ahora,

de aquí a cincuenta años

serán unos misérrimos

viejecitos descalzos.

 

         Los escritos de Julio Correa aparecieron en varios medios impresos, como lo demuestra un artículo de la revista GUARANIA de 1934, donde el dramaturgo de Luque se adhirió al homenaje de los 397 años de la fundación de Asunción, recordando y criticando a la vez la realidad del arroyo Jaén. En las letras de la misma el lector podrá captar las descripción critica de un ciudadano hacía las impurezas del arroyo; cuyas aguas fueron inutilizadas por la contaminación, fruto de la miseria humana, aunque no desperdició las letras de su poesía para registrar la belleza y la utilidad de la naturaleza.

 

Este arroyito es sucio, más él canta

una canción que es limpia hasta ser santa.

Sus aguas enturbiadas de albañiles

que arrastran pus y sangre de los hospitales,

y harapos y algodones,

siguen los moscardones

lanzando a coro un do de pecho

con ásperas sardinas.

Un zapato deshecho

a su vera tirado,

con una risa estúpida y mordaz,

se ríe de un rapaz

que de una lata vieja de sardinas

armó un acorazado

en el brujo astillero del ensueño.

Un triste can sin dueño

en su corriente impura

se refrescó toda la piel mordida,

lo miró con dulzura,

bebió y se fue camino de la vida

a recibir pedradas y mordiscos.

Vi de sus ojos mansos en los discos

reflejado un amor agradecido,

que el canto del arroyo ha enternecido.

Y después tres niñitos, tres hermanos

cogidos de las manos

del arroyito esparcen lidas perlas

dándoles puntapiés brincan al verlas,

y estallan las granadas

de alborozo de sus bocas en flor,

en un chisporrear de carcajadas.

Y el arroyo miserable y turbio

de todas las miserias del suburbio

es todo resplandor .

 

 

         UN BARDO REBELDE

 

         De poeta revolucionario, lo calificó René Dávalos. Una nueva forma de escribir estrofas distinguió al poeta agitador de Luque. Varias fueron sus poesías que describían los males sociales de la plebe, versos de alto contenido revolucionario y que le valió ser considerado un innovador.

         Dávalos sostiene:

         "El sentía la dolorosa realidad de su pueblo, la hazaña constante de su supervivencia, su postergación permanente frente a sus vastas potencialidades, su fracaso. Y paralelamente veía a los elegantes sostenedores de nuestra cultura, de nuestra literatura, demasiado ocupados en el arte para poder pensar, aunque más no fuese un poco, en la vida".

         La crítica de Correa a los escritores que concebían una poesía fuera de la realidad social, le llevó a escribir estos versos, afirma Dávalos.

 

No cantéis más poetas vuestra vieja canción;

de los dulces amores y de la vieja pena,

con las puerilidades de la dura cadena

que un Cupido de palo os ató al corazón

Dejad a un lado los jardines,

a los viejos poetas del Trianón y Versalles

con las cursilerías de Pierrot, arlequines,

princesas y pastores de los floridos valles.

Y volad a las calles

y con los adoquines

formad las barricadas heroicas del derecho.

Es ahora la hora

de presentar los pechos

a la ametralladora,

y de morir deshechos

vengando los agravios;

el himno de los libres en los labios;

crispadas o cerradas en puños vuestras manos,

golpeando la frente sucia de los tiranos.

 

         La inspiración poética de Correa, le habrá valido varios ataques por no estar ajustado al estilo idealizado en la época, situación a que siempre se enfrentan los innovadores. Sumado a esto, su condición no solo de poeta, sino de ciudadano rebelde le valió ciertas incomodidades. Sin embargo el escritor luqueño identificará claramente su condición social y su convicción personal:

Este mi traje viejo es el que me defiende

de la envidia insultante del vacío burgués.

Me creen condenado y ya nadie pretende ni aún el

hombre más malo, condenarme otra vez.

Pero sé quién soy

y sé hacia dónde voy

y sin jactarme de mi rango,

al ver pasar la vida, negro río del fango

propicio a la piara gruñidora y feroz,

yo le brindo mi verso en el nombre de Dios.

 

         Julio Correa fue un poeta que cautivó en sus versos a la desdicha humana, la desventura de las diferencias sociales, sus poemas revelaron la penuria social de un pueblo cuyo infortunio se agudizaba con la flojedad propagada por la injusticia social. Refiere Alcibíades González Delvalle: "Correa es de esos dramaturgos que no pueden vivir alejados de la fuente que alienta sus creaciones".

         En ese sentido el mayor Abelardo Burgos describió la vida de Correa en la revista AMANECER:

         "Vivió sus años, caminó sus pasos, escribió sus obras, masticó su impaciencia con ardor y valor, y luego de mirar la vida y la muerte de frente y sin traiciones, subió hasta la tarima de luz de nuestra historia [...] Julio Correa, tan dulce como hondo, tan fuerte como tierno [...] luchador y quimérico, que cruzó las calles de la vida, con su nombre de guerra y con sus pasos, con su pluma y su hondo mensaje de futuros."

         Si sus obras carecieron de un lenguaje aristocrático, los seguidores de ese estilo teatral implementado por Correa tendrán discípulos quienes perfeccionaran el modo efectuado por el escritor luqueño.

         Al respecto afirma René Dávalos:

         "Mediante Julio Correa fue más fácil que haya existido un Campos Cervera para quien no debe existir arte inútil o que existan Elvio Romero y aún muchos otros. A partir de Correa se hacen posibles los temas poéticos directamente obtenidos de la realidad."

         La inspiración de Correa hizo posible que la vivencia cotidiana de los humildes sean los temas preferidos en el público, el tipo de arte prolijo para un pueblo que estaba aquejado por los dramas de su condición endeble, estaba cediendo a un arte realista de gran atracción por la población. Los escritos de don Julio Correa están centrados en personajes, que pertenecen a sectores golpeados, desligados de las clases acomodadas. Desde esa temática los gobernantes y políticos serán los blancos de su denuncia poética y narrativa.

         Con esas características, las poesías correanas, fueron crudas y perspicaces, fruto de la inspiración de un artista que no encontró mejor manera de llegar a su pueblo que a través de sus escritos poéticos y narrativos. El paso de los años se encargó de dimensionar la importancia para la historia cultural del Paraguay de don Julio Correa como reivindicador social y propulsor del teatro en guaraní.

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO II


CUERPO Y ALMA

 

         En cuanto a la vasta poesía de Julio Correa, las mismas fueron publicadas en su único libro titulado Cuerpo y Alma, de 1943. En ella se encuentran la serie de poemas que tratan de diferentes temas que fue escribiendo en periódicos y revistas. Para 1948, la edición aumentó con los nuevos poemas de don Julio, y con ella quedó un valor perenne para los cultores de la literatura nacional. Las poesías de Correa demuestran claramente que el poeta también tenía vasto conocimiento del idioma español.

         La editorial Difusam, de Buenos Aires, fue la responsable de publicar en 1943 Cuerpo y Alma las poesías de Correa, cuyo prólogo estuvo a cargo de Eudoro Acosta Flores, que se refirió a los escritos de Correa:

         "Escribe con el corazón en mano. Sus versos son sencillos, con sencillez sincera del hombre humilde. Descuida un poco la métrica. Otro poco el idioma. Pero sus versos tienen raigambre humana muy profunda."

         El prologuista no descuida en su presentación el carácter discrepante del autor con el sistema sociopolítico de su país:

         "A ratos es revolucionario, con ímpetus de rebeldía socialista. Las desigualdades del mundo a veces le sacan de quicio. Pero él sabe, sin amarguras, que sus versos, ni los versos más pulidos del más brillante genio, no han de nivelar lo que está desnivelado, ni crearán más justicia que la establecida para los humildes y desamparados, los hambrientos y los perseguidos."

         El libro editado en 1943 fue dividido en dos partes, de la que 18 poesías pertenecieron al primer capítulo llamado Cuerpo mientras que los otros 18 poemas pertenecieron al segundo capítulo, denominado Alma.

         Varios años después de su muerte, en 1983, la colección de poemas de don Julio Correa Cuerpo y Alma se vuelve a editar como homenaje póstumo al legado dejado por este artista. El prologuista de esa edición fue Miguel Ángel Fernández, quien afirma sobre la obra correana: "No es una obra unitaria ni en su temática ni en su factura, pero un espíritu común aúna sus composiciones, en las que se encuentran con frecuencia la expresión de una sensibilidad delicada y una rebeldía viril frente a las injusticias de la sociedad y de la vida".

         De las 18 poesías editadas en la segunda parte de Alma, la nueva edición registró 26 poemas, además de 24 poemas inéditos. Los nuevos versos aparecidos vinieron de la mano de doña Georgina, quien proporcionó a los editores los poemas hasta entonces no editados. La nueva edición contiene además cuatro cuentos de Correa, y la recordación del mismo como símbolo de homenaje al poeta.

 

         EL INICIO DE UN ESTILO TEATRAL

 

         De acuerdo a los datos registrados por Josefina Plá, el teatro en el Paraguay tuvo su inicio durante el gobierno de Don Carlos Antonio López, quien construyó el Teatro Nacional. Sin embargo, las obras teatrales de carácter nacional no fueron auspiciosas en aquella época, prevaleciendo las compañías de carácter extranjero. Naturalmente, en las circunstancias del Paraguay de aquella época poco espacio se generó para difundir obras literarias y teatrales. Esa difusión artística se volvió a truncar con la Guerra contra la Triple Alianza.

         En las últimas tres décadas del siglo XIX, las compañías internacionales seguirán remendando ese vacío artístico hasta entonces intrascendentes en el país. Entre los años 1915 y 1924 surgen las primeras figuras que se convertirán en los primeros baluartes del teatro nacional. Sin embargo, el argumento de las obras nacionales poca preocupación mostraba hacia la realidad nacional. "La problemática local tienta poco a los escritores, y cuando lo hace, resulta casi siempre desnaturalizada por la versión en conflictos y tipos de moldes foráneos", expresa Josefina Plá en su investigación sobre la Historia del teatro en Paraguay.

         Agrega la investigadora que "Ni el tema histórico ni el indigenista imantan la atención del escritor teatral; constituyen excepción piezas como La epopeya del Mariscal, 1924, de Eusebio A. Lugo (1890-1953,) o La conquista, 1926, de Manuel Ortiz Guerrero (1897-1933)".

         Teniendo en cuenta estos antecedentes descriptos por Josefina Plá, se afirma que la actividad teatral iniciada por Correa fue revolucionaria en cuanto al argumento de su obra.

         La misma Josefina Plá reconoce el aporte de Correa al teatro nacional:

         "El teatro de Correa, en una acción despejante, homologa a la de su poesía, enfrentó al público por vez primera, con la realidad cotidiana -agudizada en sus aspectos sociales por la situación de guerra- en piezas a veces técnicamente inexpertas, pero estremecidas de vida, y el público se sintió de pronto extraño a aquellas otras obras en las cuales la forma teatral, más pulida, revestía contenidos cuyo eco le llegaba ahora de lejos, en escala sin ecuación en sus nuevas preocupaciones".

         Plá destaca la preponderancia del idioma guaraní y sostuvo:

         "Las piezas en castellano perdieron su escaso público: éste se volcó totalmente a las piezas en guaraní. El éxito de Correa llevó a algunos entusiastas a enunciar la tesis extrema de que solo un teatro vernáculo era posible en el Paraguay."

         Sin embargo, para la escritora el problema de la apatía hacia el arte escénico no fue solo la lengua española que dominaba el teatro, el problema del auge del teatro fueron los temas llevados, a escena, extraños al público.

         Refiere sobre la alternativa de que el idioma vernáculo reemplace al castellano:

         "Los hechos posteriores se encargaron de desmentirlos: el problema no era de idioma, sino de contenido, y en el fondo y por supuesto, de experiencia teatral en ese mismo público; pero lo positivo e innegable es que en la atmósfera creada por la situación bélica, el teatro en castellano se halló de pronto totalmente marginado; y esos escritores, animados de un gran fervor cultural, pero imposibilitados por sus mismas características generacionales para adaptarse a la circunstancia, inician su receso, en más de un caso definitivo en cuanto a su aparición en las tablas se refiere, aunque algunos sigan escribiendo y dando a conocer sus obras en cenáculos."

         El argumento utilizado por Julio Correa en sus obras teatrales demostró un aspecto interesante dejado de lado por sus predecesores: la realidad nacional. El mérito del autor teatral es descripto por Campos Cervera:

         "Lo grande en la obra teatral de Correa es que despertó en el pueblo la apetencia de espectáculos más nobles. Antes de él cohibido al pueblo y casi encallecido en la desconfianza por la defraudación de sus virtudes, sacrificios e ilusiones, no se animaba a cruzar el umbral de los teatros."

         Para la década del 30, el interés por el conflicto del Chaco con Bolivia coincidirá con el teatro difundido por Julio Correa, quien encontró un acontecimiento propicio para difundir argumentos costumbristas con lenguajes comunes que impactaron por su hondo contenido donde planteó los graves problemas del pueblo.

         El teatro de Correa fue capaz de divertir y generar reflexiones en su público, pues mediante sus obras el pueblo pudo identificarse y reflexionar sobre su triste realidad nacional.

         En ese sentido, Hérib Campos Cervera se refirió a julio Correa de esta forma:

         "El gran creador de imágenes de nuestro medio social y de nuestros problemas: drama de la miseria; de la tierra; de la sangre y de los celos. Ásperas tragedias que cada día vive nuestro pueblo (...) Nuestro pueblo interpreta así a Correa: como espejo de sus esperanzas más indeclinables; como intérprete de sus dolores más hondos y de sus alegrías más profundas."

 

         CORREA Y EL IDIOMA GUARANÍ

 

         Es bien conocida cómo la lengua guaraní fue discriminada, desde la época de don Carlos Antonio López, siguiendo con más ímpetu después de la Guerra contra la Triple Alianza, finalizada en 1870. Ese mismo año, a pocos días de haber sido muerto el Mariscal López, se decretó la prohibición del guaraní como idioma. Esta lengua, legado de los aborígenes guaraníes, fue siempre la más utilizada por los paraguayos en comparación al español, a pesar de la obstinación de varios personajes de nuestra historia que negaron su valor como lengua madre tratando de empaña su utilización. La generación del 900, corriente de pensamiento que involucró a jóvenes eruditos que demostraron las virtudes de su intelectualidad, contribuyeron notablemente en la formación de una conciencia nacional, acorde a las exigencias culturales que la nación derrotada necesitaba.

         Fue en la década del 20 cuando el idioma guaraní empezó a cobrar mayor protagonismo en la cultura nacional, mediante poesías, canciones, investigaciones étnicas, conferencias de lengua y, desde el mismo teatro. Prueba de ello son las afirmaciones del recordado historiador paraguayo del novecentismo Juan E. O'Leary, al sostener sobre el idioma guaraní:

         "Nuestros más eminentes intelectuales lo estudian, nuestros primeros poetas ensayan sus ritmos, nuestras revistas literarias le consagran sus páginas de honor, interviene en nuestras fiestas sociales (...) Es de esperar que pronto, muy pronto, ha de ser secundados por otros jóvenes escritores, que siguiendo sus huellas han de dar al extranjero todos los medios de aprender lengua tan bella, cuyo conocimiento es tan indispensable en nuestro país."

         Y fue Julio Correa uno de los propulsores del teatro en guaraní, o como otros prefieren denominarlo como el artista que fue perfeccionándolo, pues ya se inauguraron otras obras en guaraní, como la de Francisco Martín Barrios y Félix Fernández. Por lo que se puede afirmar con propiedad que Correa "le dio el protagonismo jerarquizado en las obras teatrales" al idioma guaraní.

         Por ello, podemos sostener que la contribución cultural de Correa fue original, destacando su aporte significativo en la cultura popular, pues se valió del mismo idioma del pueblo para que conozcan una obra teatral, desconocido por muchos desposeídos. Correa "ha dado al idioma el uso al que estaba destinado, haciendo de él, el vehículo de una noble realización de arte", en palabras del poeta nacional Hérib Campos Cervera. Las obras teatrales escritas por Correa fueron interpretadas por su propia compañía, una innovación nada desdeñable por el artista luqueño, pues a través de un lenguaje conveniente para el pueblo, mediante el idioma guaraní, el público de distintas localidades de la geografía nacional disfrutó del teatro correano, adecuado para personas que abarcaban las mismas campiñas del Paraguay.

 

 

         EL ESTILO LITERARIO DE JULIO CORREA

 

         De acuerdo con las corrientes literarias contemporáneas, se pueden establecer tres formas literarias: el romántico, el modernista y el vanguardista. El modernismo fue la tendencia literaria que caracterizó a los escritores de la década del 20; Correa se sintió influenciado por la misma, convirtiéndose en autor dramático de obras que reflejaron las penurias sociales de la sociedad paraguaya de esos tiempos. Las vertientes literarias tratadas por Correa fueron la narrativa, la poesía y el drama.

         Sin embargo, apunta Miguel Ángel Martínez:

         "Aunque Julio Correa estuvo vinculado a los modernistas de CRÓNICA, su producción poética es posterior y se relaciona más bien con la de los postmodernistas de ALAS y JUVENTUD. Su poesía, en efecto, se caracteriza por rasgos que lo apartan de los del Modernismo. En primer lugar, no hay suntuosidad en su expresión poética y rara vez aparecen en sus composiciones los temas constantes de esta tendencia. En segundo término, su atención se vuelca hacia las cosas sencillas del mundo, los sentimientos íntimos, el drama de la vida cotidiana, el paisaje realista, la protesta social e incluso política."

         Será el drama el estilo de "su mayor dimensión creadora. Pero, no obstante, no es estéticamente superior -ni temática ni estilísticamente distinta- a las otras, tan significativa como de su visión como su teatro", afirma Pérez Maricevich en el prólogo de Sombrero Ka'a, obra teatral de julio Correa.

         El referido crítico determina la poesía de Correa con las siguientes características:

         "- Un cotidianismo temático que adquiere ya una flexión irónica y una modulación social.

         - Una expresión formal ajena al rigorismo retórico y de escuela.

         - Un sentido civil y servicial de la poesía puesta en función antes combatiente que clarificadora de los problemas colectivos inmediatos."

         En cuanto a la narrativa, Correa presenta cuentos en los que la vida pueblerina se valora por lo humanitario de su descripción, para denunciar la realidad social en un espacio imaginado que no sobrepasa a los pequeños pueblos aldeanos de la época.

         Por su labor dramática, Pérez Maricevich asegura que en este aspecto se manifiesta su extraordinaria condición de creador, aunque observa que el teatro de Correa se condiciona porque sus temas pasan a depender de la realidad del espacio-tiempo, ausente de estos elementos, su obra perdería consistencia y entusiasmo.

         A pesar de ello, Pérez Maricevich reconoce el valor ético de su poesía en tres espacios históricos: la Guerra del Chaco, luego el problema del campesino con la reforma agraria; y finalmente la ética política.

         Se concluye, según la referencia del Maricevich, que el aporte de Correa consistió en la "actitud espiritual-nueva y revolucionaria respecto a su tiempo".

         Sobre las reflexiones de Pérez Maricevich, es necesario destacar una anécdota ocurrida después de la muerte del artista. Cuando el crítico sostuvo en un principio que Correa era de cultura rudimentaria, los miembros de la Academia Julio Correa salieron a su paso. Otra de sus aseveraciones, como ya lo mencionamos anteriormente, fue la afirmación de que la obra del dramaturgo luqueño no tendría peso para las nuevas generaciones por ser una obra condicionada a su tiempo, afirmación que dio paso a encendidas polémicas entre el crítico y los académicos luqueños, quienes no aceptaron los comentarios del crítico.

         Las respuestas de la Academia luqueña ante estas afirmaciones consistieron en realizar una encuesta con varios intelectuales de la referida ciudad, quienes resolvieron pronunciarse el 1 de julio de 1966 contra las aseveraciones de Pérez Maricevich:

         "Acaso el crítico esté convencido de que el 'extraordinario talento creador' de Julio Correa le vino sin la cultura necesaria. Tal vez crea que cultura es escolaridad. Citemos un ejemplo: Miguel de Cervantes, autor del Quijote, pudo como no pudo tener escolaridad -al parecer, no se tienen documentos al respecto-, sin embargo, no existe ni siquiera un crítico que lo tilde cultura rudimentaria ni mediana. El crítico F.P.M. es el único que se atreve a asegurar que Julio Correa poseía cultura rudimentaria."

         Es evidente que la obra de Correa sigue vigente hasta la actualidad, por varias razones: una de ellas sería que las denuncias sociales realizadas en sus obras siguen siendo impaciencias y malestares de nuestra sociedad, en la actualidad. Por sus denuncias, muchos críticos lo identificaron con el malogrado español Rafael Barrett, que como expresara este, no escribía para "los hermanos escribas o los graves doctores".

         A nuestro criterio, una de las descripciones mejor hechas a las obras escritas por Correa proviene de las expresiones de Hérib Campos Cervera:

         "Él representa, tal vez inconscientemente, el rompimiento definitivo con las formas extravagantes y artificiales del modernismo y de las reminiscencias románticas de la poesía paraguaya. Su lenguaje es común; su expresión la más simple, ingenua y a veces directa. Con esa herramienta rudimentaria, sencilla y primitiva, contribuyó más que ningún otro al engrandecimiento emocional de la lírica paraguaya. Para nosotros es el hombre destinado a revelar el verdadero Paraguay (...) Es el predestinado cantor de la democracia, el poeta de la libertad, de la justicia y del derecho."

         Correa utilizó una interesante conjunción de técnica, en sus poemas y obras teatrales; pues invocó el drama social de los sectores desposeídos para denunciarlo a través de su arte. Las denuncias del escritor no tuvieron la característica de refinadas palabras estilizadas por cierta corriente literaria propagadas en revistas y periódicos. En aquella época, esos medios resultaron alejados de los sectores endebles, muchas personas no podían acceder por diversos factores como falta de recursos para poder adquirir los medios impresos y la limitada capacidad del ciudadano de entenderla cabalmente por su dificultoso uso del idioma español.

         No se podía esperar de un escritor, que tuvo más influencia pueblerina que grados intelectuales, obras que contengan ciertas corrientes literarias vigentes, ni riqueza de palabras elegantes. Sin embargo, se destaca en Correa esa capacidad intuitiva de escribir versos desenvueltos para un sector del público de difícil comprensión.

         "Escribió con una aproximación á la realidad como ningún otro escritor, anterior ni de su tiempo, en estilo tosco, con pobreza de vocabulario, antes que con exceso de riqueza, sin vanidad, vertiendo en cada palabra una enorme carga de experiencia."

 

         LA DÉCADA DEL 30 Y EL AUGE DEL TEATRO POPULAR

 

         Los inicios en la escena teatral de nuestro protagonista se desarrollaron a partir de los años 30. La aparición de Julio Correa en los medios escritos coincidió con la revalorización que tuvo el idioma guaraní, es la época en que la lengua autóctona fue cada vez más reivindicada, como lo señala el diario EL PAÍS, en uno de sus artículos de 1936, cuando lanzó la campaña en favor del idioma vernáculo:

         "El ava ñe'e es uno de los poderosos fundamentos, una de las primeras aceradas que sostienen a la patria (...) que le hace más heroica, más titánica y más prodigiosa en momentos de pruebas e incertidumbre". En el mismo artículo se reconoció la labor de los escritores nacionales que trabajan en favor de la lengua nativa, entre ellos estaba don Julio Correa.

         No fue coincidencia que el teatro correano tenga auge en la década del 30, pues la ideología nacionalista de la época contribuyó notablemente a fomentar todo lo que identifica a la cultura paraguaya.

         Correa fue uno de los cultores del guaraní y ganó protagonismo apareciendo su nombre en las páginas de periódicos como en el homenaje realizado, un 10 de octubre de 1931, a los poetas Facundo Recalde y Vicente Lamas (hijo). En esa reunión se congregaron varios cultores del arte nacional; en el informe de esa reunión el periódico destacó: "El señor Julio Correa fue la figura descollante de la reunión a la que mantuvo entusiasmada con su arte inimitable".

         Esos tiempos no fueron precisamente lo más propicio para el desarrollo de estilos artísticos; sin embargo, Correa, en medio de las vicisitudes de la tragedia nacional por la guerra contra Bolivia, tuvo la capacidad de congeniar drama, realidad, angustia con el arte y surgió su primera pieza teatral Sandía Yvyguy, el 5 de enero de 1933, cuando el avance boliviano en las áridas tierras chaqueñas amenazaban con fragmentar el suelo patrio.

         Esa obra "Fue el arranque de una 'carreta' que debía llegar a destino sorteando miles de obstáculos sobre sinuosos senderos. Su carga: la preciosa y pesada del teatro. Su mensaje: la palabra limpia de su pueblo", expresa don Aníbal Romero.

         Al decir de la propia esposa de don Julio, doña Georgina: "Era el rey de la escena paraguaya, querido y adorado por su público al cual se dedicó. Los pobres, los humildes de la tierra, aquellos que no teniendo nada lo dan todo. Y él mismo experimentó eso".

 

         EL TEATRO "CORREANO"

 

         Las obras teatrales de Correa fueron las siguientes, según el libro de Gilberto Ruiz Carvallo en su libro 100 Héroes Luqueños:

 

Año/ Obra

1933 Sandía Yvyguy

1933 Guerra Aja

1933 Tereho jey fréntepe

1933 Péicha guarãnte

1934 Así tenía que ser

1934 Ñanemba'erã’ÿ

1934 Yuacjhugui reí

1934 Po'a ndayayocói

1934 La culpa del bueno

1935 Pleito rire

1935 Karu pokã

1941 Los mal comidos

1941 Yvy Jára

1942 Karaí Eulogio

1948 Honorio Causa

1949 Toribio

1951 Sombrero Ka'a

 

 

         SU ELENCO TEATRAL

 

         A más de medio siglo de la vigencia del elenco teatral dirigido por Julio Correa, es interesante ver la trayectoria de personas quienes se integraron al teatro del actor luqueño, muchos de esos actores dieron sus primeros pasos profesionales para luego convertirse en los grandes referentes del teatro popular paraguayo.

         Su primer elenco fue reclutado entre la gente del pueblo, según Campos Cervera, quien agrega "en lo sucesivo no exploró otra cantera que esa para formar actores".

         Como colaborador especial, apunta Gilberto Ruiz, llegó a acompañar en sus inicios al teatro de Correa, el gran autor teatral Roque Centurión Miranda, además de actores, integraron su elenco reconocidas personalidades del arte y la cultura nacional, como Elizarda Cazal de Rodas, Mirna Veneroso, Ramón Amarilla, Zulema Cazal, Pastora Coronel, J. Aníbal Romero, Ernesto Báez, Luis Martínez, Lisandro González, Francisco Pérez, Manuel Samaniego, Irma y Angélica Medina, Susana Mereles, Juan B. Almirón, Rodolfo Campos, Hugo Espartaco Martínez, Jacinto Herrera, Teodoro S. Mongelós, Carlos Gómez, Itsmio Veneroso Cazal, Julián Rejala, Tito Amarilla, Adán Godoy Giménez, Francisco Marín, Demetrio Garcete, Serafina Rejala, Enrique Correa, Harmodio Soler Méndez, Luisa Lejarraga, Arnaldo Noguera, Javier Franco, entre otros; además de la colaboración de Georgina, como se mencionó anteriormente. Julio Correa, además de escribir obras de teatro, dirigía y actuaba. La presencia de reconocidas personalidades de la cultura nacional en ese elenco no puede pasar por desapercibido, ya que Correa contó con figuras descollantes del teatro nacional, como el autor y actor Roque Centurión Miranda quien en 1926 fue a perfeccionarse en España y Francia en el arte teatral.

         Otra actriz reconocida no solo por sus actuaciones, además por su singular belleza, fue Mirna Veneroso, una hermosa dama cuya encantadora naturaleza fue inspiración de una conocida pieza musical del repertorio nativo Nde resa kuarahy'ãme, cuyos versos fueron escritos por Teodoro Salvador Mongelós, poeta reconocido por otorgar letras a varias canciones paraguayas; y que también fue integrante del elenco de Correa. Mirna Veneroso comenzó su carrera artística con el elenco con tan solo 13 años, en 1933, durante la contienda chaqueña.

         La presencia del gran actor nacional Ernesto Báez con Carlos Gómez demuestra claramente lo trascendente que fue la estampa de Julio Correa en el arte teatral, pues las dos figuras nacionales iniciaron sus primeros pasos con el director teatral luqueño, para luego incursionar con más fuerza en diferentes escenarios, llegando incluso a filmar películas como Choferes del Chaco.

         La irrupción al elenco teatral de Julio Correa es recordada por uno de sus actores, Luis Martínez, un joven que se dedicaba a la albañilería y que un día solicitó a don Julio un papel en su teatro, a lo que el director le respondió: "Mire, amigo, le aconsejo que siga trabajando de albañil. Es un trabajo que por lo menos le dará de comer".

         Entre la obstinación del constructor, y los reclamos de sus actores para continuar ensayando, don Julio decidió darle una prueba para lo cual le presentó un libreto de un personaje para ver sus virtudes actorales: "Luís Martínez no pidió mayores explicaciones, tomó el papel, lo leyó pausadamente y al cabo de media hora 'se mandaba la parte' con la soltura de un veterano. Se incorporó al elenco y luego resultó ser un actor de excepcionales condiciones que alternaba la cuchara de albañil con la escena".

         De esta manera, don Julio Correa fue adquiriendo actores, sin tantas burocracias, formaban parte de su elenco personas del pueblo, pues el director teatral concebía la idea de que solo ellos podían reencarnar sus personajes, pues los mismos se sentían identificados por su condición social con los argumentos del teatro correano. Recientemente, en el año 2006, fueron homenajeados los entonces sobrevivientes del elenco de don Julio Correa, siendo distinguidos Carlos Gómez, Aníbal Romero Ramos, Mirna Veneroso y Germán Antolín Troche González.

         Es difundida la historia que testimonia la causa que motivó la inspiración de Julio Correa escribir los versos de un poema a sus actores de teatro, poema que surgió por cierta inconformidad del elenco hacía su director teatral. La crisis económica repercutió en la falta de pago en los integrantes del elenco, ante el eventual abandono de los mismos, naturalmente descontentos por no percibir sus haberes, Correa solo pudo retribuirles con unos versos al que tituló Cosas de Títeres.

 

Hizo el titiritero como veinte fantoches.

Durante muchas noches,

frente al pobre retablo,

al Príncipe, a la Reina y al Arlequín y al Diablo,

hechos de la madera encontrada al azar,

la humilde y buena gente aplaudió sin cesar.

Dijeron en la aldea,

de los títeres: -Todos, buenos artistas son;

y el titiritero, también con esa idea,

sintió que le bailaba gozoso el corazón.

Fue a besar a sus títeres y se durmió tranquilo e

n una dulce calma,

amarrados los hilos

de los fantoches a su alma.

Y despertó el titiritero de su sueño de paz

y oyó que le gritaban los títeres en coro:

- Nosotros somos hombres, sí, señor, y además

el ser artista es un desdoro,

señor titiritero: pase Ud., buenas noches -

y rompiendo los hilos se fueron los fantoches.

Desierto está el retablo.

El Príncipe, la Reina y el Arlequín y el Diablo,

el Rey con su corona,

brillante de oro falso

y aquel Polichinela que con sus carantoñas hiciera reír tanto,

se marcharon. Con llanto

clama el titiritero: -¡Es un cadalso

este retablo mío;

yo siento que te matan ¡ay, corazón, de frío,

de un frío que te parte

en pedazos de lágrimas, en pedazos de muerte!

¡Oh, fantoches malditos, os robasteis la suerte

de poder ser artistas, de poder hacer arte!

¡Oh! fantoches, fantoches,

fantoches, maldecidos,

perdeos en las noches

de todos los anónimos, de todos los olvidos.

Os hice de tarugos,

puse en vosotros todos mis afanes prolijos,

y fuisteis mis verdugos,

y hasta me abandonasteis... lo mismo que unos hijos.

 

         El incidente entre el director teatral y sus autores fue superado, merced a lo que quiso lograr el director con ese poema y continuaron realizando funciones teatrales marcando con ello trascendencia en la historia cultural del Paraguay. En tantos años de vida teatral, naturalmente las anécdotas fueron varias, desde casos jocosos hasta problemas de graves tópicos.

         Una de las vivencias de la compañía teatral es comentada por uno de los actores y publicistas del elenco, don Aníbal Romero. Reseña el mismo, que en 1943, la compañía de don julio actuó en el teatro Marconi, de Luque. Se representó la obra Karai Eulogio a beneficio de la casa parroquial. La falta de paga del director originó ciertos malestares en el grupo, durante la presentación de la obra; para lo cual el joven Romero fue comisionado como mediador ante el director. Expresa don Aníbal en sus memorias:

         "En ese grupo estábamos Teodoro S. Mongelós, Ernesto Báez, Carlos Gómez, Francisco Marín y yo. Como casi siempre, consecuencia de ser el menor del grupo, recaía sobre mí los mandatos y la materialización de ciertas ideas que surgían en el grupo, y en este contexto convenimos que sería yo quien haga llegar al director (Julio Correa) la inquietud de que los muchachos querían percibir sus haberes por las representaciones anteriores a esa obra".

         Recuerda Aníbal Romero que, temeroso y dubitativo por la incómoda misión encomendada, se dirigió a su director teatral y, buscando una manera decorosa de solicitarle la paga, le expone:

         "Atopami lo mitãme karai Felipe boliche-pe. Ho'use hikuái sardina galleta guasúre, ha enterovéa ndoguerekói un céntimo, he'i. Chereeha hikuái ha don Francisco he'i chéve:

         Nde, mitã'i, tereho ere ndepaínope jahecha araka'épa o arreglata orendive pe'itujáva. Enterovéa he'i chéve... araka'e oarreglata orendive pe'itujáva,"

         Don Correa, levantándose de su sillón de mimbre, replicó molesto:

         "Nde mitã'i rova ky'a, tereho ere ndesocio kuérape ko funsíón kóa oparire tapehomi Mirna Veneroso rendápe. Ha'e ojapóta la pende liquidación."

         El pequeño malestar fue solucionado cuando comprobaron que Mirna Veneroso preparó la liquidación de los mismos, aunque grande fue la sorpresa de los actores cuando sus respectivos sueldos fueron descontados, aparentemente con malicia por el director. Un mes después de ese hecho, recuerda don Aníbal "al recibir la próxima liquidación por posteriores obras, encontramos un plus con el siguiente concepto: 'Haberes retenido por la dirección', con lo que se nos retribuían todos los descuentos de aquella ocasión anterior, como sanción a lo que Correa interpretó como una falta de respeto".

         Al recordar este hecho, concluye don Aníbal Romero: "Siendo el ser justo una de las virtudes más notables de Correa, esta anécdota retrata un episodio que lo demuestra".

 

         LOS ÉXITOS DEL TEATRO CORREANO

 

         Los éxitos alcanzados en los años 30 fueron loables para la carrera artística del elenco nacional. Podríamos afirmar que Correa en estos años se internalizó con su arte, llegando a pisar el escenario del mítico teatro Verdi de la Boca de Buenos Aires.

         Correa, con su compañía, había sobrepasado el éxito, y eso no pudo pasar desapercibido por la prensa de la época, como lo fue el caso del periódico LA HORA, en cuyas líneas esbozó sobre la promoción de los actores paraguayos:

         "En el teatro Verdi, del barrio de la Boca, se presentó una compañía autóctona paraguaya, encabezada por el primer actor Julio Correa, que a la vez era autor de la pieza 'Ñane mba'erã'ÿ'. Este aporte de arte de un pueblo hermano, pudo pasar ignorado para la mayoría del espectador nuestro, que mira el escenario sin ver la inquietud del que juega la pieza, pero no para los que conociendo de nombre la obra de Julio Correa, allá en su patria, donde se le considera con justicia el iniciador del teatro paraguayo, fue un motivo de fiesta espiritual."

         Los elogios por el logro de Correa fueron distinguidos al punto que el periódico mencionado se encargó de valorar su aporte a la cultura nacional afirmando que: "el poeta, actor y hombre es desconocido en su totalidad [...] Ante todo hijo de su propio esfuerzo, labró su vida en el dolor de la vida misma, y cada golpe fue enseñándole una ruta nueva, que se hicieron carne de verdad en sus obras".

         El periódico empezó a resaltar el trabajo de Correa hasta entonces: "Ocho piezas lleva dadas a la escena paraguaya, seis de ellas en idioma autóctono -guaraní- y dos en idioma castellano".

         El informe periodístico destacó el mensaje de la obra de Correa al decir:

         "El mismo Correa nos expresa su inquietud, búsqueda de un mejoramiento humano para sus hermanos de raza, azotados por una carga de años y años de incomprensión de los de arriba. Plasmó en cada escena del tinglado un escorzo del gran escenario del Paraguay, y su mayor mérito es haber logrado despertar con sus planes una conciencia nacional de vida mejor."

         El sentimiento que marcó en el público los personajes de Correa está descripto en el mismo artículo cuando expresa: "su lucha fue horadando la indiferencia hasta abrir las conciencias a la comprensión de sus personajes, que en su fondo eran sencillos como la tierra y profundos como la selva".

         El artículo culmina con frases que demostraban claramente la bondad de Julio Arístides Correa: "Lo llaman creador, punto de partida del teatro paraguayo, y la frase es inmensa para su modestia de hombre bueno que rehúye para nombrar a los antecesores de su arte".

         La década del 30 representa el auge para el relevador dramaturgo luqueño, las puertas del Teatro Municipal de Asunción se le abren, cuando a otros fueron cerrados por no profesar "un teatro culto". Es la época en que "la élite intelectual y artística hegemónica debe preocuparse por estudiar más afondo la emergencia de este nuevo fenómeno, el teatro guaraní, en especial, la obra de don Julio Correa. Críticos y críticas, de cuyos nombres no vale acordarse, no aceptaron inicialmente en otorgarle un lugar importante en la cultura paraguaya al teatro correano".

         La década del 30 fue tal vez la más pródiga para la compañía teatral de Julio Correa. En 1936, algunos periódicos como El Diario, dedican elogios a la labor artística del dramaturgo luqueño. En uno de los ejemplares de dicho medio escrito aparece el título "Ha enriquecido el teatro autóctono con tres nuevas creaciones".

         En ese artículo las aprobaciones fueron la constante para el actor y autor teatral:

         "Julio Correa, el feliz y talentoso creador del teatro guaraní y animador fervoroso de un alto ideal de arte, de belleza y de cultura, cuya fecunda labor literaria ha consagrado su personalidad como a uno de los auténticos valores de las letras paraguayas, es también como ya se sabe y como cuadra a un artista de verdad, un espíritu revolucionario".

         En medio de las expectativas de aquel momento, pues la sociedad nacional estaba viviendo el enardecimiento por los acontecimientos políticos de la revolución de febrero que llevará a la presidencia al coronel Rafael Franco, el espíritu social fue favorable para resaltar las obras de artistas nacionales.

         El fervor nacionalista encontró apoyo en la labor artística de exponentes culturales como Julio Correa en un ambiente en donde, como ya se mencionó, el idioma guaraní empezó a ser reivindicado:

         "Destellos de ese espíritu vibran en el contenido emocional de sus creaciones, especialmente en sus dramas y comedias en guaraní, que dicho sea de paso constituyen el vehículo más eficaz para llegar a las honduras más íntimas del alma de nuestro pueblo".

         El artículo periodístico se encargó de informar las nuevas piezas teatrales del autor de Luque; las mismas fueron Juayjhugui rei, Pleito riré y La culpa del bueno, en versión castellana. Las nuevas cosechas para el teatro guaraní, y la política de nacionalismo implementada por el gobierno de febrero de 1936, reivindicando el arte nacional y la expresión del idioma guaraní, motivaron a que las obras correanas sean apreciadas:

         "Esperamos muy pronto aplaudir en nuestros principales escenarios estos nuevos frutos del talento creador de Correa, ya que estas manifestaciones del espíritu encontrarán en el clima de la revolución un más amplio ambiente de comprensión y estímulo."

         Las picardías periodísticas de la época se escribían en idioma guaraní; en una de ellas hubo una sección de EL DIARIO denominada En La Dulce Lengua de la Raza Ausente, donde el mencionado medio escrito informó, con una rareza de grafía por la falta de criterios unificados en cuanto a las palabra en guaraní de la época, sobre la reunión de algunos cultores del arte nacional:

         "Cuejhé pyjharevé oñembuaty Teatro Nacional pe artista cuera. Oñemoi estatuto ojapó vaerá Facundo Recalde, Hérib Campos Cervera, Arturo Alsina, José Asunción Flores, Julio Correa, Roberto Holden Jara, Hipólito Nino, Concepción Ortiz jha Darío Gómez Serrato."

         Finalizada la contienda en el Chaco, los soldados acuartelados esperaban ansiosos el desfile de la victoria para regresar a sus hogares, tras un largo tiempo ausente; mientras que otros oficiales se sintieron con derecho de disfrutar la victoria con ciertos privilegios. En medio de esta ansiedad, el coronel Félix Cabrera realizó las gestiones necesarias para contratar al elenco de don Julio Correa.

         Según Carlos R. Centurión, "Correa era la solución del problema. Lo llamó, le entregó dos camiones militares y lo introdujo en los cuarteles. Los soldados -su mejor más entusiasta público- rodearon su tosco tablado y bajo la tienda hecha con ponchos y mantas, Correa emocionaba a su auditorio noche a noche".

 

         BREVE COMENTARIO DE DOS OBRAS TEATRALES

 

         La situación del país a inicios de la década del 30 se caracterizó por el tenso ambiente con Bolivia. La movilización en el Paraguay fue total por parte de los sectores más desposeídos, aunque los sectores más acomodados presentaron espacios en blanco en los campos de combate. Al respecto, el recordado historiador nacional Alfredo Seiferheld comparó las opiniones de los protagonistas de la época como la del doctor Decoud, quien afirmó sobre los sectores que debían ser reclutados para la guerra:

         "Yo vine tres veces al Chaco y mi chauffeur, a quien le doblo en edad y es más sano que yo, no pisó el puerto de Asunción. Estos hechos sublevan el espíritu [...] muchos hijos de papá pagaban una cuota de redención de 3-5.000 pesos curso legal mensuales para no ir al Chaco [...] bastaba ser administrador de cualquier boliche de mala muerte o de un establecimiento ganadero de más de cien cabezas de ganado para ser exonerado del servicio de las armas."

         Lo relatado por Seiferheld refleja las antipáticas diferencias económicas que contribuyeron a acrecentar malestar social a causa de la injusta selección de combatientes. Correa supo interpretar esa indignación popular y a partir de esa realidad decidió inaugurarse en el teatro escribiendo la obra teatral denominada Sandía Yvyguy.

         Esta obra, escrita totalmente en guaraní enfoca aspectos sensibles para aquella sociedad que soportaba el duro tormento de tener seres queridos combatiendo en el Chaco. En Sandía Yvyguy, se presentan personajes que tuvieron mucha coincidencia con la realidad. El héroe de Sandía Yvyguy es Juan, quien pelea en la guerra, mientras su amada Dominga la espera teniendo que soportar los acosos del hijo de su patrón quien compra su conscripción al comisario del pueblo para protegerlo de no ir a la guerra.

         Otra de sus obras Karu Poká, hecha en guaraní y luego traducida al castellano, se caracteriza por el reproche del autor hacia los que ostentan el poder económico y político en contra de los pobladores rurales que deben resistir los abusos en su menoscabo para seguir ligados a su tierra. A más de sesenta años de la muerte del dramaturgo, esa realidad aún sigue vigente en la condición de vida de muchos paraguayos; así lo demuestra una afirmación de los personajes de la obra que expresan:


         EN GUARANÍ

 

         Ñande mboriahu ndikatúi yvágape jaike. Upéa ku imarangatúva renda. Ha ñande mboriahu ndikatúi ñane marangatúvo. Ñande rekove iro. Hasypa pochygui ñande rekove... Japytu'úta ramo kane'õgui ñamba'apo rire otro pe guarã, ñanembohetesysýi kyhyje... Jakyhyje opávaguí... Opa mba'égui. Okýrõ. Ndokýirõ. Iporãrõ nde kóga reikuaámareína ojepe'areitaha ndehegui. .., Iñarandúva ñanembo'erãngue, ñanembotavy ha ñanemonda. Peina hína, pe ñande ykérehe ova va'ekue, pe karai arandu, mbeguekatu oipe'a ohóvo mboriahúgui ijyvy.


         EN ESPAÑOL

 

         Los pobres no podemos entrar en el cielo. Allí es el lugar de los buenos. Los pobres no podemos ser buenos. La vida maldita, la vida amarga, dolorosa, que vivimos nos obliga a ser malos. Cuando nos proponemos descansar después de haber trabajado para los otros, nos sobresaltan todos los miedos. Cuando hay bonanza y la cosecha abunda, disminuyen los precios. Cuando hay sequía, lo mismo... Tenemos miedos de todos y de todo. El comisario, el juez, el rico, todos, todos son enemigos! Ahí lo tienen a ese que vino de la capital a levantar esa casa tan linda en el partido. Poco a poco se va quedando con las tierras de los pobres y ni las compra... Las roba!...

 

         LAS AVENTURAS DEL ELENCO DE JULIO CORREA

 

         Entre las andanzas del elenco las situaciones cotidianas fueren formando la historia de cada personaje, acontecimientos que constituyeron parte del recuerdo de esos artistas.

         El entusiasmo popular que causó el teatro de Correa en el pueblo tuvo una sensible recepción por el pueblo, al punto que los campesinos se acercaban a preguntarle si lo observado en escena era real. En otra ocasión el elenco se quedó sin escenario, ya que el viento había estropeado la carpa que servía para ese fin. Ante esa situación Correa improvisó su lugar escénico y representó su obra dentro de un horno quemador de ladrillos abandonado.

         En otra situación, el elenco necesitó de una escopeta y cuchillo. "Se corrió la voz por el pueblo, y al cabo de media hora tenía un arsenal terrorífico: 60 escopetas y cerca de 100 cuchillos".

         Recuerda la esposa de Correa:

         "Era un hombre que llegaba a los pueblos y tenía a toda la comunidad a su servicio, ayudando, prestando elementos. Las gentes nos pedían que no nos fuéramos, que nos quedáramos por dos o tres días más. Lo que hizo mi marido, yo que tuve la suerte de vivir a su lado, es un fenómeno excepcional que todavía no se ha analizado correctamente en el Paraguay; este caso del que los paraguayos no han sabido sacar las conclusiones, establece las raíces de un teatro auténticamente popular en cuya veta, en cuya corriente, se van a inspirar luego las generaciones más nuevas".

         Por otra parte, el reconocimiento dado por Correa a sus compañeros de tertulia se manifestó visiblemente cuando en una ocasión, recuerda en sus vivencias don Aníbal Romero en la década del 40 don Julio le dio la siguiente misión: "nde rejapóta cheve la publicidad de la Compañía, pya'ékena eñepyrũ porque ja aguerekóma el príme pedido".

         En esa ocasión se llevó a escena la obra Ñánde mba'erã'ÿ en homenaje a José Asunción Flores, para lo cual don Aníbal Romero fue encomendado por su director a preparar unos afiches para su publicidad. "Será una noche de gala con los mismos precios de localidades que los habituales, será un homenaje al maestro creador don José Asunción Flores, ñaikotevêta un mínimo de 2.500 volantes en la brevedad", le replicó Correa a su publicista.

         Después de los impresos publicitarios, don Aníbal recuerda que don Julio al leer la impresión del volante que decía: "Será un espectáculo teatral de reconocimiento y de admiración y homenaje de la Gran Compañía de Comedias de don Julio Correa con la reposición de la obra del mismo Correa (auténtico creador del teatro guaraní) rotulada Ñande mba'erã'ÿ , homenaje a don José Asunción Flores". Correa quedó apenado pues "se percató de que en los volantes su nombre llevaba negritas y el del homenajeado Flores no. 'Ha'e la gran maestro, ndaha'éi che', sentenció".

         Las actitudes de don Julio fueron muy admiradas por el ya mencionado Aníbal Romero quien recuerda su personalidad recia y justa:

         "Fui su intérprete y cercano admirador de todas sus obras durante más de 10 años. Pude llegar hasta él impulsado por una febril vocación y gracias a la generosidad del notable artista y buen amigo Ernesto Báez. De inicio tuve en suerte ubicarme como titular de la compañía para el estreno de su consagrada obra 'Karu pokã'. Posteriormente y hasta el año 1950 llegué a compartir responsabilidades en todos los estrenos y reposiciones de las obras de don Julio con figuras que ya son consulares en el trajín de nuestra farándula paraguaya ; así, doña Georgina M. de Correa, Elizarda Cazal de Rodas, Mirna Veneroso Cazal, Ernesto Báez, Carlos Gómez, Julián Rejala, Teodoro S. Mongelós, Jacinto Herrera, 'El Negro' González, Hugo Espartaco Martínez, Herminio Franco, Enrique Correa, Leopoldo Franco y otros que supieron aferrarse a una mística y a un ideal."

         El mencionado Romero reconoció lo importante que fue para su formación ser parte de esa camada de actores:

         "Al lado de don Julio Correa creció también en mí otra vocación: la del comunicador, la del publicista. Contaba con apenas 16 años y supe ya de satisfacciones para mí inolvidables. Fui 'publicista' de la Compañía de Don Julio y además logré la titularidad con Ernesto Báez y Carlos Gómez en aquel grupo que hizo su última aparición en escena en el curso del año 1950 estrenando y reprisando la pieza cómica en 3 actos de Julio Correa titulada Toribio."

         Don Aníbal Romero, fue apenas un chiquillo que inició sus primeros pasos con el elenco de Correa, con el tiempo se convirtió en una voz calificada del teatro nacional. De allí la importancia de rescatar de su propia afirmación el legado de don Julio Correa:

         "La obra de este creador no debe quedar en la historia. El cumplió lo suyo. Es rico y precioso su legado. No desperdiciemos tanta suerte, tanta fortuna. Si a esta tierra queremos y para ella anhelamos un teatro que exprese sus sentimientos y sus verdades, aferrémonos a aquella mística y al ideal que hicieron de Don Julio Correa, un recio defensor de la causa de un pueblo."

         Entre las varias vivencias de don Julio Correa, continuando con las memorias del también recordado Aníbal Romero, se describe que en una ocasión don Julio tuvo serios incidentes por escribir los siguientes versos al jefe de policía:

        

Al ilustre coronel,

flamante Jefe de Plaza,

dice que mujeres en la oficina no quiere

y mucho menos en la casa.

El prefiere tener en casa

un fiel y leal conscripto,

que cumpla con sus pedidos,

y en todo momento fuera

para prestar todo servicio.

 

         Enterado el inspirador de estos versos, desde su función y poder del cargo que ostentaba, solicitó a Correa presentarse en la jefatura, pues el jefe de la Policía quería tener una conversación con el poeta. Esto ocurría en la década del 40, años en que las autoridades cometían distintos tipos de exabruptos por los atributos que le otorgaban el sistema imperante; por lo que naturalmente, Correa habrá pensado que su destino estaba en los campos de concentración o en el mejor de los casos en la cárcel.

         Después de tantas horas de espera, el jefe de policía lo recibe preguntándole si él fue el que escribió el libro de poemas Cuerpo y Alma. Al responder Correa que él fue el autor del libro, el jefe de Policía exclamó que "el autor de este libro no puede ser el autor de esta porquería -respondió la autoridad, enseñando en su otra mano el papel verseado".

         Este tipo de enfrentamientos lo pagó muy caro el artista luqueño, su naturaleza rebelde le obligó a fustigar los abusos de las autoridades nacionales, tan característica de aquella época, con unos escritos mordaces que eran tan venenosos para dañar el buen humor de los destinatarios de sus versos.   

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

- ACOSTA Flores, Eudorio en Cuerpo y Alma de julio Correa. Buenos Aires, Editorial Difusan.

- ALMADA, Armando. Julio Correa, Cuerpo y Alma del Teatro. ABC Color, Suplemento Cultural: 22/07/2012.

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- CENTURION, Carlos R.: El Teatro Durante el Período Autonómico en Historia de las Letras Paraguayas. Tomo III. Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1951.

- FERNANDEZ, Miguel Ángel. Cuerpo y Alma de Julio Correa. Buenos Aires, Editorial Difusan.

- GONZÁLEZ Delvalle, Alcibíades. Julio Correa. Emblema de los Tiempos Dictatoriales. En ABC Color. 26 de noviembre de 2010.

- MARTÍNEZ, Luis María. El Trino Soterrado Paraguay Aproximación Al Itinerario de su Poesía Social. Tomo I. Asunción, 1985.

- PÉREZ Maricevich, Francisco. "Rasgos Biográficos de Julio Correa"; en Julio Correa Sombrero Ka'a. Asunción, Editorial del Centenario, 1969.

- PLA, Josefina. El teatro en el siglo XX. Asunción, Ediciones Comuneros, 1976.

- RODRIGUEZ ALCALA, Hugo. Literatura Paraguaya. Asunción, Comuneros, 1971.

- ROMERO Ramos, Juan Aníbal. El Karamegüa de don Aníbal. Asunción, Editorial Litocolor, 2003.

- ROSALES, Humberto. Historia del Partido Comunista Paraguayo. (1928-1990).

- RUIZ Carvallo, Gilberto. 100 Héroes-Luqueños. Tomo II. Papyru Impresiones, 2009.

- SEIFERHELD, Alfredo. La Guerra del Chaco, Colección Imaginación y Memorias en el Paraguay. Asunción, Servilibro-ABC Color, 2007.

- TORGA, Rudy, prologo en Karu Pokã de Julio Correa. Asunción, Servilibro, 2007.

- VALLEJOS, Roque. La Literatura Paraguaya Como Expresión de la Realidad Nacional. Asunción, Editorial Don Bosco.

 

         PERIÓDICOS

 

LA TRIBUNA, Año XXVIII N° 11326 y 11340.

LA UNIÓN, Año V N° 1352 y 1353.

LA HORA, Año I N° 243.

EL DIARIO, Año XXVIII N° 8383.

GUARANIA, Año I. N° 10.

Colección de la Revista AMANECER. Vocero Oficial de la Academia Julio Correa.

-        Año I N° 9, 10, 11.

-        Año II N°12,13,18,19.

-        Año V N° 30.

-        Año VI N° 34.

-        Año VIII N° 50.

-        Edición Bicentenario. 2011.

 

 


EL AUTOR

 

         Erasmo González González Nació en Luque el 14 de septiembre de 1975.

         Es Licenciado y Doctor en Historia por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción, donde además realizó el curso de Didáctica Universitaria en la Facultad de Ciencias Económicas. Obtuvo el título de Profesor y Licenciado en Lengua Guaraní por el Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní.

         Publicó El Gobierno de 1936 y su Proyecto de Identidad Nacional. Así mismo es coautor de la publicación de Historia de las Industrias, publicado por el Ministerio de Industria y Comercio. Además, ha participado en la Colección Protagonistas de la Historia del Paraguay con la biografía Bernardino Caballero - El Caudillo Prominente; y recientemente con la colección de Guerras y Violencia Política en el Paraguay con el libro Las Guerras Civiles entre 1870 y 1880.

         Ejerce la docencia en instituciones educativas nacionales de Asunción y el departamento Central. Así mismo es catedrático en universidades privadas y regionales de la UNA. Participó en jornadas internacionales con ponencias referentes a la Historia Paraguaya.

 

 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO

 

 

LIBRO NARRA LA VIDA DE JULIO CORREA

El público podrá conocer hoy más y mejor a uno de los grandes del arte en el Paraguay, Julio Correa, con la biografía que presenta hoy, con el ejemplar de nuestro diario, la Colección Gente que hizo Historia elaborada por El Lector y ABC Color. El autor de esta biografía es el joven historiador luqueño Erasmo González.

El autor del material que se suma a la colección de biografías de grandes personajes locales se refirió a Correa y al libro que hoy llega a la gente.

-¿Cuál fue el origen de la familia de Julio Correa?

-Su padre fue Eleuterio Correa, brasileño, que después de la Guerra de 1870 tuvo diversas funciones comerciales en el Paraguay, además prestó sus servicios en el Consulado de Brasil. Su madre fue Amalia Myzkowsky, hija del polaco Leopoldo Myzkowsky, coronel que prestó sus servicios en aquella guerra y que fue uno de los pocos muertos del ejército paraguayo en Curupayty.

-¿Dónde y cómo se formó Correa?

-La vida acomodada de la familia le permitió estudiar en el Colegio de Concepción del Uruguay. Pero pronto dejó y prefirió aprender de la experiencia de la gente común. Eso le sirvió para que tomara conciencia de la realidad de los desposeídos.

-Su vida cambió cuando se acabó la fortuna familiar.

-Cuando la fortuna de la familia se desmoronó, optó por una vida digna y sencilla que fue cimentando en su quinta de Luque con su compañera de vida, su esposa Georgina.

-Julio Correa fue un hombre multifacético, ¿cómo se ganaba la vida?

-Correa fue el clásico artista paraguayo que cautivaba en los escenarios, pero fue un ciudadano común y corriente a quien se lo podía ver como quinielero, rematador público o inspector de pesas y medidas de la Municipalidad de Asunción; actividades que le sirvieron para ganarse la vida.

-¿Cuál fue su primera obra de teatro ?

-Sandía Yvyguy, obra que hacía referencia a los privilegiados que se escondían para no ir a la guerra contra Bolivia. Estrenada en 1933, tuvo gran aceptación en el pueblo ya que fue una denuncia de la espantosa injusticia que padecían los no privilegiados.

-¿Y cuál era la característica de su elenco teatral?

-Sus componentes no eran precisamente egresados de una escuela de arte; fueron actores surgidos del pueblo y quienes tal vez representaban su propia realidad en las tablas.

-De dicho elenco salieron grandes figuras del teatro paraguayo.

-En el elenco de Correa llegaron a actuar Roque Centurión Miranda; Ernesto Báez y Carlos Gómez; el poeta Teodoro S. Mongelós, Mirna Veneroso, Aníbal Romero.

-La obra de Correa puede ser catalogada de crítica con el régimen, ¿no?

-Denunciaba las injusticias de un sistema que oprimía a los humildes.

-Y fue perseguido por ello…

Sufrió persecución y cárcel. Pasó duros momentos, al punto tal que su propia vivienda fue víctima del saqueo durante la guerra civil de 1947, hecho que prueba lo duro que fue la vida del hombre que con su arte exclamó la voz del pueblo.

-Correa sigue siendo el hijo dilecto de Luque.

-Si bien Julio Correa no nació en Luque, su vida transcurrió en ese pueblo.

-¿Cuál sería la razón de su permanencia como ícono del teatro paraguayo?

-Sus obras merecen un análisis desde diversas aristas. Podemos adentrarnos en la característica pueblerina de la sociedad del 20, la época de la Guerra del Chaco, los gobiernos de posguerra y la propia guerra civil del 47.

-Eran tiempos de vida modesta.

-Era una sociedad modesta, alejada del consumismo y víctima de los oportunistas. Las obras correanas analizan al hombre paraguayo, un ser propio de su espacio, condicionado por su tiempo y enfocado a un estilo de vida que determinó su identidad.

Publicado en fecha: 09 de Junio de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

JULIO CORREA SE CONVIRTIÓ EN LA VOZ DE SU PUEBLO

Ningún autor teatral paraguayo llegó a proyectar mejor en sus obras el espíritu de su pueblo como Julio Correa (1890-1953). Por ello es un nombre fundamental en nuestra cultura. Su vida fue apasionante. Pasó de la opulencia a la pobreza más desoladora, pero se convirtió en la voz del pueblo a través de sus obras.

Su biografía, transcripta en el libro “Julio Correa”, de Erasmo González, aparecerá mañana domingo con el ejemplar de nuestro diario, como quinto volumen de la Colección Gente que hizo Historia.

Julio Arístides fue hijo del brasileño Eleuterio Correa, funcionario civil del ejército de su país durante la guerra de la Triple Alianza y luego un rico hombre de negocios en Asunción, y de Amalia Myzkowsky, hija del coronel Luis Myzkowsky, uno de los pocos muertos en filas paraguayas en la batalla de Curupayty.

La vida en la familia Correa Myzkowsky estuvo marcada por la opulencia y el lujo; pero tendrá un duro revés con la muerte de don Eleuterio, ocurrida en París en setiembre de 1913.

La familia, acostumbrada a las ostentosas fiestas de gente selecta, cambió radicalmente de aire con la muerte del padre, al punto que solo Julio decidió radicarse en el Paraguay, pues su madre y sus hermanos emigraron a otro país. La fortuna de la familia se desmoronó y el más joven de los hijos se fue a vivir definitivamente a la quinta de Luque, “último resto de un pasado opulento”.

Su decisión de quedarse en su casona le valió ser considerado hijo de Luque, por adopción mutua. En ese poblado –afirma Erasmo González en su libro– crecerá el artista crítico; en ese vergel se formará el niño que conocerá la realidad que dista del lujo heredado del padre; desde esa tierra se transformará el hombre que plasmará con su pluma una conciencia de lucha contra los usurpadores de la felicidad de ese pueblo al que conoció sutilmente, señala Erasmo González en su libro que llegará al público el próximo domingo.

El artista pasó su niñez en medio de los lujos que la posición económica de su padre le brindaba. Sus estudios básicos los realizó en el colegio de Concepción del Uruguay, en la provincia de Entre Ríos, Argentina.

Su carácter rebelde le motivó a fugarse de su colegio y volver a Asunción. El artista, menor de los hermanos, no mostró simpatía por la disciplina, prefería muchas veces solucionar sus problemas por medio de los puños, característica de su persona que perfilaba al hombre que se constituiría en el escritor que fue adquiriendo un carácter nervioso y precipitado ante la injusticia que se consumaba en su alrededor.

En el estudio no fue aplicado, pero ese déficit lo compensó con una inteligencia lúcida que le permitió llegar a alcanzar una suficiente ilustración, hecho que lo adquirió más gracias a su genio observador, que a su afán de encerrarse en la biblioteca del padre a devorar los libros.

Publicado en fecha: 08 de Junio de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

CORREA, HOMBRE ESENCIAL EN LA HISTORIA DEL TEATRO

Hay personalidades que marcaron a fuego la historia de la cultura paraguaya. Uno de ellos es Julio Correa, considerado el padre de la dramaturgia en guaraní. Su biografía, escrita por el historiador luqueño Erasmo González, aparecerá el domingo 9 con el ejemplar de nuestro diario.


De una profundidad y una fecundidad asombrosas, Julio Correa (1890–1953), con su propio elenco presentó sus obras y llevó la cultura a diferentes rincones de la República, en un tiempo en que no existían muchas formas de entretenimiento como hoy, por lo que una puesta en escena teatral era un evento inusual y atrayente, principalmente en aquellas poblaciones en las cuales la vida transcurría monótona y cadenciosa.

Correa fue uno de los pocos literatos paraguayos que conoció la fama en su época, pero asimismo padeció los rigores de un régimen que estableció la represión y el odio como divisa.

Sufrió la cárcel y el saqueo de su casa en Luque durante la guerra civil de 1947, pues su simpatía por el febrerismo, entonces conocido como “Franquismo”, era sabida. Pero fue perseguido sobre todo por su denuncia de las injusticias que padecían los más débiles y necesitados en una sociedad excluyente.

Este libro es un justo homenaje a su memoria, pues el próximo 14 de julio se conmemorarán 60 años de la partida a la inmortalidad de don Julio Correa.

Julio Correa nació en Asunción el 30 de agosto de 1890 y murió en Luque, donde residió la mayor parte de su vida, el 14 de julio de 1953.

Correa fue autor fundamental del teatro en guaraní, al que aportó obras inolvidables, con temas de la Guerra del Chaco, y al que enriqueció con la inclusión de personajes campesinos en papeles de importancia y significación.

Así también, fue un exquisito y certero poeta. Su obra poética publicada incluye Cuerpo y alma (1943) y Obra poética (aparecida póstumamente en 1983). También escribió algunas obras breves en narrativa. Entre sus aproximadamente 20 piezas teatrales, se hallan: Sandía yvyguy, Guerra aja, Terehojevy fréntepe y Pleito rire, todas en guaraní.

Desde la aparición de su primera pieza, Sandia yvyguy, produjo con increíble fecundidad, y fue durante mucho tiempo la figura dominante e indiscutida del teatro paraguayo. Encabezó su propia compañía, en la que se reveló como extraordinario actor y eficaz director. Los diálogos de las piezas de Correa contienen una extraordinaria frescura y gracia; a la vez que son eficaces para el desarrollo de las situaciones, constituyendo un importante documento del guaraní hablado en la época.

Julio Arístides Correa Myzkowsky, tal es su nombre completo, fue una personalidad que marcó un nuevo estilo en la literatura nacional, justamente por encajar aspectos tan paraguayos en círculos culturales a partir de la década del 20, una época en la que las expresiones artísticas que caracterizan a nuestra nación estaban ganando preeminencia en la sociedad paraguaya.

Publicado en fecha: 04 de Junio de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

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