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GLADYS DÁVALOS

  INCIERTA DECISIÓN - Cuento de GLADYS DÁVALOS


INCIERTA DECISIÓN - Cuento de GLADYS DÁVALOS

INCIERTA DECISIÓN

 

Cuento de GLADYS DÁVALOS


Cristóbal sentía una gran curiosidad por experimentar esa sensación que sus amigos afirmaban era “mágica”. Sin embargo, quedó envuelto en la duda a pesar de que su ansiedad era más fuerte.

Tenía diez y siete años, sus compañeros de colegio lo insistían a que probara fumar marihuana; aunque siempre le llamaron la atención los efectos o sensaciones de las drogas, su esfuerzo por no caer en ese vicio, era enorme, luchaba contra un fuerte impulso de querer experimentarlo. Además, leía sobre las consecuencias de los estupefacientes y siempre prestó atención al comportamiento de los chicos adictos, también a los buenos ejemplos que permanentemente lo inculcaban sus padres y profesores.

A pesar de todo esto, sucedió una noche durante una reunión de compañeros, tanto le insistieron que ya no pudo resistirse, entonces decidió experimentar; se sentía muy feliz y relajado, cantaba, muy desinhibido, también ofreció un discurso y se reía a carcajadas.

Al despertarse al día siguiente, sobresaltado se incorporó de la cama, afligido al recordar lo que hizo, pensaba en sus padres, muy arrepentido de su comportamiento. A partir de ese instante evitó las reuniones con el mismo grupo y compartía algunos momentos con sus vecinos y primos. Hasta que llegó la fecha del campamento de su colegio; todos los alumnos debían asistir, pues era una tarea importante, la cual iban a calificar. Durante los días que iban desarrollando distintas actividades, en los momentos de descanso, las charlas referentes al tema de la marihuana estuvieron casi mitificadas, esto inquietaba la mente de Cristóbal.

Después de tres meses él fumaba normalmente, atribuyó su proceder a la separación de sus padres, la cual se produjo en ese tiempo; en las horas que no consumía trataba de percibir si realmente se produjeron algunos cambios en su conducta, porque lo habían acusado de que andaba olvidadizo, malhumorado y con cambios en su comportamiento.

 Luego de un año su adicción fue agudizándose; junto con sus amigos Julio y Sixto experimentaron otras drogas y terminaron consumiendo crack. La familia de cada uno de ellos estaba desesperada, pues los chicos se escapaban y desaparecían tres o cuatro días. En una oportunidad, el padre de Cristóbal lo rescató de una antigua estación de tren, de una ciudad del interior; ahí conoció a una señora muy joven a quien ayudó para llevarlo a su marido hasta el auto, pues estaba en extremo estado de delirio.

Ella, le agradeció su ayuda, lo miróexhausta compartiendo con él la misma angustia.

─¿Es su hijo? ─le preguntó la mujer.

─Sí, es mi hijo, por quien estoy luchando para que salga de esto, pero hay momentos… como ahora, que pierdo todas las esperanzas.

─Mi marido empezó a los diez y ocho años, hoy tiene veintisiete, yo no sabía, nunca me percaté de esta situación, lo descubrí luego de casados, hoy hace ya más de un año y actualmente es un obstáculo en mi vida.

─¡Qué lamentable! ¿Cómo usted sobrelleva esta situación? Porque yo… ya no sé a quién recurrir.

─La verdad…creo que lo estoy ayudando por última vez, ya estoy con los trámites del divorcio. Perdí tantas cosas tratando que él reaccionara y deje esa adicción, tuve muchas esperanzas; sin embargo, me confesó que hacía tan solo unos meses había experimentado con drogas fuertes, pues me dijo que anteriormente solo fumaba marihuana.

El padre de Cristóbal estaba perplejo oyendo su historia, luego intercambiaron sus tarjetas de identificación personal, con la esperanza de que si alguno encontrara la solución al caso iban a comunicarse.

Luego de tres meses la situación con Cristóbal se volvía ya insostenible, para sus padres era una lucha sin límites buscarlo luego de esas escapadas furtivas. En todo momento, y cuando lo hallaban en algún refugio mugriento, ellos se sentían devastados, a veces sin esperanzas, ya que internarlo  para llevar a cabo un plan de rehabilitación fue en vano.

Una noche, cuando su madre intentaba convencerlo para que ingiera algún alimento, él se rehusó y le dijo que saldría al balcón para sentir el aire fresco. Luego de unos veinte minutos, ella se percató del silencio reinante,  pues últimamente su comportamiento era bullicioso y de repente hasta descontrolado; se puso a buscarlo recorriendo todo el departamento, y asomándose al balcón pudo ver las luces de una ambulancia. Desesperada, empezó a gritar, en el mismo instante en que Santiago, el padre de su hijo, lo estaba llamando en el celular. Ya en el ascensor a través del teléfono de contacto pudo oír  su voz temblorosa que le susurraba.

─Estoy abajo…en la calle, te espero aquí enseguida… de prisa.

─͞͞͞Rápido…rápido…sáquenme de aquí…este maldito ascensor…

Ella, muy alarmada, gritó llena de angustia y al llegar al sitio, Santiago corrió a su encuentro, ambos se abrazaron en silencio e inmediatamente subieron a la ambulancia junto al cuerpo de su hijo que agonizaba y no emitía sonido alguno. Luego de largas horas en el quirófano, lo trasladaron a Terapia Intensiva, para su recuperación, pues el diagnóstico médico señalaba traumatismo de cráneo y múltiples fracturas en extremidades.

Una mañana, al salir del lugar donde aún estaba internado su hijo, taciturno y pensativo iba Santiago, caminando lentamente; de pronto, sintió una sombra a su lado y al levantar la mirada encontró a aquella bella mujer, con quien había compartido las penurias que surgen de este tipo de situaciones, aquel día, cuando fue a rescatar a su hijo. Y pudo darse cuenta que tanto Cristóbal, como el marido de esa persona, habían llegado  muy deteriorados a un estado lamentable, a causa de la sobredosis.

Con la mirada perdida, sentado en una silla de ruedas estaba Cristóbal mirando a través del balcón, sin parpadear empezó a ingerir lo que su madre le había colocado sobre la lengua.

 

Cuento incluido en el libro ÉRAMOS CINCO

 

 

 

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ÉRAMOS CINCO - Narrativa de GLADYS DÁVALOS

En coautoría, CHIRIFE - ETCHEVERRY - PRIETO

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