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JOSÉ MANUEL SILVERO ARÉVALOS

  La melancólica alegría de la madre de Nietzsche - Por JOSÉ MANUEL SILVERO A. - Sábado, 15 de Mayo de 2010


La melancólica alegría de la madre de Nietzsche - Por JOSÉ MANUEL SILVERO A. - Sábado, 15 de Mayo de 2010

La melancólica alegría de la madre de Nietzsche

 

Por JOSÉ MANUEL SILVERO A.

 

 

 

 

 

INVESTIGADOR DE LA UNA.

jmsilvero@intersophia.org

 

 

La melancólica alegría de la madre de Nietzsche

A finales de 1888, cuando el filósofo cumplía 44 años, sufrió una crisis nerviosa de la que ya no pudo recuperarse. Mucho se ha fantaseado sobre aquel acontecimiento acaecido cuando Nietzsche paseaba por la Piazza Carlo Alberto, de Turín.

Supuestamente, un accidente llamó la atención del filósofo, a saber: un caballo se precipitaba al suelo, furgón incluido; aquello llamó desmesuradamente la atención del filósofo, al punto de correr y lanzarse a los pies del equino maltrecho, prodigarle un gran abrazo y luego tenderse a sus pies completamente desvanecido.

A continuación, los amigos de Nietzsche recibieron una serie de escritos breves donde la megalomanía y la demencia caminaban de la mano. Los médicos le diagnosticaron parálisis cerebral progresiva.

Pocos meses después del incidente, Franz Overbeck, amigo del filósofo y de la familia, viaja a Turín y traslada a un eufórico Nietzsche hasta Basilea. La enfermedad garantizaba una vida difícil y demandaba unos cuidados sublimes. La enfermera, es decir, aquella que insuflaba firmeza, ha sido su madre Franziska, quien durante nueve largos años cuidó a su amado hijo como solamente una madre lo podría hacer.

La editorial madrileña Siete Mares publicó en el 2008 un conjunto importante de textos epistolares. En los mismos se evidencia la preocupación y sutileza de una madre en relación al progresivo deterioro de la salud de su hijo. La dura vida cotidiana de ambos es retratada con absoluta sinceridad, así como los muchos problemas económicos que tuvieron que atravesar durante muchos años, y unas líneas del texto dan cuenta de las artimañas de Elisabeth, la hermana de Nietzsche, para apropiarse y manipular el legado del filósofo.

El libro Mi melancólica alegría. Cartas de la madre de Nietzsche a Franz e Ida Overbeck refleja el cariño inmenso y una entrega desmesurada de una madre por su hijo. El título del libro obedece a la manera en que Franziska llamaba a su hijo postrado: mi melancólica alegría.

El tierno empirismo de la madre buscaba mantener vivo a un hijo cuyas ideas estrambóticas y arropadas por destellos de genialidad, sin embargo, inexorablemente caían en picado. Cuenta la madre:

"(...) En las horas del crepúsculo, cuando la oscuridad suele ser tanta que ni siquiera nos vemos, realizo una especie de ejercicio de memoria. Por ejemplo, le pregunto por Epicuro, Aristóteles, «cuénteme quién fue». Y me cuenta cosas durante una hora (...), de tal manera que siempre lamento que no lo escuche ninguna persona culta y erudita que pudiera replicarle de manera análoga."

En otro momento, Franziska cuenta los detalles de la visita del filósofo Edmund von Haagen y su esposa. Aquel llega a conversar con Nietzsche y declara, según la madre, que «Fritz» está perfectamente, y que su supuesta locura «sólo era un falso juicio de los demás, los que no éramos filósofos».

Por otro lado, algunos momentos resultan más felices y menos angustiantes, como cuando relata los apuros que los ciudadanos de Jena tuvieron que pasar cada vez que se cruzaban con el filósofo y la madre en sus paseos diarios. Franziska da detalles de cómo el filósofo interpelaba a los transeúntes al estilo del malogrado Sócrates; o cuando sucedía al revés y era el propio Nietzsche el que evitaba saludar a la gente y le decía a su madre, después de haber cambiado de acera: «Otra vez nos hemos salvado del peligro».

Estas cartas no pueden ser valoradas únicamente por su carácter doxográfico o filosófico, mucho menos para corroborar las debilidades de un hombre que propagó la muerte de Dios. Las mismas son una muestra clara del infinito amor que una madre profesó por su hijo, una absoluta entrega al cuidado de un hijo-genio postrado, pero mecido por la mano de una mujer que acariciaba lentamente una de las cabezas más privilegiadas que el mundo, en pocas décadas, habría de conocer.

El libro Mi melancólica alegría. Cartas de la madre de Nietzsche a Franz e Ida Overbeck refleja el cariño inmenso y una entrega desmesurada de una madre por su hijo.

 

 

Fuente:  ULTIMA HORA Digital

Publicado en la edición impresa

Sábado, 15 de Mayo de 2010

http://www.ultimahora.com/el-dr-francia-del-dr-viola-n214307.html

 

 

 

 

 

 

 

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