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R. ANTONIO RAMOS (+)

  GESTIONES DEL IMPERIO DEL BRASIL PARA EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY - Por R. ANTONIO RAMOS


GESTIONES DEL IMPERIO DEL BRASIL PARA EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY - Por R. ANTONIO RAMOS

GESTIONES DEL IMPERIO DEL BRASIL PARA EL RECONOCIMIENTO DE LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY

Por R. ANTONIO RAMOS


 

CAPITULO XVII

LA CIRCULAR DEL 24 DE NOVIEMBRE


Como consecuencia del reconocimiento de la independencia del Paraguay por el Brasil, el presidente López firmó con Pimenta Bueno, el 7 de octubre 1844, un tratado de alianza, comercio, navegación, extradición y límites. El artículo segundo establecía: «Su Majestad el Emperador del Brasil que tiene ya reconocida la independencia y soberania de la República del Paraguay interpondrá sus efectivos y buenos oficios para que las demás potencias reconozcan igualmente y cuanto antes la misma independencia y soberanía de la República». (1)

E1 convenio no fue ratificado por el Emperador, pero e1 espíritu de esta disposición permaneció firme. Pimenta Bueno al explicar a su gobierno las bondades del tratado, estimó que el aludido articulo segundo y el tercero, por el cual el Brasil se comprometía a defender al Paraguay en caso de amenaza de un ataque hostil, aumentarían la influencia del Imperio en la República, «obteniendo el reconocimiento de su Independencia de las Cortes amigas», y agregaba, que cuanto mayor fuese la influencia de la de San Cristóbal en los Estados de América del Sur, mayor será la importancia que tendrá esta Corte en Europa y en todas sus relaciones. (2)

El mismo Pimenta Bueno, luego de una entrevista con el presidente López, comunicó a Ferreira França: «Me manifestó que mucho desearía que los Ministros del Brasil, residentes en las diferentes Cortes representasen igualmente los intereses de la República del Paraguay, ya para ponerla en contacto con tales gobiernos como para abogar por su causa y proteger sus relaciones siempre que convenga, porque además de no disponer de personas habilitadas para tales cometidos, eso era conforme con la casi alianza de los dos países». El diplomático imperial no dio una respuesta definitiva al mandatario paraguayo, pero sí esperanzas. Le expresó que su gobierno, salvo algún inconveniente, daría curso al pedido formulado, «Me persuado – insistía Pimenta Bueno – que esa estipulación acrecentaría nuestras relaciones e influencia sobre esta República y que no disminuiría la importancia de nuestras Legaciones». (3)

Tales son los antecedentes que movieron al gobierno imperial a ordenar a sus representantes diplomáticos de América y Europa a promover el reconocimiento de la independencia del Paraguay.

Mientras tanto la guerra proseguía en el Río de la Plata, la amenaza de Rosas constituía, cada día, un peligro mayor para los Estados vecinos. El Brasil había también protestado contra la protesta de Guido por el reconocimiento de la independencia del Paraguay. La polémica por esta cuestión se inició así entre los gobiernos de Río de Janeiro y Buenos Aires, y entreEl Paraguayo Independiente y las publicaciones de Rosas.

En ese caldeado ambiente internacional surgió nuevamente Limpo de Abreu en defensa de la independencia del Paraguay. El 24 de noviembre de 1845, en su carácter de ministro de negocios extranjeros del Imperio, dirigió una circular a las representaciones diplomáticas brasileñas, de Europa y América, para que gestionasen el reconocimiento de esa independencia. (4)

Así como la nota de contestación a la protesta de Guido, la circular constituye también un brillante alegato a favor de la existencia soberana del Paraguay. «Hace veinte y cuatro años – afirmaba Limpo de Abreu – que el pueblo paraguayo tiene instituciones peculiares y un Gobierno propio con perfecta independencia de otra Nación o Gobierno». Así como fue el primero de los del Río de la plata en tener gobierno regular durante la dominación española, «también fue el primero en constituirse independiente luego que se levantó el grito de la revolución contra la Autoridad de la Metrópoli que residia en Buenos Aires». Una Junta Gubernativa dirigió sus destinos desde 1811 hasta 1813, estableciendo luego «el Estatuto o ley orgánica de la República» con una administración política presidida por dos cónsules. Tiene una población que excede a los quinientos mil habitantes, superior en más de la mitad a la de la Confederación Argentina. Ocupa un vasto territorio surcado por grandes arterias fluviales como «el famoso río Paraguay». Produce en abundancia ricas maderas, excelente yerba mate, tabaco, algodón, arroz, añil, cueros y otros productos comerciales. Su ejército en tiempo de paz es de 5.000 hombres, suficiente para imponer el orden interno y hacerse respetar. Posee embarcaciones propias para su navegación fluvial. Las rentas del Estado satisfacen los gastos ordinarios y los empleados públicos son pagados al día.

«Un pueblo en el cual concurren todas estas circunstancias declaraba el ministro de negocios extranjeros – tiene justificado derecho de figurar en el catálogo de las naciones. Los intereses de la civilización y del comercio se hallan ligados con los principios de justicia que abonan la causa del Paraguay.

«La independencia del Estado Oriental fue establecida por la Convención del 27 de agosto de 1828 como condición y garantía de equilibrio entre el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina.

«No es menos necesaria, como complemento de este equilibrio, la independencia del Paraguay.

«La anexión del Paraguay a la Confederación Argentina, además de una conquista, daría a la Confederación Argentina tal aumento de territorio y de fuerzas, que ya no existiría el deseado equilibrio, tornándose estériles todos los sacrificios que hizo el Imperio cuando subscribió la independencia de la República Oriental del Uruguay.

«Debe agregarse que la libre navegación del Paraná en beneficio de los Estados ribereños, se hace más difícil si no imposible sin la independencia del Paraguay. El empeño con que el Paraguay pugna actualmente como Estado independiente por esta navegación y las fuerzas con que puede sustentarla, convertiránse en medio de resistencia a la misma navegación, si por ventura el Gobierno de Buenos Aires puede disponer de ellas, una vez producida la anexión e incorporación del Estado del Paraguay al territorio de la Confederación Argentina». (5)

Estas declaraciones de Limpo de Abreu eran tan importantes y transcendentales como las formuladas en su contraprotesta a la nota de Guido, con la ventaja de tener un alcance mucho mayor, ya que debían ser conocidas por los gobiernos de América y Europa. En ellas se hablaba explícitamente del equilibrio de las nacionalidades dependientes de la cuenca del Río de la Plata. Esta política descansaba en el respeto a la independencia de las repúblicas del Paraguay y Uruguay. En 1852, el vizconde de Uruguay, siendo ministro de negocios extranjeros, repitió, en otros términos, idénticas declaraciones a Carlos Antonio López, en un documento que Julio César Chaves califica de excepcional. (6) El mismo principio del equilibrio de esa nacionalidad proclamó Francisco Solano López en la célebre protesta del 30 de agosto de 1864.

E1 Imperio del Brasil fue el primer país que reconoció la justicia que asistía al Paraguay y apreció «sus progresos en la carrera de la civilización». En 1824 Don Pedro I nombró cónsul general en Asunción a Antonio Manuel Correa da Cámara, quien en 1826 fue elevado a la categoría de encargado de negocios. Don Pedro II designó en 1841 al capitán de fragata Augusto Leverger para desempeñar asimismo el cargo de cónsul en la república; al año siguiente el nombramiento recayó en Antonio José Lisboa como encargado de negocios y en 1843 José Antonio Pimenta Bueno era igualmente distinguido con la misma representación diplomática y provisto de «plenos poderes para celebrar tratados solemnes con la República». (7)

El Paraguay mejoró sus instituciones políticas de acuerdo con los progresos del siglo y ratificó categóricamente su independencia. El Brasil, a su vez, reconociendo este acto no hizo sino ratificar solemnemente su reconocimiento de años atrás. La circular agregaba: «La posición geográfica del Paraguay y la falta que tiene de representantes en otros países aconsejó a su Gobierno a solicitar del de S.M. el Emperador que abogase por el mismo reconocimiento ante los diversos Gobiernos de Europa y América. Si antes de esta instancia, asaz lisonjera para el Brasil, ya el Gobierno Imperial se había anticipado a dar esa comisión aun representante del Imperio en las Cortes de Londres y París, con igual o mayor solicitud lo hará hoy, que ha estrechado más sus relaciones con la República del Paraguay». (8)

El notable documento terminaba ordenando a los representantes brasileños, que dando este paso benévolo, en la forma más oportuna y conveniente y en consideración a las razones expresadas, tratasen de obtener el reconocimiento explícito de la independencia del Paraguay.

La circular fue enviada a las legaciones en Inglaterra, Francia, España, Portugal, Austria, Santa Sede, Prusia, Nápoles, Ciudades Hanseáticas, Suecia, Bélgica, Uruguay, Nueva Granada, Venezuela, Perú, Bolivia, Chile y Estados Unidos de América. Copia de la misma fue también remitida a la legación en el Paraguay. (9) Pimenta Bueno al avisar recibo, decía a Limpo de Abreu: «Por ella quedo enterado de que el Gobierno de S.M. el Emperador dio el útil paso de solicitar de los Gobiernos amigos el reconocimiento de la independencia de este Estado, como es de justicia y de interés para el Imperio. – Comuniqué lo expuesto al Presidente, que mostróse muy satisfecho y me encomendó agradecerlo. Es un asunto de su mayor atención, por eso ruego a V.E. que tenga la bondad de comunicarme el hecho de ese reconocimiento, una vez que lo lleve a cabo alguno de los Gobiernos». (10)

El ya entonces el bien organizado cuerpo diplomático brasileño cumplió con eficiencia la delicada comisión. A medida que llegaban las respuestas de los gobiernos amigos, se daba noticia de ellas a Pimenta Bueno, quien, a su vez, las comunicaba al presidente López.El Paraguayo Independiente comentó: «El Gobierno de S.M. el Emperador del Brasil continúa a mostrar viva voluntad por lar independencia de la República. A más de otras pruebas que trataremos en tiempo oportuno, sabemos que solicitó de las Cortes amigas el reconocimiento solemne de nuestra Independencia. Conocemos cuanto interesa al Imperio la independencia del Paraguay, pero no por eso dejaremos de apreciar las señales de amistad que así nos demuestra el Gobierno del Emperador. A más de ese interés hay razones de política y de alta justicia. Con efecto un Estado que tiene un vasto y rico territorio como el nuestro, grandes ríos para amplio comercio con el mundo entero, población igual o casi igual a la Confederación, Ejército más numeroso de lo que fuera necesario, si no existiesen las agresiones del Dictador argentino, y que en caso de necesidad excederá de cincuenta mil hombres, rentas públicas suficientes para su manutención, administración pública organizada sobre bases las más liberales, de qué más depende para ser reconocido como soberano que es? A más de esto contamos treinta y cinco años en el goce de nuestra independencia política, y todo esto en completa paz. Basta remover los peligros de la guerra, y franquear su comercio para que la República se desenvuelva, y crezca con espantosa celebridad». (11)


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XVII

1. Oscar Pérez Uribe y Eusebio A. Lugo. Colección de tratados históricos vigentes. Asunción, 1934, pág. 321.

2. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França, Asunción, 7 de octubre de 1844. Reservado Nº26. Original. El documento es casi ininteligible. Reservados – Ministerio dos Negocios Estrangeiros – Nº 1 1843-1846. La conservación de esta copia es mejor que la del original, pero también se encuentra carcomida por la acción de la tinta, Pimenta Bueno, excediéndose en su juicio hablaba del «derecho de intervenir» en los «negocios más graves» y de «un protectorado» cuya medida estaría controlada por las «conveniencias y circunstancias».

Ramos. Gestões..., cit., pág. 307.

3. Ib. Ib. Ib. Asunción, 12 de diciembre de 1844. Copia autenticada por Pereira Leal. El documento está en mal estado de conservación. La primera parte es ininteligible.

Ib. Ib. Ib. Copia de puño y letra del mismo Pereira Leal como las otras del mismo volumen. El testimonio es perfectamente legible.

4. A.H.I. Lata 211. Documentos históricos avulsos – Limpo de Abreu. Memória sobre o reconhecimento da Independencia do Paraguay p. Limpo de Abreu, 1847.

Ib. Ib., Correspendência Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1845, 1846 e 1847.

Ramos, ob. cit., pág. 307.

5. Circular cit.

Ib. Ib., pág. 308 y 309.

6. Julio César Chaves. Después de Caseros. Historia Paraguaya. Asunción 1956, págs. 107 y 108.

7. Circular cit.

8. Circular cit.

9. A.H.I. Correspondencia cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 3 de febrero de 1846.

10. Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 8 de febrero de 1846. Autógrafo.

11. Nº 41


 

 

EN EUROPA


CAPITULO XVIII

MISIÓN DEL VIZCONDE DE ABRANTES


En agosto de 18d4, la Corte de San Cristóbal designó a Miguel Calmón du Pin e Almeida, entonces vizconde de Abrantes, ministro plenipotenciario en Berlín, encomendándole, al mismo tiempo, una misión especial ante las cortes de Londres y París para tratar las cuestiones del Río de la Plata, derivadas de la política de Rosas. La misión provocó diversos y contradictorios juicios, tanto en América como en Europa.

El 23 del mismo mes le fueron expedidas las instrucciones correspondientes por el ministro de negocios extranjeros, Ernesto Ferreira França, las cuales luego de fijar los puntos principales referentes a la representación en Prusia, expresaban: «Además de su misión en Berlín, S.M. el Emperador se dignó encargarle una comisión de gran importancia. V.E. conoce las disposiciones de la Convención preliminar de Paz del 27 de agosto de 1828, estipulada entre el Imperio y la República Argentina con la mediación de Inglaterra y está inteligenciado de la historia de la guerra y de la negociación que precedieron a aquella Convención, y de todo cuanto ha pasado desde esa época entre el Brasil y las Repúblicas del Río de la Plata. V.E. sabe que el Imperio no prescinde, de ningún modo, de la independencia plena y absoluta de la República del Uruguay, independencia que también se halla estipulada entre Francia y dicha Confederación Argentina por la Convención del 29 de octubre de 1840, y, al mismo tiempo, V.E. no ignora que muchos sospechan que el Gobierno de Buenos Aires nutre vistas ambiciosas contra dicho Estado del Uruguay. Consecuentemente, V.E. debe estar convencido de cuánto importa al Gabinete Imperial conocer plenamente cuáles son las vistas de los Gabinetes de Londres y París, relativamente a esas Repúblicas del Río de la Plata y la del Paraguay; cómo es que Inglaterra entiende los derechos y obligaciones que le competen en consecuencia de aquella mediación y Francia los que se deducen de aquella Convención con la Confederación Argentina. Finalmente, mucho conviene que los Agentes Diplomáticos de esas dos Naciones, acreditados en esta Corte, reciban instrucciones para poder entenderse con el Gobierno Imperial sobre los negocios pendientes y cualesquiera futuras ocurrencias relativas a esas repúblicas». (1)

Para cumplir su cometido el plenipotenciario llevaba las cartas credenciales para los respectivos ministros de negocios extranjeros de Inglaterra y Francia. En las conferencias con éstos y por cualquier otro medio debía enterarse, para informar a su Corte de la política de aquellos dos Estados con relación y las citadas repúblicas, de «los puntos en que ambos Gabinetes coinciden y se combinan», de «aquellos en que sus intereses divergen y se cruzan, deduciendo de este su conocimiento las ventajas que el Gabinete Imperial puede esperar de aquellos Gobiernos europeos o qué inconvenientes debe recelar; y de los medios para conseguir las primeras y separar las últimas». (2)

Las instrucciones eran de doble filo. Ellas reflejaban no sólo el recelo de la Corte de San Cristóbal ante la política desarrollada por Rosas en el Río de la Plata y Paraguay sino también el referente a la que podrían tener Inglaterra y Francia en esas regiones de América. Si peligrosa era la tendencia hegemónica del dictador de Buenos Aires también lo era el imperialismo de las dos aludidas grandes potencias europeas. Pero la misión tenía como blanco principal la política de Rosas, que constituía una amenaza inmediata para el Imperio. De ahí la afirmación de Pedro Calmón: «La «misión Abrantes» era la espontánea reacción de la patria en peligro». (3)

El vizconde de Abrantes llegó a Londres el 19 de octubre de 1844. Tres días después tuvo la primera entrevista con Lord Aberdeen, acompañado de Marques Lisboa. «Me pareció que fui bien acogido», informó al ministro de negocios extranjeros, Entregó sus credenciales al canciller británico, quien le expresó que estaba de vacaciones por unos días. El diplomático brasileño le respondió que esperaría su regreso para tener el honor de tratar con él la comisión de la cual se hallaba encargado. La conversación versó después, entre otras cosas, sobre la «grave enfermedad» de Rosas, prosiguiendo, según el informe del agente brasileño, en estos términos; «si sucumbe a consecuencia de ésta, observé yo, se ha de mudar la fase de los negocios en el Río de la Plata; tal debe ser el resultado de un gobierno personal, como el de Buenos Aires. Sin duda, contestó S.E., y la anarquía devastará aquellas regiones. Continuará devastando, le repliqué, porque hace muchos años que las devasta y las va tornando bárbaras completamente; tanto es así, que si los gobiernos regulares que sustentan la causa de la civilización no les prestan ayuda, me parece que volverán al estado en que se encontraban antes del descubrimiento de América y concluí, que tenía por evidente, que al gobierno británico, civilizador como era, no podría convenir que un tal deplorable estado continuase por más tiempo. Tampoco al Brasil, me interrumpió S.E. En verdad, continué, lejos de convenir al gobierno imperial, él está dispuesto a contribuir con los medios a su alcance, como vecino e interesado en la prosperidad de América, para que cese el mismo estado». Así terminó esta primera entrevista. (4) Las expresiones del vizconde de Abrantes reflejaron claramente las intenciones de la Corte de San Cristóbal.

Lord Aberdeen regresó de sus vacaciones el 9 de noviembre y el 11 recibió nuevamente al agente brasileño. El vizconde de Abrantes le entregó unmemorándum, en el cual explicó los objetos principales de su misión en función a la política de Rosas. No era un misterio la tendencia de este gobernante de someter al yugo de Buenos Aires a las provincias que formaban el antiguo virreinato de ese nombre, incluyendo las de Montevideo y Paraguay. La lucha en el Estado Oriental era una manifestación de esa tendencia. Oribe, teniente de Rosas, guardando las apariencias podría subordinar de hecho el Uruguay a Buenos Aires o «alterando sus instituciones agregarlo de derecho a la Federación argentina». Durante el gobierno del dictador Francia, Buenos Aires no pudo manifestar claramente sus vistas, pero en el actual régimen consular ha revelado sus deseos de contar con el Paraguay entre las provincias sometidas a su dominio. (5)

El vizconde de Abrantes concretó categóricamente las pretensiones brasileñas, en estos términos: «Parece al gobierno imperial que es de su deber y deber que no puede renunciar, mantener la independencia e integridad del Estado Oriental del Uruguay; así como concurrir para que la República del Paraguay continúe libre e independiente. Igualmente le parece que siendo la independencia de estas dos Repúblicas de interés general, forzoso es adoptar medidas que tengan por fin contener al gobierno de Buenos Aires dentro los límites marcados por el derecho de gentes y frustrarlo cualesquiera vistas ambiciosas. Finalmente le parece que la humanidad, cuya causa debe ser defendida por los gobiernos cristianos no sólo del viejo sino del nuevo mundo, y los intereses comerciales que tan ligados se hallan a los progresos de la civilización y al sosiego de la paz, exigen imperiosamente que se ponga término a la guerra encarnizada que se mueve en territorio y mares del estado Oriental. – El gobierno imperial no tiene la menor duda respecto de la aquiescencia del gobierno británico a los principios y vistas que acaba de comunicarle con lealtad. – Si al gobierno del Brasil, ligado a la observancia de los citados artículos 1º y 2º de la convención de 1828, conviene sustentar la independencia del Uruguay, también a la Gran Bretaña, como mediadora en aquella convención, no puede serle indiferente la vida o muerte de la misma independencia. Si el estado próspero y tranquilo del Paraguay, continuando independiente y permaneciendo neutral en medio de las discordias civiles interminables de la Confederación Argentina, promete ventajas al comercio del Brasil, también promete al de la Gran Bretaña. Si la terminación de una guerra calamitosa es favorable a los intereses comerciales y morales del imperio, no será menos al desenvolvimiento del comercio británico en el Río de la Plata». (6)

«El gobierno imperial deseaba conocer explícitamente la aludida aquiescencia, por eso esperaba la comunicación sobre lo que pensaba el de S.M.B. sobre la cuestión del Río de la Plata; así como si estuviese de acuerdo con los puntos de vista indicados expidiese las instrucciones a su ministro en Río de Janeiro para entenderse allí con el gobierno imperial «acerca de los negocios pendientes y conocidos, como al respecto de cualesquiera futuras ocurrencias en las repúblicas de Buenos Aires, Uruguay y Paraguay». (7)

Sin entrar en otras consideraciones elmemorándum del vizconde de Abrantes mostraba una preocupación fundamental por la independencia del Uruguay y por la del Paraguay. Y para la defensa de ellas buscaba el apoyo efectivo de la Gran Bretaña, ya que el Imperio del Brasil estaba decidido a defender la soberanía de esos Estados, porque su desaparición por influjo de la dominación de Rosas significaría un peligro serio para su estabilidad.

Durante la entrevista, Lord Aberdeen preguntó al plenipotenciario brasileño «si elmemorándum contenía alguna proposición». El vizconde le contestó que si, resumiéndole los últimos párrafos del mismomemorándum en estos términos: «que el gobierno del emperador, convencido de que era del interés de las naciones neutrales, mantener la independencia del Uruguay, impedir que la del Paraguay corriese peligro y poner término a la guerra entre los gobiernos de Buenos Aires y Montevideo, proponía al gobierno británico que se dignase dar instrucciones a su enviado en el Brasil para que se entendiese allí con el gabineteimperial, no sólo sobre los referidos objetos, que para mí abarcaban los negocios pendientes en el Río de la Plata, como sobre cualesquier otros que pudiesen ocurrir en aquellas regiones». (8) Lord Aberdeen, pareciendo no tener que reflexionar sobre los dos primeros puntos, respondió que en cuanto a1 tercero había que recordar «que ya por dos veces el gobierno inglés había ofrecido inútilmente su mediación a Rosas y que le sería muy desagradable exponerse» a un nuevo rechazo, observando, al mismo tiempo, que «era ese un negocio de interferencia y por consiguiente grave» pues había que respetar el derecho que tenían los estados independientes de hacerse la guerra. El vizconde de Abrantes le contestó que así también pensaba el gobierno brasileño y «tanto juzgaba el negocio delicado y de la mayor gravedad» que él estaba encargado de entenderse previamente con el gabinete inglés sobre el particular. El canciller británico mostrándose satisfecho con esta respuesta: preguntó si la Corte de San Cristóbal «tenía sospechas de que la independencia del Uruguay y la del Paraguay corrían peligro». El ministro imperial le aseguró que las tenía, así como le parecía que el gobierno británico también debía tenerlas, considerando lo que pasaba hacia dos años en el Río de la Plata, haciéndole ver que tanto el Brasil e Inglaterra tenían el deber de hacer respetar la independencia del Uruguay como consecuencia de la convención de 1828, y que, en cuanto a la del Paraguay debía ser mantenida por la misma conveniencia de las naciones comerciales, agregando que «un estado rodeado de grandes ríos navegables, rico en productos y suficientemente poblado, prometía grandes ventajas». (9)

Lord Aberdeen convino en que de hecho Oribe era una hechura de Rosas, pudiendo temerse siéndolo cuando estuviese a la cabeza del gobierno oriental. En cuanto al Paraguay sólo se refirió a las ventajas comerciales que ofrecía este país. Agregó que perteneciendo a Rosas ambas márgenes del Paraná y una del Paraguay, «así como las bocas de uno y otro río, podía él, pues tenía derecho de hacerlo, embarazar la navegación e impedir el comercio con aquel país». El vizconde de Abrantes replicó: «que a pesar de ese derecho que se debía respetar y de la posible traba al comercio directo, el Paraguay, continuando independiente, permaneciendo extraño a los desórdenes de la Confederación Argentina y aumentando su producción agrícola, podía por medio de grandes depósitos, que nunca le faltarán, alimentar un ventajoso comercio con otras naciones en el Río de la Plata. Me pareció que admitió esta reflexión», agregó en su informe el representante imperial. (10)

El 18 de noviembre a las cuatro de la tarde se realizó otra entrevista en elForeign Office. Lord Aberdeen manifestó al vizconde de Abrantes que era difícil acceder a la «proposición vaga» contenida en elmemorándum, porque no juzgaba prudente que el gobierno británico entrase en un acuerdo con el Brasil sobre un negocio grave, cuando no existía una perfecta inteligencia entre los dos países, por cuanto en Río de Janeiro se retardaba la concertación de un tratado de alianza igual al que existía entre el Imperio y Francia. El diplomático brasileño replicó debidamente a la observación. En vista de que el acuerdo sobre el Río de la Plata no era posible si no se llegase previamente a lo mismo acerca de las otras cuestiones pendientes, lo que llevaría muchos meses de negociación, el vizconde de Abrantes continuó expresando: «que una tal condición de aplazamiento equivalía al rechazo de la propuesta contenida en elmemorándum, propuesta cuyo buen éxito dependía de una resolución inmediata, porque los negocios de Montevideo eran urgentísimos: que, en consecuencia, le rogaba le dijese con franqueza y sin hesitación si yo podía escribir ya a mi gobierno, declarándole, que S.E. había rechazadoin limine la proposición que yo fui encargado de hacerle». (11)

Lord Aberdeen respondió que no rechazaba la proposición, que sólo se había referido a las dificultades para llegar a un acuerdo, y agregó que «expediría instrucciones a Mr. Hamilton para entenderse con el gobierno imperial sobre la cuestión del Río de la Plata, pues el gobierno de la reina estaba de acuerdo sobre la necesidad de sustentar la independencia del Uruguay, sobre la conveniencia de embarazar que la del Paraguay corra peligro y sobre la utilidad de hacer cesar la guerra entre Buenos Aires y Montevideo; que era posible que este último objeto se alcanzase por medio de una manifestación vigorosa que tres gobiernos como el inglés, francés y brasileño hiciesen para ese fin; pero que no era imposible también que esa manifestación no moviese a un hombre obstinado como Rosas y entonces fuese preciso obrar; que por eso era muy conveniente pensar maduramente sobre una empresa, en la cual, una vez empeñados, no nos sería airoso retroceder». El vizconde agradeció estas declaraciones y agregó que aun teniendo en cuenta la obstinación de Rosas, más valía exponerse a una lucha que continuar siendo espectadores impasibles de una guerra devastadora y perjudicial. Antes de terminar la conversación el canciller de S.M.B. agregó que «ya se había entendido con Mr. Guizot» y preguntó a su interlocutor si también se entendería con el gobierno francés. El plenipotenciario brasileño contestó afirmativamente porque en ese sentido tenía orden de su Corte, manifestando su confianza en el éxito de su próximo contacto con el aludido Mr. Guizot. (12)

Al día siguiente de la entrevista el vizconde de Abrantes se dirigió por escrito a Lord Aberdeen solicitando una «respuesta definitiva» sobre lo tratado en ella para elevarla al conocimiento del Emperador no obstante las manifestaciones verbales de este último sobre la proposición brasileña. (13) El 26 de noviembre contestó el ministro británico. Luego de referirse a su aquiescencia respecto a los puntos planteados por el gobierno brasileño, manifestada en la conferencia del 18 del mismo mes, declaró: «Tengo ahora la honra de confirmar, por parte del gobierno de S.M., esa aquiescencia en general. El gobierno de S.M. concuerda enteramente con el gobierno del Brasil sobre la necesidad de mantener la independencia de las repúblicas del Uruguay y del Paraguay y de que los gobiernos más interesados en la cuestión se esfuercen por poner término a la lucha desoladora y desesperada, que hace tanto tiempo, y con tanta injuria para los individuos y tanto escándalo para la humanidad,se ha trabado entre Buenos Aires y el Uruguay», Para llevar a la práctica esta conformidad de pareceres, el gobierno británico estaba dispuesto a entenderse con el del Brasil y el de Francia, país con el cual Gran Bretaña ha obrado de acuerdo hasta entonces. El gobierno de S.M. – terminaba expresando Lord Aberdeen – desea ardientemente que esta buena inteligencia se establezca plenamente y no perderá tiempo en mandar instrucciones al representante de S.M. en la Corte de Río de Janeiro, habilitándolo para entenderse sin reserva alguna con el gobierno del Brasil y con el ministro del Rey de los Franceses, sobre la manera de alcanzar lo que tenemos en vista». (14)

El vizconde de Abrantes dio por terminada su misión en Londres con la respuesta del canciller británico, Pero no pudo dar un juicio seguro sobre la intención del gobierno inglés en la «cooperación condicional» que éste prometía antes de entenderse con el de Francia. Creía, sin embargo, que aún cuando el gabinete de Londres nada obtuviese de la Corte de San Cristóbal, vendría lo mismo a entenderse con el Brasil en la cuestión del Río de la Plata. Saint Aulaire, embajador francés, le informó que la intervención de Inglaterra y Francia en el gran estuario estaba decidida antes de su llegada. (15)

Según el juicio de Pedro Calmón la misión en Londres del vizconde de Abrantes fue coronada con éxito. (16) Sin embargo no lo creía así el titular de la misma, quien no se aventuró a dar una opinión definitiva sobre la actitud del gobierno inglés. Es claro que en cuanto a la necesidad de mantener la independencia del Uruguay y de la del Paraguay, y de hacer cesar la lucha en el Estado Oriental, no había dudas sobre el pensamiento del gabinete de Saint James. Pero no ocurría lo mismo sobre las medidas a concertarse con la Corte de Río de Janeiro para solucionar la cuestión del Río de la Plata.

El 29 de noviembre el vizconde de Abrantes partió de Londres con destino a París. En la capital de Francia, el 9 de diciembre por la tarde, fue recibido por Guizot, ministro de negocios extranjeros, a quien entregó el mismomemorándum, mutatis mutandi, que el presentado a Lord Aberdeen. Guizot le expresó que estaba informado del objeto de la misión por su embajador Saint Aulaire y que habrá oído que el gabinete inglés marcharía de acuerdo con el francés en esta cuestión, para concluir preguntándole si era cierto que el gobierno brasileño se preparaba a intervenir en el Río de la Plata. El vizconde de Abrantes le contestó que la Corte de San Cristóbal no pensaba dar un paso tan grave sin el concurso de otros gobiernos, principalmente de los de Francia e Inglaterra, tan interesados como el Brasil en la cesación de la guerra en aquellas regiones, pero que juzgaba conveniente prepararse para el caso de ser provocado por Rosas, a fin de estar dispuesto a obrar si así lo exigiesen la defensa y la dignidad de la corona imperial. (17)

El 22 de diciembre tuvo lugar otra entrevista entre Guizot y el vizconde de Abrantes. El ministro de relaciones exteriores declaró que tanto Francia como Inglaterra no se comprometerían en una guerra continental en América; que cooperarían con el Brasil en la solución de la cuestión del Río de la Plata enviando barcos para hacer la guerra por mar, «pero que ninguna fuerza francesa o inglesa sería empleada en tierra». El vizconde de Abrantes replicó que si la intervención fuese intentada debía ser conjuntamente, lo que no ocurriría si los gobiernos de Francia e Inglaterra se negasen a obrar con el Brasil en una guerra terrestre; en ese caso, «tal vez el gabinete imperial no se prestase a provocar en común una lucha que después tuviese que pesar sólo sobre él». La declaración de Guizot fue confirmada a Marques Lisboa, ministro brasileño en Londres, por Lord Aberdeen. (18)

El 6 de enero de 1845 el vizconde de Abrantes mantuvo una prolongada entrevista con Mr. Ouseley, designado ministro británico en Buenos Aires, a su paso por la capital de Francia. De la conversación dedujo el agente brasileño que el gobierno inglés no tenía aún fijado los medios de los cuales se serviría para dar término a la guerra en el Río de la Plata y que parecía que los gabinetes de París y Londres habían concordado ya en no empeñarse en una guerra de desembarco. Tres días después mantuvo otra entrevista con Lord Cowley, embajador inglés. El 13 asistió a una comida ofrecida por Guizot, a la cual fueron invitados también Mr. Ouseley, el almirante barón de Mackau, el conde de Lurde, ex ministro en Buenos Aires, lord Cowley y Desages, director de la secretaría de estado de negocios extranjeros. La conversación versó sobre el Río de la Plata. El vizconde de Abrantes tampoco sacó otra impresión que la recogida en su entrevista con Mr. Ouseley. Al despedirse preguntó a Guizot si podía escribirle pidiéndole una respuesta sobre las proposiciones contenidas en elmemorándum que le había presentado anteriormente. El canciller francés accedió «de buena voluntad» a la solicitud. (19)

En consecuencia, el 14 de enero dirigió a Guizot una nota parecida a la pasada a Lord Aberdeen el 19 de noviembre. El canciller francés contestó: «Como tuve la honra de comunicaros de viva voz en las dos conferencias que tuvimos al respecto de los negocios del Plata, el Gobierno del Rey está dispuesto a entenderse con los Gobiernos de S.M. el Emperador del Brasil y el de S.M. la Reina de Inglaterra, sobre las bases indicadas en vuestroMemorándum.

«Lo que entonces os dije, reitero hoy por escrito como deseáis. Las bases a que aludo son:

«1º El mantenimiento de la Independencia de la República del Uruguay, tal como fue establecida por la convención del 27 de agosto de 1828.

«2º El mantenimiento de la Independencia de la República del Paraguay.

«3º El deseo de poner término a la guerra desesperada que hace tanto tiempo agita las márgenes del Plata y que es tan fatal al comercio como desastrosa a la humanidad.

«Luego que esté plenamente de acuerdo con el Gabinete de Londres sobre esta cuestión, el Gobierno del Rey expedirá instrucciones a tal respecto a su Legación en Río de Janeiro». (20)

El vizconde de Abrantes transmitió la respuesta a su gobierno, que consideró satisfactoria de acuerdo con los fines de su comisión, ya que contenía la declaración de que el gobierno francés estaba dispuesto a entenderse con el brasileño respecto a los negocios del Río de la Plata, pero ella dejaba ver que el gabinete de París no se había puesto todavía de acuerdo con el de Londres sobre los medios a emplearse para la solución de los negocios referidos, lo que demorará la expedición de las instrucciones prometidas. (21)

Con esta contestación terminaba también su misión en París. Las conversaciones no pasaron de «insinuaciones y sondeos; Francia e Inglaterra intervendrían sin la alianza del Brasil. La imprudencia les costó cara», agrega Pedro Calmón. (22)

Pero si bien la intervención conjunta en si fracasó por decisión unilateral de Inglaterra y Francia, la misión obtuvo la declaración positiva de los gobiernos de estas dos potencias en el sentido de apoyar el mantenimiento de la independencia del Uruguay y la del Paraguay, tal como informó el vizconde de Abrantes a su gobierno en nota de 6 de febrero de 1845. (23) Refiriéndose a este último país decía: «Me parece claro, finalmente, que los dos gabinetes estaban de acuerdo con la conveniencia de mantenerse la independencia del Paraguay, sin embargo de que no la juzgasen en peligro tan inminente como la del Uruguay; y tengo bastante razón en creer que este acuerdo descansa en la persuasión de que les será más fácil obtener de un pequeño estado independiente, que de otro mayor o menos débil, y por eso menos condescendiente, ciertos favores para el comercio y navegación europea». (24)

En cuanto a la posición adoptada por las Cortes de Londres y París en la cuestión planteada del Río de la Plata, el comisionado imperial concretó en estos términos su impresión; «Ninguno de estos gobiernos romperá lanzas en América a favor del Brasil. La economía de sangre y dinero entra mucho en el cálculo de los parlamentos y también en el de las dinastías». (25)

El presidente López, en conocimiento de las gestiones del vizconde de Abrantes, se dirigió a Don Pedro II en estos términos: «Noticias que el Supremo Gobierno de esta República acaba de tener afianzan que entre las bases firmadas en París por la intervención del Brasil, Inglaterra e Francia en los negocios del Río de la Plata, fueron incluídas por exigencia del Señor vizconde de Abrantes, Consejero de Estado, y Ministro Extraordinario de V.M.I. las siguientes condiciones verdaderamente vitales para la República del Paraguay – EL reconocimiento de su independencia nacional, la conservación de la integridad de su territorio, y la libre navegación de los importantes río Paraná y Uruguay.

«Aunque tales noticias parten de orígenes particulares, pero llegan por diferentes puntos, y son reforzadas de tantas coincidencias, que el Supremo Gobierno de la República se ve forzado a darles crédito.

«Es en suposición de la realidad de ellas, que el mismo Gobierno Supremo no puede demorar la presentación de su viva y justa gratitud a V.M.I., cuya política profunda y generosa tantos bienes derrama sobre la América del Sud.

«A mas de este deber la República del Paraguay tiene aun otros a cumplir para ante V.M.I. Puede ser que su cooperación diplomática, ó militar sea de algun modo, a mas de util á ella tambien dé servicio a V.M.I. Ella tendría inmenso placer y gloria si así aconteciese. Con estas consideraciones deseando tambien tener parte, si fuere posible en la dicha intervencion convinada entre las tres grandes Potencias, y asuntos conexos, dirige en esta ocasion al digno Ministro y Secretario de Estado de Relaciones exteriores del Gobierno de V.M.I. plenos poderes, para que el Ministro brasileño mandado para el Río de la Plata, ó otro cualquiera que V.M.I. tubiese por bien designar, represente igualmente la República del Paraguay, y pueda en su nombre obligarse a cuanto sea necesario. Las instrucciones y ordenes por las cuales él debe dirigirse, a mas del Protocolo que sera presentado a V.M.I., penderán, Imperial Señor, de su sabio Gabinete; la confianza de la República del Paraguay reposa entera y tranquila.

«Si al ejercito de V.M.I. pueden ser útiles las fuerzas paraguayas, ellas tendrán solamente la demora de recibir las resoluciones de su augusta voluntad, y marcharán para los puntos que le fueren señalados, desde luego é independientemente de los tratados de la futura alianza de ambos Estados.

«El Supremo Gobierno paraguayo concluirá, Imperial Señor, afirmando a V. M. su amistad, y gratitud grande, sincera, y que durará siempre». (26)

El Emperador del Brasil contestó al mandatario paraguayo el 30 de setiembre de 1845. «Recibí Vuestra Carta – decía Don Pedro II – fechada el 1º de junio de este año, en la que refiriéndoos a noticias que había tenido el Supremo Gobierno de esa República, de que entre las bases firmadas en París por la intervención del Brasil, Inglaterra y Francia en los negocios del Río de la Plata, fueron concluídos por exigencia del vizconde de Abrantes, Senador del Imperio, el Reconocimiento de la Independencia de la República del Paraguay, la integridad de su territorio y la libre navegación de los importantes Ríos Paraná y Uruguay; y suponiendo exactas dichas noticias os apresurásteis a mostrar la gratitud de la República y su disposición a cooperar con la intervención, diplomática y militarmente, remitiendo los Plenos Poderes necesarios para ese fin y manifestando que las fuerzas paraguayas se hallan listas a entrar en acción, luego que sean llamadas. Tomando Vuestra Carta con la digna consideración que merece, debo responderos que aún cuando mi Gobierno no tenía parte en la intervención Anglo-Francesa en los negocios del Río de la Plata, la suerte del Paraguay no me fue ni será, en tiempo alguno, indiferente, he tomado y continuaré tomando un vivo interés por su Independencia, su engrandecimiento y por la prosperidad de su comercio, y emplearé en este empeño los medios de los cuales puede disponer un Gobierno amigo y benévolo. Os agradezco la cooperación diplomática y militar que me ofrecéis. Es una prueba inequívoca de la confianza que depositásteis en Mí. Yo aprecio debidamente esta prueba y haré de la cooperación e uso que me parezca más ventajoso bienestar de la República del Paraguay. Ilustre Presidente de República del Paraguay, Nuestro Señor os tenga en su Santa Guarda». (27)

La misión del vizconde de Abrantes causó una desfavorable impresión en la Confederación Argentina, como es lógico comprender, Rosas dio instrucciones a Guido a que presentase a la Corte de San Cristóbal la correspondiente reclamación. El 22 de noviembre de 1846, el plenipotenciario argentino cumplió la orden de su gobierno, dirigiéndose al barón de Cayrú con una extensa nota recriminatoria, como ya lo había hecho en otras ocasiones. El gobierno argentino se veía obligado por su decoro y por respeto a los intereses confiados a su cuidado a renovar sus observaciones contra un acto de la diplomacia brasileña, que si bien «inspirado por lamentable imprevisión y sin el propósito de suscitar una guerra no provocada», había conmovido la opinión americana y «comprometido altamente la confianza de la república en la rectitud del gabinete imperial». (28)

Guido hizo un resumen de los principales precedentes delmemorándum presentado por el vizconde de Abrantes a las cortes de Londres y París. Al referirse a las pretensiones de dominio atribuidas a Rosas sobre la Banda Oriental, comentó que el agente brasileño no ha apreciado el desprendimiento ni la política americana desarrollada por el gobernador de Buenos Aires contra la agresión extranjera, ni quiso ver el sacrificio del gobierno argentino en la guerra actual por la independencia de la República del Uruguay. Y se preguntaba si dónde estaba la prepotencia o el abuso para con la Banda Oriental, cuanto que al gobierno argentino se ha reconocido el perfecto derecho de beligerante. Ignoraría el vizconde de Abrantes que dos estados independientes de las márgenes del Río de la Plata se habían unido «para combatir a una facción antinacional que entregó después su país a merced de Inglaterra y Francia» y que el hombre que consumó la traición «había sido solemnemente declarado por S. M. el Emperador incompatible con la seguridad y con el reposo del Imperio». (29)

Después de la cuestión uruguaya tocó su turno a la paraguaya, ya que elmemorándum atacó también la posición asumida por el gobierno argentino con relación a la última. «El destino de la provincia del Paraguay – decía Guido – ha sido la cuestión esencial después de la muerte del dictador Francia». A la pretensión de su independencia absoluta, sostenida por el régimen consular, el gobierno argentino opuso sus imprescriptibles derechos, emanados de la organización del virreinato de Buenos Aires y sancionados por tratados y actos gubernativos. La moderación del gobierno argentino le llevó a declarar que nunca obligaría por las armas a aquel territorio a reconocer la Confederación, «dejando al tiempo y a las negociaciones la solución de la cuestión». (30)

El vizconde de Abrantes buscaba aliados en Europa para someter a la Confederación, tratando de obtener la aquiescencia de las cortes de Inglaterra y Francia para una combinación destinada a desarmar al gobierno argentino y arrebatarle las ventajas que había obtenido. «Elmemorándum indica la necesidad para aquellas dos naciones y para el Brasil de cooperar a fin de que la llamada República del Paraguay se conserve como estado libre e independiente. Tal interferencia para dirimir una cuestión interna de soberanía nacional es un verdadero atentado político; y aún suponiendo, lo que es inexacto, que fuesen perjudicadas las demás naciones, porque aquel territorio se mantuviese unido a la liga argentina, los beneficios que se procurase con su segregación por medio de arbitrios injustos o violentos valdrían menos que la moral y organización de las naciones». (31)

Elmemorándum colocó a S. M. el Emperador en una falsa posición ante las cortes de Londres y París. Las instrucciones solicitadas de ellas para sus representantes en Río de Janeiro no se dieron y el Imperio del Brasil quedó fuera de la coalición. Guido terminaba pidiendo, en cumplimiento de órdenes expresas de su gobierno, que S.M. el Emperador declarase categóricamente si aprobaba o no «elmemorándum dirigido a las cortes de Inglaterra y Francia sobre los negocios del Río de la Plata por el vizconde de Abrantes». (32)

La presentación del ministro de Rosas fue contestada por el barón de Cayrú, quien pocos días después dejaba la secretaría de Estado de negocios extranjeros. Guido, al solicitar la declaración categórica de parte de S. M. el Emperador de si aprobaba o rechazaba elmemorándum dirigido por el vizconde de Abrantes a las cortes de Londres y París, no hacía sino repetir argumentos usados por él en notas anteriores. Como estos argumentos han sido ya varias veces refutados, la exigencia argentina quedaría satisfecha «con la simple respuesta de que la naturaleza y efectos de unmemorándum dirigido a un gobierno diverso del argentino, no obligan al del Brasil a semejante declaración; máxime cuando, por el contrario de la misma nota, se evidencia que el gobierno de la Confederación está suficientemente informado de que dichomemorándum no buscó aliados para venir a intervenir con fuerza armada en la contienda de las dos Repúblicas del Plata». Pero para que el ministro argentino pueda apreciar «la rectitud, lealtad y benevolencia del gobierno de S.M. el Emperador» y «su desvelo por mantener la propia dignidad y sus derechos», el barón de Cayrú se ocupó de algunos tópicos de la nota contestada. (33)

En lo referente a la cuestión paraguaya, decía el canciller imperial: «El Sr. Guido reputa un verdadero atentado político la solicitud hecha en elmemorándum a las dos cortes de Inglaterra y Franciapara el reconocimiento de la república del Paraguay; tanto porque considera una cuestión interna en la que no debe tener parte el extranjero, como porque nunca el gobierno de la Confederación consideró absolutamente independiente al Paraguay desde la revolución de 1810. Piensa el abajo firmado que en materia de reconocimiento de la independencia de un Estado es permitido apelar a los gobiernos extranjeros y el Paraguay lo hizo solicitando del imperial sus buenos oficios. Mucho aplaude el gobierno imperial que el argentino haya declarado que no impondrá jamás por las armas la entrada o conservación del Paraguay en la federación nacional, dejando al tiempo y a las negociaciones la solución de la cuestión. Sin duda que con este procedimiento ofrece una prueba de moderación, una vez que se considere con derecho sobre aquella república». (34)

La independencia del Paraguay ha sido ya reconocida por el gobierno argentino como varias veces lo ha demostrado el imperial. No obstante, éste va a ofrecer nuevos argumentos a favor de sus afirmaciones. Ellos son: «La credencial y las instrucciones dadas por el gobierno argentino el 1º de agosto de 1811 a sus plenipotenciarios, que encierran no sólo la confesión más solemne de que no había vinculo alguno de nacionalidad entre el Paraguay y las provincias unidas del Río de la Plata, sino también la autorización formal y expresísima de celebrar, como celebraron, el tratado del 12 de octubre de 1811 sobre la base de la total absoluta independencia del Paraguay, una vez que resolviesen el deber de auxiliar la emancipación común. – Estas instrucciones evidencian que el gobierno argentino, después de insinuar a sus plenipotenciarios que viesen si podían obtener un nexo nacional entre el Paraguay y las provincias unidas, recomienda en el art. 7 que si reconociesen que tal intento era mal recibido o pudiera causar contradicciones, lo abandonasen y tratasen de conseguir una alianza. – La credencial del 6 de marzo de 1813 y la nota de Herrera del 15 de octubre del mismo año, manifiestan categóricamente el reconocimiento de la disolución de dicho tratado de 1811, después del cual no hubo convención ninguna. – Un proceso seguido en Buenos Aires, con ocasión de las represas de los barcos paraguayos a corsarios de Montevideo, autentica que los tribunales y autoridades argentinas reconocían, como hecho solemne, la total y absoluta independencia de la república del Paraguay. – En él se lee que las pretensiones paraguayas no pueden ser o reputarse nacionales,porque uno y otro pueblo, no forman una nación, una vez que no es reconocido un centro de gobierno superior o de suprema representación, que es el fundamento de la unidad, y que, consecuentemente no pueden ser consideradas como una sola familia, un solo cuerpo político o estado, sin manifiesta contradicción de los principios proclamados repetidas veces por el Paraguay de su separación de las provincias unidas, no habiendo sino íntima alianza, envirtud del referido tratado del 12 de octubre de 1811. – La nota del gobierno argentino del 20 de enero de 1815, dirigida al Excmo. Sr. Gaspar Francia, dictador supremo del Paraguay, hizo visible la incompatibilidad de pretender considerar al gobierno paraguayo como parte integrante de la nacionalidad argentina. – La circular del gobierno de Buenos Aires del 2 de julio de 1825 a los gobernadores de las provincias unidas demuestra que en la propia correspondencia interior de aquel gobierno con dichas provincias, el Paraguay era calificado como república distinta, en la misma forma que Chile, Perú, Costa Firme, etc. – En fin, no faltan documentos que atesten que el gobierno de Buenos Aires no sólo daba al del Paraguay el tratamiento de Excmo. Sr. dictador supremo de la república del Paraguay, sino que también la Corte de Portugal no consideraba a las repúblicas del Plata como formando un sólo estado y sí diversos».(35)

Estos argumentos eran la fiel reproducción, con muy pequeñas diferencias de detalle, de los que el presidente López expuso a Pimenta Bueno, el 25 de octubre de 1846, remitiéndole copias auténticas de los documentos mencionados en la nota. La recíproca colaboración de los gobiernos de Asunción y Río de Janeiro, frente a las pretensiones de Rosas, constituía un medio eficaz para contrarrestarlas y desvirtuarlas, como ocurría en este caso, en que el ministro de negocios extranjeros refutó al diplomático argentino en lo referente a la independencia del Paraguay con datos precisos, proporcionados por el primer mandatario de esta república.

«Es pues de esperar – agregaba el barón de Cayrú – que el Sr. Guido no continúe exigiendo del gobierno imperial la retractación de un acto practicado hace tantos años, queriendo así hacerle aparecer como contradictorio con su procedimiento anterior». (36)

El oficio del canciller imperial continuó refutando las afirmaciones del representante de Rosas, declarando que «el gobierno imperial no hizo la más leve injuria al argentino manifestando a los gabinetes de Inglaterra y Francia su interés en la pacificación del Río de la Plata». Luego, para probar que la confianza del mismo gobierno imperial vacilaba con respecto al argentino, el barón de Cayrú pasó a hacer una exposición sobre los agravios causados al Brasil por el gobierno de Buenos Aires. (37)

* * *

Cumplida su misión en París, el vizconde de Abrantes pasó a Berlín, donde llegó el 17 de febrero de 1845 y donde también tenía un importante cometido.

En esta ciudad recibió la circular del 24 de noviembre de aquel año. Sin perder tiempo presentó una memoria, el 27 de enero de 1846, al barón de Canitz, ministro de negocios extranjeros; tomando como modelo la aludida circular. (38) Al entregarla declaró a este alto funcionario «que no escribiría ostensiva y oficialmente, interponiendo los buenos oficios de mi Gobierno a favor del reconocimiento de la independencia del Paraguay, sino cuando S.E., después de haber pensado y adoptado las órdenes del Rey, me pudiese dar fundada esperanza de suceso, reservándome para entonces discutir el modo práctico de llevarse a la práctica el mismo reconocimiento. De lo que en esa ocasión – agregó en su informe – oí a dicho Ministro, pude colegir que él hesitaba tomar la iniciativa en este negocio, pero que está dispuesto a resolverlo favorablemente, siguiendo lo que ya Prusia había practicado respecto de otros Estados de América Meridional». (39)

Dos días después de su entrevista con el barón de Canitz, el representante brasileño habló con el barón Schleinitz, jefe de la sección política del ministerio para averiguar sobre la tramitación de la memoria con el objeto de dar cuenta a su gobierno. (40) Como consecuencia de esta conversación recibió una nota verbal del canciller, fechada el 3 de febrero, concebida en estos términos: «El barón de Canitz examinó con vivo interés la Memoria que el Sr. vizconde de Abrantes tuvo la bondad de entregarle de parte de su Corte, con el fin de invitar al Gobierno del Rey a reconocer la independencia de la República del Paraguay. No desconociendo la fuerza de las consideraciones formuladas en dicha Memoria, en abono de tal reconocimiento y deseando probar al Gobierno de S.M. el Emperador del Brasil el aprecio que da a su benévola intercesión, el Gabinete del Rey no tendrá ninguna duda de acceder a la solicitud que se le hace por intermedio y con el apoyo de la Corte de Río de Janeiro de reconocer la independencia del Paraguay. Pero reflexionando al mismo tiempo que sería más conforme con los usos y con los intereses de los dos países, el proceder a ese reconocimiento, no por un acto aislado y unilateral y sí por una transacción formal, destinada además de eso a establecer entre Prusia y el Paraguay relaciones regulares y recíprocas ventajas, el Gabinete del Rey tiene adoptado este acuerdo. – Y reservándose a entenderse con el Sr. Ministro del Brasil sobre el medio más conveniente de dar tramitación a tal acuerdo, el barón de Canitz aprovecha esta ocasión para ofrecer al Sr. vizconde de Abrantes nueva seguridad de su alta consideración». (41)

En definitiva, el barón de Canitz no daba una resolución definida; la respuesta, si bien de buena voluntad, era evasiva. Así lo entendió el vizconde de Abrantes cuando expresaba que la nota verbal asegurando «la más favorable disposición del Gobierno prusiano, aplazaba con todo el reconocimiento de tal suerte que viene a privarnos del mérito de haberlo alcanzado en tiempo oportuno». (42)

El ministro brasileño volvió a entrevistarse con el barón de Schleinitz, a quien manifestó que la espera que se deducía de la nota verbal era innecesaria; que podría haber ocurrido que los Sres. Ouseley y Deffaudis hubiesen ya entablado negociaciones con el Paraguay y tomado la iniciativa del reconocimiento; que por entonces era imposible la negociación entre el gabinete de Berlín y el Paraguay, pues este país no tenía agente diplomático en Europa y tal vez ni en Río de Janeiro; y aunque lo tuviese en esta capital y Prusia enviase allí un representante, el tratado no podría ser concluido antes de dos años, teniendo en cuenta las distancias; que dada esta demora, se adelantarían a Prusia procediendo al reconocimiento, Estados marítimos secundarios, inclusive las Ciudades Hanseáticas, de lo que no le resultaría ventajas; que no había motivo alguno para recelar que el éxito de la mediación oficiosa brasileña convirtiese al Imperio «tan influyente en el Gobierno de Asunción, que pudiese perjudicar a los intereses prusianos»; que el reconocimiento podría tener lugar, en el término de pocos meses, si el Gobierno de Prusia enviase un agente o cónsul a Río de Janeiro para «entenderse allí con el representante del Paraguay si lo hubiese, o directamente con el Gobierno de Asunción, al que podría, al mismo tiempo proponer la negociación del Tratado». (43)

De las respuestas del barón Schleinitz, el vizconde de Abrantes sacó la fundada sospecha de que Prusia esperaba en la cuestión del reconocimiento la iniciativa de Inglaterra. Entendió entonces que debía pedir confidencialmente informe al agente brasileño en Londres sobre la resolución adoptada por el gabinete de Saint James, por si Lord Aberdeen le hubiese dado alguna respuesta favorable, respuesta de la que dudaba, teniendo en cuenta las impresiones que le dejaron la conferencias mantenidas con el aludido canciller británico y con Guizot.»... tengo para mí – decía a Limpo de Abreu – (y mucho deseo estar en error) que el Gabinete Inglés y el Francés, no obstante usar frases más o menos benévolas y corteses para nosotros, han de tratar de reconocer la independencia del Paraguay, dejando ver claramente a esta República que lo hacenmotu proprio y no por deferencia al Brasil». (44) Y el diplomático imperial tenia razón.

El 25 de marzo de 1846 informaba nuevamente a Limpo de Abreu sobre la cuestión del Paraguay. Recibió la respuesta confidencial del agente en Londres, la que «no le habilitó para insistir o continuar en el mismo negocio». Lord Aberdeen, lejos de manifestarse «claramente a favor de la cuestión de la Independencia, alegó la conveniencia de consultar a Mr. Guizot, y nada resolvió». Y como el barón de Canitz esperaba, sin duda, la resolución del Gabinete británico, no ha tomado determinación alguna. En los diversos encuentros que tuvo con este canciller, no se volvió a tocar el tema. (45)

La copia del oficio del vizconde de Abrantes, dando cuenta de estas gestiones, fue remetida a Pimenta Bueno, con el objeto de que haga de ella «el uso que le parezca más conveniente para convencer al Presidente López del interés que toma el Gobierno Imperial por los negocios de la República». (46) Pimenta Bueno dio a conocer las negociaciones al mandatario paraguayo, quien se mostró muy agradecido, destacando lo que debía al Brasil. (47)


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XVIII

1- A Missão Especial do vizconde de Abrantes de outubro de 1844 a outubro de 1846. Tomo I. Río de Janeiro, 1853, págs. VIII y IX Instruccções (Reservado).

2- Ib. Ib. Ib., págs. IX y X.

3- Pedro Calmón. O marquez de Abrantes. Río de Janeiro, 1933, pág. 246.

4- A Missão..., cit., Abrantes a Ferreira França. Londres, 22 de octubre de 1844, págs. 3 a 5.

5- Ob. cit. Abrantes a Ferreira França. Londres, 12 de noviembre de 1844, páginas 12 a 14.

Londres, 9 de noviembre de 1844, págs. 6 a 11.

Relatório da Repartição dos Negócios Estrangeiros, 1847.

A.H. I. Missão Especial em Berlin – 1844-45.

Elmemorándum fue presentado en francés.

6-Memorándum cit.

7-Memorándum cit.

8- A Missão Especial..., ob. cit., Abrantes a Ferreira França.Londres, 12 de noviembre de 1844.

A.H.I. Leg. cit.

9- Nota cit.

10- Nota cit.

11- A Missão Especial..., ob. cit. Abrantes a Ferreira França. Londres, 20 de noviembre de 1844, págs. 15 a 21.

12- Nota cit.

13- A Missão Especial..., ob. cit., Abrantes a Lord Aberdeen. Londres, 19 de noviembre de 1844, págs. 21 a 23.

14- Ib. Ib. Ib. Lord Aberdeen al vizconde de Abrantes.Foreign Office, 26 de noviembre de 1844, págs. 26 a 28.

15- Ib. Ib. Ib. Abrantes a Ferreira França. Londres, 28 de noviembre de 1844, págs. 23 a 26.

16- Calmón, ob. cit., pág.253.

17- A Missão Especial..., ob. cit. Abrantes a Ferreira França. París, 13 de diciembre de 1844, págs. 28 a 30.

18- Ib. Ib. Ib. Abrantes a Ferreira França. París, 23 de diciembre de l 844, págs. 30 a 34.

19- Ib. Ib. Ib. Abrantes a Ferreira França. París, 16 de enero de 1845, páginas 34 a 45.

20- Ib. Ib. Ib., págs. 52 a 53.

21- Ib. Ib., págs. 50 a 52.

22- Ob. cit., pág. 254.

23- A Missão Especial..., ob. cit. Abrantes a Ferreira França, págs. 53 a 61

24- Nota cit.

25- Nota cit.

26- B.N.R.J. – C.R.B. I. – 29, 27, 17 Nº 9. El Presidente López a Pedro II.

Asunción, 1º de junio de 1845. Copia.

Benítez, ob. cit., págs. 84 y 85.

27- A.H.I. Correspondencia Ostensiva..., cit. La carta del Emperador fue remitida con la nota de Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 9 de octubre de 1845.

28- Relatório da Repartição dos Negócios estrangeiros apresentado à Assembléa Geral Legislativa, na quarta Sessão da Sexta Legislatura, pelo respectivo ministro e secretário de Estado Barão de Cayrú. Río de Janeiro de 1847.

Guido al Barón de Cayrú. Río de Janeiro, 22 de noviembre de 1846.Las transcripciones son traducciones, a su vez, de la traducción al portugués de la nota de Guido, tal como está publicada en el Relatorio aludido.

29- Nota cit.

30- Nota cit.

31- Nota cit.

32- Nota cit.

33- Relatório cit. Barón de Cayrú a Guido. Río de Janeiro, 12 de mayo de 1847.

34- Nota cit.

35- Nota cit. Lo subrayado es del texto.

36- Nota cit.

37- Nota cit.

38- A Missão Especial..., ob. cit., págs. 104 s 108. Texto en portugués.

A.H.I. Correspondencia Ostensiva..., cit. Texto en francés, tal como fue presentado.

Pereira Pinto. Apontamento para o direito internacional. Tomo III. Río de Janeiro, 1861. Reproduce íntegramente la memoria en portugués, pág. 134 y 135.

39- A Missão Especial..., ob. cit. vizconde de Abrantes a Limpo de Abreu. Berlín, 12 de febrero de 1846, págs. 100 a 104.

40- Nota cit.

41- A Missão Especial..., ob. cit., págs. 104 a 109. Texto en portugués. A.H.I. Correspondencia... Texto en francés. Ferreira França, ob. cit. páginas 80 y 81.

42- Nota del 12 de febrero cit.

43- Nota cit.

44- Nota cit.

45- A Missão Especial..., ob. cit. Abrantes a Limpo de Abreu. Berlín, 25 de marzo de 1846, pág. 109. Ferreira França, ob. cit., pág. 81.

46- A.H.I. Correspondencia Ostensiva..., cit. Barón de Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 4 de junio de 1846. También se remitió con esta nota el extracto de una nota del cónsul en Chile.

47- Ib. 1b. Assunção, – Ofícios: – 1846. Pimenta Buenó al barón de Cayrú. – Asunción, 17 de setiembre de 1847. Autógrafo.



CAPITULO XIX

RECONOCIMIENTO DE PORTUGAL Y AUSTRIA


Antonio de Menezes Vasconcellos de Drummond, ministro brasileño en Lisboa, así como recibió la circular del 24 de noviembre dio cumplimiento a las órdenes de la Corte de San Cristóbal. Sus gestiones no tuvieron obstáculo alguno, encontraron la más favorable acogida. «... traté con este Gobierno – decía a Limpo de Abreu – el reconocimiento explícito de la independencia de la República del Paraguay. Conseguí el fin como V.E. verá por la copia adjunta de la Nota. Los medios empleados fueron verbales y de particular amistad. Llevé después el escrito para que nos quede en un documento que este reconocimiento de la República del Paraguay por parte de Portugal es debido al Brasil. Espero merezca la aprobación de V.E.» (1)

La Reina designó, el 14 de febrero de 1846, a Leonardo de Souza Leite e Azevedo, encargado de negocios en el Paraguay, como una prueba efectiva de reconocimiento. La comunicación al representante imperial estaba concebida en estos términos: «Su Majestad la Reina, empeñándose en acceder a los deseos de Su Majestad el Emperador del Brasil, manifestados en la Nota que en fecha del 27 de enero último dirigió al abajo firmado, Ministro Secretario de Estado de Negocios Extranjeros, el Sr. Antonio de Menezes Vasconcellos de Drummond, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de su Majestad Imperial de que por el Gobierno de la misma Augusta Señora tuviese que ser reconocida la Independencia de la República del Paraguay, tuvo por bien ordenar para este efecto, por Decreto fechado hoy, que el Comendador Leonardo de Souza Leite e Azevedo, Su Encargado de Negocios junto a las Repúblicas Argentina y del Uruguay, fuese acreditado con la misma categoría, junto al Gobierno de la República del Paraguay, para lo que le mandó munir de la competente credencial». (2)

Esta credencial fue remitida a Souza Leite e Azevedo el 16 de febrero en la corbetaIris. «Este medio de reconocimiento es el que me pareció más explícito», comentó el diplomático brasileño en su informe, esperando la aprobación de su proceder de parte de su gobierno. Limpo de Abreu escribió a lápiz en la parte superior del oficio, que se avise recibo, respondiendo «que fue muy agradable a S.M.I. la manera como desempeñó la comisión, y dése conocimiento de todo a la Misión del Brasil en el Paraguay». (3)

Tanto la comunicación del 16 de febrero del secretario de Estado portugués como la nota del día siguiente del plenipotenciario brasileño fueron transmitidas en consecuencia a Pimenta Bueno, para su «conveniente comunicación al Presidente López». Al hacerlo, Limpo de Abreu agregaba: «excuso recomendar a V. M.ced que cumplirá aprovechar la ocasión para hacer sentir al mismo Presidente que el Gobierno Imperial continuará empleando sus oficios amigables en pro del bienestar de la República». (4)

El encargado de negocios dio a conocer al mandatario paraguayo la resolución de la Corte de Lisboa con la consiguiente impresión favorable. Al dar cuenta de esta comisión, Pimenta Bueno informaba: «El Presidente alegróse por el reconocimiento hecho por S. M. Fidelísima y expresóme que veía en eso una nueva prueba de amistad e interés que el Brasil tomaba por este Estado... Si fuese del agrado de V.E. insinuar a este Gobierno, la marcha que debe seguir en relación a otras Cortes, pare coadyuvar con los esfuerzos del Gobierno Imperial en la obtención del reconocimiento de la independencia del Paraguay, será grato al Presidente». (5)

Souza Leite e Acevedo no dio cumplimiento a la orden de su gobierno. No tuvo la suficiente entereza de imponerse a Rosas, de cuyas redes no pudo escapar. Su misión en el Paraguay postergósine die. Sólo la cumplió después de la caída del dictador de Buenos Aíres por intermedio de la legación del Brasil en Asunción. No tuvo la deferencia de trasladarse a Asunción, no obstante el tiempo transcurrido de la resolución de la Corte de Lisboa y haber desaparecido elRestaurador del escenario internacional. A este respecto, Pimenta Bueno decía al barón de Cayrú; «Concluiré exponiendo, que el Ministro de Portugal en Buenos Aires, hasta hoy no dirigió comunicación alguna al Presidente sobre el reconocimiento de este Estado y como es muy amigo de Rosas tememos que sea inducido a representar a su Gobierno contra esa medida». (6)

No obstante la actitud del representante de Portugal en Buenos Aires, el presidente López dirigió una carta de gabinete a S. M. la Reina de aquel Estado. En 1813 – decía – el Paraguay proclamó su independencia y en 1842 «resolvió ratificar solemnemente su dicho pronunciamiento... Desde 1813 la República Paraguaya distinguió y trató con particular protección a los Ciudadanos Portugueses, así como a los Brasileros». Por eso solicitó de S. M. el Emperador del Brasil, para que, a su vez, solicitase de su hermana la Reina de Portugal el reconocimiento de la independencia del Paraguay. La legación imperial en Asunción comunicó «las providencias dadas por el Ministro de S.M.I. para verificarse ese acto de justicia». Terminaba la cordial comunicación formulando votos por la felicidad de la Reina y de sus súbditos. En la misma fecha, también se dirigió al canciller de Portugal, comunicándole que remitía al ministro del Brasil en Lisboa una carta de gabinete con el encargo de hacerla llegar a S. M. la Reina y una copia para el mismo canciller. «A más de esto – agregaba el presidente López – el referido Señor Ministro es habilitado para ministrar a V.E. informaciones al respecto de este Estado, y de los vehementes deseos que él tiene de cultivar preciosas relaciones que tanto aprecia, con el Reyno de Portugal». Don Carlos pidió a Pimenta Bueno que por su intermedio se remitiesen estos documentos a la Corte de San Cristóbal, para retransmitirlos de allí a su destino, a lo que el agente imperial dio curso sin dilación. (7)

Durante el predominio de Rosas, Souza Leite e Azevedo no dio señales de vida en el sentido de cumplir la orden de su gobierno. En julio de 1852, después ya de la caída del dictador de Buenos Aires, Rodrigo de Souza da Silva Pontes, ministro brasileño en la capital argentina, conversó con Leite e Azevedo sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay por el gobierno de Portugal. (8) Sobre la cuestión escribió a Felipe José Pereira Leal, designado encargado de negocios del Imperio en Asunción. Leite e Azevedo le manifestó que hacía años estaba autorizado por su gobierno para reconocer la independencia del Paraguay, pero que no lo había hecho «porque tal acto era una hostilidad a los ojos de Rosas»; que no pudiendo ir a Asunción, pretendía escribir a Pereira Leal «rogándole que se encargue de hacer aquel reconocimiento en nombre del Gobierno de la Reina Fidelísima». Silva Pontes le contestó que el reconocimiento de la independencia del Paraguay por Portugal no podía dejar de ser agradable a S. M. el Emperador, que siempre se esforzó porque «todas las naciones del mundo reconociesen aquel país como libre e independiente»; pero Azevedo no podía emitir su opinión sobre la delegación que quería hacer Leite e Azevedo de su comisión. El diplomático portugués adujo a su favor la autoridad de Silvestre Pinheiro, cuyas opiniones no tenia a mano el brasileño. «Hago mención de este incidente – agregaba Silva Pontes – solamente para que V.E. quede enterado de todo cuanto pasó; y sobre el asunto general escrito para que tenga la bondad de decir a Leite que escribí a V.E. al respecto de este negocioy que le manifesté deseos de que se haga el reconocimiento de la manera más conveniente para todos». (9)

Por su parte, Leite e Azevedo escribió también a Pereira Leal, manifestándole que Su Majestad Fidelísima la Reina de Portugal le había designado encargado de negocios junto al gobierno de la república del Paraguay, animada «del más vivo deseo de establecer y estrechar relaciones de recíproca y sincera amistad» con ese país, ordenándole que en su nombre reconozca la independencia de la misma república. «Por tanto pido a V.E. – agregaba – que en nombre del Gobierno de Su Majestad Fidelísima y como si yo personalmente fuese, se digne hacer aquel reconocimiento de la independencia de la citada República del Paraguay, reconocimiento que el Gobierno de Su Majestad Fidelísima anunció oficialmente a las Cámaras Legislativas en 1846, desde cuya época deberá considerarse como hecho consumado aquel reconocimiento de la Independencia y Soberanía de la aludida República; y poner en las manos de S.E. el Sr. Ministro de Relaciones exteriores la Carta Credencial adjunta (de la cual envío copia a V.E.), rogando al Superior Gobierno que se digne acreditarme en el carácter público de Encargado de Negocios de bu Majestad Fidelísima junto a él. Sírvase V.E. manifestar igualmente al Gobierno de la misma República que me consideraré feliz mereciendo su benévola estima y confianza pudiendo asegurar que nada omitiré para eso, porque de este modo cumplo también las órdenes de mi gobierno». No podía trasladarse a Asunción por razones obvias, dadas las circunstancias de la Argentina y Uruguay, países en los cuales también estaba acreditado; tenía el convencimiento de que el gobierno paraguayo acogería favorablemente con su «reconocida benevolencia» el deseo expuesto y que una vez reconocido en su carácter público le permitiría designar un vice cónsul, así como también, que esta misión no comprometería los intereses del Imperio del Brasil ni la función oficial de Pereira Leal. (10)

Desde Montevideo, donde se encontraba de paso para Asunción, Pereira Leal informó, a su vez, a Soares de Souza, de los deseos de Leite e Azevedo, confirmando que éste no reconoció la independencia del Paraguay por la oposición de Rosas; Leite no se trasladaba a cumplir su comisión por falta de medios; le pidió, por tanto, que se encargase «en nombre del Gobierno portugués de reconocer la Independencia de aquel país, de entregar su credencial y hacer que sea conocido su carácter público». Pereira Leal, no obstante dudar del derecho que tenía el agente de la Corte de Lisboa para delegar su comisión, luego de oír la opinión favorable de Silva Pontes y de José María da Silva Paranhos y convencido de que el aludido reconocimiento sería aceptado por el gobierno paraguayo, resolvió satisfacer a Leite e Azevedo; la credencial entregaría si el reconocimiento fuese admitido en la forma indicada; aceptaba la comisión para hacerse agradable al gobierno de Asunción; y esperaba que su proceder fuese aprobado (11)

La credencial hacía mención de los «inalterables sentimientos de amistad» de los cuales S.M. la Reina se hallaba animada para con la república del Paraguay. Sus términos cordiales auguraban un futuro promisorio en las relaciones de los dos países. (12) Leite e Azevedo, no obstante las pruebas de «su celo al servicio de la Reina»no respondió a la confianza depositada en él al encomendársele la importante misión. Primeramente Rosas, después las circunstancias del Río de la Plata o la falta de medios, según Pereira Leal, fueron las causas que le impidieron cumplir la orden de su gobierno. El éxito de la comisión correspondería a un representante del Imperio del Brasil.

Soares de Souza instruyó a Pereira Leal que S.M. el Emperador había tenido a bien que acepte la comisión portuguesa, debiendo limitarse a presentar al presidente López las comunicaciones del encargado de negocios de S.M. Fidelísima relativas al reconocimiento de la independencia del Paraguay, recibir las respuestas correspondientes, comparecer, si fuere invitado, a algún acto o fiesta pública que se realizase con ocasión de aquel reconocimiento, pero evitando firmar por el representante portugués, «como una especie de Procurador», los documentos oficiales necesarios, «visto que éstos podrán ser puestos en duda por el Gobierno» de Lisboa. «No es indispensable – agregaba el ministro de negocios extranjeros – para tales reconocimientos la presencia del Agente autorizado para el efecto. Austria reconoció la independencia del Paraguay por una comunicación oficial, sin que allí mandase o tuviese presente este pais un Agente Diplomático». Si la credencial de Leite e Azevedo fuese aceptada debía entregarla al Presidente, aunque aquél estuviese ausente, pero nunca como delegado o representante del diplomático portugués. El canciller terminaba recomendando a Pereira Leal que todo este asunto se tramitase con el gobierno paraguayo verbalmente. (13)

Luego de le comunicación precedente y la de Leite e Azevedo de que el gobierno portugués había aprobado su determinación, Pereira Leal pudo conseguir que éste fuese reconocido en su carácter oficial, sólo después de vencer las objeciones del presidente López «sobre la validez de una Credencial fechada cerca de siete años atrás y las dificultades que presentó para recibir a un diplomático que por tan largo tiempo había dejado de cumplir las órdenes de su Gobierno y que tan hostil se mostrara a esta República durante la Administración de Rosas, de quien él siempre lo juzgó instrumento». Para el efecto se convino en un cambio de notas entre el representante brasileño y el gobierno paraguayo. (14) Las prevenciones del presidente López tenían fundamento. Leite e Azevedo no podía inspirar confianza al Paraguay, dadas sus relaciones con Rosas, ya conocidas suficientemente cuando fue designado encargado de negocios en Asunción. (15)

Para dar cumplimiento a lo acordado, Pereira Leal se dirigió a Benito Varela, remitiendo la carta credencial del representante portugués, ya que éste por motivos ajenos a su voluntad no podía hacerlo personalmente. «El abajo firmado – decía el encargado de negocios del Brasil – viendo en esta comisión un medio de ser agradable a dos Gobiernos con los cuales el Imperial cultiva tan buenas y tan estrechas relaciones de amistad, y, además de eso, persuadido de que el Excmo. Gobierno Paraguayo no se negaría, de este modo, a abrir sus relaciones con el de la Augusta Hermana de su Excelso Soberano, no dudó en aceptar el encargo que ahora gustosamente cumple con la plena convicción de que será bien recibido y debidamente apreciado por la sabiduría del Superior Gobierno de la República y por S.E. el Sr. Ministro...» (16)

La respuesta no se hizo esperar. Luego de referirse a la comisión encomendada a Pereira Leal por el diplomático portugués, declaraba el ministro interino de relaciones exteriores: «No se ha engañado Su Señoría Ilustrísima en creer que seria bien recibida y apreciada por el Gobierno de la República la aceptación del encargo referido y en consecuencia el abajo firmado tiene la satisfacción de participar a Su Señoría Ilustrísima que en virtud de la citada Credencial fecha 14 de febrero de 1846, queda reconocido en la República el expresado Comendador Don Leonardo de Souza Leite Acevedo como tal Encargado de Negocios de Su Majestad la Reyna de Portugal, quedándole anexo el respectivo Consulado General, y en el goce de todas las prerrogativas y exenciones que por el derecho público le corresponden desde que quiera entrar en el ejercicio de sus funciones inherentes al carácter expresado. El abajo firmado tiene la satisfacción de acompañar el pliego de su contestación al Ilustrísimo y Excelentísimo Señor Ministro y Secretario de Estado de Negocios Estranjeros del Reyno de Portugal, rogando a Su Señoría Ilustrísima, quiera tener la bondad de darle dirección. (17)

Pereira Leal había culminado en sus gestiones. El éxito coronó a la misión que no pudo cumplir Leite e Azevedo. Así como en Lisboa, en 1846, el representante del Brasil con su mediación amistosa obtuvo el reconocimiento de la independencia del Paraguay por Portugal, así también casi siete años después, otro diplomático del Imperio tuvo que completar ese reconocimiento en Asunción, salvando la negligencia, acaso culpable, del agente designado por S.M. la Reina para representarle ante el gobierno del presidente Carlos Antonio López.

La corte de San Cristóbal aprobó la actuación de Pereira Leal. «Leí con atención – le decía Soares de Souza – su oficio en que me da cuenta del modo con que fue cumplida la comisión que le encargó el Sr. Leonardo de Souza Leite Azevedo y aprobando la Nota que V. M.ced dirigió al referido Ministro (de relaciones exteriores), me resta decirle que en esta fecha voy a remitir a la Legación Brasileña en Lisboa copia del oficio como de la Nota que V.M. dirigió al Ministro y de la respuesta de éste». (18)

* * *

Sergio Teixeira de Macedo, ministro brasileño en Austria, que entonces comprendía Hungría y Bohemia, dio igualmente cumplimiento a la circular nº 15 del 24 de noviembre. Sobre este particular decía a Limpo de Abreu, que el gobierno austríaco no había reconocido a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, con excepción de México, por la anarquía en que se conservaban. Por eso le parecía que debía dirigir las negociaciones de tal suerte que no recibiese un rechazo después. Pidió una audiencia con el Príncipe de Metternich, cuya fecha todavía no fue fijada. Pero antes mantuvo una conferencia con el Barón Ottenfels, quien se encargó de explicar al Príncipe el motivo de dicha audiencia. El ministro austríaco en Río de Janeiro, Conde de Reichberg, tenía orden de informar a su gobierno sobre el estado político y las relaciones comerciales de las repúblicas americanas del sur y recibir de sus representantes sugestiones o sondeos y transmitirlos a Viena. (19)

«Una vez que la independencia – continuaba informando el diplomático brasileño – de esos Estados se reconozca por las grandes Potencias marítimas debe ella considerarse un hecho consumado y mal haría Austria de no tratar de sacar el provecho que su comercio puede obtener de él. De todos esos Estados, Chile es el que hasta ahora muestra alguna garantía de constituirse definitivamente y de prosperar, y por eso este Gobierno está ya bien dispuesto a reconocerlo. Después de Chile parece que el Paraguay es el que ofrece más garantías de orden. Francia e Inglaterra parece que lo tienen implícitamente reconocido y si su independencia conviene al Brasil y si el Brasil como vecino, por lo tanto el más bien informado, da y propone el reconocimiento de ese Estado, es esa una de las más fuertes razones (son las propias palabras del barón) para determinar al Gobierno de Su Majestad Apostólica a concluir ese reconocimiento. Cumple pues que el Gobierno del Paraguay o se dirija por intermedio de su agente en esa Corte al Ministro Austríaco o me mande poderes para hacer aquí cualesquier sondeos o proposiciones a este Gobierno». Como el Paraguay no estaría dispuesto a destacar un agente diplomático a Europa para solicitar el reconocimiento de su independencia, le parecía que el primer paso «será el dirigir su Gobierno a Su Majestad Imperial y Real Apostólica una Carta de Gabinete participando las reformas que acaba de hacer en sus instituciones y los principios que nuevamente adoptó en relación de la política externa. Debe esta Carta o ser ahí entregada por su agente al conde de Reichberg o serme enviada aquí para que yo la entregue al Príncipe de Metternich. Este segundo arbitrio me parece preferible porque yo sólo entregaré con la promesa de tener una respuesta, mientras que una vez entregada al Ministro Austríaco en esa Corte, el paso está definitivamente dado sin garantía de ser retribuido. Puede también la república mandarme una Credencial y hasta plenos poderes para firmar un tratado de comercio y navegación, que en el momento actual debe limitarse solamente a fijar y establecer principios generales de derecho internacional sin ligarse a limitaciones de derecho y menos a estipulaciones perpetuas o de larga duración». (20)

Estos eran los consejos que se adelantaba a dar Teixeira de Macedo con el objeto de ganar tiempo, anunciando que en breve tendrá la oportunidad de comunicar con más autoridad y extensión lo tratado con el Príncipe de Metternich. (21)

La conferencia con este hombre de Estado se llevó a cabo pocos días después. La conversación versó sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay. El Príncipe de Metternich confirmó al representante de la Corte de San Cristóbal lo que éste había comunicado a su gobierno en el oficio del 18 de febrero y le había aseverado el barón Ottenfels, «esto es, que Su Majestad el Emperador de Austria está dispuesto e reconocer la independencia de la República del Paraguay en la forma que se halla constituida; que responderá por tanto en los términos de estilo las Cartas de Gabinete en las cuales el Gobierno de aquella República le participe la organización del estado y su elección; y que aceptará los agentes diplomáticos y consulares que la misma República envíe para residir en los Estados Austríacos». (22)

El Príncipe observó que las repúblicas americanas se encontraban en un estado deplorable de anarquía. Teixeira de Mecedo le respondió que convenía exceptuar a Chile, con lo que el Príncipe concordó. Entonces el diplomático brasileño le preguntó si S.M.I. y R.A. estaría también dispuesto a reconocer la independencia de Chile. Metternich contestó que al respecto no había la menor duda. (23)

Copias de las dos notas del ministro en Viena fueron remitidas sucesivamente a Pimenta Bueno, quien las puso en conocimiento del presidente López, juntamente con las enviadas por agentes acreditados también en otros países europeos. (24) El mandatario paraguayo se mostró en la última ocasión, como anteriormente, muy agradecido y «agregó que no había duda que mucho debía al Brasil». (25)

El presidente López se mostró conforme con las sugestiones de Teixeira de Macedo. De consiguiente se apresuró a dirigir a S.M.I y R.A. y al Príncipe de Metternich las comunicaciones correspondientes.

Al Emperador de Austria dedicó esta carta de gabinete: «El Supremo Gobierno de la República del Paraguay tiene la honra de ofrecer y tributar a V.M.I. y Real sus puros, y afectuosos votos del más vivo respeto, y de la más debida consideración.

«Este Estado teniendo ratificado solemnemente el pronunciamiento de su Independencia política ya aclamada en 1813, y ambicionando cultivar relaciones con el ilustrado, y poderoso Gobierno de V.M.I. y R., cumple el deber de dirigirse a V.M.I. y R. comunicando semejante hecho, y pidiendo el reconocimiento de su dicha Independencia por parte del Imperial Gabinete de V.M.

«El Supremo Gobierno de la República pide en esta ocasión al ilustre Ministro de V.M.I. y R. el Príncipe de Metternich, que lleve a la presencia augusta de V.M. las convenientes informaciones sobre el asunto; y aguarda de la magnanimidad de V.M.I. y R. grata resolución.

«El infrascrito Presidente de la República hace votos para que la Providencia continúe a proteger los preciosos días del Augusto Monarca del Austria, Hungría, y Bohemia para la felicidad de sus numerosos y leales súditos: él tendrá siempre la satisfacción y honra de consagrar su consideración y respeto a V.M.I. y R. que Dios proteja y guarde por dilatados años». (26)

El lenguaje del mandatario paraguayo era satisfactorio y estaba encuadrado dentro de lasnormas diplomáticas y protocolares. Además, su contenido estaba de acuerdo con las manifestaciones hechas a Teixeira de Macedo en sus entrevistas con los altos dignatarios del gobierno austríaco.

El mismo día el presidente escribió también al Príncipe de Metternich, pidiéndole que ponga en conocimiento de S.M.I. y R.A. el contenido de su comunicación. La República del Paraguay decía luego de proclamar su independencia en 1813, viviendo como Estado soberano hasta el 25 de noviembre de 1842, «juzgó que era llegado el tiempo de cultivar relaciones con los Gobiernos de la Europa y América, alterando en ese sentido su anterior sistema de aislamiento. – El pensamiento que había dictado esa política anterior nacía del amor a la paz, y orden público, y del temor que las ideas de innovaciones inapropiadas, y además mal conocidas perturbasen la vida tranquila, y el desenvolvimiento gradual, y prudente de la República. Entretanto el tiempo ha demostrado que si de un lado subsiste la necesidad del orden, y pública tranquilidad, de otro prevalece la urgente conveniencia de un más rápido desenvolvimiento intelectual, é industrial de este País, para que florezca, crezca, y prospere como prometen los ricos elementos de que la Provincia le dotó. Se hizo por tanto de patente evidencia la precisión de combinar aquellas necesidades vitales, y esa será la tarea del Gobierno nacional». (27)

Don Carlos explicaba los fundamentos del sistema de aislamiento impuesto por el Dr. Francia, aislamiento del cual el país quería salir cultivando relaciones con las naciones de Europa y América. Su opinión constituía un aporte de primer orden para la interpretación de la época dictatorial. Sus palabras también reflejaban las tendencias de la nueva administración en el sentido de combinar el orden y la tranquilidad con las necesidades urgentes del progreso intelectual e industrial de la república, al que el Dr. Francia no prestó atención durante su larga dictadura.

Como primer paso de esta política, el Paraguay ratificó y juró solemnemente la proclamación de su independencia, comunicando esta resolución a los gobiernos del nuevo y viejo mundo. Esa independencia ya fue reconocida por S.M. el Emperador del Brasil, «la mayor potencia de la América del Sur», por Portugal y las repúblicas de Bolivia y Oriental del Uruguay. El ministro inglés en el Río de la Plata Ouseley la reconoció asimismoad referéndum. Igualmente el agente de los E.E.U.U. en Asunción prometió el reconocimiento de su gobierno «En fin implícita y virtualmente el Paraguay ya está reconocido como pueblo independiente por la mayor parte de las Potencias. – Sus recursos, su existencia pacífica, su estabilidad, y fuerzas, aseguran sus relaciones exteriores, y efectivo cumplimiento de sus compromisos, y el respeto debido a las Leyes internacionales». Por tanto el Paraguay, como parte de la «grande familia de las Naciones» solicitaba de la magnanimidad de S.M.I. y R.A. el reconocimiento de su independencia. Con este propósito el presidente de la república remitía al Príncipe de Metternich una carta de gabinete con ruego de ponerla en manos de S.M. «Diferentes razones – terminaba manifestando el presidente López – impiden acreditar desde luego un Ministro Paraguayo por ante la Corte de Viena, como alias se desea, y debe, pero mediante la augusta amistad de S.M. el Emperador del Brasil, el ministro brasileño acreditado en dicha Corte informará al Señor Príncipe de cuanto pueda ser menester, y concurra para la cultura de preciosas relaciones entre los dos Estados». (28)

El presidente López satisfacía en esta forma las recomendaciones de Teixeira de Macedo, autorizando a éste a dar todas las explicaciones al gobierno austríaco sobre el Paraguay a fin de cultivar «las preciosas relaciones entre los dos Estados». A la amistad del Brasil y los buenos oficios de la Corte de San Cristóbal, respondía el mandatario paraguayo con esta prueba de confianza al poner en manos del ministro brasileño en Viena la defensa y la protección de los intereses de la república.

Don Carlos se valió de Pimenta Bueno para la remisión de los oficios al gobierno de Austria. Decía al representante brasileño: «El infrascrito Presidente de la República en consecuencia de lo que le comunicó el Señor Ministro por parte del Gobierno de S.M. el Emperador, relativamente a los buenos oficios que el Gabinete Imperial ha empleado por ante S.M.I. y R. Apostólica para el reconocimiento de la Independencia de esta República, y en virtud de lo que vocalmente ya queda convenido con el Señor Ministro, se dirige a pedirle que se sirva llevar a manos del Excmo. Señor Secretario de Estado de Negocios extranjeros de S.M.I. y R. la adjunta nota que se destina al Príncipe Metternich, y que incluye una Carta de Gabinete para S.M.I. y Real.

«Para que el Señor Ministro Brasilero acreditado en la Corte de Viena sea informado del contenido de dicha nota, y carta de Gabinete van adjuntas las respectivas Copias, y bien así los ejemplares delas Leyes, reglamentos, y demas impresos que puedan ministrar luz sobre los principios administrativos, y demas circunstancias de este Estado.

«Dirigiéndose sobre este asunto al Gobierno de S.M.I. el señor Ministro tendrá la bondad de expresar los votos de gratitud de este Supremo Gobierno por el interés y benevolencia que por él demuestra S.M.I. » (29)

Pimenta Bueno remitió a su gobierno los documentos que le fueron entregados por el Presidente López con la recomendación de que fuesen remitidos a sus destinatarios. Decía al ministro de negocios extranjeros: «V.E. hallará adjuntas una nota que el mismo Presidente dirige al Príncipe de Metternich conteniendo una carta de Gabinete para S.M.I. y R. Apostólica y las copias de esos dos documentos para que sean vistas por el Ministro Brasileño acreditado en Viena. Hallará también un paquete de actos administrativos e impresos que se destinan al mismo Ministro Brasileño, para que enterado de todo entregue al Príncipe Metternich solamente aquello que juzgue conveniente, como y cuando fuese más oportuno. En suma, ese negocio será conducido en los términos y del modo que V.E. juzgue acertado y de conformidad con las instrucciones que al respecto tenga la bondad de expedir». (30)

Teixeira de Macedo recibió el 22 de noviembre la documentación paraguaya. Le pareció extraño que una correspondencia de esa naturaleza no viniese acompañada de instrucciones, ya sea de parte del ministro de negocios extranjeros o del representante brasileño en Asunción o del mismo presidente del Paraguay. Tenía recelos de que esa correspondencia no estuviese concebida en el estilo adecuado. Felizmente, salvo un detalle en el tratamiento al Príncipe de Metternich, esos recelos se desvanecieron al enterarse de los documentos.«Al Príncipe vino una nota exponiendo en términos muy convenientes y bien deducidos – decía a su gobierno – el deseo del Presidente de obtener el reconocimiento de la Independencia por parte de Su Majestad Imperial y Real Apostólica y la copia de la Carta de Gabinete escrita con el mismo fin a este Señor. La Carta de Gabinete también trae la forma de nota en la que el Presidente habla siempre al Emperador en tercera persona. Sin contar algunas irregularidades de forma y la circunstancia de llamar Excelencia al Príncipe de Metternich, cuando nadie le niega el tratamiento de Alteza, que le da el Emperador, su Amo, todo lo demás hallé bien concebido y voy a hacer la competente entrega al Príncipe. No lo he hecho aún porque él anda muy ocupado y por no recibir de noche a causa de la molestia de la Princesa». (31)

Posteriormente el Príncipe de Metternich tuvo una desgracia familiar con motivo de la muerte trágica de un hermano de la Princesa. Este accidente, muy parecido al que sufrió el duque de Orleans, y el cuidado de evitar que el Príncipe se fatigue en largas conferencias diplomáticas, impidieron que el ministro brasileño le hablase sobre la cuestión del Paraguay. Pero Teixeira de Macedo se entendió con el barón de Lebzeltern y dirigió una nota [a] Metternich sobre el mismo particular. Si bien no se había producido todavía la respuesta escrita, tenía, en cambio, la seguridad dada verbalmente por el aludido barón de haber ordenado el Emperador se redactase la contestación «de la manera más satisfactoria». Tampoco había dudas respecto al reconocimiento de la república de Chile. (32)

Dos meses después, Teixeira de Macedo informaba: «En una conversación que provoqué, el barón de Lebzeltern me aseguró que la cuestión del reconocimiento de Chile y del Paraguay no sufrió la menor dificultad, que está decidido que el Emperador y Rey responderá a las Cartas de los dos Presidentes, que las respuestas ya subieron a la firma y que la demora habida hasta aquí se debía sólo a formalidades». (33)

El diplomático brasileño expresaba la verdad. La decisión austríaca estaba tomada. La resolución definitiva dependía de más o menos tiempo. Tanto fue así que el Emperador Fernando I reconoció formal y solemnemente la independencia del Paraguay, el 10 de julio de 1847. En comunicación dirigida al presidente López decía: «Nuestro Canciller íntimo de Corte y Estado, nos entregó vuestra carta, que llegó por conducto del Ministro del Emperador del Brasil en nuestra Corte, en la que nos manifestáis, que deseáis que por nuestra parte sea reconocida la Independencia de la República del Paraguay declarada desde el año de 1813 y después confirmada, a fin de que con este reconocimiento se establezca entre ambos Estados relaciones de amistad. Habiendo acogido con buena voluntad lo que se expone en esta carta, y accediendo con gusto al deseo que manifestáis, hemos querido declarar solemnemente a todos, que reconocemos la República del Paraguay por Estado libre sui juris. Confiamos que de este acto nacerán relaciones muy amigables entre ambos Estados, y que el Gobierno de la República del Paraguay pondrá todo cuidado en que los súbditos del Imperio Austríaco, que lleguen al Paraguay con sus mercancías, y naves serán recibidos siempre con benevolencia, y que gozarán tanto en sus personas, como en sus propiedades, y negocios de completa seguridad, como en correspondencia los ciudadanos de la República del Paraguay gozarán de igual benevolencia, y protección.

«Por lo demás deseamos, que Vos, Ilustre y muy querido Amigo, estéis seguro y cierto de la particular estimación, que os profesamos y que de lo íntimo de nuestro corazón rogamos a Dios óptimo máximo quiera colmar de toda prosperidad a la República del Paraguay, cuyos destinos os están encomendados». (34)

Por su parte el Príncipe de Metternich también se dirigió al presidente López, contestando la nota de éste del 3 de julio. Luego de referirse a la carta de gabinete enviada al Emperador de Austria, agregó: «Habiendo puesto esta carta en presencia de su Augusto Amo, es con la más viva satisfacción que el abajo firmado se ve hoy en condiciones de remitir adjunta a S.E. el Presidente la respuesta de S.M.I. y Real Apostólica, por la cual ella declara formalmente reconocer la independencia de la República del Paraguay.

«Por este acto solemne quedan establecidas las relaciones internacionales entre el Imperio de Austria y la República del Paraguay. El Gobierno de S.M.I. y R.A. espera que el intercambio comercial y las relaciones sociales se fortalecerán, poco a poco, entre los dos Estados y que el Gobierno de la República acogerá con benevolencia a los súbditos de S.M.I. que pudiesen llegar al Paraguay con sus buques y mercancías, concediéndoles la protección necesaria tanto a sus personas como a su comercio y a todos los negocios que realizasen, así como los ciudadanos del Paraguay podrán estar seguros de encontrar igual acogida y protección en los Estados de S.M.I. y R.A.

«El abajo firmado cree al mismo tiempo poder esperar que, si en lo sucesivo se creyese conveniente establecer recíprocamente Agentes Consulares o entrar en estipulaciones más especiales para la protección del comercio y de interés recíproco, no habrá dificultad de una u otra parte para un acuerdo amigable.

«Don Carlos Antonio López, habiendo anunciado el deseo que por el momento las relaciones entre los dos países fuesen mantenidas por intermedio del Gobierno brasileño y habiendo el Señor Enviado de S.M. el Emperador del Brasil ante la Corte de Viena comunicado la aquiescencia de su Gobierno para este entendimiento, es con placer que el Gobierno de S.M.I. y R.A. se aprovecha de este ofrecimiento amigable para que el abajo firmado confíe la presente remisión a los cuidados del Señor Caballero de Macedo». (35)

El mismo día, el Príncipe de Metternich contestó también la nota del plenipotenciario brasileño en Viena, del 26 de noviembre anterior, con la cual Teixeira de Macedo le había enviado la «carta oficial» del presidente López para el Emperador de Austria. «Sobre la proposición – decía el canciller de este país – que el abajo firmado sometió a la consideración del Emperador, Su Amo, Su Majestad I. y R. Apostólica ha tomado la resolución de reconocer la independencia de dicha República y de dirigir una respuesta a Don Carlos Antonio López que contiene este reconocimiento solemne». Aprovechando el ofrecimiento amistoso del gobierno del Brasil, le enviaba la carta de S.M. el Emperador de Austria para el presidente del Paraguay y la contestación que el propio Príncipe dirigía al mandatario de la aludida república para remitirlas a su destino. A los efectos de que Teixeira de Macedo informase a su gobierno le mandaba igualmente copia de los dos documentos mencionados, asegurándole que el gobierno austríaco ya anteriormente tenía la decidida buena voluntad de reconocer la independencia del Paraguay de acuerdo con el deseo expresado por el gabinete de S. M. el Emperador del Brasil. El Príncipe anunció también al representante de la Corte de San Cristóbal, que S.M.I. y R.A. dirigió al presidente de Chile una carta parecida a la escrita al primer magistrado paraguayo. (36)

Las gestiones de Teixeira de Macedo alcanzaron un éxito completo. No solamente el Emperador Fernando I reconoció la independencia del Paraguay sino que mostró su vivo interés de mantener relaciones «comerciales y sociales» con la república. Esta determinación tenía considerable importancia internacional dado el poder y la influencia que tenía en Europa el imperio austríaco.

Al remitir al barón de Cayrú los documentos anteriormente aludidos, el ministro brasileño expresaba; «Están pues formal y solemnemente reconocidos por Austria aquellas dos Repúblicas, que Dios proteja...» Se refería al Paraguay y Chile. (37)

Las cartas de Fernando I y del Príncipe de Metternich fueron remitidas desde Río de Janeiro a Pimenta Bueno para su entrega correspondiente. El presidente López las recibió en Villa del Pilar, desde donde respondió a los altos dignatarios de Austria.

A Su Majestad Imperial y Real Apostólica decía: «Ha sido al Supremo Gobierno nacional altamente satisfactoria y lisonjera esta demostración benévola de los sentimientos, que animan a V.M.I. hacia la República del Paraguay, y aprovechará toda ocasión que se le presente, de manifestar el interés que toma por todo lo que toca a la sagrada persona de V.M., de su augusta familia, y Estados.

«El infrascrito Presidente de la República puede asegurar a V.M. y R. Apostólica que los súbditos de V.M. que lleguen al territorio de la República encontrarán para sus personas, y propiedades, toda la protección y seguridad que tienen derecho de esperar de Gobiernos cristianos y civilizados.

«El Supremo Gobierno de la República después de manifestar a V.M.I. y R. Apostólica su gratitud por el acto de reconocimiento, sólo le resta rogar al Todo Poderoso conceda a V.M.I. y R.A., como a su augusta familia, y Estados toda prosperidad». (38)

En la misma fecha el presidente López también se dirigió al Príncipe de Metternich en una nota más extensa, más detallada, más expresiva y con explicaciones sobre la política internacional del Paraguay, y en la cual se daba al ilustre canciller austríaco el correspondiente tratamiento deAlteza. «El Presidente de la República – manifestaba el mandatario paraguayo – ha tenido la carta de V.A. con singular satisfacción, y agradece muy sinceramente a V.A. la parte que ha tenido en acto tan lisonjero para el Paraguay, y se apresura a asegurarle que verá con el mayor placer establecerse y estrecharse las relaciones así comerciales, como sociales que deben naturalmente seguirse a este acto solemne del augusto Emperador de Austria.

«Desde que el Supremo Gobierno de la República se franqueó al comercio del Mundo, ofreció a los súbditos de todas las naciones que frecuentasen su mercado, las seguridades, y garantías que tenían derecho de esperar de un Gobierno cristiano y civilizado: esta protección, que se daba a todos, será más especial, si es posible, y benévola a los súbditos del augusto Emperador del Austria que se ha prestado tan generosamente a reconocer su nacionalidad. (39)

El Paraguay después de su separación de la metrópoli se conservó en paz y tranquilidad; «se condenó a una incomunicación completa para evitar el contagio de doctrinas y teorías desorganizadoras: arruinó su comercio, destruyó su riqueza, pero se conservó libre del torbellino revolucionario»; cuando las circunstancias cambiaron «este funesto estado de cosas, el Paraguay abrió sus puertas al comercio del Mundo»; pero desgraciadamente el gobierno de Buenos Aires desconoció la nacionalidad paraguaya, cerró la navegación de los ríos que cruzan ambos Estados y se negó a todo advenimiento salvo sobre la base de la incorporación de la república a la Confederación Argentina. El gobierno del Paraguay para mostrar al mundo la justicia de sus derechos y la moderación de sus pretensiones publicó un periódico que hiciese la defensa de la independencia de la república y de los principios adoptados en el Congreso de Viena sobre la libertad de los ríos. «Deseando el Presidente de la República del Paraguay instruir al Gobierno de S.M.I. y R. Apostólica – agregaba Don Carlos – de la justicia de su causa, y mostrarle que no es inmerecido el acto de reconocimiento del Paraguay por el augusto Emperador de Austria se permite remitir a V.A. una colección del periódico titulado el Paraguayo Independiente: en el Nº 30 encontrará V.A. el Decreto que establece las garantías y franquicias que el Supremo Gobierno de la República declara y reconoce a los extranjeros de todas las naciones que residen en su territorio. – Desde que el comercio que los súbditos de S.M.I. y R. Apostólica hagan con la República del Paraguay haya adquirido un aumento considerable, y se haya aumentado también el número de súbditos austríacos en el Paraguay, ninguna dificultad tendrá el Supremo Gobierno de la República en entrar en estipulaciones más especiales para la protección del comercio.» (40)

El presidente López como en la carta al Emperador Fernando I, expresaba su gratitud por el solemne reconocimiento de la independencia y al hacerlo no ocultaba su decisión de celebrar convenciones comerciales, una vez que las relaciones mercantiles se intensificasen entre los dos países. La remisión deEl Paraguayo Independiente constituía un acierto, ya que en sus números se encontraban los fundamentos de la soberanía de la república, lo que justificaba la determinación adoptada por el Emperador de Austria. Otro acierto era también la referencia al decreto del 20 de mayo de 1845, que tenía por objeto «promover y cultivar la amistad, buena inteligencia y armonía con las Potencias estrañas», estableciendo con ese propósito las garantías y protecciones que gozaban los extranjeros durante su permanencia en el país. Todo esto tenía su importancia para contrarrestar la propaganda de las publicaciones de Rosas.

El Paraguayo Independiente reprodujo el reconocimiento de S.M.I. y R. Apostólica, tanto el texto en latín como la traducción en español. (41) En el mismo número también apareció el del presidente de Venezuela. El combativo periódico comentó: «De la referencia que en ambos documentos, se hace a las Legaciones brasileñas residentes en Viena, y Caracas, tomará el Gobernador Rosas o su Gaceta, que es lo mismo, nueva ocasión de gritar, una vez más, que el Brasil falta a laneutralidad, interviniendo en la cuestión argentina del Paraguay con la Confederación: desmembrándola yofendiendo los derechos de su soberanía. El Imperio del Brasil no existía, cuando el Paraguay se declaró independiente. Ninguna parte por consiguiente pudo tener en esa declaración; ni más ha hecho que reconocer primero que nadie, un hecho consumado. El Brasil lo ha hecho, lo ha probado, y después de eso, a todo lo que dice la Gaceta, ha hecho, como vulgarmente se dice, oídos de Mercader; y ha hecho muy bien. ¿Quién si no es un majadero, y malcriado tiene la impavidez de estar fastidiando al mundo con insulsas, y cansadas repeticiones?»(42)

Rosas no se dejó estar, una vez más salió para impugnar la independencia del Paraguay, con motivo del reconocimiento de S.M.I. y R.A. Felipe Arana se dirigió al ministro de relaciones exteriores de Austria, pidiendo al gobierno de Fernando I, que reconsiderando el importante asunto, se apresurase «a retirar el acto de reconocimiento que tiene prestado de la supuesta independencia de la Provincia del Paraguay que ha formado, y forma parte integrante del territorio de la Confederación argentina, y es, y ha sido, un mismo cuerpo político con ella. Tal acto será un testimonio elocuente de fina benevolencia y amistad hacia esta República». Luego repite las consideraciones tantas veces usadas en otras notas relativas al mismo asunto. «El Exmo. Sr. Gobernador – agregaba – abriga la grata confianza de que el Gobierno de V.E. a la vista de ellas, no vacilará en acceder a la solicitud de una República joven, cuya integridad territorial a consecuencia de insensata rivalidad se quiere destruir por los sorprendentes esfuerzos de los Agentes diplomáticos de S.M. el Emperador del Brasil, en las Cortes de Europa, y en las Repúblicas americanas». (43)

El Paraguayo Independiente al comentar la nota de Arana, sostuvo que si el Emperador de Austria tuviese que ocuparse de ella, lo haría confirmando el reconocimiento de la independencia del Paraguay. El oficio llama la atención por su singularidad en más de un aspecto. «Su forma, su fondo, su estilo todo es singular, y notable en esa nota: todo descubre una vituperable ligereza, la completa ignorancia de los usos del mundo, y negocios diplomáticos; pero, sobre todo, resaltan la audacia, y la imprudencia que distinguen al Gobierno actual de Buenos Aires». Si éste «se hubiera reducido a una simple protesta, no sería más que ridículo, para exigir que S.M.I. y R.A. el Emperador de Austria retire su reconocimiento de la independencia del Paraguay, por lo que dicen las Gacetas de Buenos Aires, es una insolencia de que ningún gobierno regular es capaz, sino el de Buenos Aires, quese ha puesto fuera de toda regla». (44)

La representación del ministro de Rosas cayó en el vacío. Ante el silencio del gabinete de Viena, Arana reprodujo su comunicación, el 19 de octubre de 1849. Como no recibió contestación de la anterior, solicitó del Gobierno de S.M.I. y R.A. se digne prestar su alta e ilustrada atención, al justo reclamo de la Confederación Argentina». Nuevamente el silencio fue la respuesta a la instancia del dictador de Buenos Aires.


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XIX

1- A.H.I. Legação de Brasil em Lisboa – 1846. Menezes Vasconcelos de Drummond a Limpo de Abreu. Lisboa, 15 de febrero de 1846. Original.

2- Ib. Ib. Ib. José Joaquín Gómez de Castro a Menezes Vasconcelos de Drummond. Secretaria d’Estado dos Negocios estrangeiros, 14 de febrero de 1846. Copia. Souza Leite e Azevedo fue designado en 1835 cónsul en la república Oriental del Uruguay y en 1837 en la Confederación Argentina. Eduardo de Salterain y Herrera. Leonardo de Souza Leite. Montevideo, 1963, págs. 7 y 8.

3- Nota del 15 de febrero cit.

4- A.H.I. Correspondencia Ostensiva..., cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de abril de 1846. Con las copias de los documentos portugueses también se remitieron las de las respuestas de Inglaterra, España y Austria.

5- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 8 de julio de 1846. Autógrafo.

6- Ib. Ib. Ib. Asunción, 17 de setiembre de 1846.

Salterian y Herrera, ob. cit., pág. 11.

7- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno al Barón de Cayrú. Asunción, 26 de octubre de 1846. Como anexos de esta nota fueron enviados los documentos para el gobierno de Portugal. Ambos estaban fechados el 20 de octubre.

8- A.H.I. Buenos Aires – Oficios – 1852. – Carta confidencialde Silva Pontes. Buenos Aires, 24 de julio de 1852. Autógrafo.

9- Ib. Ib. Ib. Silva Pontes a Pereira Leal. Buenos Aires, 23 de juliode l 852. Copia.

10- A.H.I. Assunção – Oficios – 1847-52. Copia. Leite e Azevedo a Pereira Leal. Buenos Aires, 22 de julio de 1852.

11- Ib. Ib. Ib. Pereira Leal a Soares de Souza. Montevideo, 4 de agosto de 1852. Autógrafo.

12- Ib. Ib. Ib.

La Credencial decía: «Lisboa, 14 de febrero de 1846. Ilustrísimo y Excmo. Señor: Su Majestad la Reina, animada del más vivo deseo de establecer relaciones de recíproca y sincera amistad entre Portugal y la República del Paraguay, tuvo por bien para este efecto, que el Sr. Encargado de Negocios en las Repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay, el Comendador Leonardo de Souza Leite Azevedo, sea acreditado en la misma calidad de su Encargado de Negocios junto al Gobierno de la República del Paraguay, quedándole anexo al respectivo Consulado General. Las cualidades personales del mismo Comendador, que con ésta se presentará a V.E. y las pruebas que él ha dado constantemente de su celo en el servicio de la Reina, hicieron recaer en él la honrosa elección de Su Majestad para esta importante Misión, confiando la misma Augusta Señora que será agradable al Gobierno de esa República. Ruego por tanto a V.E. quiera dar entero crédito a todo cuanto el aludido Comendador tuviese la honra de exponerle en nombre de la Reina, principalmente respecto de los inalterables sentimientos de amistad de que Su Majestad se halla poseída para con esa República. Ruego a V.E. lo acoja con su acostumbrada benevolencia, en la certeza de que él se empeñará en merecerla. Aprovecho con el mayor placer esta oportunidad para ofrecer a V.E. la certeza de la distinguida consideración con que tengo la honra de ser de V.E. muy atento venerador. José Joaquín Gomesde Castro. Illmo. y Excmo. Sr. Ministro y Secretario de Estado de Negocios Extranjeros de la República del Paraguay».

13- A.H.I. M.D.B. – Assunção – Despachos 1825-58. Soares de Souza a Pereira Leal. Río de Janeiro, 11 de agosto de 1852. Borrador de puño y letra del primero. Copia de la nota se pasó a Silva Pontes.

14- Ib. Assunção – Oficios – 1847-1852. Pereira Leal a Soares de Souza. Asunción, 15 de diciembre de 1852. Copia.

15- Duarte de Ponte Ribeiro, jefe entonces de 3ª sección del ministerio de negocios extranjeros, en carta del 2 de mayo de 1846, decía a Rodrigo de Souza da Silva Pontes, encargado de negocios del Imperio en Montevideo: «... El encargado de negocios de Portugal, el señor Leite, fue reprendido por su gobierno por ser trompetero de Rosas; y va mandado al Paraguay para reconocer la independencia de aquella República. Mucho le valdrán los servicios que ha hecho a Rosas para que éste le de ahora libre pasaje por el Paraná y buenas recomendaciones para seguir a su nuevo destino». A.H.I. Archivo particular de Silva Pontes. Copia en nuestro poder por gentileza de José Antonio Soares de Souza. Sin embargo, de nada le valieron a Leite e Azevedo sus servicios a Rosas. Su obsecuencia al dictador lo llevó a aplazar por varios años el cumplimiento de la orden de su gobierno.

16- A.H.I. Assunção – Oficios – 1847-852. Pereira Leal a Benito Varela. Asunción, 1º de diciembre de 1852. Copia.

17- Ib. Ib. Ib. Benito Varela a Pereira Leal. Asunción, 5 de diciembre de 1852. Copia.

18- A.H.I. M.D.B. Assunção – Despacho – 1825-58. Soares de Souza a Pereira Leal. Río de Janeiro, 11 de enero de 1853. Borrador.

19- A.H.I. Legação Imperial na Austria – 1844 a 1850. Teixeira de Macedo a Limpo de Abreu. Viena, 18 de febrero de 1846. Original.

20- Nota cit.

21- Nota cit.

22- A.H.I. Legajo cit. Teixeira de Macedo a Limpo de Abreu. Viena, 25 de febrero de 1846. Original.

23- Nota cit.

24- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Nota del 23 de abril de 1846 cit. y del 23 de mayo de 1846 del barón de Cayrú a Pimenta Bueno.

25- A.H.I. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno al barón de Cayrú.

26- A.N.A. Vol. 277. El presidente López a S.M.I. y R.A. Asunción, 3 de julio de 1846. Copia autenticada por el mismo López.

27- Ib. Ib. El presidente López al Príncipe de Metternich. Asunción, 3 de julio de 1846. Copia autenticada por el mismo López.

28- Nota cit.

29- A.H.I. Assunção – Oficios – 1846. C.A. López a Pimenta Bueno. Asunción, 8 de julio de 1846. Original. Anexo a la nota Nº 12 de la misma fecha, del diplomático imperial a Limpo de Abreu.

30- Ib. Ib. Ib. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 8 de julio de 1846. Autógrafo. Este mismo oficio hace referencia al reconocimiento de la Independencia del Paraguay por Portugal. Pimenta Bueno remitió también con esta comunicación copias de las notas que el presidente López dirigía a los representantes españoles acreditados en Río de Janeiro y Montevideo para que el ministro de negocios extranjeros se enterase de ellas.

31- A.H.I. Legação Imperial em Viena – 1844 a 1850. Teixeira de Macedo al Barón de Cayrú. Viena, 25 de noviembre de 1846. Original.

32- Ib. Ib. Ib. Teixeira de Macedo al barón de Cayrú. Viena, 27 de enero de 1847. Original.

33- Ib. Ib. Ib. Teixeira de Macedo al barón de Cayrú. Viena, 26 de Marzo de 1847. Original.

34- A.N.A. Vol. 281. Fernando I a C.A. López. Viena, 10 de julio de 1847. Tanto la traducción al español como el original en latín obran en este Vol.El Paraguayo Independiente publicó las dos versiones en el Nº75. Teixeira de Macedo remitió al barón de Cayrú, con nota del 26 de julio de 1847, copia del texto en latín A.H.I., legajo cit.

35- A.N.A. Vol. 277. Metternich a C.A. López. Viena, 22 de julio de 1847. Tanto la traducción en español como el original en francés obran en este Vol. Copia del texto en francés en el legajo del A.H.I.

36- A.H.I., legajo cit. Metternich a Teixeira de Macedo. Viena, 22 de julio de 1847. Copia del original en francés. Anexo Nº 1 del oficioNº 10 del ministro brasileño.

37- Ib. Ib. Ib. Teixeira de Macedo al barón de Cayrú. Viena, 26 de julio de 1847.

38- A.N.A. Vol. 277. C.A. López a Fernando I. Villa del Pilar, 24 de diciembre de 1847.

39- Ib. Ib. Ib. C. A. López al Príncipe de Metternich. Villa del Pilar, 24 de diciembre de 1847.

40- Nota cit.

41- Nº 75.

42- Ib. Ib.

43-El Paraguayo Independiente Nº 80.

44-El Paraguayo Independiente Nº 88. En el Nº 89, el periódico rebate las afirmaciones de la nota de Arana.



CAPITULO XX

REPRESENTACIONES EN INGLATERRA Y FRANCIA


Ya el dictador Francia deseaba mantener relaciones con Inglaterra. Así manifestó a los hermanos Robertson. (1) Diversas circunstancias impidieron este contacto. Entre las trabas principales deben mencionarse los embarazos puestos a la navegación del río Paraná por las provincias argentinas. Este deseo del Dr. Francia fue correspondido por la Gran Bretaña, que también estaba dispuesta a establecer relaciones con los nuevos Estados independientes de América, como el Paraguay.

Woodbine Paris, cónsul general de S.M.B. en Buenos Aires, inició la correspondencia oficial con el gobierno de la república en 1824. Desde la sede de sus funciones dirigió una nota al Dr. Francia, como «Dictador Supremo de la República del Paraguay». Este tratamiento era el que correspondía al mandatario de un país independiente. Y en ese concepto, el agente inglés recurrió al Dictador, solicitando la salida de algunos súbditos británicos retenidos en la república. Este reconocimiento de la soberanía del Paraguay no podía haber pasado desapercibido a Francia e indudablemente le habría producido la correspondiente satisfacción. Así se explica que hubiese contestado el oficio del cónsul británico. Paris hablaba en su comunicación del «Supremo Gobierno del Estado del Paraguay» e invitaba al Dr. Francia a «entrar en una Correspondencia tal que S.E. conceptúe pueda contribuir a promover las relaciones amistosas que el que suscribe se lisonjea no vacilará el Gobierno del Paraguay» de fomentar, ahora y en lo sucesivo «con todos los súbditos del Rey su amo». Para que el Dr. Francia se entere «a fondo de la dignidad y desinterés» de las miras y de la política de S.M.B. y de sus ministros con respecto a estos países, le remetía algunas publicaciones conteniendo las comunicaciones entre el gobierno inglés y las cortes de París y Madrid. El gabinete en Londres tenía gran interés en la felicidad y bienestar de estos Estados. Estos sentimientos, una vez conocidos por el gobierno del Paraguay, el cónsul inglés estaba persuadido que servirían de garantía para los «recíprocos y uniformes sentimientos de reconocimiento y amistad de parte» del mismo gobierno. (2)

Los términos de la nota de Paris coincidían con las aspiraciones del Dr. Francia. De ahí su respuesta al cónsul británico por intermedio del secretario de gobierno Bernardino Villamayor. Ante las manifestaciones de S.M.B. «favorables a la causa de América» el funcionario paraguayo estaba facultado de expresar «la gratitud del Govno. del Paraguay con este plausible motivo», agregando «que será reconocido a cualquier determinación, auxilio o cooperación de S.M. Británica» en apoyo de esa causa y «particularmente con respecto a este nuevo Estado». Ya antes de ahora, el gobierno paraguayo estaba dispuesto, en igualdad de condiciones, «a mantener una sincera amistad, armonía y mutua correspondencia entre la generosa Nación Inglesa y el Estado del Paraguay». (3)

«Que en esta conformidad – proseguía Villamayor – quando se halle la navegación, qual debe ser, enteramente franca y libre para todos sin exceptuar los de Paraguay desde sus puertos a los de fuera sin limitación alguna y de igual modo también de estos al Paraguay, porque un Comercio en otra forma de ninguna manera es admisible por perjudicial y ruinoso; y que entonces por la afluencia de Comerciantes Ingleses, que en tal caso pudieran hacer un extenso trafico quisiese S.M. Británica destinar un Cónsul para protección del que hagan en el Paraguay; el Gobierno lo admitirá con gusto y satisfacción en el concepto de que residirá en esta Capital de la Asunción como demandan sus circunstancias, previa la correspondiente formalidad de manifestar el Despacho de su nombramiento y de acordar la extension y terminos de su Ejercicio con el justo fin de precaver en toda ocurrencia cualquier diferencia, o question, que pueda ser desagradable a una u otra parte; porque el Govno. desea sinceramente, que sea constante y duradera la amistad, y buena armonía entre la Nación Británica y el Estado independte. del Paraguay, el que conservando la consideración y dignidad que en esta razon le corresponde, debe governarse por sus propias Leyes, por el dro. de Gentes y la equidad». (4)

En cuanto a los súbditos británicos, «en consideración a ser individuos de una Nación sabia y magnanima, que ha sabido apreciar la libertad natural del hombre, el Govno. havia resuelto dexarlos retirarse sucesivamente». El mismo Villamayor comunicó a algunos de ellos que podían preparar su viaje sin demora. El gobierno apreciaba el «discernimiento y penetración» de Paris. Pero le era sensible que residiendo «a la distancia de quatrocientas leguas en un Pais enemigo, se halle expuesto a equivocaciones, y a impresiones desfavorables al Paraguay, como ya ha sucedido con algun otro Comisionado de otra Potencia». (5)

Villamayor confirmó a Paris lo que Francia había manifestado a los Robertson años atrás. No había duda de los sentimientos del Supremo Dictador a favor de Inglaterra, fortalecidos en esta ocasión por el conocimiento de la actitud de la corte de Londres en apoyo de la causa de la independencia americana. Las relaciones comerciales y de amistad debían ser recíprocas y desenvueltas en un plano de igualdad. Pero el tráfico sólo era posible y ventajoso en un régimen de libre navegación. El Paraguay estaba decididamente dispuesto a fomentar ese tráfico y a establecer relaciones permanentes con la «generosa Nación Inglesa».

Paris, a su vez, contestó a Francia la nota de Villamayor. Le ha sido sinceramente satisfactorio recibir las expresiones «de las disposiciones amistosas del Gobierno del Paraguay». Pondrá en conocimiento de su corte la autorización concedida a los súbditos ingleses para salir de la república así como la comunicación que ha recibido. (6)

«En el interin el que subscribe – «agregaba el agente británico – puede asegurar al Señor Dictador que, con respecto a las comunicaciones futuras entre los súbditos de S.M.B. y los Habitantes del Paraguay está persuadido que resultarían reciprocas ventajas del fomento de relaciones mercantiles entre ellos; y que siempre que se pueda hacer algún arreglo para entablar tales relaciones satisfactoriamente, el que subscribe tomará a su cargo el recomendar al Gobierno de S.M. el nombramiento de un Cónsul Británico para residir en Asunción». Pero para promover esas relaciones era preciso llegar a un acuerdo preliminar entre el gobierno del Paraguay y «las Provincias Unidas del Río de la Plata, por medio de cuyos Territorios tiene que pasar todo Comercio Extranjero». Sobre el particular se ha puesto en comunicación con el gobierno de dichas Provincias y estaba íntimamente persuadido que si los sentimientos de las mismas fuesen correspondidos, conduciría en breve «a las Relaciones amistosas». Aprovechaba la oportunidad para noticiar que el gobierno de S.M.B. ha firmado con el de las Provincias Unidas un tratado de amistad y comercio para «beneficio y utilidad recíprocos». (7)

«Al Gobierno del Paraguay – terminaba expresando Paris – le toca considerar cómo se puede arreglar con estas Provincias, a fin de que puedan abrirse sus Territorios al Comercio Extranjero, promoviendo la prosperidad y riqueza de todos sus Habitantes. En este particular o en cualquier otro conducente a más intimas Relaciones con el Paraguay, el que subscribe tendrá el mayor gusto si pudiera facilitarlo de algún modo». (8)

Este oficio ratificaba los cordiales sentimientos del cónsul inglés con respecto al Paraguay al cual trataba como un Estado libre y soberano. Esta actitud tenía su importancia ya que esa era la decisión del gobierno de S.M.B. Las declaraciones de Paris constituían un reconocimiento defacto de la independencia del Paraguay, que fueron confirmadas posteriormente por hombres públicos y agentes británicos. Pero al mismo Paris no se le escapaba el obstáculo que significaban las trabas impuestas a la libertad de navegación por las Provincias Unidas para el establecimiento de relaciones regulares con el Paraguay. Esta visión de la realidad era tan exacta que sólo desaparecido Rosas del escenario político, pudieron también desaparecer aquellas trabas, permitiendo el reconocimiento solemne de la independencia del Paraguay por la Gran Bretaña y la firma de un tratado de amistad y comercio entre los dos países. Las circunstancias internacionales no favorecieron la realización de esos actos antes de 1852.

En cuanto al generoso ofrecimiento de Paris para facilitar de algún modo un acuerdo del Paraguay con las Provincias Unidas no pudo haber tenido la aquiescencia del Dr. Francia, ya que éste, encerrado en su política de aislamiento, no mantuvo contacto oficial alguno con los Estados del sur. Durante el periodo restante de la dictadura no se reanudó esta correspondencia tan felizmente iniciada dentro de un marco de cordialidad y comprensión.

Pero las declaraciones del Supremo Dictador no quedaron en el olvido. En 1840, Lord Palmerston se dirigió directamente a Francia, teniendo en cuenta las manifestaciones a Paris de 1825. Dice el importante documento:

«El abajo firmado, Enrique Juan, Vizconde Palmerston, Baron Temple, Consejero de su Majestad Británica en su Consejo Privado, Cavallero Gran Cruz del mui Honorable Orden del Baño, y Su Principal Secretario de Estado, teniendo el Departamento de Relaciones Esteriores, á su Excelencia Don Gaspar de Francia, Dictador del Paraguay, Salud.

«Tiene el honor de dirigirse con el objeto de recomendar à la protección de Su Excelencia, el Señor Ricardo Hughes, súbdito de Su Majestad Británica, quien esta mui deseoso de obtener permiso de Su Excelencia, para proceder al Paraguay con la esperanza de poder abrir relaciones mercantiles con aquel País bajo la sancion de Su Excelencia.

«Las comunicaciones con el Paraguay han estado tan limitadas hace muchos años, que el abajo firmado no tiene conocimiento preciso de las Regulaciones que Su Excelencia puede haber hallado a bien establecer con respecto a los Europeos que deseasen visitar al Paraguay con el objeto indicado, pero teniendo presente el tenor de una comunicación dirigida hace algunos años por Su Excelencia al Cónsul General de Su Majestad Británica en Buenos Aires, el abajo firmado es inducido a creer que Su Excelencia no mirará desfavorablemente la empresa proyectada en esta ocasión por uno de los súbditos de Su Majestad.

«Su Excelencia al periodo referido, se expresó plenamente convencido de la política liberal y ilustrada adoptada por la Gran Bretaña hacia los Estados nuevos de la América, y dijo que deseava manifestar un sentimiento correspondiente, y aunque circunstancia alguna posterior ha ocurrido para facilitar al Gobierno de Su Majestad, el cultivar mayores relaciones con Su Majestad, la presente ocasión parece ser conveniente para comunicar a Su Excelencia una seguridad de buena disposición de parte del Gobierno Británico para promover por cualesquier medio en su alcance una relacion con Su Excelencia, que puede ser ventajosa a ambas partes, y si la aplicacion en favor del Señor Hughes fuese favorablemente acojida por Su Excelencia, causaria una gran satisfacción al Gobierno de Su Majestad como primer paso a tal relacion». (9)

Si la correspondencia de Paris con Francia fue cordial, esta comunicación, la primera que el gobierno de S.M.B. dirigía directa y oficialmente al del Paraguay, también estaba concebida en términos amistosos y venía a confirmar el reconocimiento de facto que significaban los oficios del cónsul inglés de 1825. Palmerston escribía al Dr. Francia como al mandatario de un Estado Soberano. Esta comunicación hubiera proporcionado al Supremo Dictador una honda satisfacción, teniendo en cuenta su simpatía por Inglaterra, su deseo de mantener relaciones con este gran país y el reconocimiento de su alta investidura como jefe de una república independiente.

La nota, fechada un mes y días después de la muerte de Francia, fue transmitida al Paraguay por intermedio del cónsul general inglés en Montevideo, Thomas Samuel Hood. Portador de ella fue el mismo Hughes. (10)

El dictador Francia había desaparecido el 20 de setiembre de 1840. Diversos gobiernos se sucedieron después de su muerte hasta que los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso se hicieron cargo de la dirección del Estado. Ellos fueron los que recibieron la nota de Lord Palmerston y a su recomendado Hughes.

Los mandatarios paraguayos contestaron al canciller británico, el 16 de enero de 1842. Recibieron el oficio dirigido al finado dictador, recomendando a Hughes. No encontraron la comunicación al cónsul británico en Buenos Aires relativa a establecer una recíproca correspondencia con Inglaterra. Pero los Cónsules, de acuerdo con la resolución del soberano congreso general de la república, que fijaba los puertos de Villa del Pilar y de Itapúa para el intercambio comercial, dispusieron que Hughes fuese recibido con su bergantín, en el mes de setiembre del año pasado, y se le prestase «toda protección a la par de una hospitalidad franca y generosa en la villa referida donde ha realisado su especulc.n p.a sentir mas de cerca de los benevolos sentimientos y consideraciones del supremo Gobierno a fin de asegurarle a viva voz la protección para las veces que quiera repetir sus especulaciones en cualquiera de dichos puertos». El supremo gobierno no descuidaba la experiencia de tres décadas de revolución en estas regiones. Algunos Estados han requerido elevarse más allá de sus capacidades, en igualdad de naciones opulentas, pero no han alcanzado los resultados de esta «esperanza fastuosa» y, en consecuencia, no les han faltado «realidades melancólicas», que consignaron las páginas de la historia, «El Supremo Gov.no del Paraguay se ha trazado una linea de conducta publica como lo exige la realidad de las cosas: entra en combinacion de esta conducta guardar con todas las naciones extranjeras una amistad pura sin otro genero de conversaciones ó pactos». Si las naciones europeas se hacen acreedoras de estos «sentimientos sencillos, nobles y puros» sería de profícuos resultados para sus especulaciones mercantiles y con el tiempo se presentaría la oportunidad halagüeña de «considerar la conveniencia de alguna convenc.n...». En esta forma los cónsules contestaban la nota de Palmerston y satisfacían «generosam.te la primera solicitud del Gov.no de S.M.B. en esta República, y este hecho de considerarse por una prueba positiva de la buena f.e y pura amistad qe sinceram.te ofrece este Gov.no al trono británico, y a toda su nacion». (11)

La acogida dispensada a Hughes fue cordial. El recomendado de Palmerston, por cuyo conducto se estableció la primera correspondencia directa del Paraguay con el gobierno de S.M.B., mereció la atención generosa de los cónsules. Estos se valieron de la ocasión para renovar los sentimientos de amistad hacia la corona y el pueblo de Inglaterra. Esta amistad se extendía a las demás naciones, pero pura y simplemente, sin compromiso ni acuerdo alguno. Si el gobierno paraguayo deseaba establecer vinculaciones con el exterior, prevalecía todavía un profundo recelo respecto a todo lo que venía de allende las fronteras. Era la desconfianza que dejó el régimen del dictador Francia.

El «Pro Cónsul General de Su Majestad Británica» en Montevideo, refiriéndose al recibimiento de Hughes, decía a López y Alonso:

«La acojida franca y hospedage generoso que el Sor. Hughes manifiesta haver recibido del Supremo Gobierno de la República del Paraguay, demuestra a la vez los principios justos y ilustrados a los Exmos Los (sic) Consules, y no podrá menos de ser plena y honorificamente apreciado por el Gobierno de S.M.B. y recivido como un indicio, de la disposicion de parte del Supremo Gobierno de la República, de cultivar y estrechar relacion y correspondencia amistosa con la Gran Bretaña que, sin duda, sera altamente Satisfactorio al Gobierno de S.M. La relacion habil y explicita dada por el Sor. Hughes de su viage al Paraguay, ha sido considerada por el abajo firmado como de tanta importancia que le ha parecido de su deber transmitirla al Ministro Secretario de Relaciones Exteriores de S.M.B. para que el Gobierno de S.M. tenga datos sobre que adoptar las medidas que le parecieren convenientes para colocar las Relaciones Amistosas, entre la Gran Bretaña y la República del Paraguay, sobre un pie permanente y seguro». (12)

En Londres, Hughes dio cuenta al gabinete de S.M.B. de la «acogida amistosa que recibió de las manos del Gobierno del Paraguay». Con ese motivo, Lord Aberdeen, entonces canciller británico, se impuso el deber de expresar a los cónsules, «las gracias afectuosas del Gobierno Británico por la pronta atención concedida a su recomendacion del Señor Hughes, y por la proteccion y bondad mostradas a este sujeto mientras residió en el Paraguay». S.M.B. decidió enviar toda persona a la república, «animado por esta política esclarecida» de los cónsules con el propósito de averiguar, valiéndose del contacto personal con los mandatarios de Asunción, si existía disposición de parte del gobierno del Paraguay para abrir el giro comercial con la Gran Bretaña. Este enviado era Jorge J. R. Gordon, agregado a la legación inglesa en Río de Janeiro. (13)

Gordon llegó a Asunción, el 3 de octubre de 1842, donde mantuvo estrecha vinculación personal con Carlos Antonio López. Los cónsules al contestarle la comunicación referente a los propósitos de su misión, reiteraron las manifestaciones anteriores a Lord Palmerston en el sentido de «cultivar amistosas relaciones con todas las naciones», dentro de un marco de neutralidad, agregando que por entonces el Paraguay no estaba en condiciones de concertar tratados, para lo cual necesitaba autorización del soberano congreso nacional, y que esas relaciones «sólo se podrían cultivar con naciones que previa y solemnemente reconociesen la independencia del Paraguay».(14)

La misión de Gordon era una nueva expresión del reconocimiento defacto de la independencia del Paraguay. El agente inglés no puso en duda esta independencia y recomendó a Carlos Antonio López la necesidad de que se la hiciese pública por una declaración solemne como un medio de facilitar el «libre intercambio comercial y político entre la República y las demás naciones». De ahí el congreso del 25 de noviembre de 1842 que ratificó la soberanía de la república. (15)

La resolución de la asamblea se comunicó a las nacionesamigas y al de la Confederación Argentina. Según Julio César Chaves «la primera reacción del exterior fue dada» por Juan Enrique Mandeville. (16) ministro plenipotenciario de S.M.B. ante el gobierno de la Confederación Argentina, el 15 de abril de 1843 el diplomático británico se dirigía a los cónsules, manifestando sus sinceros sentimientos por la felicidad de la república con motivo de la ratificación de la independencia y ofreciendo generosamente sus servicios «para todas las ocasiones q.e pueda precisar de ellos el Supremo Gobierno». (17)

Los cónsules contestaron a Mandeville en una larga nota, haciendo la defensa de la independencia ante las pretensiones de la Confederación Argentina. El congreso de 1813 declaró esa independencia, últimamente no, se hizo otra cosa que ratificarla solemnemente. Nicolás de Herrera fue desahuciado en su misión de intentar establecer la unidad con las demás provincias. El gobierno argentino durante la suprema dictadura vitalicia reconoció de hecho la independencia del Paraguay. En treinta y tres años de revolución las «provincias de la unión» se han despedazado «mil veces hasta el esterminio, sin quedar mas gloria a la faccion vencedora q.e los restos de un aniquilamiento gral. cubiertos con bellas teorías. – El mundo todo ha visto cuantos congresos se han reunido p.a constituirlas, y cuantas constituciones se han dado a este propósito, y todo ha sido no solo inutil, sino el causal mas terrible de nuevos y aun mayores incendios». El Paraguay tuvo que abroquelarse para librarse de las «voraces llamas». EL cabotaje de la república fue destruido sin piedad en el río Paraná, donde los piratas aparecieron para saciarsu codicia. Las aduanas exigían pesados derechos. «Llegamos en fin – afirmaban los cónsules – a la dura necesidad de un absoluto aislamiento p.a libertarnos de tantos males q.e nos amenazaban, y evitar los que se habian sufrido en nuestro trafico mercantil». El anterior gobierno se vio amenazado por «maquinaciones tenebrosas» venidas del exterior, que no tuvieron acogida «en los fieles paraguayos», pero dieron lugar a la adopción de «medidas fuertes y mortificantes». (18)

El juicio de los cónsules sobre el aislamiento seria ratificado por Carlos Antonio López al príncipe de Metternich. El aislamiento absoluto era una necesidad y tenia por objeto evitar al país el incendio de la anarquía con su secuela de males, y la propagación de las ideas inapropiadas.

El Paraguay miraba con horror y pena a las Provincias Unidas. En el Alto Perú se formó una república independiente con el nombre de Bolivia. Lo mismo sucedió con Chile y con la Banda Oriental, «La República del Paraguay nada debe a la República argentina p.r su libertad. Ella sola se rescató del Gov.no colonial, y de otras fuerzas q.e vinieron á combatirla. Ella sola se ha salvado hasta aquí de la funesta guerra civil. Ella sola se ha conservado con alta moderacion y justicia, y p.r lo tanto no quiere sino pertencer a sí misma bajo la forma q.e se ha dado aleccionada de la esperiencia». Estos sólidos fundamentos no pueden ser desvirtuados con invenciones y prevenciones, haciendo correr que el Paraguay no ha intervenido en la guerra de la independencia, que se ha buscado su auxilio para contrarrestar la emancipación, que no puede ser una república por encontrarse aislada y débil para defenderse de una invasión y que no posee capacidades para constituir una nación independiente, «Pero es constante – contestaban los cónsules – á todas luces q.e el Paraguay pulverizó p.r sí solo el gran baluarte q.e aqui se habia propuesto sostener los antiguos conquistadores de donde podrían haber hecho mucho mal a la causa de la independ.a argentina; estableció un Gov.no patrio y reunió un centro de poder y de acción capaz de contrarrestar toda tentativa ominosa q.e contrariase sus justos deseos. Robusteció con su opinión moral la de la gran causa q.e se disputaban las provincias de abajo, y se desvió de sus imprudencias políticas por q.e pudo prevenir el futuro azaroso de encontrados partidos q.e arriesgaron muchas veces la existencia nacional a punto de hacerla fracasar casi en su misma cuna. – Nada mas pudo dar por causa de las mismas circunstancias preindicadas, y porque era vital la obligacion de cuidar de nuestra propia conservacion adaptada a las inclinaciones, costumbres y demas exigencias del pais, – Los anales patrios del Paraguay desde su gloriosa revolucion del año de 1811aparecerán en todos los siglos tan esplendentes, como la luz q.e alumbra el orbe, y si en alguna parte de América se pensó en traher principios estranjeros para establecer monarquías, jamas al Paraguay se le podra atribuir con verdad una imputacion semejante contraria a su profesion política y al buen sentido con q.e ha marchado treinta y dos años». (19)

Los cónsules no afirmaban en falso. El Paraguay con su revolución anuló la influencia española, asegurando con el desplazamiento de las autoridades coloniales la «gran causa» de la independencia. Ninguna reacción prosperó por este flanco, lo que facilitó la libre actuación de los patriotas en otras regiones del antiguo virreinato del Río de la Plata. También la penetración portuguesa, como en los tiempos de la dominación hispana, fue detenida en el Paraguay, servicio invalorable que hasta hoy no ha sido debidamente apreciado.

Los mandatarios paraguayos continuaban haciendo la defensa de las condiciones de la república para ser independiente, ya que su capacidad para ser libre no debe juzgarse por la hermosura de sus palacios, ni por la elegancia de sus ciudades, ni por el número de sus bajeles y el monto de su comercio, porque «ninguna cosa nace, crece y produce de golpe». Los que conozcan las otras provincias de América del Sur podrán valorar «las capacidades del Paraguay con preferencia a otros Estados» que se han declarado independientes espontáneamente «con menos recursos q.e los q.e siempre ha tenido este grande, ricoy hermoso territorio». Su industria, sus costumbres han mejorado; «su política no ha sido versátil ni dolosa» y su comercio sería el más próspero sino fuesen los «graves contrastes» que ha sufrido de quienes no se debía esperar. Toda pretensión que tienda a «contrariar el voto libre del Paraguay sobre su amada independencia» sería incurrir en «una ridicula anomalia». (20)

«V.E. en su gran capacidad – agregaban los cónsules – ha sabido avalorar todos estos datos y otros q.e de suyo se dejan entender cuando tan fina y atentam.te saluda a la República del Paraguay por el solemne pronunciam.to de nuestra independencia. El Supremo Gov.no p.r sí y a nombre de la nacion paraguaya tributa a V.E. los mas espresivos agradecimientos y se le ofrece con cordiales sentimientos de amistad... Entre tanto el Supremo Gobierno de la República quiere espresamente utilizarse de las apreciables y valiosas ofertas de V.E. para q.e se consiga de S.M.B. el reconocim.to explicito de nuestra independencia, y de la ley del pabellon de esta República... El Supremo Gobierno de la República pone en manos de V.E. la acta de nuestra independencia, y los demas documentos de referencia, y tiene la confianza q.e seran considerados, y sometidos a una justa y recta resolucion con la benevola interferencia de V.E.». Además, los cónsules pedían al ministro de S.M.B. la publicación de los documentos remitidos porque las provincias de la Confederación no tenian noticias de los «actos solemnes» de la independencia del Paraguay. (21)

Portador de la nota a Mandeville fue Manuel Peña quien también llevaba, cuando su misión ante Rosas, comunicaciones al cónsul general del Brasil, al conde de Lurde, al cónsul general de los Estados Unidos de América, al gobierno de Buenos Aires, a Felipe Arana, etc. Peña durante su permanencia en Buenos Aires visitó el buque de la armada inglesaPearl, siendo recibido con la salva de ordenanza y con la bandera paraguaya flameando en el mástil del barco, lo que produjo el disgusto de Rosas. Esta actitud del comandante delPearl era otro reconocimiento defacto de la independencia del Paraguay, desde el momento que a Peña se le rindieron los honores de un representante de Estado soberano. Se explicaba, por tanto, la desazón delRestaurador. (22)

El presidente López continuó manteniendo correspondencia con los diplomáticos ingleses, de esta vez con W. Gore Ouseley, ministro plenipotenciario de S.M.B. en Buenos Aires. Este, en octubre de 1845, urgió a su gobierno el reconocimiento de la independencia no sólo del Paraguay sino tambien de Corrientes y Entre Ríos, como un medio de asegurar la navegación de los ríos Paraná y Paraguay. (23) Después del paso de Obligado por la escuadra anglo francesa envió al capitán Charles Hotham con «una importante carta» al presidente López. Le acompañaba «el agente confidencial uruguayo Francisco Ordeñana». El comisionado llegó a Asunción el 15 de enero a bordo del vaporFulton. Sin pérdida de tiempo entró en contacto con el mandatario paraguayo. Según Cady las negociaciones eran más difíciles a causa «de las influencias que actuaban en Asunción, en especial la presión ejercida por el ministro residente del Brasil», Pimenta Bueno, y las promesas hechas a Don Carlos Antonio por Hopkins. El presidente López presentó a Hotham para poder concertar un tratado [según] estas condiciones previas: «1º Reconocimiento de la independencia del Paraguay. 2º Libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay. 3º Gran Bretaña, al lograr la libertad e independencia de la Banda Oriental de la dominación de Rosas, debía incluir al Paraguay». Hotham no estaba autorizado a aceptar estas condiciones, sólo podía concertar tratados preliminares. Insistió al presidente para que éste envíe sus representantes para tratar con los de la intervención europea».(24)

Si bien Hotham no estaba autorizado a aceptar las condiciones exigidas por el presidente, éstas no contradecían los puntos de vista del gabinete inglés. El mantenimiento de la independencia del Paraguay y del Uruguay formaba parte de la política británica en el Río de la Plata y así consignó expresamente Lord Aberdeen al vizconde de Abrantes.

Hotham ni Ordeñana llegaron a un acuerdo con el presidente López, pero éste resolvió enviar a Montevideo a Bernardo Jovellanos y Atanasio González para tratar con los interventores.

«López escribió a Ouseley informándole de las razones de la guerra con Rosas y pidiéndole que en cualquier convención entre Gran Bretaña y Buenos Aires se tuviese en cuenta la independencia del Paraguay». (25) El ministro británico contestó al presidente paraguayo, el 7 de marzo de 1846, Luego de referirse a la guerra en que el Paraguay estaba empeñado «en defensa de su independencia y de sus derechos [y] de la satisfacción que le produjo la noticia del envío a Montevideo de «dos caballeros en clase de ajentes confidenciales», afirmó que «no descuidará de empeñarse en la preparación del proyecto de una convención tal que coloque sobre una base sólida las futuras relaciones de los dos Paises. Espera la llegada de los Agentes confidenciales para transmitir aquel documento». Consideraba como el presidente injustas las hostilidades de Rosas contra la independencia del Paraguay para privarle de la comunicación con las otras naciones, oponiéndose a la libre navegación de los ríos de la cuenca del Plata. El deseo de cultivar relaciones de amistad con la Gran Bretaña se manifestaba tanto de parte de su representante como del gobierno de S. M. la Reyna. Inglaterra ha dado prueba de ello con la misión confiada a Gordon. La libre navegación del Río de la Plata y sus tributarios facilitaria poderosamente la tranquilidad de estas regiones. Esta medida «es indispensable para asegurar la paz entre los diversos Estados del Plata». (26)

Pero lo más importante de la nota de Ouseley era su declaración final, terminante y categórica. Decía el diplomático británico: «El infrascrito esta intimamente persuadido de la justicia de estas miras, hallandose ahora tambien muy impuesto de las disposiciones liberales del Gobierno del Paraguay, evidenciadas en la declaración y documentos publicos que acompañan la ultima proclama de su Excelencia el Presidente López, y mirando a estas publicaciones y las comunicaciones directas con que ha sido honrado p.r este ilustrado estadista, como enteramente satisfactorias en punto general y además, tomando en consideracion la Independencia de facto del gobierno del Paraguay coetaneo con la de los Estados circunvecinos de Sud América, yq.e su población y sus recursos estan a la par de los de todas las Provincias sobre que el Gobierno de Buenos Aires ha ejercido jurisdiccion, no trepida en responder, en el mismo espíritu liberal que anima a Su Excelencia, al pedido renovado en la ultima nota de Su Excelencia, por el reconocimiento ad referendum de la Independencia del Paraguay, reconociendo desde ahora solemnemente, siempre bajo la reserva de la aprobación del Gobierno de la Reyna (y las condiciones que deberan observarse en un tratado futuro) como Ministro de Su Magestad la plena y positiva Independencia de la República del Paraguay». (27)

La actitud de Ouseley no era sino una consecuencia de los diversos pasos dados por el gobierno de S.M.B. y sus representantes. La independencia del Paraguay no era discutida en Inglaterra y en más de una ocasión este gran país la había reconocido defacto. La nota del ministro en Buenos Aires no hacia otra cosa sino confirmar positivos actos en el sentido indicado. Pero las circunstancias internacionales no permitieron la aprobación de la conducta de Ouseley. Sólo la caída de Rosas ofrecería la oportunidad de consolidar solemnemente esta justa resolución.

El mismo día que el diplomático inglés escribía al presidente López, también lo hacía Santiago Vázquez, ministro de relaciones exteriores del gobierno de Montevideo. Al felicitar a Don Carlos Antonio López por el «progreso de la justa causa», agradecerle la acogida dispensada a Hordeñana y esperar el acierto de la misión de Jovellanos y González, agregaba: «El Señor Ouseley escribe a V.E. y entiende q.e V.E. encontrará en su nota confidencial todo cuanto este ministro puede hacer para conformarse con los deseos de ese Gobierno, hallándose sin instrucciones precisas, y su colega el Barón Deffaudis aun menos habilitado aunque con iguales deseos. Despues de esto el S.or Ouseleyq.esabe estoy perfectam.te instruido de todo lo relativo a la intervención y miras de ambos Gobiernos así de la situacion suya personal y de sus nobles intenciones, me encarga especialm.te diga a V.E. que puede hacer uso publico en los periodicos y en cualquiera genero de comunicaciones del reconocimiento espreso de la Independencia de esa República q.e V.E. dignamente preside y se contiene en su nota referida, pues aunque ese reconocimiento seaad referendum el efecto moral era sin embargo poderoso». (28)

Los comisionados González y Jovellanos llegaron a Montevideo el 14 de marzo de 1846 a bordo delAlecto. Visitaron a los ministros inglés y francés, al presidente de la república y a Santiago Vázquez, quien les manifestó que las relaciones entre el Paraguay y el Uruguay serían cada vez más íntimas y de estrecha amistad. El plenipotenciario inglés fue franco con ellos, expresándoles que con muy pocas modificaciones la ley sobre derechos de los extranjeros será la base de los tratados que deban firmarse entre el Paraguay e Inglaterra, encomiando los méritos de esa disposición legal, pero mostró resistencia al envío de un agente cerca del gobierno de Asunción, prefiriendo que éste destacase «un Ministro facultado a Inglaterra». Por su parte Jovellanos escribió individualmente al presidente López comunicándole que han recibido muchas atenciones de parte del gobierno uruguayo, de los ministros extranjeros, de los cónsules y de las personas distinguidas. Entre otras informaciones agregaba: «El himno paraguayo se ha cantado por Hopkins en las casas del Ministro Brasilero, en la del Cónsul Americano y en la del Ministro Vasques, les ha agradado mucho, y algunas niñas lo están aprendiendo en el piano...». Con el representante de la Corte de San Cristóbal pasaron bien, comieron en su casa y al día siguiente iban a visitar con él «la Corveta de guerra Brasilera, que se halla en este puerto, y se enarbolará en ella el Pabellon nacional Paraguayo, para cuyo efecto lo hemos mandado hacer; y la Fragata Norte Americana de Guerra tambien va a enarbolarla mañana que mandó el Comandante de ella hacerla para ese efecto. En lo del S.or Ministro Ouseley hemos sido combidados a comer en el mismo dia que le llegaron sus Diplomas de Ministro Plenipotenciario cerca de esta República». También comieron en lo del ministro Vázquez y en lo del cónsul español. (29) Importante por su significación era la actitud de la fragata norteamericana, ya que la circunstancia de enarbolar la bandera paraguaya significaba el reconocimiento defacto de la plena soberanía de la república. En el caso del buque brasileño era la consecuencia lógica del reconocimiento solemne realizado por Pimenta Bueno en 1844.

El presidente López dio a conocer todas estas novedades al aludido Pimenta Bueno, proporcionándole copias de las comunicaciones de Ouseley, Vázquez y de los comisionados Jovellanos y González. El diplomático imperial transmitió dichas copias a su gobierno. (30) Al hacerlo comentó: «Entretanto el Plenipotenciario de Inglaterra en Montevideo Mr. Ouseley, reconoció la independencia de esta República ad referéndum, como V.E. verá en su nota, copia Nº 5. Tal reconocimiento a pesar de esa cláusula me parece de mucha importancia e infalible precursor del definitivo de S.M. Británica. El Plenipotenciario Francés pidió a su Gobierno poderes para el mismo fin. El Presidente respondió a Mr. Ouseley, de la manera constante en el Nº 6 y a Hopkins en los términos de la copia Nº 7. V.E. verá además de eso la firmeza de sus ideas enunciadas enEl Paraguayo Independiente, que incluyo en el Nº 8, de manera que debe tenerse a la mediación por extinta, y su resolución de no sacrificar la nacionalidad paraguaya, por inquebrantable, como siempre consideré y como en verdad exigen la honra y los intereses de esta República, y también del Brasil». (31)

Con la autorización transmitida por Vázquez, el presidente López dio a conocer a la opinión nacional e internacional, la declaración del diplomático inglés. El comunicado fechado, el 16 de mayo de 1846 y publicado enEl Paraguayo Independiente, decía: «S.E. el señor Presidente de la República manda hacer público que el Excmo. Señor D. Guillermo Gore Ouseley, Enviado Extraordinario Ministro Plenipotenciario de S.M. la Reyna de Inglaterra, por nota del 7 de Marzo último, dirigida al Supremo Gobierno nacional, tiene reconocida esplícita y solemnemente la independencia y la soberanía de esta República con referencia a la aprobación de su augusta Soberana, que se aguarda en breve tiempo. Y para que llegue a noticia de todos este importante hecho, por el cual el Gobierno de S.M.B. hace justicia, y significa sus benévolas atenciones y simpatías a los sagrados derechos del Paraguay, por la Secretaría de Estado se le da la determinada publicidad». (32)

El periódico no sólo publicó el comunicado oficial sino que comentó acertadamente el significativo acontecimiento. Recordó que ya el Brasil, Bolivia y la república Oriental del Uruguay habían reconocido la independencia de la república. «Hoy la Inglaterra – agregó – viene a reunir a aquellos la influencia de su reconocimiento. La condición pasajera de su referencia a la Soberana del Imperio Británico no debilita en cosa alguna tan importante acto. Es obvio que el ilustre Ministro Británico jamás daría tal paso, si no tuviera entera seguridad de su aprobación y complemento. – La misión del Señor Gordon a este Estado, la manera práctica y constante, porque la Inglaterra entendió siempre que su tratado de 1825, celebrado con la Confederación argentina, no incluía la nacionalidad paraguaya, como independiente y distinta que es, y finalmente otras relaciones que se agitan entre el Gobierno de S.M. y esta República, son precedentes muy terminantes y categóricos, para que el Ilustre Plenipotenciario Británico trepidase un solo instante». (33)

Tanto Pimenta Bueno comoEl Paraguayo Independiente se equivocaron en cuanto a la brevedad que se produciría la aprobación de S.M.B. de la solemne declaración de Ouseley. Por otro lado, el aludido diplomático brasileño temía de la política de Inglaterra. Decía al ministro de negocios extranjeros que el representante de Rosas en Londres había hecho publicar que convendría al gabinete británico hacer extensivo su tratado en 1825 al Paraguay, para recoger las ventajas que de ello resultaría, «una vez que reconociese la integridad de la Confederación comprendiendo el Paraguay. – La Gaceta de Buenos Aires ha planteado el mismo pensamiento; y yo creo que Rosas hará cuanto pudiese para ver si en ese sentido coloca a la política británica en contradición con la del Brasil». Al comentar la actitud del representante de Portugal, muy amigo de Rosas, con relación al Paraguay, agregaba: «Igualmente el Gobierno Inglés aún no ratificó, al menos que conste, el reconocimiento ad referéndum hecho por Mr. Ouseley. Rosas opondrá todos los posibles esfuerzos contra tales actos». (34)

* * *

Mientras todo esto ocurría en el escenario sudamericano, en Londres, José Marques Lisboa, trataba de dar cumplimiento a la circular del 24 de noviembre. En una entrevista con el canciller, que versó sobre la mediación brasileña a favor del Paraguay, Lord Aberdeen le manifestó que deseaba combinar con Guizot la línea de conducta que debían seguir, «Mientras tanto – agregó el agente imperial – con delicadeza que mucho me comprometió, S.E. me aconsejó que por ahora no diese más pasos a ese respecto, porque sentiría hacerme un rechazo oficial – en el estado actual de nuestras relaciones». Lisboa no pensaba dar ningún paso ostensivo después de esta advertencia, pero tenía el propósito de entregar a Lord Aberdeen una copia de la aludida circular Nº 15, con una pequeña supresión para dar mayor coherencia a la política fluvial de la Corte de San Cristóbal. (35)

De puño y letra, Limpo de Abreu escribió en el margen del oficio: «En cuanto a la mediación que pidió el Paraguay quedo enterado de su procedimiento y lo apruebo como razonable y prudente». (36)

Tal era la política de Inglaterra y tal la actitud del Brasil frente a ella. El momento no era propicio para insistir y la corte de San Cristóbal obraba como aconsejaban las circunstancias. Lo contrario sería dar un paso en falso.

Un mes después, Marques Lisboa daba cuenta de una entrevista que mantuvo con el oficial mayor delForeign Office, Mr. Smythe, quien le informó que Lord Aberdeen aun no había adoptado resolución en la mediación oficiosa a favor del Paraguay. Mr. Smythe agregó, y parece natural, que Lord Aberdeen probablemente se abstuvo de tomar cualquier decisión a semejante respecto, mientras estuviesen pendientes las recientes negociaciones con el Gobierno de Buenos Aires, a las cuales, S.E. aludió últimamente en la Casa de los Lorres. Es de suponer también que las hostilidades del Paraguay concurrieron para ese aplazamiento». (37)

No ponemos en duda las informaciones del oficial mayor, pero ellas no eran sino los pretextos de la corte de Saint James para no acceder al pedido de la de San Cristóbal. Ya el vizconde de Abrantes observó acertadamente que en estos negocios Inglaterra obraríamotu proprio y no respondiendo a la petición del Brasil.

Limpo de Abreu escribió con lápiz en el margen del oficio, que se avise recibo del mismo y se comunique al ministro brasileño en el Paraguay, haciéndole notar todo lo que el gobierno imperial procuró por el reconocimiento de la !independencia de la república». (38)

El 3 de abril de 1846, Marques Lisboa tuvo una nueva entrevista con Lord Aberdeen. El diplomático brasileño aprovechó la ocasión para preguntar al canciller británico si tenía alguna novedad que comunicarle sobre la cuestión del Paraguay. «Lord Aberdeen – informó – me respondió con alguna ironía que nos deberíamos contentar con el reconocimiento de Portugal y que este Gobierno nada hará en las circunstancias actuales, sobre todo cuando está autorizado a mantener fuertísimas dudas acerca de nuestra indicada neutralidad en el Río de la Plata». (39)

Esta ironía reflejaba elocuentemente, más que los otros pretextos anteriores, la posición del gobierno de S.M.B. en la mediación amistosa del Imperio del Brasil a favor del reconocimiento de la independencia del Paraguay. Ese reconocimiento de parte de Inglaterra se produciría sólo después de la caída de Rosas.

El Baron de Cayrú remitió a Pimenta Bueno copia de la última nota de Marques Lisboa para comunicarla al presidente López. (4)

* * *

Entre la correspondencia que Manuel Peña llevó cuando su misión ante Rosas, figuraba la nota dirigida por Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso al ministro francés en Buenos Aires, conde Alex de Lurde. Los cónsules, en cumplimiento de las resoluciones del congreso del 25 de noviembre de 1842, comunicaron al representante del gobierno de París, la ratificación solemne de la independencia y la adopción del pabellón nacional, acompañando los testimonios pertinentes «El Gobierno espera – agregaban – que V.E. tomará en consideracion estos documentos y si es posible recabará de su Majestad el Rey de los franceses un asenso adecuado al voto constante y decidido de esta República, donde el comercio francés puede reportar importantes ventajas. – Aceptad Señor la distinguida consideracion con que por primera vez os saluda la República del Paraguay por órgano del Gobierno Supremo que tiene el honor de ofreceros los sinceros sentimientos de su alto aprecio». (41)

Era la primera vez, indudablemente, que el gobierno paraguayo se dirigía y saludaba oficialmente a un representante de Francia. Lo hacía en forma breve, pero en términos diplomáticos, de acuerdo con el estilo correspondiente. La nota se redujo a la comunicación de la ratificación de la independencia y al pedido de reconocimiento. No se extendió en explicaciones ni se cuidó de alegar razones que justificasen la petición. No ocurrió así con el oficio dirigido al ministro plenipotenciario inglés, del cual también fue portador Peña, que contenía una larga exposición sobre los fundamentos de la independencia del Paraguay frente a las pretensiones del dictador de Buenos Aires. La explicación de esta diferencia acaso se encuentre en la simpatía y confianza que gozaba la Gran Bretaña, desde los tiempos iniciales de la revolución, por su política favorable a la emancipación americana, a lo que debe agregarse, que ya durante la dictadura del Dr. Francia, los agentes ingleses mantuvieron correspondencia con el Paraguay como un país libre y soberano.

En Buenos Aires, Peña mantuvo cordiales relaciones con el conde de Lurde, así como con otros diplomáticos, de América y Europa. A este respecto decía a los cónsules: «El Señor Ministro plenipotenciario de Francia se ha mostrado muy fino conmigo; y tocante al tabacoq.e solicitó por medio de Saguier, me ha suscitado la conversacion, y no he sabido qué decirle: ofrece por su medio este ramo muchas ventajas a la República, segun he concebido. Ya contestó á la nota de V.V.E.E. y para en mi poder el pliego cerrado q.e él dirige». (42)

El conde de Lurde contestó el oficio del 28 de agosto en términos cordiales. Decía este diplomático: «El abajo firmado, Ministro Plenipotenciario del Rey de los Franceses ante la Confederación Argentina ha recibido la nota de fecha 28 de agosto de 1843, que S.S.E.E. los señores Cónsules de la República del Paraguay le han hecho el honor de dirigirle y a la cual acompañaban el acta de independencia de la República, el mensaje del gobierno al Congreso nacional y las disposiciones que reglamentan el color y la forma del pabellón de la República y de su sello. – El abajo firmado al transmitir estos documentos al gobierno del Rey esta convencido anticipadamente que ellos serán leídos con todo interés que merecen y tiene la confianza que cuando las relaciones regulares pudieran estar establecidas entre los dos países, sus habitantes ya unidos por los lazos del mismo culto encontrarán en el intercambio de los productos de la tierra y de la industria ventajas recíprocas y nuevas oportunidades de riquezas y de prosperidad que no podrían sino crecer de día en día». (43)

El representante francés también ofició a Peña sobre la misma cuestión del reconocimiento, exponiendo las reflexiones que le parecían que podrían contribuir a la realización de los deseos del Paraguay. La política liberal y generosa del gobierno de París con relación a los nuevos Estados de América del Sur, no debe dejar duda al de Asunción. Pero el gobierno del Paraguay comprenderá que una negociación como la solicitada al Rey de los Franceses, será difícilmente atendida sin que las ventajas que de ella puedan resultar para el comercio francés, estuviesen garantizadas por «una perfecta reciprocidad, que, de acuerdo con la práctica adoptada por todos los pueblos civilizados, constituye la primera condición de las relaciones internacionales». Entre las garantías, el ministro del Rey indicaba: el derecho que debe reconocerse a los franceses de entrar, salir y residir en el territorio de la república, para desarrollar su comercio e industria, respetando las leyes del país; el reconocimiento de un agente del gobierno del Rey ante el del Paraguay, para proteger los intereses de sus nacionales y velar porque la presencia de los mismos no constituya una causa de disturbio y dificultades para la administración paraguaya. (44)

Los hombres esclarecidos que presiden los destinos del Paraguay parecen haber comprendido muy bien la importancia de la garantía que la independencia de su patria encontraría en el reconocimiento de las grandes potencias marítimas, por lo cual el ministro del Rey creía innecesario destacar sus ventajas. No obstante, llamaba la atención del señor Peña sobre los motivos que parecían facilitar los primeros contactos, tendientes a establecer las amistosas relaciones entre los habitantes del Paraguay y Francia: «los lazos de una religión común, la afinidad de la lengua que hablan los dos pueblos y la semejanza de los costumbres que existe entre la población de Francia y los pueblos de origen español, en fin, la perspectiva ventajosa que presenta el comercio entre los dos países, la diversidad de sus productos naturales y la felicidad con la cual la industria francesa sabe adaptarse y satisfacer a las necesidades y los gustos de todas las naciones, lo prueban constante los mercados de América del Sur». (45)

La influencia del gobierno del Rey ante la Santa Sede, dado el protectorado ejercido, desde hace siglos, por Francia sobre la religión católica en el oriente, podría servir para apoyar en Roma las necesidades espirituales del Paraguay. Si el gobierno de Asunción juzgase conveniente enviar a París un agente con plenos poderes, como el medio más eficaz para el establecimiento de relaciones regulares entre los dos países, el ministro francés no dudaba «de la benévola acogida que sería dada a este Enviado y de las disposiciones favorables que encontraría en el Gobierno del Rey relativamente al objeto de su misión». El conde de Lurde terminaba su oficio en estos términos: «Al someter al Señor Peña esta exposición de sus vistas personales sobre los medios de establecer lo más pronto posible las relaciones recíprocamente ventajosas entre Francia y el Paraguay, el Ministro del Rey espera que se empeña en dar a S.S.E.E. los Señores Cónsules podría contribuir y alcanzar este feliz resultado y tiene la confianza que el testimonio personal que el Señor Peña podría dar de las disposiciones que ha encontrado en el Ministro del Rey, será para el Gobierno del Paraguay un motivo más de la política liberal del Gobierno de S.M. y de los sentimientos de benevolencia de los cuales está animado hacia el Paraguay». (46)

El Conde de Lurde se manifestó con mayor amplitud a Peña que a los Cónsules. La comunicación al comisionado paraguayo significó, con mayor vigor y claridad, un reconocimiento defacto de la independencia del Paraguay, que en ambos documentos el ministro francés no puso en duda. Las indicaciones aludidas eran razonables y alguna de ellas había sido ya adoptada por el gobierno de Asunción. La correspondencia, si bien no dio por resultado el reconocimiento expreso y solemne de la independencia, fue satisfactoria porque consignó la política liberal y generosa del Rey de los franceses con relación a los nuevos Estados de América del Sur.

En París, Araujo Ribeiro, plenipotenciario brasileño, mantuvo en marzo de 1846 una conversación con Dr. Desages, jefe de la sección política del ministerio de negocios extranjeros, acerca del reconocimiento de la independencia del Paraguay. El funcionario francés informó a su interlocutor que la cancillería «tenía conocimiento que los Ajentes del Brasil en Europa habían recibido instrucciones para provocar aquel reconocimiento». Refiriéndose a la actitud de Francia sobre el particular, opinaba que probablemente seguiría lo que hiciese Inglaterra. Pero el ministro del Brasil en Berlín informó a su colega de París, que sobre esta cuestión se decía en Londres, «que el Gobierno Inglés seguiría lo que hiciese Francia». Araujo Ribeiro juzgaba «más probable la opinión emitida por Mr. Desages». (47)

A este respecto no está demás repetir que, tanto Francia como Inglaterra, no obstante estar conformes con el mantenimiento de la independencia del Paraguay y del Uruguay, obrarían sin la participación del Brasil, como en su oportunidad expresó el vizconde de Abrantes.

«Considerando el presente estado – continuaba informando Araujo Ribeiro – de las relaciones de Francia con la República Argentina, yo entiendo que es mucho recelar que el Gobierno Francés no quiera por ahora reconocer aquella independencia y evitando por esa razón tratar de este negocio oficialmente, ando en acecho de alguna oportunidad para meterlo en una conversación con Mr. Guizot». (48)

Estas informaciones fueron comunicadas a Pimenta Bueno por el barón de Cayrú, para que de ellas haga el uso conveniente, con la «certeza – agregaba el secretario de negocios extranjeros – de que al Ministro Brasileño en París voy a recomendar que no pierda de vista este objetivo». (49) Con otras comunicaciones de las legaciones brasileñas en países europeos, Pimenta Bueno puso la de Araujo Ribeiro en conocimiento del presidente López, quien con ese motivo se mostró muy agradecido, agregando que «no había duda que mucho debía al Brasil». (50)

El 16 de diciembre de 1846, el plenipotenciario brasileño al entregar a Luis Felipe una carta de Pedro II con motivo de un atentado que había sido objeto el Rey de los franceses, éste, después de expresar su reconocimiento por la atención del Emperador, habló sobre los negocios del Río de la Plata, manifestando su esperanza de que se restableciese la paz en esos países. Al girar la conversación sobre las pretensiones de Rosas sobre el Paraguay, S.M. manifestó según la comunicación de Araujo Ribeiro – «que al Brasil no convenía que el Paraguay se incorporase a la República Argentina, si bien que semejante incorporación le parecía de difícil realización. Yo hablé ha pocos días, continuó el Rey, con Mr. Trehouert. (51) que estuvo últimamente en el Paraguay, y, por lo que le oí, tiene esa Provincia fuerzas suficientes para resistir a Buenos Aires y hasta superiores; se dice que ella tiene 800.000 mil habitantes. Yo observé que podría tal vez presentar fuerzas superiores en número pero que habían de ser inferiores en calidad, puesto que la población estaba compuesta casi toda de Indios, gente débil para la guerra y que además no tenía la práctica de los Argentinos. El Rey anotó que el Paraguay estaba bastante distante de Buenos Aires y que los lugares de aquellos países ofrecían embarazos a cualquier expedición militar de mayor envergadura; y con estas y otras justas observaciones me dio a entender Su Majestad que no suponía de fácil ejecución el plan de incorporar el Paraguay a la República Argentina». (52)

El juicio de Luis Felipe era acertado y sus informaciones no estaban erradas. El Brasil no ocultaba su conveniencia en el sentido de que el Paraguay no debía ser absorbido por la Confederación Argentina y era indudable que la invasión de esa república ofrecía serias dificultades, tanto desde el punto de vista militar como de la geografía. De lo contrario Rosas no hubiera adoptado la postura hostil, si bien perjudicial para el Paraguay, que no pasó al terreno de la agresión armada. En cambio, Araujo Ribeiro no estuvo en lo cierto cuando afirmó que casi toda la población paraguaya era compuesta de indios. Esta aseveración era falsa y de consiguiente también la referente a la debilidad del paraguayo para la guerra.

Como la nota de los cónsules al conde de Lurde no tuvo respuesta de parte del gobierno de París, Carlos Antonio López decidió, siete años después, dirigirse directamente al presidente de la república francesa, Luis Napoleón, reiterando el pedido de reconocimiento de la independencia del Paraguay. La representación ofrecía los mismos argumentos alegados en las comunicaciones enviadas al ministro inglés en Buenos Aires, a los soberanos de Portugal y Austria, y al presidente de Venezuela. Los conceptos eran idénticos y los términos empleados de muy escasa diferencia. «Colocado, pues, – terminaba expresando el presidente López – el Paraguay en la grande familia de las naciones, tiene la satisfacción de duplicar su referida solicitud de 28 de agosto de 1843, en la confianza de que obtendrá de la República francesa el reconocimiento de su nacionalidad a cuyo acto de justicia no se ha prestado el antiguo Gobierno: no ha considerado que en esta República puede el comercio francés reportar importantes ventajas». (53)

El Paraguayo Independiente al comentar la importante comunicación decía que el gobierno había dado este paso en la confianza de que la República francesa haga la justicia de reconocer la independencia y soberanía del Paraguay, «siendo como es la nacionalidad paraguaya la más antigua de la América del Sud, y la primera que ha seguido el ejemplo de la República de los Estados Unidos del Norte. Habrá llegado la oportunidad de informar debidamente al gobierno francés la verdadera situación, poder y recursos del gran pueblo paraguayo pera sostener el grito nacional «República o Muerte» mal que le pese a Rosas. – Este vecino funesto ha prodigado el oro inmundo de Buenos Aires, pagando escritores en América y Europa con el desacordado designio de desacreditar la República del Paraguay, figurándola desprovista de medios, y fuerzas pare garantir el pronunciamiento solemne de su independencia absoluta de todo poder estrangero». El ciudadano francés Eugenio Guillemot, ex ministro en la Corte de Río de Janeiro, que ha venido a visitar la república en compañía de su esposa y que se ha despedido con motivo de su regreso a Europa puede decir la verdad, dando informes favorables sobre lo que vio y oyó en el país: «él puede asegurar que el Paraguay puede armar un ejército superior al que pudiera reunir la llamada Confederación Argentina». (54) Portador de la nota fue el mismo Guillemot.

Pedro de Alcántara Bellegarde comunicó a Soares de Souza, entonces ministro de negocios extranjeros, la misión encomendada al aludido Guillemot. El segundo decía al primero: «Quedo enterado de haber el Presidente López escrito al de la República Francesa para obtener el reconocimiento de la misma República y en la primera ocasión encargaré a la Legación Imperial en París de hacer las convenientes peticiones para el mismo fin; lo que V.S. declarará al citado Presidente López». (55)

Soares de Souza cumplió esta manifestación hecha al encargado de negocios en Asunción. El 11 de abril de 1851 decía a Juan Alves Loureiro, representante brasileño en París, refiriéndose a la nota de Carlos Antonio López: «Recomiendo a V.M. que procure saber si tal mensaje fue entregado al Presidente de la República Francesa, y que una vez le conste que lo fue, emplee en conferencias verbales con el Ministro de Negocios Extranjeros y mismo con el Presidente, si tuviese ocasión, todos los medios persuasivos con el fin de obtener del Gobierno Francés el reconocimiento de la República del Paraguay. Haga ver que ese acto es uno de los medios más eficaces para contener la ambición y turbulencias de Rosas y para evitar la absorción por la Confederación Argentina de la misma República del Paraguay y del Uruguay». (56)

Las recomendaciones del canciller imperial eran categóricas y estaban de acuerdo con la política de la Corte de San Cristóbal en el Río de la Plata y con las gestiones encomendadas a sus agentes diplomáticos por la importante circular del 24 de noviembre de 1845. Un mes y días después del oficio de Soares de Souza, con la participación del Brasil, firmóse en Montevideo el pacto del 29 de mayo, cuya consecuencia fue la caída de Rosas. Francia reconoció después la independencia del Paraguay.

Alves Loureiro informaba, el 7 de junio, al ministro de negocios extranjeros, que Guillemot no había llegado aun, agregando que una vez que éste entregase la nota del presidente López, empeñará todo el celo y la actividad, como era de su deber, para dar cumplimiento a la orden recibida. (57) Por su parte, Soares de Souza transmitió a Bellegarde el contenido del oficio del plenipotenciario en París, para su consiguiente participación a López. En elpost scriptum le recomendaba: «La comunicación que V.S. tiene que hacer al Presidente debe ser verbal». (58)


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XX

1. R. Antonio Ramos. El Dr. Francia y las relaciones con la Gran Bretaña. Pareceres. Buenos Aires, 15 de diciembre de 1936.

2. B.N.R.J. – C.R.B.I. – 30, 7, 38 nº 1-5. Paris al Dictador Francia. Buenos Aires, 17 de julio de 1824.

Chaves. El Supremo Dictador cit., págs. 294 y 295.

3. Ib. Ib. Ib. Villamayor a Paris. Asunción, 26 de enero de 1825.

Ib. Ib. Ib.

4. Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib.

5. Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib.

6. B.N.R.J. – C.R.B.I. – 30, 7, 38 nº 1-5 Paris a Francia. «Dictador Perpetuo del Paraguay». Buenos Aires, 14 de abril de 1825. Traducción. Posteriormente, el 15 de junio del mismo año, remitió a Villamayor un duplicado de esta nota por intermedio del súbdito británico Ricardo Duffy a quien recomendaba se le permita llegar hasta Asunción, donde se proponía cobrar algunas cuentas que le adeudaban. Duffy viajaba por vía Itapúa. Paris a Villamayor. Leg. cit.

7. Ib. Ib. Ib.

8. Ib. Ib. Ib.

9. B.N.R.J. – C.R.B.I. – 29, 23, 26. Palmerston a Francia. Londres, 30 de octubre de 1840. Traducción. En el mismo legajo el original en inglés.

Ramos. Pareceres, Artículo cit.

10. Ib. Ib. Ib. Hood a Francia. Montevideo, 2 de febrero de 1841. Original en español.

11. Ib. Ib. Ib. Los cónsules a Palmerston. Asunción, 16 de enero de 1842. Copia. Dos días después también contestaban a Hood. Con relación a Hughes le decían: «el Supremo Gov.no há llamado cumplidam.te a este respectosus deseos de conformidad con los principios de civilización á franco hospedageq.e animan». La nota a Palmerston se remitió por intermedio del ministro de S.M.B. en Buenos Aires. Toda la documentación sobre la llegada y la permanencia de Hughes en el Paraguay se encuentra en la referida Colección Vizconde de Río Branco.

12. Ib. Ib. Ib. Montevideo, 5 de abril de 1852. Original en español.

13. Ib. Ib. Ib. Aberdeen a los «Cónsules de la República del Paraguay». Traducción. En el mismo legajo también figura la copia en inglés.

14. Capítulo V.

15. Ib. No obstante la perentoria salida de Gordon del Paraguay, sus relaciones con Carlos Antonio López no quedaron cortadas. Desde el Río de la Plata continuó escribiendo al primer cónsul. La documentación puede leerse en la Colección Río Branco de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro.

16. Chaves. El Presidente López cit., pág. 48.

17. B.N.R.J. – C.R.B.I. – 29, 24, 7 nº 4. Correspondencias exteriores por conducto del ciudadano Peña. 1843 – Buenos Ayres. Los cónsules al ministro inglés en la Confederación Argentina. Asunción, 30 de agosto de 1943.

18. Nota cit.

19. Notacit.

20. Nota cit.

21. Nota cit.

22. Capítulo VII.

23. John Cady. La intervención extranjera en el Río de la Plata. Buenos Aires, 1943, págs. 172 y 173.

24. Ob. cit., págs. 174 y 175.

Chaves. El presidente López cit., págs. 98 y 99.

25. Chaves, Ob. cit., pág. 99.

26. A.H.I. Assunção – Oficios – 1846. Ouseley a López. Montevideo, 7 de marzo de 1846. Copia.

27. Nota cit.

28. A.H.I. Assunção – Oficios – 1846. Vázquez a López, Montevideo, 7 de marzo de 1846. Copia.

29. Ib. Ib. Ib. Jovellanos y Gonzálex a C. A. López. Jovellanos al mismo. Ambas cartas fechadas en Montevideo, el 28 de marzo de 1846. Copias.

30. Ib. Ib. Ib. Anexos de la nota nº 18 de Pimenta Bueno a Limpo de Abreu, del 23 de mayo de 1846.

31. Nota cit. Autógrafo.

32. Nº 53.

33. Ib.

34. A.H.I. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno al barón de Cayrú. Asunción, 17 de setiembre de 1846. Autógrafo.

35. Ib. Legação Imperial em Inglaterra – Reservado – 1846-47. Marques Lisboa a Limpo de Abreu. Londres, 5 de febrero de 1846. Original.

36. Ib. Ib. Ib.

37. Ib. Ib. Ib. Marques Lisboa a Limpo de Abreu. Londres, 4 de marzo de 1846. Original.

38. Ib. Ib. Ib.

39. Ib. Ib. Ib. Marques Lisboa a Limpo de Abreu. Londres, 7 de abril de 1846. Original.

40. A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Barón de Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de setiembre de 1846. Copia. Este último acusó recibo de la nota del ministro de negocios extranjeros, el 15 de diciembre. Autógrafo. Assunção – Oficios – 1846.

41. B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 7 nº 4. Correspondencias exteriores por conducto del ciudadano Peña – 1843 – Buenos Ayres. López y Alonso al conde de Lurde. Asunción, 28 de agosto de 1843. Copia.

42. B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 10 nº 22. Peña a los Cónsules. Buenos Aires, 26 de noviembre de 1843. Autógrafo.

43. Ib. Ib. Ib. – 30, 6, 93 nº 2. Conde de Lurde a los cónsules. Buenos Aires, 1º de noviembre de 1843. Original en francés. Peña fue también portador de esta nota. Así expresó a C. A. López, en carta fechada «Frente a Santa Fé á bordo de la República del Paraguay», el 19 de abril de 1844. C.R.B. – I, 29, 24, 10 nº 61. Autógrafo.

44. Ib. Ib. I, 29, 24, 10 nº 24. Conde de Lurde a Peña. Buenos Aires, 6 de diciembre de 1843. Original en francés.

45. Nota cit.

46. Nota cit.

47. A.H.I. Legação Imperial em França – 1846-47. Araujo Ribeiro a Limpo de Abreu. París, 3 de abril de 1846. Original.

48. Nota cit.

49. Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Barón de Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 12 de junio de 1846. Copia.

50. Nota de Pimenta Bueno al Barón de Cayrú, del 17 de setiembre de 1846, cit.

51. Tréhouart acompañó a Hotham cuando el viaje del Fulton a Asunción.

52. A.H.I. Legação Imperial em França – 1846-47. Araujo Ribeiro al barón de Cayrú. Paris, 1º de enero de 1847. Original.

53. El Paraguayo Independiente nº 100. C. A. López al presidente de laRepública francesa. Asunción, 25 de diciembre de 1850. Jornal do Comércio75 publicó la traducción en portugués de la nota, así como la del comentario del periódico de Asunción.

54. Ib. Ib. Ib.

55. A.H.I. Correspondencia Reserva e Confidencial do Governo Imperial em 1851 e 1852. Soares de Souza a Bellegarde. Río de Janeiro, 22 de febrero de 1851. Copia.

56. A.H.I. Copia.

57. Ib. Legação Imperial em França – 1847-53. Alves Loureiro a Soares de Souza. París, 7 de junio de 1851. Original.

58. Ib. Assunção – Despacho – 1825-58. Borrador. También en Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1851 e 1852. Copia.



CAPITULO XXI

REPRESENTACIONES EN ESPAÑA Y CIUDADES HANSEATICAS


La circular del 24 de noviembre también fue remitida a la legación brasileña en Madrid. José Francisco Paula Cavalcanti de Albuquerque, plenipotenciario de la Corte de San Cristóbal ante la de Isabel II, trató de poner en ejecución la orden de su gobierno, El 5 de enero de 1846 decía a Limpo de Abreu, ministro de negocios extranjeros: «Enterado del contenido del despacho circular que V.E. se dignó dirigirme en fecha 24 de noviembre último, relativo a las circunstancias de la República del Paraguay, aprovecharé, can el celo que V.E. me recomienda, todas las ocasiones posibles para tratar de una manera eficaz del reconocimiento explícito, por parte del Gobierno de S.M. Católica de la independencia de la mencionada República». (1)

Limpo de Abreu escribió de su puño y letra en la parte superior del oficio original, que se avisase recibo del mismo, respondiendo convenientemente, dándose, además, conocimiento al representante brasileño en el Paraguay. (2) En consecuencia, copia de la nota de Cavalcanti de Albuquerque se remitió a Pimenta Bueno. (3) Este comunicó al presidente López esta gestión, juntamente con las realizadas ante otras cortes europeas. El mandatario paraguayo se mostró agradecido por esta prueba de amistad e interés del Brasil.(4)

Cavalcanti de Albuquerque no descuidó la cuestión relacionada con la independencia del Paraguay, pero la instabilidad de los gabinetes españoles impidió que el ministro respectivo le prestase atención. No obstante, el 27 de mayo, el diplomático brasileño aprovechó una visita oficial al señor Isturiz, presidente del Consejo, para informarle de las referencias sobre el Paraguay, contenidas en la circular del 24 de noviembre, y mostrarle «la conveniencia y la justicia del reconocimiento de la independencia de aquel Estado de parte del gobierno español.» (5)

«El Sr. Presidente del Consejo – continuaba informando el agente imperial – me pareció penetrado de muchas razones, pero se limitó a decirme (autorizándome a transmitir a V.E. ) que el gobierno de la Reina no tenía inconveniente alguno en entrar en negociaciones con el del Paraguay sobre el objeto que yo acababa de hablar, una vez que la autoridad suprema de esa ex colonia española enviase a la Corte de Madrid un plenipotenciario nombrado para aquel fin, o que le dirigiese sus proposiciones por intermedio del Sr. Creus, Encargado de Negocios de España en Montevideo. – Creo que V.E. no desejará de considerar las antiguas relaciones del Paraguay con España, no era de esperar que esta última Potencia, en vista sólo del interés manifestado por el gobierno del Brasil, se decidiese, como otras podrán hacerlo, de reconocer inmediatamente la existencia de aquella República». (6)

Sin duda que las declaraciones de Isturiz eran satisfactorias, De ellas se deducía claramente la favorable disposición del gobierno de S.M.C. de reconocer la independencia del Paraguay. El éxito dependía del procedimiento, de la manera de tramitar las negociaciones, procedimiento y manera indicados espontáneamente por el ministro español. La acogida amistosa, sin embargo, no se concretó en una resolución positiva. Diversas causas impidieron llegar a este resultado. Acaso la principal de ellas fuese la circunstancia de que el Paraguay no estaba en condiciones de enviar un plenipotenciario a Madrid.

El diplomático brasileño juzgó, entre los medios indicados por el ministro español, que el más conveniente era «el nombramiento de un plenipotenciario paraguayo que trate directamente con el Gabinete de Madrid. Además de la lisonjera impresión que causará en España un paso tan atento, principalmente en las circunstancias actuales, es innegable que con él, el Paraguay evitará las dificultades y demoras que acompañarán al otro medio propuesto para la obtención de sus deseos». (7)

Cavalcanti de Albuquerque tenía posiblemente razón. Su recomendación era fundada. Una negociación directa podría salvar cualquier dificultad, sin contar la impresión favorable que causaría en la Corte de Madrid un representante paraguayo. En cambio una negociación entablada desde Asunción y Montevideo llevaría tiempo y tropezaría con los obstáculos emergentes del medio americano, principalmente de la política internacional del Río de la Plata. Las negociaciones directas no tuvieron lugar en aquel entonces, sino años después, cuando el general Francisco Solano López, llegó a la capital española con una misión especial. Pero no se arribó a ningún acuerdo.

Como consecuencia de la visita a Asunción del capitán Charles Hotham y de Francisco Hordeñana, el presidente López resolvió enviar a Montevideo a Bernardo Jovellanos y Atanasio González para tratar con los interventores. Los comisionados, que llegaron el 14 de marzo de 1846 a la capital uruguaya, no sólo mantuvieron contacto con los representantes de Inglaterra y Francia, sino también con los de España y Brasil, siendo por todos deferentemente atendidos. Jovellanos informó a Carlos Antonio López haber estrechado sus relaciones con el agente español, quien le manifestó que tenía los poderes para el reconocimiento de la República Oriental del Uruguay y de la Confederación Argentina, que aun no ha mostrado por no poder iniciar sus gestiones, «hasta no ser solicitado, por cuya razon no se dirige ahora á V.E. – proseguía informando el comisionado paraguayo – pero ya ha pedido a su Gobierno las instrucciones y facultades para el reconocim.to de la independencia de nuestra República, pero que si intertanto quiere V.E. una que supla a la que dentro de cuatro meses pueda darla, que es cuando aguarda la contestación, puede V.E. dirigirsele, que le dará una que equivalga, segun las facultades de que se halla revestido, pues por solo ignorarse en España el por menor y circunstancias con la poblacion de nuestra Republica no trajo las facultades para su reconocimiento...» Esta información fue comunicada a Pimenta Bueno, quien, a su vez, la comunicó a su gobierno. (8)

El presidente López no perdió tiempo en responder a la sugestión de representante español en Montevideo. El 18 de mayo de 1846 le dirigió una conceptuosa nota para abrir o más bien restablecer las relaciones del Paraguay «con el Gobierno de S.M.C. que por muchos sagrados títulos es acreedor de finos respetos, y especiales simpatías de los Estados Hispano-americanos». La República del Paraguay después de aclamar su independencia política en 1813, la ratificó solemnemente el 25 de noviembre de 1842, porque juzgó llegado el momento de cultivar relaciones con los gobiernos amigos y poner término al sistema de aislamiento. La independencia y soberanía de la República han sido reconocidas por el Emperador del Brasil y por los gobiernos de Bolivia y del Uruguay, debiendo agregarse el reconocimientoad referendum de Mr. Ouseley, ministro inglés en el Río de la Plata. «Otros actos demuestran implícitamente el mismo reconocimiento por parte de otros Gobiernos». (9)

«Colocado pues el Paraguay – continuaba expresando el primer mandatario – en la gran familia de las naciones, cuyos derechos, paz, orden y prosperidad sabrá respetar, jamas podría olvidar sus dulces simpatías de fundación, origen, sangre y religión con la España. El se apresuró a despachar una comunicación al Agente diplomático de aquella Corte que residía en Montevideo, pero vio con disgusto recambiado su despacho por la ausencia o retiro del mismo. Diferentes razones impiden el envío desde luego de un Ministro paraguayo a la Capital de Madrid, y así es que hasta ahora no fue posible satisfacer este deseo, y justo deber de consideración y simpatías. Pero hoy que un nuevo Ministro de S.M.C. se halla acreditado en el vecino Estado, el Paraguay se apresura a poner en el conocimiento de S.E. todo lo espuesto, que acompaña de los documentos justificativos que son de estilo, y otrosí de una colección de impresos que pueden concurrir para mayor esclarecimiento. – En consecuencia el infrascrito Presidente tiene el honor de solicitar de S.E. el reconocimientoad referendum de la Independencia nacional, hasta que obtenga el definitivo del Gobierno de S.M.C. Este pedido reposa sobre las manifestaciones que S.E. ya tuvo la bondad de hacer a los Agentes de esta República en esa Capital de Montevideo, y aun más también sobre las gratas disposiciones de S.M. la Augusta Reina de España. – Sería escusado ultimar ésta, asegurando a S.E. los votos de amistad, intereses y alto respeto, que esta República consagra a S.M.C. Estos sentimientos fundados por la fuerza de la naturaleza, y en las relaciones que el Paraguay desea cultivar ampliamente con España, ellos se desenvolverán por modo digno y cordial». (10)

Esta nota se adelantaba a las sugestiones de Isturiz y a la recomendación de Cavalcanti de Albuquerque que el presidente López conoció ya posteriormente. Los sentimientos amistosos hacia España estaban expresados con espontaneidad y elegancia diplomática. Carlos Antonio López estaba encariñado con esas «dulces simpatías» que unían al Paraguay con la Madre Patria así como lo estrechaban con las demás naciones del continente de origen hispano. La misma frase usó cuando se dirigió al presidente de Venezuela, pidiendo también el reconocimiento de la independencia. Con la declaración de que el Paraguay no podía destacar un ministro a Madrid quedaba descartado el medio más eficaz para alcanzar lo solicitado, según el juicio de Cavalcanti de Albuquerque. Pero se había seguido el otro indicado por Isturiz, sin conocer aun sus declaraciones al diplomático brasileño.

Pimenta Bueno, siempre vigilante en todo lo que se refería al reconocimiento de la independencia del Paraguay y siempre dispuesto a apoyar las gestiones encaminadas hacia esa finalidad, decía a Limpo de Abreu: «Pido por eso especial atención a V.E. para que dirija sus recomendaciones al Ministro del Brasil en Montevideo sobre lo que dicen tales Agentes (Jovellanos y Gonzáles), cuando aseveran que el Ministro de España allí residente está dispuesto a reconocer la independencia de este Estado. El Presidente se dirige a dicho Ministro Español. Conviene que los citados Agentes sean auxiliados por la Legación Imperial, para que consigan el indicado reconocimiento, que sería de mucha fuerza moral y nueva argumentación contra Rosas. No se qué ideas tiene al respecto el Ministro Español en esa Corte. Si V.E. después de conocidas consiguiese dirigirlas sería de provechosa concurrencia». (11)

El presidente López no sólo ofició al ministro español en Montevideo sino también al acreditado ante la Corte de Río de Janeiro. Luego de informar a éste de los benévolos sentimientos de S.M.C. para con la República, expresados por su representante a los Agentes paraguayos enviados al Uruguay, y de la confianza que tenía el mismo representante de que en breve sería reconocida la independencia del Paraguay por España; de informarle igualmente, que tenía conocimiento de que el gobierno de S.M. el Emperador del Brasil gestionaba de S.M.C. ese reconocimiento, terminaba peticionando en estos términos: «En estas condiciones despues de haberse dirigido al ilustre colega de S. E. residente en Montevideo en los términos que constan de la inclusa copia, el infrascrito tiene especial placer de dirigirse igualmente a S.E. el Señor Ministro con el fin de pedirle su cooperacion sobre el exito de un asunto, que a mas de ser justo será simultaneamente de alto aprecio, y general satisfaccion para el pueblo de esta Republica, y precursor de afectuosas, é interesantes relaciones entre los dos paises ligados por tantas recordaciones y vinculos de sangre, que jamas se olvidan». (12)

Pimenta Bueno estaba enterado de estos pasos. El mismo presidente López se encargaba de noticiarlos, para que el diplomático imperial, a su vez, los pusiese en conocimiento de su gobierno. El mismo día que Don Carlos escribía al ministro español en Río de Janeiro, decía Pimenta Bueno a Limpo de Abreu: «Llevo también a las manos de V.E. las copias de las notas adjuntas, que el mismo Presidente dirige a los Ministros de S.M. Católica acreditados en esa Corte y Montevideo, para que V.E. se informe de todo». (13)

Como ya dejamos consignado, los comisionados Jovellanos y González, una vez en Montevideo, mantuvieron cordiales relaciones con diversos representantes diplomáticos, entre ellos con el ministro brasileño, Rodrigo de Souza da Silva Pontes y con el cónsul de la misma nacionalidad, de quienes recibieron deferentes atenciones. El 22 de marzo comieron con ambos funcionarios en la casa del primero y siete días después almorzaron con Silva Pontes en una «Corveta de guerra Brasilera» surta en el puerto de la capital uruguaya, en cuya ocasión se enarboló la bandera paraguaya, que los comisionados mandaron confeccionar especialmente. También estuvieron presentes en la casa del diplomático imperial cuando Hopkins canto el himno paraguayo.(14)

Silva Pontes recibió una carta confidencial de Pimenta Bueno, fechada también el 23 de mayo, en la que este diplomático pedía a su colega que colaborase con Jovellanos y González en las gestiones ante el ministro español, para que éste reconozca, por lo menos,ad referendum, la independencia del Paraguay. Silva Pontes buscó a Creus para leerle la correspondencia de Pimenta Bueno, lo que hizo «después de haber estado con los aludidos Agentes Confidenciales y de haber convenido con ellos que daría este paso». (15)

Creus manifestó al representante brasileño que tanto él como la Corte de Madrid tenían las mejores disposiciones, pero que no podía «hacer el reconocimiento de la Independencia del Paraguay, ni aunad referendum, porque su gobierno sigue la política de no reconocer como nación libre e independiente a las nuevas naciones de América del Sur, sino por medio de un tratado que asegure las indemnizaciones de los bienes de los españoles perjudicados en la guerra de la independencia y regule el pago de la deuda pública hasta entonces contraída, por lo que respecta al país cuya Independencia se reconoce. Agregó el Sr. Creus que ésta ha sido la política seguida por la Corte de España y dio ejemplos, expresando además, que habiendo escrito a esa Corte en sentido favorable al reconocimiento de la Independencia del Paraguay estaba persuadido de que le serían enviados los competentes poderes para celebrar el tratado de reconocimiento de la Independencia del Paraguay, pero como podría tener algún peso en el ánimo del Gobierno Español el hecho de no haber aprobado el Gobierno Inglés el reconocimiento adreferendum, que de la Independencia del Paraguay hiciera el Sr. Ouseley, así como la dificultad y demora del Gobierno Francés en hacer ese reconocimiento, entiende el Sr. Creus que mucho podrían cooperar para destruir ese embarazo los pasos que en tal sentido fuesen dados en Madrid por el Ministro Brasileño». Silva Pontes quedó en llevar esta conversación al conocimiento del ministro de negocios extranjeros. (16)

Creus no tenía instrucciones ni poderes para proceder al reconocimiento, no bastante su buena disposición y la de su gobierno. Por otro lado, el tratado a que se refería no podría concertarse sino por intermedio de plenipotenciarios debidamente autorizados. El gobierno de S.M.C. esperaba para entablar las negociaciones correspondientes que un agente paraguayo llegase a Madrid con los plenos poderes y el de Asunción no estaba en condiciones de dar cumplimiento a esa formalidad.

Después de su conversación con Silva Pontes, Creus contestó al presidente López la nota del 18 de mayo, aprovechando el regreso de los comisionadas González y Jovellanos, manifestándole que se había enterado «con el más vivo interes de cuanto se ha servido comunicarle» sobre la independencia de la república «y de los datos y noticias contenidas en los periodicos enviados relativos á la Administracion y brillante estado de bienestar interior que disfruta el Paraguay. No ha visto con menos satisfacción – continuaba expresando – los generosos sentimientos y afectuosas simpatías que S.E. manifiesta ácia su Augusta Soberana y la Nacion española; y el infrascrito asegura al Exmo. Sor. Presidente del Paraguay desde ahora, que la misma Augusta Señora los recibirá con mucho aprecio y distincion, armonizando con los sentimientos de su alto y noble corazon y los deseos de la Nacion, que forma votos para que las Republicas nacidas de sus antiguas Colonias, sigan una carrera gloriosa de dicha y prosperidad». (17)

El diplomático español usaba un lenguaje cordial y [el] aprecio hacia el Paraguay era manifiesto. Su interés por la «dicha y prosperidad» de la república le movió a transmitir sin dilación al gobierno de Isabel II los deseos del presidente López, que le manifestaron los «Agentes Confidenciales», de celebrar un «Tratado de Reconocimiento de la Independencia, de Paz y de Amistad con España», llamando la atención de S.M. Católica sobre la verdadera situación del Paraguay y «del glorioso porvenirque le espera por la moralidad de sus costumbres, riqueza de su suelo, su numerosa y bien dispuesta población y la dicha de poseer un Presidente que con distinguida y privilegiada ilustración y maduro consejo, sabrá dar el impulso de que son susceptibles tantos elementos de prosperidad. No cabe la menor duda, – proseguía – que el Gobierno Español correspondiendo a los deseos del Paraguay, habrá ya expedido á estas horas al infrascripto, el Documento que pidió para poder celebrar el Tratado en cuestión: pues si cediendo a un sentimiento de natural simpatía recibe con agrado toda manifestación de esta naturaleza de los Estados Hispanos Americanos, con mucha mas razon se apresurá a condescender a los del Paraguay, que por sus circunstancias especiales y las relevantes dotes de su digno Presidente, le harán considerar por parte del Gabinete Español, con singular deferencia y aprecio. Estas explicaciones convencerán a S. E. que en breve quizas dentro de pocos dias, el infrascripto estará competentemente habilitado para poder celebrar un Tratado tan conveniente a los dos pueblos, y que reanudará su antigua amistad, asi como que las mismas llenan cumplidamente en el fondo, aunque no en la forma, los deseos manifestados por S.E.» (18)

Creus confirmaba al presidente López lo que había manifestado a Silva Pontes, No tenía poderes para reconocer la independencia del Paraguay, pero dado su deseo de dar una salida satisfactoria a esta cuestión, solicitó de la Corte de Madrid la autorización correspondiente. Esperaba que el gobierno de Isabel II respondiese al pedido del Paraguay, pero su optimismo fue defraudado. Los poderes no llegaron y así no le cupo la satisfacción de celebrar el tratado «tan conveniente a los dos pueblos y que reanudará su antigua amistad». Pero es de justicia dejar constancia de su buena disposición y de su juicio honroso sobre el Paraguay al que auguraba un glorioso porvenir por la moralidad de sus costumbres, la riqueza de su suelo y su numerosa poblacion, como igualmente de su opinión sobre el presidente López, cuyos «relevantes dotes», «privilegiada ilustración y maduro consejo», destacó en su oficio.

El ministro español en Río de Janeiro recibió con agrado la comunicación del 8 de julio con los testimonios justificativos. Copia de los mismos remitió sin tardanza «al Gobierno de su Augusta Soberana». La contestación «tendrá la honra» de poner «en conocimiento de S.E. al Señor Presidente». Terminaba su respuesta a López con estas cordiales palabras: «El abajo firmado no puede menos de manifestar a S.E., cuan grato le ha sido el poder comunicar a su Corte los sentimientos dignos y nobles de que se halla poseido el Señor Presidente para con el Gobierno de S.M. Católica, y el Pueblo Paraguayo para con la Nacion Española a la que la ligan tantas recordaciones y vinculos de sangre». (19)

Toda esta correspondencia tuvo lugar sin que Pimenta Bueno, ni el gobierno paraguayo tuviesen noticias de la entrevista de Cavalcanti de Albuquerque con Isturiz. Recién el 31 de agosto el barón de Cayrú acusó recibo de la nota del ministro en Madrid, del 29 de mayo, anunciándole que iba a comunicar a la legación en el Paraguay las gestiones realizadas ante la Corte de S.M.C. en cumplimiento de la circular del 24 de noviembre. (20) Al día siguiente, el mismo barón de Cayrú, en su carácter de ministro de negocios extranjeros, remitía a Pimenta Bueno copia del oficio del agente en España, recomendándole que una vez enterado del contenido de la comunicación, hiciese de ella el uso conveniente. (21)

El barón de Cayrú escribió también a Silva Pontes. Decía a este agente del Imperio que aprobaba su proceder al mantener una entrevista con el encargado de negocios de España en el Uruguay, luego de haber recibido la carta confidencial de Pimenta Bueno sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay por aquel reino. Y para que Silva Pontes tuviese un perfecto conocimiento acerca de esta cuestión y pudiera entenderse con Creus. agregó: «Cúmpleme decirle que el Ministro Residente del Brasil en Madrid, en oficio del 27 de mayo pasado, me participó haberle dicho el Sr. Isturiz, Presidente del Consejo de Ministro, que el Gobierno de la Reina no veía ningún inconveniente para entrar en negociaciones con el del Paraguay, sobre el objeto en cuestión una vez que la Autoridad Suprema de esa ex Colonia Española enviase a la Corte de Madrid un Plenipotenciario nombrado para aquel fin o que le dirigiese sus proposiciones por intermedio del Sr. Creus». El oficio citado fue remitido a Pimenta Bueno así como los otros recibidos de las legaciones del Imperio en Europa y América. Le informaba además que Portugal y los Países Bajos reconocieron la independencia del Paraguay y que iban a nombrar cónsules con residencia en Asunción. «Es de creer – terminó manifestando el canciller – que el Presidente López adopte la medida de enviar Agentes a los diversos Estados, pues por intermedio de esta Secretaría de Estado él comenzó su correspondencia con algunos Gobiernos de Europa». (22)

Pimenta Bueno sólo a mediados de diciembre avisó recibo de la comunicación del 1º de setiembre del barón de Cayrú, a quien informó que puso en conocimiento de Don Carlos la nota del ministro en Madrid. En vista de lo que había expresado en sus comunicaciones anteriores, de esta vez, nada tenía que agregar. En América la diplomacia brasileña no volvió a insistir en sus buenos oficios.

En Europa, en cambio, Cavalcanti de Albuquerque, no se dio por vencido. Como Bolivia había firmado un tratado con España para lo cual envió un comisionado especial a la Corte de Madrid, el diplomático brasileño juzgó de su deber «hacer sentir nuevamente al Sr. Ministro de Negocios Extranjeros el hecho de estar España postergando el reconocimiento del Paraguay, cuando cada día entablaba relaciones con las otras repúblicas hispano americanas en idénticas circunstancias». El Sr. Pacheco, de ideas tan favorables sobre el particular, como Isturiz, preguntó a su interlocutor si «tenia plenos poderes para tratar de este negocio». Cavalcanti de Albuquerque respondió que no tenía sino instrucciones de su gobierno para interponer sus buenos oficios a favor del reconocimiento, «Entonces el Sr. Pacheco me replicó – agregaba en su informe el ministro imperial – que en definitiva este gobierno no puede dar paso alguno a tal respecto, sino en el caso de recibir yo los necesarios plenos poderes o que aquí venga cualquier otro negociador de la misma República del Paraguay». (23)

Con esta entrevista terminaron las gestiones del diplomático brasileño ante la Corte de S.M.C., por disposición expresa de su gobierno. En ese sentido, Cavalcanti de Albuquerque recibió la orden del ministro de negocios extranjeros, transmitida por nota Nº 12 del 4 de diciembre de 1847. En su respuesta decía el representante imperial, que quedaba enterado de que no debía «insistir más en procurar de este Gobierno el reconocimiento de la República del Paraguay, dejando a la acción del tiempo cualquier resolución que hubiera de tomarse aqui». (24)

Pero si en Madrid la diplomacia del Imperio del Brasil había dado por canceladas sus gestiones, en América, el presidente López insistió en el empeño de obtener el reconocimiento tantas veces aludido. En este sentido, José Berges, cuando su misión especial en Montevideo, se dirigió al plenipotenciario español en esa capital, Jacinto Albistur el 2 de enero de 1852, para procurar «el establecimiento de relaciones de amistad entre los Gobiernos de ambos paises, sobre la base del reconocimiento de la independencia del Paraguay por el S.M. Católica». Albistur, como Creus, no tenía instrucciones para proceder al reconocimiento solicitado, pero «con el mayor gusto» elevó al conocimiento de su gobierno «la gestión practicada por el Señor Berges», prometiendo comunicarle la contestación que reciba. Dada la política de España con respecto a los Estados hispanoamericanos, cuando el gobierno de S.M.C. considere «llegado el momento de establecer relaciones de amistad con el Paraguay sobre la base del reconocimiento de su independencia», lo hará por un tratado como el celebrado con Costa Rica y Nicaragua. En estos convenios se ven «la equidad, la buena fe, y la conciliacion de los derechos y de los intereses» de las partes contratantes, principios sobre los cuales «el Gobierno de S.M. asienta las relaciones con los pueblos americanos, que la España considera como hermanos». En el tratado que se celebrará el gobierno de S.M.C. desearía «que se asegurase a la España alguna ventaja especial para la navegación del Paraguay», como una prueba de simpatía, que mucho aprecia S.M., «de parte de los Estados del nuevo Continente que han heredado de nuestros padres religión, idioma y costumbres». Albistur terminaba expresando: «Fundado el infrascrito en el conocimiento que tiene de los sentimientos que anima a su Gobierno, asegura desde luego al Señor Berges que cualquiera que sea la resolucion que le aconsejan en la ocasion presente los deberes de su posicion, el Gobierno de S.M. sabrá con gusto el impulso que ha recibido la prosperidad del Paraguay, y hará sinceros votos porque continuen desarrollandose los elementos de riqueza y bienestar que posee, a la sombra de la paz que hace tantos años florece en su afortunado suelo». (25)

Caseros interrumpió estas gestiones, que prosiguieron posteriormente en Madrid por intermedio del general Francisco Solano López, ministro plenipotenciario del Paraguay en misión especial ante varias cortes europeas.

Marcos Antonio de Araujo, encargado de negocios del Brasil ante los gobiernos de las Ciudades Hanseáticas, Hamburgo, Bremen y Lubeck, decía a Limpo de Abreu, el 26 de enero de 1846: «Tuve la honra de recibir hoy el Despacho Circular Nº 15, de la serie del año próximo pasado, por el cual V.E. me ordena que emplee los medios más oportunos y convenientes a fin de conseguir que los Gobiernos junto a los cuales me hallo acreditado, reconozcan explícitamente la Independencia de la República del Paraguay, y, enterado del contenido de este interesante Despacho, puedo asegurar a V.E. que desempeñaré con el mayor celo y la precisa prudencia esta importantisima comisión». (26)

El agente de la Corte de San Cristóbal no perdió tiempo para cumplir la «importantísima comisión». Tres días después de recibir la circular del 24 de noviembre, se dirigió a los Senados de las Ciudades Hanseáticas solicitando el reconocimiento de la independencia del Paraguay y fundamentando su representación con los argumentos expuestos en la aludida circular. Copia de su «nota particular y confidencial» remitió a Limpo de Abreu anunciando que los Senados Hanseaticos estaban «decididas a hacer el referido reconocimiento, en el negocio». Araujo que también estaba acreditado ante otros gobiernos, cuyas opiniones sondeó por intermedio de sus legaciones en Hamburgo, agregó que estos gobiernos seguían en la cuestión del reconocimiento de la independencia del Paraguay «la misma política que las Repúblicas Hanseáticas»; no obstante, el representante brasileño manifestó que seguirá «insistiendo con la cautela precisa, a fin de poder reclamar el cumplimiento de las promesas hechas, luego que las circunstancias permitan...» (27) El barón de Cayrú remitió a Pimenta Bueno copia de esta comunicación. (28)

Los Senados de las Ciudades Hanseáticas contestaron a la representación de Araujo en un mismo sentido. Las respuestas sólo diferían en la forma. Tanto Bremen como Lubeck y Hamburgo manifestaron que no tenían dificultad en reconocer la independencia de la República del Paraguay, respondiendo a las gestiones del Brasil, una vez que las «grandes potencias marítimas de Europa» procediesen a efectuar ese reconocimiento. (29)

El barón de Cayrú nuevamente remitió a Pimenta Bueno copia de estas contestaciones para conocimiento del agente imperial en Asunción y «para que de ellas haga el uso debido». (30) y comunicó esta determinación a Araujo, a quien recomendó que podía asegurar a los Senados Hanseáticos «que Portugal había ya reconocido la Independencia del Paraguay, como consta oficialmente, al Gobierno Imperial y hasta fue declarado por el Ministro de Negocios Extranjeros de aquel Reino en su Relatorio al Cuerpo Legislativo (reimpreso en el Nº 23 de Jornal do Comércio) ». (31) El agente en Hamburgo respondió al canciller brasileño que comunicará a los Senados Hanseáticos la resolución adoptada por Portugal en la cuestión de la independencia del Paraguay. (32) Por su parte, Pimenta Bueno puso en conocimiento del presidente López la nota de Araujo del 25 de febrero y las de los Senados Hanseáticos juntamente con otros documentos similares. El mandatario paraguayo se mostró agradecido «agregando que no había duda que mucho debía al Brasil». (33)


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXI

1- A.H.I. Legação Imperial em Espanha – 1844-46. Cavalcanti de Albuquerque a Limpo de Abreu. Madrid, 5 de enero de 1846. Original

2- Ib. Ib. Ib.

3- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de abril de 1846.

4- A.H.I. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 8 de julio de l846. Autógrafo.

5- A.H.I. Legação Imperial em Espanha – 1844-46. Cavalcanti de Albuquerque a Limpo de Abreu. Madrid, 27 de mayo de 1846. Original.

6- Nota cit.

7- Nota cit.

8- A.H.I. Assunção – Ofícios – 1846. Jovellanos a López. Montevideo, 28 de marzo de 1846. Copia. Pimenta Bueno remitió esta copia con su nota reservada Nº 18 del 23 de mayo de 1846.

9- Ib. Ib. Ib. López al ministro español en Montevideo, Asunción, 18 de mayo de 1846. Copia.

10- Nota cit.

11- A.H.I. Legajo cit. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 23 de mayo de 1846. Autógrafo.

12- Ib. Ib. López al ministro español en Río de Janeiro. Asunción, 8 de julio de 1846. Copia.

13- Ib. Ib. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 8 de julio de 1846. Autógrafo.

14- Ib. Ib. Carta de Jovellanos a López, cit.

A.H.I. Arquivo Particular de Silva Pontes. Diário de 1846 (particular) do desembargador Rodrigo de Souza da Silva Pontes, Encarregado de Negócios do Brasil em Montevidéo, Copia en nuestro poder por gentileza de José Antonio Soares de Souza.

Silva Pontes dice en suDiario, el 29 de marzo de 1846, refiriéndose al almuerzo en la corbeta de guerra, que, en aquella ocasión, el pabellón paraguayo «se enarboló por primera vez en el Río de la Plata». Sin embargo, ya cuando Manuel Peña fue comisionado a Buenos Aires, la bandera paraguaya flameó en elPearl, durante la visita que el aludido comisionado hizo al barco inglés.

15- Diario cit., correspondiente al 16 de setiembre de 1846.

16- Diario cit., fecha cit.

17- A.H.I. M.D.B. Assunção – Oficios 1847 – 852. Copia. Anexo nº 4 del oficio reservado Nº 1, del año 1847, de Pimenta Bueno a su gobierno. Creus al presidente López. Montevideo, 18 de setiembre de 1846.

18- Nota última cit.

19- A.H.I. Assunção – Oficios – 1846. Delavat y Rincón a C. A. López. Río de Janeiro, 12 de octubre de 1846. Pimenta Bueno, a quien el presidente informada de estas gestiones, remitió a su gobierno copia de esta nota como anexo de su oficio reservado Nº 28.

20- A.H.I. Legs. Nacionales – Madrid – Minutas – 1842-1858. Cayrú a Cavalcanti de Albuquerque. Río de Janeiro, 31 de agosto de 1846. Borrador.

21- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 1º de setiembre de 1846.

22- Ib. Despachos Reservados Abril de 1846 a Dezembro de 1847 – 317-1-7.

23- A.H.I. Legação Imperial em Espanha – 1847-50. Cavalcanti de Albuquerque al barón de Cayrú. Madrid, 11 de agosto de 1847. Original.

24- Ib. Ib. Ib. Cavalcanti de Albuquerque a Saturnino de Souza e Oliveira. Madrid, 20 de febrero de 1848. Original.

25- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 28, 18. «Documentos relativos á la mision del Ciudadano José Verges, Enrargado de Negocios de la Republica del Paraguay cerca de la Oriental del Uruguay – 1851 y 1852». Albistur a Berges. Montevideo, 3 de enero de 1852. Original.

26- A.H.I. M.D.B. Hamburgo – Oficios 1844-47. Araujo a Limpo de Abreu. Hamburgo, 6 de enero de 1846. Original.

27- Ib. Ib. Ib. Araujo a Limpo de Abreu. Hamburgo, 25 de febrero de 1846. Original. Copia en Correspondencia Ostensiva cit. La nota a los Senadores Hanseáticos estaba redactada en francés.

28- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de mayo de 1846.

29- A.H.I. M.D.B. – Hamburgo 1844-47. Smidt a Araujo. Bremen, 9 de marzo de l846. P. L. Elder Dr. a Araujo. Lubeck, 11 de marzo de 1846. K. Sieveking a Araujo. Hamburgo, 16 de marzo de 1846. Copias conformadas por el mismo Araujo. Los oficios estaban también redactados en francés.

30- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 8 de junio de 1846.

31- A.H.I. M.D.B. Hamburgo – Despachos 1825-52. Cayrú a Araujo. Río de Janeiro, 25 de mayo de 1846. Borrador.

32- Ib. Ib. Hamburgo – Oficios 1844-47. Araujo a Cayrú. Hamburgo, 27 de agosto de 1846. Original.

33- Ib. Ib. Assunção – Oficio – 1846. Pimenta Bueno al ministro de negocios extranjeros. Asunción, 17 de setiembre de 1846, ya cit.



CAPITULO XXII

RECONOCIMIENTO DE LOS PAISES BAJOS Y REPRESENTACIONES EN BELGICA Y OTROS ESTADOS


Antonio José Rademaker, cónsul del Imperio del Brasil en Bruselas, acreditado también ante el gobierno de Holanda, informaba al barón de Cayrú: «Cuando cerraba el Oficio que en esta fecha tengo la honra de dirigir a V.E. sobre el nombramiento de Mr. Melchor Veramp, recibí del Excmo. Ministro de Negocios Extranjeros de los Países Bajos la Nota por la cual me comunica el reconocimiento de la República del Paraguay y el nombramiento de un Cónsul para residir allí y como las expresiones delicadas que el Ministro usa en la misma, cuando habla de Su Majestad El Emperador, no pueden dejar de agradar a V.E., me apresuro a llevarla al conocimiento de V.E.»(1)

El agente de la Corte de San Cristóbal se dirigió al gobiernodel Rey de los Países Bajos, el 11 de junio de 1846, solicitando el reconocimiento de la independencia del Paraguay, en cumplimiento de la orden contenida en la circular del 24 de noviembre y expresando en su oficio los fundamentos indicados en la misma circular. La gestión encontró la más buena disposición como en el caso de la representación ante el gabinete de Portugal. El ministro holandés de negocios extranjeros respondió a Rademaker un mes después. Luego de hacer el resumen de la nota del diplomático brasileño, agregaba: «Habiendo llevado dicha nota al conocimiento de Su Majestad el Rey, es en virtud de sus órdenes que tengo la satisfacción, Señor, de poder anunciaros, que en atención a la posición en que se encuentra la República del Paraguay y las garantías que ella ofrece, según vuestra exposición, por sus instituciones, su población y sus productos, a las Naciones que desean mantener con ella relaciones de amistad y de comercio, Su Majestad no ha querido resistir a los votos de dicha República, apoyados poderosamente en nombre de Su Majestad el Emperador del Brasil. Encontrándome al mismo tiempo autorizado a presentar a Su Majestad el Rey, mi parecer sobre el nombramiento de un Cónsul Neerlandés en la República del Paraguay y habiendo hecho una proposición, en consecuencia, el Rey tuvo a bien nombrar como tal al Señor Bunge, Cónsul de Su Majestad en Buenos Aires, otorgándole la facultad de elegir una persona recomendable en la Capital o en otra ciudad comercial del Paraguay para confiarle provisoriamente las funciones de Vice Cónsul y ser más tarde presentado como tal a la aprobación del Rey».

La representación brasileña, sin ninguna dilación ni otro trámite, alcanzó pleno éxito. La determinación del Rey de los Países Bajos tenía indudable importancia dados el volumen comercial de este Estado, el desarrollo de su navegación y la extensión de sus posesiones ultramarinas. Rademaker decía al respecto al barón de Cayrú «que el Gobierno de Su Majestad el Rey de los Países Bajos graciosamente se prestó a acceder a los sentimientos del Gobierno Imperial, reconociendo explícitamente la Independencia de dicha República... » Y para destacar el significado internacional de este acto de justicia, agregaba: «Y gozando los Países Bajos ante las Naciones de una gran consideración política, tanto por su posición geográfica, como por su poderosa marina militar y sus vastas posesiones, parece no admitir duda que el reconocimiento de esta potencia por su naturaleza es mucho más importante y mucho más favorable que el de Bélgica, que no puede hacer respetar un acto semejante...» (2)

El barón de Cayrú transmitió a Pimenta Bueno tan satisfactorias noticias. Le remitió copia de la nota de Rademaker del 13 de julio y de la comunicación del gobierno neerlandés. Decía al encargado de negocios en Asunción: «Los anteriores Despachos de esta Secretaría de Estado a esa Legación y las copias con ellos enviadas prueban que el Gobierno de S.M. el Emperador vela por la Independencia del Paraguay; y en esta ocasión remito también a V. Mced. para su competente destino los inclusos documentos conteniendo el reconocimiento que de ella hace S.M. el Rey de los Países Bajos». (3)

Pimenta Bueno dio a conocer estos documentos al presidente López, quien, como en otras ocasiones semejantes, exteriorizó su reconocimiento. El diplomático brasileño informó a su gobierno: «Queda el Presidente de esta República inteligenciado del reconocimiento de la independencia Paraguaya por parte de S.M. el Rey de los Países Bajos y por demás empeñado con el deber de gratitud para con S.M. el Emperador, mi Augusto Soberano, que tanto ha protegido los intereses de este Estado. Entretanto, él lamentó que fuese cometido al Ministro belga (sic) residente en Buenos Aires el nombramiento del Agente que debe venir a esta Capital, pues teme que Rosas, ya por seducciones, ya por dificultades que opondrá consiga contrariar esa medida, como parece, que ya otrora consiguió del Encargo de Negocios de Portugal, que ni un solo acto, ni una sola palabra dirigió al respecto a este Gobierno hasta hoy, no obstante las terminantes disposiciones del Ministro de S. M. Fidelísima...» (4)

Los recelos de Carlos Antonio López tenían fundamento. No faltaba el precedente cercano. El agente de Portugal, Leandro de Souza Leite e Azevedo, que había sido designado por la Reina cónsul en el Paraguay, no pudo desempeñar la misión que le confió la Corte de Lisboa por la oposición de Rosas. Tampoco llegó a Asunción, por aquel entonces, el vice cónsul de Holanda.

Pero si la resolución del Rey no pudo cumplirse en cuanto al ejercicio de la función consular; quedó firme en la parte referente al reconocimiento de la independencia, que era un hecho conscientemente consumado y por lo tanto irrevocable. Lo mismo ocurrió en el caso de Portugal, no obstante la actitud de Leite e Azevedo, cuya falta de entereza le convirtió en un instrumento de las tendencias hegemónicas del dictador de Buenos Aires.

El barón de Cayrú tomó en consideración lo que Pimenta Bueno informó acerca de los cónsules designados por Portugal y los Países Bajos. Al respecto decía al encargado de negocios en Asunción: «A la Legación y Consulado General del Imperio en Lisboa y La Haya comunicaré lo que V. Mced. expone relativamente a la manera con que los Agentes de los respectivos Gobiernos han procedido con el Paraguay». (5)

El reconocimiento de la independencia por Holanda transcendió en el Río de la Plata, donde mereció el aplauso del representante inglés en Montevideo. Con motivo del regreso a Asunción de los comisionados González y Jovellanos, Ouseley dirigió al Presidente López una carta privada y confidencial, ofreciéndole «sus respetos y cumplimientos». Luego de informarle que el cambio del ministerio de la Reina había retardado la transmisión de las comunicaciones relativas a medidas políticas de importancia, agregaba: «Mientras tanto permítame que me congratule con V.E. por las nuevas relaciones establecidas o que van a establecerse entre el Paraguay y Holanda. En verdad la extensión de las relaciones comerciales y directas con otros Países y especialmente con los de Europa, no puede ser sino muy benéfica al País, cuyos destinos V.E. preside para felicidad de él, felicidad que yo confío que continuará por mucho tiempo. Es de lamentar que no se hubiesen establecido más frecuentes comunicaciones oficiales o de otra naturaleza entre V.E. y este País, Brasil y Bolivia». (6)

Ouseley tenia razón y no se le escapaban las ventajas de establecer relaciones permanentes con un país como Holanda de vastas vinculaciones comerciales y políticas, así como con las demás naciones europeas. El presidente López sabía muy bien que de la extensión de esas vinculaciones dependía la prosperidad del Paraguay. De ahí su afán de abrir las puertas de la república al comercio del mundo.

En cuanto a las comunicaciones con el Uruguay, el Brasil y Bolivia era lamentable indudablemente que no fuesen más estrechas y frecuentes. Pero ese contacto no dependía del Paraguay ni del presidente López, a su desarrollo se oponía Rosas, que no permitía el tránsito por territorio argentino con destino a la república.

El diplomático inglés continuaba expresando: «Es sólo invitando a establecer y estableciendo semejantes comunicaciones que los demás Estados pueden tomar un verdadero interés en examinar y reconocer circunstanciadamente las cuestiones y acontecimientos que afectaren al Paraguay, como las actuales. Sólo los enemigos de la Independencia del País de V.E. son los que pueden desear que continúe su aislamiento; entretanto ellos serán los primeros en invocarlo como prueba de que el Paraguay no puede ser un Estado Independiente. – Las comunicaciones con el Paraguay impedidas más cuidadosamente que aquellas que se dirigen a otros Países, el asesinato de los correos con miras de interceptar la correspondencia del Brasil y otras pruebas deben advertir suficientemente al Gobierno de V.E. de semejante respecto. Los enemigos de V.E. comprenden muy bien, que desde el momento en que el Paraguay hubiese establecido comunicaciones frecuentes y regulares con otros Gobiernos y éstos con sus Agentes allí residentes, su independencia e importancia serán seguras y apreciadas. De las medidas de esta naturaleza depende la existencia de los Estados en sus relaciones con otros en la gran sociedad de las Naciones».

Si bien la opinión de Ouseley era la de un «amigo en carta privada», según sus propias palabras, tenía la importancia de ser de un representante de Inglaterra que había reconocidoad referéndum la independencia del Paraguay y que conocía por razón de sus funciones, quién era el enemigo de la república y al que se oponía al establecimiento de relaciones regulares de la república con las demás naciones. El presidente López abandonó la política de aislamiento y para defenderse de las agresiones de Rosas y mantener «comunicaciones frecuentes y regulares» con los otros gobiernos buscó el contacto con los países americanos y europeos por intermedio del Imperio del Brasil, cuyos representantes gestionaron el reconocimiento de la independencia. El Paraguay entraba de esta suerte a formar parte de la «gran sociedad de las naciones». Ouseley, como todo agente británico, tenía interés que esas comunicaciones fuesen liberadas de las trabas impuestas por la dictadura porteña, en beneficio de la mayor expansión del comercio inglés. El Paraguay podía ser un interesante mercado en el interior del continente.

El presidente López dio a conocer a Pimenta Bueno la «carta privada de Ouseley. El diplomático brasileño, a su vez, remitió una traducción de la misma al barón de Cayrú. (7)

Rademaker también interpuso sus buenos oficios ante el gobierno del Rey de los Belgas. Para dar cumplimiento a la circular del 24 de noviembre, dirigió una extensa nota al ministro, de negocios extranjeros, solicitando, en representación de S.M. el Emperador del Brasil, el reconocimiento de la independencia del Paraguay. Además de los argumentos aducidos en la aludida circular, hizo otras consideraciones sobre las ventajas que ofrecerían a la industria y al comercio de Bélgica las relaciones ron un nuevo país, cuyos grandes ríos constituían preciosas vías de comunicación para el desarrollo de un próspero tráfico. Entre otras manifestaciones, expresaba: «Creo inútil señalar a V.E. la importancia comercial del Paraguay para Bélgica, como depósito de los numerosos productos de su industria. El espíritu ilustrado de V.E. sabrá apreciarlo desde ya; sin embargo, me permitirá hacerle notar que el Paraguay, situado en el centro de la América Meridional, puede mantener con Europa relaciones comerciales muy ventajosas por esta parte del mundo, sea directamente por el curso inferior del Paraná y el Río de la Plata, sea por una vía más corta, que puede ser por el Brasil, a través de la Provincia de Santa Catalina. Esta posición central está lejos de constituir un obstáculo a las comunicaciones transatlánticas; ella es de las más felices para las comunicaciones interiores, sea por el alto Paraguay, sea por sus afluentes, tales como el Río Bermejo y el Río Pilcomayo. La primera de estas grandes corrientes de agua pone a la República del Paraguay en relación con las numerosas poblaciones de Salta y Tucumán en la Confederación Argentina y con la Provincia de Tarija en Bolivia. Esta vía de comunicación ha sido ya reconocida como navegable por barcos a vapor de pequeño tonelaje». El Pilcomayo atraviesa la provincia del Chaco en la Argentina y penetra en territorio boliviano hasta las estribaciones de los Andes. La importancia de esta vía de comunicación no ha escapado al gobierno de Bolivia, que la hizo explorar por dos expediciones, que han probado la posibilidad de su navegación. «En fin, el alto Paraguay ofrece una comunicación con las Provincias brasileñas de Matto Grosso y San Pablo. Estas consideraciones son suficientes para hacer comprender que el territorio del Paraguay puede convertirse en una importante salida para Bélgica, no solamente por el centro de la América Meridional, sino aún por la vertiente Oriental de la gran cordillera de los Andes y ofrecer así al comercio con estas comarcas una vía que se la buscará por mucho tiempo en vano por el istmo de Paraná». Por estas razones, Rademaker terminaba pidiendo a Su Majestad el Rey de los Belgas la adhesión «de una manera explícita a los sentimientos del Gobierno Imperial en favor de la independencia de la República del Paraguay». (8)

La representación del diplomático brasileño no era una mera repetición de la circular del 24 de noviembre, como había ocurrido en otros casos semejantes, contenía un hábil y nuevo planteamiento, las ventajas que ofrecería el Paraguay al comercio y la industria belgas, una vez reconocida su independencia, hecho que vendría no sólo a establecer las relaciones con el nuevo Estado sino a fortalecer las existentes entre el Imperio del Brasil y Bélgica. Según sus propias expresiones, dada su posición «no debía dar otra forma ni otra redacción» a su oficio. De esta vez, sin embargo, sus gestiones no fueron coronadas por el éxito como en el caso de las realizadas ante el gobierno del Rey de Holanda.

Rademaker al remitir copia de su nota a Limpo de Abreu, no se mostró muy optimista en cuanto al favorable despacho de su solicitud, no obstante la buena disposición de los hombres públicos y del comercio. Decía a su cancillería: «Aunque los citados Miembros del Consejo de Estado y aquellos Negociantes más entendidos en materia de riqueza pública se hallan enteramente convencidos de la importancia comercial e industrial de esta medida y su particular conveniencia para este País, todavía yo no sé si este Gobierno, si bien ha apreciado, como me consta, las consideraciones ofrecidas en dicha nota, podrá decidirse a dar este paso sin previo consentimiento de aquellas Potencias, que protegen esta Nación... o unirse a ellas sólo después que se pronunciaren en favor de la independencia de la aludida República». (9)

El barón de Cayrú remitió copia de los dos documentos a Pimenta Bueno, juntamente con la de un oficio de la legación imperial en Washington, que también versaba sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, «a fin de que V. Mced. – decía el ministro de negocios extranjeros – haga llegar al conocimiento del Presidente López los extractos citados y así se le muestre, cuánto el Gobierno Imperial se interesa por el buen resultado del referido negocio». (10) Por otra parte, el mismo barón de Cayrú manifestaba sobre este particular al cónsul en Bruselas: «El Gobierno Imperial confía que V. Mced. empleará todo su celo en la obtención del fin propuesto». (11)

El agente en Asunción al avisar recibo de las comunicaciones de las legaciones imperiales aludidas y de otra de la representación en Venezuela, decía al ministro de negocios extranjeros: «Di conocimiento al Presidente de este Estado de todo cuanto exponen los Ministros de Su Majestad el Emperador residentes en aquellas Cortes en los oficios de los cuales V.E. tuvo la bondad de transmitirme copias. El continúa agradeciendo las pruebas de interés así reiteradas del Gobierno Imperial por esta República». (12)

Rademaker insistió ante Mr. Deschamps, canciller de Bélgica. Diplomáticamente le expresó el 1º de setiembre que confiaba que prestaría su atención a este asunto de alta importancia, ya que las sesiones del parlamento habían terminado, sesiones que exigieron mucho trabajo, obligando a aplazar la consideración del mismo negocio para un tiempo más oportuno, a fin de apreciar mejor la «gravedad de la cuestión». Le remitía copia de la nota confidencial en la cual el gobierno de Su Majestad el Rey de los Países Bajos había reconocido la independencia del Paraguay. (13)

Un mes después el cónsul imperial volvió a llamar la atención sobre su representación del 11 de mayo. Recordó al ministro de negocios exteriores la perspectiva que ofrecía para Bélgica el establecimiento de relaciones comerciales con Bolivia y «con toda la costa del gran oceáno» por intermedio del Paraguay. Esta consideración era tanto más importante por cuanto Bolivia acababa de decretar una prima de 40. 000 pesos «para el establecimiento de una comunicación regular con el Atlántico, sea por el Paraná, sea por el Amazonas». Su encargado de negocios en Londres vino a Amberes para organizar una sociedad que haga construir en Lieja, barcos de hierro a vapor, con un calado de trece pies, destinados al servicio regular en el Río Amazonas. Un servicio análogo pronto se establecerá en el Río Paraná, el que proporcionará a los habitantes de las provincias del sur de aquella república, las ventajas que la primera línea de comunicación brindaba a las del norte.

El cónsul brasileño terminaba su oficio en estos términos: «Me es grato esperar, Señor Ministro, que la importancia de estos hechos para el comercio y la industria de Bélgica, no escapará al Gobierno de S.M. el Rey de los Belgas y que el Gobierno Imperial tendrá la satisfacción de ver coronada de un feliz éxito la diligencia que ha puesto en favor del Estado del Paraguay. – Aunque no dudo de ese resultado, si algunas consideraciones retardaran, todavía, por el momento, la determinación del Gobierno de S. M. el Rey, sobre esta cuestión, quedaría infinitamente reconocido si V.E. quisiera entretanto darme una respuesta a la nota del 11 de mayo último, que yo pudiera transmitir a mi Gobierno, al cual estoy obligado a dar detalles sobre esta negociación. (14)

Al día siguiente Rademaker remitió al barón de Cayrú copia de sus dos últimas presentaciones a1 gabinete belga. Con optimismo manifestaba su satisfacción de poner en conocimiento de la Corte de San Cristóbal, que el gobierno de Bruselas, habiendo dado «toda la importancia y aprecio a las consideraciones» ofrecidas en las notas aludidas, se hallaba enteramente dispuesto, según constaba, «a acceder a los deseos y recomendaciones del Gobierno Imperial»; a dichas consideraciones procuró imprimir un interés internacional, con el objeto de decidir al gobierno del Rey a reconocer la independencia del Paraguay. Sin embargo, su comentario venía a contradecir la afirmación anterior. «No puede, pues, escapar – agregaba – a la alta penetración de V.E. que las observaciones y consideraciones que al respecto del reconocimiento ofrecí a los Gobiernos junto a los cuales estoy acreditado, fueron ya en parte coronadas por un feliz suceso; no obstante el reino de Bélgica, como Potencia de tercer orden, sin marina de guerra y enteramente sujeto a la política de las Naciones que le dieron existencia y que la protegen, no tiene interés alguno de pronunciarse en favor de la independencia de un nuevo Estado por un acto que puede comprometerle con esas mismas Naciones y que virtualmente él no puede hacer respetar». (15)

El feliz suceso a que se refería era el reconocimiento de Holanda. En Bélgica los sucesos se presentaron de otra manera. El gobierno de este reino, no obstante su buena disposición, se encontraba en situación distinta al de los Países Bajos. Tres días después, el secretario general del ministerio de negocios extranjeros, barón F. de Seclas, decía a Rademaker: «He recibido la carta que Ud. ha tenido a bien escribirme el 1º de este mes con respecto al reconocimiento eventual de la República del Paraguay como Estado independiente. – El Gobierno del Rey no pierde de vista este asunto, Señor Cónsul General, pero no estoy en condiciones de hacer conocer su decisión sino después de la vuelta de S.M. a la capital». (16) El agente brasileño recibió esta respuesta a1 día siguiente y sin pérdida de tiempo remitió copia de ella al barón de Cayrú. Al comentarla expresaba: «no deja de confirmar lo que tengo comunicado a V.E. al respecto del reconocimiento de la independencia de dicha República por este Gobierno». El Rey se encontraba de viaje por Suiza y «este negocio, en efecto, no puede ser decidido sino a su vuelta». (17)

* * *

El cónsul general y encargado de negocios interino en Dinamarca, y, en Suecia y Noruega, José Sebastián Alfonso de Carvalho, dio los «pasos necesarios» ante el gobierno del primero de estos países, en virtud de la circular del 24 de noviembre. Sobre el particular informaba al barón de Cayrú: «Habiendo dado el debido cumplimiento a esta Orden Imperial, tengo el honor de participar hoy a V.E., que el Señor Ministro de Negocios Extranjeros de Su Majestad Dinamarquesa, me dijo verbalmente que su Gobierno ninguna objeción tiene para reconocer explícitamente la independencia del Paraguay, luego que cualquier otro Gobierno de Europa hubiese reconocido esa República por un Acto Público. Como no me consta que Gobierno alguno de Europa hubiese obrado en ese sentido, no me fue posible entablar una negociación conducente a este deseado fin». (18)

La disposición de Su Majestad Dinamarquesa era satisfactoria, no se oponía a los buenos oficios del Imperio del Brasil y sólo esperaba la oportunidad propicia para responder afirmativamente a la generosa solicitud. El barón de Cayrú comunicó a Carvalho «para llevar al conocimiento del Señor Ministro de Negocios Extranjeros, que los Gobiernos de Portugal y de los Países Bajos ya reconocieron la Independencia del Paraguay». (19) Y transmitió a la legación en Asunción copia del oficio del Cónsul general en Copenhague. «Respondí a aquel Empleado – decía a Pimenta Bueno – que al Gobierno Imperial constaba oficialmente que los Gobiernos de Portugal y de los Países Bajos han procedido en la forma deseada por el Ministro de Dinamarca y no dudo que éste hubiese ya cumplido lo que prometiera. Estoy cierto que V.M.ed. no dejará de llevar dicho oficio al conocimiento del Presidente López, haciendo en este caso, como en los semejantes ya conocidos por V. Mced., destacar el interés que el Gobierno Imperial toma por los negocios de esa República». (21)

Pimenta Bueno cumplió, como en otras oportunidades similares, la recomendación del ministro de negocios extranjeros, informando al presidente López «cuanto participó el Encargado de Negocios de S.M. en Suecia y Dinamarca y la esperanza de que aquel Gobierno reconozca la Independencia Paraguaya y estoy autorizado – agregaba en su comunicación – a renovar el agradecimiento del mismo Presidente por el celo que el Gobierno de S.M. el Emperador continúa mostrando por los intereses de esta República». (21)

* * *

Paulino da Silva Barboza, encargado de negocios del Brasil en Nápoles, anunció a Limpo de Abreu que en conferencia mantenida con el Príncipe de Scilla, le hizo ver a éste los justos títulos que la República del Paraguay tenía para el reconocimiento de su independencia por los gobiernos americanos y europeos, y las grandes ventajas que de este hecho sacaría el comercio napolitano, que el gobierno brasileño en consideración de la justicia de esos títulos y de los intereses políticos del Imperio no sólo fue el primero en reconocer la independencia de ese Estado sino que estaba empeñado en que Su Majestad Siciliana también la reconociese. El Príncipe respondió que no obstante el sistema adoptado por su gobierno «de no reconocer la independencia de ninguna de las ex colonias españolas», él propondría oportunamente la consideración favorable de «este importante negocio». Silva Barboza prometió que no cesaría en promover el buen éxito de esta gestión. (22)

El barón de Cayrú remitió copia de esta comunicación a Pimenta Bueno, para que de ella haga «el uso debido». (23) El encargado de negocios, con otros documentos referentes a la misma cuestión, la puso en conocimiento del presidente López, quien se mostró formalmente agradecido por lo mucho que debía al Brasil. (24)

* * *

Luis Moutinho de Lima Alvares e Silva, representante del Brasil ante la Santa Sede, avisando recibo de la circular del 24 de noviembre expresó a Limpo de Abreu: «De mi parte daré a la misma Circular toda la atención que ella merece y trataré de hacer cuanto V.E. me ordena. Cúmpleme, sin embargo, observar desde ya a V.E. que el Gobierno Pontificio, que ninguna relación comercial tiene con aquella parte de América, será de los más reservados en llevar a cabo tales actos y estoy en lo cierto que no se pronunciará sin ver aquella República primeramente reconocida por los Gobiernos de Europa y muy principalmente por el de España, que fue la Metrópoli del muevo Estado por el cual hoy tan justamente nos empeñamos». (25)


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXII

1- A.H.I. Consulado em Bruselas 1835-1852, Rademaker a Cayrú. Bruselas, 13 de julio de 1846. Original.

2- Ib. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Cayrú a Rademaker. La Haya, 11 de julio de 1846. Copia. El documento estaba redactado en francés.

3- Ib. Ib. Ib. Cayrú a Pimenta Bueno, Río de Janeiro, 23 de setiembre de 1846. Copia.

4- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 20 de diciembre de 1846. Original.

5- Ib. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Cayrú a Pimena Bueno. Río de Janeiro, 12 de febrero de 1847. Copia.

6- Ib. M.D.B. Assunção – Oficios 1847-852. Ouseley a López. Montevideo, 21 de noviembre de 1846. Traducción.

7- Fue remitida como anexo de la nota reservada Nº 1 de Pimenta Bueno, correspondiente a la serie del año 1847.

8- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Rademaker al ministro belga de negocios extranjeros. Bruselas, 11 de mayo de 1846. Copia. Nota en francés.

9- Ib. Ib. Ib. Rademaker a Limpo de Abreu. Bruselas, 16 de mayode 1846. Copia.

10- Ib. Ib. Ib. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 1º de agosto de 1846. Copia.

11- A.H.I. M.D B. Bruselas – Despachos 1834-60. Cayrú a Rademaker. Río de Janeiro, 22 de julio de 1846. Borrador.

12- Ib. Assunção – Oficios 1846. Pimenta Bueno a Cayrú, Asunción, 26 de octubre de 1846. Autógrafo.

13- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Rademaker a Deschamps. Bruselas, 1º de setiembre de 1846. En francés. Copia.

14- Ib. Ib. Ib. Rademaker a Deschamps. Bruselas, 1º de octubre de 1846. En francés. Copia.

15- A.H.I. Consulado em Bruxelas. Rademaker a Cayrú. Bruselas, 2 de octubre de 1846. Original.

16- Ib. Ib. Ib. Seclas a Rademaker. Bruselas, 3 de octubre de 1846. En francés. Copia.

17- A.H.I. Consulado em Bruselas. Rademaker a Cayrú. Bruselas, 4 de octubre de 1846. Original.

18- 1b. Legação Imperial na Suécia e Noruega 1844-50. Carvalho a Cayrú, Copenhague, 25 de julio de 1846. Original.

19- Ib. M.D.B. Copenhague – Despachos 1829-63. Cayrú a Carvalho. Río de Janeiro, 30 de setiembre de 1846. Borrador.

20- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 3 de octubre de 1846. Copia.

21- Ib. Assunção – Oficios 1846. Pimenta Bueno á Cayrú. Asunción, 15 de diciembre de 1846. Original.

22- Ib. Legação Imperial nas Duas Sicilias 1840-50. Silva Barboza a Limpo de Abreu. Nápoles, 12 de marzo de 1846. Original. En el dorso se lee: «Copia al Encargado de Negocios en el Paraguay. Contestado el 12 de junio de 1846».

23- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río le Janeiro, 8 de junio de 1846. Copia.

24- Ib. Assunção – Oficios 1846. Pimenta Bueno a su gobierno. Asunción, 17 de setiembre de 1846, ya cit.

25- Ib. Cidade do Vaticano, Oficios 1845-1846-1847. Lima Alvares e Silva a Abreu. Roma, 17 de febrero de 1846. Original.



EN AMÉRICA


CAPITULO XXIII

RECONOCIMIENTO DE BOLIVIA Y CHILE


Andrés Gill, comisionado por los Cónsules López y Alonso ante el gobernador de Buenos Aires, fue también portador de las notas dirigidas al presidente de Bolivia y a los ministros de relaciones exteriores de Brasil y Chile.

En la comunicación destinada al primer magistrado de la república del altiplano, López y Alonso, luego de anunciar la celebración del congreso del 25 de noviembre, que «ha declarado explícita y solemnemente la independencia absoluta» del Paraguay y la remisión del «acta fundamental», expresaba: «Nada mas grato al Gobierno que subscribe que poner en noticia de V.E. y toda la República boliviana un suceso tan fecundo en beneficiosos resultados desde que por él se pueda sin recelo arribar a una convención amigable de comercio sin ser ya una paradoja el establecerlo por los antiguos senderos del Chaco. A este proposito el soberano congreso de esta República ha autorizado al Gobierno infrascrito para empezar en oportunidad la población del Chaco entre los limites que corresponden a esta República para abrirse rutas mercantiles con la República de Bolivia. – En otro tiempo se mantuvo un principio de comercio con Santa Cruz de la Sierra que por fin terminó por recelos infundados. El Supremo Gobierno desea que V.E. se interese cuanto sea posible no solo en que los de Santa Cruz de la Sierra abran de nuevo sus especulaciones con nuestra frontera del Norte, sino que la República de Bolivia nuestra amiga y hermana establezca por donde le parezca mejor sus especulaciones en esta República pues al efecto el Supremo Gobierno habrá (ininteligible) librado ordenes eficaces para proteger la concurrencia de esa República con la nuestra, A V.E. no pueden (ininteligible) las inmensas ventajas de semejante empresa, y llevado de este justo convencimiento podrá poner en accion los medios conducentes a que se verifique un proyecto de conveniencias reciprocas a ambas Repúblicas». (1)

El lenguaje de los cónsules era promisorio y reflejaba un vivo interés por el establecimiento de un intercambio comercial con «nuestra amiga y hermana» república de Bolivia. Este tráfico sería una consecuencia de la independencia paraguaya y se haría por los «antiguos senderos del Chaco», para cuyo efecto el gobierno de Asunción daría comienzo a la población de esa vasta y rica zona. La disposición de los cónsules era amplia. Bolivia podía realizar sus especulaciones mercantiles por donde mejor le pareciese.

Si las «inmensas ventajas de semejante empresa» no se escapaban al gobierno paraguayo tampoco podían desinteresar al boliviano, teniendo en cuenta las ventajas que ofrecía la realización de un proyecto de tanta importancia.

Los Cónsules al dar semejante paso iniciaban una política positiva, basada en la mutua conveniencia de los dos pueblos. Los acontecimientos no permitieron llevar a la práctica la promisoria iniciativa. De no ser así, otro hubiera sido el futuro del Paraguay y Bolivia. La guerra del Chaco no ocuparía las páginas de nuestra común historia, la sangre de miles de héroes no se habría derramado en la verde planicie y el progreso hubiera prodigado sus beneficios en esa extensa zona. Pero el pensamiento de López y Alonso no quedó en el olvido. Paraguay y Bolivia, comprenden hoy, como en el siglo pasado los preclaros gobernantes aludidos, que el intercambio comercial por los caminos del Chaco, debe ser uno de los medios más fecundos de aproximación y progreso de las dos repúblicas.

El comercio proyectado podría ser impedido por los brasileños. A este respecto, la nota de los Cónsules consignaba: «No son las hordas salvages las que harian retraher á los comerciantes de esa República para venir a Olympo como antes lo hacía si no una internacion portugueza mal colocada en la costa occidental de nuestro río Paraguay que agita las animosidades de algunas tribus de indios errantes que hoy se prestan a la paz como desengañados de sus instigadores. – Débese de esperar un día de justicia en que el trono del Brasil mejor apercibido de sus intereses nacionales desaloje el fortin de Coimbra, monumento del error de las antiguas monarquias españolas y portuguesas». (2)

López y Alonso esperaban de los «sentimientos patrióticos» del presidente de Bolivia el reconocimiento de la «emancipación política» del Paraguay y la cooperación del mismo para el tráfico por «los puntos más accesibles y ventajosos» de la frontera. (3)

La representación tuvo la más favorable acogida. La Convención Nacional boliviana, por decreto especial del 17 de junio de 1843, admitió la instancia paraguaya, en estos términos: «La Convención Nacional, Decreta: Art. 1º La nación boliviana reconoce la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay, y la felicita por su pronunciamiento registrado en el acta de 25 de Noviembre de 1842 que su Gobierno ha remitido. – 2º El Poder Ejecutivo transmitirá al Gobierno del Paraguay este reconocimiento, espresándole además los deseos de cultivar con él las relaciones de amistad, comercio, navegación y todas las que tiendan a la prosperidad de ambas naciones. – Comuníquese al Poder Ejecutivo para su ejecución y cumplimiento. Dado en la Sela de Sesiones de la capital Sucre a 17 de Junio de 1843. – Manuel Hermenegildo Guerra, Presidente. José de Ugarte, diputado secretario». La resolución fue promulgada el mismo día por el presidente José Ballivián, siendo refrendado el acto por el ministro de relaciones exteriores Manuel de la Cruz Méndez. (4)

Ballivián dio cumplimiento al mandato de la Asamblea, una semana después. Decía a los cónsules: «Cumplo con el grato deber que me ha impuesto la Convención Nacional de felicitar a V.E. por la solemne proclamación de la República del Paraguay erijiendose en Nacion libre é independiente de todo poder extraño. La Representacion Nacional i el Gobierno de Bolivia han recibido esta plausible noticia con el júbilo e interés que debe inspirar la suerte de una Nacion vecina y hermana, cuyas circunstancias prometen las mas fundadas esperanzas de un porvenir venturoso. – Bolivia que ha sido la primera en apresurarse a este reconocimiento desea serlo tambien en cultivar con la nueva República aquellas relaciones intimas con que la naturaleza brinda a entrámbos paises; i de que V.E. hace una verídica i honrosa mencion en su apreciable comunicacion de 28 de diciembre del año proximo pasado». (5)

Con el objeto de establecer las relaciones de los dos países «sobre principios sólidos y duraderos», el gobierno de Bolivia designó al general de brigada Manuel Rodríguez Magariños, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en el Paraguay, con la misión especial de expresar al presidente López «los deseos que animan al Gobierno Boliviano por la dicha y prosperidad de ese pais». Al recomendar al comisionado reiteró los votos por la felicidad del Paraguay «i por sus progresos en la nueva carrera política que ha emprendido». (6)

Tal como afirmaba el presidente Ballivián, Bolivia fue el primer país que respondió fraternalmente al llamado del Paraguay. No solamente reconoció con jubilo la independencia de la república sino que también con ese motivo demostró su interés en mantener «relaciones íntimas» con ésta, para lo cual se apresuró a nombrar un representante diplomático en Asunción. Las fraternales disposiciones de ambos gobiernos, tan promisoriamente expresadas en estas primeras correspondencias, no llegaron, sin embargo, a concretarse en una vinculación de efectivas realizaciones. Los acontecimientos internacionales desvanecieron infelizmente, tan fundadas esperanzas. Pero sea como fuese, el reconocimiento señaló un hito transcendente en las relaciones de los dos países y se produjo dos años antes de la circular del 24 de noviembre.

El 14 de marzo de 1844 el congreso general reunido en Asunción designó a Carlos Antonio López, presidente de la república. Ese mismo día tomo posesión del cargo, lo que comunicó al encargado de negocios de Bolivia en Buenos Aires. Y como aun no habían llegado al conocimiento del gobierno paraguayo la resolución de la Convención Nacional de Sucre y el oficio del presidente Ballivián, López remitió nuevamente al agente aludido los documentos relativos a la «solemne declaratoria de nuestra independencia», que ya con la nota del 28 de diciembre de 1842 fueron oficialmente enviados al gobierno de Bolivia, país con el cual la república deseaba estrechar «amistosas relaciones bien faciles de establecerse aun p.r los estremos de la frontera del norte». E insistiendo sobre este particular, Don Carlos agregaba: «Notorios son a la faz de todo el mundo los incuestionables principios en q.e estriba nuestra independ.a nacional, como son aquellos q.e ha proclamado otras Repúblicas conterráneas, q.e reconoce el Gov. no del Paraguay; y a no ser así, seria dar un argumento victorioso a los antiguos conquistadores, no solo para recusar el reconocim.to de la independ.a en general de America sino aun en particular de Estados parciales q.e se han constituido tales recientemente. El Presidente de la República espera q.e el Señor Encargado de negocios remitirá a su Gov.no esta participac.on y los documentos oficiales q.e se adjuntan p.a los fines q.e corresponda». (7) Atanasio González fue portador de ésta y otras comunicaciones.

Los documentos bolivianos relativos al reconocimiento de la independencia llegaron a Asunción seguramente a fines de agosto o en los primeros días de setiembre, porque de ellos sólo hizo mención Pimenta Bueno en su nota a Ferreira França, del 6 de este último mes. El diplomático brasileño remitió a su gobierno, copia del decreto de la Convención Nacional de Bolivia y, al mismo tiempo, comunicó la designación del general Magariños para desempeñar las funciones de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de esta república en la capital paraguaya. «El debía hacer, – continuaba informando Pimenta Bueno – y, en efecto, emprendió su viaje por el Pilcomayo, porque Bolivia pone gran empeño en reconocer, vencer y frecuentar la navegación de este río como la del Bermejo. Sin embargo, después de muchos trabajos de peligros desistió de la empresa, retirándose a Tarija, habiendo perdido una embarcación y escrito a su Gobierno, que el Pilcomayo es innavegable, como V.E. verá en los periódicos de Buenos Aires. El Ministro Boliviano en esta ciudad tal vez por eso envía hacia aquí un Cónsul, que viaja por el Uruguay, como acaba de prevenir a este Gobierno, pero no explica bien el carácter de ese agente, que parece venir disfrazado». (8)

Pimenta Bueno creía que el Paraguay podría ajustar un tratado con Bolivia a fin de definir sus límites por el Chaco, asegurar posesiones no contestadas y reunir fuerzas que se opusiesen a las pretensiones de Buenos Aires. «La República – agregaba el agente imperial también tiene el deseo de obtener la colaboración de Bolivia para liberar la navegación del Paraná, cuestión de vida o muerte para su comercio y riqueza. Como las relaciones mercantiles entre Paraguay y Bolivia jamás podrán ser desarrolladas en gran escala, las demás estipulaciones serán de poca transcendencia y no afectarán las conveniencias del Brasil». (9)

El tratado no se celebró y por lo tanto los límites en el Chaco quedaron sin definirse. Tampoco por aquel entonces se abrió la navegación del Paraná, navegación que, como expresó acertadamente Pimenta Bueno, era de vida o muerte para el comercio del Paraguay. Sólo la batalla de Caseros permitió que ese caudaloso río quedase libre y al servicio del comercio del mundo.

* * *

Andrés Gill, como quedó consignado anteriormente, también llevó a Buenos Aires una nota para el ministro de relaciones exteriores de Chile, fechada como las otras el 28 de diciembre de 1842 y en la cual los Cónsules luego de hacer el solemne pronunciamiento del 25 de noviembre, solicitaban el reconocimiento de la independencia del Paraguay.

La representación, como la dirigida al primer mandatario de Bolivia, encontró el apoyo del gobierno de Santiago, cuya determinación no se dejó esperar. El ministro de relaciones exteriores llevó al presidente Manuel Bulnes la nota paraguaya y los documentos anexos. Enterado de los mismos el jefe de Estado autorizó la respuesta favorable. El canciller Ramón Luis Irarrázabal escribió a López y Alonso: «El Presidente en consecuencia, dispuesto como siempre lo ha estado el Gobierno de Chile, a reconocer y respetar las formas políticas emanadas de la libre voluntad de los pueblos, me encarga conteste a V.V.E.E. ofreciendoles sus cordiales felicitaciones por la nueva carrera en que bajo tan felices auspicios parece entrar esa República; sus votos fervientes por el bienestar y prosperidad del Paraguay; i las disposiciones que le animan para cultivar con V.V.E.E. las relaciones estreches de amistad invariable que convienen al común orijen i a las instituciones populares de ambos Estados». (10)

La contestación era ampliamente satisfactoria, sus términos de cordial fraternidad. El documento consagraba el respeto a la autodeterminación de los pueblos, base de la independencia de las antiguas colonias españolas y manifestaba los sentimientos de Chile de estrechar relaciones de «amistad invariable» con el gobierno paraguayo, como correspondía a la conveniencia de Estados de un común origen y regidos por «instituciones populares». Este reconocimiento se producía cinco días después del decreto de la Convención Nacional de Bolivia. Ambos pronunciamientos estaban inspirados en idénticos sentimientos y buscaban un mayor acercamiento con el Paraguay, cuya aparición en el concierto de las naciones libres, mereció les cordiales felicitaciones de los dos gobiernos. Por otro lado, dichos pronunciamientos constituían una repulsa a la política de Rosas y un apoyo al Paraguay en su controversia son el dictador de Buenos Aires.

El reconocimiento del gobierno de Chile fue conocido en la Corte de San Cristóbal sólo en 1846. En Santiago, por muerte del encargado de negocios del Brasil, Wenceslao Antonio Ribeiro, se hizo cargo de la representación diplomática imperial el cónsul en Valparaiso, Bento Gómes de Oliveira.

La circular del 24 de noviembre fue remitida a la legación en Santiago, pero el fallecimiento de su titular impidió el cumplimiento oportuno de la orden en ella contenida. Gómes de Oliveira, como encargado interino de esa repartición, abrió los despachos dirigidos a Ribeiro, entre los cuales se contaba la aludida circular. En nota del 25 de febrero de 1846 decía a Limpo de Abreu: «Quedando bien impuesto de la exigencia de su precitada Circular, me apresuraré a partir a la Capital a fin de buscar el medio más conveniente para tratar con el gobierno de Chile para que éste reconozca la Independencia de la República del Paraguay». (11)

El 13 de abril, Gómes de Oliveira se trasladó a Santiago para recibir el archivo de la legación imperial y «tratar verbalmente con el Gobierno de Chile» del reconocimiento de la independencia del Paraguay, en cumplimiento de la circular del 24 de noviembre. Tan pronto llegó a la capital se entrevistó con el presidente de la república para agradecerle la participación que éste tuvo en el entierro del encargado de negocios y para pedirle «día y hora para una conferencia». En la fecha fijada, el agente brasileño acudió a la audiencia. Encontró solo al presidente y aprovechando la cordialidad de sus antiguas relaciones y a la vista de la minuta que le presentó, basada en la circular del 24 de noviembre, le invitó, en representación del gobierno imperial a que el de Chile reconociese la independencia del Paraguay. El presidente, informó Gómes de Oliveira, «se me mostró gustoso, a pesar de decirme, que sentía que tal vez su Consejo de Estado se opusiese a un solemne y pronto reconocimiento, en razón de que acostumbraba en estos casos marchar siempre de acuerdo con las demás Repúblicas Hispano Americanas, pues ellas acompañaban los reconocimientos de las partes desmenbradas de cualquiera de estos Estados; pero, por último me dijo que daría todo el calor a este negocio y que entregare la referida minuta a su Ministro de Relaciones Exteriores y que le instase para que influyera sobre dicho asunto en el Consejo de Ministros y que yo contase al respecto con su influjo». (12)

También con el canciller encontró la misma buena acogida que con el presidente, teniendo con él varias conferencias. Sobre la cuestión del reconocimiento de la independencia del Paraguay, el ministro de relaciones exteriores estaba de encuerdo con el primer magistrado y sólo esperaba llevarla al consejo de ministros para adoptar la resolución definitiva. Pero antes pidió a Gómes de Oliveira que le pasase una nota. Este le respondió que «sólo se limitaba a la minuta que le había entregado (sin fecha y sin firma) hasta que recibiese para eso órdenes» de su gobierno, con lo cual el canciller no insistió. Luego de haber sometido el reconocimiento a la consideración del consejo, el presidente de la república y el ministro de relaciones exteriores fueron informados «que ya estaba reconocida la Independencia de la República del Paraguay por el Gobierno de Chile (obra del ex ministro Irarrázabal), en mérito de una Nota que se encontró en el competente Libro del Ministerio de Relaciones Exteriores, cuya nota tuvieron la bondad de mostrarme en dicho Libro y de la cual, una vez leída por mí, hicieron sacar una copia en mi presencia, la que recibí sin que me quisiesen legalizar, porque yo sólo quice tratar de este asunto verbalmente». Esta copia quedó archivada en el Consulado y otra sacada de ella remitió con su informe a Limpo de Abreu. (13)

Aunque este desenlace tuvieron las gestiones de Gómes de Oliveira, ellas encontraron la más favorable acogida de parte de los que en aquel entonces ejercían las altas funciones de presidente y ministro de relaciones exteriores de Chile. Y de no preexistir la nota del canciller Irarrázebal, lo mismo, de esta vez, la petición del representante del Brasil hubiera obtenido el reconocimiento de la independencia del Paraguay, ya que esta actitud estaba de acuerdo con la política fraternal desarrollada por el gobierno de Santiago con relación a las demás repúblicas hispano americanas.

El barón de Cayrú al avisar recibo del oficio del 22 de abril decía el 12 de junio a Gómes de Oliveira, que copia de su informe remitía en esa misma feche al «Agente Diplomático acreditado en el Paraguay, comunicándole todo cuanto V. Mced. expone acerca de los pasos que diera para el reconocimiento de la independencia de aquella República». (14) Al transmitir le copia a la legación en Asunción, el ministro de negocios extranjeros decía a Pimenta Bueno que por ella se informará de las conferencias mantenidas por el encargado de negocios del Imperio en Chile «con el Presidente de la misma República y con el Ministro de Relaciones Exteriores respectivo, relativamente al reconocimiento de la Independencia del Paraguay, resultando de las diligencias que empleó para ese fin, lo que le declararon los mismos, que el acto hoy solicitado ya se llevó a cabo por el Gobierno de Chile, según consta en una Nota de la época del ex Ministro Irarrázabal». Para terminar le recomendaba que haga del documento remitido «el uso conveniente». (15)

La copia remitida se extravió y el barón de Cayrú repitió el envío del testimonio de la nota del 22 de abril y de la de Irarrázabal. Con este motivo decía a Pimenta Bueno: «Creo que los Enviados del general Rosas han de procurar embarazar por todos los medios el reconocimiento de la independencia de ese Estado, pues tengo de eso exuberantes pruebas; con todo, las dificultades se vencerán si hubiere, como es de esperar, de parte de ese Gobierno, constancia y habilidad». (16)

Según Pimenta Bueno, el presidente López le había manifestado que el documento a que hacía referencia la nota del barón de Cayrú del 12 de junio no importaba un «reconocimiento formal» de la independencia y por lo que se veía el gobierno chileno no quiso dar al representante brasileño «un traslado auténtico del mismo documento, lo que tal vez indique la voluntad de evitar compromisos con Rosas». (17)

El juicio de Don Carlos no se ajustaba a la realidad ya que el oficio del ministro Irarrázabal constituía un auténtico reconocimiento de la independencia del Paraguay, sin haber usado estas expresiones. Así lo reconocieron explícitamente el presidente y el ministro de relaciones exteriores con quienes negoció Gómes de Oliveira y así también entendió la Corte de San Cristóbal al dar por terminadas sus gestiones, como consecuencia del conocimiento de la comunicación del citado ministro Irarrázabal. Tampoco el presidente López volvió a tocar la cuestión, porque ante la evidencia y las noticias transmitidas por el gobierno del Brasil, no había lugar a dudas ni a falsas interpretaciones. El hecho de que el canciller chileno se opuso a entregar una copia legalizada del reconocimiento se debió exclusivamente a que Gómes de Oliveira imprimió a sus gestiones una tramitación meramente verbal, sin que ello significase sacarle fuerza a la autenticidad de la determinación. Irarrázabal en su oportunidad había contestado a la instancia paraguaya, cumpliendo así las reglas protocolares usuales en esta clase de negociaciones. Al diplomático brasileño le cupo comprobar personalmente el reconocimiento expreso preexistente.


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXIII

1- B.N.R.J. – C.R.B. I. – 29, 24, 7 nº 2. «Buenos Ayr.s Correspondencias esteriores p.r conducto de Gill – 1842». López y Alonso al presidente de Bolivia. Asunción, 28 de diciembre de 1842. Copia.

2- Nota cit.

3- Nota cit.

4-El Nacional nº 1.492. Montevideo, 4 de diciembre de 1843. Chaves. El Presidente López, cit., pág. 51.

5- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 7, 6 nº 1-3. Ballivián a López. Sucre, 24 de junio de 1843. Duplicado. La nota vino acompañada por el decreto de la Convención Nacional y del impreso: «Memoria que presenta el Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Bolivia a la Convención Nacional reunida en abril de 1843».

6- Oficio cit. Estaba refrendado por el ministro de relaciones exteriores Tomás Frías.

7- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 7 nº 5 C.A. López al encargado de negocios de Bolivia en Buenos Aires. Asunción, 28 de marzo de 1844, Copia.

8- A.H.I. Assunção – Oficios 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 6 de setiembre de 1844. Original. Copia del decreto de la Convención Nacional de Bolivia conformada por Andrés Gill, «Secretario de Gobierno, Encargado provisoriamente de Relaciones Exteriores» se publicó en volantes por la Imprenta de la República del Paraguay. Chaves lo reproduce en su obra citada sobre Don Carlos, entre las páginas 56 y 57.

9- Ib. Reservados – Ministerio dos Negocios Estrangeiros – nº 1 – 1843-1846. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 11 de enero de 1845. Copia. Este volumen contiene copia de puñoy letra de Felipe José Pereira Leal, cuando era encargado de negocios del Imperio del Brasil en el Paraguay. Otra copia, también de puño y letra de Pereira Leal y autenticada por él, obra en Assunção – Oficios 1842-45, en muy mal estado, en gran parte ininteligible. El original de esta extensa e importante nota no figura en los legajos correspondientes a la misión Pimenta Bueno.

10- B.N.R.J. – C.R.B. I – 30, 1, 5. Irarrázabal a los Cónsules. Santiago, 22 de junio de 1843. Original.

Alberto Nogués. Cuando Chile reconoció nuestra independencia. La Tribuna nº 18.984. Asunción, 25 de noviembre de 1962. Nogués cree que la nota firmada por Irarrázabal podría haber sido escrita por Andrés Bello, entonces mentor del ministerio de relaciones exteriores de Chile y redactor de los principales documentos oficiales.

11- A.H.I. Consulado Geral do Chile – Ostensivos 1843-80. Gómes de Oliveira a Limpo de Abreu. Valparaiso, 25 de febrero de 1846. Original.

12- Ib. Ib. Ib. Gómes de Oliveira a Limpo de Abreu. Valparaiso, 22 de abril de 1846. Original.

13- Ib. Ib. Ib. Gómes de Oliveira a Limpo de Abreu. Valparaiso, 22 de abril de 1846. Original.

14- A.H.I. Legação em Santiago – Despacho – 1843-1858. Cayrú a Gómes de Oliveira. Río de Janeiro, 12 de junio de 1846. Borrador.

15- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 12 de junio de 1846. Copia.

16- Ib. Ib. Ib. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 20 de noviembre de 1846. Copia.

17- Ib. Assunção – Oficio – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 17 de setiembre de 1846. Autógrafo.



CAPITULO XXIV

RECONOCIMIENTO DEL URUGUAY


La instalación del gobierno consular, después de la muerte del dictador Francia, fue recibida con simpatía y regocijo en el Uruguay. Rivera, entonces presidente de esa república, se adelantó a felicitar a López y Alonso, impulsado por la política franca y liberal del gobierno oriental y sus sentimientos cordiales por el engrandecimiento y prosperidad de los pueblos del hemisferio, y en consideración de «un suceso tan plausible para la República del Paraguay como para todo el Continente Americano»; aquel hecho, unido a los principios de justicia y civilización que regían los consejos de los cónsules, permitió la incorporación «a la gran familia de las Repúblicas Americanas el floreciente y poderoso Estado del Paraguay». (1)

«El destino, Sres. Cónsules, – agregó el presidente uruguayo – que nos ha llamado a figurar en el mundo político como pueblos independientes y soberanos, guiados y dirigidos por la mano poderosa del Eterno, nos ha colocado en la actitud mas favorable para llegar a ser algun día tan grandes y poderosos, como los primeros pueblos del Universo, regidos por los principios y civilización y libertad que en todos los ángulos de la América han proclamado desde el memorable 25 de Mayo de 1810. – Esta convicción intima de parte del Pueblo Oriental es la garantía mas positiva que en su nombre pueda ofrecer a V.E. de los votos que desde este momento hago por la dicha y prosperidad de la República del Paraguay». (2)

La nota de Rivera era promisoria, con ella se iniciaba una nueva etapa de las relaciones entre los dos países. Un sentimiento de fraternidad inspiraba a esta comunicación, que constituía un reconocimiento del Paraguay como Estado independiente y soberano. Ella venía a fortalecer los vínculos iniciados por Artigas y la autonomía de la república, que muy pronto sería negada por Rosas.

Los cónsules respondieron con manifestaciones igualmente fraternales. «Los sentimientos generosos – decían – que ha proclamado V.E. en favor de la causa comun, y el interés que ha manifestado por la dicha, y prosperidad de esta República en carta del 21 de Junio último han producido en nuestros (sic) mismos la mas sincera satisfaccion, y reconocidos a V.E. por la honra de felicitarnos, con expresiones de fino afecto, tenemos el honor de significar a V.E. los mejores deseos de una sincera amistad con V.E. y con la República oriental que tan dignamente preside V.E.». (3)

El mismo día, López y Alonso comunicaron al gobierno uruguayo el tratado de amistad, comercio y navegación, subscripto entre el Paraguay y la provincia de Corrientes, el 31 de julio, y la autorización acordada a los ciudadanos orientales para volver a su patria. (4)

Este oficio fue contestado por Francisco Antonino Vidal, ministro de relaciones exteriores del Uruguay, agradeciendo los benévolos y amigables sentimientos de los cónsules. «El Gobierno de la República Oriental, – proseguía – no puede menos de respetar sus placemes y sinceras felicitaciones á la República del Paraguay, por la fortuna que le ha cabido después de tantos años de aislamiento é incomunicación, de tener a su frente un Gobierno fraternal é ilustrado, que inspira las esperanzas mas lisongeras para el porvenir de ese País. En el Tratado de Amistad, comercio y navegación que S.S.E.E. los Sres. Cónsules de la República del Paraguay, han ajustado y concluido con la Provincia de Corrientes, y cuya noticia se han servicio comunicar a S.E. el Sr. Presidente, ha visto el Gobierno de la República un sintoma inequivoco de saber, de liberalidad y de franqueza, como del deseo de contraer relaciones con los Estados vecinos, ligados por tantos titulos, y tan interesados en mantener buenas y amigables relaciones. – El Estado Oriental del Uruguay que respetará siempre la República del Paraguay, como uno de los mas importantes de los nuevos Estados Americanos, y destinada a ejercer en poco tiempo una gran influencia en las Repúblicas del Plata, desearía estrechar sus relaciones, y cimentarlas sobre ajustes y tratados explícitos y solemnes, que consulten y aseguren los intereses mercantiles de ambas Repúblicas, y no perderá tiempo en destinar con este objeto cerca de S.S.E.E. los Sres. Cónsules, un Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, tan luego como S.S.E.E. los Sres. Cónsules de la República del Paraguay, se sirvan hacerle conocer que no tienen inconveniencia en recibir el Ministro del Estado Oriental». (5)

El presidente Rivera como una prueba de su aprecio a los cónsules envió a cada uno de ellos ejemplares de la constitución del Uruguay, del manifiesto que la asamblea constituyente dirigió al pueblo en ocasión de la jura de esa constitución y de la convención de paz entre el Imperio del Brasil y la Argentina. (6)

En marzo de 1843 Rivera volvió a escribir a los cónsules para informarles que, de acuerdo con la constitución, había dejado la presidencia de la república y que habiendo sido designado general en jefe del ejército se encontraba en campaña con un efectivo de más de seis mil hombres, oponiendo al invasor «un contrasitio al miserable y mal combinado asedio con que aquel pretende afligir a la capital». (7)

«La guerra Exmos. Señores – agregaba – con que el Gobernador de los porteños Don Juan Manuel de Rosas ha provocado a esta República, se hace por parte de aquel usurpador, del modo mas irregular y salvage que se ha conocido jamas. La República la sostiene energicamente, y á pesar de su injusto adversario, le ha invadido con un ejército compuesto de las tres armas, la República ha fortalecido su capital y la defienden siete mil combatientes, resueltos a perecer primero que permitir que sus muros sean cubiertos con la planta inmunda de sus feroces ribales». (8)

La noticia transmitida tenía su importancia tanto para el Paraguay como para el Uruguay. Para el primero porque la guerra apoyada por Rosas no le tomase de sorpresa y tuviese un concepto cabal de ella, y para el segundo porque al prevenir a los cónsules de la injusticia de la contienda los predisponía contra el dictador de Buenos Aires. Era necesario buscar el apoyo del Paraguay, cuyo destino estaba estrechamente ligado al del Uruguay, frente al peligro que constituía el imperialismo de Rosas. La firmeza de la resistencia uruguaya era al mismo tiempo un estímulo y un ejemplo.

La comunicación de Rivera llegó a su destino con un atraso de más de tres meses y con el sobre deteriorado. La guerra dificultaba las comunicaciones. A los cónsules había sucedido Carlos Antonio López como presidente de la república. Por tanto a él correspondió responder al general en jefe del ejército oriental, manifestando haberse enterado del «patriótico contenido» del oficio aludido y del de los impresos remitidos. Rivera dio «una lección de honor y virtud» con los servicios prestados a su país en los distintos cargos a que fue elevado por el voto popular. (9)

«Queda asimismo impuesto el Supremo Gov.no del estado militar que actualmente tiene la República del Uruguay, y V.E. puede gloriarse q.e cada oriental es un guerrero formidable para defender la libertad é independencia de su patria. Basta q.e una nacion quiera ser independiente para que lo sea, y aunque alguna vez pueda ser sojusgada y combatida, nunca podrá ser destruida por la fuerza, y poder de la voluntad general. – Este principio general jamas lo desconocerá el Gobierno de la República del Paraguay, y V.E. lo consigna luminosamente en sus documentos adjuntos y en la misma nota q.e motiva esta grata contestación. – El Gobierno hace votos al cielo por que V.E. colme sus justos deseos, y pueda ver a su patria libre de increibles aflicciones segun se deja entender». (10)

El presidente López sabía por experiencia que la voluntad de ser independiente era lo fundamental en una nación para llegar a ser libre y soberana, porque el Paraguay estaba poseído de esa voluntad. Con ella se salvó de la invasión de Belgrano y de las proposiciones posteriores de anexión a Buenos Aires y con ella nuevamente se salvará de las tendencias absorbentes de la política de Rosas. Así también el Uruguay, dominado por esa misma voluntad, no se dejará dominar por el dictador de Buenos Aires.

La contestación de Don Carlos no pudo remitirse. La guerra en el Uruguay impedía el servicio regular de correspondencia por vía terrestre. En consecuencia, el oficio del 11 de julio no salió de Asunción. Así se lee en el margen con letra del propio presidente López: «Circunstancias del tpo. no dieron lugar al envio de esta respuesta». (11)

Por disposición del congreso de 1842 la solemne ratificación de la independencia había sido oficialmente comunicada a la Confederación Argentina y a otros Estados vecinos. La determinación de la república fue acogida favorablemente, con excepción de Buenos Aires. Rosas opuso una tenaz resistencia a la causa del Paraguay. Su política hegemónica no sólo se dirigía contra esta república sino también contra la Banda Oriental.

El Uruguay se convirtió en el teatro de la cruel guerra del dictador de Buenos Aires. Montevideo, centro de la resistencia contra Rosas, soportó los horrores de un asedio de casi una década para salvarse de las agresiones del tirano. La heroica resistencia de la capital uruguaya constituye una de las páginas más brillantes de los anales del Río de la Plata, resistencia en la cual escritores y poetas, militares y civiles, uruguayos y argentinos, americanos y europeos, defendieron con su sangre los principios de la libertad.

La lucha contra Rosas repercutía tanto en la política interna como en la externa del Uruguay. Por esa circunstancia, los cónsules no comunicaron al gobierno de Montevideo la ratificación de la independencia, como lo había hecho a los otros Estados. Esta omisión no pasó desapercibida en la metrópoli oriental. En los primeros días de diciembre de 1843, desde esta capital, Juan Andrés Gelly decía a Manuel Pedro de Peña, que se encontraba en Buenos Aires cumpliendo una misión de su gobierno: «Algun sentimiento seha formado aqui del govno. de nuestros Exmos. Cónsules, primero pr. qe. habiendo comunicado la acta de independencia a todos los Govnos. americanos, no se ha hecho esa comunicación al Govno. Oriental»; y segundo, porque en nota de fines de 1841 dichos mandatarios habían declarado que consideraban prudente suspender toda negociación hasta el restablecimiento de la paz «que conjure pa. siempre el doloroso estrepito de las armas en pueblos hermanos» y porque ahora se proponían a entrar en negociaciones con Rosas. (12)

Además de la omisión apuntada, preocupaba al gobierno uruguayo la posibilidad de que el Paraguay pudiese caer en las redes de la absorbente política del Restaurador de las Leyes. La misión especial enviada ante el dictador porteño no se dejó doblegar. Si bien no obtuvo el reconocimiento de la independencia, dejó claramente consignado el propósito de la república de mantenerse libre y soberana. Peña dio a Gelly amplias y satisfactorias explicaciones acerca de la actitud del Paraguay con respecto al Estado Oriental y de su decisión de conservar su independencia. Gelly, que entonces desempeñaba una alta función en el ministerio de relaciones exteriores del Uruguay, transmitió esas explicaciones al gobierno de Montevideo, las cuales bastaron para disipar los recelos. A este respecto decía el aludido Peña a Gelly: «Agradezco a V. su patriotica oficiosidad por la buena opinion de nuestro Supremo Gobierno, y del lugar que se ha hecho a la congratulacion de ese Gobierno por la independencia de nuestra República». (13)

El Uruguay, amenazado por Rosas, tenía interés en la independencia del Paraguay, como condición necesaria para mantener la suya. De ahí las congratulaciones que provocaron las explicaciones de Peña.

La prensa de Montevideo hizo una eficaz defensa de la emancipación paraguaya, campaña a la cual no fue ajeno Gelly.El Nacional, que aparecía en esa capital, publicó en varios números un fundamentado trabajo de José Rivera Indarte, demostrando la legitimidad de la independencia del Paraguay, frente a las pretensiones de Rosas. La república no debe olvidar al malogrado poeta y luchador, defensor de la más noble de sus causas. Rivera Indarte murió en el destierro, firme en su puesto de combate, dejando el recuerdo de su pluma vibrante y valerosa, la altivez de su carácter, la gallardía de su juventud y el vigor de su corazón. (14)

Estas pruebas de apoyo al Paraguay también disiparon las dudas del gobierno de Asunción, que no disimuló su deseo de buscar una aproximación al Uruguay. Pimenta Bueno informó que en una de las conferencias con el presidente López, éste le expresó «que quería dirigirse al Gobierno de Montevideo, solicitando el reconocimiento de la Independencia de la República, y que por eso – continuaba el diplomático brasileño – me pedía que me entendiese con nuestra Legación allí acreditada para facilitar ese resultado. Accedí rápidamente a su invitación y agregué que escribiría también al barón de Caxias, lo que voy a hacer, para que igualmente intervenga de suerte de que se obtenga el reconocimiento lo más brevemente posible. Sobre esta materia cumple observar que este Gobierno no se había dirigido al de Montevideo, por estar éste en guerra con Rosas y evitar resentimientos al Gobierno del último, pero convencido hoy de que nada tiene que esperar de Buenos Aires pasa a abrir sus relaciones con la República del Uruguay, respondiendo simultáneamente a una nota que había dejado hasta ahora sin solución. Creo que Fructo se apresurará a verificar el reconocimiento». (15)

Don Carlos no perdió tiempo para poner en ejecución lo que había manifestado al agente del Imperio. El 15 de diciembre de 1844 se dirigió al presidente de la república del Uruguay, para comunicarle la solemne declaración del congreso del 25 de noviembre de 1842 y solicitar al mismo tiempo el reconocimiento de la independencia. «Colocado el Paraguay – agregaba – en la gran familia de las naciones procurará respetar el derecho de ellas, su seguridad, paz y prosperidad, y ligado a la República del Uruguay por origen y dulces simpatías hará además votos, para que se perpetúe también su independencia, y sea siempre feliz y gloriosa». (16)

El mismo día López contestó nuevamente la nota de Rivera del 28 de marzo de 1843. La anterior del 11 de julio de ese año no se había podido remitir por las circunstancias aludidas anteriormente. Esta respuesta variaba muy poco de la primera. Decía el presidente: «El infrascrito hubiera deseado verificar prontam.te la debida contestac.n, pero interrumpidas p.r la guerra las comunicacion.s, y otros graves embarasos no le han permitido hasta hoy q.e se le proporcione la oportunidad de dirigirse a V.E. agradeciendo como debe las espresiones de interes y consideracion de q.e usa V.E. con el Gov.no de la Rep.ca, y al mismo tiempo siente el placer de exponer q.e siempre es agradable ver los esfuerzos heroicos q.e hace un pueblo en servicio de su patria mayormente cuando cree su independencia amenazada, y con ella su existencia y gloria. Entonces resuelto eficazmente a sostenerla se hace invencible. Su voluntad heroica puede ser combatida mas nunca aniquilada: revive cuando parecia subyugada y revive valiente y energica por que la intentan pasiones nobles». Terminaba Don Carlos formulando votos al cielo porque los deseos de Rivera fuesen colmados y porque una paz honrosa coronase de prosperidad el destino del pueblo oriental. (17)

Pimenta Bueno, siempre diligente para ponerse al servicio de la independencia del Paraguay, ofició al día siguiente a Felipe José Pereira Leal, encargado de negocios del Brasil en Montevideo, confirmándole que había reconocido la independencia de la república, lo que el pueblo «mucho festejó..., demostrando gran alegría y entusiasmo», e informándole que Bolivia había practicado igual reconocimiento y que el gobierno paraguayo se dirigía, en esa ocasión, al oriental, solicitando la misma determinación. «Espero – decía a su colega – que obtenga eso con facilidad porque además de ser un acto de justicia es muy conforme a los intereses del Uruguay. Entre tanto ruego a V.E. que interponga toda su influencia para acelerarlo y transmitirme el resultado con la posible brevedad». La nota de Rivera, de marzo de 1843, no fue contestada porque llegó a destino con mucho atraso, pero, de esta vez, se remitió la respuesta. Y para dar mayor vigor a su recomendación, aseveraba: «El Presidente de esta República, dotado de moralidad e ilustración, está seguro y firme; él gobierna con entera consideración y procura dar fuerza y prosperidad al País. – El reconocimiento del Uruguay es muy útil a la Política de nuestra Corte, al que mucho conviene la independencia del Paraguay. V.E. le hará un servicio más, prestando su cooperación». (18)

El diplomático imperial informó nuevamente a Ferreira França, semanas después, que «en el presente la República procura el reconocimiento de su independencia por el Uruguay, como ya anuncié en mi oficio Nº 33 del 12 de diciembre próximo pasado. Fructo tal vez aproveche la ocasión para mandar aquí algún Ministro». (19)

La comunicación de Don Carlos cayó en campo propicio. Como el P.E. uruguayo carecía de facultades para acceder a la petición de Asunción, el presidente Joaquín Suárez, entonces al frente del gobierno de la defensa, envió un mensaje a la Asamblea General, «solicitando una autorización esplícita para proceder al reconocimiento pedido por el Gobierno Paraguayo». El P.E. consideró innecesario exponer los «justos motivos» que fundaban la instancia de López, porque no los «podríamos desconocer – afirmaba – sin adjurar los principios de la revolución». El presidente Suárez esperaba que «la honorable Asamblea General, llamando a meditación este asunto, con la brevedad y preferencia que su naturaleza demanda, se servirá espedirse del modo que sea más con forme a los principios de la República, y que le habilite para declarar a aquel Gobierno y al mundo que ella respeta y reconoce en un pueblo hermano el indisputable derecho de pasar a ocupar el lugar que le compete entre las nacionalidades americanas». (20)

La autorización solicitada por el primer mandatario oriental era amplia y tenía en cuenta la premura que reclamaban las circunstancias de la política del Río de la Plata. El presidente Suárez no sólo deseaba responder favorablemente al pedido de López sino también declarar al mundo que el Paraguay tenía «el indisputable derecho» de figurar entre las naciones libres de América. Desde el punto de vista internacional, lo último tenía su importancia, como un medio de contrarrestar la política de Rosas.

El 5 de abril de 1845, el canciller Santiago Vázquez, por orden de su gobierno, acusó recibo del oficio paraguayo del 15 de diciembre. Decía al presidente López: «De inmensa satisfacción fue para este Gobierno la recepción de los documentos mencionados, por su parte ha admitido con entusiasmo y júbilo la dignísima resolucion de ese Pueblo de Sud America de sancionar con un acto público y solemne el lugar de soberania y respetabilidad, en que se colocaba por ese hecho, y con fha. 26 del ppdo. Marzo, sometió a la consideración del Soberano Cuerpo Legislativo de la República las comunicaciones de ese Gobierno para poder admitir con toda la pompa y solemnidad que se merece la notable manifestacion del pueblo Paraguayo. – De orden del Gobierno agradezco al mismo tiempo los votos sinceros por la felicidad de esta República y á su nombre, al Sor. Presidente de la del Paraguay los fervientes que le ofrece por su felicidad y por su gloria». (21)

La Asamblea General no tardó en pronunciarse. El 15 de mayo siguiente autorizó al P.E. a proceder al reconocimiento de la independencia del Paraguay. La resolución correspondiente fue comunicada en el día. (22)

Una vez en posesión de este instrumento, el presidente Suárez subscribió, el 14 de junio de 1845, el decreto, acordado en consejo de ministros, que prescribía: «El Estado Oriental reconoce la Independencia de la República del Paraguay, tal como fué declarada por el Congreso de Diputados de la misma República el 25 de Noviembre de 1842». La decisión estaba refrendada por los ministros Santiago Vázquez, Rufino Bauzá y Santiago Sayago. En el considerando se expresaba que el reconocimiento de un hecho existente hacía treinta y dos años no afectaba derecho de naciónalguna, y, «que la República Oriental no puede negar a la del Paraguay el reconocimiento de un derecho, que reclama, para si misma, como la primera base de su existencia politica». (22)

En verdad, el Uruguay no podía desconocer al Paraguay el derecho de constituirse en Estado autónomo, sin atentar contra sí mismo, teniendo en cuenta la política desarrollada por Rosas. La independencia del Paraguay era una condición necesaria para la existencia del Uruguay. La desaparición de uno de ellos significaba, en más o menos tiempo, también la del otro. Ante la amenaza del dictador de Buenos Aires, la causa de ambos países era común. Por eso el decreto del reconocimiento de la independencia del Paraguay no sólo era un homenaje rendido a la república sino también una defensa contra Rosas y una declaración a favor del derecho de autodeterminación de las naciones» (24)

Al día siguiente de firmada la aludida resolución, el canciller Vázques se dirigía a Andrés Gill, secretario de gobierno y encargado provisorio del departamento de relaciones exteriores, comunicándole el solemne reconocimiento y expresándole las felicitaciones del oriental. Agregaba que su gobierno se complacía en tributar al presidente López sus más cordiales enhorabuenas por la honrosa y elevada posición política que había alcanzado al frente de los destinos públicos del Paraguay. Y terminaba manifestando el deseo del Uruguay de estrechar relaciones con la república, lo que no era posible por entonces a causa de la guerra en que estaba empeñado el Estado Oriental contra el «déspota de la República Argentina». (25)

En Montevideo se dio amplia difusión a este acto de justicia. Rodrigo de Souza da Silva Pontes, entonces encargado de negocios del Brasil en Montevideo escribió a Pimenta Bueno: «Me apresuro en pasar a las manos de V.S. el Nº 1959 deEl Nacional, diario oficial publicado en esta Capital. En esa hoja verá V.S. que el Gobierno de la República del Uruguay acaba de reconocer la independencia de la República del Paraguay». (26) Era la primera noticia transmitida a Asunción sobre la determinación oriental.

La remisión de los documentos oficiales pertinentes se hizo por intermedio de la legación brasileña en Montevideo. Al cumplir esta grata comisión, el mismo Silva Pontes decía a Pimenta Bueno: «Llevo a las manos de V.S. la correspondencia adjunta del Gobierno de la República del Uruguay con el Gobierno de esa República del Paraguay a fin de que V.S. tenga la bondad de hacerla llegar a su destino, y creo que en ella se encontrará la participación oficial del reconocimiento de la Independencia de esa misma República del Paraguay. Yo tengo particular satisfacción no sólo por ser este un acto de importante transcendencia para todos los Americanos como por ser un negocio que V.S. me recomendó especialmente y que veo concluído con el mejor éxito...». (27)

Así como en Montevideo el reconocimiento fue recibido con satisfacción también en el Paraguay; la decisión del gobierno oriental causó patriótico regocijo. Se producía en los momentos en que Rosas había insistido en negar a la república su condición de Estado libre y soberano. El reconocimiento uruguayo, precedido por el de Chile, Bolivia y Brasil, constituía un categórico triunfo de la causa paraguaya, cuyo significado moral era una nueva valla frente a la política de Rosas.

El Paraguayo Independiente, luego de reproducir los documentos oficiales relativos a la importante cuestión, expresaba: «Está, pues, reconocida la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay por una Potencia más, ella será reconocida por todas y saludada como hermana en la gran línea y familia de las naciones. – Resérvese Buenos Aires solamente, nútrase de orgullo y ambición, nosotros no precisamos, ni queremos más tal reconocimiento por parte de su actual Gobierno. En vez de conseguir las simpatías y amistad del buen Pueblo Paraguayo, en vez de proteger el comercio recíproco, fuente de riqueza y felicidad de los pueblos, aquel Gobierno tiene la osadía de querer conquistar nuestra Patria, cerrar su navegación y comercio, y crear un enemigo poderoso. La justicia, el honor, y el brío nacional exigen que no tengamos la más pequeña relación con él, en cuanto por lo menos no desistiere de sus injuriosos proyectos, y no estableciera como condición sine qua non, el previo reconocimiento de nuestra independencia, digna satisfacción de sus excesos». (28)

El periódico, que reflejaba el pensamiento del presidente López, usaba un lenguaje sin reticencias. Con claridad yfirmeza aseguraba el triunfo de los derechos del Paraguay de figurar entre los Estados libres, sin tener en cuenta la actitud del gobernador de Buenos Aires. Los acontecimientos le dieron la razón. El Paraguay fue reconocido en la «familia de las naciones» y Rosas tuvo que soportar las consecuencias del fracaso de sus pretensiones. La república no se incorporó a la Confederación Argentina.

Pimenta Bueno, por su parte, remitió a Limpo de Abreu las notas de Silva Pontes del 28 de junio y 4 de agosto. «En ellas verá V.E. – decía el agente brasileño en Asunción – que el Gobierno Oriental reconoció la Independencia de esta República, hecho que su Presidente mucho estimó, declarándome que era un servicio más de esta Legación Imperial». Al mismo tiempo remitió el número deEl Paraguayo Independiente en el cual se publicó la correspondencia cambiada entre los gobiernos de Asunción y Montevideo sobre la importante cuestión. (29)

El informe del representante imperial también causó favorable impresión en la Corte de San Cristóbal. Limpo de Abreu, entonces ministro de negocios extranjeros, al contestar, entre otros oficios de Pimenta Bueno, el 20 de setiembre, decía a este diplomático: «Remite también la correspondencia que ha tenido con el Encargado de Negocios del Brasil en Montevideo y estimé saber que él hubiese contribuido para que la República del Uruguay reconociese la Independencia del Paraguay, cuya noticia, como era de esperar, causó tanto placer al Presidente López... terminaré recomendándole que continúe esforzándose por conservar y estrechar la buena inteligencia subsistente entre los dos Estados». (30)

Esta negociación, que alcanzó un éxito completo, se tramitó antes del envío de la circular del 24 de noviembre, que también fue remitida a la legación imperial en Montevideo. Silva Pontes, al avisar recibo de la orden de su gobierno, escribió: «...Y en respuesta cúmpleme observar que habiendo ya tenido conocimiento V.E. del Oficio Reservado que a esta Legación dirigió el Encargado de Negocios del Brasil junto al Gobierno de aquella República del Paraguay, de fecha 16 de Diciembre de 1844, y de la respuesta que le di el 31 de Marzo del corriente año, solamente me resta agregar que con el oficio del 28 de junio, también del corriente año, envié a dicho Encargado de Negocios el número deEl Nacional en que fuera publicado el acto de reconocimiento de la independencia del Paraguay por el Gobierno de la República del Uruguay». (31)


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXIV

1. A.N.A. – S.H. – Vol. 249. Rivera a López y Alonso. Durazno, 21 de junio de 1841. Original.

2. Nota cit.

3. Ib. Ib. Los cónsules a Rivera. Asunción, 3 de agosto de 1841. Copia.

4. Ib. Ib. Los cónsules a Rivera. Asunción, 3 de agosto de 1841. Copia.

5. Ib. Ib. Vidal a los cónsules. Montevideo, 2 de octubre de 1841. Original.

6. Nota cit.

7. A.N.A. – S.H. Vol. 249. Rivera a los cónsules. Cuartel General en Milá, 28 de marzo de 1843. Copia.

8. Nota cit.

9. Vol. cit. López a Rivera. Asunción, 11 de julio de 1844. Copia.

10. Nota cit.

11. Nota cit.

12. B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 10 Nº 23. Gelly a Peña. Montevideo, 3 de diciembre de 1843. Autógrafo. Forma parte de la colección: «Papeles concernientes a la comision del ciudadano Manuel Peña a Buenos Ayres. 1843 y 44». R. Antonio Ramos. Reconocimiento de la independencia del Paraguay por el Uruguay. La Libertad, Nº 1. Asunción, 3 de agosto de 1846.

13. Ib. Ib. – I – 29, 24, 10 Nº 253. Peña a Gelly. Buenos Aires, 1º de marzo de 1844. Copia autógrafo. Sin firma.

Ramos. Artículo cit.

14. El trabajo apareció después en un opúsculo intitulado: «Demostración de la Legitimidad de la Independencia de la República del Paraguay y de la Legalidad del Tratado de Comercio Especial Celebrado entre su Gobierno y el de la Provincia de Corrientes. Por D. José Rivera Indarte Editor del Nacional de Montevideo. 1845. Imprenta del Nacional».

Ramos, artículo cit.

15. A.H.I. Reservados. Ministerio dos Negocios Estrangeiros. Nº 1. 1843-1846. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 12 de diciembre de 1844. Copia de puño y letra de Pereira Leal. Otra copia muy deteriorada, cuya primera parte es ininteligible, autenticada por el mismo Pereira Leal, figura en Assunção – Oficios – 1842-45.

16.El Paraguayo Independiente, Suplemento al Número 21. Asunción, 17 de setiembre de 1845. C.A. López al presidente del Uruguay.

A.N.A. Vol. 249 – S.H. Copia.

Ramos, art. cit.

17. A.N.A. López a Rivera. Asunción, 15 de diciembre de 1844. Copia.

18. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Pereira Leal. Asunción, 16 de diciembre de 1844. Copia.

19. Ib. Reservados – Ministerio dos Negocios Estrangeiros Nº 1. – 1843-1846. El libro contiene copias de puño y letra de Pereira Leal, cuando era encargado de negocios en el Paraguay.

Otra copia, también de puño y letra de Pereira Leal, y autenticada con su firma, pero en mal estado de conservación, en gran parte ininteligible, obra en Assunção – Oficios – 1842-45. El original de esta nota no figura en los volúmenes correspondientes a la misión Pimenta Bueno.

20. El Paraguayo Independiente cit. Ramos, art. cit.

21. A.N.A. Vol. 249. Vázquez a López. Montevideo, 5 de abril de 1845. Original.

El Paraguayo Independiente cit.

Ramos, art. cit.

22.El Paraguayo Independiente cit.

23. Ib. Ib.

Ramos, art. cit.

24. Ramos, art. cit.

25.El Paraguayo Independiente cit. Vázquez a Gill. Montevideo, 15 de junio de 1845.

26. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Silva Pontes a Pimenta Bueno. Montevideo, 28 de junio de 1845. Original.

27. Ib. Ib. Ib. Silva Pontes a Pimenta Bueno. Montevideo, 4 de agosto de 1845. Original.

28. Suplemento cit.

29. A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 20 de setiembre de 1845. Autógrafo.

30. Ib. M.D.B. Assunção – Despachos – 1825-58. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 12 de noviembre de 1845. Borrador. Copia, en Correspondencia Reservada e Confidencial, cit.

31. Ib. Legação Imperial em Montevideo – 1844-45. Silva a Limpo de Abreu. Original Montevideo, 9 de diciembre de l845. Original.



CAPITULO XXV

RECONOCIMIENTO DE VENEZUELA Y COLOMBIA


Miguel María Lisboa, en cumplimiento de la circular del 24 de noviembre, mantuvo varias conferencias con el ministro de relaciones exteriores de Venezuela, Juan Manuel Manrique, sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, acordando que para llevarlo a cabo cambiarían entre ambos las comunicaciones correspondientes. En consecuencia, el encargado de negocios del Brasil dirigió una nota al aludido canciller. Al respecto informó a Limpo de Abreu: «... después de una exposición de hechos le pedí que me dijese categoricamente y para conocimiento de los Gobiernos del Brasil y Paraguay, si cualquier paso oficial amistoso, dado por este último ante el de Venezuela, será correspondido de modo que establezca el reconocimiento explícito de la Independencia del Paraguay. El Ministro después de consultar con el Presidente y de haber tomado todo el tiempo que quiso para deliberar, me había prometido que me respondería, que el Paraguay será considerado por Venezuela, como lo han sido todas las demás Repúblicas hispano americanas». (1) El barón de Cayrú al contestar esta comunicación expresó a Lisboa que se alegraba con la respuesta del ministro de relaciones exteriores sobre el tratamiento que Venezuela dispensará al Paraguay y que tan pronto reciba la correspondencia anunciada, la transmitirá al encargado de negocios del Brasil en Asunción para dar de ella «el debido conocimiento al Gobierno del Paraguay». (2)

En el oficio a Manrique, el agente imperial comenzó declarando «que la República del Paraguay, constituida independiente hasta hoy, habiendo abandonado recientemente el estado de aislamiento en que se mantuvo en los primeros años de su existencia política, con el deseo de cultivar relaciones de amistad con los otros pueblos de América y Europa; y no teniendo en Venezuela agente diplomático que pudiese promover la realización de este deseo, se dirigió a S.M. Imperial solicitando sus buenos oficios para que por intermedio del representante del Gobierno Imperial en Caracas obtenga del Gobierno venezolano el formal reconocimiento de dicha República, como Nación libre e independiente, formando parte de la gran familia americana». Luego de expresar que el gobierno brasileño tenía el mayor interés en el éxito de la «oficiosa comisión», Lisboa pasó a hacer una exposición sobre las razones que abonaban la causa del Paraguay, de acuerdo con las informaciones contenidas en la circular de la corte de San Cristóbal. Para terminar, manifestaba no dudar que los hechos expuestos «serán juzgados suficientes para inducir al Gobierno de Venezuela a reconocer categóricamente la independencia de la República del Paraguay, y, que deseaba saber, para transmitir a su gobierno y al de Asunción, con el objeto de facilitar la realización de los deseos de ambos, si un paso amistoso del gobierno del Paraguay ante el de Venezuela, «será correspondido por éste de una manera que declare el reconocimiento explícito y categórico de la independencia de la República paraguaya». (3)

La «oficiosa comisión» encontró apoyo y simpatía, alcanzó completo éxito. Manrique puso en conocimiento del Presidente la nota del 9 de marzo. El gobierno se enteró con complacencia de la «marcha próspera y regular del Paraguay» y ordenó que el Ministro de relaciones exteriores expresase a Lisboa «que Venezuela desde que realizó su transformación política y completa separación de España, de la manera que lo han hecho las demás secciones de la América, constituyéndose en Estado independiente, ha estado siempre dispuesto a entrar en relaciones con todas ellas, como miembro puede decirse de una misma Familia, y en consecuencia le será grato cultivar esas mismas relaciones con la República del Paraguay, cuya entera prosperidad y engrandecimiento desea vivamente». Manrique agregaba que «esta manifestación será suficiente para dejar satisfecho los deseos del Gobierno del Paraguay, tan amistosamente apoyados por los buenos oficios de S.M. el Emperador...». (4)

La comunicación canciller venezolano era lisonjera y promisoria, constituía, desde ya, un reconocimiento de la independencia del Paraguay, «La respuesta del Sr. Manrique – decía Lisboa a su gobierno – está conforme con lo que habíamos ajustado anticipadamente. Por ella se ve que la independencia del Paraguay será reconocida en la misma forma que la de las demás Repúblicas sudamericanas, evitándose las dificultades que se suscitarían si se exigiese un acto mas solemne para su reconocimiento». Pero el diplomático imperial buscaba una declaración más explícita, que procediese directamente del presidente de la república. Por eso agregó a Limpo de Abreu: «En vista de dicha respuesta podrá el Supremo Jefe del Paraguay dirigir al de Venezuela, por intermedio del Gobierno Imperial, una carta de Cancillería, comunicando su instalación y sus deseos de mantener relaciones de amistad con Venezuela, en la seguridad de que en la contestación será tratado como Jefe de una Nación libre e independiente». (4)

La mediación brasileña llegó al conocimiento de los agentes de Inglaterra y Francia, lo que causó cierta inquietud a Lisboa, quien conversó sobre la cuestión con Mr. David, encargado de negocios francés. Este, espontáneamente y con alegría, se ofreció a colaborar con el representante de la corte de San Cristóbal. «Sin rechazar su oferta – informó Lisboa – le hice ver que no me parecía necesario que él se incomodase. A lo que me respondió que él se limitaría a decir, en conversación, al Ministro, que Francia no se oponía a la Independencia del Paraguay y que más bien la deseaba». (6)

El «paso oficioso» del gobierno imperial, relacionado con las declaraciones parlamentarias de Guizot y de Lord Aberdeen, en las cuales se insinuó que la intervención anglo francesa era resultado de la misión del vizconde de Abrantes, podía servir de base a nuevas interpretaciones que desfigurase la conducta del Brasil en el Río de la Plata ocupaban seriamente la atención de S.M. el Emperador, que mal que por ventura pudiese haber causadoel modo (7) con que cumplió su ofrecimiento Mr. David, y dejar bien clara y definida la posición del Brasil. Para el efecto mantuvo una conferencia, a su pedido, con el ministro de relaciones exteriores, el 4 de abril. En esa ocasión expresó a Manrique que los importantes acontecimientos del Río de la Plata ocupaba seriamente la atención de S.M. el Emperador, que habiendo el gobierno del Brasil ofrecido sus buenos oficios al de Venezuela para el reconocimiento de la independencia del Paraguay, podía interpretarse este paso en el sentido de «que en general el Gabinete de Río de Janeiro marchaba en el Río de la Plata en armonía con los de Saint James y de las Tullerías», por estar de acuerdo ese paso con los deseos de las grandes potencias que operaban «a viva fuerza» en el caudaloso estuario. Pero como así no ocurría, fijó los hechos en su verdadera posición. El Brasil no tomó parte alguna en la intervención anglo francesa. Explicó al ministro, además, el alcance real de la misión del vizconde de Abrantes, haciéndole notar el laconismo cuando Lord Aberdeen y Guizot se refirieron a la «supuesta invitación del Brasil», lo que probaba que a esos hombres de Estado no convenía tocar ese punto «explícita y profundamente y por eso se contentaban con insinuar lo que no podían afirmar». Para terminar su informe, Lisboa agregó: «Proseguí declarándole, que abogando por la Independencia del Paraguay, el Brasil no disputaba el derecho de la Confederación Argentina de cerrar el Paraná a las banderas extranjeras, derecho que era conforme con los principios reconocidos y que estaba en los intereses del Brasil (señor de la boca del Amazonas) y de Venezuela (señor de la boca del Orinoco) sustentarlo». (8)

El barón de Cayrú remitió a Pimenta Bueno el oficio Nº 6 del 8 de abril de Lisboa, juntamente con la respuesta de Manrique, para que haga de ellos el «uso conveniente» y ponerlos en conocimiento del presidente López. (9) El diplomático brasileño transmitió al mandatario paraguayo las noticias de Venezuela y las procedentes de los Estados Unidos de América y Bélgica. Este agradeció el reiterado interés del gobierno imperial por la suerte del Paraguay, «El mismo Presidente – agregaba Pimenta Bueno al barón de Cayrú – pide a V.E. que tenga a bien dirigir al Ministro Brasileño en Venezuela la adjunta Carta de Cancillería, que él escribe al Presidente de esa República... » (10)

Carlos Antonio López aceptó complacido la sugestión de Lisboa. De ahí la carta de gabinete que entregó a Pimenta Bueno para su remisión por intermedio de la corte de San Cristóbal. Estaba redactada en parecidos términos a la enviada al Emperador de Austria. Decía el presidente López al de Venezuela: «La República del Paraguay ya en 1813 había proclamado su emancipación, é Independencia política, pero deseando alargar con las Potencias amigas relaciones que los sucesos políticos habían embarazado, resolvió ratificar y solemnizar su pronunciamiento en Noviembre de 1842. – Como la falta de Legaciones paraguayas en las Cortes amigas demorase la comunicación de ese acto verdaderamente nacional y jurado en toda la República, é identificado con sus destinos, el Supremo Gobierno de ella ligado al de Venezuela por origen y dulces simpatías, solicitó luego que fué posible del Gobierno de S.M. el Emperador del Brasil que por su Ministro (roto) ante V.E., informase a V.E. tanto de ese acto glorioso y de los ardientes deseos que tiene el Paraguay de cultivar relaciones con Venezuela, y consiguientemente de pedir un acto de reconocimiento de parte del Ilustre Gobierno de V.E. (roto) siendo de justicia, será también de preciosa consideración». Terminaba formulando votos por la prosperidad de la república de Venezuela. (11)

Esta comunicación era la primera que el gobierno del Paraguay dirigía al de Venezuela, en un lenguaje vehemente, cordial, amistoso y de fondo americanista. No otra cosa significaban los ardientes deseos del Paraguay de cultivar relaciones con Venezuela, países unidos por «origen y dulces simpatías», y la preciosa consideración en que será tenido el justo reconocimiento de la independencia paraguaya. (12)

El presidente López escribió también al canciller de Venezuela, comunicándole que remitía al ministro de S.M. el Emperador del Brasil una «Carta de Gabinete» para ser entregada al presidente de la citada república y una copia de ella destinada al mismo canciller. «A mas de esto – agregaba el mandatario paraguayo – el referido Señor Ministro es habilitado para ministrar a V.E. informaciones al respecto de este Estado, y de los vehementes deseos que él tiene de cultivar preciosas relaciones que tanto aprecia, con la República de Venezuela». (13)

Pimenta Bueno remitió al Barón de Cayrú las comunicaciones de López para ser enviadas a Caracas. El canciller imperial informó al agente en Asunción: « Ya hice expedir convenientemente las Cartas de Gabinete dirigidas por el mismo Presidente a los Gobiernos Fidelísimo y Venezolano, que acompañaron al oficio que respondo». (14)

La acogida de la representación fue fraternal. El presidente José Tadeo Monagas contestó a Carlos Antonio López, el 11 de mayo de 1847, en los siguientes términos: «Con alto aprecio he recebido la carta que V.E. se ha servido dirigirme fecha 20 de Octubre del año proximo pasado participandome los ardientes deseos que tiene el Paraguay de cultivar relaciones con Venezuela a quien se considera ligado por origen y dulces simpatías, y solicitando un acto de reconocimiento por parte del gobierno venezolano de la independencia politica de esa República y de su emancipación absoluta, que proclamada desde 1813 ha sido ratificada en 1842 por un solemne pronunciamiento del pueblo. – Cuando por conducto de la Legacion del Brasil en esta capital fue informado el Gobierno de la República de esos mismos deseos que contiene la carta de V.E., se apresuró a manifestar que Venezuela desde que realizó su transformación politica y completa separación de la España de la manera que lo han hecho las demas secciones españolas de la América, constituyendose en Estados independientes ha estado siempre dispuesto a entrar en relaciones de amistad, comercio y buena correspondencia con todos ellos como miembros puede decirse de una misma familia, y que en consecuencia le seria grato cultivar esas mismas relaciones con la República del Paraguay. Reiterando ahora a V.E. esta buena disposición y la seguridad que por nuestra parte reconocemos con gusto entre las Repúblicas hermanas de este Continente a la que V.E. tan dignamente rige, solo me resta protestar los votos sinceros del Gobierno y pueblo de Venezuela por la dicha y prosperidad de la nacion paraguaya». (15)

El presidente Monagas, al reconocer explícitamente la independencia del Paraguay, no sólo cumplía un acto de justicia, sino que también fortalecía los vínculos de fraternidad americana, al considerar con gusto al Paraguay como a una de las repúblicas hermanas del hemisferio, «miembros puede decirse de una misma familia». Hablar de una misma familia era hablar de la unidad del continente, era proclamar el ideal augusto de Bolívar en un documento fundamental en la historia de los dos países, Venezuela, fiel a esos ideales y al principio de la autodeterminación de los pueblos, fundamento de la independencia de las naciones del Nuevo Mundo, tendía su amistad y su correspondencia cordial al Paraguay, al cual estaba ligado por «origen y dulces simpatías». Desde entonces los dos países mantienen relaciones fraternales como integrantes de la comunidad americana. (16)

El presidente López apreció el alto significado de la determinación venezolana, que venía a dar satisfacción a uno de los anhelos más caros del alma paraguaya. En términos de generoso americanismo expresó a José Tadeo Monagas: «Agradezco a V.E. el acto de reconocimiento, y la espresión de tan amistosos y benevolos sentimientos, y puedo aseguraros que los ciudadanos de la República de Venezuela, que a pesar de la distancia que separa ambas Repúblicas llegaren al territorio de la del Paraguay, encontrarán en su Gobierno y habitantes las simpatias, proteccion, y seguridad que deben prometerse de un pueblo hermano nacido del mismo origen, y guiados por unos mismos principios. (17)

El Paraguayo Independiente en su numero 75 publicó la nota del presidente Monagas juntamente con el reconocimiento del Emperador da Austria, Fernando I.

* * *

El 15 de abril de 1846, Manuel Cerqueira Lima avisó recibo de la circular del 24 de noviembre. Sobre el particular decía a Limpo de Abreu: «Iré a ver al Presidente y a los Ministros y conforme a la disposición que en ellos encuentre relativamente al Paraguay, pasaré la nota pidiendo el reconocimiento de la independencia de esta República de parte del Gobierno de Nueva Granada, en el que no preveo ninguna dificultad, siendo de hecho esa independencia como la de las otras Repúblicas y correspondiendo la cuestión de derecho únicamente a España». (18)

El diplomático imperial entrevistó a los diversos ministros y obtuvo la promesa de que el gobierno colombiano respondería a la nota para dar cumplimiento a la orden de la Corte de San Cristóbal. Luego de exponer los fundamentos que justificaban las pretensiones del Paraguay de figurar en el «Catálogo de las Naciones», de ser reconocido de «una manera formal» como libre e independiente, principalmente por los Estados americanos, interesados también en mantener su independencia y equilibrio entre ellos, agregó: «Y así pensó el Gobierno de Nueva Granada cuando considerándolo Independiente y Soberano (como fue comunicado al abajo firmado, que dirigía entonces la Legación Imperial en el Perú, por el Excmo. Ministro Plenipotenciario de parte de la República al Congreso Americano) lo invitó a enviar también su Plenipotenciario a dicho Congreso. Este acto fue de parte de Nueva Granada un explícito reconocimiento de aquella Independencia y Soberanía, pero, como pudo haber ocurrido, que habiéndose perdido tal comunicación, ignore aun el Gobierno del Paraguay la benevolencia practicada espontáneamente por el de Nueva Granada a tal respecto, el abajo firmado espera de la actual ilustrada Administración que no se negará a renovar cualquier otro acto tan explícito como aquél, en el que ratifique las mismas benévolas disposiciones del Gobierno y Pueblo de Nueva Granada para con su hermana la República del Paraguay, y explícito porque en el estado actual de América tales actos son garantías de orden y libertad». (19)

Cerqueira Lima agregó a los fundamentos de la circular del 24 de noviembre, una razón de peso, proveniente del mismo gobierno colombiano. La invitación a que hacía referencia el encargado de negocios brasileño constituía, sin duda, un reconocimiento de la independencia y soberanía del Paraguay. Con un precedente semejante era de esperar que el gobierno de Bogotá ratificara su posición anterior y accediese a la representación del agente imperial. Y como si la argumentación anterior no fuera bastante, Cerqueira Lima terminó expresando: «Y no sea obstáculo la forma en que lo he solicitado, pues, S.E. encontrará un antecedente igual, en circunstancias idénticas, cuando la Legación Colombiana en la Corte del Imperio solicitó del Gobierno de S.M. el Emperador el Señor D. Pedro I el reconocimiento de la Independencia y Soberanía de Bolivia, a lo que ese Gobierno accedió inmediatamente; ni Nueva Granada será la primera en dar ese paso benévolo, que ha sido ya practicado no sólo por el Imperio desde 1824 sino también por otras repúblicas conterráneas, entre las cuales se cuenta la de Buenos Aires, como bien lo sabe S.E. el Señor Ministro. Confiado en la justicia de los deseos del Gobierno de la República del Paraguay, en cuyo apoyo el de S.M. el Emperador del Brasil interpone la buena amistad que existe entre el Imperio y la República de Nueva Granada, el abajo firmado se complace en esperar que el Gabinete de Bogotá concurrirá reconociendo esa misma justicia y aprovecha una vez más esta oportunidad para asegurar al Excmo. Sr. Ministro las protestas de su alta estima y particular consideración». (20)

La información de Cerqueira Lima era igualmente acertada. Esta tampoco figuraba entre los argumentos de la circular del 24 de noviembre. El antecedente invocado, asimismo de procedencia colombiana, venía a dar vigor a la mediación brasileña. El gobierno de Bogotá también había gestionado ante el de Río de Janeiro el reconocimiento de la independencia de Bolivia, lo que hacía ahora en Colombia la Corte de San Cristóbal, apoyando la causa del Paraguay. La referencia era oportuna y de habilidad diplomática, como para influir en la favorable solución de la cuestión planteada.

El ministro de relaciones exteriores contestó a Cerqueira Lima, ocho días después. La respuesta no satisfizo al diplomático imperial «por no ser bastante explícita» y como le pareció «dudosa» pidió que fuese retirada, a cuya petición accedieron de «buena voluntad» el presidente de la república y el ministro citado. (21)

El general Borrero devolvió la nota del 6 de mayo debidamente corregida de acuerdo con los deseos del representante brasileño, lisonjeándose «con la esperanza de que el Señor Lima halle dicha nota tan categorica y esplicita como pueda apetecerlo el Gobierno Imperial». (22)

El canciller colombiano declaró: «Participando, como participa sinceramente el Gobierno Granadino, los nobles sentimientos de patriotismo americano que han inducido al Gobierno Imperial a abogar por el reconocimiento de la independencia política del Paraguay, no vacila en prestar el homenage de su esplicita acquiescencia (sic) á un hecho tan notorio como este, y que es de tanta importancia para el equilibrio, para el orden y para la libertad de nuestro hermoso hemisferio. – Persuadido el Gobierno Granadino de que el Estado del Paraguay se halla hoi sin disputa en el pleno ejercicio de su soberanía, será un día de verdadera satisfaccion para la Nueva Granada aquel en que de la manera regular y por medio de un tratado público se consume y perfeccione este acto de reconocimiento de la independencia del Paraguay. – Si por efecto de la distancia y pocas concesiones (sic) materiales de los dos países, se retardare todavía por algun tiempo la celebración del indicado tratado; es de esperarse, por lo menos, que una vez establecidas las relaciones de los dos paises con la solemnidad correspondiente a su importancia, sus consecuencias seran tan beneficas, trascendentes y satisfactorias como lo apetece la Nueva Granada». (23)

La comunicación de Borrero satisfizo, de esta vez, a Cerqueira Lima, quien al transmitir copia de ella a Limpo de Abreu, manifestó: «Juzgo que no se podría obtener más, siendo la nota en respuesta a la mía un explícito reconocimiento». (24)

La gestión del diplomático brasileño tuvo simpática acogida, no se presentaron inconvenientes para el éxito alcanzado. Colombia se prestó a rendir a la independencia del Paraguay el homenaje de su explícito reconocimiento, teniendo en cuenta que era un hecho notorio de «tanta importancia para el equilibrio, para el orden y para la libertad de nuestro hermoso hemisferio».


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXV

1- A.H.I. M.D.B. Caracas – Oficios – 1842-48. Lisboa a Limpo de Abreu. Caracas, 20 de marzo de 1846 Original.

2- Ib. M.D.B. Caracas – Despachos – 1841-48. Cayrú a Lisboa. Río de Janeiro, 11 de julio de 1846. Borrador.

3- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Manrique. Caracas, 9 de marzo de 1846. Copia R. Antonio Ramos. El reconocimiento de la independencia del Paraguay por Venezuela. La revolución paraguaya, en el Tomo IV de El Movimiento Emancipador de Hispanoamericana. Caracas, 1961, págs. 446 y 447.

4- Ib. Ib. Ib. Manrique a Lisboa, Caracas, 30 de marzo de 1846. Ramos monografía cit.

5- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Limpo de Abreu. Caracas, 8 de abril de 1846. Nota Nº 6. Original.

Ramos, monografía cit., pág. 448.

6- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Limpo de Abreu. Caracas, 8 de abril de 1846. Reservado Nº 2. Original.

7- El subrayada es del texto.

8- Oficio Reservado Nº 2 cit.

9- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 20 de julio de 1846. Copia.

10- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 26 de octubre de 1846. Autógrafo, ya cit.

Ramos, monografía cit., pág, 449.

11- A.N.A. Vol. 277 – S.H. López al presidente de Venezuela. Asunción. 20 de octubre de 1846. Copia

Ramos, monografía cit. pág., 449 y 450.

12- Ramos, monografía cit., pág. 450.

13- A.N.A. Vol. 277 – S.H. López al ministro de relaciones exteriores de Venezuela. Asunción, 20 de octubre de 1846. Copia.

14- A.H.I. Correspondencia Ostensiva, cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 28 de diciembre de 1846. Copia Borrador en Asunción – Despachos– 1825-58.

15- A.H.I. Diversos com Estrangeiros – Venezuela. Monagas a López. Caracas, 11 de mayo de 1847. Copia. El original obra en el Vol. 251 – S.H. del Archivo Nacional de Asunción.

16- Ramos, monografía cit., pág. 451.

Ramos, monografía cit., pág. 451.

17- A.N.A. Vol. 277 – S.H. López a Monagas. Villa del Pilar, 24 de diciembre de 1847. Copia

18- A.H.I. Legação Imperial em Nova Granada – 1845-48. Cerqueira Limaa Limpo de Abreu. Bogotá, 15 de abril de 1846. Original.

19- Ib. Ib. Ib Cerqueíra Lima a Borrero. Bogotá, 28 de abril de 1846. Copia.

20- Nota cit.

21 - A.H.I. Legação Imperial em Nova Granada – 1845-48. Cerqueira Lima a Limpo de Abreu. Bogotá, 16 de mayo de 1846. Original. Borrero a Cerqueira Lima. Bogotá, 6 de mayo de 1846. Copia.

22- Ib. Ib. Ib. Nota verbal de Borrero a Cerqueira Lima. Bogotá, 15 de mayo de 1846. Copia Nº 3, remitida con el oficio de Cerqueira Lima del 16 de mayo cit.

23- Ib. Ib. Ib. Borrero a Cerqueira Lima. Bogotá, 6 de mayo de 1846. Copia Nº 4, remitida con el oficio de Cerqueira Lima del 16 de mayo cit.

24- Nota del 16 de mayo cit.



CAPITULO XXVI

REPRESENTACIONES EN PERÚ Y ESTADOS UNIDOS DE AMERICA


El 26 de marzo de 1846, Antonio de Souza Ferreira, encargado de negocios y cónsul general del Brasil en Lima, recibió la circular del 24 de noviembre. En cumplimiento de la orden en ella contenida, mantuvo dos conferencias con el ministro de relaciones exteriores del Perú, Paz Soldán, acerca del reconocimiento de la independencia del Paraguay. Sobre el particular informó a Limpo de Abreu: «En la primera no encontré oposición en el Ministro para efectuar este acto de justicia y de interés común, pero no desea que fuese en este momento, tal vez por esperar primero el desenlace de la cuestión del Río de la Plata. En la segunda, después de repetir al Ministro cuánto interesaba al equilibrio existente, le dije, por fin, que el Paraguay en último caso primero se uniría al Brasil o a Bolivia que a Buenos Aires, y que, también tuviese presente, que unido el Paraguay a la Confederación Argentina, Rosas vendrá sobre Bolivia con las mismas pretensiones y en tal caso el vecino del Perú sería formidable». (1)

El representante brasileño al expresarse en la forma que lo hizo, no interpretaba la realidad del Paraguay, que al proclamar su independencia nunca pensó someterse a ningún poder extraño, vecino o lejano, porque de lo contrario no habría hecho sino cambiar una cadena por otra. El peligro de Rosas, antes bien, fortaleció el sentimiento de autonomía de la república. Si el Paraguay no se unió a Buenos Aires tampoco se uniría al Brasil o a Bolivia. No existe un testimonio que confirme la manifestación de Souza Ferreira.

«Estas reflexiones parece que hicieron fuerza en el ánimo del Ministro», agregó el agente imperial. Paz Soldán le pidió entonces que le pasase una nota para consultar con ella al presidente, quien se encontraba en el campo convaleciendo de una «pequeña molestia». Temiendo, sin embargo, una negativa, Souza Ferreira remitió al canciller un proyecto de nota sin firma. (2)

El documento estaba redactado en español y de acuerdo con las instrucciones de la circular antes aludida. Luego de exponer los fundamentos de la causa del Paraguay, aseveraba: «Todos los Estados Sud Americanos tienen un vital interés en conservar el equilibrio que existe y que ha establecido la declaración de la independencia de cada uno de ellos, pero entre todos, lo tienen más particularmente aquellos que se hallan limitrofes de cualquiera de los Estados, cuya preponderancia se volvería azarosa para los demás, si llegase a incorporarse la República del Paraguay. – El interes que el Gobierno del Perú manifiesta para todo cuanto toca al bienestar y tranquilidad de los Estados Sud Americanos, hacen pensar al Infrascrito que el S.or Ministro de Relaciones Exteriores, mirará como util y conveniente a los intereses de Sud América en general y a los del Perú en particular el afianzar el equilibrio actualmente existente y establecido, el recabar de Su Ex.a Presidente de la República, el reconocimiento esplicito de la Independencia del Paraguay, hoy que aquella Nacion, mejorando sus instituciones politicas, ha creido conveniente ratificar categoricamente la declaracion de su independencia, anunciando al mundo la reforma del Gobierno que acaba de proclamar». (3)

El Barón de Cayrú transmitió a Pimenta Bueno el oficio de Souza Ferreira y a éste expresó: «espero que V.M. no perderá de vista este negocio, esforzándose para conseguir aquel fin», el reconocimiento de la independencia del Paraguay. (4)

Paz Soldán al leer el proyecto de nota prometió al agente imperial que trabajaría porque el reconocimiento se realizara. Por su parte, Souza Ferreira esperaba al primer mandatario para hablarle también de la misma cuestión. (5) Durante la ausencia del General Castilla llegó la noticia «de la derrota de la vanguardia del General Paz» y de la declaración de guerra del Paraguay y Corrientes a Buenos Aires. «Estas noticias – informó el diplomático brasileño – habrían influído en la opinión de este Gobierno, pues que en la primera entrevista que tuve con el Ministro después del regreso a Lima del Presidente, aquel me observó que no estaba en las atribuciones del Ejecutivo reconocer a otra Potencia, lo que exclusivamente correspondía hacerlo al Congreso porque estaba dentro de sus facultades». Respondí al canciller que «el acto de reconocimiento de la Independencia de otra Nación es un acto extremo que no envuelve responsabilidad para el País que lo hace y que no necesita de la intervención del Poder Legislativo donde existe esta forma de Gobierno». Un ejemplo reciente era el reconocimiento de la independencia de Tejas sin ninguna participación parlamentaria. (6)

La respuesta de Paz Soldán le pareció a Souza Ferreira «una mera evasiva que ocultaba la verdadera razón» del cambio de actitud del ministro de relaciones exteriores. El agente imperial, conociendo que mientras Rosas tuviese a su favor alguna esperanza, aunque remota, el ministro de relaciones exteriores no quería asumir la responsabilidad del reconocimiento solicitado, porque podría dar origen a cuestiones desagradables con el dictador argentino, resolvió tener una entrevista con el presidente Castilla para hablarle sobre la petición formulada al canciller y manifestarle «que el Gobierno de S.M. Imperial al interesarse porque los demás Estados de América del Sur reconozcan «la Independencia del Paraguay, no cede a ningún impulso de interés personal sino que ve esa cuestión como de un interés común de todas las Potencias vecinas de las Provincias Argentinas». Aunque el Perú no sea limítrofe de éstas, no tiene menos interés en que «se conserve el equilibrio necesario entre todos los Estados de la América del Sur», conforme con la declaración de la independencia de cada uno y deluti possidetis adoptado por todos ellos. Este equilibrio «conviene a la conservación de la paz y al desenvolvimiento de la riqueza que encierra nuestro vasto Continente»; pero «si por la agregación del Paraguay a las Provincias Argentinas, éstas llegasen a adquirir una peligrosa preponderancia, no es fácil calcular las funestas consecuencias que inmediatamente podrían traer sobre la paz y seguridad de algunos de sus vecinos y particularmente sobre Bolivia y Perú». Existen fundadas razones de que la Confederación Argentina pretenda incorporar a su territorio la provincia de Tarija y el litoral boliviano del Pacífico, lo que si llegare a ocurrir, «el Perú se encontraría con un vecino cuya inmediación le podría traer incomodidades». (7)

Souza Ferreira insistió sobre el principio del equilibrio, cuyo rompimiento por parte de la Confederación Argentina presentó con caracteres alarmantes no sólo para las naciones limítrofes a este país sino también para el Perú. Estas razones y otras que expuso al general Castilla, que «alguna impresión» habrían causado al presidente peruano, le hicieron abandonar a éste «el sistema evasivo adoptado por su Ministro», manifestando al agente imperial «que el Paraguay debía negociar directamente ese reconocimiento y que si no quería mandar aquí un Ministro», podía remitir «alguna clase de autorización» al representante brasileño para que éste realice la gestión correspondiente. (7)

Después de esta conversación, Souza Ferreira consideró conveniente no dar paso alguno hasta tanto recibiese «la autorización del Gobierno del Paraguay». (9)

Como en casos análogos, el Barón de Cayrú remitió a Pimenta Bueno copia de la nota del encargado de negocios en Lima, del 25 de abril, relativa a las gestiones sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, con el objeto de que «haga de su contenido el uso discreto que fuere más conveniente, haciendo sentir al Presidente López cuánto convendría que fuese nombrado un Agente suyo en Lima para este fin y podrá asegurarle que encontrará éste de parte del Brasil todos los buenos oficios». (10)

Por su parte el representante imperial avisó al ministro de negocios extranjeros que daría cocimiento al presidente López del oficio de Souza Ferreira. (11)

* * *

Para dar cumplimiento a las resoluciones del congreso del 25 de noviembre de 1842 llegaba a Buenos Aires Andrés Gill, el 13 de febrero de 1843, como enviado especial del gobierno del Paraguay ante Juan Manuel de Rosas para gestionar el reconocimiento de la independencia. Era portador de la nota del 28 de diciembre de 1842 al dictador porteño y de las dirigidas, en la misma fecha, a otras naciones americanas y europeas.

López y Alonso no olvidaron en aquella ocasión a los Estados Unidos de América. Gill recibió también el encargo de mantener contacto con el representante del gran país del norte. El comisionado cumplió este punto de sus instrucciones, visitando en Buenos Aires a Amory Edwards, entonces cónsul de los Estados Unidos en la Confederación Argentina. El comisionado paraguayo manifestó a1 funcionario americano: «que su gobierno le ha ordenado visitar y expresar, en su nombre, al agente del gobierno de los Estados Unidos, residente en Buenos Aires, sus más amistosos sentimientos hacia el gobierno de los Estados Unidos, y de agregar que cualquier ciudadano americano, que quisiese visitar el Paraguay, será considerado y tratado a igual que un paraguayo. También el de expresar los deseos de ese gobierno de ver en sus aguas la bandera de los Estados Unidos. (12)

A pedido de Gill, Edwards transmitió estas manifestaciones al secretario de Estado, Daniel Webster, en nota de 1º de abril de 1843, y agregaba: «El Paraguay es el centro de este continente y probablemente su parte más fértil. Por treinta años cerrado a toda comunicación con sus vecinos, este país se mantuvo libre deguerras civiles, y ahora cuenta con casi 1.000.000 de habitantes y 80.000 hombres alistados en sus milicias. Limitando al N.O. con Bolivia, al E. y S. con las provincias de la Confederación Argentina y al E. y N. con el Brasil, el Paraguay pronto debe ejercer una influencia muy importante en la política de los Estados sudamericanos, que han estado en continuas guerras civiles durante los ultimos años.

«El Paraguay podría recibir de los Estados Unidos una gran cantidad de manufacturas de algodón y trigo, dando en cambio cueros secos, café, índigo, etc. ... EL agente del gobierno de los Estados Unidos, en esta ciudad, es el único a quien el señor Gill tenía instrucciones de visitar oficialmente...». (13)

Así se estableció el primer contacto del Paraguay con los Estados Unidos de América, como una consecuencia de la política de aproximación promovida por los cónsules, después de la muerte del Dr. Francia. Si amistosos fueron los sentimientos expresados por Gill, las apreciaciones de Amory Edwards, en ciertos aspectos exagerados, encerraban indudable simpatía hacia el Paraguay y una clara visión de la posición de la república en el concierto de los pueblos del Río de la Plata. Este feliz acercamiento, iniciado con los auspicios más promisorios, debía fructificar con el tiempo, superando obstáculos ocasionales y pasajeros, en una amistad firme entre los dos países, ligados por un destino común de progreso, democracia y libertad.

A la misión de Gill siguió la de Manuel Pedro de Peña, quien el 6 de setiembre de 1843 partió de Asunción para Buenos Aires. Así como su antecesor fue portador de oficios en los cuales los cónsules solicitaban el reconocimiento de la independencia. Uno de ellos estaba destinado al cónsul de los Estados Unidos. Decían López y Alonso: «El Gobierno Supremo de la República del Paraguay tiene el honor de dirigirse a S.E. el Señor Cónsul general de la gran Confederación Norteamericana cerca del Exmo. Gobierno argentino para poner en su noticia: que el soberano congreso general extraordinario de esta República reunido en 25 de Noviembre pp. declaró esplicitamente la independencia nacional, como lo reclamaba el voto uniforme de la nación, estableciendo asimismo el pabellón que hade cubrir nuestro cabotage, y demás buques nacionales de esta República. – El Gobierno que subscribe incumbido del deber de participar a las naciones amigas este feliz acontecimiento, siente el mas vivo placer de cumplir esta grata obligacion con el representante de la nacion mas feliz y liberal del nuevo mundo; y al mismo tiempo espera que V.E. tomará en consideracion los adjuntos documentos para ofrecerlos y recomendarlos al buen dicernimiento del Exmo. Gobierno nacional de los Estados Unidos para recabar por su órgano el reconocimiento de nuestra independencia, y demas actos que le subsiguen». (14)

Si el primer contacto con los Estados Unidos estableció Gill en su visita a Edwards, la nota de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, fue la primera dirigida por el gobierno paraguayo a un representante de la federación americana.

Las relaciones nacidas de esta suerte estaban lejos de seguir un límpido sendero, por donde pudiera estrecharse, sin obstáculos y dificultades, una cordial amistad, tal como corresponde a dos Estados soberanos, miembros de un mundo nuevo, empeñados en hacer efectivos los ideales de solidaridad, de bienestar, de justicia y de libertad. Si bien Edwards contestó la nota del 28 de agosto, diversos sucesos se opondrían a que los Estados Unidos reconociesen, de acuerdo con la orientacion de su política, la independencia del Paraguay. Sólo una década después, la patria de Washington dio cumplimiento a este acto de justicia, cuando el Río de la Plata se vio libre de la intervención anglofrancesa y de la opresión de los tiranos.

El 10 de noviembre Edwards remitió al secretario de Estado la comunicación del 28 de agosto, traducida al inglés. «El Paraguay por su posición central – insistió – tendrá siempre mucha influencia en los movimientos políticos de Sur América y el fuerte deseo de cultivar relaciones amistosas con el gobierno de los Estados Unidos espero que sea recíproco. La numerosa población de ese país constituirá un nuevo mercado para muchos artículos manufacturados americanos». (15)

Dos días después decía Peña al cónsul Carlos Antonio López: «Un Comodoro Norteamericano vino estos dias a Buenos Aires, el Cónsul, que también me dijo q. no era Ministro de su Nacion, le comunicó lo q. V.E. le había dirigido, respecto a la independencia, y se alegró infinito, diciendo q.e él pondria á conocimiento de su Gobierno, como q. a él, á falta de Ministro le correspondia, y no al otro, y que desde luego daba la enhorabuena al Paraguay». (16)

Al gobierno consular sucedió el régimen presidencial. Carlos Antonio López siguiendo la orientación de mantener relaciones con otros países, comunicó su asunción a la primera magistratura de la república, entre otros, al cónsul de Estados Unidos en Buenos Aires. (17)

Pimenta Bueno, en un extenso y variado informe, decía a Ferreira França: «Parece que los Estados Unidos en breve reconocerán la Independencia de esta República. Además de una nota de su Ministro en Buenos Aires, que así lo dio a entender, el cónsul que allí se encuentra escribe frecuentemente a este Gobierno... ». (18)

Sin embargo, los hechos no ocurrieron así. Aunque los diplomáticos americanos miraron con simpatía la independencia del Paraguay, el gobierno de Washington procedió con cautela en la cuestión. Sin oponerse al reconocimiento no se decidía a tomar una resolución firme sobre el particular.

En los primeros días de noviembre de 1845, llegaba a Asunción por el camino de la Recoleta, Eduardo Augusto Hopkins, rubio y apuesto joven de veinte y tres años, el primero que en calidad de agente especial de los Estados Unidos de América visitaba el Paraguay. Impetuoso y arrogante, emprendedor y quijotesco, Hopkins se vinculó a la vida del país. Sus relaciones con el presidente López, francas y benévolas por muchos años, desembocaron con el tiempo en un áspero rompimiento, que torció la realización de su propósito, tendentes a la «modernización del Paraguay y su conversión en emporio de producción». (19)

Este «soñador inmoderado», después de regresar del Río de la Plata, donde oyó hablar de «un país enigmatico denominado Paraguay, cuyo futuro alentó sus proyectos de progreso, fue dado de baja de la marina. El 10 de junio era designado agente especial de los Estados Unidos en Asunción. (20)

Ese mismo día James Buchaman, a la sazón titular del Departamento de Estado, firmó las instrucciones por las cuales se recomendaba a Hopkins seguir viaje al Paraguay, lo antes posible y por el camino más rápido. (21) Las mismas instrucciones continuaban expresando: «Este interesante país hasta el presente no ha recibido de los Estados Unidos toda la atención que exije su importancia. Debemos empeñarnos con vigor y actividad en reparar lo que pudiéramos haber perdido con la demora. Ud. se dará cuenta por las adjuntas copias de los despachos de Amory Edwards, nuestro antiguo Cónsul en Buenos Aires, y por las de los del Comodoro Turner, que el Gobierno del Paraguay se ha mostrado ansioso de mantener las más amistosas relaciones con los Estados Unidos. El Presidente de aquella República manifestó su deseo de que nosotros reconociésemos la independencia de la misma, considerándola como un miembro de la familia de las naciones, y, de cultivar con los Estados Unidos una amistad muy íntima, antes que con cualquier otra nación. – Estas cordiales disposiciones del Gobierno del Paraguay y las expresadas al Comodoro Turner en noviembre de 1843, por el Sr. Gill,su ministro plenipotenciario en Buenos Aires, no han recibido, por circunstancias especiales, la atención que merecían. – Una vez en Asunción, Ud. deberá asegurar al Presidente del Paraguay el hondo interés que siente el Gobierno Norteamericano por el éxito y prosperidad de su país. Esta nueva y libre República, que ha aparecido hace pocos años en el continente americano y ha asegurado sus derechos a una existencia independiente, no puede dejar de atraer profundamente las simpatías del pueblo americano. Al expresar estos sentimientos puede Ud. informarle que los Estados Unidos no buscan ventajas comerciales en sus intercambios con las otras naciones... Buscará Ud. la oportunidad para llamar la atención del Gobierno del Paraguay sobre el peligro de complicarse en alianzas embarazosas, o en acordar ventajas comerciales a un solo país, en perjuicio de los demás. Sobre este particular, Ud. puede recordar cuál ha sido la política de los Estados Unidos y los felices resultados que ha obtenido. El Paraguay, siguiendo esta misma política, se hará amigo de todas las naciones, en vez de despertar el celo de las mismas, con excepción de la nación favorecida.

«El Presidente (de los E.E.U.U.) – continúan expresando las instrucciones – esta deseoso de obtener informaciones auténticas sobre la naturaleza de la pretensión de Buenos Aires de incorporar al Paraguay a la República Argentina, así como con respecto a la navegación exclusiva del Río de la Plata. Es la intención del Gobierno argentino reducir al Paraguay, luego de haber gozado independencia durante la dictadura del Dr. Francia y del Gobierno actual, a un Estado dependiente de la Confederación Argentina? Es propósito de Buenos Aires excluir al resto del mundo de todo intercambio comercial con el Paraguay? Ud. puede asegurar a las autoridades del Paraguay que el Gobierno de los Estados Unidos, si ello fuere necesario, interpondrá sus buenos oficios ante el de Buenos Aires para inducir a éste a abrir el gran río al comercio de las demás naciones... Si ese Gobierno se desenvolviera con orden regular, manteniendo los derechos y cumpliendo los deberes de un Estado independiente, más aun, si fuese tratado como tal por las naciones vecinas, el Presidente (Polk) no dejaría de recomendar al Congreso de los Estados Unidos, en su próxima sesión, el reconocimiento de su independencia. Si en opinión de Ud., ese país hubiese adquirido la firmeza y la estabilidad de un Estado independiente, Ud. puede sugerir que el Presidente verá con placer la presencia de un agente diplomático del Paraguay en los Estados Unidos, para la fecha de la próxima reunión del Congreso en diciembre; y que, no tiene la menor duda, que este esclarecido cuerpo reconocerá la independencia de esa República. El Presidente estará entonces preparado para entrar en arreglos comerciales con el Paraguay, en los términos más liberales. – Pero, para comprometer al Presidente en la cuestión del reconocimiento de la independencia del Paraguay, Ud. debe estar bien seguro, luego de haber obtenido con prudencia y perseverancia, las informaciones a su alcance, que el Paraguay es en afecto una nación independiente y capaz de mantener su independencia... ». (22)

Las instrucciones recomendaban, además, que Hopkins se informara acerca de la población, producción y comercio, fuerzas militares y organización política del Paraguay. Hopkins debía proceder con prudencia y cautela y no dar a conocer su calidad de «agente de gobierno» sino en caso de imprescindible necesidad.

Las normas dictadas por Buchanan estaban inspiradas en un sentimiento de fraternidad y mostraban el interés de los Estados Unidos de América por el Paraguay. Los principios liberales profesados por la gran república del norte orientaban esta aproximación hacia el lejano país mediterráneo, enclavado en el centro del continente, entre sus ríos caudalosos, sus ricos bosques y praderas, separado del mundo por la larga dictadura del Dr. Francia y negada su existencia por Rosas. Las instrucciones consideradas en sí mismas, en su esencia, en su espíritu, eran alentadoras, cordiales y de proyecciones ventajosas para el futuro, Por otra parte, el envío de un agente especial significaba el reconocimiento defacto de la existencia del Paraguay, como Estado independiente. (23)

El gobierno de Washington, sin embargo, no desarrollaba a este respecto una política firme y positiva. Otros sucesos preocupaban su atención, «Como se ve, – escribe Ynsfran – la misión de Hopkins era puramente informativa. Los Estados Unidos no se proponían modificar su pasividad expectante en las cuestiones del Río de la Plata, a pesar de la inquietud que les causaba la intervención anglo-francesa contra Rosas. En aquel entonces una crisis mucho más urgente, el conflicto con México sobre Texas, absorbía la atención del gobierno de Washington, Este ciertamente no se desinteresaba de la suerte de las repúblicas rioplatenses, pero no intentaba tampoco tomar participación activa en las complicaciones de aquella lejana zona del Hemisferio». (24)

Desde Asunción, Hopkins elevó su primer informe al Departamento de Estado, a fines de noviembre de 1845, en un extenso e importante documento, pero con frecuentes errores e inexactitudes. El entusiasmo desbordante de Hopkins y sus simpatías por el Paraguay despertaron el vuelo febril de su imaginación.

La comunicación del agente americano recuerda la vibrante nota del 4 de setiembre de 1825 de Antonio Manuel Correa de Cámara, el único representante extranjero que fue recibido por el dictador Francia, documento en el cual el enviado del Brasil, llevado por su entusiasmo, no vaciló en formular afirmaciones favorables y rotundas sobre la población, riquezasy poder del Paraguay. (25)

Hopkins vio al pueblo paraguayo como al «más extraordinario en todo respecto... sencillo y sin afectación en sus costumbres, hospitalario en el más alto grado... perfectamente dispuesto a defender su independencia o perder la vida»; y consideró sus manufacturas como «superiores a las de cualquier otro pueblo de este continente». La seguridad del país era completa según Hopkins. El sentimiento contra Rosas era fuerte; ante la política agresiva de éste, «la tolerancia ya no sería virtud sino crimen»; el Paraguay ofrecía así «un ejemplo digno y glorioso que nunca ha conocido la historia del mundo... y si recibe ayuda, será la nación más rica a la vuelta de pocos años, como es hoy la más industriosa sobre la faz de Sur América; y se hará igual a nosotros en la misma proporción si se difunde en su suelo la luz de nuestras leyes, instituciones y derechos igualitarios». Llamó la atención de Hopkins la predisposición de los paraguayos «a favor de los Estados Unidos» y agregaba que después del régimen de aislamiento del Dr. Francia, «reciben a todos los extranjeros con los brazos abiertos, pero a los norteamericanos con un gozo y una cordialidad mucho mayores que a todos los demás. He encontrado aquí muchas personas que conversaron conmigo sobre mi país, familiarizadas con los nombres de William Penn, el General Washington, Hancock, Adams, Benjamín Franklin y otras figuras conspícuas de nuestra revolución, en tanto que en el interior del Brasil he tenido que decir a todos los que encontraba dónde estaba situada Norte América». (26)

En lo referido hasta ahora del informe, se encuentra marcada semejanza con lo expresado por Correa da Cámara, en la nota antes aludida. También llamó la atención de éste «la tendencia tan digna de envidia y tan abiertamente pronunciada» de los paraguayos hacia el Brasil. Así mismo el cónsul imperial estimaba que los recursos del Paraguay aumentarían prodigiosamente en pocos años de un comercio con su país, y que, el Paraguay era, después del Brasil, «la primera potencia de la América del Sur». (27)

Al referirse al presidente López, Hopkins escribía: «no tiene gabinete que le asesore, salvo que él deseare nombrar alguno. Es supremo. Puedo decir fundamente que es el único hombre que, con la colaboración de Don Andrés Gill, ha establecido la Constitución, dictado las leyes y realizado un cambio maravilloso en el corto tiempo de tres años. Así, vemos que todavía puede hacerse mucho; y numerosos rasgos del sistema feudal de la vieja España subsisten entre los paraguayos. Aunque estos individualmente son tan libres como los más en el mundo, el Gobierno metropolitano es algo despótico en su política y exterioridades... El presidente es hombre talentoso en alto grado; posee mucha determinación de carácter, buena información, alguna tenacidad, y una viva sensibilidad para el peligro de que se le tome por ignorante». (28)

El 8 de noviembre, día de su llegada, Hopkins mantuvo una entrevista con el presidente López. La conversación no satisfizo las aspiraciones del mandatario paraguayo. Don Carlos dio a conocer esta entrevista a Pimenta Bueno, quien informó a su gobierno: «El Presidente, que probablemente esperaba cosa que más le interesase, después de preguntarle (a Hopkins) por tres veces, si traía otros encargos y de oír la respuesta negativa, le dijo, que en vista de la naturaleza de su comisión podía darla por concluida; que el Paraguay no tenía que revelar su estado doméstico para obtener el reconocimiento de su Independencia; que actualmente no se cuidaba de exigirlo y sí de combatir para hacerlo real y efectivo; que si pereciese en la lucha estaba todo decidido; que si triunfase quedaría solemnemente independiente; que entonces sin exigencias pensaría sobre las relaciones que conviene abrir con los Estados Unidos; que actualmente no podría prever aun cual sería su política al respecto de la intervención; que, entretanto, mucho agradecía la buena voluntad de los Estados Unidos, y así despachó a Hopkins». (29)

Carlos Antonio López expresó categóricamente su propósito de mantener la independencia de la república, y que, si era necesario, daría una lección a Buenos Aires. En esa misma época, el 11 de noviembre, ajustó con Corrientes un tratado de alianza ofensiva y defensiva contra Rosas, y el ejército nacional se aprestaba a intervenir en la guerra.

La decisión paraguaya alarmó a Hopkins, para quien Rosas era el campeón contra el imperialismo europeo, representado en el Río de la Plata por la intervención anglofrancesa, «Si el Paraguay apela a las armas – decía – puede hacer de Rosas lo que quiera, Puede poner en campaña 80.000 hombres, y hombres excepcionalmente atléticos y endurecidos para toda clase de penurias y habituados a una pronta obediencia». (30) La cifra recuerda la dada por Edwards a Webster en la nota del 1º de abril de 1843.

El 9 de noviembre Hopkins visitó a Pimenta Bueno, quien, según el «informe del 31», le manifestó que el Imperio se oponía a la intervención; que Inglaterra y Francia habían desnaturalizado los propósitos del Brasil; que «ahora Inglaterra deseaba acaparar el comercioy Francia convertir a Montevideo en una colonia; y que el Imperio, por tanto, buscaba el rechazo de la intervención y consideraba la caída de Rosas como una posibilidad calamitosa para la causa de América. De ahí la necesidad, añadió el diplomático brasileño, de impedir la colaboración del Paraguay en la destrucción de Rosas»; que el Brasil ayudaba al Paraguay con el objeto de que Rosas reconociese su independencia y le permitiese la navegación por el río Paraná. «Para Pimenta Bueno la solución dependía de los Estados Unidos». Hopkins le contestó que la política americana consideraba también así la cuestión. El agente imperial al escuchar esta manifestación de su interlocutor «le estrechó conmovido la mano». (31)

No es verosímil lo que Hopkins atribuye a Pimenta Bueno con relación a la caída de Rosas y al papel de los Estados Unidos en la solución de la controversia con Buenos Aires, teniendo en cuenta la política del Imperio y la actuación del agente brasileño en el Paraguay. Ynsfran cree fundamente que Hopkins «expresaba sus propias ideas y deseos y los ponía en boca del otro». (32) Si tenaz fue la oposición de Pimenta Bueno a la política absorbente de Rosas y la de la Corte de San Cristóbal, también al diplomático brasileño preocupaba el predominio que los Estados Unidos podrían alcanzar en el Paraguay, donde el Brasil tenía intereses que sustentar. En este sentido previno a su gobierno: «Los Estados Unidos harán cuanto pudieren para ejercer toda la influencia sobre esta República y dominar su comercio y exclusivamente la navegación a vapor». (33)

En su entrevista con Pimenta Bueno, Hopkins solicitó la colaboración de éste «para llevar a buen término su misión», agregando que para el efecto «esperaba recibir plenos poderes de Washington para obrar de conformidad con ellos e ir al Río de la Plata, si preciso fuere». El agente brasileño informó de esta conversación a la corte de Río de Janeiro: «En vista de esto – escribía – le pregunté (a Hopkins) si qué podía ofrecer al Presidente de parte de los Estados Unidos para interesarlo, si podía asegurarle al menos el reconocimiento formal y absoluto de la independencia y no como una contingencia. Me respondió que no solamente eso sino también la mediación Americana entre el Paraguay y Rosas. Le pregunté cómo es que no había declarado lo mismo al Presidente? Me replicó que queriendo tener primeramente algún conocimiento de sus ideas y esclarecimientos, si fuese posible, tuvo una respuesta tan perentoria y desagradable que no hubo tiempo de hacerlo en el misma acto... Tratamos que él redactase una nota... le prometí que yo iría a conversar con el Presidente para predisponerlo. Además de eso él tomó el expediente de fechar y firmar su discurso de presentación». (34)

Así nació la mediación ofrecida por Hopkins al gobierno de Asunción, destinada a «terminar en uno de los más geniales y estrepitosos atentados de la historia diplomática», al decir de Ynsfran. El enviado americano al mismo tiempo que quería satisfacer al presidente López, también tenía el deseo de salvar a Rosas, a quien creía en peligro, dada la actitud beligerante del Paraguay. El 11 de noviembre, el mismo día de la firma de la alianza con Corrientes, entregó al primer mandatario una nota fechada el día anterior, en la cual entre otras cosas, decía: «El próximo Congreso de los Estados Unidos reconocerá la independencia del Paraguay, e inmediatamente después procederá a proponer arreglos que deban seguir naturalmente. – El abajo firmado también se complace grandemente en informar a su Excelencia, que está autorizado a ofrecer la mediación de los Estados Unidos a los Gobiernos del Paraguay y Buenos Aires, a fin de que se pueda llegar a un ajuste amistoso de las dificultades que actualmente interrumpen la armonía entre ellos, sobre bases útiles y honorables para ambos». (35)

Al dar este paso Hopkins se apartaba de sus instrucciones, No estaba facultado para ofrecer una promesa formal de reconocimiento de la independencia del Paraguay. Si en esta cuestión se excedió en lo relativo a la mediación estaba completamente fuera de lugar. Esas instrucciones ni siquiera mencionaban tal ofrecimiento. Sus gestiones fracasaron, culminando su «desatino» en una nota de cargos a Rosas, que él personalmente dejó a Manuelita, «la linda doncella de Palermo», para ser entregada a Rosas, momentos antes de embarcarse para Montevideo. El insospechado documento produjo sus «efectos devastadores». Y con esta «descomunal herejía diplomática». Eduardo Augusto Hopkins coronó su primera misión en el Paraguay. (36)

Si los Estados Unidos desconfiaban de la influencia anglofrancesa, Rosas, que se oponía a ella, supo sacar ventajas de los recelos del gobierno americano, al evitar que éste reconociese por entonces la independencia del Paraguay. El general Carlos de Alvear, ministro argentino en Washington, decía al Departamento de Estado, el 1º de noviembre de 1845, en la misma época en que Hopkins se encontraba en el Paraguay, que esta república formaba parte de la Confederación Argentina, y que los Estados Unidos no debían anticiparse a reconocer la independencia de dicha república, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los propósitos de la intervención europea en el Río de la Plata consistía en dar validez a esa segregación. «Calcularéis muy bien – expresaba – el efecto moral que debía producir, ver en las circunstancias presentes a los Estados Unidos, unirse con aquellas naciones europeas (Inglaterra y Francia) sobre esta medida...». Alvear agregaba que el Paraguay carecía de minas, que su población no llegaba a doscientas mil almas; que su civilización era «mucho mas atrasada que el resto de América del Sud»; que si Inglaterra ha demostrado deseos de penetración en este país para «apoderarse tal vez si le fuese posible, de su Gobierno o de su influencia», debe atribuirse a que descubrió que en el Paraguay, dentro de América del Sur, «sólo se da y cultiva notoriamente el algodón cut soa (sic)», que únicamente producen los Estados Unidos, con la intención de fomentar su cultivo y adquirir este producto de otro país y no de la Unión Americana. (37)

La presentación del agente de Rosas no carecía de habilidad al estimular el recelo de los Estados Unidos ante el peligro del imperialismo europeo. Desde luego no cayó en el vacío. El 6 de abril de 1846 decía a Guido, ministro argentino en Río de Janeiro: «Este gobierno a desistido completamente por aora de reconocer la Yndependencia del Paraguai deseoso como esta y desidido no solo a no ponernos ningun obstaculo, si no tambien a prestarnos toda su opinion y fuersa moral en la cuestión anglo francesa». (38)

Como advertía Alvear, la decisión norteamericana no era definitiva. La política internacional de los Estados Unidos propugnaba el reconocimiento de la independencia de todos los gobiernos que hubiesen demostrado al mundo ser independientes defacto. Respecto al Paraguay ese reconocimiento sólo se había suspendido por miramiento a la Argentina y en consideración a la «heroica lucha» sostenida por ella contra la intervención armada de la Gran Bretaña y Francia». En este sentido instruía Buchanan a Guillermo Harris, encargado de negocios de la Unión en Buenos Aires, recomendándole, además, que preparase al gobierno argentino sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, que «se hará en el momento apropiado... sin la menor atención o predisposición de poner trabas a los derechos de la República Argentina». (39)

Esta posición de los Estados Unidos no cambió con las gestiones del Brasil a favor de la causa del Paraguay. Ellas sirvieron para con firmar la política americana con relación a Rosas y a la república aludida.

El 2 de febrero de 1846, Gaspar José Lisboa, ministro del Brasil en Washington, recibió la circular del 24 de noviembre. Para dar cumplimiento a la orden de su gobierno, tres días después mantuvo una entrevista con el secretario de Estado, James Buchanan. Explicó al funcionario americano las características y aspiraciones del Paraguay, refiriéndose a las instrucciones que había recibido para gestionar el reconocimiento de ese país por el gobierno de los Estados Unidos. (40)

Buchanan escuchó atentamente al diplomático imperial, pero observó que el ministro argentino, general Alvear, «le había informado que la población del Paraguay no pasaba de cien mil almas». Lisboa le respondió «que el Gobierno de Buenos Aires poco o nada sabía del Paraguay con el que no tenía relaciones políticas o comerciales, hacía más de treinta años; que el Paraguay, ya durante el dominio español, era una de las Provincias del Virreinato más pobladas; que después de su independencia, hace más de treinta años, su población había aumentado considerablemente, tanto por su clima ameno, salubridad del país y facilidad de obtener los medios de subsistencia, como por la constante emigración de las Provincias argentinas, continuamente flageladas por la guerra civil, entre tanto que el Paraguay se conservaba en la más perfecta tranquilidad». (41)

El secretario de Estado tomando nuevamente la palabra, dijo: «que el Gobierno de los Estados Unidos estaba dispuesto a reconocer la independencia del Paraguay, pero que no deseaba ser el primero en dar este paso, porque sería contrario a su política, seguida en casos análogos». Lisboa le replicó que el gobierno de Washington no sería ciertamente el primero, ya que el del Brasil lo había hecho anteriormente y que era probable que en breve los gabinetes de Londres y París adoptasen la misma determinación». Buchanan pidió entonces a Lisboa que le pasase una «comunicación escrita» sobre la cuestión. (42)

Limpo de Abreu remitió copia de la comunicación del representante en Washington a Pimenta Bueno,(43) quien la dio a conocer al presidente López. Este se mostró satisfecho por los buenos oficios del Brasil a favor del Paraguay. (44)

Lisboa, accediendo a la solicitud del secretario de Estado, redactó una nota, aprovechando las «luminosas informaciones» de la circular del 24 de noviembre, que entregó a Buchanan el 17 de febrero. (45) La representación estaba redactada en francés y en ella se reproducían los argumentos justificativos de la causa del Paraguay, tan claramente expuestos en la aludida circular. Terminaba expresando: «El abajo firmado tiene el honor de dirigirse al Señor Secretario de Estado James Buchanan, para llamar su atención sobre el contenido de esta nota y le ruega tenga a bien llevarla al conocimiento del Presidente y de informar a Su Excelencia que el acto del reconocimiento de la independencia y soberanía de la República del Paraguay por los Estados Unidos será considerado por la Corte Imperial del Brasil como un testimonio de benevolencia hacía los nuevos Estado de América del Sur». (46)

Luego de esta presentación, Lisboa estuvo nuevamente con Buchanan el 12 de marzo, en cuya ocasión preguntó al secretario de Estado, si el gobierno de Washington había adoptado alguna resolución sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay. El funcionario americano contestó que aún cuando «el Gobierno de los Estados Unidos desease sinceramente reconocer la independencia del Paraguay y establecer relaciones de amistad con esta nueva República, juzgaba, con todo, que no sería conveniente hacerlo en este momento, porque no quería dar motivo de queja alguna al Gobierno de Buenos Aires». Lisboa observó entonces que si se tuviese que esperar a Buenos Aires, el reconocimiento aludido nunca se haría, ya que Rosas era decididamente contrario a él, Buchanan replicó «que el Gobierno de los Estados Unidos ciertamente no esperaría por el Gobernador de Buenos Aires para reconocer la independencia del Paraguay, pero que no juzgaba político efectuarlo en este momento, porque le constaba que el Paraguay había ajustado un Tratado de alianza con Corrientes para hacer la guerra a Buenos Aires en combinación con las potencias interventoras, y que el reconocimiento de su independencia por el Gobierno de Washington en esta coyuntura, naturalmente daría un motivo de queja al Gobernador Rosas, que con tanto heroísmo está resistiendo las pretensiones de los dos Gobiernos Europeos; que tal vez alterase la buena inteligencia que actualmente existe entre los Estados Unidos y la Confederación Argentina y destruyese la influencia que el Gobierno de Washington podrá ejercer en bien del restablecimiento de la paz y de la libre navegación del Río de la Plata, que era lo que todos deseaban». Lisboa volvió a observar a su interlocutor que la alianza del Paraguay con Corrientes, de la cual no había certeza, fue una consecuencia de la conducta de Rosas, que no sólo desconoció la independencia de esa república, sino que ahora amenazaba invadir su territorio, y que el mismo Rosas no permitiría la navegación de los ríos Paraná y Uruguay, pues esta «medida destruiría la influencia absoluta que él ejerce en las Provincias del interior de la Confederación». Buchanan aseguró que la alianza del Paraguay con Corrientes era real «y que de no existir este incidente el Gobierno de los Estados Unidos ninguna objeción tendría en reconocer ya la independencia política de aquel país». La entrevista terminó con la declaración de Lisboa de que escribiría a su gobierno para dar cuenta del estado de las negociaciones. El secretario de Estado manifestó que sería más conveniente suspender esa correspondencia, porque antes de la partida de Harris, designado encargado de negocios en Buenos Aires, deseaba nuevamente conversar con el agente brasileño. (47)

La exposición de Lisboa mereció la aprobación del Barón de Cayrú, quien al comunicar esta conformidad al agente en Washington, agregó: «Voy a transmitir el extracto de su oficio en la parte relativa al Paraguay al Encargado del Negocios del Imperio allí residente para hacer de él la conveniente comunicación al Presidente Carlos Antonio López y adjunto hallará V.S. copiado el oficio que sobre el mismo dirigió a mi antecesor el Ministro del Brasil en Portugal, con el cual ese Gobierno tendrá la certeza que él no será el primero en reconocer la Independencia del Paraguay. Las otras Legaciones aún no recibieron respuestas tan satisfactoria como la referida». (48)

El mismo ministro de negocios extranjeros al dar a conocer a Pimenta Bueno la correspondencia del encargado de negocios del Imperio en Hamburgo y del cónsul general en Bruselas sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay, terminaba así su comunicación: «En Oficio Reservado Nº 3 nuestro Ministro en Washington también asevera que continuaba insistiendo en el negocio; y como las dudas eran el no querer aquel Gabinete dar el primer paso y esperar el resultado de las negociaciones de Mr. Hopkins, debe esperarse que el Reconocimiento formal hecho por el Gobierno Fidelísimo y el ningún resultado de la misión referida, decidan al Gobierno Norteamericano a tomar la determinación que de él se reclama». (49)

El agente imperial en Asunción informó al presidente López de la noticia transmitida por el Barón de Cayrú, así como de otras remitidas por las legaciones brasileñas en diversos países. Don Carlos Antonio se mostró muy agradecido «y agregó, que no había duda, que mucho debía al Brasil». (50)

El 17 de abril, Lisboa mantuvo nuevamente una conferencia con el secretario de Estado, en cuya ocasión le expresó que el gobierno imperial suponiendo probable que la misión de Hopkins en Buenos Aires no tendría éxito, dada la tenaz oposición de Rosas a reconocer la independencia del Paraguay y a franquear la navegación del río Paraná, le «había encargado ofrecer su cooperación al Gobierno de los Estados Unidos con el fin de establecer sus relaciones con la República del Paraguay». (51)

Buchanan que ya estaba informado de las andanzas de Hopkins, contestó al diplomático imperial que el aludido agente norteamericano había sido enviado al Paraguay antes de la intervención armada de la Gran Betaña y Francia en el Río de la Plata, «sólo para obtener informaciones exactas sobre el estado de aquel País, pero que no llevaba misión alguna para reconocer la independencia del Paraguay ni para ofrecer la mediación de los Estados Unidos en sus diferencias con Buenos Aires; que si él hubiese obedecido las instrucciones que le fueron expedidas posteriormente, debía estar ya de regreso a los Estados Unidos; que del mismo modo Mr. Brent, ex encargado de negocios en Buenos Aires, había hecho protestas y ofrecido la medicación de los Estados Unidos sin estar competentemente autorizado para obrar así; que era cierto que el Gobierno de Washington estaba dispuesto a reconocer la independencia del Paraguay, pero que no juzgaba conveniente hacerlo en este momento». Para justificar esta actitud el secretario de Estado repitió que el Paraguay había concertado una alianza con Corrientes y declarado la guerra a Buenos Aires y en esas circunstancias una determinación de los Estados Unidos en el sentido solicitado por el Brasil daría un motivo de queja a Rosas «con quien el Gabinete de Washington estaba en la mejor inteligencia y deseaba continuar así». (52) ¡Paradojas de la historia! ¡Las democracias cordializando con las dictaduras por no molestarlas en el ejercicio de la opresión! Si bien Rosas resistió al imperialismo europeo, representado por la intervención anglofrancesa en el Río de la Plata, hizo lo que todo gobernante hispanoamericano haría en circunstancias semejantes. Ningún país de los desprendidos del dominio español admitiría un nuevo sometimiento a las potencias del viejo mundo. La oposición a la recolonización era una conciencia fuerte y viva desde el Río Grande hasta el Cabo de Hornos.

El secretario de Estado también habló a Lisboa de la libre navegación del Paraná. Sobre el particular le dijo «que él pensaba como el Gobierno Brasileño, esto es, que el Gobernador Rosas jamás la permitiría de buen grado; pero que le parecía imposible que él pudiese persistir en su negativa, una vez que todas las Potencias, inclusive los Estados Unidos, estuviesen decididas a obtener esta ventaja». (53) Por su parte el diplomático brasileño observó a Buchanan «que el Gobierno de Buenos Aires tenía el derecho de negar la libre navegación del Paraná a las Potencias Europeas», poseedor como era de ambas margenes de ese río hasta Corrientes; no podría impedir la libre navegación hasta cierta altura, dada la anchura de la arteria fluvial, pero sí en las zonas en que el canal era estrecho, lo que ocurría a medida que la corriente se alejaba de la desembocadura. (54)

De su conversación con el secretario de Estado, Lisboa dedujo que «Mr. Harris no llevó instrucciones para proponer al Gobierno de Buenos Aires la mediación del Gabinete de Washington», pero se inclinaba a creer que hubo ese proyecto y suponía que se desistió del mismo «porque el Ministro Argentino declaró a Mr. Buchanan que el Gobernador Rosas jamás permitiría la libre navegación del Paraná», y los gobiernos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que desean obtener esta ventaja, no querían dar un paso inútil, que si bien tuviese buen resultado para Buenos Aires, no satisfaga sus vistas e intereses.(55)

Por último, considerando la actitud del gobierno americano, al negarse a reconocer, por entonces, la independencia del Paraguay, el representante brasileño manifestó su manera de pensar acerca del procedimiento que debía adoptar la república para impulsar a los Estados Unidos a tomar una resolución favorable a la causa de aquélla. Lisboa decía en conclusión: «En cuanto al reconocimiento de la independencia del Paraguay, si el Gobierno de los Estados Unidos no lo hace dentro de un tiempo razonable, el Paraguay puede usar de un expediente, que espero producirá el efecto deseado, y es prohibir la entrada en su territorio a los Ciudadanos Norteamericanos, al misma tiempo de franquearla a los súbditos de las Naciones que hubiesen reconocido su independencia. Esta exclusión ha de naturalmente excitar el celo y los clamores de los emprendedores Norteamericanos y para hacerla cesar su Gobierno se verá en la necesidad de poner término a sus contemplaciones para con el Gobernador Rosas, estableciendo relaciones de amistad con la nueva República». (56)

El Barón de Cayrú no descuidaba al ministro en Washington, a quien trasmitía la correspondencia con la legación en Asunción, con el objeto de tenerlo al corriente de los sucesos relacionados con el Río de la Plata y Paraguay. Con la nota del 20 de junio de 1846 remitió a Lisboa copia del oficio de Pimenta Bueno a Limpo de Abreu del 30 de abril y la contestación de éste del 16 de junio. (57)

En la primera de las comunicaciones, Pimenta Bueno decía al ministro de negocios extranjeros que había recibido con bastante atraso el despacho reservado Nº 9, fechado el 22 de diciembre anterior. (58) En esta comunicación, por su parte, Limpo de Abreu informaba al agente en el Paraguay que el 19 del mes aludido había tenido una conferencia con Mr. Wise, ministro de los Estados Unidos, y agregaba que por comunicaciones anteriores, Pimenta Bueno habrá reconocido que Mr. Wise era un «fiel intérprete de los sentimientos de su gobierno cuando se muestra desafecto a la intervención europea en los negocios del Río de la Plata»; que tenía la convicción intima que dos motivos de interés propio, antes que «el amor a los principios», dirigía en esta cuestión la política del gabinete a Washington; uno de ellos era la supremacía que ese gobierno aspiraba tener en América del Sur, y el otro consistía en «no legitimar de ningún modo una intervención semejante» en sus cuestiones con la Gran Bretaña, como la del Oregón. (59)

Luego de hacer consideraciones sobre el tráfico de esclavos, Limpo de Abreu llamó la atención de Pimenta Bueno sobre la parte de la conversación referente a la independencia del Paraguay. «Es fuera de duda – agregaba – que el Gobierno de los Estados Unidos toma a pecho esta Independencia como también la navegación de los Ríos del interior de América. Inglaterra y Francia quieren lo mismo y a todas estas Naciones no guía o dirige, en esta cuestión, otro estímulo que su propio interés. A este interés serán sacrificados los principios, una vez que sea necesario... El Gobierno de los Estados Unidos está de acuerdo con el del Brasil en lo relacionado con la independencia del Paraguay, por eso en esta cuestión podemos contar con su concurso. Otro tanto no acontece con la navegación de los Ríos del interior de América. El Gobierno del Brasil seria muy perjudicado en el Amazonas y en otros Ríos, si esta navegación fuese contra su voluntad abierta por los Extranjeros. Por tales consideraciones, el Gobierno Imperial ha procurado reservar esta navegación; pero fácil es antever que en la sustentación de los principios que ha defendido tendrá en contra a1 Gobierno de los Estados Unidos, porque en esta cuestión los intereses de este Gobierno son diversos de los del Brasil. No obstante, el Gobierno Imperial no está resuelto a desistir de la política que se ha propuesto con relación a la mencionada navegación...» (60)

A esta comunicación respondió Pimenta Bueno con su mencionado oficio reservado del 30 de abril. Decía a Limpo de Abreu que enterado de los pensamientos del gabinete de Washington procuraría ceñir su conducta en sus relaciones con el gobierno paraguayo de acuerdo con aquella orientación. A su vez informó al ministro de negocios extranjeros que en un despacho Mr. Wise dijo a Hopkins «que en una entrevista con Guido éste le expresó como opinión suya, que pensaba que Rosas reconocería la independencia Paraguaya, sin duda alguna; que el tiempo había establecido claramente el derecho que el Paraguay tenía de ser reconocido independiente». En ausencia de Hopkins, su escribiente Baguet, abrió el oficio y dejó leer a Pimenta Bueno el párrafo transcripto. (61)

Indudablemente que Guido estaba equivocado. Desde luego su buena fe era dudosa, porque él más que nadie sabía las aspiraciones de Rosas. Este no cambió de política con relación al Paraguay. Durante su largo predominio no reconoció la independencia de la república. También era indudable que el tiempo había demostrado el derecho del Paraguay a ser considerado como nación independiente. Sin embargo de esta manifestación, que encerraba una verdad evidente, Guido continuó oponiéndose a la independencia del Paraguay, cumpliendo las órdenes del dictador de Buenos Aires.

Pimenta Bueno terminó su oficio expresando que los Estados Unidos harían cuanto pudiesen por ejercer su influencia sobre el Paraguay. (62)

En el despacho del 16 de junio el Barón de Cayrú decía a Pimenta Bueno que había causado «bastante disgusto al Gobierno Imperial» la noticia de que el presidente López desconfiada «de la lealtad de la política del Brasil».

En cuanto a la proposición formulada por el mandatario paraguayo, el canciller brasileño manifestó: «La alianza que él deseaba concertar con nosotros se hubiera realizado si no fuera por haberse apresurado a firmar otra con Corrientes, declarando la guerra a la Confederación Argentina. Este precipitado paso imposibilitó al Gobierno Imperial dar curso a la negociación de un Tratado semejante, pues ya entonces había declarado guardar una estricta neutralidad en la lucha que infelizmente continúa en las Repúblicas de la citada Confederación Argentina y del Estado Oriental del Uruguay; debía respetar los principios que había proclamado. Entretanto, el presidente López puede tener la certeza de que el Gobierno Imperial toma el mayor interés por la independencia del Paraguay». (63) La alianza con Corrientes era la misma causa alegada por los Estados Unidos para no reconocer la independencia del Paraguay.

El barón de Cayrú consideró interesante los documentos remitidos por Pimenta Bueno, «que muestran la razón por qué el Presidente López rescindió la alianza con Corrientes, no admitiendo la negociación de la que vino encargado D. Juan Baltazar Acosta... ». Informó además al representante imperial que la misión de Hopkins ante Rosas no había tenido éxito, y que el agente de los Estados Unidos regresó a su patria. «Quedo enterado – agregó – de lo que V.M. participa sobre la opinión del general Guido a este respecto, la cual le ha causado ya muchas censuras en laGaceta Mercantil de Buenos Aires». (64)

El mismo barón de Cayrú transmitió a Pimenta Bueno la nota de Lisboa del 21 de abril sobre la conferencia mantenida por éste con Buchanan, juntamente con otra del cónsul brasileño en Bruselas, para hacerlas «llegar al conocimiento del Presidente López» y mostrarle «cuánto el Gobierno Imperial se interesa por el buen resultado» de las gestiones sobre el reconocimiento de la independencia del Paraguay. (65)

El agente brasileño informó que Don Carlos continuó agradeciendo al gobierno imperial las reiteradas pruebas de interés por la república, pero que desconfiaba, cada día más, de los Estados Unidos. (66)

En Washington, Lisboa no dejó de insistir en sus gestiones, pero encontró reiteradamente la evasiva circunstancial del departamento de Estado. En una entrevista, Buchanan declaró al diplomático brasileño, que si bien Hopkins había traído informes favorables sobre el orden y la prosperidad del Paraguay, «el Gobierno de Washington juzgaba conveniente suspender por ahora el reconocimiento explícito de la independencia de aquel país». Insistió el canciller americano que esa medida se debía a que el Paraguay había «tomado partido con Corrientes y las Potencias interventoras contra él Gobierno de Buenos Aires» y que mientras durase esa alianza «el Gobierno de Washington no participaría en un acto que podría ser interpretado como favorable a los Interventores y contrario al Gobierno de Buenos Aires». (67) En la conferencia del 24 de agosto, Lisboa informó al secretario de Estado que la alianza de esta república con Corrientes estaba disuelta y que el presidente López había ordenado el retiro de las fuerzas paraguayas de territorio argentino. En consecuencia, habiendo desaparecido la causa para el reconocimiento de la independencia del Paraguay, propuso nuevamente que el gobierno de Washington practicase ese «acto de benevolencia y justicia para con aquel País». Buchanan respondió reiterando que sin la alianza del Paraguay con Corrientes «para hacer la guerra al Gobernador de Buenos Aires a favor de las Potencias interventoras» el reconocimiento de la independencia de la república se hubiera presentado en la última sesión del congreso; que según noticias recibidas de Europa, pronto se arreglarían las dificultades del Río de la Plata y que entonces el gobierno de los Estados Unidos reconocería la independencia del Paraguay. (68)

Buchanan estaba equivocado al afirmar e insistir que la alianza firmada entre el Paraguay y Corrientes, era en combinación con la intervención anglofrancesa y para servir sus intereses. El Paraguay al concertar ese tratado lo hizo para defender su existencia como nación soberana, amenazada por Rosas. Al dar ese paso lo hizo por propia determinación y en beneficio propio y no para servir ajenos intereses. Con el convenio los aliados perseguían que Rosas no «continúe en el uso del poder despótico, ilegítimo y tiránico» que se había arrogado y obtener «garantías completas y valiosas» para las altas partes contratantes. Esas garantías en relación al Paraguay debían asegurar «el reconocimiento público y absoluto de su Independencia y Soberanía Nacional como Estado enteramente libre y distinto de la República Argentina, de la integridad de su territorio y del derecho y comunidad de la navegación libre por los ríos Paraná y Plata». (69) Por otra parte, Charles Hotham que llegó a Asunción enviado por uno de los ministros de las potencias interventoras no llegó a ningún acuerdo con el gobierno paraguayo. En las instrucciones dadas por el presidente López a Juan Andrés Gelly cuando la misión de éste al Brasil no se consideraba conveniente establecer relaciones con la intervención anglofrancesa por las «graves consecuencias» que podían sobrevenir, pero también estatuían que en un caso posible de ser conquistada la república por el dictador de Buenos Aires, eran «preferibles todos los sacrificios» y hasta «alguna inteligencia con la Intervención Extranjera». (70)

El 15 de setiembre, Lisboa volvía a referirse a la cuestión de la independencia del Paraguay. No obstante la seguridad que le había dado Buchanan de que el gobierno de Washington reconocería aquella independencia, una vez que se «arreglen los negocios de la intervención anglofrancesa en el Río de la Plata», pensaba el agente imperial que esa buena disposición no tendría efecto alguno mientras durase la guerra entre los Estados Unidos y México, porque los mismos Estados Unidos juzgaban «de su interés no disgustar al Gobernador Rosas para que en el caso de un rompimiento con Inglaterra, permita (Rosas) a los cruceros norteamericanos refugiarse y hasta recibir en los puerto da la Confederación Argentina las presas que puedan hacer en los mares del Sur». (71)

En este estado de las negociaciones finalizó el año de 1846. En los primeros meses del siguiente, Lisboa insistió con sus gestiones. En la conferencia que mantuvo con Buchanan, el 22 de marzo de 1847, cumpliendo instrucciones de su gobierno, informó al secretario de Estado que la alianza del Paraguay con Corrientes ya no existía y que por lo tanto solicitaba nuevamente el reconocimiento de la independencia de la aquella república, por haber cesado esa objeción. Y para dar mayor consistencia a su petición, agregó: «que el Gobierno Imperial tomada un vivo interés por la prosperidad de aquel Estado por ser un País conterráneo donde siempre se había mantenido el orden y la tranquilidad y porque el Paraguay le había dado constantes pruebas de simpatía y de buen vecino, continuando su comercio con el Brasil, aún cuando lo había interrumpido con los otros Estados limítrofes». Buchanan respondió al diplomático imperial: «que el Gobierno de los Estados Unidos continuaba animado de los más sinceros deseos de reconocer la independencia del Paraguay y que para efectuarlo solamente esperaba la ocasión oportuna; que no se verificaba en este momento por causa de la guerra con México que ocupaba exclusivamente su atención; que el acto del reconocimiento de la independencia deber ser hecho por medio del nombramiento de un Cónsul que tiene que ir a residir en el Paraguay, pero que el Presidente no podía tomar esta medida sin la aprobación del Congreso por ser una designación nueva; que él deseó someter este negocio al conocimiento del Poder Legislativo en su última Sesión, pero que recelando que no fuese tomado en consideración, prefirió diferirlo para la siguiente reunión». (72)

En adelante Lisboa ya no podría insistir. Los Estados Unidos esperaban la ocasión oportuna y esa ocasión ofrecería la batalla de Caseros con la caída de Rosas, ya que, no obstante las diversas razones alegadas por Buchanan para no reconocer, por entonces, la independencia del Paraguay, la más consistente era la de no disgustar al dictador de Buenos Aires.


NOTAS

Quinta Parte

CAPITULO XXVI

1- A.H.I. M.D.B. Lima – Oficios – 1845-50. Souza Ferreira a Limpo de Abreu. Lima, 7 de abril de 1846. Original.

2- Nota cit.

3- A.H.I. Legajo cit. Souza Ferreira al ministro de relaciones exteriores. Lima, 6 de abril de l846. Copia.

4- A.H.I. M.D.B. Lima – Despachos – 1842-62. Cayrú a Souza Ferreira. Río de Janeiro, 11 de junio de 1846. Borrador.

5- Nota del 7 de abril cit.

6- A.H.I. Legajo cit. Souza Ferreira a Limpo de Abreu. Lima, 25 de abril de 1846. Original. Con este oficio remitió el agente brasileño copia del proyecto de nota que presentó a Paz Soldán.

7- Nota cit.

8- Nota cit.

9- Nota cit.

10- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 20 de octubre de 1846. Copia. En la misma fecha, el ministro de negocios extranjeros avisó recibo a Souza Ferreira, comunicándole la remisión de la copia a Pimenta Bueno y las recomendaciones que hacía a este representante imperial. Lima – Despachos – 1842-62,

11- Ib. Assunção – Officios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción 15 de diciembre de 1846. Original.

12- Willian R. Manning. Diplomatic Correspondence of the United States: Inter-American Affairs, 1831-1860. Washington, 1938. Vol. V. Edwards a Webster, Buenos Aires, 1º de abril de 1843.

R. Antonio Ramos. Conferencia pronunciada en el Centro Cultural Paraguayo Americano de Asunción, el 21 de agosto de 1951, sobre el tema: Reconocimiento de la Independencia del Paraguay por los Estados Unidos de América.

13- Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib. Ib.

14- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 247 Nº 4. Correspondencias esteriores – Por conducto del ciudadano Peña. 1843. Buenos Ayres. López y Alonso al cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires. Asunción, 28 de agosto de 1843. Copia con rúbrica de López.

15- Manning, ob. cit., pág. 53 y 54. Edward a Webster. Buenos Aires, 10 de noviembre de 1843.

La traducción figura en la colección: Record Group: General Records of the Department of State, Consular Letters, Buenos Aires, Vol. 7, Nov. 10, 1843 – Nov. 22, 1850. National Archives and Records Service. Washington 25, D.C. Copia fotográfica de lamisma obra en nuestro poder por gentileza de Pablo Max Ynsfran. La traducción lleva este encabezamiento: «Translation of a Note from the Minister of Foreingn Relations of Paraguay».

16- B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 10 Nº 20. Peña al primer cónsul. Buenos Aires, 12 de noviembre de 1843. Autógrafo.

17- Ib. Ib. I – 29, 24, 7 Nº 5. Correspondencias esteriores – Por conducto del ciudadano González, 1844. Nota del mismo tenor a los ministros de S.M.B. y deFrancia, y a los cónsules de Estados Unidos y del Brasil. Asunción, 28 de marzo de 1844. Copia.

18- A.H.I. Reservado. Ministro de Negocios Estrangeiros. Nº 1. 1843-1846. Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 11 de enero de 1845.

19- Pablo Max Ynsfran. La expedición norteamericana contra el Paraguay, 1858-1859. México – Buenos Aires, 1954. Primera Parte, pág. 41. Esta obra estudia las andanzas del pintoresco Mr. Hopkins con el aporte de una copiosa documentación édita e inédita.

20- Ob. cit., pág. 42 y 43.

21- Manning, ob. cit., Buchanan a Hopkins, 10 de junio de 1845. Una traducción al español de esta nota, que encierra las instrucciones a Hopkins, obra en el A.N.A., Vol. 268 – 1 S.H., autenticada por Juan Andrés Gelly. No existe prueba sobre quien es el autor de esta traducción.

Ynsfran, ob. cit. pág. 43.

Ramos, conferencia cit.

22- Manning, ob. cit.

Ynsfran, ob. cit., pág. 43 y 44.

Ramos, conferencia cit.

23- Ramos, conferencia cit.

24- Ynsfran, ob. cit., pág. 44 y 45.

25- Ramos. La Política del Brasil en el Paraguay..., cit., pág. 107 y segts. Conferencia cit.

26- Manning, ob, cit., pág, 63 y sgts. Hopkins a Buchanan. Asunción, 31 (sic) de noviembre de 1845.

Ynsfran. ob. cit., pág. 47, 48, 49. Este autor llama al oficio de Hopkins «el informe del 31», pág. 60, nota 15.

Ramos, conferencia cit.

27- Ramos. La Política del Brasil en el Paraguay..., cit., pág. 107 ysegts.Conferencia cit.

28- Ynsfran, ob. cit., pág. 49.

29- A.H.I. Assunção – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 5 de diciembre de 1845. Reservado Nº 30. Original. Ynsfran reproduce en portugués esta parte del informe. Ob. cit., pág. 50. Chaves. El Presidente López, cit., pág. 86 y 87.

30- «Informe del 31».

Insfran, ob. cit., pág. 58.

Ramos, conferencia cit.

31- «Informe del 31».

Ynsfran, ob. cit., pág. 51.

32- Ynsfran, ob. cit., pag. 60, nota 20.

33- A.H.I. Assunção – Oficios – 1846, Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Asunción, 30 de abril de 1846. Autógrafo. En la parte final de su oficio agregaba: «Se anuncia la venida de Hopkins, no se, sin embargo, con que fundamento». La versión carecía indudablemente de fundamento. En la fecha de la comunicación de Pimenta Bueno, Hopkins viajaba hacia Nueva York.

34- Nota cit. del 5 de diciembre. Ynsfran reproduce en portugués esta información de Pimenta Bueno. Ob. cit., pág. 52.

35- A.N.A. Vol. 268 – Nº 1 – S.H. En el legajo figura el oficio autógrafo en inglés de Hopkins y una traducción en español. En ésta se emplea equivocadamente el vocablo intervención en vez demediación, que se usa en el citado autógrafo.

La traducción que reproducimos es la de Ynsfran, ob. cit., pág. 53 y 61, nota 22. La del Vol. 268 apareció el siglo pasado enEl Paraguayo Independiente Nº 62, sábado 22 de agosto de 1846, y en la «Historia Documentada de las Cuestiones entre el Gobierno del Paraguay y el delos Estados Unidos», interesante y bien informado volumen de 197 páginas, editado en Asunción por la Imprenta Nacional, pág., 2.

Ramos, conferencia cit.

36- Ynsfran, ob. cit., Cap. III.

37- G. F. Rodríguez. Contribución Histórica Documental. T. III. Buenos Aires, 1922, pág. 576, 77 y 78. Alvear al ministro de relaciones exteriores. Nueva York, 1º de noviembre de 1845.

38- A.G.N.A. Archivo del Gral. Guido. Leg. 11. Alvear a Guido. Washington, 6 de abril de 1846. Original. Portador de esta carta fue el hijo de Alvear, Diego, quien también conducía un oficio para Mr. Wise y de otro para Hopkins. De éste decía Alvear que el gobierno americano le había observado fuertemente y que había desaprobado «en todo y por todo su desatinada conducta».

Esta determinación Alvear transmitió a Gaspar José Lisboa. Este ofició a Limpo de Abreu: «El General Alvear, Ministro de la Confederación Argentina, me comunicó ayer que un Agente que el Gobierno de Washington envió al Paraguay, Mr. Edwards Hopkins, sólo para obtener informaciones exactas sobre el estado actual de aquel país, habiendo reconocido la independencia de éste en nombre de los Estados Unidos, sin estar completentemente autorizado para efectuarlo, este Gobierno desaprobó semejante paso y mandó luego retirar dicho Agente... ». Washington, 4 de abril de 1846.

A.H.I. – M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47. Original.

39- Ynsfran, ob. cit., pág. 114 a 125, nota 7. Buchanan a Harris. Washington, 30 de marzo de 1846. William A. Harris reemplazó a Guillermo Brent Jr. como encargado de negocios de los Estados Unidos en Buenos Aires.

Ramos, conferencia cit.

40- A.H.I. – M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47, Lisboa a Limpo de Abreu. Washington, 18 de febrero de 1846. Original.

41- Nota cit.

42- Nota cit.

43- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de abril de 1846. Copia.

44- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 17 de setiembre de 1846. Original.

45- Nota del 18 de febrero cit.

46- A.H.I. Legajo cit. Lisboa a Buchanan. Washington, 16 de febrero de 1846. Anexo de la nota anteriormente citada.

47- Ib. Leg. cit. Lisboa a Limpo de Abreu. Reservado Nº 3. Washington, 13 de marzo de 1846. Original. El subrayado es del texto.

48- Ib. M.D.B. Washington – Despachos – 1845-47. Cayrú a Lisboa. Río de Janeiro, 4 de mayo de 1846.

49- Ib. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 23 de mayo de 1846. Copia.

50- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 17 de setiembre de 1846. ya cit.

51- Ib. M. D. B. Washington – Oficios 1845-47. Lisboa a Limpo de Abreu. Washington, 21 de abril de 1846. Original.

52- Nota cit.

53- Nota cit.

54- Nota cit.

55- Nota cit.

56- Nota cit.

57- A.H.I. M.D.B. Washington – Despachos – 1845-47. Cayrú a Lisboa. Borrador.

58- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Limpo de Abreu. Reservado Nº 17. Asunción, 30 de abril de 1846. Autógrafo.

59- Ib. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Limpo de Abreu a Pimenta Bueno. Reservado Nº 9, Río de Janeiro, 22 de diciembre de 1845. Copia.

60- Nota cit.

61- Nota del 30 de abril cit.

62- Nota cit.

63- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Reservado Nº 5. Asunción, 16 de junio de 1846. Copia.

64- Nota cit.

65- A.H.I. Correspondencia Ostensiva cit. Cayrú a Pimenta Bueno. Río de Janeiro, 1º de agosto de 1846. Copia.

66- Ib. Assunção – Oficios – 1846. Pimenta Bueno a Cayrú. Asunción, 26 de octubre de 1846. Original.

67- Ib. M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47. Lisboa a Cayrú. Washington, 8 de julio de 1862.

68- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Cayrú. Washington, 26 de agosto de 1846. Original En una carta del 21 de agosto de 1846, desde Río de Janeiro, Guido decía a Alvear: «El pensamiento de que la independencia del Paraguay seria reconocida por los Estados Unidos fue sugerido al gobierno de aquella Provincia por Mr. Hopkins. El Presidente López lo creyó a puño cerrado y en una nota suya oficial a Mr. Wise fecha 29 de Dice. del año pas.o anterior, que creo que nuestro Gobierno haya embiado a V. en copia, hace merito de esta seguridad dada por Hopkins. Es verdad que Mr. Wise no la repelió y antes bien la juzgaba exacta; pero en esta cuestión como en todas las demas que he tratado con él, he conservado la independencia completa de mis opiniones. No es tampoco tan claro para mi todavia que el gobierno de Estados Unidos no hubiese estado decidido alguna vez al tal reconocimiento. Me ha bastado leer la conferencia del secretario de Estado con V. sobre este punto, para juzgar que asi lo pensaba, y que solamente ha declinado su proposito por no apoyar indirectamente la intervención Anglo francesa». A.G.N.A. Archivo del Gral. Guido. Legajo 11.

69- Artículos 2º y 3º del tratado del 11 de noviembre de 1845. Oscar Peréz Uribe y Eusebio A. Lugo. Colección de tratados históricos y vigentes. Asunción, 1934, pág. 34.

70- R. Antonio Ramos. La primera misión diplomática del Paraguay en el Brasil. Historia Paraguaya. Anuario del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, 1960, pág. 52.

71- A.H.I. M.D.B. Washington – Oficios – 1845-47, Lisboa a Cayrú. Washington, 15 de setiembre de 1846. Original.

72- Ib. Ib. Ib. Lisboa a Cayrú. Washington, 23 de marzo de 1847. Original.

 



Fuente:


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)
 





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