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CARLOS ZUBIZARRETA (+)
  P脕GINAS ESCOGIDAS - Por CARLOS ZUBIZARRETA - A帽o 2007


P脕GINAS ESCOGIDAS - Por CARLOS ZUBIZARRETA - A帽o 2007

聽P脕GINAS ESCOGIDAS


Por CARLOS ZUBIZARRETA


Introducci贸n, selecci贸n y notas:

GUIDO RODR脥GUEZ ALCAL脕

Colecci贸n: Imaginaci贸n y Memorias del Paraguay N潞 12,

Directores: RUBEN BAREIRO SAGUIER

y CARLOS VILLAGRA MARSAL.

Edici贸n especial de SERVILIBRO para ABC Color.

Asunci贸n-Paraguay

2007 鈥 93 p谩ginas


脥NDICE

Prop贸sito: Rub茅n Bareiro Saguier - Carlos Villagra Marsal

Introducci贸n: Guido Rodr铆guez Alcal谩

路 El mito del mate// El mercado de Asunci贸n// La Virgen Azul de Caacup茅// Velorios con m煤sica y baile// Cheolos de carnaval// El prodigio de las piedras que estallan// El 煤ltimo baile// Asunci贸n ocupada por las fuerzas aliadas// Chapperon y su equipaje// Los tranv铆as de mulitas// Etimolog铆a de nuestro pyrag眉茅// La ni帽a de plata


INTRODUCCI脫N

Cr贸nica, seg煤n el diccionario de la Real Academia, significa art铆culo period铆stico sobre temas de actualidad. Sin dudar de la autoridad de la Academia, me permito ampliar su definici贸n mediante comparaciones. La especializaci贸n que afecta todas las 谩reas (incluyendo el periodismo) nos obliga a distinguir entre las cr贸nicas de ayer y las de hoy. Las de ayer eran un g茅nero mixto que inclu铆a las actualidades, el estilo literario y cuestiones de cultura general. Las de Rafael Barrett nos permitieron tomar conciencia de la alarmante condici贸n del trabajador de los yerbales, una situaci贸n que no era privativa del Paraguay, sino com煤n de los pa铆ses americanos donde todav铆a subsist铆an relaciones de servidumbre colonial. Las de Viriato D铆az-P茅rez familiarizaron al lector con los grandes temas de la tradici贸n literaria y art铆stica universal. Tambi茅n la historia y las pol茅micas hist贸ricas ocuparon un buen espacio en los peri贸dicos paraguayos a partir de la llamada generaci贸n del Novecientos. Hoy el gran p煤blico, en general, no gusta de esas disertaciones eruditas, que han emigrado de los diarios a las publicaciones especializadas. Podemos discutir si el cambio ha sido para bien o para mal, pero no podemos ignorar el hecho, parte de una historia que nos toca de cerca.

Y bien, entre los cronistas destacados debemos incluir a Carlos Zubizarreta.1 Una an茅cdota lo presenta regresando de Buenos Aires, muy joven, y convertido en dandi, en hombre destacado por su elegancia y buen tono. La an茅cdota, verdadera o no, resulta insuficiente para comprender la compleja personalidad de un escritor destacado en la narrativa, el ensayo y la cr贸nica. S贸lo esta 煤ltima hemos tomado en cuenta al escoger las p谩ginas de Zubizarreta, y no porque al autor le faltara m茅rito en la narrativa y el ensayo, sino porque decidimos limitarnos a una faceta de su producci贸n. Por eso todos los textos aqu铆 presentados provienen de dos de sus libros: Acuarelas paraguayas y Cr贸nica y ensayo.2

De no haber sido un plagio, nuestra selecci贸n hubiera llevado el t铆tulo de Acuarelas paraguayas. 驴Qu茅 mejor manera de caracterizar estos textos de don Carlos? Por oposici贸n al fresco, al cuadro monumental, la acuarela abarca espacios m谩s limitados. Como en la pintura, las acuarelas del escritor se orientan hacia el intimismo; renuncian a las cuestiones pol茅micas y patri贸ticas para ayudarnos a ver mejor la realidad de todos los d铆as.

En esas pinturas de la vida paraguaya de hace m谩s de medio siglo, Zubizarreta no trataba de enga帽ar al lector present谩ndole un cuadro idealizado, irreal. No pod铆a hacerlo, porque hablaba para sus contempor谩neos, que conoc铆an el modelo. Al pintar el mercado viejo de Asunci贸n (actual Plaza de la Democracia), el cronista no ignoraba sus aspectos negativos (como la falta de higiene), sino que resaltaba los positivos: la dignidad de esa gente trabajadora, de las burreras y placeras del mercado. Con su talento literario, mostraba lo que pasaba desapercibido, ense帽aba a ver mejor.

Sin ser un hombre devoto, el escritor fue capaz de comprender y simpatizar con las creencias del pueblo, como lo muestran sus escritos sobre la Virgen de Caacup茅 y los velorios de ni帽os, que celebran el ingreso de un nuevo 谩ngel al cielo. Tampoco escaparon a su perspicacia otras tradiciones menos dignas de elogio, como los excesos del viejo carnaval o el origen de un tipo humano por desgracia muy presente en nuestra historia: el del esp铆a o pyrag眉茅, capaz de moverse sin hacer ruido, como si tuviera pelos o plumas en los pies (v茅ase 鈥淓timolog铆a de nuestro pyrag眉茅鈥).

Al observar las costumbres locales, Zubizarreta no se resigna a lo presente y evidente; trata de buscar el por qu茅 y el origen. En opini贸n de un cr铆tico autorizado: 鈥淎penas comienza a pintar la Asunci贸n contempor谩nea... cuando su paisaje actual se le desvanece y surge la visi贸n de la ciudad de la Conquista y la Colonia鈥. Tambi茅n la ciudad de la Independencia, debemos agregar, ya que hemos incluido en esta selecci贸n escritos sobre la capital decimon贸nica, como esa curiosa cr贸nica de los bailes del Club Nacional de Asunci贸n, ese edificio venerable inaugurado en 1859, que sobrevivi贸 a la Guerra Grande y se mantuvo en pie m谩s de un siglo antes de ser demolido por la poca conciencia hist贸rica de los asuncenos. Para pintar la capital durante la ocupaci贸n, el escritor maneja con habilidad detalles que nos dan el pulso del momento, como este anuncio publicado en un peri贸dico capitalino: 鈥淐uando el combate de Barrero Grande, se perdi贸 mi hijo Francisco Riquelme, jovencito trigue帽o, pelo liso, rubio, ojos pardos, edad once a帽os. Creo que en los ej茅rcitos aliados pueda andar con algunos oficiales o jefes de aquellas fuerzas. Quien me lo traiga, ocurra a mi casa de la calle Palma N掳 75 para recibir una gratificaci贸n de cincuenta patacones鈥 (art铆culo 鈥淎sunci贸n ocupada por las fuerzas aliadas鈥).

Leyendo estas evocaciones de Zubizarreta, he tenido la sensaci贸n de que la ciudad del siglo XVII me resultaba m谩s familiar que la de principios del siglo XX. No es dif铆cil imaginar la diferencia en el pasado remoto; lo que sorprende es constatar el cambio en el pasado reciente. Haber fijado aquellos instantes con pericia gr谩fica, para permitir la constataci贸n, es el m茅rito del cronista de una tierra ya casi desaparecida.

GUIDO RODR脥GUEZ-ALCAL脕

1. Carlos Zubizarreta (1904-1972) nacido en Asunci贸n, curs贸 estudios primarios y secundarios en el Colegio San Jos茅 y los universitarios en la Facultad de Derecho de la misma ciudad. Fue fundador y director de la revista literaria Juventud. Su primer libro, Acuarelas paraguayas (1940), re煤ne escritos de car谩cter costumbrista e hist贸rico. Capitanes de la aventura (1957) contiene las biograf铆as de 脕lvar N煤帽ez Cabeza de Vaca y de Domingo Mart铆nez de Irala. En Historia de mi ciudad (1965), el autor investiga el pasado y las tradiciones de Asunci贸n. Los grillos de la duda (1966) es un conjunto de cuentos. Cr贸nica y ensayo (1969) retoma los temas costumbristas e hist贸ricos.

2. Los textos de Acuarelas paraguayas publicados en esta selecci贸n son trozos de los textos originales




EL MERCADO DE ASUNCI脫N (1)


El mercado asunceno es pobre y de aparente suciedad, porque el calor del clima y la desidia popular permiten que fermenten las frutas en el suelo, descuidan su barrido y llenan el aire de olores nauseabundos. Pero detr谩s de estos inconvenientes esot茅ricos (2) hay un aseo 铆ntimo y profundo, como la limpidez del alma que lo anima. Y hay gracia de estirpe, con hondo sentido espiritual y conciencia de tradici贸n.

La animaci贸n comienza muy temprano, cuando la madrugada presta a la hora una frescura primaveral que no perdurar谩 durante el resto del d铆a. De los pueblos vecinos a la capital llegan carretas tiradas por bueyes cansinos, que rumian pl谩cidamente el coco tragado en los potreros verdes. Son todav铆a las viejas carretas primitivas, con dulzura y aroma campestres, lentas, chirriantes, entoldadas algunas con cueros vacunos sin curtir, con la larga picana de ca帽a para azuzar el tiro, temblequeando en el aro que la sostiene. Traen naranjas, mandioca, carb贸n, sand铆as, miel. Los gu铆as son magros chicuelos morenos de dulces ojos negros o viejos campesinos tocados con grandes sombreros de caranday. (3) Arriban a los mercados callados, indiferentes. Este pueblo que tiene tanta semejanza f铆sica con el 谩rabe andaluz odia las manifestaciones exuberantes. 隆R铆e y llora por dentro!

Al llegar a los portales del mercado saltan a tierra los conductores y comienza la descarga, mientras los bueyes amansados hilan su baba sobre las piedras irregulares de la calle.

Hay un hormigueo incesante y cada vez mayor de vendedoras que llegan montadas en borricos pardos y de poca alzada. Estos animales, que son raros en el resto del pa铆s, abundan en cantidades prodigiosas en los aleda帽os (4) de Asunci贸n. Lambar茅, un pueblecito comarcano que duerme su sue帽o id铆lico virtualmente escondido entre el follaje, a poca distancia del r铆o y sobre las laderas del cerro de su nombre, ostenta la primac铆a en el suministro de burros. Probablemente sea 茅ste su 煤nico comercio, porque ignora toda otra actividad. Estando tan cerca, vive divorciado del bullicio ciudadano, ignorando sus cuitas y cuidados. En sus callejuelas cubiertas de c茅sped parece que se hubiera detenido la vida, como en un cuento de hadas, y es tanta la paz, que el m谩s leve ruido conturba y sobresalta. (5)

Es fama que en sus alrededores se cr铆an casi todos los burritos que vienen al mercado. Por extensi贸n llaman burreras a las vendedoras que los montan y placeras a las que tienen puesto de venta instalado. Son cientos y cientos, vestidas de colores vivos y tocadas con mantos blancos o negros. Abundan m谩s los blancos y, bajo el sol crudo del tr贸pico, dan la impresi贸n exacta de 谩rabes envueltos en chilabas y albornoces. (6) La guerra del a帽o setenta impuso el h谩bito de los negros. (7) 隆Fueron tantos lutos!

Las burreras manti茅nense airosas entre las 谩rganas (8) colmadas de verduras, mandioca, aves, naranjas, aguacates y pi帽as jugosas. De piel morena, suave, ardiente, tienen los ojos rasgados y extraordinaria esbeltez en la figura. Sin distinci贸n de edad todas fuman largos cigarros de hoja. Lo mismo las viejas que las chiquillas imp煤beres que ya presienten el amor. Conducen el borrico -no mayor que un ternero- con rara maestr铆a. En vez de azotarle p铆canlo con un palillo aguzado. Y la ac茅mila (9) se cuela sin tropiezo alguno por vericuetos incre铆bles, con paso casi humano, entre los montones de fruta desparramada en el suelo de la calle o sobre las losas de la acera.

Sentadas en silletas min煤sculas que desaparecen bajo el ruedo de las amplias faldas, las vendedoras ofrecen su mercanc铆a en espa帽ol entremezclado con un guaran铆 que remeda el canto de los p谩jaros. Son muchas las que a煤n visten el traje nacional: pollera ancha y almidonada, blanco typoit (10) bordado en negro, zarcillo y collares de coral. Mucho oro en los anillos de los dedos morenos, oro en los collares, oro en las peinetas labradas que muerden la cabellera renegrida y peinada en dos trenzas. Todas van descalzas y es curioso observar c贸mo ese pie cobrizo, menudo y armonioso, no siente los rigores ni el calor de las piedras agudas, recalentadas por el sol ardoroso.

Coloreadas sombras de acuarela ti帽en el frente de los tendejones y las callejuelas formadas por los puestos de venta. El viajero camina de sue帽o en sue帽o, crey茅ndose transportado a Tetu谩n. Junto a los montones de naranjas, que brillan con 谩ureos reflejos, verdean los aguacates opulentos. Filas interminables de sand铆as y melones alternan con el amarillo pardusco de las pi帽as perfumadas. El aroma empalagoso de los mangos satura el ambiente, y los chiquillos que merodean entre los puestos de venta tienen el rostro y la ropa te帽idos de amarillo por el jugo de esa fruta, que se da en el pa铆s con abundancia prodigiosa y tiene el sabor de la trementina.

Hay viejas rugosas y esmirriadas, con las arrugas talladas en madera de petereby, que sostienen el cigarro en la boca sumida con gracia picaresca. Venden c谩ntaros de barro, botellones, platos y toda la diversa alfarer铆a ind铆gena. Son inn煤meras las vendedoras de refrescos. Los hay variados, de colores distintos, desde el topacio transparente y el sangriento rub铆 hasta el pardo oscuro de la aloja de miel. Cobijadas bajo la sombra del tenducho, las mujeres defienden su mercanc铆a de las moscas con pantallas de palma que agitan incesantemente. Ofrecen su brebaje azucarado con dulce amabilidad indiferente, como si hicieran un favor al venderlo: 鈥淣de, che cara铆, 驴ndereuseipa pojh谩 roynz谩?鈥 -que en espa帽ol quiere decir: "Che, se帽or m铆o, 驴quiere remedio fresco?" (11)

Parece, en efecto, que la bebida -que se hace tentadora por su color y su frescura en la ma帽ana calurosa- tiene propiedades medicinales que combaten el ardor del tr贸pico. En algunos recipientes nadan pedazos leguminosos y manojos de hierbas olorosas. No s茅 si el ingrediente ha sido combinado para prestarle sabor o a帽adirle virtudes curativas.

Un gent铆o policromo -mozas, chiquillos, soldados, marineros- haraganea y deambula entre las vendedoras. Hiere el olfato el olor de los guisos que se aderezan en las cocinas improvisadas. Al exquisito chip谩 caliente s煤manse los pastelillos de mandioca, dorados y sabrosos, que se ofrecen sobre hojas de bananero; el chicharr贸n trenzado, las tortas de ma铆z, las ristras de butifarra, la blanca y harinosa mandioca, que hace las veces de pan.

El calor de la ma帽ana que avanza va clareando el gent铆o. En los retazos de sombra, viejos de retablo y esbeltos adolescentes cobrizos paladean el terer茅 de yerba mate. Otros dormitan echados en cualquier parte, indolentes y despreocupados, con el rostro defendido del resol por el ancho sombrero de palma.

NOTAS

1. Este texto, escrito en la d茅cada de 1930, se refiere al viejo mercado situado entre las calles Independencia Nacional, Estrella, Nuestra Se帽ora de la Asunci贸n y Oliva.// 2. Iron铆a del autor. El adjetivo esot茅rico se aplica a algo reservado para una minor铆a.// 3. Palmera abundante en el pa铆s con cuyas hojas se tejen sombreros. (Nota del Autor).// 4. Alrededores.// 5. Esta descripci贸n de Lambar茅 no se ajusta a la realidad de hoy d铆a.// 6. Prendas de vestir muy usadas en pa铆ses 谩rabes.// 7. Enti茅ndase colores negros.// 8. 脕rgana o 谩rgano. M谩quina para subir cosas de mucho peso.// 9. Animal de carga, asno.// 10. Blusa t铆pica, sin mangas. El nombre tiene origen en la camisa de algod贸n que impusieron los jesuitas a las indias de las reducciones. (Nota del Autor)// 11. Ortograf铆a del autor.

(De Acuarelas paraguayas)



LA VIRGEN AZUL DE CAACUP脡


Cada a帽o, por diciembre, hay en el Paraguay una convulsi贸n colectiva. Tremante (1) de entusiasmo, la poblaci贸n de todos los 谩mbitos vu茅lcase materialmente sobre un peque帽o pueblo de la cordillera que se llama Caacup茅. (2) En guaran铆 Caacup茅 quiere decir detr谩s del monte. Es una pintoresca poblaci贸n circundada por dos arroyos que arrastran su caudal de agua helada entre helechos y rocas bas谩lticas, bajo la fronda susurrante. Est谩 enclavada en un hoyo que forman los cerros boscosos de la cordillera de Acahay, y semeja, por la rojura de su suelo, un rub铆 engastado en esmalte verde.

Hay all铆 una iglesia blanca, de c谩ndida arquitectura colonial, flanqueada por dos largos corredores y rodeada de palmeras esbeltas. (3) En la iglesia ven茅rase a Nuestra Se帽ora de la Concepci贸n, que la gente del pa铆s llama la Virgen Azul. Es una madona rubia, de di谩fana belleza, tocada con largo manto azulenco y constelada de todo el oro y pedrer铆a que le rindieron los exvotos de la fe popular.

Cel茅brase anualmente su festividad y, a trav茅s del tiempo, la imagen mantiene vivo y exaltado el fervor que despierta su culto. En todos los sitios del pa铆s la gente apr茅stase a la peregrinaci贸n con entusiasmo ins贸lito en esa raza ap谩tica. Para ir a Caacup茅 ahorran los pobres, los horteras (4) y empleados abandonan su puesto y hasta desertan los soldados con tal de poder trepar los cerros verdes y sumar su alegr铆a al holgorio general de la fiesta.

Los caminos ariscos que vienen del interior se amansan con el peso de lentas carretas rechinantes, donde al paso cansino de los bueyes el carretero duerme y matea bajo el entoldado de cuero crudo. Incesante caravana de mozos y mozas, con traje de fiesta, camina leguas ardorosas, festonadas de risa y de amor.

En este acercarse sin llegar, en esta marcha sin prisa ni zozobras, (5) reside el mayor encanto de la romer铆a. El paisaje tiene mil caras diferentes y la belleza del tr贸pico embriaga sin saciar. Cuando la arena del sendero hostiga las fuerzas y el crudo sol tuesta el entusiasmo, se ofrece el alivio de los arroyuelos. 隆Sombra h煤meda y m煤sica de agua en el alto del camino! Son tantos que alguien pudo decir con justicia que hay en el Paraguay en cada pueblo un r铆o y en cada casa un arroyo.

La ruta corre al reparo de la selva que abandona s贸lo para cruzar abras, donde las palmeras del campo abierto calman el anhelo de horizontes. Continuas vueltas y pendientes quiebran la perspectiva y muestran, a cada rato, una luz nueva, un nuevo color.

Y por estos senderos de 茅gloga (6) caminan incansablemente, con canastos y hatos enormes en la cabeza, viejas que debieran yacer tullidas; r铆e y bromea la gente joven; caracolea el caballito criollo, de poca alzada y remos (7) 谩giles, con el apero cubierto de plata, y se deslizan lentas, con quejidos y sudores humanos, carretas que trasuntan toda una filosof铆a estoica de la vida.

De trecho en trecho -s贸lo el necesario para hacer sed- (8) r煤sticos puestos de venta, con techumbre de ramas que todav铆a huelen a monte y tiene savia, esperan al caminante con la tentaci贸n de la aloja, de la sand铆a, de la ca帽a rubia. En muchos de ellos b谩ilase d铆a y noche al son de arpas y guitarras. Y as铆, entre paradas, convites y requiebros, ac茅rcase el peregrino lentamente al pueblo. C铆帽elo un cintur贸n de bosques espesos donde cantan chicharras y fontanas y donde se pierden las parejas que rieron en el camino. La entrada principal del pueblo es una calle ancha, de tierra roja, que desciende bruscamente hasta un arroyo, tiende su puente r煤stico sobre la linfa cristalina y trepa luego, pina' y sombrosa, hasta la plazoleta de la iglesia.

NOTAS

1. De tremar, temblar.// 2. T茅ngase en cuenta que esta descripci贸n de Caacup茅 y su festividad se escribi贸 d茅cadas atr谩s.// 3. El autor se refiere a la antigua iglesia, demolida y reemplazada por la actual bas铆lica.// 4. Hortera. Empleado subalterno.// 5. Inquietud, congoja.// 6. Poes铆a en que aparece una visi贸n idealizada del campo.// 7. Remo. En el hombre y los cuadr煤pedos, brazo o pierna. Diccionario de la RAE.// 8. Calmar la sed.// 9. Empinada.

(De Acuarelas paraguayas)



ETIMOLOG脥A DE NUESTRO PYRAG脺脡


Es indudable que las palabras se gastan con el uso, como cualquiera otra herramienta. Se gastan y terminan perdiendo o modificando su sentido pristino,(Primero, original) primigenio. Lo que se da en llamar su sem谩ntica. Por ello existe una funci贸n especializada de la gram谩tica -la etimolog铆a- que se encarga de estudiar y esclarecer ese obligado deterioro, con ayuda de otra ciencia m谩s vasta y m谩s profunda: la filolog铆a. El fen贸meno se produce en todos los idiomas, pues 茅stos var铆an constantemente mientras se mantienen vivos; pero la labor investigadora del cambio conceptual puede realizarse con relativa facilidad en las lenguas que cuentan con cierto acervo literario. El rastreo sem谩ntico es, en cambio, trabajo arduo en los idiomas de escritura gramatical precaria, que -como el guaran铆- no alcanzaron a acumular el atesoramiento de una literatura escrita.

Se producen por esta raz贸n dudas y desconciertos muy frecuentes sobre el significado etimol贸gico de voces guaran铆es con uso corriente. Contribuir a disiparlos resulta siempre tarea 煤til y satisfacci贸n curiosa. En tal sentido, quiero ocuparme aqu铆 de la etimolog铆a de pyrag眉e -palabra harto conocida entre nosotros-, sobre la cual arroja luz cierto peregrino documento.

El escritor H茅ctor Francisco Decoud lo transcribe en uno de sus libros titulado La masacre de Concepci贸n, apasionado alegato panfletario de car谩cter pol铆tico cuyo enjuiciamiento no viene a cuento en este breve comentario de 铆ndole exclusivamente filol贸gica. Afirma el autor del citado libro haberlo adquirido en R铆o de Janeiro, donde fueron a parar tantas piezas de archivos oficiales y particulares paraguayos por vicisitudes de la Guerra Grande y de la ocupaci贸n militar brasile帽a de esta ciudad de Asunci贸n. El mentado documento sometido ahora a juicio y estudio de los curiosos sobre la materia en mi intento de elucidaci贸n no es otra cosa que el informe policial elevado a la superioridad por un agente de investigaciones -un cl谩sico pyrag眉茅- respecto a un d铆a de vigilancia especial a don Pedro Decoud, ordenada por razones de estado que no hacen al caso. El ciudadano Pedro Decoud, t铆o carnal del escritor referido, estaba casado con do帽a Ramona Egusquiza y ejerc铆a la medicina en Asunci贸n.

Como podr谩 apreciarse de su lectura, el parte informativo es acabado modelo de eficiencia polic铆aca. Llegar铆a a la m谩xima perfecci贸n si el agente hubiera pose铆do reloj. En compensaci贸n de tal carencia, 茅ste contaba -como ocurre muy frecuentemente en casos semejantes-con la complicidad amorosa de una f谩mula del vigilado, quien le franqueaba las puertas de la casa por las noches facilit谩ndole, de ese modo, la labor del espionaje hasta lo m谩s rec贸ndito de la intimidad familiar y a帽adiendo, de paso, una peque帽a y muy humana dosis de placer al peso de la obligaci贸n profesional.

Copiado textualmente para respetuosa preservaci贸n de su sintaxis, el singular papelito reza as铆: 鈥淰iva la Rep煤blica del Paraguay. Asunci贸n, noviembre 7 de 1865. PEDRO DECOUD. Con el 煤ltimo toque de la diana, se abri贸 de repente la puerta de la esquina de su casa, y adentro del cuarto se encend铆a una vela pero no se divisaba a nadie, hasta que despu茅s de amanecido, sali贸 la sirvienta Marta y se fue con una cazuela a la plaza; despu茅s sali贸 disparando el hijo de 茅sta, Hip贸lito, y entr贸 en la casa de Sol铆s. Una mujer de la Recoleta, llamada Sinf贸, entr贸 en el patio por el port贸n y llevaba un caj贸n de cantaritos de leche, y despu茅s volvi贸 a salir otra vez. El muchacho Hip贸lito se volvi贸 otra vez con su atadito, y la madre vino tambi茅n con carne, mandioca y choclo. Llegaron a la esquina de la casa tres mujeres y cuatro hombres, que entraron en el cuarto de la esquina, y despu茅s de curarlos, volvieron a salir uno por uno, y dos se fueron a la botica de Parod鈥.

鈥淎 las doce del d铆a, se cerraron todas las puertas con trancas, y reci茅n a las v铆speras (dos de la tarde, aclara el transcriptor del documento) se abrieron otra vez el port贸n y la esquina. Una vieja andaba esperando que se abriera la puerta desde hac铆a mucho tiempo; entr贸 adentro, y despu茅s entr贸 tambi茅n una mujer con un muchachito en los brazos, muy enfermo y llorando a gritos. Do帽a Ramona (la esposa del doctor Decoud), con su hijo Pablito, sali贸 y se fue a entrar en la casa de Aceval. A las cinco de la tarde, vino llegando a caballo don Juan Jos茅 Loizaga, y don Pedro subi贸 a caballo y se fueron juntos al chorro a ba帽arse (con ese nombre era conocido hasta hace relativamente poco tiempo el manantial del actual parque Caballero), y reci茅n despu茅s de oscurecer vinieron otra vez, siguiendo el camino de su casa el compa帽ero, y do帽a Ramona vino tambi茅n鈥. 鈥淒on Pedro se sent贸 en una silla de vaqueta en la reguera, y estuvo hablando con don Policarpo Garro, que vino a visitarlo y a la queda se fue. La conversaci贸n que tuvieron era por sobre la seca que hab铆a; despu茅s se habl贸 de que el aljibe estaba seco, y don Policarpo le pregunt贸 qu茅 remedio tomar铆a para el dolor de cabeza, y el otro le contest贸 que tomara en ayunas el jarabe de don Vicente (refi茅rese a don Vicente Estigarribia, farmac茅utico, que fuera m茅dico de Francia). Don Pedro le cont贸 que hab铆a ido al ba帽o con don Juan Jos茅 Loizaga y que la bajada era mala. Despu茅s le cont贸 que el ba帽o del r铆o era m谩s lindo鈥.

鈥淐uando se toc贸 la queda (el toque de retreta en los cuarteles, a las 8 de la noche), se fue don Policarpo, y don Pedro entr贸 adentro en su cuarto y despu茅s de cenar mand贸 trancar todas las puertas y se acost贸 a dormir鈥.

鈥淒espu茅s, Marta me meti贸 adentro, y entonces me puse los zapatos de plumas por los pies para que nadie pueda o铆rme mi pisada, y despu茅s me puse a registrar las puertas y se encontraba todo trancado, y o铆 que las mujeres estaban hablando de la virgen de la Concepci贸n (l茅ase: de Caacup茅), que pronto llegaba su funci贸n, y despu茅s se durmieron todos鈥.

鈥淒ios guarde a Vuestra Excelencia muchos a帽os. Manuel C谩ceres鈥.

隆Qu茅 extraordinario poder evocativo contiene el incorrecto relato del polic铆a en todas sus minucias intrascendentes! La sugerencia brota exultante, c谩lida, colorida, v铆vida de la simple anotaci贸n descarnada, impersonal. Del rutinario movimiento de seres humanos que remedan el estupidizado traj铆n de hormigas en torno a la boca de su hormiguero. Seres borrosos, sin perfil definido, que alentaron en cierto momento fugaz para desaparecer luego, cual mariposas de noche estival; que vivieron su turno de vida y luego se esfumaron, como nos tocar谩 a nosotros hacerlo.

Sin embargo, all铆 est谩, expuesta en su af谩n deste帽ido de un solo d铆a, la chata, anodina vida cotidiana de una familia asuncena -tipificado arquertipo- en la aldeana Asunci贸n de hace justa mente un siglo. Sin prisas, sin cuidados excluyentes, sin problemas cremat铆sticos, con enorme regalo de tiempo para ser desperdiciado -o atesorado- en horas contemplativas. Para que el m茅dico abandone su consultorio, sus enfermos, monte a caballo, vaya a tomar su ba帽o vespertino al Chorro del actual Parque Caballero y vuelva con horas anticipadas para la cena magra, a la amarilla luz de l谩mparas y velas de sebo. Advi茅rtase, por de pronto, que en la vida de este m茅dico no cuenta en absoluto ninguna ambici贸n de lucro profesional. S贸lo se registran conversaciones intrascendentes de aburrimiento aldeano al anochecer, con alivio del calor, con la silla de vaqueta recostada en dos patas contra la pared.

Pero -resulta altamente sugestiva la observaci贸n- la guerra hab铆a estallado ya y su angustia afligir铆a necesariamente todo el 谩mbito de la nacionalidad. 驴C贸mo era posible que soslayaran hasta ese punto el tema obsesionante? 驴O era solo aparente la absurda despreocupaci贸n de aquella gente? 驴Advert铆an el espionaje simulando inter茅s exclusivo por la reserva de agua en los aljibes y la eficacia del jarabe de don Vicente?

Mas la fugaz evocaci贸n retrospectiva de un desvanecido instante asunceno amenaza extraviarme en estas reflexiones puramente filol贸gicas. Volvamos al asunto que aqu铆 nos interesa.

Sostienen algunos entendidos en la materia que el vocablo pyrag眉茅 -con vigencia actual para designar en guaran铆 al agente de investigaciones- significa textualmente 鈥減ie peludo鈥, con alusi贸n figurada al silencioso sigilo con que se mueve y esp铆a el agente. Otras personas doctas en etimolog铆a guaran铆tica afirman, en cambio, que la sem谩ntica aut茅ntica de la palabra no es otra que 鈥減yragueba鈥 y designa una especie de calzado de plumas, asegurado a los tobillos por ajorcas, de uso corriente entre los ind铆genas. Llevaban 茅stos las plumas ce帽idas a las piernas, como adorno; las doblaban por debajo de la planta de los pies cuando quer铆an borrar el rastro de sus pisadas.

驴La expresi贸n 鈥渆ntonces me puse los zapatos de plumas por los pies para que nadie pueda o铆rme mi pisada鈥, que el informante firmado Manuel C谩ceres emplea en el jugoso p谩rrafo final de su informe, significar铆a fielmente una acci贸n f铆sica, el uso de ese supuesto calzado especial de los ind铆genas o de alg煤n suced谩neo?

No parece probable tan siquiera. Hay que suponer, mejor, que se trata s贸lo de una alocuci贸n figurada, metaf贸rica, pensada en guaran铆 y escrita en castellano, que alude ponderativamente al sigilo puesto en su espionaje.

De cualquier manera, es 茅sta una interrogante etimol贸gica planteada a los ex茅getas del guaran铆.

(De Cr贸nica y ensayo).



LA NI脩A DE PLATA


Cuando el gobernador del Paraguay Francisco Ortiz de Vergara fue capitulado1 y depuesto en Lima por el presidente L贸pez de Castro, a ra铆z de su desastrosa expedici贸n al Per煤, all谩 alcanz贸 el nombramiento de quinto adelantado para esta provincia don Juan Ortiz de Z谩rate, con cargo de recabar en Espa帽a la indispensable confirmaci贸n del soberano.

Era el favorecido uno de los conquistadores peruleros2 con m谩s caudales atesorados. Hab铆a llegado al Per煤 en el a帽o 1534, con la armada de Herrando Pizarro, y militado en la causa de los hermanos.3 Entre otras varias campa帽as, actu贸 contra el Inca sublevado Manco Yupanqui. Se hallaba presente en las habitaciones del marqu茅s cuando 茅ste se vio acometido por los conjurados y recibi贸 heridas luchando bizarramente en su defensa. Pero luego, con sagacidad pol铆tica, en los disturbios provocados por Gonzalo Pizarro, se mantuvo leal a la causa del rey. Particip贸 poco despu茅s en las acciones principales de la guerra civil, perdiendo un brazo en el combate del Cuzco. Result贸 nuevamente herido en el de Guaina. Defendiendo siempre el es tandarte real, hizo con Hernando Gir贸n las 煤ltimas campa帽as que, en 1554, culminaron con el aniquilamiento del ej茅rcito rebelde en Pucar谩. Esa sostenida y consecuente regla de conducta permiti贸le amasar s贸lida fortuna, reiteramente acrecentada con repartimientos de las encomiendas vacas4 de los vencidos. Ten铆a acumulados ingenios, minas, ganados, molinos y fincas urbanas.

聽鈥淛uan Ortiz de Z谩rate -dice Azara- hizo la propuesta m谩s ventajosa entre los pretendientes, en los t茅rminos siguientes, seg煤n consta de una copia del Archivo de Buenos Aires. Pro meti贸 que fletar铆a cuatro nav铆os y conducir铆a quinientos hombres, doscientos de ellos labradores y de todo oficio y los restantes soldados con sus armas y municiones, sin gravamen ni auxilio del erario. Que introducir铆a en su gobierno, en los tres a帽os contados desde su arribo a 茅l, cuatro mil cabezas de ganado vacuno y otras tantas de lanar, con quinientas yeguas y caballos y quinientas cabras, que todo lo ten铆a en sus dehesas de Charcas y Tarija. Que edificar铆a dos ciudades m谩s, una entre Chuquisaca y Asunci贸n, necesaria para el rec铆proco comercio, introducci贸n de los ganados y sujeci贸n de los indios; y la otra en la entrada del r铆o de la Plata; y que se le hab铆a de conferir el t铆tulo de adelantado para su vida y la de su heredero, sobre lo descubierto y lo que se descubriese en las provincias del Paraguay, Paran谩 y sus comarcas, con lo que comprendieron los gobiernos de Pedro de Mendoza y de Alvar N煤帽ez鈥.

Esta car铆sima capitulaci贸n result贸, a fin de cuentas, la 煤nica equivocaci贸n trascendente de este hombre afortunado. Porque la aventura en que se meti贸 s贸lo le ocasion贸 gastos ingentes,5 cuidados y desgracias.

Cuando regresaba de Espa帽a para asumir su cargo en el Paraguay, el quinto adelantado fund贸 en el delta la Ciudad Zaratina de San Salvador, en el a帽o 1574 y en cumplimiento de una de las cl谩usulas de su capitulaci贸n. La fundaci贸n se frustr贸 dos a帽os m谩s tarde porque sus habitantes huyeron al Tucum谩n, acobardados por el acoso constante de los charr煤as. Ortiz de Z谩rate tra铆a al Paraguay medio millar de expedicionarios, de los cuales perecieron en el camino m谩s de un centenar y otros tantos quedaron en San Salvador. Entre ellos ven铆an cincuenta y ocho mujeres -veintitr茅s casadas y 鈥渆l resto para casar鈥-. Mas parece que la calidad de esa gente, al contrario de la venida con Mendoza y con Cabeza de Vaca, dejaba bastante que desear. De 鈥渆scoria de Andaluc铆a鈥 la calific贸 el tesorero Montalvo, que tambi茅n ven铆a en la expedici贸n. Entre esa 鈥渆scoria鈥 contaban, sin embargo, el linajudo Antonio de A帽azco, el capit谩n Pueyo y otros pocos hijosdalgo.6聽 聽聽聽聽聽聽聽聽聽聽聽聽 En lugar de los doscientos agricultores y menestrales prometidos en la capitulaci贸n, tra铆a el adelantado algunos frailes franciscanos para evangelizar. Entre ellos, figuraba el andaluz Luis de Bola帽os, de preclara memoria en la evangelizaci贸n de estas comarcas.

Arrib贸 Ortiz de Z谩rate a la Asunci贸n el 8 de enero de 1575 y se hizo cargo del gobierno. En octubre, reemplaz贸 en la tenencia general al padre de Hernandarias con su pariente Juan de Garay; y el 25 de enero de 1576, apenas un a帽o despu茅s de llegado, fallec铆a atacado del 鈥渕al de c谩maras鈥, como llamaban entonces a la disenter铆a.

El mismo d铆a de su muerte, el adelantado hac铆a testamento ante el escribano Bartolom茅 Gonz谩lez nombrando 煤nica y universal heredera de sus cuantiosos bienes a su hija natural Juana 聽de Z谩rate, apocada mestiza habida en la palla. Leonor, una Virgen del Sol hija del Inca Manco Yupanqui. La 帽ustita Juana, residente en Chuquisaca, contaba apenas diecis茅is a帽os cuando se hall贸 heredera de tan crecidos caudales, entre los cuales contaba el cargo de adelantado del Paraguay y R铆o de la Plata, capitulado por dos vidas. Dispon铆a el testamento que el adelantazgo correspond铆a a quien la desposara, por lo cual deb铆a elegirse para esposo 鈥渢al persona que como caballero pueda gobernar dichas provincias鈥. Nombraba albacea testamentario y tutor de la menor al escribano Mart铆n de Oru茅 y, hasta tanto la heredera se casara, encargaba interinamente del gobierno a su sobrino Diego de Mendieta, mozalbete de veinte a帽os, irresponsable y badulaque, llegado a la Asunci贸n con su ilustre t铆o.

La primera disposici贸n adoptada por Mendieta cuando se vio recibido como gobernador, capit谩n general y justicia mayor del Paraguay y R铆o de la Plata, consisti贸 en confirmar a Juan de Garay como gobernador de Santa Fe, donde se encontraba entonces, y confiarle la delicada misi贸n de sacar de Chuquisaca a do帽a Juana de Z谩rate, 鈥減ara que venga -seg煤n t茅rminos del testamento- a residir a estas provincias鈥. Parece que la premura de Mendieta en cumplir las disposiciones testamentarias de su t铆o obedec铆a al prop贸sito de alcanzar la mano de su primita con el consiguiente adelantazgo.

Breves meses despu茅s, Mendieta alcanz贸 tr谩gico fin, abandonado en la costa oriental del delta por los colonos de Santa Fe. Mientras tanto, dos a帽os gastar铆a Garay sin alcanzar el cum plimiento de la delicada comisi贸n. El arduo empe帽o, los accidentes del viaje y los enredos casamenteros de 鈥渓a ni帽a de plata鈥 -como dieron en llamar a Juana de Z谩rate cuando cundieron en el vasto escenario perulero los t茅rminos del testamento paterno- pueden llenar cap铆tulos y m谩s cap铆tulos de una novela apasionante.

Al pasar Garay por el Tucum谩n, el capit谩n Abreg煤, gobernador de aquella provincia, logr贸 detenerlo ocho meses, hasta que pudo, por fin, continuar viaje a Chuquisaca. Pero el retardo iba a resultar funesto para el 茅xito de su misi贸n. Lleg贸 a la ciudad audiencial7 justo a tiempo para una eficaz intervenci贸n en la pugna apasionada por la posesi贸n de la heredera mestiza; pero ya no lograr铆a arrancar a la ni帽a de plata de las poderosas fuerzas que la ambicionaban.

El licenciado don Juan Matienzo, oidor de alta influencia en la Audiencia de Charcas, pretend铆a imponer la candidatura de su hijo Francisco para marido de la 帽usta Juana. Con elocuencia curialesca y paternal entusiasmo, proclamaba que en el joven v谩stago 鈥渃ab铆an todas las partes necesarias para el gobierno del Paraguay y R铆o de la Plata, pues no hab铆a m谩s hidalgo en este reino, ni en Espa帽a, ni de m谩s calidad, ni mejor ginete, ni m谩s valiente y largo y liberal鈥. Pero el desp贸tico, tenebroso virrey Toledo tambi茅n ten铆a su candidato. Trat谩base de su pariente Antonio de Meneses, linajudo y rico mozo de Lima; y pretend铆a imponerlo con sus acostumbrados medios arbitrarios y prepotentes. Elimin贸 de la liza al oidor Matienzo traslad谩ndolo a Potos铆 como corregidor. Sin perder tiempo, envi贸 a Chuquisaca al alguacil mayor Diego Caballero de la Puente orden谩ndole 鈥渟acar a do帽a Juana de Z谩rate del poder de cualquiera persona que la tuviera a su cargo鈥 para entregarla al licenciado G贸mez Hern谩ndez quien, 鈥渢rayendo en su compa帽铆a alguna mujer honesta y vieja, venga hasta Potos铆 y de aqu铆 pase con do帽a Violante -esposa de G贸mez Hern谩ndez- a la ciudad de Arequipa鈥. Desde all铆, la infortunada ni帽a de plata ser铆a remitida a Lima para quedar sometida al cuidado del propio virrey. Dispon铆a tambi茅n la provisi贸n virreinal que de los propios bienes de la menor se sacasen 鈥渄os mil pesos ensayados9 de plata鈥, caballer铆as y bestias de carga para el viaje de la heredera y sus custodios. Como puede advertirse, la orden arbitraria, adem谩s de inicuo atropello, entra帽aba un despojo.

Do帽a Juana vivi铆a entonces con la familia de su t铆o Diego de Z谩rate. Hasta su casa lleg贸 el alguacil Caballero pretendiendo la entrega de la 帽ustita mestiza. Pero quien al fin sali贸 triunfante en la porf铆a casamentera y se alz贸 con la prenda fue 鈥渦n tercer ladr贸n鈥, apoyado por Garay, que representaba al tutor testamentario. Ese tercer ladr贸n era el licenciado Juan Torres de Vera y Arag贸n, el m谩s joven de los oidores, reci茅n trasladado a la Audiencia de Charcas desde Concepci贸n, de Chile. Era el futuro adelantado hombre apuesto, en茅rgico, probo y bien nacido. La pasividad de la doncella inclin谩base a esa preferencia y, cuando el comisionado del virrey se present贸 en la casa de los Z谩rate, tuvo que rendirse ante el hecho consumado de secretos responsales, que poco m谩s tarde se confirmaban en p煤blica celebraci贸n del matrimonio con jubiloso repique de campanas chuquisaque帽as.10

La audiencia de Charcas suspendi贸 a su oidor11 por casarse sin la obligada venia real, aunque secretamene celebrase como propia aquella victoria ganada al despotismo virreinal. Cumplida la mera f贸rmula, por auto de revista del 10 de enero de 1578, 聽lo repon铆a nuevamente en su oficio hasta que el monarca y su Consejo de Indias, a quienes 鈥渟e remit铆a la determinaci贸n del negocio principal鈥, resolvieran en definitiva. Pero el virrey Toledo, burlado en su prepotencia, no se resign贸 tan f谩cilmente a la derrota. Intim贸 a Juan Torres de Vera y Arag贸n y a su esposa do帽a Juana 鈥渉ija mestiza del adelantado Z谩rate鈥, que no salieran de Charcas para ir a la provincia del Paraguay. La arbitraria prohibici贸n, contraria a todo derecho, enervaba la posibilidad de asumir un mando independiente de la jurisdicci贸n virreinal. Pero el oidor acat贸 la orden, temeroso de que el desp贸tico virrey tomara represalias sobre los bienes de su esposa, cuya sucesi贸n era de suyo harto enmara帽ada, a pesar de 鈥渢ener manifestado al rey que de presente le estuviera bien meterse en dicho gobierno con do帽a Juana, por la buena ocasi贸n del regreso del capit谩n Juan de Garay con veinticinco soldados鈥.

Los c贸nyuges continuaron viviendo, pues, en Chuquisaca hasta mediados del a帽o 1580, fecha en que Torres de Vera y Arag贸n, llamado a Lima por el virrey, fue apresado. S贸lo recuper贸 la libertad cuando, en setiembre del a帽o siguiente, el virrey Henriquez reemplaz贸 al d茅spota Toledo en el cargo.

Do帽a Juana, la desdichada heredera de tan nefasta herencia, se refugi贸 con su primog茅nito Juan Alonso de Vera y Z谩rate -m谩s tarde gobernador del Tucum谩n- en el convento de Nuestra Se帽ora de los Remedios, en Chuquisaca. All铆 se extingui贸 melanc贸licamente su vida, a los veintitr茅s a帽os. Tambi茅n el fallido adelantado mor铆a, a comienzos del siglo XVII, sin ejercer el zarandeado gobierno.

隆Desventurada 帽ustita de ojos sesgados y tez cobriza, ni帽a de fat铆dica plata, p谩lida sombra de la historia colonial! Quiz谩 el 煤nico consuelo de su suerte infortunada consisti贸 en su pasiva condici贸n de mujer enamorada.

NOTAS

1. Sometido.

2. Del Per煤.

3. Los hermanos Pizarro, Francisco, Hernando, Juan y Gonzalo.

4. Vacantes, sin due帽o.

5. Considerables

6. Hidalgos

7. Donde hab铆a Audiencia o tribunal de apelaciones.

8. Cualidades.

9. Peso ensayado: moneda de valor superior al peso fuerte.

10. Chuquisaca, Charcas y La Plata eran nombres de la actual ciudad boliviana de Sucre.

11. Juez.

(De: Cr贸nica y ensayo)




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