Sobre "Al amparo del tiempo", de Chiquita Barreto, y la problemática femenina
Por JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO
Siempre las historias de sagas familiares ofrecen una peculiar dificultad. No es sencillo ensamblar las vidas individuales de un conjunto de personajes, consiguiendo la verosimilitud necesaria y la unión en un fin común: la construcción de una buena novela. Si se examina la historia de la literatura paraguaya, hay creaciones bien trazadas que, sin embargo, dejan cabos sueltos en los aconteceres de sus protagonistas, hasta llegar incluso a despistar al lector o dejarlo con la duda durante la trama y, lo que es peor, sin alcanzar un desenlace armado y coherente. No es fácil construir un edificio lleno de ventanas, y dejar todas bien colocadas y con buenas vistas.
Es el caso de una novela publicada en 2012, Al amparo del tiempo. Su autora, Chiquita Barreto, es una de las más prestigiosas de la reciente narrativa paraguaya. Ya sorprendió en el primer lustro de los años 90 con tres libros de cuentos muy destacables: Con pena y sin gloria (1990), Con el alma en la piel (1994) y Delirios y certezas (1995). En ellos retrataba distintas problemáticas femeninas reivindicando el papel de la mujer para la vida cotidiana y su alejamiento del primer plano social a lo largo de la historia. Incluso Con el alma la piel se puede considerar como uno de los primeros libros con el erotismo en un primer plano en la historia de la narrativa nacional. Desde la localidad de Coronel Oviedo, no ha dejado de escribir y publicar, sobre todo obras en las que la mujer es protagonista: sus avatares, su evolución y su situación dentro de la vida paraguaya corriente. Otras obras narrativas suyas son Ese extraño que me habita (2002), Historias pequeñas. Relatos para niñ@s (2003), la novela infantil Una siesta asombrosa (2006), su primera novela: Mujeres de cera (2010) y su segunda: La voz negada (2011). Por los títulos se adivina la posición femenina, pero también la lucha por la superación de la adversa realidad para salir de la resignación de las relaciones asfixiantes de la vida cotidiana. Es una denuncia de la hipocresía y el enclaustramiento, sobre todo cuando actúa el yugo de la opresión sobre los personajes.
La novela Al amparo del tiempo, publicada en 2012, nos sitúa en la guerra civil del año 1922. Una monja, sor María Eduvigis, auspicia en su convento a una recién nacida que recoge cuando marcha al mercado. Sor María Eduvigis es la cocinera del convento, razón por la que la niña María Pía se cría entre fogones y pucheros, entre hortalizas y especias. Pero María Pía no solamente se dedica a la cocina, sino también a tener hijos sin padre declarado. En el silencio de la noche, en un cuarto oscuro, aparecerá un misterioso hombre que luego llegará a ser obispo. Ante tantos embarazos y la inmoralidad que se desprende, abandona el convento. Monta un restaurante que adquiere cierto prestigio, La Mansión de María Pía, y allí su familia vivirá los avatares políticos que ya son historia del Paraguay, desde la susodicha guerra civil hasta el golpe que derribó a Stroessner, con los conflictos, amoríos, matrimonios, y un duro episodio próximo al desenlace protagonizado por María Eugenia, que abrirá el cierre de la novela.
La línea de esa mujer acallada por los prejuicios, dominada por los estereotipos sociales, aclamada en la intimidad y acallada en la sociedad, visible en La voz negada, una novela muy interesante y fundamental en la reciente historia literaria paraguaya. Al amparo del tiempo construye un universo en el que la mujer va abriendo caminos. Con un claro mensaje sobre la hipocresía y la arbitrariedad del poder, sobre todo el peso del catolicismo no siempre acorde a lo que predica. Pero sin abandonar ese mensaje coherente de las obras de Barreto, expresado en un párrafo de la antepenúltima página de la novela: “Cuánto silencio y silenciamientos de las mujeres a lo largo de la historia. Cuántas historias crueles disfrazadas de novelas de amor”. Y es que el amor es un denominador común de las historias de María Victoria, María Candela o María Laura, por citar algunas de las mujeres de la novela; un objetivo complicado de lograr y muchas veces germen de una frustración mayor después de la felicidad. En ocasiones es el propio rechazo de la mujer a la libertad lo que denuncia la autora. Esa tragedia final de María Eugenia es la que refrenda que la autenticidad es una meta difícil de conseguir.
Los hombres quedan en un segundo plano. Entre ellos, además del obispo, destaca la omnipresente figura de Juan Pinzón, director de la escuela local de Golondrina, donde discurre la mayor parte de la acción. En su papel de comparsa, en un bachillerato que da quince varones egresados por cinco mujeres, adquiere cierto brillo como persona que con empeño vence las dificultades, igual que las mujeres protagonistas de la obra. Encuentros clandestinos, apariciones furtivas, despechos insospechados, y unas voces que entran de manera coral en el discurso, constituyen una novela que merece la pena leer.
Y ahí queda esta historia de la saga de María Pía bien construida que engarza con ese pensamiento de Victoria, nombre simbólico de la protagonista de La voz negada. Con un dolor enterrador de las alegrías. Frente al tiempo, una de las grandes preocupaciones de la autora, que acaba poniendo mantos sobre las vidas, la mayor parte de tristeza, a pesar de los episodios felices y momentos jocosos vividos durante la narración. Chiquita Barreto es fiel a unos principios narrativos; posee un estilo propio reconocible y las agallas del buen narrador capaz de combinar ingenio, destreza lingüística y dotes para la ficción pura.
Fuente: www.abc.com.py