NENEQUITA
Letra: CARLOS MIGUEL JIMÉNEZ
Música: EMILIO BOBADILLA CÁCERES
NENEQUITA
Ágâ che yvága ijyvotýma
péina hendýma che mbyjami
tupâsyetégui ikyryîvéva ha ahayhuvéva
che rekovégui, Nenecami.
Korochirégui aroipurúva
ha eíra oguerúva ijahy'o
apurahéivo ku che kambápe ijapysápe
he'êmbochýva ñe'ê toho.
Héra che akâgui ndoje'ovéima
ndaikatuvéima che resarái
mbyja ko'êgui omimbivéva
che resapéva paje ykuágui hesa jajái.
Che raperâme iñapysêvo
ahechakuévo chemopirî
mborayhusâme ko che ñe'âgui
imba'erâgui ñanandytýre che ñapytî.
Ku Nenequita che anga jára
yvoty ára vaicha ogueru
yvotytýpe ha'e iporâgui
mburukujáre itenondéva ipoty kuru.
Che py'aitégui amomorâva
ha che juráva mitâkuña
ajeruréva yvagaguápe ipyti'ápe
ani ogue mborayhu rata.
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NENEQUITA
Intérpretes: DÚO PEÑA GONZÁLEZ
Versión cantada por el Dúo Peña-González
NENEQUITA
Nenequita - apodo de la arpista Ada Luz Valiente, hija de Agustín Pío Barrios, Mangoré- , fue el gran amor de Emilio Bobadilla Cáceres, músico y compositor nacido en Cerro Verá, Pirayú, el 3 de marzo de 1907 y fallecido en Asunción el 21 de marzo de 1979.
El encuentro entre ambos se produjo en el conservatorio de música del maestro Francisco (Nenín) Alvarenga, en Buenos Aires, en los primeros años de la década de 1940.
Generoso Larramendia - alumno del instituto junto a su hermano Luciano- fue un testigo privilegiado del romance que unió a los artistas durante varios años.
Nenequita, con no más de 15 años, vivía en la capital argentina con unos tíos. La tía le cuidaba con tanto celo que le llevaba a tomar sus clases de música, le esperaba y luego le acompañaba en el retorno a la casa.
Si bien pudo controlar buena parte de sus pasos, no pudo hacer lo mismo con respecto a los latidos de su corazón. En medio de las indicaciones de compases, de las corcheas y fusas y los demás contenidos del arte musical académico, creció la llama que en algún momento fue incendio incontenible.
Alondra feliz y Florecita de mi cielo reflejan lo apasionado del amor de Emilio hacia su joven compañera de clases. Las letras de Carlos Miguel Jiménez expresan lo que el autor de la música le transmitió para que dijera en versos lo que él manifestaba en música.
Hay, sin embargo, otra polca que lleva directamente el nombre de la musa inspiradora y destinataria de la canción que nuevamente tuvo a Carlos Miguel Jiménez como poeta de ocasión.
La particularidad de Nenequita - creada presumiblemente entre 1942 y 1943- es que el texto fue concebido totalmente en guaraní. Allí el canto se regocija en las vivencias del amor. La idílica visión que conlleva, evita la alusión a los escollos que tuvieron que superar para poder, finalmente, vivir juntos.
Los tíos, apenas enterados de la situación, le impusieron a Nenequita una disciplina más férrea de la que ya tenía. Ya no solo eran controlados sus pasos, sino también sus partituras, sus cuadernos de apuntes, el contenido de las conversaciones con cualquiera que no fuese de la familia, y la mirada, inclusive. A criterio de sus vigilantes, en una clave de sol o en una indicación de repetición en el pentagrama podía estar agazapado un secreto mensaje para la sobrina mezquinada.
A pesar de tantas llaves y controles escalonados, Emilio y Nenequita se las arreglaron para verse, concertar un encuentro y huir a un rincón inaccesible de la capital argentina.
"El único que sabía el paradero de ambos era Rubito (Agustín). Él tomaba sus precauciones para que nadie le siguiera. Simulaba ir a un lado y tomaba otro camino. Les llevaba comida, ropas, noticias y encargues del abogado que los asesoraba, ya que ella era menor de edad", contaba don Generoso, refiriéndose al mayor de sus hermanos.
Cuando se dio la oportunidad, salieron de su escondite y buscaron un juez para casarse. Con los hechos consumados y legalizados, ya no había modo de retroceder. Entonces pudieron compartir en plenitud aquella historia que les había costado sinsabores, separaciones, incertidumbres y peligros, hasta quedar coronado por el final de la dicha al alcance de un beso.
El proceso de creación no fue diferente al de las otras ocasiones. Emilio Bobadilla Cáceres le dio a Carlos Miguel la idea de lo que quería que dijera la letra, le tarareó la melodía y el resto corrió por cuenta del poeta.
Del tiempo en que el invierno había quedado atrás para dar paso a la primavera, es Nenequita. En la ausencia, los días se habían convertido en un pedazo de eternidad. Ya juntos, se apresuraron por recuperar cada segundo de felicidad que había quedado postergado.
Como testamento del amor compartido, Emilio Bobadilla Cáceres dejó una canción que habla de un tiempo de plenitud.
Memoria viva
MARIO RUBÉN ÁLVAREZ
Poeta y periodista
alva@uhora.com.py
Fuente: ULTIMA HORA
Sábado 24 de abril de 2010
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