LA FALSIFICACIÓN, LA IMITACIÓN, EL BOLEO, ¿RECURSOS PARAGUAYOS?
Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA
¿Qué debe admitirse como válido y qué rechazarse por falso o incierto? De esto se ocupan la filosofía y las ciencias, cada cual en su área. ¿Qué es bueno y qué malo? De esto trata la ética. ¿Qué es lo bello? De esto, la estética.
¿Qué debo creer, qué debo esperar? Aquí vamos con la religión. ¿Cómo lograr la eficiencia? Venga la tecnología. ¿Cómo gobernar mejor las sociedades humanas? He aquí a la política. Y así sucesivamente
; pero, en rigor, no resolviéndose lo primero, nada de lo que sigue merecerá crédito.Se acusa a Platón de dar autoridad filosófica a la ingenua creencia en que hay cosas que existen por el solo hecho de ser pensadas o nombradas, error secular que aún continúa siendo uno de los más formidables obstáculos para el avance del pensamiento científico, abono fértil para los embustes del esoterismo, la astrología, de creencias y supersticiones. Sus efectos negativos persistieron durante los últimos dos mil trescientos años, sostenidos por el prestigio de su perpetrador. Así, quien cree que si pronuncia la palabra mbói, la víbora se presentará a sus pies; o que si dice cáncer se expone a contraer el mal en el acto; o que si menta a Satanás se las verá con el Maligno personalmente, comete ese error, que Aristóteles denominaba hipostasía.
A su misma altura queda el funcionario político que imagina el progreso o el bienestar y luego los presenta como cosas que bajo su administración se hicieron realidad tangible. Esta gente, además, suele enojarse contra los que carecen de facultades para ver lo que ven ellos y contra los que viéndolas, malévolamente las niegan.
Los animales no imaginan, se atienen a los hechos. Tal vez sea precisamente la fatídica manía de pensar que adquirieron los humanos la que nos priva de saber siempre distinguir lo real de lo irreal, lo existente de lo imaginario. Luego la fantasía, legitimada en su forma estética, resulta que nos autoriza a inventar, a copiar o a falsificar.
De todos modos, consolémonos, nadie es capaz de ser completamente original. Solamente un cretino puede suponer que su creación no le debe nada a nadie. Aun los grandes pensadores y artistas están invariablemente influidos por alguien, a menudo por muchos antecesores y hasta por algunos contemporáneos suyos. Pero una cosa es estar influido, otra es imitar y, la tercera, falsificar.
Estamos en condiciones que falsificar cualquier cosa, comenzando por doctrinas, ideas, dichos y pensamientos ajenos, y de este modo atribuirnos genialidades o cargar embustes a otros, distribuir a conveniencia el ridículo o la torpeza. Pero ésta no es la fuente más profunda de remedos y adulteraciones, sino el afán por ser diferentes a lo que la madre naturaleza nos hizo, o a los demás. No querría referirme ahora solamente a las pequeñas falsificaciones, como el que describe el epigrama:
¿Ves esa niña con tanto rizo,
color purpúreo, gran cabellera,
pecho turgente y alta cadera?
Pues mira, Fabio, todo es postizo.
No son graves estas modalidades sutiles de fraude, como el cultivo exagerado de la forma corporal en los gimnasios, el abuso de la cosmética y el cultivo del sofismo, el arte de engatusar por medio de la palabra, habilidad tan antigua como la palabra misma, seguramente, aunque pocos lleguen a dominarla. Hay quien agrega la seducción sexual a esta lista, cosa harto discutible, si se parte de la convicción de que se trata de una actitud instintiva.
Los predicadores, sean misioneros, pastores religiosos, políticos o publicistas, seducen con una inmensa variedad de símbolos; además del colorido o de lo siniestro, de cierta música también, o algún juego de sonidos perturbador o hipnotizante; y los rituales solemnes, la manipulación de la idea de lo sagrado por medio de imágenes o edificios imponentes, las famosas promesas de salvación eterna, de un futuro feliz, del bienestar y del placer, en cualquiera de sus modalidades.
Nada de esto es nuevo y no cambió mucho desde la época en que los tupí-guaraníes perseguían el Mbaeveraguasu. El cambio que sufrieron con la conversión al cristianismo es que, en vez de buscar la tierra sin mal en este mundo y durante esta vida, se resignaron a la idea de que quizás la hallarían en otros. Pero para atraerlos, doctrinarlos y reducirlos hubo que regalarles bolitas, anzuelos, espejos, tijeras y cuñas de metal, que apreciaban relata un misionero jesuita mucho más que el oro o la plata. Josefina Plá sostiene, con buen criterio, que en tales intercambios no había realmente fraude, pues ambas partes recibían cosas que les parecían valiosas según sus pautas culturales. Pero ambas partes creían estar boleando a la otra.
Siendo bolear un paraguayismo que significa algo así como mentir suavemente, o inventar una respuesta sin saberla realmente, o fantasear a costa de la ingenuidad de los demás, al igual que la holgazanería se atribuye el "boleo" a la combinación genética ibérico guaraní. Veamos.
Relata Félix de Azara cosas como estas: "Al preguntar en las estancias por las leguas que había de ellas a otras, jamás respondían la verdad ni cosa que se le pareciese; y admirándome de los disparates, me dediqué a investigar la causa, y es esta: como estas gentes jamás han visto una vara de medir, ni oído un reloj, no tienen idea de las distancias absolutas, ni de las relativas que solo pueden expresarse por la velocidad y el tiempo; pero como conocen la velocidad o el andar de sus caballos, miran los que llevan el que pregunta, y si son flacos o poco vigorosos dicen que hay muchas leguas, y a los que ven al contrario dicen pocas". He aquí una explicación histórica del famoso "apeté".
Pero veamos también qué podría atribuirse a la herencia hispana. De los cronistas e historiadores jesuitas, seguramente quien bolea a gusto es el padre Pedro Guevara. Luego de relatarnos de qué tamaño son los cráneos de gigantes "torres formidables de carne" que aquí hallaron dice él, hace una muy entretenida descripción de animales fabulosos, de los cuales sorprende la de sirenas y sirenos libidinosos: "Porque no falte al hombre su semejante, hay también hombres y mujer marinos. No es mucha la semejanza, pero de medio cuerpo para arriba, la textura exterior algo participa de la figura humana. Yo me inclino que de esta especie es aquel pez macho que solicita el comercio con las mujeres. Barco Centenera refiere el caso de una muger que vino en la armada del adelantado Juan Ortíz de Zárate, la cual sentada sobre unas piedras junto a la isla Santa Catalina, vio venir hacia sí un pez que tentó violentar su castidad".
No menos dignos de cuidado para las mujeres eran, sin duda, los monos aulladores: "En lo que no se puede negar es en la parcialidad de los caaiguás, que habitan entre el Paraná y el Uruguay
Son los caaiguás abortivos de la naturaleza: hombres con narices de monos gibados que miran a la tierra como si para ella sola y sus bienes perecederos hubieran nacido; el cuello corto y tan ceñido, que no sobresale del hombro. El ánimo siguiendo la inclinación del cuerpo que tira a las bajezas de la tierra, no aspira a nobles ideas, abismado siempre en una nada de pensamientos y en unos pensamientos de nada, saltando de rama en rama y de árbol en árbol con estraordinaria lijereza y agilidad admirables".
Y en medio de tanta fantasía no había de faltar una abreviada Teoría de la Evolución de las Especies: "Más notable es lo que refiere en la vida del padre Almeida, el padre Simón Vasconcelos, como testigo ocular. Dice que vio unos gusanillos blancos sobre la superficie del agua, que primero se convirtieron en mosquitos; de mosquitos pasaron a lagartijas, estas tomaron figuras de mariposas, y las mariposas se transformaron en picaflores". Darwin y Wallace tuvieron aquí, en las Misiones jesuíticas, antecesores insospechados.
Si la falsificación es ilícita, el boleo y la imitación nunca estuvo prohibida por la ley aunque sí por otros motivos igualmente dignos. Practicamos una especie de platonismo hispano guaraní, fabricando realidades con la fantasía. Pero como no somos muy imaginativos, ahorramos esfuerzo imitando a todos, en particular a los porteños, tarea indigna en la que los publicistas, los locutores de radio y TV y los jóvenes en general cuidan ponerse a la vanguardia.
El boleo se hace tolerable si al menos es ingenioso, pero la imitación es la manera más ostensible de expresar desprecio por lo que somos. A menudo tan burda que ni siquiera podríamos defendernos con la exclamación chespiriana: "¡Oh! ¡Qué hermosa apariencia tiene la falsedad!".
Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR
Domingo, Noviembre de 2009
www.abc.com.py
ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM
(Hacer click sobre la imagen)

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
(Hacer click sobre la imagen)

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
(Hacer click sobre la imagen)
