PALABRAS DIFÍCILES
Hay quien se queja de lo que considera excesos literarios en el material periodístico: "Demasiadas palabras difíciles; a cada rato tengo que acudir al diccionario". Se nota que no lee esos papelitos que vienen dentro de las cajas de medicamentos, en los que se hallan cosas extraordinarias, como esta: "La biotransformación se efectúa en parte por glucuronidación, y principalmente por hidroxilación simple y múltiple, metoxilación que genera varios metabolitos fenólicos, dos de los cuales son clínicamente inactivos. Estos son luego transformados a conjugados glucurónidos". Contra los que escriben estas cosas nadie protesta.
Me pregunté qué es una palabra difícil y, puesto el caso, qué tenía de malo que molesta tanto. Entonces recordé algunos escritos de Hegel, Schelling, Heiddegger y otros filósofos de habla germánica de los últimos siglos. Si alguien, sin entrenamiento y calentamiento previo, se enfrentara con algún párrafo escrito por estos, o por posmodernos como Lacan, Deleuze, Vattimo u otro cualquiera de ellos, se expondría a un desgarro intelectual severo. Pero, si por ahí lo entienden, deberán tener derecho, sin más trámites, a un diploma en una universidad en funcionamiento.
Exploremos otros campos en busca de palabras difíciles. Una tía mía que escuchaba radio oyó el siguiente comentario acerca de un futbolista: "Todas las veces que se le dio la ocasión de enfrentar al portero, supo definir con categoría". Me preguntó luego por qué alguien tenía que luchar contra el cuidador de un edificio; si era porque este obligaba a la gente a definir conceptos con las categorías lógicas aristotélicas, lo cual obviamente alegaba, es una crueldad innecesaria.
De modo que, formuladas las premisas, efectuadas las inferencias, obtenidas las conclusiones atinentes y definiendo con categoría frente al portero, estamos en condiciones de afirmar que palabra difícil es simplemente aquella que no poseemos en nuestro vocabulario.
Y aquí surge la cuestión: ¿Deben los prospectos farmacéuticos evitar los términos incomprensibles para los legos? Y luego: ¿Debe el periodista asegurarse de emplear solamente palabras que estén en todos los vocabularios? Supongo que la primera respuesta es un no terminante, y que la segunda queda suspendida por efecto de un "depende".
Es decir, depende de a quién se dirige lo que uno escribe. No se pretenderá que los periodistas deportivos modifiquen su modo de hablar para que mi tía pueda entenderlos; más bien se espera que suceda al revés, es decir, que quien se interese en el deporte aprenda lo que sea necesario para comprender a sus comentaristas. Es que no existe quien hable o escriba para todo el mundo; no es posible hacerlo. Deliberada o inconscientemente, cada quien escoge su tipo de auditorio y su tipo de lector, de modo que el periódico debe procurar ser para todo público; el periodista, no.
Es peligrosísimo, por otra parte, que en el afán de lucirnos empleemos vocablos técnicos de otras profesiones, pues entonces les damos acepciones que nada tienen que ver con los genuinos, como sucede, por ejemplo, con taxativo, voz de la jerga jurídica que significa la cualidad de un listado legal de ser cerrado. Pero se vulgariza como si fuera sinónimo de "categórico", "explícito", "indiscutible" o algo así.
Más extendido aun es el caso del abuso que acabó sustituyendo la palabra vivienda por domicilio. Los cronistas se reportan ubicado "frente al domicilio de fulano" en vez de, sencillamente, estar frente a la casa. A este paso es de temer un día de estos algún reporte social que, a la par de relatarnos que la ceremonia matrimonial se realizó en el domicilio del novio, nos cuente que el oficiante se ubicó de frente al estado civil de los contrayentes, contemplando su capacidad jurídica para el acto.
¿Qué se gana diciendo domicilio en vez de residencia o casa? Además de gastar una sílaba más, ¿qué hay de mejor en decir direccionar en vez de dirigir o recepcionar en vez de recibir? ¿O en molestoso en vez de molesto; en dificultoso en vez de difícil; etc., etc.? Nada; no se gana nada. Pero quien se complica de este modo cree estar hablando elegantemente. A despecho de esta ingenuidad, la galanura del decir se hace más fácil de otro modo: profundidad sin pedantería, sencillez sin vulgaridad.
Fuente: ABC Color (Online)
www.abc.com.py
Sección: OPINIÓN
Sábado, 05 de Diciembre de 2009
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