PADRES Y PATRIAS
Antiguamente se celebraba el Día del Padre el 19 de marzo, que es el de San José; luego se adoptó la muy práctica manera de hacer coincidir estas conmemoraciones con feriados normales, de modo que ahora el Día del Padre es el tercer domingo de junio, solución que ha de aplicarse, asimismo, al Día de la Madre.
También existe un Día del Hombre -19 de noviembre- porque alguien lo propuso y la pavada tuvo eco. Debió llamarse “Día del Varón”, si queremos que “hombre” continúe siendo el denominador del género humano, abarcando a los dos sexos principales de la humanidad, el femenino y el masculino; y a los que eventualmente se andan inventando.
Está bien; nadie pierde de vista algo obvio: que varón y padre no son la misma cosa, por lo que no pueden encimarse en la misma celebración. En cuanto a que hay varones que se les llama padres pero no lo son en realidad, lo explica mejor esa vieja y paradójica definición que asegura que, al párroco, todos los del pueblo lo llaman “padre”, menos sus hijos, que lo llaman “tío”. De esto podemos dar cátedra en este país.
Los griegos antiguos consideraban padre nacional a Homero. De hecho, aquellos griegos fueron los inventores del concepto de patria, tal como lo conocemos y utilizamos hoy. De modo que también de ellos proviene la modalidad de que cada país designe a los “padres de la patria”. Nuestros próceres son los padres de la patria paraguaya, y no se limitan a los hombres de mayo de 1811, sino que también los hay más atrás y más adelante. Domingo Martínez de Irala, José de Antequera, Fernando de Mompox y Carlos Antonio López, por ejemplo, son tan padres de la patria como aquellos otros.
En materia de paternidad biológica, aquí somos raros. Casi nunca el varón paraguayo se sintió orgulloso de ser padre; más bien trata de soslayar el hecho rebajándolo al rango de accidente de la naturaleza o de trastorno de la pasión negligente. En las costumbres rurales se considera que los hijos pertenecen a la esfera de deberes y obligaciones femeninas; o de los abuelos, en su defecto, mas no al progenitor, quien después de haber cumplido con sembrar la semilla, pasa a disfrutar del derecho a desentenderse de la cosecha.
Pero ahora hay planes educativos. Se trata de convencer a los varones de asumir la paternidad en forma “responsable”; así se le llama oficialmente a los programas que intentan enseñar que, si se provoca la gestación de un ser humano, sea esta indeseada, imprevista o molesta, entonces no queda otra opción que asumir las obligaciones consecuentes y simplemente joderse, si no le agrada o le perjudica. Parece algo justo y razonable; pero hasta ahora no lo suficientemente filoso para atravesar la callosa coraza cultural, según se aprecia en estadísticas.
Cuenta una de nuestras muchas leyendas locales (de esas con tufo sociológico) que la paternidad irresponsable en el Paraguay es resultado de las condiciones sociales remanentes de la guerra del 70. Los datos de época no registran tal fenómeno. El desbalance entre sexos causado por la contienda fue efímero, rápidamente equilibrado por la actividad demográfica, para llamarla así, ahora que están de gran moda los eufemismos. Creer en aquella fábula de que las mujeres paraguayas de posguerra andaban vagando por los caminos buscando varones adultos para que las embaracen al pasar, es tan ingenuo y fantasioso como creer que estando ellas en esto, a menudo caían en manos del Pombero, que acechaba para aprovecharlas. Parece que esa guerra generó más embustes y leyendas que víctimas.
Muchos padres de las naciones no fueron padres biológicos o fueron muy mediocres en tal función; no obstante, “Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta”, como decía precisamente Homero. Algo que, sin duda alguna, lo suscribiría todo aquel que haya tenido que ir a vivir en el exterior.
Fuente: ABC Color (Online)
www.abc.com.py
Sección: OPINIÓN
Domingo, 18 de Junio de 2017
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