Emiliano R. Fernández era un hombre hecho para los caminos, no para la quietud de un paraje ni mucho menos la calma de un hogar. Se quedaba, a veces, en un lugar; pero cuando sentía el aguijón de una llamada interior, no oponía resistencia.
Entre 1939 y 1940 estaba en la compañía Itauguá Guazú, jurisdicción de Itauguá. Su compañero y amigo, guitarrero y cantor -también acarreador de caña dulce a la fábrica de los Vaesken en Guarambaré- Lucas Meza lo albergaba en su casa. No se quedaba, pero tampoco iba lejos. Estaba contento en la zona. Salía de serenata, escribía, no faltaban la bebida y tampoco las mujeres. Había sobre todo una que amaba en secreto y que tal vez le ataba los pies para no desatar sus alas de pájaro itinerante.
Un día, sin embargo, se acabó para Emiliano el tiempo de sosiego. Su voz interior le susurró que los lejanos puertos del norte y los obrajes clamaban por su poesía, su guitarra y sus oficios múltiples para sobrevivir en los montes del Alto Paraguay.
«Una mañana convocó a Lucas Meza y los suyos, sus vecinos y amigos. Se quería despedir de ellos a su estilo. No tenía cómo pagar por lo que le habían dado. Por eso escribió un poema en el que les decía que a pesar de estar contento y feliz con ellos, era la hora de partir. Fue así como les hizo escuchar los versos de Ahátare pende hegui. Al terminar de leerlos, con su firma, le entregó la copia al dueño de casa», cuenta el músico, poeta y compositor Néstor Damián Girett.
«Al final de su obra se refiere a una mujer a la que quiere desde lejos. Esa es Fernanda Aguilera, pariente de Lucas Meza, que vivía en la compañía Pirayú Yurú no lejos de Itauguá Guazú. A ella le escribió -y le llamaba así-, Che lucero ñemimby. En La página rota, también dedicada a ella, sin embargo, dice: “Adiós dulce Fernanda, soñada novia mía”. No es muy claro aquí», comenta el Premio Nacional de Música 2005.
Girett, ya luego de salir del conjunto del dúo Pérez-Peralta (Rufino Pérez y Abdón Peralta), en 1972, llegó al domicilio de Lucas Meza. «Manolo Meza, el animador, fue el que me llevó junto a su tío», recuerda.
«Kóa che ra'y ho'áta ne melodiápe. Amombe'úta ndéve la ijistória alguna vez ojekuaa haguâ ha ani ho'a tesaráipe. Anínteke rekambia mba'eve (Esto va a quedar bien en tu melodía. Te voy a contar cómo nació, para que lo divulgues alguna vez y no se pierda en el olvido. Solo te pido que no le cambies nada)», le dijo Lucas Meza y le dio el original para que lo copiara.
«Esa vez también me entregó las letras de Salud che parajekue -que yo musicalicé- y otra que se llama La primera noche, que es el comienzo de Desengaño, esa que dice “Fue a tu casa que una noche yo llegué por vez primera...”. Curiosamente, se conoce la segunda parte y no la primera. Todavía no divulgué esta canción», continúa Néstor.
«Enseguida yo le puse la música a Ahátare pende hegui. La grabé en 1974 por primera vez. Hice otra versión, ya en el 2007, con tres notas más altas y quedó muy bien», concluye el compositor.
En la Antología Poética de Emiliano R. Fernández, publicada por la Editorial El Lector, con selección de Rudi Torga, el poema está datado en 1930.