CANTO PRIMERO
En que se trata del origen de los chiriguana o guaraní,
gente que come carne humana, y del descubrimiento del Río de la Plata.
Del indio chiriguana encarnizado
en carne humana, origen canta solo.
Por descubrir el ser tan olvidado
del argentino reino, ¡gran Apolo!
envíame del monte consagrado
ayuda con que pueda aquí, sin dolo,
al mundo publicar, en nueva historia,
de cosas admirables la memoria.
Mas ¡qué digo de Apolo, Dios eterno!
a vos sólo favor pido y demando.
Qué mal lo puede dar en el infierno
el que continuo fuego está penando.
Haré con vuestra ayuda este cuaderno,
del argentino reino recontando
diversas aventuras y extrañezas,
prodigios, hambres, guerras y proezas.
Tratar quiero también de sucedidos
y extraños casos que iba yo notando.
De vista muchos son, otros oídos,
que vine a descubrir yo preguntando.
De personas me fueron referidos
con quien comunicaba, conversando
de cosas admirables codicioso,
saber que escribirlas deseoso.
Perú de fama eterna y extendida
por sus ricos metales por el mundo;
la Potosí imperial ennoblecida,
por tener aquel cerro tan rotundo; (1)
a tucumana tierra abastecida (2)
de cosas de comer, con el jocundo
Estado de Brasil, darán subjecto
a mi pluma que escriba, yo prometo.
Que aunque en esta obra el fundamento
primero y principal, Río de la Plata,
y así es primero no será mi pluma ingrata:
que aquí pintará al vivo lo que siento
del nuevo orbe al marqués Mora: (**) y si trata
contrario a la verdad, yo sea borrado
de su libro, y a olvido condenado.
También diré de aquel duro flagelo,
que Dios al mundo dio por su pecado,
el Drake que cubrió con crudo duelo (3)
al un polo y al otro en sumo grado.
Trataré de castigos, que del cielo
parece nuestro Dios nos ha enviado:
temblores, terremotos y señales
que bien juzgarse por finales.
En todo hallará bien, si lo quisiere,
a su gusto el lector, gusto sabroso.
Y guste lo que más gusto tuviere,
y deje lo sin gusto y disgustoso,
hará al fin lo que más gusto le diere:
que esto de escribir es azaroso,
En nombre de Jesús comienzo ahora,
y de la virgen para emperadora.
Después del gran castigo y gran justicia,
que hizo nuestro Dios omnipotente,
por ver cómo crecía la malicia
del hombre que compuso sabiamente,
habiendo recibido la propicia
señal de la amistad, Noé prudente,
de Japhet, hijo suyo, así llamado,
Tubal nació valiente y esforzado. (4)
Aqueste fue el primero que en España
pobló: pero después viniendo gentes
con la de aqueste Tubal y otra extraña
más, del mismo Noé remanecientes,
España se pobló, y tanta saña
creció entre unos hombres muy valientes
tupies, que por costumbre muy tirana
tomaron a comer de carne humana.
Creciendo en multitud por esta tierra
Extremadura bella, aquesta gente
de tan bestial designio y suerte perra,
por atajar tan mal de incontinente
hicieron los ricinos grande guerra (5)
contra aquestos caribes fuertemente;
en tiempo que no estaba edificada
la torre de Mambrós tan afamada. (6)
Ni menos el Alcócar trujillano,
en que vive la gente trujillana:
ni la puente hermosa, que el romano
en Mérida nos puso a Guadiana.
Ni había comenzado el lusitano, (7)
que habita en la provincia comarcana.
Empero había ricinos en la tierra,
muy fuertes, y valientes para guerra.
Aquestos son nombrados trujillanos;
cual pueblo Castrum Julii fue llamado, (8)
que cuando le poblaron los romanos
el nombre de su César le fue dado.
Fronteros de estas tierras los profanos
de aquel designio pérfido, malvado,
caribes inhumanos habitaban,
y toda la comarca maltrataban.
Corriendo las riberas del gran Tajo,
y a veces por las sierras de Altamira, (9)
ponían en angustia y en trabajo
la gente con su rabia cruda y dira.
No dejan cosa viva: que de cuajo,
cuanto puede el caribe, roba y tira;
a cual quitan el hijo y los haberes,
y a otros con sus vidas las mujeres.
Vistos por los ricinos trujillanos,
con ánimo invencible belicoso,
contra aquellos caribes inhumanos
formaron campo grande y poderoso.
Venido éste negocio ya a las manos,
de entre ambas partes fue muy sanguinoso:
mas siendo los caribes de vencida,
las reliquias se ponen en huida.
Expulsos de la tierra, fabricaron
las barcas y bateles que pudieron,
y a prisa muchos de éstos se embarcaron
y sin aguja al viento velas dieron.
A las furiosas aguas se entregaron,
y así de Extremadura se salieron;
y a las islas, que dicen Fortunadas,
aportan con sus barcas destrozadas.
Platón escribe y dice, que solía
el mar del Norte, Atlántico llamado,
ser islas lo más de él, y se extendía
la tierra desde España en sumo grado.
Y que en tiempos pasados se venía
por tierra mucha gente; y se han llamado
las islas Fortunadas, que quedaron,
cuando otras del mar del Norte se anegaron. (10)
Y así a muchos pilotos yo he oído,
que navegando han visto las señales
y muestras de edificios que han habido, (11)
(cosas son todas éstas naturales,
que bien pueden haber acontecido)
por donde los tupíes descomunales,
irían fácilmente a aquellas partes,
buscando para ello maña y artes. (12)
Llegando, pues, allí ya reformadas
sus barcas y bateles, con gran pío,
tornáronse a entregar a las hinchadas
ondas del bravo mar a su albedrío.
Las barcas iban rotas, destrozadas,
cuando tomaron tierra en cabo Frío,
que es tierra del Brasil, yendo derecho
al río de la Plata y al estrecho.
Comienzan a poblar toda la tierra,
entre ellos dos hermanos han venido.
Mas presto se comienzan a dar guerra,
que sobre un papagayo ha sucedido.
Dejando el uno al otro, se destierra
del Brasil, y a los llanos se ha salido.
Aquel que queda ya Tupí se llama,
estotro Guaraní de grande fama. (13)
Tupí era el mayor y el más valiente,
y al Guaraní menor dice que vaya
con todos sus soldados y su gente,
y que él se quedará allí en la playa.
Con la gente que tiene incontinente
el Guaraní se parte y no desmaya:
que habiendo con su gente ya partido,
la tierra adentro y sierras ha subido.
Pues estos dos hermanos divididos,
la lengua guaraní han conservado:
y muchos que con ellos son venidos,
en partes diferentes se han poblado,
y han sido en los lenguajes discernidos,
que por distancia nadie ha olvidado.
También con estos otros, aportaron,
que por otro viaje allá pasaron.
Mahomas, epuaes y calchines,
timbúes, querandíes y begunes,
agaces, y nogoés, y sanafines,
maures, tecos, sansones, mogoznaes.
El Paraná abajo, y a los fines
habitan los malditos charruaes,
naues y mepenes, chiloazas:
a pesca todos dados y a las cazas.
Los nuestros guaraníes, como señores,
toda la tierra cuasi dominando,
por todo el Paraná, y alrededores
andaban crudamente conquistando.
Los brutos, animales, moradores
del Paraguay, sujetan a su mando.
Poblaron mucha parte de esta tierra,
Con fin de dar al mundo cruda guerra.
Poblando y conquistando han alcanzado
del Perú las nevadas cordilleras;
a cuyo pie ya tienen subyugado
el río Pilcomayo y sus riberas (14)
Muy cerca de la sierra han sujetado,
a gentes muy valientes y guerreras
en el río Condorillo y Yesuy,
y en el grande y famoso Guapay.
Una canina rabia les forzaba
a no cesar jamás de su contienda.
Que el guaraní en la guerra se hartaba
(y así lo haría hoy, sin la rienda,
que le tenemos puesta), y conquistaba,
sin pretender más oro, ni hacienda,
que hacerse como vivas sepulturas
de símiles y humanas criaturas.
Que sin mirar aquesto bien queremos,
caribe dice, y suena sepultura
de carne: que en latín caro sabemos
que carne significa en la lectura.
Y en lengua guaraní decir podemos
Yvy, que significa compostura
de tierra, do se encierra carne humana:
caribe es esta gente tan tirana.
Teniendo, pues, la gente conquistada,
en mil parajes se poblaron de hecho.
El guaraní con ansia acelerada
a los charcas camina muy derecho.
La cordillera y sierra es endiablada:
parece le será de gran provecho
parar aquí, y hacer asiento y alto,
con fin de allí al Perú hacer asalto.
Muy largos tiempos y años se gastaron,
y muchos descendientes sucedieron,
desde que los hermanos se apartaron.
De Tupí en el Brasil permanecieron
tupíes, y destotros que pasaron
guaraníes se nombran, y así fueron
guerreros siempre aquestos en la tierra,
que el nombre suena tanto como guerra. (15)
Aquestos guaraníes se han mestizado
y envuelto con mil gentes diferentes,
y el nombre guaraní han renunciado,
tomando otro por casos y accidentes.
Allá en las cordilleras, mal pecado,
chiriguanaes se dicen estas gentes,
que por la poca ropa que tenían,
de frío muchos de ellos perecían.
La costa del Brasil es muy caliente,
y el Paraguay y toda aquella tierra.
Camina aquesta gente del oriente,
Y para en las montañas y la sierra,
caminando derechos al poniente,
haciéndoles el frío cruda guerra.
Que mal puede el desnudo en desafío
entrar y combatirse con el frío.
Llegaron, pues, al fin a aquel paraje
do el frío les hizo guerra encarnizada,
y frío chiri suena en el lenguaje
del inga, que es la lengua más usada;
guana es escarmiento de tal traje.
Aquesta gente iba mal parada,
y el frío que tomaron, escarmiento
fue Vara el chiriguana y cognomento. (16)
En este tiempo ya habían venido
por otra parte y vía al Perú gentes:
por ser tan exquisitos, no he querido
sus nombres referir tan diferentes.
En una lengua muchos se han unido,
que es quichua, y los hidalgos y valientes,
de aqueste nombre inca se han jactado,
y a todos los demás han sujetado.
Estando de esta suerte apoderados
los incas, los Pizarros allegaron,
y siendo del Perú bien enterados,
la tierra en breve tiempo conquistaron.
Los guaraníes sus dientes acerados
alegres con tal nueva aparejaron,
pensando que hartarían sus vientres fieros,
de la sangre de aquellos caballeros.
El corazón pedía la venganza
de sus pasados padres, que habían sido
de la tierra extremeña a espada y lanza
expulsos, como arriba habéis oído.
Mas viendo de Pizarro la pujanza, (17)
temieron de pasar; y así han tenido
por seguros los montes despoblados,
sin ser a gente humana sujetados.
De allí hacen hazañas espantosas,
asaltos, hurtos, robos y rapiñas,
contra generaciones belicosas,
que están alrededor circunvecinas.
En sus casas están muy temerosas,
como unas humillísimas gallinas,
con sobrado temor noche y mañana,
temiendo de que venga el chiriguana.
Usan embustes, fraudes y marañas, (18)
también tienen esfuerzo y osadía,
y así suelen hacer grandes hazañas,
que arguyen gran valor y valentía,
a aquestos vi hacer cosas extrañas
en tiempo que yo entre ellos residía:
y el que no me quisiere a mí escucharlo,
al de Toledo vaya a preguntarlo.
Dejemos esto ahora: -navegando
Magallanes también vino derecho,
la costa del Brasil atrás dejando
en busca fue y demanda del estrecho,
salió del mar del sur atravesando,
y hállase contento y satisfecho,
y al mundo da una vuelta con victoria,
ganando en este caso fama y gloria.
Después a los quinientos y trece años,
contados sobre mil del nacimiento
de aquel que padeció por nuestros daños,
dio Juan Díaz de Solís la vela al viento,
al Paraná aportó, do los engaños,
del timbú le causaron finamiento,
en un pequeño río de grande fama,
que a causa suya de Traición se llama.
Por piloto mayor de Magallanes
al estrecho venido aqueste había;
no harto de pasar penas y afanes,
la conquista a don Carlos le pedía.
Entró el río arriba con desmanes,
hasta que ya el postrero le venía,
en que su alma del cuerpo se desata,
poniendo al Paraná nombre del Plata. (19)
No fue sin causa, creo, de secreto,
y señal de misterio y buen agüero, (20)
aunque es así que todo está sujeto
al alto divino juicio verdadero,
y aunque usó este nombre por respeto,
que vido cierta plata allí primero,
Yo entiendo que ha de haber grande tesoro
algún tiempo de plata allí y de oro.
La muerte pues de aqueste ya sabida,
el gran Carlos envía al buen Gaboto, (21)
con una flota al gusto proveída,
como hombre que lo entiende y que es piloto.
Entró en el Paraná, y ya sabida
la más fuerza del río le ha sido roto
del guaraní, dejando fabricada
la torre de Gaboto bien nombrada.
Algunos de los suyos se escaparon
de aquel río Timbúes do fue la guerra,
al río San Salvador después bajaron,
donde la demás gente estaba en tierra.
A nuestra dulce España se tornaron,
huyendo de esta gente infiel y perra.
Mas no pone temor ésta destroza
a don Pedro Guadix y de Mendoza.
Don Pedro de Guadix, como diremos,
después de haber de Roma malvenido,
cuando hubo disensión en los supremos,
el gobierno argentino hubo pedido.
Empero algún tanto ahora descansemos,
que no le dejaremos por olvido,
pues su hambre rabiosa y grande ruina
ayuda a lamentar a la Argentina.
De nuestro río argentino y su grandeza
tratar quiero en el canto venidero,
de sus islas, bosques y belleza,
epílogo haré muy verdadero.
Ninguno en leerlo tenga pereza,
que espero dar en él placer entero,
de cosas apacibles y graciosas,
y dignas de tenerse por curiosas.
NOTAS
(*) Se han incluido únicamente los capítulos que atañen al Paraguay.
(1) Cosa muy sabida es de todos la riqueza del Perú, y del famoso cerro de Potosí, que es a la manera de un montón de trigo mirándolo de lejos: y esgrima mirarlos socavones que se han hecho para desentrañarle y sacarle la riqueza de metales que tiene dentro de sí.
(2) Tucumán es una provincia abundante en comida. Chile es la parte más floresta y jardín, tiene oro, y en particular Santiago de Chile. Es tierra de mucho recreo.
(**) Don Cristóbal de Mora, marqués de Castel Rodrigo, virrey, gobernador y capitán general de Portugal, por el Rey Felipe III. Fue la persona a quien el autor dedicó su poema. El Editor.
(3) El capitán Francisco Drake, que fue azote de Dios en el mar del Norte y el del Sur, pues saliendo de Inglaterra que está hacia el polo Ártico y pasando el estrecho, hizo tanto daño debajo del polo Antártico.
(4) Notoria cosa es, a los que tienen lumbre de fe, el diluvio y como Noé hizo el arca, en que se salvó con los suyos; y como habiendo cesado el diluvio, le dijo Dios signum ponam inter me & te, que fue el Arco Iris, signum foederis: y como Tubal, hijo de Japhet, y nieto de Noé, pobló primero la España, de donde los portugueses derivan Setubal, casi Sedes Tubal.
(5) Ricinos, en la comarca de Trujillo: vivían en tiendas.
(6) La torre de Mambrós, es Placencia.
(7) La gente de Portugal, esto es, Portus Gallicus.
(8) Castrum Julii, de Julio César, fue dicho Trujillo, y según otros, de Juliano Metida, que otro tiempo fue la Roma de las Españas.
(9) Estas tierras de Altamira, según algunos, son las sierras de Magacella, y según otros, la de Santa Cruz, tres leguas de Trujillo.
(10) Cosa común es cuanto acopió el mar Atlántico: quedaron las islas Canarias y Cabo Verde libres, y así son hoy en día llamadas Fortunadas, esto es, casi felices y dichosas. En tiempo del rey Gerion, a quien venció y mató Osiris, que fue el famoso Hércules, antes de la famosa seca de España, que fue mil años antes de nacer Cristo, se poblaron estas islas.
(11) Navegando por la mar del Norte, se han visto por debajo de agua vestigios de edificios antiguos.
(12) Pedro de Medina en el libro de "Grandezas y cosas memorables de España, cap. 34".
(13) Los dos cabezas que salieron de España eran hermanos, Tupí y Guaraní, eran casados, la mujer del uno pidió a la del otro un papagayo, y no dándoselo, hubo pendencia entre los dos hermanos.
(14) Este río Pilcomayo corre de la provincia de los Charcas, y entra a cuatro leguas de la Asunción, en el Paraguay, y toma nombre de Araquai. El río Guapay pasa doce leguas de Chuquisaca, quiere decir bebo todas las aguas, y es el mismo que llamase en Chuquisaca, el río Grande.
(15) Guaraní significa una mosca muy importuna, que hay en aquella tierra, a la manera del tábano, que chupa la sangre, y por serles tan importuna la guerra de los indios, la llaman del nombre de esta mosca.
(16) El Gaanzapainga, que significa sólo señor, les puso este nombre a los guaraní diciendo que la gente que venía desnuda, de donde nace el Sol, que es la tierra caliente, hacia aquellas partes y cordilleras, que es tierra fría, el frío, que es chiri, les escarmentaría, que es guana: de donde vino Chiriguana: como diciendo: dejarlos, que el frío les escarmentará.
(17) Muy trillada cosa es el descubrimiento del Perú, y lo que los Pizarros hicieron. Dice, pues, que el corazón pedía la venganza, idest, que los chiriguanas movidos de resentimiento, en pensando que los Pizarros eran procreados en aquella tierra Extremadura, de donde sus antepasados habían sido echados, se alegraban para hacer el trueco que entre ellos dicen, matando a quien mató cosa mía. Pero fue tanta la fama de los Pizarros entre los indios, que los chiriguanas, sin experimentar su valor, les temieron, y así cesaron por aquel tiempo de sus conquistas, y pararon en las cordilleras de Chuquisaca, de donde hoy, primero de octubre de 1592, aún hacen daño, y matan a los que van a Santa Cruz de la Sierra.
(18) Usan los chiriguanas muchos embustes en la guerra; son grandísimos traidores en la paz, son de suyo animosos, crueles y vengativos. Dice que les vio hacer cosas extrañas así en la guerra como tratando entre ellos; y que, quien no le quisiese escuchar vaya a preguntarlo al Toledo, o al virrey don Francisco de Toledo, hermano del conde de Oropesa, quien gastó en ir a conquistar, 800.000 ducados de la caja, sin mucho otro dinero de particulares, y salió de la cordillera derrotado.
(19) Magallanes, por quien tomo nombre el estrecho, que lo eternizó hasta el fin, descubrió aquel pasaje. Llevaba en su compañía a un don Juan Díaz de Solís, quien de vuelta pidió al emperador don Carlos, señor nuestro, la conquista del Río de la Plata, y dándosela fue con armada a Río de la Plata, llamado Paraná. Entró, y subiendo y atravesando un riachuelo lo mataron los indios a traición en aquel río, que se llama el Río de la Traición. Este puso por nombre al Paraná, Río de la Plata, porque al tiempo que lo descubrió, halló indios con planchas y corona de plata.
(20) Dice que no fue sin causa de buen agüero, porque se hallan grandes muestras el día de hoy de oro y plata, y el autor las ha visto, y trajo a estos reinos de Castilla, y la causa de no haberse beneficiado los metales, han sido los gobernadores, porque desean perpetuarse en sus gobiernos en vida, y saben que habiendo plata han de ser visitados por la Audiencia, y acabar su señorío, que es mayor de lo que se puede decir, como en tierras apartadas del rey y señor propio, a donde primero que llegan las quejas, son acabados los agraviados, y se quedan sin castigo las agraviantes.
(21) Sebastián de Gaboto, era también piloto: pidió la conquista, diósela el emperador nuestro señor, fue al Río de la Plata, subió 80 leguas por arriba de Buenos Aires, y edificó una fortaleza, cuyas tapias están hoy en pie.
CANTO SEGUNDO
En este canto se trata de la grandeza del Río de la Plata, del Paraguay,
y de las islas, peces, aves que hay en ellos.
La obra excelentísima y grandiosa
arguye grande artífice y maestro:
que no puede hacer obra preciosa
el hombre que en el arte no está diestro.
Como la creación maravillosa
enseña, Señor mío, el poder vuestro,
en su tanto también aqueste río
muestra grande saber y poderío.
Inmensas gracias, Dios Señor, os damos,
pues todo a nuestra causa lo criastes;
y a nosotros que mal os lo pagamos,
para vuestro servicio nos formastes.
Cuanto sois, mi Señor, si bien miramos
las cosas que en el mundo vos plantastes,
nos da bien a entender, y la grandeza
de vuestro gran saber y la riqueza.
El río que llamamos Argentino, (1)
del indio Paraná o mar llamado,
de norte a sur corriendo su camino
en nuestro mar del norte entra hinchado.
Parece en su corriente un torbellino,
o tiro de arcabuz apresurado.
Mas con el viento sur plácidamente
se vence navegando su corriente.
De más de treinta leguas es su boca,
y dos cabos y puntas hace llanas.
Al tiempo que en la mar brava se emboca,
al cabo dos islas, como hermanas,
están, que cada cual parece roca.
Los Castillos se dicen, muy cercanas
al cabo que nombré Santa María,
qué poco de estas islas se desvía.
Al otro cabo, Blanco le llamamos,
el cual en la mar entra más derecho
y más bajo, y por esto navegamos,
por más seguro este otro, un poco trecho.
Después al otro cabo nos tornamos,
el cual está a la banda del estrecho:
entrambas costas son muy peligrosas,
y de futuros casos portentosas.
Pasadas estas islas de Castillos,
adelante están dos algo mayores:
de los Lobos se dicen, que lobillos
como becerros hay, poco menores.
Un poco más arriba dos islillos.
Están, nombrados islas de las Flores,
y habiendo treinta leguas caminando,
al puerto San Gabriel hemos llegado.
Siete islas hay en él, altas, graciosas, (2)
un poco de la tierra desviadas,
de palmas y laureles muy copiosas,
están aquestas islas bien pobladas.
Aquí llegan las naves poderosas,
como salen de España despachadas.
Frontero es Buenos Aires ya poblado,
y del sur importuno resguardado.
De ancho nueve leguas o más tiene
el río por aquí, y muy hondable.
La nave hasta aquí segura viene:
que como el ancho mar es navegable.
Pasado este paraje le conviene
al piloto mirar el gobernable,
en la mano llevando siempre sonda,
o seguir la canal que va bien honda.
Doce leguas de aquí Martín García, (3)
una isla de este nombre está llamada:
una legua de tierra se desvía,
y más de legua y media es prolongada.
A partes por el bosque está sombría,
y a partes tierra alta y asombrada,
Don Pedro, y Juan Ortiz allí poblaron,
y de hambre mucha gente sepultaron.
Aquí llegó Eduardo de Fontano,
el año sobre mil y los quinientos
de ochenta con más dos, con viento sano,
mas no sup adumbre nos pusiera,
que había el aparejo en gran manera.
Cuatro leguas de aquí ya navegadas
las islas de San Lázaro están juntas,
de tierra media legua desviadas
a do enderezan ambas sendas puntas.
Están aquestas islas separadas,
aunque al parecer no están disjuntas,
y habiendo media legua navegado,
está el Uruguay, río afamado.
Es río de caudal y poderoso:
su boca legua y media casi tiene.
Entra en este paraje muy furioso,
que de peñas y riscos altos viene.
En él entra otro río con reposo,
que al parecer entrando se detiene;
al cual San Salvador llamó Gaboto,
antes que de los indios fuese roto.
A dos leguas entra otro, que es nombrado
el río Negro, que Hum tenía por nombre.
Aquí en nuestros tiempos se han hallado
pescados semejantes mucho al hombre. (4)
Aquesto de pasada lo he tocado,
ninguno de leerlo aquí se asombre,
que, siendo Dios servido, en otro canto
diré cosas de vista y más espanto.
Dejemos este río, que corriendo
de allá hacia el Brasil viene derecho;
y en él se vienen otros mil metiendo,
que le tienen famoso y grande hecho.
Al nuestro de la Plata revolviendo,
desde aquí comienza a ser deshecho,
y en once brazas grandes se reparte,
tirando cada cual su larga parte.
De río Nilo refieren escritores
lo mismo: pero es tanta la grandeza
de aqueste y de sus brazos, que mayores
los juzgo, que no estiman la braveza
del Nilo en tanto grado los autores.
Y si del Nilo fuera la extrañeza
tan grande como éste, y se escribiera,
al mundo admiración mayor pusiera.
En el nuestro se forman muy hermosas
islas, de a doce leguas y mayores:
en sus tiempos muy frescas y frondosas,
pobladas de mil rosas y de flores:
de caza y bastimentos abundosas;
en ellas guaraníes son pobladores,
sin que alguna nación otra se atreva
en él poblar, en ella hacer prueba.
Pasadas estas islas, torna el río
a su primera madre acostumbrada.
De una y otra parte gran gentío
la tierra firme tiene bien poblada.
El guaraní les manda con gran brío,
que tiene la más tierra sujetada:
entre ellos Yamandú, gran hablador,
que se titula y nombra emperador.
Este malvado y perro como artero,
a todos los más indios comarcanos
los trae a su opinión al retortero:
y como son los indios tan livianos,
y el pica su poquillo en hechicero,
donde él pone los pies pone las manos:
de suerte que si quiere hacer la guerra,
al punto le veréis juntar la tierra.
Y no piense el que lea aquesta historia
que al falso Yamandú perecedero
le falta quien levante su memoria,
que en mi tiempo murió: mas su heredero
levantar procuró su fama y gloria:
y lo hizo en más grado que el primero.
Así que Yamandú es el dictado,
y nombre que se pone el que ha heredado.
De aquello trataremos adelante,
De cuerpo y parecer era gigante,
de sus embustes, falsos y marañas,
y así lo demostraban sus hazañas.
Un poco tiempo fui su doctrinante,
teniéndole en prisión, a do sus sañas
procuré doctrinar: trabajé en vano,
porque era muy malvado este pagano.
De aquí el río arriba, navegadas
ciento y veinte leguas ya del río,
otras islas están bien pobladas
de gentiles naciones y gentío.
Timbúes las más de ellas son llamadas,
que muy poco temor tienen al frío.
La torre de Gaboto está cercana
y la gente llamada cherandiana.
De allí a veinte leguas, otro asiento,
que Santa Fe se dice, está poblado:
Garay le dio principio y fundamento,
cuando Martín Suárez ha mandado.
Tratarse ha en otra parte aqueste cuento:
volvamos al negocio comenzado.
El río hace aquí muchos islones,
poblados de onsas, tigres y leones.
Al pie de ochenta leguas adelante
el grande Paraguay entra famoso,
con más quietud se muestra, y más semblante
a este río corriendo con reposo.
El Paraná se aparta allá a levante,
De a do corre con fuerza muy furioso;
del norte corre el otro, consumiendo
las aguas que el Perú, viene virtiendo.
Entrando el Paraná está Santa Ana,
de guaraníes provincia bien poblada.
Es tierra aquesta firme buena y llana,
que mucha de la dicha es anegada.
Empero esta enjuta es muy galana,
de nuestros españoles conquistada;
y así tiene aquí repartimiento
los que en el Paraguay tienen asiento.
La peña pobre, está más adelante:
es alta como roca muy crecida.
Aquí han visto muchos un gigante
de gran disposición y muy crecida.
No está, según yo supe, el aquí estante:
que allá la tierra adentro es su guarida;
mas viene aquí a pescar muy a menudo,
de sus redes cargado, mas desnudo.
Arriba de aquí están los remolinos,
que es cosa de admirar y gran espanto.
En el medio del agua hay torbellinos,
como suele acá en tierra: y esto tanto,
que navegando algunos, los vecinos
celebran sus exequias con gran planto,
diciendo que Caribdis está a punto,
para lo que viniere tragar junto.
Aquí muchas canoas se han perdido,
y muchos en mi tiempo se anegaron.
Muy mal al De la Puente ha sucedido,
y a aquellos que con él aquí bajaron.
Que habiéndoles Caribdis sumergido,
las vidas y haciendas trabucaron,
y aquéllos, que mejor les fue en la feria,
aun lloran todavía su miseria.
El Salto ya me está gran prisa dando,
diciendo este lugar ser propio suyo:
y yo, solo en lo estar imaginando,
de miedo, y pensando de mí huyo.
Decir aqueste cuento procurando
la mano está temblando, y lo rebuyo;
por ser la cosa horrible y espantosa,
y en todo el Paraná maravillosa.
Por aquí el Paraná dos leguas tiene,
y peñascos y sierras hasta el cielo;
y al pie de una gran legua de aquí viene
con ímpetu furioso y crudo vuelo.
Cualquiera que navega le conviene
con tiempo tomar tierra, que en el suelo
de mil picas en alto dará cierto:
por tanto muy de atrás se toma puerto.
De legua más atrás encanalado
el Paraná desciende poderoso:
un peñasco terrible está tajado
de a do se arroja y cae muy furioso.
El estruendo que hace es muy sobrado,
y el humo al aire tiene tenebroso,
una noche dormí en una sabana,
dos leguas de él, mas fue la Toledana.
Yo mismo lo he oído a naturales,
tratando de este salto y su grandeza,
que estaban con temores desiguales,
a oír aquel sonido y su braveza.
Las aves huyen de él; los animales,
oyendo su estruendo, sin pereza
caminan, no parando apresuradas,
y con temor las colas enroscadas.
Después está Guaira, ciudad enferma,
y que por Melgarejo fue poblada.
Mas él, podrá decir cierto Belerma,
de mí para mi mal fue engendrada.
Es causa que Ruiz Díaz nunca duerma,
la gente chiriguana levantada,
por donde el pobre viejo anda a la guerra
con tino, por tener en paz la tierra.
Poblada está también otra ciudad,
cuarenta leguas más arriba de ésta.
En ella hay de metales cantidad,
empero, aunque los haya ¿de qué presta?
hablando como es justo la verdad,
que el hombre es lo que solo allá les resta.
Pues vemos plomo saca Melgarejo,
y hierro, con tener poco aparejo.
Al Paraná es ya tiempo que dejemos,
y al Paraguay ameno revolvamos;
En el cual a la clara bien veremos,
que está cifrado el bien que deseamos.
El bien, digo, que en tierra pretendemos,
que agora del divino no hablamos;
que aquese solo y sumo bien superno,
está solo en gozar de Dios eterno.
Entrando al Paraguay a izquierda mano,
el Ypyty se ve, que es río famoso;
muy plácido desciende por un llano
de palmas y laureles muy copioso.
El Paraná-mirí está cercano,
que al Paraná traviesa caudaloso,
haciendo triangular una isla llana,
de doce leguas casi de sabana.
Si en este riachuelo el otro fuera,
que dicen a buscar su mujer iba,
el río arriba espanto no pusiera;
pues vemos que éste corre hacia arriba
algunas veces, y es de esta manera,
que es justo la razón aquí se escriba:
está cuando uno crece el otro bajo,
y el chico corre arriba y corre abajo.
No corre el Paraguay tanto furioso,
y es un río mayor que el de Sevilla,
de vista y parecer es muy gracioso,
con ribera vistosa y linda orilla.
De frescas arboledas muy copioso,
y en partes prado verde a maravilla.
También tiene en los valles más cercanos
lagunas, negadizos y pantanos.
Una laguna tiene de gran fama
llegada al Ypyty que dicho habemos,
de los mahomas es, y así se llama,
que aquesta gente habita sus extremos.
En el río Bermejo se derrama,
y que ésta tenga perlas lo sabemos,
el Mahoma, señor de esta laguna,
estando en la Asunción me dio más de una.
En gran precio las perlas éstos tiene;
empero ellos no saben horadarlas.
Si en su asiento españoles se detienen,
de los hostiones procuran de sacarlas,
y al español con ellas luego vienen.
El orden pues que tienen en pescarlas
es fácil; que en pequeños redejones,
a veces sacan veinte y más hostiones.
Antes de la Asunción hay angostura
del río, y así corre allí furioso.
Alegre es por allí y de frescura,
De muchas arboledas muy umbroso:
con islas que hay en él de hermosura
extraña, y parecer muy deleitoso.
Entra aquí Pilcomayo que, vertiendo
sus aguas, del Perú viene corriendo.
Cuatro leguas arriba está situada
la gran ciudad, antigua y populosa,
que es dicha la Asunción, que fue poblada,
por Salazar en era muy famosa.
Es aquesta ciudad tan regalada,
que mi pluma escribirlo aquí no osa:
algunos, por baldón con mal aviso,
la llaman de Mahoma paraíso.
Poblóse de muy buena y noble gente,
en tiempo de don Pedro de Mendoza,
aunque hay, como sabemos, al presente
en abundancia ya de toda broza.
La causa de este mal inconveniente
paréceme será la gente moza,
que, aunque salen valientes y esforzados,
al mal y no al bien son muy inclinados.
Gran copia de mestizos hay en ella,
pero más abundancia de mujeres;
porque la guerra hace en ellos mella,
la cual sin interés y sin haberes,
con solo el fin la siguen de tenella.
Y así, lector curioso, si quisieres
el número saber de doncellas,
de cuatro mil ya pasan como estrellas.
De frutos de la tierra y de Castilla,
de pan, y vino, y carnes y pescado
hay copia; pero oíd la maravilla,
que sé que aconteció un día pasado.
Un peje palometa, que freilla
pensaba una mujer enharinado,
de la sartén saltó muy de repente,
y el dedo le cortó redondamente.
Un palmo y más tendrá la palometa,
y mayor en el ancho que una mano.
A donde hace presa fuere aprieta,
como suele hacer el crudo alano.
Es cosa de notar ver que acometa
este pequeño pez a todo humano.
De río vi salir un día un soldado
gritando, y en el muslo un gran bocado.
Juzgóse allí al presente que faltaba
de carne media libra al desdichado,
y el peje palometa lo llevaba
en la boca redondo aquel bocado.
Mas de otro oí decir que lamentaba
su suerte desastrosa y triste hado,
que en boca de un pez perdido había,
lo que el pez le cortó con gran porfía.
Dorados hay enormes y crecidos,
mandi'íes, rayas, pacúes amarillos:
muchos pescados hay desconocidos,
por tanto determino no escribillos.
Los indios naturales mantenidos
los más son de pescado y venadillos,
los guaraníes son solo labradores,
los más dados a caza y pescadores.
Aves la tierra cría diferentes,
que habitan por las islas de este río,
pavas y avestruces muy valientes,
neblies y falcones de gran brío.
Culebras hay y víboras, serpientes,
que han tenido con hombres desafío:
En otro canto aquesto contaremos,
y cosas admirables trataremos.
Que aquesto ahora tocamos de pasada;
y cierto que en pensar yo, la extrañeza
de las cosas que he visto, embelesada
me queda la memoria, y mi rudeza
en éxtasis se pone enajenada,
de toda la humana naturaleza:
y habiendo de escribirlo todo en suma
la mano está temblando con la pluma.
Dejemos, pues, ya el río, que corriendo
por él quinientas leguas sin contento,
del enemigo a veces yo huyendo,
jamás pude hallarle nacimiento.
De otros con porfía les siguiendo,
he hallado el principio y fundamento;
Y quiero darle ya al canto tercero,
que cosas espantosas cantar quiero.
NOTAS
(1) El río Argentino, o Río de la Plata es llamado por los indios: Paraná, que quiere decir "mar por su grandeza. Corre del norte al sur, aunque hace muchas vueltas: cuando entra en el mar, entra en el este, por manera que el viento sur es sobre la tierra de Buenos Aires y el norte sobre la banda del Brasil, aunque después da vuelta la corriente al norte. Tiene velocísimas corrientes, pero reina allí el sur bravamente, y donde es su vuelta corre el navío, como dice la octava, plácidamente. Tiene este río más de 30 leguas de boca, porque la punta de Santa María, que es la de la banda del Brasil, está en 34 grados y medio, y la de Buenos Aires está en 34; y aunque los grados de norte a sur son de 17 leguas y media, y se vendría a sumar por esta razón más cantidad de agua, no se le echa a la boca del río más de 35, porque las dos puntas salen muy a la mar. Son estas dos costas peligrosas, por ser la una muy baja, y la otra muy combatida del viento sur; y ambas sujetas a los enemigos indios belicosos, y por esto habla de futuros casos portentosos. Por la mayor parte los navíos que se han perdido, han sido de la banda del Brasil que es donde llamamos San Gabriel, así de cristianos como de los ingleses, y todos han sido acabados por los indios.
(2) Hay en este paraje, que dista 80 leguas del mar, aunque menos del agua salada, 7 islas despobladas, pero muy hermosas de palmas y laureles: tienen pesquería y puertos fondables. Hasta estas islas hay mucho fondo, aunque hay dos o tres bajíos, como es un arrecife arriba de la isla de Maldonado, donde se perdió el navío de Dos, y otro frontero, la isla de Juan de Ortiz, donde se perdió Guitian con más de 40.000 pesos de plata. Pero de estas islas, adelante el río está lleno de bajíos. Por aquí tiene 9 leguas de ancho, y estas islas de San Gabriel están apartadas de tierra, de la banda del Brasil, legua y media: casi todas están a 8 leguas de Buenos Aires. Suelen verse de Buenos Aires en las tardes, cuando hace el día sereno.
(3) La isla de Martín García tiene de longitud legua y media, y de latitud media legua. Es muy poblada de arboleda, y tiene en él mucha tierra buena para sembrar. Aquí estuvo la gente de don Pedro poblada, y después la de don Juan Ortiz de Zárate. Aquí llegó Eduardo Fontanes, inglés, año 1582, estando yo en Lima en Concilio, y hacía dos años que habíamos poblado a Buenos Aires, donde si llegara hubiera hecho mucho daño.
(4) El río Hum, que quiere decir río Negro, porque su agua es negra, por atravesar lagunas y pantanos de tierra negra. Corre muy manso, y es muy fondable, tiene gran número de peces, lo más de ellos gambaros. En este río es cosa muy cierta que hay peces que tienen figura humana en alguna manera, porque si fuese en todo serían hombres y no peces, y por eso dice la octava pescados semejantes.
CANTO TERCERO
En que trata de la calidad de la tierra, animales reptiles,
y espantosísimas víboras y serpientes de la sirena, del carbunclo,
de unas mariposas, que se tornan gusanos,
y después en ratones, y otras maravillas.
Demás de que en nosotros señalada
la lumbre está de Dios, como creemos,
y el alma por él mismo fue criada
a su bendita imagen, lo leemos.
Para que de esta suerte doctrinada
en bien fuese así mismo; si queremos
mirar las corporales criaturas,
veremos que son vivas escrituras.
La flor de la grana o granadilla
de Indias, y misterios encerrados,
¿a quién no causará gran maravilla?
Figúranse los doce consagrados,
de una color verde y amarilla:
la corona y los clavos tresmorados
tan natural están, y casi al vivo,
que yo me admiro agora que lo escribo.
Un árbol hay pequeño de la tierra
que tiene rama y hoja menudita:
en tocando la hoja ella se cierra,
y en el punto se pone muy marchita.
Yo he visto yendo veces a la guerra
por los campos aquesta yerbecita,
caycobé se llama, y es tenida
por yerba viva, nómbrenla de vida.
Quién no se admirará luego en oyendo
que hay un papagallo muy hermoso.
La hembra cuando huevos va poniendo,
Tres pone, que es el número gracioso.
Al punto que los pollos van saliendo
conoce el papagallo el que es vicioso
y sobra; y así le mata en aquel día,
dejando macho y hembra para cría.
Al Micui-en dio Dios una bolsilla (2)
por medio de los pechos, en que encierra
siete u ocho hijuelos: si seguilla
procura otro animal, le hace guerra
a quien le sigue; y guarda su cuadrilla
como suele hacer la brava perra:
y en viéndose del mal libre y de duelos,
abre la bolsa y salen los hijuelos.
El yurumí, que es oso hormiguero,
¿a quién no espantará su compostura?
Por boca tiene un muy chico agujero,
como un novillo grande, y de hechura
del oso acá común: no es carnicero,
y prívale de serlo el angostura
de la boca: mas al tigre fuerte,
causándole por hambre cruda muerte. (3)
El instinto de un vil animalejo,
eyra ha por nombre, me ha admirado;
de suerte es y de forma de un conejo,
mas mata, como vemos, un venado.
Salta y aferra firme en el pellejo,
y en el seso da fiero bocado,
haciendo con las uñas tal camino,
que saca al animal el intestino.
Lo mismo hace al hombre y otra cosa
una horrenda culebra, que es nombrada
curiyú; muy grande y espantosa,(4)
de largo, y de grosor descompasada.
Lo que ha comido y traga no lo bosa,
ni echa por abajo: mas posada
en tierra la barriga, se abre y echa
aquello que nada le aprovecha.
Las víboras que son más ponzoñosas,
cascabel en la cola tienen puesto,
de diversos colores son vistosas,
saltando de la tierra, y de su puesto,
arremeten al hombre muy furiosas.
Hasta morder con rabia el rostro y gesto.
A do las hay crió Dios una yerba,
que es dicha por su nombre contrayerba.
El hombre o animal a quien le hiere
algunas de estas víboras malvadas,
en un día natural, sin falta, muere,
y en él son medicinas excusadas.
Empero si la yerba el tal bebiere,
antes que doce horas sean pasadas,
escapa. Aquesta yerba Dios le ha dado,
el mismo cascabel muy apropiado.
¡A quién no admirarán las cosas tales!
Pues más he de decir en este canto:
que cantaré en él cosas desiguales,
muy raras, peregrinas y de espanto.
Agora de la tierra y naturales
de la Asunción digamos tanto cuanto;
y luego escribiremos mil cosillas,
que bien podré llamarlas maravillas.
El temple la Asunción tiene gracioso,
apacible, sereno y claro cielo;
invierno frío, estío caluroso,
algunas veces nieve, también hielo.
De invierno y de verano está hermoso
el campo todo el año, verde el suelo,
porque de cuando en cuando bien se moja,
y casi siempre está de verde hoja.
La gente natural y comarcana,
es de muchas naciones diferentes.
Empero la más es la chiriguana,
que están a los cristianos obedientes.
Ya no comen aquestos carne humana,
Si no es por exquisitos accidentes
En guerras y conquistas con paganos,
empero no de carne de cristianos.
Una pestilencia grande hubo venido,
de que muchos guaraníes se murieron,
que carne de cristianos han comido,
la peste les sucede atribuyeron.
También por desabrida aborrecido
la tienen, según muchos me dijeron:
que más le sabe carne de un pagano,
que no la de español o castellano.
Los guaycurús habitan la otra banda:
es gente muy valiente y belicosa.
Cuando nuestro español en guerras anda,
alquila guaycurús por donde osa
al guaraní seguir, que le dan tanda
aquestos de tal suerte, que medrosa
la gente guaraní queda y deshecha,
que el guaycurú jamás teme su flecha.
Los agaces estaban bien poblados
en tiempo de don Pedro de Mendoza,
y aun eran muy valientes y esforzados.
Los cristianos hicieron tal destroza
en ellos, que los indios y soldados
mataban sin piedad a toda broza:
y así vino la cosa a tal estado
que no hay hoy del agaz pueblo poblado.
También había muchos guatataes,
que es gente muy amiga de cristianos,
y otros que se llaman mogolaes,
que viven en esteras por los llanos;
aquestos, y también coñamequaes,
están de la ciudad algo cercanos:
acuden a servir con gran contento,
aunque de ellos no hay repartimiento.
Los guaraníes solo repartidos
están, que las demás generaciones,
aunque lo están, y han sido sometidos
al español, más son por ocasiones,
que tienen los que mandan eximidos
del servicio, y acuden con mil dones;
de suerte que hablando más de vero,
es de éstos el que manda encomendero.
Junto a la Asunción está una sierra,
nombrada Lambaré, sierra afamada;
en gran parte de toda aquesta tierra,
ninguna tan alta hay, tan encumbrada.
Allí dio Salazar muy cruda guerra
a Lambaré, y su gente rebelada.
Y muy cerca de allí, bajando al río,
oíd una batalla y desafío.
Habiendo Salazar aquí vencido
el bravo Lambaré y toda su gente;
a los pies de la alta sierra le ha salido
una terribilísima serpiente.
Con ánimo gallardo y muy crecido
embraza la rodela diligente,
y comenzando a darla con la espada,
en tierra echa una mano destroncada.
La sierpe con la cola revolviendo,
al buen capitán diera muy airada
un golpe tan terrible, que cayendo
venía el capitán, y con la espada,
en el suelo se tuvo, y acudiendo
con una venturosa cuchillada,
tal golpe de revés da con destreza,
que ahí la sierpe queda sin cabeza.
La del tigre no fue tan grande hazaña,
aunque era muy terrible y espantoso:
matólo antes que fuese a nuestra España
aqueste capitán tan valeroso.
Y habiendo ido, volvió, cosa extraña,
que siendo tan valiente y poderoso,
murió pobre, dejando muchos hijos,
con pleitos y demandas y litijos.
Por armas le dio el rey el tigre fiero
con Lambaré, la sierra que he contado,
y un hábito y señal de caballero,
Con que a las Indias vuelve muy honrado.
Mas como nunca dio en tener dinero,
murió sin dejar solo ni un cornado:
que aquesto de tener la plata a sobra,
Yo tengo firmemente que Dios obra.
De qué me sirve a mí querer riqueza,
y andar aporreado por habella,
si Dios por me azotar me da pobreza.
¿A quién presentaré yo mi querella,
si la suprema causa y suma alteza
dispone que no haya de tenella?
De arriba, de lo alto todo viene:
dejadlo al que poder en todo tiene.
Volviendo a nuestra historia; río arriba
una laguna está muy afamada:
Itapuá se llama una peña viva;
está en medio de aquélla levantada.
Compéleme el temor que no lo escriba,
Mas no lo dejaré: es prolongada
de cien codos la piedra, y muy derecha,
y arriba en lo supremo una vesecha.
Es como el ave Fénix muy graciosa,
que pintan los autores y su nido,
compuesto es de especiosa y olorosa
madera, que en mis manos la he tenido;
la sirena también bella, y hermosa
como una bella dama, ha parecido
en medio esta laguna, y aun gimiendo,
y sus doradas crines esparciendo.
Otra laguna grande más crecida,
de más admiración que aquesta vemos,
que está la tierra adentro algo metida;
los indios del Acay en sus extremos (5)
habitan, y ellos dicen que fundida
antiguamente fue gente, y creemos,
nos dicen, está el diablo atormentado
aquellos que pecaron en nefando.
Gran grita y alarido y gran estruendo
allá adentro parece que resuena:
cuando se allega junto, estremeciendo
el cuerpo queda todo con gran pena.
Algunos de temor vuelven huyendo;
pajas, se les antoja, y el arena
que son diablos que vienen en pos de ellos,
y vuelven erizados los cabellos.
Y no lejos de aquí, por propios ojos,
el carbunclo animal veces he visto: (6)
ninguno me lo juzgue por antojos,
que por cazar alguno anduve listo.
Mil penas padecí, y mil enojos
En seguimiento de él; ¡mas cuán bien quisto,
y rico y venturoso se hallara
aquél que Anagpitán vivo cazara!
Un animalejo es, algo pequeño,
con espejo en la frente reluciente,
como la brasa ignita en recio leño.
Corre y salta veloz y diligente,
así como le hirieren echa el ceño,
y entúrbiase el espejo de repente:
pues para que el carbunclo de algo preste
en vida el espejuelo sacan de éste.
¡Cuán triste se halló, y cuán penoso
Ruy Díaz Melgarejo! que hallado
había, a mí me dijo, de uno hermoso;
Perdiólo por habérsele volcado
una canoa en que iba muy gozoso.
Yo le vi lamentar su suerte y hado,
diciendo: -"Si el carbunclo no perdiera,
con él al gran Philipo yo sirviera".
Andando por la guerra, y escuadrones,
de mi fueron mil cosas conocidas.
Trataré de una forma de ratones,
y de vista hablaré y no de oídas.
Unas cañas he visto, y cañutones
tan gruesos como piernas muy crecidas;
catorce y quince tiene pocos menos
cada caña, y de agua todos llenos.
El agua es muy sabrosa, clara y fría,
mas yendo ya la caña madurando,
un gusano se engendra adentro y cría,
y al cañuto el gusano horadando
afuera mariposa parecía.
Con las alas comienza de ir volando,
y por tiempo las pierde, y queda hecho
de forma de ratón hecho y derecho.
Al tiempo que en la caña están metidos,
a gente natural son nutrimento.
Frutos sabrosos son: mas ya salidos
a luz, causan dolor, pena y tormento,
porque tornados ya y convertidos
en ratones, consumen el sustento;
y privan muchas veces de la vida
al natural, quitando su comida.
De veinte mil pasaron, naturales,
que murieron a causa del estrago
que hicieron aquestos animales:
que en todo el Ubay dejaron pago
de planta, ni maíz, ni sementales,
sin pasar por aquel tan crudo trago.
Dejando desta vez tan asolada
la tierra, que tardó de ser poblada.
No hay bruco, ni langosta perniciosa,
ni erugo, ni otra plaga que yo entienda,
que iguale a esta maldita mariposa,
terrible, si comienza su contienda.
Así está desta plaga tan medrosa
la gente del Ubay, que viendo senda
por do huir su tierra y nacimiento,
la dejan por tener algún contento.
También hay otras cañas muy mayores,
(del grueso son de un roble bien crecido)
en que se crían gusanos, y mejores.
De los unos y de otros he comido:
en muy poco difieren sus sabores.
Estando el uno y otro derretido,
manteca fresca a mí me parecía,
¡mas sabe Dios el hambre que tenía!
En los mojos de aquestas cañas vimos,
con agua bien sabrosa, más gusanos,
ni dentro ni de fuera lo sentimos
en toda la montaña ni en los llanos.
Las cañas por cumbreras las pusimos,
con tener otros palos muy cercanos,
mas no había que temer, que la corteza
tenían de terrible fortaleza.
Es tanta la espesura de las cañas,
a do las hay, que es cosa de gran grima:
Y aunque dentro se crían alimañas,
están tan encerradas como encima.
Quien a cortar va cañas, por mil mañas
que tenga, a veces se lastima,
con púas, con espinas, con abrojos,
y el mal sale mil veces a los ojos.
Mas ya estoy enfadado en este canto,
¡cuánto más lo estará quien lo leyere!
Dejemos de contar cosas de espanto,
volver quiero a don Pedro. Quien quisiere
las mudanzas saber y crudo llanto
de fortuna, y de aquél que las siguiere,
con mucha atención lea diligente
el canto lastimoso aquí presente.
NOTAS
(1) La yerba viva llamada caycobé (ca significa yerba, ycobé, que vive).
(2) Es la bolsa a la manera de unos sacos con puerta, que usaban antiguamente los labradores.
(3) El tigre es canino movido: pues el Yurumí, por instinto natural, en viendo venir al tigre, abrázase con él, y déjase caer en tierra; y teniendo apretado por mucho tiempo, desmaya el tigre de hambre y muere.
(4) La culebra llamada Curiyú es de doce varas de largo, y del grosor de un buey. Tiene en la cola una navaja de hueso, que abre por el sesero los animales que coge, por fuertes que sean, y se los traga, chupándolos enteros: hánse hallado en su vientre partes enteras venados grandes cargados de huesos. Por instinto natural va a lugares húmedos, y échase de barriga, y pudriéndose su cuero, salen los huesos que ha tragado, y así descargada, va entre unas yerbas, donde refregándose sana, y se cierra la abertura.
(5) Acay en lengua Guaraní suena tanto como en lengua castellana: Válgame Dios, y qué maravilla es ésta; y así llaman como con espanto a la laguna, por oír aquel estruendo, y alarido Acay: de a donde dijo un poeta, hablando del misterio de la encarnación. "Acay, que me espanta tan grande secreto".
(6) El carbunclo es un animal, que se llama en lengua guaraní Oñángepytão diablo, porque reluce como fuego.
CANTO CUARTO
En que se trata de la más cruda hambre que se ha visto entre los cristianos,
la cual padecieron los de don Pedro de Mendoza en Buenos Aires,
y cómo se pobló la Argentina.
Lo que ha sido muy justo y bien ganado
muchas veces se pierde, como vemos:
pues de lo que con mal se ha granjeado,
que se pierda y el dueño esperaremos.
Don Pedro de Mendoza fue soldado
cuando hubo disensión entre supremos,
y al tiempo de pillar hinchó la mano,
mas todo su trabajo salió en vano.
Borbón perdió la vida, Juan de Urbina
entró en Roma cantando la victoria:
de aqueste asalto y saco, y grande ruina
don Pedro enriquecido, en vana gloria,
a don Carlos pedía la Argentina
provincia, pretendiendo su memoria
levantar en conquista de paganos,
con dinero robado entre romanos.
Como fuese de suyo gran guerrero,
viéndose de riquezas abastado,
ofrecióse a gastar mucho dinero,
y el Río de la Plata ha demandado.
Don Carlos, en valor claro lucero,
el título le da de Adelantado;
y así hizo una gruesa y rica armada,
de gente muy lucida y extremada.
Dos mil soldados salen de Castilla,
sin gente de la mar y marineros.
Juntáronse en alarde allá en Sevilla,
y viendo tan lucidos caballeros,
salían a los ver a maravilla
tan apuestos a punto de guerreros:
mas dicen "pues se van estos soldados,
recemos los oficios de finados".
Al fin salió de España aquesta armada
muy rica, muy hermosa y muy lucida;
de todos adherentes abastada,
aunque hubo después hambre muy crecida.
La gente que embarcó era extremada,
de gran valor, y suerte muy subida,
mayorazgos e hijos de señores,
de Santiago y San Juan comendadores.
Es maestre de campo un caballero
Juan Osorio, que es hombre muy valiente,
también va Juan de Ayolas el guerrero,
Medrano, Salazar, Luján prudente.
Otros muchos que van decir no quiero,
que cada cual bien puede ser regente:
mas Osorio entre todos se señala,
y en todo lleva a todos palma y gala.
A Neptuno y sus ondas carniceras,
se entregan invocando a Santiago.
Las naves van corriendo muy lijeras,
rompiendo con gran furia el ancho lago.
¡O lástima, y angustias lastimeras,
horrendo, y gran temor, o crudo trago!
Que tan brava tormenta se levanta,
que el más fuerte y bizarro más se espanta.
Don Pedro con buen celo y pecho pío,
en Dios pongamos, dice, la esperanza,
y pues es para más su poderío,
El nos dará muy breve mar bonanza.
Los pilotos con grande desvarío,
dicen que la tormenta va en pujanza:
el triste marinero con gran pena,
no acierta al aparejo ni a la antena.
Iza el trinquete, amaina la mesana,
aferra ese timón que imos perdidos;
a la bomba, a la bomba muy de gana,
que seremos de presto sumergidos.
Cual llama San Lorenzo, cual Santa Ana,
San Telmo dicen otros afligidos,
otros San Nicolás, que puso quilla
y costado, de nos tenga mancilla.
El sexo femenil y lacrimoso
levanta hacia el cielo vocería.
Con la furia del viento tan furioso
la una nave de otra se desvía;
mas volviendo la mar en su reposo
conviértese el dolor en alegría,
y llegan a Canaria muy ufanos,
do toman tierra, y salen muy galanos.
Después de haberse aquí ya refrescado,
a proseguir tornaron su viaje.
Habiendo ya diez días navegado,
halláronse muy cerca del paraje
de las islas, y Cabo que es llamado
Verde; enfermo asiento y estalaje;
cansados del sañoso y largo lago,
tomaron la que dicen de Santiago.
No estaba en este tiempo tan poblada,
como al presente está de lusitanos:
no está mucho la costa desviada,
poblada de valientes africanos:
de color negra y son muy tisnada,
los que más a Cabo Verde son cercanos,
y tienen en común carnicerías,
de los negros haciendo anatomía.
Tomóse de esta islas bastimento,
también se refrescaron los soldados,
y dióse con presteza vela al viento,
los ánimos de todos bien osados.
Mas, ¡ay dolor!, cuán presto a más de ciento
de poco prestará ser esforzados,
que el hambre pasando de la zona
a roso ni velloso no perdona.
Con próspero nordeste favorable
camina alegremente nuestra armada,
y el mar más sosegado navegable,
la línea en breve tiempo fue pasada
con viento en popa próspero y amigable,
de Cabo Frío la punta ya doblada,
en costas del Brasil tierra tomaron,
y aun isla Santa Bárbara nombraron.
Del gran Carlos las armas le pusieron
y posesión por él allí tomando,
y luego su viaje prosiguieron,
y en el puerto de Vera le encerrando,
bien comiendo alegres estuvieron.
Continuó por la playa mariscando,
que hay en aquel puerto grande suma
de hermosos pescados como espuma.
Estando pues aquí, ha comenzado
el demonio sus cosas tan usadas;
Salazar que con otros se ha juntado
a Juan de Osorio dan de puñaladas.
Envidia y cobardía lo han causado, (1)
por ser las obras de él tan señaladas:
a don Pedro hicieron que creyese
que le iba en esta muerte el interese.
Al principio el error, aunque pequeño,
grandísimo se hace al fin y cabo.
Era este caballero halagüeño
con todos; y en aquesto más le alabo,
que en verle sacudido y zahareño
con nobles, de lo cual le desalabo:
que al más pobre soldado en más tenía,
que diez de presunción de hidalguía.
Fue causa, según dicen, esta muerte
tan fuera de razón, contra justicia,
del funesto suceso, horrible, y fuerte
del infeliz don Pedro y su milicia.
Que echada esta envidiosa y cruda suerte
con tanta cobardía y gran malicia
comenzó a castigar Dios la armada,
con un gravé flagelo y cruda espada.
Desde que empieza el mundo está sabido
el castigo que hace Dios eterno;
por vista de los ojos conocido,
está cuando la estima el Sempiterno:
la muerte del que es justo y bien creído,
tenemos la castiga con infierno:
que la sangre de Abel el inocente
clamando está ante Dios omnipotente.
Al fin de aquesta isla se ha pasado,
con algunos descuentos que no digo,
y el Río de la Plata se ha tomado,
y el puerto San Gabriel de desabrigo.
De allí luego pasóse al otro lado,
a Buenos Aires, que es de más abrigo,
a do fue el lastimoso acabamiento,
de tanta bizarría, cual yo cuento.
De ver era salir en aquel llano
al soldado valiente y caballero,
de sedas y brocado muy galano,
a guisa y parecer de perulero.
Salía con contento muy ufano,
y hasta el pobrecito marinero
aquella bella tierra contemplaba,
y a España no volver jamás juraba.
A Juan de Ayolas hubo despachado
don Pedro río arriba, porque asombre
al indio. Va con él un buen soldado,
llamado Salazar, valiente y hombre.
Don Pedro en este tiempo hubo enfermado
del morbo, que de Galia tiene nombre:
cón miedo de morirse en aquel río,
a Castilla se vuelve en un navío.
Volvía, pues, don Pedro en su viaje
a España sin haber puerto tomado:
empero a vueltas ya de aquel paraje,
que llaman las Terceras, ha acabado.
Así no gozó bien ni su linaje,
el tesoro que en Roma había pillado.
Dichoso el que atesora allá en el cielo,
que es burla atesorar acá en el suelo.
Quedó por capitán y por teniente,
y en muerte sucesor de aquella tierra,
Ayolas, que fue arriba con la gente:
acá Francisco Ruiz hace la guerra
en Buenos Aires, y anda diligente,
mas poco le aprovecha, que la perra
pestífera cruel hambre canina,
a todos abandona y los arruina.
La gente ya comienza a enflaquecerse,
las raciones se acortan cada día,
no puede el padre al hijo socorrerse,
que cada cual su muerte más temía;
y aunque es muy natural el condolerse,
y cada cual del otro se dolía,
empero más su vida procuraba,
y caridad de sí la comenzaba.
Un hecho horrendo, digo lastimoso,
aquí sucede: estaban dos hermanos;
de hambre el uno muere, y el rabioso,
que vivo está, le saca los livianos
y bofes y asadura, y muy gozoso
los cuece en una olla por sus manos,
y cómelos; y cuerpo se comiera,
si la muerte del muerto se encubriera.
Comienzan a morir todos rabiando,
los rostros y los ojos consumidos:
a los niños que mueren sollozando
las madres les responden con gemidos.
El pueblo sin ventura lamentando,
a Dios envía suspiros doloridos:
gritan viejos y mozos, damas bellas,
perturban con clamores las estrellas.
Es hambre enfermedad la más rabiosa
que puede imaginar ningún cristiano:
la mano está temblando temerosa,
no quisiera de tal ser escribano.
Mi Dios, por vuestra sangre tan preciosa,
libradme de este azote, que el tirano
que llegaba a tentaros, bien sabía
que es grave mal el hambre en demasía.
Fue cierto celebrada allí su saña,
de agtiesta matadora sin medida,
con tanta crueldad y tan extraña,
que no podrá de alguno ser creída,
no hizo ella jamás tal otra hazaña
en Roma, ni en Judea referida,
como ésta: de dos mil que se contaron,
con la vida doscientos no escaparon.
No quiero referir extrañas cosas
causadas de esta perra y vil tirana,
que bien pudiera yo muy dolorosas.
Una mujer había, llamada Ana,
entre otras damas bellas y hermosas;
tomó paga del cuerpo una mañana,
forzada del hambre, y hecha iguala,
al pretensor envía en hora mala.
Era el galán pretenso un marinero,
el precio una cabeza de pescado;
acude a la posada muy ligero,
y viendo que la dama le ha burlado,
al capitán Ruiz, buen justiciero,
de la dama se había querellado;
el cual juzga que cumpla el prometido;
o vuelva lo que tiene recibido.
Maldito seas, juez, si no quisieras
mirar a nuestro Dios omnipotente,
y de esto a buen juzgar te conmovieras,
y a quitar el pecado subsecuente
por evitar la muerte, lo hicieras.
Que claro está que el casto y continente,
mejor pasa el hambre que el vicioso,
y dado al vicio y acto lujurioso.
Sabemos, semejante a esta bajeza,
que causa otras dos mil esta traidora,
que aunque dice el refrán, que no es vileza,
y ser con nuestro Dios merecedora
creemos la virtud de la pobreza: (2)
sin su favor la perra es causadora,
de hambre, que es un mal tan sin medida,
que dará el padre al hijo por la vida.
Mas volvamos a Ayolas y su gente,
que sube el río arriba muy gozoso.
El puerto Paraguay, que es al presente,
hallaron del Caribe belicoso.
Poblado estaba aquí el fuerte y valiente,
Janduasuvi, en la tierra poderoso
capitán, y cabeza que regía,
y toda la comarca le temía.
Aqueste fue en favor de los cristianos,
y hizo a Salazar que allí poblase.
Ayolas pasó el río y los pantanos,
diciendo a Salazar que le aguardase.
Llegó donde hinchó muy bien las manos,
mas Dios no fue servido que tornase;
que Salazar no cumple el prometido,
por do el pobre de Ayolas se ha perdido.
El Paraguay arriba poco trecho
había Juan de Ayolas navegado;
saltó en tierra, y camina bien derecho
la vuelta del Perú, y bien cargado
de plata, y a su gusto satisfecho,
volvió do a Salazar había dejado
con barcos y navíos esperando,
en tanto que la tierra iba talando.
Salazar como viese que tardaba,
bajóse al Paraguay do ya dijimos,
el gran Juanduasuvi-Ruvicha estaba (3)
con el gran Lambaré; y entrambos primos
le dicen, de lo cual mucho gustaba,
"en tanto que nosotros dos vivimos,
ayuda te daremos como a hermano,
a ti y todo nombre de cristiano".
En esto vuelve Ayolas diligente
con plata, mas no halla los navíos.
El hecho viendo el indio derrepente,
la carga de la plata deja y líos,
Y acuda contra Ayolas y su gente:
no puede escabullirse, que los ríos
están delante de él, y así murieron
el pobre, y los demás que con él fueron.
Los indios, que esta gente aquí mataron,
pajagua se dicen, belicosos:
a muchos en mi tiempo cautivaron,
y yo también lo fui de estos furiosos.
Salazar, y los otros que bajaron
poblaron en el puerto muy gozosos.
Las familias aumentan con sus hijos,
y se entregan a dulces regocijos.
El guaraní se huelga en gran manera
de verse emparentar con los cristianos:
a cada cual le dan su compañera
los padres, y parientes más cercanos.
¡O lástima de ver muy lastimera,
que de aquestas mancebas los hermanos,
a todos los que están amancebados,
les llaman hoy en día sus cuñados.
Al término llega aquesta cosa,
que cada cual vivía a su albedrío:
aquel que india tenía más hermosa,
se juzga por mejor, y de más brío,
y en siéndole la india enfadosa
libello de repudio con desvío
concede, y toma a otra mazácara,
que manceba la llama a la clara.
Mazácara es un pece muy sabroso,
y tanto que los indios cosa rica
le dicen, por ser pece tan gustoso;
y el nombre de este pece el indio aplica
a la amiga que tiene, deseoso
de siempre la gozar, que significa
Mazácara la cosa que es amada,
que no enfada por ser muy estimada.
No había en este caso alguna enmienda,
por ser en general costumbre mala,
que aquel que convenía poner la rienda,
sin guarda de excepción todo lo tala;
aprenden de la escuela y de la tienda
en esto los demás todos de Irala;
que aunque era en muchas cosas concertado,
en esto de la carne desfrenado.
Y el mal era mayor y más crecido:
que los gobernadores se han jactado
de tener mazácaras; y ha venido
a términos la cosa, que tratado
con ellas han, e hijos han tenido
en público, y por suyos los han criado.
¡Ved los pequeños tal que documento
habían de tomar de tal descuento!
Cuanto convenga en tierra, cuando es nueva,
sembrar buena semilla, labradores,
era en los principios a dar prueba
de virtud y bondad, predicadores.
El dicho del poeta lo comprueba;
que el vaso en que una vez echan licores
guarda bien el sabor siendo reciente:
así ni más ni menos es la gente.
Estando pues el pueblo muy ufano
al gusto, y paladar de su medida,
juzgaron por consejo bueno y sano
a Irala obedecer toda su vida.
Sobre esto muchos dicen ser tirano:
Será bien esta cosa conocida
de todo aquel curioso que leyere,
el canto que tras éste se siguiere.
Que yo no he de juzgar aquí sus hechos;
decir lo bueno y malo me conviene.
Confieso que hizo Irala mil provechos, (4)
por do en aquella tierra fama tiene.
Algunos perseguidos y desechos
por él fueron, y quiera Dios no pene
en pago de sus culpas, y los males
que hizo a Diego de Abreu y leales.
Mandando, pues, la tierra como digo
Irala, y Buenos Aires despoblado,(5)
cesado había el hambre, y mucho trigo
tenían, y otras cosas que han sembrado.
A la Asunción se suben al abrigo,
los unos y los otros se han juntado:
que la virtud estando bien unida
más fuerte vemos que es que desparcida.
Estando así, cualquiera procuraba
hacer cosas, estancias y hacienda:
y aunque la dulce España deseaba,
y más el que tenía alguna prenda,
el imposible visto, trabajaba
cualquiera, por no haber plaza ni tienda:
por donde todos eran labradores,
monteros, hortelanos, pescadores.
Don Carlos V en esto ha proveído
por su gobernador y adelantado,
A. Cabeza de Vaca, que ha salido
de allá de la Florida, donde ha estado
cautivo de los indios, y metido
la tierra adentro a fuerza de su grado.
Diremos de él después, en entretanto
cesemos hasta ver el quinto canto.
NOTAS
(1) Envidia combate a lo más alto, y así el envidioso es cobarde.
(2) Pobreza no es vileza, empero sin Dios causa vileza, y entre los hijos del siglo es gran bajeza, y cosa odiosa y aborrecible.
(3) Ruvicha en la lengua caria, o guaraní, quiere decir "principal, capitán, cabeza".
(4) Irala fue en la armada de don Pedro de Mendoza como soldado, y con su ardid y maña vino a mandar la tierra mucho tiempo. Levantáronle los que prendieron a Alvar Núñez Cabeza de Vaca.
(5) Despuéblase Buenos Aires, y sus habitantes juntanse con los de la Asunción.
CANTO QUINTO
En este canto se dice cómo vino Alvar Núñez Cabeza de Vaca al Río de la Plata,
y de su prisión y trabajos que de ella sucedieron, y del gran Moxo, señor del Paytití.
Segura vida llaman la pobreza, (1)
y de santos, de santas es amada;
también la majestad y sacra alteza
amándola, le dio suerte estimada.
Aquél que en poco tiene la riqueza
por cierto vive vida sosegada;
y el que con su pobreza se contenta
más rico es que el que tiene mucha renta.
Las guerras y las grandes disensiones
el interés las causa, como vemos.
Motines y revueltas, rebeliones,
¡qué de mal por la plata padecemos!
Autores de las santas religiones,
que amasteis la pobreza por extremos,
decid, ¿no es más segura la pobreza,
pues por ella gozáis de la riqueza?
Cualquiera en la Asunción está gozoso,
con sólo su comer vive contento:
no andaba por la plata codicioso:
metido en su morada y aposento
labrado, muy pulido, muy costoso,
sin curar de tapiz o paramento.
Y al fin por interés la furia ingrata,
discordia, su contento desbarata
¡Qué fuera si tuvieran plata y oro!
que aquesto más conmueve en esta vida.
Que al fin aquel que tiene gran tesoro
procura su contento sin medida,
Aqueste fin le fuerza el triste lloro,
y llanto al navegante en su corrida,
y aquesta a veces causa en este mundo
a muchos que desciendan al profundo.
Mas oro, y plata es lo que lo vale: (2)
y bien es honra, mando, poderío,
cualquiera de estas cosas equivale,
y trae al retortero, al albedrío.
Que aunque no sea forzada, empero sale
la voluntad de madre como río,
y lleva a la razón tras sí rendida,
y a su dicción y gusto sometida.
Al fin, pues, interés les fuerza tanto
en la Asunción sin plata ni dinero,
que su placer se vuelve en triste llanto,
los cuellos entregando al carnicero.
Pensaron de salir de un gran quebranto,
y dieron en un hondo sumidero:
como verá cualquiera que esté atento,
a la historia presente que yo cuento.
Habiendo aquel que al mundo dio de mano
en trueco del eterno y gran reposo,
dejándole primero todo llano
y en paz, al heredero muy dichoso,(3)
juzgado por consejo bueno y sano,
de dar hombre valiente y belicoso,
al argentino envía adelantado,
que Cabeza de Vaca fue nombrado.
De cual su armada a prisa abastecida
de todo lo necesario, y sus pertrechos,
de la ciudad de Cádiz fue partida,
y a las Canarias llegan bien derechos,
los más de todos es gente lucida,
algunos con insignias en los pechos,
de nobles y lustrosas encomiendas,
y muchos de valor y grandes prendas.
Pasada la famosa y gran Canaria,
en Cabo Verde, que es de lusitanos,
entraron; y aunque era tan contraria
entonces su nación a castellanos,
no le fue a la nuestra allí adversaria,
que a todos los reciben como a hermanos:
que al fin la diferencia es de tal guisa,
que para las más veces todo en risa.
Después de haberse aquí refrescado,
la gente de la armada muy gozosa,
con algún bastimento que ha tomado
se embarca, por serle muy deseosa
la fin de su viaje comenzado,
juzgándole por cosa provechosa:
que vemos que cualquier descubrimiento
es al tono de boda o casamiento. (4)
La Tórrida, que alguno inhabitable
escribe, traspasaron derrepente.
No ser en todo tiempo navegable
sabemos, que el sol hiere crudamente.
Un viento hace a veces amigable,
navégase con él al occidente:
después de aquesta tórrida doblada,
está casi ya hecha la jornada. (5)
La costa del Brasil reconocida,
y una isla, Santa Bárbara, tomada.
Por la insignia imperial que de corrida
allí fue por don Pedro bien fijada,
conocen que su armada fue surgida
en ella, mas tocando de pasada,
el rumbo enderezaron muy aína
la isla dicha Santa Catalina.
De aquí el gobernador ha despachado
con gente que descubran el camino,
a Dorantes de Bejar, buen soldado;
el cual fue, y con presteza vino.
Noticia del camino cierta ha dado;
por donde caminando con buen tino,
la tierra adentro entraron muy gozosos,
mas de los naturales recelosos.
No quiero referir la gran miseria,
trabajos, infortunios que sufrieron
en aqueste camino, y su lazeria,
y hambre y sed que todos padecieron.
Pues vemos no murió en aquella feria
alguno de trescientos que allá fueron.
Que aquesto de las hambres y su queja,
solo a Mendoza y a Zárate se deja.
En tanto que Alvar Núñez caminaba
al Paraguay con guías muy derecho,
su gente con salud toda llevaba
a manos el camino de indios hecho.
Sabido por Irala que llegaba,
con maña, que la usaba en su provecho,
envía a cierta gente de corrida,
que el parabién le den de su venida.
Sobre cuarenta el quinto año corría,
cuando el buen Alvar Núñez ha llegado,
y no el cuarenta y siete se cumplía,
cuando se ve de grillos rodeado.
La causa de este mal y tiranía,
y de caer el pobre de su estado,
envidia fue, que suele, do se ofrece, (6)
aquello combatir que más florece.
Llegando al Paraguay se determina
de ir el río arriba descubriendo,
y sin hallar noticia de oro o mina,
con barcos y navíos fue subiendo.
Trescientas y más leguas pues camina,
hasta saber de plata: pero viendo
que la rabiosa muerte andaba suelta
por no perder su gente dio la vuelta.
San Fernando se dice este paraje,
do se tuvo noticia de riqueza:
mas era tan enfermo el estalaje,
que cobran los soldados gran tibieza.
Dejaron a esta causa su viaje,
que promete sacarlos de pobreza:
que la piel por la piel el mentiroso,
nos dijo, que da el hombre y el reposo.
Si la muerte no teme aquesta gente,
el argentino fuera más somoso
el día de hoy, que nueva ciertamente,
se tuvo aquí de un indio belicoso.
La plata y el oro bello reluciente
se ha visto, no es negocio fabuloso,
que cántaros de oro a maravilla
tenía aqueste indio y gran vajilla.
En una gran laguna éste habitaba,
en torno de la cual están poblados
los indios, que a su mano él sujetaba
en pueblos por gran orden bien formados.
En medio la laguna se formaba
una isla, de edificios fabricados,
con tal belleza y tanta hermosura,
que exceden a la humana compostura.
Una casa el señor tenía labrada (7)
de piedra blanca toda hasta el techo,
con dos torres muy altas a la entrada,
había del una al otra poco trecho.
Y estaba en medio de ellas una grada
y un poste en la mitad de ella derecho,
y dos vivos leones a sus lados,
con sus cadenas de oro aherrojados.
Encima de este poste y gran coluna,
que de alto veinticinco pies tenía,
de plata estaba puesta una gran luna,
que en toda la laguna relucía.
La sombra, que hacía en la laguna,
muy clara desde aparte parecía.
¿Quién hay que no tomara una tajada
de la luna, aunque fuera de menguada?
Pasadas estas torres, se formaba
una pequeña plaza bien cuadrada;
en el mayor estío fresca estaba,
que de árboles está toda poblada,
los cuales una fuente los regaba,
que en medio de la plaza está sitiada,
con cuatro caños de oro gruesos, bellos,
que yo sé quién holgara de tenerlos.
La pila de la fuente más tenía
de tres pasos en cuadra su hechura:
de más que de hombre mortal parecía
en talle, perfección, y compostura.
En extremo la plata relucía
mostrando su fineza y hermosura.
El agua diferencia no mostraba
de la fuente y pilar do se arrojaba.
La puerta del palacio era pequeña,
de cobre, pero fuerte y muy fornida:
el quicio puesto, y firme en dura peña,
con fuertes edificios guarnecida.
Seguro que del pelo y de la greña,
del viejo del portero, que es crecida,
pudiéramos hacer un gran cabestro:
oíd pues del viejazo el mal siniestro.
Aquellos que por dicha ya han pasado
por medio de las torres y columnas,
haciendo las rodillas ya postrado,
levantando los ojos a la Luna,
aqueste viejo así les ha hablado,
con una muy feroz voz importuna,
y dice: "A éste adorad, que es sólo uno
el Sol, y fuera de él otro ninguno".
En alto está el altar de fina plata,
con cuatro lamparillas a los lados
encendidas, y alguna no se mata,
que están cuatro ministros diputados.
Un sol bermejo más que una escarlata,
allí está con sus rayos señalados:
es de oro fino el sol allí adorado,
¿mas hay de quien él sea desechado?
Aqueste gran señor de esta riqueza
el gran Mojo se dice, y es sabido
muy cierto su valor y su nobleza:
su ser, y señorío enriquecido
de sus vasallos, fuerzas y destreza,
por nuestro mal habemos conocido:
que pocos tiempos ha que en cortas trechas,
probamos la fiereza de sus flechas.
¡A que no fuerzas, hambre detestada
del oro, que los ánimos perdidos
tras ti llevas con ansia tan nefanda,
que ciega las potencias y sentidos!
Con todo desque ven que la muerte anda
de prisa, con temor los doloridos,
que habían emprendido este viaje,
se vuelven para atrás de este paraje.
Volviendo pues la gente de su entrada,
sucede en la Asunción una tormenta:
dos hombres la levantan, que excusada
la tal o motín es, si no lo inventa
el pecado, que cosa es muy usada.
Lebrón el uno es, el otro Armenta:
desde que el gobernador preso tenía,
muy bueno ha andado Armenta, les decía.
Sucede a prima noche el desbarate:
el pobre caballero está durmiendo.
Entrégales la puerta Juan Oñate,
y así de golpe entraron con estruendo.
A voces dicen todos ser dislate
que con la vida quede, que viviendo,
habrá de causar mal, pues está cierto
el hombre no hablará después de muerto.
Rasquín con un arpón enarbolado
le apunta amenazando que se diese.
De la cama se ha el pobre levantado,
sin saber de este caso cómo fuese.
La espada con gran ánimo ha empuñado
mas ¿quién era posible resistiese
a tantos, pues que Hércules el griego
no pudo contra dos entrar en juego?
Irala astuto, sabio, cauteloso,
del enfermo se hizo en este punto,
y por quedar él libre y ganancioso,
según pude saber, y lo barrunto
a Cáceres agudo y bullicioso,
le dice, con Venegas vaya junto,
y Cabrera, del rey tres oficiales,
principio y causadores de estos males.
El pueblo conmovieron ignorante,
y en odio le encendieron como brasa.
Acude a la prisión, y en un instante
le sacan muy asido de su casa.
Irala se ha hallado muy triunfante,
que cierne, hiñe, y masa aquesta masa,
y siendo el preso puesto en tal aprieto,
por caudillo de todos es electo.
Comienza gobernando pues Irala
su negocio a entablar, y aficionaba
a todos, y en mil cosas se señala,
y al pobre con más veras ayudaba.
Empero corta, abrasa, hiende, tala
al que el contrario bando acompañaba:
de suerte, que el leal era tenido
por hombre vil, infame y abatido.
A muchos ahorcó de los leales,
diciendo que la tierra perturbaban.
A tal punto se vino, que los tales
en los montes y bosques habitaban.
Los que eran causadores de estos males,
lo bueno de la tierra se gozaban;
los otros hambreaban suspirando,
y a Dios justa venganza suspirando.
Entre otros que prendió fuera Vergara,
hermano de Rui Díaz Melgarejo:
y a aqueste si no huye le ahorcara,
que voluntad no falta y aparejo.
Al otro con su hija le casara;
Rui Díaz nunca fue de tal consejo,
y así con los leales se ha huido,
andando por los bosques escondido.
Había Diego de Abreu tomado
la mano en señalarse con cuadrilla,
contradiciendo a Irala por alzado.
Son Abrego y Rui Díaz de Sevilla:
consigo mucha gente han congregado;
Irala ha procurado de seguilla,
y algunos los conmueve por regalo,
y a muchos cuelga y pónelos de un palo.
Irala sale en esto con armada,
y el río arriba yendo bien se aleja;
y porque la ciudad sea gobernada,
a don Francisco de Mendoza deja.
Lazcano muy malvado de celada,
con ánimo endiablado se le queja,
diciendo no conviene que tuviese
por un tirano el mando, y desistiese.
Y que él con los leales trataría,
que en nombre del gran Carlos se eligiese,
y aquesto fácilmente lo haría,
sin que persona alguna lo impidiese.
Tratolo de tal suerte, que hacía
que el triste don Francisco le creyese:
con este engaño y falso compelido,
Mendoza de su mando ha desistido.
Al punto que desiste luego viene
la gente de leales de los sotos,
y el Abrego leal no se detiene,
que espera de tener aquí más votos:
el Lazcano malvado pues no tiene
los filos del intento malos votos
que con presteza a muchos sobornando,
al Abrego procura den el mando.
Malvado llamo a Lazcano yo en mi verso
por ser causa primera de un gran daño,
que nunca se perdiera el universo,
por Mendoza mandar siquiera un año:
que si buen celo tuvo al fin fue adverso
a Mendoza causando un mal tamaño,
y al Abrego de muerte, y gran fatiga
a todos cuantos eran de la liga.
El Abrego por votos fue elegido,
que cédula real dispone de esto:
y siendo ya del pueblo recibido,
comienza de envidar todo sus resto.
El Mendoza se ve tan afligido,
y acaso le fue Abrego muy molesto,
que no pudo sufrir verse burlado;
y oíd en lo que para este nublado.
Con sus pocos amigos, dicen, quiso
tratar de recobrar con nueva traza
el mando. Mas este otro tiene aviso
del caso, y con presteza dale caza:
y préndele al punto de improviso,
y la cabeza córtanle en la plaza. (8)
Al tiempo que cortar se la querían,
a sus hijos habló que allí venían.
A don Diego el mayor habló primero,
diciendo en alta voz: "Mira que seas
vasallo de tu rey, muy verdadero,
porque en aqueste trance no te veas:
y pues, hijo, tú ves cómo yo muero,
así la gloria eterna tú poseas,
que cures de vivir siempre en suerte,
que no mueras también de aquesta muerte".
El presagio del padre, que moría,
dejado por postrero testamento,
al don Diego de poco le servía,
pues tuvo en Santa Cruz atrevimiento,
y pagó en Potosí su tiranía.
Diré en otro lugar este alzamiento:
al Abregó volvamos, que sabiendo
que Irala vuelve al monte va huyendo.
Irala habiendo tiempo navegado
el Paraguay arriba con su gente,
y al buen Nuflo de Chaves despachado
a que salga al Perú muy diligente,
se vuelve a la Asunción, que el que ha pecado
no puede asegurar jamás la mente:
que no puede hallarse mejor ciencia,
ni prueba, que le iguale a la conciencia.
Llegando a la ciudad al fin Irala,
con grande regocijo es recibido;
de Mendoza la muerte le desala
el corazón, y entrañas le ha rompido.
Tras Abrego con prisa el monte tala,
y a Escaso aquesta causa ha cometido:
mas no le fue en el tiro de su mano,
que un tiro que tiró no sale vano.
Al Abrego a prender Irala envía,
porque él con los leales retirado
andaba por los bosques a porfía,
del remedio de España confiado.
El Escaso, que supo do dormía,
una noche le halla descuidado,
y al blanco pecho apunta, y fue tan cierto,
que el corazón le parte, y deja muerto.
Muchos de los leales desmayaron,
por verse sin cabeza y perseguidos,
y algunos al Irala se pasaron,
y fueron con de él recibidos.
Los otros, que más tiempo porfiaron,
vinieron con dolor muy afligidos:
que el nombre de leal era nefando,
y en trisca le nombraban, y burlando.
A tal punto llegó el atrevimiento,
del bando del Irala, que casando
su hija con Vergara, por contento
y placer, un soldado suspirando
en una farsa sale descontento,
y roto y pobre, y otro preguntando,
y él responde, diciéndole ¿quién era?
De los leales soy, que no debiera.
¿Qué, de leales sois, le dice luego:
mirad pues bien el pago que sacado
habéis de esa contienda y triste juego,
qué tan contra razón habéis jugado?
Hermano, por ventura estáis tan ciego,
que no veis qué es andar de pie quebrado:
el triste del leal dice temblando,
hermano, lo que sé que estoy penando.
El valeroso Chaves caminaba
la vuelta del Perú donde ha salido,
con trabajo sobrado que pasaba,
de gente que el camino le ha impedido.
A muchos fuertemente conquistaba,
y a su dicción y mando ha sometido,
rompiendo fuertes y altas empalizadas,
con obras muy heroicas y afamadas.
Conquistó los chiquitos, que es frontera
del gran Mojo, señor de la laguna:
y entiendo que si más adentro fuera,
a cuestas nos sacara la coluna;
y Hércules segundo Chaves fuera,
y por más imitarle, el Sol y Luna
a cuestas sustentara, como el cielo
el otro, por darle a Atlas consuelo.
Al fin salió al Perú, donde ha hallado
al licenciado Gasca el venturoso.
Después de su negocio relatado,
procura de volverse muy gozoso.
Un pueblo en el camino hubo poblado,
por extender su fama deseoso,
Santa Cruz de la Sierra le nombraba,
que el sitio al de su tierra semejaba.
A Cabeza de Vaca ya volviendo,
lleváronle a Castilla aherrojado.
Ahora que lo estoy aquí escribiendo
me admiro, como nunca castigado
aquesto caso fue, atroz y horrendo,
y gran levantamiento confirmado.
En mi tiempo yo vi se recelaba
el pueblo del castigo que esperaba.
Venegas y Cabrera, pues, al preso
llevaron a Castilla, y lo entregaron
al Consejo Real con gran proceso,
y causas, que a su gusto fulminaron.
De aquestos dos el uno pierde el seso,
al otro en breve tiempo lo enterraron,
al preso por sentencia fue privado
del título y blasón de adelantado.
En su lugar habiendo proveído
a Sanabria el gobierno, va a Sevilla, (9)
casóse, y el casamiento le ha impedido
que no pueda salir ya de Castilla:
que en breve se murió; y ha partido
con el resto de gente y la cuadrilla
que en armada Sanabria puesto había,
entregada a la mar, doña Mencia.
Tomaron de la costa a San Vicente
después a San Francisco; do estuvieron
algún tiempo viviendo alegremente.
Por tierra al Paraguay y después vinieron.
La más de toda aquesta poca gente,
que nombre del Socorro les pusieron,
de Extremadura son, do influye Marte
de sus sacros tesoros tan gran parte.
Sanabria en Medellín nacido había,
con hijos y mujer allí ha vivido,
viudo ya una vez, doña Mencia
en Sevilla por suerte le ha cabido.
Movida de su vana fantasía,
con sus hijas de España se ha partido,
con fin de casarlas; y así sucede,
que en la mujer la honra vale y puede.
También Diego Sanabria, el heredero,
después salió con gente en mala extrema;
que erraron dos pilotos su rotero,
y dieron en el puerto Cartagena.
En Potosí le vi hecho minero,
mas nunca tuvo el pobre mina buena:
busquemos una ahora en otro canto,
que ya cansa decir en este tanto.
NOTAS
(1) ¡O vida segura la mansa pobreza. Juan de Mena en sus trescientos.
(2) Oro es, lo que oro vale, dice el proverbio castellano.
(3) Cosa muy sabida es cómo el Emperador Carlos V, nuestro señor, padre del invictísimo Felipe II, se desposeyó e hizo dejación de todos sus reinos, y se retrajo a Juste, monasterio de frailes Hierónimos, que fue el más singular y mayor triunfo que él alcanzó en este mundo.
(4) Ni boda pobre, ni mortorio rico, así en los descubrimientos de las Indias. El comentador griego sobre las trescientas de 10 de mena; y otros muchos antes de él, como fue Ptolomeo, cte., lo contrario de lo cual vemos y sabemos.
(5) Doblada la línea está casi hecha la jornada, porque si no se acierta a doblar, no se puede tomar la costa del Brasil, antes, habrán de ir a la de Cartagena, a dar en Santo Domingo.
(6) Envidia combate lo más alto.
(7) La casa del gran Moxo en una laguna.
(8) Cortan la cabeza a don Francisco de Mendoza, en la Asunción, por mandato de Diego de Abreu.
(9) Hizo asiento con el rey Juan de Sanabria, año de 1547, como dice Gomara. Historia de Indias, cap. 89, y Herr. dec. 8, lib. 4. Canto Sexto
CANTO SEXTO
Viene el obispo al Paraguay. Muere Domingo de Irala.
Eligen por gobernador a Francisco Ortiz de Vergara,
y sale con el obispo al Perú.
Los hijos de este siglo, la sapiencia
nos enseña, que son muy más prudentes,
que no los muy dotados de inocencia,
para el vivir y trato de las gentes.
Aquellos que no tienen tal prudencia
perecen con dos mil inconvenientes,
llevándoles ventaja los osados,
astutos y sagaces y treznados.
Tan sabio era, y astuto y cauteloso
en su trato y vivienda nuestro Irala,
que no tiene algún hombre de él quejoso,
que a todos en amor parece iguala.
Con esto y con su pecho valeroso,
contrasta cualquier mal, y suerte mala,
y a su dicción y mando muy rendidos,
a sus contrarios tiene y sometidos.
En paz tiene la tierra, gobernando
con gran sagacidad y señorío,
la gente rebelada castigando
con fuerza, maña, y arte y poderío.
Los leales su causa ya juzgando
por vana presunción y desvarío,
por no tener de España nueva cierta,
se le entran cada día por la puerta.
Filipo el Sabio, rey muy poderoso,
que en suerte el Nuevo Mundo le ha cabido,
del aumento cristiano codicioso,
al Paraguay obispo ha proveído,
Del orden Franciscano religioso,
don Pedro de la Torre es su apellido:
Urue por general va de la armada,
que fue para este efecto congregada.
Apréstase la armada muy hermosa,
y sale de San Lúcar, y se entrega
a las ondas del mar brava y sañosa;
y con un viento próspero navega.
Ha sido en su viaje tan dichosa,
que al Río de la Plata presto llega,
sin refriega de mar y sin tormenta,
qué al bueno Dios le ayuda y le sustenta.
Desde Castilla al Río de la Plata,
cuarenta días solos se gastaban,
y no echaba el piloto en ello cata,
y el río los navíos embocaban.
El general, llegando, desbarata
de dos navíos las obras que sobraban,
hermosos bergantines quedan hechos,
y en breve a la Asunción fueron derechos.
No quiero aquí tratar el gran contento
que toda la ciudad ha recibido,
ni menos la tristeza y el lamento
del malo, que se ve ya sometido.
Y aunque esto de pasada yo le cuento,
muy bien fue en el suceso conocido,
pues cualquiera rehúsa ser mandado;
que el buey suelto se lame por el prado.
Irala como ve que está con miedo
el triste del obispo, y que la feria
por él corre, contento, alegre y ledo,
mudando muy en breve la materia,
le dice, mi Señor, en cuanto puedo
trabajo, que salgamos de lacería,
buscando si hay riquezas en la tierra,
mas tengo gran trabajo con la guerra.
El santo del obispo sonriendo,
con un blando semblante respondía
a lo que Irala iba repartiendo,
que ya su condición bien conocía:
bien a la propia suya resistiendo,
porque de Irala mucho se temía,
procura de sufrir, pues se ve solo,
y todos contra él con fraude y dolo.
En esto de Castilla, ¡Dios eterno,
cuán grande es, y cuán alta tu sapiencia!
Al Irala le envían el gobierno;
mas sobreviene luego una dolencia,
y no pudo durar sólo un invierno:
que el que con fraude obtuvo la potencia
los veinticuatro años con tal daño,
no dura con derecho sólo un año.
Después de Irala muerto, se juntaron
en una iglesia todos, y eligieron,
de doce caballeros que nombraron,
los cuatro, cuyos nombres escribieron:
por opuestos aquestos señalaron,
los vecinos sus votos aquí dieron.
alió Francisco Ortiz, el de Vergara,
que con hija de Irala se casara.
Su hermano, que es Rui Díaz, habitaba
en Guayra en este tiempo, retirado
de Irala, que con él mal se llevaba:
allí poblando se ha fortificado,
y de allí con su gente conquistaba
los indios, y en la tierra apoderado
procura atravesar a San Vicente,
con ánimo crecido y poca gente.
La costa del Brasil está temblando,
sabiendo de Rui Díaz la venida,
que piensan que se viene apoderando
de todo lo que halla de corrida:
pues saben cómo ha andado conquistando,
y que tiene la tierra así rendida;
y no sabe qué quiere Melgarejo:
mas ved en qué ha parado su consejo.
Allega a San Vicente, do Cupido
desembaraza cruel su flecha dira,
y hócele quedar preso y rendido
al rostro angelical de doña Elvira.
Quien indios y españoles ha vencido,
vencido y muerto queda, porque mira.
¡Y piensas tú, Cupido, no lo fueras,
mirando a doña Elvira de Contreras!
De Medellín salió la dama bella,
de conocida, casta y gente clara:
y aunque fue en hermosura linda estrella,
fortuna se mostró con ella avara.
Procura el capitán luego con ella
casarse, mas la muerte la llevara
entonces, y no diera mala cuenta,
causándose a sí misma tanta afrenta.
Casóse en mal punto, y en hora mala.
Dios sabe lo que siento en escribillo.
Amor, que con lo bajo lo alto iguala,
la hace aficionarse a Juan Carrillo.
Cógelos Melgarejo en una sala,
y como no es el caso de sufrillo,
aunque la dama es tal, y el galán viejo,
a entrambos los ha muerto Melgarejo.
Entrando el capitán en su aposento,
al adúltero mató de una estocada:
la dama viene al grito con lamento,
la gente viene al grito alborotada:
ayúdanla a matar, o crudo cuento,
¡que no hay quien te defienda, desdichada!
Fenece la extremada hermosura
en el colmo de extrema desventura.
Vergara y el obispo se han movido,
en esto de salir, que no debieran,
al Perú: pero habiendo ya venido
a Santa Cruz, do nunca ellos vinieran;
allí les fue por Chaves impedido
el camino; yo creo que si pudieran
pasar, ellos pasaran; mas yo hallo
que en propio muladar bien canta el gallo.
El Chaves a los Charcas va y camina,
dejándose a los pobres muy llorosos.
Tras él salen después, y de una mina
llevaron grandes muestras muy gozosos.
Ensáyase el metal, y plata fina
se saca, que movió a los codiciosos;
y entre ellos Juan Ortiz Pica, pensando
ganar honra y dinero gobernando.
El licenciado Castro gobernaba; y
vista la intención del perulero,
y que en aqueste caso él importaba
por tener abundancia de dinero.
El gobierno argentino le encargaba
quitándosele al pobre caballero:
el cual como se vido descompuesto
a Castilla se vino muy dispuesto. (1)
Matienzo el presidente no repugna
en esto; que formando una quimera,
en el cuerno le pone de la luna
al argentino reino y su ribera:
y dice, que no puede haber alguna
provincia de riqueza en tal manera,
cual ésta: aunque rodeen todo el mundo
entre el polo primero y el segundo.
Y aún dice un dicho necio, y he de decirlo,
pues vi con juramento yo afirmarlo,
y prometí yo a muchos de escribillo,
ni quiere mi Argentina aquí callarlo.
"Si fuera yo Filipo, a ese Turquillo (2)
había con España de dejallo,
decía, por gozar de tanta tierra,
tan bella y apacible, y tan sin guerra".
Con estos desatinos que decía,
que muy grande afición al argentino
mostraba el presidente que tenia,
procuran de volverse en su camino
el obispo, y teniente que ponía
en su lugar Ortiz el zaratino;
que es Cáceres, un hombre bullicioso,
amigo de mandar y sedicioso.
El Juan Ortiz se parte para Lima
con título y blasón de adelantado:
de barras lleva hecha grande rima,
que sabe Dios cuál él las ha juntado.
Aquesto le causaba gran estima,
y ser de todo el mundo respetado:
que tanto de valor cualquiera abarca,
cuando tiene dineros en el arca.
De Lima se partió muy placentero
por ver que le es fortuna favorable;
a Panamá camina muy ligero,
con viento en popa suave y amigable
llega a Panamá con su dinero,
y en breve lo veréis muy miserable:
que fe ninguna tengo, ni confianza
en fortuna, que es cierta su mudanza.
En nombre de Dios parte a Cartagena,
y entrega su fortuna a una fragata
El francés esto tiene a dicha buena,
que le ha sido la presa muy barata.
Encuéntrale, "y amaina vela, antena,
le dice, y deja, amigo, aquí la plata,
si no quieres dejar también la vida,
a vueltas de la plata aquí perdida".
Amainan a pesar vela y trinquete,
rendidos del francés y su pujanza,
ni queda marinero ni grumete,
que no pierda del todo la esperanza.
La vida a Juan Ortiz allí prometo,
mas pierde de la plata la confianza.
La vela da el francés, desque le quita
la plata, y con placer picando grita.
Quien vio a Juan Ortiz lo que hacía,
pudiera no moverse a crudo duelo.
Los suspiros que daba los ponía
con gran sentimiento allá en el suelo:
sus carnes tan heladas las tenía
como la pura nieve y duro hielo,
y dice: "¡Cuán en breve aquí he perdido,
lo que en tan largos años he adquirido!"
De más de ochenta mil pesos pasaron
los que el francés sacó de aquesta feria.
En Cartagena amigos ayudaron
a Zárate a salir de su lacería:
que muchos de su mal se contristaron,
por verle haber venido a tal miseria:
que para asar, coser, freír, decía,
que en mucha cantidad barras tenía.
Con este desastrado desbarate,
y desdichado fin y mal suceso,
a Castilla se viene el de Zárate,
sin sacar de su plata un solo peso.
No teme que el francés le desbarate:
que el pobre del ladrón jamás es leso;
mas antes caminando a su albedrío,
delante del ladrón canta vacío.
Llegado a España, el rey le ha confirmado
lo que Castro le dio, y por más pago
a Zárate veréis ya señalado
en los pechos con cruz de Santiago.
Habiendo mucha gente congregado,
se entregan al feroz y hondo lago.
Diráse en su lugar de aquesta armada,
volvamos a la historia comenzada.
Al Cáceres y obispo revolviendo,
llegan a Santa Cruz, que de la Sierra
se llama; do discordia, descogendo
sus velas, ha causado tanta guerra
entre los dos, que el odio ya creciendo,
los huesos uno al otro desentierra,
y más que unas berceras en cantillo
se tratan, que es vergüenza de escribillo.
De Santa Cruz salieron, procurando
llegar al Paraguay con gran presteza,
y aunque las dos cabezas caminando
van juntos por la tierra de aspereza,
no van cosa ninguna conversando,
que en mala voluntad tienen firmeza.
Llegando a Asunción muy brevemente
lo que pasó dirá el canto siguiente.
NOTAS
(1) Hízose el asiento con Zárate por julio de 1569.
(2) Buen dicho para letrado y presidente de una Audiencia Real. Bien parece había gustado poco de los flechazos de los indios guaraníes, según la razón que daba.
CANTO SÉPTIMO
Llegan a Asunción el obispo y general. Prende el general al obispo,
y después el obispo al general, y llevándole a Castilla, muere el obispo.
Sentencia es celebrada, llana y clara,
que todo hombre que anda en malos pasos
al fin de la jornada siempre para
en mal con desastroso fin y casos. (1)
Con el mando, poder, y con la vara,
el Cáceres echaba contrapaso,
al santo del obispo: mas tenía
un provisor que mal los recibía.
Aunque el obispo era mal sufrido,
no era codicioso de venganza.
Segovia, el provisor, no ha consentido
a Cáceres crecer en su pujanza;
mas antes con un odio recrudecido
le mete, como dicen, bien la lanza,
tomando informaciones y testigos
a Cáceres lo dicen sus amigos.
Un hombre, que Daroca se llamaba,
que del Perú sacó en su compañía
el obispo, en el pueblo publicaba
contra el obispo mal en demasía:
mil cosas en escrito denunciaba
al Cáceres, que bien las recibía:
con que publican todos por extenso,
que el bueno del obispo está suspenso.
Al provisor metió en un aposento
el general, con grillos remachados,
el comer al obispo y el sustento
le quita; que no son hombres osados
a darle un jarro de agua, que al momento
el servicio y los indios son quitados:
y por mayor baldón y más afrenta,
al obispo le priva de su renta.
A Pedro de Esquivel, un caballero
de bella compostura y bella traza,
amigo del obispo y compañero,
(por sola su pasión) le prende y caza.
Con el obispo ser particionero
en su prisión afirma, y en la plaza
le corta la cabeza, y en picota
la fija, y de traidor le reta y nota.
La traición de Esquivel está fundada
en una información que ha fulminado,
en que el obispo y él, de mano armada
conciertan de prenderle: ha concertado
que el triste del obispo en su posada
esté sobre fianzas encerrado.
En la iglesia el obispo está rezando,
y oíd lo que está el malo publicando.
En pregón dice: "Pena de la vida,
a la Iglesia mayor nadie se atreva
por hoy ir, porque es cosa conocida,
que el obispo intención muy mala lleva.
Y pues que la tenemos ya sabida,
no habemos menester, dice, más prueba."
Ayala su alguacil va prestamente
al templo para echar fuera la gente
¡Oh marqués! de estos casos escribano,
en do toda maldad pura se encierra,
secaríase primero aquesta mano,
que escribiera escritura mala y perra.
Mas ¡ay, como el juicio soberano
para castigo tuyo envía a Guerra
obispo, que poniéndote en cadena (2)
a ti, y tu hacienda lleva pena.
Al fin, pues, ya del templo consagrado,
diciendo mil oprobios y baldones,
y falsos testimonios del prelado,
por solos sus rencores y pasiones,
expelen al cristiano arrodillado,
haciéndole que salga a empujones.
Forzándola a salir la puerta afuera,
una dama habló de esta manera.
¡Pues no son poderosos los maridos!
Pidámosles las armas, y volvamos
por la honra de Dios. Y con gemidos
decía: -No conviene consintamos
aquestos maleficios conocidos;
y todos al prelado defendamos. (3)
Que más vale morir honrosa muerte,
que un mal disimular de aquesta suerte.
Poblado está de mártires el Cielo
que por honra de Dios han padecido;
de su sangre está lleno todo el suelo,
que infieles y tiranos han vertido:
tomemos pues con esto gran consuelo,
que Dios da gloria a aquél que ha merecido.
Y pues sabemos que éste es un tirano,
volvamos por el nombre de cristiano.
Con sobrado valor y pecho osado,
otra dama habló de esta manera:
-De aqueste lugar santo consagrado,
nadie me hará salir de aquí afuera;
ni consentir yo tengo que al prelado
agravien, sin que yo primero muera:
que a mí, que soy su oveja, su fatiga,
a condolerme de ella bien me obliga.
A mis padres, hablando de Castilla
y de santas historias, tengo oído
de la sabia Judith, sí se decilla,
que bien veis que en la tierra soy nacida;
aquella gran hazaña y maravilla
que hizo, por do nombres ha merecido
tan alto, que la Iglesia la pregona
por dechado de fuertes y corona.
Holofernes soberbio, crudo, altivo,
tenía la ciudad desta cercada:
al nombre hebraico era muy nocivo
con su fuerza, poder y cruda espada:
estaba al punto ya de ser cautivo
el pueblo, y la ciudad desconsolada;
Judith de remediarla deseosa
salió por el ejército animosa.
La gente de Holofernes que la vido,
al punto se la hubo presentado,
diciendo, a buena parte hemos venido.
¿quién hay que no pelee muy de grado?
Al Holofernes bien le ha parecido,
y cenando y bebiendo, se ha embriagado:
la noche sobreviene, y se dormía
con el vino abundante que bebía.
Judith, que esta ocasión consideraba,
la cabeza le corta, y con secreto
salió con la criada que llevaba:
librando de esta suerte del aprieto
a su pueblo, en que vio ella que estaba.
El premio ha recibido, más perfecto;
y pues vemos que el premio ya nos llama,
dejemos de nosotras grande fama.
El triste doloroso del prelado
a su casa se vuelve, no cesando
de gemir y llorar muy compungido,
por ver su oveja irse condenando.
Allí le hace estar emparedado;
con barro las ventanas le tapando:
fianzas da el obispo que estaría
en su casa, y que de ella no saldría.
Mas teniendo noticia que querían
echarle de la tierra, se ha salido
huyendo a medianoche, y acudían
algunos en su busca, do escondido
estaba, y los mosquitos le comían,
que en toda aquella noche no ha dormido.
A su casa le vuelven, do se queda,
en tanto que fortuna vuelve y rueda.
El Cáceres estaba tan furioso,
tan altivo, soberbio y endiablado,
que no tiene en sí mismo algún reposo,
ni puede estar momento reposado.
Del provisor estando receloso,
por ver que era sagaz y redoblado,
acuerda de embarcarle en un navío,
y él bájase asimismo por el río.
Bajó con intención de despacharle
al Perú, por sacarle de la tierra;
mas no halla manera de enviarle:
por do su voluntad en esto cierra,
que dos o tres procuren de fiarle:
con esta condición no lo destierra,
mas suelto el provisor del crudo lazo,
sacude, como dicen, zapatazo.
Teniendo, pues, la causa fulminada,
juntaron de mancebos gran canalla,
que es gente para todo aparejada,
de españoles también parte se halla,
a quien noticia fue del caso dada:
no hace fray Francisco Ocampo falla,
que aunque al principio fue de la otra parte,
aquí lleva el guión y el estandarte.
En casa de Segovia se juntaron
de noche, con secreto sin ruido;
entre todos allí se concertaron,
y el caso fue de breve concluido.
Que Cáceres se prenda concertaron,
y esperan a que sea amanecido.
Una visión al punto que amanece
encima de la iglesia se aparece.
A mirar la visión los que salieron
a un patio do el Segovia reparaba,
un ángel relumbrando todos vieron,
que parece una espada desnudaba.
Muchos aquesto mismo me dijeron;
y el ángel parecía que amagaba
con la espada desnuda que tenía,
y golpes hacia abajo sacudía.
El Cáceres venido pues a misa,
entró la turbamulta muy derecha,
echó a Cáceres mano muy aprisa,
y algunos de los suyos no aprovecha;
que el negocio seguía ya de guisa,
que cada cual a puja mano le echa,
y al fin preso le llevan muy de vuelo,
sin dejarle llegar los pies al suelo.
Con voz del santo oficio y apellido
le prenden, y eso suena su proceso:
en un punto se ve el pobre afligido,
con miserable fin del mal exceso.
¡Quién duda que estaba arrepentido,
en contemplar el triste aquel suceso!
Que el sólo conocer su grave culpa,
es lo que al pecador más le disculpa.
Su pompa, presunción, y bizarría,
fenece con muy vil abatimiento:
que cosa cierta es que no podía
para siempre durar su ensalzamiento.
Un negro que este Cáceres tenía
habiendo visto aqueste acaecimiento,
tened dijo, señor, la barba queda,
que el mundo de esta suerte corre y rueda.
Teniéndole pues preso y arecado,
nombrado otro teniente entra en consejo,
y tratan quien 1o lleve aprisionado
a España con presteza y aparejo;
que vaya luego fue determinado
el capitán Rui Díaz Melgarejo,
que no se huelga poco de este hecho,
y piensa sacar de ello algún provecho.
El obispo también se determina
con ánimo de ver a nuestra España:
y aunque dicen algunos desatina,
y que su ida a la tierra mucho daña.
Empero dicen otros que lo atina,
porque el preso no use alguna maña,
con que se suelte y libre de cadena,
y cause al santo obispo cruda pena.
El teniente que nombran se decía
Martín Suárez, noble caballero
al Cáceres muy mucho aborrecía,
a así en desecharle es el primero.
De presto un navichuelo componía,
y puesto brevemente en astillero
despacha al preso en éste, procurando
quedarse por señor, y gobernando.
También en compañía fue ordenado
que saliese Garay que lo desea:
aquí tuvo principio, y ha probado
en la guerra muy bien y en la pelea;
mas nunca supo ser considerado,
su tiempo le vendrá, cuando se lea
el fin en que paró su desventura,
por quererse seguir por su locura.
Salió de la Asunción la carabela
con otro bergantín acompañada,
izan antenas, dan al viento vela,
la nave por el sur es gobernada.
Con el viento y corriente tanto vuela
que en breve a San Gabriel fuera llegada,
a do se declaró para Castilla,
con Cáceres, obispo y su cuadrilla.
Garay el río arriba se ha tornado,
y puebla a Santa Fe ciudad famosa: (4)
la gente que está en torno ha conquistado,
que es de ánimo constante y belicosa.
Los argentinos mozos han probado
allí su fuerza brava y rigurosa,
poblando con soberbia y fuerte mano
la propia tierra y sitio del pagano.
Estando Santa Fe ya bien poblada,
Garay bajó a Gaboto por el río,
Gerónimo y su gente en la llanada (5)
estaban, que venían con gran pío
de hacer en el río su morada.
Garay no osa salir de su navío,
aunque es de los de Córdoba rogado.
Del agua y de la tierra se han hablado.
De una parte y de otra ha habido dones,
los ánimos mostrando halagüeños,
empero por quitarse de pasiones,
no salen del batel los paragüeños.
Partieron sin mostrar los escuadrones,
a nuestro parecer, torcidos ceños:
mas dejan los de Córdoba fijada,
por señal una cruz de su llegada.
A Córdoba llegando el de Cabrera,
la nueva le ha llegado que ha venido
Abrego a gobernar, que no debiera,
pues tan mal a los dos ha sucedido.
El Abreu como llega le prendiera,
y preso su negocio ha fenecido;
de suerte, que quitándole la vida
le deja su memoria oscurecida.
Garay quitó la cruz de aquel asiento,
do quedó por Cabrera levantada,
que sabe que es su intento y fundamento
dejar la posesión allí tomada.
Con esto, él y su gente con contento
se vuelven a su asiento, y su morada,
que es dicha Santa Fe, tierra muy llana,
y a Tucumán y Córdoba cercana.
El obispo al Brasil en breve llega
con su preso, y la gente, aunque temieron
en golfo y alta mar la gran refriega,
en San Vicente alegres pues surgieron,
a do al preso el obispo da y entrega
a gentes, que encerrado le tuvieron:
el cual de la prisión se ha escabullido,
y anduvo algunos días escondido.
De a poco, precediendo excomuniones,
el Cáceres ha sido descubierto,
y puesto en un navío con prisiones,
para Castilla sale de aquel puerto.
De enfermedad, congojas y pasiones,
fray Pedro de la Torre ha sido muerto,
dejando grande fama en San Vicente,
de grande religioso y continente.
Muy público en la costa se decía,
que al tiempo que murió aqueste prelado
la pieza y aposento mucho olía, (6)
y el sepulcro do fuera sepultado.
Aquel que en la mortaja le envolvía,
con juramento lo ha testificado,
y así lo dicen hoy los lusitanos,
que muerto, bien le olían pies y manos.
Ya Juan Ortiz de Zárate está dando
gran prisa, y que me acuerde que ha partido,
me dice, y que ya viene navegando;
que cumpla lo que tengo prometido.
De sólo acordarme ya está temblando
la mano; que en pensar que he padecido
calamidad tan grande y tal miseria,
temor tengo de verme en otra feria.
Y así por no acordarme de tal llanto,
de tan crudo dolor y triste suerte,
quisiera fenecer con este canto,
que dudo que mi pluma bota acierte.
Que puesta mi memoria en el quebranto,
cuando me vi tan cerca de la muerte,
temo se ofuscará; pero digamos
las tristes desventuras que pasamos.
NOTAS
(1) Quien en mal anda en mal para.
(2) Doctor Fray Alonso Guerra, obispo del Paraguay.
(3) Esta era una mujer casada con Juan de Saldiva, vizcaíno, e hija de Antonio Tomás, portugués.
(4) De arenal.
(5) Don Gerónimo Luis Cabrera, gobernador del Tucumán, a quien cortó la cabeza Gonzalo de Abreu.
(6) A mí me lo dijo en Santos el padre José Anchieta, teatino de la Compañía de Jesús, hombre de gran fama y crédito, que se había hallado en su muerte. Que olía con gran fragancia su cuerpo, pies y manos, y la sepultura; y es entre los portugueses del Brasil muy válido que este obispo murió santo.
FUENTES
Barco Centenera, Martín de. La Argentina o Conquista del Río de la Plata. Buenos Aires, Plus Ultra, 1969. (Colección Pedro de Angelis, v. III).
Port.: La/Argentina/o la/Conquista del Río de la Plata/Poema histórico/por el/Arcediano Don Martín del Barco/Centenera/Buenos Aires/ Imprenta del Estado/1836. Prólogo de Andrés M. Carretero.