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BENJAMÍN VELILLA (+)

  LA CASA DE LA INDEPENDENCIA (Ensayo de BENJAMÍN VELILLA)


LA CASA DE LA INDEPENDENCIA (Ensayo de BENJAMÍN VELILLA)

LA CASA DE LA INDEPENDENCIA

Ensayo de BENJAMÍN VELILLA

 

 

IV. LA CASA DE LA INDEPENDENCIA

 

1. ANTECEDENTES

En 1772 don Antonio Martínez Saenz era dueño de una casa y propiedad en la esquina actual de Pte. Franco y 14 de Mayo, adquirida de Juan José Sánchez el 22 de octubre de dicho año.

El 6 de junio de 1778 esta propiedad se extendió con otro lance comprado a María Josefa Sánchez y María Ana Martínez; parece ésta viuda de don José Sánchez, más 4 varas sobre la calle del Norte obtenida por merced Real del gobernador Melo de Portugal en diciembre de 1778.

En una mensura de posesión practicada el 1° de febrero de 1779 toda la propiedad de don Antonio Martínez Saenz tenía las siguientes dimensiones: 18 y 3/4 varas de frente sobre la calle del Norte, su costado al Este de 47 y 1/4 varas sobre otra calle, su contrafrente al Sud sobre un callejón 17 y 3/4 varas y su contra costado al Oeste 43 y 2/3 varas lindando con derechos de Mariano Barboza.

Por muerte de don Antonio la propiedad quedó en manos de sus herederos don Sebastián Martínez Saenz y Pedro Pablo Martínez Saenz, hermanos.

Sebastián compró la parte de Pedro Pablo el 25 de enero de 1821. Por escritura del 15 de febrero de 1843 el gobierno adjudicó la propiedad a doña Nicolasa Marín, viuda de Sebastián Martínez Saenz, única heredera.

Por providencia del Juez de 1°Instancia en lo civil, don Juan Silvano Godoy, del 6 de diciembre de 1872, pasó a poder de Virginia Marin, heredera de doña Nicolasa Marín de Martínez Saenz, según anotación del Registro de 1872, N° 328 de folio 125 como toma de razón (figura entre líneas y poco legible: Luis Burgues, Contador General, hipotecas).

En 1879 la propiedad fue vendida a Hermenegilda Santa Cruz de Recalde.

En 1931 era de Antonio Abandante, quien vende a Romilda María Crosa de Nunes; en 1935 ésta vende a Selva Aquino de Acosta Nunes y ésta, a su vez, a Silvestre Martínez en enero de 1938.

El último con Diego Martínez, co-propietario, vende al Ministerio de Educación en setiembre de 1943.

Finca 2748-3 Sección del Registro de la Propiedad, Distrito Encarnación.

El Callejón histórico calculado "como 4 varas más o menos" de ancho, figura en una escritura protocolizada en el Registro de la Propiedad el 5 de agosto de 1872, como lindero al norte de una propiedad de Juan Bautista Adisio, vendida a José Falchiero, dueño éste de una carpintería en la esquina de Palma y 14 de Mayo. De esta esquina hasta el Callejón, por 14 de Mayo, la propiedad de Falchiero totalizaba 44 varas 22 pulgadas y sobre el Callejón 26 varas 20 pulgadas. Al Oeste con derechos de doña Rosa Fornells.

La propiedad fue anteriormente de Dolores y Asunción Maíz, quienes heredaron de la madre Juana María Maíz, a su vez hija de Francisca Aramburú de Maíz la que una parte compró de Francisco Fornells en 1817 y otra parte por testamento del obispo Marco Antonio Maíz, otorgado el 9 de abril de 1845 (Datos del Registro Bajo N° 126).

El Sr. Falchiero vendió sus derechos a don Angel Crosa el 3 de agosto de 1872. El callejón indicado quedó como de uso común, según la escritura protocolizada en 1872, por disposición del gobierno.

(MANUSCRITO. Datos extraídos por el autor directamente de sus fuentes originarias y cuya síntesis apareció posteriormente en "HISTORIA EDILICIA DE LA CIUDAD DE ASUNCIÓN", como igualmente los demás datos sobre la Casa de la Independencia).

 

 

3.      LA UBICACIÓN DE LA CASA

Uno de los pocos edificios de la antigua traza salvado del derrumbe (Ocasionado por el plan urbanístico del Dr. Francia.) es la hoy conocida como Casa de la Independencia, debido, seguramente, a haber constituido un hito en la planimetría de Francia, ocupando cierta altura con relación a los terrenos colindantes. No sufrió más deterioro que perder sus corredores exteriores, mutilados en el semi alero inoficioso que, pintorescamente, ostenta todavía.

En 1811 había en el conglomerado de casas en torno del citado lugar, una de aquellas primitivas arroyadas y, a la vez sendero de circulación ciudadana, con dos trayectos diagonales entre los caminos antecedentes de las calles Palma y Presidente Franco de la actualidad. Sobre aquel cauce, hacia la esquina hoy 15 de Agosto y Palma, vivía la familia de don Juan Silvestre Recalde, contando cuatro hijos varones, Lorenzo, Juan Francisco, Mariano e Hilarlo. Mariano fue el Recalde militar en aquella época, como pudimos identificar en los archivos existentes todavía.

Con el grado de Teniente de Dragones figura en calidad de actor distinguido en el combate de Tacuarí, en un relato de esta acción que se publicó en el número de EL SEMANARIO, del 10 de marzo de 1866, por primera vez; siendo este relato el único escrito que ostenta la categoría documental de informe de un excombatiente, pues, aún cuando nos resulte asombroso, la historiografía nacional de nuestra independencia se basa únicamente en las relaciones oficiales que han hecho el gobernador Velazco y el dictador Francia.

Apenas hay además de esas crónicas oficiales expurgadas, algunas referencias extranjeras imprecisas, todas de segunda mano.

Es aquel teniente Mariano Recalde, que tal vez después haya sido Capitán, quien cobijara en su casa a los conspiradores recordados por Manuel Pedro de la Peña. La leyenda popular parece confirmar este supuesto, pero con el pequeño desvío de adoptar el nombre del hermano mayor, Juan Francisco Recalde, que no tuvo actuación militar conocida, como el presunto complicado.

Pero la simple ubicación domiciliaria de 1811 no despeja del todo la referencia examinada, porque el sindicado oficial Mariano Recalde pasó a vivir, efectivamente, desde 1813 en el domicilio que la tradición subsistente le adjudica, debido a su casamiento con la señorita Virginia Marín, hermana de la auténtica dueña del solar que llamamos de la Independencia, doña Nicolasa Marín de Martínez Saenz.

Cabe presumir que De la Peña, testigo en su infancia y Juventud de la vivienda por él conocida como del "Capitán Recalde" de la época, tuviera en su mente dicho local, y no el domicilio de soltero de 1811, al utilizar, cuarenta y cinco años después de la Independencia, el episodio del Asesor Somellera con Iturbe.

Traslaciones de este género, involuntariamente, no son raras en las citas fortuitas, como fue la de 1856, máxime cuando recaía sobre un detalle de secundaría importancia en las tesis de los polemistas de entonces.

Para interpretar estos eventos, ha sido necesario compulsar con preferencia los documentos familiares guardados en los Títulos de Propiedad, Testamentos y Demandas del Archivo Nacional y de los Tribunales, así como el Registro General de la Propiedad, en vez de los de la Administración gubernamental propiamente, donde tales particularidades no tienen rastro alguno.

La casa que llamamos de la Independencia era, en 1811, propiedad en condominio de los hermanos Pedro Pablo y Sebastián Antonio Martínez Saenz, herencia de sus padres, Antonio Martínez Saenz y Petrona Caballero de Bazán, quienes la edificaron en 1772.

Sebastián estaba entonces, 1811, casado con Nicolasa Marín; y la hermana de ésta, Virginia Marín, que vivía con ellos, incorporó al mismo domicilio al mencionado teniente Mariano Recalde, con quien ella se unió en matrimonio en marzo de 1813. Recién desde entonces vivió un Recalde en esa casa.

El otro Martínez Saenz, Pedro Pablo, se hallaba casado con Carmen Spetatti, viviendo en otro departamento de la misma casa, de la cual era copropietario. Y con estos últimos cónyuges compartía sus dependencias la señorita Facunda Micaela Spetatti, novia a la sazón del capitán Fulgencio Yegros con quien se casó seis meses después de la Independencia.

La parte de las habitaciones del matrimonio Martínez Saenz-Speratti, es la que tuvo un comienzo de demolición, felizmente suspendida a instancias del Instituto de Numismática y Antigüedades.

A estas circunstancias efectivas de los antiguos moradores de la casa misma, se agregan las siguientes otras que inducen dar razón a la creencia tradicional vertida por de la Peña.

Tenemos el conocimiento, bien dilucidado ya, de que el glorioso pronunciamiento del 14 de mayo tuvo como sus protagonistas más notorios a los Capitanes de Urbanos, Pedro Juan Caballero, Vicente Ignacio Iturbe y Juan Bautista Rivarola, los tres que dirigieron la acción de los cuarteles aquel día.

Pues bien, para los tres, el sitio más cómodo y disimulado donde reunirse debe haber sido la casa de los Martínez Saenz. El capitán Pedro Juan Caballero era sobrino de la dueña de casa doña Petrona Caballero de Martínez Saenz, y él hospedaba en la misma residencia las veces que venía a la Capital, desde su pueblo natal, Tobatí.

En una presentación correcta hay que tener en cuenta que ni Caballero, ni Iturbe, ni Rivarola fueron militares profesionales, sino de la clase entonces llamada de "urbanos", equivalentes a nuestros actuales reservistas en caso de guerra o más propiamente a la Guardia Nacional que hemos tenido hasta no hace mucho tiempo todavía. Actuaron en esta calidad convocados por la movilización contra Belgrano, hecha en octubre de 1810, capitaneando las "Compañías de Urbanos" de sus respectivos Partidos administrativos, de acuerdo a los leyes Colonia: Caballero, con la compañía de Tobatí; Rivarola, con la de Barrero Grande e Iturbe con la de San Pedro de Ycuamandyyú.

Los tres ex alumnos del Colegio de San Carlos ejercían en sus pueblos la función de abogados autorizados para representar ante los jueces pedáneos, o ambulantes, conforme al régimen judicial español.

Desmovilizados en abril, después de la victoria de Tacuarí, se hallaban en la Capital, en mayo de 1811, esperando el pago de sus haberes militares e indudablemente, para proseguir también trabajos en pro de la autonomía política de la Provincia, idea infundida extensamente durante la campaña recién terminada, vigorizada considerablemente en desmedro del Gobernador, tildado de cobarde a raíz de su huida en Paraguarí.

 

4. EL PARENTESCO DEL CAPITÁN CABALLERO CON LOS MARTÍNEZ SAENZ

A fin de disipar posibles dudas sobre la estrecha vinculación familiar del Prócer Caballero con la madre de los Martínez Saenz, al considerar la diferencia de sus apellidos paternos, cabe explicar dicha situación.

La madre de los Martínez Saenz se llamó, de soltera, María Petrona Caballero de Bazán, mientras el padre de Pedro Juan fue llamado Luis Caballero de Añasco, siendo primos hermanos entre sí.

Los Caballero de nuestro país tuvieron una ascendencia común en la línea paterna. El doble apellido, "de Bazán" en unos y "de Añasco" en otros, se debía a una semi filiación distinta en la línea materna, producida en la primera generación nacional de la familia.

En la década de 1700 a 1710 llegó al Paraguay el señor Francisco Caballero de Bazán, nombrado Administrador de rentas, español, casado con la señora Mariana Vera e Irrazabal, igualmente española, teniendo el matrimonio cuatro hijos, que en nuestro país aumentaron en dos más.

Don Francisco enviudó y volvió a casarse con Angela de Añasco, paraguaya, descendiente del Maestre de Campo, General de la Milicias provinciales, en uno de los gobiernos de Hernandarias, Pedro de Añasco.

Los hijos del primer matrimonio usaron el patronímico de hidalguía del padre, "de Bazán", pero los del segundo matrimonio, que fueron tres, usaron el de la madre "de Añasco".

El apego a la partícula "de", indicativa de algún título real de hidalguía en la familia, era grande en la sociedad colonial, no solamente como signo de distinción, sino también por su importancia legal en materia de herencias y otros privilegios estimables.

El capitán Pedro Juan Caballero fue así, un Caballero de Añasco, y su tía una Caballero de Bazán. En la genealogía señalaban solamente una calidad nativista diferente pero sin mengua alguna de parentesco consanguíneo. Los Añasco, por la raíz materna representaban un arraigo paraguayo más antiguo, mientras que los Bazán tenían más reciente radicación en el país, no más allá del 1700.

Estas situaciones se encuentran en el testamento de don Francisco Caballero, hecho en 1723, y conservado en el Archivo Nacional, V 59-N.E., así como en otros documentos análogos de la familia.

Por su lado el otro prócer, Vicente Ignacio Iturbe, era también sobrino de la señora Juana María de Lara viuda de Bedoya, cuyo domicilio se encontraba enfrente del de los Martínez Saenz.

Mientras siguió los cursos del Colegio de San Carlos (1805 y 1806), vivió en la citada casa de la tía, la misma ilustre dama señalada también por la tradición como ofrendaría de una corona de flores a los próceres, al día siguiente del 14 de mayo, además de haber servido como mensajera de ciertas consignas en la Catedral, según la misma leyenda tradicional.

El tercer miembro del glorioso trinomio revolucionario, el capitán Juan Bautista Rivarola, hospedaba habitualmente, también en la casa de su suegra, la viuda del Regidor don Blas de Acosta, sita a la vera del antiguo callejón, en el lugar que hoy ocupa el almacén "La Perla", de Ruggero Hnos., sobre la calle Palma.

El prócer Juan Bautista Rivarola estaba, en 1811, casado con doña Gregoria Acosta, de linajuda familia, hija del regidor Blas de Acosta y Juana Isabel Cabañas.

En dicho matrimonio tuvo Rivarola siete hijos; y viudo, en 1824 volvió a casar con Felipa Acosta, hermana de su primera esposa, con quien tuvo otros cinco hijos. La estrecha relación con los familiares de sus dos esposas de una misma casa, fue así larga.

Cuando la invasión de Belgrano, Rivarola vivía en la propiedad rural de los Acosta, estancia ganadera en Barrero Grande, de la cual él era administrador. La misma propiedad, con el nombre guaranítico de "Acosta-Ñú", adquirió celebridad histórica propia con el combate de los soldados niños que protegieron la retirada del mariscal López, de las Cordilleras, en agosto de 1869.

En las jornadas de la Independencia actuaron en pareja cooperación Rivarola y todos sus cuados.

El mayor de éstos, Gervasio Acosta, murió heroicamente en Tacuarí; y otro hermano, Juan Bautista Acosta, fue el oficial de guardia en el Cuartel de la Ribera sublevado el 14 de mayo. Ese mismo día le tocó idéntico servicio clave en el Cuartel de enfrente, la Maestranza de Artillería, al alférez Juan Manuel Iturbe, hermano del capitán Vicente Ignacio Iturbe.

Esta feliz conjunción de guardias del 14 debe haber tenido la más decisiva influencia en los planes de los capitanes de Urbanos, para hacerse súbitamente conductores de la trascendental Revolución emamcipadora.

En posesión de los datos fidedignos apuntados, surge sin conflictos la tácita esencia histórica de los acontecimientos desarrollados.

El capitán Caballero, notorio jefe del movimiento acelerado en tales condiciones, interpretando el común ideal de los espíritus polarizados bajo la dirección del comandante Fulgencio Yegros en el ejército, decidió el audaz golpe de sublevar la guarnición, puesta repentinamente a su alcance, sin aguardar las órdenes del indicado director, quien no podía intervenir en la breve oportunidad habida, hallándose en aquellos momentos en Itapúa, sobre el río Paraná.

Enterado por Rivarola y por Iturbe, suponemos, cuñado y hermano, respectivamente, de los oficiales de guardia encargados casi únicos, de la seguridad del régimen colonial en los cuarteles, Caballero resolvió consumar la revolución.

Desde la casa de sus primos, los Martínez Saenz, sea porque hospedaba en ella misma, o por concurrencia eventual para el trascendental paso del día, dispuso los preparativos.

 

5. DOÑA JUANA MARÍA DE LARA

La vecina de enfrente, doña Juana María de Lara, tía de los Iturbe, viuda de José Díaz de Bedoya, de quien heredó una importante fortuna, era una piadosa Mayordoma permanente de la Catedral y del templo de Santo Domingo, cuyos ornamentos se guardaban en su poder, además de haber sido en gran parte adquiridos por su cuenta. Ella se encargaría de transmitir, o combinar, las disposiciones pertinentes a los cuarteles, cuyos edificios estaban adyacentes a la Catedral, por donde la presencia de tal Mayordoma constituiría una rutina desapercibida.

Tal vez la señora de Lara intervenía más profundamente en los anhelos de sus sobrinos y compañeros, representantes genuinos de la juventud provincial de la hora, aún más de esta intervención que le atribuimos sin mayores datos. Ella carecía de hijos y contaba entonces cincuenta y siete años de edad.

Los tres dirigentes connotados se reunieron, seguramente, para marchar a los cuarteles, o en el domicilio de Rivarola o en el de los Martínez Saenz, pareciendo más verosímil este último sitio, dada su vecindad con la señora Lara, la agente más segura para las diligencias finales, o circunstancias imprevistas.

 

6.      EL CALLEJÓN HISTÓRICO

Los movimientos por el antiguo callejón público, de aquellos conjurados, todos con viviendas cercanas sobre el mismo callejón, son, sin duda, los que informa el recuerdo de la tradición popular.

Esta reconstrucción conjetural se halla, en parte, autorizada por los documentos fehacientes ya en la historia, pues éstos no la desvirtúan, sino más bien la habilitan, en la medida de sus escuetas revelaciones parciales. Mencionaremos de esos documentos los mejor conocidos y aceptados.

1°) El nombramiento del Dr. José Gaspar de Francia y el capitán Valeriano de Zeballos, como miembros adjuntos al gobernador Velazco, constituyendo un Triunvirato provisional con la misión de convocar un Congreso General de la Provincia. Este documento, hecho el 16 de mayo, es la Fé de Bautismo de la República. Formulado después de un prolongado cambio de pareceres, lleva las firmas de los seis actores del 14 de mayo, únicamente: Pedro Juan Caballero, Juan Bautista Rivarola, Vicente Ignacio Iturbe, y los oficiales de Guardia Juan Bautista Acosta, Juan Manuel Iturbe, con el sargento Carlos Argüello.

2°) Las siete cartas cambiadas entre Caballero y el gobernador Velazco, desde la noche del 14 hasta el mediodía del 16, no mencionan sino los nombres del capitán Caballero, que firmaba con la fórmula "por mí y por mis Oficiales", y del capitán Rivarola, quien las entregaba a destino, según lo consigna el gobernador en una de sus cartas, la 5a. El emisario portugués José de Abreu, que dice haber estado la primera noche con el Gobernador, y escribió después una memoria sobre los apremios que vio, menciona el nombre de Iturbe, también, como uno de los portadores de las cartas al Gobernador.

3°) En el Congreso del 17 de junio, que proclamó la autonomía de la Provincia, fue el capitán Rivarola el orador en nombre de la oficialidad revolucionaria. Así lo consigna el acta oficial respectiva.

4°) Un certificado competente, que abona la autenticidad histórica del uso atribuido al antiguo callejón público, en una sentencia judicial de don Carlos Antonio López, en carácter de Cónsul de la República, en agosto de 1843, declarando reservada de ventas "las cuatro varas del callejón público que tiene interés para la comunidad de los sentimientos patrióticos" -dice el auto- dictado al autorizar la mensura de un terreno colindante de la propiedad de los Martínez Saenz sobre la calle de 14 de Mayo. Este decreto judicial se halla protocolizado en el Registro General de la Propiedad, bajo el número 126 del Libro de 1872, en ocasión de adquirir el señor Angel Crosa, de José Falchiero, aquel terreno a mensurarse, transacción realizada el 5 de agosto de 1872.

Don Carlos Antonio López, que en la fecha de la Independencia tenía 19 años de edad, es testigo altamente calificado para acreditar aquella opinión pública, en cuyo seno nació la tradición que analizamos; pudiendo agregarse a dicha situación personal el acendramiento de sus juicios, en resoluciones pertinentes a las altas investiduras que ha ejercido, acendramiento característico de la ilustre personalidad de don Carlos.

Y él consagra, con juicio firme, el rol histórico del antiguo callejón, si bien la casa, o casas de sus márgenes, que fueron las causales de dicho rol, no son determinadas.

5°) Otra remembranza documentada de la tradición asuncena, es el Decreto del 1° de abril de 1849, del mismo don Carlos Antonio López, hecho ya Presidente de la República, poniendo nombres, por la primera vez, a las calles de la Capital.

A la arteria sustitutiva del antiguo callejón que evocamos, puso por nombre "14 de Mayo", y a la crucera de ella por la esquina de la casa de la Independencia, denominó calle "Del Sol", cuya continuación hacia el Este recibió el nombre de calle "De la Libertad".

Vemos en esta combinación de blasones, enigmática por el desconocimiento de las razones del decreto, un tácito homenaje, no ya solamente al "callejón histórico", sino, igualmente, a la casa que la opinión general consideraba albergue, el más eminente, de los Próceres de la Nación.

El Sol nunca fue emblema heráldico en el país, ni durante el coloniaje ni después, como estaban conocidos, en cambio la estrella, la palma, el olivo, el león o el gorro frigio, símbolos de ancestral significado en el mundo hispánico, de raíz greco-romana. Por eso la original incorporación en el Decreto del Presidente López podemos interpretar como una alegoría del Sol de la Libertad, consagrando el trayecto urbano seguido por los paladines del 14 de Mayo, desde la ilustre esquina hasta los cuarteles de la Plaza Real.

Puede causar extrañeza la falta de alusiones directas a hechos y personajes tan memorables como los del trascendental cambio político de 1811, por parte de sus contemporáneos; pero este vacío documental se hace comprensible teniendo en cuenta el retraso cultural del ambiente, sin más órganos de expresión escrita que la correspondencia epistolar privada.

Agreguemos a aquellos factores negativos, la tremenda devastación de la guerra contra la Triple Alianza, donde se perdió la mayor parte de las reliquias familiares existentes hasta entonces.

Resumiendo todo lo dicho tenemos que el Callejón Histórico, primero, y la casona colonial asentada todavía en su extremo, después, tienen muy respetables títulos de venerable tradición patriótica, y debemos consagrarlos, definitivamente, en el carácter de Monumentos dignos del mayor respeto y custodia.

Aún sin los recaudos de una referencia documental perfecta, reúnen suficientes elementos irrevocables ligados a los Próceres de Mayo. Con certero instinto de verdad y de justicia, la opinión pública cultiva esos títulos en una creciente adhesión, que bien se justifica por la ilustre tradición de la casa.

Síntesis del FOLLETO. Aporte de Benjamín Velilla a la Comisión Nacional de la Casa de la Independencia.

DISERTACION, en el Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas, el 17 de junio de 1960.

LA TRIBUNA, publicación del 20 de junio de 1960.

 

 

Fuente (Enlace interno) :

 

 

 

LA INDEPENDENCIA Y SUS PROTAGONISTAS

SEPARATA “APORTES DE BENJAMÍN VELILLA A LA HISTORIA DEL PARAGUAY”.

MARÍA MARGARITA VELILLA TALAVERA

(Compilación y adaptación).

BIBLIOTECA DE ESTUDIOS PARAGUAYOS

Director: JOSÉ ZANARDINI

Volumen 88

CEADUC

CENTRO DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA

"NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN"

Independencia Nacional y Comuneros

Asunción - Paraguay

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ISBN 978-99953-76-37-6

Diseño y Diagramación: GILBERTO RIVEROS ARCE

Impresión: Imprenta Salesiana - Tte. Fariña 1295 Tel.: 222 303.

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Derechos reservados conforme a la Ley Abril de 2011

Impreso en Paraguay - Printed in Paraguay

Asunción – Paraguay 2011 (118 páginas)





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CASA DE LA INDEPENDENCIA Y SU MUSEO HISTÓRICO



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