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MARÍA IRMA BETZEL

  EL AYUDANTE DE LOS GENIOS, 2012 - Narrativa de MARÍA IRMA BETZEL


EL AYUDANTE DE LOS GENIOS, 2012 - Narrativa de MARÍA IRMA BETZEL

EL AYUDANTE DE LOS GENIOS

Narrativa de MARÍA IRMA BETZEL

Editorial SERVILIBRO

COLECCIÓN BIBLIOTECA PARA JÓVENES

Seleccionada y editada por: NILA LÓPEZ

Diagramación: MARÍA JOSÉ DEL PUERTO

Asunción, Agosto

2012 (116 páginas)

ISBN: 978-99953-0-449-2

Hecho el depósito que marca la ley N° 1328/98

 

 



 

Deliciosas, profundas, juguetonas, las páginas que siguen nos atraen con sus misteriosas combinaciones de palabras. Un libro actual también puede hacer frente a la pobreza y la desigualdad. Queremos mejorar la equidad de la comunicación humana, por eso contamos historias con toda la intensidad de nuestros recuerdos. Esta colección de Biblioteca para Jóvenes de SERVILIBRO, tiene un fuerte valor testimonial que con seguridad encariñará a los lectores: podrán conocer muchas cosas variadas del Paraguay y su gente, acercarse a los símbolos de una identidad que nos define. ¡Y con nosotros, los escritores, seguir persiguiendo sueños!

NILA LÓPEZ

 

 

 

CAPITULO UNO

NOCHE DE LUNA NEGRA O NOVILUNIO

 

-¿Pedro? ¡Pedro! -increpó la señora al entrar a la habitación.

Pedro, recostado en su cama, hizo un rápido movi­miento y escondió algo.

-¡Te vi, te vi! -exclamó la madre- ¿qué escondes allí? A ver... ahora es El Principito ¿eh?

Después de un suspiro, ella dulcificó su voz:

-Hijo, me parece bien que leas o que dibujes, pero no quiero que descuides tus estudios. Dentro de unos días debe estar lista la tarea sobre descubrimientos y descubridores.

-Pero mamá, es el Principito, vos misma dijiste que te gustaba cuando eras chica...

-Es cierto, y todavía me gusta, pero primero la tarea -enfatizó la madre. Y continuó:

-Te compré este libro, se llama "El Señor de los Animáculos", te facilitará el trabajo.

-Bueno, sí ... -resopló Pedro -, voy a leer Eso.

Pero cuando la señora salió, el volvió a buscar al Principito debajo de su almohada.

El pobre se debe estar asfixiando - pensó-. Principito, no voy a dejarte por ese libro de gente que vivía pensando cómo inventar cosas raras, además son todos medio chiflados, como el tal... Arquímedes, el tipo ése que gritaba desnudo por la calle cuando descubría algo. ¡Ja!

Al recordar a Arquímedes, miró con cierto interés el librillo que le dejó su madre. Fue sólo un instante. Se levantó para cerrar la ventana, pero antes, miró a través de ella: no había luna, era noche de novilunio o luna negra. Hoy comienza el mes lunar, según la abuela, es un mes de iniciación -pensó-. Dice también que en noches tan oscuras como ésta, se sueñan sueños luminosos, que parecen ciertos.

Después, se acomodó en la cama y empezó a leer hasta que las letras de su libro favorito se fueron desdibujando... Buscando la luna en el firmamento oscuro. Pedro llegó hasta el planeta donde había un farol. Allí, un personaje de cabellera rubia lo esperaba, tenía un largo abrigo y expresión amigable.

-No puede ser -exclamó Pedro-, ¿El Principito? El otro, sin decir palabra, asintió con la cabeza. Pedro lo notó muy alto, como si hubiera crecido.

-Es que pasaron años -le dijo.

Tenía voz aniñada, con algunos tonos destemplados de hombre mayor.

Habla de manera divertida pensó Pedro.

-Dentro de poco, también vas a hablar así -manifestó muy serio el Principito.

Sabe lo que pienso, tendré que ser más cuidadoso -concluyó Pedro.

-¡Ja! ¡Ja! -rió el otro con naturalidad-. No te preocupes, éste es el mundo donde todo es posible, todo es verdad y mentira al mismo tiempo, por lo tanto, nadie necesita fingir.

Sí, indudablemente, es él, habla raro -caviló Pedro :asegurando:

-No está mal, todo es verdad, todo es mentira, por lo unto todo es del color del cristal con que se mira.

-No, todo es auténtico -terció el Principito.

-¿Auténtico? ¿Cómo la mentira puede ser auténtica? ¡Sólo la verdad es auténtica!

-La creación y la mentira son primas hermanas y las dos son auténticas en el mundo de la fantasía.

-Bueno, pensó Pedro, suspirando ¡Al Principito nunca lo voy a ganar!

-Ahora debes volver a tus sueños normales. El farolero apagará su farol para descansar un poco. Pero si lo deseas, podemos encontrarnos en cada fase lunar.

-¿Por qué en cada fase lunar? -se extrañó Pedro.

-La luna es una buena inspiradora de sueños y además, yo me oriento por el calendario lunar que empieza y termina con la luna negra o ausente.

-Ah -acotó Pedro sin mucho interés.

-Si aceptas nuestros encuentros, yo te enseñaré algunas cosas y tú me harás un favor. Es algo sencillo.

-¿De qué se trata?

-Ya lo sabrás.

-Acepto -dijo Pedro cuando todo se tornó oscuro y sus sueños, otra vez, se volvieron tontos y normales.

El día siguiente amaneció como cualquier otro. Nada parecía indicar que esa noche Pedro había atravesado el umbral de unos sueños extraordinarios.

En su vieja bicicleta, pedaleaba hacia el colegio mien­tras meditaba:

Abuela tiene razón ¿pero será cierto que en la próxima fase lunar sucederá algo así otra vez? Veremos... sólo faltan unos días para la luna nueva.

Durante la clase de Ciencias, el sólo pudo pensar en cómo responder las preguntas que una tras otra la Profesora Cristina les hacía. Ella era joven, de voz clara y fuerte. Tenía cabellos negros recogidos prolijamente y vestía con dignidad el trajecito azulado del uniforme. Reemplazaba a una antigua profesora.

Los comentarios de los estudiantes se encimaban uno tras otro durante el receso:

"Esta sí que es una profesora exigente.

"Vamos a tener que estudiar en serio, no queda otra. " "Faltan tres meses para la feria de ciencias y ya quiere que empecemos a prepararnos ".

"¡Si volviera la Prof Carmiña!" concluyó Beatriz, la niña de rostro lozano y voz suave que estaba justo al lado de Pedro. El suspiro de ella llegó como un hálito tibio hasta él y una agitación extraña lo envolvió. Desconcertado, se alejó para que nadie se diera cuenta de que se había ruborizado.


 

CAPITULO DOS

NOCHE DE LUNA NUEVA

 

-Debes cerrar la ventana, hace frío dijo la madre. Pedro, ensimismado, observaba la amenazadora gua­daña de luz en el firmamento oscuro.

Cuando se acostó, la imagen seguía perdurando. Pero otra imagen, la del hombrecito rubio, apareció diciendo:

-Estoy contigo porque quiero que conozcas un mundo interesante.

Pedro se sintió liviano, flotando en la tenue luz lunar que se abría en senderos de colores.

-A ver... -le preguntó el Principito-, ¿prefieres el camino de vapor blanco o el de vapor azul?

Él se encogió de hombros -me da lo mismo -dijo con fingida indiferencia (en realidad le gustaba más el azul porque de ese color eran los ojos de alguien).

-Bueno, ya que te da lo mismo iremos por el camino blanco-. Y agregó: -es el camino de los matemáticos, tengo permiso para entrar por ahí, pero te advierto que son traviesos y te asediarán con preguntas. Yo no podré ayudarte. Me lo prohibieron.

-¿Será algo así como un examen de matemática? -exclamó Pedro horrorizado. (¡Los números le parecían tan dificultosos!).

-Son sólo bromas, no te preocupes -dijo el Principito, restando importancia.

Al entrar en el sendero, vieron líneas recién trazadas sobre la tierra fresca.

-Ésta es una rayuela- en tu país creo que le dicen descanso- es un juego originario de los primeros hombres de todos los planetas.

Pedro nada dijo. No recordaba ese juego aunque le resultaba familiar.

Esta no es la auténtica, es sólo una variante. Pero te gustará. Les gusta a todos. Está en las esencia de los hombres.

Se escuchó desde lejos una extraña voz aflautada: -Primera prueba: Principito, para seguir avanzando por nuestro espacio, tu amigo debe saltar a los casilleros del tipo de números que yo nombre.

-¿Tipo de números? -dijo Pedro.

-Oh, es sencillo, números naturales, fraccionarios, primos y esas cosas -aclaró el Principito, quien no supere esta prueba sencilla puede entrar allí, tu lo harás, ¡ya estás en séptimo grado! Lo averigüé -aseveró.

-¡Bien! ¡Uno, dos, tres y ahora!

Pero el juego no continuó y Pedro sintió que aterrizaba entre sus acogedoras sábanas.

Por la mañana, pensaba. ¡Lo que menos necesito es un examen de números!¡Es una suerte que me haya despertado!

Esas líneas en el suelo... en realidad me gustaría saber de qué se tratan.

Bueno, tal vez cuando comience la próxima fase lunar...

En la escuela, la profesora Cristina estuvo más exigente Que otras veces. Pedro se sintió avergonzado porque no respondió quién era Louis Pasteur. Llegó a balbucear algo :¡sí como fue un sabio y nada más. Para colmo, la próxima interrogada fue Beatriz y ella sí supo que el tal Pasteur era francés y que la vacuna y que la rabia y bla bla bla.

Para disimular, se mostraba despreocupado. Le hubie­ra gustado impresionar bien a la profesora y sobre todo, a Beatriz.

¡Bah! ¡Ya se le pasaría! Además, ¿cómo puede ser una chica motivo de tanta preocupación?

Durante el recreo se alejó de todas ellas y jugó a la pelota con la barra brava del colegio. A veces eran groseros y bravucones pero al menos no lo avergonzaban.


 

CAPITULO OCHO

NOCHE DE LUNA NUEVA

 

Aquella noche Pedro durmió un sueño ligero y volvió a despertarse. Estaba oscuro. Se levantó para abrir un poco la cortina. Era de madrugada y el cuerno de la luna nueva asomaba sobre la arboleda del horizonte.

Es un poco rara esta luna, es nueva pero está al revés. Consultó un libro de ciencias.

Se llama nueva menguante, es la nueva que se va reduciendo cada vez más hasta convertirse en negra.

Y con la imagen de esa luna un tanto jocosa, reclinado sobre la enciclopedia, cerró al fin los ojos.

Lo primero que Pedro notó era la lluvia. Él estaba desprotegido y se mojaba. A lo lejos, un hombre y una niña se agachaban entre los charcos, recogiendo algo. En la atmósfera ennegrecida del atardecer, eran dos figuras rayadas por el agua.

¿Qué tenemos aquí? ¿Una niña científica también? ¿Será a ella a quien debo ayudar?

Entonces el señor de larga capa vociferó:

-¡María, recoge un poco más de agua de aquel lugar! ¡Que esté sucia! ¡Es mejor!

-¡Sí, papá! -dijo la niña y agregó -mamá va a reprenderme por mojar mi ropa!

-¡Oh, no te preocupes! ¡Ella ya está acostumbrada a nuestras excursiones en busca de animáculos!

A Pedro le llamó la atención esa palabra: animáculos. El hombre de la capa se acercó a Pedro y entregándole unos frascos le pidió:

-Muchacho ¿Podrías ayudarnos a recoger algunas muestras de agua? Mi esposa va a reñirnos si no llegamos tiempo para la cena.

-¿Qué debo buscar?

-Oh, nada, tú sólo cargas un poco de agua de los charcos, yo soy quien buscaré los animáculos.

Pedro no pudo contener su curiosidad (además recordaba que el Principito le había dicho que podía hacer preguntas).

-¿Qué son los animáculos? Jamás oí hablar de ellos.

-¡Oh! Son unos seres muy, muy pequeños que están en todas partes, en especial, en el agua sucia de los charcos.

-¡No los puedo ver! -dijo Pedro.

-Es imposible verlos así. Sólo mi familia y yo los observamos con unos vidrios especiales que fabrico.

-¡Eá! Dijo Pedro mientras recogía el agua en los frascos.

-¿Y nadie más?

-Bueno, mañana las amigas de mi señora, que están invitadas a tomar el té, vendrán a verlos y los conocen también algunos científicos porque envío dibujos a la Academia de Londres.

-A mí también me gustaría observarlos -dijo Pedro.

-Puedes venir a casa mañana, soy el tendero de la vuelta -dijo el caballero y añadió, apresurado:

-¡María, debemos irnos!

¡Adiós y gracias! -dijeron ambos.

No lo olvides, puedes venir mañana a casa, verás los ímimáculos. ¡Y comeremos las riquísimas tortas que hace mi señora cuando vienen sus amigas! ¡Ja! ¡Ja!

Pedro se quedó contemplándolos mientras ellos se alejaban.

-Adiós -dijo en voz baja mientras agitaba una mano. Un trueno dobló en la distancia. Pedro se sintió solo. La tarde enlutaba. Escuchó el andar de unos caballos. Se aproximaba un sombrío carruaje. El cochero, en lo alto, azuzaba a los animales. Hacía frío.

-¿Qué pasará si el Principito se olvida de mí? Se estremeció de pronto con esta idea. No sé qué haría aquí, tan lejos de todo...

Pero entonces oyó la voz: ¡Tiempo!

Pedro palpó las tibias sábanas. Le extrañó que estu­vieran tan secas como su ropa de cama.

No estoy mojado -se alivió para dormirse otra vez. Al otro día, además de la vívida impresión de su último sueño, le alteraba la despedida de Beatriz.

Por la tarde, un tanto desganado, abrió el libraco azul. Allí encontró:

El Señor de los Animáculos

Anton van Leeuwenhock (Holanda, 1632 -1723)

Allá por el 1670, algunas damas de fa sociedad holandesa estaban invitadas a tomar el té en laa casa del tendero Leeuwenhock. Cuando la señora Leeuwenhock sirvió los últimos trozos de torta, su esposo, el tendero "un poco trastornado" (según decían los vecinos;), les prestó una lupa para que pudieran observar los pequeñísimos "animáculos" que se movían en una gota de agua sucia. ¡Ellas estaban tan sorprendidas!

-¿Quién diría que existen seres tan pequeños dentro del agua? -decían.

-No sólo dentro del agua -aclaró el señor Leeuwenhoek-, seres muy pequeños hay en todos lados. Tomemos por ejemplo, una gota de nuestro vinagre de mesa doméstico y observemos:

-¡Oh! ¡Qué horror! -exclamó una de ellas.

-¿Qué ocurre? -inquirieron las demás.

-¡Hay una asquerosa viborilla dentro del vinagre! -volvió a gritar espantada.

-¡Oh! ¡Es el mismo vinagre que consumimos en casa!-chilló otra mientras todas vociferaban a la vez.

Después de semejante escándalo el dueño de casa no se animó a seguir mostrándoles pequeños seres y mientras las damas se despedían asegurando que nunca más usarían vinagre en sus comidas, el sonreía pensando:

¡Ja! ¡Ja! ¡Si supieran la cantidad enorme de animáculos que tienen entre sus dientes se morirían de espanto!

El señor Leeuwenhock aprendió a fabricar excelentes vidrios de aumento, lo hizo en principio para observar con detalles la calidad de una tela, pero su curiosidad lo llevó a mirar con ellos todo lo que se le ocurría.

Fue el primero en observar bacterias (las clasificó en espirilos, cocos y bacilos) espermatozoides, glóbulos rojos, vasos sanguíneos, fibras musculares y otros Los dibujó y envió información durante años a la Academia de Londres

Se dice que aún en su lecho de muerte, dio instrucciones a un , amigo para que enviara su última carta a la nombrada Academia.

Nunca quiso revelar su técnica para fabricar lentes de aumen­to, actualmente, por supuesto, existen procesos industriales muchísimos más avanzados.

Faffeció a los 91 años en la paz del Señor (era un devoto cristiano) el 26 de agosto de 1723 con el mérito de ser el primero que descubrió el maravilloso mundo de los seres microscópicos. Después de la lectura, Pedro meditaba:

¡El holandés ése era re curioso! y por eso descubrió un mundo secreto. Con razón la Profesora Cristina dijo que el investigador tiene que parecerse a un niño preguntón.

Pedro se miró las manos.

Ella nos dijo también que en nuestras manos tenemos representantes de ese micro mundo. ¡Ah! Y está el caso del médico húngaro al que lo trataron de loco porque ordenó el lavado de manos.

No era fácil ser científico antes... y ahora tampoco, por eso; me resulta difícil elegir un tema para la Feria de Ciencias! Bueno, tal vez... sólo me falta ser más curioso.

Y volvió el recuerdo de Beatriz. Dos semanas... sólo dos semanas. La cuenta regresiva comenzaba.



CAPITULO DIESISEIS

LUNA EN CUARTO MENGUANTE

SUEÑO DE DESPEDIDA

 

-Cómo va todo, Pedro? -la voz había resonado de pronto, en medio de la tranquila habitación y él se alegró.

-¡Muy bien -respondió- ya conozco todos los relatos del libro y mañana haré la exposición sobre Moisés Bertoni, descubrí muchas cosas interesantes en tan poco tiempo! ¡Gracias, Principito!

-De nada y dime... ¿qué piensas hacer en tus vaca­ciones?

-Pues... nada especial, sólo esperar a alguien.

-¡Ejem! Entonces, ahora que todo está en calma... ¿Podrías hacerme el favor?

-Claro ¿De qué se trata?

-¡ Oh! ¡Es una tontera! Pero ocurre que quiero conocer a mi cordero.

-¿Qué? ¿El que estaba en una caja? -recordó Pedro el libro del Principito.

-Sí, antes me parecía perfecto, así guardado, pero he crecido y quiero tenerlo libre.

-¿Y quieres que yo te lo dibuje?

-Sí, dijo el Principito cabizbajo, como avergonzado.

-¡Claro, amigo! ¡Será un honor! ¡Y gracias por haber­me escogido!

-Es que no quiero molestar otra vez a mi amigo... -El aviador.

-Exacto, entonces... ¿lo harás?

-Sí, puedo hacerlo ya mismo, a mí me agrada dibujar. El principito le extendió la hoja arrollada que casi siempre llevaba con él.

Pedro se sentó en su mesa de dibujo ¿Qué hace mi mesa de dibujo en mis sueños? Pensó ¡Oh! ¡En los sueños se puede encontrar cualquier cosa!

Y con definidos trazos dibujó el cordero más hermoso que pudo.

-Aquí está -le dijo -espero que te guste.

Antes de que el Principito tomara el papel escribió: Con cariño, el mejor dibujo que pude hacer de un cordero para el Principito quien me ayudó a comprender el mundo maravilloso de la ciencia.

Pedro

-¡Es muy hermoso! -dijo el Principito-Ansiaba verlo libre ¡Gracias!

-¿Nos veremos nuevamente? -preguntó Pedro.

-Bueno, en el corazón siempre estaremos juntos, voy de regreso a mi planeta o tal vez a visitar otros ¡Adiós!

-¡Adiós! -dijo Pedro mientras el Principito, con su larga capa y llevando como un tesoro el dibujo se alejó caminando rápidamente hacia un sendero que parecía infinito.

Espléndida, la luna llena iluminaba la escena.

Una tarde de octubre, en el jardín de su casa, Pedro recordaba al Principito y las aventuras que había vivido a su lado.

Además de lo que aprendí, solo me han quedado re­cuerdos de los sueños y nada más. Aunque... ¿eran real­mente sueños? A veces todo me parecía tan real....

Finalmente dejó de preocuparse "Lo que viví sea en sueños o en la realidad-fue magnífico y aprendí muchísimo ¿Qué más puede importar?

Siguió caminando y se internó en la pequeña huerta de su abuela.

Antes nunca le daba importancia a las plantas, pero ahora me recuerdan a Bertoni y... ¿qué planta es ésa? Nunca la había visto, es tan parecida a...

Embelesado, mordisqueó una hojita. -¡Es ka'a he'é! -Y siguió musitando: -Pero... ¿cómo llegó hasta aquí?

Entonces recordó. Se encuentra ciencia en la natura­leza. Sólo debemos ser observadores.

-Voy a dibujarla -dijo Pedro.

En tanto su madre, que trajinaba haciendo tareas do­mésticas le dijo:

-Pedro, encontré este papel en un bolsillo de tu camisa, tiene un esquema raro.

Distraídamente, Pedro lo abrió y entonces...

Anochecía, la luna con rotundos mofletes de luz, brotaba desde el horizonte. Pedro sonrió, indudablemente, tenía buenos amigos en sus libros. Aún sin vernos estaremos juntos, porque lo principal es invisible a los ojos. Eso le había dicho el Principito y resultó cierto ya que los sueños de Pedro volvieron a ser disparatados y tenues como todos los sueños normales, pero del Principito y de aquellas extrañas aventuras mantuvo recuerdos indelebles que inundaron de brillo su corazón.


 

BIBLIOGRAFíA

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Baldor, Aurelio. Álgebra 198, Ediciones y Distribuciones Códice, S.A., Madrid, España.

Denis Guedj, El teorema del loro: Novela para aprender matemáticas. 2002. Barcelona, España.

Erzenberger, Hans. El diablo de los números. 2005. Ediciones Siruela. Madrid, España.

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http://www.taringa.net/posts/ciencia-educacion/11623856/Tales-de-Mileto.html

Kruif, Paul. Cazadores de microbios. 2005. Editorial Tomo. México.

Solomón, Berg, 2008. Martin Me Graw Hill Interametricana. México.

Tumbull, H. Los Grandes Matemáticos. 1983. Sigma, Grijalbo, México.

 

 

 

 

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