DEL SILENCIO Y OTRAS OBSESIONES y MENCIONES
PREMIO “JUAN S. NETTO” DE LITERATURA
2008 – POESÍA
© ESCRITORAS PARAGUAYAS ASOCIADAS (EPA)
© ARANDURÃ EDITORIAL
Asunción – Paraguay
Octubre del 2008 (71 páginas)
ACTA NOTARIAL REFERENTE AL CONCURSO “JUAN S. NETTO 2008”
En la ciudad de Asunción, capital de la República del Paraguay a los VEINTE Y SIETE días del mes de SETIEMBRE del año DOS MIL OCHO, ante mí: MARIA BLANCA GRENNO P., comparece la señora LOURDES ESPÍNOLA, con C.I. N° 328.932, domiciliada en la casa de la calle Coronel Cabrera N° 241, mayor de edad, hábil, de mi conocimiento, doy fe. Y la compareciente dice: Que es Presidenta de “ESCRITORAS PARAGUAYAS ASOCIADAS” (E.P.A.), y en tal carácter, solicita de mí, la Autorizante, me constituya en la casa de la calle San Rafael casi Federación Rusa, a fin de dejar constancia de la apertura de los sobres que contienen las plicas correspondientes al Concurso de Poesía: denominado “PREMIO JUAN S. NETTO DE LITERATURA 2008”, que la Institución que preside organizara en su momento, y deje constancia de los nombres de los ganadores, y de todo lo que allí ocurriera.- LEÍDA, se ratifica en su contenido y la firma, todo ello, por ante mí, doy fe.- Fdo.: LOURDES ESPINOLA.- Ante mí: MARÍA BLANCA GRENNO R. Está mi sello, doy fe.- Seguidamente y siendo las diez y seis horas, me constituyo en el domicilio mencionado precedentemente, acompañada de la señora Lourdes Espínola, donde se encuentran reunidos, la señora Maybell Lebrón de Netto, socia de E.P.A., coordinadora del Premio y representante de los creadores del Premio mencionado, el matrimonio Norma Netto y Claus Stengel, el señor Carlos Villagra Marsal y la señora Susana Riquelme de Bisso, miembros Jurado del mencionado concurso para presenciar la apertura de plicas de la quinta edición del “Premio Juan S. Netto Año 2008”.- A continuación, el Jurado me hace entrega de tres sobres cerrados, que son el resultado al que por unanimidad llegó el mismo, después de una minuciosa lectura de las obras que participaron en el concurso, y es como sigue, 1er. Premio a la obra “DEL SILENCIO Y OTRAS OBSESIONES”, seudónimo: “El Caballero Inexistente. 1º Mención a la obra “CUÍDAME EL CORAZÓN”, seudónimo: “El Peregrino 2a Mención a la obra “PERPLEJIDADES”, seudónimo: Narciso de la Fuente”. A continuación procedo a abrir los sobres y extraer de los mismos las plicas correspondientes. El resultado es como sigue. 1er. Premio: “DEL SILENCIO Y OTRAS OBSESIONES”, seudónimo “El Caballero Inexistente”. Autor: ROLANDO BENEGAS. Nacionalidad: paraguaya. C.I. N° 4.052.265. 1º Mención: “CUÍDAME EL CORAZÓN”, seudónimo: “El Peregrino”. Autor: RICARDO DE LA VEGA. C.I. N° 1.311.110.2a Mención: “PERPLEJIDADES”, seudónimo: “Narciso de la Fuente”. Autora: ELINOR PUSCHKAREVICH. Nacionalidad: paraguaya. C.I. N° 206.142. Los sobres y las plicas en su interior, debidamente firmados por mí, dejo agregados a mi protocolo, para lo que hubiere lugar.- Con lo que terminó el acto y también doy por terminada mi actuación.- Enterada la señora Lourdes Espínola de los términos de la presente Acta, manifiesta su conformidad y aceptación en todas sus partes.- La señora Maybell Lebrón de Netto agradece a los miembros del Jurado por el trabajo que hicieron y firma también la presente Acta romo representante de los creadores de este Premio y en prueba de conformidad.- Leída, se ratifican en su contenido y la firman en mi presencia, de lo cual y de haber constatado personalmente todo lo expuesto con anterioridad, doy fe.- Fdo.: LOURDES ESPÍNOLA, MAYBELL LEBRÓN DE NETTO. Ante mí: MARÍA BLANCA GRENNO.- Está mi sello, doy fe.-
ÍNDICE
Del silencio y otras obsesiones
- Rolando Benegas
Cuídame el corazón
- Ricardo de la Vega
Perplejidades
- Elinor Puschkarevich
PRIMER PREMIO 'JUAN S. NETTO" DE LITERATURA
DEL SILENCIO Y OTRAS OBSESIONES
ROLANDO BENEGAS
Del Silencio
Por qué ese empeño,
esa tenaz vocación por el silencio...
J.M.G.S.
Porque el silencio sabe de secretos
Porque frecuenta el límite del tiempo
Porque el silencio ronda los extremos
Porque permite verme desde adentro
Porque el silencio invierte los espejos
Porque la sangre corre en el silencio
Porque el silencio es música entre el polvo
Porque recoge el aire el sol la luna
los espacios de ahora ayer mañana
el instante el después el polo el centro
Porque el silencio es núcleo de mi grito
Porque el silencio es música en el polvo
Porque el silencio es música del polvo...
Estructura
Esta ceja, este ojo,
esta mirada, esta planta, esta pierna, este camino,
esta acción, este fallo, este destino.
Esta vida: esta sangre, esta celada.
Este pelo, cabeza, esta tirada,
esta garganta, boca, este molino,
este mi pensamiento peregrino.
Esta vida: esta sombra disparada.
Este pedazo, coso, transitorio,
este mi ser colgado en envoltorio.
Esta vida: esta fuga en desespero.
Esta mi piel, sarcófago, esta cáscara,
este rostro en facetas, esta máscara.
Esta vida: este nueve, este agujero.
II
Por puro caradura me mantengo
en este pie, en este calzoncillo.
Los ojos se me pegan al tobillo
y en mi cintura a gatas yo me tengo.
Por gradas de mi vientre voy y vengo,
y con mi lengua larga me celebro.
A nueve leguas dejo mi cerebro
y hasta con mi reverso me entretengo.
A pie juntillas lloro mi derrota,
a manos juntas, tenso, de costado.
Mi cuerpo tierra, todo se me agota.
Me miro con mis lágrimas, gastado,
tendido en hueco hueco y me acelero
a nueve a siempre a tiempo de agujero.
Soltanto
Non sa vite c ’é
in quello che soltando
il cuore sente...
Te invitan a una fiesta o te llaman por teléfono,
y tú, callado, apenas los escuchas.
Sientes que la sangre te bulle mientras tanto
y escribes como si no pasara nada.
Para olvidar el tiempo.
Para engañar al tiempo.
Pero ellos te sonríen con los huesos.
Entonces tus huesos se agitan...
Cómo pueden sonreír;
no saben acaso que no los ves,
que no te importa?
Que termine el aire. Que el mundo se desmorone a
nueve millas por segundo mientras tú vas por el camino
pensando que no saben lo que es la vida en aquello que
mientras tanto el corazón siente.
Humo en la lejanía
HUMO (R) VERDE
Le propongo
“Humo en la lejanía ”
(título para un cuento,
una novela,
una elegía)
Nicolás Guillén
Cuando la lejanía muestre el humo
Cabalgaré a diez dedos tus montañas
Me acercaré a tus lunas
Desataré tus lazos
Retiraré tus capas
Destaparé tu cueva
Te mojaré los huesos
Entonces
Descenderé a tu fuego Y cerraré los ojos Los nuestros
Ya el humo quedará en la lejanía.
Sitiado
Mi casa ha sido invadida por esos fantasmas, esos silencios largos, que de largos atraviesan el túnel de la garganta. Siento el calor de esos fantasmas, su aliento se me pega a la cara y un olor de soledad colorea cada hoja de mis ojos. Me van sometiendo a sus garras, me van sitiando hasta el fondo (parece como que ríen jugando a mis espaldas). Temo que algún día usurparán mi nombre; desde mis uñas, mis cabellos, hasta clavar mis pies que no podrán correr. No podré correr.
Y en una de esas me colgarán como un cuadro de Juanquiera en la sala de su casa.
11:00
Nos cruzábamos a las once en punto frente al almacén de la esquina. Tenía los ojos tan reales, verdes, inmensos. Sajonia nos veía mirándonos los ojos a las once en punto. Yo la amé al instante. Ella fue cediendo poco a poco. En días y noches fui conociendo su blancura, esa piel levemente inclinada hacia el sueño. Mientras nos amábamos, Sajonia nos miraba con ojos de las once en punto.
-Pareces un sueño -le digo y le miro los ojos tan reales, verdes, inmensos. La miro como una hormiga mira su agujero.
Eran las once en punto y ella callando. Y yo hablándole y ella callando. Entonces grito a las once en punto frente al almacén de la esquina y ella callando y yo rogándole que me hablara y no, no pasa nada. Entonces ella un fantasma a mis ojos y no me conocía. Y yo implorando en tierra a manos juntas que me hablara y ella caminando como si nada y yo tirándole un puñal en el tobillo y ella agachándose para apartarme y yo cayendo cerca de mi agujero y ella siguiendo su camino como si no pasara nada. Y Sajonia mirándola pasar con ojos de las once en punto.
Debo confesarlo
Debo confesarlo: He venido con la intención de aplastarte la cara contra el mundo, como una bola de chicle debajo de una mesa. He venido, créamelo, para
desrabiarme contra tus huesos a patada limpia, gritarte perra inmunda, lanzarte escaleras abajo a noventa kilómetros por hora y reírme a carcajadas de tu accidente.
Pero debo confesarlo: Viéndote así tan blusa colgada de pechos que me miran, me quedo mundo y te miro resisto te miro resisto resisto...
No sé hasta cuándo.
Canto a Choré
Mi pueblo rojo y sus horcones,
suma insaciable de sangre y polvo,
de mujeres sencillas,
de hombres soleados,
de techos que guardan historias mías.
A ti, Choré,
desde tu vientre
al pie de tu pecho y de mi sangre
desde una noche antigua yaciendo con tu alma
mi gesto más sublime,
mi silencio.
Crónica de un día aburrido
MAÑANA
Desganada mortaja somnolienta
TARDE
Vieja fosa enterrándome con ella
NOCHE
Funeral sin cortejo en el silencio.
Paisaje en una tarde de lluvia
Habla la tarde lágrimas
Y se erosiona el rostro
De una rara manera
Como si de su vientre
Una tierra rojiza
Lo rajara en rastrojos
Hoy me siento ojeroso hasta los pelos
Hoy me siento ojeroso hasta los pelos
como si amaneciera con jarabe
de golpes en las cejas.
Es que toda la furia de mi patria
se me ha venido encima casi en sueño,
casi en rostro de alzadas y de peso;
este pesar en pozo de profundis
con un niño colgando entre los vidrios
puro, desnudo, transparente, blanco.
Mientras, se ponen lentes gobernantes.
Mientras, se bailan fiestas los colores
y dice compras negras el mercado
y se reza a los dioses de hojalata
y se reza a los dioses de papel
y se canta a esas máquinas de turno
y en murales de sol las calaveras
repitiendo su lágrima de panza
con su hambruna sin fin y en caravana...
Hoy me siento ojeroso hasta los pelos
como si amaneciera con jarabe
de golpes en las cejas.
Es que toda la furia de mi patria
mientras se ponen lentes gobernantes.
Me Piden
Me piden que separe mi yo de la poesía
Que charle de política y mercado
Que predique estadísticas del llanto
Que poeme consuelo a los mendigos
Y que mi pecho guarde un ismo en la camisa
Pero es que yo, tan terco, tan miedoso
Mi rostro estatalmente tipo humano
Mendigo en el mercado del silencio
Mi universal identidad de pobre
Y río y lloro y salto en mi organismo
(Que es el único ismo que poseo en mi pecho)
No puedo no llorar, yo soy un hombre
Con lágrimas de niño en ambas manos
Yo voy midiendo la densidad de la miseria
Con mi rostro pegado a la violencia del miedo
Y charlo de política en la calle
Con una hormiga que busca su agujero
Así soy yo, señores, ese es mi estilo
Mi pan diario busco en el mercado
Como cada cual lo hace, como todos
Entonces digo: ¿transformaré mi verbo?
¿Tendré que abandonar lo que frecuento?
El hecho de ser yo ¿me hace tan malo?
¿No puedo mendigar por mi silencio?
Si la respuesta es “no”, si me equivoco,
Entonces me retracto mis señores
Tendré que abandonar mi yo de la poesía
Charlaré con vosotros de mercado y política
Predicaré estadísticas del llanto
Consolaré en poema a los mendigos
Y mi pecho guardará un ismo en la camisa.
Pero es que soy tan terco, tan miedoso
Que estoy llorando un niño en ambas manos.
Momentos
MOMENTO
Me desintegro ahora
para después lo mismo
II
Me he vuelto menos yo que este silencio
La noche es mi pregunta y mi respuesta
III
Nadie ha dejado mi sombra
y estoy solo
IV
El silencio es más que privación
Es un sitio de encuentros
V
Me pongo el alma al cuello y salgo al mundo
VI
Que soy al fin sino el fin de una obra sin argumento?
VII
Hay un sueño sin final en mis pupilas
El sueño de este sueño fracturado
Mi sueño de ser hombre entre los hombres
VIDA
Entonces vemos niños y palomas
El sol es más redondo
Es más hermoso el sol
Y uno es feliz por un instante
COMIENZO
Una lágrima, al fin
CANTO
Cuando ella se vaya,
mi casa hallará otro sitio en qué encerrarse?
SOLEDAD PRIMERA
Mi puerta abierta hacia todas las ventanas
y aun así, nada.
XII
Mi certeza ha viajado con mi aliento
y yo ya no sabré si hombre o tristeza
ni si buscarme en mí o en el silencio.
XIII
Yo ya no sé si esto que invento tendrá al final lugar
para mirarse. Yo no sé si estar en pie o partir en busca
del que espera. Yo lanzo un grito y espero el grito nacer
de mis oídos. Yo me invento, me invento, y ya no sé.
XIV
Algún día, te harán comer tu silencio y ya no tendrás nada que decir.
DESESPERO EN 22 SÍLABAS
Y en la cara imprecisa de esta noche
ya todo es comparable con la sangre
De pronto
De pronto se me escapa el agujero
por el conducto frío de una lágrima
y rebotan hormigas por el piso
ignorándome así tan de repente
De pronto es como si la noche misma
me apretara contenta o sollozando.
Me aprieta y me aprisiona y necesito
que las hormigas sigan mi agujero
Si el silencio se fue es porque el silencio
es caballero honesto y responsable,
es que si grito en mí con esta sangre
me tornaré a la tierra allá en el fondo
donde el silencio espera mi agujero
para llenarme al fin, para llenarme.
Imperfección
Este nueve feroz en mi costado
en el centro de mi alma, en mis costillas,
pegado al paladar de mis acciones
recordándome siempre mi estructura.
Este nueve de ceros, de silencios,
que me mira de frente,
que parece de veras acusarme
poniéndome en ridículo ante el mundo.
Y enumera:
Que me falta el valor para la guerra
Que no puedo vestirme camisa de silencios
Que me queda muy grande escribir versos
Que es inútil calzarme soledades
Que la noche me ignora y me desprecia
Que no encuentro lugar ni en el olvido
Que ni muerte, ni sangre, ni locura
Que no llegaré a diez, que siempre nueve
seré. Que siempre nueve, nueve, nueve.
PRIMERA MENCIÓN
CUIDAME EL CORAZÓN
RICARDO DE LA VEGA
Cuídame el corazón
Uno
Amantísima
mira hacia aquí
y haz que me devuelvan el cerebro;
me lo llevan las cajas por la rata negra.
El asfalto caliente está
y déjame decirte que enloquecieron las señales:
unas me indican el cielo
y las otras muestran los dientes del infierno.
El viento es un niño prisionero
en las cajas que me llevan el cerebro.
¡Mira hacia aquí Amantísima
que necesito escribir cuando llegue a mi casa!
Que no me duerma al cruzar las puertas,
que no me desvanezca
al pisar el primer almohadón prisionero de mi fatiga.
Gotas como relámpagos caen sobre mí.
Cuídame el corazón.
Dos
Quiero dar vueltas y vueltas hasta encontrar tu pecho.
Amantísima no huyas de mí.
Déjame que ría a mis anchas y recíbeme igual.
Yo giro de balde alrededor del mundo
a veces,
más quiero hoy localizar un verso,
dueña del rumor y el humo tabernero,
quiero ensoñar mis ojos en un verso.
Tres
Nada sabía cuando desperté en la mañana.
El papel
despejaba las orillas de un cuerpo,
la tinta, el viento.
La poesía estaba en tus mejillas rosadas,
Amantísima, aguardando.
Cuatro
Enamorada mujer de Dios,
yo purifico mis manos en tu nombre,
y piso estas piedras porque pienso
que te place que lo haga mientras miro el cielo,
buscándote.
Señora tan dulce que apenas te nombro.
Azul son tus vestidos desde siempre.
Yo sé de ti porque me llaman los cantares antiguos
y me arrodillo a tientas en el templo de mi corazón
por las dudas llegaras
a mí.
Sucede el canto cuando regreso a casa.
A una virgen morena
Gloria Samaniego:
si entre tus piernas
Dios pudo santificar las fiestas
tan pronto abrió los ojos,
¿por qué yo no podré tener la dicha
de auscultar con mi sed el golpe
de tu purísima sangre?
Estoy a la manera primitiva, enamorado.
Y es urgente que yo contacte
con tu húmeda piel,
porque el caracol que hace de ombligo
me ha pedido que cante.
¿No tengo, acaso, voz y poderosos ríos?
Claro que sí, Pequeña,
y son enteramente tuyos.
Mensaje en el jardín
Uno
Hoy estoy cansado
como sí me hubiera sacudido todo el fragor del día en los ojos.
Y no veo bien por ese motivo; no encuentro mis papeles ni mis
ángeles. Pero recuerdo que me prometí:
no dejaré de escribir un solo día, aunque sea una página.
Hoy, sin embargo, regreso dispuesto a cerrar
las puertas y que mañana sea, de verdad, otro día.
Ojalá tenga un sueño que me lleve de aquí
y me deje en las rejas de tu ventana.
No volvería, así nomás, te lo aseguro.
Insistiría, le daría mis cartas
a las llaves que en tus manos duermen desde siempre.
Culparía de tu desdén a todos los dioses, incluido al tuyo.
Callaría. Y cuando llegue el amanecer
-mientras suspiras diciendo no con la cabeza-
besaría tu frente.
Y recién entonces retornaría a la habitación.
Fiel a la tradición de los poetas líricos,
aspiraría el aire de la ciudad, llamando a los pajaritos
de mi corazón.
Comenzaría una noble batalla: el olvido.
Comenzaría olvidándome de mí,
luego escribiría versos hasta rasgar el aire, despertando.
Dos
Es un simple manojo de nervios el corazón que no ama.
La diástole dilata su egoísmo, la sístole contrae
el orgulloso tambor: el pecho solitario
con el fin de que
éste se erija en árbitro de sí mismo.
La sangre mientras tanto
viaja por sus pequeños ríos buscando el mar
de lágrimas de los ojos que ven el mar verdadero.
Desde la espuma tocará las playas que arden al sol,
hundirá su sabor hasta encontrar el nombre vacío.
Regresará.
Irá hacia los pies que huyen y les conferirá
una insólita prisa
para que ellos tampoco se detengan, para que sigan sin
despertar.
¿Llegará hasta las uñas de esas manos avaras
en el cariño
para decir finalmente: adiós?
Quién sabe.
Porque está obligada a correr y correr
para calmar la solitaria y vana espera del
orgulloso pecho.
Tres
Uno no sabe quién es hasta que la lluvia le dice el nombre.
Uno anda perdido, víctima de los que no ven más que una sombra,
una risa corporizada en el aire, una mano desocupada.
Uno anda así hasta que la lluvia le dice el nombre
con una voz que no cabe en el inmenso cielo.
Acaso diga un nombre mínimo,
pero será el que nos pertenezca aun en la muerte.
Como es así de pequeño nos parece triste,
y tardamos años en saber que será él quien nos llevará hacia el horizonte.
El horizonte que trae la luz.
Porque en nuestro corazón, a veces, solo habitamos nosotros mismos
y no le damos lugar a la luz del horizonte;
tampoco a la lluvia,
que siempre es escandalosa cuando sucede alrededor de nuestros pasos
y, claro, quién podría escucharla a ella, tan desamparada en la vereda.
Por ejemplo ahora que golpea el vidrio de la ventana
mientras te escribo, acaso por
última vez,
pero con la esperanza de que tú digas, al fin, el mío.
Abuela caída sobre la Transchaco
Debo decir que estaba allí tendida
cuando yo pasaba
y me detuvieron sus zapatos de color oscuro
tirados sobre el asfalto.
Ella estaba desfallecida y sus zapatos pudorosos
como disculpándose en medio de la calle.
Las manos aferradas
a la bolsa de compras;
verduras varias y suficientes
como para llegar al cielo.
Corazón detenido en la ruta de los apresurados
allá voy yo también,
pero debo callarme porque tuya es la calma!
Posible adiós
Estrenando las merecidas alas,
tanteando la nueva casa -las nubes-
con un gesto infantil,
enumerando sílabas desconocidas
Joaquín Giannuzzi llega al cielo.
Los verdes prodigiosos
Vengo de Piribebuy por la ruta de asfalto.
Diez, doce verdes copulando con los pájaros.
La tierra escucha y es buena hasta el infinito.
Paraguarí está cerca.
Nadie advierte que yo voy avanzando,
sin embargo el cielo se comba de mi azul preferido.
¿Qué dirá la razón?
¡Los colores prodigiosos tañen mi pecho!
Diciembre, 2007
Segunda parte
Envíos
El Cristo amarillo
Cansado de tanta estupidez
pintaste su pecho de oro,
sus manos,
su pelo, avergonzado sol
que ilumina el resto de las nubes.
A esa gigantesca y negra siempre
nube que nos ampara a todos no la tocaste.
Me imagino que momentos antes habrás estado
caminando
distraídamente, paseando, mirando los edificios
(las ventanas) cuando, por un motivo
que nunca entenderé, empezaron a arrojarte
pájaros muertos, lenguas traidoras,
hojas petrificadas que pesan años.
Y alguien rugió:
-¡Qué es lo que mirás!
Y debiste bajar la mirada
hasta encontrar una arañita que te llevó
de regreso a tu casa.
Allí desplegaste el lienzo, Paul Gauguin,
y de algún lugar arrancaste la madrugada.
Debieron haber sabido tus vecinos
quién eras en realidad,
porque hiciste que un mar los olvidara a todos.
Un mar amarillo.
A cada movimiento de tus dedos
desvariaba un coronel, un diputado
y el crítico de arte que vio venir ese oleaje terrible
dijo en un suspiro:
-¡Separatidad, mi beca señor embajador, glup!
Ya no eran más que burbujas.
Finalmente pusiste los clavos.
Tanta paz tenía el Cristo que te obsequió un suspiro.
Carta a Cecilia Cubas
De barro débil es ese poderoso amor
que te regresa:
mírate en sus brazos
luciendo el vestido más hermoso.
Tu madre acaba de besarte las manos,
la frente invicta, las llagas.
Tu padre encuentra algunas palabras
y te las ofrenda: «Hija, te amamos tanto...»
En la calle poseemos el corazón de ausentes
los que te esperamos.
El barro débil es ese poderoso amor
que te regresa, pero no pudo vencer a la muerte,
porque el destino humano pende
de un hilo
así como las flores y los pájaros.
Dios debería cuidar de nosotros,
pero estamos solos.
Y tú eras una flor delicada
y te arrancaron ferozmente.
Sin embargo estás en sus brazos, regresando.
Tu lugar es el cielo,
pero estás en sus brazos.
Milagro de un amor delicado.
Y ya que estás de vuelta, y ya que eres un
¿por qué no escuchas en el pecho
de tus padres, ese llanto y los consuelas?
Delicado es el barro del amor poderoso
y tú, que ya eres luz, puedes hacerlo.
Elegía
En memoria de mi querido Guillermito
Tú que ya estás en el cielo
nunca te olvides de nosotros
porque ahora tienes que cuidar
a quienes sobramos en esta vida doliente,
tú tan pequeño que cabes en mis lágrimas.
Antes ¡oh! antes eras el que nos traía la alegría
en esta tierra de sueños ensangrentados;
y cuando tomábamos tus manos para guiarte al colegio
tú obrabas el milagro de llevamos hacia la risa pura de la luz.
Los que tenemos de
tanto penar
la frente marchitada te pedimos,
ya que estás en el cielo,
que nunca te olvides de nosotros.
¿El azar ordena que te veamos partir?
¿Tal vez no somos tan amados como creemos?
Solo robamos el pan cuando trizamos la vidriera, no el fuego,
pero allá vas por nosotros cargando con la muerte allá lejos
tanto que la placita que recuerda a la Santa Rosa de Lima
siente que la máxima estrella del fútbol pequeño
brilla remotamente. Y los desconsolados
que nos sentamos a conversar en sus bancos tristes
encontramos una idea un tanto audaz:
que esta placita lleve de ahora en más tu nombre
para que sepa el caminante
que la alegría de un niño es como el agua.
¿Verdad que a la valiente santa
la convencerás de que aquí deambulamos
como extinguidas flores?
Ella posee tantos sitios que la recuerdan
y nosotros nos quedamos sin ti.
Casi es una travesura la que hacemos; que no se enfade.
Y porque aspiramos al consuelo recordándote
es que juntamos las manos en una ronda
poco conocida: la de un barrio afligido
que te reconoce ahí donde estás.
Y tú tan pequeño y ligero
recuerda estas palabras que tocan el pecho del polvo:
nunca te olvides de nosotros.
Cuida que atesoremos la hermandad del dolor.
Y a mí
que giro a veces de balde por el mundo cuídame el corazón
SEGUNDA MENCIÓN
PERPLEJIDADES
ELINOR PUSCHKAREVICH
El Exiliado
Soporta el desamparo
en un permanente destierro,
alucinado y bondadoso.
La ciudad lo devora
y lo arranca de una en una, sus vestiduras
y a veces se pregunta:
¿de dónde viene este tormento
que hurga los escombros de mi memoria?
Ojos inmensos escarban
sus quebrados sueños
descubriendo aún más la orfandad que lo rodea.
Es la ciudad,
que lo vio crecer: esbelto y memorable;
hoy
le exilia en la desesperanza.
Por las noches,
rumiando pensamientos,
busca reposo,
enroscándose como telaraña,
en un laberinto sin regreso
mientras la noche se prolonga,
indiferente.
Obstinado en su desvarío
enumera fracasos,
sin embargo,
de ese despojo de sueños,
él rescata una esperanza.
El Armario
En el armario,
intacto de secretos,
guardé aquellas cartas
que nunca te envié
No sé si recuerdas,
una tarde de junio
las escribí
rodeada de símbolos
y de fotos, llovía tras la ventana
empalideciendo mi entorno.
Aún están intactas:
los pliegues, la tinta,
que de tan azul
se hizo más intensa;
es algo increíble,
después de tanto tiempo.
Las palabras que dijiste,
la furia que callé,
el temblor del abandono,
resuenan aún en mi sangre,
son tambores implacables.
Fiel a los recuerdos,
el armario
protege esas cartas
con celo apostólico,
y un manto plateado cubre mis sienes.
A finales de diciembre
Él espera,
cuando la tarde se desvanece
y las cigarras del verano
barullean el entorno.
Crispando sus sienes
pasan los días,
pasa el viento,
pasa la espera,
pasan aquellas siestas colmadas de flor de coco
y se pierde en los pliegues de la tarde.
Él sigue esperando,
el torso firme y confiado,
y la mirada clavada en el horizonte esquivo,
(tenaz insistencia de cazador de quimeras),
aguarda el encuentro
de explosivas miradas,
de ternuras y de olvidos,
a pesar del cansancio
y un suspiro hondo,
insiste en la espera.
Fines de diciembre...
¡Oloroso cántaro, inmenso, rebosando de buenas nuevas!
Alarga un poco más la espera;
solo el silencio le responde.
Cuando bruscamente se vuelve,
toma la chaqueta,
cuelga cuidadosamente
sobre la silla de madera
-en un rito de presagios-
infinitamente solo,
acaricia la ausencia;
va a su alcoba,
acuesta su desgano,
sin prisa,
disfrutando de los últimos momentos,
la espera terminó
y ésta, con él partió.
¡Solicitud de clemencia!
No sé qué me pasa, mis ideas, mis ganas de escribir:
están vacías...
Miro el papel largamente y nada me dice.
Vuelvo mirarlo, y mis ideas surcan mis pensamientos,
nada, absolutamente nada puedo llevar al papel.
¿Será ficción... o fortuito lo que he estado escribiendo
hasta ahora?
Sin horizonte, el espacio blanco se agranda cada vez más.
No puedo escribir ni una sola línea, por parecerme vano
e inútil todo.
El torbellino que se enciende en mi mente pero va al papel.
Las palabras, los pensamientos, la poesía se sume en un
horror cercano y lejano a la vez
¡Hasta cuándo el hilo conductor que une palabras para
crear un poema se paralizará y me cubrirá!
¿Seré yo un invento de mi imaginación poética?
En la memoria
Te guardé por mucho tiempo
entre las oscuras vertientes
en un sinfín de notas discordantes,
silenciosamente graves,
casi olvidado.
Nuestra alma es la suntuosa sala de la que Dios tiene
la llave. Si Él no entra se quedará vacía.
No solo en la ausencia
o en la carencia del amor filial,
del amor carnal
sino también lo sublime,
eres sinfonía bella y cruel
de armónicos colores
que torturan mi memoria.
Tú,
la Creación misma,
Casi percibo en mi interior, más adentro que yo mismo,
Su respiración.
quien encendía con fría conciencia
a esta desvalida mujer,
perdida en oscuros Nocturnos
que pretendía ser el lirio de Los Cantares.
Para nosotros, solo está lo interior. El resto no es
asunto nuestro.
NOTAS
*Ernesto Cardenal
*Ernesto Cardenal
*T. S. Eliot
En el umbral del espejo
Reflejas en el espejo una mirada pueril y acuosa,
recorres tu figura sombreada por la tarde,
te detienes en el perfil de tu cintura,
no en balde un racimo plateado
le envuelve la sien
acertadamente.
Los añejos jazmines
perfuman los recuerdos.
Calles, gente.
Todo un tumulto quieto.
Entre una y otra parada,
cada vez que la tarde se aleja,
se acorta la paciencia
de tanta hipocresía acumulada
estorba la estupidez.
La gaviota
La niña coquetea con su fantasía,
que desbordan sus pupilas
aunque a veces ensombrece su inocencia.
A un costado,
la cafetería
(apenas despierta la primavera)
el mar que de tan azul hiere las pupilas.
Los padres de la niña,
amorosamente se miran
y se olvidan.
Mientras la niña
celosa,
se entretiene descontando las horas.
Un hombre enigmático,
vestido de dril de hilo blanco,
no cesa de mirarle,
turbando la tarde
con su vaticinio sombrío.
El hombre y la niña
cruzan miradas,
se agita el pulso
y una ráfaga de gaviotas
inicia su vuelo hacia el ocaso.
La niña,
intrépida,
vulnerable,
cruza la calle,
camina hacia el mar,
dejando una estela de bucles
y de azules picardías,
va tras el vuelo inalcanzable de las aves,
un fatídico oleaje que la arrastra
y deja en la orilla un lánguido moño de
organdí.
Cubrió el ocaso un doloroso alboroto
mientras la sombra del hombre enigmático
se aleja pausadamente.
Poema
Al regreso de mi infancia,
de los árboles que rondaban mis ensueños,
del rincón de los secretos, una presencia intangible
se espejea en mi memoria.
Entre certezas y dudas,
recorrí el baúl de los encuentros
...y las lágrimas:
algún beso furtivo,
la mirada que no se dio,
y el reposo en el pecho de mi amado.
Recobrando madurez
así perdí a la felicidad.

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