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ALFREDO STROESSNER MATIAUDA (+)
  MENSAJE DEL GENERAL ALFREDO STROESSNER ACEPTANDO SU POSTULACIÓN PARA EL PERIÓDO PRESIDENCIAL 1988/1993


MENSAJE DEL GENERAL ALFREDO STROESSNER ACEPTANDO SU POSTULACIÓN PARA EL PERIÓDO PRESIDENCIAL 1988/1993

MENSAJE PRONUNCIADO POR EL EXCMO.

SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY

Y PRESIDENTE HONORARIO DEL PARTIDO COLORADO

GENERAL DE EJÉRCITO DON ALFREDO STROESSNER

 

ANTE LA MAGNA CONVENCIÓN EXTRAORDINARIA

DE LA ASOCIACIÓN NACIONAL REPUBLICANA (PARTIDO COLORADO)

CELEBRADA DURANTE LOS DÍAS 21 Y 22 DE NOVIEMBRE DE 1987

EN LA CASA DE LOS COLORADOS,

ACEPTANDO SU POSTULACIÓN PARA EL PERIÓDO PRESIDENCIAL 1988/1993



         HONORABLES CONVENCIONALES:


         Vengó ante la Honorable Convención Extraordinaria de nuestra poderosa entidad política, convocada para la elección y proclamación del Candidato a la Presidencia de la República por el período constitucional 1988-1993; la elección y proclamación de los Candidatos a Senadores y Diputados que deberán integrar el Congreso Nacional por el mismo lapso e informe sobre elección de Miembros de las Juntas Electorales.

         Aquí están los legítimos representantes del pueblo colorado que se han reunido en un ambiente de libertad para discutir y resolver cuestiones partidarias de máxima importancia estrechamente vinculadas con la paz y el progreso de la República del Paraguay.

         Saludo con fervor y cordialidad a todos los convencionales quienes han llegado hasta este recinto como dignos portavoces del sentimiento de la gran familia republicana, como los representantes genuinos de las Seccionales de la Capital y del interior del país, razón por la que afirmamos que el basamento de esta Honorable Convención es la voluntad de más de un millón cuatrocientos mil correligionarios, indeclinables defensores de las glorias de la Patria y de la realidad y las verdades indestructibles de la democracia paraguaya.

         Igualmente saludo a la Honorable Junta de Gobierno presidida por el Dr. Sabino Augusto Montanaro. Junta democráticamente electa en la Convención del 1º de Agosto pasado con el voto mayoritario de los Convencionales. Acatar ese resultado es tener vocación democrática. Todos deben respetar este principio indiscutible: en la democracia, manda la mayoría.

         Me siento complacido al lado de los legítimos voceros del pueblo colorado, porque de ese pueblo he surgido por su decisión soberana para honrar desde el Gobierno el pensamiento nacionalista del inmortal Fundador de nuestra asociación de hombres libres, el General Bernardino Caballero. El voto de las grandes mayorías nacionales me proyectó a la Primera Magistratura de la Nación y ese mismo voto en sucesivos y limpios comicios me ha renovado su confianza como aprobación de una intensa labor en la que no he tenido otro objetivo que el de servir con decoro, lealtad y firmeza al pueblo paraguayo.

         No he llegado al poder por ninguna ambición personal o presión sino inclinado ante la voluntad del glorioso Partido Nacional Republicano que me ha transmitido una responsabilidad que siempre he procurado cumplir con mis mejores energías.

         Inicié, mantuve y mantengo mis gestiones gubernativas con diaria inspiración en los postulados luminosos y broncíneos del nacionalismo paraguayo. Predicamos y logramos la paz, porque entendimos y entendemos que sólo en la paz fructifican las esperanzas del pueblo.

         Nunca empleamos el poder para el odio o para el rencor sino para unir a los paraguayos en la convivencia bajo el imperio de la ley y la devoción a los ideales que nos legaron los próceres y los héroes de la nacionalidad.

         Dijimos basta a la inestabilidad política, a las luchas fratricidas que desangraban a la Nación, al atraso que era la causa de un apocamiento espiritual colectivo que hemos superado, triunfando con una nueva mentalidad basada en la fe, en la inteligencia y la capacidad creadora de nuestro pueblo, heroico en la guerra y también grande y fecundo en la epopeya del trabajo, al amparo de la paz.

         No estoy en el poder por ningún capricho de mando, si no por el deseo de la mayoría de mis compatriotas.

         No es mi exclusivo desempeño la conducción nacional, sino la responsabilidad de todos los partidos políticos a los que el sufragio del pueblo confirió el mandato de dirigir la nave del Estado.

         En la atención de los asuntos públicos obramos lealmente y debemos obrar así todos los que estamos investidos de la representación para orientar a la Nación hacia sus grandes destinos.

         Jamás podría yo estar al frente del Gobierno por muchos años contra la opinión y los deseos del pueblo. Estoy en la honrosa función que cumplo, por así determinarlo libremente la ciudadanía en elecciones que son honra y prez de nuestra democracia.

         Y si los correligionarios así como otros paraguayos de bien y extranjeros que trabajan por el progreso nacional nos apoyan es porque comprueban que nuestro esfuerzo no tiene otro norte que el bien del Paraguay.

         No se crea que todo es color de rosa en el ejercicio de la Magistratura que nos confió el pueblo. Es una acción ardua que exige consagración en el cuidado de la paz, en el impulso al desarrollo y la atención de todas las complejas cuestiones propias de un Estado moderno.

         He afrontado muchas vicisitudes como la circunstancia de un exilio de cuatro meses que desembocó en un feliz retorno que fue la jornada del 26 de Febrero de 1949, para la prosecución de un afán en el que predominó la intención de servir al país.

         El 4 de Mayo de 1954 registra la historia con signos indelebles porque en esa gloriosa fecha triunfó el principio de respeto a la autoridad, triunfó una gran voluntad común de trabajar dentro de la ley. Por eso, el 4 de Mayo quedaron derrotados los ánimos anarquizantes, las rebeldías movidas por pasiones irresponsables y resultó victoriosa una línea irreversible de lealtad a las instituciones.

         El 4 de Mayo se afirmó el pensamiento superior del Paraguay reencontrado con su grandioso destino histórico.


         HONORABLES CONVENCIONALES:


         Mucho he meditado sobre el espontáneo desea del pueblo colorado, de postular nuevamente mi candidatura para la Primera Magistratura de la Nación por el próximo período constitucional.

         A esas expresiones emocionantes de la determinación popular provenientes de todos los puntos de nuestra geografía, se han sumado las voces fraternas de mis camaradas del Chaco y de tantos otros compatriotas de las más diversas actividades que componen el quehacer nacional que me han manifestado, asimismo, su anhelo de que continúe al frente de la conducción de la República.

         Ustedes, Honorables Convencionales, haciéndose cargo de la voluntad del pueblo colorado y en este democrático y libre acto han proclamado mi nombre para ser el Candidato del Partido Nacional Republicano para la Presidencia de la República por el período constitucional 1988-1993.

         Ante esa decisión del Coloradismo vengo a darles mi respuesta: acepto con honor mi candidatura porque mi deber es inclinarme ante la soberana voluntad popular.

         Nunca he retrocedido ante las obligaciones. No asumo responsabilidades para fracasar. Y si acepto esta nueva candidatura presidencial es porque estoy convencido de que me seguirán acompañando el afecto y la colaboración de todos los correligionarios y de los otros compatriotas que no siendo colorados tienen fe en mi ejecutoria que es bien paraguaya porque es bien colorada, bien encaminada a prestigiar, sin debilidades ni flaquezas, los gallardos blasones de la República del Paraguay.


         HONORABLES CONVENCIONALES:


         A la democracia le damos contenido patriótico. La democracia no es un simple ejercicio verbalista o una declamación de libertades. La democracia es trabajo del pueblo y sus legítimos representantes en bien de la Patria. Es la atmósfera moral de la convivencia y es el cauce del Derecho.

         Tenemos la certeza de que el país seguirá en el buen camino porque unidos están y unidos continuarán Gobierno, Pueblo y gloriosas Fuerzas Armadas de la Nación.

         El Partido Colorado continuará siendo ejemplo de cómo se sirve a la libertad con madurez política y entereza, y cómo se sirve a la tranquilidad pública con la trayectoria respetuosa de los principios jurídicos.

         El derecho de uno termina donde comienza la libertad de los demás. Y nadie tiene derecho a afrentar la paz por lo mismo que nadie tiene derecho a atentar contra la felicidad nacional.

         Nosotros somos los defensores de los derechos humanos, porque defendemos la alegría de los niños, la seguridad de los que trabajan, del agricultor, del obrero, la esperanza de los que estudian, el tesoro de las madres que es la vida de sus hijos, la fortaleza de los hogares que es el orden que pone a cubierto de bandas de criminales sin Dios ni Patria que sólo buscan el caos, el dolor y la violencia que todo lo envilece y destruye.

         Nosotros somos los defensores de los derechos humanos, porque enarbolamos el respeto de la Constitución y a las leyes que equivale a la protección de la dignidad del hombre y a una vida social enmarcada en los principios de la igualdad y la democracia.

         No permitiremos que prosperen los planes de los que quieren anarquizar el país. Los que piensan así no lograrán sus condenables propósitos, porque montan y montarán guardia con invencible coraje el gran Partido Colorado y las incorruptibles Fuerzas Armadas de la Nación, celosos custodios del presente y del porvenir de la República del Paraguay.

         Nuestra paz resalta en un mundo jaqueado por crisis, convulsiones, malestares sociales, agitaciones y cobardes y sangrientas embestidas del terrorismo.   

         La paz se basa en la buena voluntad de los colorados y de los que no siendo colorados se someten, igualmente, a la ley y cooperan con el progreso de la Nación.

         Todos juntos protegemos y protegeremos ese supremo bien. No volverán las tristes luchas del hermano contra el hermano. No volverán los tiempos de las asonadas, cuartelazos, golpes de Estado, motines que mantenían en zozobra y tormento el alma nacional.

         La libertad no está para masacrar a los jóvenes como aconteció el luctuoso y trágico 23 de Octubre de 1931 o para matar soldados como sucedió en Fortín Coronel Martínez o matar obreros como en Puerto Pinasco o para auspiciar revueltas o vivir en la inoperancia con olvido de los deberes ante la Nación, como lo hacían los malos gobiernos del pasado.

         Los colorados honramos la libertad porque la aplicamos para ser útiles a la República, para movilizar las energías sociales hacia fines superiores, para sembrar la semilla del en los surcos espirituales de la nacionalidad.

         La libertad no da derecho a promover desórdenes, tumultos o a propagar ideas contrarias a la armonía social o a predicar la abstención electoral en grave violación de lo que preceptúa el artículo III de la Constitución Nacional.

         Al incitar a no concurrir a las urnas o a votar en blanco se está en el camino de la subversión, se está en la tortuosa senda de la violencia, se está en una conjura totalitaria. Oponerse a lo que manda la Constitución es oponerse al pueblo que es el autor de esa Constitución. Estar contra el voto es estar contra la ley, contra el medio a través del cual se expresa la soberanía popular.

         Unos cuantos individuos carentes de toda representatividad y que viven en la más desolada orfandad popular no van a obstruir la marcha de nuestra democracia que es de continuo perfeccionamiento y de eficacia cada vez mayor.

         Los demagogos y profesionales de la falacia no van a engañar a la opinión pública acerca del concepto del gobierno democrático. Democracia es poner el voto en las urnas. Y acatar el veredicto del sufragio.

         La mayoría manda y las minorías deben ayudar para hacer un buen gobierno. Eso es democracia. Pretender ignorar o tergiversar el pronunciamiento mayoritario, no es actitud de demócratas sino de malos perdedores, de desleales incumplidores de las reglas morales y jurídicas del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

         El Gobierno está integrado por el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, dentro de un sistema de división equilibrio e interdependencia como establece el artículo 3° de la Constitución que elaboraron los representantes del Partido Colorado, el Partido Liberal Radical y el Partido Febrerista, en el año 1967.

         El Partido Colorado y los partidos políticos de oposición tienen la responsabilidad de consolidar nuestras instituciones libres y la vigencia de la democracia representativa a través del sufragio, definido por nuestra Constitución como derecho, deber y función pública del elector. Los grupos irregulares son la solitaria voz de los fracasados políticos, de los que no encuentran eco alguno en el sentimiento de los ciudadanos y no sólo son antidemocráticos porque actúan como esbirros de la subversión internacional sino antipatriotas porque buscan someter al Paraguay al yugo del comunismo. Somos y seremos una democracia sin comunismo. Jamás triunfarán los que se alían contra la soberanía nacional. La dignidad de nuestra raza no acepta amos ni tutores. Estamos firmes para hacer respetar en todo momento y circunstancia el intangible principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados. Estamos firmes para salvaguardar el derecho del pueblo paraguayo a ser el propio artífice de su destino, al amparo de Dios y de las instituciones que nacieron de su conciencia libre y de su inalterable fidelidad a los postulados de la independencia nacional.

         Aquí no hay espíritu de colonia o de sumisos vasallos. Aquí hay espíritu de libertad, con toda la altivez moral que heredamos de las grandes figuras de nuestra historia.

         Cada colorado es un guardián de la paz y de la bandera nacional que flamea orgullosa y que jamás podrán arriar los réprobos, los tránsfugas y los que en vez de inclinarse ante el legado moral de Cerro Corá se inclinan como sirvientes ante quienes cometen la osadía de intentar manosear la soberanía de la República del Paraguay.


         HONORABLES CONVENCIONALES:


         Amplias razones nos asisten para ser optimistas. No hemos perdido el tiempo en formular promesas sino que lo hemos empleado para la acción.

         Llegué al cargo que ostento por decisión de las urnas, asegurando a mis compatriotas que no había venido del odio ni para el odio.

         Puse todo mi empeño para la concreción de la más plena fraternidad entre todos los colorados y es así que se arribó a la histórica jornada del 27 de Octubre de 1955 que dejó sellada definitivamente la unidad partidaria, fruto del más alto patriotismo y grandeza espiritual ante el altar de la Nación.

         Es que los colorados no nacimos para el agravio ni para la acción disociante de los resentimientos y las malquerencias que aniquilan a las colectividades políticas desgastadas por las ambiciones de círculos o los meros apetitos personales de preeminencia a cualquier costo.

         El Partido Colorado es fuerte e invencible por su ideario nacionalista y por su poderoso caudal humano. Unos cuantos colorados desteñidos no van a destruir la moral y la mística del pueblo que agita con suprema fidelidad la invicta enseña roja con la estrella blanca que nos legaron los próceres del Coloradismo. En nada afectarán el entusiasmo combativo de los cuadros republicanos unos cuantos desertores de nuestra entidad cívica, esos que han cambiado el honor de servir al Partido Colorado por la vergonzosa defección moral de acoplarse a los enemigos de la paz y a los negadores de la gloria y del historial rutilante de nuestra nucleación política.

         No puede aspirar a que se le llame colorado el que se confabula con los que mataron, torturaron o persiguieron a los colorados en tantas encrucijadas de la vida nacional.

         No puede aspirar a que se lo llame colorado aquel que se pasa a la vereda de enfrente, haciéndose cómplice de los perversos francotiradores contra la grandiosa obra realizada por el Coloradismo en función de Gobierno, obra de paz y progreso que es legítimo orgullo para todos los que lealmente abrazan el credo nacionalista que nos transmitió como magnífica e indestructible herencia el General Bernardino Caballero.

         La bandera republicana que los luchadores históricos del Partido mantuvieron enhiesta en la llanura no ha de caer jamás en manos de los traidores, de los indecisos o de los débiles de espíritu.

         Esa límpida bandera que se alza como un permanente homenaje a la Patria y a la democracia sabremos conservar con gallardía moral todos los colorados, legatarios de un honor que no se mancha, de una dignidad que no se humilla y de un valor que no cede en defensa del patrimonio histórico de la paraguayidad.


         HONORABLES CONVENCIONALES:


         La unidad colorada ha sido una contribución primordial para lograr la unidad nacional reflejada en la paz orgánica en el Estado de Derecho con gobernantes y gobernados sometidos a la ley, con la libre actuación de los partidos políticos sin otros requisitos que los establecidos por las normas jurídicas.

         Ante el simbolismo luminoso del Centenario de la fundación del Partido, aseguramos que en todo instante velaremos para que siga reinando inalterable la unidad colorada.

         Somos hermanos de ideales, vivimos una fraternidad patriótica en la que no hay espacio para los intereses subalternas o los fanatismos retrógrados. Nuestra empresa no es de división ni de rencores, porque el Coloradismo se eleva por sobre las pasiones negativas para cumplir dignamente su compromiso con la Nación, así como lo hacen las leales Fuerzas Armadas, firmes ante el mandato del Mariscal Francisco Solano López.

         Soy un centinela de la paz, este patrimonio de nuestro pueblo tan sacrificado y noble que después de haber sufrido dos guerras internacionales y de haber soportado terribles y devastadoras "revoluciones" como la del 22-23 ha encontrado el camino de su felicidad tan merecida de la que goza como una recompensa de la Providencia y un logro prodigioso de su tenacidad imbuida de pasión nacionalista.

         Nada ni nadie destruirá la paz. A los desestabilizadores de profesión sólo les espera el fracaso. Los entrometidos que quieren manipular la vida libre del país saldrán totalmente decepcionados.

         Cueste lo que cueste, el Paraguay seguirá en paz. Es inútil ensayar fórmulas para hacer retroceder al país a los tiempos en que las madres entregaban sus hijos a los cuarteles para que sirvieran a la bandera nacional y les devolvían a sus hijos convertidos en cadáveres, como horroroso saldo de una anarquizante política de ambiciones ya superada y que jamás ha de retornar.

         Las negras profecías de los agoreros expertos en destruir esperanzas no nos interesan. Nos interesa y nos estimula la fe de la Nación que grandes realizaciones ha concretado y continuará concretando en esta hora en que nos guía la verdad porque nos guía la brújula de la historia y nos inspira la lección de Patria de nuestros mayores.

         Hemos materializado muchísimas obras de infraestructura en todo el país y entre ellas debemos destacar en forma muy especial Itaipú, la usina hidroeléctrica más grande del mundo, construida entre nuestro país y la hermana República Federativa del Brasil.

         Otra trascendental obra integracionista representa la represa de Yacyretá que construye nuestro país con la fraterna República Argentina.

         Muchas horas nos llevaría inclusive hacer una síntesis de lo que hemos realizado y que ha trazado una imagen vigorosa del Paraguay contemporáneo. Ninguna conciencia honrada podría dejar de reconocer cómo de la situación económica, social y cultural deprimente de hace unos cuantos lustros, hemos pasado a un alentador cuadro de hechas y posibilidades que entusiasman y engrandecen al país.

         Todos los colorados seguiremos construyendo la prosperidad de la República y realzando el prestigio paraguayo en el mundo.

         Somos respetados en el ámbito internacional por la seriedad con que cumplimos nuestros compromisos y por mantener una política de leal y fecunda amistad con los pueblos libres del orbe.

         Voy a continuar sosteniendo como lema: Donde nada se construye, donde nada se inaugura, donde nada se hace, no hace falta mi presencia.

         Asisto a los actos que patentizan el esfuerzo creador. Estoy en las ceremonias que habilitan obras que dan satisfacción a las necesidades sociales, en todos los sitios en los que el trabajo da sus frutos, con proyección social. Aquel que sólo busca su beneficio personal, no es patriota. Aquel que apenas se mueve en función de su egoísmo estrecho, no es colorado.

         Elevamos el idealismo de la noble y principista juventud de nuestro Partido al multiplicar realizaciones de bien común, al sostener la vocación de servicio con la misma generosidad de nuestros caudillos colorados de la capital y del campo, de los esforzados Presidentes de las Seccionales que más que rendimientos económicos personales desean rendimientos espirituales mayores para ofrendarlos a los correligionarios en prueba de solidaridad.

         Ser colorado es entusiasmarse con los ideales, ennoblecerse con la esperanza y dignificarse con la acción en aras de una sociedad más justa y feliz.

         Toda la vida del héroe de Ytororó fue una apasionada brega por el ideal de Patria. En la línea de ese ejemplo debemos persistir, porque somos los máximos responsables del venturoso destino nacional.


         HONORABLES CONVENCIONALES:


         Les expreso mi profunda gratitud por esta grandiosa demostración de confianza, de simpatía y de lealtad que fortalece aún más mi espíritu de indeclinable servidor del progreso y el bienestar del Paraguay.

         Asimismo, les felicito por este elocuente testimonio de civismo responsable y fervoroso que brindan a propios y extraños al reunirse en Magna Convención Partidaria para un ejercicio digno de la libertad política y en otra prueba de que Coloradismo es fidelidad a la democracia y a la conciencia histórica de la Nación.

         Lleven a mis correligionarios de la Capital y del interior estas palabras de reconocimiento emocionado por tan abrumador y afectuoso apoyo y llévenles también la certeza de que nunca les defraudaré porque en mi pensamiento y mi conducta es inextinguible la llama que simboliza la suprema lealtad al inmortal legado del General Bernardino Caballero.

         Todos los hogares de la Patria van a seguir gozando días de paz y de felicidad, de progreso con justicia social porque manda y seguirá mandando el gran Partido Colorado.

         Estoy seguro de que la masiva concurrencia a las urnas el 14 de Febrero de 1988 dará más vigor a la democracia paraguaya y demostrará una vez más que el Coloradismo es la clara e imbatible expresión política de las grandes mayorías, firmes ante el esplendor y el decoro de la bandera nacional.


         HONORABLES CONVENCIONALES:


         Al aceptar la candidatura presidencial que me otorga el pueblo colorado, pido al Supremo que me siga dando su protección en mis desvelos por la grandeza inmarcesible de la República del Paraguay.






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