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ANA MONTSERRAT BARRETO VALINOTTI
  LA GUERRA CIVIL DEL CENTENARIO 1911-1912 - Por ANA BARRETO VALINOTTI - Año 2013


LA GUERRA CIVIL DEL CENTENARIO 1911-1912 - Por ANA BARRETO VALINOTTI - Año 2013

LA GUERRA CIVIL DEL CENTENARIO 1911-1912

Por ANA BARRETO VALINOTTI


COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY

NÚMERO 9

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia

Corrección: Rodolfo Insaurralde

I.S.B.N. 978-99953-1-337-1

Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Asunción – Paraguay

Febrero 2013 (106 páginas)

 

 

 

CONTENIDO

 

Prólogo

Introducción

Capítulo I

Bajo los nubarrones de una Guerra Civil: Aproximaciones a un contexto político y social

Disputas entre facciones políticas liberales

La tensión en el Río de la Plata

Poderoso caballero es Don Dinero: Inversión y capitales en el Paraguay

Grandes Empresas, grandes intereses

Cuestión Financiera

Los Negocios del Ferrocarril

El hecho inmediato: La revolución de 1908

El golpe del 2 de Julio

El alto precio del orden

Fortín Galpón

La rebelión colorada de septiembre

Capítulo II

Cañones para un Centenario de Duelo

Manuel Gondra presidente

Sismo jarista

Potestad para reclutar

Insurgencia Radical Gondrista: Villa del Rosario, Bonete y Ca’i Puente

La muerte de Adolfo Riquelme

Centenario de la Independencia

Gobernando sin apoyo político

La intriga de El Diario: el affaire Panisi, o la gota que colmó el vaso con agua

Capítulo III

Ambiciones personales, desorden partidario y anarquía reinante. Gobierno de Liberato Rojas

El inicio de la anarquía política: el golpe de noviembre

Malversación del erario público y escándalo sobre bonos soberanos

Tejiendo precarias lealtades..

Golpe de Estado del 15 al 17 de enero

"El problema de las cartas enérgicas"

Una tercera fuerza revolucionaria: El regreso de Jara

Un sueño largamente acariciado: el retorno de los colorados al poder

Capítulo IV

El final de la Guerra Civil

Lo primero: recuperar Asunción a cualquier precio

Un gobierno de facto

De Villarrica al Tebicuary

La batalla de Paraguarí

La muerte de Jara

Conclusión

Cronología

Bibliografía

Anexos

La Autora

 

 

 

PRÓLOGO

 

         LA GUERRA CIVIL DEL CENTENARIO, es un aporte historiográfico que permitirá al lector, comprender uno de los procesos anárquicos más violentos de inicios del pasado siglo en el Paraguay. El proceso histórico ha sido uno de los más inestables, pues en un lapso de dos años hubo 6 gobiernos, provocando una inseguridad tal en todo el territorio paraguayo, que algunos testigos recordaron que dicha situación llegó a ser similar a la vivida durante la etapa final de la Guerra contra la Triple Alianza.

         La inestabilidad política que estalló en enero de 1911, solo se pueden comprender en los acontecimientos acaecidos con anterioridad a ese año, de esa forma la autora comienza por explicar lo acontecido en el país a partir de la destitución del presidente Benigno Ferreira y la represión desatada durante los años siguientes.

         El texto aporta los elementos suficientes para poder entender como los factores económicos fueron sumamente significativos para el estallido de los procesos que desembocaría en casi un año de eventos violentos en que perdieron la vida importantes figuras políticas de la época. En ese sentido cabe señalar que el coronel Albino Jara fue el único jefe de estado paraguayo que perdió la vida trágicamente en el campo de batalla durante una confrontación armada interna.

         La autora a través del uso de fuentes primarias y secundarias va construyendo un relato en el que se pueden observar las tensiones, los ardides y la violencia utilizada por los miembros de la elite política de la época para lograr sus objetivos, sin que las garantías constitucionales sean respetadas. Así mismo presenta como los países de la región influenciaban en el conflicto interno ya sea a través de sus representantes diplomáticos garantizando una tregua o bien permitiendo que armamentos, barcos artillados puedan pasar por su territorio con el fin de proveer de elementos bélicos a uno de los bandos en disputa.

         Este libro se constituye en un aporte de relevancia a la COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY, pues el mismo logra explicar de forma breve y concisa un proceso complejo que tuvo diversas aristas y que provocó muerte y dolor en miles de hogares paraguayos.

 

         Herib Caballero Campos

         Febrero de 2013

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         Quizás nunca olvidaré, lo que muy a propósito en este momento recuerdo, el consejo de cierto profesor universitario sobre la época que tomé para escribir mi tesis. "Barreto, ¿Por qué el siglo XX? Tome la época colonial, y retroceda, mientras más lejano el tiempo la sociedad es más pequeña, más entendible, más asible, pocos actores, poca influencias externas". Bien, debo decir que hasta hoy no le he hecho caso, pero recuerdo prácticamente todos los días, la esencia de su recomendación.

         Este pequeño trabajo es uno de esos que merecen no sólo gigantes esfuerzos de comprensión, sino paciencia y experiencia para ir reconstruyéndolo. No decimos con ello que pese a nuestro esfuerzo hemos logrado poder agarrar al hecho: entenderlo, explicarlo pero, -creemos- hemos hecho el ejercicio de poder acercar a quien lo lea el complicado mundo de la política, la economía y la sociedad paraguaya del siglo XX.

         Siguiendo la lógica de este consejo, es explicable que sobre otras épocas históricas del Paraguay exista mucha bibliografía de análisis, pero ésta, el siglo XX a veces se llena de sombras. Es que esas sombras a veces son oposición política, a veces son ideas del anarquismo, a veces son pasiones personales, a veces son corporaciones bancarias, a veces son nucleaciones industriales, a veces son lealtades partidarias, a veces son formas de enseñanza, a veces son el peso de una historia mal contada, a veces realmente pueden ser tantas cosas.

         En medio de estas oscuridades históricas, difíciles de disipar, hemos intentado al menos encender lámparas y en algunos casos, dejar mechas y aceite.

         Dentro de estas hojas, no hay letras de alegrías ni de heroísmo, no es posible encontrar patriotas. Son capítulos muy dolorosos de la historia, y a veces creo que entiendo (pero no justifico) que esas hojas teñidas de venganza, odio y traiciones haya sido dada la vuelta como pretendiendo que nunca pasó. Aunque la Guerra Civil tenga el código de vencimiento en una fecha concretamente, con la muerte de alguien, específicamente, ¿Qué seguridad tenemos de que no haya dejado una marca en la sociedad paraguaya, en las mentalidades, en la memoria, como una cicatriz vieja y profunda que se esconde?

         Quisiera agradecer a la historiadora Milda Rivarola, ya que cuando le conté el tema que debía investigar, me ha cedido amable y desinteresadamente, parte del archivo inédito sobre Paraguay que años atrás la ocupara transcribiendo y analizando correspondencias diplomáticas en el Quaid'Orsay. Esa experiencia como investigadores, acabamos de descubrirla con el uso de este archivo: El encanto de la correspondencia consular, como contraste a la percepción de los paraguayos sobre su propio destino.

         Las cartas de quien fuera el representante de Francia en el Paraguay, Monsieur Bélin, dirigidas a los ministros Stéphen Pichon (25/10/06 al 02/03/11), Jean Cruppi (02/03/11 al 27/06/11), Justin de Selves (27/06/11 al 09/01/12) y Raymond Poincaré (14/01/12 al 22/01/13), se encuentran a lo largo de todo el texto, señaladas por la fecha enviada, utilizando la abreviatura MAE para el Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia.

         Existen pocos historiadores paraguayos que usan en sus análisis este tipo de fuentes, de hecho Rivarola es alguien que se ha especializado en el archivo diplomático francés. Con respecto a ésta época, Juan Carlos Herken ha utilizado correspondencia británica, Liliana Brezzo correspondencia argentina y Francisco Doratioto correspondencia brasileña. A éstos tres autores se deben todas las citas sobre embajadas o legaciones y sus representantes en este trabajo.

         Si bien contamos con valiosa bibliografía contemporánea al hecho, es decir, las que se escribieron en el candor de los sucesos, muy pocos historiadores tienen la tradición de incluir en sus investigaciones necesarios hilos conductores de la economía que nos llevan a veces entender mejor el significado de las lealtades, proximidades, justificaciones al hecho, etc. Para éste periodo han sido sumamente importantes los trabajos de Herken y de Doratioto ya que ambos, cuyos datos de investigación se citan en éste trabajo, han buscado entender las conexiones entre revoluciones, empresas, bancos y ferrocarriles.

         Con el fin de precisar terminología, hago la observación de que hemos nombrado como Guerra Civil a un periodo de varias revoluciones, insurgencias, cuartelazos y asonadas, llevadas a cabo, si bien la mayoría de las veces por miembros de un mismo partido político pero con facciones, de una trayectoria a veces históricamente opuestas.

         Finalmente, quiero agradecer a colegas y amigos que de la manera más amable me han cedido documentos, o conversaciones sobre particularidades de estos años. A Andrés Bartrina le debo una ayuda en el trabajo en la Biblioteca Nacional con periódicos y revistas de la época. A Claudio Fuentes Armadans la apertura de su archivo familiar vinculado a personas que vivieron de manera activa la Guerra del Centenario.

         Para el director de la Colección, Dr. Hérib Caballero Campos, tengo un agradecimiento muy especial. Historia Política no es mi especialidad, pero él ha confiado en que estos hechos sea capaz de armarlos, narrarlos y explicarlos. 

         Estas líneas finales, en realidad, todo este trabajo va dedicado a la memoria de mi querido abuelo Gabino "Bebo" Valinotti, quien ha fallecido recientemente y con quien, por el hecho de haber sido militar, hemos conversado tantas veces mientras buscaba información para este trabajo, sobre cómo funcionaba una Vickers, sobre la herida que podía causar un máuser o, participante de revoluciones como fue, el sentir y obrar de un oficial en combate. Te llevo en el alma, abuelo.

 

 

 

CAPÍTULO I

 

BAJO LOS NUBARRONES DE UNA GUERRA CIVIL:

APROXIMACIONES A UN CONTEXTO POLÍTICO Y SOCIAL

 

         El periodo al que hemos llamado la "Guerra Civil del Centenario" empezó a finales de 1910 en Asunción y terminó en mayo de 1912 en Paraguarí, y abarcó casi toda la extensión poblada del país. En apenas 18 meses, se sucedieron seis gobiernos diferentes, por ello es necesario buscar en algunos ejes, retrotrayéndonos en el tiempo, algunas pistas que ayuden a explicar cómo pudieron llevarse a cabo más allá del color partidario, sangrientas luchas fratricidas.

 

         DISPUTAS ENTRE FACCIONES POLÍTICAS

 

         El Partido Colorado y el Partido Liberal surgieron en el Paraguay de la posguerra contra la Triple Alianza, ambos en 1887. Nunca antes en la historia existieron partidos propiamente dichos, aunque sí, partidarios de líderes.

         En los primeros años de haber concluido la "Guerra Grande", empezaron para estos líderes o caudillos, las pujas por ganar la presidencia y convertirse en gobierno, estas pujas no siempre llevaban a maneras honestas de conseguirlo, el Paraguay independiente hasta entonces solo conocía la experiencia de gobiernos autoritarios donde la oposición nucleada no existía, y la oposición personal, se pagaba con cárcel, destierro o muerte.

         Estas pujas estaban lideradas por caudillos políticos que atraían sobre sí a sus leales de varios y diversos motivos, uno de ellos, no el más importante ciertamente, pero sí interesante, era el motivo histórico.

         En quienes se afiliaban al Partido Colorado se percibía una tendencia mayoritaria, no generalizada, a un sentir nacional, y a una pertenencia popular. Era también una característica en ésta nucleación que de tener una graduación militar, era por haber servido al ejército paraguayo de López.

         Los que abrazaron a más abiertamente a las ideas liberales eran quienes habían vivido fuera del Paraguay antes de la guerra, o si de haberla terminado siendo muy joven, eran enviados a estudiar al extranjero. Era mayoría la pertenencia a este partido, hombres que no simpatizaban con formas autoritarias de gobierno, no defendían a Francisco Solano López como conductor, ni añoraban la época anterior con nostalgia.

         Por supuesto que estas características no agotan ni mucho menos las diferencias, pero con el tiempo serían fundamentales para reconocer claramente tendencias políticas.

         Ambos partidos disputaron toda la década del 70, de los 80 y de los 90 del siglo XIX el gobierno, respondiendo a cualquiera de los poderes del Estado. Hacia finales del siglo XIX se crearon las condiciones de entablar un diálogo acerca de las posibilidades que ofrecían alianzas partidarias en determinados momentos políticos. Es decir, de ser enemigos acérrimos, pasar a conformar una asociación efímera. Esto motivó un quiebre, especialmente en el Partido Liberal: pasaba ello por las formas de entender los mecanismos de acceso al poder y la posible negociación con liderazgos contrarios. No es un dato menor, la edad de quienes se nuclearon en una u otra facción.

         El Partido Colorado también tuvo sus escisiones pero no viene al caso analizarlas, ya que el periodo que leeremos, los enfrentamientos y las pujas de poder se darán en el seno del Partido Liberal. Así nacieron los liberales "cívicos", partidarios de alianzas y de antiguos afiliados, y los "radicales", jóvenes por lo general, reacios a cualquier tipo de coaliciones.

         Con el tiempo, las facciones irían reagrupándose constantemente en diversas situaciones, pero sí se haría tradición la pertenencia a una. Por ejemplo, en un momento dado de la historia era fácil identificar a los cívicos pues eran marcadamente "antilopistas", respondían a intereses oligárquicos, y mostraban "argentinistas".

         Así eran las diferencias, a grandes rasgos, cuando el poder le sorprende por primera vez al Partido Liberal ya dividido con la revolución de 1904 en la que ambas facciones concertaron una unión política. En 1905 un Presidente cívico, Juan B. Gaona, es destituido y asume la Presidencia un radical, el Dr. Cecilio Báez. El cambio generó tanto malestar, que en 1906 eligieron, unidos, a un cívico, el Gral. Benigno Ferreira.

         La incomodidad no tardaría en empezar, pese a que Ferreira movilizó la economía en un momento bastante delicado, mostró como suyas obras de progreso y se esmeró en mejorar la política exterior paraguaya; se preocupó en instruir militares de forma académica y de hacer navegables ríos internos. Pese a ello, su figura "oligarca" o "elitista" molestaba a ciertos grupos radicales que lo veían "desligado" del pueblo.

         La caída del general Benigno Ferreira fue el momento desde cuando se puede empezar a comprender a qué respondieron esos malestares cuando asumía el gobierno un grupo partidariamente igual, pero faccionariamente diferente.

 

         LA TENSIÓN EN EL RIO DE LA PLATA

 

         "La rivalidad argentino-brasileña es en realidad la mejor garantía de independencia del Paraguay,"

         José Segundo Decoud.

 

         Las relaciones entre Brasil y Argentina no solo fueron tensas a finales del siglo XIX; ni en 1908 como veremos más adelante. Antes de ser estados independientes, cuando peleaban las soberanías a dos distintas coronas ya enfrentaron problemas que simplemente fueron agravándose.

         Toda la vida política paraguaya desde la posguerra debe ser entendida siguiendo esas rivalidades vecinas.

         Pero en el tema que nos ocupa, 1908 es un año interesante. Con un buen panorama de finanzas públicas, el presidente brasileño Francisco Rodrigues Alves (1902-1906) inició hacia 1904 una reestructuración de las fuerzas armadas que incluía una moderna escuela militar, una fábrica de pólvora y la instalación de un arsenal. Además consiguió que se aprueben los fondos con los cuales el Brasil renovaría su flota de guerra.

         El Brasil pretendía modernizar sus barcos en vista a que países como Argentina o Chile poseían navíos más modernos y en mayor cantidad. Por su parte, Argentina entendía que un vecino poderoso y en franca carrera armamentista podía constituirse en un peligro -sobre todo por un indisimulado carácter imperialista-, así que se lanzó al mismo plan: la renovación de las fuerzas armadas.

         Según Francisco Doratioto, cada canciller tenía su versión de los hechos. Río Branco sentía que debían tener una flota importante para prevenir "insultos", pero que tampoco ayudaba el hecho que cada vez que se iba a comprar armamento, los periódicos brasileños le otorgaban mucha prensa lo que hacía que en el exterior se vea como una carrera sin fin "y hasta los dientes". Estanislao Zeballos, canciller argentino, opinaba que Brasil buscaba aislar a la Argentina, y que parte de la carrera armamentista era la política de levantar construcciones militares en zonas fronterizas. Las rivalidades no solo se fundaban en la compra de armas, sino también en los apoyos que podían prestar los demás vecinos y sus gobiernos. O bien, los intereses comerciales para inversión a futuro. Brasil había sido el protector económico del Paraguay ya que Bernardino Caballero, Patricio Escobar y Juan A. Escurra le eran socios leales. Pero desde 1904 el panorama de lealtades giraba peligrosamente hacia el otro extremo. Argentina no solamente pasaba a ser proveedora sino podía asegurar la estabilidad a los grandes inversionistas de capital argentino en el Paraguay.

         Brasil temía al monopolio argentino. Su historia propia había empezado en el tiempo de la ocupación militar luego de la Guerra Grande y permaneció firme a los gobiernos entre otras cosas por la cercanía en auxilios que significaba el puerto de Corumbá. A eso debería agregarse la amistad centenaria, idioma y costumbres en común con Argentina ya que formábamos parte de un mismo imperio.

         Existe un muy buen ejemplo sobre lo delicada que se podían poner las cosas entre ambos países. En abril de 1908 viajaron a Río de Janeiro, Cecilio Báez e Higinio Arbo con la misión de retribuir la visita del navío TIRADENTES en la asunción del Gral. Benigno Ferreira como Presidente de la República. Sin embargo en Asunción se especulaba que la verdadera razón era manifestar el sentido de amistad con el Brasil y desmentir que Ferreira actuaba como un gobernador argentino. Los periodistas brasileños insistieron mucho al canciller si de verdad no había "otro" motivo para la visita a Río; Báez respondió que no. En otro momento, Arbo dijo que era una lástima que el Paraguay no estuviera ligado con el Brasil a través de una línea férrea. La visita fue criticada desde ciertas posiciones de la prensa como una estrategia del gobierno argentino para apaciguar ánimos. Cuando en otro momento Báez fue a Buenos Aires tuvo que dar cientos de explicaciones sobre su visita a Río y que la "amistad" con la Argentina no cambiaba en nada. Para julio de 1908 tiempo en que Ferreira cae por un golpe de Estado, en Buenos Aires quedaron seguros de que Rio Branco auspició su salida.

        

         PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO: INVERSIÓN Y CAPITALES EN EL PARAGUAY

 

         "Para comprender una época, se necesita comprender su economía. Y para comprender nuestra economía del presente, se necesita comprender la economía del pasado (...) No existe un nivel de sucesos políticos y otro de estructuras sociales y una coyuntura económica. Todos los fenómenos humanos y sociales se pueden estudiar sobre plano triple, coyuntural, estructural y el de los sucesos, y este es esencialmente el trabajo del historiador."

         Juan Carlos Herken citando a Frederic Mauro en El Paraguay Rural.

         No pretendemos entrar en detalles para explicar el panorama económico del Paraguay entre 1908 y 1912, necesitaríamos por lo menos la mitad de este libro para ello.

         Seleccionamos tres apartados que se vieron particularmente afectados durante las revueltas:

         1. Siempre las navieras y las tanineras eran relevantes en una insurgencia, pues porque en un caso se necesitaban cubrir longitudes o imponer presencia, o transportar tropas y por otro lado se precisaba de soldados.

         2. La Banca es sumamente importante en una insurgencia pues es la que financia al gobierno préstamos de urgencia, o decide no financiar.

         3. El ferrocarril se confiscó todas las veces por todos los gobiernos para usar netamente en el frente de batalla, y particularmente en 1912 fue decisiva para el ascenso al poder del "gondrismo".

 

         GRANDES EMPRESAS, GRANDES INTERESES

 

         Desde 1909 en adelante, en el control cuasi monopólico de los fletes entre la capital paraguaya y la capital porteña y la navegación de los ríos, estaba la empresa naviera de Nicolás Mihanovich llamada en ese entonces COMPANÍA ARGENTINA DE NAVEGACIÓN. El crecimiento en capitales y en concesiones comerciales de ésta empresa -dice Juan Carlos Herken- es sobradamente interesante; de empezar con un vapor de pasajeros, pasa a controlar la empresa naviera LA PLATENSE a finales del siglo XIX.

         En 1903 se funda la MIHANOVICH y en 1909 pasa a convertirse en una empresa de capitales trasnacionales. En 1917, se convierte en la única naviera que hace la carrera Asunción-Buenos Aires, al ir adquiriendo además la MARINA MERCANTIL ARGENTINA, VIERCI HERMANOS & CO., y posteriormente, la BARTHE & Co. La Primera Guerra Mundial y los gobiernos radicales, hallaron a la empresa de Nicolás Mihanovich en el Paraguay controlando el río, y sobre todo, controlando el precio del flete, el cual, comparativamente era sumamente elevado con respecto a otras distancias en el mundo.

         La MIHANOVICH tomó parte activa de toda la Guerra Civil al lado de los gondristas, cediendo sus naves para el traslado de tropas revolucionarias. El acuerdo que se tenía previsto era que Eduardo Schaerer debía entregar las obras para la ampliación del puerto de Asunción, ya que la naviera aspiraba a poder proveer de buques a Matto Grosso o a Bolivia.

         Sobre el río, en el norte del Chaco, estaban diseminadas varias fábricas de tanino. La fábrica CARLOS CASADO, por ejemplo, era propietaria en 1910 de más de tres millones de hectáreas. Tenía treinta kilómetros de vías férreas habilitadas y trabajaban unos mil obreros. La taninera constituía una ciudad, tenían telégrafo, teléfono y casas particulares de los administradores y de los peones, escuela, comisaría, panadería, almacén, etc.

         THE RIVER PLATE QUEBRACHO COMPANY, también era una taninera que respondía a capitales argentinos. CAMPOS Y QUEBRACHALES: PUERTO SASTRE, era una empresa de la compañía Mihanovich que tenía en el Paraguay doscientas veinte mil hectáreas de campo y se dedicaba a la exportación de madera y a la elaboración del tanino de quebracho. También tenían locomotora y cuarenta kilómetros de vías. QUEBRACHALES FUSIONADOS, poseía en total tres puertos tanineros: Puerto Max, Puerto Tirol y Puerto María. Sus tierras en el Paraguay eran doscientas treinta mil hectáreas.

         Todas estas empresas protestaron con respaldo del canciller argentino ante los diferentes cancilleres que existieron entre 1908 y 1912 por supuestos atropellos a sus intereses. La más enérgica fue la THE RIVER PLATE, quien preparó un presupuesto que se lo entregó al Dr. Cecilio Báez para ser compensada por la inutilización de su locomotora y de las vías que los revolucionarios se habían llevado en un asalto a su establecimiento "Palma Chica". Báez nunca reconoció atropellos de revolucionarios.

         Con Liberato Rojas como Presidente de la República fue otro el problema. Se presentaron a llevarse a los obreros sin la libreta de baja del servicio militar, lo cual generó muchas protestas.

 

         CUESTIÓN FINANCIERA

 

         "Pedro Jorba, el Presidente del Banco de la República, y el principal comerciante en el Paraguay, probablemente ejerce mayor influencia sobre los destinos del país que cualquier otro individuo. Es un español que llegó al Paraguay hace ya muchos años y ha amasado una gran fortuna. Probablemente maneja entre cerca del 50 por ciento del total de las importaciones y exportaciones, y debido a su posición financiera, extremadamente fuerte y a sus conexiones con el banco, está en condiciones para manipular la tasa de cambio en su propio beneficio. Es una fuerza que el Gobierno debe reconocer y es una espina en el cuerpo de la presente administración."

         Annual Politícal Report for Paraguay, 1914.

 

         Si algo trajo los aires liberales en el Paraguay, fue el establecimiento de Bancos. Operaban con capitales privados o capitales mixtos, ello significaba que intervenía el Estado como accionista.

         El Banco privado más grande era el BANCO MERCANTIL DEL PARAGUAY con veinte años de trayectoria contaba entre los miembros de su directorio al expresidente y senador Juan Bautista Gaona. Era el banco privado con más sucursales; las tenía en Concepción, Pilar, Paraguay, Encarnación, entre otras.

         Durante el gobierno del general Benigno Ferreira, se constituyó el BANCO DE LA REPÚBLICA, que nucleaba capitales nacionales y extranjeros. Entre los propiamente paraguayos estaban: el BANCO PARAGUAYO fundado en 1905, las casas comerciales Angulo & Cía., Rius y Jorba y Casaccia e Hijos, y los señores Francisco y Guillermo de los Ríos. El BANCO FRANCÉS DEL RÍO DE LA PLATA Como capital argentino respondía la empresa MARTÍN & CIA., como capital brasileño la MATTE LARANGEIRA y como capital mixto, compuesto a la vez de accionistas de los bancos UNION PARISIENNE y NEUFLIZE de Francia.

         El general Ferreira siempre fue parcial en este tema. En enero de 1908 ya autorizó al ministro de hacienda, Adolfo R. Soler a entrar en acuerdos con los representantes del BANCO FRANCÉS DEL RÍO DE LA PLATA y para marzo se aprobaron los estatutos. Las concesiones que se le otorgaron al BANCO DE LA REPÚBLICA fueron calificadas en su tiempo como exageradas.

         El BANCO FRANCÉS tenía prácticas de monopolio con respecto al gobierno ya que no permitía que éste pueda tramitar un préstamo fuera de su intermedio.

         Por otro lado, hay que hacer la observación de que cuando comenzó el mandato de Gondra a finales de 1910, todavía se estaban pagando deudas de revoluciones anteriores cuyos montos estaban a nombre de prestamistas. Muchos de ellos, se hicieron accionistas de estos bancos.

         Se verá más adelante, que cuando Liberato Rojas fue Presidente de la República; estalló un escándalo con un préstamo de urgencia.

 

         LOS NEGOCIOS DEL FERROCARRIL

 

         La PARAGUAY CENTRAL RAILWAY COMPANY (PCRC) era una compañía registrada en Londres pero cuyo paquete accionario tenía intereses europeos, norteamericanos, argentinos y paraguayos. Detentaba la principal vía férrea del Paraguay desde fines del siglo XIX. Representaba además a la VILLA MORRA TRANWAY COMPANY que brindaba el servicio de tranvía a tracción animal y vapor.

         En 1906 el 85% de las acciones de la PCRC estaban en manos de Benito Villanueva, diputado y senador argentino y del empresario Manuel Rodríguez. Se creía que el general Benigno Ferreira también era socio mayoritario, ya que durante su gobierno se puso fin a una larga polémica sobre derechos y pagos que antes hubiera sido imposible de solucionar.

         El servicio del ferrocarril en el Paraguay era malo, viejo, lento y caro. Ese año la PCRC se comprometió a extender la línea ferroviaria hasta Encarnación para ser más atractivo en caso de venta ya que, teniendo en cuenta la inestabilidad política, las ganancias no compensaban.

         Con el ascenso del gondrismo al gobierno, Rodríguez halló trabas a sus inversiones en el Paraguay. Eduardo Schaerer era intendente municipal en 1909 y exigió a las concesionarias del tranvía, a empedrar las calles donde transitaban a costos del propietario. Rodríguez se negó.

         Existía otro negocio que también desvelaba al representante y era que el Paraguay estaba buscando ofrecer una concesión de luz y energía eléctrica. Manuel Rodríguez quería todo, además del ferrocarril y el tranvía a tracción, quería proveer el servicio de luz y los tranvías eléctricos. Buscando apoyo se entrevistó con Gondra cuando los radicales gobernaban. El Presidente no se mostró muy a favor de concentrar demasiados servicios en una misma mano, y le explicó que eso siempre pasó con el ferrocarril por eso el servicio era costoso y deficiente. Además, los radicales tenían un "amigo" también interesado en el mismo negocio y era Carosio.

         Sorpresivamente apareció un grupo norteamericano muy interesado en la PCRC, y era la ESTRADA DE FERRO SÃO PAULO-RIO GRANDE perteneciente a la BRAZIL RAILWAY Co., cuyo dueño era Percival Farquhar, un hombre poderoso que a la vez representaba a accionistas de una compañía en Maine (EE.UU.). El interés del grupo, era controlar completamente la red ferroviaria en el Río de la Plata.

         Manuel Rodríguez había llegado a un acuerdo con el gobierno argentino que también estaba interesado en el ferrocarril, ya que unirían Buenos Aires-Asunción por Posadas, así que venderlas a Farquhar resultaba complicado. El norteamericano le hizo saber que conseguiría la concesión de tender las vías al este para enganchar con las brasileñas y salir directo al Atlántico. Esa línea se llamaba "Trans-Paraguayo" y era el sueño de cualquier visionario millonario, ya que significaba no solo medios de transporte unidos, sino las preciadas maderas de los bosques del Paraguay. Cuando supo Rodríguez no dudó y se encargó de la venta del PCRC a la BRAZIL RAILWAY Co. Se le permitió quedarse como presidente, y a la par seguir insistiendo para la concesión de la luz y energía.

         En Asunción en esos años, muchos políticos hacían lobby para empresarios que soñaban con esa línea. Cuando cayó el gondrismo, y después se sucedieron Albino Jara, Liberato Rojas, los cívicos, etc. Manuel Rodríguez buscó siempre mantener amistad con todos ellos y financiarles pequeñas ayudas para que, vuelta a la normalidad, se cierren los negocios. Había, mayormente financiado algunas cosas a los cívicos, pero las lealtades de sus hombres no terminaban de convencerlo. Ello cambió cuando los que necesitaban ser financiados eran Eduardo Schaerer y Manuel Gondra, en ambos hombres, especialmente en Schaerer, empresario y político, Rodríguez tenía confianza. La garantía que los paraguayos ofrecían era la de recuperar el dinero rápidamente una vez en el gobierno y concesiones comerciales. Rodríguez en representación de este "grupo" de accionistas, no solo entregó el monto que los revolucionarios pidieron sino que se encargó personalmente de la compra de armas y el transporte de las mismas en barcos que navegaban bajo otra bandera y en operación encubierta.

 

         LA CAUSA INMEDIATA: LA REVOLUCIÓN DE 1908

 

         Lo cierto era que el general Ferreira no lograba hacer parte a los liberales ni de su gobierno ni de él mismo. No gobernaba "a espalda de todos", no. Prescindía de todos, no buscaba acercarse, crear lazos, sostener lealtades. Es probable que ello irritara a más de un líder.

         El descontento se sentía en todas las facciones liberales, pero no pasaba de conspiraciones y rumores. Nadie dio el paso, era como si todos estuvieran esperando a alguien. Y ese alguien era el Coronel Duarte quien regresaba de Europa donde había ido para adquirir nuevas piezas de armamento.

 

         EL GOLPE DEL 2 DE JULIO

 

         A los revolucionarios debía dirigirlos el comandante Patricio Escobar, pero a último momento duda. Estaban varios sublevados militares en la casa de Marcos Caballero Codas, y varios civiles. La consigna era apoderarse de los cuarteles de Artillería e Infantería. Los insurgentes no tenían armas, pero dentro de los cuarteles tenían amigos que ya estaban entendidos.

         Cruzaron Asunción caminando y entraron sigilosamente. Se apoderaron de la tropa que se encontraba durmiendo y tomaron a los oficiales por sorpresa, menos a los de la Infantería que ya estaban sublevados. Todo el nuevo armamento estaba ahí y lo hicieron sin disparar una bala.

         Hacía mucho frío cuando envolvieron con gruesas frazadas las ruedas de las piezas de artillería y se las llevaron empujando a la madrugada para colocarlas frente a la Policía y a la estación de Bomberos. El coronel Duarte fue apresado y el general Benigno Ferreira se acantona en el Palacio de López.

         Albino Jara da la orden de disparar contra el Cuartel de Policía. Los gubernistas ocupan el Teatro Nacional y la Casa Patri. Toda la mañana del 2 de julio vuelan las balas sobre las calles y las paredes del centro de Asunción. El artillero LIBERTAD bombardea el II de Infantería. Llega la noche y hay bajas en ambos lados. El combate sigue al día siguiente. El LIBERTAD se entrega.

         Luego de dos días de intenso combate en Asunción, Ferreira renuncia a la Presidencia y asume su vicepresidente, Emiliano González Navero, quien respondía a los liberales radicales. El costo humano de la revuelta fue de 150 muertos, y más de 300 heridos.

 

         EL ALTO PRECIO DEL ORDEN

 

         A finales de noviembre la Policía recibe la orden de ejecución del ampliado estado de sitio. Se allanan viviendas en busca de opositores al Gobierno, poco importa si son liberales y menos si son colorados, civiles o militares. Las cárceles se llenan. Muchos buscan el exilio en el litoral argentino, algunos afortunados se recluyen en los consulados y embajadas, los menos favorecidos son enviados a campos de detención en el Chaco.

         ¿La causa? Un supuesto complot para derrocar al Gobierno.

         Militares que habían sido leales al gobierno de Ferreira, fueron torturados. En el caso del sargento Apolinario Espínola, es muerto fruto de una ejecución sumaria. Se ordena igualmente el cierre de varios medios de prensa. En octubre es publicado en GERMINAL, periódico dirigido a clases obreras, un artículo de Rafael Barrett titulado Bajo el Terror donde acusaba al Gobierno por las detenciones arbitrarias. Ello significó para el español, un destierro a Corumbá (Brasil), y el director del impreso, el argentino José Guillermo Bertotto, fue azotado y, como tortura, lo obligaron a tragarse un artículo impreso de su autoría con salmuera.

         Llegó noviembre y el estado de sitio siguió hasta marzo de 1909.


 

         FORTÍN GALPÓN

 

         El 29 de noviembre se procedió a embarcar a 50 presos políticos en la bodega del cañonero LIBERTAD y engrillados llegaron a Bahía Negra luego de cinco días de viaje. A intelectuales, doctores o militares al llegar se los expulsa hacia el Brasil. Se subió al resto a unas chatas y remontaron el Río Paraguay hasta Puerto Caballo, luego a un punto conocido como Yuquerí, en la desembocadura del río Verde.

         Estaban al mando del Fortín el Tte. Eliseo Salinas y el Subte. Gumersindo Pavón. Fortín Galpón fue pensado como campo de detención y de trabajos forzados. La mayoría de los enviados fueron jóvenes colorados con quienes se cometieron tremendos abusos.

        

         LA REBELIÓN COLORADA DE SEPTIEMBRE

 

         "Todas las fuerzas vivas del país, ya tan empobrecido, están empeñadas en la estéril contienda política entre adversarios que se equivalen perfectamente en defectos de carácter y vicios administrativos."

         Guerra Duval, encargado de negocios del Brasil, 16/09/1909

 

         En septiembre de 1909, las fuerzas coloradas tomaban forma en el exilio. En Buenos Aires se encontraba el general Bernardino Caballero, y acampando en Corrientes, los colorados José Gill y Alejo Ramírez.

         El plan contaba con una red de lealtades que debían, para el propósito, entrar en acción al mismo tiempo. A Puerto Murtinho debían llegar los doctores Eduardo López Moreira y Cayo Romero Pereira, armar hombres y embarcarse hacia Asunción.

         En sur debía ser tomado en Humaitá, que en aquel momento se encontraba al mando del teniente coronel Adolfo Chirife. Gill debía pasarse el río Paraná con grupo de asalto de 300 hombres armados. Una delación y posterior ejecución se sucede en la plaza militar de Humaitá, con lo que Gill se ve obligado a cambiar de planes. Decide tomar por asalto el puesto de Laureles, que estaba al mando del teniente coronel Américo Benítez y que contaba con fácilmente, el doble de hombres que las fuerzas revolucionarias.

         El gobierno en la capital paraguaya se movilizó, también de manera rápida y bajo la estrategia de sus jefes militares instruidos en el extranjero, esto significaba disciplina y armamentos. Se reclutan cerca de 3.000 hombres y se puso en ejecución el plan de defensa: 1.000 hombres marcharon hacia el sur al mando del coronel Albino Jara para contener el avance de Gill, y un número similar, al mando de Manuel Gondra, enfila al norte para detener a López Moreira y Romero Pereira que se habían hecho de una flotilla y de hombres, armados pero de forma precaria y que estaban por entrar a aguas territoriales paraguayas.

         La batalla de Laureles, se libra durante dos días y de una manera sangrienta. Las fuerzas revolucionarias son derrotadas y Gill debe huir hacia Argentina. Cientos de hombres son tomados presos por las fuerzas gubernistas, y la clemencia no existe. Pesé a rendirse, todos terminan Torturados y ejecutados.

         En el Norte, las fuerzas gubernistas se enfrentaron a la flotilla revolucionaria, éstas al encontrarse visiblemente disminuidas, se desbandan en territorio brasileño. La prensa paraguaya critica el supuesto apoyo de las autoridades de Puerto Murtinho y de algunas personalidades civiles a los insurgentes colorados. La prensa argentina certifica con ello la hipótesis de que Río de Janeiro apoya a revolucionarios y finalmente, el gobierno paraguayo entra en un mes de tensión diplomática con Guerra Duval, representante de la legación brasileña en Asunción por esta Cuestión.

 

 

 

CAPÍTULO II

 

CAÑONES PARA UN CENTENARIO DE DUELO

 

         En el 1910 debían de realizarse las elecciones presidenciales. Y si bien el radicalismo estaba afianzado en el poder, la situación creada para tal fin, es decir, el exilio y apresamiento de casi toda su oposición, el gasto extraordinario de mantener un Ejército numeroso, los reclutamientos forzosos y la desastrosa situación económica, no eran a futuro, la perspectiva más segura para conservar la autoridad en manos liberales radicales.

         Aun así, manteniendo incluso lejos a los dirigentes políticos coloridos y cívicos, en filas gubernistas las aguas no estaban tan mansas después de todo. Manuel Gondra quien se perfilaba como uno de los candidatos, contaba con un buen apoyo por parte de la facción radical que lo veía como el "elemento intelectual", por otra parte, no se podía desconocer la fuerza del también posible candidato Albino Jara, Jefe del Ejército y autor físico de la caída de Ferreira.

 

         MANUEL GONDRA PRESIDENTE

 

         En un principio, cuando Manuel Gondra había decidido ser candidato presidencial, Albino Jara prometió apoyar su candidatura, pero existía un problema con respecto a la constitución paraguaya: el electo debía haber nacido en el país, situación que con Gondra no se daba puesto que él nació en el República Argentina. Como se demoraba además en legalizar su postulación de candidato, ello permitió que el Coronel Jara se presente, como el ex Ministro de Hacienda, Víctor Soler, como otra opción. Estos últimos, no lograban ceñir sobre ellos simpatías de los diversos sectores del radicalismo, como en cambio sí lo hacía Manuel Gondra. Así es proclamada la chapa presidencial Gondra-Gaona por el congreso en octubre de 1910.

         La toma presidencial se hacía siempre un 25 de noviembre fecha que celebraba la jura de la Constitución de 1870. Hasta ese momento, mucho partidarios de Gondra veían mejor la posibilidad de que el Jara fuera enviado a Europa en calidad de representante ante una misión ya que veían en él, la forma en que lograba formar aliados en el ejército. El nuevo presidente planteó la oferta y Albino Jara la tomó de mala manera. El día de la asunción al mando, se acuarteló y exigió su reposición al Ministerio de Guerra.

         Una vez Ministro, los consejeros políticos de Gondra, especialmente Adolfo Riquelme, elaboraron un plan por el cual podrían "limpiamente" separar a Jara del Gabinete. Gondra tardó en llevarlo a cabo por indecisiones, pero Jara se logró enterar del movimiento mucho antes de que el mandatario firme, el día 15 de enero de 1911, un decreto por el cual nombraba a Jara ministro plenipotenciario.

         En la noche del 16, el coronel Jara sublevó los cuarteles y al amanecer envió una intimación a Manuel Gondra para una restructuración completa de su Gabinete apartando a todos sus partidarios de lo contrario, haría un golpe de estado. Cuando Gondra analizó la situación entendió que Jara no estaba solamente acompañado de fuerzas del ejército, sino de varios civiles y con políticos de otras fracciones. A la mañana siguiente Manuel Gondra presentó renuncia al Congreso y Jara bien apoyado por legisladores, asume la Presidencia luego de la votación en ambas cámaras.

         Resignado y defraudado, Gondra se retira del país e inicia un exilio en la Argentina.

 

         SISMO JARISTA

 

         Su gabinete estaba integrado por: el Dr. Cecilio Báez en el Ministerio de Relaciones Exteriores; el Dr. Manuel Domínguez, en el de Justicia, Culto e Instrucción Pública; Sebastián Ibarra, en la cartera del Interior; en Hacienda, el Dr. José Antonio Ortiz; y en Guerra, el coronel Carlos Goiburú. El problema que Jara representaba -además de su carácter impetuoso- es que constituía una nueva escisión dentro del radicalismo, ya que su mayor apoyo lo consiguió de los liberales radicales no agrupados bajo la dirección del "gondrismo". En esos años, dentro del Partido Liberal existían los cívicos, los liberales democráticos, los radicales gondristas, y los partidarios de Jara, los radicales jaristas.

         Por otro lado, el nuevo Presidente recreaba a su alrededor simpatías procedentes de coloradismo y de algunos independientes y constitucionalistas. Tal es así, que en vistas de los sucesos futuros, se abocó -con ayuda de sus ministros, especialmente Sáez- a elaborar la posibilidad de crear un partido oficialista, es decir, uno que lo respalde y cuyos miembros no respondan a antiguas lealtades.

 

 

         POTESTAD PARA RECLUTAR

 

         "Forzado nde ko ro ju, ndai katuigüinte nde ko ndoro jescapai", palabras que los vencidos soldados de las fuerzas revolucionarias jaristas gritaban al momento de rendirse.

         (Paraguarí, 1912)

 

         A mediados de 1910, fue tratada en ambas cámaras legislativas, un proyecto de ley, la del servicio militar obligatorio. Aunque en ése momento, no existían cuarteles bien dotados ni siquiera un colegio militar, en la práctica, la ley en su aplicación era inviable. Salvo un peligroso y astuto fin.

         Cuando fue aprobada por ambas cámaras, el obispo Juan Sinforiano Bogarín, hizo presión sobre Manuel Gondra para que, en un futuro, sean derogadas las disposiciones que incluían incorporar seminaristas y sacerdotes. Originalmente, fueron los senadores quienes introdujeron la modificación inicial a la propuesta de diputados, ésta es, que el clero no fuese excluido.

         En el transcurso del tiempo en que esta ley entró en vigencia, sirvió para lo que verdaderamente fue pensada en su momento: hombres en armas para salvaguardar un gobierno legítimo. Experiencias anteriores demostraban que era cada vez más difícil arrear varones para defender causas que muchas veces le eran completamente extrañas. El caudillismo y el color partidario ya no eran motivos suficientes para arriesgar la vida.

         Aun así, alistar campesinos rancho por rancho, no creemos haya sido la única razón. Lo que no podríamos descartar es la suposición de que la masa obrera y muy especialmente, la patronal no eran colectividades para nada despreciables.

         Con la ley del servicio militar obligatorio en mano, el gobierno de turno ante una sospecha de asonada o bien para mantener filas, podía presionar a un grupo industrial (no siempre afín a sus intereses) sobre el estatus de sus obreros. ¿Qué CARLOS CASADO, MATTE LARANGEIRA, MIHANOVICH, LA INDUSTRIAL PARAGUAYA, etc., podían darse el lujo de que sus peones sean llevados como soldados? La coacción disminuiría con el desinteresado aporte que la directiva empresarial hiciera al grupo, gobernante para su defensa, llámese esto, favores diplomáticos, contribuciones en metálico o en especias, armamento importado o medios de transporte cedidos.

         Las angustias por quién contaba o no, con la libreta del servicio militar obligatorio duró lo que la Guerra Civil, y arrastró tanto a obreros del Ferrocarril, como a campesinos y maestros rurales.

 

         INSURGENCIA RADICAL GONDRISTA: VILLA DEL ROSARIO, BONETE Y KA'I PUENTE

 

"Los dedos de las manos,

los dedos de los pies,

Jara y sus militares son veintitrés."

         El Diario, 6 de marzo de 1911

 

         La relación entre Albino Jara y Adolfo Riquelme habían cambiado radicalmente desde 1908. La intolerancia mutua se hacía cada vez más creciente. Ello llevó sin dudar, a uno de los considerados líderes del radicalismo a buscar apoyo sin disimulos para enfrentar a Jara por medio de las armas.

         En verdad, un gran parte del radicalismo vislumbraba el camino de la revolución. Eduardo Schaerer, otro líder político y un interesante grupo de militares -Adolfo Chirife, Pedro Mendoza, Patricio Alejandrino Escobar, Alfredo Aponte, Manuel Rojas, Manlio Schenone, Justo Escobar entre otros-, mayormente dados de baja por Jara, con excepción de Francisco Brizuela y Alfredo Medina, que estaban en servicio.

         Eduardo Schaerer viajó a Buenos Aires con el fin de buscar apoyo, y Riquelme quedó como líder el formado ejército revolucionario.

         El plan era, en corto tiempo, sublevar las zonas militares a cargo de los dos oficiales y hacer un ataque conjunto de fuerzas para no darle tiempo a Jara a combatirlas. El mayor Alfredo Medina se encontraba encargado de Concepción y el capitán Francisco Brizuela en la zona de Misiones. Riquelme viaja con recursos suficientes al Norte a fines de febrero, y hacia Misiones, Pedro Mendoza como jefe de operaciones.

         En Concepción los aguardaban Medina y Brizuela en el Sur, con la certeza de la sublevación de sus fuerzas. En el tiempo que les toma preparar a los hombres para entrar en acción, lanza Riquelme un manifiesto público insurgente, exigiendo la renuncia del Presidente y el regreso de Manuel Gondra como tal. Una vez declarada la revolución, ambas fuerzan marchan decididamente hacia Asunción.

         Manuel Gondra y otros exiliados en Buenos Aires, montan presencia en la antigua estancia Bouvier, un poblado cercano a la ciudad de Clorinda.

         El Presidente moviliza rápidamente a guardias nacionales y reservistas con el fin de despacharlos por el río para alcanzar a Riquelme. Es designado comandante el coronel Manuel Rojas comandante de la flota. A Último momento antes de zarpar, Jara duda de la lealtad de los hombres de Rojas y decide bajarlos a tierra. Descubierto o al menos, sospechoso, Rojas cruza el río y en el Chaco se declara junto a sus hombres partidarios de la revolución.

         Envía por precaución a Américo Benítez a controlar las Misiones. Cae preso por los sublevados en San Ignacio, ello toma a Jara por sorpresa, ya que recién ahí se entera de la sublevación de la zona de Medina. Mientras hace esperar la contención a Riquelme, despacha a dos mil hombres por vía férrea bajo órdenes del teniente. Carlos Goiburú quien viaja con el militar chileno Maximiliano Joffré, un antiguo compañero de Chile que asesoraba al Estado Mayor.

         En Asunción, se citan a los representantes de medios escritos para advertirlos que el gobierno controlará de cerca todo lo publicado con referencia a los sucesos a fin de no confundir ni alarmar a la población. El ferrocarril y el telégrafo cortaron inmediatamente su servicio regular para ponerse enteramente a disposición del Gobierno.

         Brizuela se hallaba en un lugar llamado loma San Antonio, en Ka’i Puente (hoy Coronel Bogado) atrincherado con unos cuatrocientos hombres cuando divisa al contingente gubernista. En camino se encontraba Mendoza con los restantes. Joffré era de la opinión de atacar rápidamente y no darles tiempo a unirse.

         El choque frontal se lleva a cabo y las mayores bajas se producen en filas revolucionarias, la operación termina exitosamente para los gubernistas cuando los oficiales huyen hacia el Paraná. El saldo aproximado es de cien muertos y un mismo número de heridos que esperaron el socorro de la Cruz Blanca, con el doctor Luis Miggone a la cabeza, que llevaba vagones de sanidad.

         Mientras tanto, en Asunción una comisión de damas "pro víctimas de la revolución", de la parroquia de la Encarnación, empezó rápidamente a recaudar fondos para los heridos. Las presidentas del grupo eran las señoras Emiliana de Riera y Manuela de Domínguez.

         Enterado, Jara solicita la presencia de Goiburú en Asunción. En el camino de regreso, existió la acusación -que podría ser cierta ya que era practicada con regularidad en estos casos- de que los gubernistas tomaban por asalto casas comerciales en el camino para proveerse de diversos artículos, aparentemente diciendo de palabra, que el Gobierno se comprometería a saldar la deuda.

         Bajo pretexto de salvaguardar los intereses de sus ciudadanos, Buenos Aires envió a Asunción una cañonera, dos torpedos y un crucero. Eduardo Schaerer se encontraba en calidad de detenido en Villa del Pilar.

         Con respecto a Riquelme. Sin encontrar oponente, logró llegar hasta los límites de Asunción con fuerzas por agua, comandadas por él, y por tierra, al mando de Donato Alonso. Éste llegó hasta Paso Ñandejara -entre los partidos de Limpio y Santísima Trinidad-, y se encontró con el mayor Enrique Oliver con una fuerza superior en Artillería e Infantería, cuya refriega resultante terminó con un repliegue revolucionario tratando de ganar de nuevo el camino al norte.

         Cuando Goiburú alcanza las aguas del río Paraguay a la altura de Emboscada, Jara decide comandar él mismo las operaciones contra Riquelme.

         Apelando al derecho de angaria requisa barcos de la MIHANOVICH, algunos uruguayos, y brasileños. La empresa protesta enérgicamente con el apoyo de la embajada argentina en Asunción, lo que obliga a devolverlos. Logra un acuerdo con el Poder Ejecutivo la firma VIERCI HNOS. para el uso de embarcaciones: depositar el monto del precio de los barcos como garantía. Así, Jara dispone de además del LIBERTAD, de dos vapores y tres chatas. En Villeta, los jefes políticos requisan la carga de un barco que trasportaba municiones creyendo que tenían como destino a los revolucionarios. La ARMERÍA ALEMANA y la FERRETERÍA UNIVERSAL reclaman las cargas como propias. El gobierno decide tomarse un tiempo en verificar si es verdad.

         Riquelme decide finalmente, instalar el cuartel revolucionario en el puerto de Rosario utilizando la posibilidad geográfica del barranco para instalar piezas de artillería y aprovechando los esteros de Bonete, para hacer trincheras de resguardo. El resto de los hombres de Alonso logró alcanzar esas posiciones y un número de oficiales al mando de Adolfo Aponte que venía subiendo el río por las costas del Chaco.

         Para el 17 de marzo, Albino Jara se encuentra con sus fuerzas en las cercanías de Puerto Rosario comandando el buque Libertad. Goiburú desembarca al sur para tomar la retaguardia y se encuentra con que la laguna anterior al estero estaba completamente inundaba, ello resulta una peligrosa trampa, ya que en el avance son descubiertos por las posiciones de los revolucionarios que inician los primeros disparos. El grueso de las tropas, dos mil hombres, se lanzan al estero para tomar las trincheras. El pantano les frena la marcha y la laguna empezó a llenarse de cadáveres. Finalmente, los gubernistas consiguen tomar las trincheras: todos los prisioneros fueron fusilados.

         La artillería revolucionaria estaba dirigida por el capitán Rojas y unos quinientos hombres, con quien Jara inicia una serie de bombardeos, también muy superior en número. Las tropas de Goiburú se suman desde la retaguardia este y Rojas no tiene más opción que abandonar la posición con sus hombres e intentar una huida. Jara hace fusilar a los oficiales que llegan como prisioneros.

 

         LA MUERTE DE ADOLFO RIQUELME

 

         Quedaba Adolfo Riquelme. También tratando de huir, es prendido por fuerzas jaristas, aparentemente tratando de cruzar el río Kuarepoty. Es tomado prisionero junto al periodista argentino de EL DIARIO, Pedro Castaing y junto a varios jóvenes liberales más que los acompañaban, son conducidos hasta el cercano pueblo de Villa del Rosario. A Riquelme por su rango se le designa como prisión la torre de la iglesia. Estando reunidos Goiburú, Mendoza, Oliver y Joffré, despachan la noticia de los sucesos a Jara, quien se encontraba en el navío LIBERTAD.

         Al caer la tarde de ese mismo día, subió a la torre el teniente Francisco Escobar diciendo a Riquelme que lo conduciría a la presencia de Jara. Cuando bajaron, Escobar entregó al detenido al sargento, algunos decían que era Núñez y otros, Giret, cualquiera que haya sido, emprendieron marcha acompañados de un grupo de soldados. En algún momento del camino, Adolfo Riquelme fue comunicado que lo fusilarían, y sin mediar más palabras, lo hicieron por la espalda del detenido. Posteriormente lo arrastraron y luego de cavar una fosa, lo enterraron ahí mismo. Posteriormente se han querido dar con sus restos, pero al no ser encontrados, quedó la sospecha que en horas de la noche fue desenterrado y arrojado al río.

         El resto de los detenidos de Villa del Rosario fueron conducidos hasta el LIBERTAD y llevados a Asunción.

         ¿Quién dio la orden de asesinar a Riquelme?

         Estando a bordo del LIBERTAD, uno de los presos que estuvo con Adolfo Riquelme en Villa del Rosario, Pastor Giménez, recordó la conversación que tuvo con Goiburú, éste había dicho: "A Riquelme yo lo he hecho matar no solamente para que sirviera de ejemplo a las generaciones presentes sino a las futuras también". Como haya sido, posteriormente a 1912, se cree que el soldado que ejecutó la orden había muerto en uno de los tantos enfrentamientos de ese año. También se lo acusó a Joffré. Jara ya no estaría con vida para responder por el crimen y todas las acusaciones finalmente recaerían en Goiburú. Aun así, el mero hecho de responderla no quita la responsabilidad directa a Albino Jara.

         Adolfo Riquelme fue asesinado de la manera más deshonrosa que puede seguir a un enfrentamiento bélico donde el líder ha caído prisionero y se ha rendido. Fue fusilado sin proceso, sin aviso, por la espalda, quebrantando una ley tácita de caballeros, que se creía existía en el tumultuoso Paraguay. Albino Jara pagó muy caro el precio de no haber castigado al verdadero culpable. Cuando en Asunción se supo la noticia, la tristeza, el estupor y el miedo se mezclaron de manera peligrosa. Los hombres del presidente habían cometido un claro signo de barbarie que se presentaba escandalosamente impune.

         Al volver a la capital, Jara se empeñó en mostrar el lado calmo de haber sofocado un levantamiento insurgente: disolvió el grueso de soldados de la guardia nacional con ropas nuevas, pago efectivo por la baja y el monto del pasaje para retornar su casa. Elevó un plan de pago de indemnizaciones por los perjuicios de la revolución. Hizo que el diputado Rufino Villalba ofrezca garantías para que retornen al país los exiliados políticos. En cada plaza pública durante los meses de marzo, abril, mayo y junio, organizó conciertos para festejar lo más parecido a una paz, la que ya no se distinguía entre presencia y ausencia pero que hacía más de tres años era tan anhelada.

 

         CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA

 

         "Jara prorroga por decreto las Fiestas del Centenario de la Independencia hasta el 12 de octubre de 1913, dado que fue el Congreso de esa fecha de 1813 el que declaró la Independencia y la República del Paraguay, ‘verdadera fecha de nuestra emancipación política’ y no el 15 de mayo de 1811. El Congreso, en oposición, vota una ley declarando feriado del 13 al 20 de mayo de 1911 en homenaje al primer Centenario de la Independencia Nacional."

         Carta de Belinal Ministerio de Asuntos Exteriores, del 12 de mayo de 1911.

 

         Aunque se hubiese querido, era particularmente imposible hacer un festejo digno recordando el Centenario de la Independencia paraguaya en aquellos meses de 1911; no solo por el estado comprometedor de las finanzas públicas, que hacían difícil planear comisiones de festejo ya que ningún Presidente lograba terminar su período -y desde 1908, apenas si completaban el año-, sino por la carga social que tenían las persecuciones políticas, los arrestos, el exilio y las muertes fratricidas derivadas de enfrentamientos armados. En todo caso, los frecuentes estados de sitio debían de levantarse únicamente para que la gente salga a celebrar a las calles.

         Con bastante tino, el Ministro de Instrucción Pública de la época jarista, Manuel Domínguez, resolvió hacer una justificación histórica del porqué no sería del todo erróneo trasladar la celebración a octubre de 1913, ya que en este mes y año el Congreso del día 12 había proclamado la República declarando resueltamente su independencia política, y que, lo acontecido el 14 y 15 de mayo de 1811 había sido simplemente un golpe que se hacía en nombre del Rey de España. Posteriormente, existieron tantos decretos sobre el festejo como cantidad de presidentes. Para julio de 1911, Albino Jara había entregado la Presidencia, así que, hombres de por medio, cuando Schaerer asume el gobierno hizo valer la fundamentación del festejo de 1913, pero con la salvedad de que no sería la fiesta del Centenario sino de ese particular Congreso. En octubre de 1913 se resolvió constituir una comisión encargada de los festejos que se realizarían, finalmente, en mayo de 1914.

         Existieron en cambio, manifestaciones espontáneas y particulares para celebrar esas fechas centenarias. En primer lugar, hay que recordar que el Paraguay había designado representantes oficiales para asistir a las fiestas del Centenario argentino, así que aquel contacto embargó de entusiasmo los futuros festejos y sus símbolos o representaciones iconográficas de nacionalidad que en el Paraguay, en realidad era muy nuevos por no decir, casi inexistentes. El pintor Pablo Alborno fue designado en 1910 la persona que debía dar rostro a los próceres de mayo. Ayudado por historiadores como O'Leary visitó y estudió las facciones de los rostros de los descendientes de Yegros, Caballero, Iturbe, etc., e hizo retratos al óleo que fueron presentados al público en la exhibición "Próceres de la Independencia" bajo el auspicio gubernamental. Para que lleguen a las escuelas, se imprimieron en postales.

         Otras empresas gráficas hicieron postales conmemorativas, el Correo lanzó estampillas recordando la gesta de 1811, circularon medallas, relojes, prendedores y pines de metales con las representaciones del escudo o la bandera. Arsenio López Decoud y Ramón Monte Domecq confeccionaron Álbumes Gráficos sobre el Paraguay actual, en el caso del primero, con una importante sección histórica y de otros temas escritos por la intelectualidad paraguaya. Ambos circularon recién entre 1912 y 1913.

         El 13 de mayo de 1911, en el periódico oficialista EL MONITOR apareció el poema de Eloy Fariña Núñez, Canto Secular, extenso y con marcados rasgos nacionalistas. Ese mismo día, los edificios amanecieron completamente embanderados igual que algunas casas comerciales como el BAZAR INGLES, también el edificio de la CERVECERÍA NACIONAL y el CENTRO ESPAÑOL. El domingo 14, bajo una llovizna se realizó la parada militar luego del Te Deum en la Catedral. Por las noches, aprovechando la iluminación de las calles se hicieron desfiles con antorchas, conciertos de música, un baile de sociedad en el Palacio, el CLUB OLIMPIA organizó "juegos olímpicos", Fulgencio R. Moreno dio conferencias de historia, etc.

 

 

         GOBERNANDO SIN APOYO POLÍTICO

 

         "Desde que él fue llamado a ejercer provisionalmente las funciones de Presidente de la República, el Coronel Jara concentra toda su actividad en la creación de un partido único en el Paraguay. Ese proyecto de concentración política que no carece ni de envergadura ni de originalidad en un país donde cada ciudadano acaricia, por decir así, la esperanza de ser el jefe de un grupo cualquiera, ha fracasado desgraciadamente. El Coronel Jara no escatimó ni sus gestiones ni sus esfuerzos en vistas a realizar una concepción de naturaleza a asegurar la unidad de influencias políticas que habrían abierto para el Paraguay una era de tranquilidad y de prosperidad. Desde sus primeras tentativas el Coronel Jara había encontrado en los jefes de sectas políticas una cierta tendencia favorable a sus proyectos. Los conservadores, los liberales, los liberales radicales y los cívicos parecían asociarse a los puntos de vista del primer magistrado, pero el atavismo sin duda de las costumbres políticas turbulentas, seculares del país, no han cedido a las loables aspiraciones del Presidente de la República. La actitud conciliante del inicio de los jefes políticos no había sido sino una maniobra dilatora para ganar tiempo y organizar otro golpe."

 

         Carta de Belinal Ministerio de Asuntos Exteriores, 16 de febrero de 1911.

 

         Con la victoria sobre los sublevados, Jara estaba en abril más seguro que nunca que sus fuerzas debían concentrarse en la creación de un partido presidencial para sentirse respaldado y ya no depender de inseguros y cambiantes bloques partidarios. Hombres de ambas facciones liberales que lo apoyaban -cívicos y radicales- no estaban de acuerdo con dejar sus partidos, y los colorados ya no le brindaron apoyo. En el Senado no existía mayoría jarista y, sin embargo, actuaban con precaución por el temor a ser disuelto. Por otra parte, parecería que, o la forma sangrienta en que fue llevada la contención de los revolucionarios, o el vacío político junto a intrigas y conspiraciones que se hacía cada vez más grande, infundió al Presidente maneras más violentas de solucionar problemas internos. En algún momento circuló el rumor que la única manera de volver a un estado de paz era el asesinato de Jara. Carlos Goiburú, Ministro de Guerra y Marina fue apartado del cargo y enviado en misión diplomática.

         En lo concerniente a las relaciones con Argentina, la situación, que en el nacimiento ya no eran buenas, se ponía cada vez más tensa. La prensa porteña no dejaba de acusar a Albino Jara de dictador y tirano, incitaba con una invasión militar argentina al Paraguay para lo que instaba a buscar el apoyo del Brasil. Juansilvano Godoi, apenas nombrado representante paraguayo en Río de Janeiro tuvo una mala intervención diplomática, cuando dio un discurso sobre el oscuro papel de Argentina durante la ocupación del Chaco en la postguerra y que sí no hubiera intervenido el Brasil, Paraguay hoy no tendría esa parte del territorio. El embajador argentino en Asunción se escandalizó y Albino Jara inmediatamente solicitó la presencia de Godoi en el Paraguay.

         En mayo existían en Asunción dos periódicos abiertamente opositores al régimen: EL NACIONAL y EL DIARIO, el primero estaba dirigido por Gómez Freire Esteves, y el segundo, era propiedad de Eduardo Schaerer. El primero de ellos empezó una campaña en contra de la creación del partido único y a favor de otorgar una ley de amnistía a los exiliados. En la noche del 3 de mayo, su director fue obligado a retirarse del Paraguay. Para junio las oficinas y su imprenta fueron clausuradas. EL DIARIO, más astuto, se valió de un hecho real -o ficticio- y le puso al presidente una trampa.

 



CAPÍTULO III

AMBICIONES PERSONALES, DESORDEN PARTIDARIO

Y ANARQUÍA REINANTE

 

         GOLPE DE ESTADO DEL 15 AL 17 DE ENERO

 

         El ambiente se hizo insostenible, y fue aprovechada por dos ex jefes de la Policía, Marcos Caballero Codas y Mario Usher, quienes llevaron adelante un plan para deponer a Liberato Rojas en entendimiento con el Cuartel de Policía y los presos radicales que estaban en la cárcel pública, entre ellos el comandante Alfredo Aponte. La entrada del militar no podía significar otra cosa que un pacto con los revolucionarios.

         El 15 de enero, Liberato Rojas fue apresado y obligado a renunciar. Pidió ser asilado en un barco de bandera brasileña y el embajador Lorena Ferreira puso a su disposición un buque que lo llevaría hasta Corrientes el día 16, en horas de la tarde.

         Caballero Codas, Usher y Alfredo Aponte formaron un gobierno provisorio que respondía a la insurgencia gondrista. Lanzaron un comunicado público, y el ejército legalista decidió marchar hacia Asunción para enfrentarlos. Cecilio Báez solicitó ayuda al embajador brasileño quien respondió que el Brasil no podía reconocer al triunvirato ya que el Congreso había sido disuelto.

         Llegó desde Villeta el mayor Valenzuela -gubernista- y se produjeron enfrentamientos en una Asunción defendida por revolucionarios voluntarios, algunos enviados desde Pilar y otros reclutados al apuro. El día 16 el embajador alemán y el brasileño concitaron una reunión entre Valenzuela y Aponte, sin embargo, no hubo entendimiento. Esa noche llegó procedente de Pilar el ADOLFO RIQUELME con Gondra y Schaerer a bordo, dispuesto a bombardear la ciudad, pero se encontró con las fuerzas leales y se iniciaron los tiroteos en el río y en las calles de Asunción.

         Toda la ciudad en sus vías de entrada tenía cantones de defensa organizados por Aponte. Existían dos puntos estratégicos: la Plaza Uruguaya y Sansón Kue, en ellas se encontraban la infantería rebelde, cañones y ametralladoras. En medio de todo ello, existieron incidentes diplomáticos por cuestiones navales. Martínez Ocampos acusó a los gubernistas de disparar adrede sobre el THORNE y una chalupa. Lorena Ferreira hizo lo mismo acusando a la Embajada argentina de escoltar al ADOLFO RIQUELME desde Pilar.

         El día 17 vencieron los aliados de Rojas venidos desde Barranco Mercedes, por lo que una vez retomado el poder, el canciller Irala solicitó al embajador Ferreira que el Presidente retorne desde Corrientes en una embarcación brasileña. Con la vuelta de Rojas el 22 de enero, el Congreso volvió a reunirse para discutir el asunto, concluyendo que la renuncia del día 15 no era válida, pues no fue entregada a las debidas instancias.

         El costo humano de la aventura fue de doscientos muertos y un sinnúmero de heridos. En su retirada, el ADOLFO RIQUELME siguió rumbo norte con el fin de ocupar Concepción, y un número importante de soldados que no alcanzaron al barco rebelde, tomaron uno de la Mihanovich, el LAMBARÉ, e hicieron que los llevaran hasta Humaitá.


        

         "EL PROBLEMA DE LAS CARTAS ENÉRGICAS"

 

         "Desde ya hace varios meses me ha llamado la atención una campaña de prensa de los principales diarios de Buenos Aires contra el Paraguay. En los artículos de fondo estos periódicos invocaban la importancia de intereses y capitales argentinos invertidos en el Chaco paraguayo y la inseguridad que reinaba en dicho territorio, etc., etc., para reclamar una intervención eficaz en un país en el cual la insurrección había reemplazado al orden legal. De Puerto Sastre el director mandó carta a Martínez Campos por las requisiciones impuestas por las autoridades locales. Martínez Campos envía un navío de guerra, el comandante descubrió que las requisiciones eran insignificantes.

         Está fuera de duda actualmente que la revolución que explotó en el mes de noviembre último ha sido fomentada y subvencionada por los capitalistas argentinos que en caso de éxito de la insurrección se habrían asegurado para ventajas especiales en el Paraguay. Concernirían a las empresas en el Chaco las concesiones y ventajas."

         Carta de Belin al Ministerio de Asuntos Exteriores, 27 de enero de 1912.

 

         Restablecido el gobierno, el canciller Antolín Irala dirigió el 18 de enero una nota al embajador Martínez Campos solicitando una explicación del asilo dado a los sublevados y a desertores del servicio militar obligatorio en sus navíos.

         El embajador respondió está nota argumentando que el gobierno había cometido atropellos contra los intereses económicos de empresas y ciudadanos argentinos.

         Irala volvió a enviar otra insistiendo sobre el mismo punto y acusando de "conducta diplomática impropia" a los argentinos, especialmente la del comandante naval Eduardo O'Connor. Esa carta terminaba diciendo: "algún día no se podrán ya formar en el seno de su noble patria, las revoluciones que destruyen la mía".

         En medio de este entredicho, Liberato Rojas retornó al país y la flota brasileña lo saludó con honores militares. La flota argentina permaneció en silencio.

         El embajador argentino consideró que la carta era ofensiva y suficiente para cortar relaciones diplomáticas entre ambos países. El canciller argentino Ernesto Bosch autorizó el 24 de enero que el embajador en Asunción dirigiera una nota de intimidación al canciller donde le exigía retirar lo dicho.

         Irala presentó renuncia al ministerio y se mantuvo firme en lo escrito. Asumió el cargo inmediatamente el Dr. Audivert, pero cuando se presentó a la embajada diciendo que la nota era retirada y que Irala había renunciado, Martínez Campos dijo que ya era muy tarde.

         El 25 de enero, Argentina retira a su embajador y la tropa naval procede a bloquear el río Paraguay desde Concepción al norte hasta Tres Bocas en el sur.

         El 27 de enero, el cuerpo diplomático se reunió con el comandante de la flota argentina para validar los acuerdos de impedir el bombardeo naval revolucionario sobre Asunción. El mismo se rehusó a firmar ya que dijo que ante la ausencia de embajador en el Paraguay ya no existían acuerdos. Argentina sumó barcos a su flota con dos acorazados y dos destructores.

 

         UNA TERCERA FUERZA REVOLUCIONARIA: EL REGRESO DE JARA

 

         La fuerza despachada por Liberato Rojas hacia el Sur bajo mando de Oliver y Sosa, luego de cruzar todas las Misiones y el Ñeembucú llegaba a Humaitá que se encontraba guarecida por Chirife y Escobar. Los mil quinientos hombres, en Infantería y Artillería, atacaron las posiciones de los revolucionarios, y luego de un sangriento enfrentamiento de horas y numerosas bajas revolucionarias, logran la rendición de ambos oficiales militares.

         Es comunicada la acción al coronel Albino Jara a nombre de quien ponen a disposición Humaitá para empezar una campaña contra el gobierno de Rojas y los radicales gondristas. Enterado, se pone en marcha en el barco LUDOVICO con doscientos hombres armados para alcanzar a Oliver y Sosa que lo esperaban. En Asunción, secretamente, Carlos Isasi se puso en contacto con Jara prometiéndole fuerzas leales, como la del comandante Hipólito Núñez si decidía subir hasta Asunción.

 

         UN SUEÑO LARGAMENTE ACARICIADO: EL RETORNO DE LOS COLORADOS AL PODER

 

         "Lo increíble de la víspera es la realidad del mañana en el Paraguay."

         Belin al Ministerio de Asuntos Exteriores, 2 de febrero de 1912.

 

         Cuando Liberato Rojas regresó a Asunción, políticamente terminó apoyándose por completo en la fuerza política colorada. Cuando el Presidente empezó a mostrar demasiada simpatía con los colorados, y nombró a Romero Pereira jefe de Policía sin escandalizarse por las medidas de éste queriendo apartar a todos los liberales del gobierno, el Dr. Alejandro Audivert renunció a Relaciones Exteriores donde fue reemplazado por Daniel Codas, quien sin embargo se encontraba sin respaldo político.

         Valenzuela, quien había llevado a cabo la retoma de Asunción, fue preso de intrigas de conspiración y Rojas lo mandó encarcelar. Esto presentó un mejor panorama para Romero Pereira, quien articuló el golpe de Estado con el cual debían apartar a Rojas del Ejecutivo.        

         El plan empezaba asegurando las fuerzas en Villeta del mayor Eugenio Garay, quien debía marchar sobre Asunción, proseguía instalando cantones, el primero fue el Colegio Nacional, donde se acuarteló el capitán Bonifacio Caballero con Infantería y Artillería. En la tarde del 27, oficiales liberales serían invitados a un brindis en el cuartel de Policía, los cuales debían ser puestos detenidos de inmediato. El capitán Ponce de León, jefe de un grupo de Artillería, fue entregado por sus oficiales sublevados.

         En la mañana del 28 de febrero, el presidente Liberato Rojas renunció a la presidencia y solicitó ayuda a la Embajada brasileña pues temía por su vida. Los revolucionarios comunicaron a Lorena Ferreira que la respetarían, pero que Rojas quedaría preso pues debía explicar dónde estaba el dinero del préstamo del BANCO DE LA REPÚBLICA y el de la emisión de billetes. Llega con su tropa Garay a la ciudad y Romero Pereira convoca al Congreso quien debe aceptar la renuncia de Rojas y nombrar ese mismo día al Presidente provisorio, cuyo único candidato era Pedro P. Peña, médico de profesión y miembro de la comisión directiva del Partido Colorado.

         Pedro P. Peña, conformó su gabinete con Fulgencio R Moreno en Relaciones Exteriores, Eduardo López Moreira en Interior, Eugenio Garay ministro de Guerra y Marina, Rogelio Urízar en Justicia e Higinio Arbo en Hacienda. Hipólito Núñez abandonó Asunción en actitud de sublevación dirigiéndose al encuentro con las fuerzas jaristas.

         Luego de la toma presidencial, las cosas no perfilaban bien para el gobierno de Peña. Tenía en ese momento dos insurgencias: una al norte con Gondra, quien estaba bien armado y con una fuerza de mil trescientos hombres, y una al sur con Jara, cuyos datos no conocía con exactitud.

         La situación propia de los gubernistas era que poseían un ejército maltrecho y desarmado. En tiempo récord, Romero Pereira sitió Asunción e hizo inspeccionar casa por casa buscando armas y reclutas, el resultado fue cerca de tres mil hombres precariamente armados y cuatro cañones.

         Ante tal situación, recurrió al embajador Lorena Ferreira pidiendo que interceda en la entrega de mil fusiles que se habían comprado en Matto Grosso y que debían ser entregados en embarcaciones paraguayas en Puerto Murtinho.

         Para esos tiempos, el ministro Río Branco había fallecido y ocupaba actualmente su lugar el ministro Lauro Müller, quien ordenó a su embajador en Asunción no sólo atender a Peña con la compra de fusiles, sino dio vía libre para transportar a las tropas legalistas hacia el sur. Así quedó el gobierno colorado en la capital, ensayando de qué manera haría frente a los revolucionarios gondristas.

 

 

CAPÍTULO IV

 

         DE VILLARRICA AL TEBICUARY

 

         Antes de llegar efectivamente a Humaitá, los cívicos ya buscaron un acercamiento con Jara ofreciendo apoyo, pero fue recién cuando cayó el gobierno de Liberato Rojas en manos del Partido Colorado que ambas facciones finalmente pudieron empezar las tratativas.

         Jara emprendió la marcha desde Humaitá cruzando esterales hasta llegar a Ka’i Puente y siguió al norte hasta Villarrica donde instaló su cuartel central. Carlos Isasi y el coronel Elías Ayala se presentaron en el Guairá y propusieron a Jara integrar un comité revolucionario bajo la presidencia del Gral. Ferreira. El Coronel fue claro: el ejército revolucionario sólo respondería a él, y de vencer a los gondristas, tampoco se comprometía a entregar la conducción presidencial a nadie. Al ver que Jara no movía su postura, Elías Ayala da por concluida la reunión y se retira. Carlos Isasi resuelve apoyarlo junto con el comandante Núñez, el Dr. Arbo y Ernesto F. Urdapilleta asentando en Encarnación un comité civil.

         En Villarrica se encontraba retirado Antonio Taboada, líder de los cívicos a quien Jara solicitó apoyo. El jefe liberal le puso condiciones, como por ejemplo, que el poder debía entregárselo a un civil, que al finalizar Jara debía ir a Europa y llamar a elecciones. De la reunión salió acordado un pacto.

         Al mismo tiempo, los colorados exiliados en Corrientes, cívicos y jaristas, firmaban un acuerdo para llevar adelante la revolución contra el gobierno gondrista. Algunos de los que suscribían eran Francisco Bareiro, Cayo Romero Pereira y Enrique Solano López.

         En Villarrica, controlando las vías férreas hasta Encarnación estaba Jara preparando su ejército. El tiempo no jugaba a favor suyo. Logró reunir más de mil quinientos hombres y emprendió marcha, la próxima parada sería la Azucarera Tebicuary, lugar al que llegó el 5 de mayo. Este lugar estaba muy cerca de donde acampaban los gubernistas, es decir en Ybytimí.

         Albino jara hizo un recuento rápido de lo que poseía. Iban muy mal armados, cada hombre solo podía disponer de unos 100 tiros. La artillería estaba compuesta de viejos cañones y las municiones también eras escasas. Para viajar liviano y sorprender Asunción, decidieron no llevar carretas.

         Al día siguiente, por la noche, Jara reunió a sus oficiales y trazó el plan a seguir: usar dinamita para un ataque sorpresa, volar unos cuantos puentes de la vía férrea, marchar por Ybicuí y tomar la ruta a Paraguarí por Acahay. Simular un ataque en Paraguarí, y por la noche marchar con el grueso hacia Asunción. En la capital, decía Jara, tendría refuerzos desde el Pilcomayo. Nadie objetó el plan y al día siguiente se pusieron en marcha.

         Un ingeniero que viajaba con Jara tuvo una idea y decidieron ponerla a "rodar". Cerca de Ybytimí, el 7 de mayo, apareció un tren con un vagón cargado de dinamita, pero llevando una bandera blanca, a máxima velocidad y completamente ciego. El teniente García preparó una línea defensiva de cañones, pero la velocidad con que llegaba hizo imposible poder disparar. Detrás, a unos tres kilómetros se encontraba una chata en la que estaba emplazado un Vickers 76 a cargo del teniente Sosa, quien una vez que recibió la orden, hizo disparar con tres tiros el poten cañón antiaéreo. Uno de ellos encendió como mecha al tren.

         Sonó una detonación que iluminó el cielo e hizo volar a la máquina diseminando por doquier miles de trozos de hierro y madera. La carga de dinamita sacudió en un radio de 30 metros, 4 de profundidad. A continuación, se dispararon dos tiros más hacia las posiciones revolucionarias a modo de dejar en claro el mensaje del fracaso.



 

         LA BATALLA DE PARAGUARÍ

 

         "Morir o entrar a Paraguarí:'

         Albino jara.

 

         El 9 de mayo, Jara levantó el campamento revolucionario del Tebicuary y se encaminó hacia Paraguarí siguiendo más o menos el curso natural del río Tebicuary y tomando luego la vieja ruta por Acahay. Durante todo el camino las tropas gubernistas tuvieron esporádicos encuentros. Era, aparentemente, incierta la ruta real que tomaba Jara y su próximo destino, pero Chirife parecía adivinar todos los puntos por donde podría pasar y enviaba caballería de avanzada.

         Tuvo intención de inutilizar el puente ferroviario sobre el río Tebicuary, así que este hombre de Encarnación, experto en dinamita, colocó los explosivos por debajo de una locomotora. El efecto, sin embargo, no fue el deseado, la máquina se sacudió violentamente, pero no descarriló y el puente tampoco sufrió daños mayores. En un segundo intento sin mucho éxito, se volvieron a colocar cargas directamente en la plataforma: a los costados y en el centro, las primeras detonaron y la segunda cayó al agua.

         Creyendo que las fuerzas gubernistas se encontraban en Ybytimí, mandó al mayor Báez y un grupo de hombres con la misión de demoler los puentes de la vía férrea entre Sapucai y Escobar y así cortar la comunicación de los legalistas. Báez regresó y dio aviso al Coronel que la orden fue cumplida. El puesto de comando revolucionario llegó entonces en la estancia de don Saccarello, a mitad de camino entre Acahay y Paraguarí. La tropa procedió al aseo y se pasó un resto de día distendido, la noche del 10 fue particularmente fría.

         En la mañana del 11, llegaba hasta ellos la humareda, producto de la quema de pastizales que los gubernistas habían hecho. Al mediodía, Jara y su mando militar fueron a almorzar al casco principal de la estancia. Estaba presente Francisco Bareiro, ex ministro de Hacienda, tratando de convencer al Coronel de no asaltar Paraguarí -un plan asumido ya cuando estaban en la Azucarera-, pues tenía información de que Chirife estaba en aquella ciudad, ya que unos carreteros le exhibieron pases firmados por el militar. Dicen que Jara prometió continuar a Asunción por el camino de Yaguarón. Ordenó al coronel Américo Benítez preparar a la tropa, y casi a las tres de la tarde, marcharon hacia Paraguarí.

         En algún momento de la tarde, en uno de los costados, divisaron el cerro Mba'e o Cerro Porteño, como se lo conocía ya que ahí había sucedió la batalla por la defensa de la provincia cuando la invasión de Belgrano en 1811.

         La milicia gubernista, ya desde abril, contaba con más de 3.500 hombres y se encontraba al mando del comandante Manlio Schenone. Habían elegido a la ciudad de Ybytimí como centro estratégico, pero cuando se supo que los revolucionarios habían abandonado el Tebicuary, se replegaron completamente en la zona de Paraguarí, mucho antes y más rápido de lo que Jara se pudo haber imaginado.

         Hasta ahí también se había trasladado el Ministro de Guerra, Manuel Gondra, quien supervisaba de cerca las operaciones en compañía de su junta militar compuesta por Patricio Alejandrino Escobar, Adolfo Chirife, Manlio Schenone y Pedro Mendoza.

         En horas de la tarde, el jarista capitán Garaycochea se encontró a orillas del arroyo Mba'e y con la caballería gubernista al mano del teniente Salinas. Luego de un corto tiroteo, Salinas, al sentirse sobrepasado, decidió dejar el puesto.

         Quizás entusiasmado por la refriega en el Mba'e, Jara decidió cambiar planes. Organizó el ataque a Paraguarí de la siguiente manera, infantería: al mayor Enrique Oliver le quedó encargada la columna derecha, a Núñez la izquierda y el mayor Sosa, rodeando a la brigada del capitán Conrado Holdenberg -apoyado en el Cerro Porteño- debía quedar al centro. La caballería quedó dividida en tres secciones: una al mando del coronel Gill, otra bajo órdenes del mayor Báez y una tercera en retaguardia. Jara quedaba al mando junto a Américo Benítez. Esa misma noche empezaron las escaramuzas entre ambos bandos, los revolucionarios avanzaban peligrosamente comprometiendo a las fuerzas leales cuyos jefes y soldados de posiciones de vanguardia caían prisioneros. La prontitud del ataque no hacía otra cosa que obligar a retroceder a los hombres de Schenone, ya muchos de ellos tenían pavor de sólo saber que Jara se les venía encima. En un momento dado, Gondra decidió que era mejor evacuar la estación de ferrocarril.

         Por otro lado, en filas revolucionarias, el ímpetu del avance no condecía con el plan de ataque. Los jefes llevaron a sus columnas de manera inversa y no lograron mantener el contacto entre sí en la línea de fuego -indispensable en un ataque nocturno-, por otro lado, la oscuridad obligaba a perder municiones de manera innecesaria. Esto obligó al Coronel a detenerse en un terreno llano y abierto al llegar al arroyo Yukyry -distante unos ocho kilómetros al sur de Paraguarí- y decidir continuar la refriega apenas se inicie el amanecer. En las filas gubernistas, la situación de pausa permitió un replanteamiento de las fuerzas. La luz de mañana haría entrar en combate no sólo a las piezas de artillería estratégicamente posicionadas en los cerros adyacentes -tenían piezas de cañones de montaña-, sino al grueso de hombres disponibles que fácilmente doblaban a los jaristas.

         La mañana sorprendió a los revolucionarios completamente descubiertos. Por momentos, los jaristas defendieron su posición en la toma del puente y el camino de acceso a la ciudad. Schenone, jefe de la primera zona militar, supervisó la ubicación de sus baterías de cañones y en diversos momentos ordenó una reubicación y avance, por ejemplo, del batallón del capitán Ibarra por el lado del cementerio para sorprenderlos por el ala izquierda. Las vías férreas eran defendidas por Vargas y Mello y en ese sector, también los revolucionarios principiaban una retirada.

         No eran las ocho de la mañana y las ráfagas de ametralladoras literalmente llovían sobre hombres y armas del jarismo. No fue posible, por la supremacía del ejército, por los armamentos y por la posición del terreno, mantener el fuego por más de dos horas. Se produce una desbandada general en filas revolucionarias.

         Schenone observó desde una colina que los insurrectos estaban vencidos y ordenó una recia persecución. La caballería y la infantería se lanzaron a cazar a la destrozada milicia de Jara. En el campo, entre las pasturas, los heridos se las ingeniaban para alzar algo blanco, símbolo de la rendición, los que no podían, levantaban la mano. La vida de los mismos, no siempre fue perdonada.

         En las adyacencias al puesto donde habían acampado las fuerzas jaristas, los hombres de Schenone encontraron mulas y caballos muertos, valijas, calzoncillos, camisas coloradas, botas, gorras, paquetes sanitarios, inyecciones hipodérmicas, pólvora de cañón; en algunas carretas que pertenecieron a la intendencia encontraron encajes para mujeres, azúcar, café, yerba, cajones de dinamita, saquitos de té y casi veinte loros habladores. La artillería revolucionaria constaba de cuatro cañones paraguayos, un cañón KRUPP modelo 1885, un cañón QF de 1 libra MAXIM NORDENFELT, dos ametralladoras VICKERS y dos ametralladoras 1904.

         A las cuatro de la tarde, todas las fuerzas gubernistas se encontraban ya en Paraguarí

 

         LA MUERTE DE JARA

 

         El coronel Albino Jara fue alcanzado por una bala en el vientre y ella afectó órganos vitales. Muy mal herido, lo subieron a un caballo con la intención de alejarlo del campo de batalla, pero al ver que no podía mantenerse erguido, lo bajaron, y cuatro hombres hicieron la vez de una angarilla, esto es una camilla hecha de frazada y sostenida a pulso. Lograron hacerlo llegar hasta la estancia Saccarello, ahí fue atendido a los apuros por el Dr. Nicanor Frutos, cirujano de la sanidad revolucionaria.

         Con una tosca curación, Jara se despidió de todos sus hombres y emprendió huida con un hermano suyo hacia Acahay mientras un grupo de soldados de caballería al mando del teniente Torres salió en persecución suya y finalmente le dio alcance en un rancho próximo a la entrada del pueblo, ya que el Coronel, debido a su estado, no pudo continuar la retirada. Vencido, fue trasladado a una casa, y ahí solicitó la presencia de la señora de Luraghi para atenderle las heridas. El deseo, aunque le fue concedido y la mujer viajó desde el cercano pueblo de Tavapy, no hizo mejoría en la salud del militar, así que el teniente Torres hizo preparar una carreta para que el herido llegue hasta Paraguarí.

         Albino Jara estaba abatido en todo el amplio sentido de la palabra. El viaje en carreta fue penoso, lento y sufrido para el herido. Cuando llegó al pueblo, fue llevado al puesto de la Cruz Roja y le brindó los primeros auxilios el cirujano Dr. Alejandro Arce. Jara pidió que lo atendiera el doctor Cayetano Masi, demanda que se le fue admitida, pero que no alcanzó a llegar. Bajo asistencia médica, Manuel Gondra quedó todo el tiempo a su lado. Vinieron a verlo oficiales y algunas damas de sociedad que hicieron las veces de enfermeras. Una mujer, sin embargo, viajó a Paraguarí sólo para hacerle una pregunta. ¿Dónde había mandado enterrar a su hijo Adolfo? Era la mamá de Riquelme. Dicen que Jara hacía negativas con el rostro hasta que la señora se puso a llorar y a implorarle información, a lo que él tuvo que hablar para decirle que no había dado esa orden.

         Albino Jara soportó toda lo noche del 14 los terribles dolores del vientre herido. Gondra lo acompañó en su lecho de herido hasta que al día siguiente dejó de existir.

         Ese otro saldo humano. Si de muertos inocentes se pudiera hablar, el tiroteo mató a tres niñas, a causa de balas perdidas. Una de ellas mientras buscaba refugio con su madre fue alcanzada por un proyectil que atravesó la ventana de su casa.

         Las bajas de esta batalla se contaron en número de cincuenta, pero los heridos se acercaban a más de cuatrocientas almas. Rápidamente desde Asunción, por vía férrea, llegó la Cruz Roja con ocho vagones del ferrocarril que fueron transformados en coches-sanitarios, ya que los heridos eran evacuados hasta el Hospital Militar de la capital. La Cruz Blanca tenía montado un hospital en Paraguarí. En ambos casos se tenían médicos, farmacéuticos y voluntarios auxiliares.

         En Asunción, las parroquias, como la de San Roque y el Teatro Nacional, se convirtieron en hospitales no sólo atendidos por mujeres, sino también cuya colecta de fondos las organizaban ellas. Y ello sucedió por espacio de casi un año ininterrumpidamente.



CONCLUSIÓN

 

         Tanta violencia política, cerca de cinco mil muertos, un sinnúmero de heridos incluía a la sociedad misma, el odio devenido del color partidario y las finanzas del país maltrechas debieron haber sucedido por muy poderosas razones cuyas consecuencias merecen un profundo análisis fuera de este sólo trabajo.

         A modo de esquema, podemos señalar algunos ejes. En primer lugar, la puja del poder liberal.

         Hay que señalar que la llamada "Era Colorada" que duró hasta 1904 ha mostrado como pasado que la historia puede repetirse, y en ella, los mismos vicios que la vivieron los liberales en 1912. La competencia y el ascenso de facciones dentro de la estructura partidaria ha sido, la mayoría de las veces utilizando todas las armas posibles, lícitas o no.

         Esta lucha iniciada en 1905 y peleada durante siete años, dio como resultado el triunfo de dos radicales. Al gobierno de Eduardo Schaerer le siguió el de Manuel Franco y con ambos podríamos hablar de una década en calma.

         El precio de la paz no sólo incluía desplazar a los cívicos, sino a los propios colorados quienes fueron sobradamente batidos en el gobierno de Pedro P. Peña.

         Contenidas las fuerzas dentro del Partido y con la oposición sólo quedaba un punto igual de inquietante: reducir los liderazgos dentro del ejército.

         En éste sentido podríamos decir que la muerte de Albino Jara era imprescindible para ponerle el punto final al periodo de anarquía. El carisma del coronel, las simpatías y las lealtades que le prestaban sus iguales era capaz de poner en jaque cualquier gobierno civil. El enfrentamiento brutal de Paraguarí fue la manera simbólica en que se dio por terminada una guerra que empezó aquella noche de invierno en la Asunción de 1908 y culminó en la también fría mañana de mayo en 1912.

         En un segundo punto, deberíamos apostar más al análisis que busque comprender en claves de geopolítica, luchas que a veces se presentan como problemas internos.

         La injerencia durante la guerra civil del Brasil y la Argentina debe ser tomada con precaución ya que a veces el representante de la embajada respondía a intereses que no necesariamente se ajustaban por completo a su cancillería y sí a ciertos grupos empresariales. Poder identificar y armar redes del funcionamiento del poder político y económico internacional contribuye a poder comprender ciertas acciones de políticos locales.

         Dentro de lo que llamamos grupos de poder económico, interpretar el mecanismo que usaban los grandes empresarios para poder hacer negocios u obtener exclusividad vendiendo, comprando y financiando revoluciones no deja de ser un ejercicio tan interesante con el que, hasta podríamos ver el presente, por ejemplo, el espectacular crédito que otorgó Manuel Rodríguez para financiar a los radicales la lucha armada del año 1912 y una vez ganada, con el ascenso de Eduardo Schaerer, los gastos se cargaron a la deuda interna y deuda externa paraguaya a ser pagada durante largos años.

         Claro que queremos preguntarnos: ¿De qué manera puede ser ventajoso financiar una insurgencia para planes políticos a largo plazo, si la población no vería-por ejemplo- obras públicas de un dinero destinado a pagar esa deuda? ¿Qué enseñanza no verificable tácitamente deja un país cuyos políticos del pasado han sido expertos en lo que hoy conocemos como tráfico de influencias? y la última ¿Se financiaba a revolucionarios con el fin de hacer buenos negocios o además, "se le miraban los dientes", es decir, los financistas apoyaban "causas justas"?

         Queremos cerrar este trabajo con un hecho que particularmente nos ha llamado la atención: el uso de fuerzas civiles armadas. Durante todo el siglo XIX se les llamaba "montoneras", más tarde, hacia mediados del siglo XX pasaron a llamarse "milicianos". Estas, las montoneras, estaban constituidas por grupos de gente a caballo, guiados por caudillos regionales que intervenían en revoluciones o guerras civiles.

         En todo lo largo de estos años en que hicimos el recuento en los diarios, existieron montoneras que engrosaron filas gubernistas, o filas insurgentes, dependiendo del momento histórico.

         En los periódicos se mencionan en innumerables veces nombres de caudillos de distintas localidades y partidos políticos y las fuerzas y características de cada grupo, es decir, el número que la componía -puede ser exagerado, claro- y si estaban munidos de sus propios pertrechos. Entendemos así que eran muy importantes no sólo por representar hombres y armas, sino por el conocimiento del terrero y la posibilidad de conseguir provistas como ganado vacuno.

         Creemos que todos estos precarios datos, pero sobretodo la identificación de los caudillos abre un abanico de posibilidades para confeccionar un mapa sobre lealtades y la esencia de las mismas en todo el curso de las insurgencias que dominaron la escena nacional entre 1870 y 1960.

         Dicen que como muestra es necesario sólo un botón. En los primeros días de marzo de 1911 cuando el gubernista Jara enfrentaba al insurrecto Riquelme, en las zonas de Quiindy, Acahay, Mbuyapey y Quyquyhó, se movilizaron montoneras que no respondían en específico a ningún bando, y que esperaban o un momento propicio para tomar partido, o un momento para ajustar cuentas con antiguos rivales en nombre de la anarquía reinante, o bien, pisar la fina línea del bandidaje social.

         El "apaciguamiento", noticias recurrentes en los periódicos, y que se llevaba a cabo luego de cada período de anarquía, significaba por lo general la intervención de los principales caudillos partidarios.

         Es probable que la memoria que los adultos mayores guarden de las revoluciones y el paso de los rebeldes por el pueblo con la consabido brutalidad del robo, incendio y violaciones, más que responder directamente a tal o cual partido, hayan sido producto de la confusión en el gobierno y el actuar de motu propio de una montonera.

         Lamentamos y por ende, exhortamos a jóvenes investigadores a tomar como ejemplo que para la investigación de este tema, si bien hemos recurrido a un gran número de fuentes inéditas, contemporáneas y bibliográficas, están ausentes de manera irrecuperable, la percepción social de la guerra en la memoria de las personas que la vivieron. 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Fuentes inéditas

Archivo

Francia. Ministére des Affaires Etrangers.

Paraguay, Politique Intérieure, II Volume 1910-1916

 

Fuentes contemporáneas

Periódicos y diarios

LA CAPITAL. Diciembre, noviembre. 1910

EL DÍA. Agosto y octubre. 1911

EL DIARIO. Enero, febrero, marzo. 1911

LA CAPITAL. Enero, febrero, marzo, abril, junio. 1911

EL IMPARCIAL. Mayo. 1912

LOS PRINCIPIOS. Enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto. 1912

EL TIEMPO. Enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio. 1912

 

Revistas

CRÓNICA, revista quincenal ilustrada. 1913. Números: 32 y 33.

EL MAESTRO CIRUELA, semanario ilustrado. 1909. Número: 1

LA SEMANA, ILUSTRADA. 1911. Número: 1

ROJO Y AZUL, revista ilustrada. 1912. Números: 303, 304, 305, 323, 348, 349, 350, 354.

 

OTRAS PUBLICACIONES

 

Boyce, W.D. 1911. Illustrated South America. Chicago-New York. Rand McNally & Company.

Cardús Huerta, Gualberto. 1911. Arado, pluma y espada. Barcelona. Imprenta Domenech.

López Decoud, Arsenio. 1911. Álbum Gráfico de la República del Paraguay. 100 años de vida independiente 1811-1911. Buenos Aires. Compañía argentina de fósforos.

Monte Domecq, Ramón. 1911. La República del Paraguay en su primer Centenario 1811-1911. Buenos Aires. Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco.

Pérez Martínez, Marcelino y López Decoud, Arsenio. 1984. Cartas del Destierro. Asunción. Ediciones Mediterráneo.

Picturesque Paraguay. 1911. Sport, Pionnering, Travel. A land of promise, Londres. Ch. H. Kelly.

 

FUENTES SECUNDARIAS

 

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Bogarín, Juan Sinforiano. 1986. Mis Apuntes. Asunción. Editorial Histórica.

Brezzo, Liliana. 2004. El Centenario en Paraguay: historiografía y responsabilidades nacionalistas (1897-1912), en Anuario del Centro de Estudios Históricos "Profesor Carlos S. A. Segreti". Córdoba.

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Rivarola, Milda. 2010. Obreros, utopías & revoluciones. Formación de las clases trabajadoras en el Paraguay liberal (1870-1931). Asunción. Servilibro.

Saucedo Rodas, Aníbal. 2010. Asunción, el periodismo como historia. Asunción. Servilibro.

Yubi, Javier. 2011. Bicentenario del Paraguay, Álbum Fotográfico siglos XIX y XX. Asunción. Servilibro.

Yubi, Javier. 2010. Revoluciones del Paraguay, Álbum Fotográfico. Asunción. Servilibro.

 

 


LA AUTORA

 

         Ana Montserrat Barreto Valinotti nació en la capital del Paraguay en setiembre de 1978. Cursó la carrera de Historia en la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, y su tesis de licenciatura sobre el ANÁLISIS DE DISCURSO EN LA CONSTRUCCIÓN DE NACIÓN, se encuentra resumida en el artículo Abnegación y patriotismo en la figura de la prócer Juana María de Lara. Construcción e idealización de la "matrona" como perfil femenino ideal en el Paraguay de inicios del siglo XX, en PARAGUAY: IDEAS, REPRESENTACIONES E IMAGINARIOS (Secretaría Nacional de Cultura, 2011).

         Su campo de interés y trabajo investigativo es la Historia Social, la Historia de las Mentalidades, la Historia de Mujeres y el Análisis de Discurso. Fruto de ello fueron la biografía de Elisa Alicia Lynch (Colección Protagonistas de la Historia, El Lector, 2011) y MUJERES QUE HICIERON HISTORIA EN EL PARAGUAY (Colección LA MUJER PARAGUAYA EN EL BICENTENARIO, Servilibro, 2011).

         Ha dirigido la investigación "Voces de Mujer en la Historia Paraguaya, 200 años después" (2011-2012) ejecutado por la Asociación Trinidad y la Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos (AIETI) en convenio con el Ministerio de la Mujer y el Ministerio de Educación, cofinanciado por la Unión Europea.

         En términos educativos, ha enseñado en colegios secundarios, centros de formación docente y se ha desempeñado como asistente de cátedra a nivel universitario. Ha trabajado en la adecuación de contenido del texto escolar Historia y Geografía (Editorial En Alianza, 2011)

         Es mamá de Silvio y de Renato.

 

Albino Jara 

 

LA HISTORIA DEL VIOLENTO CENTENARIO DE LA REPÚBLICA (ARTÍCULO DE ABC COLOR)

Pocas veces la historiografía nacional se ha ocupado de manera específica de aquel tiempo del centenario de la independencia nacional en el que el país estaba sumido en una de las más terribles etapas de violencia de las que se tenga memoria.

Por ello mismo, los editores de la Colección Guerras y violencia política en el Paraguay encomendaron a la historiadora Ana Barreto la elaboración de un libro sobre el tema. Así salió “La guerra civil del Centenario”, que aparecerá el domingo 17 con el ejemplar de nuestro diario.

De acuerdo con lo que señala la misma Ana Barreto en el inicio de su obra, el periodo al que hemos llamado la “Guerra Civil del Centenario” empezó a finales de 1910 en Asunción y terminó en mayo de 1912 en Paraguarí, y abarcó casi toda la extensión poblada del país. En apenas 18 meses, se sucedieron seis gobiernos diferentes; por ello es necesario buscar en algunos ejes, retrotrayéndonos en el tiempo, algunas pistas que ayuden a explicar cómo pudieron llevarse a cabo más allá del color partidario, sangrientas luchas fratricidas.

La autora de este apasionante libro, Ana Montserrat Barreto Valinotti, nació en Asunción en setiembre de 1978. Cursó la carrera de Historia en la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”, y su tesis de licenciatura sobre el “Análisis de discurso en la construcción de nación” se encuentra resumida en el artículo “Abnegación y patriotismo en la figura de la prócer Juana María de Lara. Construcción e idealización de la ‘matrona’ como perfil femenino ideal en el Paraguay de inicios del siglo XX”´; ideas, representaciones e imaginarios (Secretaría Nacional de Cultura, 2011). Su campo de interés y trabajo investigativo es la historia social, la historia de las mentalidades, la historia de mujeres y el análisis de discurso. Es la autora de la biografía de Elisa Alicia Lynch (Colección Protagonistas de la Historia), entre otros libros.

Fuente: Artículo publicado en el diario ABC COLOR

Publicado en fecha : 13/ febrero/ 2013



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