PARAGUAYOS AL MANDO
Por RICARDO CABALLERO AQUINO
rcaballeroa@gmail.com
El primer director mexicano del Colegio Nacional de la Capital, Dr. José Agustín de Escudero, fue contratado, perseguido, sumariado y expulsado en menos de seis meses. Se hizo la investigación de antecedentes después de ponerlo en funciones. El resultado daba escalofríos. Había sido monje agustino como Lutero y también se hizo protestante. Fraguó una carta donde un obispo croata cuestionaba la infalibilidad papal en tiempos del Concilio Vaticano I. Creó la Iglesia Católica Independiente Española, había sido carbonario y seguía siendo masón.
Lo sucedió por corto tiempo José Segundo Decoud, pero, como no sobraban los talentos, pronto lo necesitaron como ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. El otro paraguayo ilustrado, Aceval, se fue a Washington a defender el Chaco ante el presidente Hayes. Sólo a su vuelta en 1879, Aceval tomó la Dirección del Colegio, a propósito, el segundo cargo en sueldo y prestigio de la República. Ganaba el doble que el Canciller y el triple de un parlamentario. Así de importante era la educación en aquella era liberal de gobierno colorado.
Aceval diseñó el Colegio a su imagen y semejanza. Construyó la sede con los ahorros que juntó del 4% de renta aduanera, aumentó la biblioteca de 54 a 1.100 volúmenes. Dotó de muebles los dormitorios y diseñó el gabinete de Física y de Ciencias Naturales. Hizo del primer año un preparatorio nivelador y redujo los años de 6 a 5 para graduarse, previo examen oral general. Finalmente consiguió que las 78 becas para el interior fueran totalmente utilizadas. Asunción siempre llenó las 12 suyas.
El milagro de Aceval fue transformar estudiantes prácticamente analfabetos al llegar al Colegio en eruditos egresados cinco años después. Las pruebas tienen nombre y apellido. José de la Cruz Ayala llegó en 1878 sin hablar, leer ni escribir en español. Para 1884 ya fue uno de los mejores polemistas en idioma castizo como se lee en el libro “Desde el Infierno” (NAPA). Esa misma primera camada incluyó a Cecilio Báez, Héctor Carvallo y otros. Su único contacto con las letras fue el Colegio de Aceval.
La lista de niños pobres, huérfanos o de madres solteras analfabetas que en el Colegio encontraron la sabiduría es interminable. Blas Garay, creador de la historia profesional de archivos: su hermano Eugenio, tan combativo como periodista cuan guerrero. Y Eusebio Ayala, cumbre intelectual, abogado exitoso, pero también presidente de la Liga de Fútbol y rector de la UNA. Eligio Ayala, el primer economista en vencer a la inflación desde el gobierno. Y siguen las firmas.
¿Cuál fue el secreto? La excelencia. Se la buscó desde la dirección, el profesorado y los egresados. La enseñanza fue gratuita y estaba al alcance de quienes pudieran matricularse, sin discriminaciones odiosas. Serafina Dávalos es egresada del Colegio y el Álbum Gráfico de 1911 muestra otras seis alumnas. No había becas para niñas por el problema de albergarlas solas, alejadas de sus familias.
Luego, el Colegio no podía desligarse de las influencias del medio y su gallarda juventud se comenzó a politizar. Lastimosamente esa inclinación casi siempre se daba a expensas de las aulas y la calidad educativa comenzó a declinar. El crecimiento vegetativo de la población también causó estragos porque la lista de candidatos se extendía y las clases se hacían más numerosas. Creció la politización y decayó el compromiso con la excelencia.
Fuente: ABC COLOR (ONLINE)
www.abc.com.py
Sección OPINIÓN
Lunes, 25 de Julio de 2016
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