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NATHALIA MARÍA ECHAURI

  AVALÓN: LA ISLA DE LAS MANZANAS, 2006 - Novela de NATHALIA ECHAURI


AVALÓN: LA ISLA DE LAS MANZANAS, 2006 - Novela de NATHALIA ECHAURI

AVALÓN – LA ISLA DE LAS MANZANAS

Novela de NATHALIA MARÍA ECHAURI

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Diseño de tapa y diagramación interior: BERTHA JERUSEWICH

Asunción – Paraguay

Diciembre de 2006 (240 páginas)

 

Categoría: Novelas

 

Natalia Echauri escribió esta novela al comenzar la adolescencia y su prologuista, la Dra. Margarita Prieto Yegros comenta “La creatividad precoz de Natalia Echauri franquea en este libro la línea que separa a realidad de lo imaginario y nos estremece con su intensidad narrativa, ofreciéndonos la belleza de la palabra literaria”.

 

 

PRÓLOGO

Escribir el prólogo del libro de un autor adulto puede ser tarea fácil, pero escribir el prólogo del libro escrito por una niña genial es una tarea ardua, un auténtico desafío.

Nathalia Echauri es una niña escritora que emerge literalmente con un torbellino de ideas que se refleja en sus anécdotas, en las cuales simula estar en el presente, pero en realidad descubre el futuro con personajes de la vida cotidiana.

En sus narraciones, como en un espejo, se descubren viejos sueños, alegrías añejas, temores y enconos; quimeras y esperanzas; con la percepción de un más allá que atrae por desconocido.

La creatividad precoz de Nathalia Echauri franquea en este libro la línea que separa la realidad de lo imaginario y nos estremece con su intensidad narrativa, ofreciéndonos la belleza de la palabra literaria.

Disfrutemos con su lectura.

Margarita Prieto Yegros.



1

HISTORIAS

Desierto del Tanami, Australia, 11:00 a. m.

-¡Y... cortamos!- anunció el director Wayne.

Enrique McDouglas, se apeó ágilmente de un caballo zaino, para admiración de unas cuantas actrices neófitas, que lo miraban desde bien lejos del plato. Acababa de terminar la quinta toma de una escena de la película «Adolescentes en la INTERPOL: aventura en Australia» para la Warner Brothers, cuando el director, un hombre alto y de aspecto bohemio le anunció:

-Descansa, Enrique. Te doy diez minutos. Estuviste bien, pero te falta más énfasis en la parte que gritas a Andy. Se más repulsivo. Si no, daría una sensación negativa al público, claro que ellos no podrán explicarlo... ¿Entiendes? Eres tosco, rudo, y encima tienes la estima por los suelos... Saca toda tu rabia... O kay, ehee.. .-miró atrás, hacia la asistente que sostenía un teléfono móvil- Hay una llamada para ti...

Enrique se preguntaba quién lo llamaría. Fans, pensó con orgullo, nunca me dejan en paz, claro, a los bonitos los persiguen hasta el cansancio. Aunque, no sé cómo conseguirán el número de teléfono...

Saludó a las actrices de doblaje de su misma edad, (algunas chillaron emocionadas) y se acercó a la asistente del director.

La asistente le pasó el teléfono y le dirigió una excepcional sonrisa. Enrique no contestó al gesto. Ella tenía veintitrés años, el dieciséis. Siempre había preferido a las de su edad o menores, que andar con unas mayores... no era ningún gigoló inglés.

-¿Si?- preguntó intrigado.

-Enrique...- una conocida voz femenina, dulce y susurrante le habló.

-¡Naomy !- gritó.

Se apresuró a esconderse entre unas cámaras y estantes repletos de cintas grabadas que eran parte del equipo de Wayne.

Hacía seis meses que no hablaba con ella... Había salido de la escuela seis meses antes de que terminara el curso, y ella y sus dos amigos más se habían quedado en Inglaterra, mientras él había viajado por Australia rodando una película que atraía a los adolescentes y jóvenes más que a nadie. Entonces, Enrique, no había tenido más remedio que contratar a una profesora particular para que le enseñara mientras él estaba fuera del colegio. Era una suerte que faltaba unos días para terminar la película.

-Naomy- volvió a decir- ¿qué sucede?

-Enrique..esta vez Naomy suspiraba y parecía a punto de llorar.

-Tranquila, pequeña princesa- era como siempre le decía Enrique.

-Enrique..repitió Naomy por tercera vez- La abuela... mi abuela Margueritte está muerta...

Nueva York, Estados Unidos, 08:00 p. m.

William Burke se preparaba para el segundo concierto de su gira en Norteamérica. Nunca le habían gustado mucho los americanos, como le inculcaron sus padres ingleses, pero había cambiado de parecer. Sus seguidores y seguidoras, (americanos, por supuesto) y los ayudantes le trataban de buena manera.

-Wil- le llamó su manager cuando el agarraba ya el bajo eléctrico en una habitación detrás del escenario en que iba a cantar- una llamada para ti...

- No quiero hablar con nadie en éste momento, Eric- contestó y le dio la espalda.

- . .dice que es urgente...

-... seguro que es una fan idiota...

-        ... es Naomy y dice que...

-¿QUE?- Preguntó William mirando de nuevo a la cara del manager- ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¡Pásamela!

Apenas el hombre se hubo acercado a Wil, éste le arrebató el teléfono y le hizo unas señas para que saliera.

-¿Cómo está mi pequeña princesa?- saludó con el corazón en la boca.

Hacía ya un mes qué no hablaba con ella. Su amiga de la infancia...la pequeña Naomy... ¡cómo la extrañaba! Y ni que decir a Geoffrey y a Enrique que estaba en Australia rodando su película...

-Wil...- Naomy suspiraba- Wil... la abuela Margueritte...- se trancó- mi abuela...- empezó a llorar, de tal modo que William tuvo que hacer un esfuerzo para entenderla- Oh... Wil...la abuela ha muerto el jueves a la tarde...

-¿Qué?- preguntó. No lo podía creer.

-Tienes que venir, Wil, por favor- pidió Naomy-, Yo sé que tienes tus conciertos y todo eso... pero es la abuela... y tengo algo importante que decirles... Enrique ha terminado su película ayer y vendrá aquí... Wil... ven... te lo pido por mi... Te extraño...

Wil calló y escuchó como colgaban el auricular y daba el insistente y molesto tono nuevamente, aunque no tan insistente como la voz y la tristeza profunda de su amiga.

Río de Janeiro, Brasil 10:00 a. m.

Geoffrey Rodgers empezaba a vestirse con la camiseta de su equipo de fútbol, el Sao Paulo. Jugaba un partido decisivo, en las cuartas de finales de la Copa Libertadores de América. Esta vez les tocaba un rival especial: el Cruz Azul, de México.

Geoffrey admitía de que los brasileros eran buenos jugadores con respecto al fútbol soccer, se sorprendía de ellos, pero el deporte rey había nacido en Inglaterra y si los ingleses eran los creadores de algo, en ese algo sobresalían, pensaba. Mientras se ajustaba bien los tacos Adidas y las demás prendas junto con sus compañeros, el entrenador entró para dar ánimos. Lo poco que entendía de portugués, le ayudó a entender lo que decía el director técnico.

-Bien- se presentó- Hoy es un día importante. Y cuando me refiero a «importante» no es por el juego, sino por ustedes. Para mí, son jugadores de primera. Nuestra selección debería de ostentar a todos ustedes en el campo...- se agachó de repente, como si sus jugadores le estuvieran mirando desde el suelo brillante de los vestuarios- Pero, quiero lo que ustedes me pueden dar.. .No se desesperen... jueguen tranquilos, muchachos, y recuerden, son buenos... no se desanimen...piensen que son mejores que David Beckham o Ronaldinho... Michael Owen- miró de reojo a Geoffrey que abrió bien los ojos al escuchar el nombre de los jugadores ingleses- O tal vez mejores que un Zinedine Zidane.. .eso tal vez los animará pero...

De repente se abrió la puerta, y apareció un miembro de la dirección.

Los jugadores lo aprovecharon para comentar el raro discurso del entrenador.

-Se ha vuelto loco... siempre dice cosas estúpidas.- comentó el guardameta.

-¿Cómo es eso de que somos mejores que «Zizou»?- rió un medio.

-Eso me da ánimos-afirmó el delantero Raúl, con sorna.

¡Es una ofensa!- se burló otro.

¡No hay duda de que tenemos al mejor director técnico!- actuó mi suplente.

-¡Rodgers!- gritó de repente el entrenador.

Geoffrey miró. No le gustaba que le llamaran por su apellido.

-Ven- le llamó enérgicamente- Tienes una llamada desde Londres... rápido.

Geoffrey frunció el entrecejo. Se dirigió al pasillo, en donde le esperaba un suplente sosteniendo el auricular.

-¿Diga?

- ¡Gyff!

-¡Naomy! Pequeña princesa... ¿qué pasa?

No hacía ni tres semanas que su prima le había despedido a lágrima viva en un aeropuerto londinense. Y él la había echado de menos más que nunca, pues jamás habían estado separados mucho tiempo. Naomy era su vida, sus ganas de vivir y su orgullo.

-¡Gyff...!- de repente Naomy había empezado a llorar desesperadamente. Geoffrey entró en cólera. Si alguien le había hecho algo, pagaría con la vida, o resolverían el problema al estilo del Padrino - Gyff, la abuela está muerta...

Londres, Inglaterra 11:00 p. m.

Naomy Lynch, llegó se sentó en su escritorio después de un día agotador.

Repasó todo lo que pasó aquel día.

Había terminado de firmar sus libros a sus fanáticos de todas las edades, cuando recibió la noticia del fallecimiento de su abuela. Después de haber llorado a moco tendido por lo menos una hora y haber tirado todos los objetos de su escritorio, decidió que no tenía que llorar de esa manera por una muerte. Su abuela no solo había sido una fuente de historias maravillosas e increíbles que ella había convertido en una saga de libros que se convirtieron en auténticos best Séller, sino también en una amiga, una hermana, una guía, una maestra... y por sobre todo, en una madre... la madre que le había faltado desde los cinco años. La abuela se había convertido en una madre sin igual... y había muerto hacía dos días... Naomy no acababa de creerlo cuando tuvo la necesidad de llamar a sus tres mejores amigos: Enrique, Geoffrey y William.

Y es aquí donde comienza esta historia.

***

El verano llegaba a toda Gran Bretaña.

Esta historia trata de cuatro amigos, que, pese a su edad, lograron acabar con un problema de quien nadie quiso hacerse cargo.

Enrique, Geoffrey, William y Naomy.

Atravesaban grandes líos mintiendo y fingiendo inocencia.

Les gustaba saber más cosas, experimentar, investigar y hasta acabar en violentas peleas y disputas con los muchachos mayores, que era cuando Naomy no se metía.

Tampoco tenían miedo.

Bueno, un poco sí, pues se es tonto si no se conserva un poco de miedo. Pero afrontaban siempre las consecuencias de sus hechos, con la mejor valentía y coraje posible.

Contaban los cuatro entre quince y dieciséis años, y vivían en una localidad al oeste de Londres.

Los padres de los cuatro amigos habían sido compañeros en sus estudios de antropología, arqueología y otras materias que se dedicaban a estudiar e investigar la antigüedad. De ahí el porque de los nombres que les habían puesto.

Enrique era flaco y alto. De piel apenas morena, facciones bien detalladas, ojos castaños y brillantes rodeados de largas pestañas. Su cabellera era castaña y rizada, y siempre la usaba hasta la nuca, pues siempre le había gustado que su pelo fuera largo. Su mayestática sonrisa era mágica y cautivadora, capaz de despertar ánimos en cualquier ser intranquilo; sus finos y bien formados labios dejaban ver su blanca dentadura a cada risa que soltaba.

Geoffrey era corpulento, de cabellera larga como la de Enrique, pelirroja y ondulada. Sus ojos eran grandes y marrones, muy brillantes, surcados por un abanico de espesas y largas pestañas rubias. Era muy travieso y terco, aunque no tanto como Enrique.

William era también alto y flaco, de pelo negro con ondas hasta los hombros. Tenía también una hermosa sonrisa de finos labios, aunque sus dientes eran más pequeños que los grandes dientes de Enrique. Sus ojos eran celestes y claros, pero le surcaban las pupilas unas finas líneas glaucas.

Naomy era la más pequeña. Menuda, ligeramente morena, y de una espesa cabellera castaña oscura y mal ondulada. Tenía ojos marrones y brillantes, labios amplios y nariz pequeña, era la más ingenua pero imperturbable, y la única que podía hacer que sus amigos fueran tranquilos y abrieran los ojos para hacer lo correcto.

Como sus padres eran grandes investigadores, ellos los habían heredado. Se pasaban horas buscando en bibliotecas informaciones, cavando en busca de cadáveres y esqueletos, y reuniéndose en su casa de árbol que habían hecho años antes.

Geoffrey y Naomy eran primos, y vivían en la misma casa. Los padres de Geoffrey eran antropólogos alpinistas, y el padre de Naomy arqueólogo alpinista. La madre de Naomy había muerto brutalmente escalando los Montes Grampianos, cuando ella tenía cinco años. Pero Naomy había podido criarse con su abuela en aquella casa.

Los padres de Enrique eran profesores de filosofía y antropología. Los de William eran profesores de Historia Medieval y Arqueología en universidades importantes.

Los cuatro iban al mismo colegio, y vivían muy cerca unos de otros, de modo que eran casi inseparables.

Cada uno de los amigos, sin embargo, a parte de las ciencias que estudiaban e investigaban con pasión como la antropología, la criptología, la paleontología y otras más complicadas, se habían interesado y entregado cada uno a una pasión distinta. Enrique se había consagrado entero al teatro desde los seis años, organizaba las obras junto con los profesores en el colegio, y su talento le había llevado a ser seleccionado entre varios muchachos para el papel de una serie de películas de ciencia ficción.

William era un amante del pop y el punk, (gran parte de su inspiración se la debía a Green Day), y era un cantautor famoso en casi todo el mundo por sus músicas románticas, tristes y alegres. Geoffrey era un jugador de fútbol casi profesional, que se esforzaba por permanecer en la liga de primera división en un famoso equipo brasileño para un día jugar en la selección de su amada Inglaterra. Y Naomy, era considerada la escritora más joven de todos los tiempos, con sus best séller había ganado fama y prestigio.

Desde que tenían catorce años sus vidas habían pasado entre tapas de diarios y artículos de revistas (la mayoría sensacionalistas), y entre admiradores que se desvivían por verlos. Pero intentaban parecer lo más normales posibles y cumplir cada uno con su rol de amigo.

 

Londres, Inglaterra 1:00 a. m.

Naomy se despertó algo sobresaltada. Estaba apoyada sobre un libro abierto, viejo, hecho en pergaminos, alrededor de otros libros más nuevos, lápices, lupas y lámparas. Miró el reloj. No podía ser que se hubiera quedado dormida en plena investigación. Se acercó a la ventana y miró. Estaba en un edificio, en el noveno piso, en un, contemplando la ciudad de Londres a la una de la madrugada. Las atronadoras campanadas del Big Ben la habían sobresaltado. Reloj maldito, pensó.

Su mente no podía concebir el hecho de que sus amigos estuvieran tan lejos de ella en aquel momento: cada uno en un punto completamente distinto y lejano en el planeta, y ninguno en su mismo continente. Lejos... ellos que sabrían como consolarla... en ese momento no tenía a nadie... ¿cómo era posible? Pero sabía que sus amigos estarían de vuelta a la tarde de aquel mismo día... lo que había encontrado era muy importante... muy alarmante... y ellos estaban en todo su derecho de saber que era.

 

Aeropuerto de Londres, Inglaterra 3:00 p. m.

Naomy, disfrazada, por precaución de los molestos papparazzis, esperaba impaciente. Miraba el reloj de pulsera cada tanto, daba una vuelta, consultaba otra vez el reloj, echaba una palabrota, gruñía y volvía a mirar el reloj. Ninguno de sus amigos aparecía. De repente, un montón de gente echó a correr hacía una dirección, incluyendo a chicas emocionadas y fotógrafos. Se acercó disimuladamente, algo aliviada y escuchó la voz desesperada de una reportera joven:

-...si y aquí estamos esperando ya impacientes la inminente llegada del actor inglés de dieciséis años, Enrique Mc Douglas, pero no se presenta, Polly. Un portavoz del adolescente confirmó que él no quiere dar a conocer el motivo de su repentina decisión de abandonar el set de la tercera y última parte de la saga Adolescentes en la INTERPOL que se estaba rodando en el país mencionado bajo la dirección do Robert Wayne, que afirma que Enrique se ha alejado temporalmente. El mismo afirma que Mc Douglas se ha tomado un «merecido descanso después de tanto trabajo» ya que el muchacho lleva seis meses trabajando y además ya había terminado la película, aunque sin muchas repeticiones.  ¡Y aquí llega, Polly...!

La voz de la reportera se extinguió bajo la mezcolanza de ruidos de las avasalladoras preguntas de más reporteros, desesperados flashes, gritos de emoción y aplausos de los admiradores (en su mayoría chicas de la edad de Naomy o más pequeñas).

Naomy intentó mezclarse entre la gente, pero lo fue casi imposible. Prefirió quedarse más lejos de aquella multitud, así cuando Enrique saliera, el la vería, porque le contó que iría vestida de mendiga para que nadie se diera cuenta de que era ella. Se sentó en una esquina, bajando la cabeza. Un señor Pasó por su lado y le arrojó una libra Naomy gruñó.

De repente, la mitad de la oleada de chicas que esperaba Enrique se dividió y fue hasta otro lugar, de donde entre la gente del vuelo que provenía de Nueva York-

-Es raro que dos amigos famosos elijan el mismo día para regresar a su país después de meses de ausencia- contaba un periodista de traje azul marino cerca de Naomy- y además- continuó- haber interrumpido sus trabajos artísticos por motivos que no quieren aclarar a la prensa-añadió con sarcasmo.- Y aquí vemos a William Burke, acercándose con su manager, sus ayudantes y todo su equipo musical, incluidos sus músicos y bailarines. Es curioso que el cantautor de dieciséis años se comprara un bajo eléctrico de miles de libras cuando hay gente que muere de hambre- señaló burlonamente, mirando de reojo a Naomy. Ésta volvió a gruñir.

-Vamos, Enrique.- murmuraba.- Apresúrate, Wil. Gyff, ¿dónde demonios estás?

Naomy prefirió salir de todo aquel estruendo que hacía la gente. Además era un sábado de tarde. Antes de traspasar las puertas que la conducirían afuera, echó un vistazo a sus espaldas, y pudo distinguir las figuras de sus tres amigos. Enrique sonriendo con esa sonrisa hermosa y magnífica, recibiendo peluches y firmando autógrafos a las seguidoras entre un mar de fotógrafos y periodistas. William estaba casi en la misma ocupación- aunque en su caso ofrecía también muchachos que pedían que le firmasen instrumentos musicales y camisas. Geoffrey entraba con su bolso que tenía la distinción de Adidas, rodeado, claro está, de fotógrafos y periodistas, intentando parecer lo más humilde posible.

Naomy pensó que si ella hubiera estado ahí sin el disfraz se produciría un caos entre los periodistas.

Salió a la calle, y se acercó a la camioneta en que aguardaba su chofer.

Casi de inmediato salió Geoffrey desesperado mirando a ambos lados de la calle. Naomy se desprendió de la túnica de franela gris que llevaba y su primo pudo divisarla. En una fracción de segundo Geoffrey se acercó a ella y la estrechó en sus brazos:

-¡Mi pequeña princesa! ¡Oh, Nany! ¡Creciste algo! ¡Y sólo me fui tres semanas!- alejó a su prima de si. La contempló unos segundos y luego le dijo- Siempre tan hermosa, ¿verdad?

-Vamos, Gyff- le apresuró Naomy- Entremos en la camioneta. Ya vendrán Enrique y Wil. Les dije que se subieran en una camioneta negra que les esperaría afuera del aeropuerto. Ya vendrán- empezó a llorar- ¡No puedo creerlo! ¡Adentro, Gyff!

En ese momento salió Enrique corriendo con su sonrisa y mirando a la acera. Divisó la camioneta y se acercó a ella. Wil salió casi después de él.

Una vez que estuvieron sentados los cuatro amigos en el automóvil, éste se puso en marcha y Naomy empezó:

-Siento mucho que hayan interrumpido sus actividades por mi.- unas lágrimas recorrieron su pálido rostro.

-No te preocupes, pequeña princesa- le tranquilizó Enrique, secando con su mano, suavemente el rostro empapado de Naomy- Haríamos cualquier cosa por ti.

-Si quieres el Big Ben, te lo compraremos- le anunció William señalando la alta torre cuando pasaron cerca de ella.

-Si quieres el Palacio de Buckinham, te lo daremos- le dijo Enrique.

-Si quieres la luna...

-Gracias- le cortó Naomy a William

-Menos mal que estas ventanas están blindadas- agradeció Geoffrey.

-Si, así no te ven- afirmó Enrique.

-Cállate...

-Cállate tú

-Eres un marica...

-¡Mentira!

-¡SI VAN A PELEARSE SERÁ MEJOR QUE SE BAJEN! - Gritó

Naomy, Enrique y Geoffrey callaron.

-¿Cómo fue... cómo pasó todo, Nany?- preguntó Wil seriamente.

Naomy respiró profundo.

Ese día, según notaron sus amigos, Naomy estaba un poco desaliñada. No era ninguna coqueta, pero pensaron que esa experiencia le había dejado al descuido de su apariencia.

-Sólo murió... y ya... Yo me encontraba firmando autógrafos, luego me avisaron y salí corriendo hacia al hospital... Pero ya era muy tarde. Mi abuelo y mi padre me dieron un papel en el que la abuela había escrito algo para mí, que decía algo como: «Llama a tus amigos. Altillo de la casa. Baúl viejo». Ahora nos dirigimos a mi casa. Quisiera saber que hay detrás de todo eso...

-No puedo creerlo-murmuró Geoffrey, diez minutos más tarde, con la voz ronca, viendo como su prima se sonaba por quinta vez la nariz, sin poder hablar después- La abuela Margueritte, que nos contaba tantas lindas historias... Creo sabía más de Enrique VIII que cualquier historiador...

-Más sobre el feudalismo que mi madre -dijo Wil.

-Más sobre Atila que propio Atila, ¡demonios! La abuela Margueritte era una enciclopedia de historia divertida...-Exclamó Enrique, intentando despertar sonrisas en los lánguidos rostros de sus amigos.

-Pero, Naomy, no te preocupes- le animó Wil- Mi abuelo Henri que murió hace unos meses me dijo que nunca debo llorar por un ser querido que muere...

-Nany, no llores-Dijo Geoffrey abrazando fuertemente a su prima- ya... si sigues llorando te deshidratarás... Vamos, basta ya, si lloras no conseguirás que la abuela vuelva a la vida... Lo siento- añadió al ver el rostro severo que le imponía Wil.

Naomy lloró con más vehemencia.

-Muchachos... no es... por eso... lloro... la abuela... me... -farfulló Naomy, torpemente, entre sollozos.

-Te aseguro que te entendimos-Le dijo Enrique.

-Lo siento-dijo Naomy, secándose el río de lágrimas que corría por sus mejillas y le emborronaba la vista- Son ricas... las lágrimas.. .- añadió probando algunas que caían en sus pequeños y finos dedos.

Sus amigos la miraron arqueando las cejas y con caras de extrañeza.

-Bien, la abuela... ¿saben?- contó Naomy- Nos contaba a Geoffrey y a mi, algunas historias antes de dormirnos, cuando éramos más pequeños...

-Apuesto lo que sea a que Geoffrey no dormía del susto- murmuró Enrique.

… eran historias muy bonitas-prosiguió Naomy-, Y fantásticas, hermosas, de cosas muy raras pero espectaculares... ¿Te acuerdas, Gyff?

-No.

Naomy le miró con desconcierto.

-Sabes que Geoffrey no recuerda ni que hizo en el desayuno, Nany- opinó Enrique sarcásticamente- Y menos recordará lo que se le contaba de niño...

-Bueno, pues-siguió la niña, algo insegura-, ésas historias, bueno, tienen que ver mucho con... con algo... y ella me dejó... si algo... que les quiero mostrar porque bueno, tiene mucho que ver con... vengan conmigo.

Bajó del automóvil, seguida de sus amigos. Unos pocos fotógrafos seguían disparando flashes con sus negras cámaras. Entraron en la casa, y se dirigieron a la habitación de Naomy.

-¿Qué vas a mostrarnos? -preguntó William.

-Ya... es que es... ¡fantástico!-dijo pegando emocionados saltos. Sus amigos la miraron extrañados-Siéntense-les ordenó. A los muchachos no les hizo gracia que una chica de un metro menos que ellos les ordenase algo, pero de todos modos la obedecieron, y sentados en su cama, la escucharon. Ésta se paseaba por la habitación a medida que hablaba.

-Es extraordinario, sin embargo, todavía no puedo creerlo- murmuraba para sí la chica, emocionada.

-Nany, ¿puedes ir al grano, ya por favor?-exclamó Enrique, irritado.

-Sí, pero es difícil explicarlo con palabras...

-Pues, para eso está el código Morse, la pintura, la danza, la escultura, la literatura y la música-dijo Enrique más irritado, y contando con los dedos-Puedes escribir un libro contándolo todo, o puedes componer una opereta para piano, o puedes hacer una hermosa escultura de lo que piensas... pero como no eres buena con la arcilla, puedes dibujar o pintar...

-¡Enrique!- gritó Wil.

-Ya.

-Bueno, como decía-siguió Naomy, lanzando miradas odiosas a Enrique- La abuela me contaba cuentos maravillosos que hasta ahora recuerdo, de un tal lugar llamado Nielburgo...

- ¡Ehee! Yo sé en dónde está eso- exclamó de pronto Geoffrey- Esta debajo de Bélgica y Alemania...

- Ese es Luxemburgo, Geoffrey-explicó Naomy- Y no se dice «debajo», en geografía, «debajo» decimos «Sur». Nielburgo no existe.

-¿Y para qué quieres contarnos que la abuela te relataba cuentos para niños de lugares que no existen y que Geoffrey confunde con la realidad?-preguntó Enrique, extrañado.

-¿Podrías callarte, Enrique?-Espetó Wil- Naomy nunca dice nada sin motivos, como tú.

Naomy le sonrió a su amigo.

-Según lo que dice el libro...

-¿Qué libro?-preguntó Geoffrey, extrañado.

-Geoffrey no sabe qué es un libro, Nany -dijo Enrique burlonamente-Deberías explicarle todo desde el...

-Como decía-le cortó Naomy- La misma historia que me contaba la abuela, estaba escrita en un libro que encontré hace poco, muchachos, pero el libro es raro... Está escrito en pergaminos muy viejos y hay manchas y roturas o partes que no se entienden o que faltan... Y el libro está firmado por un tal J. R. R. T...

-Oye, esas iniciales... las he visto en algún lugar...-se extraño Geoffrey, pensando-¡Si! En un cofre, muy viejo y lleno de porquerías...

-Oh, no ¡problemas1-exclamó Enrique, alarmado-Si Geoffrey llama a algo «porquerías» es porque es muy importante o valioso...

-.. .Está en mi habitación-terminó Geoffrey haciendo caso omiso de su amigo.

-¿Podemos ir a verlo?-preguntó Naomy. Su primo asintió-Bueno, después. Primero terminaré... ehee,..lo que diré.-se aclaró la garganta- Bien. Las historias que me contaba la abuela son las mismas que se citan en ese libro, pero éste es tan viejo, que está hecho a mano...

-Lo que quieres decir es que tu abuela lo escribió-opinó Wil.

-Sí, eso parece.-Afirmó Naomy-Pero, si ella fue, ¿en dónde aprendió la letra inglesa gótica? ¿De dónde sacó la tinta? Porque la he analizado y no es tinta normal, de la que se usa en las películas para interpretar a la Edad Media...

-¡Dios mío! ¿A qué quieres llegar?-gritó Enrique. Para la sorpresa de los muchachos, Naomy contestó ligeramente alarmada:

-No sé,

Hubo un silencio de ultratumba.

-Entonces, ¿para qué demonios nos lanzaste esa perorata universal? -Preguntó Enrique, sarcásticamente.-Nos hiciste perder tiempo, a esta hora ya podía haber estado en una cita con mis videojuegos.

Wil, en cambio, tenía la cara iluminada.

-No, esperen...-dijo como hundido en un ensueño maravilloso- ¿No es una gran aventura? Investigaremos de dónde salió el libro... Dijiste que las iniciales eran J. R. R. T, ¿no te parece un poco coincidente?

-¿Con qué?-preguntó Naomy intrigada.

-¡Con Jonh Ronald Reuel Tolkien! Probablemente el vivió... o estuvo...en la Edad Media, o vio duendes... y les contó...¡Naomy, fue Tolkien el que hizo ese libro! Así se inspiró en lo que el vivió para que supuestamente Frodo hiciera esos.. .Libros Rojos, o como se llamen....

Hubo otro silencio aún más de ultratumba. Enrique lo rompió exclamando confundido:

-¿Qué tiene que ver el cerdo con la luna?

-Que la luna alumbra al cerdo-Respondió Geoffrey burlonamente. Naomy le lanzó una mirada tan dura, que Geoffrey pudo sentirla, y paró con su vaga risa.

-No, no lo creo. Porque la letra es firme, y las mujeres tenemos más precisión que los hombres... Pero les mostraré el libro.. .y algo más.

Naomy abrió una puerta pequeña, y asombrados, vieron que había una pequeña escalerilla que subía hacia arriba.

-Oye, ¿de dónde salió eso?-exclamó Geoffrey, extrañado, señalando la escalerilla.

- Eso, Geoffrey- le contestó Enrique, sonriendo- se llama es-ca-le- ra. Repítelo después de mi: «escalera»-dijo gesticulando claramente.

Geoffrey se ofendió.

-Ya sé que es una escalera, idiota.-dijo con los brazos cruzados- Pero nunca la vi aquí... ¡Oigan, espérenos!

William y Naomy no perdieron el tiempo escuchando la pelea de sus tercos amigos. Rápidamente empezaron a trepar por la destartalada y destrozada escalerilla. Era larga, y el espacio que había para moverse era escaso, ya que la escalerilla parecía hecha como un emparedado. A los muchachos les costó más, sobre todo a Geoffrey que era muy robusto. Naomy, en cambio era bien ágil y rápida.

-Heredaste algo de tu madre, según veo-Dijo Wil con mucho esfuerzo, le costaba seguir sus desarrollados brazos y pecho.-Escalaba como si volara, según me contó mi madre...

-Oye, hombre-le dijo Enrique despacio a Wil-¡Oh, mira ese trasero grande y redondo! Tienes una vista panorámica hermosa desde ahí, Wil.. .Te envidio...mira...¡Uhh! Excelente...

Wil le lanzó una fría mirada, y se ruborizó. Enrique parecía darse cuenta de todo lo que el hacía o veía...Geoffrey le dio un fuerte puñetazo a Enrique en la espalda, y le susurró enfadado y apretando los puños:

-Si vuelves a mirar...

-No lo hice-Dijo Enrique, intentando alejarse de Geoffrey que iba debajo de él, y haciendo una mueca de dolor al sentir que se le hacía un chichón en el lugar donde le había golpeado su amigo.

Terminó la escalera y dio lugar a una habitación pequeña. A juzgar por la forma del techo, se dieron cuenta de que estaban en el altillo de la casa. Los muchachos dieron gracias al salir, pues se sentían doloridos, y nadie más que Enrique, que había tenido que aguantar el lento asenso bajo los fuertes golpes de Geoffrey.

La habitación estaba empolvada, y algunos muebles estaban tapados por sábanas blancas. Estaba muy desordenada y llena de trastos y cosas viejas o inservibles.

Naomy se dirigió a un rincón de la habitación, en donde se encontraba un baúl debajo de una sábana.

Lo observó un rato insegura, agarrándose de las manos y balanceándose. Luego dijo:

-Oigan, chicos...- su voz sonaba más suavecita de lo que era- ¿podrían ayudarme a llevarlo?

Enseguida, Wil y Enrique se aproximaron, pero su primo se quedó en donde estaba mirando el baúl con la boca abierta:

-Oye, ese baúl estaba en mi habitación... -vaciló. Luego se tocó la frente con una mano y añadió- ¡Ahaa! Es aquí en donde lo he visto... ¿Qué es todo eso?-preguntó extrañado, viendo el contenido del baúl.

Cuando Enrique y William estiraron de las gruesas argollas para abrir el baúl, también se sorprendieron. Estaba lleno de polvo, libros, plumas, pergaminos y una cajita de madera bien tallada.

-Vaya, si esto está a la altura de porquerías...- empezó Enrique sin terminar.

Naomy sacó la cajita y dijo:

-Vean esto.

Los hermosos detalles de la cajita, eran palabras y trazos. Cuando Naomy limpió un extremo se dieron cuenta de que decía «Vereyin». Desesperada, Naomy, siguió limpiando el polvo de la superficie, y exclamó con voz entrecortada:

-Es un mapa medieval.

-¿Qué?-preguntó Enrique, incrédulo.

-Miren, aquí dice «Nielburgo». Era el lugar donde más frecuentaban los personajes de las historias que contaba la abuela...

Y estos otros lugares-Los señaló- Antilla, País de al-Mür, el Mar Gigante... son los lugares... ¡Dios mío! ¿Qué ocurre?-Naomy miraba el mapa muy confundida y sus amigos también.

Geoffrey sacó uno de los siete libros que había en el baúl y lo abrió. El libro crujió como si Geoffrey lo estuviera rompiendo.

-Escuchen: «Esta historia, sucedió en épocas remotas, hace tantos años que es imposible calcularlos, porque apenas las civilizaciones empezaban a escribir sobre sus historias...» ¡Vaya!-hojeó el libro rápidamente- ¡Oigan, más nombres! Río Mësalir, Där-Mandil, Río Corto... ¿Están en la caja, verdad?

-Sí-respondió Naomy, cada segundo más alterada.

Enrique sacó otro libro.

-¡Miren!- exclamó- Cada libro tiene un número gótico en el lomo... El de Geoffrey es el primero... el mío es... el segundo... ¡Sí! Más nombres... pero de personas... Margueritte, Henri, Paul y Edward... no entiendo esta maldita letra gótica... Pero... hay otro nombre... Sarkan del Valle Gris...¡El Valle Gris está en la cajita! Si... seguro que este Sarkan era del Valle Gris. Otro dato medieval: El nombre de pila, y el apellido es del lugar en donde se ha nacido...

William agarró otro libro, y lo abrió en cualquier parte.

-¡Miren este dibujo!- Exclamó casi apunto de estallar de la emoción. Era un dibujo hermoso. De finas líneas curvas y puntos. Como un símbolo.

-¡Vaya!-Exclamó Geoffrey mirando el libro que sostenía Wil- ¡Qué lindo signo! ¿No dice ahí que significa?

-No...-empezó Wil- Pero...¡Sí! Aquí... en los costados...A la derecha dice «Myn» y el de la izquierda «Mari». Pero no explica que simbolizan...

-Enrique, ¿podrías repetir el nombre de las personas que recién leíste?-preguntó Naomy, de pronto y con voz soñadora.

-Si... dice: Margueritte, Henri, Paul y Edward.. .Ehe... ¿quiénes podrán ser?

Pero Naomy si parecía saber quiénes eran. Empezó a revolver con violencia el contenido del baúl.

-¿Cómo pude pasarlo por alto? -se decía a si misma- Si... es...¡Miren! ¡Ustedes son los idiotas!- les gritó a sus amigos, que se sobresaltaron-Estos son los nombres de nuestros abuelos... Miren la foto...

Naomy les pasó una fotografía en blanco y negro que mostraba a cuatro jóvenes de más o menos dieciséis años que estaban sentados y abrazados en un jardín.

-Esta es la abuela Margueritte, nuestra abuela Geoffrey-los chicos asintieron.-La reconozco por la sonrisa... Miren este extraño medallón que le cuelga del cuello...qué raro... nunca lo he visto. ¿Quiénes son éstos muchachos?-giró la fotografía y soltó un bufido- ¡Miren lo que dice aquí!

En el reverso de la fotografía, un escrito en tinta negra rezaba

«Para nuestro querido Odorico, de Margueritte, ¡a rosa blanca, Henri, el dragón soberbio, Paul el caballero misterioso y Edward, el príncipe negro...

Nunca te vamos a olvidar.»

Naomy, casi al borde de las lágrimas, exclamó:

-La abuela Margueritte se hacía llamar la Rosa Blanca... Edward era su hermano... Nuestro tío abuelo, Geoffrey, y si no me equivoco... Henri era tu abuelo, Wil... y Paul el tuyo, Enrique...

Hubo un momento de silencio.

-Si.. .-comenzó Wil-Mi abuelo me contaba cosas sobre los dragones... y me hizo un dibujo de uno... muy hermoso, aún lo conservo...

-Fueron amigos-dijo Enrique casi llorando- Los muy imbéciles fueron amigos...

-Oigan... vean lo que dice al pie de la foto...-exclamó Naomy secándose una lágrima.

Sus amigos se asomaron por encima de sus hombros y miraron.

«¡Cómo quisiera saber qué es Nielburgo!»

-¿Qué querrá significar esto?-preguntó Naomy.

-A lo mejor es un código.-Respondió Wil.

-O una contraseña que usaban para comunicarse entre ellos.- Dijo Enrique.

-O una exclamación característica que solían usar-pensó Geoffrey.

-¡Oh!-exclamó Naomy, mirando la cajita- ¡Tiene aberturas! Veamos que hay adentro...

Lo abrió con mucha cautela, como si esperase que al abrir le saltara una víbora venenosa.

Pero no había ninguna víbora. De hecho, había un pequeño cojín de terciopelo púrpura, y, en el centro, un medallón cobrizo y oxidado, que en algún tiempo parecía haber sido verde y oro. Y al lado del medallón, descansaba un pergamino bien enrollado.

-¡Puaj! -gritó Enrique, llevándose una mano a la nariz-¡Huele a humedad intensiva! ¡Esto debe ser de la era de los dinosaurios!

Naomy sacó con cuidado el pergamino y lo desenrolló. El contenido era un mapa.

-Es el mismo mapa de la cajita.-confirmó ella, mirando el mapa atentamente.

Luego, sacó el medallón, que representaba la mitad de un sol y una luna unidos. La luna estaba a la derecha en cuarto menguante, y miraba inexpresivamente al sol, y éste a su vez a la luna, con los párpados ligeramente caídos y en relieve. Naomy dio la vuelta al medallón, y descubrió que atrás, ni la luna, ni el sol podían diferenciarse con sus detalles, pero tenía escrito en el medio, de un extremo a otro de la oxidada superficie:

NIELBURGO

-¿Hasta cuándo tendremos que ver ese nombre por todas partes?- exclamó Enrique, que se apoyaba por uno de los hombros de Naomy.

Hasta la muerte.-dijo Geoffrey, aferrándose al otro hombro de su prima- No me extrañaría encontrar en mi habitación escrito Nielburgo por todas partes... por todas mis cosas...

-O por todo tu cuerpo- señaló Wil, burlonamente, agarrando el medallón que Naomy sujetaba por uno de los costados del sol.

-¡Oigan! ¡Este es el mismo medallón que tenía tu abuela en la foto, Naomy!- exclamó Enrique, sujetando la foto y mostrándola a sus amigos.

Naomy la agarró y se fijó en la frase que estaba al pie de la foto, exclamándola en voz bien alta:

-¡Cómo quisiera saber qué es Nielburgo!

Todo ocurrió rápida y violentamente.

Una serie de sacudidas arrastró a los amigos por un torbellino anaranjado, que les pareció infinito. No podían moverse por sí solos, pero si gritar y girar en círculos, mientras, la salvaje sacudida les revolvía el estómago, y los llevaba hacia ellos no sabían dónde.



2

ODORICO DE SADRE Y ARCÓN.

 

Cayeron de bruces, bruscamente en una parcela de tierra.

Abrieron los ojos, y descubrieron que estaban en un extenso prado de verdes pastos. Un sol fulgurante se cernía sobre el campo, en un ciclo llano y azul.

Antes de que nadie pudiera emitir algún sonido, alguien se acercó gritando a todo pulmón, a lo lejos, pero no podían distinguir de quien se trataba.

-¡NO, NO PUEDE ESTAR PASANDO OTRA VEZ! ¡AY, DIOS! ¡NO LO PUEDO CREER! ¡NUEVAMENTE DESPUÉS DE CINCUENTA AÑOS!

La persona se acercaba velozmente. A medida que se aproximaba a los amigos, notaron que era un viejo vestido con una túnica azul algo empolvada, y que llevaba botas, una capa ondeando bruscamente detrás de él, y un sombrero raído e inclinado, que casi volaba a causa de la corrida que hacía para acercarse a los amigos.

Al estar a unos metros de ellos, gritó nuevamente:

-¡Ay! ¡Chicos! ¡Niños! ¡Por todos los Hechiceros! ¿Quiénes son? ¿Qué hacen con el...?

Los cuatro amigos estaban petrificados, sin emitir sonido, y muy juntos. El viejo tenía una barba corta, blanca muy fina, y una cabellera negra y larga que estaba por los aires a causa de su violenta carrera. Sujetaba su sombrero por las raídas alas, y su capa le colgaba solo por un hombro.

-¿Quiénes son, por todos los Bosques? ¿Quiénes?

-Somos... so... somos- tartamudeó Naomy sin terminar.

-¿Quiénes?-volvió a insistir con el bigote erizado.

Fue difícil responder. Si el extraño individuo temblaba de emoción o de temor, nunca lo supieron, pero les molestó el hecho de que esperaba impaciente, entonces tuvieron que contestar:

-So...soy William Burke.

-Yo... Enrique Me Douglas

-Geoffrey Rodgers

-Naomy Lynch...

-¿Lynch... ? Me suena... ¿Uno de tus apellidos no es Middleton?- preguntó el individuo.

-Si...si-respondió Naomy.- Uno, pero casi uno de los últimos- Estaba confundida y cansada, quería que todo terminase de una vez, y poder ir a su casa a cenar...

-¡Oh! ¡Cielos, estrellas y soles! ¡Tú eres la hija! ¿Verdad?

-La... ¿la hija?-preguntó Naomy, desconcertada.

-¡La hija de Margueritte Middleton!

-No.. .es mi abuela.. .Espere, ¿cómo la conoce?

-¡Ja! ¡Conocerla! ¿Cómo no? ¡Se todo sobre ella! ¡Dime como está!- contestó entusiasmado y dando un sonoro aplauso con sus palmas.

-Está... está muerta.

La sonrisa se borró del raro individuo, y sus palmas se despegaron y cayeron lentamente. Naomy estaba muy conmocionada y apunto de llorar. Geoffrey lanzó una hosca mirada al viejo y abrazó a su prima.

-¿Muerta... ? Pero.. .-dio un chasquido con los dedos y dijo- Claro, cierto, debí imaginarlo... vosotros no estaríais aquí si no hubieran muerto todos...los otros...

-Nuestros abuelos han muerto hace unos años-dijo Geoffrey abrazando más fuerte a Naomy.

-Disculpe-dijo Enrique que ya no podía seguir callado- ¿En dónde estamos? ¿Todavía en Inglaterra, no? Aunque esto parece Irlanda... Seguimos en Gran Bretaña, supongo...

El viejo señor lo miró con el entrecejo fruncido y la mirada fija:

-Vengan conmigo-atinó a decir.

-¿En dónde estamos, por todas las maldiciones?-preguntó Enrique nuevamente.

-Vengan, y no se retrasen-dijo el viejo, empezando a caminar por una colina.

-Díganos en dónde estamos... o llamo a la policía...-amenazó Enrique temblando y sacando su teléfono- Lo... lo acusaré de intento de secuestro y...

El viejo no respondía nada, solo volvía a trotar por la colina.

-¿Quién será ese maldito viejo?-le preguntó Enrique a Wil- No me gusta... seguro que nos está engañando...- intentó prender el teléfono- Oye... no funciona... ¿qué demonios...?- sacudió el teléfono pero no se prendía.- ¡Maldición! Lo único que faltaba .

-¡Apresuraos!-gritó el viejo.

Geoffrey y Naomy corrían de la mano, seguidos de sus amigos.

Enrique todavía sacudía su teléfono cuando chocó contra Wil.

-¿Qué.. .?-exclamó con la boca abierta.

-Mira eso, Enrique- Dijo Wil, señalando un alcázar sobre otra colina.-Este tipo de castillos sólo son vistos en las películas que se hacen del Rey Arturo....

-Maravilloso...-exclamó- Pero, ¿en dónde estamos...? Esto, amigo, parece ser una aventura fenomenal, pero... ¡quiero ir a casal- concluyó algo asustado. Algo raro en Enrique.

-Vamos, ¡Corran! ¡Rápido!-Les gritó el anciano haciendo señas- Nadie debe veros... hasta dentro de un rato...

-¿Quiere explicarnos, por favor, solo mientras corremos, qué es éste lugar?-pidió Enrique, irritado.

-Un lugar, queridos chicos, una tierra lejana.. .-contestó mientras seguía corriendo.

-Ya nos dimos cuenta-murmuró Enrique más irritado.

-...llena de historias hermosas, que corren de boca en boca...de dragones, quimeras, grifos y aventuras, hechiceras y árboles parlanchines...

-¡Dios mío, Naomy, estamos en uno de tus libros!-le susurró Enrique a Naomy en el oído.

-...vuestros abuelos venían aquí cuando contaban con catorce años. Al igual que vosotros, confundidos...

-Mmm... señor...-preguntó Naomy tímidamente- ¿Cómo es su nombre?

-¡ Ahaa! ¡Si! ¡Claro!- exclamó el anciano, deteniéndose y haciendo una reverencia con su sombrero- Odorico de Sadre y Arcón, Odorico para vosotros, podéis confiar en mi...

Hubo un no muy extraño silencio:

-¿Cómo?-preguntó Geoffrey pestañeando tontamente.

-Y yo que creí que tenía un nombre feo-dijo Enrique, impresionado.

Odorico no le hizo caso. Naomy volvió a preguntar:

-¿Cómo vinimos aquí?

-¿Todavía no entendéis?-preguntó a su vez, Odorico, colocándose nuevamente el sombrero- Con el medallón, pequeña, y con eso comienzo mi historia, pero sigan, corramos hasta mi cueva, ahí les contaré...

Resultó que Odorico vivía en una cueva en una montaña. O mejor dicho, en un recoveco fresco y lleno de estalactitas y estalagmitas. Pero Odorico parecía haberla arreglado o mejor dicho, desarreglado para que tuviera algo parecido con una casa: aquí y allá estaban colgados cacharros y calderos, instrumentos metálicos que parecían utensilios, patas de rumiantes como ciervos y corderos, capuchas y sombreros con punta inclinada y muchas cosas más que para los cuatro amigos eran desconocidos.

Odorico tenía una mesa de madera grande y destartalada, llena de libros abiertos y cerrados, amarillentos y manchados, velas de todos los tamaños, candelabros, plumas y tinta para escribir, y un águila que los miró recelosa cuando Odorico hubo de cerrar una puerta amorfa detrás de ellos. Un poco de polvo les cayó en el pelo.

-Pueden sentarse ahí-dijo Odorico señalando unas rocas que estaban en un rincón- Ahí se sentaban sus abuelos, me acuerdo... a Edward nunca le gustó...

-No me imagino porqué-aseguró Enrique en voz baja.

Odorico se sentó en lo que parecía un trono de madera estropeado, y su águila fue a posarse en un hombro de él, cuando comenzó a relatar: -Vosotros habéis venido aquí mediante la poderosa fuerza que tiene ese medallón. Es mágico y ultra poderoso, claro, eso al mismo tiempo significa «muy peligroso»- añadió con ímpetu- Espero que comprendáis eso, pues sus abuelos interpretaban «peligroso» como divertido, sencillo y sensacional.

«Supongo que se estarán preguntando: ¿qué es ese maldito medallón? ¿Cómo llegó a nosotros? ¿Quién es ese viejo? ¿Qué hacían nuestros abuelos? Pues, sé bien, que vosotros, los adolescentes son todos muy confundidos y se ahogan en una copa de ojén. Pero, lógicamente, tienen derecho a saber lo que aquí ocurre,

«Hace mucho tiempo, (tanto, que ni me acuerdo) un rey poderoso y astuto y su hermosa hija, estaban metidos en un grave problema. Más la menuda hija. Estaba a punto de morir. El rey, que vivía por su única hija, mandó llamar a todos los más expertos hechiceros, (yo soy hechicero)...-los chicos soltaron un bufido del susto y la impresión- y nos dijo- prosiguió Odorico como si no hubiera ocurrido nada- que si no conseguíamos la cura para el mal que agravaba a la chica, iba a matarnos. Evidentemente, nosotros, que somos leales al rey, por estar metidos en una llamada Orden de los Caballeros Hechiceros debíamos conseguir la bendita cura. Pero era algo tan grave, que parecía no tener una solución. Sin embargo, afortunadamente, mi hermano, que es más experto que yo, pero más joven, consiguió la cura. El remedio alivió a la muchacha en un santiamén, y el rey contento como sólo el mismo, le ofreció a mi hermano el medallón con su gemelo. Mi hermano no quiso aceptar, se había enamorado de la muchacha, y cuando pidió la mano de ésta, su padre se la negó. Como castigo, mi hermano la raptó y le dio una poción que la enfermó más gravemente que la anterior. El rey no pudo aguantarse y prometió casarlos y darles los medallones a cambio. En fin, todo se solucionó, pero mi hermano no les encontró utilidad a los medallones, pues el rey le había dicho que eran poderosos y mágicos, para quien revelase su secreto, (mi hermano nunca tuvo mucha paciencia para los objetos, el pobre, a pesar de su gran sabiduría) pero al dármelos a mí, lo descubrí: puede llevamos a un futuro compuesto y malogrado. Indistinto a nuestro mundo, como un universo paralelo que lo será por culpa de un futuro cercano que no se hizo...Verán chicos, éste es el País de Nielburgo, y sus alrededores, vuestra futura Europa... pero algo pasó, algo, no lo descubrimos con vuestros abuelos, que hizo que cambien los territorios y sus nombres... Supongo que con vosotros lo haremos, claro, si están comprometidos...esto es muy peligroso, tendrán muchas aventuras y verán lo que jamás han podido imaginar... Edward y Margueritte escribieron siete libros en los que relatan la verdadera historia del mundo, antes del Cambio...vosotros debéis seguir sus pasos...

Naomy lanzó un grito que amortiguó llevándose las manos a la boca:

-¡Nosotros tenemos los libros! ¡Hoy los hemos revisado! ¡Pero apenas los hemos entendido! También tenemos un pergamino que es un mapa, y algunas cosas de mi abuela...

-Mmmm... Bueno- afirmó Odorico asintiendo y con la mano en la barbilla- Si... deben conservarlos... la próxima vez deben traerlos., .-dirigió su mirada distraídamente a un rincón de la cueva durante unos instantes, pero los amigos no se atrevieron a interrumpirlo. Luego, el viejo hombre giró la cabeza hacia ellos y se sobresaltó al verlos. Prosiguió casi de inmediato- Disculpen, estaba pensando... cuando uno piensa, se interna en las profundidades de un mundo misterioso y enredado, capaz de internarte en él para siempre, no les recomiendo pensar o imaginar mucho...Bien...Creo que se están preguntando cómo llegó el medallón a sus abuelos...Bueno, pues..., yo experimentaba tanto con esos amuletos, que un buen día se me ocurrió juntarlos, acercarlos bien uno con otro, y ¡zas! Aparecí en una cabaña pequeña en donde jugaban sus abuelos. Lógicamente y como vosotros imaginaréis, pegaron el grito al cielo. Fue difícil calmarlos, pero a duras penas lo logré. Después les expliqué que yo había aparecido ahí por medio de los medallones... No entendieron. Pero lo más raro que vi en ellos, fue su ropa. No era como la nuestra.. .Tuve una corazonada y les pregunté en que año estábamos. Me contestaron que en 1955, y casi tuve un desmayo. Al fin había descubierto el poder de los benditos medallones: viajar novecientos años en el futuro. Después, sorpresivamente, mis medallones se separaron, y uno se rompió. Éste dejó caer un pergamino entre puntos de luz. El pergamino decía que los cuatro eran los escogidos para usar el medallón que restaba, y que debía llevarlos a mi tierra, les enseñara todo de ahí, y ellos descubrieran el porqué del Cambio. Como recién les dije, nunca lo supimos. Y después de que llegáramos aquí, hice como decía en el pergamino, pero era hora de que ellos regresaran a su tiempo... Ellos prometieron volver y así lo hicieron... Quiero que sepan que ahí, en vuestro tiempo, pasan los años igual que aquí... o sea que si allí pasan diez años, aquí también, y hace cincuenta años que sus abuelos vinieron aquí, en 1955... ¡vaya! En fin, vosotros debéis y tenéis que terminar lo que no terminaron sus abuelos...Chicos, vosotros sois los elegidos para descubrir el Cambio, pero recuerden, no podéis alterar los hechos... Recordad, no le digáis a NADIE de esto, o se romperá la magia de los amuletos... Ahaa... y deben agarrar el medallón de la misma manera que de la primera vez o pueden parar en otro lugar o estancarse en el Remolino del Tiempo...

Los cuatro amigos se quedaron sin habla al escuchar la extensa alocución de Odorico.

Éste se limitó a sonreír ante la incredulidad de los adolescentes.

-Tendrán que cambiarse de ropa...- dijo observando los pantalones vaqueros y los zapatos deportivos que llevaban.

-Ehee... pero- empezó Naomy.

-Yo conservo la ropa que utilizaron sus abuelos, vengan- contó Odorico levantándose y dirigiéndose a un recoveco de la cueva, que parecía hundirse de a poco en la tierra. Pero, asombrados, los amigos descubrieron que la cueva terminaba ahí, y más impresionados vieron como Odorico abría una puerta desvencijada al lado de ellos.

-Pasen-ordenó con voz amable.

-Oiga... pero... ¿Ya empezaremos ahora?- preguntó Enrique.

-Tranquilizaos, es mejor ir lento. El que se apura, se ahoga. Entrad.

Entraron, y se sorprendieron al ver que parecía que habían entrado en otra cueva, como si estuvieran pegadas una con otra. Adentro de la siguiente había más cosas, aparatos extraños y calderos más grandes, runas escritas con tinta roja por todas partes, armarios rotos y caídos, espadas, escudos y otro montón de bártulos más.

Abriéndose paso con dificultad entre tantos trastos, Odorico guio a los confundidos amigos a un rincón, entre pasillos de armarios rotos.

-Aquí-dijo enseñando uno en buen estado, diferenciado de los demás- Vean, hay todo tipo de ropa de este tiempo.

-¿De este tiempo?-exclamó Enrique esquivando una cota de malla, lanzada por Odorico- ¿En dónde estamos, Odorico? ¿Qué es éste lugar...?-preguntó ingenuamente, una vez más.

Odorico se detuvo antes de arrojar un yelmo con su capuchón de malla hacia cualquier lugar, y exclamó balanceándolo y haciéndolo tintinear:

-¡Estamos en la Edad Media, hijo!



3

CONFUSIÓN Y COMEDIA

 

-¿En la Edad Media?- repitió Enrique de malhumor por décima vez- ¿Quién fue el idiota que nos eligió? ¿No pudieron ser otros?

-No, tonto, mira el lado positivo- dijo Naomy, animándolo- Podemos usar éstos hermosos trajes- suspiró soñadoramente contemplando una túnica verde esmeralda que tenía una alforja. Enrique la miró duramente- Y además- se apresuró a añadir, captando la mirada de su amigo- Podemos meternos en un montón de líos... piensen en todas las aventuras peligrosas que tendremos...

-¿Desde cuándo te gustan los líos y las aventuras peligrosas?- preguntó Wil, extrañado mientras observaba unos guanteletes- Siempre creí que eras una amante de las reglas estrictas y de la seriedad...

-Desde ahora-dijo Naomy muy contenta, tomando un vestido granate.

-¡Vaya! ¡Cómo cambian las cosas! -comentó Geoffrey poniéndose una cota de malla.

-No te pongas eso, Geoffrey-le advirtió Naomy- Es para las guerras. Mejor toma esto-le pasó unas túnicas con capucha y unas botas.

-¡Miren! Esto es para gays- opinó Enrique con una risita, mostrando a sus amigos un jubón con rayas rojas y amarillas.

-No seas tonto, Enrique- manifestó Naomy enojada mientras sus amigos reían a carcajadas- Es un jubón de la época, más lo usan la gente importante...

-Pues, prefiero ser un esclavo que ponerme eso-aseguró Enrique testarudo.

-Pues, lo siento, Enrique- dijo de repente, Odorico, viniendo hacia ellos- Pero, al parecer, tienes las mismas medidas que Paul, y a él le gustaban los jubones, no usaba otras cosas.... Tendrás que conformarte con uno, hasta que consigas una túnica...

-¿QUE?- Exclamó Enrique, asustado como si Odorico le hubiera leído su acta de decapitación, mientras sus amigos y el viejo hechicero se echaban a reír.

-Nunca me he sentido tan estúpido y gay- refirió Enrique, ofendido después de que se hubo puesto el jubón- Esto es incómodo- estiró las calzas- Oigan, no se rían o les partiré la cabeza con esos alfanjes-aseguró mirando desafiante a Geoffrey y William que reían por lo bajo.

-No se acercarán a nada filoso hasta que les haya enseñado a usarlos- sostuvo Odorico muy serio, cuando Geoffrey le estiró los faldones del jubón a Enrique de broma- Podría ser peligroso- añadió y los separó, cuando Geoffrey le bajó el sombrero a hasta las narices a su amigo.-¡Basta!

Enrique lo miró inquisitivamente, cerrando un ojo y con el índice en el mentón por un momento. Luego aseguró arreglándose el sombrero y la pluma que tenía éste:

-¡Bah! Eso es muy fácil. Sólo se debe hacer esto- lanzó un mandoble con una espada invisible- y esto- se adelantó con una supina y una patada, que hizo que unos cuantos trastos le cayeran encima, cuando golpeó un armario. Sus amigos volvieron reír.

-Deben aprender a disciplinarse-dijo Odorico observando como Enrique estaba acostado de cualquier manera con las babuchas y las calzas en el aire y la cabeza hundida entre escudos y telas.

-Estoy bien, gracias- Expresó Enrique de malas maneras. William lo ayudó a levantarse, y lo dejó caer para que sus amigos rieran más, nuevamente,

-Iremos al pueblo, chicos-afirmó Odorico, mientras Enrique intentaba dar una patada a William-y ahí les mostraré los lugares y a la gente... ¿PUEDEN PARAR?-Gritó cuando Wil le bajó el sombrero a Enrique como había hecho su otro amigo, y Enrique intentaba propinarle un puñetazo, desequilibrándose,

-Naomy, ¿por qué no te has vestido ya?- preguntó Odorico sorpresivamente, al notar que la muchacha sostenía aún en una mano un vestido con la alforja.

Naomy enrojeció.

-¿Te quedará, querida?-preguntó nuevamente Odorico al ver que Naomy miraba hacia abajo notablemente ruborizada- Supongo que sí- certificó con la voz más dulce que pudo, pues Naomy se ponía cada vez más roja- Tu abuela era tan menuda como tú... eres muy parecida a ella... morena y pequeña, pelo ondulado y castaño, ojos marrones, nariz pequeña y labios amplios... ¿Sabíais que vuestra abuela estuvo apunto de casarse con el rey de Nielburgo? Pero Edward, su hermano, lo impidió, sino, Margueritte se hubiera quedado aquí para siempre- De pronto, a Naomy le volvió el color pálido a sus mejillas- Póntelo, no seas tímida...

-Es que... es que...- balbuceó Naomy. Tomó aire y dijo infidamente- ¿Cómo voy a cambiarme estando todos aquí?

Hubo un silencio de ultratumba, al cabo del cual, Odorico aseveró confundido:

¡Ahaa! Cierto- se rascó la patilla- Cierto, esto molestaba a Margueritte... Vamos, muchachos, sean nobles y caballerosos...

-Naomy, si necesitas ayuda, avísanos-le murmuró Enrique suavemente al oído- No me vendría mal entretenerme un...

-¡ENRIQUE!-Bramó Odorico, mientras Naomy derramaba dos brillante lágrimas y nuevamente se ruborizaba de la vergüenza.

Wil le propinó un fuerte puntapié en la tibia, que hizo aullar a Enrique. Éste en venganza, intentó hacer lo mismo, pero volvió a dolerle el pie, pues, William tenía puesta una greba debajo de su bota.

-Basta de peleas, o los torturaré-amenazó Odorico gravemente, Wil y Enrique se pusieron tiesos como soldados- Así me gusta. Vamos.

Naomy salió al cabo de cinco minutos. Estaba muy bonita con el vestido verde esmeralda, las botas, la alforja y el pelo ondulado recogido que el caía sobre el hombro izquierdo.

-Bien, hora de irnos-informó Odorico, despertando a Enrique y William de sus fantasías ensoñadoras sobre Naomy, y sacando a Geoffrey de sus ganas de masacrar a sus dos amigos.-Iremos a caballo. ¿Saben montar?-preguntó. Todos asintieron- ¡Síganme!

Acompañaron a Odorico hasta el comienzo del Bosque, que no era muy lejos, y vieron ahí a cuatro caballos atados a cuatro árboles.

Odorico montó en uno negro y brillante:

-Este es Matapotros, mi caballo. Es muy veloz y fiel- contó acariciando la negra piel del caballo.

Los chicos notaron que solo quedaban tres caballos.

-Yo subiré con Naomy en uno-Aseguró Geoffrey muy duramente mirando a sus amigos. Aferró violentamente a su prima de su pequeña mano.

-Ese es Dulcemiel-continuó Odorico señalando un caballo de color moreno con cola y crin blancas- Le hace honor a su nombre-añadió señalando el lomo del animal.

Naomy soltó un gritito emocionado a la vez que pegaba saltos cortos:

-¡Yo quiero subirme en ese, Gyff!-dijo señalando el caballo.

-Era el caballo de tu abuela- comentó Odorico- Ella lo bautizó así, porque es muy manso y fiel. Estos caballos son raros. Viven más de ciento cincuenta años. Este tiene sesenta y dos.

-Te ayudaré, Nany- se ofreció Wil caballerosamente, pasándole la mano a su amiga para ayudarla a montar.

-No, gracias- expresó Geoffrey de malas maneras y golpeando violentamente la palma de su amigo- Nos bastamos solos, William

Wil retrocedió frotándose la mano, ruborizado y asustado.

-No seas malo, Geoffrey-Pidió Naomy, mientras su primo la alzaba hasta el lomo del animal.-El sólo quiere ser gentil.

-Quiero éste- afirmó Enrique que desde que había llegado no había parado de observar a un caballo castaño cobrizo y más grande que los demás.

-Es Cascos- dijo Odorico- Era el de Paul... él lo quería con demasía... es muy bueno al trotar, y el ruido de sus cascos es mágico. Algún día lo sabrás-añadió al notar la cara de curiosidad de Enrique.

-Veo que te has quedado con Comecaminos, Wil- Siguió el hechicero- Es un excelente animal. Nunca deja caer al jinete, a no ser que sea un intruso. Siempre te reconocerá por vuestro olor, por vuestra esencia... y cada vez que lo llames, sea a gritos o desde el fondo de tu corazón, acudirá a vos.

El caballo era de un inmaculado blanco. Apenas William se hubo sentado en su lomo, empezó a olfatearlo, y después de unos segundos, relinchó feliz.

-Te quiere-comentó Odorico.

Enrique rió por lo bajo.

-El novio de William es un caballo.

-Si no quieres ir corriendo detrás de nosotros, callarás, Enrique- le advirtió Odorico fríamente.

Cabalgaron lentamente por el bosque. De vez en cuando, Odorico les enseñaba a guiarse por los árboles, por las plantas o flores por si se perdían.

Una hilera de frondosos abetos cubría la ladera de la montaña.

El Bosque era hermoso. Una alfombra de hojas doradas y cobrizas cubría el pastizal de un verde magnífico. Los robles eran cada vez más altos, según se internaban en él.

-¿Hacia dónde vamos, Odorico?-preguntó William.

-Al pueblo- contestó el hechicero.

-Pero parece que nos adentramos cada vez más al bosque...

-Saldremos por un camino seguro, no te preocupes.

-¿Seguro?

-Aquí la gente tiene miedo de los hechiceros. Me evitan- dijo Odorico con orgullo- Y si nos íbamos por las laderas de las montañas de Där-Mandil, nos encontrarán, y probablemente os apresarán. Los nobles son crueles, os aconsejo no entrometerse con ellos. Ahora nos vamos por el Bosque de Dar- Mandil hacia el suroeste, y así saldremos por el Río de Nielburgo y seguiremos su curso hasta el Bousque de Nielburgo y llegaremos al Pueblo por el Suroeste. Será una curva larga.

- Ehee... ¿Alguien entendió por dónde iremos?-preguntó Enrique.

- Yo nunca escuché nada de esos lugares- aseguró Geoffrey, pasmado.

Estamos en Nielburgo, Geoffrey- le recordó Naomy.

-¡Aha! Claro...

-Apuesto lo que quieras, Naomy, a que Geoffrey pensó que estábamos en Alemania- dijo Enrique maliciosamente, y esbozando una mayestática sonrisa.

Pero, de todos modos- insistió William, que no había interferido entre sus amigos porque estaba calculando algo- Tardaremos mucho tiempo, ¿no?

-Tal vez unos días- respondió Odorico como si nada.

-¿Tal vez unos días?- repitió Enrique, que casi cayó del caballo.

-¡Oh, no!- Dijo Naomy- Odorico, nos dijiste que tanto aquí como allá en nuestro tiempo, las horas pasan de igual manera... ¡Nuestros padres notarán nuestra ausencia!

-¡No me digas!- contestó Enrique, ya al borde del sarcasmo y la desesperación.

-¡Estamos fritos!- exclamó William.

-Odorico- suplicó Enrique, desesperado- ¿Tan importante es averiguar el Cambio del Mundo? ¿Pueden venir otros? Si no... ¿podemos venir otro día?

Odorico le lanzó una fría mirada:

-Escuchen, la obligación que ahora tienen es mucho más importante que regar las plantas u ordenar la habitación...

-¿Obligación?- inquirió William suspicaz, como si pensara que Odorico le estaba gastando una broma.

-¡Quiero mi Play Station!- se lamentó Enrique con las manos al cielo.

En ese momento, una flecha atravesó el aire velozmente y pasó entre el hueco que habían hecho los brazos de Enrique, y fue a parar a un árbol. Seguidamente, otra lluvia de flechas les bombardeó, y Odorico gritó agitando los brazos, mientras Geoffrey le servía a Naomy como escudo humano:

-¡Basta, insolentes desordenados, soy yo!

Inmediatamente, asomaron de entre el follaje de árboles, decenas de muchachos que debían de tener casi la misma edad que los cuatro amigos.

Todos llevaban túnicas verdes o grises, botas de cuero crudo y ballestas preparadas.

-¡Manada de imbéciles!-gritó Odorico, bajándose de Matapotros.

- Casi nos aciertan, ¿por qué no miran bien antes de lanzar? ¿Qué les he enseñado? ¡Una señorita viaja con nosotros, pedazos de bestias! ¿En dónde están Robin y Froderick?

Dos muchachos con sendas túnicas verdes se bajaron ágilmente de unos robles altísimos.

-Lo sentimos, Odorico, creímos que eran la guardia del Señor Feudal- contestó un chico alto y rubio guardando su ballesta. Sus ojos azules e intensos se detuvieron en Naomy. Le hizo una profunda reverencia diciendo:

-Disculpe, miladi, no fue mi intención, dispense mi cobardía y mi falta...

-No importa- le cortó Naomy con voz ronca. El chico le dirigió una sonrisa y siguió en la posición de su exagerada reverencia.

El otro, de pelo negro y ojos marrones y grandes, no se precipitó en ninguna inclinación como su amigo, sólo pidió disculpas cortésmente.

-Wil, Geoffrey, Enrique, Naomy- dijo Odorico dirigiéndose a los cuatro asombrados amigos- estos son Robin- señaló al muchacho alto y rubio- y Froderick.- el chico de pelo negro asintió mirándolos- Son los jefes de un grupo de huérfanos y chicos que escaparon del yugo de sus nobles padres, que cuidé durante la ausencia de sus abuelos por diversión. Pero son buenos cazadores y jinetes. De hecho, son excelentes.. .-se ufanó Odorico.

Robin no dejaba de mirar embelesado a Naomy, quien por su parte giró la cabeza muy colorada, y William, que se había dado cuenta de todo, apretó los puños y los dientes observando con toda su ira a Robin.

-Robin, Froderick- continuó Odorico- Ellos son William, Enrique, Geoffrey y su prima Naomy...

Robin bufó asustado y preguntó algo desesperado:

-¿Ya se han casado?-observó que venían juntos. Wil se puso rojo y casi se traspasó la mano con las uñas, mientras Enrique se reía por lo bajo.

-¿Qué?-preguntó Naomy, observando nuevamente a Robin. Al chocar su mirada con él, la desvió ruborizada. Luego se acordó de que su abuela le contaba historias en que los primos se casaban entre sí en la Edad Media hasta la Edad Contemporánea; se acordó de Lo que el viento se llevó, cuando Melania Hamilton se había casado con su primo Ashley Wilkes.

-¿Casarnos? ¿Ella? ¿Yo?- exclamó Geoffrey asustadísimo, apartando a Naomy de sí, cosa que casi la echó del caballo.

-¿A ti que te importa si están o no casados?-preguntó William apretando los dientes y con la ira impregnada en su temblorosa voz

Robin lo atravesó con su mirada.

-No, Robin, no estamos casados...- aseguró Naomy, sin poder mirar al muchacho.

-¿A no?- saltó éste a su vez.

-Cuando terminen de compartir su vida social- les cortó Odorico de mal talante- les pondré al tanto de algo, Froderick y...¡ROBIN!

Robin seguía interesado en Naomy. Ni se había inmutado en escuchar a Odorico, que estaba furioso, y su corta barbita se había erizado. El chico lo miró desconcertado. Por otra parte, William parecía capaz de asesinar con la mirada a Robin. O bajarse del caballo y propinarle un buen puñetazo...

-Bien, Caballeros de la Antigua Orden del Bosque, vuestra atención, por favor- Pidió Odorico-¿Os acordáis de las historias que os he contado sobre cuatro amigos del futuro? ¿Recordáis que os dije que es cierto? Pues, aquí tienen a los nietos de Margueritte, Edward, Paul y Henri. Como ellos no llegaron a averiguar nada del Cambio, del que les conté, sus nietos han sido elegidos para continuar...

-Una pregunta- le cortó Enrique a Odorico, levantando una mano como si estuviera en el colegio. Naomy y Wil se agarraron la cabeza con las manos, pues Enrique siempre levantaba la mano para hacer preguntas estúpidas y sin sentido (de broma o a propósito), a veces incluso, ni levantaba la mano.

-Quiero saber, Od,- siguió Enrique- ¿Por qué nos eligieron a nosotros y no a nuestros padres?

-Para que tú preguntes, Enrique- le contestó William sarcásticamente,

-No, no os lo diré- aseveró Odorico, cruzándose de brazos.- O mejor dicho, si, les diré... Pero no ahora, en el Bosque, será mejor que volvamos a mi cueva. Mañana, o la próxima semana cuando terminen vuestras clases podéis venir...

-Estamos de vacaciones- contó Naomy alegremente. Nunca le habían agradado tanto las vacaciones.

-Bueno, pues, deben venir cada vez que puedan.- Recalcó el viejo hechicero- Eso sí: deben inventar excusas acertadas...

-Eso será fácil- dijo Enrique- le podemos pedir a Geoffrey que las invente. Le dirá a nuestros padres exactamente lo que haremos...

William se apresuró a fingir su risa.

-...para que no se arme un lío... ¿me están escuchando?- gritó Odorico al verse interrumpido por las burlas de Enrique.

-No- contestó este último.

Acto seguido, Odorico alzó un dedo largo y tembloroso, y señaló a Enrique. Movió su dedo como si estuviera apretando un botón invisible a su altura, y Enrique se quedó callado en el instante. Mejor dicho, no volvió a hablar hasta que los cuatro amigos se hubieron cambiado y llegaron a su tiempo.

Odorico le había enmudecido con magia.



INDICE

Prólogo 7

1

Historias 9

2

Odorico de Sadre Y Arcón. 27

3

Confusión y Comedia   35

4

Los Caballeros de la Antigua Orden del Bosque 43

5

Duras Pruebas 63        

6

Patagónika y Odorico   75

7

El Imperio de Nielburgo 83

8

Pruebas Diferentes 101

9

La historia de Odorico y Sarkan 115

10

¿Puras coincidencias? 137

11

Preparando el viaje 151

12

Andando por Där- Mandil Y Verdín con Lady Naomy De Nielburgo 157

13

La extraña desaparición y aparición de Wil y Naomy. Agonía y Alegría De Robín 171

14

El Bosque Verde, La Gran Muralla, La Comarca de Minhrait. 185

15

Con los Vurgundios 201

16

Con los Antillanos 217

17

Dos Tratados y una Boda 227

 

 


 

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