Portal Guaraní - LAS 15 REVOLUCIONES DE CHILÍ - Por Toni Roberto

Hoy le rendimos homenaje a Chilí Yegros, una de las muchas mujeres paraguayas que por los inconvenientes de la vida tuvieron que llevar adelante sus familias; ella a meses de cumplir 100 años sigue trabajando en su tradicional local de la calle Eligio Ayala casi Pa’i Pérez.

Una empinada escalera que llevaba a un alto patio, en la puerta un viejo 3CV descapotable y una casa de decoraciones son mis borrosos recuerdos de niño que asocio a la imagen de Chilí Crosa de Yegros, una asuncena que en mayo próximo cumple un siglo. Charlar con ella es un homenaje a la vida y como diría Charles González Paliza desde su vergel de Villa Campeonas de Asunción: “En vida hermano, en vida”. Esa es la premisa de este domingo. Sus consejos son aulas de vida dictadas por una mujer que vio pasar 15 revoluciones en el más amplio sentido de la palabra, la más cruenta, la de 1947, sumada a una guerra y una pandemia.

Dicen que conociendo el origen de uno es más fácil entenderse. Así ella nos relata su historia desde la Guerra Grande. Su abuela, una destinada, al volver terminada la contienda y encontrando desolada su Trinidad natal, decide llegar hasta los alrededores de Asunción e instalarse en aquel abandonado solar asunceno, cosa común en aquella época de una ciudad devastada. Así decide invitarle a otros trinidenses que también “volvían a nacer” después de tan cruenta batalla y así van formando esa zona de Asunción del barrio San Roque.

La otra revolución empezaba, la de reconstruir un Paraguay hecho añicos con tan injusto enfrentamiento. Gracias a la larga vida de esa valerosa mujer sobreviviente y fallecida a los 102 años, tía Chilí, como se la llama con cariño, pudo atesorar historias de oído y de primera fuente. “El Dr. Migone la atendió a mi abuela con mucho cariño hasta el final de sus días ya entrado el siglo XX”, nos cuenta con una lucidez incomparable, que le debe inspirar a muchos seguir “el arte de vivir la vida”.

Sus inicios en la decoración se remontan a los años 50, lo que le confiere junto a Anita de Nasta el título de “pioneras de la decoración en el Paraguay”. Así, vistió los más importantes edificios modernos de la época como el Banco de la Nación Argentina y la embajada argentina. En estos dos proyectos juntó a una legión de costureras como nunca antes se había hecho en el Paraguay para cumplir con tan importante contrato; es que los primeros arquitectos modernos que volvían de estudiar de Montevideo diseñaban arquitecturas con grandes ventanales y eso requirió “kilómetros de cortinas”.

También realizó el enorme telón del Teatro Municipal. Las dificultades de la época para la acústica de importantes emisoras se resolvía creativamente: “Un día me llama uno de los directores de radio y me dice: ‘Chilí, la calle del frente se acaba de asfaltar y el ruido es infernal’. Entonces resolví el problema simplemente con cajas para huevos, luego repliqué este método en otros medios de comunicación con mucho éxito”, nos cuenta Chilí.

Las anécdotas son interminables como cuando trabajó para el Teatro Municipal y el intendente de aquella época le hizo el cheque para saldar. Se fue al banco, cobró y después de dos días se dieron cuenta de que no tenía firma. Cuando apareció en su oficina el cajero se pegó un gran susto: “Me dijo, ‘señora, el cheque que cobró no tenía firma’. Entonces le tuve que devolver la plata y se tuvo que librar un nuevo cheque”, nos cuenta con mucho humor.

Pero una de las historias más famosas es cuando un político que estaba en el poder a principios de los años 60 le dijo: “Chilí, decóreme la casa, pero eso sí, tapíceme las paredes del escritorio con lomo de libros, entonces tuve que recurrir a una editorial de la época para realizar el sueño de la pared con libros de gua’u y así cumplí su sueño”. Este suceso pasó con el tiempo a ser una leyenda urbana asuncena y se suele escuchar la frase: “Señora, decóreme las paredes de mi escritorio con libros de gua’u”, refiriéndose a ese famoso hecho.

No faltaban los “mandamases” que no querían pagar sus cuentas. En este sentido, nos cuenta: “Una vez pude cobrar un trabajo recurriendo a mi hijastro, que era edecán de Stroessner. Antes de que le termine de contar la situación, el moroso ya estaba en la puerta de mi casa de decoración con la plata en mano”.

Hoy la mujer de las 15 revoluciones sigue atendiendo en el mismo local de la calle Eligio Ayala entre Pa’i Pérez y Curupayty, pero eso sí, sigue la tradición de hacer la siesta; todos los días de 12:00 a 15:00 cierra el negocio y vuelve a atender hasta las 19:00 para seguir embelleciendo las arquitecturas como lo hace desde hace más de 70 años y a meses de cumplir 100 años. Todo un himno a la vida.

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