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ALBERTO CANDIA

  LA LECTURA - Por ALBERTO CANDIA


LA LECTURA - Por ALBERTO CANDIA

LA LECTURA

Por ALBERTO CANDIA

 

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho, indicaba Miguel de Cervantes. Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros, afirmaba San Agustín. Cuando oigo decir que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él, aseveraba Nicolás de Avellaneda. La lectura es a la inteligencia lo que el ejercicio es al cuerpo, ratificaba Richard Steele. Leer es el único acto soberano que nos queda, revelaba Antonio Muñoz Molina.

 

La lectura es placer, conocimiento, emoción, enajenación, alegaba Fernando Trueba. Un hombre no es sino lo que sabe, decía Francis Bacon. Vemos, pues, que la lectura genera en los hombres pensantes y perspicaces cuantía de beneficios creadores de ilimitadas y notables máximas. En un ligero análisis, auscultemos cuál es su condición práctica en el suelo guaraní.

El periodista español Fermín Bocos sentenciaba sobre el tema referido: Un país cuyos habitantes no leen o leen escaso, es más vulnerable al engaño y la explotación.

La pobreza o el exiguo poder adquisitivo contribuye superlativamente a la ignorancia profunda y al cretinismo exacerbado. Cuando al pueblo no le alcanzan sus ingresos monetarios para el sustento esencial, no logrará el mínimo placer de adquirir un libro, desalentando de esa forma su instrucción o la simple y curiosa indagación. Mucho menos podrá planificar la formación de una pequeña biblioteca como fuente de consulta y exploración. Por consiguiente, un pueblo pobre siempre será inculto y solo estará supeditado a las ocasionales excepciones.
El extraordinario filósofo griego Sócrates, con todo su caudal de sabiduría, expresaba llanamente "Solo sé que no sé nada", incitando así a la lectura y al saber de buena tinta, contrastando con la gran mayoría de las políticas de gobierno y los azarosos intereses internacionales que prefieren el oscurantismo de un pueblo para acorralarlo y sojuzgarlo al arbitrio y modelo de las grandes potencias, al solo efecto del "poder por el poder mismo". Con el fin de evitar el despegue, la evolución y la transformación de una nación, implementan verdaderas proezas metodológicas, impidiendo que ella apunte al diseño de su colofón autónomo y progresista que desabroche las amarras de las coacciones de vigorosos dominantes. La inteligencia, el talento y las sanas intenciones que confiere el hábito de la lectura discrepan con los propósitos malsanos de los intereses mezquinos, al otorgar amplitud y razonamiento claro al lector.

Cada vez se estudia y se investiga menos en el Paraguay, pues la predisposición por absorber breves conceptos, a través de resúmenes, dictados o exiguas fotocopias, causó la involución en la capacidad cultural y científica del estudiante, cualesquiera fuesen las razones esgrimidas. En un pasado no tan lejano, la lectura -que aunque transcurría a la luz de las velas- formaba parte de una disciplina, de una causa suprema de carácter general y sobre todo particular que implicaba la elevación social del núcleo familiar en la comunidad en que vivía. La doctrina de una colectividad era el saber. Así es como se ganaba el respeto y admiración de los demás, fortaleciendo al individuo con la satisfacción por la sabiduría excelsa a disposición del semejante y de su propio entorno.

Ampliar la cultura y el conocimiento a través de la lectura es una premisa, una condición ineludible del conglomerado humano que apunta a la excelencia y habilita a su especie para la convivencia en cualquier punto del orbe. La lectura forja el destino del hombre y sin ella no es posible acceder al privilegio de una "buena vida" y del confort anhelado por todos. Sin embargo, la lectura se ha convertido en una "molestia", una "virtud de filántropos" o simplemente una "pérdida de tiempo" para la sociedad actual, ya que sus valores fueron trastocados por el facilismo, la superficialidad, la inmediatez, el materialismo y la famosa ley del "menor esfuerzo".

En la actualidad, los libros "queman el parietal" de los bisoños que carecen de condición de sacrificio. Habitualmente justificamos tal actitud con que "la juventud está en otra cosa", pero a cada paso vemos a longevos que dejaron pasar preciosos minutos de su vida por involucrarse en el barullo social enfermizo y enfermante. Este aturdimiento, propiciado por la cotidianeidad banal de su propio hábitat, es de tan grueso calibre que no le permite tomar conciencia de la dolorosa limitación intelectual en que se mueve. Entonces, no podrá transmitir a sus descendientes las agudas experiencias e inculcarles un ideal mejor, de soberana dignidad y de no cometer sus "mismos errores".

Así percibimos que los individuos del presente no ostentan -tan siquiera- una elemental inquietud por la ilustración y la formación individual. Ya en el hogar se percibe este agravado déficit, por consiguiente, se forman ciudadanos deteriorados y sin valores esenciales. Para peor, la condición coyuntural del mercado nacional con la vigencia de los "precios prohibidos" en materia de libros que excluyen por completo a la masa, agudizó la desinformación, atizando la convivencia en las penumbras y la imposibilidad de acaudalar sus discernimientos mediante una fluida y fecunda lectura.

Resulta alarmante observar cómo la población se ha sumergido en la trivialidad, por lo que en forma vertiginosa va perdiendo "el hábito" a la lectura, peligrosa condición y "mortal padecimiento" para la autosuficiencia y la superación constante de un país empapado en el atraso y la sumisión. Leer implica refinamiento, liberación y un significativo ungüento -curativo- de males endémicos que azotan la psiquis y el organismo de los seres vivos. Solo ella es capaz de lograr una verdadera y profunda revolución de los estereotipos que agobian y arruinan a los habitantes de esta República. Al respecto, la política española Cristina Almeida comentaba escuetamente: la lectura supone capacidad de conocer, de abrir la mente, de cuestionar tus propias ideas, ser más universal y aumentar tu caudal de expresión y de ideas, soberanamente.

Mucho peor se presenta el panorama del otrora "consumo popular", el diario. Esta antigua fuente de pesquisa ya no es apetecida por el potencial leedor. Cualquier pretexto resulta eficaz para justificar el menoscabo a la lectura. Presupuesto, tiempo o pereza, la cuestión es que cada vez se "sabe menos" promoviendo un modelo standard de individuos esencialmente rústicos, dóciles y dependientes, enlazados en una mediocridad lacerante y haciendo añicos de la fisonomía de un país que necesita imperiosamente innovarse para rejuvenecer su semblante a través de la esperanza que solo confiere el intelecto.

En el Paraguay del tercer milenio, con 6.000.000 de habitantes, solo el 1% lee diariamente el periódico, es decir, 60.000 personas. De las cuales más de la mitad lee ABC Color (promedio: 1 dólar por día) y el resto se reparte proporcionalmente entre los demás medios escritos que circulan por todo el territorio nacional, entre capital e interior de la República. Este solo hecho demuestra el infortunio de una población escasamente fértil para la lectura seria, condición que le inhibe para encarar emprendimientos de envergadura, transformándola en hato de vasallos de todo tipo de autocracias locales o foráneas. Moraleja: Un terreno fecundo para la explotación inmisericorde que imperiosamente debe ser desterrada del Paraguay.

Finalmente, es bueno recordar la bondad, candidez y el practicismo del místico alemán Thomas de Kempis cuando escribía sobre la lectura, tan necesaria como vital: He buscado el sosiego en todas partes, y solo lo he encontrado en un rincón apartado, con un libro en las manos.

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Domingo, 1º de Octubre de 2006

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY






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