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ALBERTO CANDIA

  EL HÁBITAT MUSICAL PARAGUAYO SE EXTINGUE - Por ALBERTO CANDIA


EL HÁBITAT MUSICAL PARAGUAYO SE EXTINGUE - Por ALBERTO CANDIA

EL HÁBITAT MUSICAL PARAGUAYO SE EXTINGUE

EL SILENCIO DEL UNIVERSO SONORO GUARANITICO

Por ALBERTO CANDIA

 

"Verde que te quiero verde", exclamó Federico García Lorca (1898-1936) a más de 400 años del descubrimiento de América que aún se hallaba totalmente cubierta de un tupido verde, albergando una vida sin igual... Y la pródiga naturaleza de los guaraníes, otrora fuente inacabable de paisajes, susurros, mitos y leyendas que inspiraron a escritores, pintores, poetas y músicos para obras que son paradigmas de la creación, está hoy agonizante y alterada en su perfecta armonía de sonidos y colores. La biodiversidad, la flora y la fauna paraguayas fueron arrasadas a troche y moche por los desquiciados de siempre. La mano extranjera asociada a la codicia nacional han asesinado la biosfera sustentadora de los sueños y la existencia del hombre.

 

La estirpe guaraní ya no podrá nutrirse de su manantial para generar efluvios espirituales que correteen a fin de "pintar", "dibujar", "describir", "narrar", "silbar", "cantar" y "bailar" las armonías sublimes de esta tierra. La condena a muerte del leit motiv artístico paraguayo nos obliga imperativamente a recordar y enumerar los "frutos estéticos" que a borbotones nacieron de él cuando aún reinaba el equilibrio mental y existencial.



DESTRUCCION DEL ECOSISTEMA

La invidente retórica de los "poderosos" terminó por destruir a la inmensa riqueza y bellos manjares del Paraguay mediante falsedades, fraude y pactos espurios con los saqueadores financieros que en las trastiendas transan para succionar desaprensivos todo el caudal que el paraíso de esta República ofrecía a sus habitantes y congéneres, cohabitando armónicamente en la espesura de aquel incomparable oasis guaranítico.

Los cerrados clubes bursátiles y los aviesos especuladores de las finanzas nacionales, en cofradía con las administraciones de turno, manipularon y expoliaron los "tesoros naturales" de pueblos enteros, transgrediendo y cercenando los designios del presente y del futuro de la misma Nación. También los enlaces de gobiernos y "políticos profesionales", embusteros de la "rosca maldita" protegidos por el oscuro antifaz de sus oropeles, solo generan la fortuna personal y mercantilista de los "dignatarios", en abierta indiferencia hacia la hecatombe que generan a su propio mundo circundante local y a la misma destrucción del planeta, como si sus pies se posaran en el suelo de Plutón.

La deforestación y la depredación inmisericordes, fruto de la irracional explotación, generan el exterminio de la especie, algo parecido a lo que hicieron los conquistadores con los aborígenes que habitaron estas tierras. Asociados en la inmunidad y amparados por la impunidad, estos traidores de la Patria que pululan en nuestro suelo acometen con sus tropelías de mortandad a toda la flora y fauna guaraní, trastrocando las raíces, la identidad y los auténticos valores ancestrales. A propósito nos decía el biólogo y novelista francés Gustave Flaubert (1821-1880): la tierra tiene límites, pero la estupidez de la gente es ilimitada.



ALIADOS PARA MERCAR

La "patria sojera" invertebrada, errante y apátrida, literalmente rastrilló cuanto encontró a su paso acompasado con la sonrisita amorfa de las autoridades, ¡Oh ironía! elegidas precisamente para defender los intereses de la Nación, a fin de erradicar cualquier intento de despojo o destrucción.

A la sistemática ruina del "medio ambiental" se llega por la siembra mecanizada que arrasa con el natural equilibrio, regándolo con llovidas artificiales de tóxicos que degeneran y mutilan a los humanos; por los ganaderos que solo piensan en los campos traviesa, pasturas, bretes y mataderos envenenando todo a su paso en pro de su exclusiva bonanza; por los aserraderos que eligen las mejores especies para tumbarlos y rebanarlos sin reponer tan siquiera un ejemplar; por los industriales que procesan sus productos degenerando con sus emanaciones, desequilibrando la pureza del aire y de las aguas y alterando el sistema climático. Todos aliados y defendidos para mercar, protagonizan el holocausto de las razas y las etnias, generan la transformación o extinción de las tradiciones por lo que el génesis, desarrollo y evolución de la "música paraguaya" navegará demacrado por otros surcos, híbridos y desatinados.



FINAL DE LA NATURALEZA SONORA

¿Cuántos pintores, escritores, poetas y músicos describieron al Paraguay en sus obras? ¿Serán apenas un lívido retrato de una Patria que existió y nada más? ¿Qué visión tendrán las generaciones futuras de aquel país que poblaron sus antepasados? ¿Somos capaces de salvar lo poco que queda aunque sea perennizando en cautiverio a las diferentes especies naturales?

Los interrogantes surgen a borbotones cuando en estado de éxtasis escuchamos la espectacular descripción de un "Canto de mi selva" (Herminio Giménez) y ella se extingue, o cuando detalladamente se plasma a la madre natura en un "Pyhare amangype" (Emiliano R. Fernández) y se reduce al polvo, al vacío y a la evaporación... y tantas otras que expresan la sinfonía natural de la fauna que habitaba en los densos bosques, fuente de energía, de vida y de creación. Esa madre diáfana y cristalina hoy ya no está, la naturaleza canora camina directo a su extinción.



LA TIERRA, LA FLORA Y LA FAUNA

Todas ellas generaban inspiración, imitación y perfección. Conmovedoras de todos los espíritus y causantes de obras excelsas en todas las ramas del arte. Sin embargo, lejos quedan aquellos gritos estentóreos de los jangaderos, mensúes, obrajeros, pescadores y otros peones que trasuntaron su época al aparecer en medio de la selva y los valles, quedando cautivados por tanta belleza circundante. El impresionante relato de sus vivencias, vivificado con silbidos y balbuceos, generó el "motivo popular" sin autor identificado. Algunos de ellos son: "Paloma Pará", "Guyra farra", entre otros. La vorágine de la convivencia generosa, desprendida y armónica no se ocupó de eternizar los nombres en "registros autorales" sino a los hombres y sus actitudes, verdaderos trovadores que dejaron enseñanzas y ejemplos con su vida, entrega y trabajo.

Numerosas obras descriptivas y onomatopéyicas surgieron de la "verde selva" como leit motiv de grandes compositores que felizmente antes del colapso del ecosistema desarrollaron obras monumentales gravitando por sí solas como "Pájaro Campana" (Eloy Martín Pérez), "Cascada" y "Ykua ka’aguy" (Digno García), "Hehui", "Guyrau", "Gallito cantor", "Ka’aty" y "Mburikao" (José Asunción Flores), "Polka burro" y "Taguato caracolero" (Bonifacio Román), "Korochire" (José Bragato), "Jagua’i Karê" y "Ryguasu kokore" (Efrén Echeverría), "Che renda alasa" (Silvestre Silva), "Piriríta" (Alejandro Villamayor), "Gotitas" (César Cataldo), "El mensu" (Ramón Ayala), "Che trompo arasa" (Herminio Giménez), "Karáncho pepo" (Emilio Bigi), "Ka’aguype" (Florentín Giménez), "Mokõi guyra’i" (Quemil Yambay), "Canto del hachero" (Agustín Barboza), "Yguasu" (Amado Saravia), "Las abejas","“Un sueño en la floresta" y "Ha che valle" (Agustín Barrios), "Che burro mi" (Juan de la Cruz Escobar), "Ka’aguy ryapu" (Julio Escobeiro), "Mokõi Kogoe" (Silverio Rodas Vargas), "Ha pilincho" (Toledo Núñez), "Teteu" (Félix Pérez Cardozo) y tantas otras, que con su solo nombre nos sugieren naturaleza pura, susurro de querubín, formando parte del parnaso musical de la ancestral República Guaraní.



FUENTE DE VIDA Y DE CREACIÓN

La selva, el paisaje, los ríos, las cataratas, los arroyos, las cascadas, los esteros -todos ellos sepultados bajo sus propias aguas- los pájaros, las flores, las sombras, los alimentos, las medicinas, los animales; la vida silvestre toda, serán parte del "cuento de hadas", fallecidos por depauperación. En las diferentes épocas, los grandes pensadores se ocuparon del tema con inquietud. Ya el novelista estadounidense Horace A. Vachell (1861-1955) advertía: en la naturaleza no hay recompensas o castigos; hay consecuencias. Aún así, el hombre no escarmienta y el calentamiento global ya es una realidad como así también los efectos climáticos de "El Niño" que nos abofetea constantemente.

El naturalista y realizador de documentales español Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980) se hacía eco de las barbaridades humanas aseverando: Dios siempre perdona, el hombre a veces, la naturaleza no perdona jamás. En el mismo orden el pintor irlandés Francis Bacon (1909-1992) decía: Solo podemos dominar a la naturaleza si la obedecemos. El propio escritor y político François-August René de Chateaubriand (1768-1848) era consciente de ciertos disparates humanos y comentaba: los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen.

Tal vez por ello, el matemático y físico francés Blaise Pascal (1623-1662) intentó dogmatizar su visión afirmando: La naturaleza tiene perfecciones para demostrar que es imagen de Dios. Semejante aseveración contiene una profundidad inconmensurable, sin embargo, desfiguramos el rostro del supremo hacedor. Del mismo modo, el sabio filósofo griego Aristóteles (384-322 a.c.) reflexionaba al respecto: el médico cura, pero la naturaleza da bienestar.

El artista e inventor italiano Leonardo Da Vinci (1452-1519) también consideraba a la ecología como parámetro de inspiración y afirmaba: La naturaleza es benigna y provee de manera que en cualquier parte halles algo que aprender. Al respecto, el científico británico Charles R. Darwin (1809-1882) narraba su propia experiencia: entre los cuadros que más honda impresión han causado en mi espíritu, ninguno tan sublime como el aspecto de las selvas vírgenes donde no hay vestigios del paso del hombre. Por ello, preocupado de su corazonada, el novelista francés Víctor Hugo (1802-1885) indicaba: Primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales.

Finalmente, para meditar sobre la tierra y su naturaleza como fuente de vida y creación ¡agotable!, y por si acaso hubiese algún resquicio de posibilidad para salvar al entorno humano y los exiguos motivos de iluminación artística, exponemos estos tres pensamientos célebres: a) Napoleón Bonaparte (1769-1821), emperador francés sostenía: El hombre no puede vivir donde las flores degeneran; b) Rabindranath Tagore (1861-1941) escritor hindú apuntaba: La tierra es insultada y ofrece sus flores como respuesta; c) Pablo Neruda (1904-1973), poeta chileno, escribía: Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Domingo, 12 de Noviembre de 2006

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY






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