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ALBERTO CANDIA

  LA SILENCIADA MÚSICA DE LOS PARAGUAYOS - Por ALBERTO CANDIA


LA SILENCIADA MÚSICA DE LOS PARAGUAYOS - Por ALBERTO CANDIA

LA SILENCIADA MÚSICA DE LOS PARAGUAYOS

CON EL PENTAGRAMA EN EL ATAUD (I)

Por ALBERTO CANDIA

 

Caminando por las calles de Asunción, en una tradicional esquina, escuché entre los cambistas a alguien que propalaba su intima inquietud: “Nañahenduvéi ningo ñanemba’éva”, quejándose lacónicamente de las políticas de difusión implementadas por la radio, la televisión y la prensa escrita. En el acto, un compañero silbó con gran alegría una seductora y afinada melodía, aunque desconocida para mis oídos.

 

Al concluir, el criticón imperativamente le preguntó: “Mba’e upéva”, y el silbador, con énfasis, le respondió: “Ko tuñe’ê rehendúva chemba’e”, y remarcó con cierta presunción: “Ha’e peteî checreación”. La espontánea hilaridad generalizada y el pipuuuuu característico de los paraguayos se apoderaron del improvisado escenario. Como por arte de magia, aparecieron los “talladores”, quienes, con determinación, le espetaron: “Ko’ágã katu menovéntema ñahendúta ñane música paraguaya”.

Este suceso callejero me produjo un saludable regocijo, pero también una sensata inquietud reflexiva sobre los fenómenos que atraviesa la música de nuestro país. La música en el Paraguay pasa por sus horas más aciagas, y no es a causa de los creadores anónimos –como hemos visto–, sino por una desabrida sociedad que infaliblemente la condena a su total retraimiento porque siente vergüenza de su origen, destruyendo implacablemente todo lo que se rotule de “fabricación nacional”. ¡Qué mentalidad!

Sin embargo, los extranjeros vibran y hasta sollozan de emoción al oír nuestras dulces obras folclóricas. Muchos expresan no entender la letra en idioma guaraní, pero las lágrimas les brotan espontáneamente.

La difusión de las obras de los grandes creadores nacionales es prácticamente nula. Sus espacios fueron degradándose desde hace 50 años, y hoy se han reducido a las más escasas y marginadas horas de audición. Por lo general, estos programas quedan “arrinconados” para las horas en que “todo el mundo” trabaja o “todo el mundo” duerme. Los días y las horas centrales sirven para difundir “cultura foránea”, que en la mayoría de los casos son pura basura, prefabricados para el consumismo a mansalva. Estos temas son “la masa”, tal vez porque no comprometen nuestro complejo de ser paraguayos.

Las radios “invierten fortunas” comprando solo discos de afuera. En las más de 300 emisoras existentes en todo el territorio nacional, sus discotecas están plagadas de extranjerismos, que más bien contribuyen a la trivialidad y al cretinismo. Ese espectro discotequero no tiene –absolutamente– relación con “lo paraguayo”. Para colmo, se importa escasa música de calidad que sirva de catalejo o modelo a los creadores, a los intérpretes o para el simple disfrute estético del oyente. Los productores de programas solo apuntan a “embarullar” los oídos, las mentes y las almas, como puente y vehículo de publicidad y propaganda que conduzca a importantes réditos económicos para sus arcas. ¡Nada más!

Esta afrenta se resume en un viejo axioma cada vez más vigente y con mayor fuerza. Dice el aforismo: “El materialismo devora a la cultura”. Pues bien, ni lo clásico, ni el rock, ni el jazz, ni el folclore o cual- quier género creado por los innovadores paraguayos que ejercen la música como profesión o simple recreación (hobbie) tienen sus canales o segmento de expresión y propagación mínima. Es que la exquisita calidad creativa del paraguayo no tiene cabida en su propio país. ¡Increíblemente!

Sus obras siempre están siendo desdeñadas por los propietarios, productores, intermediarios, disqueros (disjockey), libretistas y autómatas que se regodean a sus anchas porque los organismos encargados de hacer regir, velar, calificar y penar no funcionan. La ley es letra muerta y poco favor se le hace a la cultura generada “por” los paraguayos “para” los paraguayos. Los inspectores o centinelas caen en el facilismo de la componenda y la corrupción y pasan a formar parte de la letanía general de la república, con el más terrible epitafio de la realidad: sin novedad en el frente.

Ex profeso, en 4 años de mandato de este gobierno, los jerarcas se perdieron en menudencias, pudiendo haber hecho algo sustancial por la cultura con las cataratas de donaciones que recibió y que fueron a parar en “cualquier cosa” sin rendición de cuentas, o el mismo Presupuesto General de la Nación, donde hay debates, fondos y aumentos para cualquier estamento, menos para la cultura que aún se maneja como una limosnera, para que con dádivas o propinas pretenda llevar adelante los encajonados proyectos.

Como en la educación y la salud, la cultura tampoco puede soportar más postergaciones ni limitaciones. Es perentoria la necesidad de la “puesta en marcha” de una verdadera “revolución cultural” con carácter vernáculo, nacional e internacional, que nos permita despegar del mare mágnum que representa la enmarañada globalización, amenaza de nuestro ñande ypykue y el pasional ñande reko. No podemos caer inocentemente en las garras perturbadoras del “pulpo foráneo” bajo la excusa de una artera estandarización de las costumbres (implantación), que no es otra cosa que la mera introducción universal de sones elegidos al servicio exclusivo de los intereses transnacionales y en detrimento de los reales y auténticos modos ancestrales.

 

 

Serie de artículos publicados por ALBERTO CANDIA 

en el diario ABC COLOR bajo el título:

CON EL PENTAGRAMA EN EL ATAUD

Domingo, 1º de Abril de 2007

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY






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