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ALBERTO CANDIA

  LAS CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LA MUSICA Y LOS MUSICOS PARAGUAYOS - Por ALBERTO CANDIA


LAS CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LA MUSICA Y LOS MUSICOS PARAGUAYOS - Por ALBERTO CANDIA

SOLIDARIDAD CON SUS COLEGAS PARAGUAYOS

LAS CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LA MUSICA Y LOS MÚSICOS PARAGUAYOS (I)

Por ALBERTO CANDIA

 

 

La actitud humanista y solidaria del gran músico ítalo-argentino José Bragato para con la música y los músicos paraguayos emigrados, exiliados y residentes en Buenos Aires demostró que en aquel momento era un adelantado en la práctica efectiva de los principios universales de la libertad, el trabajo y los derechos humanos.

 

 

Esta cualidad, que lo llevó a asumir una postura firme y decidida en aras del bienestar de sus colegas paraguayos, quedó registrado en el tiempo a través de sus cartas, vivos testimonios del pasado que las damos a conocer en su totalidad. A punto de cumplir medio siglo de aquellos escritos, hoy ostenta un valor incalculable por su contenido y descripción, muy sustanciosos para la todavía incipiente historia de la música popular paraguaya.

El periódico de los colorados exiliados, titulado “Firmeza” y dirigido por el escritor, compositor y político Epifanio Méndez Fleitas, publicó esa correspondencia como una “carta abierta” con el título de “Los escribas de Stroessner no saben lo que dicen”, se refería obviamente a la campaña inmisericorde emprendida por el diario Patria de la “Junta Colorada Stronista” y a algunos folletines distribuidos como campaña de desprestigio elaborados por los personeros del régimen dictatorial del general Alfredo Stroessner, en contra de los intelectuales, artistas, políticos, militares y ciudadanos comunes que no se prestaron a sus vicios y arbitrariedades.

 

 

La frase de marras escritas en el folleto de referencia y en donde se aludía al maestro argentino decía: “… guitarrero cuyas composiciones se reducen a uno o dos tonos en Do, quedando íntegra la estructura melódica a cargo del conocido musicólogo de la Orquesta del Teatro Colón de Buenos Aires, señor Bragato”.

En realidad afirmó Epifanio: “… nada hay que lo disminuya al maestro, toda la ironía que en ella se busca sugerir, está dirigida contra nosotros. La inclusión de su nombre no se debió -seguramente- sino a su amistad con nosotros, y en especial, a esa indecencia agresiva como irresponsable de la gente de Stroessner. La reacción que ello le produjo al maestro se explica por la absoluta gratuidad del atropello. Hecha la aclaración, solo falta puntualizar hasta qué extremo los voceros del régimen, curvos por la abyección, ni aún estas cosas las saben encarar con rectitud”.

La carta-contestación fechada el 21 de julio de 1958 en Buenos Aires se expresaba en estos términos: “Estimado amigo Don Epifanio Méndez, deseo se encuentre bien de salud y que nunca decline su espíritu de lucha tanto por sus ideales políticos como musicales. Estos últimos le compensarán con creces los disgustos y privaciones que casi siempre son el precio de los primeros”.

“Por sus últimos trabajos veo que sus estudios musicales andan viento en popa, y como lo conozco tesonero y apasionado en sus propósitos, temo que no pase mucho tiempo sin que tenga que tomar lecciones yo mismo de usted. Eso me obliga a estudiar continuamente para evitar me deje retrasado. Como en esta materia le llevo alguna ventaja, lógico es que no la quiera perder”.

“Bueno, contrastando con nuestra vocación al estudio y en especial nuestro amor a las artes, sobre todo la música, el destino puso en mis manos de la forma más inesperada, una torpe y grosera publicación donde se pretende menoscabar su honradez y hombría de bien, ridículo e inútil intento para quienes lo conocemos y apreciamos. Se trata de un folleto intitulado “Epi, el payaso de la política” que firma un tal Arcángel Miguel”.

“No sé quién será este ‘Arcángel’, pero por lo que leí en su líbelo, dudo de su procedencia divina y más me inclino a creerle nacido en algún lupanar, como necesitaría ser para prestarse a tanta bajeza sin dar la cara (que perdone la madre, si es que tuvo alguna). Hubiera preferido no comentar esto con usted (sería lo más racional, porque no vale el tiempo que nos hace perder), de no haber encontrado dentro, en un dibujo en la página 11, escrito mi nombre, haciéndome aparecer a su lado aviesamente”.

“Con ese motivo, entiendo es de mi deber poner las cosas en su lugar. Le puedo asegurar que el trabajo que usted suele dignarse encomendarme, no es sino parte del que llevo realizado desde hace veinte años con el noventa por ciento -y tal vez más- de sus compatriotas músicos, con escasísimas excepciones, como los profesores Juan Carlos Moreno González, Carlos Lara Bareiro y algún otro que en este momento no recuerdo”, decía Bragato en su carta.

Edición impresa del diario ABC COLOR

Lunes, 7 de Abril de 2008

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

 

 

 

 UN DEFENSOR INSOBORNABLE DE LA CULTURA POPULAR PARAGUAYA

CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LA MUSICA Y LOS MUSICOS PARAGUAYOS (II)

Por ALBERTO CANDIA 

 

El maestro José Bragato fue un solidario copista (es aquel que estampa la melodía y la armonía en una partitura) de los compositores populares paraguayos. También generó obras propias musicalizando varias letras, arregló composiciones de otros autores y las orquestó para una buena cantidad de grabaciones. Convivió profesionalmente con los diferentes músicos, dirigiendo conjuntos y orquestas en las actuaciones realizadas en vivo. Confraternizó con todos, se hizo eco de las dichas y penurias expresados por los autores, compartiendo innumerables y enriquecedoras tertulias.Fue un vivo defensor de los derechos cercenados a los músicos guaraníes, muchos de ellos perseguidos por la dictadura de Alfredo Stroessner.

 

 

Siendo un profundo conocedor de los atributos de la música paraguaya, siempre dejó sentada su posición clara sobre sus posibilidades estéticas y artísticas.

Un defensor insobornable de la cultura popular paraguaya, por quien procuró para enaltecerla y embellecerla.

En la nota anterior, vimos cómo la carta enviada a Epifanio Méndez Fleitas testimonia su sentimiento, especialmente sobre aquellos embates de la dictadura contra los músicos radicados en la capital porteña. Salpicado en su honorabilidad hizo lo que sabe: escribir. Damos continuidad al contenido de la misma: “Yo me limito a armonizar y escribir para el piano o pequeña orquesta las melodías de su concepción e inspiración, o de los demás compositores paraguayos. Muchos son los amigos que me han visto trabajar con usted y que conocen la verdad”.

“Cuando la cosa es más compleja (qué abarca una orquesta sinfónica por ejemplo), yo mismo suelo recurrir a algún maestro que me guíe, si no le encargo directamente realizarme la partitura sobre un plan por mi establecido”.
“Voy a permitirme aplicarle el conocimiento musical a este falso ‘Arcángel’, haciéndole notar que aquí en Buenos Aires, en Europa, Norteamérica y en todo el mundo, los músicos populares casi nunca se escriben a sí mismo sus respectivas composiciones, a lo sumo una precaria y deficiente parte del piano”.

“Como dato ilustrativo, en Norteamérica existe el melodista, el que armoniza la melodía, el que la instrumenta y el que la dirige, formando equipos especializados, siendo de exigencia su afiliación a la federación gremial respectiva”.
“Ya ve amigo, Epifanio, cómo se destruyen por sí mismas las imposturas, la mala fe, la ignorancia, muchas veces, queriendo servir mezquinos propósitos, perjudican más a sus agentes que a las presuntas víctimas”.
“En fin, esto no es para detenerse. Espero que siga trabajando como siempre en la música. El día que pase a la otra orilla de la vida, nada le hablará mejor a su pueblo que sus canciones, de sus luchas por su grandeza y su libertad”, señala la carta firmada por Bragato en julio de 1958.

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Miércoles, 9 de Abril de 2008

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

 

 

 “AMO AL PARAGUAY COMO A MI PROPIA PATRIA”

LAS CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LA MUSICA Y LOS MUSICOS PARAGUAYOS (III)

Por ALBERTO CANDIA 

 

A siete meses de los exabruptos stroessneristas contra su persona y haciendo honor a su inquietud, el maestro José Bragato envía otra carta a su amigo Epifanio Méndez Fleitas con un contenido picante en evidencias, describiendo crudamente la “realidad paraguaya” vivida por los hacedores guaraníes del rico patrimonio musical que se iba gestando.

 

 

Con un realismo severo, muy parecido al presente, su carta del mes de febrero de 1959 expresó cuanto sigue: Vuelvo a enviarle unas líneas abusando de nuestra amistad y de su carácter de director de FIRMEZA para que desde esa hoja de lucha pueda yo hacer llegar una palabra de justicia a los muchos amigos míos músicos, a quienes debo en gran parte el haber conocido y amado al Paraguay como a mi propia patria.

Creo que no existe en América un país donde el artista esté más carente de instituciones de ayuda oficial que el Paraguay. Esto que parece tan simple, implica una tragedia para todo aquel a quien la naturaleza dotó y señaló con su signo para las letras y las artes, la poesía, la pintura, la escultura, la música, etc. Yo me ocuparé de mis colegas músicos y de la música, que es donde puedo opinar.

En el Paraguay no existe un Conservatorio Nacional ni Municipal con un plantel de profesores especializados en cada instrumento y en las distintas formas técnicas musicales, cuya misión sería la de preparar a los futuros maestros y compositores que deban integrar con el tiempo la vida musical del país.

¿La vida musical del país? Aunque parezca imposible, ese aspecto del proceso nacional en el Paraguay no existe. Me refiero a las manifestaciones superiores, desde las formas más o menos cultas hasta las sinfónicas. No se le puede dar ese título, pese a llamársele sinfónica, al organismo creado por Remberto Giménez con su esfuerzo personal, porque carece de lo fundamental: estabilidad, personal docente y honorarios adecuados. La mayoría de sus componentes no practica la música sino como aficionado, ni cuenta con un instrumental siquiera mediocre. Además, no funciona más que esporádicamente.

Un músico de orquesta sinfónica necesita dedicar la vida entera a su instrumento y a la formación de su cultura personal. Desde luego, el esfuerzo del maestro Remberto Giménez merece el aplauso de todo hombre de bien, por el cúmulo de problemas y sacrificios que ello le significa y por su afán de contribuir a la realización de un sueño largamente acariciado por los músicos paraguayos: tener una orquesta sinfónica, como la tienen todos los países civilizados.

No desconozco que el Paraguay, por su incipiente desarrollo económico, no cuenta con un amplio público que permita al arte defenderse y subsistir. Pero esa situación no es en modo alguno excepcional. Se sabe que en otros países americanos de condiciones similares, y también europeos cuyas economías no distan mucho en prosperidad de la paraguaya, ese inconveniente se salva con protecciones oficiales sosteniéndose un sinnúmero de institutos profesionales donde puede hallar albergue el artista, como ser: orquestas sinfónicas, de cámara, cuartetos, coros, escuelas de baile, teatros líricos, etc., sin que por ello se produzca un descalabro en sus finanzas. Descontemos los países de economía poderosa, donde el músico encuentra en el medio ambiente su sustento con grabaciones fonoeléctricas, fondos musicales para películas, radio, televisión, teatros, orquestas de concierto, de cámara, cuartetos, etc. Sin embargo, con todo eso, también sostienen organismos musicales destinados a fomentar la cultura de sus pueblos.

Pero hay algo que merece especial mención en el Paraguay. A pesar del medio nada propicio en que desenvuelven su arte el músico y compositor paraguayos, suelen producirse revelaciones como el caso de Agustín Barrios, guitarrista de fama mundial, o los de Carlos Talavera y Ampelio Villalba, también guitarristas, que no por menos conocidos desmerecen la calidad del primero. De Ampelio Villalba tengo un recuerdo imborrable que testimonia la vida dramática y el destino generalmente triste de estos genios maravillosos. Hace más o menos 20 años fui invitado a tocar con un pequeño conjunto paraguayo en el Instituto del Cáncer de Buenos Aires. Este conjunto se formaba siempre de unas pocas personas para actos de esta índole. A continuación, doy sus nombres porque merecen ser tenidos como ejemplo, por esos gestos y demostraciones de solidaridad para sus compatriotas y colegas infortunados.

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Jueves, 10 de Abril de 2008

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

 

“LUSTRE Y GLORIA LE DIO FÉLIX PÉREZ CARDOZO AL PARAGUAY”

CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LA MUSICA PARAGUAYA (IV)

Por ALBERTO CANDIA

 

El maestro José Bragato no escatimó adjetivos para exaltar la lucha titánica en que se hallaban enfrascados los músicos paraguayos, lidiando palmo a palmo para lograr que su genio creador sea reconocido y que al mismo tiempo le pudiera generar con dignidad los adecuados ingresos económicos en pos de una vida mejor. Como la mayoría de los compatriotas que hoy emigran a España, aquellos también batallaron en condiciones infrahumanas, simplemente por no ser comprendidos en su propia tierra.

 

 

A veces por el solo hecho de “pensar diferente” ya estaba “indiciado o marcado” por la sociedad villana que regía, y aún rige, los destinos de la Patria. No le quedaba otra cosa al artista, más que emigrar o autoexiliarse.

Bragato comprendía perfectamente el clima, la situación y por ello se adhirió al clamor general con discreción, él asintió el cambio y la transformación.

En la carta enviada en 1959 al periódico Firmeza, dirigido por Epifanio Méndez Fleitas, Bragato contaba acerca de un conjunto formado por músicos paraguayos que fue a visitar a Ampelio Villalba en su lecho de enfermo, hacia los años treinta. El conjunto estaba integrado por “José Asunción Flores, Francisco Alvarenga y Julio Escobeiro (violines), Juan de la Cruz Escobar y Damasio Esquivel (bandoneones), Mauricio Cardozo Ocampo (flauta y guitarra), Eladio Martínez (guitarra y canto), el dúo Agustín Barboza y Emilio Bobadilla Cáceres (canto y guitarra), algún otro argentino en su especialidad y él mismo en el violonchelo. “Llegamos a la sala donde estaba internado Ampelio Villalba y nos encontramos que hacía unos días le habían intervenido y ¡cortado la lengua! Claro, él nos quiso hablar, pero con la mutilación sufrida lo único que salía de su boca eran unos sonidos huecos e inarticulados que nadie podía entender. Nos causó enorme dolor. De la impresión y emoción que nos produjo ya la mayoría teníamos los ojos anegados en lágrimas, por lo que nos dispusimos rápidamente a tocar”.

“En un pasaje, mientras estaba yo haciendo como solo de violonchelo en la guarania ‘Momentos de Tristezas’ (Vy’a y jave), levanté la vista hacia Ampelio y lo encontré llorando. La tragedia que vi en su rostro y el desgarramiento que eso me produjo son inenarrables. Hoy a más de 20 años (murió en 1937), su recuerdo me produce el mismo efecto de la primera impresión”.

En otra parte de la extensa carta, Bragato cuenta que “la imagen que guardo de esta audición, que podría llamarse póstuma, pues nunca más lo volvería a ver a quien se la habíamos dedicado, se quedó profundamente grabada en mí, como arquetipo del horrible desamparo que he visto reiteradamente en los artistas paraguayos. Tal el cuadro en que se me representa Ampelio Villalba, que alguna vez figurará con justicia entre los grandes del Paraguay”.

“He presenciado también el desenlace dramático de otra vida consagrada al arte paraguayo en Julio Escobeiro (murió quemado a lo bonzo), para quien se hubo que reunir entre los compatriotas y amigos -a duras penas- el importe del cajón en que tenía que dársele cristiana sepultura. Hechos e impresiones de esta índole se han repetido tantas veces delante mío que han terminado por identificándome definitivamente con la suerte del músico paraguayo, razón por la cual me considero no solo con derecho sino con el deber de ayudarle a conquistar una mejor suerte que se la tiene merecida con creces, por su aporte a la cultura popular y al conocimiento internacional del Paraguay”.

“He citado al principio a solo tres guitarristas desaparecidos. Como ellos, hubo y existen muchos otros músicos de gran valía de quienes legítimamente puede ufanarse el Paraguay. Por ejemplo: Félix Pérez Cardozo, portentoso arpista, creador de un estilo singular como ejecutante e inspirado compositor de sentidas melodías llamadas a la inmortalidad. El lustre y la gloria que Félix Pérez dio al Paraguay con su prestigio y melodías todavía no han sido apreciados suficientemente. De otro modo, su hija y viuda no conocerían las estrecheces que conocen para vivir. Pero yo puedo apreciar sin temor a que el tiempo me desmienta, de que su nombre quedará en la historia paraguaya junto con los próceres y héroes más esclarecidos y que más honra y esplendor dieron a su país”.

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Viernes, 11 de Abril de 2008

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

 

 

 “EL PARAGUAY CUENTA CON MERITORIOS MELODISTAS”

LAS CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LA MUSICA Y LOS MUSICOS PARAGUAYOS (V)

Por ALBERTO CANDIA 

 

El maestro José Bragato tenía bien claro el panorama sobre la situación real de los músicos paraguayos. Se admiraba por la enorme vocación y el caudal musical de los mismos, que llevados por su entrañable patriotismo superaban cualquier infortunio, tribulaciones generadas por la maledicencia de los gobernantes que se adueñaron de la “patria cantada”.

 

 

Partitura de una obra desconocida de Epifanio Méndez Fleitas,

“Madre Mía”, transcripta al pentagrama por José Bragato,

quien ofició de copista de muchos compositores paraguayos,

logrando así que sus canciones no se pierdan en el tiempo.

 

Esa “historia entonada”, plasmada en extraordinarias canciones, rápidamente se transformaba en éxitos fulgurantes y su difusión internacional se traducía en una masiva admiración de los consumidores. Así eran los paraguayos… Y sigue la carta: José Asunción Flores es, asimismo, otro exponente extraordinario del genio de su pueblo comparable en grandeza a Agustín Barrios, aunque en faceta distinta como compositor. De haber contado en su país, oportunamente, con los elementos necesarios para su formación técnica, Flores figuraría en estos momentos al lado de los músicos más calificados de América. Pues, a pesar del escollo –que no es poco– de su educación musical incompleta, casi exclusivamente con su inspiración y genios innatos, ha llegado a ser un compositor de fama mundial con sus creaciones en la música popular paraguaya que, por su belleza, se han ganado un sitial de relevancia en el aplauso internacional.

 

José Bragato y el cellista azerbaijano Miroslav Rostropovich,

en Buenos Aires

 

Tal vez sin el talento ni la fecundidad de Flores o Barrios, pero con abundantes laureles cosechados por sus composiciones populares, algunas inspiradísimas, cuenta el Paraguay con un número considerable de meritorios melodistas, como Francisco Alvarenga, autor de “Carne de cañón” para orquesta sinfónica y canto y varias otras composiciones. La vida de Alvarenga fue un permanente vía crucis por el arte. Tuvo una muerte prematura. Remberto Giménez, buen ejecutante de violín y compositor, es músico culto. Estuvo becado en Europa y en Buenos Aires. Es un tenaz luchador por el arte docto en el Paraguay, y lo hace con una educación y un espíritu de sacrificio admirables.

Herminio Giménez, Mauricio Cardozo Ocampo, Eladio Martínez, Agustín Barboza, Julián Alarcón, Federico Riera, Gerardo Fernández Moreno, Demetrio Ortiz, Juan E. Villalba, Aniceto Vera Ibarrola, Digno García, Alejandro Villamayor, Prudencio Jiménez, César Medina, Diosnel Chase, Lorenzo Leguizamón, Rubén Sanabria y muchos otros que omito citar por no alargar en demasía la lista, forman una verdadera élite de compositores y músicos populares que, en un balance global, habrá que reconocerles invalorables servicios prestados al país.

Juan Carlos Moreno González, Carlos Lara Bareiro y Sila Godoy pertenecen a otra categoría por sus más amplios conocimientos técnicos musicales, sin emitir juicio sobre su fecundidad o talento como compositores. Una rama de estos artífices de la música paraguaya la constituyen los cantores que tienen el mérito excepcional de haber sido los primeros en difundir e imponer la música de su patria en el exterior.

En este aspecto, indudablemente fue Samuel Aguayo quien la popularizó en el Río de la Plata. Durante la Guerra del Chaco era un suceso que marcó época su actuación y despertó gran simpatía hacia la causa del Paraguay, en millones de radioescuchas de la otrora famosa “Radio Stentor”. Todavía en Argentina se conserva vivo el recuerdo de canciones de esa época como “Asunción” y “Noches del Paraguay”, que eran tarareadas por todo el pueblo.

A continuación aparecieron muchos cantores, adquiriendo algunos apreciable fama como Agustín Barboza, Delfín Fleitas, los dúos Melga-Chase, Barboza-Cáceres, Martínez-Cardozo, en fin, una larga lista hasta llegar al más extraordinario Luis Alberto del Paraná, que barrió con todas las fronteras llevando la canción paraguaya a los cinco continentes. Basta saber que en 1957, la casa Philips de Holanda le otorgó el disco de oro del año por haberse vendido más de un millón de discos de sus grabaciones. Antes de él, “Los guaraníes” (en 1951, integrados por Francisco “Lucho” Marín, Ángel Sanabria, Gerardo Servín y Cristóbal Cáceres fueron de Buenos Aires a París como soporte de un elenco de ballet de Joaquín Pérez Fernández, radicándose en Francia definitivamente debido al gran éxito) hicieron de precursores conquistando al público europeo. Y también se merecieron el disco de oro.

Frente al ejemplo de estos exponentes de la música paraguaya que sin otras armas que su vocación y su talento, sin apoyo ni estímulo de ninguna especie, llevados solamente por el amor a los cantos de su Patria, afrontando mil sacrificios y penalidades, han podido llevar al mundo entero el mensaje emocionado de su pueblo y hacer conocer su historia, sus tradiciones y hasta sus esperanzas, ¿habrá quien no comprenda la trascendencia de su labor en función de su Patria?

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Domingo, 13 de Abril de 2008

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

 

 “EL ARTE REQUIERE DE UN CLIMA ESPIRITUAL PARTICULAR”

CARTAS DE JOSE BRAGATO SOBRE LOS MUSICOS PARAGUAYOS (VI Y FINAL)

Por ALBERTO CANDIA 

 

En la parte final de esta epístola, demuestra el maestro Bragato su conocimiento profundo sobre los hechos sucedidos en el país. Clamó por un cambio político, pero fue todo lo contrario, ya que ese mismo año sobrevendría la implantación de un brutal estado de sitio (1959), la abolición del Parlamento y la prolongación de la tiranía por otros 30 años más, hasta su desplome en 1989, pero con la fatalidad de la desaparición física casi total de estos “próceres musicales” que el maestro argentino los fue nombrando a lo largo de su exposición. Lamentablemente para la música paraguaya y todo el país, la caída de la dictadura llegó muy tarde.

 

 

Así concluye la carta del Mº José Bragato: Y pensar que cuando excepcionalmente –contados casos donde sobran los dedos de la mano– algún gobernante como el ex presidente Federico Chávez, que con visión admirable ayudó a Luis Alberto del Paraná, Digno García, Agustín Barboza, Sila Godoy, Juan Alfonso Ramírez y otros –devueltos con creces al país con los derechos de autor cobrados y a cobrarse indefinidamente en el futuro, amén del prestigio mundial alcanzado–, no faltan voces de censura contra ello, en tanto se callan, toleran o aplauden medidas y conductas que denigran al país, o cuando los mismos “críticos” despilfarran mucho más en una sola noche de orgía, como la que diera prestigio internacional de barbarie al Paraguay con la vejación masiva a las artistas argentinas de la “Compañía de Teatro de Thelma Carló”. ¡Esos si que son realmente despilfarros! Y además, deshonran y avergüenzan.

 

 

Partitura de la polca “Ñane Ñe’ê”, de Méndez Fleitas,

pasada al pentagrama por Jose Bragato.

Todavía no ha sido grabada.

 

¿Es mucho pedir la creación de un Conservatorio Nacional o Municipal, con un plantel de profesores especializados en cada instrumento y en las distintas formas musicales –armonía, composición, etcétera– y aprovechar racionalmente el enorme caudal lírico del país?

¿No creen las autoridades que los músicos paraguayos, con la fama que han dado a su pueblo en el mundo a precio de sus exclusivos sacrificios, se hayan ganado el derecho a contar en su Patria con los elementos necesarios para una formación adecuada, por lo menos de futuras promociones?

Tal vez en la actualidad el panorama no sea lo más propicio para estas cosas. Las manifestaciones sublimes del arte requieren un clima espiritual particular que hoy no existe en el Paraguay. Con el régimen imperante en el país se esta produciendo más bien una versión modernizada del éxodo bíblico. Allí nada tienen que hacer por ahora los espíritus independientes, los talentos y los cerebros con capacidad de crear y de pensar. Pero…

El 1 de enero de 1958 se vio iniciar el derrumbe del déspota venezolano Marcos Pérez Jiménez. Al año de eso, el 1 de enero de 1959, se repitió con el de Cuba, Fulgencio Batista. Hago votos porque el sucesor de Alfredo Stroessner tenga alguna visión de los problemas que atañen, mejor, que afligen a los músicos paraguayos”, finalizó la carta.

Al pie de la misma agrega unas líneas donde refiere: Ya después de terminada esta carta me enteré de que Paraná se había dirigido por carta al “Gran Presidente Stroessner”, ofreciéndose a acompañarlo gratis con su conjunto en el proyectado viaje a El Cairo. De ser eso verdad, mantengo lo dicho sobre Paraná como cantor, pero me reservo el derecho de pensar de él a mi manera como persona moral.

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Lunes, 14 de Abril de 2008

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY






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