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PEDRO BÁEZ ACOSTA

  ANGELILLO Y QUERUBIN, 1963 - Dr. PEDRO BÁEZ ACOSTA


ANGELILLO Y QUERUBIN, 1963 - Dr. PEDRO BÁEZ ACOSTA

 ANGELILLO Y QUERUBIN

VERÍDICA HISTORIA DE DOS INOCENCIAS

(LA CUESTIÓN POLÍTICA Y SOCIAL DEL PARAGUAY)

Dr. PEDRO BÁEZ ACOSTA

Ilustraciones y grabados: MIGUELA VERA

SANTA FE – ARGENTINA

1963 (183 páginas)

 

 

OBRAS DEL AUTOR

Paraguay... ¿Un País que Muere? — Temas Político y Económico — Editorial: 14 de Mayo Año 1953

Trabajando También se Construye una Nación — Temas Económicos — Editorial: Patria Libre Año 1956

Primera edición de este libro: 9 de Setiembre 1959 EDITORIAL COLMEGNA S. R. L. Santa Fe - Argentina

 

 

PRÓLOGO

Me ha sido grato, aunque un foco escabrosa, la tarea de prologar este libro del doctor Pedro Báez Acosta, celebrado autor paraguayo, cuyo trabajo se caracteriza por la hartura y nobleza de los temas traídos, así como por la gracia y belleza de forma como son reseñados.

Que mi honesta satisfacción de hallar cumplido mi cometido, me repara sobradamente del esfuerzo realizado. Que esta segunda edición conserve todo el color, todo el sabor, el perfume de la tierra paraguaya que es el teatro de sus tribulaciones y sus añoranzas.

Este es un libro original, el que dictamina y perfila la personalidad del autor, porque en él han sido puestos no solo el don natural de una imaginación fecunda sino también el límpido torrente de conocimientos objetivos sentidos en el recóndito del alma, en esa tierra roja de profusa y variada vegetación.

En mi modesto concepto digo, que en la descripción delicada de la obra, el doctor Pedro Báez Acosta es sobre todo un observador, un humanista, un patriota, un luchador contra la injusticia social y la política estadual ineficaz.

A lo largo de los numerosos capítulos del libro, desfilan en efecto un doloroso problema social de un pueblo, de hechos que exigen inmediata reparación y están graciosamente entrelazadas entre plantas tropicales.

El escenario: la tierra guaraní, tropical, ardiente e impenetrable a las miradas de la crítica mal intencionada, es sin duda como lo describe el doctor Báez Acosta, tierra donde el hombre puede vivir siempre feliz y humano, natural y verosímil. Los gobernantes olvidan ese patrimonio sagrado, y cuando construyen lo hacen con el oprobio de los humildes, quienes nunca nada reciben.

ANGELILLO Y QUERUBIN es una obra excelente, muy realista y mordaz. Sin necesidad de derramar torrentes de sangre muestra a la luz de lo que es el despotismo y su tremenda miopía, la injusticia social contra la delicada planta del progreso nacional: LA NIÑEZ.

REMBERTO CAMACHO TORRICO

PROLOGO (De la primera edición)

Santa Fe, Mayo 16 de 1963

 

 

PRÓLOGO

(DE LA PRIMERA EDICIÓN)

El niño Angelillo y el borrico Querubín son dos personajes de ficción que el Dr. Pedro Báez Acosta acaba de crear e incorporar a la literatura de su país guaraní. Pero como son ambos hijos del terruño y sus aventuras acontecen en aquel país virgen y colorido, ya no se los puede considerar ficticios en absoluto, sino como dos realidades que el imitador transfigura en símbolos. En torno al niño y a su entrañable compañero de andanzas se mueven una familia, una aldea, un país, inmersos en una época. El escritor vierte nostalgias por la herida de la expatriación, recuerdos dolientes, demasiado inmediatos para ser literatura evocativa puramente retórica. De aquí que su sentido del humor y de la ironía logran de inmediato la tónica candente del sarcasmo cuando el espíritu de justicia y de piedad lo convierten en juez de una situación social y política que castiga impunemente a sus personajes humildes. Demás está decir que éstos son seres representativos del pueblo paraguayo. La intención justiciera del autor está demasiado visible, y, por cierto, que Báez Acosta no ha tenido la intención de embozarla. Apela, sí, a la ficción de un relato, de unos episodios conmovedores y a menudo pueriles, para alternar en el cuadro sombrío los colores tétricos con algunas pinceladas de colores tiernos y vivaces. Consuela al lector demostrándole cómo en ese infierno social se ofrece la paradoja de un paisaje de naturaleza fecunda habitado también por unos seres angelicales injustamente condenados por una fatalidad inhumana. Así aparecen algunas bestias humanizadas y no pocos humanos bestializados...

ANGELILLO Y QUERUBIN es un mensaje de amor, de piedad, de patriotismo destinado al corazón sensible de los lectores para despertar limpias emociones de humanidad fraterna.

LUIS DI FILIPPO

 

 

LOS PROLOGISTAS

Esta nueva edición de mi libro aprovecho para agradecer muy sinceramente la atención de su prólogo al señor Luis Di Filippo, distinguido periodista y escritor argentino, quien ostenta a muy justo título, conferido por el gobierno de Italia, la condecoración “Cabaliere de la Orden al Mérito de la Republica".

Igual expresión de agradecimiento para el muy dilecto amigo doctor Remberto Camacho Torrico, quien otrora fuera, acaso sin saberlo ambos, el tenaz adversario en más de un frente de lucha en esa contienda fratricida entre nuestros países Paraguay y Bolivia - 1932/35.

Ambos fuimos combatientes de la "Guerra del Chaco".

 

 

INDICE

1.- PROLOGO PARA LA SEGUNDA EDICION

2.- PROLOGO DE LA PRIMERA EDICION

3.- LOS PROLOGISTAS

4.-TODOS SOMOS HERMAN11OS         

5.- GEORRETRATO

6.- NOTA

7.- EL RANCHO

8.- DOS FAMILIAS QUE SE AYUDAN

9.- UN DIA COMO OTRO EN EL RANCHO

10.- LOS NIÑOS POBRES NO SABEN LLORAR

11.- NAVIDAD DE LOS NIÑOS POBRES         

12.- LA ESCUELITA RURAL

13.- ES DIA DE LOS MUERTOS

14. - ERISIPELA

15.- LA CALESITA

16.-EL MILAGRO DE SAN BLAS

17.-LA VENGANZA DE JURAMENTO

18. EL RANCHO HOSPITALARIO         

19.- LA ENFERMITA

20.- ANGELILLO TIENE UN GATITO NEGRO

21.- HOSPITAL RURAL

22.- LAS ALHAJAS DE LAS DAMAS    

23.- LOS AMIGUITOS SE PASEAN

24.-PRIMERA COMUNION

25. - LAS HAZAÑAS DEL GATITO MICIFU    

26. - PARECE MORADA DE BARBAROS

27. -SOPITA DE POLLO

28. - LOS JUEGOS DE SAN JUAN          

29. EL FOQUITO DE LUZ

30. - PELOTA DE TRAPO Y CABALLITO DE PALO  

31.-UNA LARGA EXPEDICION

32.- EL NIÑO MANDADERO

33.- LA ALEGRIA DE VIVIR

 

 

 

TODOS SOMOS HERMANOS

Manido asunto.

El hogar es la Patria chica, y éste contiene una resumida historia de esa Patria, en algunos de sus aspectos.

Una variedad: un matiz de su policromía humana. Y lo humano es lo fundamental.

De la Patria somos, principal y presentemente, todos los que nacimos en su ámbito geográfico; los filósofos, los intelectuales, los industriales, los comerciantes, los militares, los aviadores, los marinos, los sacerdotes, los artesanos, los periodistas, los profesionales, todos los científicos, los técnicos, los laboriosos, los holgazanes, los mendigos...; todos los inútiles y parásitos de la sociedad, y los que con su fecunda laboriosidad nos sostienen; luego como esta Patria es nuestro hogar, grande, nada más natural, el sabernos todos hermanos.

En ese vínculo afectivo, lazo y unión de hermanos, vivimos todos; o debiéramos en esfuerzo de sana tolerancia vivir todos en esta nuestra nación que a veces no es tan nacional, pero, de cualquier manera que fuere, mis queridos inútiles y parasitarios hermanos —no me dirijo a los otros— leed estos relatos para que conservéis siempre impávida y refrescada la memoria para lo útil y sano.

Este es un retazo auténtico de la vida que negamos que existe; que ocultamos a la luz pública y no por eso deja de existir y condenarnos con su índice de implacable acusador.

Leedlos, hermanos, son pocas páginas; las proseguiremos mañana cuando la imprenta sea menos costosa; más barata; menos comprometida, con los otros cuando uno debe decir en un libro las ingratas realidades de la vida que pasa y se renueva bajo el peso de la miseria y de la injusticia...; de muchas clases de miserias y de muchas clases de injusticias.

Mientras, queridos hermanos, Dios conserve por menos tiempo posible su infinita e inalterable paciencia para con vosotros.

EL AUTOR


 

GEORRETRATO

 

Luces y sombras.

Sudor y sangre.

Valerosos corazones.

Lealtad por dentro y por fuera.

La vida y la muerte ... y la vida.

Leyenda y epopeya.

Una diminuta visión del cosmos.

 

Ya que estás dispuesto a caminar la senda del conocimiento, calzad vuestras sandalias de peregrino que tenéis largas rutas soledosas y, escuchad, atended cuando os acerquéis más a mi tierra, que la historia también se escribe pentagramada hasta con los sonidos de saltarinas gotas de agua de mil risueños arroyos.

Allí, en orquestación autóctona, se eleva, como un farallón imponente con halo de sinfonía, una saludable expresión viril de la raza; porque entre helechos verdeantes y aromosos amambay, del corazón amisteriado de la tierra, del rumor de las selvas, del cantar de sus aves, del susurro del agua, del bramido del viento, del rumor de los tiempos y de la emoción de los hombres, en raizal formidable de vernáculo ensamblaje, musicalizándolo todo se presentan la Guarania y la Polca naturalizada (1).

Son la música de esta tierra; formas de expresión de la vida de nuestro pueblo; es sollozo, homenaje, reminiscencia, rebeldía, exaltación de glorias, anhelo delirante, ufanía de ensueño, romper de cadenas, ansias de progreso, desafío al destino porfiadamente tirano. Escuchadlas antes de viajar, como auscultando el corazón del paisaje todo; es un instante, el minuto que llega, que pasa, pero enseña el tesoro de la vida en la inquietud maravillosamente poliforme del alma de los seres y las cosas; con la pasión más acendrada de los hombres construyendo en lo alto del ramaje de los tiempos. . . un nido a su hada, a quien cantan con las más hermosas flores de su corazón (2).

Todo para vivir una plácida existencia, pues aquí el alma embelesada se satura de tan natural manera de una sencilla quietud; de algo que a veces pareciera imitación de la serenidad inconsciente de las rocas.

El cielo que es siempre luminoso y azul, hace tan sano el ambiente que la vida lleva camino de ser en esencia siempre bella. Y, en citas de nobles atributos, desde luego, no existen en ésta, rarezas tales para desalentar el vivir; el monstruo sólo en mitología, y, de hechos naturales ni volcanes, ni terremotos, ni virasones, ni turbonadas, ni huracanes.

La existencia aquí puede ser siempre apacible. Y, es, desde 1537, con su abolengo y su biografía ilustre, asiento de la ciudad Nuestra Señora Santa María de la Asunción, capital de la República; mayestática madre de ciudades.

Aquí no hay nada exótico, pero es todita una belleza tropical; florido racimo de peculiaridades, tatuado de campos v selvas, de ríos y cerros; tal el crisolampo de humanidades; tal el habitáculo de su raza bilingüe.

Y advertidos estáis que no andaréis callejas de visiones anamórficas.

Dos regiones tiene el país: El Chaco, la de la tierra predosa, con su sol ardiente, de maderas duras y arbustos filosos, y, la región Oriental, es todo un plano ondulado, de lluvias frecuentes, de verdor fascinante; con sus muchos ríos y arroyos preciosos; es su fuerza de germinación natural tan potente que siempre sorprende a la mañana cuando ascienden y se elevan en sus vivos crecimientos, hierbas, arbustos y árboles, y, tan bien regadas está esta zona oriental que parece ser que estuviera, justito, bajo el más grande estanque del cielo.

Fama tiene su herbario farmacópeo: borraja,, llantén, cedrón, albahaca, manzanilla, malva, verba buena, yerba de lucero, yerba del toro, suelta consuelta, doradilla, hinojo, menta, ruda, romero, páico, verbena, zarza parrilla, mil hombre, pata de buey, ambay, yaguarundí, curupaymí y mil plantitas de magia escondida y poder curativo.

Nuestra tierra del levante, bien regadas, con sus ríos, riachos y lagunas, son cunas en que olgazanean los más variados peces: surubí, dorado, pacú, patí, mandil, piky. toda una riqueza ictia; viven también allí cocodrilos grandes y chicos y variedad de salamandras, más..., en la ramita costera, de cañas metidas en las aguas, oscilando al viento tibio, en guardia de sus intereses, suele verse en pose aburrida, al señor de la ribera, el viejo martín pescador.

Palmeras abanicándose en sus hojas apantalladas.

Los árboles parecen gigantes, son los anticipos prológales de las selvas.

Duro es el viejo quebracho, aromático el palo santo; tenemos una variedad infinita: carandá, caranday, curupay, guayacán, ybyrá-pytá, guatambú, cedro, urundey, guayayví, espinillo, lapacho, palo blanco, timbó, guapoy, arayacán, palo rosa, urundey-pará, espina de corona, tataré, tatayibá, yvaporety, inciencio, yvyrá-ovy, kirandy, lapachín, tayi...

Abrojos, espinas y flores.

Sol ardiente.

Vientos de todos los cuadrantes.

Y en otro orden de cosas... no hay castillos como en Inglaterra, pero, como allá; también tenemos fantasmas. Visiones de credulería (1); a la siesta el Kurupí Las Doce; siendo de noche, el Pombero y la Pora, más las almas en pena de los difuntos, que vagan y cruzan nuestros caminos. Son nuestros espantos mayores y, son sabrosas leyendas y cuentos para soldados de guardia; tema de literatura oral para velatorio de vecindario pobre, o de amistosos "tareantes” (4) que en las noches trabajan bajo los laureles o los naranjos dulces, al pie del trapiche y las largas bateas.

Tierra roja, tierra negra y caminos de arena tan blanca ... como la plata, más plata aún, cuando la luna llena, en su pureza de perla, se asoma toda curiosa, a mirar su recorrido, arrebujada de luz.

La luna es la diosa madre de nuestra madre raza. (5)

Heráldicas, camafeos, constelan el cielo todo, y, abajo, en lo umbrío de la floresta, sobre miríadas de verdes hierbas, musitando exclamaciones, en preciosas gorjerías, entre tonos de flores frescas, de orquídeas coloridas, inocentes en sus vericuetos juegan los niños y los pájaros.

Allí al alcance de los bracitos cortos y los piquitos inquietos están las guayabas maduras; chirimoyas, pacuríes, guabiráes, ybá-purú, ybá-jhai, ingá, mbocayá, ñanga-piry, ybapobo, y las naranjas del monte que en mil fruteros silvestres se regalan generosas, a quienes andando llegan a visitar la tierra de los guaraníes: allí en lo umbrío de la floresta.

Y, los frutales de cultivos son inmensas extensiones, naranjos, pomelos, mandarinos, ananás, bananos, frutillas, mangos, manzanos, peral, limonero, kaquis, uvas...

La tierra es toda fecunda, de potente ansia creadora; palpita en su vientre fecundo, vivificante, toda la fuerza del sol, concentrando, minimizando, con su alquimia prodigiosa, un amor en cada semilla, para que al brotar muy lozanas no más se sepa del hambre .... ese ... viejo flagelo del hombre.

Están las chacras tabacaleras; de algodones y arrozales... trigo, maíz, poroto, manteca, maní, mandioca, batata; melones, calabazas, sandías... y las jugosas cañas de azúcar.

Toda la bastimentería.

Aquí hay tierras desiertas; en inmensas extensiones.

Es una tierra con sed de inmigrantes... esperando de todas partes que vengan con sus familias... a trabajarla; a trabajar su grandeza y que la hagan su patria segunda.

Vengan de Italia sus hijos alegres y laboriosos; de la hidalga España .. . todos... de sus cincuenta provincias.

Vengan todos, de todas partes del mundo, que... la tierra es pertenencia del hombre; vengan con sus familias a laborar con nosotros que... ésta es tierra con sed de inmigrantes.

Y es nuestra industria... muy incipiente, están unos pocos exponentes... dispersos... las fábricas echando humo; la industria del portland y de la carne; hay molinos yerbateros y aceiteros. Hay de tejido, alcohol, tanino, esencias. Varias azucareras y fábricas desmotadoras de algodón.

Aún todo está por hacerse.

Caliente es el viento del norte que inquietan de sed las perdices.

Piririta entre cocoteros.

Torcazas que arrullan en coro.

Canarios de dulces flautines.

Sale volando el tero, ese guardián de los campos.

Picaflores juegan en las rosas y mariposas multicolores.

Luciérnagas en las noches alumbrando los zarzales; es la hora de los duendes. Hay croar de sapos y ranas, y, canto de grillo en la sombra.

Linda es la mañana de marzo con sus rocíos en las plantas; son nuestras perlas del campo.

En los esteros y pajonales las víboras y las serpientes; y, en los bosques rumorosos, alfombrados de florecillas, los monos y los macacos; también las pueblan colibríes con sus alitas vibrantes.

En las colinas y cerros las piedras todas asustadas, se han puesto a sudar en sus llagas.

Los árboles enmudecieron; los montes quedan heridos.

Los pájaros han huido, en aterradas bandadas; conejos, venados y zorrinos, saltaron las espesuras... es que... en la selva lejana hay un rugido que pone pavor en la sangre ... se ha despertado el puma y, jugando están sus cachorros de ojos aterciopelados.

Se ha despertado el puma porque allí está presente el peligro, pues... donde linda el campo y el monte, pastando está el bravo toro. Ese es el toro-padre de la tropilla cercana; está con la sangre hervida, está llamando al combate, tirándose tierra a la espalda.

Retumbos en la selva toda.

A campo raso, en la ya amedrentada tierra, dialogarán dos fierezas, con el odio que enarbolan.

¡Aquí habrá lucha reñida... ésa es la ley comarcana!

Canto de gallo despidiendo a la noche.

Ladrar de perro en el viento... parece venir de lejos.

Es la presencia del hombre jalonando la distancia; en todas las direcciones de nuestros grandes desiertos.

Viento suave del este.

Helechos y culantrillos musitándose secretos en el arroyito fresco, susurrando a la alborada que va tomando color.

Grita el mensú en los verbales y el eco llega a nosotros.

Es el esclavo moderno.

Es el hermano irredente.

Ya han quedado cansados muchos arados de palo, en las cabeceras de los surcos y de los sembrados. Y hay una invasión destructora.

Van hormigas cortadoras, van hormiguitas viajeras, como ejércitos invasores, por mil senditas de la tierra, de noche y a la madrugada, mientras en el ranchito se duerme; van destruyendo capueras.

Grito que estalla en el pecho desperezando pulmones; después del buen mate amargo, con sus dos yuntas de hueves camino de la sementera arrastra el hombre... su nuevo arado de hierro, corriendo en pos del progreso.

Va a fecundar nuestra tierra, para alimentar , la familia, para proscribir la miseria, para construir nuestra Patria . .. ¡Dejadlo en paz, está construyendo la Patria!

En la memoria de los siglos... en los dolores de su entraña, sufrimientos y penurias ... hechos ... todos al fragor angustioso y pluriforme del destino.

La Patria se ha levantado; la Patria se ha destrozado y... quedó un retoño en la tierra.

Después de los Comuneros; después del 14 de Mayo; después del l9 de Marzo; después de la guerra del Chaco, quedó un retoño en el suelo, para que la Patria renazca en un requebrar de simientos, crujiendo la tierra toda, al broto de la vida nueva.

Hija del padre español; hija de la madre india.

A esta tierra y sus hombres... las han puesto entre cordilleras y ríos, en el corazón de las selvas de comarcas indohispanas... pareciendo querer esconderlos para que nadie los vea, para que todos los sepan, para que todos los quieran, a esta tierra y sus hombres.

Así la América hispana tiene en su corazón escondido el más hermoso tesoro... toda la nación paraguaya; con sus hombres y sus mujeres, con sus selvas y arroyitos y sus campos de pastares; sus pesares y esperanzas; su miseria y su heroísmo.

Allí con los brazos en alto... toda la nación paraguaya.

¡Seguro, más que seguro!

Si lo imposible fuera un sueño; si el tiempo volviera atrás; si la historia retrocediera; si lo irreversible volviera, en España otra vez esperando... una reina Isabel estaría, y Colón y Pinzón los hermanos. Y... vendiendo de nuevo sus joyas, ésta ... soberana Isabel la Católica, tres naves otra vez compraría para que Colón y los Pinzón navegasen, y, al noreste, frente al Puerto de Palos, igual que antes, vientos alisios reunirían sus fuerzas... sobre el inmenso océano, listos para impulsar las carabelas, para que navegasen, igual que antes... la ruta de la Conquista y de los grandes descubrimientos, así que en tierra de guaraníes, como el ceibo colorido, como el lapacho florido, insurja de nuevo gallarda, está muy noble nación paraguaya.

Graznidos llenando el aire.

Los cuervos y los buitres buscando osamenta, vuelan.

Y hete aquí el burrito de carga; allí la vaquita lechera; y las gallinas y los pollos en el tartagal se alborotan por una tarántula grande.

Pasan los potros sudorosos; pasan novillos criollos; y, bajo el alero del rancho está una madre mirando. Están las madres esperando...; están todas ellas llorando. No han regresado sus hijos y es la ausencia tan larga.

Cincuenta años de exilio, más de cincuenta años corridos ... por la saña de la tiranía; de muchas clases de tiranía.

Y ... gime la nación entera en manos de los caudillos... esos jerarcas del crimen.

Caranchos rapaces, y halconcitos caen veloces, desde el cielo, sobre sus presas asustadas.

Patillos silvestres, garzas blancas, garzas moras, chajháes, cigüeñas de largas patas y un pelotón de avestruces forman el conjunto todo; mariscando en la campiña.

Clavelinas florecidas.

Suave fragancia de rosales pudorosos.

Magnolias, nardos y tulipanes que adormecen de ternura.

Cien orquestas que enmudecen porque allí está gimiendo un niño. Es de noche y hace frío; ya no cantan las cigarras, ya no es el mes de Diciembre.

Es el invierno de julio. Tiritan de frío los niños como polluelos mojados; pobres florecillas angustiadas; juguetes de los azares.

Pobrecitos los desnudos, los descalzos, los enfermitos; los pobres niños que viven en la tierra más hermosa, en la joya americana; en el corazón de las selvas; en mil ranchitos de pajas; donde los cerritos verdes y sus arroyitos suaves, esperando están que amanezca, mirando el lucero del alba por si fuera la anunciada mañana... mientras, entre el rumor del follaje, saludan con polifónicos cantos viuditas y chiricotes; benteveos, mirlos, chingolos y jilgueros; pardillos y ruiseñores; hurracas y cuchi-güigüi, y este... güira-campana (6), en un raudal de canciones.

Un pavoroso mensaje y... una fiesta jubilar.

Tañir de campanas todas.

Han tocado a generala.

La tierra está atormentada; tiembla de pies a cabeza.

Parece un derrumbar de cielos.

Una gran convulsión que avasalla.

Un mensaje en el lenguaje del tiempo.

En el reloj de la historia ha sonado la hora con sus notas quebradas definitivamente.

Remansada de nueva alborada.

Se han despertado las palomas blancas; decoran ya el cielo sus ceremoniosos vuelos encantadores; tan pronto suben las bandadas ... en frenesí de alborozadas mensajeras hacia los rutilantes astros, todas niveas, en majestuosa evolución hacia las alturas fulgurantes con sus hermosas pedrerías de estrellitas curiosa, y, otra vez caen tocando con sus alas techos, terrazas y campanarios, para subir de nuevo a las alturas a comunicar la nueva buena de la tierra.

¡Oh... sublimes mutaciones!

Azul oscuro está el cielo estrellado, y tras su horizonte visible, como polífera rosa, el reventón de un nuevo día.

Cero horas y un segundo; clarinada en la atalaya.

Cien estruendos, mil estruendos, cien mil estruendos de pirotecnia. Toda la nación despierta; todos los hermanos se abrazan.

Desorden en todas partes... ¡Oh! ¡La estirpe está reviviendo!

Vitalidad alborotada.

¡Estupenda algarabía!

Torrentes de recursos nuevos.

Hay clamor de nuevos tiempos.

Un nuevo orden que viene.

En la torre de los homenajes ya está la antorcha encendida.

La profecía está cumplida; vaticinio sibilino.

¡ Es el triunfo del hombre!

Había un retoño en la tierra . .. como la raíz del olivo que nunca se seca para que la patria resurgiera, y la aurora no se detiene, ya traza sus líneas primeras.

Día de emoción memorable.

Todas las fatigas pasan.

Olvido de los pesares.

Mañana de nueva esperanza.

Mañana de apoteosis.

Todos los hermanos se abrazan; todos con los brazos en alto... una conmoción formidable; es la mañana esperada; va a nacer la libertad.

 

NOTA

Algo existencia!.

No es cuento, ni hago literatura, ni busco amenidad ... pero ... léalo amigo.

Léalo, y diga al caballero de fortuna; a la dama de cintita y rubores pueriles; a la vanidad y el snobismo que impasibles y tontos pasean asidos del brazo: al niño que tira su juguete pasado de moda, que embellezcan la vida ayudando a Angelillo; a los miles de Angelillos que con sus ojitos melancólicos, llenitos de cielo, esperando están en cada rincón de la patria.

El alba es el comienzo del día. El niño es el comienzo del hombre, cuidémoslo.

 

 

NOTAS

(1) Música de origen polaco.

(2) A don José Asunción Flores, creador de la Guarania.

(3) De la mitología guaraní.

(4) Trabajo cooperativo. Antigua costumbre campesina.

(5) “Yasy” La luna, diosa mitológica de los guaraníes.

(6) Pájaro campana.


 

 

EL RANCHO

 

La familia tiene un legado, el ranchito, la choza solariega donde ella se guarece. Ese ranchito que con la tierra en la que se enraíza, es propiedad, refugio y amparo de esa modesta célula social que se llama la familia. En este caso, la minúscula familia, pero, base, al fin, de la nación que construye con la obra de cada día.

Este es el legado sagrado de la familia; construido fue con la fatiga y el sacrificio del padre de Angelillo y Juanita; él ahora ya no está, rumbeó por el valle de las tinieblas de donde no se conoce el retorno. Lo construyó con el entusiasmo de sus mejores afanes y con la habilidad de sus manos callosas; símbolo de esperanza de redención del hombre en su marcha hacia la permanente verticalidad sobre la tierra de que se ha adueñado para dominarla al servicio de su felicidad y su perfección; pues sabemos que él, una vez erguido orgullosamente sobre sus dos piernas, ya nunca, en nombre de ninguna genuflexión, dejará de ser simbólicamente prolongación de un radio cualquiera de la tierra que pisa verticalidad de posición y carácter que le permitirán mirar siempre de frente la distancia, el futuro y su perspectiva de libertad y seguridad contra todo temor, como supremo anhelo.

El lancho en el paisaje de nuestra tierra, es toda una historia social y todo un mensaje al porvenir.

El hombre construye con sus manos, todo cuanto necesita y adecuando, las fuerzas de sus músculos, a estas manos, produce los medios de su existencia; y lo que es maravilloso y admirable aún, es hombre porque tiene manos, pues, mientras las manos no estuvieron totalmente formadas no era sino el antepasado pitecántropo y el mono antropomorfo, por eso, el pensamiento y la acción siempre han hecho uso de ellas para señalar el camino de la libertad.

El rancho de techo de pajas es la civilización en comienzos de dominar la selva; es la presencia humana revelada por el trabajo, impulsando inicialmente la civilización; es un jalón, obra de la inteligencia elemental, que al asegurar un amparo a la familia del hombre sienta las bases primeras del arte y ciencia de la construcción y la arquitectura. El rancho campesino es todo eso y mucho más; es el santuario donde nuestra nación pugna de sobre humana manera por afirmar su existencia en la geografía y en la historia. ¿Acaso la ciudad de la Asunción, nuestra ciudad capital, no fue también en su humilde y glorioso comienzo, abigarrado rancherío en los montes de los barrancos rojos de la bahía del Río Paraguay? ¿Acaso el rancho de pared de estacas y techo de pajas no fue la primera morada de nuestra raza sedentaria? ¿Qué otra cosa fue el “Tapíí” de las “Tavas” guaraníes?

El rancho fue la morada de la raza ausente y sigue siendo igualmente la morada de la nueva raza hispano-guaraní; refugio y amparo de la familia; de la familia campesina haciéndose nación; frente a esto, que bien valorado podría llamarse la catedral de la familia, por el tesoro de sus virtudes morales y espirituales que conserva para nuestra tradición patria.

A la vista, y compañera, está otra obra maravillosa y un artífice alado; en la rama del lapacho está observando un hornero, todo asombrado, la construcción del hombre. ¿Pero cuál más grande obra? ¡He aquí dos arquitectos concibiendo; dos constructores y sus obras!

El hornero construye su casa, y la deja pulirse al viento en la rama alterosa del árbol bondadoso, no hay dudas que es un ave geómetra; su obra es de una arquitectura audaz y difícil, y hay que tener presente que no toda construcción es una arquitectura, si bien la arquitectura es siempre una construcción; he ahí el mérito sobresaliente del genial hornero. Conoce sin dudas, matemáticas, al vuelo; dudas no caben, pues ha tenido que calcular sobre la obra en marcha el peso de la bóveda y la resistencia del arco.

El hombre queda atónito ante ciertos secretos de la sabiduría de los seres irracionales.

Y, nace entonces, naturalmente, el interrogante de si fue más grande el saber de Miguel Ángel; como arquitecto del Papa proyectando la cúpula de la Basílica de San Pedro, de Roma, que el de este hornero que acaba de plantar su obra concluida que es geometría funcional, elegante casa alta, frente al rancho levantado por el padre de Angelillo y Juanita; con tanta alegría para su humilde satisfacción.

Cuenta la leyenda, que el antepasado del hornero, aprendió todo el secreto de la resistencia de la línea curva, para su arte de construir, a fuerza de espiar y admirar en la selva de los tiempos inmemoriales, los tensos y flexibles arcos que acechaban en manos de morenas y juveniles mujeres flecheras guaraníes que, en los tiempos ya lejanos, formadas en batallones acompañaban a los hombres, esposos y hermanos, a luchar por la tierra que entonces era suya.

Batallones de soldados silvestres que entonces moraban esos montes, llenos de perfumes, murmullo, misterio y belleza; que sabían atraer y subyugar para pedir a sus hijos, a la mujer y al hombre, la defiendan con su amor, su heroísmo y su vida, en la gran aventura de vivir esa milenaria lucha por la tierra.


 

 

DOS FAMILIAS QUE SE AYUDAN

 

Una historia verídica, aunque no enteramente cierta en cuanto a los nombres de los grandes y pequeños protagonistas de este teatro de la vida que deseamos superar.

Angelillo es un niño cualquiera, de los millares que tenemos; con muy pocos años de experiencia total en el camino empinado y difícil de la existencia, afincado en una comarca humilde de esta tierra, en el ranchito materno.

Duermen y despiertan en el ranchito de paja, y ojos ya lleva el techo de este ranchito tan menos seguro que la casita de barro del hornero vecino; por ellos se deslizan las aguas cuando a llover ha mandado Dios, por ellos se deslizan curiosos los rayos de sol y los de la luna cuando éstos merodean plenos y soberanos la ruta de los cielos, y, por muchos otros sitios, a su turno franquean las gélidas saetas de los vientos invernales.

El rancho es vecino y costanero de un florido campichuelo y aledaño está también a la selva rala de sombra siempre acogedora con sus frutos dados siempre sanos y generosos.

Como los de muchos hogares, el padre de Angelillo ha muerto, en circunstancias aún confusas para este cerebro infantil. Confusa para el niño que todavía no sabe discernir sobre la vida y la muerte. Muchas veces la pasa vacilante entre creer que su padre puede llegar al ranchito, natural y sorpresivamente, hasta a veces lo está esperando sin saber por qué, y la idea de que no regresará nunca no sabe comprender. A veces tiene esa tristeza pasajera, inconstante como cosa de niño, al pensar que su padre no se halla en este mundo, y sobre todo y de particular manera, cuando ve a otros niños con los suyos. Siente entonces temor y una inmensa nostalgia; siente algo de desamparo e inseguridad tal que busca a la madre y se refugia en ella, y acosa de nuevo la pregunta:

—¿Por qué no viene papá? ... yo quiero que venga.

El niño se pone cargoso y la madre no sabe cómo contestarle apropiadamente.

Un hombre y un máuser lo dejaron huérfano y trajeron la desgracia a este pobre ranchito. Fue todo un horrendo suceso.

El máuser homicida del caudillo ignorante y prepotente, ese caudillo que es el producto neto, el representante típico, el ejemplar más significativo en la política de trapos de color al cuello; bajo cuyo signo vivimos en el país o huimos al exilio.

Un hombre y un máuser lo dejaron huérfano de padre a Angelillo... mientras, el niño pregunta:

—¿Dónde está papá... por qué no viene ya?

Angelillo, su madre y Juanita su hermana mayor, integran la familia moradora de este ranchito. Viven así unidos para la vida, el infortunio y la esperanza, estos años de amargas dificultades, penosos años, llenos de sensación de desamparo.

La madre viuda, la paliducha y enfermiza Juanita y el niño Angelillo; como agregados van la burra Juramento y su hijo Querubín, un inquieto pollino.

Juramento siempre ayuda a la madre de Angelillo; hace transporte de la familia y de las cargas.

Realiza con mansa resignación el trabajo que toca a la carreta que no la tienen; también es la generosa lechera de Juanita y Angelillo; así y siempre cuando Querubín no se haya portado tan glotón que se la bebiera toda en sus andanzas tempranas.

El pollino lleno de vitalidad y nervios siempre se levanta temprano y después de retozar a la redonda del campichuelo busca a su madre Juramento, hace su desayuno va a la aurora, y, siempre que esto ocurre, Juanita y Angelillo quedan sin leche a la mañana. El muy pillo burrito entonces se sabe culpable, y por eso ese día está aún más juguetón con Angelillo quien se pasa las horas subido al guayabo mientras él agita el arbusto, de vez en vez, rascándose el pescuezo y la panza en el delgado pero flexible y resistente arbolito.

De muy pícaro el burrito tiene unos ojos que le bailotean y ellos lo divierten a Angelillo quien, cuando el burrito se descuida, le estira de sus largas pestañas.

Cosa de niño ...

La madre le grita —Cuídate, Angelillo, con los ojos de ese burrito ...; no le hagas así.

Efluvios que amortajan agostadas vidas.

Texturas antes alimentadas de armonías y colores hoy soterrando la vida en ínsula de inopia.

Légamo que aguiñapa la vida de los seres desamparados.

Preces melindrosas de madres desvividas.

Fuga del tiempo irreversible, que columpia el sol hacia su ocaso.

Las campanas llaman a la oración.

La noche trae descanso y sueño.


 

UN DIA COMO OTRO EN EL RANCHITO

 

Juanita ayuda a su madre a descascarar la mandioca para hervirla; aquí está el desayuno de la familia. La madre no sabe qué cocinar para el almuerzo del día; tiene un poco de carne seca formada en cecinas; colgadas están del alero del rancho. Será el plato de hoy porotos y un poco de carne seca.

No se puede abusar de la carne pues se la consigue de a poco cada quince días, en casa de Don Garcete, quien a la tarde antes avisa a toda la vecindad, leguas a la redonda, con el sonoro Turú (1), de matarife, la faena del día siguiente. Y hay que madrugar, que la carne no alcanza para todos los clientes.

Allá se debe ir con dinero, y éste no siempre se tiene, menos aún en este ranchito en el que Juanita y su madre tienen que viajar dos veces a la semana al mercado con sus cargas de mandioca y maíz para lograr algún dinero. Otro medio de lograr dinero no hay, a veces también en el mercado se obtiene carne a cambio de lo que lleva de la chacra, Juramento transporta la carga y es cada vez más lerda y perezosa; está vieja Juramento y toda carga le pesa mucho más de lo que es realmente y todo camino también le resulta empinado.

Cansancio de la edad.

La chacra es muy pequeña en extensión y no puede dar tanto como requiere el sustento de la familia.

La trabaja la madre de Juanita y Angelillo, y el tío Ramón les ayuda en la tarea cada vez que puede sacar tiempo de tanto trabajo que tiene también en su chacra.

La pequeña heredad agrícola es todo el sostén de la familia. Las chacras son los sostenes tradicionales de la familia nacional desde los más lejanos tiempos.

La madre de Angelillo trabaja con la cara atada porque padece de un terrible dolor de muelas. Pone un poco de ceniza caliente en el trapo con el que se ata la cara y sigue trabajando en silencio. Trabaja porque debe trabajar necesariamente; está aturdida de dolor. ¿Quién lo haría por ella si dejara de trabajar? ¿Qué pasaría a sus hijitos?

La preocupación es por demás seria que no da tregua.

La mujer empuñando el arado frente al surco abierto en las entrañas de la tierra, es la expresión más elocuente y dura de la tesonera lucha por la vida en nuestra organización social, si bien desde luego, desde los orígenes de la sociedad humana, la mujer fue la madre de la agricultura, como del hombre lo fue la tarea de la caza y la pesca, en la natural y primitiva división del trabajo.

Querubín está acostado bajo el guayabo en que se ha subido Angelillo a jugar en las ramas y a buscar nido de pajaritos, piensa el borrico, mirando a la madre de su amiguito, que esta buena mujer no sanará del dolor de muela sino por autosugestión, porque el dolor de muela no calma con ceniza caliente, atada a la cara. En todo caso, muchas toneladas de ceniza caliente serían necesarias en este país donde casi toda la población rural padece de graves fallas en la dentadura — dícese el borrico.

Querubín que ha comido hojas de verdolaga y ramitas de perejil, acostado está para dormir la siesta un momento, pero Angelillo le tira desde arriba, desde las ramas del guayabo, palillos y hojas, no quiere dejarlo dormir.

—Déjalo, Angelillo, que descanse el burrito — le dice la madre.

Hilvanaba sus meditaciones como en toda hora crepuscular, la madre en su lar estaba, cuando dice:

— ¡Oh! Angelillo tiene tos; le prepararé un jarabe.

El único plato enlozado sobreviviente aún a la marejada de infortunios, está siendo llenado con rodajas de cebollas blancas espolvoreadas con azúcar; serán puestas al sereno de la noche para que el jarabe se haga.

El niño con ojos escrutadores y profundos, con su imaginación alojando ideas visitantes a cual más raras, con simplicidad prístina y como en una religiosa espera, al ver el azúcar contribuyendo a su ya deseado jarabe, se relame los labios y le dice a su hermanita:

—Si quieres, mañana te invito con un poco de mi jarabe.

— ¡Verdad que rico!

— ¡Va a estar muy rico!

El plato con su carga enserenada, plena de rocío y del perfume de marañas misteriosas y sempiternas, debe ser retirado de su sitio antes que lo alumbre el sol de la mañana siguiente. Los rayos solares dañan las abroqueladas virtudes curativas así logradas en la farmacia de los humildes.

—Juanita, dale chalas de maíz al burrito y a su madre Juramento. —Dícele la madre a la niña—. Y tú Angelillo pasa bajo el techo, que está cayendo muy espeso el rocío; este sereno te va a hacer toser toda la noche. Anda mi hijo. Anda mi hijo, que ya comienza el rocío.

 

NOTAS

(1) Corneta rústica de matarife de campaña.


 

 

LOS NIÑOS POBRES NO SABEN LLORAR

 

A las primeras claridades del alba, Juanita, su madre y la burra Juramento, fueron andando la dura tierra colorada, camino a la pequeña chacra; la burra buena tiene que estirar del arado de madera que rotura la tierra, va que tío Ramón no puede, como otras veces prestarles la yunta de bueyes.

Mientras la madre va arando la tierra con Juramento, Juanita echa en el surco ramitas de mandioca y las cubre de tierra, con los pies. Germinarán estas ramas y así la familia tendrá alimento. La tierra es aquí generosa, por fértil, como las mejores.

—Esta tarde —dice la madre de Juanita— vendremos a continuar sembrando porotos; agujerearé la tierra con el palo puntiagudo y tú echarás tres semillas de poroto en cada hoyo; así ya no necesitaremos el año que viene.

Y a la tarea han regresado.

Juanita está ya muy fatigada ahora, por el sol ardiente, se sienta súbitamente en la tierra y aprieta con la mano el pie izquierdo; tiene en la planta del pie una espina negra rota por la mitad. Aprieta fuertemente el pie porque es muy dolorosa la punzada que ocasiona la espina de cocotero. Los que viven en estas chacras saben cuán peligrosas son las espinas de los cocoteros; son traicioneras y duras; también como las del cactos son andariegas una vez incadas y sueltas en la carne, y duele tan agudamente que el mejor temple se reciente cuando lo ha sentido clavarle.

¡Cómo será lo que le duele a esta nena!

Le salen algunas lágrimas, pero no llora; viene la madre a verla.

—¿Cómo te pasó esto, mi hija?, tienes que mirar bien la tierra que pisas —le dice—; si sabes que aquí hay muchas espinas de cocoteros y naranjos.

—Y lo dolorosas que son.

Juanita tiene ocho años. No llora. Los niños pobres no ríen tan fácil y espontáneamente como lo saben hacer los niños de clase social más elevada; no conocen gran parte de ellos la alegría y la ternura de la vida; tienen tempranamente maduros el corazón y, si no saben reír tampoco saben llorar. De dolor tienen llena la vida; no han de llorar sino en supremo anhelo, en suprema desesperación o en supremo dolor.

Juanita no Hora, está pálida y hace solamente una mueca trágica y seca en la carita descompuesta y simple; mira a su madre y se vuelve al pie izquierdo que sigue apretando con las dos manos.

El consuelo del pobre suele ser breve y estoicismo puro.

Y va está aquí toda la familia; han llegado a la chacra Angelillo y Querubín; el burrito pisa el sembrado porque quiere dar un trotecito y llegar junto a su madre Juramento que está al otro lado de la sementera comiendo cogollos verdes.

Angelillo le tira de la cola y lo ata con sus cerdas en un arbusto. El burrito quiere correr pero está atado de la cola, se queda quietecito.

El niño, ahora a su vez, quiere entrar en la tierra arada e ir junto a su hermanita que ha vuelto a echar semillas de porotos en la tierra, lentamente, con el pie izquierdo atado y rengueando por el largo surco.

—Juanita —grita Angelillo— cuidado con las espinas; ¿viste ... viste ... ?

Y como en todas partes, al trabajo sigue el descanso.

Hay que suspender la tarea porque el sol ya así lo manda. El crepúsculo está llegando sobre el cielo de fondo grana.

—Va a seguir la sequía —dice la madre agricultora mirando la puesta del sol—, el cielo está muy rojo. Rojo saturno girando a bermellón.

Juanita y Angelillo son reunidos para regresar a casa; la niña con el pie herido irá en el lomo de Juramento, pero antes han de cargar una bolsa de batatas dulces.

— ¡Oh, qué dulces son las batatas! — dice Angelillo.

Todos trabajan presurosos.

¿Qué ha pasado?

La madre tiró lejos una batata muy grande, porque la encontró terrosa y pasada. La tiró sin pensar, más mecánicamente, pues la batata es inservible.

Angelillo pregunta: —¿Por qué tiras la batata, mamá?

—Porque es para la abuelita de las batatas — le contesta.

—¿Y eso qué? — dice el niño.

Mañana cuando regresemos —le dice— vamos a encontrar aquí mismo muchas batatas pequeñas y dulces... blancas, moradas, amarillas; muchas, muchas; la abuelita (1) da las batatas nos la va a traer; ya vas a ver mañana.

Angelillo le cree entusiasmado. ¡Oh qué alegría espera!

Amapolas doloridas formando cofradía que parecen desangrarse en silenciosa hemorragia en el linde de los naranjos con sus frutos de oro, como lluvia de puntos sobre su fronda verde.

Cocotales desnudos que se empenachan descreídas, azafranando sus flores.

Verdades desnudas con rudezas de piedras que encanecen el alma.

La burra Juramento está mirando; ella también sabe que muchas veces la madre miente por compasión.

Vamos a casa Juanita; vamos Angelillo; suéltalo al burrito, que está ya oscureciendo.

Vamos.

Vamos.

 

NOTA

(1) De la mitología y leyenda guaraníes.

 


 

NAVIDAD DE LOS NIÑOS POBRES

 

Toda la familia irá al pueblo.

Es el acontecimiento mayor.

Juramento, antes de que el sol decline con exceso, transportará a Juanita y a su madre; Querubín hará lo propio con Angelillo.

Corazones rebozantes de gozo los de Juanita y Angelillo, toda la siesta corrieron por la costa del arroyo, arrancando culandrillos y helechos para el niño Jesús.

La madre les grita de rato en rato: —Cuidado — que puede haber víboras por allí, que el día está muy caluroso.

Y en marcha están.

Dos leguas largas de trayecto.

Llevan dos sandías al niño del Pesebre que allí está acunado entre hierbas, cirios, ovejitas y Reyes Magos.

Los niños caminan a tramos, y luego suben de nuevo en sus burros, andan con la imaginación sobre excitada, inundados de locas fantasías que les llenan la cabeza y el espíritu de una atmósfera toda colorida.

La madre camina y no habla, saben en su escondida meditación, que la alegría de sus hijos será muy corta, el momento de un lampo; será como un irisar el cielo en una tarde de aguacero y luego nada.

Dios no permita que ellos sepan que los niños pobres en esta fiesta del nacimiento no se llenan sino de ilusiones.

Los niños van contentos a la fiesta del nacimiento; allí verán muchas cosas; allí el Niño Jesús les dará algo... no saben qué ... pero algo.

Y llegaron ya muy felices.

No deben dormir hasta medianoche, conforme la tradición, pues que si se duermen, despertarán hechos chanchitos negros; por metamorfosis, según la antigua leyenda.

Están ya en casa del tío Ramón, sentados frente al pesebre.

¡Qué linda es la noche de Navidad! ¡Cuántas luces! ¡Cuántas cosas vistas!

Y la noche se va escurriendo, se aproxima el canto del gallo.

Los niños se han dormido.

Ha habido tres llamadas desde la elevada torre y las personas mayores han ido a misa. El Párroco en la santa celebración, en el sermón de la exaltación y de la súplica, ha pedido piedad, piedad en nombre de Dios, a todos los hombres de buena voluntad, para así mitigar el dolor de la humanidad desesperada de necesidad e impotencia. Ha condenado la avaricia, el egoísmo desmedido, el lujo ofensivo y humillante de los ricos y pudientes.

La misa ha terminado. Las gentes van a dormir.

Paulatinamente el pueblito pierde su animación y se ahoga descuidadamente en el descanso qué llega después de toda jornada.

Juanita es despertada por la, madre, no bien pasada la media noche; volverá sentada en Querubín, pues su madre, con Angelillo en brazos, viajará en Juramento.

El tío Ramón y la esposa dicen: —¿Por qué tanto apuro? ¡A esta hora de la noche! ¡Cómo van a ir, como si no tuvieran donde dormir!

Inútil la escena y los ruegos de estas gentes ofreciendo hospitalidad. La buena mujer no quiere quedar porque no quiere que la mañana la sorprenda ahí.

Verdad es lo que dicen: —¿Por qué en esta madrugada del nacimiento del Niño Jesús hay que volver como derrotados sobre el camino de atrás, cruzando a traicionera hora, en silenciosa caravana, arenales y montes, como forajidos? ¿Por qué alejarse de ese pesebre tan lleno de sosiego y evocación?

¿Por qué no esperar hasta mañana, mientras los niños duermen tranquilamente acurrucados al lado del pesebre? ¡Es que hay que escapar del pueblo antes que amanezca! ¡Hay que escapar de esa alegría que amanecerá en la mañana de los niños del pueblo, para evitar la desesperanza en que pueden caer sus hijos cuando miren la alegría de los niños de las casas vecinas.

Esa madre piensa con desesperación, callada y dolorosa, que Dios ha creado tamaña desigualdad o no ha podido desaparecerla.

¿Por qué tanta triste desigualdad? ¿Por qué sus hijos deben sufrir así? Mañana mis hijos amanecerán sin sus regalos —dícese la madre— y mirarán doloridos, silenciosos y disminuidos, la bulliciosa alegría de otros niños con sus juguetes.

Deben alejarse del pueblo esta misma noche, huir con la sombra, para que Juanita y Angelillo no sepan que ellos no son como los otros niños, porque entonces después de tanta alegría, de la espléndida víspera, se llenarán de tristeza ante la realidad de la Navidad de los niños pobres.

Hay que ocultar a estos niños la alegría de los otros niños, para no entristecerlos.

Juramento, que adivinó el pensamiento de su ama, más mansa que nunca y más dócil, condujo presurosa aquella madrugada, de regreso al rancho, a esa humilde familia derrotada por la injusticia de la sociedad.

Mañana el pueblo amanecerá con regalos del Niño Jesús; un juguete para cada cual, pero... ¿suelen despertar con los suyos los niños pobres?

Hecho curioso de observar es esta noche buena llena de evocación y de humildad cristiana.

En los tiempos germinales de las creencias y de la fe religiosa; ingenuos pero sapientes, los pueblos antiguos, hallaron que sus salvadores, y los salvadores de sus religiones, venían a la vida en cierta determinada época de las estaciones astrológicas; nacían durante el solsticio de invierno (1); siempre de una mujer virgen; después de la media noche del 24 de diciembre. Así lo enseñan las antiguas tradiciones sobre sus mapas y cuadros astrológicos.

En el mundo cristiano, también el Niño Jesús nace en Belén el 24 de diciembre, justo cuando el sol empieza a ascender tras el solsticio de invierno (2); luego ya hombre, convertido en el símbolo de la bondad humana y crucificado por la redención de la humanidad, muere y resucita en el plenilunio que sigue al equinocio de primavera.

¡Qué magnífica e insospechada sabiduría ocúltanse en el misterio del simbolismo!

¡Oh radiosa vida multiforme embebida en la ingenuidad de florescencias inagotables!

El sol ya está alto y Querubín sigue durmiendo a patas suletas detrás del ranchita.

Los niños despiertan muy felices.

¡Qué lindo estaba el pesebre!

¡Quietito estaba el Niño Jesús!

 

 

NOTAS

(1) y (2) En nuestros países resultan estaciones ¡opuestas; en ellos en el mes de Diciembre se produce el solsticio de verano.


 

 

LA ESCUELITA RURAL

 

Como ésta, un centenar... más de un millar.

Es típica la escuelita, todita bañada de desamparo; levantada en un recodo olvidado de la Patria, transparente de pobreza.

Y la señorita maestra.

Bondadosa es la señorita maestra. En realidad en ésta son dos las señoritas maestras; y dos grados escolares, el primer grado infantil y el segundo grado.

La escuelita no tiene campanas; cuando llueve, burlonas, las gotas se escurren casa adentro por el techo de dos aguas, afiligranadas de goteras, y cuando hace frío todo parece circulador de aire que hace que los niños se pasen tosiendo y tiritando ateridos.

Juancito, compañero de banco de Angelillo, ya no vendrá a la escuela; terminó de consumir el precioso fragmento de su vida.

Una luz mortecina se ha apagado y el tiempo ahuecó su pecho y tembló un instante en esa media noche cuando el niño respiró la última vez, con los párpados caídos, bajo el peso gigante de lo arcano que llegaba en forma de inocente sueño.

Hoy no hay clase; las maestras comentan que Juancito no hubiera dejado a sus compañeritos si la escuela tuviera construida por lo menos la otra pared, la que da al sud.

Parece que los niñitos padecen el mal de la atención huidiza, dispersa. —Quizá sea debilidad cerebral— comentan las maestras.

Dicen las señoritas que los niños no aprenden gran cosa por lo mal nutridos que están, y más los rigores del clima los mantienen orgánicamente inferiores para asimilar la instrucción que se les imparte. Hay esperanzas, sin embargo, de que a fuerza de empeño tenaz se vayan alcanzando algunos resultados positivos en la formación de los niños.

También hay que mejorar los medios materiales y didácticos.

Hay veinte banquitos míseros de madera para medio centenar de niños que concurre a clase.

Los vecinos van a mejorar la escuela, pero es promesa de gente pobre.

Las maestras van frecuentemente a las carreras cuadreras y a los juegos de sortija para pedir contribución para ayudar al fondo escolar porque el Gobierno, nuevamente este año, no lo pudo tener en cuenta en su presupuesto.

La escuelita no necesita mucho sacrificio del gobierno, es muy sobria en sus necesidades; acaso suprimiendo un banquete oficial...

Juanita va al primer grado infantil, tiene diez años; Angelillo tiene siete años, va al mismo grado con la hermanita.

Difícil les resulta aprender lo que la señorita maestra les enseña: llegan a la escuela cansados de andar dos kilómetros que es la distancia de su casa a la escuela; y llegan ya con apetito como para hacerse otro desayuno más. Con apetito de niños humildes; y esto es así porque debe saberse que el estómago del pobre es de más reducido tamaño que el estómago del pudiente. Es así como la categoría social y económica de la persona se puede determinar aún después de muerta con sólo medir el tamaño del estómago.

Y han corrido los meses por los agujeros del tiempo.

Juanita no va ya a la escuela; no hay dinero bastante para comprar a ella y a su hermanito a la vez cuadernos y lápices, y del guardapolvo blanco ni que hablar. Por tercer año consecutivo abandona la escuela; primero fue cuando enfermó de paludismo, luego no había dinero para comprarle útiles, y ahora porque el dilema es tal que... o va ella o el hermanito. Quedará por este año nuevamente a ayudar a su mamá.

Angelillo sí va regularmente a la escuela acompañado del burrito Querubín. Más veces llegan tarde porque el burrito tiene que darse el gusto de masticar algunas hojitas, y otras tantas veces, Angelillo tiene que buscar chirimoyas maduras por el campo que cruza el camino.

Llegan a la escuela y el burrito hace constantemente amagos de entrar a clase. La maestra le hace amenazas con el borrador de tiza.

Los niños no pueden prestar atención a la maestra porque el burrito hace señas con la cabeza y hace otros movimientos picarescos y simpáticos con las orejas y los ojos, que los niños todos se ponen a reír.

—Atentos niños; no hagan caso de las travesuras de Querubín — dice la señorita maestra.

Y el tiempo no corre en vano, pues la naturaleza con sus leyes insobornables ha cambiado la temperatura del mundo; ha llevado más calor del sol por sobre el otro trópico, como todos los años; a nuestro hemisferio sube ya el frío del sud que ha de vigorizar o matar los organismos, cumpliendo la ciega ley de selección natural de la especie. Los mejores han de sobrevivir, los débiles han de perecer.

Mañana es 14 de Mayo.

El Comisario de Policía avisa a las señoritas maestras que en todo el país habrá actos de refirmación patriótica, y en la escuelita se conmemorará dignamente la fecha de la independencia Patria. Y visto, y a dicho efecto, el General Dictador ha ordenado que todos debemos cantar desde lo alto de nuestro orgullo... Paraguayos, República o muerte, nuestro brío nos dio libertad ...

¿Cómo van a cantar con ánimo vigorizado, con tónica tan inocente, estos flacuchos y pálidos de anquilostomiasis y hambre?

¡A ver si les hacemos estallar los pulmones a estos pobres niños, en nombre de patriotismo tan extraño!

El burrito Querubín está escuchando la conversación del comisario con las maestras, hace repetidos guiños con los ojos a Angelillo, y éste ríe que te ríe.

La tierra tuvo un sueño tranquilo y se está desperezando temprano.

Es 14 de Mayo.

Los vecinos llegan a la escuelita.

Los niños están allí formados en fila... ¿todos conocen, acaso, los colores de nuestra bandera?

La bandera es tricolor, tiene el rojo de nuestra sangre y el azul de nuestro cielo; los junta por el medio, a tirón corrido, una franja igual de color blanco; ese blanco que es la unidad de la luz sin el color, donde todos los colores se diluyen y mueren cuando desvanecen sus fuerzas para convertirse en campo de armonía, de neutralidad. ¿No será que esa franja de unión, entre el rojo y el azul, esté allí con su lenguaje mudo enseñando a los hombres el camino de la fraternidad y de la paz justa y comprensiva, cuyos dones debemos derramar sobre el ancho campo del futuro de la Patria para fructificar en felicidad para todos? Desde luego el blanco no es un color alucinante y espectacular, en nuestra bandera es simbolismo que aglutina por la misma posición que ocupa; es color de frescura ingenua que llena de ensueño y energía el corazón humano.

Y esta escuelita no tiene bandera, enarbola el mástil desnudo. Es como un alma descarnada a cielo y campo rasos, dialogando con el tiempo sus esperanzas.

La cooperadora escolar promete para el año entrante, para el día de la nueva conmemoración de la independencia nacional, que la escuelita tendrá su bandera tricolor.

Hay recuerdos de que hace muchos años el gobierno nacional prometió dotar de bandera patria a todas las escuelas.

También tienen planes, las autoridades de la Cooperadora escolar, de adquirir cinco bancos más para el año entrante pues muchos niños permanecen en clase de pie o sentados en cuclillas atendiendo a la señorita maestra que les imparte enseñanza; en los banquitos se sientan de hasta tres niños y hay sólo veinte bancos de madera para más de medio centenar de niños.

Alguien dirá que también en las ciudades los niños tienen penurias por deficiencia de comodidad escolar y... ¿por qué entonces los niños campesinos van a protestar? La Patria, es por repetido sabido, necesita el sacrificio de todos sus hijos y... en eso estamos. Verdad, sin embargo, que el sacrificio existente está muy mal distribuido.

Sin embargo... la Constitución Nacional prescribe que la enseñanza primaria debe ser obligatoria y gratuita; tratemos de lograrlo como un paso positivo dado en defensa del acervo cultural de la Nación, abriendo el camino de la Patria.

Vengan emocionados lirios de esperanza para que aquí, de nuevo, los niños canten sus madrigales a esta Nación que es su cuna y su gloria.

En el jardincillo de la escuelita se ha vuelto loca la mañana, y las vistosas campanillas trepadoras germinan lágrimas peregrinas, porque margaritas, pensamientos y violetas están heridas de muerte, cayéndose en sus raíces.

Angelillo lo supo... se lo dijeron.

El niño está muy triste; sabe que su compañero de banco ya no regresará a la escuela. El alma le queda temblando.

Hoy a la señorita maestra le ha traído un ramito silvestre para que se lo lleve a Juancito... allá, donde el montoncito de tierra y una cruz de madera.


 

 

ES DIA DE LOS MUERTOS

 

Irán todos al cementerio.

También hay que rezar la misa.

Hay que hacer rezar una misa por el alma del padre ausente; para que halle en el cielo la paz que esta tierra le ha negado.

¡Qué dificultad!

La misa ha subido de precio; es a causa de la inflación. La inflación persigue hasta a los muertos, sin embargo los muertos debieran ser más comprensivos y tolerantes; deben comprender que esto ocurre por una fatalidad, ya que los “vivos” de los padrecitos de la Patria, esos políticos criollazos, patriada noble y pura, de paisanos o de casacas y entonchados, está continuamente “afanando” todo muy afanosamente por el bienestar de todos.

En realidad, los muertos debieran ser más comprensivos con los vivos. Deben colaborar a la solución del problema nacional.

Verdad que en estos días se habló de nuevo, con animada sospecha, de la verdad de aquel dicho popular todo sentencia, de que “el vivo vive del zonzo, y el zonzo de su trabajo”.

La mamá de Angelillo va a lo del señor Cura.

Pide al señor Cura una misa; que rece una misa humilde con tal que llegue hasta el cielo.

Pero la misa se debe pagar y el dinero no alcanza.

—Por caridad, señor Cura —le dice  la mujer—; hace tres años que no podemos mandar rezar una misa por el alma de nuestro difunto.

—Por limosna, señor Cura —le dice— en todo caso podría traerle dos gallinas gordas.

—No es posible, hija mía. Si todos hicieran como tú dices, dónde iríamos a parar. No es posible.

—Hija, vete a buscar la plata. —Venga dinero primero—. No podemos hacer como pides. Nosotros los curas también vivimos de limosnas.

Esto es todo desesperación.

La familia delibera, y piensa que debería venderse la burra Juramento para pagar la misa. A fin de cuentas, Juramento se ha puesto vieja y cansada, casi no sirve mucho para el trabajo. Angelillo no quiere que se venda la madre de su amiguito. Querubín, el burrito, está desesperado mirando a su madre que tranquila e inocente, está masticando espartillos detrás del rancho.

Hay que vender la burra; no hay más remedio.

Pero hay también cosas que devoran como el mar y sucesos que salvan como un milagro. Y a no dudar que es así.

¡ Oh ... qué noticia se ha corrido!

¡Ya la misa será rezada! Y Juramento no será vendida.

¡Se ha producido el milagro!

Dios se apiada de los pobres.

Ha vuelto al pueblo el padre Daniel. La misa será dicha.

¡Oh, qué bueno suele ser con los pobres el padre Daniel! Lástima que se va poniendo muy viejito.

Qué bueno es el padre Daniel.

Este año, en el día de los difuntos hubo misas cantadas para pobres y para ricos. ¿Por qué no debe ser siempre así? Todos somos iguales ante Dios y ante la muerte.

Juanita todo el día distribuyó agua fresca para beber, aromada con pétalos de rosas mosquetas, a todas las gentes sedientas que llegaban al cementerio. Juanita no pide se le den las gracias, sino que recen una oración por el alma de su padre; por eso estaba allí todo el día sentada con un cántaro de agua, ante el portón del cementerio, tratando de defenderse del fuerte sol de todo el día a la sombra transparente de una pequeña chirca.

Y dice la niña traspasada de calor, en camisita larga, limpia y adornada con honestos remiendos, que parecen unas tantas estrellitas; agua fresca, señor ... agua fresca, señora ... tiene rosa mosqueta... está fresquita el agua, por el alma de mi padre. Por el alma de mi padre, muerto, rezad, señora, y aquí tenéis agua fresca ... agua fresquita, señora ... rezad por el alma de mi padre muerto.

Y los árboles mecen silenciosamente, con emoción dolorida, sus follajes bañados de murmurios, canturrean melodías que sahúman los corazones de las gentes buenas, que, silenciosas caminan a visitar sus muertos, mientras, el viento musita plegarias que hacen gemir claudicantes a las casuarinas y a los cipreses elegantones y tristes, y, Juanita de rato en rato, con maquinal curiosidad mira hacia el interior del cementerio, se santigua presurosa y desordenadamente, en una breve turbulencia de movimiento, y, vuélvese hacia el caminante que viene casi insolado por ese sol de noviembre; que llega sudoroso al portón grande del campo santo con la opresión en el alma y escucha la voz de la niña: —¿Quiere agua fresca señor? — Yo no pido dinero; es por el alma de mi padre. Señora... ¿Quiere un jarro de agua fresca? Quiero que rece por el alma de mi padre muerto; él está ahí, a la derecha, donde el montón de cascotes y las margaritas floridas. Rezad por él, señora.

Daba pena escuchar a la niña, pero, aquí cada cual llega con sus penas propias y tribulaciones.

Querubín, que anda de trote y carrera, travieso e insoportable, se ha golpeado un ojo con la rama del guayabo y Angelillo se lo va a lavar con una solución de agua salada.

—Quieto, Querubín; quieto que te doy unos coscorrones, si no te quedas. Dice Angelillo, al burrito.

—Hijo mío..., no te enfades con tu amiguito. Dice la madre.


 

 

ERISIPELA

 

La última guerra con sus 50.000.000 de muertos y otros muchos millones de heridos, la destrucción material y moral por doquier, la bomba atómica, el comunismo internacional, y la perspectiva de otra más espantosamente destructora guerra, han tenido la virtud de germinar una adecuada sensibilidad en muchos duros corazones. Diríamos, sentenciosos y sabihondos, que hay progreso saludable y sostenido en los sentimientos humanitarios y también, consecuentemente apreciables avances en las concepciones económicas y sociales.

Y hay cosas de muy digno comento.

Temas que vienen y van son los del sensacional descubrimiento de que existen efectivamente, en realidad de verdad incontrovertible, cierto número de naciones de escaso desarrollo. Es patético el anuncio. Nosotros no lo sabíamos. Los estadistas más ilustres ya lo anuncian y agitan el tema en cada reunión internacional.

Gracias a tales declaraciones esclarecedoras, por fin estamos enterados, de muy buena y autorizada fuente, que nuestros pueblos padecen de hambre, desnudez, enfermedades, analfabetismo y muchas otras clases de miserias y tiranías de la vida.

Grande es nuestra deuda a los hijos de esa gran nación llamada Tecnolandia que con sus declaraciones oficiales llegaron a sacarnos de las dudas y nos autorizaron a hablar del asunto.

Más vale tarde que nunca y, aunque parezca mentira, tanta enormidad descubierta ya nos la dijeron estos cráneos y ahora se han ubicado entre nosotros para encaminarnos en la solución de nuestro novísimo problema.

Y no se tome aquí nada en forma peyorativa.

Esto del subdesarrollo en cosa muy seria.

Para dar forma y valor práctico a las recomendaciones surgidas de las inquietudes y afanes para salvar esta grave falla de la organización social, se ha estructurado un grandioso organismo internacional. Alto organismo internacional en el cual pueden descansar tranquilamente nuestras bien fundadas esperanzas, y al que debemos también todo nuestro apoyo para que él pueda cumplir su cometido.

Ya han sido muchas las naciones que han recibido los beneficios de su existencia, como también la nuestra, por intermedio de organismos especializados, ejemplo lo constituye la organización mundial de la salud.

Mayor triunfo de la solidaridad humana no tiene paralelo en la historia. Por fin el mundo se encauza preocupadamente por la senda que desembocará hacia esa meta a donde llegará un día el hombre, magnífico pletórito de generosidad, a proclamarse hermano del hombre.

Nunca será tarde para ponderar tan grandiosa iniciativa y, es de justos reconocer, todo empeño que lleve aunque más no sea a alcanzar la sombra de tal propósito de bien común.

Pero he aquí lo que acaba de ocurrir allá, muy cerca de nuestro cerrito verde oscuro de bosques perfumados.

Y es justamente la otra cara de la vida; la otra faz del inundo que muchos ignoran y otros quisieran olvidar y no pueden.

Angelillo está muy dolorido de la pierna derecha, en la que apareció un círculo rojo, con hinchazón y temperatura.

Crece la dolencia y el área del mal, de un día para otro, ¡Qué malestar! ¡Qué dolor!

El niño está acostado en un catre de trama de cuero, sobre un raído rebozo de la madre; tiene un montoncito de ropas por almohada. Llora a cada rato. La madre dice: —¡Por Dios, qué es lo que tiene mi hijo, parece que es una isípula! isípula!

Pide agua; bebe; tiene vómitos.

El niño aprieta la pierna enferma y llora; tiene náuseas, dolor de cabeza, fiebre, delirio, dolor de espaldas, escalofríos caprichosos; toda la colección de martirios que se puede hacer sufrir a un humano.

— ¡ Qué se va a hacer ...!

También de esta manera se hace la vida de nuestros niños campesinos. Muy pobre suele ser la sorpresa de placer con que se obsequia e impresiona su alma infantil, y, él naturalmente, con su apocado poder imaginativo, no sabe ya concebir la vida de otra manera.

La falta mayor atribuible a nuestra sociedad es ese abandono de los niños que vienen a los hogares pobres; nuestros niños campesinos con quienes mañana hemos de construir la Patria como un pedazo del conjunto de la humanidad nueva. Ellos, en su temprana experiencia de la vida, saben más de dolor que de satisfacciones; saben más de miserias y amarguras, que de ese placer sin igual que hace la felicidad del niño y que es la buena salud, la ternura, los juegos y las pequeñas golosinas, que componen la amalgama que forma el mundo de simplicidad inocente que les corresponde vivir en exclusividad.

El niño campesino, por el complejo de circunstancias telúricas y sociales, crece tímido y grave, silencioso, circunspecto, contemplativo; su alma introversa es el reflejo mudo del espíritu misterioso de sus selvas vigorosas y dominantes; sus pupilas reflejan las estáticas hermosuras de nuestros cerros y de nuestros campos. Respira el aire sano, límpido y tonificante de nuestro cielo. Bebe el agua fresca y cristalina de nuestros arroyos y manantiales, pero le falta, para articular un futuro de dicha y felicidad plena, la atenta preocupación de nuestra sociedad permanentemente retraída de su deber de solidaridad; le falta la tutelar vigilancia del Estado.

Este niño, de mirar dulce y melancólico, no tiene ese algo .. . que es de su naturaleza particular, ese algo que tiene un poco del vericueto de las avecillas revolcándose en las arenas; le falta la dinámica fulgurante del optimismo que despierta y anima sin cesar la vida para que la risa espontánea y fácil ilumine su rostro; esa risa que fluye solamente del fondo de los corazones felices.

Angelillo está llorando, con sollozos de niño pobre, sollozos contenidos, todo cuanto puede, ya que si bien es pequeño, sabe que cuando llora no hace más que desesperar a su madre que en su impotencia no hace sino ofrecerle un poco de agua; le frota la pierna le toca la frente y le dice y repite que ya pronto sanará.

El niño, si le fuera posible, no lloraría; es que le duele muy de veras y por eso a ratos se lo siente en esos pequeños quejidos, a boca cerrada, hasta que por fin llora bajito, mira a la madre y vuelve a callar; prefiere llorar para sus adentros, sin consuelo, sin mover un músculo de la carita enrojecida por la fiebre, para que la madre no lo vea sufrir.

Este pedacito de tragedia expresa la psicología de nuestra gente, muchas veces parecen insensibles al dolor; no se inmutan ante la tragedia ni se desquijaran ante la comicidad; absorben el espectáculo y lo encierran en sí mismos y son capaces de no dejar traslucir su emoción; a veces, si la alegría y el placer a sus pies se desparraman, sonríen, sí, a su acerado temple y les merece la gracia de su celebración.

Los niños humildes más lloran que ríen.

Y los niños en general, lloran por muchos motivos, hasta por hacerse los graciosos; pero no existe nada más hondo y lastimero que el sollozo entrecortado y apagado del niño enfermo de los ranchitos campesinos; ni nada más tremendamente desesperante que el quejido cansino en la respiración fatigosa e irregular del niño en agonía, cuando la muerte ya está asfixiando la última reserva de su vida. Suele ser de silencio mortal en su rededor; sólo su aliento se escucha y el niño que aún no ha vivido sabe que debe morir y entonces moviendo débilmente la cabeza busca a sus progenitores, intenta modular un llamado último... y cierra los ojos.

Juanita que está sentada a los pies de su hermanito, también en silencio llora; tiene el presentimiento de que el enfermito puede morir en un instante cualquiera, y la madre viéndola tan triste y como a manera de sacarla de esa situación, hace reunión de todas sus fuerzas de ánimo, pone una cara seria y dice a su hija:

—Muy bien, ahora te pones a llorar. Anda al pueblo y dile al tío Ramón que venga con su carreta para que llevemos a tu hermanito a lo del boticario, para que lo sane pronto.

Juanita va corriendo.

También la madre llora almas adentró. ¿Qué maldición de Dios se merece para que su hijito sufra así?

Le pone sobre la frente trapos mojados en agua fresca; le duele muchísimo la cabeza.

Enciende un resto de vela de cebo invocando a la virgen María; ella sabe que más no puede ofrecer a cambio de la recuperación de la salud de su hijo, pero la virgen le tendrá piedad.

Llega la esposa del tío Ramón y cuenta que el boticario se ausentó del pueblo, pero la esposa de éste aconsejó le aplicaran tintura de yodo o trapo mojado con agua de sal inglesa, a la parte afectada de la pierna de Angelillo.

Debe saberse que en muchos pueblos donde no hay médico radicado, el boticario (farmacéutico) es el clínico y el cirujano que haciendo heroísmo y humanitarismo salva muchas vidas.

Las dos mujeres inspeccionaron la pierna del niño y se dicen simultáneamente: tiene razón la esposa del boticario, esto es isípula —ella dijo erisipela— pero si es isípula podemos curar.

¡Quién no sabe curar la erisipela en estos valles huérfanos de médicos y todo otro auxilio!

—Juanita —llama la mamá— anda al arroyo, búscame un sapo grande; lávalo y tráemelo; que sea bien limpio el sapo. Ten cuidado que no te rocíe los ojos ese animal, que te puede dejar ciega ... anda ... anda.

La nena corre al arroyo.

Ya tienen un sapo prisionero en una canasta vieja bajo el catre de Angelillo. Han tenido que ponerle una piedra sobre la canasta porque el sapo no se queda quieto.

El noble e inofensivo batracio, feo como el más feo animal, será sin embargo el encargado de curar la erisipela con solo posar suavemente su frío vientre sobre el área afectada por la infección.

Y así se ha de hacer cuando la tarde agonice, cuando a la oración hayan llamado las campanas de la iglesia del pueblo. Cuando el sol declina va totalmente, para dar entrada a la noche, Juanita y su madre levantan a Angelillo en su catre y lo llevan tras el ranchito; allí Juanita trae el sapo, y, sin mostrarlo a su hermanito, lo pone en la mano de la madre, quien dando las espaldas hacia la entrada del sol, dice a Angelillo, tapándole suavemente los ojos:

—Voy a ponerte en la pierna enferma un remedio muy bueno, pero no tengas miedo que no va a doler nada; así vas a mejorar; esta noche ya vas a dormir bien y pronto vas a ir de nuevo a jugar con Querubín y tu hermanita.

El enfermito, vencido por el dolor, se resigna a todo, obedeciendo da su asentimiento a su madre con la cabeza; ella posa suavemente el animal sobre la erisipela, lo mueve, varias veces en forma de hacer cruces, luego sin mirar atrás, tira el sapo por sobre su hombro derecho a la dirección de la puesta del sol, sin volverse a mirar.

Dios y la virgen María pronto te traerán salud, mi hijo, —dícele a Angelillo— quien está quieto, confiado e inocente de cuanto ha ocurrido.

La medicina está hecha, la cura vendrá pronto.

La sabiduría de la naturaleza es grande y siempre tiende a la defensa de su obra, a la preservación de aquello que es su creación, en este caso la vida del niño. Un episodio que pareciera minúsculo para llamar la atención del que reina y armoniza la creación toda.

Las gentes saben aquí como curar la erisipela, de una manera natural, cuando la ciencia no ha llegado con el galeno; lástima grande que en tan noble acción el sapo se llevó el contagio del mal en su panza fría y morirá en días más, mientras Angelillo sanará paulatinamente.

Aquí no existe magia ni arte de brujería, ni fenómeno sobrenatural; esto es química pura. Preguntadle a la zoología qué efluvios invisibles irradia por la piel de su panza el batracio para ejercer el efecto curativo sobre la inflamación que origina el estreptococo y tendréis la explicación satisfactoria.

En la naturaleza todo está creado conforme a un fin y todo mal tuvo siempre un remedio antes que la ciencia evolucionara hasta su alto estado de conocimientos. La naturaleza nada dejó al azar, todo es conforme a su plan; en lo cósmico primitivo, en el primer principio, en lo invisible y anterior a todos nosotros en la hora y en los tiempos aún perdidos, en la inmensidad, la microscópica célula que se insinúa en la formación del primer átomo, origen del mundo y la humanidad, estaban ya el virus infeccioso y su maravilloso antídoto curativo; el problema para el hombre está, sí, en sospecharlo, estudiarlo, descubrirlo y dominarlo.

He ahí la gran cuestión.

Querubín entra en la pieza y con el hocico toca a Angelillo; lo quiere mucho a su amiguito.

—Fuera de aquí — le dice la madre del niño.

—Vete fuera, Querubín, no seas impertinente, anda con Juanita al pueblo.

—Juanita, anda corriendo al pueblo antes que sea muy avanzada la tarde y dile a la tía Ceférina que tu hermanito ya no tiene fiebre, que le guarde mañana una botella de leche.

Querubín, como burrito obediente, sale, pone entre dientes unas hojas de cocoteros y a trotecillo lento sigue a Juanita quien va corriendo por la huella del camino a lo de su tía.


 

 

LA CALESITA

 

—Mañana será fiesta de San Blas, patrono del pueblo; tendremos calesita con música —dice Angelillo.

Por víspera y preparativos, todos se fueron a la chacra; sólo Querubín, entristecido, se quedó en el pajonal mirando a todas direcciones por la madre ausente. ¿Dónde está la mamá del burrito?

El burrito no sabe qué hace tres días ya, que su madre Juramento fue cedida en préstamo a la buena vecina doña Josefa para que la ayude a traer de la chacra espigas de maíz para preparar su mazorca. Doña Josefa está trabajando con su esposo en la cosecha de maíz.

Esta noche será devuelta Juramento para descansar, después de concluida la tarea.

Así se ayudan los vecinos; así deben siempre ayudarse los buenos vecinos.

Todos fueron a la chacra por productos que llevarán al mercado de donde traerán dinero para gastar en la fiesta de San Blas. ¡Qué alegría para todos! Esta es la hermosa ilusión de vivir; de vivir ese sueño que decora la vida que ha de comenzar mañana..., cada mañana, y que es la que aguijonea al inocente y lo hace querer vivir más de prisa; es el instante cuando lo vemos abalanzarse sobre ese futuro desconocido.

Irán a la Iglesia del Santo Patrono. Modesta Iglesia de Santos y Vírgenes. Cuatro paredes levantadas a largo rectángulo, con techo a dos agua; donde el pueblo eleva sus preces, sus loas, y, corea los cantos sagrados de su sencilla fe cristiana-católica; algo pantéica; algo pagana, pero, fe en la divinidad suprema.

Chatas construcciones            sin más adorno que el            desfachado campanario. No luce zócalos ni barandales revestidos de mármoles. Ausentes están los cortinones de raso y damasco. No hay frescos ni vidríales que esplendezcan sus muros; ni arbostantes tiene ni elegantes capiteles que se esfuerzan para elevar a las alturas la nave central de sus altares. No tiene cúpula alta ni alfombras cubriendo el piso.

Piso de ladrillos carcomidos por los años. Reclinatorios y largos bancos de madera, rústicos. Eso es todo.

He ahí la Iglesia del Santo Patrono del pueblo de Angelillo.

Tienen modestas ropitas nuevas; están caminando por el pueblo.

Cohetes, bombas y repiques de campanas.

Repiqueteo de campanas de esta iglesia del pueblo.

Muchos perros corren a cada estampido, con la cola entre las piernas, atropellando a las gentes. Muchos caballos se asustan. Todos envueltos en la polvareda asfixiante que se pega al cuerpo sudoroso bajo un sol, más que ardiente, calcinante.

Se escucha a la incansable banda de músicos en los juegos de sortijas. He aquí una concentración de jinetes. ¡Qué peligrosos están los de a caballo!

Juanita y Angelillo han estado mucho tiempo dando vueltas en la calesita; primero en el botecito, luego sobre el caballito, ahora en el autito amarillo. Vueltas y vueltas al son de dos guitarras y un arpa.

Esto es todo inocente alegría. Corrida ¡Oh, si la vida toda entera fuera así! —Se dice Angelillo—. Es un suspiro hondo de delicioso gozo.

Pero todo va a concluir con el sol que toma camino del ocaso.

Es la hora de la procesión; todos caminan tras el Santo Patrono. La mamá les dice a Juanita y a Angelillo:

—Pidan al Santo todas las cosas que quieran tener, él lo puede todo. Él nos va a conceder la gracia de alcanzar todas las cosas que nos hacen falta; recen ... recen ...

La procesión es solamente en torno a la plazoleta de la Iglesia, al son de música, de bombas y repiques de campanas. La multitud, a pesar de su andar lento, levanta polvareda y hay niños y ancianos en trance de sofocación.

El Santo entra en la Iglesia y las gentes se dispersan con la conciencia de haber cumplido su devoción; con la esperanza de lo pedido al milagro; hasta el año que viene... si Dios quiere.

Juanita ha pensado solamente en tener una peineta con piedritas de colores y Angelillo ha pedido al Santo, varias veces un trompo de dos colores, que allí vio en el kiosko de la plaza del mercado.

Y el Santo es bueno con los niños; todo les ha de ser dado.

La madre hace un recuento mental del dinero que sobrará después del día de la fiesta, y el saldo permite que a los niños se les compren las cosas de su mayor admiración. Verdad que la chacra ha permitido lograr, a la madre, algún dinero, para procurar a sus niños un poco de felicidad, en esta fiesta anual. Total es una vez al año y, si por lo menos una vez al año no se puede poner un poco de alegría en el alma de los niños, para qué vivir —dícese la entristecida mujer.

Juanita tiene ahora una peinetita con piedritas de colores, en fantasías; Angelillo un trompo de dos colores, y lo hace girar; lo alza en la palma de la mano y vuelve a echarlo a la tierra; este es el mejor trompo habido. Angelillo está muy orgulloso.

Todo es felicidad. ¡Qué hermoso día!

El tío Ramón refiere que hubo tres desgracias por asuntos de color. Siempre, aquí, como en muchos otros pueblos, cuando la fiesta patronal, se debe lamentar dos o tres desgracias; beben alcohol y con el calor reinante los nervios, se exasperan y se producen los hechos de lamentar.

Lluvia de fuegos artificiales; lluvias multicolores.

La fiesta llega a su fin. Están estallando los últimos estruendos y los cohetes luminosos.

El día se va y los faroles se encienden; sin embargo siguen gentes jugando; bajo las largas carpas en sus cartoncitos enumerados y sus granos de maíz. Se escucha la acompasada voz del tantero, con su característica, manera: —una y tres trece ... solito el uno... dos y uno veinte y uno ... solito el cuatro ...

Los jugadores de truco, marcan también sus tantos con maíces y porotos, y cuando les toca el turno gritan jocosos y bravoteando: truco ... retrucoooo... Vale cuatrooooo ...

Otro con más fortuna va a cantar una flor, y dice: —Cuando niño me contaban, que, este pueblo antes era un mar, y, veo..., ahora, que cuando fueron las aguas se quedaron mancos los piratas. Flooor.. . Flor he dicho.

Querubín estaba atado de una pata a una estaca del patio del tío Ramón. Se han olvidado de darle agua; ya beberá en el arroyito del camino a casa.

Es bulliciosa la caravana que regresa; todos contentos. La madre de los niños se siente muy feliz por haber dado a sus hijitos todo un día de tanta alegría. ¡Cuanto más quisiera hacer, pero es tan pobre! No le duele su pobreza; su dolor es ver a sus hijos tan llenos de deseos insatisfechos; tan tristes, cuando ven, calladitos jugando a otros niños con sus variedades de juguetes que ellos también quisieran, de todo corazón, tenerlos en las manos más sea por un rato.

Está arenoso el camino. Hermosa es la luna llena en medio de un inmenso cielo estrellado no menos hermoso. El camino, está claro y se ve a mucha gente con bultos sobre la cabeza a lo largo de distancias de arena blanca.

Angelillo viaja montado en el burrito y le hace rayas en el cuello con la púa del trompo.

Juanita va caminando al lado de su madre y ésta le cuenta que antes San Blas tenía capa celeste muy bonita y ahora lo vistieron de rojo punzó. ¡Qué bonito era entonces con su atuendo celeste!

Y todo cambió con el tiempo. El año anterior —dice— hubo un disgusto y alboroto muy grande en el pueblo cuando tuvieron que cambiarle la vestimenta a San Blas. Eso fue cuando la revolución.

¡Qué tontos son los hombres! A tu papá, que en paz descanse — dícele— le gustaba el color azul pero nunca compartía con estos alborotadores que no hacen sino traernos sustos y desgracias.

—Sin embargo, una vez tanto se enfadó, y nunca lo olvido, y así es que hablando con su hermano mayor, es decir con tu tío Ramón, le decía tu finado padre, que en paz descanse, ya no seremos complacientes en adelante cuando nuestro partido esté de nuevo en el poder. La bandera será azul arriba, será azul blanca y colorada; nada más justo. Largo tiempo hemos gobernado y siempre hemos hecho propaganda a los colorados; eso va a terminar. El tío Ramón lo escuchaba y decía que así debía ser, cada cual cuando tiene mando y poder puede poner arriba el color de su Partido. La bandera será Azul, blanco y colorada. Nosotros podemos hacer eso.

Así el relato, la conversación de madre e hija.

Mientras que el borrico que venía escuchando, a ratos, tanta inocentada, sabía que la bandera de la Patria ha sido siempre roja, blanca y azul, desde su creación; no se la puede cambiar. Ella está por sobre todas las facciones políticas e ideológicas, una especulación semejante es producto de la ignorancia; la ignorancia es una de las grandes desgracias de este país.

Aromas de tréboles y palos blancos.

Susurros del bosque que contornea el camino que la pueblan de vida y alucina el alma.

Coqueteos del viento en la fragancia silvestre.

Camino de siempre y de todos los días.

Angelillo, quien viene montado en Querubín, se ha dormido, el burrito tropieza y el niño cae en la arena con el trompo fuertemente apretado en la mano izquierda.

¡Más cuidado, Querubín!


 

 

EL MILAGRO DE SAN BLAS

 

En el bolsillo de la Hulla de Angelillo hay un hallazgo novedoso. Una canilla de bronce.

—¿De dónde la trajiste, Angelillo? — dice la madre.

Juanita está muy contenta pues la cree de oro, tiene el color como el oro; metal que ella conoce.

Todos miran la canilla. Es un objeto tan raro, para estos niños marginados por la civilización, que parece ser un juguete y tampoco lo es. Nada conocido hasta entonces por Juanita y Angelillo se parece a este curioso objeto, aunque tiene líneas muy sencillas en su construcción.

La única que sabe de qué se trata y qué uso y empleo puede tener el artefacto es la madre de los chicos, y está mirándolos y haciendo asociación de ideas de cómo Angelillo aparece con una canilla en el bolsillo.

Pero los niños quieren saber cómo se llama, para qué sirve.

La madre les dice que lo que tiene allí es una canilla y que si a la misma se la incrustara en la pared o contra un tonel, o barril, por uno de sus extremos y girando luego el bracito, puesto en la parte superior, la canilla daría paso y derramaría, hasta a torrentes, agua, leche, miel, mosto y otros líquidos útiles para la familia.

Los niños están satisfechos de la explicación.

Juanita y Angelillo están llenos de gozo; ahora ya no sufrirán sed de apetitos insatisfechos; ya no tendrán esas postergaciones que les retuercen con repetida frecuencia el estómago cuando está vacío; no desearán ya inútilmente cuanto les hace falta pues que lo tendrán con sólo girar a un lado el bracito de la canilla puesto en la pared; todo les será alcanzado. Lo que más quisiera Angelillo, de la maravillosa canilla, es mosto, un jarrito de mosto bien dulce.

Ya están estudiando cómo ponerla en la pared.

¡Esto es maravilloso! es un verdadero milagro; este es el regalo de San Blas; una gracia del Santo, pues lo ha encontrado justo después de pedírselo al Santo, caminando en la procesión de la tarde. En efecto, la madre le ha dicho:

—Angelillo, pídele a Él todo lo que quieras, —y el niño pidió muchas cosas, muchas cosas lindas... todo... todo, y he aquí que las tiene todas por medio de la canilla que ha encontrado en la arenosa calle frente a la casa del tío Ramón. De esto Angelillo se acuerda muy bien.

Están mirando la canilla, la dan vuelta con inspección minuciosa. Y el contento del corazón es tan grande que les sube la emoción del corazón a la cabeza y les cae de la cabeza al corazón, en un vaivén de inmensa dicha inocente.

Y esto del milagro de San Blas ha sido siempre de fama y menta, que viene de lejos; aunque Angelillo no lo sospechaba así.

Este Santo Patrono de la cálida tierra de Angelillo, lo es también de la Iglesia toda del Río de la Plata, por título bien ganado, desde que el día tres de febrero de mil quinientos treinta y nueve, salvó de perecer, a flechazos de nuestros aborígenes insumisos y belicosos, todo el puñado de valientes y audaces conquistadores sitiados en el fuerte de Corpus Christi, que estaba convertido en campo de Agramante, para sus desesperados defensores, cuando justo llegó el refuerzo de salvación; milagro y gracia de San Blas.

Y milagro por milagro, ¿por qué el ruego de Angelillo no debía ser oído y tenido en cuenta, y concedido en gracia, por la sensibilidad del buen Santo? que por Santo es más bondadoso que los hombres quienes pudiéndolo, no se preocupan de la felicidad de nuestros niños pobres y desamparados.

La vida del niño pobre es un drama, inhumano drama, presto para un largo poema dedicado a la nueva sensibilidad de la sociedad futura que muy seguramente será, a no dudarlo, más humana.

Sobre el cortinado del cielo, hay un cambio que avanza por la ancha grieta del tiempo.

El sol ya se ha dormido, hace un rato.

Una estrellita parpadeante, en el horizonte, saluda con sus luces blanquecinas desde el arco de la luna nueva cabalgando sobre la noche emponchada, mientras, a intervalos, el chistido del suindá ataña la tierra sudorosa y sedienta y vasta corrido el alma de la oscuridad con su acento cortante e inconfundible de ave trasnochadora y peregrina.

Querubín está muy intrigado por tanto contento de su amiguito y su hermanita, y mientras mastica un trocito de cáscara de sandía... a ratos da un trotecito de picadero por el campito hirsuto de su dominio, puro espartillo, frente al ranchito de paja.


 

 

LA VENGANZA DE JURAMENTO

 

Es el terror del valle. Ni un vuelo de mosca lo importune en su día miércoles. He ahí al señor Comisario.

Está pasando a caballo el Comisario. Mira de reojo, agresivo, al ranchito. Prepotencia por dentro y por fuera es este señor Comisario.

Angelillo y Querubín no le dan importancia porque no lo recuerdan. Eso sí, Juanita y su madre están temblorosas mirando por el vano de la ventanita del rancho. Juramento bufa de santa indignación, pues ése es el hombre del máuser.

El hombre de a caballo es la impunidad personificada que el caudillaje ignorante y bárbaro, la delincuencia cebada, ha traído al valle para representar a la autoridad y a la justicia. En manos y en el talante de este beodo irresponsable está la vida, la honra y la hacienda de mucha buena gente de la comarca.

Juramento piensa que si algún día a su hijo Querubín pudiera hacerlo comisario, también podría saldar cuentas con el hombre del máuser, porque... dice la vieja sentencia ... “quien a hierro mata, a hierro muere’'.

Sin embargo es de noble burro perdonar; Juramento ha cambiado de idea; tiene alojada en su cerebro una nueva idea magnífica. Ya veremos la terrible venganza de Juramento.

Se dice para sus adentros la madre burra: el Comisario es como San Blas el Patrono, éste antes tenía pañuelo azul al cuello y ahora lo tiene de color rojo.

Y es verdad lo del cambio de color, y es que el mandón es un artista de la ubicuidad. Este comisario es un típico ejemplar del tentetieso de la política; de alguna manera se las acomoda para quedar parado y victorioso en el vendaval de cada cambio político, y así antes tenía pañuelo azul al cuello y ahora lo tiene punzó, y... guay de los azules que insensatos caigan en su campo visual.

El padre de Angelillo tenía pañuelo azul cuando le disparó una bala el hombre del máuser. Siempre honestamente y sin ánimo de cambiarlo por otro color, lo usaba azul como también lo usaba del mismo color su padre, venerable anciano de la guerra del setenta, abuelo de Angelillo y de Juanita.

Esta cuestión del color, o sea el trapismo de color, es una parte muy importante del quehacer y la preocupación política de los ciudadanos. Ha costado muchas vidas, mucha sangre, muchas revoluciones terribles. Los hombres se matan por el color azul o rojo; pero esto va a terminar de raíz de la noche a la mañana, en menos de lo que cante un gallo. Juramento tiene iluminada una idea en su mente de burra muy inteligente y bien intencionada; va a tomar una resolución contra el “trapismo”; un golpe fulminante y mortal, tan pronto caiga la noche y favorezca la conspiración... se comerá todos los trapos de color azul y rojo; ya no habrá “trapismo” causa de muerte y miseria en este hermoso país. Ya los hombres no se matarán por tan disparatada cuestión.

Recibirán una enseñanza de convivencia civil.

Está lloviendo intensamente hace dos días consecutivos.

Hay muy grave preocupación en el ranchito.

Juanita dice que se la perdido su vestidito nuevo, tan lindo vestidito, no tenía otro igual hasta entonces; también desapareció la boinita roja de Angelillo, premio de la rifa de San Blas; tampoco está la pañoleta azul de la madre, aquel regalo siempre cariñosamente conservado por el último presente del padre ausente de Angelillo y de Juanita, que todavía lo ha podido conservar a despecho del tiempo.

¡Qué barbaridad el suceso!

¡Qué hecatombe para la economía vestimentaria de la pequeña familia! ¡Esto tiene proporciones de una catástrofe!

Nadie puede explicarse lo ocurrido; es muy extraño el suceso.

Todos están de búsqueda infructuosa.

Sin embargo... Querubín tiene sus sospechas; sospecha de su madre Juramento. Barrunta el burrito y tiene casi la certeza para darse la solución del enigma. Esto es del todo grave ... muy grave.

Juramento está enferma, revolcada en el pajonal; tiene dolor de panza, algo que no puede digerir.

Y la sombra va llegando como avanzada nocturna.

Juramento sigue enferma y se va irremediablemente; la han enfermado, de toda gravedad, los trapos de colores comidos en la noche anterior; su hijo Querubín está acostado a su lado, está muy triste, su madre tiene el mal del “trapismo”, .una epidemia nacional.

¿Cómo no la ha de matar este mal galopante de nuestra tierra si los hombres mismos varias veces más inteligentes que el asno, también se infectocontagian de este mal del “trapismo’’?

La noche llegando viene porque la tarde se va cansada, lleva su luz al perieco y sobre su colchón dorado, muy afanosa, al antípoda quiere llegar.

Tristes aullidos de perros óvense a remozón del viento.

Quejumbres y letanías.

La noche extiende su manto, quiere incorporarnos a su alma y a su ominosa negrura.

De la tempestad dormida véanse resplandores lejanos y rayos refusilantes en líneas aserpentinadas. Hay nubes como montañas, como catedrales, como mausoleos, como gigantes panteones sepulcrales.

Del cielo cuelgan como oscursos crespones las nubes amaneradas y, desde su trasfondo insondable campanas entristecidas parecen llamar a muertos en la afligente penumbra de la próxima ordalía.

Visiones de pira funeraria.

Sollozan en lúgubres voces, lechuzas y urutaú.

Estridentes graznidos de búho y ásperos gritos de gua-á, en fúnebre y frío concierto desde la noche emponchada, rompen el silencio nocturno; son victorias sepulcrales que con inaudita pavura quieren herir nuestra sangre.

El burrito Querubín está acostado junto a su madre en el pajonal solitario, y sus lágrimas en albas gotitas lastimeras caen sobre el césped de tiernas gramillas callantías.

Juramento se va.


 

 

EL RANCHITO HOSPITALARIO

 

Murmullo de voces humanas que se oyen desde atrás del modesto estaqueado del ranchito.

El aire sofocante del día está amainando y el perfume fuerte, con característico olor a espartillo, del campichuelo vecino, vuelve con la tarde que declina; es el monte que envía su aire fresco.

Va a ponerse a la pequeña morada.

El murmullo de voces se hace presencia humana y allí están pidiendo posada, tan solamente para pasar la noche, don Juan Andrés del Valle y su esposa doña Mercedes. Tan antiguas amistades, tan viejos amigos son, y están caminando su largo trayecto rumbo al pueblo de sus quehaceres.

El sol se ha puesto ya y la luna asoma ahora toda su belleza a cuerpo entero color plata; que es cuando la llamamos de plenilunio.

Lleno de santo contento el rancho; la madre dueña de casa ha puesto a calentar una pava con agua para invitar con el mate amargo. Nuestra costumbre y tradición.

Y vienen cuentos y recuerdos de otros tiempos, y un matear sin fin.

Ahora Juanita tiene que seguir cebando el mate, y prueba el corazón grande y generoso de cómo sigue el mate y ella ya quiere ponerse a jugar, ingenia una picardía infantil apropiada al caso; carga el mate echando agua hervida por la bombilla. ¡Ah... doña Mercedes se ha quemado los labios!

— ¡Qué has hecho, Juanita! —dícele su madre— ¡Has quemado a doña Mercedes con la bombilla!

Los viajeros tienen que cenar. Se les dará cuanto se pueda, aunque es poco lo que se tiene.

La cena suele ser muy escasa para la familia, pero ahora es noche de no reparar en gastos para obsequio de los viajeros.

Hay que hervir una gallina; más que eso no habrá.

Una gallina como cena. Pero los niños deben dormir pronto; mientras la olla hierve con su distinguida carga.

Los niños tienen que dormir para que la cena resulte abundante a los viajeros. He allí el secreto de este rancho; igual a muchos otros. Los niños tienen que dormir para que la cena alcance a ser suficiente a los extraños que se hallan de paso. A los viajeros, por noble tradición, hay que ofrecerles el mate amargo evocador y el plato que a la mesa ha de llegar, como expresión de una humilde ofrenda campesina.

—Acuéstense chicos — dice la madre.

—Acuéstense a dormir. ¡Que han comido ya tantas mandiocas!

Deben dormir tempranito porque después a la mañana por nada quieren despertar y levantarse.

Cuenta la madre de los chicos a la doña visitante que Angelillo está con dolor de garganta, y, dícele doña Mercedes, quien ahora se está defendiendo de los picudos mosquitos (dípteros) con el humo de su cigarro grueso, que bien haría si llevase al niño a lo de la médica santa, pues la misma todo lo cura con yuyitos inofensivos y no cobra nada; le es suficiente con un regalito o si no, es igual, no cobra nada; nunca pide dinero. Queda, a nuestra voluntad reconocerle bien. Dice doña Mercedes.

La madre de Angelillo le cuenta cómo ella suele curar este mal: procede a frotar con el dedo pulgar humedecido con la saliva mañanera, mientras el niño tiene sobre la lengua un pequeño granito de sal común, los nódulos que se sienten en la parte superior y externa de la muñeca (1) (es decir sobre el hueso de la muñeca y bajo la piel) hasta quebrarlos, hasta desintegrarlos; después de dos o tres mañanas de repetido el procedimiento desaparece completamente el dolor de garganta como por arte de magia.

Es medicina muy sencilla y eficaz cuya práctica es usual en todo el vecindario de la anchurosa comarca.

Lo sé, dice doña Mercedes, pero... verdad cuántas cosas aún les faltan aprender a nuestros doctores que han estudiado en tantos libros, en Asunción, para saber lo que es curar verdaderamente; ¡y lo caro que cobran estos médicos!

—La médica santa sí que lo sabe todo (2).

Querubín viene a beber en el arroyito. Juanita y Angelillo, a cuyos pies está acurrucado el gatito Micifú, están durmiendo ya a la luz de la luna llena; en un catre de tramas de tiras de cuero, mientras, los viajeros han podido cenar abundantemente, pero... he ahí el secreto de estos lugares, la grandeza oculta y dolorosa; los niños tenían que dormir, necesariamente, para que los huéspedes pudieran recibir del ranchito pobre, y siempre hospitalario, toda la largueza de que es capaz su generoso corazón.

La noche impone su alma con la marca de lo sublime y enseña a las mansiones señoriales, de las ciudades y de las villas, la gloria de este ranchito pobre y virtuoso.

¡Oh noche grata con su brisa fresca y su viento noreste con olor a monte... con olor a selva!

Aroma de romeros, menta y albahaca, que pueblan con su espíritu el sueño siempre esperanzado de los pobres.

 

NOTAS

(1) En guaraní: pya py rahim.

(2) Médica santa (curandera), persona con poder espiritual de curar y hacer bien.

 


 

 

LA ENFERMITA

 

Presagio de tormenta en este rumor de selva, que imita multitudinarias voces humanas, que viene como devorando el silencio. Es el alocado viento del norte.

¡Y qué inconveniente lo del burrito!

Querubín tiene la rodilla muy hinchada y no puede andar, justo cuando más se lo necesita, pues Juanita está enferma. Hace días que la nena tiene fiebre, no queda más remedio que llevársela en brazos al boticario (1) del pueblo; y así la madre cargando con la mayor ternura con el peso de su hija, rendida de languidez camina por las arenas.

Esto también es una estampa dolorosa y común en nuestra tierra.

Aquí está la lucha tenaz de vivir.

Son dos leguas largas de trayecto; esa distancia se acorta y sus penurias se borran solamente con amor de madre.

El regreso lo hacen ya en la carreta del tío Ramón.

Contento grande; todos creen que Juanita sanará pues el boticario tiene fama y es de comento corriente su habilidad de curar.

Pero la mejoría no viene y he aquí que ahora hay que viajar al otro pueblo, para ver de encontrar un médico; un médico de verdad.

La dulzura de vivir abandona frecuentemente a esta familia tan unida como menesterosa.

En el rancho, huérfanos de padre, hay dos jironcitos de vida que la mamá defiende desesperadamente. La madre desanda también frecuentemente los débiles esbozos de sus esperanzas cada vez que Juanita o Angelillo caen enfermos. ¿Cómo atenderles como es debido, y necesario, en medio de tanta miseria?

Seres, cosas y sitios, en cada migaja del tiempo, están enseñando aquí el dolor paraguayo en el esfuerzo impotente por bien subsistir, lo vemos y lo debemos apuntar en la memoria del corazón sensible del hombre de nueva sociedad que advendrá, fruto también de una nueva conciencia.

De nuevo en brazos de su madre en busca de salud. El tiempo es muy caluroso, amenaza lluvia tempestuosa; con Juanita envuelta en una frazada con su pequeña reserva de vida que está luchando para no extinguirse, la madre camina la abrasadora arena con la desolación en el alma.

Está demasiado sola en su desesperación.

Ir en carreta es tan lento, pero tampoco se puede pensar en hallar un camión de pasajeros o carga; desde hace varios días por escasez de combustible es muy raro saber de un vehículo.. Ni las ambulancias de los hospitales pueden moverse por falta de nafta.

Pero Dios siempre ayuda a los desesperados.

Desde luego que puede ocurrir que la suerte sea propicia y pase por la ruta el automóvil en que suele viajar la criada de servicio de la casa del Comandante del Distrito Militar; ella suele viajar muy frecuentemente, en compra de pollo, huevos frescos y leche. Puede ser que el azar haga que justamente hoy que Juanita está entre la vida y la muerte, la referida doméstica salga a cumplir el mandato y la suba en el automóvil.

Y entre cosas y casos increíbles... ¡Ya viene un automóvil! Es día de suerte a toda prueba! Pero no es el del Comandante. Es la esposa del señor Diputado quien va al volante levantando polvareda, polvareda capaz de sofocar a un elefante. Pasa ligera sin preocuparse en quién.

Pasa otro automóvil, en él viajan la señora del General con sus hijos Poroto y Pituquita, va la importante señora a buscar al marido que está de vista y revista en su estancia nueva.

Pasan todas tan apresuradas que la apocada mujer, en su humilde complejo de peatón, envuelta una vez más en la polvareda que deja el automóvil, con su hijita en brazos, no sabe si la vieron levantar la mano en súplica, o no la quisieron ver.

¡Qué pena el apuro de estas Isabel de Güevara! (1) Impetu llevan, que pueden descubrir de nuevo una América, estas agregadas innecesarias de las mojigandas oficiales. Algún servicio podían haber prestado a sus semejantes, esta fauna pegajosa, para que sus días de bonanza gratuita no las pasen como simples parásitos de las alturas. Sin embargo... ¡qué bonitas pasaban las señoras!. . . ¡oh, qué bonitas!

Pero haberlas alzado a estas pobres gentes que estaban implorando en el camino.

—Acaso no podían alzarme con mi hija enferma, total sus paseos lo hacen con vehículos del Estado, con nafta del Estado, que son riquezas del pueblo —dice la mujer contrariada profundamente por su poca suerte.

Viene ahora una carreta. ¡Oh... el milagro! Es la carreta del tío Ramón.

A la enfermita se le va paulatinamente la vida, pero qué se va a hacer, existe un riguroso racionamiento de nafta, por consiguiente no hay un modo de llegar más rápido al médico.

Juanita tiene mucha sed y su madre en el hueco de la mano le da un poco de agua del manantial, fresquita y cristalina.

Llega la carreta, pronto estarán en lo del médico.

Juanita se queja débilmente de dolor de cabeza; tiene la voz apagada, los ojos cerrados y una palidez de muerte. Es la noche eterna que se aproxima a la vida con su característico crepúsculo; la luz está por apagarse.

El tío Ramón habla de cosas incoherentes, quiere distraer la atención de la madre desesperada por su hijita moribunda. El viaje más acelerado de la carreta, tirado por bueyes, en estos casos tiene la lentitud que desespera sin remedio posible.

Ha llovido bastante y ya es muy avanzada la noche cuando van llegando al pueblo.

Truenos y relámpagos. Es casi medianoche. Llegan con Juanita a casa del médico; algunas gotas caen aún. El médico se levanta abandonando su caro reposo. ¡Qué bueno es el doctor!. .. pero la enfermita no tiene va remedio; es demasiado tarde.

—¿Qué quiere, señora?, hay que resignarse... Dios sabe lo que hace y siempre es justo.

—¿Pero cómo no va a morir la pobrecita si me la traen en tan último estado? ¡Y toda mojada! ¡Pobrecita!

Es más de media noche. También en el ranchito destartalado hay lágrimas. Angelillo está llorando porque su madre con su hermanita enferma, no han vuelto desde la media mañana.

Está en el rancho solitario, sentado en el catre de trama de cuero, bajo el pequeño alero, tiene a su lado a sus amiguitos buenos, el burrito Querubín y su gatito Micifú.

¡Oh niño solitario del ranchito desamparado!

Nubes que viajan sarandeadas por los vientos como navecillas coquetas, ariscas por sotavento, gallardas por barlovento.

Penachos temblorosos de palmitos y pindóes en las florestas opulentas de las suaves quebradas rumorosas.

Bosques profundos desafiando a los tiempos.

Fresquitos manantiales de aguas siempre renacientes jugando a los pies de lujuriosos sauces perennemente despeinados.

Cabrilleos de estrellitas en el cielo del ranchito solitario.

Galanteos de las hojas candorosas, ganando con su encanto, a la brisa andariega del camino irreversible en que arrumba misteriosa repetidas madrugadas.

Algodonando su sueño, en un vaho de musgos verdes y margaritas silvestres, Angelillo se ha dormido en su catre desnudo.

 

NOTA

(1) En los pueblos donde no hay médico, radicado, o visitante, el boticario (farmacéutico) es el médico.

(2) Isabel de Guevara —Año 1535— Expedición de don Pedro de Mendoza.

 


 

ANGELILLO TIENE UN GATITO NEGRO

 

—Este Micifú debe estar mal de la azotea; se parece a esos gatitos parranderos; siempre lo vemos con sus extravagancias. Le dice la madre a Carlitos.

Carlitos es el primito de Angelillo; hijo del tío Ramón. —Ahora ya no sabe qué hacer este animalito..., se está afilando las uñas en los flecos del poncho de tu padre.

—Dale tu pelota que juegue; dale la pelota, Carlitos, que tú eres buenito.

—Mamita, ¿qué está haciendo mi papá, para qué hace así?

—Ese clavo le ha hincado en el pie y ahora parece que se insinúa un tétano, entonces se está haciendo la medicina: un pedazo de carne a modo de fino bife puesta sobre la braza luego lo polvorea con azufre y se aplica así caliente, sobre la herida.

—Quiero ver, quiero ver, dice Carlitos.

—Vayan con Angelillo a jugar bajo los chivatos.

—Dale a tu primito una granada madura, que la coma, debe estar sabrosa y vayan a jugar.

-Por qué hacen cloquear las gallinas? ¡Dejen en paz a esos pollitos!. No sean así, chicos.

—Pongan en sus sombreros hojas verdes de tártago, que les refresquen la cabeza; ya está haciendo mucho calor.

—¿Por qué no juegan a la escuela?, jueguen, jueguen. Díceles la madre de Carlitos.

Carlitos da a su primito, de regalo, su gatito negro. Muy contento está Angelillo con su gatito Micifú.

Lo llevará en brazos al ranchito.

—Debes tener cuidado con tu gatito —le dice su tía—. Ese animalito tiene su modo de ser particular y es de mucho carácter y orgullo.

—No lo puedes apabullar como al perrito; no lo puedes siquiera acariciar a veces, pues fácilmente se ofende.

—Él quiere jugar sólo; tienes que buscarle algún juguetito para que se entretenga; fuera de estas delicadezas de señorón, es muy buen compañerito.

—Tampoco se te ocurra bañarlo; el gatito es limpio y aseado, pero es muy friolento; y, no debes olvidar de ponerle siempre, en un lugar determinado, agua fresca y limpia para beber; como sabes, es de raza felina y con frecuencia está sediento de agua fresca.

—¿Oyes, Angelillo?

Angelillo se hecha a llorar; convirtiendo sus ojitos en dos lagunitas de lágrimas, y, se aprieta el dedo meñique de la mano derecha.

—¿Qué te pasa. — Le pregunta su tía.

Santo Dios, Angelillo tocóle a un alacrán con el dedito meñique y éste le incó con sus púas venenosas.

—Ramón, Ramón —dice la esposa—. Vení pronto que a Angelillo le picó un alacrán.

Presuroso el tío Ramón llega, toma la mano de su sobrinito y sacando de su boca un poco de tabaco negro, que lo tenía mascando a modo de rica goma masticable, le pone una porción donde se ve la picadura y se lo ata al dedo con el tabaco mojado, con un trapito.

—Ahora, Angelillo —le dice el tío— ya te pasará el dolor.

—¿Ves?, ya no te duele.

—¿Verdad que va no te duele?

—Angelillo se tragó el sollozo, mira su dedito atado y sonríe.

El tío Ramón es como lo fue el griego Paracelso; conoce el valor y el poder curativo del tabaco como el de todas las plantas y hierbas de la floresta y el herbolario          de su comarca.

—María, dice, llamando a su esposa. Allí está tosiendo de su tisis doña Juana, dale que aspire el aroma de un gajito de romero, de esas matas, para que la calme; pobre señora, hay que imaginarse lo que sufre cada vez que tose.

¡Oh. . . sabiduría de los pobres! Así se defienden, cada día, de la culpa de vivir. En el curso de todas las edades; desde siempre.

Burbujitas coqueteando en el amor de los vientos.

Tintinear de estrellitas chimenteras, en su celeste silabario.

Arco iris jugando en sus colores.

Borbollante trinería de avecillas, zaraguteando atolondradas, en el frenesí de apretujarse en la huidiza ramita flexible del follaje zalamero.

Micifú, cansado de jugar, se puso a dormir: roon - ron roon - ron roon - ron ...


 

 

HOSPITAL RURAL

 

Hay que edificar un pequeño hospital y la maternidad. La Comisión de Fomento del pueblo debe abocarse al problema.

Mueren muchos niños, mueren muchas madres, muchos heridos de origen vario; son los de la fiesta de San Antonio; son los del trabajo en los obrajes y son las víctimas del fanatismo de los caudillos, de ese caudillaje político representando la delincuencia triunfante. Estos últimos constituyen la suprema fealdad de nuestra tierra.

Como en todas partes hay más pobres que ricos, hay muchos menesterosos hogares defendiendo como pueden sus puñaditos de vida; la única solución efectiva y humanitaria es que cada pueblo tenga su hospital y maternidad y cada Compañía de estos pueblos su sala de primeros auxilios.

Es precisamente lo que pensó un médico que radicóse aquí; en efecto, llevó a realización práctica la idea de edificar un local hospitalario con el entusiasmado concurso del

vecindario. La obra tuvo progreso alentador ayudado por el pueblo que por momentos alcanzaba a ver su propio hospital.

Pero, dicho está, que si el mal no dura cien años, el bien dura muy poco.

Aquí se está deshojando los pétalos de las esperanzas rotas.

Se sospecha gravemente que el médico es revolucionario, y en efecto se dice que es Febrerista (1). Las autoridades deben expulsarlo del pueblo, no puede ser de otra manera, porque aquí existe el delito de opinión, el delito de la ideología, el delito de pensar con libertad, está negado el derecho de discutir y protestar; todo ello se paga con el alto tributo de la cárcel, el confinamiento, el destierro, o el exilio. Hay que pensar como lo hace el Gobierno y su Partido aliado, o abandonar la patria en busca de seguridad.

A las gentes del pueblo les resulta incomprensible cómo es que el médico que se aproximó a las gentes humildes tratando de velar por la salud de ellos y los suyos, de manera tan desinteresada, podía resultar tan peligroso e indeseable para el señor Comisario, el señor Intendente y el señor Juez de Paz.

Dios sepa y les valga en su buena hora a estos “pacíficos” y aprovechados representantes de la autoridad y el poder.

Y nadie debe extrañarse por esta vocación de bien del médico, porque diplomar a un médico, como diplomar a un ingeniero, o un cura, o un general, o a cualquier profesional, cuesta mucho dinero a la Nación.

Lo que aquí comprobamos con ese gesto de humanidad del médico no es más que la gratitud puesta de manifiesto queriendo pagar una deuda al pueblo que lo instruyó y lo dotó de capacidad. El médico no ha olvidado su sagrada deuda, tal como a veces también un soldado desenvaina la espada en defensa de la libertad, o un cura sale en defensa de la verdad y de la verdadera moral cristiana.

Sabemos que no todos pueden pagar un servicio médico, cuando lo necesitan; tampoco nadie debe morir por falta de asistencia o tener una asistencia de categoría inferior a la que necesita, por tener la desgracia de ser pobre!

Hasta tanto la medicina se socialice y todo lo ampare, o que se haya logrado el difícil ideal de la prosperidad burguesa en cada economía familiar que la haga capaz de pagar un servicio médico particular, no habrá otra forma de defensa para la salud del pueblo necesitado que edificar numerosos hospitales y maternidades, dotándolos del instrumental correspondiente.

Se rumorea y corre la novedad.

El pueblo tiene un nuevo médico; ya ha llegado. No se le conoce gran mérito profesional o social pero ya se sabe que es hombre de influencia; y en verdad, el mérito suele ser avasallado por la influencia. Sin embargo de tonto nada ha de tener, pues a los tontos se los conoce por la cara, son inconfundibles.

Es amigo del Comisario, del Juez de Paz y del Intendente Municipal; la señora esposa se ha amistado con el cura y ahora dirige la reunión de damas. ¡Qué lindo automóvil maneja la señora! Dice ella que es regalo de bodas del papá, al nuevo hogar. La esposa hace muy lindas fiestas en su casa; es muy buena la señora.

Ha de ser verdad el dicho popular, que así como “cada niño que nace viene a este mundo con el pan bajo el brazo cada médico egresa de la facultad con la psicología de la profesión bajo el caso; “una mujer con automóvil y si unos pesos también, más que mejor, excelente”. Y no hay nada que hacer, es la psicología de la profesión o la índole de las gentes; así, por ejemplo, tenemos el caso de los ingleses, que es como una fatalidad, ellos no pueden transitar por el mundo “sin el recuerdo de sus almirantes. ¡Oh... los almirantes ingleses! El inglés puede dejar de beber su tradicional té, pero desprenderse de sus almirantes, no. Psicología, psicología pura.

El nuevo médico tiene en el pueblo su personalidad y sus ideas sobre las cosas, y entre ellas que la edificación del hospital no debe ser proseguida. Él ya tiene habilitado su consultorio, donde se atiende a todos por igual y los pobres pagarán como puedan, de acuerdo con sus posibilidades y no pagarán sí no tienen con qué.

Este médico abandonó la ciudad, el confort, la clientela y sus relaciones sociales para llegar hasta aquí y conviene que el pueblo lo sepa, lo entienda y corresponda con gratitud.

Las autoridades también opinan que el edificio en construcción, futuro hospital, debe quedar como está, pues será concluido cuando los tiempos mejoren. El Gobierno en su momento lo levantará sin que cueste sacrificio alguno al pueblo.

Hojarascas de tontitorpes, que no engañan ni a los niños.

Las gentes creen sin embargo que el hospital será una realidad para el pueblo cuando el médico revolucionario retorne del exilio. ¡Qué bueno y sencillo era ese médico!

¡Qué zozobra!

Alarma en todas partes.

Querubín se ha enterado de todo y ahora se ha vuelto un burrito rebelde, todo de pura indignación.

No sabemos dónde la encontró, se ha calado una gorra, será general y provocará una revolución. Organizará un golpe de Estado.

La manzana de la discordia es la política; los hombres como las bestias, se enfrentan con los hombres. Alguien dice de patriotismo ¡Patriotismo fue lo de antes! esto es “ismo”, trapismo de color; lacra incurable que todo lo frustra.

Querubín será general, político, con estancia y todo. Organizará un golpe de Estado y traerá la paz a la República, bajo el lema: Dios - Patria - Hogar - Orden - Jerarquía - Disciplina.

Un monumento histórico con seis palabras.

Angelillo, ya de suyo muy preocupado, lo sujeta de una oreja a su amiguito, y le da hojas tiernas de cocotero... más hojas tiernas de cocotero.

¡Oh, sabia sentencia!

Estómago lleno, nervios calmados.

Angelillo sabe que muchos revolucionarios se calman y curan de impaciencia y nervios cuando el buche lo tienen colmado.

Le da hojitas tiernas a Querubín, le da cogollos frescos.

El burrito Querubín está más calmado de ánimo.

El Gobierno se siente más tranquilo.

Todo está de nuevo en paz y sosiego.

La hora aciaga no debe volver.

Todos han regresado; nuestros recuerdos no deben retroceder hacia aquella hora imprecisa y oscura del destino.

Se están levantando hospitales, maternidades, salas de primeros auxilios, por todas partes. Querubín y Angelillo pasean juntos entre los cimientos de las nuevas construcciones.

Pero... ahora como antes, las olas no han dejado rastros en el vientre de las aguas.

 

NOTAS

(1) De: Partido Revolucionario Febrerista del Paraguay.


 

 

LAS ALHAJAS DE LAS DAMAS

 

Desorden grave en el pueblo.

Por orden del Comisario Policial, Querubín fue detenido y condenado a transportar agua, de sol a sol, y por dos días consecutivos; suda el burrito bajo el sol ardiente de Noviembre tirando el carrito con un tanque de agua; desde la laguna vecina hasta la casa del Comisario, luego a la del señor Juez de Paz y ahora a casa del Intendente Municipal; también lleva agua a la casa del Presidente de la seccional del Partido gubernista, luego nuevamente a casa del Comisario y sigue esta labor en rueda. Esto es un ir y venir todo el día, desde que el sol está por salir hasta que toquen las campanas llamando a la oración.

Y he aquí lo que vale un buen amigo en los malos momentos.

Angelillo, por entre los paraísos del patío de la comisaría, durante la siesta, le hace llegar al burrito amigo cáscaras de sandía. El severo Comisario le impuso trabajo forzado a pan y agua, pero el animalito no sabe comer pan y, desde luego, no se lo dan.

Querubín es culpable de la destitución del Comisario anterior, pues en la jurisdicción de dicho funcionario se ha cometido un grave atentado contra la propiedad privada, al parecer, con premeditación y alevosía. Desde luego que es sospechoso de opositor al gobierno.

El Comisario destituido ha cometido un descuido imperdonable; de negligencia mayor no se ha sabido en el país desde los últimos cincuenta años. Así que bañándose estaban en el arroyo del bosque de la cercanía muchas señoras de generales, de coroneles, de almirantes, de comodoros, de senadores, de diputados, de ministros del Poder Ejecutivo y algunas cortesanas y, érase que llegaron en sendos automóviles del Estado, propulsados con nafta del Estado, reparados y conservados por cuenta del Estado para los actos y servicios oficiales.

Así el suceso. Verdad que el burrito, que de calor y de dolor de muela no podía dormir en esta siesta de calor amodorrante, caminaba por la cercanía cuando el ruido de tantos motores, por asociación de recuerdos, y refrescando la memoria, recordó el triste día en que la vida de Juanita, la hermanita de Angelillo, necesitaba desesperadamente un vehículo que la transportara al médico del pueblo en aquel su último viaje. Iba el burrito pensando en aquel doloroso suceso, caminando a lo largo del arroyo, cuando al enfrentar una curva boscosa aparecieron sobre el barranco montañitas de ropas femeninas y sobre ellas en exhibición, a toda competencia, de anillos con piedras preciosas gigantescas de diversos colores, collares, prendedores, etc. Querubín que desde hace días padecía de dolor de muelas y creyó poderlo remediar con emplomarlas, tal lo hacen los odontólogos con quienes él tenía amistad, y con tan sanitario propósito, y sin hacer mayor selección, púsose en la tarea de emplomar la muela masticando con toda fuerza tantos anillos, collares y sortijas encontradas a su paso, hasta que algunos le parecieron radioactivos, por los destellos de luz que proyectaban en forma enceguecedora. Eran las preciosas pertenencias de las esforzadas damas.

Habiendo puesto dientes a la obra, mientras por las callejas de sus sesos corría la satisfactoria convicción que podía ser dentista con otro experimento más, le sorprendieron los histéricos gritos agudos, y con furia de tormenta, de las damas que en formación cerrada haciendo una con versión a la izquierda y otra a la derecha, algunas con un paso atrás y otras con un paso adelante, rodearon completamente al asnito, quien quedó de esta manera atrapado en un doble cerco; aprisionado de las cuatro patas; lo clavaron con las uñas, lo estiraron de las orejas, lo golpearon con los tacos de sus zapatos, lo mordieron en la cola muchas veces hasta que el burrito aprovechando un momento de confusión, logró zafarse, a fuerza de poner en juego toda su habilidad. Luego, colectivamente, las dignas indignadas damas se dirigieron al general presidente, magnánimo dictador, pidiéndole la destitución inmediata del pobre comisario de policía que por el momento las pasa más muerto que vivo. El gobierno dispuso la destitución del comisario sin más oír, como sabemos, a pedido de las damas gubernamentales de la nación.

Y la hora se torna sombría.

Las fuerzas armadas se hallan acuarteladas. La Policía y la Guardia Urbana torvas y amenazantes recorren las calles con la gravedad de la hora pintada en sus rostros.

Nadie sabe a ciencia cierta lo ocurrido.

Pero todo tiene solución en el reino de los hombres.

Corrido el comento, vino también la gran preocupación del comercio mayorista y minorista. Algo había que hacer; algo que no pareciese adulonería, pero algo oportuno y digno habría que hacer para salvar la situación. Quizás lo más conveniente sea, se dicen los tales comerciantes, realizar un acto de desagravio sobre el barranco del arroyo, lugar del vergonzoso atentado.

Una comisión mixta de joyeros, ferreteros, contrabandistas y negociantes de chatarras, en desagravio, y acompañado de una nota llena de finas expresiones de simpatía, hicieron llegar presurosos a los domicilios de las damas sus modestos presentes, en reposición de lo perdido por ellas en tan infausta hora; de esta manera, volvió a reinar la paz y el orden en toda la nación.

De todo lo ocurrido, Querubín reconociéndose plenamente culpable de la alteración de la tranquilidad de la '‘alta sociedad”, y sabiéndose ya a salvo de purgar su delito en un campo de concentración, pues no tuvo más castigo que transportar agua; ya completamente serenado de ánimo y curado del dolor de muela, pensaba con su mejor gratitud hacia su amiguito Angelillo quien todas las siestas aparecía por entre los paraísos del fondo de la comisaría para traerle cáscara de sandía.

Finalmente, el comisario, humano al fin, permitió que Angelillo aprovisionara de alimentos legalmente a su amigo burrito, con la única salvedad de que las cáscaras traídas tenían que ser de sandías coloradas.


 

 

LOS AMIGUITOS SE PASEAN

 

Púsose el asnito Querubín a mirar entre las celosías de sus párpados; algo raro para su entendimiento, algo realmente raro; eran los bigotes del gatito negro Micifú.

Y se dijo para sí: seis más uno son siete; siete fueron las plagas de Egipto; siete los días de la semana; siete las cabrillas del cielo; siete los mares del mundo; siete los viajes de Simbad “El Marino"; siete los enanitos que acompañaran a Blanca Nieves; siete los pelos de los bigotes de Micifú. Que serán éstos. ¿Para qué han de servir los pelos sobre la boca de los animales y de las personas? —se pregunta Querubín—, porque el tío Ramón también los tiene y frondosos. Así pensaba y repensaba el burrito cuando llegó Angelillo corriendo a pedir permiso a su madre para ir a mirar el asado con cuero en la estancia “La Buena Suerte”; quería con Querubín y Micifú.

Pero Querubín seguía con el asunto de los bigotes del negro.

Antiguamente los usaban los Generales, los Coroneles y los Sargentos de miliciada en forma de enormes manubrios de bicicleta, para amedrentar a sus subordinados y en el momento de la batalla para espantar a sus enemigos. Hoy los usan también los señoritos para hacer un conjunto armónico con sus corbatines y las agudas puntas de sus zapatos a taquitos, parécense éstos unos acentitos circunflejos cubriendo ambos lados de la fisura del labio superior; otros, parecen dos moscardones posados bajo las narices, algo como dos pequeños rectángulos trazados y sombreados; otros son abundantes y desparramados parecidos en algo a algún aporreado escobillón municipal de barrer las calles ciudadanas; sin embargo los hay muy distinguidos, parecidos a alitas aeronáuticas, insignias de aviadores.

Explicable cuando los usan los hombres de las regiones frías como un abrigo del labio superior, para calentar, como con los guantes caliéntanse las manos cuando el frío bisbisea su impiedad, pero... decíase Querubín, en esta región del mundo tan calurosa, donde los hombres y mujeres debían quitarse todos los pelos de la cabeza, justamente, hay hombres que tienen pelos sobre los labios.

Qué humanidad loca — pensaba para sí el burrito.

Para qué servirán los bigotes.

Las cejas son los parapetos de los ojos para defenderse del raudal de sudor que viene de la frente; las pestañas son las pesantes utilizadas por los párpados cuando éstos quieren dar defensa o descanso a los ojos; las patillas en su parte inferior indican el límite divisorio entre la cara y la cabeza; pero los bigotes, dícese el burrito, ¿para qué serán?

Y... calentábasele el cerebro a Querubín en tal esfuerzo mental de esclarecimiento, mientras, Micifú dormitaba al son de su suave y armonioso roon - ron - roon - ron -

La verdad que ni Angelillo sabe contestar a la pregunta de su amiguito; sólo dice —también la cucaracha tiene dos largos bigotes, parecen antenas—,

Y siguen sin encontrar claridad para tan importante asunto, cuando llega la madre del chiquillo y en oportuno auxilio les explica: los bigotes el gatito los usa como un aparato detector lo mismo que los pelos de las patitas y de las orejitas; con ellos captan las vibraciones que producen los movimientos que interesan y atraen a su instinto; a eso se debe la liviandad del sueño del gato. El gato es capaz de sentir, entre sueño, el movimiento totalmente imperceptible para el hombre, que produce, por ejemplo, la lauchita que es su alimento, o, el de la serpiente que llega deslizándose sigilosa y traicionera. También puede clasificar por las hondas de las vibraciones si el movimiento corresponde a una persona o a animal o al de un simple objeto en movimiento, por alguna pequeña corriente de aire. El gato al recibir las vibraciones indefectiblemente para las orejas, se pone en guardia y en situación de apresto; por eso muchas veces cuando queremos expresar que una persona está alertada, decimos que para las orejas; es decir, aquí aprendemos que la frase trae su sentido, al hombre, prestado de la actitud del gato.

El gato es así porque es de naturaleza cazador. También es pescador; hemos visto que cuando Micifú baja al arroyo, a mirar cómo se bañan Angelillo y Querubín —por qué friolento gatito nunca se baña— suele golpear la superficie del agua con la cola o con su patita delantera, de esta manera trata de engañar a los pecesitos haciéndoles creer que ha caído al agua alguna migaja de alimento; los pecesillos entonces muy contentos suben hacia la superficie y Micifú con un rápido zarpazo lo pesca con sus filosísimas uñas; las uñas le sirven de anzuelo para pescar.

Contábales todas estas cosas la madre a Angelillo y a Querubín, luego les dice: —Ahora vayan a la estancia “La Buena Suerte”, allí habrá un gran asado a la criolla; vayan, que ya va a ser medio día, y regresen pronto; lleven al gatito que está muy travieso; llámalo, allí en la huerta, que jugando como siempre me está destrozando las albahacas y las manzanillas. Vayan, vayan ...

Tararán, tararán, tararán, suena el tambor del capataz de la estancia, y, grita: a formar toros, a formar vacas, a formar terneros. Grita repetidas veces, el milícastro capataz don Taurino De La Vaca —A formar... a formar... cof- núpetas...

Antes del asado con cuero va a haber una revista pecuaria.

Esta es una fiesta de los hacendados de la comarca; los alrededores están llenos de animales del señor Delegado o del Gobierno; del señor Cura Párroco, del señor Diputado, del señor Ministro, del señor Jefe de la Región Militar, del señor Juez de Paz, del señor Presidente del Partido, todos de los “nuevos buenos tiempos”.

A formar, a formar, grita marcialmente el capataz don Taurino De La Vaca.

Tararán, tararán, tararán, suena el tambor.

Corren los toros, las vacas y los terneros para ponerse en fila y en orden. Va llegando el General propietario de la hacienda y los peones saludan todos en coro cerrado: Viva nuestro General — Vivaaa...; Viva el señor Cura Párroco — Vivaaa...; Viva el señor Diputado — Vivaaa ...; Viva el Presidente de nuestro Partido — Vivaaa...; gritan todos calurosamente, pero, aparentemente se desentona la fiesta y el sano entusiasmo del recibimiento popular, cuando el hijo del capataz, el joven Atortelado De La Vaca, estudiante de la nueva era, grita fuertemente: — Viva todos los invita dos... Vivaaa;. contesta la muchedumbre: —Viva todos los piratas —reina un silencio de camposanto, nadie viva, y repite: —Viva todos los piratas vivos y muertos de todos los tiempos... Nadie le acompaña Hay momentánea confusión en el espíritu de los “vivos” representantes de las “fuerzas vivas”; entonces el joven Atolondrado De La Vaca explica, que, los piratas, en todas las ocasiones como las de hoy, debían figurar entre los dignos de vitoreo, pues que a ellos se debieron los grandes descubrimientos y progresos significativos. A ellos mismos se debieron también la consolidación patrimonial de un buen número de familias de nuestra “ilustre” y “noble” sociedad.

A más mirando en retrospección otros rincones del tiempo y la geografía, ¿quién se atreve a desconocer o desmentir lo que significaron y cuánto contribuyeron los piratas Francis Drake, Kid William y Henry Morgant, por ejemplo, para los del Imperio Británico, o, como a Francia, Holanda, Portugal sus marineros aventureros. Fructíferas les resultaron las andanzas de Graff, Vanderttorn, Gramond, Dieppe, Alejandro Brazo de Hierro y otros patas de palo o brazo de gancho que dejaron huellas en las olas de los mares y en tierra firme de islas y continentes, del mundo de aquel entonces?

A la contribución de los grandes piratas deben algunas naciones su grandeza presente y muchas familias, hoy, su “alcurnia” más elevada, su “nobleza” y sus “blasones”.

Tras esta breve aclaración del joven De La Vaca, la concurrencia se sintió nuevamente animada y explotaron gritos de aclamaciones, de aprobación y aplausos.

—Muy bien. Gritaron todos. —Muy bien —Muy bien...

Los invitados quedaron muy halagados y estimulados por la sapiensa del joven de la “nueva ola”; el joven De La Vaca fue repetidas veces felicitado por los presentes.

Y así como el punto es el principio de la geometría, al primer mordisco que da el señor Delegado de Gobierno al jugoso churrasco, comienza y se generaliza la comilona.

Angelillo y Micifú están comiendo, asado bien calentito mientras el burrito Querubín está descansando en la sombra del mangonal; contemplando desde su cómodo y aburguesado recuesto el amistoso asado a la criolla.

Han regresado los tres amiguitos, a casa. Angelillo le trae a la madre, colgado de un gancho de madera, un pequeño costillar asado.

Sabe que su madre no ha comido a la siesta más que unas cuantas mandiocas hervidas.

—Ya está por anochecer Angelillo. Dice la madre.

—Tráelo aquí a tu gatito junto a Querubín; que le pueda asustar el búho.

En verdad, el búho es un ave que posee el don de la superioridad magnética sobre el gato. Teme a sus vigorosas garras y a su veloz sorpresivo ataque nocturno.

El gato tiene un miedo cerval al búho.

Las gentes van a dormir su reposo de la noche.

El noble Querubín tiene rodeando con su pescuezo al gatito Micifú que va comienza a adormilarse con su característico roon - ron - roon - ron - roon - ron - roon - ron; mientras allá a lo alto abarquillándose las nubes parlotean muy pudorosas sus mensajes a los vientos viajeros, y, en la tierra verde de césped madreselvas y pacholíes en arrumos y besuqueos deshilachan sus perfumes en la atmósfera fugitiva y bañan la comarca toda, a remosón de los vientos, con ondinas todas fragantes.

Es la hora de dormir.

Mañana será otro día.


 

 

PRIMERA COMUNIÓN

 

Comunión de niños pobres. Comunión en masa y sin trajecitos blancos; sin felicitaciones y sin recuerdos de postales.

Una comunión sin categoría; una comunión rural.

Bella es la niñez inocente, pero la lucha por la vida estruja temprano el corazón del niño y el niño se hace hombre sin sospecharlo. Así se forma la legión de los que no tuvieron infancia.

Angelillo ha cumplido siete años.

Tiene que hacer la comunión.

La madre estaba esperando ese día, pero como está enferma, guardando cama, el niño irá solo a la iglesia del pueblo.

¡Oh . . . que gran día! Ha de tomar chocolate en el patio de la iglesia. ¡Chocolate con galletitas!

Allá va montado en el burrito Querubín; es Domingo de Ramos y por eso lleva unas hojas de pindó (1) para que las bendiga el señor cura en la Santa Misa. Es lo mismo que aquella Palma del Señor, aquél que allá, en los comienzos de la era, nació en Nazaret de Galilea.

Piensa también, Angelillo, con todo entusiasmo, que después de la misa asistirá a un banquete nunca visto; será un gran día de felicidad y le regalarán galletitas dulces. Es muy bueno el cura Rafael.

Bien decía Jesús: “El reino de Dios se ha hecho para los niños, primero, y para aquellos que se les asemejan”.

Muchas gentes en el atrio de la iglesia. Angelillo quiere subir a la torre donde las campanas tañen llamadas a los creyentes.

Es dicha la misa. Angelillo con sus hojas de pindó, agitando está, como los otros feligreses, cada vez que el señor cura dando de frente a ellos dice sanctus, sanctus, y bendice.

El niño escucha el sermón y el armonio ¡Qué linda música! ¡Nunca lo había escuchado en otra parte!

¡Qué exquisito va a estar el chocolate! Qué bien estaría si el señor cura hiciera de cada Domingo un Domingo de Ramos.

Y ya hay murmullos en el patio, y bajo un alero de la iglesia.

Tres ollas de chocolate y canastas de pan y galletitas de todas layas. No hay jarritos para todos a la vez pues son muchísimos los niños, hay que ir por turno formados en fila con préstamos de jarrito. Algunos chicos avivados han formado dos veces para retirar el chocolate. Le toca el turno a Angelillo; ya lo prueba ¡Qué linda fiesta! Angelillo piensa que Dios tiene que ser un señor muy adinerado y muy bueno para tantos regalos a la vista, y he aquí que le distribuyen caramelos y más galletitas en paquetitos. A veces los niños para conseguir más se tiran al suelo, se empavonan de tierra y ensucian sus ropas.

—Formen filas, chicos, ordenadamente, hay suficiente para todos —decían las señoras y las señoritas.

Y para que las cosas no salieran del todo bien, mientras los niños se sirven su chocolate, afuera en la plazoleta, Querubín está comiendo las palmas bendecidas de la señorita Mercedes Virtudes. La santa solterona, que hace poco cumplió sesenta y tres años, olvidando las palabras del Señor, tan pronto salió de la iglesia, y ante sacrilegio nunca visto y oído, sin más esperar, arremetió contra el burrito, primero con la sombrilla y luego con un palo.

—Bajen todos los diablos del infierno, y llévenmelo al burrito a la holla de plomo hirviendo — exclama la señorita solterona.

—Sapos y culebras, en nombre de todos los Santos.

No satisfecha doña Virtudes, con los porrazos que le da al burrito, ahora le muerde en la oreja izquierda y Querubín que siente el fuerte incar de dientes mueve violentamente la cabeza y hace saltar los dientes postizos de la señorita beata.

Angelillo que ha visto, sobresaltado, la agresión a su amiguito, se prepara para el auxilio, con toda celeridad se pertrecha de unos cascotes y los arroja a doña Mercedes Virtudes.

¡No, Angelillo! Hoy es Domingo de Ramos; hoy es el último domingo de Cuaresma, ya viene la Semana Santa.

Angelillo va por las arenas, de regreso al rancho; lleva las hojas bendecidas y un ramito de aromado resedá a la madre que está esperándolo. El burrito camina, y, de puro travieso, queda atrasado para luego con suave gracia dar unos trotecitos hasta alcanzar al pequeño con sus cocesitos afectuosos di amigo.

—No fastidies Querubín, vamos no fastidies, dice Angelillo al burrito.

 

NOTAS

(1) De las especies de las palmeras.


 

 

LAS HAZAÑAS DEL GATITO MICIFU

 

Angelillo está dormido en el catre de tramas de cuero seco; es el único lecho alto que hay en la casita pues el otro es un cuero seco de buey siempre tendido en el suelo, algo polvoso de ceniza, donde Micifú suele descansar también algunas horas del día.

El niño está dormido; éste es un pedacito de tibia y palpitante humanidad tendido de cara al cielo con el alma ingenuamente pura, en misteriosa arrobación por quien sabe qué mundo maravilloso recorriendo mientras su vida es sueño; mientras duerme en esa siesta de sol de cuarenta y cinco grados y viento de aliento abrazador; quieto, y de labios secos, pero sonriente a las caricias de la felicidad paradisíaca del mundo irreal ensoñado.

En la vida sin embargo todo es transicional: evolución, involución; Justicia, injusticia; placer, dolor; materialismo, espiritualidad; lealtad, traición; día, noche; paradojas sorprendentes.. .

Este pequeñín de la casa no ha tenido más remedio que acostarse a descansar por que la madre no ha querido que siga jugando con su gatito y con su burrito Querubín a la hora de la siesta; a la hora en que el sol es tan tremendamente insoportable por su calor a mil diablillos; pues la resolana le puede enfermar de mal de ojos.

La madre fuma su cigarro y sigue zurciendo el pantalonero confeccionado con tela de ex-envase de azúcar: es una lona blanca bien resistente.

Muchos son los niños y las niñitas, en nuestras zonas rurales, que visten ropitas confeccionadas con bolsa de ex¬envase de azúcar. Piadosas lonas blancas. Y, se explica fácil cuando recordamos los pobres y menesterosas que son nuestras familias reunidas bajo el techo de miridades de humildes ranchitos-hogares. Carecen de medios de adquirir telas de vestir, aún, a los más modestos precios y entonces se ingenian las madres haciendo confecciones con bolsas blancas ex-envases de azúcar.

La madre está trabajando con ahínco redoblado pues recuerda que el domingo último cuando regresaban del pueblo a donde fueron a saludar a la esposa del tío Ramón, el chico rezagado venía siguiéndola dando chutes a las arenas y el murmullo de la hilaridad bulliciosa de los niños que se hallaban jugando a la sombra de los paraísos de la calle, a la salida del pueblo, hizo volverla a mirar para atrás, y... cosa que no ha de olvidar, ya los niños señalaban a Angelillo con sus dedos y decían entre burlas y risas que hacían todo un gran coro: mírenle... miren... miren... se le ve, se le ve . .. ji, ji, ji, se le ve, miren . .. miren, y, los niños reían. Verdad que la camisita de su hijo, antes más larga, ahora se había acortado, pues Angelillo está más crecidito como que también la ropita se va encogiendo por sus muchos lavados.

La mamá lo más pronto que pudo alzóle en brazos y prosiguió la marcha.

Angelillo dícele a su madre después del minuto de silencio: —¿Por qué ríen los chicos?, mamita, ¿por qué ríen?

La madre desde luego no le dijo que es porque no tenía puesto su pantaloncito.

—Ellos quieren jugar contigo, pero tenemos que llegar pronto a casa —dice la mamá—. ¿Cuándo vamos a llegar si te quedas a jugar con esos chicos?

A la buena mujer le laceró el alma el episodio humillante; no lo olvidó; por eso está trabajando con la tensión concentrada y la esperanza de que la costura termine pronto.

Cuando Angelillo despierte tendrá su pantaloncito listo para vestir.

Nadie desconoce pero siempre es necesario consignar, que, nuestros niños y las niñitas en los medios rurales no siempre llevan sus pantaloncitos puestos. No los tienen. Es tan grande nuestra miseria; es tan denigrante esta pobreza y la desnudez de nuestras gentes. ¿Por qué se nos humilla así?

Augurio de algo grave.

Estampas todas cambiantes.

Las florestas antes murmurantes enmudecen desfallecidas; las florecillas silvestres lloran desesperadas; los árboles espantados quedan tiesos como estatuas; los vientos tienen inquietud de espanto que los hacen remolinear.

El genio de la vida en un arresto de titánico esfuerzo, con los nervios crispados, sudando gotas frías en su faz empalidecida de temor cerval, paralizando en su ciclópeo talle, está mirando el catre del niño dormido.

Sólo un milagro puede salvar a Angelillo.

Angelillo, no te muevas!... Angelillo no te muevas!... dícese la madre para sí mismo; casi enloquecida de desesperación.

¡Dios y Todos los Santos y la Virgen María, y la Virgen de Caacupé, y San Blas el Patrono...! ¡Que mi hijo no se mueva! Que mi hijo no despierte —repite la madre en lo más profundo de su corazón.

Es que su menor movimiento significaría en este momento la muerte inevitable y horrorosa ya que un enorme ofidio ha trepado a su catre y tiene la cabeza casi rozando las plantas de los pies del niño. ¡Nada menos que una coral!

¡Oh vieja siesta calurosa!

Modorra trae el viento norte.

Modorra que filtró nuestro trópico desde el infinito hacia nuestra preciosa atmósfera donde se hacen mosaicos de vientos y nacen nubes parecidas a barquitos veleros, a samequines, a tartanas.

Todos nos hablan sutiles sugestiones en el dulce idioma de las flores pero, a la vuelta de las horas, en una voz seductora, toda blanca de ternura que algodona nuestras almas; de súbito se quiebra el susurro de la gracia; gimen los árboles todos y parece preludio terrible; la selva delira enloquecida; los musgos pierden su frescura; las flores y los pájaros se juntan y musitan sus rezos; el mundo perdió su color de fiesta; el horizonte se estrecha hacia el ranchita de la escena... vamos a presenciar la mayor proeza de los siglos.

Micifú, sereno y corajudo, se arregla los bigotes de fiero mosquetero con sus patitas delanteras. Se le hincha el pecho para holgar sitio a su corazón que late en violento remeneo de coraje. Pone en tensión sus músculos y bien templados nervios, luego, con pasos de cazador astuto y de guerrero agazapado da unos recios golpes de puños a la tierra para descargar las primeras chispas de sus nervios ya sobreexitados y se prepara para librar su batalla por la vida de su amiguito Angelillo. Nuevamente, moja la palma de la

mano derecha con la lengua, varias veces, y se la pasa por los bigotes una y otra vez. Va marcha al frente de combate, arrepechando el peligro.

Cautelosamente se aproxima a la pata del catre hacia la cual se dirige ahora el enemigo; en el sitio queda listo para el ataque. La lucha va a comenzar en cualquier momento.

El valiente gatito está en posición de asalto.

¡Oh calor del viento norte!; El viento loco del norte!, que desespera a los animales en estas regiones del hemisferio; así, sofocaba, seguramente, el aire más que cálido, a esta serpiente, haciéndola salirse de su cubil, para llegar tan inesperadamente a la casita de nuestro amigo y toparse con el catre donde se subió antes que la mamá de Angelillo la viera. Subióse haciendo espirales en la pata del catre y con su fea cabeza y su lengua partida está amenazando ahora las piernitas del inocente niño dormido. En cierto momento estaba a punto de cruzar por sobre el cuerpo del niño cuando de súbito desvió para dirigirse arrastrada a todo lo largo de Angelillo hacia la cabeza; ahora otéale la nuca y el cuello; baja del catre, por entre las tramas, casi la mitad del cuerpo, y vuelve a subirlo rozando en constante movimiento pendular la tostada y sudorosa nuca del niño, mientras la madre, casi enloquecida absolutamente impotente para defenderlo, contempla la aterradora evolución del reptil. La buena mujer está temblorosa y contenida con gran esfuerzo de prudencia para no lanzarse contra el ofidio, en su desesperación por salvar a su hijo.

No debe moverse; a los animales de esta especie las ponen exacerbadas y agresivas cualquier movimiento, he ahí por qué tenemos en esta escena el drama del instante; el drama de cada segundo. Existe un mortal peligro en cada micro fracción del tiempo.

Lo deseable es que el animal baje buenamente, por propia iniciativa, del catre, antes que el niño se mueva o despierte.

Cualquier movimiento del chico enfurecerá al reptil y será mortalmente picado por sus venenosos colmillos.

De tal suerte existe solamente una débil y difícil probabilidad de salvación; que el peligro abandone el catre, por deseo propio.

Ave María Purísima.

La serpiente, algo magnetizada por las miradas firmes del gatito Micifú, está balanceando la cabeza y mira vidriosamente el cuellito del niño; de momento parece inevitable la tragedia pues al ofidio de nerviosismo le vibra todo el cuerpo; parece que la respiración del chico le molesta.

Sin embargo, Angelillo sigue el camino sosegado de su sueño, y, la suerte se inclina ahora nuevamente hacia la salvación de su preciosa vida por que el animal se encamina, otra vez hacia la pata del catre; extiéndese elásticamente hacia abajo y antes que vuelva a subir la cabeza, como ya lo hizo dos veces, para volver junto al niño, Micifú le salta al frente y le dirige inmediatamente dos golpes consecutivos rapidísimos con la mano derecha en la quijada izquierda y, así comienza la lucha. La víbora con medio cuerpo entre las tramas del catre. Ahora se deja caer para atacar al gatito con más soltura.

La madre aprovecha el instante, corre donde el niño; levántale; está todito mojado de sudor.

Sin más pensar se lo lleva en brazos fuera del ranchito para evitarle darse cuenta de la escena en que está comprometido tenaz y bravamente su gatito Micifú.

Y la lucha continúa.

La serpiente lanza sucesivos lancetasos feroces y Micifú esquiva el ataque uno tras otros en otros tantos graciosos saltos hacia atrás; salto que muy pocos animales lo puede hacer, y es solamente privilegio de algunos felinos y, ahí la superioridad del gato sobre el tigre; el gato es justamente uno de esos pocos privilegiados con la habilidad de saltar de tan singular manera. Y salió airoso cada vez. Los colmillos agudos y mortales de la coral, buscaba ensartar al flexible cuerpecito del gatito, pero, cada tanto también él devolvía golpes y pasaba a la ofensiva, a la carga, vapuleando a su enemigo con golpes alternativos y rápidos con ambas manos a las quijadas, lo que hizo que el reptil se enfureciera más todavía, para pasar al ataque casi loco, enceguecido de furia. Micifú combatía con el ánimo bien serenado y trataba en todo momento de magnetizar a la serpiente; actuaba como el más experto boxeador, daba con ambas manos directos y más directos a las quijadas del enorme enemigo.

La victoria mostraba sus vacilaciones para elegir su héroe; era pareja la lucha.

Pero había que ver al gatito en este combate.

De algo le sirve su destreza. No en vano el animalito, como todos los de su raza, suele en sus travesuras combinar juegos de guerra, y al correr y acrobatear habitual, incluir en su programa el salto a las hojitas colgadas de las ramitas flexibles, a las que suele pegar, remenearse y volver a pegar divertido e imaginando que las oscilaciones y otros movimientos de ramitas y hojas eran producto de intención e inteligencia. Nosotros sabemos que este jugarretear contribuye a mantener una elasticidad grande en el animalito.

Cuántas veces hemos visto a gatitos traviesos manosear los ovillos y madejas que las abuelitas descuidan. Los hace rodar a toda carrera, los desenreda entre las manos hasta que se enfadan y los reprende, mientras siguen haciendo sus croché o tejiendo el ahó-poí. Así, a veces tenemos hasta gatitos futbolistas, les gusta jugar haciendo rodar la pelota; su fácil movimiento les encanta a los gatitos, como también a los perritos; en sus respectivas infancias. Ahora que sabemos todo esto, a partir de la fecha memorable de esta batalla del Micifú contra la serpiente, nadie más se disguste cuando un gatito se pone a jugar.

Esto es un tremendal.

Las almas se arrebujan en sus almarios.

Horcones, vigas, paredes estaqueadas y el techo de paja del ranchita oscilan y tiemblan, como en un terremoto, movidos por la violencia de las vibraciones originadas por el entrevero y por los golpes descomunales que descargan los puños del gatito contra las mandíbulas del feo adversario.

Y ..., la lucha continúa.

La lucha entre la coral y el gatito negro se hace por momentos tan violenta que aterra presenciarla; a estas horas el reptil ya bajó completamente a tierra firme, para organizar mejor la lucha, pero, siendo un combatiente más nervioso que su contendor y como el pícaro gatito también con poderosas emisiones de fuerzas hipnóticas le produce repetidos desórdenes cerebrales, la serpiente está demostrando cansancio y va cediendo paulatinamente terreno; Micifú inclina débilmente la balanza a su favor hasta que por fin inesperadamente el ofidio cede, extiende todo su cuerpo sobre el terreno donde se libra el feroz combate y queda quieta, rendida; Micifú, esperando una traición, queda en guardia un rato, luego cuidadosamente, con el cuerpo estirado hacia atrás, alarga la mano derecha y aprieta varias veces contra el suelo la cabeza del adversario rendido; evidentemente la lucha ha terminado con una victoria completa para Micifú.

Sonoros clarines que anuncian en el bullicioso murmullo del estío la triunfal orgía de las flores adornando con los encantos efímeros la presurosa vida pasajera.

¡Gloria al gatito Micifú!

Perfume de azahares de los naranjales verdes y de orquídeas del monte mezclan sus dulzuras.

Hay racimos de avecillas que canturrean locas de alegría y los ramosos árboles mácense a los vientos; los arroyitos juegan en sus aguas cristalinas que de nuevo van a formar los ríos para que se hagan los mares; los inmensos mares; para mostrar, la enseñanza de la sabiduría eterna, de que las cosas pequeñas son los orígenes de las grandes gestas y de las grandes creaciones.

El microcosmos insuflando vida al macrocosmos.

Las hierbas de nuevo se reaniman y reverdecen en la media tarde asocegada.

La lucha ha terminado definitivamente.

El gatito armado con su agilidad y su conocido poder magnético (1) frente a la serpiente, la encaró valientemente a este terrible animal con el objeto de defender la vida de su amiguito que se hallaba durmiendo plácidamente, sin sospechar siquiera el peligro que le amenazaba, de muerte, desde los colmillos de la feroz serpiente. Y ahora, gracias al valor de su amiguito Micifú, Angelillo sigue como si nada hubiera ocurrido, sin la más mínima alteración para el pulso de su preciosa vida.

¿Conviene tener un gato en el rancho campesino?

Con la experiencia vivida queda claro que es tan importante como necesario que el ranchito campesino tenga un gato. Él es la defensa natural contra algunos bichos, como por ejemplo los ratones, y, es la mejor defensa contra la peligrosa y traicionera presencia de los ofidios.

Está cayendo la tarde; la luz se pierde al oeste entre piélagos de sedosas nubes mientras la luna desde el balcón de su terrazina arranca al cielo, de ese ofertorio celeste, un pedazo de nube blanca. Quiere hacerse un pañuelo nuevo

¡Oh... qué susto lo de hoy señora luna!

Y, mientras alumbra toda la comarca este astro de la luz de plata, la hazaña de Micifú se agiganta. Ya es el gatito de mayor predicamento en el valle verde de Angelillo y Querubín.

Fiesta en los corazones.

Están ahora reunidos los tres amiguitos en amable plática con sus diálogos llenos de imaginación y fantasías que no tiene fin.

Angelillo y Querubín quieren que Micifú use botas altas como las que usan los gatitos aristocráticos; como los gatitos de los pueblerinos. También debe usar guantes blancos, largos, espada de soldadito mosquetero, y sombrero de ala ancha con pluma de garza mora.

Angelillo pide permiso a su mamá, van con el burrito Querubín al pueblo en busca de un regalito para el valiente gatito Micifú.

 

NOTA

(1) El lector conoce el fenómeno llamado magnetismo animal.


 

 

PARECE MORADA DE RARBAROS

 

(Nadie tome disgusto con la Patria)

Alboroto en el rancho, a media voz.

Son muchas las noches en las que el ladrón nocturno deja rastro en la chacra. Batata, maíz, mandioca y sandía se llevan todas las noches. Todo ha costado trabajo a la madre de Angelillo y es el único sostén de la reducida familia.

¿Con qué se van a seguir alimentando para vivir si a la chacra la dejan vacía? Se lo dicen así al señor comisario policial, se lo dicen al señor Juez de Paz pero... la justicia no llega, no se hace sentir.

El ladrón nocturno es un vecino y cuñado del juez que es a la vez Presidente de la Seccional del partido Gubernamental.

Angelillo acompaña a su madre a lo del Cura Párroco y se lo cuenta al buen ministro de Dios.

—Nada se puede hacer. Paciencia, señora; le dice, en este país, como también ocurre en muchos otros países, el que manda manda y el resto lo debe soportar; no es justo todo eso, pero Dios los castigará; para eso está el purgatorio y el infierno que todo lo castiga sin consideración a los malos e injustos de esta tierra. Ya vendrá el juicio final y la gloria eterna será para aquellos que sufrieron en la tierra.

—Sí, señor cura, dice la desesperada señora, pero mientras llega el castigo divino nosotros vamos a morir de miseria en la tierra que dicen que es nuestra y por la que peleó una guerra internacional, en el chaco boreal, mi finado marido; que en paz descanse. Muchas veces con mi hijito no tenemos qué comer, no tenemos con qué alimentarnos.

—Hay que tener fe en Dios que castiga a los malos e injustos.

Los días pasan y en la chacra se sigue robando.

Son ya varias las noches en que el tío Ramón, armado de una escopeta, viene silenciosamente a cuidar la chacra desde la rama de un árbol. Por fin, dos tiros de escopeta hacia el sujeto que a la distancia es avistado; tras los disparos éste corre bolsa a espaldas.

Por fin una lección; no volverá a delinquir.

Ya no vendrá por un tiempo el ladrón de chacras por que se ha dado un susto tan mayúsculo que dejó caer el sombrero y no atinó siquiera a levantarlo.

El tío Ramón es llevado por dos soldados a la Comisaría Policial. Se le acusa de atropello de domicilio e intento de asesinato, como también lo conocen como afiliado al Partido Liberal, lo que de por sí merece castigo.

El tío Ramón fue obligado a abandonar su familia y el país. Ha marchado al destierro.

Este tipo de procedimiento político lo usan las agrupaciones políticas, a su turno, unos contra otros; no pudiendo de tal suerte desarmar los espíritus para la convivencia pacífica y ordenada. Así el hombre se mantiene encrespado, y agreste el ánimo que siempre está que la sangre puede llegar al río.

¿Qué ocurrirá ahora a esta familia llevada así al borde mismo de la más extrema miseria y los mayores riesgos?

¿Cómo y con qué podrán seguir viviendo desde ahora mismo en esta tierra de tanta hostilidad? Por una parte la injusticia y la falta de amparo, por otra la miseria acuciante matando de hambre, enfermedad y fatiga que disuelve la vida del hogar y amenaza dispersar la familia.

¿Acaso habrá necesidad de emigrar a tierra extranjera? Felizmente el mundo es grande y siempre queda un sitio para seguir viviendo.

De esta tierra ha emigrado mucha gente, con el dolor de dejarla; con la ilusión del regreso, y muchos de ellos no regresaron nunca más. Todo esto piensa la buena mujer.

Pero ... señora ... auscultad el corazón de la Patria, veréis que no tiene la culpa; ella quisiera ser más bondadosa y grata a la vida de cada uno de nosotros. Señora, son los gobernantes.

¡Nadie tome disgusto con la Patria!

Los días serán mejores; desde ese día llenaremos de escuelas las veras de los caminos de todo el país y así nos salvaremos de la barbarie de los hombres, nuestros hermanos, que desde el gobierno nos persiguen, o dejan que nos persigan impunemente, por diferencias políticas e ideológicas. ¿Acaso es lícito y sensato perseguir a las personas por sus ideas y opiniones discrepantes?

A no dudar, vendrán mejores días y desde ese instante la justicia será para todos igual; la posibilidad de prosperidad será para todos igual; la alegría de vivir también para todos por igual. Ese día llegará más tarde o más temprano ... llegará triunfalmente.

Confiad en la bondad de los corazones.

Señora madre, ese día llegará con una revolución sin sangre de hermanos; será el triunfo de la civilización política, será el triunfo de la solidaridad, de una afectuosa fraternidad entre todos nosotros.

Y la tierra será nuestra.

Y la Patria será nuestra.

El hombre ya no será explotado ni perseguido por el hombre su hermano.

Esa revolución será para la liberación de todos los temores de la vida y … si así no fuere... la obra empezaremos de nuevo, pacientemente, para que fructifique en nuestra felicidad.

Señora madre, usted no es la única víctima, hay muchos hogares llenos de dolor y de miseria esperando la liberación; contemplando a sus hijitos andrajosos y hambreados con sus espíritus inhibidos y sus caritas llorosas llenas de infinita tristeza.

Dejad correr el tiempo ...

Querubín duerme la siesta a la sombra de una chirca, está soñando con un ave negra (1) revoloteando bajito que lo mira persistente, impertinentes y fría.

¡Qué pesadilla tiene el burrito!

¿Qué presagio será éste?

 

NOTA

(1) Ave negra: picapleitos - procurador.


 

 

SOPITA DE POLLO

 

La miseria todo lo enseña. Angelillo con una barrita de azufre y un tizón encendido trata de hacer humo debajo del naranjo donde duermen gallinas y pollos, en el patio del vecino don Severo Cuatrovientos.

La noche es oscura, pero el niño concentra coraje en su cuerpecito pensando en la madre enferma. Está hecho un manojo de coraje.

Junta tizón y azufre creyendo que el humo llega hasta lo alto de la rama; en realidad el viento se lo lleva todo, el pollo no va a caer por mareo.

Pero hay que tentar las posibilidades.

Hace tres días que la madre afiebrada no prueba alimento; no tiene siquiera quien se lo prepare.

¡Cómo quisiera Angelillo darle una sopita de pollo! La madre quizás así podría sanar, piensa el niñito.

Y el propósito del niño tiene su asidero.

Un primo de Angelillo recién venido del servicio militar ha referido más de una hazaña de conscripto. Allá, con otros soldados entre bromas y deveras, haciendo humo de azufre bajo los árboles donde dormían las gallinas de la esposa del Capitán de la Compañía, las echaban a granel a tierra, mareadas por este humo prodigioso que en forma de hilo tenue se elevaba de la barrita encendida de azufre hasta las narices de las gallinas dormidas sobre sus patas. Así contaba su hazaña el primo soldado al vecindario boquiabierto.

Y helo aquí en empeño tenaz.

Angelillo una vez de pie, y otra vez sentado en cuclillas sigue creyendo que puede derribar las aves del vecino... ¡Oh... si cayera un pollo!

El burrito Querubín, pícaro y desconfiado, fingiendo dormir, espía a su amiguito, poniendo un ojo en ventanilla y se da cuenta de lo infructuoso del esfuerzo. Mañana, se dice para sus adentros, cuando gallinas y pollos salgan al campo a picotear las gramillas verdes, les haré de las mías, para ayudar a Angelillo.

Y así las cosas, antes de media mañana, de una patada maestra deja quieto a un pollo y corre luego a estirar de su camisita a su amiguito a quien lo lleva hasta donde el ave caída.

La ollita de hierro hierve a reventar al calor de las brasas de las chircas secas, con la sopita de pollo. Sopa de pollo para la madre enferma.

Pero... oh desgracia; en el rápido recuento falta un pollo al vecino don Severo Cuatrovientos. Y allí tras el rancho destartalado de Angelillo están las plumas delatoras a medio enterrar. ¡No ha sido el maldito zorro! —piensa don Severo— ¡Hay un ladrón de gallinas!

¡ Oh ... tan chiquito el niño y ya comienza a robar!

Se lo han contado al cura José; se lo han dicho al Comisario don Cepolino de los Santos Honrado.

Angelillo ya está detenido en averiguaciones; barre a todas horas con un letrerito en la espalda, que dice: “Ladrón de Gallinas '.

¡Oh, qué apesadumbrados están todos!

Querubín está muy triste. ¿Qué puede hacer para bien de su amiguito?

Se pasa acostado días tras días a la sombra de los paraísos de la plaza, enfrente de la comisaría, hasta que un soldado lo obliga a retirarse.

Piensa en cosas que no sabe explicarse. ¿Por qué Angelillo, este niño tan bueno, que desesperado por la suerte de la madre enferma y sin alimento, tiene que pagar tan caro una gallina tan poco costosa, tan barata, mientras los que roban en grandes proporciones en múltiple forma a la población y los ladrones del Estado, los cientos de miles de ladrones públicos, orondos pasean en automóviles lujosos y dictan normas de vida a los demás? ¿Por qué el niño tiene que purgar y ser objeto de mofa y humillaciones por una gallina cuando le asiste la obligación natural de hacer todo por salvar la vida de la madre, mientras que, los que de angurria desmedida roban el patrimonio de 1.800.000 paraguayos(1); el de toda la población paraguaya constituida, en forma de impuestos, tasas, contribuciones y bienes de capital, no son considerados ladrones?

El burrito desde luego se siente cómplice pues fue quien atrapó la gallina para ayudar a su amiguito.

El burrito piensa que te piensa, y a fuerza de filosofar deduce triunfalmente y afirma rotundo y tozudo, que no todos los ricos son ladrones ni es quitamancha lo cohonestado, y después de seguir disputando consigo mismo, le salta de los sesos el corolario forzoso de que el delito es robar poquito, por eso los grandes ladrones pueden a la vez ser los grandes de nuestra sociedad y nuestra política que todo lo cohonesta, en este caso, y... se hace fortuna y poder.

Querubín, por fin, con su chispa de burrito inteligente comprende estos fenómenos de nuestra civilización y convencidos suficientemente va camino del arroyo a comer culandrillos y agríales.

Y mientras el burrito baja al arroyo, en el cerebro alojando problemas de abogacía mayor, está muy ajeno a que en el rancho acaba de llegar el procurador del pueblo, don Ismael Ave Negra, ofreciendo sus servicios profesionales a la madre del niñito preso en la comisaría, a cambio de que le firme un papel donde le cede en propiedad el burrito Querubín. Así hará poner en libertad al niño inmediatamente.

—Me entrega el burrito, le dice a la infeliz mujer, y su hijito será libertado y se lo traeré yo mismo en persona.

—Piénselo bien, señora, cuanto más antes mejor para su hijito, le dice.

El burrito siente que le zumban los oídos... algo está pasando a sus costas.

Querubín amodorrado de calor se ha dormido a la sombra de los árboles y está soñando que Angelillo ya está en libertad, que le está estirando de las orejas. El burrito sonríe en sueños. Menea la cabeza como jugando con su amiguito.

 

 

NOTAS

(1) Total aproximado de la población paraguaya.


 

 

LOS JUEGOS DE SAN JUAN

 

Los países son diferentes los unos de los otros, y en los más adelantados en su desarrollo social un mayor número de niños tienen la posibilidad de ser felices porque la campanuda sociedad oligárquica es menos letárgica en atender su responsabilidad con respecto de los niños, en una forma apreciablemente menos indiscriminada y, entonces los pequeñuelos pueden vivir su mundo infantil, su mundo encantado, así como debiera ser en todas partes. En esos tales países abundan con largueza fiestas apropiadas a despertar y sostener el mejor ánimo en las más variadas formas de dichas saludables para el niño.

Sus calendarios escolares contienen numerosos días de festividad cumplidas con actos todos destinados a lograr un desarrollo armónico e integral del aprendiz a la vida. Preparación eficaz para convivir en amistad cordial, y la solidaridad se afirma con enseñanzas de emulaciones dignas y nobles sentimientos. Despiértense emociones piadosas; respeto y reverencia hacia sus mayores: sus padres, sus próceres y héroes. Estimúlanse la vida de camaradería con sus compañeritos; todo al calor de la alegría y de felices fiestitas y actos en el marco de inocente pureza; purezas tales que cuando se pasa la adolescencia y se arriba hacia el dintel de la verdadera vida, transitando su camino salpicado de cantos rodados y hortigas despiadadas con el sino de la severa opresión del destino, traemos al recuerdo la inocente infancia y sus candores con emocionada nostalgia, acaso, como queriendo volver a ser niño.

En el país maravilloso que la madre sueña siempre para su hijo hay lindas escuelitas con sus calendarios de festividad en homenaje al Día del Padre, al Día de la Madre, del Día del Maestro, del Día del Niño, del Día de la Patria, del Día de los Próceres y Héroes, del Día de la Amistad, del Día de las Naciones, del Día de la Paz, del Día de la Fundación de la Escuela, la Fiesta de la Cooperadora Escolar, el Día del Árbol, del Día de las Flores, la Fiesta de las Estaciones del Año y muchas más; en estas ocasiones los pequeñuelos celebran sus fiestas inolvidables.

En la Escuelita de Angelillo no hay memoria de celebraciones parecidas, salvo el Día del Homenaje de la Independencia Patria y el Día de los Héroes. Actos formales, serios, solemnes cuyos significados no comprende.

Cierto es que el niño preferiría otro estilo de fiestas, otras modalidades en los actos. Como aquellas que no les obligaría estar firmes, callados, rígidos con sus piernitas flexibles y arqueadas, codo a codo con otros compañeritos cariacontecidos también pernicombados y descalzos.

Pero la fiesta v juegos verdaderamente inolvidables para Angelillo, y los que siempre está esperando con alegre entusiasmo, son los juegos de la Festividad de San Juan.

En fila india, Angelillo, Querubín y el gatito Micifú van por el camino estrecho al pajonal donde otros vecinos ya están cortando, con guadañas arroceras, las matas de pajas y yajhapées para preparar los macitos para los juegos de la noche, pues, los juegos populares nocturnos en homenaje del señor San Juan son con antorchas que dan fuego de largas lenguas con los que se perseguirán los jugadores pasándolos a las piernas, unos a otros, al grito alegre de: ¡Viva San Juan! ¡Viva señor San Juan! toda la noche hasta la madrugada.

Y tan cierto que el fuego se afemina y no quema al mortal viviente en todo ese día; siempre que se invoque al Santo. Es la gracia del buen Apóstol.

Pueblos enteros, barrio por barrio, en las frías noches de Junio, gozan de este espectáculo y el esparcimiento en las que se entablan graciosas y cordiales luchas y competencias armados de las inofensivas fogatas en forma de antorchas largas y de fácil encendido, y, matizan y dan variedad delirantes al juego con los inesperados “raptos de las sabinas" (1) por los “Che o los” (2).

El 24 de Junio a las doce en punto, es costumbre derretir plomo en una cuchara y echarlo en un recipiente de fondo plano cargado de agua, para estudiar en la composición de su dispersa y extrambótica figura el porvenir de cada cual en el mensaje de la cábala de San Juan. También el sueño de la noche víspera es agorera; igual lo es la reproducción de la figura de quien se asoma al borde del pozo de agua clara al momento de salir el sol, si la sombra de la figura se refleja dotado de su cabeza, si así es, vida segura corrida por todo un año, si no, muerte antes que llegue el otro aniversario del Señor San Juan.

Hay numerosas pruebas de suerte v acertijos; cábalas populares, en esta fiesta del señor San Juan.

Pero sin dudas lo que más impresionó a Angelillo, con esa emoción no fácil de olvidar tan particular, fue el espectáculo del paseo sobre las brazas; a pasos lentos, confiados, seguros, con los pies descalzos en las relucientes ascuas.

Los juegos con antorchas le agrada muchísimo pero lo que le llena de sorpresa y admiración sin límites es este paseo sobre las brazas formadas en largas y áureas alfombras; carbones bien ardidos de la mejor y calórica madera, sin fraude posible, y, las pasan las personas caminando tranquilamente. El fuego, tan terrible siempre, ahora con la sola invocación íntima del Señor San Juan, no quema; está sumiso. Esto sucede así en ese día de Junio. El fuego está “encantado” y se doblega humildemente ante el hombre creyente, o la mujer o el niño devoto. Quien quisiera pasearse sobre el fuego que lo pruebe ese día, nada le ocurrirá.

Pero el juego más divertido para Angelillo es con su antorcha de macito de pajas y yajhapees.

—Viva el Señor San Juan, dice Angelillo, y los corre a Querubín y a su gatito Micifú con su fuego en el macito largo de yajhapee ardido a todo vuelo.

—Viva Señor San Juan ...

Los tradicionales juegos en celebración de la festividad de San Juan; tan místico como pagano, nos los enseñaron nuestros padres los españoles en los tiempos de la Conquista y Civilización, al igual que otros tantos juegos populares. Tenemos así, para un ejemplo, el Toro-Kandil; juego que estos peninsulares, cansados al parecer de torear toros verdaderos se burlan de tales bestias, armando, para su esparcimiento, con ligeras varillas de maderas o bambú (caña de Castilla) un toro artificial con los dos cuernos encendidos con mechas grasosas; hacen de él un espectáculo en el cual las gentes pueden torear sin mayor peligro para sus vidas, ofreciendo un agradable entretenimiento popular nocturno.

Y ocurrió esto hace muchos años en una noche víspera del día del Santo de nuestro comento.

La madre relata un lindo cuentito a Angelillo para que el sueño le venga a traer descanso pues ha jugado mucho en todo el día y necesita del descanso reparador. Le dice:

—Erase que los españoles descubrieron América y llegaron a Asunción donde formaron por matrimonio muy felices con las paisanas guaraníes numerosos hogares y tuvieron muchos hijitos buenos y traviesos; más los padres preocupados de que sus hijitos cuando más crezcan no pudieran ser alistados con sus largas y filosas espadas en la Orden de Caballería, ni hacerlos gentilhombres de sus majestades el Rey la Reina, tales los han sido muchos de ellos y sus antepasados, deseaban que los niñitos criollos pudieran ser por lo menos hábiles jinetes y valientes toreros; pero los pequeñuelos nunca habían visto un caballo, una vaca o un toro, pues en su tierra no existían tales animales.

Los españoles escribieron muy urgentes cartas a sus reyes contándoles que querían que sus hijos tuvieran caballos, los pudieran domar; que tuvieran toros y los pudieran torear y ser buenos toreros así como lo eran los caballeros en España.

El Rey y la Reina con toda diligencia mandaron comprar suficientes toros bravos y lindos caballos y los hicieron cargar en veloces bergantines haciéndolos a la mar para que los traigan hasta Asunción. Corrida la noticia de la próxima llegada de los bergantines los buenos padres se pusieron a pensar que sus hijos se asustarían posiblemente al ver un toro bravo o se negarían a subir en un animal tan grande como lo era un caballo, ya que ellos nunca habían visto bestias semejantes. Los padres todos se reunieron presurosos y resolvieron enseñar a sus hijitos el arte de quedarse sobre el lomo de un caballo haciendo los mismos padres de mansos caballitos o a veces de ariscos potros, y, así, cuando llegaron los caballos de España a América los niños aprendieron fácilmente a ser buenos y cabales jinetes.

Para enseñarles a torear, armaron un toro de ficción de madera y cuero silvestre y en él se introdujeron los buenos padres, por turno para no cansarse, y enseñaron a sus hijitos el arte de esquivar y desafiar el atropello del bravo toro hasta que los chicos se acostumbraron y surgieron los pequeños toreros.

Cuando cundió la noticia de que los bergantines estaban navegando ya muy próximos a puerto de destino pues que los vecinos del cerro Lambaré los habían avistado con su velamen hinchado a los vientos aparecer por el sur con sus cargas de allende los mares enviados por los buenos Reyes para sus pequeños súbditos, era llegado entonces el momento en que los niños tenían que ser enseñados más de prisa, por lo que también se los entrenó durante las noches, aún en las más oscuras. Pero los tenían que hacer a la luz de un rústico farol llamado “Kandil”. Finalmente, porque resultaba más práctico, ahuecaron convenientemente los cueros de la cabeza del cuero seco, los llenaron de grasa y los encendieron con el resultado de que de una sola vez, y en una sola pieza, tenían el toro y el farol, es decir el toro y el kandil; entonces los llamaron “Toro-Kandil” al artefacto así construido.

Ahí tenemos para jugar el “Toro-Kandil”, decían los chicos.

Los niños tuvieron sus toros artificiales para ensayar día y noche, y cuando fueron grandes, igual que sus padres eran todos gallardos y valientes toreros.

Allí el cuentito se terminó por qué Angelillo ya ha dormido.

Es también de comentar los juegos de Carnaval, aprendido de igual procedencia, y de orígenes muy remotos.

Estos juegos tan difundidos y celebrados en nuestro medio, que los festejan nuestro pueblo con gran regocijo, es una festividad pagana-cristiana-católica. Está saturada de sucesos de las Saturnales Romanas y sus fiestas populares. Saturnales Romanas salpicadas de orgías, borracheras colectivas y fiestas desparramando toda clase de alegría y excesos. Se la celebra hoy antes de los días de guardar y conmedimiento religioso que nos impone la llegada de la Santa Cuaresma.

Pero recordando cosas así y casos otros volvamos a nuestro señor San Juan. Ha de recordarse que su festividad toca ciertamente y también las suelen celebrar, a prescripción especial de sus Ordenanzas, las Ordenes de la Francmasonería Universal, pues Patrono es de esta Orden el señor San Juan como San Pedro lo es de la Iglesia Católica Romana.

Y a fe que la fiesta y sus juegos gustan a todos pues también los niños Omar, Jalil, Alí, Fari, todos amiguitos y vecinos de Angelillo, hijos del Islán, suelen jugar muy entusiastas y alegremente suelen exclamar ¡Viva el señor San Juan! —Loado sea Alá y Mahoma su Profeta, que este es juego realmente muy divertido.

— ¡Viva señor San Juan!

Tras la algarabía y delirio de tan inocentes esparcimientos, en la helada soledad encapotada de la media noche ya solamente se escucha el alto ulular de las aves viajeras.

Las noches invernales de nuestro pueblito donde vive Angelillo, luego de la alegría fogarizada, queda como antes, en la penumbra bajo los techos humildes velitas titilantes y humosas; en el firmamento estrellas que saltarinean y rebrillan en el suelo, en la madre tierra, fragancias de lujuriosas selvas y hierbecillas dadivosas y friolentas.

En el corazón de Angelillo, como en dorada hornacina, como en arquilla sagrada, el recuerdo de estos juegos que fluyen y refluyen discurren y dialogan inocentes haciéndose la imagen de un mundo maravilloso en el que están siempre presentes las inolvidables y graciosas fiestas del Señor San Juan.

Pero siendo ya la noche entrada Angelillo está durmiendo, acurrucado con Querubín y su gatito, en el suelo sobre el cuero seco que es su lecho y al calor suave del fuego que arrebuja, con olor a humo de espinillo y palo santo.

Angelillo sonríe y dice en sueño —¡Viva el señor San Juan...! —¡Viva el señor San Juan...!

 

 

NOTAS

(1) Las damas son raptadas del escenario del juego por sorpresivos incursores enmascarados quienes luego son perseguidos con fuego por la legión de jugadores hasta lograr el rescate de la dama y restituirla al escenario del juego.

(2) "Che o los”: es el enmascarado. Así se lo llama por que aparece siempre pronunciando tal palabra.


 

 

EL FOQUITO DE LUZ

 

De transparencia azul la atmósfera matinal con sus bandadas de atildadas cirrus avanzando como manadas de mansas ovejitas blancas, o como miríadas de similaridades y de parecidos a niditos escrupulosos de coquedrices salanganas. Todas encrespadas, todas ondulantes, altas y tenuamente sutiles, atoldando el sol que viene junto a la brisa murmullante a despertar un nuevo día.

Angelillo y Querubín van camino al pueblo, tempranito. Van para saber del primo soldado, hijo del tío Ramón, quien llegó de licencia después de las fiestas y el desfile militar del 15 de Agosto. Día de gala, aniversario de la fundación de la ciudad de la Asunción y de toma de posesión de mando de los primeros magistrados de la Nación.

Después de la parada militar los soldados de la Patria fueron licenciados para visitar sus hogares.

Así llegó de su cuartel a su casa el glorioso soldadito de la Patria.

—¿Qué es? ¿Qué es? — Dice Angelillo.

—Un foco. — Responde el primo soldado.

—¿Qué es? Quiero ver. Quiero ver. — Repite el niño, mientras da vueltas y más vueltas en las manos y contempla muy feliz el regalito que le entrega su primo.

Un foco, de filamento quemado e inservible, que como gran novedad trae y se lo entrega el buen soldadito a su primito Angelillo.

Le explica luego que si este foquito es conectado al extremo de dos cables y al otro extremo se le pone una llave, girando ésta el foquito se llenará de luz. Se llenará de luz eléctrica. Si se gira otra vez la llave la luz se va. Así ya no habrá luz, hasta girar por vez más la llave.

—¿Dónde va la luz? ¿Dónde va? ¿Dónde va? — Dice Angelillo.

El obsequioso y noble soldadito no sabe explicar más; su conocimiento sobre la luz eléctrica es muy pobre.

Refiere que en los cuarteles y que en Asunción la ciudad capital de la República, las noches son casi como el día. En las casas y en las calles están los focos colgados de techos y columnas y cuando llega la noche, se dan vuelta las llaves y de inmediato todos ellos se llenan de luz. Así que la noche se parece al día.

El niño nunca había visto cosa semejante, ni oído relato parecido. No tiene idea y no puede comprender cómo es una instalación de luz eléctrica. Queda admirado y orgulloso del saber abundante de su primo. ¡Cuántas cosas extraordinariamente maravillosas conoce su primo, el valiente soldadito de la Patria.

Angelillo dice —¿Vos pasas muchos peligros?

—Regular.

—Algunas veces sí paso peligro. Cuando disgustada amanece la esposa de mi capitán.

—¿Son pesados los cañones? ¿Cómo son? ¿Vos podes tirar la bala con el cañón?

—No. Yo no estoy con los cañones. Yo estoy en casa de mi capitán Napoleón Mata Cuatro y me encargo de cuidar sus hijos y de algunos mandados. Pero ... estoy muy contento; no me quejo.

Y... —dice Angelillo al valiente soldadito de la Patria— Entonces vos no servís a la Patria sino al capitán Napoleón Mata Cuatro.

El niño no está conforme. Quiere que su primo sea de vida más arriesgada y heroica.

—¿Vos, entonces, no dormís como los otros soldados, entre los fusiles, los cañones, los clarines, las espadas, las banderas?

—No. Yo duermo en la cocina de mi Capitán cuando termino de lavar y secar las cacerolas, los cucharones, los platos, las cucharas, los tenedores, los cuchillos y colgar en banderas los repasadores.

En las alturas, el cielo azul cerúleo y luminoso con su carga de cúmulos y nimbos viajeros, como pelotones en desorden; como tartanas en desbandadas navegando del norte hacia puertos meridionales, y, hacen sombra a la tierra cada vez que pasan bajo el sol.

En la tierra, en los herbozales, un charloteo de burritos inquietos y preocupados; todos se dirigen hacia el bosque de laureles vigorosos de sombras frescas y ranajes teñidos en verde de verona que se abanican al paso del viento que bisbisea entre las hojas y se zarabandean alegremente solazadas.

Acontece que el burrito Querubín envió, portando un mensaje urgente, al gatito Micifú, de invitación a todos los jumentillos de la zona a una discusión de mesa redonda. Se trata de descubrir la manera de encender luz eléctrica en el foquito que colgado está de un hilito en el alero de la casa de Angelillo y su madre.

El foquito se lo trajo el primo soldado, en concepto de lindo como curioso regalito; pero la luz no ilumina en su interior.

Hay que hallar la manera de que la luz se haga presente dentro del foquito y que éste alumbre luego en el ranchito del amiguito siempre tan terriblemente oscuro durante las noches.

Los burritos, todos muy buenos, sabedores y juiciosos, discutieron el asunto tan importante a la sombra de los grandes árboles, y con la presidencia del sabio Querubín, pues, hay que tener en cuenta que los jumentillos no son animalitos sabios sino simplemente sabedores o sabientes.

El bosque parecía más un caravazar que un Jugar donde se llevaba a cabo tan importante conferencia.

Al fin, después de varios días de prolongado cambio de ideas y pareceres, resolvieron designar y comisionar una delegación de los asistentes al país de las usinas a fin de que después de discutir sobre marcas y precios comprasen una usina generadora de energía eléctrica para instalarla en el pueblito del valle de Angelillo.

Así, gracias al celebrado cabildeo de los burritos sabientes Angelillo conocerá qué es la luz eléctrica y tendrá muy pronto colgado del alero de su casucha un foquito cargado de luz; de luz eléctrica.

En el pueblo cercano a la casita de nuestro amiguito instalarán la usina y todos tendrán luz eléctrica. Ya desaparecerán las noches oscuras; todos los vecinos serán muy felices, y, a la casita de la madre de Angelillo harán llegar dos cablecitos conductores de la corriente eléctrica para que en su foquito se cargue la luz cuando la quiera.

Y no podía seguir siendo de otra manera.

La civilización tiene que llegar a todos los rincones de la tierra.

En realidad, decía Querubín en la parte final de su discurso, asombra, indigna y subleva saber y comprobar que en esta época en que el hombre ya en espectaculares vuelos en los espacios siderales está visitando ya otros planetas, en nuestros humildes valles, niños, hombres y pueblos que existen en multitudes siguen por el camino de la vida sin conocer más que la iluminación que le da el sol, y de tal suerte, siguen vegetando en el ciclo natural de luz y oscuridad igual que sus antepasados milenarios los hombres de las cavernas y, en contra parte paradójica la sociedad burguesa voraz y ostentosa, indiferente a este drama que nos reúne hoy aquí. Muy bien ... Muy bien ... gritaron los burritos. Bravo ... Bravo ... gritaron.

Muy satisfecho Querubín del resultado de la reunión celebrada con asistentes tan sabedores y buenitos, y, como prueba de hallarse tan complacido, entregó a cada uno de ellos el recuerdo bien merecido de tan memorable acto. Una condecoración alusiva y recordatoria: el “Collar y la Gran Cruz de la Orden de los Burritos Iluminadores”.

Finalizando el acto de condecoración y ya muy avanzada la tarde, los inteligentes animalitos bajaron al arroyo a refrescar las gargantas; luego fueron cada cual por un camino diferente a la tierra de sus pastares arrancando de vez en vez, como de un mordisco al descuido, ramitas de escobillas silvestres, para masticarlas mientras la meditación del viaje por el largo camino que penetra cada vez más en la densa sombra de la noche que invade, saludada por un concierto de trinos vesperales de avecillas canoras alborozadas dueñas de montes y selvas en nuestra floresta.

Y desde entonces pasaron muchos días y muchas noches.

Mientras la madre zurce la ropita raída de su hijo, bajo el techo del ranchito bien iluminado con el lindo foquito cargado de luz eléctrica, Angelillo y Querubín están conversando muy jubilosos de sus aventuras de correr por las siestas a las lagartijas vivarachas. El gatito Micifú, travieso e incurable como siempre, se entretiene persiguiendo en el césped a los grillos estridentes saltones y escurridizos.

¡Oh...! Pero... ¿No es acaso el sueño algo más bello que la realidad?


 

 

PELOTA DE TRAPO Y CABALLITO DE PALO

 

La madre de Angelillo está tratando de sacar raíces de mandioca de la dura tierra seca y roja. Tierra fértil, pero como no ha llovido varias semanas seguidas va la tierra está tan dura, que sacar el tubérculo no es posible con sólo estirar de las ramas, pues así se pierden muchas de ellas que quedan sueltas o rotas bajo tierra. La buena mujer con un machete hace un palo puntiagudo y trata de remover la tierra en el mandiocal. Esta herramienta, el palo puntiagudo, es conocida y usada desde la época de los primeros conocimientos agrícolas.

Y hay una preocupación penosa en la mente de la madre, Angelillo tiene que emplearse y abandonarla.

Angelillo debe emplearse para algunos mandados menores, en casa de alguna familia del pueblo; no otra solución se perfila para el hijo tan pequeño aún pero no puede seguir en un ambiente de tanta necesidad. Le buscará algún trabajo de mandadero apropiado a su edad. Así ya no estará expuesto al hambre ni estará tan desnudito.

El niño desnudo, el niño hambriento, es el crimen mayor de la sociedad en que vivimos. El niño que tirita de frío, el anquilostomiástico, flacucho, el niño sin escuela, el que llora de dolor de diente, el que llora de dolor de cabeza, el que va renguito con sus pies heridos, ese niño que sufre sin saberlo, ¿no es el estigma de nuestro tiempo decadente de materialismo egoísta? El Estado y la sociedad deben preocuparse por la suerte del niño pobre.

Piensa muchas cosas la madre de Angelillo, mientras remueve la tierra para arrancar mandiocas. Se sabe frecuentemente enferma y casi desvalida y su hijo está lleno de necesidad insatisfecha, ni a la escuela, por ahora, puede ir con regularidad; carece de ropas y alimentos esenciales; ni amparo suficiente existe para su salud contra alguna enfermedad imprevista.

Angelillo, sin otra solución, posible, va a tomar empleo en alguna casa del pueblo; como agregado en alguna familia que necesita un chico para pequeños mandados.

El vendaval de la vida suele desgajar la familia como la fuerza de los meteoros suele desgajar nuestros saúcos, los nardos y los claveles, o derriba las alondras en los campos ortigales.

El niño va a tomar empleo, va a abandonar la casa, va a dejar sola a la madre para quien su hijito es una razón de lucha y alegría renovada. Este niñito en la casa es como una burbuja de la vida dando tonalidad y animación al ranchito con sus pequeñas travesuras y sus juegos simples, sin juguetes que valgan la pena llamarse tales.

Desde luego que de comprar juguetes ni se piense; los hogares humildes no pueden comprar juguetes a sus hijos de caritas serias, inhibidas, graves y realistas, humildes, prudentes y de reflexión madura. Estos niños no saben de juegos infantiles que son justamente las fuentes necesarias en su desarrollo franco, amistoso y optimista.

¿Por qué se tiran los juguetes pasados de moda? ¿Por qué no los regalan modestamente a los niños de las casas más humildes, en homenaje a la salud, la alegría y las sonrisas infantiles?

¿Cómo no se les ocurre a las damas de las ciudades y de los pueblos, de más aquí y de más allá, por ejemplo, que después de exhibir sus vanidades en las misas domingueras, donde por las más natural suposición, deben haberse saturado de piedad cristiana piel por dentro y piel por fuera, recorrer y golpear las puertas del vecindario, incomodar un instante a las relaciones sociales en busca de juguetes olvidados o pasados de moda para formar con ellos un arsenal de dicha y felicidad? Lo mismo podían hacer con ropas y abrigos.

¿No han sospechado las virtuosas damas que así harán florecer la sonrisa, la salud y la alegría de miles de niños silenciosos, de miradas inocentes, interrogantes?

¿No ha causado impresión, alguna vez, en su vida, en la retina de su alma, el desfile de esa legión de niñitos que silenciosamente suelen contemplar a los otros niños, a los de hogares más favorecidos, en sus alegres movimientos? Así nuestra sociedad, desde el amanecer de la vida, divide a los hombres en dos clases bien diferenciadas. Como si unos nacieran para el placer y otros para el dolor.

Pero... el niño felizmente, en el temblor de un instante suele dar acento nuevo y encanto a su pasión de jugar; para eso su imaginación suele tener luces de relámpagos y llamaradas mágicas.

Angelillo viene galopando desde el pueblo en un caballito de palo; al trote y al galope ... más galope que trote.

Ha logrado desarmar una escoba en desuso encontrada en el basural del pueblo. Lo más difícil de la tarea le fue sacar el alambre prendido del clavo con el cual sujetan las docenas de cañitas de paja escobera.

Las amas de casa de las ciudades modernas y populosas no saben cuánto valor tiene en los poblados humildes esta modesta herramienta de madera y paja. Un metro de alambre fino, un clavo de media pulgada; dos metros de hilo de atar hacen el complemento final de la industria. Suplen estas escobas a todos los implementos de la moderna industria manufacturera que hoy nos proveen de artículos del hogar tales como escobillones de piso y de techo, aspiradoras, lustradoras, etc.

La escoba, una vez que se ha puesto inservible para su específico empleo por desgaste de sus componentes de paja, al mango, o sea la vara de madera, se libera y se lo convierte en caballito de palo para los niños.

No puede dudarse que es esto una prueba concluyente de la superior inteligencia del hombre.

Este caballito de palo es la fuente de felicidad inocente de nuestros niños pobres en los medios  rurales, en pueblos y villas, cuando un padre no puede comprar un juguete.

El niño tiene que jugar para distraerse y alcanzar el desarrollo armónico de su salud física, mental y espiritual.

El Estado y la sociedad no pueden desentenderse de este deber de solidaridad primordial.

La industria de la juguetería, en cada país, debe ser considerada de interés social. Debe estar fuera del comercio especulativo. ¡Nadie debe lucrar a costa de la necesidad infantil!

Los juguetes deben ser distribuidos en las escuelas, y únicamente en las escuelas; bajo la administración de maestros y padres de familia, gratuitamente.

El niño escolar debe llevar a su hermanito el juguete como un regalo de la señorita maestra a quien aún no conoce, a quien va a conocer luego, a quien al igual que a sus padres debe tener por los primeros bienhechores.

El ansia de jugar y desparramar su pequeña energía es tan irresistible en el niño por ser su naturaleza esencial; lo lleva en la sangre trepando en el árbol de su vida como las lianas a los árboles de los montes o como las capuchinas o la madreselva.

Angelillo también tiene otro grato y sensacional descubrimiento mientras miraba a los chicos que jugaban en el patio de la escuela del pueblo, alegremente, con una pelota de trapo. Era una linda pelota de trapo.

Por eso vino al galope tendido, montado en su caballito de palo, desde el pueblo hasta el ranchito.

Ha jugado, por medio, varias carreras con el burrito Querubín y lo ha vencido todas las veces. El burrito, complaciente, como todo burrito bueno, se ha dejado ganar varias veces consecutivas para dar mérito al caballito de palo de su amiguito.

Feliz y orondo corre el niño montado en su caballito por las arenas del camino real. No puede vencerlo Querubín; en su carrera Angelillo es una luz que va pasando por cada lugar en mínima fracción de tiempo. Querubín sonríe y sigue a trote descansado a fin de estar siempre rezagado para ventaja de su amiguito.

Y ahora en casa todo es atareamiento súbito. La mamá tiene que enseñar a Angelillo cómo se hace la pelota de trapo. Y es una imitación fiel de la que había visto. Luego hay pelotazos por todas partes. Cuidado, hijo, que vas a lastimarte los dedos de los pies — le dice la mamá.

No le deja dormir la calurosa siesta al burrito Querubín, pues le está dando pelotazos, ya en la cabeza, ya en el vientre .. . verdad sin embargo que el burrito no se enfada; son pelotazos de piernas débiles, pelotazos de su amiguito Angelillo.

Y han de darme la razón los vivos, y hasta los muertos de todas las edades, cuando digo que la inteligencia del hombre es incontrastable y portentosa.

¡Oh... la pelota de trapo! ¡Gloria al ingeniero desconocido que ha logrado formular y dibujar el plano difícil de la primera pelota de trapo!

¡Desde las profundidades de los tiempos hasta la era del satélite artificial, la ingeniería no ha producido más luz ni mayor gloria!

¡Qué sensacional creación de la mente humana!

Por eso, por todo eso, mañana, en el parque infantil del pueblo se inaugurará un monumento de la humanidad nueva a la sonrisa eterna del niño; de todos los niños. En la alegría de conjunto estarán representadas también la humilde pelota de trapo y el caballito de palo.

Esa pelota de trapo y el caballito de palo son los símbolos más representativos de la humilde felicidad del niño que quiere jugar y lo ha logrado.

Querubín despertó después de una larga siesta calurosa y piensa que es hora de bajar hasta el arroyo a beber de la corriente fresca y masticar luego algunos culantrillos.

Va amodorrado por el arenal caliente camino al arroyo.

¡Qué buen amigo tiene Angelillo, en el burrito Querubín !


 

 

UNA LARGA EXPEDICIÓN

 

Los amiguitos van por la ruta del Oriente. Han de conocer el camino que corta en abra larga las milenarias selvas de Caaguazú y el Alto Paraná hasta la futura ciudad Presidente Stroessner y el Puente Presidente Kubitschek.

Llegaron a Coronel Oviedo, localidad haciendo casi punto centro geográfico del país en su región oriental. Pequeña ciudad, que quizá también como Roma, la ciudad eterna, cubrirá un día no lejano hasta siete colinas con los cimientos de su grandeza.

Es la antigua Ajos. La aldehuela de la fama y recuerdos terribles. Es ahora un centro de gentes industriosas y optimistas. Asentada se halla en una comarca ondulada por hinchazones de tierra con cerritos verdes de césped y árboles, por arriba; con fina masa de caolín por abajo, por dentro, que eclosiona fácil en tonalidades blancas, rosa, amarilla, parda o violácea.

Mientras Angelillo y Querubín sesteando quedan en la proximidad de la ciudad a darse un baño reparador en el lindo tajamar de agua fresca, el gatito jugaba en los bancales y sentía un pícaro picor por tirar al agua las ropas de Angelillo, entonces, y ya que el meloso animalito no era muy amante del baño, y estaba allí con sus travesuras causando desazón a los bañistas, se lo envió en misión de embajaduría hasta el edificio de la Delegación de Gobierno para saber de la presencia del señor Delegado de Gobierno, pues que el burrito Querubín quería cumplimentarlo con sus saludos y hacerle firmar su álbum de viaje.

Llegó el gatito hasta el respetable edificio y cuando los soldados lo vieron se dieron en decirle: mi-shi, mi-shi, mi-shi; Micifu no les responde, y consecuencia es que los soldados creyéndolo un gatito de malos modales, rojos de justo atufamiento, lo invitaron a retirarse inmediatamente del edificio gubernamental.

Es que el gatito no sabía que en el país paraguayo acostumbraban llamar michi a los gatos, es por eso que Micifú, gatito siempre tan atento y bien educado, hizo caso omiso a las palabras que le dirigían los soldados del señor Delegado de Gobierno.

Deben saber los amiguitos lectores de esta narración que cuando Angelillo recibió de obsequio el animalito, el asnito Querubín aconsejóle que le diera por nombre Micifú y no mishi, era con el fin de evitar la confusión que pudiera ocurrir tan fácilmente pues los tibetanos llaman a sus animalitos congéneres: shi-mi. Si se pronuncian estas palabras varias veces consecutivas producen sonido que confunden. El lectorcito puede hacer la prueba y verá que cuando más de prisa las repite más fácil se hace la confusión. Veamos: shi-mi, shi-mi, shi-mi, shi-mi, shi-mi, shi-mi.

Sin embargo advertidos quedan los amiguitos que los gatos cumplen en los lamasterios tibetanos funciones muy honorables, muy importantes; son los respetados guardianes de los objetos sagrados del culto y de los fabulosos tesoros que enriquecen sus templos.

Ya sabe ahora el lectorcito por qué Micifú no se llama mi-shi.

Y habiendo proseguido el viaje muy temprano por la mañana, haciendo otra jornada, y después de mucho andar, advierten que está ya atardeciendo.

Adentrados en el proemio espectacular del escenario. La selva que oprime y aplasta el espíritu del hombre y que deprime y devora a los árboles. Selva de fama y alcurnia salvaje.

Hacen un alto. Siempre hacia oriente en la ruta bermeja, bajo el dosel de la noche húmeda de rocío, frente a un puesto caminero, en pleno corazón del monte arisco y fragante.

Toman descanso y sueño los viajeros.

La hermosa luna llena va describiendo su arco hacia el poniente bañando con el claror de su luz arroyos y cenegales; colinas, cerros y valles; riscos y cascadas transparentes, y, la ruta sin fin y silenciosa que de trecho en trecho se empina para abandonar bajíos y los bajíos se elevan para mostrar pendientes y crestas en una sucesión que parecen visión de alucinado en la bulliciosa sonora y pujante vida del umbrío follaje verde oscuro. Y un suceso propio de la zona de súbito quiebra la calma nochera y estremece a Angelillo. Un lejano rugido de tigre. Despiertan aves y animalejos y hay un centenar de trinos y piares que alborotan el silencio por un instante, hasta que, curados del espanto, de nuevo paulatinamente adormecen esto que parecían una lluvia de sonidos, silbos, gorgoritos y arrullos desapacibles. Cae otra vez sobre la comarca el pesado silencio que ahora sólo se interrumpe, en contraste patente, con la empausada y trémula endecha de un solitario guaimingue (1) que perdió el sueño y no se calló hasta el amanecer.

Alborea un nuevo día y se tiñe de arrebol el horizonte para recibir a la mañana que avanza silenciosa y se eleva, al parecer, justo sobre el centro del camino nuevo; como emergiendo de entre los árboles vivos en enorme disco luminoso, que esmalta de luz la fronda, la tierra colorada, los árboles sin vida y las flores marchitas derribadas por el desmonte para dar paso al hombre y a su familia en su expansión hacia el Este.

Es una ruta formidable.

Ruta que mañana será negra de cemento pero que hoy sin ese ropaje de la civilización es roja; quizá tierra de rica bauxita.

Ella parece una inmensa cinta transportadora mecánica. Recta como siguiendo la línea trazada de un flechazo. Es teñida de bermellón, como en un canalón de selva que parece acantilados gigantes; farallones imponentes, hasta el barranco del río Paraná.

Rugen los motores del equipo caminero. La tarea es colosal.

Vénse hasta donde la vista alcanza, siempre hacia el este, paralelo al camino que se esboza, y a ambos lados, los símbolos de la avanzada del hombre conquistando la selva y su tierra. Hasta donde el hombre llega está la señal del humo.

Humo que se eleva dibujando espirales y volutas en el cielo, en señal de afirmación de dominio. El hombre llegó hasta allí derribando con hacha y machete y entre el crepitar y el chisporroteo del fuego. Esto es una lucha memorable.

Es que esta selva abrazadora y aplastante, y el tigrerío y las serpientes, viejos dominadores en feudal señorío, sólo pueden ser desalojados con el fuego ¡Y solamente con el fuego!

No hay rancho que no se halle afincado en una reciente quemazón. No hay rancho que no halle contorneado y circuido de cenizas.

No hay hombre, mujer o niño sin herramientas y armas.

Una inmensa multitud que se acomodan y se aposentan a ambos lados del largo camino.

No se ve el transeúnte solitario. Todos caminan en grupo y armados como disciplinados pelotones. No hay rezagados porque está el peligro del zarpazo imprevisto. Las familias marchan en grupos cerrados aprensivos y vigilantes.

¡Cómo impresiona, y hace brotar emociones de patria, ver a la mujer hacha al hombro como el hombre o con un machete centelleante de filo en la mano listo para arremeter contra la maraña o arrinconar su hijo para enfrentar a la fiera!

¡Oh... la heroica madre paraguaya!

Una noche más se cierra sobre los viajeritos en el camino y una fogata y ladridos de perro indican a ellos la proximidad de un rancho.

—Pasen. Pasen. — Dice su morador don Juan La Verdad Del Camino.

—No es mucha la comodidad; hacen escasamente dos meses que aquí llegamos. Somo del florido Pirayú.

Este lugar es una pequeña cañada natural abierta en la espesura y como tengo algunos animales vacunos y mi caballo y por el interés del lindo y abundante pasto aquí nos quedamos. —Podríamos decir que en este lugar Dios abrió un ojo en la tierra, pues tal es la selva tupida que ella queda cegada.

—Una noche la pasaremos fácil. Acomódense. Acomódense como en su propia casa.

—¿De dónde vienen y adónde van, amigos?

—Vamos a conocer la futura ciudad Presidente Stroessner y el Puente Presidente Kubitschek.

—Qué sacrificio el de ustedes, adentrándose en estas regiones. Dice Querubín.

—Las cosas inimaginadas que hemos visto ¡jamás las olvidaremos!

—Cuánto debe la nación a todos ustedes primeros pobladores de estas tierras. ¡Y qué tierra fértil!

— Hijos..., dice don Juan La Verdad Del Camino, no conocéis la vida y los hombres. Todo se olvidará con el tiempo como se han olvidado muchas otras cosas.

—Cuando esta ruta se cubra de asfalto; cuando sobre el este se establezcan industrias, comercios, hoteles, lo cruzarán en ambos sentidos los automóviles de la burguesía ciudadana con sus mercaderes y su avaricia, quienes no conocen ni quieren conocer el sacrifico de nuestras vidas por no hacerse “problemas”, entonces ..., quizá volvamos a perder hasta nuestro solar. Quizá tengamos que malvender nuestros lotes e internarnos por vez más por nuevos caminos en la selva. Y a Dios pongo por testigo de que el único documental y la única justicia para nosotros, por estos peligros, penurias, sudores y esperanzas pasadas con nuestras familias, han de ser los que vuestros ojos vieron.

Angelillo medio dormido de cansancio está mirando cómo una pequeña mariposa sonámbula gira sin secar en torno a la luz de la vela hasta morir quemada en las llamas.

La mariposa es amante del fuego y su amor siempre lo paga con su vida.

—Y pasando a otro asunto, dice don Juan La Verdad Del Camino, les sugiero mis amiguitos la idea de no madrugar mañana, descansen bien. Vamos a ver primeramente cómo se presenta el tiempo. No quisiera que les tome la lluvia en el camino.

—Hace dos días que mi toro barcino, después del segundo canto de gallo (2) se inquieta y muge.

—Ya lo van a escuchar mañana a la hora del alba.

— ¡Oh... mi toro barcino! Cuando muge a la madrugada ya lo saben los lugareños, cambio de tiempo seguro para el tercer día.

—Muge, enhiesto y largo, perforando el aire y la soledad espesa sobre el valle, en su presagio de lluvia o tormenta, que siempre se cumple.

—Este animal debe tener piedra en sus entrañas (3) porque su mugido es un treno aclarinado, metálico, singularmente potente, bello y entristecedor.

— ¡Oh ... mi toro barcino! Cuando lo oímos nos recuerda nuestro valle de Pirayú.

—La tarde víspera de nuestro traslado hiciéramos los vecinos: los Noriegas, Ququejo, Gómez, Rodríguez, Obando y otros buenos amigos con sus familias en casa de nuestro compadre José Froilán Ferrer una fiesta para alegre despedida, y salimos todos llorosos.

—Es muy triste dejar a los amigos y la querencia.

—Era un valle de muy buenos vecinos. Allí estuvimos desde los tiempos de nuestros bisabuelos; desde cuando regresaron de la residenta en 1870, al terminar la guerra grande.

—Pero teníamos que venir; nuestro lote de tierra era muy pequeño y lleno de minas de hormigas cortadoras (yzaú); estas hormigas años tras años destruían nuestros sembrados no obstante nuestra lucha por exterminarlas. La zona está minada por estas hormigas .Esa es nuestra historia para encontrarnos aquí.

—Y ahora que descansen, amigos. Buenas noches.

—Buenas noches; que descanse, don Juan.

Toda jornada tiene fin y también la tiene ésta.

Angelillo y Querubín están contemplando los pilotes de cemento y hierro del Puente desde las altas barrancas del río Paraná, mientras, el gatito Micifú después de perseguir a una fascinerosa viborita de ojos planos ahora corre, salta y manotea a las cigarras y bichitos sonoros que se arraciman en las lianas y los ramajes para cantar sus canciones a esta selva gigante y fragosa llena de cuchicheos de ramas que se saludan, se rozan, se abrazan y se balancean en columpio desaprensivo, dorándose al sol que se filtra desde más arriba de sus elevadas copas.

Angelillo masticando un largo renuevo de palmito, con un monito en el hombro, tira algunos pedregullos al profundo río y dice todo jubiloso y maravillado: —¡Qué... imponente va a ser el Puente Presidente Kubistchek.

                                  

NOTA

(1) Urutaú.

(2) Entre media noche y el amanecer acontecen tres cantos de gallo.

(2) Agagrópoli (toro-itá) bolo formado por el pelaje que se lleva al estómago al lamerce.

 


 

EL NIÑO MANDADERO

 

En el campichuelo aledaño al ranchito, Querubín mira insistentemente hacia el fondo del camino real que lleva al pueblo. Ayer muy temprano lo transitó una distancia, quedó mirando a lo lejos y después de meditar un rato regresó despacito, pensativo; parecía enfermo el burrito.

¿Qué tristeza tan honda sufre el animalito?

El ranchito está muy silencioso.

La madre de Angelillo ha llorado mucho; es la ausencia del hijo a la cual no puede acostumbrarse. Ha tenido que entregarlo a una familia del pueblo para su mejor crianza. ¿Acaso no es ésta la mejor suerte de un niño pobre?

Querubín arrancó una hojita de toronjo para masticarla mientras su cerebro trabajaba espoloneado de impaciencia; estaba mordido por la curiosidad, dispuesto a espiar con los ojos y oídos alertas, y así fue que acostóse el burrito, simulando dormir, entre chircas y guayabos. Está allí pensando el porqué de esta pena tan grande de la madre de Angelillo. ¿Pero, dónde está el niño cuyo bullicio habitual en el ranchito quedó mudo? El silencio dura ya tres días.

El burrito tiene en la mente el recuerdo de que tres mañanitas hace ya desde cuando Angelillo salió con su madre por el viejo camino con un atadito de ropas a la espalda, y no regresó más; madura la idea de que el niño había quedado en el pueblo.

¡Oh ...!

Querubín para las orejas.

La madre sale del rancho llevando en un pañuelito chirimoya maduras y va camino del pueblo. Él conoce la fruta por su olor característico; esa fruta es la predilección de Angelillo, él lo sabe. Debe seguirla de inmediato pues seguro que irá donde el niño.

Va a hacer su descubrimiento.

Paralelamente a la dirección seguida por la señora, quien va por el arenoso camino, el burrito cruzando por entre los tártagos se interna en el monte, sin dejarse ver ni oír y sin perder de vista a la madre de Angelillo.

Y el esfuerzo tiene su premio.

Ahora ha llegado a los lindes del monte y se ubica en una altura desde donde divisa el caserío del pueblo. Y he aquí que lo tiene sabido.

A una casa no muy distante ha llegado la señora, pasando por entre las tranqueras.

Allí debe estar su amiguito.

Y la noche que estaba llegando, apagó todo rumor de vida.

El burrito quedó a dormir en la loma, y antes de amanecer, un poco después del alba, se aproximó sigilosamente a la casa donde llegó la señora mamá; vuelve a acostarse pegado al cercado bajo frondosos paraísos para poder ver mejor cuando llegue el día.

¡Lo ha visto! Allí está Angelillo.

Allí está el niño a los tirones con un ternerito rebelde, en el corral, donde han de ordeñarse unas vacas lecheras.

¡Angelillo está empleado! Pasmado queda el burrito. Es el final de todos los días alegremente vividos jugando y jugando hasta más no poder.

Querubín rebuzna bajito, y Angelillo finge no oírle, pues está trabajando; teme desagradar al patrón.

El niño sabe que tiene una responsabilidad, que ya no es libre de jugar cuando quiere. Ni tiene la seguridad siquiera de que podrá volver a jugar con el burrito; ha entrado en esa vorágine de la vida que todo lo avasalla y lo anula.

Querubín, inteligentemente, y como si no conociera a Angelillo, para no despertar ninguna sospecha de los patrones de su amiguito, se pone entretenidamente a comer pastos en la vecindad de la casa donde éste trabaja.

El burrito, salta que te salta, cual si fuera un cabrito, un potrillo, o mejor, una gamucilla; está muy contento, y es porque Angelillo tiene que ir por las lomas cercanas, todas las tardes a traer las lecheras. Se lo cuenta al burrito con unas señas que le hace desde el patio del patrón.

Querubín lo espera para jugar y luego lo acompaña de regreso hasta el pueblo.

Y ahora van juntos nuevamente por el filo de la lomada.

El niño andando por el campo se harta comiendo chirimoyas maduras, también recoge flores de niño azoté.

¡Cómo se siente a la distancia el aroma de la chirimoya madura!

¡Qué tierra fecunda y generosa es ésta!

¡Ninguna más buena ni más hermosa que la tierra mía — pensaba Angelillo.

Arroyitos frescos, campitos verdes, bosques aromosos, lomadas y cocoteros, flores y frutas, aves de todas layas ..., ¡oh... qué hermosa es mi tierra! piensa el niño y suspira profundo.

Tierra llena de vida.

Pensando así estaba Angelillo cuando un aguacero lo deja todo mojado; están juntos a un árbol con Querubín, guareciéndose de la lluvia.

Muchos aguaceros de verano sorprenden al niño y a su burrito por las lomas, caminando bajo el sol ardiente en procura de las vacas lecheras y los terneritos para traerlos al corral de su patrón. Y después de cada aguacero... qué olor fuerte despide la tierra caliente, sorprendida por el súbito torrente caído del cielo! A veces el olfato se acostumbra tanto que hasta resulta agradable el inconfundible olor.

El niño levanta un terroncillo de tierra, lo huele; luego levanta otro terroncito y se lo pone en la boca del burrito.

—Cómela, Querubín.

—Pruébala, Querubín — dice Angelillo.

Han llamado a la madre de Angelillo; hay que llevar al chico de vuelta al rancho; pues comprobado está que es un mal niño; vicioso, come tierra.

Nadie lo quiere ya; todos se le burlan en el pueblo.

Es un come tierra.

Querubín ya lo sabe y está muy disgustado con la gente del lugar.

¿Por qué tiene que haber tanto escándalo contra su amiguito por comer un terroncito de tierra de la patria, si bien él ha escuchado que también otros lo comen; así también lo hacen los diputados, los senadores, los ministros, los generales, los almirantes, los doctores... Querubín había escuchado varias veces decir que estos señores comían por leguas las tierras de la Patria y a veces también la tierra de algún vecino, y allí todo ha quedado en la nada?

Por qué se ensañan con su amiguito?

¿Qué es un terroncito de tierra?

Querubín está muy contrariado.

Al niño le da, la madre, té de yerba de lucero, de yerba buena, le da raíz de rábano, que es lo mejor para el caso; pero Angelillo no puede mejorar la salud porque sigue comiendo terroncitos de tierra. No le puede quitar esta costumbre.

Ya su patrón lo había castigado varias veces, pero el niño sentía siempre una fuerte inclinación a repetir lo prohibido.

Y así se produjo lo irremediable.

El desprecio de todos. La mofa de los otros niños.

Nadie quiere que Angelillo se junte con los otros niños por temor de que les enseñe a comer tierra; ese vicio tan despreciable.

Y es así cómo el niño fue entregado a la madre para que se lo llevase; no lo quieren más.

La madre está por demás desesperada por su hijo que sigue comiendo tierra.

Y se hizo el rayo de luz en las tinieblas.

Querubín escuchó decir al farmacéutico del pueblo que el niño come tierra por deficiencia de minerales en su organismo, por hambre orgánica, hambre específica; mal del niño insuficientemente nutrido. Este hábito se llama “geofagia” o “geomanía".

El niño come tierra por la misma razón instintiva por la que un pollo o una gallina come la cal de la pared de la casa, en sus picoteos inconscientes, cuando siente la necesidad orgánica de dotarse de calcio; así lo dijo el señor farmacéutico.

No solamente Angelillo come tierra; muchos niños, por el hambre específica y deficiencias que sufren y soportan, comen tierra. Así ocurre en las zonas rurales y pobres, deduce el burrito.

Querubín está más tranquilo, sabe por dicho del señor Farmacéutico que su amiguito come tierra, no por ser un mal niño como decían las gentes, sino por hambre orgánica. Es tan bueno su amiguito, igual que los otros niños, pero tiene hambre, está mal nutrido.

Niños así son dignos de nuestra simpatía y nuestra comprensión para que sanen, se fortalezcan y se preparen para la vida plena a que todos tienen derecho.

El burrito Querubín tiene un amigo más.

Ha trabado amistad con el señor Farmacéutico del pueblo que a su juicio es muy buena persona, pues ha dicho que Angelillo es un buen niño; víctima de la miseria y nada más.

El burrito después de despedirse del boticario, está dando un paseo por el pueblo para escuchar qué se dice de la próxima elección presidencial, y ha pasado frente a la comisaría para saludar al señor Comisario, desde lejos. Un amigo comisario a veces es muy conveniente, dícese cuerdamente Querubín.


 

 

LA ALEGRIA DE VIVIR

 

Aleluya, Aleluya.

Aromas de azahares, jazmines y azucenas bañan la mañana que se desnuda al día.

Desparramar de gorriones con sus trinales y canturreos que todo parece una fiesta.

Es la nueva vida que se despierta hoy con natural sencillez, que da un sentido de encanto inocente a todas las cosas, y parece que todos los sueños están por realizarse.

Y es que los hombres han sufrido el influjo de la mutación de los tiempos.

La madre de Angelillo se siente muy dichosa. Bien se dice que no hay mal que dure cien años.

Razón tiene para estar feliz esta buena mujer. Las pasiones que dividían a los hombres ya no impiden pacificar los espíritus; hoy es todo afán de progreso. Es todo deseo de ayudarse los unos a los otros; los mismos Soldados del Cuartel cercano cumpliendo una disposición superior le han construido un ranchito nuevo, muy cómodo, en sustitución del que tenían antes, va a medio desplomarse.

El Gobierno enterado estaba de que su esposo fallecido fue combatiente de la guerra del Chaco. Un héroe de la Patria, y la Patria no lo ha olvidado; no lo puede olvidar.

También las señoritas maestras de la escuela de Angelillo están muy contentas pues los Soldaditos de la Patria les han edificado un hermoso local para la escuela. Se comenta —dicen las señoritas maestras— que estos jóvenes conscriptos están edificando también hospitales, templos, muchas obras públicas, y que todo el vecindario los ayuda en los trabajos con los mejores entusiasmos.

Así son los hermanos en esta tierra; todos se ayudan para construir la Nación y ese progreso que, honesto y transparentes de pureza, regalan a sus habitantes la alegría de vivir.

Angelillo púsose el pantaloncito nuevo y acompañado de Querubín han ido al pueblo para saber del reparto de juguetes y golosinas. Micifú queda en el ranchito para acompañar a la madre de Angelillo, muy ufano de su importante papel de guardián.

¡Cómo han cambiado los tiempos!

Angelillo en la plazoleta de la iglesia está jugando con otros niños de su edad; tiene muchos amiguitos muy gentiles y cariñosos con él. Querubín, el burrito de los ojos de gacela, no es menos afortunado, los niños le obsequian con caramelos y terroncitos de azúcar.

¡Qué buenos son ahora los niños! - piensa el burrito.

Y estamos en víspera de fiesta de Reyes.

Las damas han realizado colectas y han recorrido casas y más casas reuniendo juguetes para los niños.

Los niños tienen que recibir sus juguetes cuando la fiesta de la Epifanía; todos los niños.

Las señoras y las señoritas lo pasarán muy atareadas pensando en los chicos. Ya invitaron para que mañana, a cualquier hora del día, pasen por la escuela para recibir sus regalos de Reyes.

Ahora los niños tienen sus lindos juguetes.

—Buena noticia . .. buena noticia voy a recibir. Piensa la madre de Angelillo mirando el revoloteo de un picaflor bajo el alero del rancho.

Han pasado los años cruciales; hemos llegado a la máxima de la dicha; germinan en la bondad humana, con inaudita audacia, el pulso de la vida nueva.

—Oh ... ha regresado del exilio el tío Ramón.

Qué alegría.

—Ayer no más vino un picaflor y al verlo al pajarillo sabía que una buena noticia recibiría.

—¿Por qué regresaste Ramón de la Argentina, donde trabajabas tan bien y tenías garantía y tranquilidad? — Dice la madre de Angelillo a su cuñado.

—¿Verdad que allá abunda el trabajo?

—¿Son muchos nuestros compatriotas por esos lugares, Ramón? ¿Quieren venir los pobrecitos, seguramente, o qué dicen?

—He regresado antes de ponerme más viejo. Los años pasan y... más tarde ya me sería imposible regresar. No quiero morir como los “gringos". Allá he visto morir muchos compatriotas y sepultados como “gringo”, en tierra ajena. Tenía miedo de morir como “gringo” y nada más.

—Siempre pensé en regresar y mirar de nuevo estos cocoterales de cálidos y azafranados penachos, de ondeantes y eternas verderescentes hojas.

—Quería volver a nuestra tierra y contemplar una vez más mis naranjales con sus frutos de oro. Mis naranjos verdes llenitos de vida y esperanza; blancos de ensueños y azahares.

—Y como yo, volverán nuestros hermanos todos, dejando caer, lejos en el fondo del olvido, las cenizas de sus corazones. Vendrán con su progenie lozana y esperanzada . .. porque esta tierra es nuestra.

—Esta tierra... es nuestra.

Como el árbol de la acacia, hermosa e incorruptible; como el Eterno que es uno solo y vela por nosotros, cerca de su modesta rosaleda, bajo el jazminero tapizado de nevadas flores, está la madre solitaria sentada en la banqueta rústica de madera peinando sus cabellos blanqueados por el paso de los años, con los ojos perdidos en el infinito, murmurando sus labios palabras inaudibles en ruego íntimo al señor por la salud y la felicidad de su hijo.

Y, cuando las campanadas llaman a oración de Ángelus y el día perseguida de cerca por la noche declina en recuesto presuroso de la tarde que se escurre en el crepúsculo lleno de recuerdos, empavesando sombras de la noche inminente; llegan Angelillo y Querubín. El niño abraza a la madre llenito de contento, hecho una orzanita de ternura.

¡Cuánto ha jugado con sus amiguitos!

-Qué buenitos son los niños. — Dice.

El burrito Querubín, con sus ojitos risueños y su semblante gozoso, aún tiene en la boca un caramelito regalo de los amiguitos de Angelillo. 






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