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RAÚL AMARAL (+)
  ESCRITOS PARAGUAYOS 2 - EL MAGISTERIO DE LA LIBERTAD, 2003 - Por RAÚL AMARAL


ESCRITOS PARAGUAYOS 2 - EL MAGISTERIO DE LA LIBERTAD, 2003 - Por RAÚL AMARAL

ESCRITOS PARAGUAYOS 2

EL MAGISTERIO DE LA LIBERTAD

Por RAÚL AMARAL

Distribuidora Quevedo de Ediciones Paraguayas.

Oscar del Carmen Quevedo

Asunción-Paraguay 2003 (319 páginas)



EXPLICACIÓN

1

Puede afirmarse que en relación con el título general de ESCRITOS PARAGUAYOS este segundo y definitivo aporte es distinto del anterior pero, para mayor paradoja, también complementario. Cabe señalar al respecto que en la estructuración del primero se sigue un orden destinado a no quebrar, por lo menos del todo, la línea trazada desde 1956, cuyos orígenes (necesario es aclararlo) quedaron fijados en la conferencia pronunciada por el autor en el paraninfo de la Universidad Nacional, el 27 de noviembre de dicho año, sobre un tema que preanunciaba investigaciones documentales y bibliográficas posteriores: “FULGENCIO R. MORENO Y LAS IDEAS DE LA GENERACIÓN DEL 90”.

Se trataba de exponer a la consideración pública algunos trazos de un agrupamiento en verdad excepcional: el de los nacidos entre 1870 y 1880, "en la época de escombros", como dijo Gualberto Cardús Huerta, uno de sus más eminentes representantes. También fue propósito esencial rescatar toda una época fijándola mediante una denominación temporal adecuada. Así surgió la del novecentismo, predominante desde los inicios del nuevo siglo, en una tarea ascendente que culmina en la posguerra del Chaco (1935).

Pero todo ese proceso no podía ser explicado sino como una continuidad de otros más lejanos que partían del universo propio de la pre-independencia tomando como ineludible punto de partida la presencia y obra de Ruy Díaz de Guzmán (1560-1629), fundador de la historiografía y las letras patrias, mestizo descendiente de don Domingo de Irala y por consecuencia titular de la tradición eúskaro-guaraní, fundadora de esta nacionalidad.

2

El autor debe confesar, con alguna tristeza, que la metodología aplicada resultaba aquí una novedad. Eso lo expresaron muy bien, con perspicacia y agudo ojo crítico el maestro don Juan E. O'Leary y el por entonces joven escritor don Roque Vallejos, en nuestro medio, y el filósofo Dr. Víctor Massuh en la Argentina a través de una carta personal de contenido tan clarividente como afectuoso y que pasa ahora a presidir el volumen respectivo anudándose así a la opinión igualmente generosa y justiciera de O'Leary, que encabeza la versión actualizada y modificada de la primera entrega que se identifica como una "Introducción a la cultura nacional, según se declara en el subtítulo.

Nombres, gentes, hechos, figuran allí atendiendo a los tres movimientos más importantes, los que a su vez reflejan de modo fehaciente la inserción del Paraguay en el entramado, no siempre visible, de los principios de la universalidad, que conceden a cualquier país personería entre sus pares próximos o remotos.

Se ha tratado, más bien, de una labor de recomposición, pues los escasos precedentes locales (y aún los extranjeros) sólo ofrecían los rasgos más elementales mantenidos al margen de una imprescindible interpretación contemporánea, quizá para no evadirse de los asedios del "menor esfuerzo", de culto y ejercicio tan común en Nuestra América, lo que hace sospechar que el clásico "ostinato rigore" de Leonardo pasó al galope por este enmarañado subtrópico o ignoró adrede sus contornos, tanto geográficos como espirituales.

El escenario, incluso mental, ha cambiado hace mucho, aunque no por acción de los gobiernos sino por el impulso de individualidades conscientes de la responsabilidad de afrontar el momento en que se vive.

3

Este segundo tomo incorpora la presentación del maestro O'Leary a la disertación universitaria aludida. No hay duda de que el carácter apologético, propio de su temperamento, está marcando el discipulado del conferenciante, convertido, con el transcurrir de los años, en su continuador y heredero intelectual.

En esta ocasión se advierten notorias variantes respecto al anterior. Los capítulos en que se divide la obra responden al propósito de definir la situación de la cultura paraguaya dentro de una progresión que tienda, con mayor acentuación, a señalar la característica doctrinal de cada uno de ellos. El subtítulo: “El magisterio de la libertad” aspira a simbolizar, precisamente, no solo la particularidad principista adoptada desde sus comienzos por esta nacionalidad sino la participación de sus nacionales, no siempre reconocida en toda su dimensión, un poco por voluntario desconocimiento y otro poco por prejuicios de vecindario, difíciles de desarraigar.

No será osado afirmar que la que se ofrece es una especie de antología temática o una compilación de tópicos de no frecuente dilucidación aún en sectores de avanzada formación teórica. En el recuerdo; esforzados y prestigiosos maestros aparecen como conductores de esa pasión de libertad nacida desde los albores de la Nación paraguaya en su pueblo, o sea como conjunto, no por intermedio de sus diferenciados estratos sociales. La intención está dirigida a orientar, y en algunos casos a revelar, los avatares de un emprendimiento cuyos resultados merecen ser trasladados a la comunidad.

4

Alguno de los estudios o ensayos que aquí son presentados contienen ciertos elementos de originalidad que se traslucen en el riguroso tratamiento de la revisión histórica, de la cual Cecilio Báez (1862-1941) fue, con el hasta hoy ocultado antecedente de "Alón" (1863-1892), el insoslayable adalid hasta las vísperas de la polémica de 1902. Especial preparación ha tenido, por su parte, el trabajo dedicado a la identidad nacional y al siguiente, destinado a seguir y detectar las "líneas maestras" del pensamiento nativo.

Asimismo los capítulos finales ofrecen dos auténticas sorpresas: una de ellas se refiere a las motivaciones propias del ámbito guaraní en la literatura argentina, principalmente en su aproximación al Paraguay, en quien el autor ha reconocido de antiguo su calidad fundadora en cuanto a los orígenes históricos del Río de la Plata.

La otra está dedicada a una constatación infrecuente: el afanoso bregar, a veces en medio de injusto silencio, de guaranistas y guaraniólogos cuya nómina ilustre incluye al Padre Camaño, jesuita argentino especializado, en los tiempos de la Provincia Eclesiástica, en salvar y difundir el tesoro idiomático de la lengua madre, siguiendo la huella precursora de Ruiz de Montoya.

Y por último se entrega a la consideración del lector toda una galería de argentinos relevantes, de probada proceridad, que estuvieron junto al Paraguay en la defensa de su "santa causa", como dice con palabra agradecida, el guaireño y patriota ejemplar que fue don Gregorio Benítes

(Isla Valle de Areguá, setiembre de 2003)

(RAÚL AMARAL)



ÍNDICE

Presentación de un escritor.

Explicación

I.- CULTURA
· El Magisterio de la Libertad (Tiempos, gentes, ideas)
· Salvador Villagra Maffiodo y la reforma ética del hombre
· Capitán de Corbeta Juan Speratti: la problemática militar
· Carlos Pastore: un irremplazable pensador paraguayo
· Benjamín Vargas Peña: de la ortodoxia ideológica a la heterodoxia histórica
· Vocación paraguaya de Eligio Ayala

II. HISTORIA
· Cecilio Báez y la revisión histórica
· Revisionismo histórico
· Antecedentes del Nacionalismo Paraguayo

III. LITERATURA
· Juan E. O'Leary, el poeta
· El poeta
· Testimonio guaireño de Natalicio González
· La poesía natural y profunda de Carlos Villagra Marsal
· La patria poética
· Los silencios de Areguá en la poesía de Carlos Federico Abente

IV. PENSAMIENTOS, IDEAS
· Meditación sobre la identidad nacional
· Historia de las ideas
· Obras de pensamiento
· Las líneas maestras del pensamiento paraguayo contemporáneo

V. EDUCACIÓN
· Bases históricas de la Educación Nacional
· Trayectoria de la enseñanza universitaria

VI. EL MUNDO GUARANÍTICO
· Literatura argentina del ámbito guaraní
· Guaranistas y guaraniálogos argentinos

VII. ARGENTINOS EN EL PARAGUAY
· Alberdi, el prócer maldito
· El maestro Escalada
· Carlos Guido y Spano
· Goycoechea Menéndez, iniciador y precursor
· El presidente Yrigoyen y el Paraguay



EL MAGISTERIO DE LA LIBERTAD

(TIEMPOS, GENTES, IDEAS)

EMPRENDIMIENTO CONTEMPORÁNEO


Con la denominación genérica de "el pensamiento paraguayo" se intenta cubrir un vacío y a la vez concretar la antigua premisa, no por olvidada menos vigente, que manda "informar para formar". De tal modo se procura, asimismo, trascender los lindes del saber meramente especulativo (que hace por lo común a la rutina de los especialistas) para entregar toda una toma de conciencia al conocimiento y a la consideración de la sociedad nacional.
El marco referencial elegido configura una verdadera comprobación, a la par que responde al influjo de una necesidad perentoria: la de devolverle a la cultura patria el horizonte que prefijó toda una generación, la del 900, abstrayéndola del anecdotismo barato y de la muchas veces desencontrada realidad ambiental.

Aunque representantes del país (sin calificación de sus cometidos) acudan hoy a foros internacionales y aunque hechos de la actualidad (los afirmativos, desde luego) lo ubiquen en una línea de respeto a la opinión de cada cual y que identifica a una de las libertades más difíciles de conseguir y mantener, lo cierto es que aquellos que de lejos observan (gentes, instituciones) no habrán de entender en toda su magnitud el sentido del emprendimiento paraguayo contemporáneo si antes no son aclaradas sus particularidades y hasta la gradación de sus épocas históricas.

Semejante situación dimana de otras dos igualmente importantes y que por supuesto derivan de procesos anteriores. Conviene citarlas:
a) la retracción casi visceral intramuros, o sea la tendencia a ventilar los acaeceres propios en el reducido espacio de lo que con dejo romántico podría calificarse de "color local";

b) la fijación, poco menos que "freudiana" (valga esto como adjetivo) que persiste en el exterior, o sea más allá de sus límites, al considerar al Paraguay una más que a través de algunos escasos capítulos de su existencia: el reflejo de las Misiones Jesuíticas, la herencia de posteriores gobernantes tenidos por "autoritarios" y la visión interesada y en ocasiones distorsionada que de él siguen ofreciendo sus dos poderosos vecinos geográficos.
 
EL MEDIO SIGLO

Pero así como "natura non facit saltus" tampoco las edades de una comunidad como esta pueden presentarse al margen de la marcha de su propia e intransferible evolución.

Y para que esto pueda percibirse con mayor nitidez habrá que refirmar el principio de que esos estadios de la vida institucional representan ciclos cumplidos, aunque no inertes.

Toca al historiador (no al simple exhumador de documentos), metodología mediante, equilibrar, como es debido, los extremos que se deslizan entre un pasado que se supone remoto y una actualidad que no se alcanza a delimitar en sus orígenes.

Cincuenta años, en proyección histórica quizás no sean muchos, pero quemados al fragor de los acontecimientos de una determinada comunidad, pueden representar una etapa decisiva, o en sentido contrario tan sólo una ráfaga. En especial si ellos llevan el signo de una época asediada por circunstancias mundiales, de las que el país no ha logrado o no ha podido sustraerse.

El inexorable calendario no deja caer sus hojas porque sí.

Hay que recordar, además, que ese "medio siglo" (1942 - 1992), que toca a nuestra contemporaneidad, no se parece a sus precedentes, a pesar de que haya debido sucederlos, sin advertir, quizá, que como paso previo se imponía la evaluación de una síntesis, a la manera de una simple conclusión, sin acudir a socorridas formulaciones hegelianas, a las que, entrenos, son tan propensos los pensadores fuera de andarivel.

Esta partición temporal que se indica, no sin las debidas precauciones, y que se considera demasiado cercana para juzgarla sin la imperiosa objetividad (que no implica neutralismo ni evasión en cuanto a definiciones) contiene por igual una valoración apropiada y a la par un inconveniente: por un lado, la no abolida herencia generacional, ya citada, y por el otro, la comprobación subsistente en lo que trata de la interpretación de planos de idénticos niveles, pero de diferentes conclusiones por parte de pensadores que aunque de una común extracción intelectual (los posnovecentistas a partir de 1920) se muestran como ceñidos al deber de proporcionar sólo la versión que a cada una concierne, en contradicción con el espíritu unitivo de sus antecesores o maestros.

La medición de dichos cincuenta años debe ser ubicada con serenidad y ponderación de juicio y de opinión porque el ser testigo y parte exige, en actitud responsable, no separar los aportes del ayer inmediato o lejano, en la búsqueda de su auténtico sentido, trasladándolo, a pesar de ello, con sus afirmaciones y negaciones, a las vertientes de la propia experiencia.
Todo esto lleva a meditar sobre los resultados de cada una de las posguerras nacionales (1870 y 1935) y, además, en lo que se refiere a sus consecuencias internas o externas, debiendo analizarse en qué medida ellas han incidido (en conjunto o por separado con respecto a otros hechos de la historia nacional) tanto en la existencia institucional del país como en la conducta asumida por sus habitantes en el discurrir de los acaeceres sociales, económicos o políticos que abarcan una andanza en la que puedan detectarse las huellas de los imprescindibles componentes: el raciocinio y la lógica, no siempre bien avenidos a la hora de cotejar los resultados.


 
LAS DOS TENDENCIAS

Perduran en nuestro ámbito, y siempre a dúo, otras tendencias destinadas a mantener la antinomia ambivalente (valga el hallazgo) de aquello que nace o brota de la tierra (a veces sin alcanzar el propuesto matiz telúrico), y lo que por su lado se le debe a las ideas contenidas en un amplio espectro universal.
La inútil polémica ocasionada con respecto a su precedencia ha llevado a desvíos incalculables o a interpretaciones distorsionantes de lo que debería interpretarse por "el espíritu nacional", agregando al escenario nativo y teniendo siempre como destinatario final al pueblo.

Al no hacérselo pasar por el imprescindible tamiz universalista, conducente a un humanismo respetuoso de las conquistas intelectuales y morales de sus respectivos ciclos, se trocó por la vía del "volkgeist" (espíritu de la tierra) en aluvión bélico, alimentando por doctrinas mesiánicas, cuyos principios, si es que los tenían, estaban destinados a terminar con las esencias fundamentales de la independencia y soberanía de nuestra América. De tal manera se distorsionaba la idea de "pueblo" y el correspondiente "espíritu", remitiéndola a su no siempre disfrazada pretensión totalitaria.

La segunda tendencia, que podría parecerse a la primera, es la que hace pie, yendo al específico experimento paraguayo, no en una orientación meramente "inmediatista" sino en factores extraídos de la propia experiencia.

No otro fue el cometido de la generación del 900, que no blasonó siquiera de ser "cosmopolita", desde el punto de vista cultural, y que sin embargo acogió e hizo suya la prédica de los maestros krausistas españoles, que la orientaron y fueron sus mentores con un amplio sentido de universalidad.

Aquí ejercieron su apostolado laico desde 1870 hasta poco más allá del 900: Zubizarreta, Jordán, Olascoaga, Fernández Sánchez y López Sánchez. Resulta desde todo punto de vista sintomático que tanto las corrientes evolucionistas como las positivistas, insinuadas al avanzar este siglo, se hubieran manifestado de preferencia a través de lecturas de Renan, evidente en Manuel Domínguez; Spencer, en Pane, o Stuart Mill en Báez, los cuales ya estaban siendo cuestionados en los medios universitarios del Plata.

En cuanto al comtismo debe reconocerse que más bien quedó alojado en el sector educativo.

Mas, lo que no hay que olvidar es que en sus inicios el positivismo fue aceptado aquí más en sus lineamientos sociológicos que en los filosóficos, a partir de 1897. El auge que lo acompañó durante largas jornadas estaba unido al ansia de "progreso" y al respeto debido a la "ciencia" (globalmente designada) como una especie de retoma de los ideales primarios de la Patria Vieja (1840-1870) y cuyo emprendimiento había quedado interrumpido con el holocausto de Cerro Corá.

Esa particularidad fue interpretada con claridad por el doctor Pane al expresar que en nuestro medio se había aplicado más el "método" que la "doctrina", en especial en el ámbito de la enseñanza, esto último al aludir a la condición no concéntrica de los estudios vigentes en el Paraguay. (1)


 
HERENCIA EXTERNA

Conviene insistir en que hay que tener en cuenta que la orientación de las ideas está relacionada con la aplicación de modelos provenientes del exterior, ya sea por transculturación o por el tácito influjo de las minorías intelectuales, fenómeno al que no escaparon tampoco las otras secciones nacionales de nuestra América.

Y debe agregarse acudiendo al ejemplo paraguayo, que así tenía que ser, como lo señaló el polígrafo Dr. Rodolfo Ritter, dado el carácter inevitablemente tributario de dicho proceso cultural, expresado esto sin desmedro de los valores autóctonos, que los hubo aunque no desarrollados en plenitud. Mediaba, además, la ausencia de estados de decantación que pudieran justificar un nuevo aporte, en cierto modo autónomo, liberado del resto, entre lo propio y lo ajeno.

También debe adjudicarse esa situación al desnivel de una verdadera "dinámica" con respecto a la que se podía observar en lo interno y a los influjos que llegaban de afuera. Para una justipreciación seria y serena de aquella época no resultará ocioso regresar a las lejanas páginas del Dr. Ritter (2).

La mayoría de los novecentistas locales (excepto Blas Garay, que murió en las vísperas) no tuvo otra opción que la de tener que columpiarse entre los resabios, bastante pálidos ya, de una tradición inaugurada por don Carlos Antonio López (1841 en adelante) y la nueva edad que se anunciaba y de la que ellos serían inevitables titulares.

No ha sido, como se pretende, de tan prolongados alcances el impacto de la irradiación positivista (algo más adecuado que calificarla de "influencia" en términos contundentes y directos y mucho menos en plural), ni ella simbolizó la persistencia de un predominio intelectual que se quiere mostrar como cerrado e inexpugnable.

Es preciso indicar, en ese orden, que los que una década antes y otra después del 900 pudieron figurar como adeptos de perfiles bien definidos, en realidad no fueron tales, si de completar la imagen se trata, según es el caso de Domínguez, a quien en los alrededores de 1897 hubiera podido filiárselo, con las debidas precauciones, dentro de un condicionado eclecticismo espiritualista. Barrett alcanzó a indicar la seducción ejercida por "el positivismo a base evolucionista" en la obra del autor de "Causas del Heroísmo Paraguayo", pero se trata de una etapa de tránsito que por entonces (1906) estaba compartiendo con predilecciones de antigua data.

Por lo demás, lo que resalta en Domínguez es la interpretación doctrinaria de Renan (incluido, desde luego, su estilo) y en el aspecto sociológico la de Taine, atenido como estuvo, por no escaso tiempo, a coincidir con la conocida trilogía de "el medio, el momento y la raza", de la que nunca se apeó del todo. Otro de los nombres insoslayables, el de Fulgencio R. Moreno, provenía del materialismo "mecanicista" (Büchner, Vögt, Moleschott) al que se suele adjetivar de "vulgar", manifestado en 1901, pero que diez años más tarde se había diluido.

Corresponde aclarar que si él no intentó franquear los límites de una estricta ortodoxia positivista (¿cuántos lo insinuaron?) igual posición adoptaron algunos de sus compañeros con antecedentes doctrinales menos concretos, según fue el caso de Gondra, López Decoud, O'Leary, el mismo Garay y Cardús Huerta, entre varios. Si algunos reflejos les tocaron de pasada puede afirmarse que fueron pasajeros o que llegaron tarde.


 
LA NUEVA MODERNIDAD

Los grandes temas, que desajustes internos impidieron convertir en auténticas "líneas maestras" y que a la vez fueron guía de la generación novecentista, han sido los propios que extramuros (es decir: con proyección ultramarina) señorearon en esta zona durante las dos últimas décadas del siglo XIX y las iniciales del XX, a saber:

a) la idea liberal y democrática (bajo cuyo manto se formaron los dos partidos tradicionales nativos);

b) la concepción republicana, no como repulsa sino como variante de una misma estructura cultural, social y política. A esto deben sumarse las consabidas nociones de "ciencia" y "progreso", e igualmente la de "feminismo", exaltadas entre 1901 y 1903 y que representan toda una definición de época. Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial se acrecentarán los resplandores del socialismo, que podría ser motejado de "clásico" y preferentemente de extracción reformista, que habían sido anticipados, aunque en forma esporádica y en el plano local por Blas Garay, en 1898, y por los muchachos del periódico "Alón" (1905/6) con el liderazgo de Carlos García. Inquietudes coincidentes manifestarán Ignacio A. Pane, Telémaco Silvera y Lisandro Díaz León.

Por su lado, la vertiente "nacional" (sería riesgoso bautizarla como "nacionalista"), que en 1902 había ofrecido algunos anticipos, recién aparecerá debidamente codificada y explicada en 1919.

Y en lo relativo a los contenidos aparentemente antinómicos de "lo nacional" y "lo universal", en demanda de cuya síntesis bregó el novecentismo paraguayo, sin alcanzar una definición adecuada (salvo aportes individuales), debe recordarse que ambos quedarán enmarcados, más allá de la teoría, que en el orden local podría exhibir satisfactorias definiciones, o por lo menos constreñidos a los resultados de una "práctica" no siempre justificada en la validez de sus conclusiones (3).

Para una comprensión adecuada del problema habrá que detenerse en el conocimiento de la década que va de 1920 a 1930, que cronológicamente toca a los nacidos poco antes de 1890 y hasta algo después del 1900. Es lo que el doctor Juan Stefanich, uno de sus líderes, ha calificado de "generación del Centenario", por su aparición en 1911, que más tarde se reunirá en torno al liderazgo del Dr. Adriano Irala (4).

En su casi totalidad ellos habían recibido el legado cultural de novecentismo, viéndose, a su hora, en la disyuntiva de entender si les sería dado continuarlo o superarlo.

La guerra del Chaco, que terminó con la vida ejemplar y carismática del doctor Irala, cortó la posibilidad de establecer si lo que vendría después era el rumbo de una continuidad o su definitivo eclipse. Y ya se sabe que desde esa posguerra las cosas se manifestaron de otra manera.

Hay que reconocer que tarea urgente será determinar no sólo el cometido de conjunto sino la función individual de dichos herederos, pues ellos serán los que, desde a veces opuestas posiciones, habrán de tomar la posta desde 1935 en adelante. Lo que viene luego, aun por imposición de circunstancias institucionales, pertenece al juzgamiento de nuestra contemporaneidad. O en medida más modesta: nuestro presente.

El medio siglo que contiene este ensayo reconoce raíces que vienen de lejos; sin ellas no será dado detectar los logros y frustraciones y aún el sentido de esa herencia, porque se trata de saber, aquí y ahora, cómo y desde dónde podrán ser retomados los límites, a veces difusos pero reales, entre los que habrá de instalarse la "cuarta modernidad cultural paraguaya" (y quien pone por delante a la cultura asume lo otro) interrumpida por la paralización bélica de 1932/35, el quiebre de la continuidad educativa (1936/40) y las prolongadas distorsiones con tinte dictatorial a partir de ese año.

La mirada vuelta hacia atrás en el segmento temporal que se extiende desde el 900 y por casi una centuria, tiene como propósito fundamental el de rehacer una senda muchas veces insinuada pero de escaso o nulo recorrido. Y se hace preciso recordar que para iluminarla y trazar su perspectiva hacen falta algo más que palabras.

(1)   Ignacio A. Pane. El Paraguai (sic) Intelectual. Santiago de Chile, 1902.
(2)   Rodolfo Ritter. El Movimiento Intelectual del Paraguay, en El Economista Paraguayo, VIII (2). Asunción, enero 22 de 1916.
(3)   Raúl Amaral. Antecedentes del Nacionalismo Paraguayo. El grito de Piribebuy. Asunción, 1995.
(4)    Juan Stefanich,  Generación del Centenario, en Paraguay en América, I (4), pág. 32-37. Buenos Aires, agosto de 1969.

RAÚL AMARAL - 1996



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