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JOSÉ LUIS APPLEYARD

  LA VISTA HACIA JOSÉ-LUIS APPLEYARD - Por MARIO CASARTELLI - Sábado, 10 de Marzo de 2014


LA VISTA HACIA JOSÉ-LUIS APPLEYARD - Por MARIO CASARTELLI - Sábado, 10 de Marzo de 2014

LA VISTA HACIA JOSÉ-LUIS APPLEYARD

 

Por MARIO CASARTELLI

Poeta

 

 

El pasado 5 de mayo el poeta hubiera cumplido 87 años de vida. El libro Volver la vista atrás (Aquellos años con el Poeta), de Víctor Casartelli, lo recuerda lleno de anécdotas.

Todo ser humano tiene alguna misión que cumplir con uno mismo y, por ende, con los demás. Cada quien realiza esa tarea según sus convicciones. Hay poetas que se conforman con legar su obra  poética, lo cual –bien lo sabemos– no es poca cosa. Pero hay otros que, como Víctor Casartelli, decide abordar, más allá de sus propios versos,  las memorias del tiempo y del espacio de toda una generación de escritores. He aquí que en estas páginas el autor va en busca de las huellas que él marcó al lado de José-Luis Appleyard, a quien menciona como el Poeta, con mayúscula.

Al hablar el autor de sus vicisitudes y las de otros, responde preguntas que a veces nos hacemos en torno a quienes nos precedieron en la existencia: ¿cómo era fulano, qué hacía zutano en su cotidianidad, cómo se comportaba aquel hombre de carne y hueso cuando, después de brillar con su arte en los cenáculos iluminados, regresaba a su hogar, envuelto en la niebla de las silenciosas madrugadas?

Preguntas en apariencia intrascendentes, –¿qué opinaba de esto y de aquello, y cómo lo hacía; qué le gustaba comer, beber y cómo se vestía?–, pero que pueden acercarnos a un perfil que los libros de historia no siempre alcanzan.

Menciono el libro de Juan Parish Robertson, cuando en uno de sus pasajes describe en qué circunstancias conoció al Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. En ese súbito encuentro hubo un diálogo fugaz, pero allí nos pinta acabadamente sobre la personalidad de esa enorme figura que fue el supremo Dictador. Del mismo modo, cuando se refiere a ciertos ingredientes culinarios que preparaban para deleite de los invitados en una casa-quinta, y cómo una mujer octogenaria, parada ante el espejo, se cubría de polvo la cara, para salir después a la infructuosa caza amorosa de ese mocetón veinteañero que fue entonces el autor inglés.

En forma análoga, Víctor Casartelli decide cumplir con su misión de brindarnos su testimonio en un anecdotario de suma utilidad, sobre todo para los jóvenes que deseen ahondar en la vida y la poesía del Poeta.

Me permito algo personal: recorriendo estas páginas descubro que el hecho de sentirme reflejado en ellas se debe a la claridad con que Víctor expone lo vivido. Las mismas casas, calles, bares y nombres que yo también he conocido.

Sin embargo, hay un punto que nos separa –aunque a la vez nos une–, y es una década de existencia (Víctor nació en 1943, yo en 1954). A esa década, que no es mía, la reconozco sólo de oídas. En mi infancia ajena a los poemas, yo oía a Víctor manifestar su admiración hacia el Poeta, a tal extremo que llegó un momento en que comencé a preguntarme quién sería ese hombre tan elogiado por mi hermano mayor, cuando que Víctor era, según comentarios familiares, el gran poeta.

Alguna vez le oí decir que el poemario Entonces era siempre, de Appleyard, que yo aún no conocía, marcaba todo un hito –tal lo repite en este libro– en la historia de la poesía escrita en el Paraguay. Yo tenía ganas de preguntarle por qué, pero con mi alforja aún vacía de lecturas poéticas me sentía el niño intruso que, en verdad, lo era.

Un día lo vi leyendo el suplemento cultural de un diario paraguayo, que lo hizo exclamar, "¡Ah, este Ungaretti tiene unos endecasílabos perfectos!". Esa vez me armé de valor y le espeté: "¿Qué es un endecasílabo?". Me explicó tal vez que es la medida  silábica de un verso, pero vaya a saber qué entendí entonces, con mis apenas 9 años de edad.

Cierro los ojos y aún veo aquella página impresa a plomo con los versos del italiano Giuseppe Ungaretti, y me viene a la memoria el nombre del editor de aquello: Roque Vallejos, el trágicamente fallecido poeta nuestro, uno de los mencionados en este libro, cuyo nombre forma parte de la generación denominada del 60', de la cual también es miembro Víctor.

Grandes personajes

Coincido con el prologuista Víctor Jacinto Flecha cuando afirma que el autor no queda en la simple anécdota. Es que Víctor Casartelli hace un recuento, con tal minuciosidad de detalles, que los hechos cotidianos trascienden la mera historietilla. Ahí están, por ejemplo, esos encuentros protagonizados en el legendario bar San Roque, entre el Poeta y uno de sus habitués: Ramón Aquino, el por entonces famoso "garrotero de estudiantes". Este hombre, amparado en su cercana relación con Alfredo Stroessner, hacía cuanto se le venía en ganas, pisoteando derechos de seres humanos, sobre todo de jóvenes que se congregaban para rebelarse contra la tiranía reinante. 

Un hombre, como el Poeta, que irradiaba bonhomía, y el mencionado, cargado de sevicia, convivían, de algún modo, entre mesa y mesa, con entrecruces de breves saludos, sutiles palabras o simplemente miradas cargadas de tensión.

Es lo que durante décadas hemos vivido, ya a muchos jóvenes les suena a cuentos lejanos, aunque aún quedan rescoldos de aquellos fogonazos, de cuando torturadores, policías, artistas y escritores, en fin, seres de opuesto porte, terminaban compartiendo las mismas salas públicas, evitando decirse de frente (salvo entre amigos) lo que en verdad pensaban de la situación.

Algo parecido le oí mencionar alguna vez a Juan Bautista Rivarola Matto, otro de nuestros connotados escritores, quien también está presente en este libro  con la historia –bonita, por cierto– de editorial Napa, que dio pie a que después otras editoriales apostaran por el libro paraguayo.

En estas páginas hay un pasaje llamativo. Es cuando Casartelli cuenta cómo dos personalidades tan opuestas en sus convicciones políticas, obraban, uno con su "capacidad de gestión", tal cual define el autor a Carlos Podestá, que siempre estuvo vinculado a los círculos áulicos de poder, y a Juan Carlos Da Costa, que luchó de manera frontal en pos de una dignidad social y terminó abatido por las balas de las fuerzas represoras de entonces. Pese a aquellas diferencias irreconciliables, ambos, Da Costa y Podestá, comulgaron –y compartieron– con sus contemporáneos el pan de la poesía, proyectando y realizando la ya también legendaria revista llamada Péndulo. 

Luego de leer estos párrafos, una pregunta nos queda bailoteando: ¿Quién de los dos fue acertado en su accionar? He aquí el desafío a hallar respuestas. Es este, precisamente, uno de los tesoros del libro, porque nos sacude y nos induce a inquietudes tales.

Libro lleno de poesía

Una de las costumbres de todos los poetas del mundo es escribir poemas a dos o cuatro manos. En estos pasajes también están registrados, con facsímiles de los originales, los versos que en la ebriedad de las altas noches escribían José-Luis Appleyard con otros poetas, entre ellos también Víctor.

A los poetas de la generación del 50', así como a los sobrevivientes del 40', los tuvimos a nuestro alcance. Pero ninguno de ellos fue tan fácilmente accesible como José Luis. El Poeta era ese hombre que mantenía su porte en donde fuere, en cualquier calle, en cualquier  bar o en los recintos dorados de cortesanías. Y eso hizo que se convirtiera en una suerte de padre literario, tanto para Víctor como para otros. Padre, repito, que con el tiempo se pasó a ser, a la vez, el colega, el amigo con quien terminamos  intercambiando no tan sólo inquietudes literarias sino también confidencias personales.

En medio de estos datos, Casartelli no deja pasar esa otra arista conocida en Appleyard: el sutil y agudo sentido del humor, como cuando se despidió de una reunión entre amigos y, sabiendo que era costumbre entre los que se quedaban hacer bromas en torno al ausente, antes de partir espetó: "Les dejo mi pellejo".

Volver la vista atrás es un justo agradecimiento a un dador irrepetible como lo fue el Poeta, una celebración necesaria. Y ojalá otros escritores tomen como ejemplo este esfuerzo, esta misión que se impuso Víctor, para seguir enriqueciendo un género casi inexistente entre nosotros: el de las memorias literarias.

No me queda más que decirle gracias también a Víctor Casartelli, por saber agradecer en nombre de todos quienes tuvimos el privilegio de conocer a un poeta tan digno y fundacional como José-Luis Appleyard. Y aquí me detengo, para finalizar diciendo al autor lo siguiente: Víctor, esta es –como tu nombre lo indica– tu victoria.

Así escribe

La anécdota se refiere a la costumbre de ser él el último en retirarse del bar San Roque, para luego cruzar la calle Tacuary y recalar en La familia, el ya desaparecido bar al que se lo conocía también como San Roque'i y que estaba situado a mitad de cuadra. Allí acudían, luego de sus actuaciones o no, mucha gente teatrera que aguardaba ansiosa el arribo del Poeta, a quien consideraban un tótem de las letras y mejor amigo de todos ellos. Pero el caso es que una noche llegó al San Roque elegantemente vestido, lo que tampoco nos llamó mucho la atención, pues era él una persona que cuidaba mucho su aspecto exterior, procurando vestir siempre lo mejor como le imponía –decía él– su ascendencia inglesa. Sin embargo, más o menos a la media hora de su arribo nos comentó que a las 9.00 tenía que cumplir un compromiso ineludible, agregando que la obligación le sacaba de sus casillas, pues le alteraba la rutina. 

No obstante, al llegar la hora señalada y a raíz de que no daba signos de retirarse, alguien de los presentes le recordó el compromiso que anunció. No dijo nada y siguió allí, impertérrito, por casi quince minutos más, hasta que repentinamente llamó al mozo, pagó su cuenta y se levantó para marcharse. Pero antes nos miró fijamente a cada uno, recorriendo con la mirada toda la mesa. Emitió un suspiro y, con la resignación de quien debe obedecer sí o sí una orden implacable, se dirigió a nosotros y dijo con marcado énfasis:

-Me voy. Les dejo mi pellejo. ¡Hagan de él lo que quieran!

 

 

Victor Casartelli

Del libro Volver la vista atrás

Colección Academia Paraguaya de la Lengua Española

Edición: Servilibro 2014


 

 

 

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección CORREO SEMANAL

Sábado, 10 de Marzo de 2014

 www.ultimahora.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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