MEDITACIÓN JUNTO A LA CUNA DE FEDERICO GARCÍA LORCA
Voy a dormir a mi niño de nardo y sol en Granada.
Afuera hay fusiles rotos. Carretes de carcajadas.
Un trigal recién nacido que ha de abatir la metralla.
Voy a dormir a mi niño con las ventanas cerradas,
con una canción de cuna sin estupor de granadas.
Sobre los mares palpitan los duros acorazados.
La soledad de la calle tiembla con un silencio de amor herido.
Voy a dormir a mi niño con una canción del alma.
Una canción de alta luna que le hablará de clarines
y gerifaltes, en mi voz que para amarlo busca
una tibieza antigua. El tiempo es duro.
Quiero para mi niño su hora.
Que se disipen las sombras sobre su almohada blanca,
pues no quiero ver en ella violento color de sangre.
Voy a dormir a mi niño con una canción de pan y otra
de harina. Voy a cantarle con voz de cinta de mandolina.
Un grito de carnaval sobre sus ropas de niño.
Afuera hay un arsenal de escaparates vacíos y un tiempo
sin manecillas, de relojes abatidos.
Voy a dormir a mi niño en este mundo de hormigas;
silencio, plata y camino. Trabajo de pan y harina.
Afuera mueve sus aspas la magnitud de un molino.
Negro el molinero. Negra la harina.
Voy a dormir a mi niño con las ventanas cerradas.
Para que nazcan los hombres ha de hacerse niño el río.
Voy a dormirlo así. Así voy a dormirlo.
Que junto a su cuna velen en esta noche del mundo
mis manos como plegarias de la luz de un día nuevo.
Madre luz. Madre que ha de dormir a su niño
con las ventanas cerradas.
ASOMBRO
En un tiempo sin nombre descubrí
entre las manos,
puestas sobre el espejo cotidiano -cristal y celosía
de los años-, esta opulencia de caballos blancos.
Calladamente, como besos hurtados a un amor
fugaz de adolescencia, se me fueron los años.
¿Adónde fue la rosa nacarada de la dulce inocencia?
La voz que entretejía en el aire el contorno
de las hermosas palabras. Madre. Amor. Cielo.
Las inmaculadas puertas que se abrían
sobre el jardín de los encantamientos.
Los gritos estridentes de la infancia
y sollozos por aquellas nadas.
El albo traje de las comuniones con sus estampas
y sus letras de oro.
Los espacios del tiempo repartidos en las jornadas
diáfanas, de unas siempre llamadas vacaciones.
Y los rostros. Los nombres. Las edades
que quedaron por siempre en la retina
con sus gestos de asombro y maravilla.
Todo ocurre de pronto tan de prisa,
que al querer atrapar entre las manos
las sinuosas líneas de un juguete,
las falanges responden torpemente
y vibra en ellas un temblor ligero
que más sabe de pan que de caricias.
Indefectiblemente es el otoño,
donde la brisa corre diferente
y hay recuerdos amargos que hoy se visten de fiesta.
Este manojo de cabellos blancos
señala un puerto de barcos encallados
con quietos pescadores a la espera
de la ofrenda del agua en cada hora.
Pero un secreto ensueño envuelve todo,
porque la vida se ha tornado blanca.
Es como regresar a alguna aldea
donde la magia del amor perdura,
y de cada derrota, sin pensarlo,
fabrica un duende de color de nieve
que juega a los castillos en las sienes.
Esta opulencia de cabellos blancos
es simplemente asombro.
OPINIONES SOBRE LA AUTORA
HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ y DIRMA PARDO dicen en el libro HISTORIA DE LA LITERATURA PARAGUAYA, publicado por El Lector en 2000, que Artecona escribía "una poesía adulta que en sus inicios fue de tema épico y ecológico", agregando que "El tono confidencial no fue su preferido" y que "sus más recientes poemas se inclinan hacia la denuncia y el compromiso social".
Por su parte, JOSEFINA PLÁ, en su libro VOCES FEMENINAS EN LA POESÍA PARAGUAYA (Editorial Alcándara, 1982) recuerda que "María Luisa Artecona se inicia en diarios y revistas con poemas en los cuales es notoria la influencia de ciertos poetas del 40 -también en algunos de la ya nombrada Néstar Rosa Mazó- como los dedicados al árbol derribado: tema insistido de Hérib Campos Cervera (. ..) ... en el largo poema dedicado a Simón Bolívar y presentado a un concurso en 1954, busca el tono épico, aproximándose a los esquemas masculinos. Sensitiva y aguda, creemos sin embargo sinceramente que su cauce más auténtico estaba y está en la poesía confidencial".
Y CARLOS VILLAGRA MARSAL, en el comentario que ocupa la contratapa de su poemario EL CANTO A OSCURAS (Editorial Alcándara, 1986), dice: "La brasa de la fe, el dolido amor, las viejas ausencias, la fulguración de la niñez, la vigilia terminante que exige la justa libertad, son los asuntos esenciales que ejerce la poesía de María Luisa Artecona de Thompson, con igual oficio y dignidad (...). El canto a oscuras, soledad de una voz que viene traspasando limpiamente la insondable edad del alma hasta emerger y salvarse con su propia efusión, es un testimonio más que Alcándara depone ante sus lectores, como ejemplo y voluntad de una poesía que merece figurar entre las más estimables de nuestra lírica contemporánea".
Fuente: 25 NOMBRES CAPITALES DE LA LITERATURA PARAGUAYA – Compilación y selección: SUSY DELGADO. Editorial Servilibro, Asunción/ Paraguay, 2005. 389 páginas.