SUBSIDIOS, EL CAMINO EQUIVOCADO
Por ILDE SILVERO
ilde@abc.com.py
Ayudar a los más necesitados es una acción noble y necesaria. Sin embargo, puede convertirse en una fuente de corrupción y burla del pueblo cuando la asistencia monetaria del Estado sirve para perpetuar la pobreza o desviar fondos hacia los ricos.
Ya sabemos que el camino del infortunio está empedrado de buenas intenciones. En varios países de América Latina surgieron los planes sociales con la finalidad de prestar asistencia monetaria a las familias en situación de extrema pobreza. La idea es muy buena porque la sociedad no puede permanecer insensible ante millones de personas que deben luchar todos los días por encontrar algo que comer o dónde dormir. Nuestra nación se unió a la corriente con el programa “Tekoporã”, que entrega mensualmente una modesta suma a las familias muy pobres.
La situación se desnaturaliza y se pervierte cuando los políticos entran en acción. Como la plata proviene del Estado, quienes están en el poder aprovechan la coyuntura para condicionar la entrega del dinero a cambio de apoyo político en los actos partidarios y en las elecciones. Esta manipulación de la ayuda estatal es una práctica común en varios países sudamericanos, habiendo dado origen al fenómeno del “nuevo populismo”: millones de personas pobres que apoyan electoralmente a los políticos que les tiran algunas migajas cada mes.
Algo igualmente objetable de estos planes sociales es que, indirectamente, contribuyen a mantener en situación de pobreza a importantes segmentos de la población. Aunque la ayuda monetaria sea mínima, miles de personas se acostumbran a vivir con lo que reciben, hacer alguna changuita o pedir limosnas, con lo cual jamás saldrán de su círculo de necesidades básicas insatisfechas.
La otra cara del subsidio es cuando el Estado contribuye a financiar parte de los costos de algunas actividades empresariales como, en nuestro caso, el sector transporte público. Los colectiveros han recibido mucha ayuda gubernamental por montos súper millonarios y el servicio de transportar a la gente de un lugar a otro continúa tan pésimo como siempre.
Tampoco son justos los subsidios que perciben miles de trabajadores del sector público en conceptos de gastos de representación, viáticos, pago por logro de objetivos, dietas, costos diferenciados de servicios públicos, etc.
Debido al mal uso de los gastos sociales, tal vez los mismos deberían suprimirse y buscar nuevas maneras de que la sociedad ayude a las personas muy pobres a salir de su situación de necesidad aunque, claro, poniendo éstas de su parte el esfuerzo necesario para tal logro.
Universalmente, los pueblos devastados por guerras o hambrunas han conseguido salir del pozo con buena educación y mucho trabajo. En materia de progreso socioeconómico, los “milagros” no se producen con gente sentada bajo el mango, tomando tereré mientras espera la llegada del próximo día en que debe cobrar algunos guaraníes por su condición de “damnificada”.
Fuente: ABC Color
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Sección OPINIÓN
Martes, 27 de Marzo de 2018
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