EL GOLPE DE 1989
UNA HISTORIA EN MIS RECUERDOS
Autora: GLADYS DÁVALOS G.
ISBN: 978-999-53-0-133-0
Páginas: 202
Formato: 22 x 14 cm
Año: 2015
Libro Paraguayo
Asunción - Paraguay
PRÓLOGO
El 2 y 3 de febrero de 1989 fueron jornadas históricas muy importantes para el Paraguay.
En esa fecha se puso fin a una larga dictadura que había sojuzgado al pueblo paraguayo durante 35 años. No nos corresponde analizar las consecuencias de ese golpe de estado o de esa revolución, como prefieren denominarlo sus protagonistas, nuestra tarea es hablar de este libro que escribió una mujer valiente: Gladys Dávalos.
En la historia de los pueblos, las gestas heroicas ocupan un lugar relevante y son símbolos que contribuyen a acrecentar la autoestima de los ciudadanos, son espejos en los que todos desean reflejarse. Pero, si bien los libros de historia se ocupan de ir recopilando estos hechos, si bien se estudian luego de mucho tiempo en las escuelas y colegios, si existen personas que los analizan desde todas las ópticas posibles, siempre falta un detalle importantísimo y es el de reflejar al personaje común, hablar y escribir sobre lo que sintieron y sufrieron los hombres y mujeres que no figuran entre los héroes ni en los partes militares, ni en las bajas guerrilleras.
Por eso es importante este libro de Gladys Dávalos, porque habla del antes y del después del día en que el dictador cayó y, lo hace desde la óptica de una mujer enamorada de su marido, un militar de caballería que participó en la batalla por echar del poder a Stroessner, que fue breve pero cruenta. Digo batalla porque no encuentro otro término, creo que es el más aproximado a la verdad, hubo muertos y heridos, y se utilizaron todas las armas disponibles del ejército.
Entre esos hombres que estaban decididos a arriesgar sus vidas para librar al Paraguay de un hombre que lo gobernaba con saña, estaba el Mayor Ramos Alfaro. Las crónicas del día siguiente mencionan que fue herido durante el asalto al batallón escolta y que murió a consecuencia de sus heridas. Con mucho honor, él integró esa fatídica lista que congregaba nombres de soldaditos anónimos caídos esa misma noche y madrugada.
Todo hubiese terminado allí, con los homenajes, luego, la lenta carcoma de la memoria iría borrando fechas y rostros y a tantos años de la desaparición de Ramos Alfaro, Tatín para sus íntimos, muy pocos tendrían en cuenta que murió luchando por el bienestar de su patria. Pero Gladys, la mujer que lo había amado y que fue madre de sus tres hijos, una de ellas póstuma, decidió escribir la historia menuda, la que habla de su angustia cuando se enteró –porque su marido se lo dijo– de que él correría peligro de muerte o de prisión y torturas si el golpe fracasaba.
Es esa historia y no otra la que Gladys tuvo el coraje de contar, no espere el lector encontrar en estas páginas análisis políticos o militares, pero prepárese porque hay momentos muy emotivos. Gladys escribe con todo el amor que tuvo por su esposo, eso es palpable, ella es la mujer que se ve obligada a empuñar el timón de la familia aunque nunca hubiese querido hacerlo. Ella saca fuerzas de flaqueza para que sus hijos no sufran más de lo que estaban sufriendo, ella trata de dominar su furias y sus miedos cuando comprueba que está sola, que su compañero la dejó a la intemperie de los afectos. En esos instantes dolorosos comprende que el bebé que lleva en su vientre no puede cargar con las consecuencias de su angustia y de su dolor y logra sobreponerse.
Gladys es la primera en escribir sobre el 2 y 3 de febrero mirando los hechos desde el universo femenino. Ojalá otros se atrevan a seguir su ejemplo, necesitamos más héroes civiles para seguir imitándolos.
Lita Pérez Cáceres
CONTRATAPA
Desde sus sentidas páginas, la presente obra constituye un particular testimonio de los hechos vividos por la viuda del Mayor Miguel Angel Ramos Alfaro, único oficial del Ejército quien falleciera en el Golpe de Estado del 2 y 3 de febrero de 1989.
El aire sombrío de los días previos a la gesta, la noche del alzamiento y sus consecuencias en una sencilla familia en formación, son relatados por una autora que luego de dos décadas, formaliza sus vivencias y las expone de manera directa, sin mayores artificios literarios. Se destacan además, el ahínco y capacidad de superación que fortalecieron el carácter de la protagonista en su infortunio, y que bien puede ejercer un estímulo positivo para cualquier madre en nuestros días.
Por otro lado, no se puede negar el carácter documental del texto como aporte a la historia contemporánea del país, que revelando hechos nunca antes referidos arroja datos veraces encaminados a un análisis más amplio de lo que ocurrió al defenestrar al entonces Pte. Alfredo Stroessner.
El CUENTO ANGUSTIA AL AMANECER, del libro LA MAGIA DE LO BÚHOS, sintetiza la historia relatada en; El GOLPE DE 1989 - UNA HISTORIA EN MIS RECUERDOS.
ANGUSTIA AL AMANECER
Recuerdo que cuando la muerte opacó mi vida, hasta me sentía mermada, consumida por el dolor. Fueron momentos aciagos, mi situación se presentaba escabrosa, como en tinieblas; viví un tiempo realmente adverso.
Una mañana gris de febrero, me enfrenté con la ingrata noticia de que mi esposo estaba gravemente herido o quizás ya había fallecido, me rehusaba a creerlo y mientras iba hasta el lugar donde me indicaron pensaba que tan solo era una suposición. Las calles estaban libres de ese trajinar diario de transportes, sin embargo, a causa del control de documentos realizado por militares y policías, en distintos lugares, la circulación de vehículos era lenta, más aún en los alrededores del Hospital San Jorge de la Caballería, sitio al cual me acompañaba mi hermano.
Al llegar, me encontré con mi madre, una de mis hermanas y mis suegros, además de otras personas, todos con los rostros alterados, señal que me confirmaba el deceso de mi marido, quien había participado la noche del dos de febrero del año 1989 en el golpe de Estado llevado a cabo con el fin de instaurar la democracia en nuestro país. Aún así y luchando contra un mal presentimiento, no pude convencerme, mi mente insistía en pensar que estaba herido, pero con vida.
Al acercarme a la habitación donde nos indicaron, me invadió un fuerte temor, mis rodillas temblaban, no pude caminar, mis piernas se rehusaban a seguir, y sintiendo la protección del abrazo de mi hermano, llegué hasta su cuerpo que yacía inerte. Quedé muda, aterrorizada, sentí mi rostro alterado y mi cuerpo estremecido; miles de pensamientos acudían a mi mente.
¿Será que había algún culpable? o fue solo producto de la situación, tal vez… como siempre oía decir, el destino, quizás… sí, el destino… dicen que nada sucede por casualidad…el destino cruel y fatal…
Pensé en mis hijos, me refugié en los brazos de mi madre y seguí llorando, con un llanto desgarrador, comprendí que ese profundo desconsuelo lo tenía impregnado hasta en mi piel. De pronto, me agobió un cansancio extremo, mi cuerpo estaba tembloroso, sin fuerzas, además me ardían las mejillas, esta y otras sensaciones raras que nunca experimenté hacían que me sintiera cada vez más conmocionada. Empecé a hacer un ejercicio de respiración, pues percibí que me iba a desvanecer y muy lentamente me fui recuperando.
Mi madre me llevó a casa, quedaba como a tres cuadras del hospital, en ese lapso iban a colocar el cuerpo en el féretro, para trasladarlo al salón mortuorio en la Villa Militar. Al llegar, me sentí más aturdida, profundamente apenada, no podía convencerme que mi esposo había partido para siempre. Fui hasta nuestro dormitorio procurando contener mis lágrimas, me senté en el borde de la cama, tratando de calmarme, de pronto pude ver pegado al espejo un llamativo papel, en donde, a través de unas líneas muy emotivas, me explicaba el motivo de su participación en el golpe de Estado para derrocar al Presidente de nuestro país.
Quedé absorta, el llanto y la desesperación me acompañaban, mi abdomen estaba rígido, sentí algunas contracciones, un frío sudor recorría mi cuerpo; como mis fuerzas flaqueaban, procuré apaciguar mi llanto y llenarme de fortaleza, pues mis hijos me necesitaban, mis niñitos que estaban aguardándome en casa de mi hermana, también mi bebecita, sintiendo desde mis entrañas ese dolor lacerante que impregnaba mi ser.
Acudió a mi mente, instantes de la tarde anterior, el momento de nuestra despedida, cuando yo, abrazándolo, me prendí fuertemente a su cuello y le rogué que no participara de ese alzamiento, hasta me parecía oír su voz cuando, entre otras cosas, me dijo que me tranquilizara, porque lo que él iba a hacer, lo haría por su patria y nuestros hijos. Dejándome acongojada, se despidió de nosotros, lleno de optimismo, convencido de lo que él consideró su mejor decisión.
Cuando llegué al salón mortuorio ya había bastante gente; parientes, amigos, camaradas de mi marido, compañeros de colegio, vecinos y desconocidos, circulaban en el lugar. Yo estaba muda, incrédula, solo observando; llegaban flores, coronas luminosas, telegramas, veía jinetes vestidos de gala, ofrendando honor y respeto a la memoria del héroe.
Al día siguiente, luego de lograr descansar unas horas, me levanté sobresaltada e inmediatamente fui hasta el salón donde se llevaba a cabo el velatorio. Yo conversaba con Dios, haciéndole una y mil preguntas, le ofrecía mis plegarias a cada instante, mentalizaba frases positivas y estrofas de salmos. Estuve así mucho tiempo, orando en silencio y, a ratos, sollozando, hasta que me sentí envuelta en otro momento muy fuerte, fui a buscar a mis hijos para que vieran a su padre por última vez, enjugando mis lágrimas, ante tanta impotencia en esa ineludible situación.
Al ingresar al salón, sentí una quietud absoluta, pues pedí a mi madre que desalojara el lugar porque no quería que mis hijos percibieran el llanto, la tristeza y compasión de tantas personas. Yo alcé a mi niña de cuatro años, mi hermano a mi hijo de ocho años, y cuando estuvimos frente a su padre, él se refugió en los brazos de mi madre, fue una escena muy fuerte, no existen palabras para expresar lo que sentí en ese cruel instante.
Muy alterada me despedí de mis pequeñitos, la angustia me invadió, aún más cuando los veía alejarse con mi hermano y me apenaba también sentir el sufrimiento de ese ser que estaba latiendo dentro de mí, viviendo tan agonizante aflicción.
Luego de unas horas, su cuerpo descansaba en el camposanto, después de una serie de despedidas y frases de elogios de diferentes personas. Hasta hoy, no puedo definir cuál fue el momento más fuerte que viví durante esos dos días, todos desgarradores y dolorosamente intensos. El sufrimiento envolvía incluso mis pensamientos, en los cuales giraban su rostro, su sonrisa, su vida, su muerte, nuestro futuro, y mucho pesimismo, dentro de un infinito vacío que me circundaba.
Posteriormente, mis oraciones, la compañía de seres queridos y el incondicional amor de mi madre, fueron paliando las zozobras. Así, en un bello amanecer, sentí un “instante mágico” en que encontré un camino distinto y hoy veo a mis hijos fuertes y seguros, honrando a su padre transitando a través de su heroísmo. Mi mirada fulgía ante ese nuevo día.
PRIMERA EDICIÓN
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