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RUBÉN BAREIRO SAGUIER (Villeta, 1930). Entrevista por VICTORIO SUÁREZ
(14-II-93 - ABC)
“LA PERSECUCIÓN NOS UNIÓ Y CONSIDERO ADMIRABLE LA TAREA LITERARIA DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS”
(GENERACIÓN DEL 50 - LITERATURA PARAGUAYA)
Con el interés de conocer el pensamiento vivo de los intelectuales paraguayos, esta vez, el escritor compatriota Rubén Bareiro Saguier responde varias preguntas. Tras larga estadía en el extranjero, volvió a radicarse en Paraguay, tras ejercer el cargo de embajador paraguayo en Francia. En el 2005 ganó el Premio Nacional de Literatura con su libro “La rosa azul”.
—El poeta José Luis Appleyard había señalado que los integrantes de dicha generación querían reivindicar al país por la cultura y no a través de los tiros. ¿Se puede hablar de una posición conservadora o de una actitud escapista ante aquella realidad que quedó sangrando después de la revolución del 47?
—Ese lema caracterizó sobre todo a la inicial Academia Literaria del Colegio San José, fundada por el padre César Alonso de las Heras. Cuando los integrantes de otros centros de estudios nos incorporamos a la Academia Universitaria, aquello dejó de ser una divisa unánime. En todo caso, tengo entendido que quienes la usaron pensaron en la “especificidad” del trabajo cultural propio de una academia y la utilizaban en la acepción de “liberación”, de “emancipación”, no en el sentido religioso. Lo importante de esa entidad es que nos congregábamos —una vez por semana— para discutir y reflexionar sobre temas de nuestra realidad candente, o sobre los trabajos propiamente literarios, sin que ello significase un enfrentamiento agresivo, como era la vigencia cotidiana de la posguerra civil del 47. La Academia Universitaria fue una escuela de diálogo, de disenso civilizado, de civismo, pues nucleaba a personas de las más diversas posiciones ideológicas o políticas. Personalmente, estar en esa entidad jamás me impidió el compromiso con la suerte de mi sociedad, mi militancia de ciudadano identificado con la causa de la dignidad de mi pueblo. Considero que la gran mayoría de los integrantes de la promoción del ’50 estaba en la misma posición: ni escapista ni conservadora. Creo que hemos dado testimonios de nuestra lucha sin cuartel contra las iniquidades de ese “tiempo de desprecio” que nos tocó vivir en aquellos terribles años.
—Algunos manifiestan que aquellos que salieron del país tuvieron suerte, que el exilio les sirvió para gravitar internacionalmente. ¿Es así la cuestión?
—Considero injusta la calificación. El Paraguay no existe ni en la noticia ni en la enseñanza ni en la preocupación del hombre corriente de las latitudes distantes. Constituía una hazaña hacer pasar una información sobre nuestro país o introducir un tema referente al mismo en la enseñanza. Creo que se ha hecho bastante, dentro de lo que era (es) posible. Ahora ya existen distinguidos críticos o estudiosos—no sólo en Francia— que se ocupan de la realidad socio-cultural, literaria, política, lingüística o histórica del Paraguay. Aprovecho la ocasión para rechazar la noción de una mayor o menor importancia de la tarea de resistencia realizada por los de adentro o los de afuera. Cada uno de estos núcleos, los que se comprometieron, hizo lo que correspondía, de acuerdo con lo que constituía la especialidad de la labor. Ha sido la dictadura la que intentó dividirnos, no caigamos más en esa trampa.
—Después de tu prolongado exilio y ante la posibilidad de un nuevo y directo contacto con el Paraguay, ¿cómo ves el momento actual? ¿No nos hemos innovado acaso? ¿Hacia dónde transitamos realmente?
—Mirá, no es fácil hacer un balance de “los trabajos y los días” cumplidos o a realizarse. Salimos de una larga zona de tinieblas y tendremos que pagar el precio y la lacería sufridos hasta recuperar cierto equilibrio, después de la quiebra provocada en el cuerpo social por la tiranía. En cierta medida la persecución nos unió y considero admirable la tarea literaria de las últimas décadas (poesía, narrativa, teatro, ensayo). Con calidad y persistencia, con valentía, la literatura cumplió su cometido, ocupó un puesto de vanguardia en el combate contra la iniquidad. El cambio de febrero del ’89 nos puso frente a nuevas situaciones y renovados desafíos.
Estos implican prioridades, que explican el auge de la preocupación de los intelectuales por los problemas sociopolíticos, económicos o educativos. La nueva situación creada no puede dejar de incidir en la producción literaria. Es una hipótesis que debe ser considerada o corregida por el tiempo.
—¿Qué se puede decir respecto a la poesía en guaraní, a veces “jopara”?
—La escritura en guaraní sigue siendo hasta ahora víctima de la discriminación y del menosprecio. Está relegada al ambiguo dominio del folclore, al purgatorio de la oralidad, o condenada al infierno del olvido. ¿Cuántos son los paraguayos ‘cultivados’ que conocen la deslumbrante cosmogonía mbya-guaraní? Menos mal, hace poco salió una nueva edición —a cargo de Bartomeu Melià— de la visión de los ancestros que fueron recogidos y traducidos por el sabio León Cadogan. Mediante esta publicación ya ni siquiera se puede aducir la imposibilidad de acceso al texto para conocer a nuestros antepasados. Lo mismo ocurre con toda la rica producción especialmente poética en guaraní paraguayo, o la original obra en “jopara” de Emiliano R. Fernández, por ejemplo. Esta situación de marginalidad y desprecio se halla estrechamente ligada a la ausencia de la literatura en guaraní en la educación formal. Sólo cuando los educandos aprendan la lectoescritura en su idioma materno, cuando los compatriotas manejen correctamente el guaraní y el español, terminará la discriminación lingüística y podrán darse las condiciones normales para una producción literaria en guaraní.
—¿Se puede decir que la literatura paraguaya tiene su identidad?
—La identidad es un factor en constante ebullición, en permanente cambio, no es una masa estancada en el tiempo y en el espacio. La estamos haciendo y rehaciendo, modificándola, adaptándola, enriqueciéndola continuamente. Todo ello en función de los elementos de base, los componentes raigales. Como te podrás percatar, lo señalado está en relación con lo apuntado en la respuesta a la pregunta anterior. De lo contrario seguiremos siendo hemipléjicos culturales. Es hora de asumir la integridad de nuestra identidad cultural.
— ¿Qué nos falta para estar a tono con las novedades literarias que se dan a escala internacional? ¿Cómo se puede romper la marginalidad?
—Creo que se han perdido, en cierta medida, los contactos con publicaciones y centros culturales en el ámbito internacional. El intercambio es capital para mantener el conocimiento de las novedades literarias, lo cual estimula y dinamiza el fermento de las innovaciones. Cuando editábamos la revista “Alcor” manteníamos una relación fluida con publicaciones similares, con centros y autores del extranjero. Entonces tratábamos de dar cuenta de las novedades y corrientes venidas de afuera.