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HERIB (padre) CAMPOS CERVERA (+)

  MI NACIONALIDAD - Prosa de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)


MI NACIONALIDAD - Prosa de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)

MI NACIONALIDAD

Prosa de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)

 

            Muchas personas que no me conocían constantemente hacen circular la noticia de que no soy paraguayo, de que soy argentino.

            Honroso sería para mí ser argentino porque esa gran nación hermana ocupa con justicia el primer rango en el progreso de América. Es rica, es feliz, es poderosa. Sería una honra repito que yo hubiese sido argentino. No obstante, prefiero ser paraguayo, no porque lo soy, sino porque desearía serlo únicamente por una razón de sentimiento: que amo intensamente al Paraguay.

            Cuando salgo de aquí, mi nostalgia me vuelve enseguida. Los esplendores de Buenos Aires me asombran, me deslumbran, pero no llenan nunca el vacío de mi alma que pide la dulce claridad de este cielo siempre azul y tan estrellado.

            Mi nacimiento, como mi nombre, que no existe en el almanaque ni lo tiene nadie más que yo, tienen como todas las cosas su pequeña historia. Yo no me llamo Hérib sino José Emilio, pero mi padre me llamó siempre Hérib y he querido conservar ese nombre y hasta perpetuarlo en mis hijos. Cuando fueron a bautizarme, el reverendo padre Castelví se negó categóricamente a asentar en los libros de la Iglesia el designio de mi padre porque dijo que no era nombre del santoral cristiano y puso en consecuencia los que constan en mi fe de bautismo.

            Con el tiempo me trajo un serio embarazo para heredar a mis padres. En el juicio sucesorio apareció mi fe de bautismo y el juez al hallar la declaratoria de herederos ordenó que los bienes se inscribieran a nombre de éstos. En el título de dominio aparecí con el nombre José Emilio. Pero los escribanos que no conocían a José Emilio sino a Hérib, se negaban a transferir mis bienes cuando trataba de vender algo de mi pertenencia y tuvo que hacerse una larga documentación que salvó los obstáculos.

            Desapareció del título el inexistente heredero José Emilio y surgió el verdadero, con lo que pude hacerme dueño de lo mío, tan estérilmente troncado a causa del padre Castelví, mi gran amigo.

            La causa principal por la que se me tenía por argentino era el empeño constante y afecinado de mi tío Manuel Campos, ex secretario de C. Nacional que quería a toda costa que fuese argentino. Odiaba al país por el asesinato de mi padre y decía. "el único de los hijos de mi hermano que estudia y ha de seguir las huellas de su padre tiene que ser todo menos paraguayo". Y consecuente con su odio me anotaba como argentino a pesar de las protestas de mi madre y hasta despachó mi título de bachiller poniendo en él argentino sin razón ni documento que lo justificase. Mi fe de bautismo se oponía siempre a su capricho, pero yo era menor de edad, él me mandaba y se hacía lo que a él le daba la gana. En este orden de cosas, mi señor tío se hizo célebre. Al señor Juan E. O'Leary jamás le permitió que pusiera la E. Un día fue a sacar su título de bachiller y ordenó al sub, con grito imperativo: ¡no le ponga la E! Porque le dio la gana, me hizo anotar como argentino y me hacía firmar a la fuerza como tal y su sola voluntad no bastaba para traerme argentino, ni español, ni musulmán. Y tarde o temprano tenía que aclararse la cuestión, como se aclaró. Cuando yo nací no había registro civil ni en la Argentina ni aquí, ni en ninguna parte. El único documento válido era la fe bautismo. ¿Cómo podía ser argentino si mi fe de bautismo no me acreditaba como tal, si yo no podía probar, ni aunque lo quisiese, que era argentino?

            Sobre mi nacimiento habían corrido leyendas curiosas porque mi padre en la época que emigró al Paraguay viajaba constantemente por sus estudios y sus negocios y su familia, que en parte residía en Buenos Aires. Iba y venía, aparecía y desaparecía. En esos viajes mi pequeña humanidad corría la misma suerte. Iba y venía también.

            Yo nací en el puerto de Asunción, en aguas paraguayas, a bordo del "río Uruguay", vapor que hacía la carrera de ésta a Montevideo. Su pabellón era argentino.

            Por eso se dijo que yo era argentino y mi tío Manuel se empeñaba en que lo fuese. Si hubiera sido argentino, mi padre me hubiera bautizado en la Argentina en esos viajes que hizo o hubiera hecho constar en el acta de mi nacionalidad de argentino. A él le constaba que el nacer en aguas del Paraguay y ya bajo la jurisdicción de sus autoridades marítimas, era paraguayo.

 

            ("EL TIEMPO", N° 388, del 13 de marzo de 1912).

 

 

ENLACE INTERNO AL DOCUMENTO FUENTE

 

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HÉRIB CAMPOS CERVERA (p.) - NOVECENTISTA OLVIDADO

PROSA Y POESIA

LUIS MARÍA MARTÍNEZ (COMPILADOR)

ASESORES INVESTIGATIVOS: NABEL FELIPE ESTRUC y RAÚL AMARAL

CRITERIO EDICIONES

Asunción – Paraguay, 2006 (292 páginas)






Leyenda:
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