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AUGUSTO CASOLA (+)

  LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE LA PROFESORA MARÍA INÉS Y EL ESTADO DESALMADO (Cuento de AUGUSTO CASOLA)


LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE LA PROFESORA MARÍA INÉS Y EL ESTADO DESALMADO (Cuento de AUGUSTO CASOLA)

LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE LA

PROFESORA MARÍA INÉS Y EL ESTADO DESALMADO

Cuento de AUGUSTO CASOLA

 

 

Todo comenzó cuando la profesora María Inés corrió alrededor de todo el colegio en persecución de Reinaldo Morales, con una energía inesperada a sus casi 70 años, arrebolada y furiosa, con la intención de descargar en él, el justo reclamo de una profesora -ante la desfachatada insolencia permitida por unas reglas enrevesadas que, por algún motivo, consideran a los adolescentes como seres humanos, siendo como son humanoides desvergonzados, carentes de todo respeto hacia los adultos-, materializado en el paraguas que trajo ese día, porque la mañana amaneció nublada y amenazando lluvia.

El 3° 4ª. era el curso maldito del año y más de una profesora salió de él llorando por la humillación infligida, en especial por Morales, que, secundado por las carcajadas de sus compañeros, se siente cada vez más fuerte y seguro al llevar adelante sus canalladas, porque la supervisora y el psicólogo siempre minimizaron sus desplantes, deseosos por cumplir con las instrucciones del Ministerio de Educación y Cultura, que en adelante reduciremos a MEC, que son sus siglas conocidas y que para muchos significa "Menos Esfuerzo Compañeros", pero en uno y otro caso, sean MEC sus siglas y a ellas voy a recurrir en adelante.

Estos quidam, nunca vacilan en echar la culpa de la audacia y caradurez del alumno a la incapacidad de las docentes en comprenderlo en sus más íntimos problemas, ya que es una falencia de los educadores el ser incapaces de calar, con buenas y dulces palabras, en los alumnos cuyas características más resaltantes son las de un alto grado de necedad, más propia de seres primitivos y vandálicos de la Edad Media que de estudiantes de la Media.

Y no valieron ni amenazas dé suspensión, ni de expulsión, ni llamado a los padres, porque cuando algún profesor, harto de la mala educación y grosería del joven, que no tendría más de 16 años, osa levantar la voz y a tratarlo de cachafaz, Reinaldo recurre en primer lugar al psicólogo del Colegio que se encarga de denostar al docente autoritario a causa del maltrato infligido y si el acusado se defiende y señala la inconducta del alumno, reconocida por todos, ya se suma al psicólogo la supervisora para reforzar la defensa del alumno, con ese aire de superioridad aprendido seguramente en las misas negras que en la liturgia del MEC reciben el nombre de Jornadas de Capacitación, donde también enseñan las palabras mágicas que identifican, desde hace mucho, una forma de hablar tan interesante para no decir nada -que casi constituye una jerga ecuménica ajena a los no iniciados-, como ser los paradigmas y la necesidad de cambios estratégicos dentro de la unicidad propia de la docencia que no es sino un magisterio donde los elegidos, con excepción de ellos y las autoridades del MEC al que representan, entiéndase bien, se refiere al docente, con dulzura y comprensión, debe resguardar la otredad del alumno como si fuera propia y exponer, en un lenguaje dulce y melifluo, donde no se exteriorice el autoritarismo heredado de la pasada dictadura -de la cual ellos mismos participaron con entusiasmo- y que seguramente arrastra el docente de esos días oscuros, la necesidad de que él mismo actúe en forma adecuada al temperamento establecido por la filosofía de la Reforma Educativa, que busca por todos los medios la equidad de género, no de sexos que es lo que tienen las personas, al igual que los animales y a las plantas, sino género, como los sustantivos, que sí tienen género y no sexo, porque resulta más fácil referirse al primero antes que al segundo, pues en estos días tiende a crear confusiones y discriminación el asunto del sexo cuya significación es equívoca y del cual participan los raritos que brotan como hongos entre docentes, gobernantes nacionales y los dueños de los Bancos Internacionales que son quienes proveen y reciben la plata para seguir reformando y se molestan ante la falta de respeto a las minorías -que por algún motivo será, merecen respeto, dicen- y su inserción en esta compleja sociedad globalizada de la cual la democracia toma conciencia gracias al apoyo de las antes insinuadas entidades bancarias internacionales y del desvelo de las autoridades del MEC, que en su esfuerzo denodado por destruir los arcaicos esquemas autoritarios y memoristas impuestos en los tiempos del oscurantismo cultural que precedió a esta maravillosa época en la que ya no hay más analfabetos porque todos los habitantes del país saben rasguñar su nombre debajo de cualquier documento en vez de asentar el viejo kua-hu, tan propio del analfabetismo. Éstos son días luminosos gracias a los sucesivos ministros del Ministerio se consiguió, por fin, imponer la ignorancia absoluta para que nadie crea que alguien es menos estúpido que otro, lo que resultaría en una injusta discriminación, una espantosa falta de equidad.

¿Dónde me quedé? Reconozco que me tomo libertades como narrador de esta historia. Qué digresión, la mía: es algo que me ocurre cada vez que me da por analizar el gran avance que significa dentro del proceso de democratización representativa o participativa -como se discute ahora-, el hecho de que los alumnos manejen la disciplina del Colegio, secundados por padres que consideran a sus hijos angelitos con alas y apoyados todos por ese engendro supervisor del MEC que, si años atrás servía para arrear como ganado a los docentes para cualquier acto donde se necesitara número, continúa prestando un gran servicio a las estadísticas que posibilita la obtención de préstamos cuyo destino, nunca claro, hace posible mantener las campañas proselitistas cuando éstas entran en la etapa de requerir ingentes gastos. ¿Y los maestros?, soportan el peso de su ineficacia, los acomodos de sus representantes sindicales, el repudio de la prensa cuando requieren el cumplimiento de las promesas del Estado, porque ¿qué hacer con los chicos cuando no tienen clases?, además de ser como son, incapaces de hacerles aprender a estos chicos ansiosos de saber, algo tan sencillo como que la capital de Francia no es Londres, como ellos creen, sino Lisboa..., ¡como si eso fuera importante para el desempeño profesional del alumno en el campo laboral!

 

-... y le voy a señalar nomás, María Inés -concluye la supervisora con los ojos en blanco-, usted debe amoldar su método didáctico a estos tiempos en que vivimos: una democracia participativa. El alumno Morales ya manifestó en más de una oportunidad la injusticia que cometen con él los profesores, confabulados para perseguirlo y hacerle la vida imposible, sin razón para ello.

-¡Cómo sin razón para ello! -estalla María Inés-. Es un grandísimo maleducado y vos sabes bien, Marina, que este chiquilín es grosero y en vez de llamar a sus padres...

-Ay, María Inés: ¿cómo podés decir eso? Vos sabés bien que el señor Morales es un gran benefactor del Colegio y alto funcionario del MEC. A mí me parece que son los docentes quienes deben... -y sigue a estas palabras una larga perorata de acerca de cómo el docente debe actuar en aula, pese a que todos saben que la supervisora nunca pasó por allí.

Pero la cosa se salió de madre cuando Reinaldo Morales, sentado en la hilera del fondo, como siempre y rodeado de sus secuaces, se tiró un ruidoso pedo que despertó la hilaridad de los alumnos quienes entre carcajadas y tapándose las narices con los dedos, se levantaron de sus asientos con el ruido ensordecedor de sillas arrastradas sobre el suelo mientras la profesora María Inés avanza en medio de la batahola y con el paraguas en alto se dirige hacia Morales que, muerto de risa, le dice:

-Vos no me podés tocar, profe... Se me escapó nomás -abre desmesuradamente los ojos y deja de reír cuando ve caer sobre él el paraguas, el cual, si no fuera por un ágil movimiento, hubiera ido a parar directamente en su cabeza, en lugar del hombro que alcanzó.

-¡Ay! -gritó al recibir el impacto del golpe.

-Así que no te puedo tocar -exclamó María Inés casi sin abrir la boca y con los dientes apretados-. Eso vamos a ver, delincuente juvenil.

La profesora vuelve a levantar el brazo armado pero Morales, convencido que la broma acabó, inicia la huida mientras grita a voz en cuello:

-Socorro, socorro -asustado en serio esta vez, corre por el corredor que precede al patio, seguido de cerca por la profesora María Inés que una y otra vez descarga el paraguas que a veces alcanza la humanidad de Morales y otras hace gemir el aire que corta cerca del cuerpo del insolente, sin preocuparse de la mirada atónita de los que observan la escena. El alumno cruza el patio, a toda velocidad, sin lograr ninguna distancia de la docente que le pisa los talones y consigue descargar unos cuantos paraguazos más en la espalda del alumno.

-Jamás hubiera ocurrido esto en mis tiempos -piensa María Inés.

-Niña María Inés, pase al frente y afronte la vergüenza de no saber la lección de hoy -exige sin levantar la voz la maestra-. Eres una niña desobediente y las niñas desobedientes siempre acaban mal.

 

Cabizbaja, María Inés se adelanta entre las risitas burlonas escondidas tras las manos de sus compañeras de 3er. Grado A.

La obtención del certificado médico fue lo más fácil, pese a que tomó su tiempo, pues cuando se dio cuenta ya corrieron los 4 meses que fueron necesarios para reunir a la Junta Médica del MEC, por la dificultad de que conseguir que todos los miembros del grupo consultor coincidieran en tiempo y horario -de los que disponen a su antojo, pese a cobrar un salario para hacer su trabajo para poder reunirse a considerar los casos y quienes a través de una amable secretaria, inmutable en su permanente sonrisa y sin dejar de mascar el eterno chiclet, le responde a los citados que esperan y a María Inés cuando exclama "es que estas son horas de clase y cada vez que vengo, tengo que poner reemplazante", que los doctores necesitan de alguna cosa que debe ser proveída por MSPyBS y que tengan paciencia en su espera, sentados en los largos y duros bancos del MSPyBS.

Cuando fue por quinta vez, María Inés observó que en uno de los bancos algunos esqueletos de vestimenta raída están solos, sin acompañantes, en espera de vaya a saber qué decisión. Cuando le interrogó a la sonriente mascadora de chiclets, ésta le respondió con un gesto de disgusto que no quisieron ir a su casa y se quedaron a esperar hasta terminar así.

Están los otros, los que esperan acompañados de sus parientes, supuso María Inés. Los hay jóvenes, de mediana edad y ancianos, que acuciados por alguna necesidad desconocida, permanecen en paciente espera de la Junta Médica. Sin saber por qué, María Inés siente, cada vez que vuelve a averiguar lo de la Junta, que quienes están allí no se van simplemente porque se volvieron estatuas tras meses de permanecer en la antesala, sin encontrar otra cosa que la sonriente respuesta de la mascadora de chiclets:

 

-¡Ay, ña María Inés! Me aseguraron que iban a venir hoy, pero ya ve...

 

Hasta que al final, por alguna razón desconocida, se reunió la Junta y dio su opinión experta:

 

-Pero doña María Inés, usted no puede seguir en aula así. Es inhumano, después de todo lo que pasó. Ahora mismo le expedimos el certificado para que lo presente al Ministerio de Hacienda. ¡Qué barbaridad! -repite una y otra vez el joven médico sin dejar de mover la cabeza en gesto de incredulidad-.¡Qué barbaridad!

 

Claro que del dicho al hecho hay mucho trecho y no en todas las oficinas oficiales se encuentran empleadas amables y sonrientes y el Ministerio de Hacienda no se interesa por mostrar otro rostro que el del usurero dispuesto a dar el mordisco y a no soltar su presa hasta desangrarla, en espera, tal vez, de que ella exhale el último suspiro antes de lograr el cobro de los dineros meticulosamente requisados de su sueldo.

 

-El señor Director no la puede atender, doña -exclama el testaferro sin dejar de chupar la bombilla del terere que parece atascada-. Este es su prior reclamo. Vuelva dentro de 15 días para el segundo y ahí le voy a decir cuándo volverá para el tercero.

-Pero señor, ¿quién estableció esa norma de tener que venir 3 veces para que el señor Director lo atienda a uno?

-El señor Director, señora, ¿quién va a ser?

-¿Y por qué 3 veces?

-Porque tiene mucho trabajo..., ¡ah! -chupa con entusiasmo de la bombilla destrabada-. ¿Usted vive lejos? -Gasto dos pasajes para llegar desde mi casa, en Trinidad, hasta aquí en Iturbe.

-Entonces venga dentro de 15 días -y ya cuando María Inés se aparta del escritorio, el joven del tereré, al parecer apiadado de ella, le dice-: Usted puede recurrir a un gestor. -Ah...

-Aquí justamente -deja la guampa sobre la mesa-. Carlos, Carlos. Vení un poco. La señora necesita unos trámites.

Cuando por fin Carlos consiguió los papeles, la profesora María Inés descubre con asombro que le faltan 10 años de docencia y se acerca de nuevo al escritorio del funcionario del tereré, al que visitó las veces requeridas: -Hace un año que vengo y ahora me salen con esto. -Es la reingeniería, señora.

-¿La qué?

-La reingeniería. Seguramente los comprobantes de sus nombramientos más antiguos todavía no están digitados y el sistema informático no tiene completa su base de datos. Va a tener que ir al sótano donde deben estar guardados esos documentos antiguos.

-¿Y eso lo puede hacer Carlos?

-No, tiene que ser alguien de archivos. -¿Y tengo que pagarle algo?

-. . . y bueno, siempre es más rápido cuando hay buena voluntad.

 

Como María Inés ya está resignada, casi ni se impresionó de la rapidez con que un amable gestor de archivos se metió en el laberinto de telarañas a buscar los viejos papeles de su nombramiento, para salir de allí embadurnado pero contento y llamar a la profesora por teléfono: -Ya tengo todos los papeles, profe -exclama con voz cantarina.

Ya era sólo cuestión de meses volver a contactar con el señor Director y conseguir que revise y firme los papeles, después de 3 años de iniciado el proceso. Con una gran sonrisa, el señor Director le dijo:

 

-Hay que tener paciencia, profesora -amplió su sonrisa-. Ahora me firma aquí y ¡a descansar!

-¿Y cuándo voy a empezar a cobrar mi jubilación? -quiso saber María Inés.

-Ah, bueno -respondió evasivo el señor Director-. Eso depende.

-¿Depende? -exclamó María Inés -¿Depende de qué?

-Y de que haya presupuesto el año que viene.

-¿El año que viene?

-Y si..., mire que la cosa no está fácil con la crisis y ya el presidente anunció que sería difícil conseguir más dinero, porque gran parte de los ingresos del Tesoro se gasta en...

 

Fuente:

REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

IV ÉPOCA – Nº 19 – NOVIEMBRE 2010

POETAS – ENSAYISTAS – NARRADORES

© Arandurã Editorial,

Telefax: (595 21) 214.295

e-mail: arandura@telesurf.com

Internet: www.arandura.pyglobal.com

Asunción – Paraguay

Noviembre 2010 (197 páginas)

 

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IV ÉPOCA – Nº 18 - A CENTRE OF INTERNATIONAL PEN
 
EDICIÓN ESPECIAL
 
LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA LITERATURA EN EL PARAGUAY
 
Arandurã Editorial,
 
Asunción – Paraguay, Julio 2010 (199 páginas)
 
 
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