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JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN (+)

  MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. TOMO II - Por JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN


MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. TOMO II - Por JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN
MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY
 
TOMO II
 
Por JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN
 
Editorial El Lector,
 
Colección Histórica Nº 19,
 
NOTAS DEL MAYOR ANTONIO E. GONZÁLEZ
 
Tapa : LUIS ALBERTO BOH
 
Asunción – Paraguay, 1987 (296 páginas)
 
 
 
SEGUNDA PARTE
 
Prólogos de
 
1.- RICARDO CABALLERO AQUINO y
 
 
CAPÍTULO I
 
De Corrientes a Humaitá . Dispersión del personal de la Legación . Conjeturas sobre la causa probable de la mala voluntad de López hacia mí . Berges pasa a la Capital con licencia . Antonio Zayas de soldado a un batallón, y yo a la mayoría . Guarnición de Humaitá, y pérdidas de nuestro ejército al principio de la guerra . Bailes . Acusaciones de López a Mitre y contestación le éste . El Pirabebé y la escuadra brasilera . López se traslada al P. de la Patria . Mi enfermedad . Robles y sus cómplices . Entrevista con Mrs. Lynch . Miguel Rojas, calumniador . Carta a López . Expedición a Corrales y a Itatí . Apreciaciones.

 
CAPÍTULO II
 
La escuadra brasilera . Sus combates con las chatas y el fuerte Itapirú . Operaciones preparatorias para realizar el pasaje del ejército aliado . Asalto de la isla de Itapirú por los paraguayos . El General Osorio y el General Paunero se desembarcan con sus fuerzas una milla de las tres bocas a la costa del Paraguay . Bombardeo del campamento del Paso de la Patria . Retirada general del ejército . Cuartel General en Rojas . Porto Alegre . El combate de Fluvial . Discusiones y eclipse de luna.

 
CAPÍTULO III
 
Batalla del 2 de Mayo de 1866 . Reflexiones.
 
CAPÍTULO IV
 
Batalla del 24 de Mayo . La defensiva, el rol obligado y exclusivo del Mariscal López . Opinión del Coronel Wisner sobre la batalla del 24 . Mi rehabilitación . Reflexiones y críticas sobre la misma batalla . Heridos . Talavera.
 
CAPÍTULO V
 
Cuartel General . Maestranza . El Capitán Cabañas . La caña paraguaya y el General Roa . Divisiones y telégrafos . La escuadra brasilera . Tamandaré . Nuevos aparatos telegráficos . Wisner y López con motivo de esta invención . Plan de los jefes aliados acordado el 18 de Mayo . Curupaity y los torpedos . Reorganización del ejército . Nuevos contingentes . Bombardeo en Junio del campo enemigo . Nuestras avanzadas . Prisioneros y pasados . Rectificación . Porto Alegre.
 
CAPITULO VI
 
El Mariscal López termina la reorganización de su ejército, y provoca a los aliados a un ataque . Yataity-Corá . Reflexiones.
 
 
CAPÍTULO VII
 
Comisión exploradora para establecer una trinchera con artillería en Punta Ñaró . Combates en los días 16 y 17 . Batalla del Sauce el día 18 de Julio de 1866 . Triunfo de los paraguayos . Reflexiones.
 
CAPÍTULO VIII
 
Recriminaciones entre la Escuadra brasilera y el Ejército aliado en Tuyutí . Toma de Curuzú . Entrevista de Yataity-corá entre el Mariscal López y el General Mitre . Tregua o paralización de las operaciones . Escuela bajo el naranjal del Cuartel General . Mis discípulos.
 
CAPÍTULO IX
 
Batalla de Curupapty . Derrota de los aliados con inmensas pérdidas . Desinteligencia entre los Jefes aliados.
 
CAPÍTULO X
 
Inacción de los aliados . Perfeccionamiento de las fortificaciones de Curupayty y otros puntos . Fundición de cañones de diferentes calibres . El cólera El Mariscal enfermo . Lo salva su médico Dr. Cirilo Solalinde.
 
CAPÍTULO XI
 
Intervención diplomática a favor de la paz . Ofrecimientos de mediación del ministro americano, Mr. Washburn y del Secretario de la Legación Británica en Buenos Aires, Mr. Gould . Reflexiones.
 
 
 
 

APÉNDICE
 
PROCLAMA DEL MARISCAL LÓPEZ A LA DIVISIÓN DEL SUD
 
 
 
Soldados: mi ánimo y mis esperanzas fueron saludaros en la víspera de una batalla lejos de nuestras fronteras. No pude hacerlo porque no habéis encontrado enemigos que combatir.

En vano fuisteis a buscar en su propio territorio aquellos que tanto y por tantos años os habían provocado, y en vano fueron vuestras largas marchas, vuestras fatigas y vuestros sufrimientos. El enemigo nunca se presentó a vuestra vista sino para huir con más rapidez que los avestruces de sus campos.

En una campaña de más de medio año habéis buscado un día de gloria para la Patria, y de escarmiento para los tradicionales enemigos de la tranquilidad de vuestro hogar; pero los que tan osados y vituperadores se habían mostrado, cuando con el arado y la azada os veían ocupados en vuestras pacíficas labores, respetuosos y cobardes a mostraron cuando con las armas en la mano fuisteis a pedirles cuenta de sus atentados.

La triple alianza a quien impusisteis respeto en su propio país, ahora se siente envalentonada con la villana rendición de la Uruguayana, y con vuestra retirada; os cree débiles, y viene en pos de vosotros.

¿Y ese enemigo que nunca osó molestaros espera triunfar de vosotros?

Viene a ofreceros en el suelo querido de la Patria la corona de laurel que no pudisteis recoger en vuestra campaña.

Yo me congratulo con la Patria y con vosotros porque siempre hayáis probado al enemigo vuestra moralidad y disciplina cuando pisabais sus territorios y poblaciones, y confío que pronto daréis al mundo exuberantes pruebas de vuestra bravura y decisión en el combate, como hasta aquí lo habéis hecho de vuestra abnegación y constancia.

Cuartel General en el Paso de la Patria, Diciembre 1º de 1865.
(fir.) FRANCISCO S. LÓPEZ.
 
 
 
 
 
PROTESTA DEL PERÚ Y DE SUS ALIADOS DEL PACÍFICO CONTRA LA TRIPLE ALIANZA

LIMA, 9 DE JULIO DE 1866
 
(Traducción de la versión francesa publicada en París,
 
en un folleto el 1o de Octubre de 1886. (N. del A.)).
 
 
Sr. Encargado de Negocios de la República cerca de los Gobiernos de Buenos

Aires, de Montevideo y de Río Janeiro.

El actual gobierno provisorio, a pesar de las graves preocupaciones de que [se] halla rodeado constantemente desde su instalación, ha seguido con gran interés el curso de los sucesos que se desarrollaban en los Estados del Plata, y no ha cesado de hacer los más fervientes votas por la terminación de una lucha que necesariamente ha de ocasionar deplorables males, no sólo a los Estados en ella comprometidos, sino también a toda la América del Sud. El Jefe Supremo se ha abstenido de analizar las causas que han motivado esa lucha, porque sólo los Estados beligerantes pueden ser jueces competentes para juzgar de su justicia y necesidad; pero ha tenido que prestar su atención a los resultados desastrosos que tendría, máxime cuando se hace la guerra en momento en que la parte occidental del continente es víctima de una inicua agresión europea, que en la hipótesis de que ella haya sido coronada de éxito, podía muy bien repetirse sobre sus costas orientales. Le bastó al Jefe Supremo considerar que la guerra se hacía entre Estados Americanos para que desease con la más viva solicitud ver la terminación de ella. Esta solicitud tiene que ser mayor, si se tiene en cuenta la circunstancia de que, hallándose amenazada toda la América por un enemigo común, era de necesidad concentrar las fuerzas de todos sus Estados para sostener en cualquier evento la libertad e independencia que todas reunidas conquistaron hace cuarenta años.
El Gobierno peruano veía con pena que al mismo tiempo que se formaba una alianza ofensiva y defensiva entre las Repúblicas del Pacífico, para rechazar los violentos ataques y las arrogantes pretensiones de España, existiese otra alianza entre naciones americanas del Atlántico para combatir no contra una potencia extranjera, sino contra una nación igualmente americana, ligada a las naciones aliadas por vínculos tan caros y estrechos, que en una época no lejana, ella formaba parte integrante de uno de los mismos Estados con quienes se encuentra actualmente en guerra...
Estas consideraciones, y otras fáciles de imaginar, han decidido al Gobierno peruano a buscar los medios más propios para poner término a la querella entre las aliados y el Paraguay, y se había apresurado, en efecto, a dirigiros, con fecha 20 de Diciembre de 1865, las instrucciones necesarias para ofrecer sus buenos oficios y aún la mediación del Perú. Posteriormente y después de realizada la alianza entre Bolivia, Chile, Ecuador y el Perú, fue celebrada una convención entre el ministro de relaciones exteriores del gobierno chileno y los representantes de Bolivia y del Perú en Santiago, fortalecidos todos tres, con el asentimiento del Gobierno de Quito, para ofrecer de nuevo la mediación colectiva de los cuatro Estados, acuerdo que obtuvo la aprobación de todos los gobiernos.

Pero antes que el Gobierno de Lima supiese el resultado producido por las proposiciones que debían hacerse en las márgenes del Plata a nombre de los cuatro gobiernos, ha tenido conocimiento del texto del tratado de 1º de Mayo de 1865 que hasta últimamente ha permanecido secreto.

No es mi ánimo entrar a estudiar los motivos que hayan podido tener las naciones aliadas contra el Paraguay para guardar secreto dicho pacto; esos motivos sin duda serán muy poderosos, puesto que la revelación de ese secreto ha dado lugar a sucesos que demuestran de una manera palpable que no convenía a las gobiernos aliados que las estipulaciones que ellos habían formulado fuesen conocidas. Si el derecho que cada nación tiene de declarar y hacer la guerra y de concluir pactos de alianza con otras naciones, es indiscutible, no se comprende por qué los Estados Aliados que, de hecho, habían declarado la guerra al Paraguay, y la habían llevado al propio territorio del mismo, y que no ocultan que ellos han procedido así en virtud de una alianza, no se comprende, digo, que hayan tenido el cuidado de conservar secreto el pacto en el que esa alianza había sido formulada, y cuya existencia no era ni podía ser desde entonces desconocida.
Es costumbre guardar silencio sobre las tratados de alianza hasta que llegue la época de ponerlos en ejecución; pero siempre se les han dado a la publicidad cuando comienza la alianza a surtir sus efectos. Sin embargo, en el art. 18 del tratado del 1º de Marzo de 1.865 se ha estipulado expresamente que el tratado quedará secreto hasta que el objeto principal de la alianza se haya obtenido; y como del preámbulo y de otras cláusulas del mismo tratado se deduce que al principal objeto de la alianza es hacer desaparecer el Gobierno del Paraguay, el tratado debía, pues, quedar secreto hasta la conclusión definitiva de la querella, y hasta que el Paraguay, vencido, quedase completamente a la merced de los aliados victoriosos, porque la desaparición del Gobierno del Paraguay implicaría eso y no otra cosa.

De suerte que virtualmente el tratado de alianza debía quedar secreto por el tiempo que dura e el conflicto, sin que las otras naciones y principalmente las de América, conociesen la suerte que estaba reservada al Paraguay si llegase a sucumbir.

Parece que el Gobierno de Gran Bretaña había concebido a ese respecto algunos temores, que los manifestó por conducto de su representante en Montevideo. Para tranquilizarlo, el ministro de relaciones exteriores del Uruguay, dio una copia del tratado al ministro inglés; pero había que suponer que esos mismos temores tenían que despertarse un día entre los otros gobiernos, sobre todo entre los americanos, y era deber de los aliados publicar, no sólo las causas de la guerra, sino las intenciones que los animaban y el objeto que ellos se proponían conseguir, a fin de disipar toda duda y de alejar todo motivo de miedo respecto a la independencia y soberanía de uno de los Estados americanos.

La declaración que hacen los aliados es ciertamente digna de elogio, cuando dicen en la primera parte del art. 8 que ellos se obligan a respetar la independencia, la soberanía y la integridad territorial de la República del Paraguay; pero esa obligación está destruida por otras estipulaciones, tan explícitas como éstas, como lo demostrará un breve análisis de las principales.

En el art. 7, los aliados establecen que la guerra no era contra el pueblo del Paraguay, sino contra su Gobierno. Por más plausible que pudiese ser en teoría, de que uno pueda hacer guerra al gobierno de una nación y no a la nación misma, en el terreno de la práctica, no es tan fácil separar la nación del gobierno que la representa, cuando se trata de una guerra exterior. El derecho de gentes no admite semejante distinción: lejos de ello, considera la nación y el gobierno que la rige como una sola entidad, como un todo inseparable, puesto que considera como hechos al gobierno los males ocasionados, no solamente a la nación en masa sino a uno o a varios de sus súbditos o ciudadanos. Si fuese admitido en toda su latitud el principio establecido en el art. 7 del tratado, la guerra sería en muchos casos difícil, y en algunos imposible. Habría gobierno a quien no podrían alcanzar a dañar las represalias ú hostilidades del enemigo, porque ellas deberían ejercerse primero contra la nación reputada inocente.

Además: por legítimo que pudiese ser el derecho de los aliados para hacer la guerra al Paraguay, ese derecho puede únicamente extenderse hasta obtener una completa victoria e imponer al vencido las condiciones necesarias para reparar las ofensas y los daños causados, y obtener, si se quiere, garantías para el porvenir; pero no es admisible que la alianza tenga por objeto principal derrocar al gobierno paraguayo, porque el derecho de deponer un gobierno, no pertenece sino a la nación misma que lo ha erigido.
Aún admitiendo que, la nación paraguaya tuviese que sufrir los pretendidos errores de su gobierno, mientras ella sostenga a ese gobierno, ninguna potencia extranjera podrá arrogarse la facultad de hacer, a favor de los paraguayos, lo que éstos no hacen por sí mismos. Proceder de otra manera, seria minar los principios del derecho público moderno que son los de todos los Estados Americanos, y establecer una doctrina que, aplicada hoy al Paraguay... pondría a los otros Estados de América a la merced de lo que una o más potencias vecinas o lejanos, quisiesen resolver sobre sus destinos presentes y futuros. ¿Y qué seguridad habría entonces para que una nación pueda conservar su soberanía, su independencia, su integridad territorial, sus instituciones, todos y cada uno de esos elementos que constituyen su autonomía? La existencia de los gobiernos y por consecuencia la de las naciones mismas, en adelante no dependería únicamente y exclusivamente de la voluntad del pueblo, sino de los juicios, de las apreciaciones y quizá de las conveniencias de otros gobiernos y otras naciones. Admitir semejante doctrina, sería renunciar a los principios de la soberanía nacional que son el fundamento de los Estados Americanos; guardar silencio cuando uno ve ponerse en práctica esta doctrina por alguna o algunas de las naciones americanas, sería aceptar para las otras un sistema que tarde o temprano podría aplicárseles con buen derecho.

De la obligación de respetar la independencia, la soberanía y la integridad territorial de la República, los aliados deducen como consecuencia forzosa la facultad que tiene el pueblo paraguayo de elegir su gobierno y de darse las instituciones que le convengan, sin incorporación ni ningún protectorado por consecuencia de la guerra.

Aún cuando en esta estipulación, que es la del art. 8 del tratado, aparece la firme voluntad de los aliados de respetar la soberanía del Paraguay, no es menos evidente que esa soberanía sufre un gran detrimento, toda vez que se pretende imponer al pueblo paraguayo, como condición de la paz, la obligación de elegir un nuevo gobierno, por más conforme que estuviese con el que posee actualmente. Y en cuanto al cambió de instituciones sugerido en el tratado, por más que en apariencia queda sujeta a la voluntad del pueblo paraguayo, no es menos cierto que, en la mente de los aliados, ese cambio es conveniente.

Habiendo estos juzgado que las instituciones del Paraguay, apesar del asentimiento actual del pueblo, no deben subsistir sino que ellas deben ser sustituidas por otras, en cuya formación los aliados pondrían la parte legítima de influencia que les conceda la victoria.

Y que esa sea la mente de los gobiernos aliados, se deduce claramente del art. 9 del tratado, en cuya virtud, los tres gobiernos se comprometen a garantir colectivamente la soberanía e integridad territorial del Paraguay por el período de 5 años. Se comprende que esa garantía se refiere a un país regido por un nuevo gobierno, nombrado por la voluntad de los aliados con arreglo a la estipulación del art. 7, y sumiso a instituciones que se resentirían naturalmente de la influencia de la alianza. . Que uno celebre un tratado de alianza ofensiva y defensiva para hacer la guerra con el objeto de obtener por este medio la reparación de un agravio, nada más justo ni más razonable; pero que la alianza se proponga por objeto principal derrocar un gobierno para reemplazarlo con otro, agregando a este hecho el cambio de instituciones, es dar a la guerra otro carácter; entonces ya no es una guerra para restablecer los derechos desconocidos y para reparar las injurias inferidas, es una guerra pura y simplemente de intervención, en presencia de la cual las otras naciones no pueden permanecer como meras espectadoras, sobre todo cuando esas naciones tienen que velar, no sólo por la conservación de los principios que forman su derecho público, sino por la del equilibrio continental y también por su propia seguridad.

El respeto que los aliados prometen guardar a la soberanía, independencia e integridad territorial del Paraguay, declarando además que este país no se incorporaría a ninguno de los aliados ni se solicitaría su protectorado, se hace de todo punto ilusorio, por el compromiso que ellos han contraído de garantir colectivamente esa soberanía, independencia e integridad territorial por el período de cinco años. Según esto, el Paraguay no estará a la verdad sometido al protectorado de uno de los Estados aliados; pero lo estará al de los tres. La existencia del Paraguay, como nación, dependerá, a lo menos durante cinco años, del compromiso que han contraído los aliados, y no de la voluntad del pueblo paraguayo, que ha querido constituirse y desea ser por siempre estado soberano e independiente. Y si los aliados tenían la facultad de garantir la independencia y soberanía del Paraguay; claro está que tendrían también la facultad de no prestar semejante garantía, y de disponer libremente de la nación. Por más sensible que nos sea decir, semejantes principios no podrán ser jamás aceptados por los otros Estados de América. Una vez vencidos los cinco años y terminada la garantía ¿qué llegará a ser del Paraguay?

Los aliados desligados del compromiso que han contraído, ¿pretenderán alguno de ellos o todos conjuntamente absorber al Paraguay, anexándolo íntegramente, o dividiéndolo en partes más o menos proporcionales que se agregarían a los Estados vecinos? El tratado nada dice ciertamente a este respecto; pero cada una de estas hipótesis, es la consecuencia lógica de la cláusula que establece el triple protectorado, ofreciendo una garantía solidaria sólo por cinco años.

Es de tal modo cierto que el tratado de alianza contiene el pensamiento de la desaparición posible de la nacionalidad paraguaya, al extremo que no se ha contado con ésta para nada en el establecimiento de los futuros límites de demarcación de los territorios respectivos. El tratado no dice que una vez terminada la guerra, las naciones aliadas y el Paraguay procederían de común acuerdo a fijar dichos límites, sino que ellos obligarían al nuevo gobierno a tomar por bases los límites que el tratado establece en su artículo 16.

En presencia de una estipulación tan perentoria, es indiscutible que, si el Gobierno paraguayo hiciese resistencia a esta exigencia, como estaría en su derecho de hacerlo, nacería infaliblemente un nuevo motivo de guerra, y que esta sería reputada más justa y legítima que aquélla que se emprende para derrocar un gobierno e introducir cambios en las instituciones de un país. Y el Paraguay no se vería nunca libre de las pretensiones de los aliados, pues éstos han tenido el cuidado de dar a la alianza, para la actual guerra ofensiva y defensiva, un carácter perpetuo y permanente, por el art. 17 del tratado, en el cual los aliados no se han reservado siquiera el derecho de examinar la justicia o injusticia de las demandas que cada uno de ellos podría formular en el porvenir contra el Paraguay.

Para que no quedara duda sobre lo que la triple alianza se propone hacer del Paraguay, se ha agregado al tratado un Protocolo con cuatro artículos en los cuales, según parece, se ha querido disipar las incertidumbres que podrían nacer de las estipulaciones del tratado. Se ha establecido en estos artículos que, en cumplimiento del tratado de alianza, las fortificaciones de Humaitá serán demolidas, y que no se permitirá que otra ú otras de aquella naturaleza se levanten; que como condición, para garantir la paz con el nuevo gobierno del Paraguay, no se dejaría ni armas ni elementos de guerra y que todos los que posea, serán divididos en partes iguales entre los aliados, etc.

Exigir de una nación que ella demuela sus fortificaciones y no levante otras en adelante; obligarla a que entregue todas sus armas y su material deguerra, para dejarla completamente desarmada, en la imposibilidad de proveerse a su seguridad exterior y a la conservación del orden interior, es una pretensión de que no hay tal vez ejemplo en la historia, y es el más explícito desconocimiento de la soberanía e independencia del Paraguay, que los aliados se comprometieron respetar, y no sólo respetar, sino garantir. Cuando la obra emprendida por los aliados estuviese consumada, ¿dirán los mismos aliados que el Paraguay continua siendo una nación soberana e independiente, dueña exclusiva de sus destinos?

Los aliados no han podido pensar por un momento que el sistema que se proponían adoptar respecto del Paraguay, obtendría la aquiescencia de los otros Estados de América. Hacer del Paraguay una Polonia Americana sería un escándalo que la América no podría presenciar sin cubrirse de vergüenza.

Los sentimientos y las ideas que acabo de exponer, no son únicamente de la nación peruana y de su gobierno; ellos son, estoy seguro, las ideas y los sentimientos de todas las naciones y de todos los gobiernos de América.

Finalmente, puedo afirmar que las reflexiones emitidas en esta Nota reproducen fielmente el pensamiento de las naciones del Pacífico que, para conservar su independencia y soberanía, se han aliado contra España, y desean hacer permanente su alianza, precisamente para garantir y asegurar en el porvenir la independencia y soberanía de todas las naciones de América.
Por eso mismo las Repúblicas de Bolivia, de Chile, del Ecuador y del Perú no pueden consentir a los Estados americanos que hagan lo que no consentirían a las naciones más poderosas del mundo que hiciesen, a menos que fuesen envueltas en la calamidad común y sus esfuerzos no fuesen suficientes para preservarlas de ella.
El gobierno peruano cuenta con el asentimiento de sus aliados, pues ya se le ha manifestado explícitamente por uno de sus respetivos representantes en Lima, a quienes ha dado conocimiento de esta Nota, y en breve, la voz de cada uno de los gobiernos se hará oír directamente en defensa de la soberanía y de la independencia del Paraguay.

Bolivia, Chile, Ecuador y Perú, no dirán una sola palabra, sino en el sentido de la conciliación para cortar la guerra desastrosa que riega hoy con torrentes de sangre humana los campos del Paraguay; pero desde que esa guerra no se limita a reclamar un derecho, a vengar una injuria, a reparar un daño, y que se extienda hasta desconocer la soberanía y la independencia de una nación americana, a establecer sobre ella un protectorado y a disponer de su suerte futura, el Perú y sus aliados no pueden guardar silencio, y el más sagrado e imperioso de los deberes, les impelen a protestar de la manera más solemne contra la guerra que se hace con semejantes tendencias, y contra todos los actos que, en consecuencia de esta guerra, amengüen la soberanía, la independencia e integridad de la Republica del Paraguay.

Para que los gobiernos cerca de quienes V. S. está acreditado, y que son precisamente los que firmaron el tratado de 1º de Mayo de 1865, conozcan el juicio que el gobierno peruano ha formado respecto al tratado y sus tendencias, lo mismo que la protesta que se ha visto en la necesidad de formular contra uno y otros, el Jefe Supremo me ha encargado de ordenar a V.

S. trasmita esta Nota a los gobiernos de Buenos Aires, de Montevideo y de Río Janeiro.

Dios guarde a V. S. (fir.)
 
TORIBIO PACHECO
 
 
 
CARTA DEL GENERAL MELGAREJO AL MARISCAL LÓPEZ

LA PAZ, AGOSTO 30 DE 1866.
 

De mi más alto aprecio:

Acredito ante V. E. como mi enviado particular y del Sr. General Saa, al ciudadano argentino D. Juan Padilla. El mismo Sr. Padilla explicará a V. E. mi adhesión a la justa causa que sostiene la República del Paraguay contra tres naciones aliadas y que no enarbolan otra bandera sino la de conquista y exterminio.

Pero esa acción innoble jamás consentirán las demás naciones americanas.
En efecto, acaban de protestar contra el vandálico avance de conquista, cuatro importantes Repúblicas del Pacífico, como Chile, Perú, Bolivia y Colombia, y puedo asegurar a V. E. que en caso que no llevase a efecto la protesta hecha a la faz del mundo por las referidas naciones, yo con mi ejército iré en ayuda de V. E.

Estoy, pues, esperando noticias de V. E. para acudir presuroso a compartir al lado de V. E. las fatigas del soldado.

Tengo pronta una columna de 12.000 bolivianos, que, unidos a los heroicos paraguayos, harán proezas de valor.

Cualquier comunicación espero recibir de V. E. por conducto del caballero Padilla. Mientras tanto, me es grato ofrecer a V. E. las seguridades de mi aprecio y distinguida consideración.
 
(fir.) MELGAREJO.
 
 
 
 
DOCUMENTOS QUE COMPRUEBAN MÁS O MENOS LA GUARNICIÓN
 
QUE TENÍA LA FORTALEZA DE HUMAITÁ EL 24 DE MAYO DE 1866
 
 
Asunción, Noviembre 9 de 1894.

Señor Capitán de fragata Don Remigio Cabral.

Yaguarón

Distinguido amigo:

Ocupado en escribir algunos apuntes históricos sobre nuestra pasada guerra, me dirijo a Vd. pidiéndole quiera hacerme el servicio de contestarme a la siguiente pregunta:

¿Le consta o ha sabido de qué número más o menos se componía la fuerza que guarnecía Humaitá antes o inmediatamente después de la batalla del 24 de Mayo de 1866?

Con disculpa por la molestia y anticipándole las gracias, me es grato saludarlo atentamente.
Su afmo. amigo y atº S. S.

(fir.) JUAN C. CENTURIÓN

P. S. Agradeceré que su contestación sea al pié de la presente.
 
 
Yaguarón, Noviembre 13 de 1894.

Sr. D. Juan C. Centurión

Mi estimado amigo:
Contestando a la antecedente pregunta que Vd. se ha servido hacerme, debo decirle, aunque no estoy muy cierto, pero supongo que, inmediatamente después del 24 de Mayo habrá existido en Humaitá como un mil y doscientas plazas de guarnición.

Es cuanto tiene que decir a Vd. su atº y S. S.
(fir.) REMIGIO CABRAL
 
(Era 2o. Comandante el Humaitá. (N. del A.)).
 
 
 
 
Asunción, Julio 23 de 1894.

Señor Coronel Don Julián Godoy

Presente

Distinguido compañero y amigo:

Teniendo conocimiento de que Vd. en su carácter da Ayudante del Mariscal López fue enviado a Humaitá, después de la batalla del 24 de Mayo, con la comisión de pasar una inspección a las tropas que guarnecían entonces aquella fortificación, vengo a pedirle quiera decirme de qué número más o menos se componía dicha guarnición en la referida época. Anticipándole las gracias, me es grato ofrecerme como siempre su atº S. S. y amigo

(fir.) JUAN C. CENTURIÓN
 
 
Sr. Coronel Don Juan C. Centurión
Muy Sr. mío y distinguido amigo:
Impuesto de la apreciable de Vd. que precede debo decirle, que tengo presente la comisión que el Mariscal López me dió después de la batalla del 24 de Mayo, para que pasara a Humaitá e hiciera una inspección general, como si fuera una revista a todos los cuerpos que componía la guarnición de aquel punto; y en efecto, lo hice tal cual me había ordenado; más no puedo decirle ni asegurarle el número total de que se componía la guarnición de aquel punto en aquella fecha; pero sí un cálculo aproximativo, pues tuve que estar en todos los cuerpos de las tres armas y recorrer todas las baterías, para poder contar con alguna certeza la fuerza con que se podía contar en caso de necesidad, pronta para los combates, y conforme le tengo dicho más arriba para mi cálculo no podía pasar de dos mil a dos mil y quinientos hombres, poco más o menos, inclusos los convalecientes, sin contar la porción de heridos que había.

Es cuanto al respecto puedo decirle.

Sin más, soy de Ud. invariable amigo y compañero.
(fir.) LUIS N. GODOY.
 
(En la época era ayudante de campo del Mariscal López. (N. del A.))
 
 
 
Asunción, Enero 12 de 1895.

Sr. Comandante Don Justo Pastor Cándia

Presente

Distinguido amigo:

Ocupado en escribir algunos apuntes históricos sobre nuestra pasada guerra, me dirijo a Vd. pidiéndole quiera hacerme el servicio de contestarme al pié a la siguiente pregunta: ¿Le consta o ha sabido de qué numero más o menos se componía la fuerza que guarnecía Humaitá antes o inmediatamente después de la batalla del 24 de Mayo de 1866?

Con gracias anticipadas y pidiendo disculpa por la molestia, lo saluda con

su particular aprecio,

Su atº S. S. y amigo

(fir.) JUAN C. CENTURIÓN
 
 

Sr. Coronel Don Juan C. Centurión
Estimado amigo:

En contestación a la pregunta que Vd. me hace, cúmpleme decirle que efectivamente en la época a que se refiere Vd. me encontraba en Humaitá prestando servicio en mi profesión de médico cirujano, y la guarnición que tenía entonces aquella, más o menos sería de unos 2.000 hombres de infantería y artillería.

Dejando así contestada su atenta carta, me es grato saludarlo con aprecio.

Su atº y amigo

(fir.) PASTOR CANDIA

fcha ut supra.

 
 
 
 
ACTA CELEBRADA ENTRE LOS GENERALES DE LA ALIANZA,

CON MOTIVO DEL CONSEJO DE GUERRA EN QUE SE RESOLVIÓ

EL ASALTO DE CURUYAYTY, ASÍ COMO OTRAS OPERACIONES AL MISMO TIEMPO REUNIDOS

LOS SEÑORES GENERALES DEL EJÉRCITO ALIADO QUE SUSCRIBEN, A SABER:

 
General en Jefe del Ejército Aliado Bartolomé Mitre; General en Jefe del Ejército de Vanguardia, Venancio Flores y General en Jefe del primer cuerpo del Ejército brasilero Polidoro da F. Q. Jordao, y constituidos en junta de guerra, este último expuso: Que en virtud del encargo de los demás Generales y en representación de ellos, había pasado hasta Curuzú para conferenciar con el señor Barón de Porto Alegre, General en Jefe del segundo cuerpo del Ejército brasilero, y con el Sr. Almirante Tamandaré, a fin de continuar operaciones llevando adelante el ataque de Curupayty anteriormente acordado y resuelto en las juntas de Guerra que tuvieron lugar en los días 18 y 28 del mes ppdo., y que en consecuencia de ello, el Sr. Barón de Porto Alegre había formulado su opinión por escrito en los términos siguientes: “Curuzú Banadaro General em 5 Setembro 12 h. 30 m. O Sr. Baráo de Porto Alegre é de opiñao (ñao esige) que se deve fazer pela extrema directa da línha dos aliados um movimento de cavallería com a maior forza posivel, com a intenção de sustentarse caso seja preciso ou de penetrar até Curuzú a fazer junção, havendo comunicação previa da certeza é fará d.este movimento com au devidas cautelas, sendo este movimento de cavallería acompanhado por um movimento geral em tuda a linha para poderse successivamente tomar Curupayty e Humaitá. Nesse caso o Barão fará una demostração contra Curupayty ou irá alem da demostração, si as circunstancias o aconsellarem”.
 
Impuestos de esta comunicación, se concretó la discusión, a los dos puntos siguientes:

1º Cooperación por parte de las fuerzas del Ejército aliado que se hallan al frente de las líneas de Rojas para concurrir al ataque de Curupayty, tomando en consideración la opinión del Sr. Barón de Porto Alegre.

2º Posibilidad, conveniencia y necesidad de dar mayor ensanche a las operaciones militares para estrechar y vencer al enemigo en el menor espacio posible de tiempo y del modo más completo, obrando en combinación con la escuadra.

 
Discutidos detenidamente estos dos puntos capitales, los tres Generales aliados convinieron unánimemente en lo siguiente:
1º Que por lo que respecta a lo propuesto por el Sr. Barón de Porto Alegre, no hay inconveniente alguno en hacer con la caballería aliada el movimiento que él indica, no sólo por la izquierda del enemigo, sino penetrando hasta su retaguardia por ese flanco según fuese posible, y no únicamente para sustentarse, sino para dominar la campaña por esa parte y batir la caballería enemiga si se presentare, y aún buscándola si permaneciese fuera de sus líneas fortificadas.

En cuanto a la junción de que habla el señor Barón, no la creen posible ni conveniente por ahora, sino en el caso de un ataque combinado de las tres fuerzas sobre las líneas de Rojas, operando a la vez por el frente y por la retaguardia de ellas.

Por lo que respecta al movimiento general en toda la línea, desde que éste no pueda ser por ahora un ataque parcial o general sobre la línea enemiga, se comprende que debe limitarse a una demostración o a una diversión, o un reconocimiento, pues no es conveniente comprometer dos ataques divergentes.

2º Por lo que respecta a dar mayor ensanche a las operaciones aprovechando las ventajas adquiridas por el segundo Cuerpo del Ejército Imperial, a la vez que la concurrencia de la Escuadra y los elementos de movilidad que hemos reunido para nuestra caballería, consideran que podrá hacerse lo siguiente:

 
1º Formar un ejército de operaciones sobre la base del segundo cuerpo del Ejército Imperial elevándolo hasta el duplo de fuerza con nuevas tropas de los ejércitos aliados, es decir, de 18 a 20 mil hombres, trasladándose allí el General en Jefe si fuese conveniente.

2º Desprender oportunamente la caballería por nuestra derecha, llevándola por la retaguardia del enemigo hasta donde fuese posible a las órdenes del Sr. General Flores, con el objeto de cooperar a las operaciones del Ejército expedicionario por la parte del Paraguay.

3º Con el nuevo ejército así formado sobre la costa del Paraguay, atacar Curupayty en combinación con la escuadra y amagar al ejército enemigo por la retaguardia, interceptando el camino de Humaitá a efecto de provocarlo a una batalla tomando por la espalda para lo cual deberá llevar todos los elementos, obrando según queda dicho en combinación con la caballería destacada.

4º Mantener mientras tanto a la defensiva el campo atrincherado de los aliados, frente a las líneas del enemigo, para lo cual pueden quedar con el Sr. Mariscal Polidoro de 18 a 20 mil hombres; que en un caso dado y oportunamente previsto, puedan concurrir a operar por la derecha a por el frente de las líneas fortificadas del enemigo.

En consecuencia de todo esto, los expresados Generales acordaron que el Sr. General en Jefe se trasladará personalmente hasta Curuzú para conferenciar con el Sr. Barón de Porto Alegre y Sr. Almirante Tamandaré a efecto de resolver definitivamente sobre el particular. Y habiéndose efectuado así en el día de ayer 7 de Septiembre, y reunidos nuevamente en el día de hoy 8 de Septiembre, el Sr. General en Jefe manifestó que había conferenciado con los referidos Generales, y que después de exponerles verbalmente lo ocurrido y leerles la opinión de la Junta formulada en los términos anteriores sobre los puntos capitales que ella comprende, tanto el Sr. Almirante Tamandaré como el Sr. Barón de Porto Alegre, habían aprobado el plan acordado para dar mayor ensanche a las operaciones, aceptándolo con empeño. Manifestó, además, que se había tratado de lo que mejor convendría hacer para atacar por la retaguardia las líneas y Ejército del enemigo, poniéndose en el caso de atacar previamente a Curuyayty o de prescindir de esta posición dejándola a la izquierda para marchar desde luego, y que prevaleció la opinión de que la ocupación de Curupayty era una ocupación previa e indispensable y muy importante, tanto para el desarrollo completo del plan acordado, como para proseguir sucesivamente las ventajas que nos ofrece la posición del enemigo.

Manifestó igualmente que el Sr. Almirante Tamandaré había ofrecido la más eficaz cooperación de la Escuadra para concurrir al ataque de Curupayty, para lo cual declaró tenía elementos suficientes, comprometiéndose en tal caso a obrar sobre esa posición desde el río, batiendo a tiro de metralla sus fortificaciones e inutilizando por este medio su artillería para facilitar el asalto con la menor efusión posible de sangre por parte de las tropas expedicionarias; las que una vez dueñas de Curuyayty le permitirían seguir inmediatamente hasta Humaitá, mientras esas tropas obraban sobre la espalda del enemigo según queda ya explicado. Por último expuso que el Sr. Barón de Porto Alegre le había manifestado que la cooperación que creía necesitar por parte de las fuerzas aliadas situadas en este punto, era un ataque general sobre las líneas fortificadas del enemigo para evitar que sus reservas acudiesen a Curupayty mientras él se empeñase en su ataque, pero que habiéndose hecho cargo de los motivos de los Generales Aliados para no poder hacer esto por el momento, había declarado que no era esa una condición indispensable para el ataque de Curupayty, sino una mera opinión fundada en la mayor conveniencia, pues de todos modos estaba dispuesto a ejercer lo que más conviniese al honor de las armas aliadas, con lo cual había quedado de perfecto acuerdo, esperando tan solo el aviso oportuno para mover los transportes y tomar todas las medidas necesarias al logro de la expedición.

 
Impuestos de todo, los Generales Aliados resolvieron definitivamente, como complemento de lo acordado anteriormente y del acuerdo subsiguiente con el Sr. Barón de Porto Alegre y Almirante Tamandaré, lo siguiente:
 
1º Que el General en Jefe del Ejército Aliado con nueve mil hombres de infantería y doce piezas de Artillería del Ejército Argentino, se trasladase a Curuzú para formar la columna expedicionaria por esa parte, abriendo operaciones según lo convenido, dándose un plazo de tres días para su ejecución.

2º Que el resto del Ejército quedase en este campo a órdenes del Sr. General Flores, hasta tanto que éste se moviese con la caballería en la oportunidad ya indicada, en cuyo caso el Sr. Mariscal Polidoro quedaría a cargo del Ejército.

Y así acordado lo firman en el campamento General de Tuyuty a ocho de Septiembre de mil ochocientos sesenta y seis.
 

(firmado) BARTOLOMÉ MITRE

VENANCIO FLORES.

POLIDORO DA F. Q. JORDÃO.
 
(Del Semanario Militar .El Ejército Uruguayo. Nº 42º (Montevideo) (N. del A.)).
 
 

 

 

 

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