BATALLA DE YTORÕRÕ Y AVAY.
AUTOR: JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN
Desembarco del enemigo en San Antonio.- Batalla de Ytorõrõ-. Operaciones de la escuadra brasilera.- Sus averías.. El Barón del Pasaje procede a un reconocimiento prolijo desde San Antonio hasta la Asunción.- Bombardeo por 2ª vez a esta ciudad.- Batalla de Avay.- Las espuelas y poncho de Caballero.- Fuerza que tomó parte en la batalla.- Nuestras pérdidas y las del enemigo.- Abusos con las mujeres.
En los primeros días de diciembre, el ejército brasilero, fuerte de veinte y tantos mil hombres, pasó al Chaco, y siguiendo por el gran camino que habían abierto, la infantería y artillería, y la caballería por una picada que recorría la orilla del arroyo Araguay, marcharon hasta llegar frente a San Antonio, donde se encontraban fondeados los encorazados brasileros.
En la madrugada del 5 de diciembre de 1868, se embarcaron las fuerzas brasileras, que componían un cuerpo de 8.000 hombres de las tres armas, en todos los buques de la escuadra, y desembarcándose en la orilla opuesta, tomaron posesión de la aldea de San Antonio con idea de resistir a cualquier fuerza paraguaya que apareciese ahí, y dar lugar al desembarco de las restantes fuerzas del ejército.
Al anochecer ya tenían reunidas en nuestro territorio una fuerza de 18 mil hombres de las tres armas.
El marqués de Caxías, sin pérdida de tiempo, ordenó que se hiciera un reconocimiento prolijo sobre el camino que partía de San Antonio y seguía a Villeta. La orden fue ejecutada por el Coronel Niederauer, quien llevó la descubierta hasta más allá del puente de Ytorõrõ, no habiendo encontrado sino uno que otro piquete nuestro, que se retiraron a la aproximación del enemigo.
El puente de Ytorõrõ era un desfiladero obligado por donde necesariamente tenía que pasar el ejército invasor para llevar adelante sus operaciones contra el campamento nuestro. De modo que constituía un punto en el camino, cuya posesión se imponía para continuar la marcha, so pena de exponer al ejército a grandes pérdidas, como sucedió, o a un posible descalabro, como pudiera haber sucedido, si hubiese tenido que verse con una fuerza más considerable.
Sin embargo, el marqués de Caxías, que disponía de suficiente tiempo (todo el día y la noche del 5) cometió el error inexcusable de no ocuparlo, lo cual era inconcebible en un militar de tanta experiencia práctica, en quien no cabe la suposición de que haya ignorado la importancia de aquella posición bajo el punto de vista militar.
Desde que el Mariscal tuvo conocimiento del desembarco del enemigo en San Antonio, y no en Villeta cual lo había esperado él, la destrucción del puente de Ytorõrõ, llegaba a ser una operación de rigurosa regla militar. Esa falta, sin embargo, poco o nada ha influido para empeorar nuestra situación, en razón de que no ofrecía ninguna dificultad echar un puente sobre el Ytorõrõ, que es un arroyo profundo y estrecho, y nunca puede ser comparable, por su gravedad, con la cometida por Caxías, en no haberlo tomado con anticipación.
En la noche del 5, a eso de las 10, el Mariscal despachó al General Caballero a la cabeza de 3500 hombres, llevando de segundo al Comandante Valois Rivarola. Más tarde, y ya al final del combate de que vamos a hablar, llegó el Comandante Serrano, llevando de segundo al Coronel Luis González (Si bien ese jefe era de mayor graduación, fue de 2º, porque andaba de capa caída, por disgustos que le acarreó faltas en el servicio. ¡Cosas del Mariscal. (N. del E.)), con una fuerza de 1500 infantes. El jefe que mandaba la artillería era el
Mayor Moreno.
El arroyo Ytorõrõ corre de Este a Oeste, de modo que las extremidades del puente se encontraban al Norte y al Sur. La parte Norte del puente es una colina, o pequeña elevación que forma un recodo antes de llegar al arroyo, terminando en una pendiente rápida que corre hasta el paso.
En la parte Sur del puente donde se situaron las fuerzas paraguayas, el terreno es algo elevado, formando una extensa abra, rodeada por una espesa selva. El interior de esta abra está poblado de algunas pequeñas islas, una de las cuales defendía el paso, y más allá hacia Villeta había un bañado.
El enemigo inició su movimiento de avance de San Antonio hacia Villeta a la madrugada del día 6, llevando de vanguardia una fuerza de caballería, infantería y artillería al mando del bizarro Coronel Fernando Machado.
El 1er. Cuerpo iba al mando del brigadier Bettencourt; el 2º del mariscal Argollo y el 3º del mariscal Osorio.
Este último recibió orden para ejecutar una maniobra envolvente sobre la derecha de la fuerza de Caballero, en cuya virtud, Osorio abandonó el camino que llevaban el 1º y 2º cuerpo, y tomó el que va a Ypané, marchando a lo largo del Ytorõrõ con el propósito de despuntarlos y llegar a retaguardia de
Caballero. Pero el paraguayo Higinio Céspedes, que le servía de baqueano, perdió el tino, y en su consecuencia aquella operación no pudo ejecutarse a su debido tiempo.
El marqués de Caxías continuaba su avance con el 1º y 2º cuerpo con dirección al puente, y antes de haberse alejado mucho del punto de partida, recibió aviso de la vanguardia de que aquel desfiladero se encontraba en poder de los paraguayos. El marqués, sin embargo, no se detuvo con este motivo, y siguió avanzando resuelto a atacar y a tomar el puente, llegando a él a las 6 de la mañana.
En seguida dispuso su columna de ataque y mandó colocar su artillería en las alturas en línea semicircular, de manera a dominar la posición.
La vanguardia se entretuvo tiroteando con los nuestros por algún tiempo, sin duda para dar lugar a que Osorio llegase a retaguardia de Caballero para iniciar el ataque.
El General Caballero, así que llegó a Ytorõrõ y se apercibió de la aproximación del ejército brasilero en columna de ataque, formó su línea de batalla dividiendo su columna en dos: colocó a la derecha una parte de su infantería (dos batallones) sobre el arroyo Ytorõrõ, de manera que sus fuegos tomasen por el flanco a toda fuerza enemiga que pasase el puente; más atrás, después de un lugar espacioso, otros dos batallones en idéntica formación, pero enfrentando al puente. En dicho espacio y en el intervalo había 4 o 5 piezas de artillería.
Por la izquierda de estas fuerzas pasaba el camino real que conduce a Villeta, y a cada costado del mismo fueron colocadas cuatro piezas que tomaban el puente oblicuamente.
El ala izquierda constituían 4 regimientos de caballería formados por escuadrones, que se situaron en un espacio abierto; - invisible al adversario como las demás fuerzas, porque estaban abrigadas por la selva que rodeaba el abra. De manera que no se presentaba a la vista del enemigo sino una pequeña fuerza que servía, por decirlo así, de carnada para aguzar el apetito del enemigo.
La línea de batalla así dispuesta, presentaba una figura cóncava, convergente hacia el puente.
El marqués de Caxías, viendo que sus pérdidas en heridos y muertos aumentaban rápidamente en el tiroteo de la vanguardia con los nuestros que, a más de la fusilería que por momentos arreciaba, arrojaban también sobre ella metrallas, y juzgando que tal vez el movimiento envolvente de Osorio estaría próximo a realizarse, impaciente ya por tanta demora, pues eran las ocho, ordenó al Coronel Machado que atacase y tomase el puente.
Este lanzó el batallón 1º, uno de los 4 que formaban su brigada, sobre el puente, conducido por el Comandante Valporto; pero es recibido por un fuego horroroso de fusilaría y metralla, que produjo el efecto de detener su avance, y a pesar de los esfuerzos de sus oficiales, retrocedió en una tremenda confusión.
En tan crítica situación, Machado, indignado por el vergonzoso movimiento retrógrado, se lanza al frente del 1º, los apostrofa y lo conduce nuevamente al puente, donde cae muerto, víctima de su arrojo e intrepidez. Su segundo, el mayor Moraes Rego, lo reemplaza, quien, tomando la bandera, marcha adelante y consigue traspasar el puente, apoderándose de dos de las piezas nuestras que barrían aquel estrecho desfiladero. En vista de esto, los otros batallones de la brigada avanzaron y penetraron en nuestra posición para sostener al 1º en su aparente conquista. Pero no pudieron adelantar un paso por el fuego tremendo de metralla en cooperación de la nutrida fusilería de los infantes, que hacían destrozo en los batallones de ataque, alcanzando también a los que aparecían avanzando más allá del puente, en número de 8 o 10 batallones.
En esta circunstancia, el Comandante Rivarola cae con sus escuadrones sobre los batallones brasileros. Algunos de éstos formaron cuadro, pero no pudieron resistir el empuje de la carga de nuestra caballería que a sable y a punta de lanza, mata, hiere, destruye y desorganiza toda la fuerza adversa, arrojándola por delante en el más espantoso desorden hasta el otro lado del puente. Al arrojarse desesperados en confuso tropel sobre el puente, muchos de ellos cayeron al agua que corría en el fondo de la profunda zanja de Ytorõrõ.
Los batallones brasileros se reorganizan y reforzados con 5 o 6 más, reaccionan y vuelven a pasar el puente con ímpetu. Pero fueron nuevamente cargados, y convulsionados retroceden y repasan el puente, fusilados y acuchillados por la espalda. (Garmendia, campaña de Pykysyry, y relato de varios jefes paraguayos. (N. del A.))
Después de estos rechazos repetidos, recibe orden el General Gurgeao (Este General al entrar en combate con permiso de él, le acompañó un sargento y cuando cayó gravemente herido, éste lo sacó, llevándolo fuera del alcance de las balas. Murió en Humaitá de resultas de las heridas, legando en su testamento 2000 pesos oro al Sargento que le salvó esa vez. (N. del A.)) para que con una división del 2º cuerpo cargase. Así lo hizo; pero cayó herido sobre el puente.
Lo reemplaza Argollo, que tuvo la misma suerte, sin haber podido tampoco adelantar un paso.
El combate, sin embargo, seguía cada vez más encarnizado: el sable, la bayoneta y los cañones funcionaban con una actividad espantosa. Las armas de fuego conmovían la atmósfera con sus ruidosos estampidos, el suelo estaba cubierto de cadáveres y heridos revolcándose estos últimos en arenas y fangos, ¡dando gritos lastimosos de dolor y de desesperación! Y tal era el ardor de la lucha, que no daba tiempo para retirarlos del campo, de modo que eran pisoteados por la caballería, que avanzaba y retrocedía matando y muriendo, cayéndose sobre ellos, muertos o heridos, caballos y jinetes, en caótica y sangrienta confusión.
Aquel cuadro era indescriptible. Los hombres convertidos en fieras, en cuyas facciones se pintaba la rabia de que estaban animados, ávidos de sangre y lanzando un alarido ensordecedor, se batían con un encarnizamiento atroz, cubiertos de sangre que brotaba de las heridas a chorro, de polvo mezclado de pólvora y empapados en sudor bajo los rayos de un sol canicular.
Los brasileros, en este obstinado combate, avanzaron y retrocedieron tres veces, y los paraguayos avanzaron y retrocedieron otras tantas veces, pero quedando siempre dueños del campo y del puente.
En esta circunstancia, Caxías, visiblemente inquieto al ver que habían transcurrido 4 horas de combate en que sus gruesos batallones han sido constantemente rechazados, y que Osorio, de cuya cooperación dependía el éxito, no hacía su aparición a la derecha de la columna de Caballero, se decide a tentar un esfuerzo supremo a fin de concluir y salir de una vez de aquella ansiedad mortificante. Desvanecida la esperanza en el movimiento envolvente de Osorio, no le quedaba otra para decidir el éxito que el empuje de las espesas masas de las divisiones del 1º y 2º cuerpo, ya que la vanguardia ha sido impotente para alcanzar el resultado que se proponía.
Con tal motivo, ordena al General Bettencourt que con 12 batallones del primer cuerpo que servía de reserva, atacase y tomase el puente a toda costa. Bettencourt, a la cabeza de su columna, se arroja sobre el puente, pero los estragos en sus filas causados por una terrible descarga a metralla de la artillería de Moreno, le obligaron a detenerse en su avance. Los batallones empezaban a vacilar y retorcerse, cundiendo en ellos el desorden. Entonces el marqués de Caxías, impulsado por un sentimiento de indignación y arrebatado de un ardor de soldado, descendió de la colina desde donde había estado observando el combate, y desenvainando la espada y al grito de vivas al Emperador y al Brasil, se lanza en medio del puente, invitando a sus tropas que le sigan. Su caballo cae muerto y varios de los que le acompañaban; pero aquéllas, entusiasmadas por ese acto de heroica intrepidez, pasan el terrible desfiladero, repelen a los nuestros y se apoderan de 6 piezas de nuestra artillería.
En seguida Caballero, avisado de la aproximación de la columna de Osorio, y cansadas ya, por otra parte, sus tropas de tanto pelear, aun cuando existía todavía bastante entusiasmo para continuar la resistencia, ordenó la retirada con las 6 piezas restantes.
El enemigo no se animó a emprender la persecución de Caballero, o en todo caso, la hizo hasta muy corta distancia, lo cual hacía suponer que el triunfo que acaba de obtener, lo dejaba postrado de fatiga.
Los nuestros tuvieron 1200 hombres fuera de combate y la pérdida de las 6 piezas ya mencionadas; y los brasileros tuvieron una baja de más de 3000, contándose entre los muertos y heridos muchos jefes importantes. (Los generales Gurgeao y Argollo, heridos; y muertos, los coroneles Machado, Acevedo, Guedes, Silva y otros de menor graduación. (N. del A.))
Los batallones de infantería que tomaron parte en la batalla de Ytorõrõ fueron los siguientes: el 2º, comandante capitán Vargas, que ascendió despuésa sargento mayor; el 36, comandante capitán Gorgoño Rojas; el 37,comandante capitán Pedro V. López; el 40, comandante teniente coronelDuarte; el 3, comandante... y el 20, comandante mayor Oviedo. Todos ellos seportaron bien; pero sobre todo el 40, el 36 y el 37, cuyos jefes y tropa hicieronprodigios de valor e intrepidez.
Los regimientos de caballería fueron los siguientes: el 6, comandante mayor Carmelo Gómez; el 9, comandante capitán Anselmo Cañete; el 12, comandante capitán Pablo Aguilar; el 19, comandante mayor Zoilo González; y el 30, comandante mayor Manuel Espíndola.
Estos regimientos no tenían arriba de 350 plazas cada uno en esa época.
El comportamiento heroico del soldado paraguayo en Ytorõrõ ha legado a los que sobreviven un recuerdo imperecedero. La retirada de la columna paraguaya fue lo más honrosa; ella no fue impuesta por la imposibilidad material de continuar la resistencia, sino para escaparse del golpe de una combinación estratégica que hubiera sido funesta.
Mientras el marqués de Caxías llevaba adelante sus operaciones contra nuestra posición de Pykysyry, la escuadra brasilera no cesaba de visitar y bombardear casi todos los días a Angostura. Pero su movimiento dejaba conocer el gran recelo que tenían los encorazados de las baterías de aquel punto. Solían subir hasta colocarse más arriba de Itapirú, y abrigándose atrás de la punta del Chaco enfrente de Angostura, bombardeaban a ésta sin ningún resultado, mientras que nuestros artilleros, con la precisión con que habían calculado la distancia en que se encontraba aquel punto, casi siempre lograban sus tiros a dar al blanco, causando a los buques serias averías.
El 26 de diciembre, 1868, forzaron el paso de Angostura los encorazados Brasil, Cabral y Piauhy. Los tiros certeros de nuestra fortaleza mataron en el primero al práctico Juan B. Pozzo e hirieron gravemente al capitán de fragata Salgado. En el Cabral fue muerto el teniente 1º Velho Junior. Los buques, por supuesto, sufrieron averías considerables: una de a 150 agujereó la coraza y la madera del Brasil; otra abrió la chapa de popa de la casamata, y una tercera hizo pedazos el mástil de proa, destruyendo casi todas las obras de madera del Cabral. El Piauhy perdió un pedazo del bauprés, destruyéndole a la vez el revestimiento que sirve de protección a la torre. (Véase al Vizconde de Ouro-Preto, obra citada. (N. del A.))
El 17 de noviembre salió el Barón del Pasaje (Delfín de Carvalho) de la Villeta con los encorazados Bahía y Tamandaré y los monitores Alagoas y Río Grande do Sul, y se dirigió aguas arriba, llevando instrucciones de hacer un prolijo reconocimiento sobre los puntos intermediarios hasta la capital.
Llegado a ésta, fue saludado con unos cuantos tiros, y en contestación el Barón del Pasaje tiró sobre la ciudad algunas bombas, dirigiendo su puntería principalmente sobre el Arsenal, la Aduana, y otros edificios públicos. El Pirabebé, que se encontraba en esos momentos en el puerto, se retiró aguas arriba hasta ponerse fuera del alcance de los cañones de las corazas.
Después de la batalla de Ytorõrõ, el ejército brasilero fue a acamparse en el puerto de Ypané, y el general Caballero con el resto de su fuerza al borde del potrero Baldovinos, al pie de una gran lomada o colina. Cuando vio que el ejército enemigo se preparaba para dar un ataque, entonces Caballero encontró conveniente abandonar aquella posición, y fue a ocupar un nuevo puesto a la margen izquierda del arroyo Abay, en actitud de defender el puente que tenía aquel arroyo. Allí fue reforzado por un regimiento de caballería y un batallón de infantería que habían sido destacados a Villeta para hacer frente al enemigo en caso que se hubiese desembarcado en esa aldea, como tuvo la intención al principio.
El arroyo Abay, en el punto ocupado por Caballero, corre por un valle formado por dos extensas colinas, - la una en su margen derecha y la otra en la de la izquierda.
Sobre la altura de este costado, Caballero acampó su ejército en forma semicircular, guardando más o menos la misma disposición que en Ytorõrõ.
Estando allí, y próximo ya el día de la batalla, el Mariscal pidió parecer a Caballero y Rivarola sobre la posición que ocupaban; es decir, si reunía condiciones ventajosas para una defensa, y si el arroyo Abay era o no accesible para el enemigo.
Previa consulta con los jefes de cuerpo, a cuyo efecto los había reunido, Caballero le contestó: - “Que el enemigo, a juzgar por sus movimientos, estaba dispuesto a atacar; que la posición no era buena, y que el arroyo Abay era accesible por donde quiera. Que a esta razón, eran de parecer hacer una retirada para constituir con la fuerza de su mando la vanguardia de Lomas Valentinas.”
El Mariscal, con quien en esos momentos se encontraba Serrano, recién ascendido a coronel en recompensa de su buen comportamiento en Ytorõrõ, dando oído a la opinión contraria que este jefe le manifestara, le mandó decir a Caballero y Rivarola: “Que si ellos no se animaban a hacer frente al enemigo en esa posición, tenía otros jefes que harían sus veces”.
Caballero, viendo que su parecer había sido mal interpretado, por el Mariscal, le contestó a nombre suyo y el de sus compañeros:
“V. E. nos ha pedido nuestro parecer, y creemos haber cumplido con nuestro deber en dárselo, con toda lealtad y franqueza. Pero que aparte de eso, él y sus compañeros se consideraban muy capaces de hacer la defensa, hasta sucumbir todos o conseguir el triunfo, y que de ninguna manera podrían consentir que se les tenga en menos que a otros en valor y patriotismo”.
El Mariscal, sin duda, quedó satisfecho con esta contestación, que revelaba decisión y firmeza, porque no hizo ninguna innovación en el mando de aquella columna. Serrano vino a incorporarse a Caballero momentos antes del combate como primer Jefe de la fuerza de infantería, siendo su segundo el Coronel Luis González.
A su llegada, Rivarola, ligeramente resentido con Serrano, en la persuasión de que fuera éste quien hubiese influido en el ánimo del Mariscal para no haber aceptado el parecer de ellos, le dijo: - “¡Hola, amigo! Creo que pronto va a tener ocasión de inaugurar sus nuevos galones. El enemigo empieza a moverse aprestándose al combate, y debe tenerse en cuenta que esos negros no nos van a venir con paños tibios; así, es preciso tenerlas todas consigo!... (Ejopýque nderevikua galón pyahu tuja!) (Relato del General Caballero. Hemos consignado entre paréntesis en guaraní la verdadera expresión de que Rivarola hizo uso por ser muy expresiva y difícil de traducir al castellano su verdadera y genuina significación. (N. del A.)) Serrano contestó con una sonrisa.
El 11 de diciembre por la mañana temprano, levantó el campamento el ejército brasilero y se puso en marcha y recorriendo la parte Oeste de una laguna, se dirigió el paso del Abay a atacar a la columna paraguaya allí acampada.
La vanguardia a las órdenes del General Osorio, el centro a las de los generales Bettencourt y Luis Mena Barreto, y la retaguardia a las del Barón del Triunfo (Andrade Neves) y el general Manuel Mena Barreto.
En mitad del camino, cerca de un punto denominado Paso Malo, la división de caballería mandada por estos últimos, se separó de la dirección que llevaba la marcha y tomó rumbo hacia Villeta disfrazando así, en lo posible, su verdadero objeto que era cortar la retaguardia de Caballero y a la vez envolver su costado izquierdo. En cuanto el grueso del ejército llegó al paso, colocaron en seguida su artillería sobre la colina que queda enfrente a dicho punto e iniciaron un recio bombardeo, como preludio de la reñida batalla a que iba a darse comienzo.
Para desgracia nuestra, en aquel momento se desató un terrible temporal de truenos y lluvia, cayendo el agua a torrentes. Esta circunstancia no perjudicaba en nada al adversario armado de fusil de precisión, y favorecía notablemente sus movimientos estratégicos; mientras que los nuestros, armados de fusiles viejos de chispa, en su mayor parte quedaron sin poder hacer uso de sus armas - sin decir nada de la inmensa desigualdad numérica que existía - cuatro contra uno!...
A las 10 a. m. el marqués de Caxías lanzó 22.000 hombres (Garmendia. (N. del A.)) sobre la diminuta columna paraguaya.
El General Osorio que había tomado posición frente al paso, inició el combate con las fuerzas del 3º cuerpo, atacando el puente con la división Cámara y tres batallones.
Fueron recibidos por una horrorosa descarga de fusilería y de artillería, dejándolos hechos pedazos, y como siempre, se vieron obligados a dar vuelta en un desorden espantoso. Osorio, desesperado por tan triste espectáculo, pidió refuerzos, y Caxías en el acto se los mandó. Con esta fuerza de refresco, dos batallones avanzaron subiendo a una loma; pero el mayor Bernal a la cabeza del Regimiento 8, llevó una intrépida carga de caballería sobre ellos; los convulsiona y los compele a sable y lanza a volver las espaldas en una gran confusión, atropellando los unos a los otros, y cebándose en ellos los paraguayos en todo el trayecto hasta más allá del puente.
Osorio desplegó los mayores esfuerzos, valiéndose hasta de palabras de cariño y suplicatorias para detener aquella gente que iba en completo desbande, y gracias a la gran influencia que ejercía en ellos y al justo renombre de bravo y valiente de que gozaba entre ellos, pudo conseguir, y cuando reorganizados los cuerpos, volvieron al ataque, un soldado paraguayo de un balazo le rompió el maxilar izquierdo, retirándose en seguida del combate.
Entonces Caxías, antes que decayera el espíritu de las tropas con la retirada de tan esforzado y prestigioso jefe, avanzó con todas las fuerzas del 2º cuerpo y de la artillería, llevando como reserva las de Bettencourt del 1º Cuerpo.
Este movimiento coincidió con la aproximación por la izquierda y retaguardia de Caballero de la división de Caballería del Barón del Triunfo y de Manuel Mena Barreto.
Los nuestros viéndose rodeados por todos lados formaron un gran cuadro, que iba disminuyéndose a medida que iban muriendo. Todos se batieron, como bien dice Thompson, ¡como leones! ¡Pelearon sufriendo repetidos asaltos durante cuatro horas! Aquel cuadro representaba la idea de un gran panteón de seres humanos, dentro del cual iban cayendo hasta que no quedó casi ni uno! El general Caballero, viendo rotas sus líneas por la caballería enemiga, acompañado de su ayudante el alférez Páez y el coronel Valois Rivarola, herido de una bala que le atravesó el cuello, abrió paso por entre las filas del enemigo; fue reconocido y perseguido estrechamente, pero les tiró las espuelas de plata y el poncho, y mientras corrían los soldados a recoger las prendas, pudo escaparse. Saltando el caballo de Páez sobre unos tembladerales que por allí abundan, se le corrió la cincha a la verija. Entonces Paéz desnudó su cuchillo, y, agachándose, sin disminuir la velocidad que llevaba lo introdujo entre el cuerpo del animal y la cincha, y de un golpe, cortó ésta, cayendo al suelo toda la montura, salvándose él en pelo! (Las espuelas y ponchos de Caballero fueron presentados al marqués de Caxías con el parte de que aquél había muerto. El marqués, víctima de un entusiasmo loco por la victoria, creyó a puño cerrado, cuanto se le refería, y con fecha 13 de diciembre de 1868, dirigió una carta al Ministro de la Guerra del Brasil, Barón de Muritiba, consignando en ella el siguiente párrafo relativo a la batalla de Abay: . El General Caballero que mandaba la acción, cayó muerto; habiendo sido encontrado su cadáver, y recogidos los papeles que tenía en su bolsillo, los trajo a mi presencia el capuchino Fray Salvador María de Nápoles, que le asistió en sus últimos momentos! (N. del A.))
Al día siguiente se presentaron al Mariscal que trató de consolar al General Caballero que, con lágrimas en los ojos, manifestaba profundo pesar por la sensible pérdida de su brava y heroica columna.
El Mariscal había dispuesto mandar un importante refuerzo a Caballero. Al efecto, dio orden al coronel Montiel que llevando de segundo al entonces mayor Patricio Escobar, hoy general, marchase al Abay con los demás cuerpos que formaban la Reserva, pues debe saberse que después de las fuerzas que llevó Caballero a Ytorõrõ, quedaron formando la Reserva los batallones 12, comandante Viveros; 6, comandante Luján; 7, comandante Insfrán; y 20, comandante Aspillaga. Montiel, por motivo que ignoro, no fue despachado, y entonces marchó Escobar, mandando en jefe aquella fuerza, con dirección al lugar del combate; pero éste terminó antes de su llegada, lo que demuestra que la determinación del Mariscal fue tardía. Escobar dio parte, y en contestación recibió orden para replegarse a Lomas Valentinas. En el camino se le incorporó el batallón 21, comandante mayor Oviedo, que venía en retirada, y que fue el único batallón que se salvó en Abay. (Versión del General Escobar. (N. del A.))
La fuerza que combatió en esta batalla no pasaba de 5.593 hombres, de los cuales quedaron en el campo 3.600 cadáveres, cayendo prisioneros 1000 y tantos, más de la mitad heridos, y 18 piezas de artillería.
A pesar de esta inmensa pérdida, la de los brasileros fue mayor. Tuvieron cerca de 4.000 hombres fuera de combate (Thompson. (N. del A.)), entre ellos varios jefes importantes muertos y heridos: Tenientes coroneles Silva, Cunha, Miranda y Niederauer muertos, y Osorio, Nery, Pedra y otros, heridos.
Dos días después de la batalla, se presentaron al Mariscal como 200 que se habían escapado del campo brasilero debido a la poca vigilancia de los que los custodiaban. Entre ellos varios oficiales y jefes: el mayor Mongelós, el mayor Moreno, jefe de la artillería y el Sargento Cirilo Rivarola, que después fue presidente constitucional del Paraguay. (El Mariscal habló largamente con D. Cirilo a su llegada, ofreciendo su conversación la singularidad de que mientras aquél le preguntaba en guaraní, éste contestaba invariablemente en castellano. (N. del A.))
Tomaron también los brasileros como 300 mujeres, que fueron tratadas horriblemente, llegando a ser objeto del más feroz desenfreno. .La soldadesca
desenfrenada., dice Garmendia, .abrió las válvulas a su feroz lascivia, y estas infelices que han visto perecer a sus esposos, hijos y amantes, sufrieron los ultrajes de la lujuria en la noche más negra de sus penas. ¡No sé cómo no murieron!.
¡Conducta poco edificante de los que se titulaban portadores de la civilización al Paraguay!
¡Obras son amores y no buenas razones!
Entre los prisioneros paraguayos se encontraban los coroneles Germán Serrano y Luis González; éste último herido de un balazo que le atravesó el pecho; el mayor Zoilo González y el capitán Gorgoño Rojas, comandante del aguerrido batallón 36, ambos gravemente heridos. Este batallón y el 40, comandado por el teniente coronel José Duarte, vecino de Caapucú, hicieron en esa ocasión prodigios de valor: si bravas fueron las tropas, bravos y arrojados fueron sus jefes y oficiales. ¡Murieron todos!
El Comandante Duarte tomó [parte en] casi en todas las acciones importantes de la guerra, acreditando en todas ellas un valor a toda prueba.
¡Lucía en el pecho la Cruz de Corrales! Se retiró del combate gravemente herido, y murió aquel mismo día en el hospital de sangre, sellando así con su muerte el más acendrado patriotismo en servicio de su patria. ¡Honor y gloria a su memoria!
Durante la batalla de Abay el ejército argentino en Palma hizo una demostración algo seria sobre el frente de la línea de Pikysyry, sin duda, con el propósito de que el Mariscal no pudiera retirar en un caso dado ninguna fuerza de las que guarnecían aquella trinchera.
La lluvia copiosísima que empezó a caer desde las 10 1/2 a. m., contribuyó a poner en peores condiciones aquellos terrenos que de suyo eran malísimos. De modo que fue imposible el avance de la infantería; pero una fuerza de caballería oriental y argentina, inclusa la Legión Paraguaya, al mando del General Castro, avanzó, aunque con dificultad, hasta ponerse a tiro con nuestras trincheras. Hubo entonces de una y otra parte un tiroteo bastante recio.
Fuente interno:
MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. – TOMO III
Autor: JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN
Prólogos de RICARDO CABALLERO AQUINO y J. NATALICIO CARDOZO.
Editorial El Lector,
Colección Histórica Nº 21,
Tapa : LUIS ALBERTO BOH
Asunción – Paraguay
1987 (288 páginas)
Edición digital : BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY
Edición digital basada en la
Edición Guarania, 1944. 291 pp.