NO LLOREMOS POR TI, ARGENTINA

Por ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ

Twitter: @andrescolman

Lo primero que hay que resaltar es el alto nivel de debate que mantuvieron los diputados argentinos durante el estudio del proyecto que permite legalizar el aborto hasta la semana 14 de gestación. Durante 23 horas –salvo excepciones– se escucharon respetuosas e inteligentes argumentaciones a favor y en contra.

¡Tuicha la diferencia con los diputados paraguayos! Días antes, durante el estudio de la Ley de Paridad, hemos escuchado disparates con cierre de debate al poco tiempo, para convertir un elaborado intento de sociedad más democrática desde las mujeres en un lamentable proyecto de ley de cursillos de capacitación, vía aplanadora de votos.

El otro elemento llamativo fue la gran movilización de personas en el centro de Buenos Aires. Más allá de las motivaciones de uno y otro sector, qué lindo es ver a la gente salir a las calles a defender sus derechos, ideales y principios. Hubo excesos y radicalidad en las manifestaciones, pero no empañaron el hecho histórico de una sociedad que expresa, debate y resuelve democráticamente sus conflictos.

Décadas atrás, en la Argentina hubiera sido impensable ver esa marea humana con pañuelos verdes superando numéricamente a esa otra marea de personas con pañuelos de color celeste. Es la señal de que algo pasó allí, hubo un quiebre y un cambio social. Es bueno tratar de entenderlo.

También fue llamativo que desde el Paraguay se viviera lo ocurrido en la Argentina con tanta o más pasión y enfrentamientos en las redes sociales de internet, cuando creemos que somos una sociedad distinta, mucho más conservadora, de mayoría católica y cristiana, y que por lo tanto no existen condiciones de que algo así llegue a ocurrir aquí en un futuro inmediato. ¿Será?

También ha sido una sorpresa que en Irlanda –uno de los países más tradicionalmente católicos del mundo– una mayoría del 66,4% haya decidido en un referéndum legalizar el aborto, el mes pasado. Muchos de los que votaron por el sí son católicos.

Admito que, en lo personal, tengo posturas complejas. Mi formación cultural católica y cristiana, como mi propia historia pasada de pertenencia a movimientos laicos en la línea de la teología de la liberación, me mueven a defender la vida en todas sus formas, pero a la vez mi experiencia de periodista en contacto con la dura realidad social me interpela a no cerrar los ojos ante la problemática de tantas mujeres que mueren por ser víctimas de los abortos clandestinos.

Desde nuestros círculos religiosos tenemos el derecho de defender nuestros principios, pero en un Estado laico no podemos impedir que la sociedad debata sus conflictos y pueda decidir libre y democráticamente lo que considere mejor. Hoy podemos celebrar o llorar ante lo que pasa en Argentina, pero el debate sobre el aborto también llegará aquí y podremos asumirlo a lo bestia –como casi siempre lo hacemos– o como gente más pensante y evolucionada.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Sábado, 16 de Junio de 2018

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