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JULIO CÉSAR CHAVES (+)
  EL SUPREMO DICTADOR, 1985 (BIOGRAFÍA DE JOSÉ GASPAR DE FRANCIA) - Por JULIO CÉSAR CHÁVES


EL SUPREMO DICTADOR, 1985 (BIOGRAFÍA DE JOSÉ GASPAR DE FRANCIA) - Por JULIO CÉSAR CHÁVES

EL SUPREMO DICTADOR

Por JULIO CÉSAR CHÁVES

(BIOGRAFÍA DE JOSÉ GASPAR DE FRANCIA)

QUINTA EDICIÓN

Editor: Carlos Schauman,

Asunción-Paraguay

1985



QUINTA EDICIÓN: Los libros cuentan también con sus años de existencia, lo que implica el destino de sus vidas. Este volumen de Julio César Chaves está en su quinta edición y constituye, con los aportes de Cecilio Báez y Justo Pastor Benítez, los tres pilares fundamentales en la bibliografía clásica sobre el Dictador Francia, si consideramos solamente las obras escritas por paraguayos. Cuando se escribe sobre San Martín es básico el libro de Mitre, quien ordenó y tuvo a su alcance, por lo tanto, los archivos de aquél. Hoy, si se quiere hablar sobre José Gaspar de Francia es necesario recurrir a estos tres historiadores que le dedicaron sendos volúmenes.

Por todo ello y por mucho más el presentar el libro del Doctor Chaves a la consideración de los lectores es hacer rememoranzas enraizadas en larga historia y a la vez prospectiva, porque de seguro larga existencia todavía le resta a esta obra fundamental, larga y siempre renovada. Los libros tienen su destino, como decían los romanos, porque viven como las personas, a través de ellas y por ellas.

El Supremo Dictador del Paraguay, en la línea de nuestros gobernantes, autócratas, va emergiendo paso a paso, desde la época virreinal del Paraguay hasta su dictadura, con la coronación de su muerte, que es conclusión casi matemática de lo que fue aquélla.

Chaves hurgó en los archivos que estuvieron a su disposición, los paraguayos y los del Río de La Plata y recogió cuanta información útil y fundamentada encontró a su alcance. Nos presenta el personaje, como desde adentro, hablando para los que se acerquen a él. Así vemos a Francia, íntegro en su honestidad, aspecto tan sorprendente cuando de dictadores se trata, fiel a su idea de labrar paso a paso la independencia de la República del Paraguay a través de su Estado, que él construye como entidad política, para crisol de los ciudadanos que habitan en esta geografía. En este libro desfilan las relaciones internacionales del Paraguay, los usos y hasta los abusos de la larga dictadura, y Chaves no renuncia, inclusive, a juicios críticos que completan el marco de su obra. Los lectores tienen en este volumen mucho que aprender y sedimentar. El arco hermenéutico del autor se completará entonces con las perspectivas que echen los que se acerquen al libro y se asomen a él con espíritu inteligente y crítico.

La reedición, esta vez a cargo de Carlos Schauman, merece también unas precisiones: editar en el Paraguay es trabajo de titanes y la labor de Schauman está realizada, por sobre todo, con amor, que tiene este descendiente de finlandeses por su patria paraguaya. - ADRIANO IRALA BURGOS



EL SUPREMO DICTADOR - DR. GASPAR R. DE FRANCIA

Madrid: ATLAS, 1964. 487 pp.


Versión digital:

BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY


JULIO CÉSAR CHAVES (Asunción, 1907 – 1989) Historiador, ensayista, orador, político, estudió en el Colegio Nacional y se graduó de doctor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Comenzó a escribir en periódicos estudiantiles, tales Minerva, Eros y la Revista del Centro Estudiantil. Durante la guerra del Chaco, Julio César Chaves sirvió en el estado mayor del ejército en campaña. Esa circunstancia le dio ocasión para hacerse conocer y trabar amistad con el general José Félix Estigarribia. En 1936 sufrió su primer apresamiento y destierro. Hallándose en Buenos Aires, exilado, se afilió al Partido Liberal, entonces en la adversidad, a raíz de los sucesos del 17 de febrero de aquel año. Durante los días del exilio – en 1937 – realizó un viaje a Río de Janeiro, como integrante de la delegación, no oficial, del Vencedor del Chaco, en su visita al Brasil. En 1938, trajo del destierro su primer libro: Historia de las Relaciones entre Buenos Aires y el Paraguay – 1810-1813 –, editado en aquella ciudad. Publica, además, un epílogo y una notable colección de documentos inéditos. La bibliografía es nutrida y selecta y la ordenación de datos y referencias, inteligente y metódica. Llevado a la Cámara de Diputados, presidió la comisión de relaciones exteriores. Fue en aquel tiempo cuando se reveló orador parlamentario, de palabra castiza, elegante y sonora. Más tarde, durante la presidencia del mariscal Estigarribia, representó al Paraguay en La Paz, en carácter de ministro plenipotenciario, y fue delegado de nuestro país a la VIII Conferencia Panamericana reunida en Lima, en 1940. Sucesos políticos posteriores le llevaron nuevamente al destierro, en 1941. Radicado en Buenos Aires, ha publicado otro libro, El Supremo Dictador (1942). Se ocupa en esta obra de José Gaspar de Francia, con una prolijidad encomiable; hace gala de facultades tan notables de interpretación de hechos y documentos y de tal poder evocativo de sucesos pretéritos y realidades antañonas, perdidos bajo el caparazón del tiempo y del olvido, que puede decirse, sin temor a equivocarse, que Julio César Chaves es uno de los más eruditos y metódicos historiadores del Paraguay contemporáneo. Este libro le valió a Julio César Chaves el diploma de correspondiente paraguayo de la Academia de la Historia de la República Argentina. Ha fundado, además, la “Editorial Ayacucho”, en Buenos Aires; ha publicado Castelli, biografía del prócer argentino, en 1944 y San Martín y Bolívar en Guayaquil, en 1950. Por esos años publicó también El Chaco en los ajustes de paz y Carlos Antonio López en 1955. Más tarde vuelve a publicar otros dos gruesos volúmenes: Unamuno y América (1964) e Ytinerario de Antonio Machado (1968).

 
 
ÍNDICE

I. ORÍGENES: El padre/ La madre/ Niñez

II. CÓRDOBA: Estudios/ Anécdotas/ Un grupo avanzado./ Doctor en Sagrada Teología

III. PROFESOR Y ABOGADO: Disputa con el Provisor Arroquia/ Información plena de genealogía y buena conducta/ Actuación  en el foro

IV. EN LA VIDA PRIVADA: Cambio de vida/ Oposición al gobernador Ribera/ Amor/ Acontecimiento en el Plata

V. ALCALDE DE PRIMER VOTO Y DIPUTADO A LAS CORTES: Sucesos en la metrópoli/ Se jura a Fernando VII/ Incidente en el Cabildo/ Diputado electo

VI. ANTE LA REVOLUCIÓN: La Revolución del 25 de Mayo/ El congreso del 24 de julio/ Conspiración dirigida por la Junta/ La expedición Belgrano/ Crítica al acuerdo de Tacuarí

VII. EN LA REVOLUCIÓN DEL 14 Y 15 DE MAYO: Intervención en el movimiento/ Formación del nuevo gobierno/ En el Triunvirato/ El doctrinario

VIII. EN LA PRIMERA JUNTA: Vocal decano y diputado al Plata/ Propugnador de la Federación/ Primera crisis política/ Reacción españolista

IX. RETIRO DE LA JUNTA: Gestor del tratado del 12 de octubre/ Primera crisis política/ Honda perturbación/ El apoyo de los campesinos

X. RETORNO A LA JUNTA: Trabajos porteñistas/ Firmeza de la Junta/ Dificultades con Buenos Aires/ De nuevo en el gobierno/ Expulsión de Fernando de la Mora.

XI. CÓNSUL DE LA REPÚBLICA: Misión de Nicolás Herrera/ Trabajos francistas/ Francia y Yegros, cónsules/ El Reglamento/ Desahucio de Herrera

XII. EL CONSULADO: Preeminencia del cónsul civil/ Ataques al españolismo/ Política de no intervención/ Mediación y buenos oficios

XIII. DICTADOR TEMPORAL: Trabajos electorales/ Instrucción anónima/ El congreso de 1814/ Proclama de fray Velasco/ Gestiones de Buenos Aires.

XIV. DICTADOR PERPETUO: Primeras medidas/ Alcance de la dictadura/ El congreso del año 16/ Culminación de una etapa
XV. EL SUPREMO: Su vida/ Sus inclinaciones/ Su soledad/ Su carácter

XVI. LA MÁQUINA DICTATORIAL: Los funcionarios/ Correspondencia con los delegados/ Falta de colaboradores/ Servicio de informaciones

XVII. EL EJÉRCITO: Funciones militares/ Comandante del ejército/ Las unidades/ Preocupación por las fuerzas armadas/ Armamento

XVIII. AMENAZAS DEL EXTERIOR: Artigas trata de derrocarle/ Hostilidades en el Paraná/ Artiguismo en el Paraguay/ Plan de Pueyrredón

XIX. RELACONES CON EL BRASIL: Desconfianza de los portugueses/ Razón de las desavenencias/ Fidelidad a la gran causa de América

XX. EL AISLAMIENTO: Defensa de la independencia/ Preservación de la anarquía/ La libre navegación/ La nota del 21 de agosto

XXI. LA CONJURACIÓN: Vientos de fronda/ La conspiración. Amenaza de Ramírez/ Contacto entre Ramírez y los conjurados/ Represión sangrienta/ Medidas drásticas

XXII. LA GRAN EMPRESA: El ensayo autárquico/ Rentas del Estado/ El comercio por Itapúa/ Los brasileros en Itapúa

XXIII. UN RÉGIMEN DESPÓTICO. Venganzas y persecuciones/ Clausura total/ Salida de extranjeros/ El marqués de Guarany

XXIV. EL ESTADO Y LA IGLESIA: Medidas contra la Iglesia/ Demencia del Prelado/ La vuelta del Obispo

XXV. PRISIÓN DE BONPLAND: Misión de Pedro Saguier/ Bonpland en Santa Ana/ Gestión de Grandsir

XXVI. MISIONES GARCÍA COSSÍO Y CORREA DA CÁMARA: Misión de García Cossío/ El comercio por Pilar/ Primera misión Correa da Cámara/ Su reconocimiento

XXVII. FRANCIA Y FERRÉ: Problema de minoría/ Estado de guerra y hostilidad/ La barca de los salteños/ Las provincias le proponen una alianza

XXVIII.  SEGUNDA MISIÓN CORREA DA CÁMARA: Promesas incumplidas/ La gran federación/ Alianza entre el Paraguay y el Brasil/ Ofensas al plenipotenciario/ Desahucio de Correa

XXIX. LIRERACIÓN DE BONPLAND: Amenaza de Bolívar/ Gestión de Sucre/ Bonpland en Santa María/ Su salida del Paraguay

XXX. FRANCIA Y ROSAS: Proyecto de Dorrego/ Un paralelo. Juicio francista/ Juicio rosista

XXXI. HOSTILIDADES CON CORRIENTES: Disputa por las Misiones/ Corrientes declara la guerra/ Acciones paraguayas/ Opiniones sobre la tropa y la oficialidad/ La Artillería/ Ni paz ni guerra/ Asilo a los desterrados

XXXII. AL FINAL DE LA JORNADA: Política exterior/ Orden interno/ Resistencia sorda/ Situación financiera y económica/ Instrucción pública

XXXIII. LA JORNADA FINAL: Vida de siempre/ Pasiones ardientes./ El deceso
 

XXXIV.  EL FINADO: Impresión en el pueblo/ Reacción nacional/ El sepelio/ Polémica

BIBLIOGRAFÍA
 
 
 
 

PRINCIPALES JUICIOS SOBRE EL SUPREMO DICTADOR


«El Supremo Dictador es un título de gloria para la cultura paraguaya».

ABEL CHANETON (crítico argentino)


«Es un libro de primer orden, que tiene el mérito de no ser de tesis.

Presentado el personaje como era, sin cargar las tintas en un sentido o en otro. Trabajo sustancioso y sustantivo. Por tanto, definitivo. ¿Qué mayor elogio? Un gran libro. Difícil de igualar esta magnífica: placa.»

LUIS A. DE HERRERA (historiador uruguayo).


«Julio César Chaves, autor de una de las mejores biografías escritas en América: El Supremo Dictador.»

BENJAMÍN CARRIÓN (crítico ecuatoriano).


«He leído con sumo cuidado e interés El Supremo Dictador y me uno decididamente al grupo de personas que con conocimiento y autoridad, que yo no tengo, afirman que es una obra magistral. El proceso de formación y transformación del personaje está realizado con verdadera sabiduría.»

ANTONIO SAGAMA (historiador argentino).


«Saludo en el autor al más grande de los historiadores paraguayos de nuestros días, heredero legítimo de Garay, de Moreno y de Domínguez. Entre los escritores platenses de los últimos cuarenta años, solamente La ciudad indiana, de Juan Agustín García, y Juan Manuel de Rosas, de Carlos Ibarguren, me dieron el placer estético y la impresión de densidad científica que me acaba de dar El Supremo Dictador.»

PABLO MAX YNSFRÁN (crítico paraguayo).


«No es una simple obra, es una obra magistral, un libro para maestros. Estoy simplemente maravillado del esfuerzo intelectual de su autor, tan joven de años como maduro de saber histórico, vertiendo una producción perfectamente encuadrada en los más rígidos cánones de la historiografía...

Raramente me ha sido dado leer un libro venido del Río de la Plata tan ponderado en el fondo como equilibrado en la forma de presentar la materia tratada.»

WALTER A. DE AZEVEDO (crítico brasileño).


«El interés del libro no decae desde el comienzo hasta el fin, escrito en una prosa clara y elegante, su lectura constituye un placer del espíritu. Los sucesos expuestos ordenadamente y con un criterio imparcial, hacen de El Supremo Dictador una obra orgánica, única en su género, a la cual tendrán que recurrir necesariamente los estudiosos e investigadores, como elemento de consulta e información. Julio César Chaves con esta nueva manifestación de su talento, queda consagrado como uno de los historiadores de mayor relieve del continente.»

R. ANTONIO RAMOS (historiador paraguayo).


«Esta historia de medio siglo del Paraguay a través de una magistral biografía, una de las más completas que se hayan realizado, ha de representar una tarea difícil de llevar a efecto, por innumeras razones que no han de escapar a su lector... Una documentación copiosa abona los conceptos de este estudio, que puede figurar con honor entre las obras más acabadas de este género.»

«LA RAZÓN» (Buenos Aires, 13-IX-1942).


«No se trata de una biografía más, sino de una documentada historia de la vida de este curioso personaje... La obra del doctor Chaves es digna de señalarse a la consideración de los estudiosos por la probidad que ha imperado en la realización de la misma.»

«REVISTA DE HISTORIA» (México).


«Un trabajo minucioso y asaz interesante constituye la biografía del gobernante paraguayo José Gaspar Rodríguez de Francia, compuesta por el señor Julio César Chaves. En las 400 páginas que componen el volumen se ofrece, en efecto, el más completo cuadro de la vida y de la actuación de este original hombre de gobierno, el primero en la América hispana independiente en asumir el título de dictador supremo y en ejercer, en forma absoluta, las prerrogativas del mando por espacio de un cuarto de siglo. El libro del señor Chaves es, por otra parte, una documentada historia de los primeros cincuenta años de vida independiente del Paraguay y, en cierto modo, de esta parte de América en igual período. Tal es la hondura con que se ha realizado este trabajo de lectura agradable y severa presentación.»

«LA PRENSA)) (Buenos Aires, 20-XII-1942).



INTRODUCCIÓN A LA TERCERA EDICIÓN


Damos a la estampa la tercera edición de El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia. Investigaciones realizadas por el autor con posterioridad a la aparición de esta obra han puesto en sus manos nueva y valiosa documentación, en su mayor parte guardada en el Archivo Nacional de Asunción. Por muchas razones fácilmente comprensibles, ha sido totalmente imposible incorporarla a esta tercera edición pues prácticamente hubiese representado escribir un nuevo libro. Nos hemos limitado a agregar algunos documentos – los más importantes – que amplían conceptos, aclaran detalles o lucen el estilo inimitable del protagonista.

Uno de los capítulos más enriquecidos ha sido el XVI: La máquina dictatorial, al cual se ha sumado varias notas nuevas del Dictador. Este capítulo por ese motivo queda desdoblado en dos: el inicial y El ejército. Otro capítulo considerablemente ensanchado es el final; en verdad ha sido reconstruido. Nos obligó a ello la posesión de muchos datos nuevos sobre la agonía, la muerte y el sepelio del Supremo y sobre el apasionante proceso posterior. El capítulo, ha sido igualmente dividido en dos: el primero conserva su título original: La jornada final; el segundo llámese El difunto. La muerte al hacer caer su telón al mediodía del 20 de septiembre de 1840 traza la raya demarcatoria entre los dos.

El material sobre el doctor Francia no incorporado a esta edición ha sido utilizado en Los dos Paraguay y será empleado también en La Historia del Paraguay. Alentamos asimismo la esperanza de publicar pronto la documentación del personaje debidamente comentada y anotada. Cerraráse así un ciclo completo que abrió El Supremo Dictador, hasta cuya aparición en 1942, el más importante y el más original sin duda de los personajes de la historia nacional, era conocido por sus compatriotas a través de los escritos de dos ingleses y dos suizos y los comentarios de un tercer inglés; y citar a éste era la mayor prueba del dominio del tema francista en aquel tiempo de nuestra historiografía, felizmente y para siempre superado.

Los juicios del autor sobre la dictadura y el aislamiento, y sobre su impronta en el alma y la tierra paraguaya – que están en agraz en este libro – puede hallarlos el lector curioso en dos libros: El Presidente López. Vida y gobierno de don Carlos y en Los dos Paraguay, y en dos conferencias: El aislacionismo en el alma paraguaya y La reacción del pueblo paraguayo a la muerte del Dictador Francia, ambas pronunciadas en el Instituto Popular de Conferencia, de Buenos Aires, la primera el 19 de agosto de 1948 y la segunda el 9 de agosto de 1957.

El Supremo Dictador ha merecido juicios en nuestro país y en el extranjero, superiores a las ilusiones y los merecimientos del autor. Ningún estímulo, ningún premio mejor podía concebirse. Sea esta oportunidad propia para dar a todos, críticos y lectores, las gracias por tanta generosidad, por tanta nobleza. Y para reafirmar una vez más la firme decisión de seguir trabajando por una historia, movida por un solo ideal: el de patria, y levantada sobre los únicos y eternos sillares de la verdad y la justicia.

J. C. CH.

Asunción, diciembre de 1957



PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN


El tiempo no devela de golpe su secreto, sino en su lento e incesante correr lo va entregando a la curiosidad de los estudiosos. Bien se ha dicho por eso que no hay misterio que el porvenir guarde eternamente. Nuevos documentos, nuevos testimonios, hacen variar parcialmente las conclusiones históricas, y el historiador sincero se rectifica sin que ello implique en modo alguno claudicación. Esto, más que un derecho, es un deber, cuando entre una y otra edición de un libro ha pasado un período relativamente prolongado. He seguido con lógico interés todo lo que se ha escrito en este lapso sobre la época y el personaje francista, y he de decir honradamente que nada tengo que agregar ni rectificar. Van, pues, de nuevo estas páginas a la estampa sin modificación alguna.

Compensado queda mi trabajo por la repercusión que el libro alcanzó en mi patria, en el escenario grandioso donde vivió su drama el misterioso y discutido personaje. Las manifestaciones provenientes de los más diversos sectores, y de los más diversos grupos políticos, prueban acabadamente que existe en el Paraguay una definida conciencia histórica, y una opinión pública que no comulga con ruedas de molino, una opinión pública soberana e independiente, y esta comprobación ilumina el horizonte patrio.

Y, ¿qué satisfacción más grande para un escritor que la de ser comprendido, que la de que su llamamiento encuentre eco en los corazones a los cuales fue dirigido?

Coinciden los juicios sobre la imparcialidad y objetividad de El Supremo Dictador. Ningún elogio mayor puede merecer la obra histórica. Si el historiador ha sido fiel a la verdad y ha rechazado influencias extrañas quiere decir que ha cumplido con su deber, que ha cumplido con su misión, que la ha ejercido como un verdadero sacerdocio, y así, El Supremo Dictador vivirá porque representa un gran esfuerzo para superar antigualla de francismo o antifrancismo, de lopizmo o antilopizmo, es decir, la historia con anteojeras.

Un sagaz observador extranjero ha señalado en estos días cómo trasciende la historia al campo de la política paraguaya. Pero engañado estaría quien por ello creyese que se vive un renacimiento de la disciplina. La verdadera historia paraguaya vive en el olvido, poco enseñada y menos estudiada. Nuestra historia es todavía un yacimiento inexplotado. Día a día, sin embargo, hay quienes van a turbar la quietud de nuestros muertos, pero no para aprender de sus enseñanzas. Van a despertarlos de su sueño de bronce o de mármol, no para que nos guíen a nos orienten, sino pura mezclarlos con nuestras querellas, miserables y pequeñas, si se las compara con las luchas que ellos sostuvieron. Débese esta conducta a mi entender, a que como el pueblo no se lo puede apasionar sino con ideales o con odios, y faltan los primeros, hay que recurrir a los últimos. Faltan ideas, falta imaginación, y mucho más fácil que estudiar y meditar sobre los problemas nacionales, resulta avivar los odios sempiternos; mucho más fácil es hablar sobre el pasado sin comprenderlo, que mirar de frente el porvenir; que tratar de recuperar la riqueza nacional devorada por el capitalismo foráneo; romper con la muralla china del aislamiento; quebrar la mediterraneidad espiritual que va agostando la flor de nuestra raza; buscar tierra para el hombre y hombre para la tierra; dar trabajo digno y pan suficiente al hombre del pueblo, y, sobre todo, arrancar el escepticismo del alma del campesino, que tantas veces a lo largo de la historia, ha despertado pleno de fe, ardoroso de esperanzas, y “después de chocar durante la jornada con barberos disfrazados, ásperas peñas y duros corazones”, sólo se ha quedado con sus decepciones. Digamos que el paraguayo de hoy es un milagro del espíritu, y los hombres y los pueblos no viven – no pueden vivir eternamente – de milagros.

Consagrémonos a la historia sin prevención ni prejuicios. Apartémonos del ditirambo fácil o de la diatriba manida, cortinas de humo que esconden, casi siempre, falta de estudio suficiente o de criterio propio. Resistamos los embates de güelfos y gibelinos; la ronda de los intereses con sus cantos de sirenas, y marchemos siempre en línea recta, con pasión de verdad, con sed de justicia.

Y séame aquí permitido referirme a una crítica hecha a El Supremo Dictador, y que es la de que al mismo “le falta definición”. Quiero fijar claramente mi criterio: el historiador no es un juez de raya que deba establecer, inflexiblemente, quién llegó primero y quién segundo; quién fue malo y quién bueno; quién acertó y quién erró. Apenas quiera asumir esta postura, su posición veráse seriamente amenazada. Al establecer conclusiones, habrá fijado una tesis; sentada la misma, tendrá que defenderla, y entonces estará ya en el campo de la polémica, donde no existe ni puede existir historia científica. En El Supremo Dictador hay una definición, la más grande, la más concluyente de las definiciones: la que surge de los hechos, de los acontecimientos. Pero esa definición viene del libro, no del autor, y por ello es más valiosa, más real, más útil. Quien lea con inteligencia y sin pasión estas páginas, ha de encontrar lecciones profundas, en qué huellas debemos insistir, y de qué caminos debemos apartarnos para bien de la patria.

Buenos Aires, septiembre de 1946.



PREFACIO


José Gaspar de Francia, Supremo Dictador Perpetuo de la República del Paraguay, es el protagonista de este libro. Nadie como él apasionó ni apasiona tanto. Todo en él es misterioso: origen, vida, amor y hasta su tumba, pues sus restos han desaparecido, confundidos con la madre tierra, o arrojados por manos vengadoras al río Paraguay, en una noche tormentosa.

Surge sombrío en un marco dramático, como el primer dictador en el sentido moderno de la palabra, y provoca juicios contradictorios, polémicas apasionadas. El sistema totalitario de gobierno, el aislamiento, el ensayo autárquico, el mantenimiento de la paz interna en medio de la anarquía americana, la política de no intervención, son facetas que atraen el resplandor de las baterías. José Gaspar de Francia es uno de los pocos americanos que impresiona el espíritu europeo. Carlyle le dedica un libro, y Augusto Comte en su calendario designa un día con su nombre.

Es un personaje único en sus actos, en sus obras, en, sus expresiones. No imita a nadie y nadie puede imitarlo. Si los dictadores son siempre amigos de luchas y de guerras, él es hondamente pacifista. Si los políticos buscan el mando para saciar ambición de ostentación, de dinero, de vicios o de gloria, él sólo ama el poder por el poder mismo: no cobra sus sueldos, vive pobre como su pueblo, no tiene amigos, ni amantes, ni bufones...

Francia es una excepción de todas las reglas que presiden la aparición de los grandes dictadores. No viene de las filas del Ejército, no ha ganado batallas, no ha creado su prestigio al son de fanfarrias militares, es un hombre de estudio que jamás ha intervenido en un hecho de armas, y asciende al poder no por la violencia – si se exceptúa la revolución del 14 de mayo – ni como remedio para suprimir la violencia, sino por el voto de asambleas libremente elegidas y reunidas en plena paz. Francia no es un producto del temor ni de la barbarie rural. Ya Sarmiento había hecho notar que “no es un bárbaro creado en las estancias, en los suburbios de la civilización como su imitador Rosas; es un hombre educado, es un hombre de letras”. En un país militar, donde la guerra secular al indio hace de cada hombre un soldado y en un momento grave de su historia cuando quizá será menester defender a punta de lanza la independencia adquirida sobre el campo de batalla, él, hombre de bufete, que no ha empuñado nunca una espada, que estuvo lejos de Paraguarí y Tacuarí, se pone al frente de ese pueblo de soldados, desplaza primero y luego suprime por el terror a la brillante casta militar, de que Fulgencio Yegros, gran señor de resplandeciente estirpe guerrera es el jefe nato, y convierte al Paraguay en un gran cuartel, gran cuartel “sui géneris”, sin generales, ni coroneles, ni siquiera capitanes, realizando el primero y quizá único ensayo en América de armar una nación hasta los dientes sin militarizarla. Porque el Paraguay de la dictadura no conoce el militarismo; su ejército está comandado por sargentos, no hay una casta militar, como no hay clase alguna, igualados todos, pobres y ricos, funcionarios y particulares, civiles y militares, seglares y seculares, por el mismo rasero de sujeción y obediencia sin excusas.

Y no es menos extraño el fenómeno de que a un país tradicionalmente rebelde, que ha conocido en el tiempo colonial más deposiciones de gobernantes por el pueblo que cualquiera otra sección del imperio español, y que ha ofrecido al mundo el espectáculo singular de la Revolución de los Comuneros, cuyos ecos no estaban apagados del todo en 1811, este lector de

Voltaire, antiguo seminarista, abogado cincuentón cuando llega al poder, logra aquietarlo y mantenerlo en mortal silencio, que el fracaso de la conspiración llameante de 1820, la única en su largo período, vuelve más tétrico. Francia suprime sangrientamente a la oposición y los que han logrado escapar del país, no atinan siquiera a organizar ni a levantar la voz. El Terror que se ha apoderado de sus enemigos interiores alcanza a los extranjeros, y testigos fidedignos cuentan que en Buenos Aires, a centenares de leguas, los pocos que han logrado escapar del Paraguay, no se atreven a mentarlo siquiera y cuando otros lo nombran, respetuosamente se ponen en pie y se descubren, haciendo caso omiso de burlas. Ese terror escapa las fronteras y también del tiempo.

Muerto ya, no hay campesino paraguayo, según refiere Demersay, que no haga lo propio que los emigrados: ponerse de pie y descubrirse reverencioso cuando se recuerda al Finado.

No ha tenido tampoco igual en sus odios y en sus rencores, en sus resentimientos y venganzas. No ha creado la mazorca, pero sí el fiel de fechos” y la “cámara de la verdad”. La carne prócer de Fulgencio Yegros sufrió los latigazos ordenados por su antiguo compañero de gobierno, y los ecos de sus quejidos, resonando en la noche triste de Asunción, nunca se apagarán en los oídos paraguayos.

Sin embargo, el pueblo le sintió a su muerte. Los testimonios coinciden en afirmarlo. ¿Cómo explicarlo, entonces? Francia nunca buscó la popularidad. No fue caudillo, no halagó a la muchedumbre y, en cambio, le impuso terribles privaciones. Vivió con la obsesión avasalladora de la soberanía nacional. Todo lo sacrificó a la “justa, santa y sagrada causa de la soberanía de la República, y su entera, total y absoluta independencia de España y de cualquier dominación extranjera, o de gente extraña, dependiendo sólo de Dios universal y creador de todos los mundos”, según estampara en el único documento con su firma en que hay una mención del Todopoderoso. Pasión que basta, en la concepción patriótica. Aisló al Paraguay del mundo, lo descuajó de la humanidad. Una generación olvidó, que fuera de las fronteras había otros pueblos; otra nació ignorándolo por completo. El Paraguay se convirtió en una prisión, de donde nadie podía salir vivo. Pero cualquiera hayan sido los objetivos de esa clausura, las altas murallas que alzó en torno del Paraguay lo mantuvieron indemne del incendio en que crepitaba entonces la América entera. Por todos los vientos cardinales era la guerra civil: degüellos, confiscaciones, inestabilidad, desasosiego, persecuciones, sangre, fuego y hambre. La América iniciaba con dolores miles el aprendizaje de la vida libre. Sólo el Paraguay era una isla tranquila en el mar embravecido por las tormentas. La paz es un don que los pueblos agradecen, y si esa paz fue lograda a costa del martirio le cien familias que vivieron y murieron maldiciendo el nombre del Dictador, otras, en cambio, y en mayor número, y que nunca sintieron directamente su garra impía, no olvidaron que a él se la debían.

Un testigo de calidad, Santiago Derqui, el primer diplomático argentino que llegara a Asunción después de su muerte, comprobó en 1852 lo siguiente:

“Desde el Presidente de la República hasta el último ciudadano tienen la convicción de que la paz interior de que ha disfrutado y disfruta este país es debido al aislamiento e incomunicación con el resto del mundo en que lo mantuvo el Dictador Francia, y es claro que miran como un peligro, como un elemento de guerra civil, todo lo que se opone a ese sistema, y es tal el horror que tienen justísimamente, a la guerra intestina, unido al hábito del aislamiento, que en los cálculos políticos entra por muy poca cosa el interés comercial al que se renunciaría con la mayor facilidad antes que correr el menor peligro de aquélla”.

¿Pero sólo fue por ese bien egoísta, gozado por unas pocas generaciones, que el pueblo lamentó su muerte? ¿Algún beneficio permanente no dimanó de su administración de hierro? Muchos sostienen que la independencia del Paraguay es su obra. Imposible rubricar semejante afirmación: con o sin él, la voluntad colectiva paraguaya, es una misma en todas las generaciones, a través de todas las vicisitudes. La independencia nacional no es fruto de un momento, sino obra de las edades; sus raíces se hunden en lo hondo de la historia, su tronco robusto, capaz de resistir todos los temporales, emerge enhiesto por encima de los siglos. Imposible crear una nación por voluntad de un hombre. Francia no fue el fundador de la independencia paraguaya, pero sí fue su encarnación en horas decisivas, y su más constante y enérgico defensor, y eso basta, en concepto de muchos paraguayos para redimirle de todos sus errores y justificarle ante la historia.

Y fue también por eso que el pueblo, el pueblo que no había sufrido el peso de su saña, lamentó muerte. Lloró al caudillo que veló, solitario y trágico, la suerte de la patria, y la salvó de miles de acechanzas.

Pero si los partidarios entusiastas de 1840 tienen aún hoy, a través de los años, continuadores de su admiración, sus enemigos irreductibles de entonces no lo tienen menos, en su odio también inextinguible. Así si para unos es el constructor del Paraguay independiente, para otros es un déspota sombrío, un hijo del infierno, responsable de los males que hasta hoy laceran el alma y la carne de la nacionalidad guaraní. Y si hoy Los jóvenes agitan su nombre como una bandera nacionalista, las ancianas se santiguan al oír hablar de él, como si se mentase al diablo.

El francismo como el antifrancismo carecen para nosotros de sentido. Es tiempo de que la mentira ceda su paso a la verdad, y la pasión a la justicia. Es tiempo de que termine entre los vivos la controversia que iniciaron los muertos. La historia según la expresión de uno de sus más profundos filósofos es una aristocracia: no acepta los plebiscitos y tiene amor por los vencidos gloriosos. Y es también una armonía: Stefan Zweig ha recordado que Isabel

Tudor y María Estuardo duermen en un mismo mausoleo el sueño eterno de la muerte. Y en la capital porteña, la estatua de Juan Lavalle – victimario – se alza a unos centenares de metros de la de Manuel Dorrego – víctima –. Jules Basdevant expresa: “Ningún francés puede negar la gloria rutilante de Luis XIV ni ese cuento apocalíptico del cual Napoleón fue el héroe. Pero no todos los franceses son por eso realistas o bonapartistas.”

El lector juzgará de la imparcialidad con que hemos trabajado. No ha sido nuestro propósito decir la última palabra, que nunca será dicha en torno de los grandes de la Historia, pero sí hemos querido ofrecer una obra construida con todo el rigor documental posible, de la cual emergiera la figura de José Gaspar de Francia, Supremo Dictador Perpetuo de la República del Paraguay, con sus luces y sus sombras, solitaria y poderosa, sin mantos piadosos pero tampoco iluminada por las ascuas de la pasión y del odio.

Buenos Aires, diciembre de 1941.


I

ORÍGENES

EL PADRE. – LA MADRE. – NIÑEZ


A mediados del siglo XVIII viajaba rumbo a Asunción del Paraguay un grupo de brasileros que respondiendo a un llamado del gobernador de la provincia, Jaime Sanjust, iba a dedicarse a la siembra y al cultivo del tabaco, y a instalar fábricas de tabaco torcido similares a las existentes en el dominio portugués. Confundido entre los de la partida, encabezada por Juan Chaves de Oliveira y Antonio Moreira, marchaba un adolescente: José Engracia García Rodríguez Francia.

No se sabe con precisión cuál fue su patria ni cómo se llamaron sus progenitores. Tras de vivir sesenta años en el Paraguay dirá de él un gobernador: “es un extranjero, que aún no sabemos si es portugués o francés”, y medio siglo después de su muerte, cuando la historia ya ha cubierto de trágica fama su apellido, se arrojará todavía sobre él y sobre los suyos el baldón de mameluco paulista.

¿Es portugués, natural del país de Oporto en los reinos de Portugal, como lo afirma, en un documento público, ante Alós y Brú? ¿Es brasilero de Mariana en el distrito del Virreinato de Río de Janeiro, como lo jura ante Lázaro de Ribera? ¿Es francés, como lo refiere su hijo José Gaspar a los Robertson, a Rengger, a Lonchamp? ¿O es español de las Sierras de Francia, región poco conocida, enclavada entre Salamanca, Cáceres y Portugal? El apellido Rodríguez de Francia, o los apellidos Rodríguez y Francia, confirmarían este extremo; el afijo ez de Rodríguez denota su origen castellano, y es de suponer que Francia fue agregado conforme con la costumbre española de usar como apellido el nombre regional. ¿O indica Francia a alguien venido de allende los Pirineos? Si no es portugués, ni francés, ni español, ¿será acaso italiano, como lo sostiene un autor? 1.

Documentos contradictorios emanados del propio protagonista y testimonios confusos explican el desconcierto. Y hasta en una carla dictada por don García en Yaguarón, el pendolista poco avisado escribió como escuchó haveren y teneren de genuina procedencia lusitana, y complis y arendatario, de indiscutible filiación francesa2.

Los archivos de Asunción y Buenos Aires conservan muchos documentos que permiten rehacer, aunque dificultosamente, la vida aventurera del carioca, como era conocido en Asunción. Nació en 1739 en la ciudad de Mariana en el Virreinato de Río de Janeiro. No se le conoce recuerdo de sus progenitores, aunque en cierta ocasión dijo ser hijo de un teniente de artillería. Parece emparentado con los Caldeira Brant por el lado materno, y con los França Velho, familia de bandeirantes paulistas, por el paterno. Niño aún, allá por

1750, formando en una caravana brasilera, arribó al Paraguay, para entregarse a la explotación del tabaco torcido. Dos años más tarde, bajo la dirección de Chaves, y de Moreira, trabajaba con resultados halagüeños la fábrica de San Lorenzo del Campo Grande, y las primeras muestras tenían ya en 1753 la aprobación de Su Majestad. Se ignora si el joven García prestaba servicios en la fábrica, aunque es de presumir apareciese unido al trabajo de los portugueses afectados a la empresa del tabaco, porque éstos gozaban de las prerrogativas de los súbditos españoles y disfrutaban de un salario diario o pré de dos pesos. Poco se conoce de los primeros años de su vida en el Paraguay. En 1758, cuando contaba diecinueve años, se incorpora a las milicias provinciales, donde actuará hasta su muerte con lealtad y abnegado espíritu de sacrificio.

En 1762, con motivo de la guerra contra Inglaterra y España, se ordenó el embargo y secuestro de los bienes de los ciudadanos portugueses e ingleses.

El 14 de noviembre el gobernador Martínez Fontes, por bando, hizo cumplir la medida, ordenándole asimismo la salida de la Provincia en el término de quince días, “con prevención de que hayan de tomar el camino de río abajo y no el de río arriba...” El 15 de noviembre cumplióse la diligencia en la casa y morada de don García Rodríguez de Francia. El inventario anota efectos de comercio, en su mayoría tejidos. No hay otra rareza que un libro sobre San Francisco de Padua 3 (sic).

Once días más tarde, cumpliéndose igualmente instrucciones del gobernador, se efectúa “el desembargue” de los bienes de Francia, “sin disminución alguna, y quien quedó satisfecho y recibido de ellos...”4. La orden de expulsión no se cumplió. Varias corporaciones y vecinos así lo pidieron. Una veintena de portugueses, entre ellos don García, estaban vinculados por matrimonio con gente principal de la Provincia 5.

Este hecho prueba que Francia era portugués, pero no aclara si era natural de Portugal o del Brasil.

Vacante la plaza de subteniente de la primera compañía de infantería de Asunción, el gobernador Agustín de Pinedo, en reconocimiento de sus méritos, le nombra alférez de la unidad en la que sirve dos años. Luego es promovido a teniente y trasladado a la compañía de artillería miliciana de la capital, y tiempo después, en agosto de 1776, es ascendido a capitán. Un año más tarde presta a la Corona un servicio muy importante. Es comisionado para inspeccionar secretamente la “situación en qe. se hallavan establecidos los Vasallos del Rey Fidelísimo en las márgenes del Río Igatimí y fortificados en la Plaza de este nombre”. Por “caminos fragosos, y envadidos de infieles acompañado con solo un desertor de dha. nación entró a todo riesgo en dha. plaza al silencio de la noche por dos ocasiones observó con toda exactitud sus fortificacions., y situacion s. trayendo de todo noticia individual por plano; asimismo, señaló la situación y construió el fuerte con la denominacon. de Sn. Carlos al frente de la referida Plaza”. “Siéndome – dice Pinedo – el referido Plano y fuerte mui útil y favorable cuando pasé al ataque y rendimiento. de dha. Plaza.” (6).

Su actuación en Igatiimí consolida su prestigio y desde entonces el gobernador Melo de Portugal le emplea con frecuencia en comisiones y servicios. En marzo de 1778 se encarga de la composición y refección de la pólvora del ramo de guerra totalmente deteriorada. Un año después pasa a revistar y calibrar los cañones de los presidios o fortines de la Provincia. En su inspección visita los fuertes de costa-arriba: San Miguel, San Sebastián, Castillo, San José, Arecutacuá, Orundey, Manduvirá, Villa Real, Curuguaty, y los dos de costa-abajo: San Jerónimo, Lambaré, Fortín, San Antonio, Villeta, Angostura, Macaypirá, Ibiocá, Agatapé, Reducción, Remolino y Herradura.

Apenas finalizada esta comisión tiene que efectuar un alistamiento general de toda la gente de costa-arriba, agrupándola en compañías de cien hombres y afectándola al servicio de los fortines. En esta tarea trabaja durante un año, pues los sargentos mayores no tenían sus listas preparadas. Y sobre esos asuntos mantiene correspondencia afectuosa con el gobernador Melo de Portugal. Don García llega a otros destinos y cumple otras funciones; funda el fuerte de San Carlos y comanda los de Remolinos y Borbón, dignos señeros de la marca hispana en el desierto, y colabora con Félix de Azara y Juan Francisco de Aguirre en la demarcación de linderos entre los dominios españoles y lusitanos.

No se consagra exclusivamente al servicio público; trabaja en el comercio y en octubre de 1780 viaja a Buenos Aires conduciendo “Tavacos de S. M. y Haziendas propias”. El viaje lo realiza en barco de su propiedad, lo que revela una holgada situación económica. En abril del año siguiente se presenta en la capital porteña ante el gobernador interino denunciando que, conforme con la costumbre establecida, había contraído ante el recaudador Perales obligación de abonar los derechos sobre la carga de varios particulares. Que éstos y Perales no se avenían sobre la forma de pago de los arbitrios, por lo cual el último se negaba a cancelarle la obligación. El incidente le obligó a demorar su regreso por dos meses, con los consiguientes gastos y perjuicios. Días más tarde en un nuevo escrito afirma: “está visto no tira a otra cosa que a mortificarme, a arruinarme y aniquilarme, con su silencio en la estudiada demora”. Intervino el gobernador, ordenando a Perales que cancelase su obligación, y así pudo iniciar el viaje de retorno (7).

En 1787 pasa a la administración civil, dejando antes formal constancia de sus servicios militares. Ha servido como alférez tres años y veintiocho días; como teniente, dos años, siete meses y veintiocho días; como capitán, once años, dos meses y once días. El gobernador Alós certifica: “Notas.– Valor experimentado.– Aplicación suficiente. – Capacidad conocida.– Conducta distinguida.– Estado, casado.– Alós.” (8).

Vacante la administración de las temporalidades de Yaguarón por renuncia de Gaspar Cáceres, el gobernador Alós le nombró para el cargo, teniendo en cuenta que “es sujeto de notoria probidad, habilidad y suficiencia para el manejo de los intereses de aquella comunidad”. Era un destino apetecido por ser uno de los pueblos más importantes de la provincia: una población de 2.000 indios, en su mayoría artistas y obreros, 31.000 cabezas de ganado vacuno, 3.000 caballos, 550 bueyes.

Sin embargo, surgen algunos reparos con motivo de su nombramiento. Ya el ilustre Melo de Portugal está por abandonar la provincia que guiara con mano firme, y ha sido anunciada la llegada de su sucesor, Joachín de Alós y Brú. Melo le deja la solución del incidente. Llega el nuevo gobernador, examina los reparos, los considera sin fundamentos y ordena que se le dé posesión del puesto.

Su administración en Yaguarón – un capítulo aparte en su vida – no es feliz, o por lo menos, no se le acata de buen grado. A los pocos meses el alcalde de segundo voto, el maestre de campo, el teniente mayor y ayudante general del pueblo solicitan en nota conjunta su destitución. No tienen éxito en su gestión, muy al contrario, son removidos de sus cargos. Poco después el cacique Juan Pablo Motatí eleva directamente al Virrey un memorial en el que articula cargos muy serios y pide que se lleve a cabo una información secreta por un “sujeto integuérrimo”. “No es mucho – dice – sufran los indios tan pesada servidumbre cuando el agente que conmueve este incendio es una insaciable codicia que le domina, cargado de hijos y de deudas, destituido de conveniencias capaces de remediarle, entró lleno de ambición al Gobierno de los indios, oprimiéndoles con un trabajo insoportable, despojándoles de sus cortas heredades y hacienda, y contemplándoles en un estado digno de llorarse... Quién podría pensar Sor. que las violencias se extendieran hasta despojarnos de nuestras propias hijas y mujeres cometiendo en ellas el más orrendo crimen que la malicia humana puede excogitar. Otros tantos

administradores y enemigos de su libertad reconocen los indios cuantos hijos tiene consigo dho. Francia, en una palabra hambre, sed, desnudez, pobreza, trabajos, vejaciones, violencias y mal tratamientos ha sido lo que este pueblo ha experimentado sin interrupción en la administración de Don García Rodríguez Francia...” (9).

En la misma época el ex administrador Cáceres denuncia que sus. violencias obligaban a los caciques a emigrar. Efectivamente habían llegado huidos a Buenos Aires los indios principales José Yarevá y José Manuel Yaratí.

Se dirigen al Virrey: “Habiendo todo el pueblo sufrido una serie de trabajos y hostilidades pr. su administrador Dn. García Rodríguez Francia, sujeto extranjero que consultando sus props. intereses tiene como esclavizados a todos los indios, cuio trabaxo se aprobecha sacrificando a los qe. por razón de su ministerio intentan oponérsele, y abatiéndolos mediante el favor que los dispenza, el actuar Govor. qe. le puso”.

El Virrey eleva la queja de los indios al gobernador Alós, quien informa: los indios huyen para eximirse de las faenas de la comunidad y buscar conchavo; tratan luego de cohonestar su culpa con acusaciones a las autoridades. La razón fundamental de la protesta contra el administrador es que hace trabajar a los indios que antes vivían en holganza; eso incomoda y agita los ánimos. Alós le defiende abiertamente: “Yo no nombré a este sujeto Admor. como lo tengo expuesto anteriormente; nada hize a mi ingreso al Govierno que mandarle dar la posesión entorpecida por varios reparos aparentes que tubo a bien mi antecesor reserbarlos para que yo los dirimiera, y de aquí se podrá inferir el empeño que pueda moverme a fomentar su subsistencia, si no fuera verdaderamente útil por que no soy capaz de preferir el provecho particular de un individuo al de toda una comunidad, i es muy notoria la atención con qe. spre. he mirado a los Indios.” (10).

Antes de mucho se retira don García de Yaguarón. Ni dejó ni llevó buen recuerdo; en sus informaciones y memoriales a las autoridades del Virreinato, en los que hacía constar sus menores servicios, jamás mencionó su gestión administrativa. Volvió a su antigua faena, a su compañía de artillería, a sus giras, a sus inspecciones. Sigue siendo un vasallo leal de Su Majestad: cuando España guerrea con la nación francesa, el capitán Rodríguez Francia, que en esos días visitaba Paraguarí, pone a disposición del Rey la suma de cuatro pesos de plata (11).

Si Melo de Portugal, y Alós y Brú, le han tenido en buen grado, el nuevo gobernador Lázaro de Ribera no le considera menos. En cumplimiento de su primera comisión corre y revista diez fortines de costa-abajo, caminando de ida y vuelta ochenta leguas, y todo por cuenta propia., sin gasto alguno para la real hacienda. En cumplimiento de la segunda, dirige la construcción de dos cureñas para los cañones de la plaza de Asunción, y en presencia del gobernador, de las otras autoridades y del vecindario efectúa prácticas de tiro probando su “instrucción e inteligencia en todo lo facultativo al cuerpo de artillería”. Ribera testifica: “su constante aplicación, celo y amor singular al Real servicio de S. M., cuias buenas circunstancias tiene acreditadas con el honor, inteligencia y desinterés con que ha desempeñado a su costa y con abandono de su Casa, todas las comisiones que le ha confiado este Govierno”.

Su cordial relación con Ribera se vio ensombrecida, años más tarde, por un incidente. Don García había elevado una queja a Buenos Aires por postergaciones sufridas en su carrera militar, y el Virrey requirió informes del gobernador, quien expresó: “Sólo un Governador que hubiese perdido el seso y echado en olvido todas sus obligaciones pudiera haber incurrido en semejantes defectos. Como Francia es un extranjero, que aún no sabemos si es portugués o francés, ignora que nuestra Constitución militar está fundada sobre el honor y por eso no es extraño que haya faltado a este principio.” (12).

En 1806 – cerca ya del final de su carrera y de su vida – sufrió un rudo golpe, un amargo desengaño. Carlos IV ordenó que las compañías de artillería quedasen a cargo de la oficialidad veterana, pasando los milicianos a la infantería y a la caballería. El capitán de artilleros García Rodríguez Francia entregó su compañía al subteniente Nicolás Muñoz. Hay amargura en las constancias y en las notas. Al dar cuenta de la entrega de su compañía manifiesta que, a pesar de sus muchos años, está listo para hacer “cualquiera

fatiga de las más peligrosas o penosas, para dar la última prueba de mi honor a S. M.” (13). A los sesenta y siete años de edad olvida agravios e injusticias, olvida que hasta los indios le llamaron extranjero y que sobre los suyos se lanza constantemente el baldón mameluco paulista. Todavía quiere servir a su patria de adopción, a su Dios, a su Rey.


***


García Rodríguez Francia casó en fecha no precisada – probablemente en el curso de 1762 (el 15 de noviembre de 1762, día en que se le embargaron los bienes por la guerra con Portugal, ya está casado) – con María Josefa Fabiana Velasco y Yegros, hija legítima de don Mateo Félix de Velasco y de doña María Josefa de Yegros y Ledesma, y sobrina carnal del antiguo gobernador y capitán general de la provincia don Fulgencio Yegros y Ledesma.

Eran los Velasco y los Yegros gente distinguida del Paraguay, particularmente los últimos, que descendían de los más antiguos conquistadores. Con el matrimonio de don García y de doña Josefa se unieron, por vez primera, los apellidos Francia y Yegros, que el destino enlazaría más tarde en el poder, y separaría después por un abismo de sangre y lágrimas.

Doña Josefa Fabiana se mueve en la penumbra; muy escasos recuerdos han quedado de ella, porque vivió en el retiro que la costumbre de la época imponía a la mujer, y por su temprana muerte. Al parecer, no influyó mucho en la vida del marido ni en el carácter de los hijos.

Llegaron al hogar dos mujeres: Lorenza (1764?) y Petrona Regalada

(1765?). La primera se uniría en matrimonio con el alférez José Francisco Marecos Vallejos, y la segunda con Mariano Larios Galván. En 1766 – el día de Reyes – nació José Gaspar (14). Después dos varones: Pedro y Juan José Ignacio. Son los cinco hijos del hogar Francia-Velasco (15).

José Gaspar es el tercero de ellos y el primero de los varones. Recibió las aguas bautismales en la iglesia de los Recoletos, apadrinándole su tío, el franciscano fray Fernando Cavallero (16).


***


Los años iniciales de su vida los pasó tranquilamente en la capital asunceña; aprendió las primeras letras en la pequeña escuela del convento de San Francisco. La instrucción primaria se limitaba en la época, a las facultades de leer, escribir y contar. Se enseñaba además gramática castellana, ortografía y doctrina cristiana. Los textos eran catones, cartillas y catecismo, y la enseñanza “consistía puramente en el aprendizaje memorístico y colectivo”, y el principio pedagógico dominante era la letra con sangre entra.

Los estudios del niño no se habrán limitado a la instrucción primaria.

Había en Asunción, en aquel entonces, institutos de enseñanza más elevada.

Los franciscanos tenían, a más de sus escuelas de primeras letras, cátedras de latinidad, y los dominicos, de latinidad, filosofía y teología. En 1778 los últimos obtuvieron del Rey facultad de otorgar títulos de licenciado y doctor. Debió, pues, haber seguido algunos de esos cursos, ya que sólo así se explica su rápida carrera posterior en Córdoba.

Gramática o latinidad era el primer ciclo de la enseñanza superior en la colonia. Se realizaba en dos clases, una de menores y otra de mayores. El estudio del latín tenía particular importancia por ser el instrumento indispensable para la enseñanza superior: en ese idioma estaban escritos los textos y se dictaban las cátedras (17).

Gaspar era respetuoso y obediente; el vecino Martín de Azuaga – íntimo de su casa – dice que “conoció al presentante anteriormente de pasar a la ciudad de Córdoba a seguir sus estudios y aún desde su niñez, en cuyo tiempon lo reconoció por de arreglada conducta sujeta en su natural” (18). Es de suponer que realizó con felicidad sus cursos primarios, pues sus padres y maestros le consideraron digno de una carrera brillante como la del sacerdocio.

Hasta Asunción había llegado la fama de la Universidad de Córdoba del Tucumán que fundara el ilustre paraguayo Hernando de Trejo y Sanabria. En este Reino – decía el Obispo San Alberto – “se hallan tan acreditados la Universidad y sus Colegios”, que de lugares donde existen universidades vienen jóvenes para “lograr los notables adelantamientos que aquí se experimenta”. Era prestigio bien cimentado el de la casa de Trejo y Sanabria en todo el Virreinato, y aún fuera de él. En la Universidad había cursado el paraguayo Pedro Vicente Cañete, y a la sazón concurrían a sus claustros otros distinguidos comprovincianos, Miguel Arias Montiel, Marcos Gamarra, Marcelino Ocampos.

Para los jóvenes que llegaban de lejos, Córdoba ofrecía como convictorio el Real Colegio de Monserrat; precisamente para alojar a paraguayos, altoperuanos, porteños, salteños y alumnos de otras provincias había sido fundado.

En el prólogo de Las Cinco Laudatorias del muy esclarecido varón Dr. D. Ignacio Duarte y Quirós, fundador del Real Colexio de Monserrat, se lee: “De todas partes y de todo punto concurre a nuestro Colegio distinguida juventud, de suerte que acuden a nuestro Monserrat hasta del mismo lejano Perú, o del muy ameno Chile distante de nosotros, cerca de seiscientas leguas...” Desde la fundación del Colegio, el Paraguay tenía una beca permanente en él.

Una circunstancia feliz contribuyó, sin duda, en grado importante a la decisión familiar. La Universidad de Córdoba había pasado de manos de los jesuitas a las de los franciscanos. Precisamente fray Fernando, tío y padrino suyo se había trasladado allí y enseñaba en su aulas teología. Otro tío – el padre Mariano Velasco – era igualmente profesor en la casa de estudios. Al alejarse el niño de los suyos por tanto tiempo no iba a faltarle adecuada protección moral y espiritual.

A estos factores es probable se haya unido el siguiente: en 1777 en su testamento, doña Francisca de Yegros y Ledesma fundó una capellanía de legos en el paraje de Ibiray, instituyendo como patrón de la misma a su sobrino político don García Rodríguez de Francia y “por capellán a cualquiera de sus hijos que se ordenase de clericato...” (19).

“Es probable – dice Cabanellas – que Gaspar Rodríguez Francia fuera a cursar sus estudios a Córdoba con el único objeto de obtener la capellanía en la localidad o paraje de Ibiray.” (20).

Su viaje y su manutención como interno en el colegio iban a ocasionar serios gastos, pero don García se encontraba en holgada situación económica, y además el niño era predilecto del rico español, ministro de la real hacienda don Martín José de Aramburu, quien le ayudó en todo para su ida a Córdoba (21).

Nos imaginamos los preparativos, el acomodar de ropas en las petacas, el preparar paquetes de dulces de guayaba y de bolsas de yerba mate, los rezos de doña Petrona, los suspiros de Lorenza y Petronita, la tristeza de la familia ante la separación de años... Precisamente en esos días, don García tiene que viajar con un barco de su propiedad a Buenos Aires, llevando haciendas propias y tabaco de Su Majestad. El gobernador ya le ha acordado pasaporte:

“Por la presente concedo libre y seguro Pasaporte a don García Francia, Capitán de Artillería de las Milicias de esta ciudad, que con su Barco y Bote pasa a la Plaza de Buenos Aires conduciendo los Tavacos de S. M. y Hazienda propias: en cuia consecuencia ordeno y mando a las Justicias de mi Jurisdicción, y a las que no lo fuesen pido y encargo no le pongan impedimento en su viage antes vien le facilitarán todos los auxilios que necesitare, por combenir asi al Real servicio” (22).

En una clara mañana de octubre de 1780, parten don García y su hijo a bordo de una pequeña zumaca rumbo al sud, por el río Paraguay, aguas abajo...


NOTAS

1 Sobre García Rodríguez Francia, ver: Blas Garay, La revolución de la Independencia del Paraguay. Apéndice B); Carta abierta de Fulgencio R. Moreno a Viriato Díaz Pérez, El Origen del Doctor Francia, y de Viriato Díaz Pérez a Fulgencio R. Moreno, Unos datos sobre el origen español del Dictador Francia, en Revista del Instituto Paraguayo, año IX, núm. 58. Ver igualmente: Hoja de Servicio de don García, certificada por el gobernador Alós, 13 de diciembre de 1787, en Revista Paraguaya, núms. 3-4, marzo-junio de 1926; la Información del gobernador Rivera, 21 de noviembre de 1804, A.N. A., Vol. 127; y elTestamento de Petrona Regalada Rodríguez Francia, A. N. A., Vol. 124.

2 Oficio de García Rodríguez Francia al gobernador Alós, Yaguarón, enero 27 de 1789; Moreno, Carta abierta...

3 Bando de Martínez Fontes, 14-XI-1762, en Bandeirantes no Paraguai, 456.

4 Acta inventario, 15-XI-1762, en Bandeirantes..., 521.

5 Acta, en Bandeirantes..., 523.

6 Sobre los servicios militares de García Rodríguez Francia, ver los documentos del A. N. A., publicados en Revista Paraguaya, núms. 3-4, marzo - junio de 1926.

7 Pasaporte del gobernador Melo de Portugal, 31 de octubre de 1780, en Revista Paraguaya, núms. 3-4, marzo-junio de 1926; el pleito con Perales, A. G. N., Criminales 1783. Leg.

8 Hoja de Servicio de don García.

9 Memorial del cacique Motatí al Virrey, en Moreno: Carta abierta...

10 Los caciques Yaratí y Yarevá al Virrey, y el Informe de Alós al Virrey, en A. G. N., Intendencia del Paraguay, 1786 -1790. Inédito.

11 A. G. N. Libros de Toma de Razón, t. 60, píg. 213.

12 Ribera al Virrey Avilés, Ms. del A. N. A. Moreno: Carta abierta...

13 Documentos sobre entrega de la compañía, en Revista Paraguaya, núms. 3-4, marzo -junio de 1926.

14 Cabanellas, en El Dictador del Paraguay Dr. Francia (1946) sostiene que nació en 1758, siguiendo a los Robertson y a Wisner; tras de estudiar de nuevo el asunto, nos reafirmamos plenamente en nuestra fecha anterior: 1766. Lo hacemos por estas razones fundamentales: 1ª. Si como el mismo Cabanellas dice, don García murió a los 68 años en 1807, debió nacer en 1739. Como antes que José Gaspar, el matrimonio tuvo dos hijas, para que el primer varón naciese en 1758, tuvo el portugués que casarse en,1754, a los 15 años de edad. 2ª. Cuando José Gaspar ingresó al colegio de Monserrat, en 1780, debía tener ya, según Cabanellas, 22 años, lo cual era prohibido por la constitución de la casa. ¿Quién ingresa al Colegio Nacional a los 22 años? En 1785, cuando terminó sus estudios, José Gaspar tenía todavía un encargado: Francisco Antonio González, y, ¿quién lo tiene a los 27 años? 3ª. En 1809, el Cabildo declaró que el doctor Francia tenía 43 años. De haber nacido en 1758, debía tener a la sazón 51 años. No puede cometerse semejante error en una ciudad que era una aldea y en la cual todos se conocían.

15 Sobre el año de nacimiento no hay prueba documental directa, y sí sólo indirecta, y es la contenida en el informe del Cabildo de Asunción al Virrey, 19 de agosto de 1809, en Revista del Instituto Paraguayo, año X, núm. 63, y que dice: tiene 43 años de edad.

16 Francisco Wisner de Morgenstern: El Dictador del Paraguay Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, Pág. 10.

17 Documentos para la Historia Argentina, t. XVIII. Culturas. La Enseñanza durante la época colonial. Con introducción del doctor Juan Probst. Publicación del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Letras.

18 Testimonio de Martín de Azuaga, en la Información Plena de Genealogía y Buena Conducta, en José María Ramos Mejía, Las Neurosis de los Hombres Célebres de la Historia Argentina. Apéndice.

19 Testamento de Francisca Yegros. A. N. A., vol. CXXIX, número 24, Sec. Civil, cit. Cabanellas, El Dictador..., 62.

20 Ibídem.

21 Encuesta de Ramos Mejía sobre la vida del doctor Francia; respuestas de Gregorio Machain y Carlos Loizaga, Ramos Mejía: Las Neurosis... Apéndice.

22 Pasaporte del gobernador Melo de Portugal...

 
 
 

BIBLIOGRAFÍA

 

Sobre José Gaspar de Francia, y su dictadura, existe una extensa bibliografía. En esta lista sólo recordamos a las obras y artículos que han influido el criterio del autor, o han sido citados en EL SUPREMO DICTADOR.

BINAYÁN, NARCISO: “Bibliografía de bibliografías paraguayas”, en Humanidades, t. III.

ZINNY, ANTONIO: “Bibliografía Histórica del Paraguay y Misiones”, en Revista Nacional, t. IV y V.

 

FUENTES PRINCIPALES

 

a) DOCUMENTACIÓN INÉDITA:

Archivo Nacional de Asunción. Volúmenes: Sección Histórica: 3, 4, 6, 11, 12, 20, 21, 24, 26, 39, 40, 44, 52, 61, 62, 69,70, 71, 78, 79, 80, 81, 83, 84, 85, 91, 100, 108, 124, 127, 129, 177, 203,229.

Nueva encuadernación: 707, 750, 815, 834, 1035, 1050, 1242, 1262, 1281, 1312, 1795, 2568, 3106, 3107, 3111, 3122, 3410, 3411, 3412.

Sección Criminal: 26, 39 y 81.

Sección Civil: 81 y 256.

Lista de Hacienda: 1833.

Contabilidad. Años 1815, 1816, 1820, 1827, 1837 y 1840. Colección “Solano López”.

Archivo General de la Nación Argentina. Legajos.

“Paraguay. Relaciones Exteriores, 1811-1856.”

“Paraguay. Correspondencia con el Gobierno Argentino, 1811-1815-1819.”

“Ejércitos del Norte y de la Banda Oriental. Representantes de la Junta: Belgrano y Castelli.”

“Entre Ríos y Corrientes, 1811.”

“Gobierno Nacional. Guerra 1812.” Legajos 2, 5 y 15.

“Colonia. Justicia 1787.” Legajo núm. 21.

“Colonia. Justicia 1807-1808.” Legajo núm. 51.

“Reales Ordenes 1805”

“Intendencia del Paraguay 1786-90”

“Intendencia del Paraguay 1798-1800”

“Intendencia del Paraguay 1805-1809”

“Libros de toma de Razón, t. 60.

Archivo Nacional de Sucre. Legajo 178.

Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Manuscritos de la Colección Funes.

Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, Colección Ríe Branco.

b) DOCUMENTACIÓN ÉDITA

Actas de las sesiones de los Congresos de la República, desde el año 1811 hasta la terminación de la guerra.

Anais do Itamarati, tomos II, III y IV. Río de Janeiro, 1938. Con introducción de Aurelio Porto.

Asambleas Constituyentes Argentinas. Publicación del Instituto de Investigaciones Históricas. Buenos Aires, 1937.

BÁEZ, CECILIO: Ensayo sobre el Dr. Francia y la Dictadura en Sudamérica. Asunción, 1910.

– Historia Diplomática del Paraguay. Asunción, 1931.

– Resumen de la Historia del Paraguay. Asunción, 1910.

– Historia Colonial del Río de la Plata y del Paraguay. Asunción, 1926.

BENÍTEZ, JUSTO PASTOR: La Vida Solitaria del Dr. José Gaspar de Francia, Dictador del Paraguay. Buenos Aires, 1937.

CARDOZO, EFRAÍM: Bolívar y el Paraguay, Segundo Congreso Internacional de América, t. IV.

– “La Diplomacia de Belgrano”, en Anuario de la Sociedad de Historia

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– La Política del Aislamiento durante la Dictadura del Dr. Francia, Asunción, 1930.

CARLYLE, TOMÁS: El Dr. Francia, Buenos Aires, 1885.

Carta abierta de Fulgencio R. Moreno a Viriato Díaz Pérez. El Origen del Doctor Francia y de Viriato Díaz Pérez a Fulgencio R. Moreno.

Unos datos sobre el origen español del doctor Francia, en Rev. del lnst. Paraguayo. Año IX, núm. 58.

Cartas inéditas de Luciano Recalde al doctor Manuel Domínguez.

“Cartas históricas de Manuel Pedro de Pena”, Revista del Instituto Paraguayo. Año V, núm. 46 y ss.

Carta primera de D. Luciano Recalde al señor Presidente del Paraguay.

CHAVES, JULIO CÉSAR: Historia de las Relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay. Buenos Aires. Librería y Casa Editorial Menéndez, 1938.

Descripción de las honras fúnebres que se hicieron al Excmo. Señor Dr. Don José Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador perpetuo de la República del Paraguay, primera de la América del Sud. Publicadas por primera vez D. Blas Garay.

Documentos del Archivo de Belgrano, t. III. Publicación del Museo Mitre. Buenos Aires, 1914.

Documentos del Archivo Pueyrredón, t. I y III. Publicación del Museo Mitre. Buenos Aires, 1912.

Documentos para la Historia Argentina. Facultad de Filosofía y Letras, tomos III, XVII y XVIII.

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c) LIBROS

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d) ARTÍCULOS

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AZEVEDO, WALTER ALEXANDER DE: “O Dictador Francia e o Burlesco Marquez de Guarany”, O Jornal do Commercio, 14 de enero de 1934.

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CHAVES, JULIO CÉSAR: “Un relato de la revolución del 14 y 15 de mayo”. El Diario, de Asunción, 15 de mayo de 1938.

DOMÍNGUEZ, MANUEL: “El Paraguay y Artigas”. La Revista Americana de Buenos Aires, año VIII, núm. 75.

– “Historia de la Enseñanza Nacional”, Revista del Instituto Paraguayo, año X, núm. 10.

GARAY, BLAS: “El Primer Consulado”, Revista del Inst. Paraguayo, t. III.

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MORENO, FULGENCIO R.: “Una carta de Belgrano al Dr. Francia”, La Prensa, Buenos Aires, 24 de junio de 1923.

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OTAÑO, JUAN B.: “La muerte del Dr. Francia”, en Rev. del Reg. 1 de Inf., Concepción.

PAGE, THOMAS J.: “Le Paraguay et les Republiques de la Plata”, Revue des Deux Mondes, 1851.

PALCOS, ALBERTO: “Actividades de Bonpland en el Paraguay”, en La Prensa, de Buenos Aires, tres números dominicales de septiembre de 1941.

– “Designios de Bonpland. Revelaciones inéditas del sabio”, en La Prensa, de Buenos Aires, 1 de marzo de 1942.

PÉREZ ACOSTA, JUAN F.: “La época del Dr. Francia. Su Política exterior e interior”. El Orden, Asunción, 29 de febrero de 1933.

– “El doctor Francia y la influencia de Córdoba.” II Congreso Internacional de Historia de América, t. Il.

– “El Dr. Francia y la música”. El Orden, Asunción, 20 de setiembre de 1933.

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– “El doctor Francia, el Cabildo y los Congresos.” El Orden. Asunción, 17-I-1924.

RAMOS, ANTONIO R.: “La muerte del Dictador”, El Liberal, Asunción, 2 de abril de 1935.

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VÁZQUEZ, JOSÉ ANTONIO: “La madrastra del Doctor Francia”, en El País, de Asunción, 14 de mayo de 1957.

OBRAS PARAGUAYAS (1)

1. El general Días, Biografía del vencedor de Curupayty, por Julio César Chaves. Una biografía del guerrero paraguayo.

2. El Dictador del Paraguay, Dr. José Gaspar de Francia, por FRANCISCO

WISNER DE MORGENSTERN. Segunda edición de esta obra sobre la independencia y la dictadura, con prólogo y nota de Julio César Chaves.

3. Descripción de la antigua provincia del Paraguay, por MARIANO ANTONIO MOLAS. Tercera edición con prefacio y notas de Oscar Ferreiro.

4. Proclamas y cartas del Mariscal López. Ciento cinco documentos, muchos de ellos inéditos.

5. Hombres y épocas del Paraguay (Libro I), por ARTURO BRAY. Tercera edición de este libro, con las biografías del Dictador Francia, Carlos Antonio López, el Mariscal López, los generales Caballero, Escobar y Egusquiza, Manuel Gondra y Eligio Ayala.

6. La guerra del Paraguay, por NATALICIO TALAVERA. Crónicas del “Semanario” con cho ilustraciones del periódico Cabichuí.

7. Historia y filosofía, por OSVALDO CHAVES. Cinco ensayos del filósofo paraguayo.

8. El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia, por JULIO CÉSAR CHAVEZ. Cuarta edición ampliada.

9. Orígenes de la guerra de la Triple Alianza, por PELHAM ORTON BOX. Segunda edición de este libro esclarecedor del proceso de la guerra del Paraguay. Versión española de Pablo Max Insfrán.

10. Estigarribia, el soldado del Chaco, por JUSTO PASTOR BENÍTEZ. Segunda edición ampliada; se ha agregado entre otras cosas una importante correspondencia inédita entre el presidente Eusebio Ayala y el Mariscal Estigarribia.

11. El Paraguay colonial, por EFRAÍM CARDOZO. Una obra fundamental sobre el pasado hispánico del Paraguay.

12. La política del Brasil en el Paraguay bajo la Dictadura de Francia, por R. ANTONIO RAMOS. Segunda edición. Un examen de las relaciones paraguayo-brasileñas.

13. El solar guaraní, por JUSTO PASTOR BENÍTEZ. Segunda edición ampliada y puesta al día. Una síntesis de la vida paraguaya.

14. Historia de las relaciones entre Buenos Ayres y el Paraguay, por JULIO CÉSAR CHAVES. Segunda edición ampliada.

15. La revolución del 14 y 15 de mayo (Resumen de Julio César Cháves). Vol. I de la Biblioteca Histórica Paraguaya de Cultura Popular.

16. La Conferencia de Yataity-Cora (Resumen de Julio César Chaves). Vol. II de la Biblioteca Histórica Paraguaya de Cultura Popular.

17. La Asociación Paraguaya en la guerra de la Triple Alianza, por JUAN B. GILL AGUINAGA. El importante archivo de la Asociación.

 

1.- Obras paraguayas en librería al tiempo de la publicación del libro fuente en 1964. (N. de la Ed. Digital)




 

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