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MANUEL DOMÍNGUEZ (+)
  EL PARAGUAYO, FLOR DE RAZA - Por MANUEL DOMÍNGUEZ


EL PARAGUAYO, FLOR DE RAZA - Por MANUEL DOMÍNGUEZ

EL PARAGUAYO, FLOR DE RAZA

Por MANUEL DOMÍNGUEZ


"La raza y el engranaje de las cosas diarias son los dueños de nuestro destino (LE BoN.)

"El culto de nuestros antepasados  es el más legitimo de todos." (RENAN.)

 

Al tratar el punto es el caso de entonar con López García:

Y el inundo y la Patria a coro Oirán el himno sonoro

De tus recuerdos de gloria..

Pero no se trata aquí como en el caso del bélico 2 de Mayo, de glorias guerreras inmarcesibles y sí de la gloria de nuestra estirpe.

Verdad acrisolada es que el Paraguay fue colo­nizado por la flor de la raza humana. No fue pobla­do por bandidos o galeotes, al revés de casi toda América. La mejor gente de España, de la mejor época española, vino aquí. Precipitamos datos, sin tardanza.

Oviedo vió partir la gran expedición de Men­doza, y tradujo su impresión que "sin duda era com­pañía para parecer bien en el ejército de César y en todas las partes del mundo" 121.

Centenera la cantó en malos versos

“La gente que embarcó era extremeña.

De gran valor, y fuerte, muy sabida.

Mayorazgos e hijos de señores,

De. Santiago y San Juan Comendadores" 122.

Fray José de Mendoza, muy enterado de lo que era la población del Paraguay, escribía desde San­tiago de Chile a un caudillo paraguayo, General Avalos de Mendoza, que tanto contribuyó a la gue­rra contra Balmaceda: "La Asunción fue fundada con la -mejor nobleza de Europa" 123,no sólo de Es­paña, porque al Paraguay vinieron también flamen­cos como Dubrin, hermano de leche de Carlos V, Centurión, Almirante o sea "cuadralvo de las gale­ras del Príncipe Doria"; descendientes del mismo Doria, fundador de la República de Génova y con Pancaldo, de Savona, los Aquino, Rizo, Troche y "otros nobles italianos"124.

Melchor Palmero, de la expedición de Mendoza: Vinieron al Río de la Plata "muchos hijosdalgo y personas de honra" 125. Ruy Díaz abunda en lo mis­mo y el P. Techo escribe: "Solamente advertiré que entre los expedicionarios había treinta y dos Mayo­razgos... entre los muchos hombres que le acompa­ñaban (a Mendoza), pues la nobleza española ardía en deseos de alcanzar riquezas" 126.

El conocido Charlevoix: "Ninguna colonia es­pañola del Nuevo Mundo ha contado tantos y gran­des hombres entre sus fundadores. La posteridad de muchos de aquellos que partieron entonces (con Mendoza) está todavía en el Paraguay, sobre todo en la Capital de la Provincia."

Y Azara: "Estas gentes fueron sin duda las más distinguidas e ilustres entre los conquistadores de Yndias... Desciende de los valerosos conquistado­res, que fueron nobles y de mejor sangre que quie­nes conquistaron otros países americanos" (Viajes, Nº 678). Antes Lozano dijo lo propio y así coinci­den todos los historiadores. La más alta nobleza de España corrió de sus cuatro ámbitos a embarcarse con Mendoza 127. Venían también teutones de la Alta y Baja Alemania, bávaros y sajones 128, ingleses y por­tugueses que desempeñaron papel conspicuo en la conquista.

El antropólogo más exigente ha de quedar satis­fechocon el florilegio de naciones antes citado, en que predominaba por su número, como era natural, el español, desde el cántabro bravío hasta los que hicieron bajo el sol del mediodía y que nos traían con su sangre mora y su imaginación brillante, "el alma de nardo del árabe español."

Pero no bastan estos datos: queremos dar en concreto, idea de lo que era aquella gente, la sensa­ción de su naturaleza metálica presentando a uno de aquellos conquistadores en movimiento, corriendo en pos de anhelos y designios imposibles, "como el pecho en que fermenta la ansiedad del infinito". Po­demos fijarnos en cualquiera de los que vinieron con Mendoza (Irala, Ayolas, etc.) o con Pancaldo o con Alonso Cabrera o Alvar Núñez. Al azar elegimos a Nufrio de Chaves, que vino con el último. Es la per­sonificación de la mayor energía humana, razón por que le hemos evocado con frecuencia.

Era natural de Trujillo, hermano de un confe­sor de Felipe II. Viene al Paraguay con Alvar Nú­ñez, explora Curitiba, desde Santa Catalina, y en seguida lo cruza hasta llegar a la Asunción a pie (1540).

Pero su destino no era descansar. Remonta el Río Paraguay con Irala, 300 leguas, en busca de El­dorado fascinante hasta el puerto de los Reyes (1541), retoma y somete a la tribu guaraní irritada y turbu­lenta, y repite ahora con Alvar Núñez el anterior viaje al puerto de los Reyes (1542), de donde ex­plora con él el Occidente. Vuelta a la Asunción (1543).

Explora de nuevo, en seguida, el Chaco, descu­bre la ruta que conducía al Perú (1545) y no tarda en volver al punto de partida, la Asunción. Entra en el Río Pilcomayo, que sorprendido de su audacia le abre paso hasta cerca de Potosí (1546), retrocede a la Asunción y sale, sin respiro, con Irala, camino del Perú (1547). Vuelta desde el Río Guapay a Lima con cuatro compañeros (1548). ¡Desde la Asunción a Lima, a pie, háganme el favor!

Allí, en Lima, habla con La Gasca, y allí ochen­ta soldados resuelven seguir hasta el Paraguay a aquel caudillo sin par. No encuentra a Irala en el Guapay y, sin vacilar, se arroja al Chaco (1550), le atraviesa como flecha, desanda el camino anterior y ya está de vuelta en la Capital de la Conquista. "De Lima a la Asunción, por tierra, tan pronto caballero como infante" (René Moreno).

En la Asunción se casa con Elvira de Mendoza, de la poderosa familia de los Manríquez de Lara, belleza digna de aquel león, con quien cruzó también montañas y desiertos. Persigue sin cesar a Abreu has­ta vengar en él la muerte de su suegro, Mayordomo del Rey de los Romanos, y aquella exhalación ya va marchando otra vez con Irala, rumbo a San Fernan­do (1553). De allí, con Irala, gira al N. O., camina 200 leguas y no tarda en estar de retorno a la Asun­ción, de donde va a la Provincia del Guaira, la paci­fica y empadrona y sobre la marcha derrota a los portugueses, les fija fronteras y funda con otros la Ciu­dad Real, cerca de la estupenda catarata (1556).

Pero su destino no era descansar... y aquella flecha humana va cortando el aire sobre el Río Para­guay, con 23 barquichuelos llega a los Jarayes, entra en el Jaurú "hasta donde no se puede navegar el río", oye el cuento de Eldorado, ondula al Oeste en pos de esa pompa de jabón, le abandonan la mayor parte de sus compañeros y con los pocos leales en el esfuer­zo, avanza "como si llevara consigo un poderoso ejér­cito" (Ruy Díaz), se pone de nuevo en la orilla de Guapay, funda allí la nueva Asunción y ¡otra vez a Lima! Vuelve Teniente de Gobernador de la región conquistada, funda Santa Cruz (1561) y, sin dete­nerse, camina hacia la Asunción, a donde volaban las saudades del héroe.

Pero su destino era no descansar hasta su muer­te ... Enloquece al Gobernador, al Obispo, al vecin­dario, con sus relatos y casi todos ellos resuelven se­guirle (1564), se interna por Alburquerque, funda una reducción, vence a los Chiriguanás y más tarde, acompañando a Cáceres, cuando reposaba en una ha­maca "un cacique alevoso le dio tan feroz golpe en la cabeza que haciéndole saltar los sesos, le dejó muerto en el acto" (1564) 129. Había corrido 5.600 leguas en 16 expediciones, sin contar la travesía del Océano.

En honor a la verdad, no sabemos de argonau­tas mitológicos ni de persas que "pasaron como una manada de chacales, ni de griegos que basaron como un coro de sirenas, ni de romanos que pasan como una bandada de águilas", ni de locos ni demonios que hubiesen realizado los milagros de energía que rea­lizaron los conquistadores del Paraguay. ¡Ese Chaves fabuloso! Su figura colosal parece llenar el horizon­te, más allá del ámbito del Chaco. El tonto no puede comprender su grandeza como el vampiro noctámbulo no sabe del águila ni del azul donde se mece ni de la roca altiva en que reposa, soberana.

¿Y dónde están los Chaves, Garay, Irala, Zala­zar y sus huestes de hierro, la mejor gente del mejor tiempo? ¿Dónde?

En la estancia de los héroes y en las entrañas de la raza ...

Dueños misteriosos de nuestro destino, esos Hér­cules sin paralelo empujaron con su espíritu todos los sucesos memorables de nuestra historia. Estaban en los paraguayos que tuvieron la entereza de expul­sar a los Jesuitas en 1649, en los Comuneros que ru­bricaron con su sangre la primera revolución ame­ricana, en todas las explosiones de energía inaudita, patentes en nuestra historia.

Y es que nos prolongamos en nuestros descen­dientes, vivimos en ellos y éstos y nosotros viviremos en los nuestros.

"Mi madre, la que vive todavía, puesto que vivo yo", lloraba el poeta huérfano. La muerte fisiológica es cierta, pero también lo es que continuamos en nuestros hijos. La sabia del tronco está en la rama, en la flor, en el fruto, que será tronco a la vez y en él continúa el individuo colosal que se llama especie. "La estructura del botón de un árbol dispone todo el follaje y gobierna toda la vegetación. Esta idea de los tipos se aplica a toda la naturaleza física y mo­ral" (Tame).

Y en este sentido trascendente, biológico y psi­cológico, el espíritu heroico de Chaves y sus huestes de hierro, estaba presente en el paraguayo "de mu­cho valor y ánimo" de Ruy Díaz, en "el hombre de mucha firmeza" de Gortari, en "la mejor gente" de Alós, en el mestizo "superior al europeo" de Azara, en el vencedor de Be1grano en Paraguarí y Tacuarí, y del inglés en nuestro arsenal, en el que "prefiere abrir una ancha tumba en su patria antes que verla humillada", en el que "ofrece diariamente un es­fuerzo muscular sin ejemplo en América", y en el impávido que sonríe a la muerte en el Boquerón dan­tesco, y en el batallón 40, más grande por más leal, que el Batallón Sagrado de Tebas.

Lebon está en lo justo cuando dice que en la batalla del Marne, tanto como los vivos -en el alma de estos vivos- peleaba el ejército invisible de los muertos. ¡Los muertos se hacen invisibles, pero es­tán en el alma de sus hijos! ...

¡Y así también los Chaves a 300 arios de dis­tancia peleaban al lado de los últimos cruzados de la causa, entre la selva melódica donde el viento can­taba a los vencedores de fatigas y penurias, como can­tó a los que corrieron 5.600 leguas en 16 expedi­ciones, en los tiempos heroicos de la raza de leones! Somos lo que fuimos y seremos lo que somos, coro patriótico de Esparta.

El Paraguay puede decir sencillamente con Ma­chado: Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron, y ante mi cuna de nobles y de héroes, sin par en su tiempo y en la especie, todas las razas ameri­canas, compuestas en su mayoría de indios, negros y mulatos o mulatoides, vienen obligados a descubrirse con respeto.

Y digamos algo de lo que enuncia el título si­guiente.

 

NOTAS

121 Historia de las Indias.

122 LaArgentina, canto 4º.

123 Acta capitular, 23 julio, 1723, Archivo Nacional, donde se trans­cribe la carta del citado Fray José, datada el 10 de noviembre de 1720.

124 Ruy Díaz de Guzmán, libro 1º, cap. 17.

125 Oviedo, ob. citada.

126 Historia de la Provincia del Paraguay, libro 1º, cap. 6º.

127 De Guipúzcoa, León, Castilla, Córdoba, Sevilla, Granada, Almo­dóvar, Osuna, Priejo, Salamanca, Jerez de la Frontera, Montañeses y Madrileños (Lozano).

128 Schumidel, cap. 1º.

129 Información Colección Garay, pág. 319, corregida con el Memo­rial, pág. 285 y Relación, pág. 336.


XI

LA CRUZA DEL GODO Y LA RAZA GUARANÍ. - PREDOMINIO DE LA RAZA BLANCA


Dos corrientes humanas se encontraron y cru­zaron en el Paraguay, la goda y la. guaraní. Los gran­des de España no tuvieron inconveniente en cru­zarse con la indígena. La razón de este cruzamiento parece ser estética.

Azara en uno de sus Atlas dio la estampa de la nativa del Paraguay que enloqueció al español. ¡Be­lleza sin descuento! A su lado palidece la belleza de casi todas las mujeres de Europa.

En la guaraní, de pies pequeños y empeine alto, el brazo es corto. Allí consiste uno de los secretos de la belleza femenina, como la armonía en las colum­nas del Partenón, reside en cierta proporción de la altura con el diámetro.

Pero ese solo dato no bastaría. Es que además, el óvalo de la cara, de expresión ideal, es impecable, y todo, en fin, es proporción y línea melódica en esa reina suave, pasión del godo, realidad poética en que, después de correr tras áureas quimeras, descansaba el simpático bandido, halcón de la conquista.

Hasta un Obispo, aunque escandalizado de lo que veía en la Asunción, el Paraíso de Mahoma, se dejó impresionar por la belleza de las primeras mes­tizas, que "blanqueaban en la segunda o tercera ge­neración" (René Moreno). ¡Y las cantó! Eran "como estrellas", dice Su Señoría Ilustrísima 130.

Ruy Díaz de Guzmán consume su turno sobre el tema "Las mujeres de aquel país (escribe en Char­cas) son, por lo común, de nobles y honrados pen­samientos, virtuosas, hermosas y bien dispuestas" 131.

Los hermanos Robertson, a su vez, certificare: "Los hombres (en el Paraguay) eran generalmente bien formados y atléticos y las mujeres casi todas bo­nitas."

Y la derrota de la belleza europea en el Para­guay fue un hecho positivo: "Los españoles, dice Aza­ra, encontraron más atractivos hasta en las mulatas que en las mismas españolas" 132. El periodista francés Alloucerie acaba de entonar también su himno: "En el Paraguay viven las más encantadoras mujeres de la América del Sud. Van siempre vestidas de blan­co y lucen una cabellera de negro azabache y el cutis dorado por el sol de los trópicos. Cuando os miran con sus grandes ojos de terciopelo y cuando sonríen mostrando su dentadura... es ya una caricia que os prodigan. Su español no se parece en nada al caste­llano barullento de España o a la charla arrabalera  de otras partes. Es un español criollo, limpio y armo­nioso. Cuando hablan el guaraní parecen cantar." (En la selva infernal del Chaco.)

Lo que falta es que se propague la fama de esa belleza. Mujeres hay en la aristocracia y en el pue­blo de quienes se diría que "fueron creadas en un momento de inspiración divina por un capricho di­vino".

Y así, en una encrucijada de la historia, la co­rriente de la mejor raza de Europa, la más potente de su tiempo, se confundió con la corriente de la mejor raza de América, la más inteligente de su zona (Dr. Bertoni) entrando en juego la afinidad electi­va, el poder estético, el del amor, que mejora a las razas en belleza, salud e inteligencia. Ley de simpatía orgánica perpetuó en el Paraguay la suavidad de la heroína del amor y la magnífica voluntad del godo con su naturaleza férrea. ¡Armonía de los contrastes! Él era "fuerte como la virilidad", ella "graciosa co­mo la languidez", y de un beso amante nació un manso león, ¡el paraguayo!"

 

NOTAS

130 Centenera: La Argentina, Canto 2º.

131 Libro 1º, cap. 18.

132 Viajes, Nº 677.




XII

EL PARAGUAY ES EL PUEBLO MAS VIRTUOSO DEL MUNDO. - PRUEBAS MATEMÁTICAS


"Los pueblos no subsisten sino por la virtud." (ANATOLE FRANCE.)

"Toda superioridad política o mili­tar, económica o intelectual, es poca co­sa si falta la superioridad moral." (COLAJANNI.)

"La superioridad moral es la flor más hermosa de toda evolución social." (H. SPENCER.)

"La virtud es obra de arte y el virtuo­so el artista supremo." (LEOPARDI.)

"Letras sin virtud, perlas en el mu­ladar." (CERVANTES.)


Se dice y repite que la naturaleza no conoce la justicia. "Tierra, aire y mar son campos de batalla donde los fuertes se comen a los débiles. El cuerpo de cada animal sirve de cementerio a los otros animales" y el hombre cae bajo esta ley de hierro - es lobo del hombre, decía el autor de El Leviatán.

El espectáculo de la maldad universal hizo de­cir a Schopenhaeur que este mundo es un infierno en que cada uno es el diablo de su prójimo, frase de fuego, fundamento del pesimismo enervante. La ver­dad es que "el hombre no es completamente malo ni completamente bueno", pero no deja de tener razón Spencer cuando ve en todas partes pueblos profesan­do el cristianismo y practicando el paganismo, y Ana­tole France con afirmar que raspando la piel del hom­bre civilizado se encuentra al hombre de las caver­nas. La guerra europea nos ha probado con pruebas repulsivas esa desesperante afirmación. Se rompieron los barrotes de la jaula y las hienas entraron en fun­ción. ¡Moral de caníbales, oculta bajo la careta de la ciencia!

Y en el Paraguay también hay algunos diablos y paganos porque los paraguayos no son ángeles, pero lo decimos con dogmatismo talmúdico, en relación, los hay menos que en el resto del mundo civilizado, infinitamente menos. Pareciera que el instinto agre­sivo del hombre de las cavernas, está como fuera de lugar bajo el cielo azul del Paraguay, en sus selvas de nostálgicas cadencias, en este país del ensueño y de las flores. Aquí el hombre es menos malo que en otras partes, y en este sentido, es el pueblo más cristiano de la tierra, Es la tesis que va a salir victoriosa y en seguida, aplicando la consabida regla de razón con­sistente en que no se concibe la confabulación de los siglos para una mentira sin objeto. La historia va a facilitarnos otra vez el punto de vista de conjunto, el único que no engaña. Juzgar a un pueblopor su Historia es como juzgar a un individuo por toda su vida y no por actos aislados o depresiones momentáneas.

Pero entremos en materia, ordenadamente, se­parando los conceptos en titulitos marginales. HOSPITALIDAD. - Abrimos el interrogatorio con Azara. "Una de las prendas más admirables de estas gentes es la hospitalidad. Cualquier pobre o rico, co­nocido o incógnito, patricio o extranjero, que llega a un rancho o casa, es convidado al momento con la mesa y con lo mejor que hay, y si quiere detenerse muchos días nadie le despide y siempre se le trata como si fuese amigo o pariente" 133.

¡Y todavía somos así! Conservamos esa prenda admirable de la hospitalidad en la energía armoniosa de la raza. El transcurso de los años no ha marchi­tado la virginidad del alma nacional, sobre todo en la campaña donde el roñoso de Europa no nos ha contagiado su antipática avaricia. Hagan la prueba: Lleguen ustedes a la casa de un paraguayo y pasen a otras partes y notarán el contraste. El paraguayo ofre­ce al prójimo lo mejor que tiene y los extranjeros, salvo excepciones, le reciben a palos o poco menos. Un belga ilustre vino al Paraguay, hace diez años, a estudiar sociología botánica -una ciencia nueva­ exploró el Alto Paraguay y muerto de cansancio y de hambre, pidió posada a un estanciero francés. ¡Éstele permitió descansar debajo de un árbol y no le invitó a comer! Edificado con tan evangélica conduc­ta, el sabio hambriento siguió su camino y acertó a dar con la casa de un paraguayo, quien, alegre y bondadoso, magnífico en su pobreza, le invitó a su mesa, mejor dicho, se la improvisó porque llegaba a deshora, y le cedió su cama. Era acto de justicia y de caridad, respeto y amor a los hombres. El que lo practica ejecuta la más bella de todas las obras y es, a su manera, dice Víctor Cousin, el más grande de todos los artistas. La belleza moral es eterna.

Y mucha gente que viene a nuestro país en son de camalote es muy al revés del paraguayo que acogió al sabio belga con tan gentil hidalguía. Esa mucha gente, en su mayoría, es como aquella mujer que se negaba a matar una gallina para dar un poco de caldo a su marido moribundo. El marido -decía aquella bruja- va a morir de todos modos y si le doy el caldo, quedaré sin marido y sin gallina.

Y más de un siglo antes del belga, vinieron al Paraguay los dos ingleses citados, los Robertson, bue­nos muchachos, alegres comerciantes, y sorprendido uno de ellos de la incomparable hospitalidad con que fue recibido en la primera casa paraguaya, dejó es­crito: "Esta conducta, este recibimiento no era un caso aislado. En todo el país se dispensa la misma acogida al forastero" 134. Los paraguayos posteriores a Azara, no le dejaron a Robertson como al belga, sin comer o como la mujer del cuento a su marido, sin el caldito de gallina. Esos ingleses que habían andado por todas partes, no habían visto gentileza tan simpática ni en Europa ni en América.

Zorrilla de San Martín no pudo explicarse por qué el Dr. Francia respetó a Artigas, su enemigo, cons­pirador contra él y pregunta:

¿Qué pensaba de Artigas? ¿Era temor? ¿Era ad­miración? ¿Simpatía? ¿Compasión? 135.

El temor y la admiración son hipótesis risibles. El Dr. Francia sentiría más bien hacia el pobre Ar­tigas un poco de compasión con mezcla del odio que le inspiraba Ramírez, vencedor del caudillo orien­tal a quien negó su extradición despreciando al en­trerriano ingrato y pérfido con su antiguo protector.

Pero sobre todo el doctor Francia sentiría re­pugnancia instintiva en desmentir la proverbial gen­tileza paraguaya. Sin cálculo, como la cosa más na­tural del mundo, obedeciendo al generoso senti­miento de su raza le permitió "sentarse en el hogar del pueblo paraguayo" al que, semejante al otro, "ha­bía terminado su carrera política". Lo asegura el propio doctor Francia: "Reducido Artigas a la úl­tima fatalidad vino como fugitivo y me hizo decir que le permitiese pasar el resto de su vida en algún punto de la República, por verse perseguido aún por los suyos y que si no le concedía ese refugio, iría a meterse en los montes. Era un acto no sólo de hu­manidad sino aun honroso para la República el con­ceder un asilo a un jefe despreciado" 136. Y sale otra vez bien parada la hospitalidad paraguaya hasta en la conducta del dictador, "Implacable y puro" - lo­cución de Vargas Vila.

Y el paraguayo, artista del bien, no solamente es hospitalario. Es que además, le repugna derramar sangre humana. Derriba a Velasco sin matar a na­die. ¡Cabañas vence a Belgrano y le abraza! El sar­gento Duré cambia la situación sin derramar una gota de sangre.

El fondo de nuestro carácter es la bondad. Es opinión de Rengger. La anarquía en el Paraguay, tras la Independencia -escribe- "fue menos violenta que en muchas otras Provincias, en razón del carac­ter nacional". Los instintos sanguinarios desento­nan en el cuadro de nuestra naturaleza melódica, bajo la armonía luminosa de nuestro cielo. "Hay un acor­de secreto entre la naturaleza y el alma." Es difícil concebir Quirogas degolladores en este Paraíso, don­de se adormece la ira humana y descansa la fantasía y donde las selvas parecen tener voces religiosas.

Protección a los emigrados políticos. Puede el lector emigrar ahora por causa política y verá si en­cuentra en el extranjero a buen tiempo, como dicen nuestros criollos. ¡No lo encontrará! Para ocupar algún puestito se exige carta de ciudadanía en cierto país vecino y en Francia lo propio para ejercer la Medicina (Ley Grevy). En el Paraguay de Carlos A. Lopez era otra cosa.

En vista de que nuestros vecinos se perseguían a muerte y en previsión de que los perseguidos pi­dieran refugio al Paraguay, el Gobierno giró a los Comandantes de las fronteras esta orden:

"Una estricta neutralidad no es incompatible con los principios de humanidad franqueada entre límites justos. . . Por esto siempre que ocurran a esa Comandancia familias en busca de auxilio y pasaje a esa frontera podrá Ud. dárselos y hacerles pasar por ellos mismos los ganados y haciendas propias que trajeren acomodándolas de pronto donde mejor con­venga y dando cuenta. . . " (14 diciembre de 1842, Archivo Nacional, vol. 6, Nº 14 a 23).

Y conforme a dicha declaración, cuando poco después vino al Paraguay "una numerosa emigra­ción de la Provincia de Corrientes", en el acto el Go­bierno mandó que "a los emigrados pobres se les acu­diera con el abasto de carne. . . A la que ocurrió por Itapúa se le acordaron mayores beneficios para sal­var las cortas haciendas que conducían" (Mensaje, 1844).

En 1843 muchos brasileños de ruinas Geraes, huyendo de la furia de sus compatriotas, también piden amparo al Paraguay y "el Gobierno les acordó una hospitalidad benéfica y les mandó proveer de recursos para proporcionarse subsistencia en los lu­gares que se les designó (Id., id.,), recursos consisten­tes en vestuario, ganado, dinero y además el trato amable de nuestra gente buena. Allá el terror y aquí beneficencia y caridad.

Y edifica también esta historia: Urquiza, al ser­vicio de Rosas, vence al Gobernador de Corrientes, Madariaga, en Vences y "una matanza horrible de prisioneros siguió al triunfo. Toda la ferocidad de Urquiza en Paso Largo e India Muerta fue pálida al lado de la crueldad después de Vences. Sobre el campo de batalla, en la persecución, durante muchos días, los prisioneros fueron degollados, fusilados y lanceados con ensaño de barbarie de que no hay otro ejemplo en los anales del Río de la Plata" (Mantilla, Crónica Hist. de Corrientes, Nº 216). Más de mil degüellos... en frío, a lo Quiroga.

Y viene el contraste. "La noticia de la matanza inicua aterró a los habitantes de la Capital (Corrien­tes), que huyeron desesperados, hombres y familias, a Villa del Pilar" (Id., Nº 217). Carlos A. López in­tercede ante Virasoro, el nuevo Gobernador, pidien­do garantías para los emigrados, única manera de que se animarían a volver a su Provincia. Virasoro las concede, pero el Congreso, caja de resonancia de las pasiones homicidas, las declara nulas y sin valor (id., íd.).

Y entonces los pobres correntinos, "los Mada­riagas, el Gobernador propietario, muchos jefes, tro­pas y familias indefensas", para no ser degollados, fi­jaron su residencia en el Paraguay. Carlos A. López supo "atenderlos en su desgracia". Les hizo repartir "dinero y ganados" (Mensaje, 1849).

En octubre de 1849, otras familias correntinas, "cuatrocientas personas de todo sexo, edad y condición", recaban otra vez la protección del Paraguay.

ES que "ni la humanidad ni el honor del Gobierno le permitía negar el asilo solicitado. El Gobierno Na­cional mandó proveerles de subsistencias y socorros, pues venían completamente destituídos de provisio­nes" (El Paraguayo Independiente, Nº 85). ¡El Pa­raguay, paño de lágrimas de los infelices emigrados! Y queda claro que los rosistas y sus seides no eran de la misma opinión que los paraguayos. "Hay que matar mil y mil veces a los inmundos unitarios", gri­taba Juan M. Larrazábal (Ayarragaray). Pero quie­nes escapaban del exterminio y se refugiaban en el Paraguay, encontraban aquí "la generosidad del va­liente y la humanidad del héroe".

CRÍMENES Y DELITOS. - Poco antes de nuestra guerra, los franceses dijeron con orgullo: "Nuestro progreso moral es patente. La criminalidad ha dis­minuído. Sólo contamos ahora con 13.000 crimina­les por cada millón de habitantes (Ducoudray, His­toria de la Civilización, tomo 24, cap. XIII). Sólo España ofrecía entonces y ofrece ahora un porcenta­je menor de delincuentes, de 4 a 5.000 (Pou). En 1894 en 1.500.000 bolivianos había 14.400 criminales (General Camacho, Geografía de Bolivia). En los otros agregados humanos la curva de la crimi­nalidad sube sin cesar. Al paso que se va, cada gran ciudad va a convertirse en un Pandemónium, capi­tal del infierno donde Satanás congrega a sus diablos impagables.

Y, en oposición a esa muchedumbre delincuen­te, grábese en plancha de acero la estampa de esta verdad acendrada: Aquí, en el magnífico Paraguay, por el tiempo en que los franceses ostentaban sus 13.000 interesantes criminales, sólo habla 67 proce­sados por causas correccionales, en un millón de ha­bitantes (Wisner, Informe citado). La diferencia en favor del Paraguay raya en vergüenza para los de­más pueblos. No se ha visto ni se verá caso igual, excepto en el mismo Paraguay, donde ahora mismo apenas se registran 400 procesados, casi todos por causas correccionales.

Y acorde con el dato de los 67 procesados, en 1847 el Presidente de la República, en su proclama datada en Paso de la Patria, atestó otra cosa inaudita y es que "en el ejército paraguayo no hay delitos que castigar"-. "La virtud se halla en minoría so­bre la tierra", decía Robespierre y decía la verdad, salvo en el Paraguay.

En 1850 un extranjero supo fijarse en la manse­dumbre del león dormido y publicó en el Jornal do Comercio: "La población paraguaya, moralizada por la religión y por el amor al trabajo, destituída de vicios y de ferocidad, repele con desdén la errada opinión que de ella se puede tener. Allí, en el Pa­raguay, no se degüella, no se confisca" 138. El Para­guay era una excepción en aquel tiempo de caní­bales.

Otro documento. Por aquel mismo tiempo, otro extranjero, Pacheco y Obes, puso de relieve que "el Paraguay es un pueblo virtuoso". Añadía que consi­dera como un favor de la fortuna "el haber podido proclamar bien alto en medio de la Europa (escri­bía en París) las virtudes del pueblo paraguayo" 139. Decía esto entre pueblos virtuosos ... Por antífrasis.

Poco después Carlos A. López pronunciaba: "Estoy maravillado de tener un ejército donde no hay crímenes que castigar".

¡Ni un delito en un ejército de quince mil hom­bres! ¿Dónde, cuándo, en qué época, ha sucedido igual.? El que lo sepa que avise. . .

Y lo singular es que en siete años sólo hubo dos desertores al extranjero; en aquel ejército acampado en Paso de la Patria, "caso único en la historia mili­tar de las naciones", testimonio invencible del pre­citado Presidente (Mensaje de 1854).

Y Bermejo consonó con los anteriores: "En aque­lla República del Paraguay no se conocía ladrones ni en la ciudad ni en despoblado. Cualquier viajero po­día caminar en el campo con grandes cantidades de dinero... seguro de que no había de tener más que un respetuoso saludo de los caminantes. No existía en el Paraguay la criminalidad que en otras par­tes" 140

 

Y porque Bermejo afirma la ausencia de ladro­nes en el Paraguay antes de la guerra, conviene sa­ber que su número no ha crecido mucho entre nos­otros. El Dr. Henri Roger en una conferencia que dio en la Sorbona de París hace cuatro años, decía que "la Asunción era la única ciudad donde se dor­mía con las puertas abiertas sin peligro de ser roba­do". En toda la República es así.

¿Y cómo era y es ahora el latrocinio entre nues­tros vecinos?

"No había asilo ni sitio seguro. Las carretas lle­vaban un cañoncito giratorio para defenderse contra los salteadores" (Ayarragaray, ob. cit.). "Se tomaba la propiedad donde se la encontraba" (Mitre, His­toria de Belgrano). "A sus anchas el saqueo, la viola­ción, el asesinato" (Gervasio Posadas, Memorias). Pi­llaje libre. . ., en vez del respetuoso saludo que dijo Bermejo.

¿Y ahora? Quizá peor, con cambio de forma. En el estudio de un penalista argentino se leía hace tres años que en Buenos Aires había 97.400 ladrones prontuariados, sin comprender en esta cifra encan­tadora los más grandes pillos que no se dejan pes­car. . ., ni los otros delincuentes. Hay un fondo de verdad seguramente en esta afirmación del Dr. Ben­jamín Villafañe: "La maffia rusocalabresa hiere a traición con bombas y roba a diario con asaltos en la ciudad de Buenos Aires, donde hoy se vive con menos seguridad que en los desiertos" (Pasado y Pre­sente).

En los otros países los asaltos a los Bancos y a las casas de comercio, en pleno día, menudean cada vez más. Los ladrones, si no encuentran a mano di­nero, alhaja o mercadería, roban cadáveres (Caballe­ros de la Noche) o criaturas (hijo de Lindberg) para exigir rescate. El General inglés Fuller acaba de ha­cer esta declaración desesperante: "El mundo se ha convertido en una cuadrilla de ladrones." ¡Ni las lan­gostas que el quinto ángel -en el Apocalipsis- hizo llover sobre la tierra!

IMPROBIDAD CONTRA EL ESTADO .- Es la falta en que con más frecuencia caen los hombres. Robar al Estado, poco a mucho, casi no es delito, entre tan­tos sindicatos -partidos políticos- constituidos para explotarlo.

Y bien. Oigamos. Demersay pronunció: En el Paraguay "no podría citarse un solo ejemplo de im­probidad contra el Estado", ni en tiempo del Dr. Francia ni de Carlos A. López ¡en medio siglo!

Pero, asómbrese el lector. Hay noticia de que hubo dos casos de improbidad. El receptor de rentas de Caazapa, al rendir cuenta, falló en dos reales co­bre y fue, en el acto, destituido. El capataz de la estancia de Tacuaty no pudo explicar la desaparición de doce cueros de caballo y, pena fulminante, fue des­terrado a Tevegó (Wisner).

Y en materia de probidad ante las cosas del Es­tado ¿cómo andaban los vecinos? Se deja adivinar...

Copiamos y concluimos: "Sórdidas especulacio­nes sobre los intereses públicos" (Ayarragaray, ob. cit.). En la Aduana de Buenos Aires en vez de dos millones que había en caja, Posadas sólo encontró tres mil (íd.). Y es fama que al saqueador de esos dos millones no se le castigó, al revés del pobre diablo re­ceptor de rentas de Caazapa, el de los dos reales cobre, y del otro de Tacuaty que se comió los doce cueros de caballo.

Y a otro punto que suele callar la hipocresía de la historia.

VICIOS INCONFESABLES. – El Paraguay era una raza pura y todavía lo es, en relación. Desconocía en absoluto ciertos vicios inconfesables. Era y es el Pa­raíso del amor, pero como Dios manda. Lo que más admiró Mantegazza en el Paraguay era el pudor de nuestras mujeres y es todavía su mayor encanto, su hechizo indefinible.

Y mordiéndonos la lengua, sólo decimos que en tiempo de los López ni se concebía que hubiese casas de prostitución. Anglés y Gortari estereotipó de una vez por todas la pureza del hogar paraguayo con es­cribir:

"La crianza que dan (los paraguayos) a sus hijos, por lo común y general, es tan conforme a la entereza que estilaban antiguamente nuestros abuelos, que tengo por cierto que en la relajación del siglo sólo los paraguayos la conservan" 141. El autor se refiere a la entereza cristiana, en el más evangélico sentido del vocablo.

Y en otras partes sólo habían vicios inconfesa­bles y terror, sangre, barbarie (Sarmiento, Facundo). Los hombres seguían matándose y desollando al pró­jimo.

Había quien dio en la flor de usar "manea de piel de hombre y hacía azotar a las mujeres en los atrios de las iglesias" 142. Y aquel cuadro miserable  y cruel donde en pos de la palabra la puñalada va, el Paraguay tenía la elegancia de oponer la conducta de su raza esbelta como sus selvas encantadas, donde "los crímenes eran desconocidos" y reinaban orden, trabajo, riqueza, felicidad, enseñando al Universo corrompido que "la virtud podía ser amada". Gente sencilla, buena y casta, sin lujos ni 'esplendores, vi­viendo la vida patriarcal entre sus selvas milenarias.

El Dr. Bertoni se ponía en la verdad estricta con escribir: "El Paraguayo pudo haber enseñado moral y dignidad a muchos pueblos de Europa" (Resumen de Prehistoria yProtohistoria).

Y el Coronel Centurión decía suspirando: "El Paraguay era el pueblo más virtuoso del mundo", y Thompson entendía que era "el más feliz". Es que los justos son dichosos y los malos desgraciados, can­taba el lírico salmista.

En resumen, el Paraguay era el reino con que soñó el moralista sublime que habló palabras inmor­tales. Más allá del Paraguay era grande la muchedum­bre de los pecados y la tierra pasmada iba en pos de la Bestia.

Mas, dejando la alegoría medrosa del Apocalip­sis, reiteremos con el propio acento de esa Reve­lación:

Nosotros somos los que hemos oído y visto estas cosas con los oídos y con los ojos de la Historia. ¡Fuera, pueblos deshonestos y homicidas!

El Paraguay, comparado con el mundo compues­to de ladrones, rateros y "miserables vestidos de púr­pura", es de la estirpe de David y el brillante lucero de la mañana.

Y porque virtud es valor, fuerza moral inmensa, "La flor más hermosa de la evolución social", va a verse cómo el Paraguay, sólo el Paraguay, pudo es­cribir y escribió "el nuevo ritmo de la nueva Ilíada". Oigamos ese ritmo del histórico poema.

 

NOTAS

133 Viajes Inéditos

134 Carta 6º, Revista del Instituto Paraguayo, año 4º.

135 "La Epopeya de Artigas", conferencia XXVI,

136 Nota al Comandante del Fuerte Borbón, M. S. Archivo Nacio­nal, 12 mayo 1821. Rengger dice: "El dictador admitiendo en el Pa­raguay a uno de sus más grandes enemigos y asegurándole una exis­tencia honrosa, quería como él decía, respetar (en Artigas) "Los de­rechos de la hospitalidad tan conocidos por los habitantes del Para­guay." Parte 1º, cap 9º.

141 Los ,Jesuitas en el Paraguay.

142 El Paraguayo Independiente, Nº 80, nota 2. Se trataba de una lonja de la piel del Gobernador de Corrientes, Berón de Astrada, muer­to en Pago Largo, lonja que "sacó o mandó sacar el oficial Calventos e hizo de ella una manea con argollas y virolas de plata" (Mantilla, Crónica citada), ¡regalito abominable a Rosas! Y en Buenos Aires se veía "un carromato con el retrato de Rosas arrastrado por señoras. (Lucas Ayarragaray La Anarquía Argentina y el Caudillisino.)

Otra muestra: era "por desgracia demasiado cierta la atroz mor­tandad cometida a sangre fría después de la batalla de India Muerta en un millar de prisioneros de guerra", verdad con que los Plenipo­tenciarios de Inglaterra y Francia cruzaron el rostro de Rosas. (Declaracion del bloqueo dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires. Ver El Paraguayo Independiente, Nº 29).

Escena repugnante en Pago Largo: "Al prisionero le cortaban la cabeza, acostado o parado, según la habilidad del degollador... Mu­chos jefes y oficiales presenciaban la degollación y se reían cuando algunos cuerpos sin cabeza daban saltos o cuando alguna cabeza movía los ojos." (Relato del prisionero-Viciorio Gauna a Mantilla; Crónica, Id., tomo 1, pag. 305, nota 71),.

"Había diestros gauchos degolladores que no había menester.apear­se de sus cabalgaduras para cortar a cercén la cabeza de prisioneros o fugitivos". (Ayarragaray, ob. ant.)

Las hazañas del ex sacerdote Aldao en Mendoza y fuera de Mendoza, consistían también en asesinatos y saqueos "A José María Salinas le hizo cortar los brazos, arrancarle la lengua y los ojos y abrirle el pecho y arrancarle el corazón" (Rivera Indarte). La lista de las víc­timas es larga y repulsiva. En el campo de Oribe (Cerrito), antes de degollar a los prisioneros, los castraban (Id., íd.).En fin, crímenes ho­rrorosos que hacían dudar de que pudiera haber virtud sobre la tierra. En el Resumen total de las tablas de sangre de Rivera Indarte se lee la cifra de más de veinte y dos mil víctimas de Rosas hasta 1843. Todo ello da la sensación de la fiera que devora y la sensación de la fiera devorada.

"El caudillo (un Quiroga, un Aldao) destacábase como el per­sonaje reinante y acorde con las leyes de mimetismo psíquico, armoni­zaban sus ideas y pasiones con el ambiente moral en el cual actuaba. (Ayarragaray, íd.).O con más sencillez y lisura En el caudillo se retra­taba la plebe.

Cambian los actores, fiero no el drama en aquella vida tártara -dis- para el gran sociólogo Ayarragaray.

Fuente: EL PARAGUAY SUS GRANDEZAS Y SUS GLORIAS. Por MANUEL DOMÍNGUEZ © MANUEL DOMÍNGUEZ (h.). Editorial AYACUCHO. Buenos Aires – Argentina, Noviembre 1946 (254 páginas)



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